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CÁTEDRA DE ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

01 La Antropología Teológica

Módulo introductorio

Versi Mayo 2016


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Unidad 1:
La Antropología Teológica

Módulo introductorio
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. La Antropología Teológica ..........................................................................................................................3
2. Por qué están Antropología Teológica y Ética en el plan de estudios? ......................................................4
3. ¿La Teología es una Ciencia? ......................................................................................................................5
Bibliografía: ....................................................................................................................................................7

Unidad 0: La Antropología Teológica 2


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

1. La Antropología Teológica
Cuando uno inicia el estudio de una ciencia o disciplina, siempre es interesante investigar de dónde viene
su nombre, porque nos puede dar una primera pista para entender de qué se trata. En nuestro caso,
estudiaremos “Antropología Teológica”. Pero ¿qué significa? Vayamos por partes.

“Antropología” es una palabra formada por dos palabras griegas:

 Anthropos: que significa “hombre”


 Logía (logos + -ía): que significa “ciencia”, “estudio”, “tratado”

Por lo tanto, diremos que la antropología es la ciencia que estudia al hombre en sus diversos aspectos. De
hecho, el concepto central de nuestra asignatura será el de “persona humana”, que es un equivalente de
“hombre”.

Entonces, nos dedicaremos a estudiar algunos aspectos del hombre, es decir, de nosotros mismos y por ello
será muy útil que, a medida que avancemos, vayas contrastando lo que dicen los textos con tu propia realidad,
tu existencia, tu forma de ser, de actuar, de relacionarte con los demás.

Ahora bien, nos falta la otra palabra: “teológica”, de la cual también podemos rastrear su origen griego. Es
el adjetivo de “Teología”, que está formada por:

 Theo: que significa “Dios”


 Logía (como la palabra anterior)

Es decir, que la Teología es la ciencia sobre Dios. Por lo tanto, la perspectiva desde la cual estudiaremos al
hombre será justamente en su relación con Dios, Creador y Padre. Así la perspectiva de nuestra materia será
doble:

 La visión realista del hombre, que se basa en REALISMO METAFÍSICO: Es una corriente
la perspectiva filosófica del realismo filosófica que se inició en Grecia, con Aristóteles
y, a grandes rasgos, afirma que la realidad (las
metafísico. Los aspectos sobre los que se cosas) existe por sí misma independientemente
estudiará al hombre es en su ser de que haya una conciencia que las perciba.
personal, su ser espiritual y su ser social. Es decir, las cosas se distinguen del sujeto que
 La visión sobrenatural del hombre: se lo las percibe. Para esta postura filosófica, el
hombre puede conocer la verdad de las cosas en
estudiará como una ser creado a imagen y
cuanto es capaz de captar la esencia: aquello que
semejanza de Dios y llamado a la salvación, la cosa es. Y la verdad es la adecuación de la
que va a encontrar en Cristo la respuesta mente a la cosa.
definitiva de su existencia. La Iglesia, parte del El principio de la filosofía realista dice: lo
plan de Dios, será la que haga llegar a todos los que es, es y lo que no es, no es. Esto es la verdad
ontológica de las cosas. Pero también hay una
hombres esos medios para alcanzar la salvación.
verdad lógica que es la adecuación de la
inteligencia a la realidad.

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2. ¿Por qué están Antropología Teológica y Ética


en el plan de estudios?
Las diferentes profesiones pueden estudiarse, con mejor o menor calidad académica, en cualquier
universidad; sin embargo, la propuesta educativa de la Universidad FASTA pretende darle a sus alumnos una
formación integral, es decir, una formación que contemple tanto lo profesional como lo humano, desde la
perspectiva del humanismo cristiano.

Pero ¿por qué es importante tener una mirada humanística de todas las ciencias? En el texto citado en
“Bibliografía complementaria”, Guillermo Jaim Etcheverry (1997), ex-rector de la UBA, asegura que las
humanidades nos aportan “las herramientas que le permiten al hombre preguntarse por sí mismo, investigar
su propio misterio, asomarse temerosamente a las profundidades de su condición”. Indica, además, que en el
mundo muchas veces los puestos con gran responsabilidad de empresas o proyectos los ocupan personas con
estudios serios en humanidades, porque no sólo se necesita habilidad técnica, sino también “capacidad de
análisis y de síntesis, una visión de conjunto, y una singular predisposición hacia la comunicación y la
innovación”. Pero eso no es todo.

Jaim Etcheverry advierte también que las humanidades nos permiten conocer y disfrutar del “tesoro
amasado por el hombre a lo largo de su historia”, de “las más altas expresiones a las que han conseguido
elevarse la razón, la creatividad y la emoción humanas”. Develar el lugar donde se encuentra la llave de este
tesoro es la tarea que tenemos con las nuevas generaciones. Para él, el verdadero peligro de nuestra
civilización, es que los jóvenes enfrenten el futuro como desheredados, como si no hubiera habido nada antes
de ellos, sin herramientas para pensarse: “Enarbolando una desafiante ignorancia, no advierten que son
hábilmente manipulados por un entorno que no está preocupado porque lleguen alguna vez a imaginarse, a
construirse a sí mismos, sino que concibe su educación como el prólogo de una vida opaca regida por una
materialismo desalmado”. Las humanidades son entonces, la llave de ese tesoro enorme y precioso de la
humanidad, que es necesario transmitir a las nuevas generaciones y donde reside la clave para entendernos,
comprender nuestros orígenes y nuestra situación actual, “para poder elegir en libertad hacia donde ir”.

En lo que a nuestra universidad se refiere es el Vicerrector de Formación, Pbro. Dr. Alejandro Ramos (2006),
quien nos indica la importancia de la formación humanística. Ramos plantea que el gran desafío de la
Universidad actual es “hacer más humano el mundo en el que vivimos”. Los avances de la ciencia y de la
técnica no construyen por sí solos un mundo mejor, e incluso a veces son usados en perjuicio del hombre. “La
universidad tiene que lograr que el hombre y el respeto por su dignidad sea el valor más importante de esta
sociedad […] Debe hablar sobre el mundo y sobre Dios, sobre la persona humana y el lugar que ésta ocupa en
el mundo y desde allí iluminar a las distintas ciencias de manera tal que sus avances sirvan a todo el hombre y
a todos los hombres”. Pero esta tarea, que debe ser de todas y cada una de las universidades del mundo, “le
compete de manera especial a la universidad católica puesto que el humanismo que ella debe transmitir tiene
un fundamento: el modelo de hombre plasmado por Dios en Cristo”. Haciendo suya esta premisa, la
Universidad FASTA se propone “no sólo informar y capacitar profesionalmente, sino fundamentalmente
formar hombres de cultura que sepan armonizar la razón científica con la razón filosófica y teológica, que les
permita ser profesionales de alta competencia en los dominios del saber científico y de sólidas convicciones
éticas y con cosmovisión trascendente de la vida”. Por eso, todas las carreras de nuestra universidad

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(presenciales y a distancia) incorporan en sus planes de estudio un ciclo de materias de formación


humanística, cuyo objetivo es cumplir con su propósito de formar integralmente a sus alumnos.

3. ¿La Teología es una Ciencia?


Sí, la Teología es una ciencia. ¿Por qué decimos que es ciencia? Seguiremos el desarrollo realizado por
Ramos (2007: 8-16)

Lo decimos en el sentido de Aristóteles: “El conocimiento de una cosa por sus propias causas”. En este
sentido hay ciencia cuando se da un proceso de lo conocido a lo desconocido, de la evidencia de los principios,
a través de la demostración, hasta las conclusiones.

Ahora bien, hay que distinguir entre los tipos de ciencia, y en esto, Ramos sigue a Santo Tomás de Aquino
(teólogo medieval y Doctor de la Iglesia), quien a su vez utiliza la teoría aristotélica de la subalternación de las
ciencias, según la cual una ciencia toma sus principios de otra superior. Santo Tomás distingue, entonces, dos
tipos de ciencias:

 Las que toman como punto de partida principios que no se demuestran porque son evidentes;
por ejemplo, la biología o la química.
 Hay otras que toman sus principios de otras ciencias para poder conocer; por ejemplo, la
medicina toma sus principios de la biología o de la química.

¿En qué grupo se ubicaría la Teología? En el segundo.

¿Por qué? Porque toma sus principios de una ciencia superior.

¿Cuál es esa ciencia superior? La Ciencia de Dios, es decir, el conocimiento que Dios tiene de sí mismo, del
hombre y del mundo. Dios revela al hombre este Conocimiento a través de lo que llamamos las fuentes de la
Revelación: las Sagradas Escrituras (la Biblia) y la Sagrada Tradición.

A partir de aquello que Dios nos revela, la Iglesia va sistematizando los principios teológicos y elabora los
dogmas, es decir, los artículos de la fe católica (los que se rezan en el Credo). Estos dogmas (lo que el católico
debe creer) encierran el misterio de Dios y de su obra.

DOGMA, en sentido estricto, es una verdad revelada por Dios y propuesta como tal por la Iglesia para
que sea creída por los fieles.

La necesidad de formular dogmas no tiene que ver con una decisión autoritaria, sino que tiene como
objetivo eliminar los errores de fe, y a su vez, fijar los artículos de fe y que sean creídos de forma unánime por
todos los católicos. La Iglesia tiene el deber de enseñar, difundir y preservar la fe recibida y es, por eso, que ha
encontrado en los dogmas un modo de sistematizar lo que Dios le ha revelado.

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La Teología, por lo tanto:

 Es una ciencia subalterna, que toma sus principios de la Ciencia de Dios.


 Es una ciencia especulativa: busca conocer a Dios;
 Es ciencia práctica: su conocimiento lleva a actuar de una determinada manera;
 Es la más elevada de las ciencias: por la dignidad de su objeto de estudio, que es Dios. Una
ciencia es más elevada que otra por la dignidad de su objeto de estudio; en la Teología el
objeto es Dios, por tanto, es el Ser más elevado, origen de todo cuanto existe.

¿Cuál es el objeto de estudio de la Teología?


CLASIFICACIÓN DEL OBJETO DE
 El objeto material se divide en dos: ESTUDIO DE UNA CIENCIA
 Primario: Dios
Objeto Material: es el sujeto/objeto sobre que
 Secundario: las cosas creadas en
estudia la cien¬cia; por ejemplo, la medicina tiene
cuanto tienen relación con Dios. por sujeto de estudio al hombre.
Objeto Formal: es el punto de vista sobre el
que se estudia el objeto material; por ejemplo, la
 En el objeto formal, hay que distinguir: medicina estudia al hombre en cuanto busca la salud
física. El principio de la filosofía realista dice: lo
 Teología natural: es el estudio de Dios
que es, es y lo que no es, no es. Esto es la verdad
con la luz natural de la razón. ontológica de las cosas. Pero también hay una
 Teología sobrenatural: es el estudio de verdad lógica que es la adecuación de la inteligencia
Dios con la luz natural de la razón iluminada a la realidad.
por la fe.

¿Por qué distinguimos el objeto formal?

Porque los dogmas, hasta cierto punto, pueden ser conocidos por la razón; pero también esta razón
necesita ser iluminada y guiada por la fe, para poder comprender los datos múltiples de la creencia católica y
ver sus relaciones lógicas tal como Dios lo ha dispuesto.

Por lo tanto, fe y razón no se oponen, sino que se armonizan para poder conocer a Dios y acercarnos
a Él.

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Bibliografía:
CONCILIO VATICANO II (1965). Constitución dogmática Dei Verbum. Disponible en:
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651118_dei-
verbum_sp.html

JAIM ETCHEVERRY, Guillermo (1997). “La llave escondida”, en: La Nación, agosto de 1997. Fragmento
disponible en video: https://www.youtube.com/watch?v=HgBJLx8zeuQ (incluido en el zip de la bibliografía
completa)

RAMOS, Alejandro (2006). “La formación humana y cristiana en la Universidad FASTA”, en: Programa de
formación participativa: “Misión y visión de la Universidad F.A.S.T.A.”, Mar del Plata: Universidad FASTA;
15-18 (incluido en el zip de la bibliografía completa).

RAMOS, Alejandro (2007). Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape.

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01 La Revelación divina
Autores:
Alejandro Ramos
Matías Zubiría

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa: Ramos, Alejandro (2007).
Versi Mayo 2016 Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape
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Unidad 1:
La Revelación divina
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Naturaleza y Objeto de Revelación ............................................................................................................3
2. Las Sagradas Escrituras ...............................................................................................................................5
2.1. ¿Qué es la Biblia? ................................................................................................................................5
2.2. El canon ...............................................................................................................................................5
2.3. La Inspiración de las Sagradas Escrituras ............................................................................................6
2.4. El origen divino de la Escritura ............................................................................................................7
2.5. El origen humano de la Escritura.........................................................................................................8
2.6. La Relación entre lo divino y humano .................................................................................................9
2.7. Efectos de la Inspiración ......................................................................................................................9
2.8. Verdad e Inerrancia en la Biblia. Consideraciones generales para su interpretación.......................10
2.9. Los Géneros Literarios .......................................................................................................................15
2.10. Algunos ejemplos de exégesis .........................................................................................................17
3. La Sagrada Tradición.................................................................................................................................21
3.1. Definición de la Sagrada Tradición ....................................................................................................21
3.2. Mutua relación entre Tradición y Escritura .......................................................................................22
3.3. Escritura, Tradición y Magisterio .......................................................................................................22
Bibliografía....................................................................................................................................................24

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1. Naturaleza y Objeto de Revelación


Revelar significa «sacar el velo», es decir, mostrar algo. Dios, entonces, se revela a Sí mismo y el
misterio de su voluntad.

El objeto primario revelado es Dios mismo y el


misterio de su voluntad, el cual consiste en que “por
En el Diccionario de la Real Academia, se define
Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, la palabra “misterio” en relación con el
puedan los hombres llegar hasta el Padre y participar de la cristianismo como “cosa inaccesible a la razón y
que debe ser objeto de fe”. De hecho, la religión
naturaleza divina” (Latourelle 1995: 357).1 Aquí se expresa
cristiana tiene una serie de misterios cuya
claramente el fin del cristiano: llegar al Padre, por el Hijo, comprensión racional es limitada y requieren de
en el Espíritu Santo. la fe. Lo que Dios quiere (el misterio de su
voluntad) no podríamos conocerlo si no fuera por
lo que Él nos revela.
Para ser más claros: los bautizados tenemos que llegar al
Padre (es decir, ir al Cielo). Jesús, el Hijo, es quien, durante su vida,
nos habló del Padre (cf. Jn 14,2), pues para eso vino a la tierra: para dar a conocer al Padre y su voluntad. Sin
embargo, no vino sólo para eso, sino también para mostrarnos el Camino que debemos seguir para alcanzar
este fin. Ese Camino es Jesús mismo, Cristo, el Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, que afirmó: “Yo soy el
camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6).

Por último, este Camino no podemos seguirlo por nuestros propios medios, sino que necesitamos una
ayuda extraordinaria que también nos la da Dios: la gracia sobrenatural (trataremos sobre ella en la unidad 4).
Además, para recorrer este camino precisamos un vehículo, mandado por Jesús mismo: el Espíritu Santo, que
nos da la gracia sobrenatural y nos lleva permanentemente en la senda de Cristo hacia el Padre (Jn 14,16).

Así, el objeto de la Revelación es Dios (Uno y Trino) y su designio sobre los hombres.

Cuando hablamos de la naturaleza de la Revelación Divina, hacemos referencia básicamente a tres puntos:

 el diálogo de amistad entablado por Dios;


 el amor de Dios para con los hombres;
 el modo de revelarse de Dios por medio de hechos y palabras.

Esto quiere decir que es Dios, “el Dios invisible” (Col 1,15), quien toma la iniciativa y va en busca del
hombre herido por el pecado, entabla un diálogo de amistad con él, como lo hizo con Moisés (Ex 33,11) y con
los apóstoles (Jn 15,14-15). Al igual que en la vida espiritual, cuando uno va en busca de Dios, en realidad, Él ya
actuó en nosotros previamente; es decir, que el pecador se arrepiente cuando ya el Espíritu de Dios pasó y
movió su alma hacia la conversión.

1
Esta cita expresa el designio divino e incluye los tres misterios principales del cristianismo: la Trinidad, la Encarnación y
la gracia.

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Latourelle afirma: “Esta palabra por la que Dios franquea en cierto modo la distancia que le separa del
hombre y se llega hasta su presencia, no puede ser otra cosa que la palabra amistad: procede del amor, crece
en la amistad y persigue una obra de amor...” (358). Para franquear esa distancia con el hombre, Dios utiliza
nuestro propio lenguaje, haciéndose ver y comprender desde la historia y las palabras, forjando una amistad
con nosotros.

Además, la Revelación procede del Amor y persigue una obra de Amor: introducir al hombre en la vida
trinitaria, en el seno del Amor que es Dios mismo. Se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo, mostrando una
comunidad de Amor perfecta, modelo para nosotros y, a su vez, fin de nuestra vida cristiana.

Por último, Dios se revela con hechos y palabras


DV son las siglas de la Constitución
intrínsecamente ligadas (DV 2). Para comprender este
Dogmática Dei Verbum. Es uno de los concepto fundamental, observemos nuestra vida cotidiana:
documentos que se elaboró durante el los esposos que se aman mutuamente no sólo se dicen
Concilio Vaticano II (llevado a cabo entre cuánto se aman, sino que, además, hay gestos concretos y
1962 y 1965). Para saber más sobre este cotidianos que lo demuestran. En una amistad forjada en el
Concilio y otros, ver: amor, las personas no sólo hacen cosas que demuestren que
http://www.es.catholic.net/op/articulos/25 son amigos, sino que, además, hablan de la amistad que tienen y
245/cat/949/concilio-vaticano-ii-anos- la explicitan con hechos concretos.
1962-1965.html

Éste es el modo en que Dios se manifiesta para salvarnos. Se introduce en la historia del hombre y se
comunica con él de múltiples formas, dispuestas según la Bondad y Sabiduría divinas. En la historia, Dios se
revela con obras concretas:

En el Antiguo Testamento, los acontecimientos del Éxodo (Ex 7- Todas las acciones que Dios realiza en
la historia para salvarnos, es decir, el
14).
ejercicio concreto de la salvación, se
En el Nuevo Testamento, la vida de Cristo, su Encarnación, sus conoce en Teología como la “economía
milagros, su Muerte y Resurrección. de la salvación”.

Pero además, se manifiesta en palabras:

En el Antiguo Testamento, los profetas interpretan las intervenciones de Dios en


El Antiguo y el Nuevo
la historia del pueblo de Israel.
Testamento son partes de la
Biblia, como veremos a
En el Nuevo Testamento, las palabras del mismo Cristo, Dios y hombre,
continuación. declaran el sentido de sus acciones.

Mirando el conjunto de las Sagradas Escrituras (la Biblia), la obra de Salvación realizada por Cristo que fue
anunciada con hechos y palabras en el Antiguo Testamento y confirmada también con hechos y palabras en el

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Nuevo Testamento. Estos dos aspectos no van separados, sino unidos en lo más profundo: Dios hizo y dijo,
dijo e hizo, hizo mientras dijo y dijo mientras hizo (Latourelle 360). Así, el designio salvífico no sólo queda
manifestado en palabras, sino que es realizado por obras. No sólo nos dice que nos va a salvar, sino que obra
la Salvación en la historia del hombre.

2. Las Sagradas Escrituras


2.1. ¿Qué es la Biblia?
“La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9).

La Biblia (o Sagradas Escrituras) no es sólo el libro más leído de todos los tiempos, sino que tiene una
característica única: es obra de Dios Espíritu Santo, quien inspira a los hombres para que pongan por escrito
todo y sólo lo que Dios quiere (DV 11).

El término “Biblia” viene del griego; es el plural de biblon, que significa `libro´. Por tanto, Biblia significa
“varios libros” y podríamos definirla como “una pequeña biblioteca sagrada que contiene el mensaje escrito
por Dios para los hombres”.

Tomen una Biblia católica y lean el índice. En él encontrarán los libros que la conforman, su clasificación y
su agrupación en dos grandes partes:

 El Antiguo Testamento (AT) relata los hechos previos


a la venida de Jesucristo. Es el tiempo de la promesa. La Biblia tiene diversas versiones. Por eso,
 El Nuevo Testamento (NT) narra lo sucedido desde no todas las Biblias que podemos encontrar son
los tiempos de Jesús (el anuncio del ángel Gabriel católicas. El modo más sencillo para saber si una
a Isabel y el nacimiento de Juan el Bautista, en Lc Biblia es católica es constatar que en los datos
de edición figuren las palabras latinas: “Nihil
1) hasta la vida de las primeras comunidades
obstat” (nada obsta) e “Imprimatur” (sea
cristianas (Hechos de los Apóstoles), además de impreso). Hay otras diferencias que pueden
las cartas católicas (DV, 14-20). consultar en:
http://es.catholic.net/op/articulos/7325/cat/3
89/diferencia-entre-la-biblia-catolica-y-la-
protestante.html

2.2. El canon
Toda religión revelada termina por sentir, tarde o temprano, la necesidad de fijar un canon, es decir, un
conjunto de libros sagrados, pues si Dios ha querido comunicar su voluntad a los hombres, debe haber algún
modo de saber con toda seguridad dónde se encuentra esa Revelación. Esto es precisamente lo que garantiza
el canon: señala los límites entre lo que es y lo que no es Revelación. Si no se pudiera identificar esto, ¿de qué
serviría la Revelación?

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La necesidad de definir el canon de la Revelación (tanto en los


judíos como en los cristianos) respondió a tres cosas: El origen de la palabra “canon” lo
encontramos en el griego: kanon, que
 conservarla a fin de evitar que se pierda en la vorágine de deriva del babilonio “qanu”, es decir,
tradiciones que nacen en torno a ella; `caña´. Así se llamaba a la vara larga
utilizada por los albañiles para medir.
 preservarla, es decir, impedir que sufra ningún cambio o
Más adelante, toma un sentido
alteraciones;
metafórico: “norma” o “patrón”.
 observarla y hacer que actúe en la fe y la vida.

El presupuesto básico de la definición del canon judeocristiano es la inspiración, es decir, el hecho de que
determinados libros han sido escritos bajo influjo del Espíritu Santo, que les otorga una aceptación
incondicional.

Los criterios prácticos que la Iglesia ha seguido para la selección de


libros inspirados han sido:
Los libros o evangelios apócrifos son los que
no entraron en el canon de la Iglesia. No fueron  el origen apostólico
admitidos en el catálogo oficial de la Iglesia, pues  el uso constante en la Iglesia, con sus
se considera que no son inspirados. Hoy en día, consecuentes frutos espirituales.
muchos se encuentran publicados y leídos como
una importante fuente histórica y literaria. Esta El canon de la Escritura se nos presenta como un conjunto
aclaración que vale para desmentir algunas
de producciones literarias dotado de cohesión interna. Tal
películas, por ejemplo, que hablan de evangelios
apócrifos ocultos.
cohesión se debe a que los libros fueron usados por la
comunidad guiada por el Espíritu Santo, alimentaron su oración,
impulsaron su reflexión y le ofrecieron una norma de vida. La facultad de
juzgar si se da o no esta conformidad la tiene el Magisterio de la Iglesia.

La inspiración, por lo tanto, exige la canonización de un libro.

Canonizar significa declarar, con autoridad, que un libro es inspirado y que, por lo tanto, forma parte
de la Escritura.

Canonizar un libro no produce ningún cambio en él; simplemente se declara o se pone de manifiesto lo que
ya está allí, es decir, se descubre la inspiración, pero de ninguna manera se crea.
Se puede consultar la Biblia
católica, versión online en:
El canon católico se definió en el Concilio de Trento (1546) y contiene: 45 libros
http://www.vatican.va/archive/ES
del AT y 27 del NT (Dz, 784-785).
L0506/_INDEX.HTM

2.3. La Inspiración de las Sagradas Escrituras


La expresión “inspiración divina” alude a la especial influencia de Dios sobre los autores humanos de
la Biblia.

Unidad 1: La Revelación divina 6


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Esa influencia de Dios es de tal magnitud que sirve de base para afirmar que Él es el Autor de los Libros
Sagrados (DV 11). La podríamos describir como el especial influjo del Espíritu Santo sobre el autor sagrado en
orden a escribir todo y sólo lo que Dios quiere. Nos encontramos frente a un misterio de fe.

Pero si bien Dios es el Autor primario, se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y
talentos para escribir (DV 11). Entonces, podemos afirmar que la Biblia tiene dos autores: uno humano y otro
divino. A continuación, estudiaremos en qué elementos de la Biblia nos basamos para decir esto, aunque sin
abordar las múltiples teorías que hay sobre el tema.

2.4. El origen divino de la Escritura


2.4.1. En el Antiguo Testamento

En el judaísmo, no hay una idea clara y elaborada de la


Para buscar una cita bíblica, se debe
inspiración de la escritura, más bien en el AT se habla de un
observar: 1. el libro (expresado con
influjo divino sobre los profetas, pero en la mayoría de los abreviaturas), que puede ser del AT o del NT;
casos, es en orden a la proclamación y no para escribir. No 2. el capítulo (número grande al inicio de
párrafo); 3. el versículo (pequeño número
obstante, a veces, Dios ordena escribir algo, por ejemplo, entre oraciones).
en Isaías 30,8: “Ahora ven, escríbelo en una tablilla,
grábalo en un libro, y que dure hasta el último día, para
testimonio hasta siempre” (ver también Jr 30,2; 36,2; Hab 2,2). Como se puede observar, la idea de inspiración
como se entiende hoy en la Iglesia no está expresada en el AT.

2.4.2. En el Nuevo Testamento

La idea de inspiración aparece implícita o explícitamente en los libros del NT. El mismo Jesús apela a las
Escrituras como el documento por excelencia y de mayor autoridad. Por ejemplo, en el evangelio de Juan dice
“no puede fallar la Escritura” (10,35). También se refleja en los numerosos “Está escrito” que Jesús utilizaba
para referirse a los libros del AT (Mt 4,4.7.10; 26,31).

Los autores del NT expresan la convicción de que, en las palabras de la Escritura, el Espíritu Santo habló
por medio de los hombres (Hch 1,16). Incluso la llaman “Palabra de Dios” (citando los Salmos, Hb 3,7).

Sin embargo, hay textos que aluden directamente a la inspiración divina de las Escrituras, como son2:

 En la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo (2 Tim): “Toda Escritura inspirada por Dios es útil para
la enseñanza...” (3,14).
 En la Segunda Carta de Pedro (2 Pe): “porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad
humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (1,21).

2
Ver también: Ap 1,3-6; 2 Pe 3,16.

Unidad 1: La Revelación divina 7


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Con estas citas bíblicas, tenemos un panorama más claro de que el misterio de la inspiración divina se
descubre a partir de la misma Revelación. Veamos en el siguiente cuadro una idea de lo que explicaremos en
los puntos siguientes:

2.5. El origen humano de la Escritura

En el AT, vimos cómo Dios ordenaba a los profetas escribir El Papa Pío XII afirma: “el escritor sagrado,
al escribir su libro, es instrumento del
algún mensaje. El autor humano aparece como un simple Espíritu Santo, pero instrumento vivo y
transmisor pasivo del mensaje divino, cumpliendo las racional, […], bajo el influjo de la divina
órdenes del Espíritu Santo. La concepción judaica tendía a moción, de tal manera hace uso de sus
facultades y energías” (Divino afflante
considerar que los autores humanos caían en una especie Spiritu 19).
de éxtasis religioso, durante el cual Dios le dictaba el
mensaje.

Pero a lo largo de la Biblia, encontramos testimonios que muestran a los autores humanos como factores
creativos y activos, que nos hablan del esfuerzo del autor para la composición del libro (Ecl 1,30-32: 2 Mac
15,38). Es decir, que los hombres inspirados pusieron en juego sus facultades y talentos al momento de
escribir.

El pasaje más llamativo es del evangelio de Lucas (1,1-4):

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros,
tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo
por su orden.

Observemos atentamente que Lucas habla de una investigación con todo lo que ello implica: buscar
fuentes, entrevistas, documentos, ordenar la información, etc. Por lo tanto, no podemos pensar que este
autor realizó toda su obra (su Evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles) en un estado de éxtasis. Por
el contrario, el hombre es el autor secundario de la Biblia y al escribir, hace uso de todas sus facultades y

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talentos, activa y creativamente, empujado por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo (DV 11). Además, los
rasgos de cada uno de los libros de la Biblia responden, entre otras, a características propias de cada autor.

2.6. La Relación entre lo divino y humano


Como conclusión del tema, podemos decir:

La Escritura es verdaderamente Palabra de Dios, pero expresada en un lenguaje que es auténtico


producto del intelecto humano, como si dos artistas, Dios y hombre, hubieran producido los libros
sagrados.

Para aclarar esta relación entre la intervención divina y la humana, los Santos Padres y los teólogos lo hacen
en base a imágenes diversas tomadas del trabajo manual y del arte. En el caso del trabajo manual y del arte,
se trata de instrumentos inanimados; en el caso de la inspiración, de
hombres en plena posesión y uso de sus facultades espirituales y
Los “Santos Padres” o “Padres de la
Iglesia” son pastores de la Iglesia de los corporales. En uno y otro caso, el instrumento obra conforme a su
primeros siglos, cuyas enseñanzas con calidad y estado; pero la obra, con su sentido y su plan, ha de
consideras fundamento de la doctrina
cristiana. Para saber más:
atribuirse, en primer término, al que maneja el instrumento. Sin
http://www.corazones.org/diccionario/p embargo, la obra realizada demuestra indudablemente, las facultades y
adres_iglesia.htm aptitudes del instrumento (Diccionario 906-907). Para ser más claros, el
instrumento es el hombre y el artista, el Espíritu Santo.

Esta relación cobra mayor sentido al considerar la Biblia en su totalidad. La autoría de Dios hace que tenga
unidad orgánica y que no sea una mera colección de libros más o menos homogéneos. El autor humano es
autor de uno o más libros o de parte de ellos, imprimiendo su sello personal; Dios es el Autor de todos.

2.7. Efectos de la Inspiración


El efecto principal de la inspiración es la Biblia misma, como objeto. Sin embargo, podemos distinguir
diferentes aspectos:

1. Revelación, unidad, integridad y sacramentalidad

a) Revelación: la inspiración hace que la Biblia en su conjunto sea Revelación (no sólo ella, no
olvidemos la Tradición). Es Dios quien se revela en la Biblia hablando al hombre.
b) Unidad: aunque materialmente (humanamente) parece una antología de textos, a la luz de la Fe, es
un solo libro que tiene una sola fuente de origen: Dios. Por lo tanto, los estudios que se realizan de
la Biblia deben considerar seriamente esta unidad.
c) Integridad: significa que Dios ha logrado alcanzar en la Biblia lo que pretendía perfectamente. A
pesar de las limitaciones y defectos aportados por los autores
humanos, Dios ha logrado dar la imagen exacta de sí mismo y
Como veremos, la palabra
de Cristo que quería transmitir. “sacramento” se refiere a un una
d) Sacramentalidad: la Biblia ofrece un signo visible de realidad visible (objeto, acción,
palabra) que es signo de una realidad
Dios, que es invisible. Rezar con ella nos permite
invisible.

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encontrarnos con Cristo a través de las palabras que leemos. Por ejemplo, ese modo de oración se
llama “Lectio Divina”.

2. Inerrancia: es la ausencia de error en la Biblia, tanto en el que escribe como en el intérprete que
debe respetar el sentido para lo cual fue escrita: “Los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y
sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra” (DV 11).

2.8. Verdad e Inerrancia en la Biblia. Consideraciones


generales para su interpretación
El problema de la inerrancia (en sentido negativo) o verdad (en sentido positivo) en las Sagradas Escrituras
es sumamente complejo de dilucidar. Ésta ha traído, a lo largo de la historia, muchos conflictos que no han
tenido fácil solución y que repercutieron fuertemente dentro de la vida de la Iglesia.

Esta cuestión, íntimamente ligada a la interpretación de los Libros Sagrados, lleva a cometer errores que
pueden terminar con la fe de las personas, llevar a tener comportamientos morales contrarios al espíritu
católico y -por qué no- generar una guerra. Muy por el contrario, una buena interpretación del hecho de la
inerrancia puede llevarnos a una profunda vida espiritual.

2.8.1. Verdad en la Biblia

Comencemos con la inerrancia bíblica. Sabemos que la Escritura es inspirada en todos sus libros, en todas
sus partes, no podemos decir que hay partes que no son de Dios, que no son inspiradas, que son puramente
humanas, el mismo término canon es norma de la verdad (Manucci 1995: 225). Además, debemos saber que
Dios no puede engañarnos, ya que Él es la Verdad y lo impide su misma Bondad.

El Concilio Vaticano II dice claramente:

“Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue
que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar
en dichos libros para salvación nuestra” (DV 11).

De esto se puede concluir (Manucci 236-237): Hagiógrafo: Autor [humano] de


cualquiera de los libros de la
1. La interpretación de la Biblia debe tratar ante todo de Sagrada Escritura (Diccionario
de la Real Academia Española).
descubrir y explicar la Revelación y la realidad salvífica que
Dios nos ha comunicado en Jesucristo; en ella, se encuentra
la Palabra de Salvación.
2. Se debe tener en cuenta lo que Dios quiere dar a conocer cuando inspira y la intención del
hagiógrafo que escribe. Es decir, que se debe leer a la luz de la Voluntad divina de comunicar la
Verdad Salvífica.
3. No se debe pensar que existe una división en la Escritura (una parte inspirada sin error, y otra
no inspirada expuesta a error). Lo que enseña es la Verdad revelada para nuestra salvación

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(ésta es su especificación formal), y toda la tarea exegética (de interpretación) se debe orientar
a encontrar y descubrir esta Verdad salvífica, el plan salvífico de Dios. Ésta es la intención
formal tanto de Dios como del autor humano inspirado.

En definitiva, ¿qué pasa con las críticas que muchas veces se hacen desde los ámbitos filosófico-metafísicos,
de las ciencias naturales o de la historia? “Para juzgar sobre la verdad de estos contenidos [de la realidad
profana] no se debe partir de su realidad profana aislada, sino desde el punto de vista específico de cómo y en
qué medida se realiza en ellos el objeto formal de la inspiración...Comunicar la verdad salvífica...” (Manucci
238).

Entonces, podemos decir que las verdades metafísicas, científicas o históricas (profanas) adquieren un
carácter salvífico. Figuran en la Biblia en relación con la salvación del hombre y, en ese sentido, no contienen
error porque contienen la Revelación salvífica de Dios o se relacionan, en mayor o menor medida, con este
actuar divino.

Las afirmaciones reveladas saludables en sentido propio, o también naturales constatables, son
como tales esencialmente inerrantes; el resto tiene, respecto a la verdad revelada para nuestra
salvación, una función de servicio; es medio o marco de las verdades propiamente pretendidas y
por ello participa de la inerrancia sólo en virtud de este servicio a la Palabra de Dios en el sentido
propio y verdadero (Manucci 238).

Por lo tanto, podemos distinguir:

 Verdades saludables reveladas: aquellas verdades que hacen referencia directa a nuestra salvación
o a Dios mismo y son esencialmente inerrantes; por ejemplo, Ex 3,14: “Yo soy el que soy”, o Jn.
1,14: “y el Verbo se hizo carne y puso su Morada entre nosotros”, etc.
 Verdades naturales: aquellas verdades que hablan de los ámbitos no pertenecientes directamente
al objeto formal de la inspiración. En estas últimas, algunas son verdaderas, y las otras lo son en
cuanto configuran el marco o medio de las verdades directamente salvíficas, es decir, sirven para
dar a conocer la Palabra de Dios (238). Por ejemplo, el hecho de que Dios haya creado el mundo en
seis días es verdad en tanto esa imagen nos sirve para conocer que Dios es el Creador de todas las
cosas; si alguien quisiera interpretar el primer capítulo del Génesis desde las ciencias naturales, no
sería la Sagrada Escritura la que contiene error, sino que sería el intérprete en tanto no estaría
respetando el objeto formal de la Escritura: la Verdad salvífica (Manucci 238).

En conclusión,

sabemos que no se puede decir cualquier cosa al interpretar la Biblia. Antes bien debemos buscar esta
especificación formal: la Verdad para la salvación.

2.8.2. La Interpretación de la Biblia

“La Escritura debe ser leída con el mismo Espíritu con que fue escrita” (DV12)

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En la DV 12, encontramos algunas condiciones a tener en cuenta para una correcta interpretación de la
Biblia:

1. Estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con
esas palabras.
2. Tener en cuenta los géneros literarios, porque la Verdad se presenta y se enuncia de modo
diverso en obras de diversa índole.
3. Considerar el tiempo y la cultura, por medio de los géneros literarios propios de la época.
4. Reparar en el modo de pensar, de expresarse y de narrar, así como en las expresiones que se
usaban en las conversaciones ordinarias.
5. La Biblia se debe leer con el mismo espíritu con fue escrita, teniendo en cuenta el contenido y
la unidad de toda la Escritura, la Tradición de la Iglesia y la analogía de la Fe.
6. Todo lo que los exégetas estudian (los que aplican estos criterios para la interpretación de la
Biblia) queda sometido al juicio definitivo del Magisterio de la Iglesia, que recibió de Dios el
encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios.

Podemos aclarar previamente dos términos: hermenéutica y exégesis, que hoy en día se utilizan, muchas
veces, como sinónimos:

 La hermenéutica consiste en los principios según los cuales debe interpretarse la Biblia.
 La exégesis, en la aplicación práctica de aquellos principios. Hoy en día estos términos

La tarea exegética o de hermenéutica consiste en interpretar las Sagradas Escrituras, buscando


descubrir tanto los sentidos literales (lo que el autor humano quiso decir con el texto) como los
supraliterales (lo que el Autor divino por medio del humano nos dijo).

Para realizar la exégesis, se deben aplicar los principios de


interpretación que se utilizan para cualquier otro texto.
La exégesis no es la palabra de Dios ni
 En primer lugar, hay que establecer el texto genuino es la voz del Magisterio de la Iglesia, sólo
una herramienta para que, a través del
con toda la exactitud posible, sobre la base de
estudio, se pueda profundizar en el
testimonios textuales o de conjeturas críticas. conocimiento de la Palabra. Puede estar
 Luego hay que encuadrar el texto en su contexto, con sujeta a error, por eso, todo lo que
lo cual se utilizan textos paralelos, antiguas versiones, los afirma queda sometido al juicio definitivo
comentarios de más autoridad, etc. del Magisterio de la Iglesia.

 Lo más importante es que el intérprete (o exégeta) tenga en


cuenta el género literario, la época y el lugar de composición, la ocasión, la
finalidad y las fuentes del texto, así como la condición, la cultura, la mentalidad del autor y el
pueblo al que pertenece. Para esto, se cuenta con ciencias auxiliares: filología, historia, literatura,
geografía, arqueología, etc. Se deben tener muy en cuenta estos medios ya que la literatura del
Antiguo Oriente se halla mucho más alejada de nuestra mentalidad moderna que la literatura
clásica grecorromana (Cf. Diccionario 670-671).

Por tanto, existe la necesidad de hacer una investigación exegética seria. El Concilio Vaticano II nos dice:

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que Dios nos ha hablado por medio de hombres y de forma humana y que hay que descubrir lo que
tanto Dios como el autor humano (hagiógrafo) quisieron decir (DV 12).

Esto se desprende de la naturaleza misma de la Inspiración. Recuerden que los autores sagrados son
verdaderos autores (DV 11) y es necesario entender debidamente lo que ellos quisieron decirnos para llegar a
comprender lo que Dios ha comunicado a todos los hombres en un lenguaje completamente humano.

La tarea del intérprete exige de suyo la necesidad de la crítica textual, literaria e histórica:

 Por medio de la crítica textual, se reconstruye el texto lo más próximo posible al original.
 A través de la crítica literaria, se estudia el lenguaje humano de la Biblia y las formas literarias
empleadas por los hagiógrafos de acuerdo con su personalidad, con sus fines didácticos y con el
ambiente histórico y cultural en el que vivieron. Desde aquí, se descubre no sólo el interés
apologético por las dificultades planteadas en diferentes textos bíblicos, sino también, en sentido
positivo, el sentido teológico pretendido por Dios. Por la crítica literaria, se conocen los géneros
literarios (las diferentes maneras en que es propuesta la verdad en los textos y escritos de diversas
índoles).
 Desde la crítica histórica, “no sólo se sitúa al libro en su ambiente (autor, fecha de composición,
autenticidad literaria, etc.), sino que se trata también de descubrir el valor histórico de aquello que
el texto narra, de reconstruir la historia de los dos Testamentos, con la precisión que hacen posible
los métodos de la crítica histórica moderna” (Manucci 1995: 295).

Vale aclarar que el intérprete de la Biblia no es un simple historiador que estudia el texto únicamente como
fuente histórica.

Emplea la crítica histórica como instrumento para llegar al significado del texto que narra los sucesos
salvíficos del pasado.

Recordemos que Dios se reveló en la historia y a través de


En la Biblia, se transparenta el
Misterio de Dios Vivo, no una simple la historia, y la historia descrita en la Biblia es Historia de la
historia de los hombres, sino cómo Dios Salvación, por eso, el Concilio aclara que debe ser leída “con
busca al hombre. Por lo tanto, para el mismo Espíritu con que fue escrita” (DV 2). Esto vale tanto
descubrir al Señor, es necesario entrar
para los lectores como los intérpretes de la Escritura. Ella
en el ámbito del Espíritu para dejar que
nació bajo el influjo del Espíritu Santo, por lo cual debe ser
eleve el alma hacia Él, para que podamos
indagar y escuchar su palabra con Fe. leída e interpretada en el Espíritu Santo. Esto significa una
docilidad ante Dios oculto en las palabras inspiradas.

Para responder a la indicación del Concilio, éste nos da tres criterios concretos para la hermenéutica
teológica: 1. El contenido y la unidad de toda la Escritura; 2. La Tradición viva de la Iglesia; 3. La analogía de la
Fe.

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El contenido y la unidad de toda la Escritura: AT y NT forman un todo único, a pesar de todo su proceso
histórico de compleja redacción. Como dijimos anteriormente, se debe hablar de la Verdad de cada uno de los
textos bíblicos dentro del conjunto de todo el mensaje bíblico.

