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La dimensión comunitaria nos ayuda a ver a las otras personas, pueblos o nación, no como
un instrumento para explotar, a poco costo, su capacidad de trabajo y resistencia física,
sino como un semejante nuestro, una ayuda para hacerlo partícipe, como nosotros, del
banquete al cual somos todos invitados
Dios no creó al ser humano para vivir en soledad. Lo creó como un ser sociable y, por lo
tanto, esa es su naturaleza. Sólo en comunidad, el hombre aprende a crecer y a madurar en
una correcta relación consigo mismo, con los demás, con Dios y con el mundo
"Sin una adecuada formación humana toda la formación sacerdotal estaría privada
de su fundamento necesario" (PDV 43).
Como Seminario Mayor “Sagrados corazones” debemos ser reflejo de una comunidad de
hermanos donde se viva la comunión fraterna, la confianza y la ayuda mutua, tanto entre
los seminaristas, como entre éstos y los directores. Para avanzar en la experiencia de la
vida comunitaria es necesario un ambiente organizado y de colaboración mutua en el
trabajo, así como también en el esfuerzo en la disciplina y la constancia, para la comunión
y la unidad y así poder evitar el estilo de vida presbiteral individualista.
La fe que yo profeso la he recibido por medio de otros que me han ayudado en mi camino
personal. Y al mismo tiempo, en la medida que vivo en comunidad mi fe es capaz de
generar un testimonio, que lleva consigo el apoyar a otros en su camino personal de fe.
(Cfr. Rm 10, 17)