La Tradición viva de la Iglesia: decir que hay que tener en cuenta la Tradición de la Iglesia para la
interpretación de la Biblia significa que la Escritura se debe interpretar en
la Iglesia, ya que nace en ella y constituye una de sus fuentes
Cuando hablamos de la Iglesia, lo
hacemos en sentido católico, en fundamentales. Como veremos a continuación, la Iglesia es
referencia a la Iglesia Una, Santa, depositaria de la Revelación, con lo cual el Espíritu Santo actúa en lo
Católica, Apostólica, fundada por el transmitido tanto por las Sagradas Escrituras como por la Sagrada
mismo Cristo, del cual Él es Cabeza
Tradición y las hace connaturales, pues ambas proceden de Dios.
(estudiaremos este tema en la última
Para la correcta lectura de la Escritura, se deben tener en cuenta todos
unidad).
los componentes de la Tradición:

 las afirmaciones de los Santos Padres que atestiguan la vivificante presencia de la Tradición, en el
período más cercano a los orígenes cristianos;
 las enseñanzas de los Doctores de la Iglesia, maestros de la Fe que se encuentran a lo largo de la
historia de la Iglesia (a la fecha son 35)
 la reflexión y el estudio de todos los creyentes, los cuales meditan en su corazón las cosas y las
palabras transmitidas, y también la profunda inteligencia que les proviene de la experimentación
de las cosas espirituales;
 la prédica de aquellos que con la sucesión apostólica han recibido un carisma seguro de verdad, es
decir, aquellos que conforman el Magisterio dela Iglesia (DV 8)

Así la Tradición se convierte en norma y regla de la interpretación exegética.

Mannucci aclara:

Mantenerse en el contexto de la Tradición significa, hermenéuticamente hablando, aceptar una


determinada comprensión de la persona y del acontecimiento de Jesucristo, cumplimiento de la
Revelación, tal como se desarrolló en el determinante y autorizado comienzo de la comunidad
apostólica y tal como se ha desarrollado con autoridad propia a lo largo de la tradición post-
apostólica. Aceptar esta comprensión no para detenerse en ella, sino para adoptarla como punto
de referencia necesario para cualquier ulterior desarrollo de la comprensión (300).

Toda interpretación queda finalmente reservada a la aprobación del Magisterio de la Iglesia que “no es
superior a la Palabra de Dios sino que está a su servicio, enseñando únicamente aquello que ha sido
transmitido... [siendo] su oficio interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida” (DV 10).

La analogía de la fe es la conciencia de la unidad de la Revelación y de la fe de la Iglesia. Todas las


expresiones de la Revelación y de la fe se hallan estrechamente coordinadas y se iluminan mutuamente; toda
expresión, por lo tanto, debe ser considerada a la luz de las otras y vinculada con ellas, si se la quiere entender
correctamente y mantener abierta a una comprensión más profunda.

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2.9. Los Géneros Literarios


Es necesario hacer una referencia explícita al tema de los géneros literarios, asunto que se ha convertido es
una tarea encomendada a los exégetas con carácter de obligación por Pío XII en la encíclica Divino Afflante
Spiritu.

Se entiende por género literario, “las formas o modos de expresión de que se sirven, para expresar su
pensamiento, las gentes de una época determinada y un país determinado” (Diccionario 746).

En la Biblia, no hallamos nuestras formas de expresión, sino las que eran propias de las personas del
antiguo Oriente. Esto hace que su descripción deba hacerse de acuerdo a un estudio de la literatura de aquella
época y lugar.

Todo género literario encierra un modo particular de expresión de la verdad y, por tanto, ésta debe ser
buscada por métodos adecuados al género en cuestión. De ahí que una condición necesaria para la correcta
exégesis de un libro o fragmento sea determinar las peculiaridades y leyes de dicho género.

De acuerdo a los géneros literarios se clasifican los libros de la Biblia, vean el índice de una, y encontraran
libros históricos, legales, sapienciales, epistolares, proféticos, etc.

Los principales géneros literarios son:

 Historia: tiene forma de relato, real o imaginario. Incluye narraciones populares, leyendas, sagas,
cuentos. También nos encontramos frente a relatos de hechos ocurridos, acontecimientos
cotidianos, crónicas que se registraban por escrito.
 Ley: son textos que recogían normas o costumbres por las que se regía el pueblo. Es una exigencia
de la alianza con Dios.
 Profecía: revela la existencia de un mensajero que, en este caso, sabe que habla a los hombres en
nombre de Dios e inspirado por su Espíritu. El profeta, además de la palabra, se vale de la acción
simbólica para expresar la acción de lo quiere decir.
 Lírica: Expresa o pretende expresar sentimientos, vivencias interiores, pasión, amor. Su leguaje
tiende al simbolismo que expresa mejor las vivencias de carácter poético y religioso
 Sabiduría: son narraciones de experiencia de vida. Reflexiones sobre diversas realidades de la vida,
sobre los grandes interrogantes de los hombres, formulados por sabios y pensadores.

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 Cartas: son escritos enviados por un remitente a un destinatario que puede ser una persona o una
comunidad. Sus contenidos son muy variados. Este género es de gran importancia en la Biblia,
sobre todo en el NT.
 Apocalíptica: muy ligada a la profecía, es el relato de las revelaciones obtenidas mediante visiones
y sueños, expresados de forma enigmática y simbólica. Contiene un mensaje de esperanza, a pesar
de las imágenes a veces usadas, ya que al final siempre se encuentra la victoria de Dios sobre el
mal.

Cada género literario a su vez tiene subgéneros de los cuales daremos algunos ejemplos (Sanchez Caro
1996: 12-13):

 Histórico:
o Poético popular (abundantes ejemplos encontramos en el libro del Gn)
o Informativo (libro I y II de Reyes, Crónicas)
o Anuncio (Evangelios, Hechos de los Apóstoles)
 Ley:
o Ley apodíctica (el caso de los 10 mandamientos en Ex 20, 1-17)
o Ley casuística (Ex 21)
o Saber sacerdotal (Lv 11-16)
 Profecía:
o Oráculo o Palabra de Dios: que puede ser de denuncia (Is 1,2-3), o de anuncio (Is 2,1-ss)
o Palabra del Profeta (Am 4,1-3)
o Relato biográfico (Os 1.3)
 Lírica:
o Cantos oracionales (los Salmos)
o Cantos de amor (Cantar de los Cantares)
o Elegías (Lamentaciones)
 Sabiduría:
o Sentencias y poemas didácticos (Proverbios)
o Diálogos y Relatos (Job)
o Tesis (Eclesiastés y Job)
 Cartas:
o Proféticas (Jr 29)
o Reales (1Re 21,8)
o Temáticas (Hb)
o Acción apostólica (el corpus paulino, por ejemplo Fl)
 Apocalíptica:
o Visiones, sueños e interpretaciones (Dn 7-12 y Apocalipsis)
o Cantos
o Relatos (Dn 1-6)

Con esto tenemos un panorama general de los géneros literarios necesarios para entender los diferentes
libros santos.

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2.10. Algunos ejemplos de exégesis


A continuación, haremos una prueba a partir de tres pasajes bíblicos, indicando primero una mala
interpretación y sus consecuencias, y luego, la interpretación correcta:

Caso 1: Encuentros cercanos del tercer tipo

a) Pasaje: Ezequiel 1,4-17


b) Interpretación errónea: En un teatro de Capital Federal, un señor se dedicaba a hablar de la vida
extraterrestre y mostrar, desde distintas fuentes, los encuentros con extraterrestres que hubo en la
historia. La cuestión es que no tardó mucho para llegar a la Biblia y encontró en el pasaje del profeta
Ezequiel uno de las descripciones más claras sobre el tema expuesto. El ser descrito en el libro de
Ezequiel no es una figura que conozcamos (luego no es humana), su apariencia no parece ser de este
planeta. El modo en que se manifiesta consiste en venir en una nave (carro) que destella fulgores de
electro en el desierto... etc.
c) Interpretación avalada por el Magisterio: El profeta Ezequiel vivió en el siglo VII a C, en la época del
destierro. Él utiliza un género literario apocalíptico para su libro, la característica del género es ser
sumamente simbólico y complejo de analizar (aunque no tanto para las personas de su época que
conocían bien la simbología); siempre trae un mensaje de esperanza: Dios vence a los enemigos de
Israel. Los dos datos que tenemos son la época y el género literario. Si observamos las imágenes del AT,
nos encontramos que lo descripto por Ezequiel coincide con los querubines, ángeles custodios de lo
sagrado. Antiguamente, se creía que Dios estaba presente en el carro llevado por esto ángeles. Sus
estatuas se encontraban en el interior del Templo de Jerusalén. El aspecto de estos seres dan temor, y
justamente eso se busca; el ángel muestra la presencia de lo Divino, y frente a lo Divino, se tiene el
santo temor, la reverencia (como las gárgolas de las catedrales, su aspecto a veces demoníaco no hace
más que mostrar la custodia feroz de lo sagrado). La cuestión es ver si Ezequiel estaba mirando los
querubines o estaba queriendo significar otra cosa. Acá es donde la correcta interpretación basada en
el género literario juega un papel capital. Supongamos que en el capítulo primero el profeta quiere
mostrar la presencia del Dios de Israel en medio del pueblo, por eso, utiliza un modo de narrar que sólo
los Israelitas desterrados comprenderían. De todos estos datos sueltos decimos: 1. No son
extraterrestres los seres descriptos por Ezequiel (eso es evidente para los que conocen un poco el AT);
2. La descripción coincide con los querubines, cuyo significado es bendecir a Dios; 3. Por el género
literario, Ezequiel más que ver ángeles, utiliza un recurso literario que manifiesta claramente la
presencia de Dios en el desierto: «era algo como la forma de la gloria de Yahveh» (Ez 1,28) y que le da
un mensaje, una misión Profética: «Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas...» (Ez 2,3). Importante
es el lugar en que se manifiesta Dios: el desierto, lugar de encuentro con Dios como lo fue en el éxodo.
No nos podemos quedar sólo con los versículos que leyeron, sino que debemos ver la unidad de la
Escritura, la presencia de estos seres en otros pasajes (Gn. 3,24; Ex. 25,18; I Re. 6,23-28), leer que es lo
que antecede y sigue la cita, la historia de Israel, las imágenes.

Caso 2: Las transfusiones de sangre

a) Pasaje: Hch 15,20

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b) Interpretación errónea: Abstenerse de sangre, por lo tanto, ¿podemos recibir sangre?, ¿no va en
contra de la voluntad de Dios recibir una transfusión de sangre, como sostienen los Testigos de Jehová
o de la Iglesia de los santos de los últimos días? Uno de los problemas más graves de mal interpretar
este pasaje es que le cuesta la vida a miles de personas que se ven imposibilitadas de recibir
transfusiones de sangre. Los Testigos de Jehová insisten en interpretar al pie de la letra la Biblia en este
tema.
c) Interpretación avalada por el Magisterio: Primero debemos aclarar que el capítulo 15 de Hechos de los
Apóstoles son las actas de los concilios3 de Antioquia y de Jerusalén. El pasaje que leyeron hace
referencia al último. Dos posturas se ponen en juego: la de los judaizantes, que pretendían que los
gentiles (mundo pagano) para bautizarse debían convertirse primero al judaísmo, “convertirse primero
a Dios” es la expresión que se usaba. Esto implicaba poner bajo la ley de Moisés a los paganos, cumplir
con 635 preceptos, entre ellos el de la circuncisión, cosa horrenda para el mundo gentil. La
consecuencia era que no se podían convertir a Cristo sin antes ser judíos como Él, y esto llevó a que
muchos no quisieran bautizarse. La otra postura, no judaizante (cuyo mayor exponente fue San Pablo),
decía que no era necesario circuncidarse para bautizarse, la fe es condición suficiente para la
conversión a Dios y a Cristo. Este planteo hacía que el mensaje cristiano se abriera rápidamente al
mundo entero y sobrepasara los límites de Israel. Algo preocupaba a todos: la idolatría en la que estaba
inmersa el paganismo, con los rituales que realizaban para adorar sus falsas divinidades, por ejemplo, el
sacrificio de animales inmolados para sus ídolos, durante los cuales se comía la carne y la sangre de
esos animales. Por tanto, Santiago, obispo de Jerusalén, sugirió una norma básica para evitar la
idolatría que era algo inaceptable para el mundo judío. Cuando decía abstenerse de sangre, nada
hablaba de transfusiones, sino de no ingerir sangre de los animales sacrificados a los ídolos. Aclaramos
que el hecho de tomar sangre de animales no es un rito fuera de lo común, es más, lo cristianos lo
hacemos cuando en el sacramento de la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo. Evidentemente, la interpretación de ese pasaje que hacen ls los Testigos de Jehová no es
correcta, está descontextualizada y muy lejos de la intención de los autores.

Caso 3: Al Final, ¿de donde viene?

a) Pasaje: Mateo 1,1-16 y Lucas 3,23-38


b) Interpretación errónea: Al leer las dos genealogías de Jesús, nos encontramos con diferencias grandes
en el origen de ellas. En definitiva, ¿por qué no se ponen de acuerdo los Evangelios en el origen de
Cristo?
c) Interpretación avalada por el Magisterio: Las genealogías de Jesús tienen un significado muy
importante para la vida pastoral de las primeras comunidades cristianas. En ambos Evangelios, se
explica el origen de Aquel que vino a salvarnos para ubicar a los que se bautizaban en dónde está su
raíz. Comencemos entonces con la tarea exegética: 1. Los Evangelios se escribieron con un fin
catequético: enseñar a los fieles los hechos y palabras de Jesús. Nacen para conservar a través del
tiempo el mensaje salvífico traído por el Mesías. Por tanto, no se puede leerlos con si fueran libros de
historia científica (como entendemos esta ciencia hoy en día); ahora, no por esto se puede negar su

3
También se llama controversia, ya que se juntaban los apóstoles para solucionar los inconvenientes que se
presentaban en la vida pastoral.

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carácter histórico. 2. El fin pastoral de los Evangelios nos remite a considerar para quién fueron
escritos. Cuando uno hace un Catecismo, en lo primero que se fija es a quién va dirigido, y según la
realidad y la necesidad de los destinatarios, se selecciona el material y se organiza el contenido, se
usará un lenguaje determinado y un modo de enseñar (lo mismo que señalamos en el apartado:
“Interpretación de la Biblia”). 3. Finalmente, la pregunta: ¿por qué Mateo une la ascendencia de Jesús
con Abraham y Lucas lo hace con Adán (e Hijo de Dios)? La respuesta es sencilla teniendo en cuenta la
totalidad y unidad de la Escritura (sobre todo de los Evangelios y sus destinatarios): Mateo escribe para
las comunidades judías, por lo tanto, necesita demostrar la legitimidad de Jesús como Mesías (esto
implica decir que desciende de David) y su pertenencia al Pueblo de Dios (es decir, hijo de Abraham).
No hace falta dar más explicación que ésa para que comprendan quién es Cristo. En cambio Lucas
escribe para los paganos que nada conocen de Abraham y David, por lo tanto, pone el origen de Cristo
en Adán, es decir, todo el género humano, mostrando con esto la universalidad de la salvación traída
por Él.

En esta síntesis, vemos cómo se aplica la exégesis para interpretar la Escritura, teniendo en cuenta los
diferentes factores para encontrar lo que los autores quisieron decir y lo que Dios quiso dar a conocer
con dichos libros.

La primera conclusión que surge del estudio de estos ejemplos es que no hay que dudar de la Biblia, en
principio, porque sabemos que la Sagrada Escritura es inspirada en todos sus pasajes, de principio a fin; por
tanto, nada de ella queda excluido del influjo del Espíritu Santo sobre los autores sagrados o hagiógrafos. Se
entiende que los pasajes que mostramos presentan dificultad y no son los únicos en la Biblia.

La segunda conclusión que podemos obtener es que aquellos que interpretaron los pasajes erróneamente
no tuvieron en cuenta ni la verdad para la salvación, ni la Tradición, ni la unidad de la Escritura, ni la analogía
de la fe, ni el Magisterio, mucho menos las consideraciones de los géneros literarios, la época de escritura, el
ámbito del hagiógrafo y tantas otras tantas cosas que enumeramos en este apartado. No hace falta ser un
perito literario o historiador para leer el don de la Sagrada Escritura, solamente hace falta tener cuidado con
aquello que decimos fundados en ella.

La Biblia es una fuente inagotable de vida espiritual y es una gracia para todos los cristianos el poder contar
con ella, por lo tanto,

siempre tenemos que tener como norte la intención de Dios al Revelarse: darse a conocer y llevarnos
por el Hijo en el Espíritu Santo al Padre, para poder gozar de la bienaventuranza eterna.

En este apartado unidad, hemos dado algunas herramientas básicas para poder acercarnos a la lectura
bíblica, y con ellas, poder llegar a un entendimiento más profundo de aquello que fue revelado, entrando así
en el dinamismo profundo de la vida de la Iglesia, que es la comunidad que Cristo nos deja para llegar a la
salvación eterna.

Unidad 1: La Revelación divina 19


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Finalmente, les dejamos un esquema que da cuenta del proceso de formación de la Biblia a lo largo del
tiempo. Los recuadros en rojo son los textos que se conservan hasta nuestros días:

Unidad 1: La Revelación divina 20


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3. La Sagrada Tradición
3.1. Definición de la Sagrada Tradición
Como decíamos al comienzo, la Sagrada Tradición es parte de la
Revelación divina hecha a los hombres: “Dios quiso que lo que había
La Sagrada Tradición está
revelado para salvación de todos los pueblos, se conservara íntegro y compuesta por todas las enseñanzas
fuera transmitido a todas las edades” (DV 7). (palabras y obras) que Cristo dejó a sus
apóstoles, y que estos, a su vez, legaron
La Tradición Oral (o simplemente Tradición) es la Palabra de a la Iglesia. Es propiamente la Revelación
Dios transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por éstos a la transmitida de modo oral y vivo de una

Iglesia. Jesucristo no escribió ningún libro, todo lo enseñó oralmente generación cristiana a otra, bajo la
asistencia infalible del Espíritu Santo.
y lo mismo hicieron en un principio los Apóstoles por expresa
Ver DV: 7-8.
indicación de Jesucristo (cfr. Mc 16,15). La predicación apostólica fue, por
tanto, primeramente oral; luego paulatinamente, se fue escribiendo (Biblia). de la Iglesia, lo hacemos en sentido
católico,
Sin embargo, no todo lo transmitido fue puesto por escrito (cfr. II Tes 2,14; II Tim 2,2;enJnreferencia
21,25; IIaJnla 12;
Iglesia Una,
etc.),
Santa, Católica, Apostólica, fundada por
de modo que aquello que no está incluido en la Biblia se encuentra presente en diversas fuentes (reconocidas
el mismo Cristo, del cual Él es Cabeza
por el Magisterio de la Iglesia) como en los Símbolos o Profesiones de la Fe (por ejemplo,este
(estudiaremos el Credo);
tema en laen los
última
ritos de la Sagrada Liturgia; en los documentos de los Concilios; etc. (ver lo indicado en el punto 2.8.2.).
unidad).

Para mantener vivo e íntegro el mensaje de salvación (ya sea de forma escrita u oral) y transmitirlo a todas
las generaciones, los apóstoles nombran a sus sucesores, los Obispos, dejándoles una misión clara: conservar,
exponer y difundir el depósito de la fe (es decir la Sagrada Tradición y las
Sagradas Escrituras). Ellos conforman, entonces, el Magisterio que tiene
Los Apóstoles fueron aquellos hombres como objetivo perpetuar la predicación apostólica hasta el fin de los
a los que Jesús eligió para que lo siguieran tiempos.
y para confiarles la misión de predicar el
Evangelio. Eran 12. Los más conocidos son Este llamado a conservar la tradición es explicitado por San Pablo,
Pedro (que fue el primer jefe de la Iglesia,
cuando exhorta a los fieles a que conserven lo aprendido: “Así pues,
el primer Papa y Judas Iscariote que
hermanos, manténgase firmes y conserven las tradiciones que han
traicionó a Jesús entregándolo para que lo
mataran). Para más información, ver: aprendido de nosotros, de viva voz o por carta” (2 Tes 2,15). ¿Qué es
http://ec.aciprensa.com/wiki/Los_Ap%C3 lo que han aprendido? Todo lo necesario para la vida de la fe y para
%B3stoles crecer en ella. Así es como la Iglesia, con su enseñanza, su vida y su
de la Iglesia, lo hacemos en sentido
culto, conserva y transmite a todas las generaciones lo que es y lo que cree
(DV 8).
católico, en referencia a la Iglesia Una,
Santa, Católica, Apostólica, fundada por el
SeCristo,
mismo observa, entonces,
del cual en la Tradición
Él es Cabeza Apostólica:
(estudiaremos este tema en la última
 un componente
unidad). activo: vivir y conservar aquello que recibió la comunidad apostólica;
 un sentido pasivo: el objeto de la Tradición y su extensión, que es el contenido mismo, es decir,
todo lo referente a la Fe y costumbres del pueblo de Dios.

Latourelle señala un sentido dinámico de la Revelación que vale aclarar (378). La Dei Verbum dice: “Esta
Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo” (8). El dinamismo se da por el
crecimiento en la comprensión de los contenidos de la Tradición. No es que aumente en sí misma, sino que

Unidad 1: La Revelación divina 21


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cada vez, bajo la acción del Espíritu Santo, la Iglesia tiene una comprensión más profunda de las palabras que
constituyen la Sagrada Tradición. En definitiva, no es que hay más “contenidos”, sino que se comprenden más
profundamente, y eso es lo que el Magisterio eclesiástico enseña. Este crecimiento se da por la vida
contemplativa, la oración, el estudio y la prédica de los obispos.

Las verdades transmitidas por la Tradición no pueden conocerse plenamente, sino por el conjunto de
testigos y formas de expresión en las que viven: escritos de los Padres de la Iglesia, liturgia, práctica
de la Iglesia, reflexión teológica.

Con esto vemos que el depósito de la fe no se agota en las Sagradas Escrituras, sino que es vivificado
permanentemente por la Sagrada Tradición, iluminada por el Espíritu Santo.

3.2. Mutua relación entre Tradición y Escritura


“La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente,
se unen en un mismo caudal, corren hacia un mismo fin” (DV 9).

No podemos considerar una sin la otra, dependen entre sí, son un solo depósito, constituyen una sola
Revelación. Por eso, en la cita se aclara que brotan de la misma fuente que es la Revelación divina misma; se
funden en un mismo caudal, ya que expresan el mismo misterio de Dios Uno y Trino; y tienden hacia un
mismo fin que es la salvación del hombre.

En definitiva, ambas son Palabra de Dios:

 la Sagrada Escritura, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo;


 la Sagrada Tradición, en cuanto confiada a los apóstoles por Cristo y el Espíritu Santo y transmitida
intacta a sus sucesores para que éstos la guarden, la expongan y difundan fielmente en su
predicación.

Por esto, la Iglesia no tiene las certezas sólo por las Escrituras, sino que las tiene de ambas fuentes: una
ilumina a la otra, complementándose mutuamente.

3.3. Escritura, Tradición y Magisterio


“La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia”
(DV 10).

Éste es un punto crucial en el tema; es foco de muchas críticas por parte de los protestantes y ha traído
graves confusiones, incluso entre los mismos católicos. Muchas veces, se piensa que la Revelación es un
patrimonio exclusivo del Magisterio, que el Papa y los Obispos lo toman y hacen con él lo que les conviene,
subordinando la Escritura a su oficio magisterial e incluso confundiendo la Tradición con el mismo Magisterio.
El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum aclara de modo tajante este problema:

Unidad 1: La Revelación divina 22


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 La Tradición y las Escrituras son el depósito de la fe, la Revelación divina, separando al Magisterio
(tengamos en cuenta que la Tradición y el Magisterio no son aceptados por las otras religiones
cristianas).
 El depósito de la Fe es un patrimonio de todos los cristianos, no sólo del Magisterio. De esta
forma, resalta la unidad entre pastores y fieles, a partir de la cual toda la Iglesia vive del depósito
sagrado.
 El hecho de que toda la Iglesia viva en unidad y participe desde la fe, la oración y la Eucaristía de
esta Revelación, no significa que cualquiera pueda interpretarla como quiera. El oficio de
interpretar auténticamente el depósito de la fe queda reservado exclusivamente al Magisterio de
la Iglesia, no por un capricho clerical sino por mandato y con la autoridad del mismo Jesucristo, con
la asistencia del Espíritu Santo.
 Aunque el Magisterio tiene la autoridad de interpretar este depósito, no está sobre él, sino a su
servicio. El Magisterio no sustituye la Revelación, sino que se define a sí mismo como «servidor de
la Palabra de Dios», que no enseña otra cosa que lo que le ha sido confiado.
 El Magisterio, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, escucha con piedad,
guarda santamente, expone fielmente y saca de este único depósito de la Fe lo que propone como
Verdad revelada que hay que creer (dogmas).

Por lo tanto, así como Tradición y Escritura son inseparables entre sí, tampoco podemos separar al
Magisterio de ellas, puesto que el sentido de la existencia de este último es servirlas.

A diferencia de los protestantes, no nos encontramos solos frente a las Escrituras, sino que nos
encontramos frente a la Tradición Apostólica (parte de la Revelación de Dios), y unidos al Magisterio de la
Iglesia que lo escucha, lo guarda y lo expone fielmente.

Habiendo considerado los diferentes aspectos del tema, cabe recordar la Revelación de Dios es una obra
de amor. Entonces: ¿ le agregamos algo a Dios con nuestra conversión?, ¿ lo hacemos más feliz, más perfecto,
más amable?, ¿me llama porque me necesita?. La respuesta es: NO, no agregamos nada a Dios con nuestra
conversión, ni Él necesita de nosotros. Si esto es así, ¿por qué se revela?, ¿por qué busca al hombre?, ¿por
qué envía a su Hijo, Jesucristo, a morir por nosotros?

En esta clave, se comprende mejor el mensaje de la Revelación y la obra de Dios: si no lo necesita e


igualmente lo hace, no cabe otra respuesta que el AMOR, la caridad plena. Dios no busca ser más feliz, ni el
beneficio propio, sino que nosotros alcancemos la plenitud de la felicidad en Él. Por lo tanto, cuando nos
encontramos frente a dificultades sobre cuestiones de la Revelación es necesario comprender el Amor de Dios.
Esto sólo se alcanza por el camino de la Fe, que, curiosamente, no la obtenemos sino porque Dios nos la da en
el Bautismo.

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Bibliografía:
AAVV (1997). Diccionario de la Biblia. Barcelona: Herder.

LATOURELLE, R. (1995) Teología de la Revelación. Salamanca: Ed. Sígueme.

MANNUCCI, V (1995). La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sagrada Escritura. Bilbao:
Desclée de Brouwer.

PÍO XII (1943). Carta Encíclica Divino afflante Spiritu sobre los estudios bíblicos, 30 de septiembre de 1943.
Disponible en: http://w2.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-
xii_enc_30091943_divino-afflante-spiritu.html

SÁNCHEZ CARO, JM y otros (1996). La Biblia Didáctica. Madrid: Ed. SM-PPC Consulta.

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CÁTEDRA DE ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

02 La persona humana
Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa:Ramos, Alejandro (2007).
Versi Mayo 2016 Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape
ón 4
Esta obra está bajo Licencia CreativeCommons
2016
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Unported

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Unidad 2:
La persona humana
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. La creación del mundo ...............................................................................................................................3
1.1. El significado de “crear” ..................................................................................................................3
1.2. Las hipótesis que rechazan el concepto de creación ......................................................................4
1.3. La Creación en la Biblia ....................................................................................................................6
2. La persona humana ..................................................................................................................................11
2.1. El lugar del hombre en el mundo ......................................................................................................11
2.2. El hombre como imagen de Dios en la Biblia ...................................................................................12
2.3. La naturaleza humana .......................................................................................................................17
2.4. La persona humana ...........................................................................................................................23
Bibliografía....................................................................................................................................................27

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1. La creación del mundo


1.1. El significado de “crear”
No se puede entender al hombre sino es en el contexto de toda la Creación. El hombre es parte de ella y
tiene una misión que cumplir respecto de los otros seres. Por este motivo, es que vamos a intentar ahora
explicar la visión teológica del cosmos, con el fin de comprender el lugar que en él ocupa el hombre.

La noción de creación es uno de los conceptos más propios del cristianismo y se refiere al origen que
tienen las cosas. Por eso, empezaremos por explicar el concepto de creación en sentido cristiano y luego
repasaremos las corrientes de pensamiento que se oponen a esta idea.

La palabra creación puede tomarse en diversos sentidos:


Para este tema es central conocer el
 en un sentido amplio, cuando se refiere a la producción de un principio de causalidad: principio
ser, y así se dice, por ejemplo, que el 0artista es un creador; clásico de la filosofía y la ciencia, que
 en sentido metafórico, cuando se concede un cargo o afirma que todo evento tiene una
causa. Esto se aplica a
dignidad a una persona; acontecimientos, procesos,
 en sentido estricto, cuando se refiere a la acción divina de regularidad de los fenómenos y
producción de algo.
producción de cosas de la nada. Este último sentido es el que
trataremos nosotros.

La creación se produce cuando una cosa, totalmente inexistente (es decir, que no existe ni en acto ni
en potencia, ni en forma), recibe, de una causa eficiente, todo el ser.

El ser se recibe siempre de alguien, es decir, que


los seres comienzan a existir gracias a un factor En efecto, todo cuanto existe tiene su razón de ser en sí
externo (causa eficiente) que produce su mismo o en otro ser. Si el ente existe por sí mismo,
existencia. Por ejemplo, un ser humano recibe el ser
entonces existió siempre: es Dios. Si ha recibido de otro la
de sus padres; una silla recibe el ser de quien la
construye, un árbol recibe el ser de una semilla de existencia, entonces, en algún momento, ha comenzado a
otro árbol, etc… El único que no recibe el ser de existir por emanación, por generación, por
nadie, porque existe por Sí mismo y existió siempre
(no tiene origen ni fin) es DIOS.
transformación o por creación (Piolanti 1994: 22ss):

 Por emanación: se da cuando la cosa producida recibe del emanante (la causa eficiente) una parte
de su mismo ser; por ejemplo, un río y su fuente
 Por generación: se da cuando el engendrado recibe del que engendra (causa eficiente), por medio
de una operación vital, su misma naturaleza específica, sea por causalidad eficiente o sea por
causalidad material. Por lo tanto, la generación es el origen que un ser tiene de otro al que está
unido por la semejanza de naturaleza; por ejemplo, los perros engendran perros, y no conejos, es
decir, hay semejanza de naturaleza entre el engendrado y el engendra.
 Por transformación: se realiza cuando un ente que ya existe, bajo el influjo de una causa eficiente,
sufre una mutación que puede ser: 1) accidental, por ejemplo un cambio de lugar; o 2) formal,

Unidad 2: La persona humana 3


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cuando pasa a tener una forma distinta, por ejemplo, la leña, después de quemarse, se transforma
en cenizas y hollín.

En todos estos casos, se da por supuesta la existencia previa de un ser. Éste es el punto en el que estos
conceptos difieren del de creación.

Precisandoel concepto de “creación”, podríamos definirlo también como el pasaje del no-ser al ser.

Esto implica que la causa eficiente no requiere la preexistencia de ningún sujeto, de ninguna materia.

Cuando en la Teología cristiana se afirma que Dios crea las cosas, no se sostiene que algo salga de Dios
hacia fuera, esto es, una emanación de la sustancia divina; ni se dice tampoco
que Dios transforme una materia eterna preexistente, sino que se
De hecho, una de las teorías científicas sobre el afirma que las cosas salen de la nada y es Dios la causa única de
origen del universo más probada actualmente (en toda la realidad, siendo ésta distinta de Él. Dios pone
fórmulas y en observación empírica) es la teoría
del big-bang, que en nada se contrapone a la en la existencia algo que antes no existía de ninguna
doctrina católica, pues lo que se desconoce es manera.
justamente qué fue lo que causó la explosión a
partir de la cual se formó la materia y se desarrolló
Así podemos agregar una nueva definición al concepto
el universo. Para más información sobre la relación
entre la ciencia y la doctrina católica, ver: de creación, dada por Santo Tomás de Aquino (Suma
http://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/el- Teológica I, q 45, a.1):
grupo

“Es la producción de una cosa de la nada de sí y de un sujeto”.

La nada es el no-ser, aquello que no existe, por lo tanto, no puede ser causa material de una cosa. Por esta
razón, cuando se dice “de la nada” es para indicar que no existe ningún tipo de presupuesto previo. Y en esta
definición se agrega “de un sujeto” para indicar que en esta producción se parte no sólo de la nada de un ser
en sí, sino de la nada de otro ser, es decir, que no es la tarea que realiza el escultor que saca de un mármol
existente una forma nueva.

1.2. Las hipótesis que rechazan el concepto de creación


Son tres hipótesis los que rechazan el concepto de creación tal como lo acabamos de definir (Piolanti
1994: 27ss):

 El dualismo: se define como tal el sistema que admite dos principios supremos, diversos y
opuestos, de los cuales se origina toda la realidad. Este pensamiento se origina en una antigua
religión persa que sostenía la existencia de un principio del bien y otro del mal y se continúa en los
filósofos griegos (Pitágoras, Empédocles, Anaxágoras, Platón). Esta explicación dualística del mundo
pasó al cristianismo a través del gnosticismo, que consiste en un movimiento pseudo-religioso,
sincretista, que adhiere al maniqueísmo, cuyo fundador, Mane, sostenía la existencia de dos
principios contrarios y coeternos: uno relativo al espíritu (el principio bueno) y otro a la materia (el
malo).
 El materialismo: sostiene que todas las cosas dependen solamente de la materia, la cual existe
desde toda la eternidad y que se desarrolla indefinidamente. Los primeros en sostener esta tesis

Unidad 2: La persona humana 4


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fueron los pensadores griegos (siglo VI a.C.). Así, para Tales de Mileto la materia primordial y única
es el agua; para Anaximandro, el elemento original es lo indeterminado (apeiron) y para
Anaxímedes, el aire que se convierte en fuente de todas las demás cosas. Sin embargo, el más
importante entre ellos es Demócrito (siglo IV a.C.), quien afirmaba que el mundo resulta de la
composición de muchos cuerpos minúsculos (átomos), infinitos, eternos e inmutables que se agitan
en el vacío y que se combinan dando origen a diversos cuerpos. El materialismo, como
pensamiento filosófico reaparece en los siglos XVII y XVIII con Hobbes, De la Mettrie, Voltaire,
Diderot, etc. En el siglo XIX aparece nuevamente bajo la forma del mecanicismo biológico, pues se
presenta a la materia atómica como el sustrato de todas las formas orgánicas. Particular
importancia tuvo la teoría de la evolución de Darwin y de Spencer. Por último, en el siglo XX, otra
reedición de este pensamiento materialista se dio en la corriente materialista histórico-económica
sostenida por Feuerbach., Marx y Engels, que dan origen al comunismo.
 El panteísmo: consiste en la negación de la distinción entre Dios y el mundo, por lo tanto, afirma
que en todo lo que existe hay una parte de Dios y que Dios está presente en el ser de todo lo que
existe. Tuvo distintas formas a lo largo de la historia (panteísmo emanatista, panteísmo sustancial,
panteísmo idealista). De ahí expresiones tales como: “todo es dios y dios es todo”; “todos somos
dios”, “la diosa tierra (la Gaia)”, etc.; expresiones propias de esa espiritualidad inmanentista
conocida como New Age (la “Nueva Era” o “Era de Acuario”).

El Magisterio de la Iglesia ha rechazado a lo largo de la historia estas hipótesis a las cuales considera como
erróneas:

 Contra el dualismo, sostiene que Dios es el único Creador del cielo y de la tierra, es decir, de todas
las cosas invisibles y visibles. Esto es lo que expresa al inicio del Credo: “Creo en Dios Padre,
Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra” (Símbolo Apostólico). En el año 400 (Concilio de
Toledo I), se rechaza la postura de las sectas maniqueas, en las cuales se niega la posibilidad de un
principio creador que no sea Dios; o la afirmación de que el mal también tiene un principio
absoluto. También contra esto, la Doctrina Social de la Iglesia (Concilio IV de Letrán, año 1215 y
Concilio de Florencia, año 1441) reafirma a Dios no sólo como Creador de las cosas espirituales,
sino también de las corporales, sosteniendo que, hasta el mismo diablo, es creado por Dios como
un ser que es bueno por naturaleza, pero que luego su conducta moral se hace enteramente mala
(DS 800).
 Contra el materialismo, no existe un rechazo directo, puesto que considera como un error banal el
hecho de afirmar que sólo existe la materia.
 Respecto del panteísmo, también son varias las declaraciones del Magisterio en las cuales se niega
la posibilidad de admitir una confusión del Ser divino con el ser creado. Particularmente, se da esto
en el Concilio Vaticano I (1870) en el cual se afirma que hay un solo Dios Creador que ha creado por
su Bondad y Potencia infinita todas las cosas de la nada.

De esta manera, la enseñanza oficial de la Iglesia se mantuvo fiel al dato de la Revelación que enseña, en
primer lugar, que todo procede de un solo Creador que no es de este mundo.

Unidad 2: La persona humana 5


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1.3. La creación en la Biblia


Si tomamos la Biblia para leer el relato de la Creación, lo primero que nos llamará la atención es que hay
dos versiones. Esto no se debe a un error de repetición, sino al proceso de formación del texto sagrado. En
efecto, sabemos que hay más de un autor que es inspirado por Dios y que el texto se forma a partir de
tradiciones.

En un primer momento, existían los relatos orales que se


transmitían de generación en generación (tradición oral). Como vimos en la unidad 1, que el texto esté
Más tarde, surge la necesidad de poner por escrito inspirado por Dios no significa que Dios lo dicte
palabra por palabra, sino que Él ilumina
esos relatos, incorporando naturalmente los
sobrenaturalmente la inteligencia de un autor para
elementos propios del lenguaje de la época y la escribir aquello que Él quiere revelar y mueve su
intención de los autores humanos. voluntad para que quiera escribirlo (sin menoscabo
de su libertad). El autor principal es Dios, en cuanto
En la antigüedad, la autoría de un texto no se elige e inspira a algunos hombres para que pongan
limitaba a una persona singular sino a un maestro, y se por escrito lo que quiere revelar, usando los
extendía a sus discípulos de manera tal que, si bien se elementos propios del lenguaje de la época.

atribuía el texto a un personaje principal, podía haber allí


distintas manos que escribieran sin que esto significara
falsificación de la autoría en el sentido moderno.

Por eso, podemos observar que hay dos relatos de la Creación distintos en la Biblia. Ambos pertenecen al
primer libro del AT: Génesis. Uno de ellos se narra en Gn 1,1-2,4a y el otro en Gn 2,4b-25.

1.3.1. Primer relato: Gn 1,1-2,4a


Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el
abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.

Entonces Dios dijo: “Que exista la luz”. Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la
luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana:
este fue el primer día.

Dios dijo: “Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación
entre ellas”. Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de
él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el segundo día.

Dios dijo: “Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el
suelo firme”. Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios
vio que esto era bueno. Entonces dijo: “Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla
y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro”. Y
así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que
dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo
una tarde y una mañana: este fue el tercer día.

Dios dijo: “Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos
señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para
iluminar la tierra”. Y así sucedió. Dios hizo que dos grandes astros –el astro mayor para presidir el
día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del

Unidad 2: La persona humana 6


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cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y
Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.

Dios dijo: “Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre
la tierra, por el firmamento del cielo”. Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases
de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales
con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: “Sean fecundos y
multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra”. Así
hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.

Dios dijo: “Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales
salvajes de toda especie”. Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las
diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio
que esto era bueno.

Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén
sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los
animales que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de
Dios, los creó varón y mujer.

Y los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a
los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”. Y
continuó diciendo: “Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los
árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a
todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como
alimento el pasto verde”. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy
bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.

Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. El séptimo día, Dios
concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido. Dios bendijo el
séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de hacer la obra que había creado. Este fue el origen
del cielo y de la tierra cuando fueron creados.

Este tramo del primer relato presenta rasgos muy diversos respecto del texto del segundo relato. La razón
de esto se halla en que se trata de escritores distintos. Aunque ambos piensan y escriben semíticamente (es
decir, al estilo medio oriental), cuando Dios inspira, deja que la causa segunda (autor humano) intervenga
también con sus propias cualidades humanas.

Génesis 1 presenta la Creación dentro de un contexto mucho más amplio. Se


trata de un relato progresivo, en el cual, en primera instancia, Dios separa y
La palabra “cosmos” es de origen luego adorna. El relato consiste entonces en un proceso por el cual, del caos
griego y significa “orden”. Su palabra
totalmente desordenado, surge un cosmos completo, ordenado y con un fin.
equivalente en latín es “sistema”
(systema). Incluso la palabra “mundo”
Este cosmos tiene una forma ascensional, como si se tratase de un
hace referencia a algo que está
“limpio”, en el sentido de algo que
pirámide en cuyo vértice está el hombre; por eso, una vez creado éste,
está en orden (y de ahí se entiende la luego de haber alcanzado la plenitud de la obra, Dios descansa (Cf. Gross
palabra “inmundo”). 1992: 355 ss).

Unidad 2: La persona humana 7


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En esta narración, encontramos la cosmovisión primitiva del antiguo Oriente, según la cual la tierra es un
disco que flota en el mar cósmico, fijado con columnas a las raíces del mar. Debajo de la tierra, está el mundo
inferior; por encima de ella, una bóveda celeste que la limita y retiene el océano celeste. En ella, están sujetas
las estrellas y sus puertas son las que se abren con el diluvio.

También hay que tener en cuenta la existencia de mitos en la antigüedad que trataban de explicar los
orígenes del mundo. Sin embargo cabe aquí distinguir entre la mitología como representaciones de la
intervención de múltiples dioses, y el lenguaje mítico, que es la forma de manejar símbolos e imágenes para
relatar aspecto de la experiencia humana. Por eso, los autores bíblicos los autores bíblicos rechazaron la
mitología, porque precisamente se oponía a su Fe monoteísta; pero usaron del lenguaje mítico, elemento
cultural propio de su época (Cf. Grelot 1976: 21 ss ).1

Los autores inspirados, por lo tanto, tratan de hacer comprensible la situación presente del hombre
para lo cual relatan el comienzo de la existencia humana en la tierra y la caída del primer hombre.

1
Los pueblos en la Mesopotamia tenían distintas representaciones: a) para los sumerios, todo procedía de la fecundidad
divina, modelo y fuente de la humana, y los hombres habían sido procreados por la gran diosa madre Ninmah. Los dioses
también eran responsables del mal; b) para los acadios, hay un demiurgo que organiza el universo, es un dios nacional. Al
principio de todo, hay un caos, y de las aguas, salen los dioses que luego se enfrentan. El hombre está sometido,
fatalmente, a los dioses.

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Volviendo sobre el texto de Gn 1,1-2a, la narración usa un verbo preciso para definir la acción divina: crear
(bará, en hebreo); es una acción que sólo se aplica a Dios, pero nunca al hombre, y en ella, está contenida
implícitamente la creación de la nada. De esta manera, la narración subraya una acción específica de Dios.

Con esta idea, se pretende dejar en claro que las creaturas no proceden de un impulso impuro,
indeterminado y sordo, de una masa original que produce a los dioses mismos, rechazando así toda fusión
panteísta entre Dios y el mundo.

Dios crea las cosas por su Palabra, y esta actividad divina no es algo transitorio como la humana, sino que
es constante. El texto presenta a un Dios que dirige su Palabra a la creatura, y por esto, existen las cosas. Esto
es lo que el autor quiere decirnos en una primera instancia. Pero también afirma el lugar que ocupa el hombre
como imagen de Dios y llamado a participar del señorío (domino) de Él sobre todas las cosas.

El autor de este texto se denomina genéricamente, en exégesis bíblica, perteneciente a la fuente


sacerdotal, porque presenta la Creación dentro de un esquema cultual. La obra se realiza dentro de un
esquema semanal, pero la intención no es referirse al tiempo que dura la Creación, sino más bien presentar
una acción ordenada que termina con una finalidad bien clara: Dios descansa. Este descanso divino tiene que
ser imitado por el hombre para dedicar un tiempo a Dios durante el cual, por medio de la alabanza y la
contemplación, le “devuelva” a Él todas las cosas creadas.

Así, lo que pone de manifiesto el primer relato de la Creación en el Génesis es que la misión del
hombre es rendir culto de adoración a Dios en nombre de toda la Creación, pues de esta manera,
todas las cosas que han salido de Dios se dirigen a su fin: Dios mismo. Éste es el modo como el
hombre, siendo imagen de Dios, debe vivir su señorío sobre el mundo. Por ello, en la gradación de
seres, aparece el hombre en el vértice más alto.

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Este relato sacerdotal de la creación tiene, también, una clara tendencia contraria a la mitología antigua,
como se ve en la creación de los astros. Estos no son seres divinos, independientes de la potencia del Creador,
como los presenta la mitología. Los astros son creaturas del Creador (Cf. Scheffczyk 1974: 4 ss).

1.3.2. Segundo relato: Gn 2,4b-25

El texto del segundo relato de la Creación tiene características diferentes, es por eso que se deduce la
existencia de un autor distinto.

El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, no había aún en la tierra arbusto alguno del
campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho
llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra,
y regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo,
e insufló en sus narices, aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.

En este relato, la Creación se concentra en el hombre y éste se encuentra en el centro del círculo alrededor
del cual se ordenan todas las creaturas. El relato es más vivo, más cálido, más espontáneo. El punto de partida
de la Creación ya no es el mar sino la tierra, una tierra sin vegetación en la cual se halla el hombre, alrededor
del cual Dios construye el mundo. El hombre forma parte de esta tierra y, por eso, está formado de ella. Dios
se presenta como un alfarero que interviene directamente en la creación del hombre.

El mensaje de este texto es que Dios cuida del hombre. En primer lugar, porque prepara el medio vital
para el ser humano: un “jardín del Edén” (Gen 2, 8; lo que llamamos “Paraíso”), y le encarga que lo trabaje. Del
relato no son tan importantes los detalles de descripción del lugar, sino la idea de armonía total del ser y de la
existencia humana como un estado de integridad y equilibrio. Es una situación de felicidad para el hombre en
la cual el trabajo no es una carga pesada por la relación de amistad que tiene con Dios.

A pesar de que Dios se inclina a cuidar al hombre (el varón), éste se siente sólo y, por eso, Dios le crea una
compañía apropiada: la mujer, manifestando nuevamente su amor de Padre. También la Creación del mundo
animal resulta un acto de la Providencia divina para con el hombre; con él se asegura el sustento y la
supervivencia.

Las enseñanzas de estos primeros textos bíblicos es clara: las cosas proceden de un Creador y nada
existía distinto de Dios antes de su acción creadora.

En este mundo creado, hay un ser especial: el ser humano, con quien Dios puede entablar una relación de
amistad. Estas nociones se repiten a lo largo de toda la Sagrada Escritura.
Ver también: Salmo
En el AT, hay otros textos que exaltan la grandeza de Dios a través de su
103; Job 38, 4-11; II
obra, particularmente en los Salmos, por ejemplo: “Por la palabra de Macabeos 7, 22-29.
Yahveh fueron hechos los cielos, por el soplo de su boca fueron hechos
toda su mesnada […] pues Él habló y fue así, mandó Él y se hizo” (Sal 33(32), 6).

También en el NT son varios los textos que hacen referencia al Dios Creador y lo identifican con el Padre:
“Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo” (Mt 25, 34). El mismo Jesús dice: “Ahora, Padre, glorifícame Tú junto a Ti, con la gloria que tenía a tu

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lado antes que el mundo fuese” (Jn 17, 5). En el libro de la Apocalipsis, se dice: “Eres digno, Señor y Dios
nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y
fue creado” (4, 11).

2. La persona humana
2.1. El lugar del hombre en el mundo
El hombre ocupa un puesto especial en el contexto de la Creación, puesto que, por su cuerpo, está en el
mundo, pero no está de cualquier manera, sino con una presencia espiritual además de física.

De ese modo, en el hombre, se sintetiza el mundo material y el mundo inmaterial. Por ello, le
corresponde ser el lazo de unidad entre estas dos dimensiones del cosmos.

El ser humano es el nexo, el anillo que los une. El mundo es uno por su origen, por la relación de sus partes
y por su ordenación al hombre como fin del universo.

Sólo Dios, como Ser absoluto, puede ser el principio y fin último del mundo. Sólo Dios puede crear. Los
entes son una participación finita de su ser y ninguno de ellos llega a agotar el ser de la causa; cada uno a su
manera refleja la perfección infinita del Creador. Ésta es la razón de ser de la variedad de los entes y de los
distintos niveles de ser. Dios creó una multitud de cosas para manifestar a través de ellas su infinita Bondad.
La Bondad que en Dios se da de manera absoluta y simple, en las creaturas, se da de manera múltiple y por
partes; de forma tal que es el conjunto, la totalidad, la que representa de manera más acabada el Ser divino.

El hombre forma parte de esta variedad de seres que constituyen el mundo y, como cada una de ellos, el
nivel de participación que tiene del ser de la Causa primera le concede a él un grado de perfección en el ser y,
por ende, determina el puesto que debe ocupar en el mundo. El hombre, como dijimos, ocupa un lugar
intermedio entre las sustancias corporales y espirituales. Está en el horizonte de ambas realidades como nexo.

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2.2. El hombre como “imagen de Dios” en la Biblia


Si buscamos en la Sagrada Escritura un concepto que defina lo que el hombre es, no lo vamos a encontrar.
Por esta razón, tenemos que buscar conceptos que, de alguna manera, expresen lo que Dios revela sobre el
hombre. Entre estos, el más importante es el que encontramos en la primera página de la Sagrada Escritura,
donde se presenta al hombre como imagen del Ser divino, porque lo que más le interesa a la Escritura es
mostrar este aspecto del ser humano: la relación con Dios como algo constitutivo de su ser y como algo que
tiene que ver con todas las dimensiones de su vida, no sólo con una parte.

Como vimos en el punto 1, en el Génesis nos encontramos con dos versiones de la creación del hombre. En
el primero, el ser humano es creado hacia el final del relato. Luego de haber creado los cielos y la tierra, los
astros del firmamento y todos los vivientes (vegetales y animales), Dios decide crear al hombre:

Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y mande en los
peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en
todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano, a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó (Gen 1, 26- 27).

En este texto, el autor inspirado enseña dos verdades fundamentales:

 todas las cosas son creadas por Dios, desde la nada;


 el hombre es el culmen de la Creación.

Esta última es la idea fundamental de la Biblia sobre el hombre: esta creatura se halla en la cima del mundo
material y es la más digna de todas las creaturas, por eso, su creación está colocada al final del mundo
material. La Creación del hombre es considerada por el autor sagrado como el coronamiento de toda la obra
creadora. Y esto se manifiesta a través de distintos signos:

 El relato metódico de la Creación (capítulo 1) repite al final de cada día que Dios, contemplando su
obra, la aprueba con la expresión: “Y vio Dios que era bueno”. Sin embargo, llamativamente, en el
caso del hombre, al finalizar su Creación ya no dice Dios que era bueno, ahora afirma que es “muy
bueno” (v.31). Además, en ninguna otra creatura se usa esta expresión fuerte para los hebreos que
tenían conciencia clara de la trascendencia divina, es decir, de ser imagen, parecerse a Dios.
 En el segundo relato, la superioridad del hombre se expresa con bastante energía: Dios produce, Él
mismo, con una acción directa y especial, al ser humano mediante su soplo: “Entonces Yahveh Dios
formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un
ser viviente” (2, 7).
 Otro indicio de esta condición especial del hombre es el poder que le concede Dios de poner
nombre a los animales y a las cosas, como señalando el dominio de éste sobre el resto de la
Creación (v. 20). Sin embargo, el hombre no encuentra entre todos los seres “una ayuda
adecuada”. Ante la creación de la mujer, el hombre con gozo exclama: “Esta vez sí que es hueso de
mis huesos y carne de mi carne” (v. 23).

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El hombre es un ser especial, distinto de los demás seres creados, porque hay en él un modo de ser más
perfecto: existe en él un alma. Siendo Dios espiritual, quiso crear un ser que sea en parte también espiritual
para poder entablar una relación de amistad con él.

El hombre tiene alma, un alma inmortal hecha para Dios. Y por tener alma, tiene capacidad de
conocer y amar; es el único ser de toda la Creación que tiene esta capacidad. Por lo tanto, Dios es el
único ser con el cual puede hablar, del cual puede esperar un acto libre de amor.

Ningún otro ser puede entablar con Dios una relación personal. En efecto, siendo la Vida eterna la
contemplación de Dios, sólo el hombre está hecho para ella (Ladaria 1995: 115). No hay un cielo para las
plantas o los animales; sus vidas terminan definitivamente con su muerte. No sucede así con el hombre que,
teniendo un alma de naturaleza espiritual, está hecho para conocer y amar a Dios en la tierra y para vivir con
Él para siempre en la eternidad.

Ésta es la razón por la cual el hombre está por encima de las demás creaturas y esto es lo que intenta
expresar el autor sagrado del Génesis cuando afirma que las cosas le están sometidas: “Multiplíquense, llenen
la tierra y sométanla” (v. 28). “Someter las cosas” no significa hacer un uso antojadizo e irracional de ellas, sino
por el contrario, usarlas bien. Si el hombre es superior al resto de las cosas creadas por su inteligencia, es
porque Dios quiso que usara su inteligencia para hacer que cada cosa cumpla su fin.

En la Creación, hay indiscutiblemente una jerarquía de seres; no todos son iguales, y esto es algo evidente.
La jerarquía responde a un orden y el orden tiene sentido en el todo. Cada ser tiene una misión individual que
cumplir en el contexto de ese todo que es el cosmos. Así es como los seres inferiores se ordenan a los
superiores y éstos, a su vez, hacen que los inferiores se realicen.

El hombre tiene dominio sobre los seres vivientes, animales y vegetales, en virtud de su capacidad
racional.

Esto significa que debe usar racionalmente de ellos, es decir, conservar y proteger el medio en el cual
comparte con ellos la vida.

La ecología o defensa del medio ambiente es la


consecuencia lógica de la enseñanza de la Creación En 2015, el Papa Francisco publicó una Encíclica sobre
el cuidado del medio ambiente, titulada Laudato Si, en la
en la Biblia. Cuidar del medio ambiente es para el
que retoma los aportes de los distintos actores mundiales
hombre una obligación ante Dios, puesto que sobre el tema. Propone reflexionar sobre nuestra
respetar la vida es siempre respetar a Dios. responsabilidad en la tarea de proteger el medio ambiente,
poniendo siempre el bien de las personas, su dignidad y sus
De todas maneras, no hay que confundir derechos por sobre cualquier otro bien (económico, político,
ecologismo con respeto por la obra divina (es de progreso, etc.). Además, recalca que Dios nos nombró
decir, “ecología” con “ecologismo”). Algunas administradores de la creación, y todo lo que hagamos al
respecto impacta en las relaciones de con nuestros
veces, detrás de propuestas ecologistas, se
semejantes, con el mundo y con Dios. Por eso, propone el
halla una idea equivocada del mundo y del término "ecología integral". Pueden leer la Encíclica en:
hombre. Afirmar que la tierra entera es un ser http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-
francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
viviente (la “Gaia”, la “madre Tierra” —en el sentido
de “diosa”—, la “Pachamama”, etc.) es negar el dato

Unidad 2: La persona humana 13


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evidente de la realidad que nos indica que no todos los seres tienen vida y que, entre estos, no todos tienen el
mismo tipo de vida. Así es como no podemos decir que la vida sea lo mismo en una planta, en un animal y en
el hombre.

Hoy en día, es muy común que algunas personas se conmuevan profundamente por las necesidades de los
animales, pero que son indiferentes al sufrimiento humano. Esto, sin duda, resulta una hipocresía y una falta
de respeto, porque el ser humano es superior en dignidad al resto de los seres y por eso, su vida es más
valiosa. Esto no quiere decir que no haya que cuidar y proteger a los animales, al contrario, sino que esta
acción no puede estar antes que la defensa de la vida y la dignidad humanas.

Todo esto dice la Biblia cuando afirma que Dios crea todas las cosas y que el hombre ha sido hecho a su
imagen. Esto último implica una gran responsabilidad para el hombre, pues es el único ser que puede lograr
que las cosas que han salido de Dios vuelvan a Él, en la medida en que él dirija su vida hacia su Creador. Con la
realización del hombre, se realiza toda la Creación.

Volviendo al AT, tenemos que decir que el misterio del hombre se explica en diversos libros. La primera
referencia a él se da en el relato mismo de la Creación; es presentado como un ser sacado del polvo y formado
a imagen de Dios. En él, se conjugan la miseria y la grandeza, la mortalidad y la Vida eterna. El hombre
trasciende el mundo de las otras creaturas; pero sin embargo, está estrechamente emparentado con él. Así
como nace de la tierra, debe volver a ella: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al
suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3, 19).La expresión bíblica de que
el hombre es imagen de Dios no intenta destacar la fragilidad humana, sino por el contrario, el hecho de que
este ser débil está llamado a participar de la grandeza y Bondad divina (Tettamanzi 1978:37).

Lo mismo expresa el salmista en el Salmo 8, cuando contempla el espectáculo del cosmos y descubre la
verdadera dimensión de este ser tan pequeño y con una vocación tan grande:

Oh, Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso es tu Nombre por toda la tierra…Al ver tu cielo, hechura
de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste Tú, ¿qué es el hombre para que de él te
acuerdes?, ¿el hijo de Adán para que de él cuides? Apenas inferior a un ángel le hiciste
coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste Señor de las obras de tus manos, todo fue puesto
por Ti bajo tus pies.

El autor del Libro de Eclesiástico también subraya que el hecho de ser imagen no significa una reproducción
o participación material del ser de Dios, sino más bien consiste en la condición espiritual del hombre, que le
permite establecer una relación personal con Dios (Cf. Seibel 1984: 630):

De la tierra creó el Señor al hombre, y de nuevo le hizo volver a ella. Días contados le dio y tiempo
fijo y dióles también poder sobre las cosas de la tierra. De una fuerza como la suya los revistió, a
su imagen los hizo…Le formó lengua, ojos, oídos, y un corazón para pensar. De saber e
inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal. Puso su ojo en sus corazones para mostrarle la
grandeza de sus obras. Por eso su santo nombre alabarán, contando la grandeza de sus obras.
Aún les añadió el saber, la ley de vida les dio en herencia. Alianza eterna estableció con ellos y
sus juicios le enseñó (Eclesiástico 17, 1-12).

Por su parte, en el libro de la Sabiduría, el autor pide a Dios el don de la sabiduría para que lo asista en el
ejercicio del señorío sobre la Creación que el hombre posee por ser imagen de Dios: “Dios de los padres,
Señor de la misericordia, que hiciste el universo con tu palabra, y con tu Sabiduría formaste al hombre para
que dominase sobre los seres por ti creados, administrase el mundo con santidad y justicia y juzgase con
rectitud de espíritu” (9, 1-3).

Unidad 2: La persona humana 14


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Finalmente, hay que señalar que la imagen se refleja, según el pensamiento bíblico, también en el cuerpo,
puesto que el hombre es concebido como una totalidad. No es que Dios tenga cuerpo, pues no lo tiene, sino
que el cuerpo y el alma forman una única sustancia: la persona humana. No existe la consideración separada
de cuerpo y alma en la Biblia como sí se daba en el pensamiento filosófico griego.

No obstante ello, la Escritura señala, también como propio de la


imagen, la inmortalidad: “Porque Dios creó al hombre para la El texto hace referencia a la
tentación de Adán por la cual se
incorruptibilidad, le hizo a imagen de su misma naturaleza; más
introduce el mal y la muerte en la vida
por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la del hombre.
experimentan los que le pertenecen” (Sab2, 23).

En el NT, la idea del hombre como imagen de Dios adquiere un matiz distinto, puesto que ya no significa
sólo una impronta divina impresa en el hombre sino que es considerado más bien en su aspecto dinámico, es
decir, como algo que tiene que reproducir el hombre. Por lo tanto, le presenta el modelo a imitar: Cristo.

Cristo es el hombre perfecto, el nuevo Adán, el arquetipo al cual el hombre debe conformarse.

La persona humana tiene la misión, entonces, de poner en acto esta imagen divina y lo hace en la medida
en que se relaciona con Dios (Seibel 1984: 631). La noción de imagen tiene acá un sentido moral: es la
dignidad que el hombre tiene que manifestar en sus actos.

Así aparece, por ejemplo, en San Pablo, cuando dice: “Un hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que es
imagen y gloria de Dios” (1 Cor 11, 7). El punto de partida de esta actitud es la conciencia de ser creatura de
Dios y de tener confianza en que Él cuida de sus hijos.

Esta expresión no significa que el


Esto también es lo que enseña Jesús: “No se inquieten por su vida
hombre no tenga que trabajar, sino pensando qué van a comer ni por su cuerpo pensando con qué se
que la Providencia cuida también de lo van a vestir” (Mt 6, 25).
que el hombre necesita.
A partir de esta conciencia, debe surgir una actitud nueva del hombre:
tener a Dios y sólo a Él como lo más importante de su vida. No puede haber nada en la vida que sea tan
importante como el Señor, ni siquiera el amor por las personas más cercanas puede estar en el mismo nivel
del amor a Dios. Por más sentimiento que tenga uno hacia un ser querido, de nadie, salvo de Dios, puede decir
el hombre que ha recibido todo lo que es y todo lo que tiene: sólo a Dios puede entregarle completamente su
vida.

Todo esto es lo que expresa Jesús cuando enseña a sus discípulos: “El Señor, nuestro Dios, es el único
Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus
fuerzas” (Mc 12, 28). De esta forma, es como surge una relación profunda entre el hombre y Dios, por la cual
aquel descubre que tiene un Padre que está dispuesto a amarlo siempre, aun cuando no siempre ese amor sea
correspondido. Esto es lo que relata la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-31).

Tampoco existe en el NT un concepto abstracto y filosófico del hombre en sí; sin embargo, se mencionan
una serie de categorías fundamentales que manifiestan la conciencia hebrea de la unidad del ser humano en
sus distintas dimensiones (Ruiz de la Peña 1992: 58ss).

Unidad 2: La persona humana 15


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 El alma (psyché) es siempre una vida ligada a un cuerpo; así por ejemplo, en la expresión: “El que
quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda por Mí por la Buena Noticia, la salvará” (Mc 8, 35).
 El otro concepto que completa la naturaleza humana, resaltando su unidad, es el de cuerpo2. Por
eso, Jesús dice: “No teman a los que mata al cuerpo, pero no pueden matar al alma. Teman más
bien a los que pueden arrojar el alma y el cuerpo a la gehena [infierno]” (Mt 10, 28). Con esta
expresión, el Señor muestra la unidad de cuerpo y alma más allá de la Vida eterna.

De todas maneras, el mensaje central del hombre como imagen de Dios en el NT pasa por la idea de
reproducir el modelo que tiene el hombre. Y este modelo no puede ser otro más que Aquel que es la Imagen
perfecta de Dios, Aquel que es la Idea que tiene Dios de Sí mismo, que lo conoce perfectamente y que vino al
mundo para darlo a conocer a los hombres: Jesucristo, quien es la fiel manifestación de la divinidad. San
Pablo lo dice en la carta a los Colosenses:

Él es Imagen de Dios invisible, primogénito de toda la Creación porque en Él fueron creadas todas
las cosas, los cielos y la tierra….Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su
consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito
de entre los muertos, para que sea Él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él
toda la Plenitud, y reconciliar por Él y para Él todas las cosas (1, 15-20).

Así es como adquiere su significado más perfecto la expresión del


Génesis “a imagen de Dios”: cuando el hombre incorpora a su vida Esta imitación de Cristo es una
de los rasgos fundamentales del
una nueva “forma”, un nuevo modo de ser y pensar; cuando el
estilo de vida de los cristianos.
hombre no vive ya sólo según sus criterios, según sus “verdades”,
sino cuando imita el estilo de vida de Jesús en los Evangelios.

Jesús enseña a amar a Dios por encima de todo, enseña a perdonar como la forma más elevada del
Amor y a amar a los enemigos, así como a dar la vida por aquellos que se ama.

De esta forma, enseña un estilo de vida completamente distinto al que los hombres puedan imaginarse
según sus criterios.

Es por esto que San Pablo sostiene que el cristiano es un hombre nuevo, porque es como si hubiese sido
recreado, ahora, conforme al modelo que es Cristo: “Revestíos del hombre nuevo, el creado según Dios en
justicia y santidad de la verdad” (Ef 4, 24). Esta imitación implica un proceso que no termina en esta vida, sino
que se continúa en la otra y que implica imitar la Resurrección corporal del Cristo glorioso: “De igual forma
que nosotros hemos llevado la imagen del fuera de polvo, seremos la imagen del Celeste” (I Cor 15, 49).

Es éste, quizás, el reconocimiento más importante de lo que significa el cuerpo para el hombre; no sólo no
es algo imperfecto como pensaban algunos filósofos, o algo pecaminoso como pensaban algunos herejes, sino
que, junto con el alma, tiene un destino de eternidad.

2
La expresión cuerpo (soma) en el Nuevo Testamento significa el hombre concreto encarnado en el espacio y en el
tiempo, solidario con los otros hombres, portador de la imagen de Adán y capaz de reproducir la imagen de Cristo (Cf.
Ruiz de la Peña 1992: 73).

Unidad 2: La persona humana 16


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El hombre es imagen de Dios en todo su ser, en esta vida y en la otra.

De esta manera es como la teología del NT exalta la dignidad del hombre y el valor de su existencia
terrestre. El cristianismo, lejos de ser pesimista por la presencia del mal y las limitaciones humanas, es muy
optimista, porque contempla la grandeza de lo que el hombre ha recibido (la Imagen divina) y la posibilidad
real de realizar su vocación con la ayuda de Dios (Spicq 1979: 242).

2.3. La naturaleza humana


En ningún pasaje de la Sagrada Escritura existe una explicación racional sobre la constitución del hombre en
la Creación. Como hemos visto, hay diferentes fragmentos en los que se acentúa fundamentalmente aquello
que, en primera instancia, lo distingue del resto de los seres: su capacidad de conocer (inteligencia o
entendimiento), y por consiguiente, de amar por propia decisión lo conocido (voluntad).

Tanto el entendimiento como la voluntad humanas son una


Las potencias (Inteligencia y Voluntad) y las participación del Entendimiento y la Voluntad divinos y allí
perfecciones (Bondad, Sabiduría, etc.) que se dan en radica el fundamento de su señorío.
Dios en el grado más alto posible aparecen en
diversos grados (siempre en menor intensidad) en
los seres creados. Por ejemplo, el hombre es bueno,
pero su bondad es limitada en relación con la Bondad Vamos a tratar ahora de ver dos aspectos del ser
divina. También los animales son buenos, pero en una humano:
escala menor (y en sentido diverso) al de los
hombres). En la jerarquía de los seres creados, cada  su naturaleza y
nivel participa (posee una parte) en distinto grado de
 su ser personal.
esas perfecciones que Dios tiene.

La naturaleza de un ser es aquello que tiene desde su


nacimiento, es la esencia, aquello que lo hace ser tal cosa, y el principio de
su obrar.

En el caso de la naturaleza humana, lo que la constituye, lo que hace que sea lo que es, son sus dos
dimensiones:

 la corporal, que es evidente por la simple autopercepción;


 la espiritual, es decir, que somos seres inteligentes que podemos pensar, produciendo realidades
espirituales (ideas) (Fabro 1982: 155).

En esto nos distinguimos del resto de los seres y esto revela que hay en nosotros algo más que un cuerpo,
puesto que todo efecto supone una causa que lo origina. Si hay efectos espirituales (conceptos), es porque hay
una realidad espiritual que puede generarlo: una inteligencia (159).

Éste es el principal argumento para demostrar la existencia del alma: el hombre puede pensar porque tiene
una sustancia espiritual. Si el hombre fuera sólo materia (como pretenden algunos filósofos), no sería posible
una explicación del pensamiento humano.

Unidad 2: La persona humana 17


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2.3.1. El alma humana

La pregunta es entonces: ¿Qué es el alma? Aristóteles da una respuesta (De Anima, II, 1, 412b, 5-6):

“El alma es el acto primero de un cuerpo natural orgánico”.

También dice que se trata de “aquello por lo que primeramente vivimos, sentimos y pensamos” (De Anima
II,2, 414 a, 12-13).

Para precisar la naturaleza del alma, vamos a ver ahora algunas de las propiedades (Cf. Vernaux 1970:
215ss):

 Es subsistente: el alma es una forma inmaterial, como toda alma (del mismo modo que el principio
vital en un vegetal y en un animal), pero la humana es, además, espiritual. Esto significa que si bien
se halla unida a un cuerpo (al cual le da vida y a través del cual realiza algunas de sus operaciones),
no depende él para existir, y en algunas otras operaciones, para obrar. Es decir que, en cierta
medida, es independiente del cuerpo. Esto no significa de ninguna manera que sea una sustancia
separada del cuerpo; afirmar esto sería caer en el dualismo de Platón y de otros pensadores que
imaginaban al hombre como compuesto de dos sustancias distintas. El que sea subsistente significa
que puede vivir y obrar sin el cuerpo, pues no está completamente encerrada en los límites del
cuerpo. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando el cuerpo muere y el alma subsiste sucede durante
el tiempo que media entre la muerte y la resurrección del cuerpo, en el cual ella sigue viviendo
aunque separada de aquél.
 Es simple: no tiene partes y, por lo tanto, no puede ser dividida. Lo único que se puede dividir en
partes son las sustancias materiales, los cuerpos. Las sustancias espirituales no tienen partes.
 Es inmortal: las sustancias espirituales no pueden corromperse o
El alma sólo podría
disolverse, como sí sucede con los cuerpos. La descomposición supone que haya
desaparecer si Dios la partes y las sustancias espirituales, como vimos, no las tienen. Además, como ya
aniquilara (si la devolviera a dijimos, no depende del cuerpo para existir, como sucede luego de la muerte. Hay,
la nada). Pero esto sería un además, otro argumento para probar la inmortalidad del alma: un deseo natural no
sinsentido, porque Dios creó
puede ser vano. Esto significa que si una naturaleza desea profundamente algo, está
el alma humana para que viva
para siempre.
hecha para eso y, por lo tanto, tiene que ser algo posible, sino caeríamos otra vez en
una contradicción. Y como es posible comprobar que en todos los hombres existe el deseo
de vivir siempre, siendo el tema de la muerte algo natural al hombre, podemos concluir que el
alma está hecha para la inmortalidad.
 es creada inmediatamente por Dios: los padres no pueden ser causa del alma de sus hijos, porque
ésta es una realidad espiritual. Sólo un ser espiritual que tenga capacidad para crear puede dar
existencia a un nuevo espíritu. Esto se produce en el instante en
el cual comienza a existir un nuevo ser humano, en el Por eso, la Iglesia condena el
instante preciso de la fecundación (concepción), en esa aborto, porque desde el instante
primera célula que tiene una vida distinta de la de la mismo en que el óvulo se une con el
espermatozoide, hay una vida humana
madre.
y por tanto, interrumpirla supone
matar a una persona.
El alma es aquello que da vida. Desde el momento de la

Unidad 2: La persona humana 18


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fecundación, hay vida, por lo tanto, hay un ser humano en acto.

Como dijimos anteriormente, el alma no preexiste al cuerpo porque ha sido creada para dar vida a un
cuerpo determinado, y no para que viva por sí misma.

Cabe entonces la pregunta: ¿cómo se realiza esta unión entre el cuerpo y el alma?

Algunos filósofos dan sus respuestas a esta pregunta.

 El dualismo (o tesis de dos sustancias) afirma que se trata de dos sustancias separadas que se unen
para realizar determinadas operaciones. En esta corriente, Platón enseña que el alma es un espíritu
puro, caído en un cuerpo en el cual se encuentra encerrado como en una prisión. Algo semejante
afirma Descartes.
 Para Spinoza, el alma y el cuerpo no son dos sustancias, sino dos modos de una misma sustancia: la
sustancia infinita que es Dios.
 Para Malebranche y Leibniz, se trata de dos sustancias que no se comunican para actuar (Vernaux
1970: 222-223).

Nosotros, siguiendo el pensamiento de Aristóteles, afirmamos que

No hay dos sustancias distintas, sino que el hombre es un ser en el cual se dan unidas formando una
sola sustancia, el cuerpo y el alma. La persona humana es un compuesto en el que el cuerpo y el alma
forman parte de una misma sustancia.

Por tanto, el alma sola no es el hombre y el cuerpo solo no es el hombre.

Y esto es posible deducirlo a partir de algunas experiencias que nos son comunes a todos:

 Es el mismo hombre el que realiza actos de distinta naturaleza, como el pensar y el sentir, es decir,
que ambos pertenecen al mismo yo, no a dos seres distintos (salvo en caso de insanía mental).
 Es posible también comprobar, por la experiencia, que algunas actividades mentales se ven
impedidas por la situación del cuerpo (así por ejemplo, con un intenso dolor de cabeza resulta
imposible reflexionar sobre algo profundo. Esto no sería posible si no hubiese un único ser del cual
salen ambas operaciones);
 Lo mismo sucede con la influencia que tienen nuestros pensamientos sobre la salud del cuerpo (y
esto lo sabemos particularmente por nuestras situaciones de estrés).

El hombre es una sustancia compuesta de materia y de forma.

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No hay que confundir aquí forma con figura; no significa contorno físico, sino que refiere a una noción
filosófica. La forma es el principio de ser y de acción del cuerpo, es decir, el alma, que hace que el cuerpo
exista como una sustancia viva, organiza sus partes y le da unidad. Además, es el principio intrínseco de sus
acciones.

El alma es el principio de los actos vitales (nutrición, movimiento, sentimiento y pensamiento). Esto no
significa que su función no sólo es dar vida a un cuerpo, sino que también tiene una actividad propia, como
sucede luego de la muerte del cuerpo,

La unión del cuerpo y el alma es algo natural, es decir, que el alma fue creada para un cuerpo
concreto, y no es una unión solamente funcional.

2.3.2. El cuerpo humano

De los relatos de la Creación se concluye que la persona humana comprende no sólo el alma sino también
el cuerpo, y esto significa que también el cuerpo depende de Dios en su ser y que tiene un sentido especial en
su obra creadora.

El ser humano coopera con el Creador en la obra de hacer que todas las cosas alcancen el fin último. Para
ello, tiene una dimensión especial no sólo lo espiritual, sino también lo corporal. En cierto sentido, se puede
decir que el hombre, que es varón o mujer, a través de esta complementariedad de los sexos se convierte en el
“compañero” de Dios en la tarea de hacer que la Creación alcance su fin.

La corporalidad en el hombre significa nuestra pertenencia a la historia del universo; es el signo de nuestra
solidaridad con el cosmos. Ella es también, como en el caso del alma, una manifestación de la Bondad divina.
De este modo, la vida humana en su totalidad es un don, un talento confiado a la libertad del hombre y una
expresión del amor permanente de Dios que la conserva en su ser.

Todo esto significa tener cuerpo, y por esto, el valor de la vida humana es sagrada e inviolable, ya que
dañarla es un modo de rechazo del don divino, de rechazo al Amor del Creador.

Así podemos concluir que de ninguna manera el cuerpo (la materia) es un obstáculo para llegar a
Dios; por el contrario, constituye el espacio personal en el cual experimentamos nuestro ser como un
don del Amor divino.

Es importante la autoconciencia de la bondad del cuerpo puesto que, desde allí, el hombre descubre las
posibilidades de comunicación con el resto de las creaturas que pertenecen al universo, y a través de esa
comunicación, cumple con la misión que tiene en el cosmos.

El cuerpo humano tiene diversas dimensiones:

 Posee una dimensión personal: no es solamente una cosa que el hombre posee, sino que el
hombre existe en un cuerpo, como una persona humana (unión sustancial de cuerpo-alma). Esto
quiere decir que el cuerpo es el “lugar” en el cual se expresa y actúa el ser humano; en él,

Unidad 2: La persona humana 20


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adquieren forma y se concretizan sus potencialidades, todas ellas en relación con su corporalidad.
Incluso el entendimiento humano tiene una dependencia directa con el cuerpo, puesto que
depende de él para actuar. El conocimiento racional se inicia en los datos sensibles que obtiene el
hombre a través de los sentidos orgánicos. De este modo, el cuerpo participa en la realización total
de la persona y es el ámbito primero dentro del cual el ser humano experimenta y realiza su
existencia (Cf. Roccetta 1993: 118).
 Posee una dimensión natural, pues a través del cuerpo el hombre se relaciona con el mundo
creado. Si bien el hombre trasciende el universo de lo material, al mismo tiempo, está constituido
por esos mismos elementos del mundo. El cuerpo es el signo visible de esta pertenencia a la tierra
(Adán, del hebreo adamah = “tierra”). Como vimos, el hombre es un
colaborador de Dios, vive en el mundo con la tarea de
Recordemos que en los relatos de la
continuar la obra que Dios comenzó. El cuerpo Creación se manifiesta esta dimensión:
manifiesta la posibilidad de cumplir con esta en el primero, el ser humano aparece
responsabilidad en el mundo material. Dominar sobre el como coronación de la obra creadora de

resto de la Creación significa poseer y desarrollar las Dios; en el segundo, el hombre es creado
a partir de la tierra y recibe el
potencialidades de la Creación para el bien de todos los
mandato de cultivarla.
hombres. Naturalmente, esta transformación del mundo por
el trabajo no es un hecho solamente material, sino espiritual, más
precisamente ético, puesto que se trata de la responsabilidad que el hombre asume frente a la
Creación.
 Posee una dimensión social ya que, por su medio, se realiza el encuentro con los otros hombres,
compartiendo con ellos una vida que es, por la naturaleza misma del hombre, comunitaria. El
hombre es un ser hecho para relacionarse con los demás, y el cuerpo es la presencia y el lenguaje
de este modo de ser del hombre. La corporalidad es la forma visible por la cual un ser humano se
presenta a otros y se comunica. El cuerpo es la revelación de la persona, particularmente el rostro
que manifiesta su interior (cf. Ibíd. 121). En este sentido también, el ser humano es pensado por
Dios como una totalidad, esto es, el varón y la mujer se complementan de manera que juntos
realizan la imagen de Dios. La comunión espiritual entre las personas humanas y la consecuente
reciprocidad se ponen de manifiesto en todo tipo de encuentro que cada uno tiene con los otros,
en toda forma de amor y de comunión, de colaboración y de vida en común que expresa la
naturaleza social del hombre.
 Posee una dimensión ético-religiosa, en la medida en que, por su intermedio, el hombre se
relaciona también con Dios. Del segundo relato de la Creación en el Génesis, se deduce una
extraordinaria familiaridad entre el varón y la mujer con Dios; ambos comparten su vida con Dios.
Hay, en el hombre, conciencia de que todo su ser depende totalmente de Dios. Por esto, tiene que
darle gloria, es decir, honrarlo como Dios, también a través de su cuerpo. Esta tarea supone una
elección libre por parte del hombre, esto es, la decisión voluntaria de buscar el bien con todo el
ser, cuerpo y alma. No caben aquí distinciones entre el alma y el cuerpo; el ser persona es una
totalidad. Conviene aquí, entonces, mencionar aunque sea brevemente, el sentido de la sexualidad
humana. Trataremos de descubrir el sentido que tiene, no sólo el cuerpo en forma individual, sino
la complementación del varón y la mujer.

Para descubrir el valor que tiene la sexualidad en el hombre, hay que recordar que la persona humana es el
ser más noble y excelso que existe en el universo visible. Tiene valor en sí mismo y por sí mismo y tiene un

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destino de eternidad, y esta vida eterna a la cual está ordenado le confiere una dignidad especial al cuerpo y a
la sexualidad.

La sexualidad es un bien no porque sea algo útil o agradable, ni por el placer que pueda brindar, sino
porque en sí misma y por sí misma es buena; pero nunca puede ser el fin de la vida humana por más
intensidad que tengan los placeres, puesto que la persona está hecha para algo más: la comunicación en un
amor espiritual que sólo es posible por la donación de sí mismo a otro. Esta facultad tiene tres dimensiones
que se complementan mutuamente:

 la dimensión biológica (corporal-orgánica);


 la dimensión psíquica que se revela a través de la atracción que une a dos personas y que no es
solamente física, pues lleva a la persona a buscar una plenitud de sí mismo a través del otro;
 la dimensión espiritual: es la más profunda. Se desarrolla cuando un ser humano maduro descubre
la suprema dignidad de la persona, es decir, que está dotada de un valor y belleza tales que la
hacen merecedora de ser amada, querida por sí misma. A partir de acá, se producen entre el
hombre y la mujer la máxima unión posible, es decir, la unión espiritual que se expresa mediante el
lenguaje propio de la sexualidad (Cf. Caffarra 1987: 31-47).Cuando el ser humano logra esta
comunicación interpersonal en un amor espiritual, puede descubrir el verdadero valor de la
sexualidad, puesto que la percibe no como una realidad en sí misma o en cuanto que sirve a los
propios gustos, deseos, intereses, sino como la posibilidad de la donación de sí mismo.

El hombre no se realiza si no es entregándose y venciendo su propio egoísmo. Esto se percibe también, a


nivel corporal, en la necesidad del otro sexo. Por lo tanto, podemos concluir que las dimensiones biológica y
psíquica se realizan plenamente en la espiritual (cf. Ibíd. 34).

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2.4. La persona humana Recuerden que esta


noción es el centro de
Si bien, como ya dijimos, la Sagrada Escritura no presenta una nuestra asignatura.
definición científica sobre el hombre, sí aparecen en ella distintos
conceptos de hombre que se sintetizan en la expresión del Génesis: el hombre es
imagen de Dios (imago Dei). Con esta expresión, el texto sagrado resalta la condición superior del hombre en
la Creación.

Para expresar qué significa “ser imagen de Dios” para el ser del hombre, la Teología toma una noción
filosófica: la de persona y la aplica también analógicamente a Dios mismo.

¿En qué consiste la noción de persona? En primer lugar, digamos los


que la noción de persona NO es:
Definición de personalidad: 1) el conjunto
 No es un concepto psicológico ni de la filosofía del de cualidades (heredadas y adquiridas,
derecho; es un concepto filosófico. cognitivas y emocionales) que definen al ser
 No se refiere a la personalidad, pues ésta se humano concreto, individual y viviente; 2) el
peculiar y característico modo de sistematizar,
refiere al obrar, al modo de hacer del
asimilar e integrar la información que recibe el
hombre. Pero antes que el hacer, ser humano; 3) modo con que cada individuo
está el ser y eso es lo que queremos humano se adapta al medio; 4) sustrato sobre el
conocer. Para analizar la personalidad, hay que que se asienta el modo de operar del ser
estudiar la acción del psiquismo humano y su humano, el centro de gravitación del obrar
individual, el motor de la actividad (Cf.
relación con el ambiente; y esto se realiza, sobre
Pelechano B. 1991: 363-365).
todo, a través de las distintas técnicas de evaluación de
la personalidad (técnicas proyectivas, técnicas subjetivas,
tests psicométricos, tests objetivos).

A nosotros nos interesa estudiar aquello que constituye al hombre en su ser y que es anterior a toda
manifestación psicológica.

El ser en las cosas es una realidad invisible pero real y consiste en un acto que hace que algo exista; y
no sólo que exista, sino que, además, exista de una manera determinada (esencia).

El ser no es lo primero que se percibe frente a un ente, pues lo primero que se percibe es su existencia a
través de los sentidos, pero sí es aquello que permite que ese ser esté allí. Por ejemplo, yo no percibo el ser
del perro que tengo delante de mí; percibo que existe a través de la vista y de los otros sentidos. Sin embargo,
el ser del perro es lo que está en acto y hace que ese perro exista. Yo puedo conocerlo a través de mi actividad
racional.

En el caso de la persona humana, percibimos, en primer lugar, su existencia porque la vemos y


sentimos. Luego, en un segundo momento, a través de la actividad de la razón, podemos descubrir que se
trata de un ser diferente y que esto se manifiesta en que puede pensar (es lo que estudia la Psicología y
Antropología filosófica).

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Sin embargo, si usamos la inteligencia para estudiar al ser humano y profundizamos en la abstracción
(dejando de lado sus condiciones físicas particulares, y sus modos de pensar y amar), podemos llegar a
descubrir que hay un ser que es el fundamento de este individuo humano y que es el que hace que exista este
compuesto de cuerpo y alma.

La metafísica es la disciplina
Así es como la metafísica mira las cosas, esto es, se pregunta por su existencia
filosófica que estudia los
primeros principios o causas y por su modo de ser. Desde esta perspectiva, la definición clásica de persona es
del ser en cuanto ser (es decir, la que elabora Boecio (en De Duabusnaturis et una persona Christi, c.3: PL-64,
la esencia de todo lo que 1345):
existe).

Sustancia individual de naturaleza racional.

Antes de entrar en la explicación de esta noción, debemos recordar que esta noción es de origen griego:
prósopon, que designaba las máscaras que usaban los actores en los teatros. Estos actores representaban, en
las comedias y en las tragedias, a hombres importantes. Por esto, desde el inicio, el concepto se identifica con
la dignidad del personaje. De allí lo toma la escuela filosófica del estoicismo para referirse al ser humano y
hablar del papel que desempeña el hombre en el escenario del mundo (así por ejemplo, lo expresa Epicteto en
el siglo I). En el siglo II, se traslada al ámbito jurídico para distinguir los
temas que se refieren a las personas de aquellos que se refieren a las
cosas (esto sucede, por ejemplo, en el Digesto I de Gayo). El Misterio de la Santísima Trinidad, uno
de los más importantes de la fe cristiana,
En este contexto, el cristianismo asume la noción para enuncia que en el único Dios hay tres
Personas: el Padre y el Hijo y el Espíritu
aplicarla a Dios y, analógicamente, al hombre. Esto se da en
Santo; y cada una de ellas posee la misma
el Concilio de Constantinopla II, año 553, cuando se define el esencia divina. En otras palabras: Dios es
dogma de la Santísima Trinidad, el cual afirma que en Dios hay uno y único en esencia y trino en
una naturaleza y tres personas. Personas. Para usar una metáfora, es como
si uniéramos tres fósforos encendidos: la
Regresando al concepto filosófico, vamos a tratar de llama es única (naturaleza), pero los tres
explicarlo siguiendo la doctrina de Santo Tomás de Aquino y para fósforos siguen siendo distintos.

eso, explicaremos las partes de la definición:

 Es sustancia: es la esencia, lo central de una realidad, aquello que


hace que algo sea lo que es. En todas las cosas hay, además de
La sustancia es lo que el ser es en sí, es decir, lo
propiedades, un núcleo indiviso y unitario que congrega las
que responde a la pregunta: ¿qué es? Los distintas propiedades, dando a cada cosa su unidad y su
accidentes son aquellas características que carácter propio y fundamental. Ese núcleo es la esencia y es
pueden variar de un ente a otro sin que se aquello que responde a la pregunta: ¿qué es esto? La
modifique su esencia. Por ejemplo, la sustancia de
sustancia es, además, el sujeto portador y sustentador de los
una silla es ser un asiento para una sola persona,
con respaldo y con patas. Los accidentes serían si
accidentes. Es lo que permanece mientras que los accidentes
es de plástico o de madera, si es verde o roja, si cambian y eso es lo que indica la expresión latina substare
tiene 2 ó 4 patas, si es alta o baja, etc. (estar debajo). Esto significa que es aquello que subsiste, que
existe en sí mismo y no en otro como los accidentes. Los accidentes

Unidad 2: La persona humana 24


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son seres que existen necesariamente en otro (como los colores: el azul y amarillo que se dan en el
cielo, en el sol y en una gloriosa camiseta de fútbol; no existe el azul o el amarillo sino en las cosas,
por esta razón, podemos decir que el ser de la sustancia es más perfecto que la del accidente) (Cf.
Artigas 1984: 46-48).En conclusión lo primero que indica la definición es que la persona es un ser
que existe en sí mismo, y no en otro.
 es individual para determinar que no se trata de un ser abstracto, sino de un ser concreto. En
sentido filosófico, individuo es un ser que es distinto de los demás e indistinto de sí mismo. La
individualidad supone una negación: un ser no es otro.
 de naturaleza racional: el intelecto en el hombre significa, por un lado, apertura a todas las cosas
en la medida en que, por el conocimiento, el hombre puede tener las esencias de las cosas en su
mente. Por otro lado, la voluntad le permite al hombre amar y querer con libre decisión lo que la
inteligencia le presenta como bueno. En definitiva, es un ser libre ya que obra con conocimiento
del fin por el cual obra (Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica. I, q.29, a. 1, c.)

Además, la persona humana tiene dos características propias de su forma de ser:

 Es subsistente: en cuanto es el modo más perfecto que tiene una sustancia de existir, dado que no
sólo existe en sí misma, sino que, en cierta manera, se dirige a sí misma. Se trata de una sustancia
individual completa imposible de comunicar a otro.
 Es incomunicable: la substancia en el ser humano está compuesta por el cuerpo y el alma, de
manera tal que son inseparables, a no ser de manera accidental (durante la espera de la
resurrección del cuerpo al final de los tiempos). Se puede decir que el cuerpo y el alma se
comunican entre sí, en cuanto unidos forman esta única sustancia llamado ser humano. Pero no
puede darse ningún otro tipo de comunicación de este ser a otro, esto es, no puede unirse la
persona humana a ningún otro ser, dejando de ser lo que es. No puede ella perderse en un todo
como si fuera parte de él (como pretende el panteísmo, que interpreta la vida eterna como una
fusión del hombre en una masa indefinida que sería la sustancia divina). El hombre puede
entregarse a otro por el amor, unirse profundamente por el espíritu a otra persona; puede
entregarle sus actos, su trabajo, etc., pero no puede entregarle su ser, su esencia.

El hombre nunca puede dejar de ser quien es, nunca puede destruirse a sí mismo ni en esta vida ni en
la otra.

En este sentido, podemos decir que en su ser más íntimo es un ser autónomo, por cuanto no necesita de
otro para existir. En esto radica que sea una sustancia completa.

Sin embargo, no debemos entender esta autonomía en un sentido absoluto, porque en su ser depende de
Dios en cuanto Él la crea y la conserva en la existencia. La persona no puede ser poseída por otro. Es una
realidad, en cierta medida, clausurada en cuanto al ser en sí misma. Esta es la paradoja de lo humano, por un
lado, por su naturaleza espiritual está abierta como ningún otro ser a la comunicación, la incorporación de las
cosas por el conocimiento y a la donación de sí mismo por el amor; pero, por otro lado, se trata de una
totalidad incomunicable.

En conclusión:

Unidad 2: La persona humana 25


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“Ser imagen de Dios” significa ser persona como Dios es Persona. Dios hizo partícipe al hombre del
modo más elevado de ser y lo respeta aún en la Vida eterna. El Cielo consiste en las personas
humanas contemplando y gozando de las Personas divinas.

Por lo tanto, el fundamento metafísico de su dignidad es ser


imagen de Dios, ser la más perfecto entre las
creaturas. Esta dignidad no depende de sus En el pasaje del primer relato de la creación dice Dios:
condiciones personales, ni de sus actos, sino del “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza”. Vimos qué significa ser “imagen de Dios”,
hecho mismo de ser persona. Por lo tanto, hasta pero no hablamos de la semejanza. Decimos que el hombre
el hombre menos capaz o el más malo es es imagen de Dios porque su naturaleza refleja algo de la
infinitamente más digno que cualquier otro ser Dios (es un ser espiritual, dotado de inteligencia y voluntad
libre). Hablar de “semejanza” es hablar de similitud entre
de la creación. De esta noción metafísica de dos cosas. ¿Qué es lo que tienen de similar, de semejante
persona, se pueden sacar algunas conclusiones Dios y el hombre? Por naturaleza, nada. Pero como veremos
en la Unidad 4, Dios le regala al hombre un don: la gracia
interesantes: sobrenatural, que le permite al hombre santificarse
durante su vida en la tierra y alcanzar la Vida eterna
 La persona humana no puede ser usada después de la muerte.
con ningún otro fin inferior a ella en
dignidad, esto es, no puede ser usada con un fin
político, económico, etc., como sucede por ejemplo, en los totalitarismos de
Estado (comunismo, fascismo, nazismo) cuyo punto de partida y de llegada es la pérdida de la
dignidad de la persona. Lo mismo sucede en el ámbito de la economía cuando se convierte a la
persona en un elemento más de una sociedad de mercado, contrariamente a lo que debería ser, es
decir, que el hombre y su realización sean el fin de la economía.
 A veces, en nombre de la religión puede no valorarse esta dignidad si se afirma, por ejemplo, una
teoría panteísta, en la que la única sustancia es un modo de negar la persona; o bien, cuando se
exige el sacrificio de la vida humana.

El hombre sólo puede entregar su vida plenamente a Dios, a quien le debe todo lo que tiene y lo que
es, y que nunca le exigiría que dejara de ser persona. Quiso Dios ser amado por un ser personal, y de
semejante dignidad lo revistió.

Unidad 2: La persona humana 26


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

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Unidad 2: La persona humana 27


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CÁTEDRA DE ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

03 El misterio del mal


Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa: Ramos, Alejandro (2007).
Versi Mayo Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape
ón 4 2016
Esta obra está bajo Licencia Creative Commons
Atribución No Comercial Compartir Igual 3.0
Unported

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Unidad 3:
El misterio del mal
Módulo de estudio
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Introducción al misterio del mal.................................................................................................................3
2. ¿Qué es el mal? Tipos de mal .....................................................................................................................4
2.1. El mal en el orden físico.......................................................................................................................5
2.2. El mal en el orden moral .....................................................................................................................6
3. El pecado como mal moral .........................................................................................................................6
2.1. ¿Por qué Dios permite el mal? ................................................................................................................9
2.2. El desorden interior .................................................................................. ¡Error! Marcador no definido.
3. El mal y el destino. La predestinación ......................................................................................................12
Bibliografía....................................................................................................................................................20

Unidad 3: El misterio del mal 2


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

1. Introducción al misterio del mal


Si en la unidad anterior estudiamos cómo Dios, en su Bondad, crea cosas buenas y personas buenas, es
decir, lo que podríamos llamar el “misterio del Bien”, ahora nos adentraremos en la cuestión opuesta: el mal.

Hablamos también de misterio del mal porque es imposible que Recordemos que “misterio” es lo que no
el ser humano llegue a comprender perfectamente por qué le puede ser conocido en su totalidad,
suceden cosas malas. porque se trata de una realidad que
supera la capacidad humana.
Ser consciente de esto y afirmarlo es una actitud de humildad
fundamental para iniciar el estudio de esta cuestión. Ensayaremos una
aproximación al tema, apoyados en la Revelación y en lo que la Teología ha desarrollado.

Si el misterio del bien resulta luminoso, en el sentido de que explica la existencia de las cosas y lo positivo
que hay en ellas; por el contrario, este tema tiene que ver con lo negativo, lo aparentemente absurdo y la
capacidad de autodestrucción del ser racional. De allí que se trate más bien de un tema oscuro y bastante más
complejo.

Comenzaremos por lo más evidente: reconocer su existencia. Es algo innegable que en el mundo en que
vivimos existe el mal, porque todos tenemos, de alguna manera, experiencia de ello. Es una realidad que, con
diversa intensidad, nos afecta a todos. Y ante esto, es frecuente que nos formulemos varias preguntas de
difícil respuesta:

 ¿Por qué uno tiene que sufrir?


 ¿Por qué existen personas que hacen mal y por qué les va bien?
 ¿Por qué padecen los buenos?
 Si Dios existe, ¿por qué permite que haya niños que se mueren de hambre?
 ¿Por qué tiene uno que morir?
 ¿Por qué somos capaces de hacer el mal, si queremos el bien y sabemos que éste es el que nos
hace felices?

Ésta es quizás la dimensión más difícil del tema, la personal, cuando uno percibe que no es sólo una
realidad que está en el mundo externo, sino que es algo que está, de alguna forma, dentro de uno mismo, y
además, no siempre se domina. Hay algo misterioso que nos lleva a realizar acciones que nos hacen daño y
que tenemos la sensación de no controlar, como los deseos de placer que, no racionalizados, nos llevan a caer
en excesos de comida, bebida, etc; o esos mismos deseos que no nos dejan pensar bien en el momento de
amar, y a veces, podemos usar a los demás. Hasta incluso, surge, en algún momento de ira, el deseo de
venganza, o pensamos la posibilidad de hacer algún daño a alguien con el fin de hacer justicia. Por más buenos
que seamos, en algún momento, pasan por nuestras cabezas malas ideas. Lamentablemente, en ciertas
ocasiones, las concretamos.

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2. ¿Qué es el mal? Tipos de mal


Podríamos definir el mal de la siguiente forma:

Es la privación de un bien debido.

Vayamos por partes:

 El término “privación” designa la falta o ausencia de un bien (la perfección que debería tener un
ser).
 La expresión “de un bien debido” refiere a algo que debería estar, pero no está (Cf. Journet 1962:
28). De hecho, no toda ausencia es un mal; por ejemplo, no resulta un mal que la piedra no tenga
cerebro o que yo no tenga tres ojos. En ambos casos, lo que falta no se corresponde con la
naturaleza de la cosa.

La cuestión del mal es uno de los temas clásicos de la historia del pensamiento, por eso, esta definición
tiene sus orígenes en el pensamiento griego. Fueron Aristóteles y Plotino los primeros en plantear la cuestión
y definirla como una privación. Sin embargo, el concepto se completa a la luz de la Revelación judeo-cristiana
(30). En efecto, en las Sagradas Escrituras, encontramos el relato del origen del mundo concebido como una
realidad que surge de Dios, quien existía antes y existe después de ella. A partir de este concepto de la
Creación, se define el mal como una negación y se descarta la posibilidad de que sea algo creado por Dios, que
es bueno. De entre los Padres de la Iglesia, se destaca el aporte de San Agustín, quien rechaza la posibilidad de
que se trate de una sustancia, pues también lo define como una privación. Esta idea es el fruto de la
contribución cristiana al tema.

El mal no es una cosa, no es algo positivo. El mal comienza con


Dice Santo Tomás que el mal no sólo es
una ausencia, una falta. Por ejemplo, en el caso de la enfermedad,
algo opuesto al bien, sino que se conoce
hay una falta en el funcionamiento armonioso del organismo. Lo en razón de aquél (Suma Teológica, I, q.
mismo ocurre en el orden moral: una injusticia es una ausencia de 48,a. 1).
un acto virtuoso, una falta.

Cuando decimos que no es una cosa sino una falta, queremos evitar que se defina al mal como algo que
existe. No es una realidad en sí misma, sino la ausencia de bondad, así como el frío es la ausencia de calor o la
oscuridad, la ausencia de luz. Por tanto,

El mal y el bien se oponen sólo en cuanto son privación y posesión de algo, respectivamente.

El mal es un impedimento de realización plena de un ser (Cf. Suma Teológica, q 48, a. 1,ad. 1). Por tanto,
necesita de un bien para existir, de forma tal que si no hay algo bueno previamente, no puede haber algo
malo.

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De este modo, al ser una privación, el mal se identifica con el no-ser y resulta imposible que exista en sí
mismo (o por sí mismo) lo que no existe. Es ilógico. La nada no es, y por lo tanto, no puede tratarse de un
principio antagónico (y realmente existente en oposición) al bien.

Ésta es la razón por la que es imposible aceptar una explicación dualista del mundo. La idea de dos
principios absolutos del bien y del mal (idea que se origina en las antiguas culturas orientales) no puede ser
verdadera, porque la nada no existe y no puede existir tampoco el mal absoluto. Por ejemplo, la falta de un
órgano del cuerpo es un mal para él, ahora bien, si le faltan todos los órganos, ya no tiene un mal, no tiene
nada, no es. Lo mismo sucede con el mal en sí mismo, y por esta razón, no puede haber un principio absoluto
del Mal, tan poderoso y real como el principio del Bien (Dios).

Por lo tanto, el mal es una falta, una imperfección en el ser. Se da de dos modos:

 el mal físico y
 el mal moral

2.1. El mal en el orden físico


El mal que se da en el orden físico es quizá el que más padecemos: una enfermedad, la muerte, la
debilidad, etc. Como decíamos al inicio, se nos presenta como la privación de un bien, que es la salud de
nuestro organismo, y consiste en una ausencia de armonía y plenitud. Ausencia que se nos manifiesta como
inevitable, pero que, sin embargo, busca siempre una explicación.

En efecto, si definimos el mal esencialmente como una privación, podemos decir que los seres creados, que
no son completos o perfectos, al estar privados de esa plenitud, tienen la posibilidad de sufrir un mal. El
mundo, al no ser parte de la Esencia divina, al no ser perfecto, está expuesto (no determinado) al mal.

Aquí radica la explicación filosófica de por qué se da el mal en el mundo: ¿podría Dios haber creado un
mundo perfecto? No, porque no sería ya el mundo, sino Dios. El mundo es necesariamente imperfecto en su
ser, y por esto, se explica que los seres creados puedan equivocarse. El mundo no es malo, y no puede serlo
porque es una Creación de Dios, que es absolutamente bueno (Cf. Suma Teológica, q 48 a 2, c).

El origen del mal en él tiene una explicación que excede a la filosofía y parte de la Revelación: el
pecado original, es decir, la desobediencia de los primeros hombres (Adán y Eva), que introduce el
desorden en el interior del hombre y en sus relaciones con el mundo y con sus semejantes.

En conclusión, Dios, siendo la Bondad Absoluta, es Causa de


todo cuanto existe, pero no es causa del mal existente. La historia del pecado original se narra
De la imperfección de la Creación, se sigue la posibilidad también en el Génesis. Ese pecado cometido
por Adán y Eva, simbolizado en la manzana que
de que exista el desorden en el hombre que quiere vivir
comen sin la autorización de Dios, no es de
sin Dios (que es el orgullo del pecado original, la tentación tipo sexual, como muchas veces se cree, sino
de ser como Dios); de este modo, se origina el mal en el que es de soberbia. Ellos desobedecen la orden
mundo. de Dios y se rebelan, escuchando la vos del
diablo que los tienta diciéndoles que si
desobedecen “serán como dioeses”.

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2.2. El mal en el orden moral


Otro nivel del mal es el mal moral, es decir, cuando esa privación se realiza en la conducta humana. En
efecto, para nosotros es una experiencia común el desorden que originan en las relaciones humanas, por
ejemplo, la falta de justicia, de prudencia, etc.

¿Qué pasa cuando se hace algo malo (como por ejemplo, un acto de injusticia)? Lo que sucede es que, a esa
acción humana, le falta una recta ordenación al bien, al verdadero Bien que es el que puede hacer feliz al ser
humano (Nicolas 1993: 361). Nos equivocamos, elegimos mal, y de esa falta de dirección al verdadero Bien,
surge el desorden interior.

La voluntad humana no está determinada porque son muchos los bienes que puede elegir, pero éstos no la
ayudan a alcanzar esa felicidad plena que persigue siempre. Por eso, se puede decir que está siempre
indeterminada, y por lo tanto, libre; y cuando elige busca siempre un bien. Todo ser quiere su perfección y,
por eso, la voluntad sólo quiere el bien, porque querer el mal sería lo contrario a su naturaleza.

En el caso del mal moral, la voluntad se equivoca en la elección, porque juzga


que aquí y ahora ese bien elegido es el mejor, entonces, elige el mal
El mal moral comprende no sólo la falta, sino indirectamente (363). De entre todos los bienes que tiene
también la pena, esto es, la consecuencia de la
disponibles, elige un bien menor o aparente, en vez de un bien
falta. La falta es lo que se perdona y
mayor o real. Por lo tanto, el mal moral es un defecto en la
desaparece en la Confesión. La pena permanece
en el alma y es lo que hay que purgar en el voluntad del que obra y consiste, fundamentalmente, en el
Purgatorio. Se produce una purificación (Para hecho de no considerar la ley, privando a su acto del fin que le
saber más, ver n. 1030-1032 del Catecismo de conviene (Santo Tomás, De malo, q.1,a.3.).
la Iglesia Católica (link en bibliografía).
La falta moral en la Teología cristiana se llama pecado.

El pecado es una falta contra Dios, contra la naturaleza y contra la Razón

 Contra Dios, porque se desobedece a las leyes (mandamientos) por Él establecidos para que el
hombre alcance su propio bien.
 Contra la naturaleza del hombre, pues ella desea su perfección y esa elección equivocada, de
alguna manera, lo impide.
 Contra la razón, porque deseando el Bien, no se decide por él, sino que, obnubilada por un bien
aparente, lo niega (CATIC, n. 1849)

3. El pecado como mal moral


La cuestión del mal que realizan los hombres es muy antigua y está entre los primeros temas que motivan
una reflexión del hombre sobre sí mismo y sobre el sentido de su existencia.

Los poetas griegos, antecesores de los filósofos, ya se planteaban el problema del mal que afecta a las
acciones del hombre. Homero, el más grande de ellos, comienza la Odisea con una afirmación clave de

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actualidad perenne que reflexiona sobre el hecho de que los hombres que siempre intentamos deslindarnos
de la responsabilidad que supone ser seres racionales y libres. El gran poeta dice: “Es de ver cómo inculpan los
hombres sin tregua a los dioses/ achacándonos todos sus males. Y son ellos mismos/ los que traen por sus
propias locuras su exceso de penas” (Odisea, canto I, 32-34). Lo interesante de la poesía griega es que pone al
hombre ante su propia verdad, pues no puede desentenderse del mal que causa. En estos textos, el desorden
social tiene como origen el desorden interior, es decir, el vicio, que es lo opuesto a la virtud, siendo esta
última la que instaura el orden interno y externo. De allí que la poesía homérica se plantee un fin educativo:
proponer héroes (hombres virtuosos) como modelos a imitar para la construcción de una sociedad en paz.
Para estos poetas estaba claro: eran las pasiones las que enceguecían al hombre y lo llevaban al error; sin
embargo, no llegaban a explicar bien el origen de este mal moral.

En realidad, nunca llegaremos a explicar con absoluta certeza por qué nos sucede aquí y ahora. El misterio
del mal es oscuro. Sólo podremos conocer algunos principios que nos permitirán entender algo de lo que nos
sucede. Tomaremos como punto de partida la Sagrada Escritura.

San Pablo, en la carta a los Romanos, dice lo siguiente:

Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al
pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco.
Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena. Pero entonces, no soy yo
quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir,
en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo
quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.

De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal.
Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay
en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está
en mis miembros.

¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias a Dios, por
Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi razón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne
sirvo a la ley del pecado (Rom 7, 14-25).

San Pablo tiene una visión muy profunda del mal en el hombre. Sostiene:

 Que no es algo que está fuera de él, sino en su interior.


 Que es algo fuerte (una ley) que no alcanza a dominar, de forma tal que lo lleva a la contradicción
de hacer lo que no quiere.
 Sólo la gracia le permite vencer esa fuerza maligna.

El pecado se define como un pensamiento, palabra u obra contrarios a la Ley de Dios.

Dios, en efecto, tiene leyes:

 La Ley eterna, que es la que rige sus acciones, su modo de ser y la ordenación de todo lo creado
hacia Él.
 La ley natural, que es una participación de las criaturas racionales en la Ley eterna, escrita en las
conciencias de manera tal de juzgar lo bueno y lo malo. Por ejemplo, todos sabemos que matar
está mal, porque el “no matarás” es un mandato de la ley natural.

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 La ley positiva está compuesta por los 10 mandamientos que recibió Moisés en el Sinaí (Exodo 20,
1-17), proclamada para que el hombre tuviese una guía de su obrar;

La finalidad de la ley consiste en fijar un modo ordenado de realización de un ser, orientando su acción a
un fin que le sea verdaderamente propio y perfectivo. Por eso, la ley es la expresión de un orden dado por la
Inteligencia divina como principio de todos los seres, que descubre la razón.

La ley divina no impide la libertad del hombre; el hombre sigue siendo libre y puede hacer lo que desee. Al
darle una ley, lo que hace Dios es señalar el camino que ya le había indicado dándole un determinado modo
de ser.

El pecado es un alejamiento de ese camino, una opción diferente que, bajo la pretensión de ser una
decisión propia y no ajena, lleva a una acción en contra de la Voluntad divina. La razón última de este
alejamiento tiene que ver con la humana y vana pretensión de no tener que obedecer a nadie más que a uno
mismo. Ese deseo de autonomía y de sometimiento solamente a la propia voluntad se llama soberbia (u
orgullo) y es la raíz de todo pecado, particularmente del pecado original (Cf Gunthor 1987: 668-782).

Volviendo sobre la definición de pecado, podemos detectar allí una palabra clave: falta. Se dice que es una
falta, porque el acto pecaminoso es un acto privado de algo. ¿De qué? Del orden que debería tener, esto es,
debería ser un acto conducente al fin último. En cambio, al pecar el hombre se aparta de ese fin.

La acción mala es una acción desordenada que no conduce al fin verdadero, y por esto, es también, a
la vez, causa de desorden (Cf Basso 1991: 243-273).

Es lo que San Pablo expresaba en esa lucha interior de querer el bien y no hacerlo. Ese desorden interior
pasa luego a complicar las relaciones entre los hombres. Este efecto es quizá lo que más percibimos de la
presencia del mal en nuestras vidas. Por ejemplo, desear tener más bienes de los que necesitamos para vivir
dignamente nos lleva a la codicia, la envidia, la vanidad, etc. Esto nos hace sentir infelices; y lo que es peor,
hace infelices a los demás, porque la ambición nos lleva indefectiblemente a perjudicar a algún otro. La
búsqueda de bienes necesita ser regulada por la razón que tiene que discernir cuáles son los aquellos que
realmente se necesitan.

De este modo, el pecado es ese desorden espiritual, esa alteración por la que las cosas menos importantes
se convierten en motivo de ansiedades difíciles de controlar. Seguramente, alguno pensará, con razón, que no
todos los seres humanos somos iguales, y que, por consiguiente, no se debe determinar lo que cada uno
necesita para ser feliz. Esto es cierto, si es que distinguimos aquellas cosas que todo hombre necesita como
reclamo de su naturaleza, de las que no lo son.

La naturaleza del hombre no es algo estático, sino que consiste en un principio de operaciones; porque el
modo de ser conforma el modo de actuar. Así, por ejemplo, el hombre no puede realizarse sino por la entrega
desinteresada de sí mismo en el amor a otro. El pecado es un impedimento para que este deseo natural de
amar a otro se realice. En este ejemplo, el pecado tiene un nombre: egoísmo, esto es, amor exagerado de uno
mismo, que lleva a que el hombre se busque a sí mismo en todo lo que hace.

Es en este sentido que se puede decir que la falta moral es contraria a la naturaleza del hombre, porque
se pone un obstáculo a la actualización de sus capacidades. Como dice Santo Tomás: “pecar no es otra cosa

Unidad 3: El misterio del mal 8


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que permanecer por debajo del bien que corresponde a uno según su naturaleza” (Suma teológica, I-II,
q.109,a. 2,ad. 2). En otras palabras, uno actúa en contra de sí mismo. Por esto, se produce una división
interior, que es lo que San Pablo expresaba en esa lucha interna.

El pecado es no sólo un acto contra la naturaleza del hombre en general, sino también contrario a la
razón, porque ella debería ser la que le muestre a la voluntad el bien a querer.

Pero el deseo, la fuerza de la pasión le impide, en parte, actuar y termina por seguir ese impulso (Cf. Pieper
1986: 51ss). El pecado entra en contradicción con lo que el hombre sabe y ve; es la negación de la razón, que
muestra la realidad de los verdaderos bienes.

En conclusión, el pecado es un retroceso en el proceso de crecimiento personal, un mal, porque produce


un quebrantamiento de las relaciones del hombre con Dios, con los otros hombres, y con él mismo.

Respecto de este último aspecto de los afectos, el pecado produce en el hombre “angustias”, como
sostenía el filósofo Soren Kierkegaard (Cf Mondin 1992: 182-190), quien afirma que la angustia es el núcleo
fundamental del pecado. Esta angustia no es miedo de un mal externo, sino que se teme por la pérdida de
unidad consigo mismo. El hombre es un ser que vive entre lo espiritual y lo corporal, lo finito y lo infinito y su
realización personal pasa por resolver su relación con Dios. El pecado consiste, básicamente, en el intento de
ser uno mismo el fundamento propio, y no Dios. Este intento produce desesperación, porque es un intento
vano. En esto consiste la desobediencia que define el pecado como tal. La observación de Kierkegaard es
profunda puesto que el mal existe y se percibe en una división interior. Es un tema del que el hombre no
puede escapar y que le exige respuestas.

Una de las mayores dificultades consiste en no reconocer la dimensión espiritual de nuestra interioridad y
pensar que los problemas que padecemos son sólo psicológicos. Es cierto que un psicólogo es necesario para
ayudar a salir de situaciones enfermizas. Ahora bien, si quisiera entender en serio lo que pasa en el hombre, en
su interior, es también necesario que conozca algo del misterio del bien y del misterio del mal. Sin entender lo
que significa la gracia, el modo de amar de Dios y su modo de ver el pecado, es difícil encontrar soluciones
verdaderas a los problemas espirituales.

4. La Bondad de Dios frente al misterio del mal


Si Dios sabe que voy a realizar un acto malo, ¿por qué no lo impide?1 En realidad, Dios lo sabe porque ve
no sólo el presente, sino también el futuro, desde la eternidad. Este Conocimiento divino no modifica la
voluntad del hombre, que es la única causa directa del acto pecaminoso.

1
Que Dios permita el pecado no significa que lo autoriza, Él deja que suceda, es decir, no lo impide como podría hacerlo
porque domina soberanamente todas las cosas, esto es también la voluntad humana. Dios quiere que el hombre evite el

Unidad 3: El misterio del mal 9


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Dios lo podría impedir, pero no lo hace porque no quiere privar al hombre de la libertad. Dios respeta
la libertad del hombre quiere ser amado y elegido por él, libremente, como lo más importante.

Cuando decimos que la voluntad del hombre es la causa directa del pecado, afirmamos que no se puede
trasladar a otros la responsabilidad del mal que generamos. No obstante esto, no hay que olvidar que hay
elementos que aumentan o disminuyen la voluntariedad de un acto. Por ejemplo, no es lo mismo la
responsabilidad ética de alguien con formación que conoce el bien y el mal que hace, que la de aquél que
carece de esa formación, o bien del que, por confusión, piensa que hace el bien cuando obra mal.

Pero quizás lo más frecuente sea el condicionamiento que la voluntad recibe de las pasiones. En efecto,
estos movimientos de la dimensión sensible del hombre se presentan con tanta vehemencia que envuelven y
confunden al juicio de la razón. A menudo se ve como bueno aquello que nos atrae más o que nos da más
placer en el presente. Es importante tener presente estas influencias de la voluntad, porque se entiende al
hombre cuando se lo considera en su totalidad.

Éste es el motivo por el cual la Teología moral, teniendo en cuenta la condición del hombre, enseña que
Dios se compadece y perdona con más facilidad aquellos pecados que se cometen por debilidad (los
relacionados con los placeres del sexo, comida, bebida, etc.), que aquellos que se realizan por malicia (esto es,
con conocimiento e intención de dañar) como la difamación, injusticias graves, uso de las personas con fines
políticos-comerciales, etc.

Pecado, entonces, no son “las mentiritas”, las faltas de educación, o “las cosas desagradables” del
comportamiento del hombre, sino

la incapacidad del hombre de amar a los demás y a Dios, más que a sí mismo.

El pecado tiene no sólo una dimensión horizontal, es decir, de ofensa-daño a los demás, sino
fundamentalmente una dimensión vertical, pues hay una desobediencia a Dios, que causa enemistad con Él.
Como esa relación de amistad no es de igual a igual, ser amigo de Dios significa, como lo enseña el Evangelio,
cumplir con los mandamientos.

La pérdida de la amistad con Dios no significa que Dios se aleje del hombre, más bien es el hombre el
que se aleja de Él.

Y esta distancia puede darse de dos maneras:

 Pecado venial: cuando la falta es leve y no constituye un ofensa grave a Dios; por ejemplo, la
mentira (si es que no causa daño grave);

pecado, es decir, que no se aparte de su Amor y, para esto, le envía gracias, pero es la voluntad la que las acepta o no
libremente (Cf. Nicolás 1993: 377).

Unidad 3: El misterio del mal 10


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 Pecado mortal: cuando existe ofensa grave, porque hay un bien superior que se deja de lado, como
los pecados contra la vida ajena (aborto-eutanasia) o las injusticias por las que se causa grave daño
a otros.

Así llegamos a la consideración del punto de vista divino sobre el pecado, porque el hombre lo entiende de
una forma determinada e incluso, a veces, en vez de asumirlo, lo niega. En cambio, Dios, conociendo mejor
que nadie la naturaleza del hombre y sus debilidades, encuentra aquí una ocasión de acercarse como nunca al
hombre.

Para no arrogarnos gratuitamente la Visión divina, recurrimos a uno de los pasajes más bellos del
Evangelio. Allí Cristo cuenta una parábola en la que enseña el modo en cómo Dios ve la miseria humana: “la
parábola del hijo pródigo”:

Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia
que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor
recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida
licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a
sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo
envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que
comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi
padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!". Ahora mismo iré a la
casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado
hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro,
lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser
llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo.
Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue
encontrado". Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa,
oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le
preguntó que significaba eso. Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el
ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". Él se enojó y no quiso entrar. Su
padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber
desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta
con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!" Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (Lc 15, 11-32).2

Así mira Dios al pecador. Él está siempre dispuesto a perdonar. Su amor no depende del comportamiento
del hombre, Él ama porque es la Bondad Absoluta.

Claro que tener una respuesta a su Amor lo hará, seguramente, ser más generoso. Pero esto no significa
que no se compadezca de la debilidad del hombre; a pesar de ella,

2
La actitud de este hijo mayor refleja el modo cómo normalmente entendemos la cuestión del pecado, es decir,
tendemos a pensar que nos hacemos buenos por nuestros actos, y que esto no da derecho a recibir bienes de parte de
Dios, como si Él estuviese obligado a hacerlo. Más aún, hay quienes se molestan porque Dios sea misericordioso y
perdone a quien quiera y reparta bienes a según su voluntad. Para Dios, lo más importante es que el que lo busca lo
encuentre, aunque sea un pecador.

Unidad 3: El misterio del mal 11


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Él sigue queriendo al que se equivoca y le ofrece siempre, siempre, su perdón.

Dios está, en todo momento, cerca del hombre, aunque éste se aleje de Él por su soberbia (la esencia del
pecado). Lo que nos acerca a Dios, en cambio, es la humildad, es decir, reconocer lo que en realidad somos,
aceptar nuestros límites y no pretender ser salvadores de nosotros mismos.

No hay pecado, por más grande que sea, que Dios no perdone. Esto es algo que el hombre nunca debería
olvidar. El mal comienza su tarea de desorden en la pretensión de absoluta autonomía.

4.1. ¿Por qué Dios permite el mal en el mundo?


Hasta aquí vimos lo que es el Mal, y particularmente, qué es el mal que el hombre puede generar. No
obstante, queda siempre por resolver la siguiente cuestión: ¿por qué Dios lo permite?

No se puede pensar que exista un Dios del mal. Ya lo dijimos: el mal necesita de un sujeto (un bien) para
existir y el mal en sí mismo es imposible.3

Algunos podrían pensar que si existe el mal, entonces, no existe Dios. Habría que responder que Dios existe
y existe un mundo que es bueno, que tiene el mal por ser imperfecto. El mundo es un ente contingente. Con
respecto a este tema, es importante recordar ahora algunas teorías antiguas, porque se repiten a lo largo de
la historia y reaparecen hoy con nuevos formatos:

 Teoría del dualismo: consiste básicamente en intentar una explicación del misterio del mal
remontándose en una cadena de causas hasta una causa primera del mal. Habría, entonces, dos
principios (dualismo) que explican la existencia de todo: el principio del bien y el principio del mal.
Ésta es la explicación del maniqueísmo que sostiene que existen, “en el tiempo anterior”, dos
naturalezas: la luz y la oscuridad, el mal y el bien, Dios y la materia. Estas dos sustancias se
conciben como fuerzas que se expanden en el Universo y allí se enfrentan.
 El mazdeísmo propone una explicación emanativa del mundo, el cual surgiría como proceso de
emanación de la luz original.
 El gnosticismo también posee una visión negativa del mundo. Éste se percibe como una realidad
mal hecha que debe ser transformada por el hombre; todo lo material, incluso el cuerpo, es algo
extraño a la verdadera sustancia del hombre, que es el alma. Dios no quiso crear el Mal, es obra de
un demiurgo (ser espiritual inferior a Dios).

3
No puede haber un primer principio de todos los males, como hay un primer principio de todos los bienes: “1) porque el
primer principio de los bienes es bueno por esencia, pero nada puede haber malo por esencia; 2) porque el primer
principio de los bienes es el bien sumo y perfecto [...] pero no puede haber un sumo mal, porque el mal disminuye
siempre el bien y no puede jamás destruirlo totalmente [...] si existe un mal completo se destruye a sí mismo; 3) porque la
naturaleza repugna a la del primer principio [...] porque el mal no puede ser causa sino accidentalmente” (Santo Tomás,
Suma Teológica, I q. 49, a.3, c.)

Unidad 3: El misterio del mal 12


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La Teología cristiana niega que Dios sea el creador del Mal, porque “crear” significa dar existencia a algo, y
en este caso, no hay algo que comience a ser, más bien hay un ser que le falta algo para estar completo. La
privación no puede ser creada; es creado un ser y, en él, se da la falta.

Respecto del origen del mal en la historia de los hombres, la Teología católica tiene un pensamiento
claramente definido: la doctrina del pecado original.

En los comienzos de la existencia humana, hubo una falta cometida por los primeros hombres que dio
origen a la presencia del mal en el mundo y de cuyas consecuencias todos somos, en cierta medida,
responsables.

Después del pecado de Adán, todos los hombres somos pecadores.

En el libro del Génesis, se relata la falta de Adán y Eva de la siguiente manera:

La serpiente era el más astuto de todos los animales que el Señor Dios había hecho, y dijo a la
mujer: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?” La mujer le
respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que
está en el medio del jardín, Dios nos ha dicho: `No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario
quedaran sujetos a la muerte´”. La serpiente dijo a la mujer: “No morirán. Dios sabe muy bien que
cuando ustedes coman de ese árbol se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del
bien y del mal”. Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y
deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió, luego se lo dio a su marido que
estaba con ella, y él también comió (Génesis 31-6).

Este relato pertenece a la tradición yahvista que describe, recogiendo elementos de otras culturas
orientales, un jardín en el que habita Dios y el hombre. Desde el inicio, la vida humana ésta está asociada al
Poder divino, lo cual se deja claro cuando el hombre recibe el aliento de vida de Dios. Dios es, entonces, el
Dios de la Vida. Luego, se describe el lugar con la imagen de un oasis en medio de un desierto, con abundancia
de árboles y plantas, en el cual el hombre tiene la obligación del trabajo. En el relato, se menciona también la
imposición de un mandato divino: la prohibición de comer del árbol del bien y del mal. No importa aquí qué
tipo de árbol sea ni de qué fruto se trate; se trata más bien de una representación de la necesidad de
obediencia del hombre a Dios y de la plenitud que de ella se sigue, la cual se describe como lo que se ha
llamado luego Paraíso.

La desobediencia tiene como punto de partida la soberbia del hombre y como efecto, la expulsión del
Paraíso. A partir de allí, en la vida del hombre, aparecen la fatiga, el dolor, la muerte y la enemistad con sus
semejantes.

Dejando de lado los elementos propios de un análisis literario del texto, podemos sacar de la narración
algunas ideas teológicas fundamentales respecto del origen del mal:

 Es introducido en el mundo por la tentación de la serpiente, a través de la cual se simboliza el mal.


 La existencia del mal es anterior al pecado humano. La Teología católica ha puesto el origen del
mismo en el pecado de los ángeles que, como seres puramente espirituales, también fueron
creados libres y tuvieron en algún momento que optar por adorar a Dios o negarlo. Los que se
negaron son los demonios presididos por uno a quien la Escritura llama “Satán”.

Unidad 3: El misterio del mal 13


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 El demonio, representado en la serpiente, intenta que el hombre se ponga en el lugar de Dios y que
se sienta completamente independiente de Él. Éste es el núcleo del pecado y, además, el
paradigma que muestra lo que todo pecado en el fondo es.
 Del relato se puede deducir también que esta ruptura de
La intervención libre de la voluntad humana
la amistad original del hombre con Dios es fruto de
es un dato es importante, porque en muchas
una intervención totalmente libre de la de las explicaciones mitológicas del origen
voluntad humana.4 del mal, se afirma una visión fatalista de la
 El pecado aparece también en el texto como una historia humana, desligando toda

fuerza contagiosa. Eva y Adán son cómplices de la responsabilidad que cada persona tiene en el
pecado (Gozzelino 1991: 345-353).
falta.
 A partir del pecado, el hombre siente vergüenza, se
oculta ante Dios. La reacción inmediata es el no reconocimiento de su culpa; el hombre descarga
en la mujer de su responsabilidad y ella, en la serpiente.
 Así, está ya instalada la enemistad entre los hombre como fruto de aquel desorden en la relación
con Dios. La soberbia aleja al hombre de Dios, y también de los demás hombres; lo deja sólo. La
consecuencia de la falta acarrea una nueva situación irreparable a partir del punto de vista del
hombre, no sólo para ellos, sino para todos los hijos. Allí se inicia la historia del pecado y de la
muerte.
 Queda también claro que es la serpiente el objeto de la maldición divina, y no el hombre y la
mujer. Éstos sufren la consecuencia de su falta, pero no dejan de ser protegidos por Dios. Por eso,
el texto resalta también el ofrecimiento del envío del Salvador5.

El autor inspirado no pretende explicar científicamente la relación entre aquel pecado de Adán y Eva y los
pecados de cada hombre, pero sí enseña que aquél es el primero y el origen de la introducción del mal en el
mundo. Para entender la relación entre aquel primer pecado y la situación posterior de los hombres, hay que
tener en cuenta que existe un vínculo que une a todos los hombres, que no es solamente biológico, sino
también espiritual (Ladaria 1993: 63-78).Cada persona humana es un individuo y, por ser libre, es responsable
en sí mismo de sus faltas; sin embargo, el bien y el mal que cada ser humano hace repercute, de alguna
manera, en los otros. Esto es lo que enseña San Pablo cuando dice:

Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado, la muerte, y así la
muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron [...] Pero no hay proporción entre el don y la
falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por
la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos
[...] en efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por
medio de un solo hombre, Jesucristo, aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de
la justicia... Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron
en pecadores también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos (Romanos 12-19).

4
En el estado anterior del pecado original, el hombre vivía en una situación de armonía y plenitud, porque estaba libre
del desorden de las pasiones, no estaba sujeto a la muerte, ni a la enfermedad. Esto es una verdad que enseña la Teología
y el Magisterio oficial de la iglesia (Concilio de Trento)
5
“Y el Señor Dios dijo a la serpiente: `Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales [...]´ Y el Señor le dijo a
la mujer: `Darás a luz a tus hijos con dolor [...]´ y dijo al hombre: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que
vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás´” (Génesis 3, 14.16-17).

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San Pablo enseña, en primer lugar, que el pecado abarca a todos los hombres y que Dios ha enviado a su
Hijo para que los libre de este mal. Por otro lado, afirma que la justificación (liberación) no se da por méritos
propios, sino mediante la fe. Hay aquí una visión positiva del misterio del mal, porque, lejos Dios de condenar
al hombre y apartarse, se acerca a través de la Misericordia para ofrecerle la salvación por medio de la fe en
Cristo.

En el texto, también se mencionan a Adán y a Cristo como figuras contrapuestas; por el primero, se
introduce la muerte, entendiendo por ésta no sólo la muerte física sino también el alejamiento de Dios. Está
claro que las consecuencias del pecado de Adán se manifiestan en la muerte y en el pecado que a todos
alcanza y que todos, personalmente, ratifican. Pero el texto resalta, en paralelo, la figura de Cristo y el hecho
de que la gracia de Dios es más fuerte que el pecado, de modo que abundará entre los hombres “mucho más”
que la fuerza del mal. Hay, por lo tanto, un mensaje optimista puesto que, en definitiva, vence el bien sobre el
mal, la bondad y la compasión del hombre sobre la miseria humana.6

La clave está en la palabra obediencia, puesto que todo pecado es, en el fondo, un acto de soberbia y
orgullo. Por eso, el primer pecado es una desobediencia y la actitud que redime es la de la obediencia de
Cristo y la de los hombres a Él. De toda esta enseñanza bíblica, podemos deducir la existencia de la fuerza del
pecado en el mundo, que proviene del pecado de quienes estaban al principio de la historia y que domina, en
adelante, la existencia de aquellos que rechazan incorporarse a Jesús. 7

6
En la historia de la Teología, se han dado dos visiones contrapuestas del pecado original. Por un lado, los
exageradamente optimistas que niegan toda influencia del pecado en los hombres, como Pelagio (siglo IV) y sus
seguidores, para quienes el pecado de Adán es sólo un mal ejemplo y sólo existen los pecados personales. Por otro lado,
están los exageradamente pesimistas que afirman la corrupción total de la naturaleza humana. Es el caso de Lutero y de
la Teología protestante en general. En esta Teología, el pecado original es pecado personal de Adán y pecado de cada uno
por la concupiscencia que nos lleva a cometerlo; es la inclinación al mal y la imposibilidad de hacer el bien. A partir de
este pecado, el hombre queda privado de la gracia e imposibilitado de alcanzar la justicia, la cual sólo es imputada
exteriormente mediante la fe. El hombre ha perdido radicalmente la libertad para hacer el bien y es la concupiscencia el
principal pecado. El error de Lutero es identificar la tendencia a la sensualidad de los instintos básicos del hombre con el
pecado original, siendo éste mucho más que eso: un verdadero desorden del alma. Lo más llamativo de esta doctrina es
que el hombre queda constituido permanentemente en estado de pecado; esto significa que se ha instalado el mal en su
naturaleza y que lo único que puede lograr es que Dios no lo juzgue, sino que lo perdone imputándola extrínsecamente
los méritos de Cristo por la fe. Una visión semejante del hombre termina necesariamente en el pesimismo y la tristeza,
puesto que el hombre se sabe portador de un mal que lo vence (Piolanti 1994: 402-419). Una variante dentro de esta
misma teoría protestante es la doctrina de Jansenio que también enseña la imposibilidad del hombre de vencer la fuerza
del mal y la pecaminosidad de sus actos aún de aquellos en los que no interviene una decisión libre. De esta manera, todo
lo natural al hombre se vuelve malo y sólo lo sobrenatural puede redimirlo. Esto dio origen a una visión pesimista del
cuerpo y de los placeres lícitos al hombre. Todas estas doctrinas fueron rechazadas por el Magisterio Oficial de la Iglesia
7
Uno de los problemas que se plantea es la participación de todos los hombres en este pecado original, puesto que si
afirmamos que todos participan, esto incluye también a los niños, los cuales, antes del uso de razón son moralmente
inimputables. De los textos de la Biblia se deduce que efectivamente el pecado se extiende a todos, pero es indudable la
responsabilidad personal en su realización, por lo tanto, esa privación de la gracia querida por Dios que es el pecado
supone una decisión libre del hombre. Por lo tanto, podemos decir que el pecado original también los afecta en cuanto
pertenecen a la humanidad y están incorporados a ella no sólo biológicamente, sino espiritualmente, recibiendo de ella
todo lo que ésta implica también esta participación en el misterio del mal. El pecado de la humanidad que nos ha
precedido pesa sobre el ser humano y sobre toda la humanidad. Pesa en cuanto impide la unión con Dios mediada por
Cristo y la unión entre los hombres. Todo esto explica la costumbre de la Iglesia de bautizar a los niños. ¿Qué es lo que

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4.2. La Providencia: el plan de Dios


En definitiva, Dios no crea el mal y no lo quiere, sino que lo permite. Permitir no designa ningún tipo de
causalidad, sólo el hecho de dejar que sucedan las cosas.

Dios rige (gobierna) y ordena el mal, porque Él dirige todo lo que existe de acuerdo con su plan. Esto
es lo que se llama Providencia en Teología.

Este concepto indica que nada puede escapar de este plan, porque, entonces, Dios no sería la Suma
Inteligencia o el Todopoderoso (Possenti 1997).

Dios permite el mal no porque sea débil, sino todo lo contrario: es una manifestación de Su poder infinito,
porque si hace falta potencia infinita para crear y hacer existir un nuevo ser, más potencia se requiere para
transformar un mal (una privación) en un bien. Es una intervención directa de Dios para redimensionar un
efecto.

El mal existe porque Dios ha juzgado que es mejor sacar un bien del mal, que evitar que se diera.

Él piensa que, a pesar de la imperfección de algunos seres y de la falta de perfección de la totalidad del
Universo, Él puede sacar provecho de esas faltas.

Para entender bien esto, tenemos que volver sobre la distinción de niveles del mal, porque, dentro del plan
divino (la Providencia con la que dirige todo cuanto sucede en el mundo), la frustración (como efecto del mal)
de un ser en un nivel puede convertirse en un bien en otro nivel.

Un ejemplo para entender esto es el caso de la enfermedad: esto que representa un mal (un dolor, una
incapacidad) en el orden físico puede convertirse en un bien en el orden espiritual. Algunos sabemos que hay
cosas muy importantes en la vida de un hombre, que sólo se aprenden a partir de la dura experiencia del
dolor. El dolor nos enseña a ser humildes, es decir, a conocer la fragilidad de la condición del hombre. Nos
hace sentir en la carne nuestra finitud y pobreza. El dolor también nos ayuda a ser solidarios y comprensivos
con los que sufren. Los que no han sufrido suelen ser indiferentes al dolor ajeno, y no hay nada que nos haga
más humanos que tener capacidad de compadecerse de la necesidad de otro. El dolor, finalmente, es lo que
nos hace madurar, porque nos aleja de las superficialidades mostrándonos su inconsistencia. Lo mismo sucede
con la muerte, que constituye un bien, pues el único modo de alcanzar la Vida eterna es pasar por ella.

Dios puede hacer lo que quiera, porque es Todopoderoso. Lo único que no puede hacer es algo ilógico y
contradictorio. Esto sólo lo realizan los hombres por debilidad.

sucede con aquellos que no llegan a recibir el Bautismo? Existe el Bautismo de deseo, es decir, la intención de los padres
o bien de la Iglesia de aplicar el Bautismo; y finalmente, la Voluntad divina de salvar a todos los hombres. Ninguna
persona humana queda al margen del ofrecimiento de la salvación que Dios, en algún momento, le hará y que él deberá
aceptar libremente (Ladaria 1993: 118-122).

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Dios no podría haber creado un mundo perfecto, porque en ese caso, hubiese creado otro Dios y esto sería
ilógico, como veremos más adelante. Por lo tanto, el mundo no puede ser perfecto.

4.3. ¿Podría haber creado Dios un mundo mejor?


La respuesta es: quizás. Desde el punto de vista de la Potencia divina, es posible; lo que es imposible es que
Dios haya creado un mundo sin defectos. Esto último no significa que Dios haya estado determinado a crear
este mundo, no crea por necesidad, sino por Bondad y con absoluta libertad.

La posibilidad de un mundo mejor es sólo una hipótesis. Dios creó este mundo y quiso darle al hombre la
libertad para que eligiera el bien y así tuviera mérito. Quiso también darles a las creaturas real capacidad de
actuar como causas segundas, si éstas obran defectuosamente es por su imperfección.

Dios piensa el mundo como una totalidad ordenada. Esto significa que hay en él distintos tipos de seres,
unos más perfectos que otros; y éstos últimos son los que deben conducir la Creación a su fin último: Dios
mismo. El hombre es el ser más elevado y a él, como ser espiritual, le compete la tarea de colaborar en el
retorno de las creaturas a su Creador.

El mundo, a pesar de sus imperfecciones, se realiza, si el hombre llega a Dios; porque, de alguna manera,
se realizan en él todos los demás seres:

Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que
se revelará en nosotros. En efecto, toda la Creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos
de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero
conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción
para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Romanos 8, 18-22).
En la misma línea de lo que decíamos respecto del mal físico, podemos decir que Dios permite el mal moral
(el pecado), porque también de él puede sacar un bien espiritual. Del pecado, el hombre puede aprender
cuánto necesita de Dios para hacer el bien y puede también ser más comprensivo con las debilidades de los
demás, ayudándolos. Éste es el motivo por el cual el Padre no se escandaliza por el pecado del hijo perdido,
sino que se alegra por su regreso, porque sabe que nadie lo quiere más que aquél que se sintió realmente
perdonado por Dios.

4.4. La Providencia y el destino


La presencia del mal en nuestras vidas, a veces, nos hace pensar en una suerte de plan oculto, porque nos
suceden cosas malas en determinados momentos. Lo primero que se nos ocurre pensar es que era algo
determinado por alguien que debía darse sí o sí. Entonces, si es algo presente, ensayamos explicaciones
relacionándolo con otros hechos; o si nos inquieta el futuro nos gustaría que alguien nos dijese lo que nos va a
pasar.

Es como si el fatalismo nos hiciera tomar distancia de eso que nos resulta repulsivo, el mal, el dolor, como
si todo esto no tuviese que ver con nuestra verdadera condición de seres frágiles. Imaginar un destino

Unidad 3: El misterio del mal 17


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marcado por otro es una forma de evadir la responsabilidad que significa hacerse cargo de ser hombre y no
Dios.

Para la Teología católica, el destino NO existe. Existe el plan de Dios, que llamamos “Providencia”.

Él es un Ser inteligente y, al crear las cosas, quiso que éstas se realizaran, y por ello, estableció este plan, el
cual prevé no sólo la acción divina, sino también la actuación de las causas segundas (la voluntad del hombre).
Y la acción de éstas últimas no está determinada por nadie, es libre.

El hombre como causa segunda no está determinado a elegir un determinado bien. Sólo se puede decir
que está determinado en cuanto al fin que busca y aquello que lo hace feliz, en cuanto que no cualquier bien
es conveniente a su naturaleza.

En lugar de destino, los cristianos creemos en la Predestinación.

Este concepto tiene un significado general y otro más restringido:


Llamamos “predestinación” NO al hecho de
 en sentido general, designa la operación con la cual que el destino del hombre esté fijado de
Dios decide la suerte final del hombre; antemano, sin importar lo que haga, sino al
 en sentido restringido, se refiere a las acciones plan salvífico que Dios tiene para el hombre
divinas con las cuales Dios provee a la (sería la Providencia aplicada a la persona
humana), más allá de que éste luego pueda
salvación del hombre, es decir, el plan según
aceptar ese plan o rechazarlo y así elegir su
el cual le envía gracias para su salvación (Suma propio destino, ya sea en el amor de Dios o en
Teológica, I, q. 23, a 1). alejado de Él.

En el Antiguo Testamento aparecía ya el concepto de elección como


un acto completo, libre y gratuito de Dios, que concede sus favores a determinadas personas (Abraham, Isaac,
Jacob, Moisés, Etc.) y al pueblo de Israel. Ese amor preferencial no se justifica por las virtudes de las personas.
El único motivo es el amor de Dios y su fidelidad a las promesas.

El termino “predestinación” aparece en San Pablo, quien lo usa para referirse a la Sabiduría escondida de
Dios con la cual nos guía a la Vida eterna (Ibáñez-Ibáñez 1983). Este plan misterioso consiste en el proyecto
de elevar a la humanidad del estado de “hombre viejo” al de “hombre nuevo”. En este plan, Cristo es el centro
y su obra salvífica llega a todos los hombres de todos los tiempos:

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase
de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que
fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos
adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria
de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos
recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros,
dándonos toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al
designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de
los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo. En él
hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano, según el previo designio del que realiza
todas las cosas conforme a su voluntad (Efesios 1, 3-12).
La predestinación tiene dos aspectos:

Unidad 3: El misterio del mal 18


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 es un acto libre de la voluntad de Dios, de su amor por el hombre;


 es la respuesta del hombre a este llamado divino.

El fruto de la predestinación es el envío de gracias; y el fin de todo el plan divino es la recapitulación de


toda la Creación en Cristo. Es ésta la obra de Cristo; lo que hizo ofreciendo su vida en la Cruz (ver lo que dice
San Pablo en Romanos 8, 28-3).

Como en el caso de la Creación del mundo, la predestinación no tiene otra razón de ser que la Bondad
misma de Dios; porque, como dijimos antes, Dios ama al hombre por Sí mismo y porque es Bueno, antes de
que él exista; esto excede completamente las capacidades humanas.

De este modo, no existe oposición entre predestinación y libertad humana, porque Dios conduce las cosas
creadas respetando su naturaleza. Él es su Creador y, si no las respetara, se contradeciría a Sí mismo. Por eso,
tiene en cuenta la libertad humana y, cuando mueve la inteligencia o voluntad del hombre, lo hace de manera
tal de no determina dichas potencias a actuar de una forma (Suma Teológica, I–II, q. 10, a. 4).

Como veremos en la próxima unidad, Dios da su gracia, la cual comporta una energía divina con la cual el
hombre puede realizar un acto sobrenatural. Puede y no debe, puesto que es libre para negarse, como de
hecho sucede (Cf. Santo Tomás, Suma Teológica, q.23, a.4, c.). Dios no violenta la voluntad del hombre; hay que
distinguir entre influenciar y obligar. La gracia que Él le otorga al hombre es sólo una capacidad para algo o
para dirigirse hacia Dios, pero contando siempre con la intervención libre de la voluntad (Garrigou-Lagrange
1936: 209-218).

Es un error pensar que estar predestinado a la salvación significa que hay algunos que fueron elegidos por
Dios y se salvarán por ello, y que hay otros que, inevitablemente, se condenarán a vivir eternamente sin Dios8.
Esto sería un absurdo, puesto que Dios habría creado un ser libre para que lo amase libremente y Él habría
determinado privarlo para siempre de esa posibilidad. Sería un sin sentido y una crueldad. A pesar de lo difícil
que resulta pensar en esta posibilidad, es esta la idea de predestinación de la Teología protestante, a partir de
Lutero. Para él, había una doble predestinación: una, para la vida eterna con Dios y otra, para la condenación.

Dios no salva sin la cooperación libre del hombre; porque Él que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin
nosotros. Dios no permitirá que alguien viva lejos de Él (condenación) si Él no lo desea. En realidad, Dios no
condena al hombre; es el hombre que se condena, porque Dios está dispuesto a respetar su libertad hasta las
últimas consecuencias, aunque esto signifique la infelicidad para siempre.

Hasta ese punto llega el respeto de Dios por el hombre: puede este pequeño ser pararse frente a Dios y
negarlo, negarse a amarlo para siempre y Dios tolerar (respetar) esta terrible decisión para siempre. El
infierno no es un lugar con llamas de fuego, es un estado del alma, de soledad e infelicidad que no se termina
más.

8
Hay algunos que entendieron mal este tema de la predestinación, estos son: a) los que afirman que el hombre puede
alcanzar la salvación por sus fuerzas naturales (pelagianos); b) los gnósticos, que sostienen que hay algunos hombres que
son buenos por naturaleza y hay otros que son malos por naturaleza; c) los fatalistas y deístas, que niegan la providencia
de Dios.

Unidad 3: El misterio del mal 19


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Bibliografía
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SANTO TOMAS, De malo

SANTO TOMÁS, De Veritate.

Unidad 3: El misterio del mal 20


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CÁTEDRA DE ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

04 El orden sobrenatural
Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa: Ramos, Alejandro (2007).
Versi Mayo 2016 Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape
ón 4
Esta obra está bajo Licencia Creative Commons
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Unported

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Unidad 4:
El orden sobrenatural
Módulo de estudio
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Lo Sobrenatural ..........................................................................................................................................3
1.1. Lo natural y lo sobrenatural ................................................................................................................5
2. La gracia en la Biblia .................................................................................................................................10
3. El misterio de la gracia..............................................................................................................................11
3.1. La necesidad de la gracia ...................................................................................................................11
3.2. Dios tiene siempre la iniciativa..........................................................................................................13
3.3 Las clases de gracia .............................................................................................................................14
3.4. Los efectos de la gracia: la justificación del hombre y los méritos sobrenaturales ..........................15
Bibliografía....................................................................................................................................................21

Unidad 4: El orden sobrenatural 2


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1. Lo Sobrenatural
En el Diccionario de la Real Academia, el
“Lo sobrenatural” hoy nos resulta una expresión ambigua por la adjetivo “sobrenatural” se define como
aquello “que excede los términos de la
diversidad de significados que tiene según los contextos y por la
naturaleza”.
poca claridad con la que, a menudo, se lo define. Nosotros vamos a
intentar repasar algunos de esos significados:

 Al escuchar hablar de lo sobrenatural, lo primero que se nos ocurre pensar es en el título de uno de
esos programas de la TV del canal Infinito, en los cuales hay un personaje que, hablando con
forzado tono de misterio, intenta introducirnos en los secretos de alguna de las concepciones
orientales sobre la vida del hombre y el mundo.
 Otro sentido de la expresión se halla en los libros pseudo-filosóficos o pseudo-teológicos de la
New Age, en los cuales se usa como síntesis de una espiritualidad que se funda en el panteísmo. El
hombre tiene que tomar conciencia de que forma parte de una única sustancia, el Todo, y a través
de esta tarea racional, alcanza su propia salvación. “Sobrenatural” significa, en este caso, la
conciencia que el hombre tiene de lo divino de su ser; éste sería el modo de alcanzar la armonía
corporal y espiritual, y a través de ella, la plenitud.
 También es un término que se ha banalizado en la expresión popular y que se aplica para hacer
referencia a una experiencia profunda de exaltación de los sentidos, un estado de éxtasis al cual el
hombre llega por el placer.
 Una variante dentro de esta idea sería cuando se aplica este concepto a la idea de “inspiración”
que ilumina y dirige la obra de un artista en un momento especial de “iluminación”, o a la
experiencia estética que puede conmover el alma de un hombre ante la presencia de lo bello.

En todos estos casos, se verifica una profunda desvirtuación del significado de este concepto; puesto que el
mismo término sugiere algo que escapa a la realidad humana y a las posibilidades de su propia fuerza.

Hablamos de lo sobrenatural cuando algo está por sobre la naturaleza sea del mundo o sea del
hombre. Es algo que trasciende, está por encima, antes y después del hombre: Dios, que es su Causa.

De esta forma, nos acercaríamos más al concepto cuando nos referimos a la existencia de fenómenos que
exceden la capacidad humana para realizarlos y comprenderlos.

El ejemplo más claro es el del milagro. A veces, se confunde el milagro con lo sobrenatural, y decimos se
confunde porque son cosas distintas; el milagro (una sanación, por ejemplo) es un hecho sobrenatural, pero
sólo en cuanto al modo cómo se produce. Es un hecho que se realiza al margen de las leyes de la naturaleza, a
raíz de una intervención extraordinaria de la Primera Causa eficiente de todo, que es Dios. Así es en este
sentido que se dice que es sobrenatural una curación milagrosa, porque no tiene posibilidades de explicación
por medio de la ciencia (Cf. Spiazzi 1991: 145-149).

Pero lo sobrenatural no sólo es lo que se produce de esa forma extraordinaria, sino también

algo que el hombre recibe desde afuera, que no sale de él mismo y que produce, en él, un efecto que
es sobrenatural en sí mismo: la participación en una vida diferente, superior, como es la Vida divina.

Unidad 4: El orden sobrenatural 3


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En el caso del milagro, el hecho es sobrenatural, pero el efecto es natural: por ejemplo, la salud del cuerpo.
Pero en el segundo caso, no sólo el hecho es sobrenatural (tener Fe, por ejemplo), sino que el efecto es
también algo sobrenatural puesto por Dios en el hombre: la aceptación de la existencia de una realidad de la
cual no tengo evidencia ni por los sentido ni por la razón, que es la Realidad divina.

Cuando nosotros hablamos de sobrenatural nos referimos, entonces, fundamentalmente a esta

participación del hombre en la Vida divina.

Insistimos en esta idea porque, a menudo, se piensa en lo religioso como en un sentimiento que lleva al
hombre a “obligarse” con unas leyes que marcan un estilo de vida. La religión no es un sentimiento, porque
estos no son más que movimientos pasajeros de la parte sensible del hombre. Aunque pudiera la fe concluir
en un sentimiento (por ejemplo, de compasión por el prójimo o de deseo de Dios que nos haga sentir bien y
nos impulse a obrar), la fe es algo mucho más profundo, pues radica en la parte más elevada y expresa el
deseo más íntimo del hombre: el deseo de Dios.

La religión tampoco consiste solamente en una ética, si alguien se obliga en conciencia a cumplir con
preceptos religiosos es porque antes cree en algo, en Alguien. Quedarse con esta idea de lo religioso sería una
ignorancia respecto de lo que constituye la naturaleza humana, que es poner al hombre en relación con un Ser
superior, distinto de él mismo.

Es cierto que es posible observar fenómenos externos en la vida humana como consecuencia de una
convicción religiosa, pero es cierto también que, en realidad, más allá de esos comportamientos, hay algo que
es inexplicable para las capacidades humanas: hay una fuerza espiritual, más potente que los sentimientos y la
razón, que eleva al ser humano a vivir de realidades que alcanza a percibir sólo por la Fe.

Lo sobrenatural, en sentido cristiano, es lo que Dios pone en el hombre, y no lo que éste logra con su
esfuerzo personal. Es esa íntima convicción de la presencia de Dios en los ritos sacramentales o la aceptación
de su Palabra, por ejemplo. Algo que no puede salir de él mismo, que viene de arriba. ¿Cómo es factible si no
que, al mirar un pedacito de pan sin levadura, uno crea que es el Cuerpo de Cristo y se arrodille?

Lo sobrenatural es la realización de un movimiento en dos tiempos:

 1º movimiento: Dios toma la iniciativa, sale de sí mismo, por así decirlo, y pone algo de sí en el ser
humano: su Vida, una energía que genera el segundo movimiento.
 2º movimiento: la elevación del hombre a una Vida distinta, superior.

Es así: se vive de realidades espirituales de las que no se tiene certezas racionales, se buscan cosas que no
se perciben con los ojos. El que ama a Dios tiene una vida absolutamente distinta de aquél que no lo conoce o
lo rechaza.

El creyente, más allá de sus dificultades para cumplir con todo lo que le exige el modelo de vida que intenta
imitar, tiene unos criterios que determinan su vida cotidiana que surgen de la Fe en Dios; por ejemplo, desde
el sentido de la vida y la muerte o de la misión que pretende cumplir en su existencia terrenal hasta la
valoración de las cosas materiales en una jerarquía de valores que suponen cosas más valiosas.

Unidad 4: El orden sobrenatural 4


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Entonces, la religión no es que sirva para vivir mejor aquí, es que viviendo de realidades espirituales, el
hombre llena su existencia con la búsqueda de una vida mejor que sólo es posible en la eternidad de manera
perfecta, pero que se anticipa en algo aquí por la Fe.

La religión no puede tener nunca como finalidad última esta vida, porque entonces sí sería un producto del
hombre y para el hombre. Un ejemplo de esto sería si la desvirtuación del sentido de la acción cultual, como
sucede con la meditación trascendental que proponen algunas religiones. No hay que confundir la oración
cristiana, un diálogo personal con Dios, con la meditación que proponen las religiones orientales, pues en
éstas. No se dialoga con nadie más que con uno mismo, no hay otro ser distinto y superior, es sólo la búsqueda
de sí mismo y por sí mismo.

Conviene, pues, distinguir lo que tiene el hombre y puede desarrollar que son sus capacidades
naturales, de aquello que puede recibir pero nunca jamás sacar de sí mismo: lo sobrenatural dado por
Dios.

1.1. Lo natural y lo sobrenatural


Para tratar de explicar qué entendemos por sobrenatural, nos vamos a remitir a las palabras mismas de
Jesús.

En el Evangelio de San Juan (4, 5-42), se narra el encuentro que tiene con una mujer de Samaría (un pueblo
de Galilea). En la ciudad de Sicar, se hallaba, según la tradición, el pozo de Jacob. Jesús estaba sentado -cuenta
el texto- junto a ese pozo, cuando al mediodía, vino la mujer a sacar agua. Entonces Jesús le dijo: “Dame de
beber”. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dijo la mujer samaritana: “¿Cómo
tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (porque los judíos no se tratan con
los samaritanos). Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: `Dame de beber´,
tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva”. Le dijo la mujer: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el
pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos
dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?”. Jesús le respondió: “Todo el que beba de esta agua,
volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé
se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna”.

En este texto, Jesús habla de un “agua viva”. Esta expresión se refiere a lo que la misma Sagrada Escritura
llama, en otra oportunidad, “gracia”. Jesús aprovecha la situación, la necesidad natural de beber agua, para
hablarle a aquella mujer de una necesidad espiritual: la sed de Dios que toda alma tiene por estar creada para
Él.

El agua viva es, entonces, la misma Vida divina que el hombre recibe en su interior; por eso, en el texto,
Jesús dice que “aquél que beba de esta agua no tendrá sed jamás”, y que “esta agua brota para la vida
eterna”.

Es Dios mismo, una participación en su Vida, lo único que puede saciar completamente los deseos de
verdad y de amor a un bien que todo espíritu tiene.

Unidad 4: El orden sobrenatural 5


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Además, esta vida inicia aquí en la tierra algo que se consuma sólo en la Vida eterna con la visión y gozo
directo de Dios.

Este texto es la mejor introducción para hablar de esa Realidad divina en el hombre que denominamos lo
sobrenatural.

En primer lugar, deberíamos distinguir este concepto de aquello que constituye la naturaleza del hombre
para luego, ver el modo en cómo esto se hace presente. Como ya vimos, la naturaleza es el principio intrínseco
de una cosa en virtud del cual ella se mueve en busca de su perfección; es aquello que constituye una cosa,
que hace que es y no otra cosa (esencia) y que determina el modo de su realización. La humanidad, por
ejemplo, es la esencia del hombre y consiste en ser una animal racional, por lo tanto, el ser humano se realiza
en la medida en que pone en acto esas capacidades que posee. De esta manera, son naturales al hombre no
sólo las operaciones que permiten a su cuerpo material conservarse, reproducirse, o sentir, sino también las
operaciones propias de su alma espiritual, como el conocimiento y el amor (inteligencia y voluntad). Sin ellas,
el hombre no se realiza, y por esto, decimos que lo natural determina o mueve a la acción; todo ser, en
definitiva, busca su propia perfección.

Natural es, entonces, lo que uno tiene de nacimiento, lo que forma parte de la esencia o se deduce de ella
y lo que tienen todos los seres que pertenecen a esa especie. La naturaleza en el hombre comprende las dos
dimensiones: la espiritual (alma) y la corporal (cuerpo).

La vida del alma consiste, entonces, fundamentalmente, en


Recordemos que las dos potencias del
actos de conocimiento y en actos volitivos. Son acciones que alma son: 1) la inteligencia, que le permite
ponen al hombre en contacto, por un lado, con el mundo al hombre tener apertura para captar el
ser de las cosas y expresarlo después en
material, puesto que el conocimiento se inicia en la información una palabra; 2) la voluntad es la facultad
sobre las cosas que le brindan los sentidos; pero que, por otro que lleva al hombre a actuar,
principalmente a buscar el bien que le
lado, también lo ponen en contacto con realidades espirituales
presenta la razón.
que están por encima de sus capacidades naturales, puesto que la
inteligencia y la voluntad no se conforman con conocer y amar
realidades contingentes, sino que, además, buscan la posesión de realidades absolutas, como la verdad y el
bien absoluto.

Todo esto significa que el alma tiene una vida espiritual que corresponde a su naturaleza, pero que,
además, ella está en condiciones de recibir una participación en un tipo de conocimiento y amor que no
surgen de ella, sino que recibe de Dios.

Deberíamos aquí hacer una aclaración: cuando decimos que el hombre es un ser racional por naturaleza,
no pretendemos reducir esto a la razón. No es el hombre sólo razón; es ser que razona pero que también
siente dolor, placer, ve, toca, etc; es decir, que, además de alma, tiene un cuerpo, y esto es evidente porque
cada uno puede percibirse así mismo, por la razón y por los sentidos. Si dijéramos que es puro intelecto,
estaríamos negando algo que, por evidente, es innegable y no necesita más pruebas que la propia percepción.
Hacemos esta aclaración porque hay algunos que sostienen que cada uno debe ser feliz como le parezca y que,
por tanto, nadie tiene derecho a imponer a otro un modo de felicidad. Y en realidad, esto es un error, ya que si
bien es cierto que soy un ser libre, también es cierto que hay cosas que no entran en el ámbito de la opción
personal, porque la naturaleza me las exige no sólo a mí sino a todos los hombres. El deseo de comer, el de

Unidad 4: El orden sobrenatural 6


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conocer o el de amar son “exigencias” de mi naturaleza. No soy libre en esto, si no amo a alguien no puedo ser
feliz.

La naturaleza, mi naturaleza, es el ser y su modo de obrar, algo que tengo desde que nací y que no me di a
mí mismo, sino que lo recibí de otros, de mis padres y de la Causa que genera todo ser que existe. Ahí está la
dificultad para algunos que niegan que exista una naturaleza determinada en el hombre; reconocer esto es
reconocer implícitamente que Dios existe y que es Él el origen de mi ser. Además, tal reconocimiento nos lleva
a la conclusión de que también nuestro modo de ser hombres, es decir, de obrar, está, en cierta medida,
señalado por nuestro propio ser.

La negación de esto surge en la historia de la filosofía, en distintos momentos: tanto en la antigüedad como
en la modernidad, marcada por el racionalismo y el subjetivismo que terminaron por imponer sus principios
en la actualidad (Nicolas 1969: 335-360). Por eso, la idea de naturaleza es un concepto clave hoy, sobretodo,
en el ámbito del pensamiento filosófico o científico. Es, por ejemplo, lo que se debate en las cuestiones
bioéticas del aborto, la eutanasia y la clonación, en las cuales se juega el futuro de la humanidad. También es
decisiva una clara idea de naturaleza humana para evitar que los individuos sean manipulados por los criterios
de una sociedad de consumo.

Lo sobrenatural es, por definición, como dijimos, aquello que no sale del ser del hombre, que no lo
tiene por ser tal, porque no pertenece a su esencia; que, por lo tanto, puede agregarse a ésta, pero
no le pertenece por derecho.1

Si todas las cosas creadas tienen un ser y éste proviene de una Causa, podemos decir que naturaleza, en
general, es el conjunto de las cosas creadas, por tanto, designamos como sobrenatural algo que no pertenece
a este mundo creado. Es aquello que está por encima de él, es el Ser superior y anterior que origina todo, pero
que no forma parte de esta Creación.

Trataremos de explicar mejor esta idea. Estamos hablando, en definitiva, de un Ser trascendente, y
trascendencia significa que no se identifica con el mundo, que no está dentro de él, que es un ser distinto.
Dios, lo sabemos por la Revelación y por la razón, es la Causa Primera. Ahora bien, ser causa significa producir
un efecto, el cual tiene que ser diferente de la causa, aunque depende de aquella para existir; pues la causa es
siempre anterior y distinta del efecto, porque nadie puede ser causa de sí mismo (nadie puede ser su propio
padre), puesto que es contradictorio afirmar que se existe antes de existir. En conclusión, ser causa no significa
estar dentro del mundo, encerrado en él, dependiendo de él; la causa existe antes, independientemente del
mundo, por esto decimos que “trasciende”.

Dejando de lado todas concepciones equivocadas de lo sobrenatural que citamos antes, tenemos que
afirmar que por tal entendemos el ser mismo de Dios, la realidad de su esencia y de sus obras, eso que por
ser infinito supera completamente lo que el hombre puede pensar o imaginar; por lo tanto, es un misterio
para una mente finita como la nuestra.

1
Enseña Santo Tomás que ésta es precisamente la razón por la cual lleva el nombre de gracia, esto es, porque se trata un
don dado gratuitamente y que supera completamente las expectativas de las creaturas. (Cf. Contra Gentiles, III, c. 150).

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Se trata de la Vida de Dios, de su modo de pensar y amar; es algo que nos supera, nos “trasciende”,
que no podemos alcanzar por nosotros mismos, pero que podríamos recibir, en parte, en virtud de
que también nosotros somos seres espirituales.

Trataremos de explicarnos. Dios es un Ser puramente espiritual, no tiene cuerpo, y por este motivo, su
vida consiste en actos de conocimiento y de amor. Siempre que hablemos de “Vida en Dios” nos referimos a
ese tipo de actos y es esto lo que el hombre recibe, por participación, de acuerdo a su capacidad. Esto significa
que recibe un conocimiento y un amor que no surgen de su razón y voluntad, sino que son puestos por Dios.2

¿De qué manera Dios pone esa Vida en el hombre? Es un misterio, es algo que nos supera, estamos
hablando de la Vida de Dios y de lo que Él nos da.

No obstante ello, podemos compararlo, en cierta medida, con lo que nos sucede entre los seres
inteligentes. Yo sé que puedo poner en otro una idea que antes no existía, que puedo hacerlo conocer algo
nuevo, y quizás también por este conocimiento, llevarlo a desear, a amar algo. Algo similar es lo que realiza
Dios en el hombre cuando le permite conocer algo que éste jamás alcanzaría por sí: la existencia de tres
personas en Dios, por ejemplo.

Ese conocimiento sobrenatural, la Fe, no es más que una participación de la Vida divina en mí.3

Algo que supera mis capacidades y expectativas y que, por lo tanto, viene de “arriba”. Nada hay nada en mí
por lo que pueda decir que es obra mía, ni siquiera puedo pensar que lo merezco, puesto que si de alguna
forma constituye mi ser, entonces, o ya no es Vida divina, o bien mi esencia es divina, lo cual parece poco
probable.

Habría que distinguir en el alma humana:

 Lo que ésta tiene de Dios, su Creador: su ser natural, su espiritualidad. El alma humana es
ciertamente capaz, como dijimos, de recibir algo de Dios. Por ser espiritual y por estar hecha para la
perfección espiritual, desea naturalmente a Dios, deseo que se manifiesta en la permanente
búsqueda de felicidad.
 Lo que se le agrega y significa para ella una vida nueva, de orden sobrenatural: la gracia. Se trata
no de la sustancia del alma, sino de un accidente que la perfecciona.

Lo sobrenatural es algo divino en el hombre, puesto por Dios, y no una simple exaltación de sentimientos
humanos; tampoco una simple consideración externa de Dios respecto de la persona. Como si fuera una

2
Santo Tomás enseña que la gracia es una cualidad en el alma, es decir, se trata de un accidente, no de la misma
sustancia sino el alma sería Dios, pero un accidente que modifica la sustancia en cuanto la hace participar de la Bondad
divina. Ésta se halla en el alma de una manera imperfecta, esto es, como una participación de la Vida divina. (Cf. Suma
Teológica, I-II, q. 110, c. 2, ad. 2).
3
Enseña Santo Tomás que ésta es precisamente la razón por la cual lleva el nombre de gracia, esto es, porque se trata un
don dado gratuitamente y que supera completamente las expectativas de las creaturas. (Cf. Contra Gentiles, III, c. 150).

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bendición general o una mirada misericordiosa, en cierta medida, es algo de esto, pero es también mucho más
que esto: es una participación en el Bien divino.

En efecto, Dios no puede darse entero, no tiene el hombre capacidad de recibirlo (así como el vaso no
puede recibir toda el agua del mar), pero sí puede darle una parte de su Vida. La cuestión que se nos plantea
ahora es: ¿por qué Dios da esta participación en su Vida?

La respuesta no es sencilla porque siempre que hablamos de Dios tenemos que pensar en un Ser distinto a
nosotros en su modo de pensar y de amar. En esto último, radica precisamente la explicación que nos interesa.

Dios ama de una manera diferente a como lo hace el hombre, porque nosotros, cuando amamos,
buscamos un bien (algo que nos realiza, completa, perfecciona) que ya existe; nadie puede amar lo que no
conoce y se conoce lo que existe. Así, por ejemplo, no se puede amar a una persona que no se conoce.

En Dios, en cambio, el Amor no presupone un bien existente, sino que es anterior a este bien. ¿Por qué?
Porque todas las cosas creadas son contingentes, esto es, en algún momento, no existieron y comenzaron a
existir porque la Causa Primera lo quiso. Pues bien, en esa voluntad o decisión está el primer acto de Amor.
Dios crea por Amor, porque es la Bondad Absoluta, y lo bueno tiende a difundirse por naturaleza, como la
persona que es buena hace el bien no porque el otro sea bueno, sino porque él es bueno.

La razón de la Creación está en Dios, en su Bondad; si Él crea sin necesitar de las creaturas, es porque
siendo Perfectamente Bueno, su bondad lo impulsa a salir de sí y a generar otros seres.

Ésa es también la razón por la cual Dios les da a algunos hombres la posibilidad de tener parte en su Vida,
de conocerlo y amarlo, que es el modo de vivir con Él. Esta Vida, este conocimiento es lo que pone Dios en el
hombre, y es algo real, de hecho los que creen en Él, llevan una vida distinta.4

De todo cuanto llevamos dicho, podríamos sacar una primera conclusión:

lo sobrenatural consiste en tener parte en la Vida divina, y esto se da no porque yo sea bueno, sino
porque Dios es bueno.

Su amor es siempre anterior al mío, sino yo no estaría aquí. En este caso de lo sobrenatural también Él me
da algo que me supera y que me eleva por pura Bondad, gratuitamente, sólo porque quiere. Por eso, al
misterio de lo sobrenatural en Teología se lo denomina: Gracia.

4
Dice Santo Tomás: “Hay de hecho un amor universal con el cual Él ama todas las cosas existentes. como dice la Sagrada
Escritura (Sabiduría 11, 25) […] Hay, además, un amor especial por el cual Dios eleva a la creatura racional por encima de
las condiciones de la naturaleza, a la participación del Bien divino. En este último caso, se dice que Dios ama a una
persona en sentido absoluto, puesto que, con este amor, Dios quiere para la creatura aquél bien eterno que es Él mismo.
Ésta es la razón por la cual cuando se dice que uno tiene la gracia de Dios se quiere indicar un don sobrenatural producido
por Dios en el hombre” (Suma Teológica I-II, q. 110, a. 101).

Unidad 4: El orden sobrenatural 9


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2. La gracia en la Biblia
No encontramos en la Sagrada Escritura una reflexión sistemática sobre este tema; sin embargo, los
distintos términos que se usan para mencionar la gracia manifiestan su sentido. Algunos de estos términos
eran anteriores a la Biblia y se usaban en ámbitos profanos (Cf. Ibañez-Ibáñez y Mendoza 1983: 11-12).

En primer lugar, significa el atractivo y la amabilidad que tiene una persona con la cual se atrae a los
demás. Esto es, cuando decimos: “tal persona tiene gracia”, queremos expresar que tiene cierto encanto o
atractivo. En este sentido, Proverbios 31,30 dice: “La gracia es engañosa y la hermosura es vana”.

Otro significado es el de benevolencia o buena disposición que logra una persona ante otra, cuando tiene
su favor; en este sentido, dice la Escritura que José había encontrado gracia ante Dios (Gn.39, 4).

En la Biblia, se usa el término hebreo hesed, que expresa la amistad de Dios con los hombres, la confianza
de éstos depositada en Él y la gratitud por haber llenado de frutos la tierra; así el Salmo 136: “Dad gracias a
Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor. Dad gracias al Dios de los dioses porque es eterno su
amor; dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor”.

Naturalmente, existe también el significado más frecuente: dar gracias a otro por un bien recibido.

También el término gracia designa un favor o auxilio que se nos debe y se nos concede por buena voluntad,
cuando decimos que Dios nos concedió tal o cual gracia. Así es como se usa a menudo en la Sagrada Escritura
para expresar la necesidad que tiene el hombre de la ayuda divina, y también el poder de Dios que puede y
desea brindar esa ayuda. Esto es lo que se pide en el Salmo 25,16:

Vuélvete a mi, tenme piedad que estoy sólo y desdichado». De manera especial, designa las
bendiciones de Dios a su Pueblo o la belleza espiritual que tiene el favor de Dios. El Salmo 45, 3
afirma: «Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus
labios, por eso Dios te bendijo para siempre.
Y éste es el sentido en el que se usa en Teología la palabra gracia: como don o favor divino,5 y el sentido
con el que se utiliza la expresión en el Nuevo Testamento. Estos textos van a aparecer a medida que veamos
los temas más importantes del misterio de la gracia. Deberíamos tratar de los siguientes temas: la necesidad,
la esencia, la causa y los efectos: la justificación y el mérito.

5
En el Antiguo Testamento, Dios se define a sí mismo como un Dios de gracia: «Yahveh, Dios de ternura y de gracia, tardo
a la ira y rico en misericordia y fidelidad “(Éxodo 34, 6). Esta generosidad se derrama sobre todos los hombres y consiste
en una iniciativa totalmente gratuita, no justificada en el pueblo elegido por ningún mérito (Deuteronomio 7, 7; 8, 17; 9,
4). El signo de la existencia de esta gracia es la fidelidad de Dios a sus promesas, concretamente la entrega de la Tierra
prometida. La gracia supone una elección y ésta tiene, por fin, la Alianza, es decir, Dios busca un intercambio, una
comunión. Quizás una de las expresiones que mejor la definen en el Antiguo Testamento sea la de bendición (Números 6,
25). Por último, la gracia, consiste también en la respuesta del hombre a esas bendiciones, abriendo su corazón y
entregándole su vida. Ésta produce corazones nuevos en el sentido de un estilo de vida nuevo (Jeremías 31, 31) (Cf. Léon-
Dufour 1988: 365-367).

Unidad 4: El orden sobrenatural 10


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3. El misterio de la gracia
3.1. La necesidad de la gracia
El primer tema a considerar es: ¿por qué es necesaria una ayuda de Dios para ser feliz, siendo el hombre
un ser inteligente y capaz de realizar cosas que lo hagan feliz?

La respuesta implica una clarificación de la noción de felicidad, porque es cierto que los seres humanos
podemos realizarnos en la medida que, esforzándonos, ponemos en acto todas nuestras capacidades.

El estudio de una ciencia determinada nos permite desarrollar nuestras capacidades intelectuales, por
ejemplo; de allí que la investigación resulte, además, un profundo placer para nosotros. El intelecto humano
está hecho para conocer, por eso, nos preguntamos por las cosas y sus explicaciones; ahora bien, no sólo nos
interesa saber cómo funciona algo, de qué está hecho, sino también para qué sirve. Es decir, nos preguntamos
por la finalidad de los seres, porque es quizás ésa la cuestión más importante para descubrir. Ese fin tiene que
ver con la esencia de ese ser y sus modos de desarrollo. Esto nos sucede con las cosas y también con nosotros
mismos. La inteligencia tiene una propiedad que la distingue: es reflexiva, es decir, tiene la capacidad de
volverse sobre sí misma; no solamente conoce, sino que conoce que conoce. Y este carácter reflexivo de la
inteligencia hace que nos preguntemos por la finalidad de nuestra vida, por su sentido.

En ese contexto, surge la necesidad de responder sobre las cosas que nos hacen felices, entonces, vienen a
nuestra mente las cosas que consideramos más valiosas: como la familia y su bienestar, los amigos, la
posibilidad de ser útil a los demás y ser solidarios con sus necesidades, los bienes que necesitamos para
cumplir con todo esto, como la salud, los bienes materiales, más los bienes de orden espiritual que van desde
el conocimiento (una capacitación profesional) hasta las virtudes que nos hacen obrar el bien para nosotros y
para los demás.

En todos estos casos, basta con una buena educación que nos señale el camino de edificación personal por
el desarrollo de las capacidades que forman parte de nuestra naturaleza. Pero es un hecho del que todos
tenemos más o menos experiencia que, a pesar de lograr todas estas cosas buenas, permanece en nosotros el
deseo de una mayor plenitud personal. Es como si el hombre fuera un recipiente que nunca termina de
llenarse, que siempre desea más y que sabe que poco le dura la felicidad que alcanza con tanto sacrificio.

En esta experiencia personal, percibimos una gran verdad: la dimensión espiritual nos abre a una
realización que no puede ser satisfecha plenamente ni en el orden material ni en el orden espiritual, al menos
en esta vida. De allí que todos deseemos un mundo mejor.

Ese deseo ilimitado tiene su explicación en la naturaleza espiritual del alma humana, pues siendo
inmaterial, no puede tener límite o cantidad su deseo de plenitud. Esto aparece claramente en el apetito
insaciable que tiene la inteligencia de conocer las cosas y la explicación última de todo: la Verdad; y en el
deseo profundo de alcanzar un amor que sea para siempre y que realmente llene su alma. En ambos casos,
quizás sin saberlo, el hombre busca a Dios, el único Ser que puede saciar ese deseo.

En conclusión, en el hombre, la espiritualidad significa una apertura a la trascendencia.

Unidad 4: El orden sobrenatural 11


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Así es que hay dos tipos de felicidades que se pueden alcanzar:

 una, con el despliegue de todas las potencialidades humanas;


 otra, en la que éstas últimas no le bastan y necesita del auxilio divino.

El hombre necesita absolutamente la gracia para dirigir su vida a un fin sobrenatural, por los siguientes
motivos:

 El intelecto humano tiene que ser elevado a la participación del Conocimiento divino por la luz de
la gracia, para acceder al conocimiento de las verdades sobrenaturales a las cuales no llega sólo con
su razón (Cf. Suma Teológica. I-II, q. 109, a. 1).
 La gracia es también necesaria para realizar el bien moral y para evitar el pecado, de manera
particular a partir del pecado original, puesto que la naturaleza ha quedado debilitada (Cf. Suma
Teológica. I-II, q. 109, a. 2, 3, 4 y 8).
 Es imprescindible recibir la gracia para merecer la vida eterna, y la razón de esto se halla en que un
ser para obrar en orden a un fin necesita tener cierta proporción con dicho fin, es decir, capacidad
de producir actos a la altura de ese fin (Cf. Suma Teológica. I-II, q. 109, a.5). En este caso, la
felicidad no se realiza plenamente en la existencia temporal; sólo se inicia en ella, pero se completa
en la Vida eterna que comienza a partir de la muerte.

Hay un pasaje de la Sagrada Escritura en el que Jesús, haciendo una oración solemne antes de subir a
Jerusalén para la Crucifixión, afirma que la Vida eterna consiste en un acto de conocimiento: “Esta es la Vida
eterna, que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo” (Jn.17, 3).

Es importante comprender bien esta necesidad de la gracia. Cuando decimos que, el hombre necesita de
ella, afirmamos que no hay que confundir bondad natural con bondad sobrenatural. No se trata de hacer que
el hombre sea más “buenito”, gentil o simplemente justo y solidario. No es ése el fin de la religión; ésta tiene
una finalidad que trasciende la dimensión civil y temporal. Se trata, más bien, de que

el hombre sea visto como bueno por Dios.

Y Dios mira a los seres creados de dos maneras diferentes:

 con una mirada, contempla toda la Creación y ve que es buena (como repite una y otra vez el texto
del Génesis), que las cosas son buenas en su ser porque existen y porque salen de Él que es bueno;
 con otra mirada, contempla al hombre, el único ser con el que puede dialogar y del que espera un
acto libre de amor. En efecto, la relación que el ser humano entabla con Dios es absolutamente
particular, es personal; por esta razón, Dios espera del hombre algo más que un reconocimiento
general. Él espera que salgamos de nuestro encierro y le hablemos, lo escuchemos, lo busquemos,
etc. De esto hablamos cuando decimos que existe realmente en la persona humana una vida
superior para la cual no es suficiente con que el hombre sea bueno. No se salva el bueno, sino el
que acepta y reconoce a Dios como tal.

Unidad 4: El orden sobrenatural 12


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3.2. Dios tiene siempre la iniciativa


La gratuidad del don sobrenatural se pone de manifiesto particularmente cuando consideramos de dónde
parte esta acción por la que el hombre es elevado a la participación de la vida divina: el mismo Dios. Esto es
algo asombroso, puesto que Dios no necesita del hombre en absoluto, no necesita de nadie, y sin embargo, Él
sale en su búsqueda.

Para decirlo de una manera más directa, cada vez que uno busca a Dios, es porque ya antes ha sido
encontrado por Él.

Esto es lo que enseña la Sagrada Escritura ya en el Antiguo


En Deuteronomio 7, 7-8, dice: “No porque
seáis el más numeroso de todos los Testamento, cuando manifiesta en distintos pasajes que la iniciativa
pueblos se ha prendado Yahveh de de la salvación está en Dios, quien desea enviar a un Mesías a cumplir
vosotros y os ha elegido, pues sois el
menos numeroso de todos los pueblos;
con esta misión, sin mérito del pueblo elegido.
sino por el amor que os tiene y por
guardar el juramento hecho a vuestros Lo mismo sucede en el Nuevo Testamento, aunque quizá con más
padres”. claridad, San Pablo dice, refiriéndose a los pensamientos que suponen un
conocimiento por la Fe: “No podemos tener un pensamiento nuestro como
puramente nuestro, sino que el poder tenerlo nos viene de Dios” (2Cor. 3, 5). Con mayor
profundidad, lo expresa el mismo Jesús cuando compara la relación entre Él mismo y el creyente con la de la
vid y los sarmientos, pues así como la vida de éstos depende de la savia que reciben, de la misma manera, el
que cree sabe que: “Sin Mí nada pueden hacer” (Jn.15,1-10).

El don divino comienza a actuar antes que la voluntad humana, y consiste en una iluminación del
intelecto y en un impulso de la voluntad, que producen el primer deseo de Dios. Es Dios quién mueve
al hombre hacia Él.

El inicio de la Fe, que es el comienzo de la búsqueda de Dios, exige esta ayuda divina, pues si el hombre
tuviese capacidad para producir un primer acto que lo oriente hacia Dios sin Él, tendría en sí mismo la
naturaleza divina, para decirlo con palabras de San Pablo: “Si es gracia, ya no es por las obras” (Rom 2, 9).

En conclusión, todo es obra de Dios en lo que respecta a la salvación, al menos esto es lo que se puede
concluir desde la Teología. No se trata, entonces, de que el hombre necesite el don divino para que lo ayude y
le haga más fácil la dura tarea de la exigencia de los preceptos. Se trata, más bien, de que sin la gracia no se
puede llegar a Dios, ni siquiera dar el primer paso (Concilio de Cartago, s. IV).

Éste es un tema que sigue teniendo relieve hoy en día, porque afirmar que todo es obra de Dios podría
parecerle a algunos que es un modo de menoscabar la obra del hombre. Si todo es de Dios, nada es del
hombre. Y entonces, o no es salvación real del hombre o no vale la pena hacer nada bueno.

En realidad, hay que tener en cuenta que estamos hablando de actos humanos en orden a Dios y que el
hecho de que Dios actúe antes que el hombre no impide que éste sea libre, porque esa ayuda divina supone
siempre la libre aceptación del hombre. Puede darme Dios el don de la fe y que yo no lo acepte o no lo cuide y
lo pierda.

Unidad 4: El orden sobrenatural 13


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Cuando hablamos de la gracia, estamos hablando del Amor divino por los hombres, y por eso, si nos
preguntamos de qué manera podemos obtener la gracia, enseguida se nos ocurre pensar en aquellas cosas
buenas que podemos hacer para demostrarle a Dios que somos buenas personas. Y así podríamos concluir en
que aquellos que son más buenos son más amados por Dios. El razonamiento no es del todo incorrecto, pero
habría que hacer algunas aclaraciones.

Se está en la verdad cuando se afirma que el que exista correspondencia de parte del Ser que es amado
acrecienta el deseo de amar del que ama, por el contrario, la falta de respuesta del otro termina por enfriar el
amor. Esto sucede también con Dios, seguramente tiene más ganas de seguir dando dones a aquellos que los
usan bien.

En los Evangelios, Jesús enseña esto por medio de la parábola de los talentos (dones); en ella, cuenta que
un Señor reparte entre sus siervos esos talentos y viene luego a pedirles cuenta, dejando sin nada a aquellos
que, por temor, los guardaron y premiando con más a los que los hicieron dar frutos (Cf. Lucas 25, 20). Así es
como piensa Dios cuando regala estos dones. Pero habría que tener en cuenta aquí que, cuando hacemos
estas comparaciones entre el amor humano y el divino, encontramos que son diferentes.

En efecto, el amor humano supone el bien; Dios, en cambio, no lo supone sino que lo origina. Así, nuestra
existencia no es casualidad sino fruto de un acto de voluntad del Creador; ése es el primer acto de Amor de
Dios, antes de que existamos, obviamente antes de que podamos darle algo. Aún más, luego de la Creación, el
Amor divino se manifestó más grande al amar al hombre, alejado de Él por el pecado. Así es que el amor de
Dios siempre precede al nuestro, sin olvidar claro, que Él no necesita de nosotros. Por todo esto, la gratuidad
es absoluta; Dios da por el mismo, porque es bueno y no porque nosotros seamos buenos.

3.3 Las clases de gracia


Dios prepara el alma para que pueda recibirlo. Primero, la mueve a amarlo, y luego, se queda de manera
permanente, a través de dos clases de gracias:
Sólo son modos
 gracia habitual: tiene cierta permanencia en el alma. diferentes de hacerse
presente Dios en el hombre.
 gracia actual: consiste en una moción de la voluntad, en algo más
bien pasajero.

El hombre tiene inteligencia y voluntad, potencias que tienen capacidad de generar actos por sí mismas; sin
embargo, también pueden ser empujadas a obrar por Dios, que es la causa de todo movimiento. De este
modo, Dios puede causar este movimiento, de la misma manera en que es Causa de todos los seres, siendo
esto no en un acto aislado, sino una Creación permanente, en cuanto las cosas siguen existiendo. Así, cada vez
que un ser actúa, lo hace en virtud de que la Causa Primera le dio esta capacidad. Sin embargo, cuando el
hombre realiza un acto sobrenatural, como el de la esperanza teológica por ejemplo, se produce una
intervención divina diferente, inmediata.

La gracia actual es una ayuda divina para realizar un acto que se dirija a la salvación. Dios actúa sobre la
voluntad o el entendimiento de manera directa. Esta intervención de Dios en el hombre se da de diferentes
maneras: en forma de “iluminación” (cuando Él pone una idea en la mente humana o cuando ayuda a la
comprensión de un tema desde una perspectiva teológica) o suscitando el deseo y el amor a Él. En este
sentido, dice San Pablo en la carta a los Filipenses: “Dios es quien hace en nosotros el querer y el obrar” (2,13).

Unidad 4: El orden sobrenatural 14


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En la Teología, se usa una expresión para explicar esta intervención de Dios y la causalidad humana:

Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega sus gracias.

La expresión rescata el rol de la acción humana: cooperar con las gracias actuales por las cuales el hombre
alcanza la gracia habitual (este es el sentido del término en la frase), es decir, la amistad con Dios, que no es un
sentimiento, sino la Vida divina participada.

¿De qué manera coopera el hombre?

 En primer lugar, no poniendo obstáculos. Así, por ejemplo, si Dios me inspira un buen pensamiento
(desear un bien espiritual, una virtud o hacer el bien al prójimo), no quedándome en la intención,
sino poniendo los medios para que se produzca ese deseo.
 Otro modo de cooperación con Dios sería generar, dentro de uno mismo, hábitos que me hagan
estar más disponible para el bien sobrenatural, tratando de fomentar aquello que ayude a la fe y la
esperanza, como el hecho de conocer mejor a Dios.
 Quizás también evitando aquello que me aleje de esto, como volcar mis energías en cosas que no
tienen demasiado valor, esto no sólo distrae sino que perturba la paz del alma.

El que nos creó sin contar con nosotros, por pura bondad, no nos salvará sin contar con nuestra
participación, porque quiere ser amado libremente y no por imposición. Él ayuda al hombre por medio de la
gracia, siempre que éste no la rechace. Podríamos completar la explicación anterior con otra frase teológica:

La gracia perfecciona y eleva la naturaleza.

Esto significa que, antes que nada, la supone, es decir, si no existe el hombre, Dios no puede otorgar las
gracias, o bien, si la naturaleza es defectuosa al punto de impedir la acción de la inteligencia, por ejemplo, la
gracia no puede suplir esta deficiencia (Cf. Ibañez-Ibañez y Mendoza 1983: 144-151).

3.4. Los efectos de la gracia: la justificación del hombre y


los méritos sobrenaturales
Definíamos antes a la gracia actual como una moción de la voluntad o el entendimiento, como algo
pasajero; ésta se distingue de la que en Teología se llama gracia habitual, es decir, una presencia permanente
de lo sobrenatural en el hombre.6

6
Cf. Santo Tomás, Suma Teológica, I-II, q.110, a. 4. La gracia actual es un impulso causado por Dios y recibido en el alma,
por el que las potencias son transitoriamente elevadas y movidas para un acto sobrenatural. Su misión es disponer el
alma para la gracia habitual.

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Y de qué otra manera podría darse esta presencia, sino estableciendo una relación personal profunda
entre el hombre y Dios, una amistad, en definitiva. Pues así como uno lleva dentro a las personas que quiere,
de un modo semejante lleva a Dios cuando lo ama y es amado por Él.

Naturalmente, esta amistad no significa, como entre los seres humanos, una relación de igual a igual, esto
es, en igualdad de derechos y obligaciones; aunque sea mi amigo, Dios es Dios y la cercanía no puede ser sólo
un sentimiento humano que buscándose a sí mismo se olvide de mirar al Otro. Es por esta razón que en la
Teología se designó con el nombre de justificación al efecto que produce la gracia en el alma.

Justificación viene de justicia, y ésta consiste en dar a cada uno lo suyo, como dice la clásica definición
romana; en este caso, se refiere a lo que, en justicia, tiene el hombre que darle a Dios: el reconocimiento
como Creador de todas las cosas y el ofrecimiento de su vida.

Es la misma Sagrada Escritura, la que llama “justo” al que escucha la Palabra de Dios y la cumple,
identificando al justo con el santo y en contraposición de aquel que, por no escuchar a Yahvé, se aleja de esa
“justicia divina”.

La misión de la gracia es restaurar el orden perdido por el acto de soberbia de Adán.

En efecto, como dijimos antes, hay un orden en el Universo, porque la Causa que lo origina es inteligente, y
los seres fueron creados según una jerarquía para que el ser superior, el hombre, dirigiese toda la Creación al
mismo Dios, que es su Principio y Fin. Ese orden se rompió cuando el primer hombre quiso ocupar un lugar
que no le correspondía, el lugar de Dios.

El primer auxilio divino para restablecer el orden en el interior fue la Ley que entregó Yahvé a Moisés. La
función de la misma era mostrarle el camino, es decir, aquello que debía hacer para mantener ese orden a
Dios: los mandamientos (Ex. 20, 1-17). Este primer auxilio era externo al hombre y se limitaba sólo a señalar
una ruta. Pero el primer pecado dejó un desorden interior que se evidencia cuando queriendo el bien hacemos
el mal.

Por lo tanto, hacía falta algo más, un auxilio que no sólo indicara el camino, sino que nos diera la fuerza
para poder caminar y cumplir con esos mandamientos. Eso es la gracia. No es una declaración externa de
justicia en el hombre, ni un sentimiento de compasión divina respecto de la debilidad humana, sino algo divino
en el alma, algo que no le pertenece a su ser, pero que está realmente presente.

El Amor de Dios, como dijimos antes, es distinto del amor humano, porque causa el bien que ama, no lo
supone como aquél. Así Dios ama con un Amor general a todas las cosas por ser su Causa, y con un Amor
especial al hombre cuando pone en él un don real, convirtiéndose Él mismo en vida nueva y sobrenatural del
alma (Cf. Suma Teológica, I-II, q.110, a. 1.).

Por este nuevo modo de estar presente en la interioridad del hombre, Dios es la vida del alma; pero no la
vida natural (que tiene desde el momento de la concepción), sino una nueva agregada. En efecto, esta vida
sobrenatural se suma desde afuera y no se mezcla con la sustancia del alma formando una sola cosa. Pensar
algo así sería caer en el panteísmo. Dios se aproxima de una manera inesperada al hombre, se mete dentro de
él, pero sin que dejar de ser Dios y sin que el ser humano pierda su ser. No hay mezcla de sustancias, la divina

Unidad 4: El orden sobrenatural 16


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y la humana, porque ambas son de naturaleza espiritual y lo espiritual es simple e indivisible. La noción de
mezcla sólo es aplicable a lo material.

Lo divino ingresa en la naturaleza humana como una cualidad nueva del alma (la cualidad es un accidente,
es decir, que no es una sustancia) que la eleva a participar de la Vida divina. Por esto, definíamos

la gracia como una participación de la Vida divina, porque lo que se recibe es una parte, no todo el
ser de Dios; sólo algo de su modo de conocer y amar.

Aquí radica la diferencia sustancial entre el concepto católico de lo sobrenatural, y esa noción en las
religiones orientales (budismo, hinduismo, sufismo, etc.). En estas últimas, lo divino y lo humano forman una
sola sustancia.

También aquí se hace patente la diferencia de concepciones sobre la gracia en las iglesias cristianas, pues
mientras que para la Teología católica se trata de un don divino realmente presente en el interior del hombre,
para las iglesias separadas (todas las que surgen del protestantismo) se trata de algo externo, de una
declaración de Misericordia divina que perdona las faltas pero que no modifica la sustancia del alma. Como
dijimos antes, la gracia no es una sustancia, es una cualidad (accidente) que pone realmente la Vida divina.

Regresando al tema de la justificación, es necesario dar algunas


Recordemos que el pecado no es lo
precisiones que permitan entender mejor el tema. Nosotros dijimos que cada uno considere que está mal
que uno de los primeros efectos que produce la presencia de la hacer, sino lo que Dios piensa que está
gracia es restaurar la amistad con Dios, borrando del alma el mal que el hombre haga. Y Dios piensa
pecado.7 que lo malo está en que se produce un
desorden del alma, por buscar un
Estamos siempre hablando de realidades espirituales, por lo tanto, bien aparente.

quizás algún ejemplo nos sirva para comprender mejor. Si yo pensara que
en mi vida hay muchas cosas importantes, pero las cosas materiales y el bienestar que ellas me producen son
las más importantes, entonces se produciría un desorden espiritual; porque, entre otras cosas, no valoraría las
personas por lo que son, sino por la capacidad que tienen de brindarme eso que me gusta. Lo mismo sucedería
si yo me amara más que a cualquier otra persona; mi egoísmo terminaría siendo soledad porque es muy difícil
amar a un egoísta. En estos dos ejemplos, hay un desorden interior, puesto que se cambia el valor de las cosas
y se invierte el orden de importancia. Sin embargo, hay también un desorden externo, porque el amor al
dinero o el egoísmo son fuente de problemas en la familia y la sociedad.

Algo similar sucede en la relación con Dios: si Él no ocupa el primer lugar en la escala de las cosas
importantes, el alma se desordena. Se desordena todo en la vida, aunque me vaya bien, porque el orden

7
El perdón de los pecados es un hecho sobrenatural, sólo Dios puede realizar esa acción, y es una de las mayores
demostraciones del amor de Dios. Eso es lo que enseña Jesús en los Evangelios: “Los escribas y fariseos comenzaron a
preguntarse: `¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino solo Dios?´ Pero Jesús conociendo
sus pensamientos les dijo: `¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir tus pecados te son perdonados, o
levántate y camina? Para que ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los
pecados´, dijo al paralítico: `Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa´” (Lc 5,21-25).

Unidad 4: El orden sobrenatural 17


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supone un principio y un fin, lugares que sólo pueden ser ocupados por Dios; de otra manera, yo forzaría mi
alma a conformarse con algo que no la puede llenar. Esto engendraría una violencia interior, porque por más
que yo quiera inventar otro orden, sea creyente o no, tarde o temprano, termino concluyendo en que eso que
me inventé como lo más importante no me hace enteramente feliz. El alma, una realidad espiritual, sólo
puede llenarse con un amor que no se termine y que sea lo más grande: Dios, sólo Él.

El pecado es, entonces, una desobediencia a uno mismo, a lo que reclama mi ser desde lo más profundo; y
una desobediencia a Dios que me hizo de esta forma.

La gracia es un don divino que establece en mi alma una nueva relación con Dios, no ya la que se puede
lograr con la razón (porque si uno se atreve a usarla se dará cuenta de la necesidad de explicar el origen y el fin
de todo); tampoco la que surge del lejano sentimiento de bondad hacia ese Dios que es bueno con uno (sobre
todo cuando uno necesita algo); sino

una profunda relación de amistad en la que el hombre le dedica la vida entera.

Amistad con Dios significa amarlo por encima de todas las cosas y personas, incluso de las que más quiero
en la tierra, y amar a todas ellas con un amor diferente. Diferente, porque busco el bien espiritual para esas
personas y diferente, porque el modo de amar tiene un modelo que es la vida de Jesús.8

Cuando decimos que la gracia santifica al hombre estamos diciendo que pone este Amor en su corazón; no
que se convierte en un santito de yeso o en “buenito” que le da de comer a los gatitos abandonados en la
calle. Seguramente esa santidad (o bondad sobrenatural) de la que hablamos no es perfecta, por eso, siempre
tendremos algo que mejorar, pero lo que es cierto que es esa bondad no sale de mí, sino que es Dios quien la
puso en mí gratuitamente; yo sólo dejé que entrara, evité poner obstáculos, es decir, los pecados. De allí que
la gracia lleve al hombre a luchar contra las tentaciones, haciéndole ver que, a veces, no son verdaderos
bienes lo que nos ofrecen, y dándole la fuerza para buscar con sacrificio los bienes más valiosos.9 Este cambio
en la vida del hombre en la Biblia se llama conversión.

La gracia, entonces, perdona los pecados cuando el hombre se arrepiente de sus faltas, movido por la
gracia actual y pide a Dios su perdón; entonces, se establece un orden nuevo, una vida nueva.

8
La gracia convierte al hombre en hijo adoptivo de Dios y heredero. Todo hombre es hijo de Dios por ser creado por Él,
pero en este caso, el don divino lo eleva por la participación en la Naturaleza divina. Jesús es el Hijo de Dios por
naturaleza, porque es Dios, y por medio de la Fe en Él, el hombre se hace hijo en el sentido que dijimos, como lo dice San
Pablo en Gálatas 4, 4-7.
9
Hay en la Biblia un pasaje que muestra claramente el significado de esta vida nueva que se realiza por la gracia. Jesús se
encuentra con un ciego de nacimiento al que cura compadecido de su enfermedad. Esta curación se realiza en sábado y
era precepto para los hebreos no trabajar en sábado, entonces, encuentran allí el motivo para oponerse a Jesús. En la
discusión, le preguntan por qué motivo es ciego si por sus pecados o los de sus padres, identificando enfermedad física
con el pecado. La narración culmina con la realización del milagro: la curación de la enfermedad física y el acto de fe del
ciego. Con el milagro, Dios busca no sólo la salud física, sino algo más importante, la del alma, que consiste básicamente
en descubrir a Dios, en verlo (Cf. Juan 9).

Unidad 4: El orden sobrenatural 18


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En la búsqueda de la felicidad, el hombre pone, en primer lugar, otras cosas, en vez de a Dios. La
justificación implica un doble movimiento:

 búsqueda de Dios,
 rechazo de aquello que me aleja de Él (Cf. Suma Teológica, op.cit., I-II, q.113,a.6,c).

Esto es mucho más que ser educado o bueno con los demás, esto es mucho más que ser solidario o buen
ciudadano; es vivir para la Vida eterna. La Palabra de Dios habla de una relación más profunda que la amistad.
Ella afirma que, por la gracia, el hombre se convierte en hijo adoptivo de Dios:

Mas al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para
redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibiésemos la adopción. Y puesto que son hijos, envió
Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba, Padre! De manera que ya no eres
siervo sino hijo, y si hijo, también heredero por medio de Dios (Gal.4,4-7)
Cristo es Hijo de Dios por naturaleza, es decir, tiene la misma Esencia divina. El hombre se convierte en hijo
porque recibe parte de esa naturaleza, según su capacidad. Esta posibilidad surge a partir de la unión de las
dos naturalezas en Cristo, por eso, se dice que, por la gracia que recibimos de Cristo, somos hechos hijos, esto
es, no nos convertimos en Dios, sino que recibimos su Vida.

El hombre se hace bueno por la gracia en un sentido distinto al ser “buena persona con los demás”, porque
esta nueva bondad significa una relación de amistad (cercanía) con Dios. Sin embargo, no podemos decir que a
partir de allí uno no necesite hacer obras buenas, pues como dice el refrán: “Obras son amores y no buenas
razones” (Cf. Colzani 1988: 400ss).

 El primer efecto que produce la gracia es la justificación, como explicamos antes.


 El segundo efecto es el mérito sobrenatural que le agrega a las obras que realiza el hombre.

La presencia de Dios en el alma no sólo le participa de su Vida, sino que, además, es una fuente de energía
para realizar actos sobrenaturales, como actos de fe o caridad, etc.

Por otra parte, hace que esos actos se ordenen a la vida eterna en cuanto realizados por amor a Dios; un
acto de caridad a un pobre, por ejemplo, es tenido en cuenta por Dios en el momento de valorar la vida
humana, porque ese acto tiene una motivación superior: el amor a Dios y porque, unido el hombre a Cristo por
la fe, suma los méritos del Hijo de Dios: “Permaneced en Mí, como Yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento
no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí”
(Juan 15,4). Por más pequeño que sea el acto vale más para Dios que un acto cualquiera de bondad natural,
porque el mérito es el de la obra que Dios realiza en nosotros (Ibáñez-Ibáñez y Mendoza 1983: 226-238).

¿Y por qué quiere Dios que hagamos actos buenos, si Él no necesita de nosotros para ser feliz? Porque en
esos actos se manifiesta la Bondad divina; porque queda de manifiesto cuán grande es la obra que puede
realizar Dios en una persona que le abre su alma, como lo hizo en Teresa de Calcuta o en tantos santos o bien
en tantos otros desconocidos que dan su vida por amor a Él.

Nos queda pendiente una cuestión: si la gracia es don sobrenatural infundido por Dios en el alma y
pertenece a la esencia de la misma, entonces no todos los hombres la tienen.

Ahora bien, ¿por qué Dios da las gracias a unos y a otros no?, ¿por qué le da a uno más que a otros? ¿Es
que Dios no ama a todos los hombres por igual?, ¿no somos todos iguales ante Él?

Unidad 4: El orden sobrenatural 19


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Una vez más, la respuesta es distinta de lo que podríamos pensar, porque Dios es un Ser diferente del
hombre. En efecto, somos todos iguales ante Dios en el sentido de que todos los seres existentes existimos por
su Amor, pero es una evidencia de la realidad que ha dotado a los hombres con capacidades distintas. Hay
distintos tipos de capacidades y algunos tienen una capacidad más que los demás. Pero Dios no se la dio para
que sobresaliera sobre los otros buscando su bien personal únicamente.

Dios piensa de una manera diferente: si alguno es más inteligente, por ejemplo, que otros es para que
ponga al servicio de los demás esa capacidad, no para que se aproveche de ella para dominar. Dios piensa
siempre al hombre realizándose con los demás, sirviendo a los otros.

Lo mismo sucede con la gracia. Dios distribuye las gracias pensando no sólo en la santificación de uno, sino
en que ése puede ayudar a los demás a llegar a Él. Esto sucede, por ejemplo, con la fe o la esperanza por las
cuales unos ayudan y sostienen a otros.

De todas maneras, es evidente que a unos les da más, y esto se explica por dos motivos:

 El primer motivo es que, así como Dios crea por Bondad, también da las gracias por Amor, es decir,
que el motivo de su Amor es su Bondad, sus ganas de querer, no nosotros. La gracia no es un
premio a un buen comportamiento humano; siendo su Amor la razón de la comunicación de esos
dones, Él puede disponer libremente de ellos.
 El segundo motivo es que no todos los que reciben la gracia la aceptan y se dejan iluminar o mover
por Dios hacia Él. Puede suceder que alguno, escuchando hablar de Dios, no tenga ganas de hacer
lo que Él dice o le interesen más otras cosas. Esas gracias se pierden, por así decirlo, porque el
hombre no correspondió al Amor divino. En todo esto, se manifiesta lo sobrenatural como un
misterio, como algo divino.

Para concluir, hay que decir que la gracia en el hombre es, en primera instancia, un hecho religioso: la
presencia divina en la interioridad; pero que luego, se transforma también en un hecho cultural (Cf. Fósbery
2000: 289-308). La presencia de lo sobrenatural no queda limitada a la interioridad individual, sino que
orientado el hombre a Dios, toda la actividad humana se transforma, surgiendo de allí una cultura que
trasciende los límites de una nación o civilización: la cultura católica.10

En efecto, la gracia no sólo orienta el alma individual a Dios, elevándola a participar de la Vida divina
(lo cual se expresa en el culto, es decir, en la oración); sino que dirige toda la actividad humana, el
trabajo, la ciencia, la técnica, la vida familiar, etc., a una realización ulterior en la Vida eterna. Por eso,
lo sobrenatural genera no sólo un culto sino una Cultura.

Con la gracia, la imagen divina en el hombre se actualiza, pues llega a su máxima realización en cuanto
Dios mismo habita en el hombre. Esta imagen sigue siendo dinámica, ya que el hombre se realiza en la medida
en que cumple su misión en el mundo.

10
La cultura católica se define así: “el patrimonio de la fe, los tesoros de la doctrina y la liturgia y la materia de la cual
viven y se sirven los cristianos” (Fósbery 2000: 306).

Unidad 4: El orden sobrenatural 20


Alejandro Ramos
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Bibliografía
COLZANI, G. (1988) Antropología Teologica, l’uomo paradosso e mistero. Bologna: Dehoniane.

FÓSBERY, A. (2000) La Cultura Católica. Buenos Aires: Tierra Media.

IBAÑEZ-IBÁÑEZ, Javier y Rafael MENDOZA (1983) Dios santificador: I. La gracia. Madrid: Palabra.

LÉON-DUFOUR, X. (1988) Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder.

NICOLAS, J.H. (1969) Les profondeurs de la grace. Paris: Beauchesne.

SANTO TOMÁS (1998) Suma Teológica. Madrid: BAC.

SANTO TOMÁS, Contra Gentiles.

SPIAZZI, R. (1991) Natura e grazia. Fondamenti dell `antropologia cristinana secondo San Tommaso d`Aquino.
Bologna: Ed. Studio Domenicano.

Unidad 4: El orden sobrenatural 21


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04 Anexo: Los sacramentos


Autor:
Juan Carlos Bilyk

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa: aptación de: BILYK, Juan
Versi Mayo 2016 Carlos (2014). Jesucristo y su Iglesia. Buenos Aires: MDA.
ón 4
Esta obra está bajo Licencia Creative Commons
2016
Atribución No Comercial Compartir Igual 3.0
Unported

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Unidad 4 - Anexo:
Los sacramentos
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Los sacramentos en general .......................................................................................................................3
1.1 ¿Qué son los sacramentos? ..................................................................................................................3
1.2. Elementos necesarios para recibir los sacramentos ...........................................................................4
1.3. Necesidad de los sacramentos para la salvación ................................................................................5
2. Los sacramentos en particular ...................................................................................................................5
2.1. Bautismo..............................................................................................................................................5
2.2. Confirmación .......................................................................................................................................6
2.3. Eucaristía .............................................................................................................................................6
2.4. Reconciliación ......................................................................................................................................7
2.5. Unción de los enfermos.......................................................................................................................8
2.6. Orden sagrado .....................................................................................................................................9
2.7. Matrimonio..........................................................................................................................................9

Unidad 4-Anexo: Los sacramentos 2


Juan Carlos Bilyk
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1. Los sacramentos en general


1.1 ¿Qué son los sacramentos?
Etimológicamente la palabra “sacramento” proviene del latín sacramentum, término que significa “algo
que es santo (o sagrado)”.

Se define a los sacramentos como signos sensibles y eficaces de la gracia habitual, que fueron
instituidos por Jesucristo y que son administrados por la Iglesia por Él fundada, para la santificación
de sus miembros.

Los sacramentos son signos sensibles de la gracia habitual y santificante, ya que por medio de cosas que
podemos ver, oír y tocar (palabras y acciones, que son externas), significan la gracia (que es interna), es decir,
representan y señalan su presencia real aunque invisible. Así como, por ejemplo, la presencia de humo
significa (señala, indica) la existencia del fuego; en el Bautismo el agua bendita derramada sobre la frente del
bautizado significa la gracia del sacramento. De este modo: cuando un sacramento se celebra debidamente, el
cristiano puede decir “ahí está la gracia”, aunque no la vea con los ojos de la cara o no la pueda tocar con sus
manos.

Los sacramentos son signos visibles de la gracia invisible.

Pero los sacramentos no sólo significan la gracia, sino que además la producen. Y por eso se les dice
también signos eficaces, porque producen lo que significan. Entonces, distinto del caso del humo que señala
la presencia del fuego pero no lo produce, encontramos que los sacramentos sí producen la gracia en el alma
(a la vez que son un signo externo y sensible de su presencia invisible en ella).

Los sacramentos otorgan, devuelven, o aumentan la gracia santificante y habitual, y junto con ella se dan
las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo, y cada uno en particular otorga su propia gracia sacramental.
Cristo los ha confiado a su Iglesia porque por su intermedio Él, como Cabeza de su Cuerpo Místico, actúa entre
sus miembros para su justificación (santificación).

Los sacramentos que la Iglesia ha reconocido infaliblemente como instituidos (establecidos) por el
Señor son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Reconciliación, Unción de los enfermos, Orden
Sagrado y Matrimonio.

Es muy importante aclarar que los sacramentos son eficaces por el mismo hecho de que la acción es
realizada, es decir, como fruto de la acción salvadora de Jesucristo realizada de una vez y por todas. A esta
propiedad de los sacramentos se la designa con la expresión latina ex opere operato, que significa: “desde la
obra realizada”. Por lo tanto, y siguiendo a santo Tomás de Aquino, decimos que el sacramento no actúa de
acuerdo a la santidad del ministro que lo confiere, sino independientemente de ello (aunque sí a través suyo),
por el poder de Cristo y del Espíritu Santo que actúa en él y por él (aunque no debe tener, esto sí, intención de
simular al celebrarlo). En suma: no depende ni de los méritos ni de la fe de quien lo administra (lo cual suele
ser, lamentablemente, una excusa muy común para no ir al encuentro de la gracia).

Unidad 4-Anexo: Los sacramentos 3


Juan Carlos Bilyk
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Además de ello, los frutos de los sacramentos dependen de las adecuadas disposiciones del sujeto que lo
recibe. Esto es, que la gracia que se recibe en los sacramentos obra siempre en quien los reciba, mientras no
ponga impedimentos (vgr. el estado de pecado mortal impide moralmente recibir la Eucaristía, y si se la recibe
en ese estado se comete otro pecado mortal muy grave: el sacrilegio).

Acerca de los sacramentos, y en particular de los de iniciación, el Papa Francisco enseña:

Los Sacramentos expresan y llevan a cabo una efectiva y profunda comunión entre
nosotros, ya que en ellos encontramos a Cristo Salvador y, a través de Él, a nuestros
hermanos en la fe. Los sacramentos no son apariencias, no son ritos, los sacramentos son
la fuerza de Cristo, está Jesucristo en los sacramentos. Cuando celebramos la misa, en la
Eucaristía, está Jesús vivo, muy vivo, que nos reúne, nos hace comunidad, nos hace adorar
al Padre. Cada uno de nosotros, de hecho, mediante el Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía, está incorporado a Cristo y unido a toda la comunidad de los creyentes. Por
tanto, si por un lado está la Iglesia que “hace” los sacramentos, por otro lado están los
sacramentos que “hacen” a la Iglesia, la edifican, generando nuevos hijos, agregándolos al
pueblo santo de Dios, consolidando su pertenencia. Cada encuentro con Cristo, que en los
sacramentos nos da la salvación, nos invita a «ir» y comunicar a los demás una salvación
que hemos podido ver, tocar, encontrar, acoger y que es verdaderamente creíble porque es
amor. En este sentido, los sacramentos nos empujan a ser misioneros y, el compromiso
apostólico de llevar al Evangelio en todos los ambientes, también en los más hostiles,
constituye el fruto más auténtico de una asidua vida sacramental, en cuanto que es
participación en la iniciativa salvífica de Dios, que quiere dar a todos la salvación. La gracia
de los sacramentos alimenta en nosotros una fe fuerte y gozosa, una fe que sabe
sorprenderse de las «maravillas» de Dios y sabe resistir a los ídolos del mundo (Catequesis
papal de los días miércoles (6/11/2013).

1.2. Elementos necesarios para recibir los sacramentos


Para recibir debidamente un sacramento, se requiere:

 la materia: es el elemento sensible que se usa en el sacramento (vgr. el óleo sagrado en la


Confirmación).
 la forma: son las palabras sagradas (la “fórmula”) que se pronuncia durante el rito del sacramento,
y que no pueden ser cambiadas (por ejemplo, en el Bautismo se dice: “Yo te bautizo, en el Nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo...”). Ambos, materia y forma, constituyen el signo sensible
del sacramento.
 el ministro: es la persona que confiere el sacramento en el Nombre y con la Autoridad delegada
por Cristo (de quien es ministro secundario, instrumento de Jesús), porque es Cristo mismo quien
confiere principal y excelentemente el sacramento. Debe tener la firme y sincera intención de
conferir el sacramento, tal como lo manda la Iglesia, sin ánimo de simulación o imitación.
 el sujeto (o destinatario): es la persona que recibe el sacramento, y que debe cumplir las debidas
disposiciones (por ejemplo, guardar el ayuno previamente a recibir la Eucaristía).1

1
Sólo a modo informativo, se incorpora al final un cuadro donde se indica cada uno de estos elementos en cada
sacramento.

Unidad 4-Anexo: Los sacramentos 4


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En los sacramentos del Bautismo y la Confirmación es necesaria la presencia del padrino o de la madrina,
quienes también deben cumplir con las necesarias disposiciones (creyentes sólidos, de buena formación
cristiana, y coherencia en la práctica cotidiana de la fe), siendo su misión propia la de ayudar a su ahijado o
ahijada en el camino de la vida cristiana. Es conveniente que el padrino o madrina de la Confirmación sea el
mismo del Bautismo, para subrayar la unidad de ambos sacramentos.

1.3. Necesidad de los sacramentos para la salvación


Así como es absolutamente necesaria la gracia para la salvación, son indispensables los sacramentos como
medios ordinarios por los cuales Cristo, por ministerio de su Iglesia, derrama su Vida entre sus fieles.
Siguiendo a santo Tomás de Aquino, encontramos tres razones que sostienen lo dicho:

 es propio del ser humano ser conducido a las cosas espirituales por medio de las sensibles, y por
esta razón Dios provee al hombre para su salvación de estos signos sensibles y corporales llamados
sacramentos. De esta manera, al decir del Papa Benedicto XVI, “el Señor nos «toca» a través de la
materia”;
 el hombre, cuando peca, se somete a cosas corporales. Y el remedio debe ser aplicado donde está
el mal. Por eso Dios aplica al hombre la medicina espiritual por medio de estos signos sensibles;
 al hombre le han sido propuestas en los sacramentos acciones sensibles, para evitar las acciones
supersticiosas, a las cuales es tan propenso por su afán de lo sobrenatural y misterioso, y cuando
resulta confundido por el pecado o por la ignorancia.

Por consiguiente, decimos que si bien la gracia de Dios es necesaria y suficiente para salvarse, Dios nos la
da del modo que nos resulta más conveniente. Y por todo lo dicho, concluimos en que son necesarios los
sacramentos para conseguir la gracia (no excluye esto que, de modo extraordinario, Dios quiera conceder la
gracia por otros medios que sólo Él conozca a los que, sin culpa personal, no la puedan recibir en los
sacramentos o no saben de la existencia de ellos).

2. Los sacramentos en particular


2.1. Bautismo
El nombre proviene del griego baptizo que significa “sumergir” (en el agua). Es el primer sacramento de la
iniciación cristiana. Es el sacramento de la fe y de la consagración a Dios por el cual el hombre se incorpora a
Cristo y a la Iglesia, muriendo al pecado (tanto al original como a los personales que hubiera cometido hasta
ese momento, de recibirlo en uso de razón), y naciendo a la Vida nueva de la Gracia, a la Vida de hijo de Dios
(cfr. Jn 3,1-8; Hch 2,38; Rom 6,3-11; 1 Cor 12,13; etc.).

El Bautismo es no sólo el primero sino el más necesario de los sacramentos, por ser el mismo “Puerta
de Salvación”.

En cuanto a sus efectos, el Bautismo:

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 quita todos los pecados (el original con el cual somos concebidos, y en caso de tratarse del
bautismo de un adulto, también todos los cometidos hasta ese momento de su vida;
 perdona todas las penas (temporales y eternas) debidas hasta ese momento;
 otorga la gracia santificante y habitual primera, y junto con ella, todas las virtudes infusas y los
dones del Espíritu Santo;
 nos hace nacer a la Vida eterna como hijos adoptivos de Dios Padre, nos hace hermanos de Dios
Hijo (Cristo), templos del Espíritu Santo, y herederos del Reino;
 imprime carácter indeleble: el de cristiano que lo distingue de los no bautizados, y que lo hace
miembro de la Iglesia Católica, con derecho a recibir todos los demás sacramentos, pero también
sujeto a sus leyes y disposiciones.

2.2. Confirmación
La Confirmación es el segundo sacramento de iniciación cristiana, conformando una unidad con el
Bautismo y la Eucaristía. El nombre quiere indicar que se robustecen —se “confirman” o “reafirman”— las
gracias recibidas en el Bautismo, para vivir como verdaderos hijos de Dios, y para dar mejor cumplimiento a la
misión de todo cristiano, que es ser testigo del Señor ante todos los hombres, y defensor valeroso de la fe.
Todo ello es posible gracias al don recibido en este sacramento, que no es otro que el mismo Espíritu Santo,
es decir, el Amor mismo con que Dios se ama y nos ama. La recepción de este sacramento es necesaria para la
plenitud de la gracia bautismal, porque a los bautizados la Confirmación los une más íntimamente con Cristo y
su Iglesia (cfr. Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Jn 20,22; Hch 1,8 y 2,1ss).

Por la Confirmación el cristiano se compromete mucho más como auténtico testigo y soldado de
Cristo, para extender y defender cabalmente la fe con sus palabras y sus obras.

El efecto principal de este sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo (“el don del Espíritu Santo”),
aumentando significativamente los dones propios de Dios Espíritu Santo (Sabiduría, Entendimiento, Consejo,
Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios). Concede, además, una fuerza especial para difundir y defender la
fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos y soldados de Cristo, y para confesar alegre y
valientemente el Nombre de Jesús. La Confirmación también imprime carácter en el alma, una marca
espiritual indeleble.

2.3. Eucaristía
La Eucaristía se entiende de dos modos: como sacrificio (la Santa Misa) y como sacramento (el tercero de la
iniciación cristiana), que es el que aquí nos ocupa (pero debe considerarse que el sacramento se
celebra dentro del marco litúrgico del sacrificio). Es el sacramento del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad
de Cristo, en el cual el Señor actualiza y ofrece al Padre el mismo Sacrificio de la Cruz, y se da en alimento
espiritual a su Iglesia. Hacia ella se ordenan todos los demás sacramentos y en ella culmina todo el orden
sacramental, porque contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo resucitado (Jn 2,1-12;
Mt 14,13-21; Mc 6,31-44; Lc 9,10-17 y Jn 6,1-66; Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20; I Cor 11,17-34).

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La Eucaristía es el sacramento más excelente, en el que se concentra por entero el Misterio de Jesús y
de la Iglesia.

En cuanto a los efectos principales, la Eucaristía da la fuente de la gracia, es decir, a Cristo mismo
resucitado y por siempre gloriosamente vivo; alimenta el alma sobrenaturalmente con la gracia (da la vida
sobrenatural y eterna), análogamente a como el cuerpo se alimenta naturalmente de comida (la vida natural y
temporal); perdona los pecados veniales y preserva de los mortales (alejando la debilidad espiritual y
concediendo la perseverancia en el bien); es anticipo de la resurrección definitiva y de la gloria eterna.

Aquí hay que aclarar el modo en el que se halla Cristo en la Eucaristía. Las palabras sagradas (la forma) no
sólo son un signo, son creadoras: producen lo que significan. No sólo determinan un hecho, lo crean al
determinarlo. Allí se hace presente Jesucristo glorioso —vivo y resucitado— con su humanidad (su cuerpo,
sangre y alma), y su divinidad, pero misteriosamente escondido tras lo que quedó de lo que antes era pan y
vino (sus accidentes: gusto, color, textura). Así lo canta santo Tomás de Aquino: “Te adoro con fervor deidad
oculta, que estás bajo estas formas escondida”2. A esta maravillosa conversión se la llama transubstanciación
(del latín trans-substare = “estar debajo”), término que expresa perfectamente lo que allí ocurre pues, al
repetir el ministro las palabras de Jesús en la Última Cena, se produce el cambio de una sustancia en otra (la
del pan y vino original en la humanidad y divinidad de Jesús actual), conservándose únicamente los accidentes
de la sustancia original..Así, el cambio que no perciben los ojos de la cara lo reconoce ciertamente la fe. Su
presencia es verdadera (no hay simulación ni error) y real (no simbólica o figurativa) porque es sustancial: en la
Eucaristía se hace presente Cristo Dios y Hombre, entero e íntegro, ofreciéndose como alimento espiritual
para su Iglesia.

Lo que estamos diciendo no significa que el pan y el vino sufren aniquilamiento (se destruyen) sino que se
cambian; tampoco que hay creación del Cuerpo de Cristo (porque no sale de la nada); ni que Cristo sufre
mutación en la Eucaristía (porque lo que cambia es la sustancia del pan y el vino). Hay un cambio real pero no
visible. “Tu fe te ayudará a darte cuenta que es Jesús mismo quien está presente en el Santísimo Sacramento”
(san Juan Pablo II). Sin embargo, para avivar la fe de los dudosos, no faltaron en la historia de la Iglesia los
denominados “milagros eucarísticos” en los cuales el pan y vino ya consagrados se convirtieron visiblemente
en cuerpo y sangre humana (por ejemplo el primero de ellos, en el siglo VIII en Lanciano, Italia, y que hasta el
día de hoy se conserva sobrenaturalmente intacto).

“La Eucaristía es un banquete en el que comemos con Cristo, comemos a Cristo, y somos comidos por
Cristo” (san Agustín de Hipona)

2.4. Reconciliación
La Reconciliación (también llamado “confesión” o “penitencia”) es el sacramento por el cual Jesucristo, por
medio de la absolución sacerdotal, concede el perdón de los pecados y el retorno a la amistad con Dios y con
su Iglesia, al pecador sinceramente arrepentido de sus pecados, que los confiesa y tiene decidido propósito de

2
Adoro te devote

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enmienda y de no volver a cometerlos. La palabra “reconciliación” proviene del latín reconciliare que significa
“restablecer, reparar” (una amistad rota, dañada, en este caso con Dios) Se lo llama también sacramento de
Conversión, de la Penitencia, de la Confesión o del Perdón. (Cfr. Mt 4,17, 16,19 y 18,18; Mc 2,5-12; Lc 7,48-49;
II Cor 5,20). Decía san Agustín: “confesar es abandonar las tinieblas y las sombras”.

Así como uno recurre habitualmente al médico para hacerse un chequeo de su salud, es bueno
reencontrarse a menudo con el confesor; y mejor si es uno que nos conozca—un “asesor espiritual”—
pues está al tanto de nuestras debilidades y de nuestros progresos en el camino de la salvación.

Entre sus efectos principales, la Reconciliación perdona tanto los pecados mortales como los veniales
cometidos desde el Bautismo o desde la última confesión; devuelve los méritos que nos redituaron las buenas
obras en estado de gracia que hayamos hecho anteriormente; trae como resultado la paz y la tranquilidad de
la conciencia, acompañada de un profundo consuelo espiritual; nos reconcilia con Dios y con la Iglesia,
produciendo una verdadera “resurrección espiritual”, por la recuperación de la gracia santificante y los demás
dones sobrenaturales que el pecado mortal nos arrancara del alma (si fueron sólo pecados veniales no fue en
vano, pues nos aumenta la gracia santificante); otorga la gracia sacramental específica que consiste en el
fortalecimiento para no volver a recaer en el pecado en las próximas ocasiones de tentación.

2.5. Unción de los enfermos


La Unción es el sacramento que alivia y fortalece al enfermo, lo purifica de su fondo de pecado, y lo ayuda a
superar la enfermedad física, incluso sanándolo de la misma si es conveniente a su salud espiritual. Está
orientado a socorrer al cristiano que se encuentra afligido por una grave enfermedad corporal (al enfermo
grave), que transita los últimos años de su vejez (al anciano), o que se encuentra próximo a la muerte (al
moribundo); asociándolo a los padecimientos de Cristo, y ayudándolo a transitar el último tramo de su vida
cristiana fortalecido por la fuerza que brota de la Pasión del Señor (cfr. Mt 9,20-22 y 10,1-2; Mc 6,5.13; 7,32-
37; 8,22-25 y 16,18; Lc 4,40 y 5,17-26; Jn 9,6ss.; Sant 5,14; etc.).

En cuanto a sus efectos en el cuerpo, suaviza los sufrimientos corporales devolviéndole la salud al cuerpo si
es conveniente, a juicio de la Sabiduría divina, para la salud del alma. Pero no debe ser visto como un remedio
contra la muerte ni pretender en él acción de curación milagrosa sino sobrenatural (si sucede), pues ayuda a
dar salud a las fuerzas naturales si así conviene al alma.

En cuanto a sus efectos en el alma, aumenta la gracia santificante y los demás dones sobrenaturales, pues
es sacramento de vivos, perdonando además los pecados veniales. No obstante puede actuar como
sacramento de muertos perdonando los pecados mortales si estando el enfermo en trance de muerte es
incapaz de confesar los pecados (si está inconsciente) y tiene, a juicio de Dios, dolor de atrición o contrición
imperfecta. Otorga asimismo la gracia sacramental, que consiste en el alivio espiritual y fortaleza especial del
Espíritu Santo contra las tentaciones (que redoblan sus intenciones dada la debilidad propia del estado de
enfermedad). Une al anciano, al enfermo y al moribundo de un modo especial con la Pasión del Señor, y la
Iglesia toda, cuando celebra este sacramento, intercede por el bien del enfermo. A su vez, el destinatario de la
Unción contribuye por la gracia de este sacramento a la santificación de toda la Iglesia y de todos los hombres
por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre.

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2.6. Orden sagrado


Es el sacramento que confiere al varón, que con las debidas condiciones libremente lo acepte (como
respuesta al llamado que Jesucristo le hace), una participación jerárquica en el Único Sacerdocio de Cristo,
para el culto de Dios y la santificación de su Iglesia, además de autoridad para la enseñanza y el gobierno del
Pueblo de Dios. (cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,15-20; Hch 2,1-46; 6,1-7; 14,20-24; I Cor 11,23-25; I Tim 2,5 y 4,14; II
Tim 1,6; Hebr 5,10; 6,20 y 10,11-14; Apoc 1,6 y 5,6-10),.

El sacerdocio ministerial, que se obtiene por este admirable sacramento del Orden, lo vemos
instituido por Nuestro Señor en la Última Cena, a la par que instituye la Sagrada Eucaristía, pues no
hay sacrificio sin sacerdocio.

Entre sus efectos, confiere, siendo sacramento de carácter, una marca espiritual indeleble (que no se
pierde jamás), la de ser ministro de Cristo: representante de la Cabeza de la Iglesia, en su triple función de
Sacerdote, Profeta y Rey; confiere el poder de consagrar el Cuerpo y Sangre de Cristo y el de perdonar los
pecados (presbíteros y obispos), y de ejercer otras funciones propias del sacerdote (vgr. bendecir); aumenta
magníficamente la gracia santificante y los demás dones sobrenaturales, como sacramento de vivos que es, y
una gracia sacramental especial para poder desempeñar mejor los sagrados deberes del estado sacerdotal.

2.7. Matrimonio
Es el sacramento por el cual Cristo santifica a los esposos, y les otorga su gracia para que constituyan, en un
proyecto de fe, la comunidad conyugal por el amor y el complemento mutuo; y la comunidad familiar por
medio de la transmisión de la vida y la educación cristiana de los hijos, naturales o adoptivos. La palabra
“matrimonio” es una contracción del latín matris munium, lo cual se traduce como “oficio de la madre”,
haciendo referencia a que engendrar y alumbrar es el “oficio” propio de la madre en la familia. A su vez el
término “patrimonio” (patris munium = “oficio del padre”) se aplica a los bienes externos de la familia, porque
es tarea primaria del padre buscar el sustento y las demás cosas necesarias para el bienestar de la familia.
Mientras que la tarea de “educar a la prole” (los hijos) será misión de ambos.

El sacramento del Matrimonio brinda una asistencia especial para que puedan cumplir santamente los
deberes y obligaciones propios de los esposos, quedando fortalecidos para ello en el amor mutuo
(sobrenatural), como “consagrados”; el vínculo matrimonial produce una completa indisolubilidad (perpetua
de por vida y exclusiva).

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05 Jesucristo, Salvador del hombre

Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa:
Versi Mayo Ramos, Alejandro (2010). Jesucristo y la salvación del hombre.
ón 4 2016 Mar del Plata: Universidad FASTA
Esta obra está bajo Licencia Creative Commons
Atribución No Comercial Compartir Igual 3.0
Unported

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Unidad 5:
Jesucristo,
Salvador del hombre
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Jesucristo, el Salvador ................................................................................................................................3
2. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre .........................................................................................................5
2.1. Dos naturalezas en Cristo: divina y humana .......................................................................................6
2.2. Una sola Persona divina ....................................................................................................................11
Bibliografía....................................................................................................................................................15

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 2


Alejandro Ramos
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1. Jesucristo, el Salvador
Como ya hemos visto, la religión cristiana enseña que la salvación del hombre es trascendente y
sobrenatural, la misma no consiste en el cumplimiento externo de leyes y ritos, sino que resulta de la relación
íntima del hombre con Dios, que también es Persona. Ésta es quizá la Verdad más importante que tiene el
cristianismo para decir a los hombres de hoy.

En la actualidad, es frecuente encontrar la idea de una realización humana que depende, en definitiva, de
lo que el hombre puede sacar de sus capacidades. No pocas religiones, las orientales por ejemplo, proponen la
perfección del hombre como una suerte de estado al cual se llega por medio de ejercicios interiores que
consiste, muchas veces, en la negación de los deseos y pasiones, y que tiene su punto de partida en la toma de
conciencia de la pertenencia a una Totalidad. En esas propuestas, la salvación o estado de perfección pareciera
concluir en una disolución del individuo con todo lo que ello implica.

En cambio, el cristianismo propone precisamente lo


contrario, puesto que no se puede hablar de un Dios
Para entender el misterio de Jesucristo, es
cristiano si no es a partir de la noción de un Dios que es
fundamental tener en cuenta el misterio de la
Persona. Por la revelación del AT, sabemos que Dios es un Santísima Trinidad al cual nos hemos referido
Ser personal; y por el NT, conocemos que, además, en Él en diversas ocasiones: que Dios es Uno, porque
posee una única naturaleza divina; y a la vez,
hay tres Personas divinas, es decir, tres individuos distintos esa naturaleza la portan tres Personas divinas:
por las relaciones que tienen entre ellos, pero con la misma el Padre (a quien se le atribuye la Creación), el
y única naturaleza divina. Así, el Dios cristiano nunca existió Hijo (a quien se le atribuye la Salvación) y el
Espíritu Santo (a quien se le atribuye la
como un ser individual solitario y aislado. Santificación).

Desde toda la eternidad, hay un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo y por tanto, Dios es comunidad
desde siempre.

Este Dios quiso, por su infinita bondad, crear seres que participaran de esta
Por esto, el concepto de persona dignidad que constituye el ser persona, y por eso, creó a los hombres a
(objeto principal de nuestra imagen y semejanza suya, haciéndolos personas. Para el cristianismo,
materia) constituye la clave de
entonces, la salvación, lejos de consistir en una disolución de las personas en
comprensión de la fe cristiana.
un todo, estriba en el encuentro de las personas humanas con las Personas
divinas.

Más aun, cuando Dios quiso revelarse y manifestar a los hombres la salvación que propone, eligió a
personas humanas que hicieran de intermediarios: patriarcas, profetas, etc., como lo vemos en el AT. Pero, en
un segundo momento, también Él quiso hacerse presente en persona. Por eso,

para revelarse de manera definitiva, el Padre envió al Hijo, quien asumió la naturaleza humana y fue
concebido por una mujer, María, por obra del Espíritu Santo.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 3


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Esta presencia personal y directa de Dios en la historia significa que Él sale al encuentro personal del
hombre. Ese encuentro es fruto del descenso de Dios a los hombres y, de esta forma, del ascenso de los
hombres a Dios en Cristo. Así lo dice el Apóstol San Pablo: “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y
los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el
testimonio que él dio a su debido tiempo” (1 Tim 2,5-6).

Por lo tanto, la principal tarea que tenemos que emprender si queremos conocer la verdad sobre la
salvación del hombre es conocer a la Persona divina que se hizo Hombre para hacernos visible al Dios
invisible.

La salvación cristiana se afirma, entonces, en dos grandes verdades: una, como dijimos, el valor de la
Persona divina y humana; la segunda, el valor de lo humano para Dios.

Del hecho de que Dios haya asumido la naturaleza humana, una naturaleza infinitamente inferior a la suya,
podemos sacar algunas conclusiones:

 Dios aprecia la naturaleza humana más que nosotros mismos. De allí que haya querido servirse de
ella como instrumento válido para llevar a cabo la Redención de los hombres. Si bien la plenitud
espiritual se alcanza, de manera definitiva, en la Vida eterna, sin embargo, se inicia en la existencia
temporal, es decir, durante nuestra vida en la tierra, cuando comenzamos a conocer a Dios. Por
eso, podemos decir que la salvación no es sólo una realidad eterna, sino también temporal. La fe en
Dios cambia el sentido de la vida de una persona, porque la dirige hacia objetivos y valores
trascendentes, completamente nuevos, que le permiten desplegar todas las potencialidades
humanas, físicas y espirituales. Así es posible alcanzar cierta plenificación durante la existencia
histórica.
 En Jesús, no sólo se revela la naturaleza del Hijo de Dios, sino también se muestra el modo más
perfecto de la existencia humana. Jesús es la imagen más acabada de lo que Dios quiso hacer en el
hombre cuando lo creó a imagen y semejanza suya.
 Dios no permanece aislado y distante del hombre; por el contrario, deberíamos decir que, con lo
que hizo, es posible descubrir en Él una pasión por el hombre. Posee un profundo deseo, un amor
sin límites por este ser que Él mismo sacó de la nada haciéndolo existir; quiere estar junto al
hombre.
 Dios Hijo se hace hombre y será hombre para siempre, gesto de amor gracias al cual el hombre no
está solo ni abandonado. Aún en su estado más profundo de soledad, puede encontrar un Tú que
le brinde seguridad y sea su compañía: Dios.

Antes de avanzar, es importante hacer una aclaración:

en este amistad entre Dios y el hombre, ni Dios deja de ser divino por hacerse humano ni el hombre
pierde su condición por hacerse imagen de Dios.

Por el contrario, la Bondad divina se muestra más grande que nunca y la bondad humana adquiere una
realización trascendental.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 4


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2. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre


La existencia histórica de Jesús de Nazareth es innegable. Hay
múltiples pruebas no sólo bíblicas, sino de historiadores no cristianos La vida en la tierra de Jesús divide

que documentan su vida. Este hombre es el fundador de la religión las eras históricas de Occidente. Por
eso, para referirse a los hechos
cristiana (de la Iglesia tal como la entendemos los católicos) y es
sucedidos antes de su nacimiento se
seguido por los fieles, en primer lugar, por su condición de Dios utiliza la expresión “antes de Cristo”
hecho hombre. (AC) y para los posteriores, la expresión
“después de Cristo” (DC)
En Él, se realiza uno de los misterios más grande de la fe cristiana:

El misterio de la Encarnación: Dios Hijo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre de verdad.

Resulta muy difícil explicar cómo lo divino puede caber en lo humano; por eso,
no fue simple para la Iglesia formular una explicación teológica, la cual fue
La definición del verbo elaborando a lo largo de la historia a partir de la Revelación. Pero es algo
“encarnar” es “tomar forma
complejo expresar cómo este Hombre, que vivió en un momento concreto
corporal un ser espiritual, una idea o
algo inmaterial”. En este caso, quien
de la historia, se comportaba como Dios y como Hombre.
asume naturaleza humana es la
Segunda Persona de la Santísima
En los relatos evangélicos, aparece el mismo Jesús formulando la
Trinidad: Dios Hijo. pregunta a sus propios discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del
hombre? ¿Quién dicen que es?” En las distintas respuestas, unos lo identifican
con alguno de los profetas anteriores; pero es Pedro quien toma la palabra y responde:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,13-19). Jesús lo felicita porque esa confesión de fe es una
Revelación divina. Y desde entonces, los apóstoles se ven obligados a tratar de explicar quién es este Jesús de
Nazareth.

Después de tres siglos y mucho debate en el seno mismo de la Iglesia, ésta logra proclamar oficial y
formalmente cómo es que hay una naturaleza humana y otra divina en el hijo de José y María, en el Concilio
de Calcedonia (año 451) (Ver DS 301-302):

Jesús (también llamado Cristo o Jesucristo) es verdadero Dios y verdadero Hombre, pues en Él se
unen dos naturalezas: la humana y la divina, en una sola Persona Divina: el Hijo.

Trataremos ahora de explicar en qué consiste esta unión para después entender cómo es posible que un
mismo sujeto sea Hombre y Dios a la vez.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 5


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2.1. Dos naturalezas en Cristo: divina y humana


En primer lugar, hay que decir que estas naturalezas, cuando se unen, no se funden o mezclan
constituyendo una sola, sino que, después de la unión, ambas permanecen perfectamente íntegras e
inconfusas.

En otras palabras, el Verbo divino, al asumir la naturaleza humana, no deja de ser Dios. Esto es lo que
enseñan las Escrituras, en el prólogo del Evangelio de San Juan:

Al principio existía la Palabra


y al Palabra estaba junto a Dios
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como hijo único, Recordemos que por “naturaleza” entendemos la
lleno de gracia y de verdad (Jn 1,1-14). esencia de una cosa, lo que hace que esa cosa
sea lo que es y no otra. Responde la pregunta:
¿de qué es éste? Distingue, por ejemplo, entre un
Decimos que ambas naturalezas permanecen perro, un hombre o una planta. Pero no distingue,
por ejemplo, entre Juan Y Pedro. Eso se hace
inconfusas, porque es metafísicamente imposible la
desde la noción de persona, que designa al yo
fusión de la naturaleza divina (creadora) con la
responsable de los actos, respondiendo a la
naturaleza de un ser creado. pregunta: “¿quién es?” (Cf. Yepes Stork 1996: 94-
100).

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 6


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La fusión de dos naturalezas distintas sólo se da cuando dos sustancias completas forman una nueva
naturaleza, como por ejemplo, cuando el hidrógeno y el oxígeno forman el agua; o bien cuando dos seres
incompletos forman una única naturaleza, como por ejemplo, la materia y la forma (cuerpo y alma)
constituyen al hombre. Tampoco es posible la transformación por asimilación completa de un ser en otro,
como cuando el hombre incorpora un alimento.

Ninguna de estas uniones se puede producir en el caso de Cristo, puesto que la naturaleza divina es
inmutable, perfecta e impasible; y por otra parte, la naturaleza humana jamás puede transformarse en divina.
Luego, es necesario que ambas naturalezas continúen siendo tales y la unión se dé en la Persona divina (Suma
Teológica III, q. 2, a.1).

Cuando decimos que dos naturalezas que, al unirse, siguen existiendo como distintas, estamos diciendo
que Él es verdadero Dios y verdadero Hombre. Sin embargo, no hay más que una sola Persona, un solo Yo: el
Yo divino del Hijo de Dios (dogma del Concilio de Calcedonia).

Insistimos, por tanto, en que no hay fusión de las naturalezas. Esta primera aclaración es importante
porque algunos errores en el ámbito cristiano consistieron en afirmar una fusión y, por lo mismo, la existencia
de una sola naturaleza en Cristo, quedándose sólo con la humana o con la divina.

En el NT, aparecen acciones que manifiestan claramente la existencia de ambas naturalezas.

La humanidad de Jesús se manifiesta desde el hecho mismo de su concepción natural, narrada al inicio de
los evangelios; también en aquellos pasajes en los cuales Jesús se manifiesta muy humano porque se siente
cansado del viaje y con sed (Jn 4,6); o cuando se duerme y al despertar ordena a los vientos calmarse para
evitar el naufragio de la barca (Mt 8,24); también cuando es tentado por el demonio en el desierto (Mt 4,1).
Como cualquier hombre, siente temor y angustia, entre otros sentimientos.

Por otra parte, hay textos que hablan de su divinidad: cuando es llamado “Hijo del Altísimo” (Lc 1,30);
también cuando es adorado como Dios siendo niño en el pesebre (Mt 2,11); cuando se transfigura y se
muestra resplandeciente en el Cielo (Mt 17,2); o bien, cuando perdona los pecados y, para mostrar su divino
poder, realiza el milagro de hacer caminar a un paralítico (Lc 5,20); finalmente, cuando resucita al tercer día de
su muerte y asciende a los Cielos (Lc 24,5.25) (Cf. Piolanti 1995: 120-125).

Estas acciones manifiestan las dos naturalezas de Cristo. Jesús no podría haberlas hecho si no fuera
verdaderamente Hombre y verdaderamente Dios.

La humanidad de Cristo, al estar unida a la divinidad, sirve de instrumento por medio del cual Dios
realiza las acciones salvíficas.

El instrumento es aquello a través de lo cual un agente produce un efecto (la lapicera es instrumento en la
escritura). La causa principal es el agente que dirige la acción, mientras que el instrumento ejecuta la
producción del efecto. De esta manera es como la humanidad de Cristo sirve de instrumento a la divinidad,
puesto que, a través de ella, Dios realiza los actos que servirán para la salvación del hombre (Cf. Nicolás 1993).

Cuando Cristo asciende al Cielo luego de la Resurrección (narrado en Lc. 24, 50-51), lo hace también con su
cuerpo. Esto quiere decir que sigue siendo Hombre para siempre. Desde el Cielo, junto al Padre y al Espíritu
Santo, envía gracias a los hombres para que estos alcancen la salvación y su humanidad es la causa

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 7


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instrumental de esas gracias. Lo que hizo como Hombre en la tierra lo sigue haciendo como Dios para toda la
eternidad.

Respecto de la humanidad de Cristo durante su vida en la tierra, hay que decir que, como veremos, tanto
su conocimiento, su voluntad y su cuerpo son perfectibles, puesto que si bien podemos hablar de una perfecta
armonía espiritual, la cual seguramente redunda en el cuerpo, en Cristo se dan todos las necesidades
corporales propias del ser humano. Por eso, podemos ver en los Evangelios que tiene un comportamiento
naturalmente humano: tiene hambre, sed, se cansa, etc. Que sea el Hijo de Dios no lo priva de tener que
ofrecer un ejemplo de paciencia para estas cosas que son propias de la vida de todo hombre.

Lo que no hay en Cristo son los defectos humanos que tienen que ver con una imperfección espiritual,
como la ignorancia, la inclinación al mal, la dificultad para hacer el bien. Ni estos defectos, ni el pecado se
dieron en Jesús, porque era el Hijo de Dios; de Él se dice: “Apareció para destruir el pecado y en Él no hay
pecado” (1 Jn 3,5). También San Pedro dice: “En Él no hubo pecado y en su boca no se halló engaño” (1 Ped
2,22).

Esta perfección de Cristo excluye toda inclinación al pecado o al desorden espiritual. Su humanidad desea,
naturalmente, las cosas buenas y deleitables pero no de una manera desordenada, es decir, no busca el placer
como fin. En efecto, el pecado es incompatible con el ser y la misión de Cristo, porque:

 Se hizo Hombre para destruir el pecado;


 La santidad perfecta de Cristo es incompatible con el pecado;
 Él fue el ejemplo de todas las virtudes.

Sin embargo, paradójicamente, Él resulta ser la víctima por los pecados de todos los hombres. Como dice
San Pablo: “A quien no conoció el pecado, Dios le hizo pecado por nosotros” (2 Cor 5,21).

Por ser verdadero Hombre, también Jesús tiene pasiones, que están siempre ordenadas por la razón y
dirigidas al bien. No son causa en él de imperfección moral. Así es como en los evangelios Jesús aparece
demostrando amor particular por algunos de sus amigos (Mc 10,21); se conmueve notablemente con la
muerte de su amigo Lázaro causando admiración en los presentes (Jn 11,35-36); siente rechazo por Satanás y,
en varias ocasiones, le ordena retirarse (Mt 4,10); en algún momento, el gozo lo desborda al punto de concluir
en una alabanza al Padre (Lc 10,21); siente ira cuando echa a los mercaderes del Templo o cuando quieren
impedirle hacer una sanación el sábado; y por último, siente tristeza y angustia cuando se acerca el momento
de su muerte (Mt 26,37). De todo esto podemos concluir en que Cristo padeció mucho dolor durante su vida,
un dolor real. Siente un dolor espiritual por el rechazo o la indiferencia de los hombres, pero padece,
además, un dolor físico por todo lo que sufre desde el juicio hasta la muerte en la Cruz. No hay en Él
sentimientos de venganza hacia aquellos injustos agresores; por el contrario, muestra la grandeza de su Amor
implorando al Padre que los perdone porque no saben lo que hacen.

2.1.1. Dos conocimientos en Cristo

El hecho de que Cristo haya asumido la naturaleza humana implica la asunción de un cuerpo humano
individual, real, verdadero, es decir, que no se trata de una apariencia humana o de un fantasma, sino de un
hombre. Esto es lo que transmiten todos los evangelios y los testigos allí presentes. Pero no sólo asume un

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cuerpo, sino también un alma racional verdadera, porque si no, no sería verdadero Hombre. Por lo tanto,
tiene: inteligencia y voluntad humanas.

Pero como en Jesús, se une esta naturaleza humana con la divina, tiene dos conocimientos, cada uno con
sus características propias:

 un conocimiento humano que, como el nuestro, es progresivo y se perfecciona con el tiempo a


medida que la persona madura. Esto, naturalmente, le sucede a Jesús.
 un conocimiento divino quees perfecto y absoluto sin límites.

Ahora vemos cómo funcionan cada uno de ellos y cómo interactúan en Jesús:

La inteligencia divina (en negrita) es infinita, porque Dios, al ser espíritu puro sin mezcla de materia ni de
potencialidad alguna, tiene el máximo grado de inmaterialidad (lo quitaría pues no se entiende sin formación
metafísica). Esta Inteligencia infinita:

 se conoce a Sí misma de manera perfecta, porque en Dios se identifican ser y pensar;


 conoce todas las cosas distintas de Sí mismo, porque proceden de Él (es su Creador) y porque
preexisten en su Inteligencia (las pensó antes de ser creadas). Este conocimiento de las cosas es
también perfecto y, por lo tanto, no discursivo sino intuitivo; es causa de las cosas, anterior a ellas.

El conocimiento que Dios tiene abarca todas las cosas: las que han existido, las que existen y las que
existirán. No hay nada de lo que existe que escape a su conocimiento (ni siquiera el mal) y, por lo tanto, este
conocimiento es invariable. En Jesús, se da este conocimiento porque Él no deja de ser Dios por haber asumido
la naturaleza humana. Él mismo dice: “Yo hablo de lo que he visto en el Padre” (Jn 8,38); y también: “El que
viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído” (Jn 3,31-32).

Por eso, podemos decir que la inteligencia humana de Cristo tiene este conocimiento de Dios y de todas las
cosas, que es de origen divino, no humano, y que es perfecto. Lo que resulta difícil es explicar cómo, en una
psicología humana, se da este conocimiento. Éste es, entonces, el límite de la comprensión teológica de un
misterio que nos desborda, ya que siendo el Yo divino, su conocimiento tiene que ser necesariamente
perfecto.

Por otra parte, también se puede decir que existe en Él un conocimiento humano adquirido, porque tenía
una experiencia real de las cosas y de las personas. De hecho, en las Escrituras existen manifestaciones. Así,
por ejemplo, hace preguntas: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Mc 8,27); “¿Cuánto tiempo hace que le
pasa esto?” (Mc 9,21); “¿Cuántos panes tienen?” (Mt 15,34); también a veces, muestra admiración por
descubrir cosas que no conocía, como la grandeza de la fe de una mujer (Mt 15,28) o la admiración que le
causa la incredulidad de algunos. Pero el texto más evidente es el que pone de manifiesto la relación a este
progreso del conocimiento humano en Cristo: “Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2,52).

La inteligencia humana de Cristo es perfectible como la nuestra, por ello, crece y progresa con el tiempo y
va experimentando los cambios correspondientes al grado de desarrollo de cada edad. Su humanidad no fue
absolutamente omnipotente, porque la omnipotencia es un atributo propio de la divinidad que no puede
comunicarse a una naturaleza creada. Sin embargo, hay en ella una nota peculiar de perfección, puesto que
posee un orden perfecto por el cual las potencias inferiores son dirigidas por la inteligencia y la voluntad que

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están ordenadas a Dios. Es por eso que en Jesús no puede haber pecado o desorden, porque el sujeto que
realiza las acciones es siempre el Yo divino del Verbo y es imposible que Dios actúe de manera imperfecta o en
contra de Sí mismo.

2.1.2. Dos voluntades en Cristo

Para concluir con nuestro intento de comprensión de lo que fue la humanidad de Cristo durante su vida
terrenal, tenemos que agregar que hubo en Cristo dos voluntades: una divina y otra humana. Esto es así
porque, como ya dijimos, hay dos naturalezas íntegras y perfectas en Cristo.

Esto no significa que exista contraposición entre ellas o una división interna, como sucedería en el caso de
una doble personalidad. Significa, más bien, que Cristo en cuanto Hombre quería algunas cosas y rechazaba
otras de una manera ordenada, como por ejemplo, sentía rechazo por el dolor, aunque termina aceptando
que la voluntad de su Padre es que termine muriendo en la Cruz: “Padre, si quieres aparta de mí este cáliz;
pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42). También en varias ocasiones, reitera que no busca
hacer su voluntad sino la Voluntad de quien lo envió (cf. Jn 5,30), que para eso ha bajado del Cielo, para hacer
la Voluntad del Padre (cf. Jn 6,38). En todos estos casos, se muestra cómo la voluntad humana se dirige a
aquello que la Voluntad divina le señala.

Esto no significa de ninguna manera que Jesús no haya sido un hombre libre, puesto que la libertad es una
capacidad para elegir bienes reales y sólo se es libre en la medida que se alcanza ese bien. Un acto malo, un
pecado, es un defecto de la libertad y no hace libre al hombre, al
contrario, lo hace esclavo del mal. Que la voluntad humana en
Cristo es igual en todo a nosotros, excepto en
Cristo esté siempre orientada hacia el bien no significa que
el pecado, no tuvo pecado original, ni pecados
no sea libre, sino que, por el contrario, lo es de manera personales. Tiene nuestra misma naturaleza
perfecta, es decir, en Él no existe la lucha interna entre el pero en condiciones de existencia distintas y
bien o el mal, elige siempre el bien real. perfectas.

Tiene un domino perfecto de sí mismo y, por eso, es un ejemplo para


todos los hombres de todos los tiempos. Esto lo expresa de manera sublime cuando hace entrega de todo su
ser: “Nadie me la quita [la vida], soy yo quien la doy por mí mismo. Tengo poder para darla y poder para poder
a tomarla. Tal es el mandato que del Padre he recibido” (Jn 10,18).

Estas dos voluntades en Cristo de ninguna manera significan una división en su ser, porque en Él no hay
más que un solo ser y una sola existencia: la de la Persona divina. Además, existe en Él una perfecta unidad
psicológica, puesto que posee un solo Yo en el cual se unen la conciencia divina y la conciencia humana. Él
sabe que es Hombre y que es Dios.

Como consecuencia de la Encarnación, hay que decir que Cristo en cuanto Hombre:

 está realmente sometido al Padre, puesto que sabe que en Él tiene su origen y que a Él le debe
obedecer; ora, tal como aparece a menudo en los evangelios;
 siente Él necesidad de hablar con su Padre: “A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó,
salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mc 1,35);
 expresa a Dios Padre sus deseos, su voluntad, etc.;
 ora por sí mismo y elevando peticiones por todos los hombres.

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2.2. Una sola Persona divina


La unión de las dos naturalezas en Cristo se realizó en una única Persona: la Persona divina del Verbo.

De acuerdo con el modo en que la definimos, la persona no puede Recordemos la definición de persona de
dejar de ser quien es y fundirse en otro ser perdiendo su propio ser. Boecio: “sustancia individual de
Tampoco puede utilizarse con otro fin que no sea ella misma. La naturaleza racional”. En la Unidad 2, se
encuentra la explicación completa de
persona, entonces, tiene este doble aspecto:
esta definición.

 su ser individual no depende de otro;


 su realización requiere la apertura a los demás seres (Forment 2002: 229-297).

Siendo imposible la fusión de la naturaleza divina con la humana, el único modo posible para que dicha
unión se produzca es que la Persona divina (que sigue siendo formalmente la misma) asuma una nueva
naturaleza en su Ser personal. La unión se realiza, entonces, en la persona del Hijo de Dios; esto es, las
acciones de Cristo se atribuyen a esa única Persona divina, tanto si proceden de la naturaleza humana como
de la divina. En otras palabras, el Yo de Jesús es divino: el mismo y único Yo que tiene hambre y sed, hace
milagros y resucita (Royo Marín 1961: 40-52). Tengamos en cuenta que esto, claramente, es un misterio de fe.

Que fuera el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad la que se encarnara, era el único modo
en que Dios podía llevar a cabo la salvación de los hombres.

¿Por qué? Con el pecado original, el hombre había ofendido a Dios. Cuando uno ofende a alguien, la
gravedad de la ofensa es directamente proporcional a la jerarquía de la persona ofendida. Por ejemplo, aun
cuando las dos ofensas son graves y condenables, es más grave ofender a un padre o a un directivo, que a un
hermano. En el caso de Dios, al ser un ser infinito, la ofensa que le causó el hombre con su pecado, adquirió un
carácter infinito también, de modo que el hombre, en su ser finito, no tenía la capacidad de reparar ese
agravio.

Es por eso que Dios se hizo Hombre y así, es el mismo Dios infinito que en ese acto, repara la ofensa
causada por el pecado original y lleva la salvación a todos los hombres. Era necesario que la Segunda Persona
de la Trinidad se encarnara para que:

 por medio de Él, la salvación llegara a todos los hombres;


 el poder de salvar sea realmente universal.

La salvación requiere un contacto, un puente entre ambas naturalezas y ese rol lo cumple: la Segunda
Persona. Esta unión que se da en la persona se denomina en Teología: “unión hipostática” (“hipóstasis” en
griego significa “persona”).

Por lo tanto, la persona de Cristo es compuesta, ya que en ella subsisten dos naturalezas distintas.

La humanidad en Cristo se une sustancialmente, no accidentalmente, a la segunda Persona de la Trinidad,


la cual se reviste de humanidad no al modo de una apariencia externa o de una “vestimenta”, sino que es
verdaderamente Hombre. Por lo tanto, su humanidad es completa: consta de alma y cuerpo como nosotros
(Suma Teológica III, 2, q. 2, a. 4-6).

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Esta unión entre lo divino y lo humano es la forma más elevada de unión posible del orden natural con el
sobrenatural, puesto que no se trata ya de una participación de la Vida divina, como ocurre con la gracia, sino
que la naturaleza humana de Cristo se une sustancialmente a la Persona del Verbo, siendo asumida por ella. La
gracia es siempre un accidente, es decir, algo agregado a la sustancia humana; por eso, no convierte al
hombre en Dios, sólo pone la presencia de Dios en el alma y le da capacidad para realizar actos
sobrenaturales. En cambio, en la unión hipostática, las dos naturalezas se unen en el Ser mismo del Hijo de
Dios. Para decirlo en otros términos, cuando Jesús se llama a sí mismo “Hijo de Dios”, no quiere decir que sea
un hombre especialmente bendecido por Dios como un profeta importante, sino que Él es Dios y posee la
misma sustancia divina del Padre y del Espíritu Santo.

Jesús es Santo, porque tiene el Ser de Dios; y al existir en ese Ser, la humanidad que Cristo asume es
elevada al estado más perfecto. Cristo es perfecto Hombre, porque realiza la humanidad de la manera más
elevada y tiene, además, la plenitud de las gracias por ser, a la vez, Dios (Suma Teológica III, 2, q. 2, a. 8-10).

2.2.1. La Redención: misión de la segunda Persona divina

Volviendo sobre el misterio de la Santísima Trinidad, decíamos que en Dios, hay una sola esencia (o
naturaleza) y tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no se distinguen en nada, salvo en las
relaciones entre ellos.

No se distinguen porque comparten la misma esencia, los mismos atributos o perfecciones, es decir, los
tres son Dios, los tres son eternos, los tres son perfectos, etc. Sin embargo, sí se distinguen por la posición que
ocupan uno respecto de otro:

 sólo al Padre le compete ser principio y origen,


 sólo al Hijo, ser engendrado por el Padre,
 sólo al Espíritu Santo, ser fruto del amor mutuo entre el Padre y el Hijo.

Ahora, si bien en todas las acciones que la Trinidad realiza fuera de Sí misma intervienen las tres Personas
juntas, siempre se le atribuye a cada una de ellas acciones en particular de acuerdo al lugar que ocupan dentro
de la misma Trinidad divina; así por ejemplo, al Padre se le atribuye la Creación.

El Hijo es la imagen perfecta del Padre y es engendrado por un acto de conocimiento por el cual Dios se
piensa a Sí mismo. El Hijo es, entonces, la idea perfecta que el Padre tiene de Sí mismo, y como la Encarnación
tiene por objetivo la manifestación de Dios haciendo visible al Dios invisible, era conveniente que se encarnara
el Hijo. El Hijo natural de Dios, además, vino a salvar a los hijos adoptivos, mostrándoles la verdadera Sabiduría
divina. Como dice el apóstol:

Él es la imagen del Dios invisible,


el Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas,
tanto en el cielo como en la tierra,
los seres visibles y los invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades:
todo fue creado por medio de él y para él.
Él existe antes que todas las cosas
y todo subsiste en él.
Él es también la Cabeza del Cuerpo,
es decir, de la Iglesia.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 12


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Él es el Principio,
el Primero que resucitó de entre los muertos,
a fin de que él tuviera la primacía en todo,
porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud.
Por él quiso reconciliar consigo
todo lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo la paz por la sangre de su cruz (Col 1,15-20).

Ahora bien, nosotros deberíamos preguntarnos también por qué Dios asume la naturaleza humana y no
otra. La respuesta tiene dos razones principales:

 por su dignidad: porque se trata de una naturaleza racional que puede conocer y amar a imagen de
Dios;
 porque los hombres habían caído en el pecado de soberbia de querer ser como Dios, se habían
alejado y necesitaban ser redimidos.

Como dijimos antes, no puede haber fusión entre las naturalezas, ni tampoco dos personas. La naturaleza
humana que asume el Verbo carece de personalidad humana, la cual es sustituida por la personalidad divina
del Verbo (Suma Teológica III, q. 50, a. 22-4).

De esta manera, el Salvador:

 lleva a cabo la Redención de los hombres asumiendo la misma naturaleza que se había alejado de
Él por el pecado;
 reafirma la dignidad del hombre a pesar de la debilidad que a éste lo caracteriza y
 usa la naturaleza humana como instrumento para su victoria, dándole una dignidad aún mayor.

Por último, Jesucristo es verdadero y sumo eterno Sacerdote, como enseña la Escritura, puesto que, como
sacerdote, cumplió la misión de ofrecer en la cruz el más perfecto Sacrificio a Dios Padre, en alabanza de su
infinita majestad y para obtener el perdón de los pecados del pueblo.

El sacerdote es mediador entre Dios y el pueblo, porque, por una parte, transmite al pueblo las cosas
divinas, y por otra, ofrece a Dios las oraciones y sacrificios en nombre del pueblo (Heb 4,14-15). De este modo,
todo sacerdote está destinado a la misión de ser puente entre Dios y los hombres por una consagración.

Por tanto,

Jesús es sacerdote por ser Hombre y Dios, ya que al unirse la naturaleza divina con la humana, aquélla
consagra a ésta, esto es, la llena de gracia de una forma plena y perfecta.

Esta consagración se produce en Cristo en el instante mismo de la unión en la concepción; por eso, su
Sacerdocio es Sumo y eterno, porque la persona que lo ejerce es la Persona del Hijo de Dios. Por lo tanto, no
se trata de una gracia recibida, sino del mismo Ser divino que posee. Él no tiene necesidad de ofrecer un
sacrificio por sí mismo, puesto que es Dios y, además, no hay en Él pecado; sin embargo, lo hace por todos los
hombres y en nombre de ellos. Además, el sacrificio que Él ofrece es Él mismo, su vida, por la salvación de los
hombres, de manera tal que en Él se identifican el sacerdocio y la víctima del sacrificio ofrecido.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 13


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El sacerdocio de Cristo comienza en el momento en el cual la divinidad se une a la naturaleza humana,


puesto que allí aquélla santifica y consagra a esta última. Y no tiene fin, es para siempre, puesto que es el
mismo Hijo de Dios (como afirma San Pablo en Heb 7,24-27). Cristo es el único mediador entre Dios y los
hombres; con el sacrificio de su vida satisface en nombre de toda la humanidad, de la cual es Cabeza, como
veremos en la próxima unidad.

En conclusión, Cristo es el único y verdadero mediador entre Dios y los hombres por la obra de
salvación que realizó durante su vida terrestre, desde la Encarnación hasta su Ascensión a los Cielos,
pero sobre todo, por su Pasión y Muerte en la Cruz.

Cristo realiza esta mediación en su Ser, por la unión de las dos naturalezas y también a través de sus
obras, puesto que fueron aquellos hechos de su vida los que efectivizaron su misión de Salvador: “Porque uno
es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el Hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo
para redención de todos” (1 Tim 2,5-6).

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 14


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Bibliografía
BOECIO. De duabus naturis et una persona Christi.

DENZINGER-HÜNERMANN (2006) Magisterio de la Iglesia. Barcelona: Herder (DS).

FORMENT, E. (2002) Personalismo Medieval. Valencia: Edicep.

KESSLER, H. (1996) “Jesucristo, camino de la vida”, en: Manual de Teología Dogmática. Barcelona: Herder.

NICOLÁS, J. H. (1993) Synthése Dogmatique. París: Univ. Fribourg.

PIOLANTI, A. (1995) Dio unomo. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana.

ROYO MARÍN, A. (1961) Jesucristo y la vida cristiana. Madrid: BAC.

SANTO TOMÁS DE AQUINO (1998) Suma Teológica. Madrid: BAC.

YEPES STORK, R. (1996) Fundamentos de Antropología. Navarra: Eunsa.

Unidad 5: Jesucristo, Salvador del hombre 15


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CÁTEDRA DE ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

06 La Iglesia y su misión
Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa:
Versi Mayo 2016 Ramos, Alejandro (2010). Jesucristo y la salvación del hombre.
ón 4 Mar del Plata: Universidad FASTA
Esta obra está bajo Licencia Creative Commons
2016
Atribución No Comercial Compartir Igual 3.0
Unported

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Unidad 6:
La Iglesia y su misión
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Cristo es el fundador de la Iglesia...............................................................................................................3
2. La Iglesia como medio para la salvación ....................................................................................................5
4. Notas distintivas de la Iglesia .....................................................................................................................8
3. Las imágenes de la Iglesia...........................................................................................................................9
3.1. La Iglesia como Pueblo de Dios .........................................................................................................11
3.2. La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo .........................................................................................13
3.3. La Iglesia como Sacramento universal de salvación ..........................................................................16
Bibliografía....................................................................................................................................................18

Unidad 6: La Iglesia y su misión 2


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

1. Cristo es el fundador de la Iglesia


No se puede comprender la naturaleza de la Iglesia si no se tiene en cuenta su esencial relación con el
misterio de Cristo, porque ella fue fundada por Él para ser la prolongación de su Obra redentora en el tiempo.
De hecho, es Cristo quien, desde el Cielo, envía las gracias que edifican la Iglesia, por lo cual ésta se convierte
en un instrumento de salvación.

El Concilio Vaticano II señala que esta relación esencial entre Cristo y la Iglesia tiene lugar desde el
momento mismo en que Él la funda. De este modo, se destaca la dimensión mistérica de la Iglesia, porque se
pone el foco en lo esencial: su aspecto sobrenatural. Por eso, luego de afirmar que la Iglesia nace de la
Trinidad, advierte que, ya en los orígenes de esta comunidad, aparecen elementos que la definen como obra
de la iniciativa divina:

 las palabras de su Fundador: Cristo,


 sus obras salvíficas y
 la identificación del Reino de los Cielos con la Persona misma de Cristo.

De esta manera, el Magisterio nos indica el camino para tener una visión acertada de la Iglesia: descubrir
de la presencia divina en esta organización institucional religiosa (LG 3; 5).

El misterio de la Iglesia está contenido en su fundación, como dice este texto, porque es en dicha fundación
donde se percibe la Iglesia como una obra de la Santísima Trinidad, es decir, el hecho de que ella no nace de
la decisión de unos hombres de seguir a Dios, sino de la voluntad divina de descender a la historia, asumir la
naturaleza humana y escoger a los hombres como instrumentos de acción de su gracia.

Decimos que la Iglesia es un misterio porque:

 Es fruto de la iniciativa divina, sin la cual no se podría comprender incluso la respuesta de los
hombres a la vocación divina, pues sin la gracia de Dios nadie hubiese deseado, pensado y menos
llevado a cabo una obra de esta naturaleza. El reconocimiento de que este primer paso es obra de
Dios es fundamental. Muchas veces, los católicos pensamos, al menos implícitamente, que la
decisión de acercarnos a Dios ha sido nuestra o tendemos a identificar la fundación de las obras de
Iglesia con la voluntad de uno o varios hombres. Pero esto no es así: nunca debemos olvidar que la
iniciativa siempre es de Dios; los hombres sólo respondemos a ese llamado.
 Hay una vinculación entre el Reino de Dios (es decir, el Cielo) y la Iglesia, pues la fundación de ésta
se produce cuando Jesús empieza a predicar el Reino de los Cielos. La Iglesia no es el Reino de Dios,
sino sólo su comienzo en la historia.

La expresión “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos” se refiere al dominio de Dios sobre el ser y la vida de
sus creaturas, que supone que el hombre (ser racional) reconozca en su interior a Dios como Señor y le
dedique su vida por la fe. Es una realidad espiritual que se inicia con la predicación de Jesús y germina en el
corazón de cada creyente. Sin embargo, la realización plena y definitiva de este Reino no se realizará en la
historia, en la temporalidad, sino en el Cielo, en la Vida eterna, cuando Jesús venga por segunda vez y se
produzca el Juicio Final.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 3


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Jesús predica este Reino a través de parábolas; por ejemplo, la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) o la
parábola del sembrador (Mt 13); y también de sus acciones. Así, pretende
exhortar a los hombres para que abran sus almas a Dios y se
En el siguiente link, pueden encontrar una
conviertan (Lc 10, 3-15); para que estén atentos y preparados
reflexión del Papa Francisco sobre el Reino
(Mt 25, 1-13); para que lleven una vida moral exigente (Lc de Dios entre nosotros:
10,13-15). http://es.catholic.net/op/articulos/10441/c
at/331/el-reino-de-dios-entre-nosotros.html
Además, invita a todos los pueblos de Occidente y de Oriente
a participar de este Reino, el cual está íntimamente relacionado (aunque
no son lo mismo) con la comunidad que Él funda para que continúe con su misión en el mundo: la Iglesia.
Decimos que no son lo mismo porque pertenecer a la Iglesia no supone necesariamente alcanzar la Vida
eterna. Para que esto se produzca, el creyente tiene que tener una serie de actitudes espirituales: ser humilde,
renunciar a sí mismo por amor a otros (Dios y el prójimo). Por otro lado, decimos que están relacionados,
porque Jesús elige a sus 12 apóstoles para que prediquen el Reino de Dios y en ellos funda la Iglesia, dándoles
el poder de hacer signos que demuestran que el Reino está cerca (Mc 3,14-15; Mt 10, 1).

La voluntad de fundar la Iglesia de Cristo no admite dudas. Cristo dio los primeros pasos en la constitución
de este nuevo Pueblo de Dios, cumpliendo las promesas que figuran en el AT:

 convocar a los discípulos: La propuesta de Cristo consiste en un “seguimiento”, es decir, en la


imitación de su estilo de vida; por eso, a sus seguidores los invita a vivir con Él (Mc 3,14) y a
acompañarlo en su predicación del Reino (Mt 13,11). Por ese motivo, los discípulos deben dejarlo
todo, renunciar a sus criterios, buscar el Reino, hacer la voluntad del Padre, etc.
 instituir a los doce apóstoles: a partir de ese grupo de discìpulos, Jesús elige y crea el grupo de
los “doce”, es decir, los apóstoles. Ellos reciben poderes especiales para cumplir la misión de
predicar el Reino. La misión de estos apóstoles es comprendida como una continuación de la
misión que el Hijo de Dios recibiera de su Padre (Jn 17,18) Por eso, ellos reciben la autoridad para
gobernar la Iglesia y la potestad sagrada para bautizar por todo el mundo a lo largo de la historia
(Mt. 28,20).
 darle la misión de Pedro: Jesús elige como jefe de los doce y, por lo tanto, como cabeza de la
Iglesia a Pedro: “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. A partir de esta misión, la
comunidad y los apóstoles le reconocen su autoridad, por eso, él está primero en todas las listas de
apóstoles que se mencionan en el Nuevo Testamento, es el portavoz de los demás y un testigo
privilegiado de la transfiguración y de las apariciones del Resucitado.

A estas claras manifestaciones de la voluntad de Cristo de fundar la Iglesia, hay que agregar otros gestos
suyos inequívocos:

 la institución de la Eucaristía y
Cada vez que se celebra una misa, para los  la manifestación pública de la Iglesia en
católicos, la hostia se convierte en el Cuerpo de Pentecostés.
Cristo y el vino, en la Sangre. No sólo son un
símbolo, sino que son Cuerpo y Sangre de Cristo. En la última cena con sus apóstoles (lo que celebramos el
De este modo, en la Hostia consagrada, se
Jueves Santo), Jesús establece una nueva Alianza con los
encuentra presente Jesús, recordamos el
hombres, anticipa su propio sacrificio en la cruz y ofrece su
sacrificio que hizo para salvarnos (muriendo en
la Cruz) y se hace presente efectivamente en la vida, su cuerpo y su sangre para que los apóstoles, al repetir
Iglesia (presencial real).

Unidad 6: La Iglesia y su misión 4


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sus palabras renueven ese sacrificio en la historia. La Eucaristía es el centro y culmen de esta comunidad que
funda Jesús y cuya vida es Él mismo: es una celebración que congrega a la comunidad y un memorial que
actualiza la Muerte y Resurrección del Señor, tal como dan testimonio las tradiciones de las diversas
comunidades primitivas.

La Eucaristía instituida en la Última Cena es el acto eminentemente fundacional de la Iglesia.

Es también el momento de la institución del sacerdocio, pues Cristo quiso hacer partícipe de su sacerdocio
a los hombres para que, al administrar los sacramentos, actualizaran las gracias salvíficas.

Finalmente, el tiempo de la Iglesia y de su misión de salvación se manifiesta públicamente con la venida del
Espíritu Santo en Pentecostés (Hech. 2, 1-13), que es el cumplimiento de las promesas anunciadas por los
profetas (Ez 36, 26-27; Jl. 3, 1; Jr. 31, 3) y de las promesas que el mismo Cristo hiciera a sus discípulos: “y yo
pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad” . El
Espíritu Santo les infunde una fuerza espiritual con la cual aquellos hombres se convierten en misioneros y
salen a predicar por todo el mundo el mensaje de salvación de Cristo. Ellos mismos perciben esta nueva forma
en que Dios está en la Iglesia que ha fundado.

Pentecostés es el nacimiento formal de la Iglesia y de su obra en el mundo.

Todas estas acciones de Cristo (histórico y resucitado, incluido el envío del Espíritu Santo) en conjunto
constituyen la fundación de la Iglesia. La fundación de la Iglesia es, por lo tanto, un proceso histórico
compuesto de diversas etapas en las que se van estableciendo los elementos que constituyen su estructura
fundamental permanente y definitiva. Cristo en vida terrenal fundó la Iglesia, aunque esto no implica que
pensó y estableció todos sus aspectos institucionales, tal como se han desarrollado a lo largo de la historia.
Jesús determinó los elementos teológicos esenciales de la Iglesia, porque tenía conciencia de su misión
salvífica y era parte de esta misión la fundación de esta comunidad de creyentes.

2. La Iglesia como medio para la salvación


Todas las religiones se refieren siempre a un mismo objetivo: la salvación; pero no todas la entienden del
mismo modo, puesto que algunos proponen la perfección humana como una realidad meramente temporal.
Así por ejemplo, hay algunas experiencias religiosas para las cuales la salvación pasa por un estado de
liberación humana tanto de las necesidades como de las tensiones que éstas producen. El budismo se propone
alcanzar el nirvana, que es una especie de anulación de los apetitos humanos en pos de una pacificación
interior. En este caso, la salvación queda encerrada en los límites de la subjetividad individual y no hay
búsqueda de ninguna otra realidad externa con la cual comunicarse. Otra de las formas de concebir la
salvación como una realización intrahistórica consiste en el concepto de salvación que proponen algunos
movimientos religiosos, como las sectas. Éstas presentan a los hombres una salvación que tiene que ver más
con el bienestar físico; de este modo, se promete la sanación de enfermedades, la obtención de trabajo y el
éxito económico, la resolución de los conflictos personales y familiares.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 5


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Por otra parte, existen también instituciones religiosas que proponen una salvación que tiene que ver con
un estado de perfección que se alcanza después de esta vida temporal. En este caso, lo religioso toma una
dirección vertical, proyectándose fuera del tiempo y relacionándose con un ser que no es humano. La
divinidad, entonces, como realidad externa al hombre, pasa a ser el concepto clave. Pero respecto de ella,
existen distintas opiniones que generan distintos modos de relación posible entre lo humano y lo divino. Así
pues, hay religiones que hablan de un Dios único, como la religión de los musulmanes, de los judíos, de los
cristianos. Sin embargo, sólo la de los cristianos afirma la existencia de Personas distintas en el seno mismo de
la divinidad. No se trata de varios dioses, sino de individuos distintos dentro de una misma Esencia divina.

La noción de Dios, en este caso, es clave, dado que, a partir de ella, se estructura la realización también
temporal de lo religioso. Más aun, se constituye una religión que propone que

la salvación se alcanza de una manera perfecta en el Cielo, aunque hay un inicio de ella en la tierra.

En este caso, el inicio se identifica con una realidad principalmente espiritual que luego redunda en el
ámbito interpersonal. Se trata del orden espiritual que la persona humana alcanza en la medida en que
orienta su vida al verdadero fin y establece, a partir de él, una ordenación jerárquica de valores y criterios
para medir los distintos tipos de felicidad que se pueden alcanzar durante la existencia terrenal. En este
sentido, la salvación no sólo es promesa de futuro, sino también una realidad presente. Esto sucede con la
salvación que se propone en el ámbito del cristianismo, porque en él la fe se presenta como el comienzo de
una perfecta visión de Dios en el Cielo. Ahora, cuando hablamos de cristianismo, debemos distinguir dos
posturas:

 las visiones parciales del cristianismo que constituyen la doctrina de las sectas, porque si bien
hablan de Cristo, reinterpretan su enseñanza cambiando muchas veces la totalidad de su mensaje;
 la enseñanza de las distintas iglesias cristianas, separadas de la Iglesia Católica a partir de la
reforma del siglo XVI (la iglesia luterana, calvinista, bautista, etc.). En este caso, si bien el concepto
de Dios y de religión son muy similares, hay variantes en lo que se entiende por fe y su práctica.

La Iglesia Católica tiene un modo de concebir la salvación a partir de lo que Cristo le transmitió. Tiene,
además, la conciencia de conocer en plenitud lo que la salvación significa, pero una plenitud que no
procede de las condiciones de los hombres, sino del hecho de que es el mismo Hijo de Dios, Cristo, la
plenitud de la Verdad y el que transmitió esa plenitud a la Iglesia.

La Iglesia dice poseer la Verdad sobre la salvación, porque ella no es más que un instrumento de la
presencia salvífica de Cristo en la tierra.

La Iglesia Católica, desde sus inicios, tiene clara conciencia de ser el pueblo que Dios fundó en la historia
con el fin de hacer que los hombres lo conozcan y lo amen. Ella, además, tiene conciencia de no haber sido
fundada por uno o varios hombres, que recibieran alguna revelación o inspiración especial, sino que sabe que
fue fundada por el mismo Hijo de Dios en la historia. Por este motivo, sabe que no sólo posee la Verdad, sino
que, además, tiene todos los medios para hacer que los hombres accedan a Dios.

Después de veinte siglos de vida, la Iglesia Católica sigue enseñando lo mismo, esto es, que en ella, existe la
plenitud de la Verdad y los medios necesarios para alcanzarla, porque sigue siendo la misma Iglesia que Cristo

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fundó durante su vida terrenal. Por eso, hoy en día, la Iglesia se expresa así: “Esta Iglesia peregrina es
necesaria para la salvación. Pues solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación, presente a
nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia” (LG 14).

En otras palabras, lo que la Iglesia pretende expresar es que no hay más sistema de salvación que la única e
indivisa Iglesia Católica. Ella es la única institución fundada por Cristo para procurar la redención de todos los
hombres y que posee los medios necesarios para conseguirlo. Más aun, siendo Cristo el único Salvador y
hallándose Él presente en la Iglesia, es posible decir que toda gracia o don divino que ayude al hombre a
salvarse, en cierta manera, nace de la Iglesia y a ella también tiende. Sin embargo, la Iglesia no enseña que
aquellos que no pertenecen a la institución eclesial no vayan a acceder al Cielo, o bien, que aquellos que están
incorporados a esta comunidad ya la hayan conseguido automáticamente.

Los católicos constituyen no una comunidad de salvados (si no se convertiría en una secta), sino un grupo
de personas que buscan salvarse y que han encontrado el medio más apto para esa salvación (LG 14): la
Iglesia. Ésta no es un fin en sí mismo, de forma tal que, cuando ella incorpora un miembro nuevo, está
sumando una persona a participar de la Vida divina, y no invitando a vivir en dicha comunidad como si sólo en
eso consistiera la redención.

La Iglesia no se propone ni se predica a sí misma, sino que busca un objetivo que no es ella misma; habla de
Dios a los hombres y se propone como un puente para llegar a Él.

Ésta es la razón de ser de la Iglesia: ser sólo una guía, un camino hacia Dios.

Así como Cristo es camino hacia Dios por ser el Hijo que manifiesta el ser de Dios y trae su mensaje a los
hombres, así la Iglesia, que es la comunidad de salvación fundada por Cristo, es el camino que conduce a
Cristo, o mejor dicho, el lugar donde se enseña toda la Verdad de Cristo y se reciben las fuerzas espirituales
para seguirlo.

Por lo tanto, respecto de la salvación, podemos sacar una serie de conclusiones:

 La Iglesia no es un fin en sí misma sino que es sólo un instrumento. Y como todo instrumento, no
puede actuar sino por medio de la Causa principal, que es Dios, y en orden a un fin último, que
también es Dios.
 La salvación no es la Iglesia; la salvación es Cristo, que es Dios. Cristo se halla en la Iglesia y, por
esto, se puede decir que la salvación está en la Iglesia. Insistimos mucho en este punto, porque
algunos movimientos o instituciones religiosas se proponen a sí mismas como la salvación, de
manera tal que aquellos que ingresan al grupo tienen la sensación de haber alcanzado ya la
perfección.
 En la Iglesia, sólo están los medios; pueden ser usados o no. De hecho, la Iglesia reconoce que
tiene entre sus miembros algunos que son pecadores, es decir, que están apartados de Dios por no
seguir su voluntad, pero no los expulsa de la comunidad, sino que, por el contrario, trata
permanentemente de acercarlos nuevamente a Dios. Esto no sucedería si se pensara que sólo los
puros, los santos, los salvados pertenecen a ella.

La salvación, entonces, no es una realidad que se dé de manera perfecta en la Iglesia terrenal, sino el fin
que se busca. Todo esto permite encontrar el verdadero sentido de la Iglesia como mensajera de una Verdad

Unidad 6: La Iglesia y su misión 7


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que no es inventada por ella, sino recibida de Dios. En la Iglesia, lo más importante, lo único importante es
Cristo; y toda su organización y actividades tienen la finalidad de hacer presente a Cristo en el mundo.

4. Notas distintivas de la Iglesia


Desde el comienzo, los cristianos sintieron la necesidad de establecer los signos a través de los cuales
pudiera reconocerse a la verdadera Iglesia, distinguiéndola de las sectas que se iban formando al margen de
ella. Por esta razón, en uno de los primeros Concilios (Constantinopla, año 381), se estableció en el Credo que
la Iglesia es: “una, santa, católica y apostólica”. Estas propiedades sirvieron, a lo largo de la historia de la
Iglesia, para distinguirla de esos movimientos sectarios o reformistas que se apartaban de su seno, como
sucedió, por ejemplo, en el medioevo y también con la reforma del siglo XVI.

Estas notas:

 sirven para reconocer a la verdadera Iglesia;


 sirven para profundizar en el conocimiento de su naturaleza, ya que son propiedades inherentes a
ella (Congar 376 y ss );
 no se distinguen de la esencia de la Iglesia, sino que la explicitan mejor.
 se dan unidas, porque no se concibe una unidad que no sea católica, es decir, que siempre está
destinada a una misión universal; o que no sea apostólica, puesto que está fundamentada en la
doctrina y el ministerio de los apóstoles; o que no sea santa por la acción de Jesús y su espíritu en
ella.

Las notas de la Iglesia son:

 Unidad: siendo la Iglesia una obra de Dios en los hombres y no sólo una obra humana, la razón
fundamental de su unidad es Dios. La Iglesia es una y única porque Dios es uno y único. Por este
motivo, elige a un solo pueblo y establece con él una alianza. Los tres elementos que constituyen
esta unidad son: la fe (las creencias), el culto (las celebraciones litúrgicas) y la unidad social.
Santidad: la Iglesia es santa, porque en ella hay
cosas que santifican y hay personas santas.
El término “santidad” es de origen bíblico y
Además, está vivificada y guiada por el Espíritu comienza a usarse ya en el AT cuando se lo aplica a
Santo. Eses comunión de los santos, es decir, Dios como su propiedad exclusiva: “Santo, santo,
santo es el Señor de los ejércitos” (Is. 6,3). Luego,
de aquellos que ya están en la gloria con los
se llamó “santo” al pueblo de Dios para señalar que
que todavía están en la tierra, mediante la es de Dios y para Dios: aon santos la tierra, el
comunicación de bienes espirituales. templo, los sacerdotes y el culto. En el NT, se
aplica principalmente a Cristo (el “Santo de Dios”,
Cuando decimos que la Iglesia es santa, no Jn 1, 14) y al Espíritu Santo. También el pueblo de
queremos afirmar que los cristianos sean todos Dios que surge a partir de la Nueva Alianza es un
pueblo consagrado y santo.
perfectos y santos, pero sí que es posible hallar
algunos en ella y, por tanto, acercarse a la santidad (Cf.
Sayés 1999: 283-290). La santificación de los creyentes se realiza,

Unidad 6: La Iglesia y su misión 8


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principalmente, a través de los sacramentos, pues por medio de ellos, se ponen en contacto directo
con la Vida sobrenatural, santificándose.
 Catolicidad: “católico” significa `totalidad´ y, aplicado a la Iglesia, significa que la verdadera,
auténtica y universal Iglesia es la de Cristo. Todos los hombres son admitidos en el seno de esta
Iglesia católica sin importar su origen, su cultura o su nacionalidad. Por eso, es también católica en
virtud de la universalidad de la naturaleza humana y de la noción de totalidad que supone el
cosmos redimido a través de la Redención del hombre. Por tanto, esta universalidad significa que:
o se extiende por todo el mundo;
o las Iglesias locales están en comunión con la Iglesia universal;
o posee el depósito de la verdadera Doctrina;
o Cristo vino a salvar a todos los hombres y porque, a partir de Él, la salvación no está ligada
a una raza ni a una nación, sino que se dirige a todos;
o tiene la plenitud de la Vida sobrenatural que es Cristo mismo;
o la fe cristiana está dirigida a todos los hombres;
o anuncia la totalidad de la Verdad religiosa, es decir, al verdadero Dios.
 Apostolicidad: Desde el inicio, la Iglesia tiene conciencia clara de lo que significan los apóstoles en
su constitución. Aquellos discípulos de Cristo resultan muy importantes para la Iglesia no sólo por
haber sido los primeros en seguirlo, sino porque son la garantía y la norma de la verdadera Iglesia
de Cristo. Los sucesores de los apóstoles son los obispos, que son los jefes de las Iglesias locales, y
actúan en unidad de misión junto al Papa (Obispo de Roma y Jefe de la Iglesia). El hecho de que la
Iglesia sea apostólica remite concretamente a la sucesión apostólica: la consagración de un obispo
hoy puede remontarse en la historia hasta aquellos apóstoles. Pero no es el único sentido de la
apostolicidad, puesto que se trata no sólo de asegurar un culto válido, sino, además, de asegurar
también la unidad de fe; es un signo de pertenencia a la misma Iglesia conservar la doctrina que
aquellos apóstoles comenzaron a enseñar. Se trata, entonces, de una fidelidad también a la
tradición o a la enseñanza de los apóstoles. Esto es lo que el obispo de una diócesis garantiza hoy
por su comunión con la Iglesia de Roma (el Papa). La Iglesia Católica tiene una estructura jerárquica
que no fue instituida por la voluntad humana, sino por la decisión del mismo Cristo, quien quiso
que el grupo de los apóstoles tuviese una cabeza (Pedro) y que ellos, a su vez, fueran cabezas en las
distintas comunidades cristianas. En las últimas
apariciones después de resucitado, Jesús les Para saber más sobre la jerarquía y la
organización de la dimensión humana de la
transmite el poder de perdonar y el poder de
Iglesia, ver:
consagrar y luego, les envía el Espíritu Santo http://es.catholic.net/op/categoria/435/jerarqu
para que aquellos discípulos y sucesores ia-de-la-iglesia-catolica.html

continúen su misión a lo largo de la historia.

3. Las imágenes de la Iglesia


Normalmente, se identifica a la Iglesia con la institución, es decir, con el conjunto de hombres y obras que,
vinculados a la Iglesia de Roma, se expanden por todo el mundo. Para muchos, la Iglesia se reduce, entonces, a
los hombres y mujeres que pertenecen a ella y que se identifican por su uniforme-hábito religioso.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 9


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Sin embargo, la Iglesia no es solamente un conjunto de


hombres y mujeres que transmiten las enseñanzas religiosas En la Unidad de Revelación, decíamos que el
misterio de su voluntad de Dios revela es el
de Jesús; es mucho más que eso. Se trata de una realidad hecho que que Él quiere que el hombre llegue
espiritual y, por lo tanto, invisible, que constituye a ese al Cielo. Como vemos, la Iglesia responde a
ese objetivo y, por lo tanto, forma parte del
cuerpo social. En efecto, los hombres que “trabajan” en esta plan de Dios desde el principio.
institución lo hacen en función de un objetivo que trasciende la
dimensión temporal de ella.

De este modo, lo primero que constituye esta organización es el fin con el cual fue fundada y que es
compartido por todos sus miembros: llegar a Dios.

Esta comunidad pretende enseñar la Verdad que Dios enseñó a los hombres: la Verdad sobre Sí
mismo, sobre el mundo y sobre el hombre.

Esta organización institucional está sostenida no sólo por elementos jurídicos y sociales (como la
pertenencia, la incorporación y las leyes internas que reglamentan el funcionamiento de este organismo), sino
que, además, se puede percibir un “espíritu” que anima la vida de la comunidad.

Ese espíritu está constituido:

 en primer lugar, por el fin que se busca;


 en segundo lugar, por la relación que existe entre los miembros.

Ellos pertenecen a la institución no por una afiliación externa, sino más bien, por una incorporación
espiritual, es decir:

 profesan una misma fe,


 aman y esperan lo mismo,
 participan de una misma vida divina,
 genera en ellos un estilo de vida y unos lazos que son más profundos que los lazos de amistad y de
sangre.

Si estudiamos la Iglesia sólo desde la Para tratar de entender bien en qué consiste la Iglesia vamos a
perspectiva humana, perdemos de vista su
intentar explicar los conceptos más importantes que tiene de
verdadero objetivo, para qué está en el mundo
y cómo es que sigue existiendo, luego de sí misma. Pero antes debemos aclarar que no existe una
tantos siglos de historia y de muchos errores definición que abarque de manera perfecta algo que no
de los hombres que la componen. Es por que
DIOS la fundó y la sostiene y por eso, no es
puede ser estudiado sólo desde la perspectiva humana.
posible dar una definición total de ella.

Vamos a explicar, entonces, tres conceptos:

 La Iglesia es el Pueblo de Dios;


 La Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo;

Unidad 6: La Iglesia y su misión 10


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 La Iglesia es el Sacramento universal de salvación.

A medida que avancemos en la explicación de cada uno de estos conceptos, tendremos que recuperar los
contenidos que fuimos estudiando a lo largo del curso.

3.1. La Iglesia como Pueblo de Dios


Otro de los documentos del Concilio Vaticano II se dedica específicamente a la vida de la Iglesia. Es la
Constitución dogmática titulada Lumen Gentium (LG), expresión latina que significa: “luz de las gentes” y que
pretende poner de manifiesto cuál es el lugar de la Iglesia en el mundo de los hombres. Ese documento afirma:

En todo tiempo y en todo Pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia (Cf. Hch. 10,
35). Quiso Dios, sin embargo, santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión
alguna entre ellos, sino constituyendo un pueblo, que le
confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello, eligió
al pueblo de Israel como pueblo suyo, pactó con él una
El Pueblo de Israel se considera descendiente de Adán y alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a sí
de los demás patriarcas. Pero es fundamentalmente
Abraham, el padre de muchas generaciones (Gn. 17,5), el
mismo y los designios de su voluntad a través de la
instrumento y el símbolo de la pertenencia de Israel a historia de este pueblo, y santificándolo para
Yahvé. La misma vocación de Abraham pone de manifiesto siempre. Pero todo esto sucedió como preparación
la trascendencia y gratuidad de la elección divina: “El y figura de la Alianza nueva y perfecta que habría
Señor dijo a Abraham: `Deja tu tierra natal y la casa de
de pactarse en Cristo y de la revelación completa
tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una
gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y
que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios
serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y hecho carne: “He aquí que llegará el tiempo dice el
maldeciré al que te maldiga y por ti se bendecirán todos Señor, y haré un pacto con la casa de Israel y con la
los pueblos de la tierra” (Gn. 12, 1-3). A partir de la casa de Judá... pondré mi ley en sus entrañas y la
promesa divina, el Pueblo de Israel comienza a transitar
escribiré en sus corazones, y seré Dios para ellos y ellos
su camino hacia la tierra prometida.
serán mi pueblo”... (Jr. 31, 31-34). Ese pacto nuevo, a
saber, el Nuevo Testamento en su sangre (Cf. 1 Co. 11, 25),
restableció Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles que se
unificara no según la carne sino en el espíritu, y constituyera el nuevo pueblo de Dios (...) Así
como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como
iglesia (Cf. 2 Esd. 13, 1; Num. 20, 4; Dt. 23, 1), así el nuevo Israel que caminando en el tiempo
presente busca la ciudad futura y perenne (Cf. Heb. 13, 14), también es designado como iglesia de
Cristo (Cf. Mt. 16, 18), porque fue Él quien la adquirió con sus sangre (Cf. Hch. 20, 28), la llenó con
su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social. Dios formó una
congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la
unidad de la paz, y la constituyó iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento de
esta unidad de salvación (LG, 9).

La Iglesia se define a sí misma como Pueblo de Dios porque tiene conciencia de ser una comunidad
en la cual se puede encontrar la salvación de Dios, además, de ser la continuación de la primera
comunidad de salvación que es el Pueblo de Israel.

En primer lugar, vamos a explicar lo que significa la palabra “Iglesia”. Este término comienza a usarse en las
traducciones de los textos hebreos del Antiguo Testamento. Los escritos del post-exilio de Israel usan dos
vocablos hebreps para referirse a la comunidad religiosa: “Kahal” y “Eda”. Aunque son sinónimos, presentan
matices diferentes:

Unidad 6: La Iglesia y su misión 11


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 “Kahal” designa a la comunidad en su aspecto más bien pasivo y jurídico. Se tradujo como
“sinagogue”.
 “Eda” se refiere más explícitamente a la reunión de los judíos en una asamblea puntual. Se tradujo
como “eclessia”, término del cual deriva nuestra palabra actual: “iglesia” (Antón 1977: 71-80).

También en Grecia existía el concepto de “ecclesia”, que se aplicaba a la comunidad de vecinos que se
reúnen para resolver los problemas comunes de la ciudad. En este caso, la ecclesia tenía una finalidad política
y no religiosa, porque no se reúnen para rendir culto a Dios sino para deliberar sobre los problemas de la
ciudad (la polis).

Éste es el concepto que pasa al uso cristiano cuando las primeras comunidades necesitan designarse a sí
mismas con algo que las distinga. Para estos cristianos,

el modelo de asamblea es siempre la reunión del Pueblo de Dios en el monte Sinaí, donde Moisés
establece una Alianza entre Yahvé y el Pueblo de Israel.

Al igual que Abraham, Isaac y Jacob, Moisés también A partir de esa Alianza, Israel se convierte en
será instrumento de Dios, quien se le aparece en el monte propiedad de Dios: «Porque tú eres un Pueblo
Sinaí, en una zarza que arde sin consumirse. Allí se
presenta como el “Dios de Abraham, de Isaac y de consagrado al Señor, tu Dios: Él te eligió para que
Jacob” y le da a conocer su nombre: “Yo soy el que soy” fueras su Pueblo, su propiedad exclusiva entre
(Éx. 3, 14). Luego le encomienda la misión de guiar al
todos los Pueblos de la tierra» (Dt. 7, 6). Esta
Pueblo de Israel que va a ser liberado de la opresión
de los egipcios. Así, Dios interviene en el destino de los ecclesia tiene la particularidad de saber que existe
hombres, cambia el plan humano y convierte a Moisés en no por una decisión de los hombres que la
instrumento de liberación para su pueblo, estableciendo
con él una Alianza en el Monte Sinaí, donde le entrega los
componen, sino por una llamada gratuita de
Mandamientos (Éx. 20). Yahvé, quien tiene la iniciativa de convocarla;
Para saber más, sobre la historia de Israel, ver:
además, tiene la particularidad de ser una comunidad
http://ec.aciprensa.com/wiki/Israelitas
que se reúne para escuchar la palabra de Dios y cumplir
su voluntad.

Ecclesia se usa, entonces, para llamar «Iglesia» a la primera comunidad de cristianos reunida en Jerusalén,
a partir de la elección de los Apóstoles y luego de la misión que estos reciben del mismo Jesús. Poco tiempo
después, el concepto se aplica también a las comunidades cristianas que se van fundando en los otros
pueblos. El que los primeros cristianos usen este nombre para nombrar a la Iglesia significa, ante todo, que
tienen plena conciencia de ser un Pueblo elegido por Dios (Antón 1977 108-109).

La expresión «pueblo» (en hebreo, am) en el Antiguo Testamento designa el vínculo de sangre que une a
un grupo determinado, pero se aplica particularmente al Pueblo elegido por Dios, Israel. Y en este caso,
designa no sólo el vínculo de la raza, sino la unión y la pertenencia a Yahvé.

Israel es un Pueblo consagrado, que tiene un pacto de amor y fidelidad mutua con Yahvé.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 12


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A diferencia de ello, los primeros cristianos saben que son el nuevo Pueblo de Dios, pero no el que Él
funda a través de los patriarcas y los profetas, sino el que funda su mismo Hijo. Por esto, se habla de la Iglesia
como el “Israel de Dios” (Ga. 6, 16) o bien, del “Israel espiritual” (Ro. 1-9, 13).

La Iglesia tiene una nota particular respecto del Pueblo del Antiguo Testamento: ahora se extiende a todos
los hombres, sin estar limitada a una raza ni a una nación (es universal).

 La Antigua Alianza que Dios selló con el hombre se realizó en el Monte Sinaí.
 La Nueva Alianza se estableció en la Cruz, sobre la cual Cristo ofrece su vida por la salvación de los
hombres.

La Iglesia es, entonces, la verdadera sucesora del Pueblo de la Antigua Alianza (Ga. 3, 7). Por eso, se la
puede explicar diciendo que es el nuevo “Pueblo de Dios”.

3.2. La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo


Estas imágenes que usamos para aproximarnos al misterio de la Iglesia surgen principalmente de las
metáforas que se utilizan en las Sagradas Escrituras para referirse a la realidad divino-humana. Por eso, así
como en el Antiguo Testamento, aparece la noción de “Pueblo de Dios”, en el Nuevo Testamento,
encontramos otra metáfora: la de “Cuerpo Místico de
Cristo”.
Las Epístolas o Cartas de San Pablo a las primeras
comunidades cristianas (Corintios, Efesios,
La comunidad que forman los cristianos es Tesalonicenses, Romanos, etc.) forman parte de la
comparada con un “cuerpo” por San Pablo (Nicolás Biblia (Nuevo Testamento). Sus palabras nos dan un
amplio conocimiento espiritual de Cristo y de su
1985: 649-658). Puede haber tomado esta expresión
mensaje. Para saber más, ver:
del pensamiento helénico que la usaba para referirse https://www.aciprensa.com/Biblia/sanpablo.htm
a una corporación; o también, de la misma imagen
que se usa en la fábula de Esopo; o quizá de la concepción semítica de
personalidad corporativa o solidaridad dentro de la colectividad; o bien, finalmente, puede tener origen en la
noción del “cuerpo de Cristo” en la Eucaristía (García Extremeño 1999: 122-123).

Intentaremos ahora explicar el contenido teológico de esta imagen de la Iglesia, partiendo de los textos de
San Pablo, para luego llegar a ver la explicación que el Magisterio y la Teología hacen de ella. San Pablo escribe
numerosas cartas a las distintas comunidades de cristianos que se fundan en los primeros años del
cristianismo. En dichas cartas, aborda distintos temas, a veces, desde perspectivas distintas; pero también, se
advierte en ellas el proceso de desarrollo de una misma idea.

3.2.1. Primera carta a los Corintios

El primer texto en el cual Pablo compara la Iglesia con un cuerpo es en la primera carta a los Corintios (I
Cor). La referencia aparece en un contexto moral: se trata de una exhortación a salir de la inmoralidad de
unirse a prostitutas en la que habían caído algunos cristianos. Por eso, les pide que recuerden que sus cuerpos
son ahora miembros de Cristo (1 Co. 6, 15-16).

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En la misma carta, más adelante, va a comparar más explícitamente el cuerpo orgánico del hombre con el
Cuerpo de Cristo, porque también Cristo es como un cuerpo que tiene muchos miembros. Los bautizados
constituyen una comunidad espiritual que tiene como fundamento de dicha unidad al mismo Cristo y al
Espíritu Santo. La vida en este Cuerpo está constituida por la presencia de Dios, a través de la gracia
significada por los Sacramentos del Bautismo y la Eucaristía: “Así como el cuerpo tiene muchos miembros y sin
embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo” (1 Co. 12,12).

El texto resalta la comunión espiritual que une a los creyentes bautizados sin distinción de origen, sean
gentiles o judíos. Se trata, además, de un organismo vivo por la acción permanente que reciben de la acción de
Cristo y su Espíritu. En este Cuerpo, todos los miembros son necesarios, pues todos sirven a la unidad del
Cuerpo y al bien de otros. Aquí lo más importante no es la visibilidad de este cuerpo social, sino la unión
espiritual con Cristo.

La imagen del Cuerpo resalta, además, la función propia de cada miembro en orden a la vida de todo el
organismo, destacando siempre la superioridad del bien de la totalidad sobre el bien de la parte
(Schnackenburg 1981: 77-85). En esta línea, propone Pablo entender las distintas funciones y carismas. Por
esto, concluye con una exhortación a la comunidad a vivir la vida cotidiana en la unidad propia de un cuerpo,
sin marginarse ni de la Cabeza que es Cristo ni del resto de la comunidad.

En otro de los pasajes, San Pablo compara la Iglesia con el Cuerpo de Cristo y enseña que los cristianos
deben vivir en comunión, pues son ellos los que, en las celebraciones litúrgicas, comulgan con el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. En otras palabras, deben comportarse como un Cuerpo aquellos que participan del mismo
pan (1 Co. 10, 16-17). En este caso, subraya la importancia que tiene la Eucaristía para constituir y hacer crecer
a la Iglesia (Cerfaux 1984: 201-202).

3.2.2. Carta a los Romanos y Carta a los Efesios

Otro pasaje importante de la doctrina de San Pablo es el de la carta a los Romanos, donde Pablo dice:

…pues así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos
los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un
solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero
teniendo dones diferentes, según las gracias que nos han sido dadas, si es el don de profecía,
ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza,
enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el
que ejerce la misericordia, con jovialidad. Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal,
adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a
los otros; con un celo sin negligencia, con espíritu fervoroso: sirviendo al Señor; con la alegría de
la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad (Ro 12, 4-13).

En estos textos, la reflexión paulina apunta a que los cristianos, tomando conciencia del misterio en el que
participan, vivan más la unidad de la caridad entre ellos, se pasa a otros en los que la perspectiva ya no está
limitada a la misma comunidad de cristianos, sino que se abre a la Iglesia universal y a la misión que ésta tiene
en el mundo.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 14


Alejandro Ramos
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

En la carta a los Efesios, la incorporación a la Iglesia por el Bautismo implica la incorporación a un Cuerpo
que tiene una Cabeza. Cristo es la Cabeza y, a la vez, el Salvador de este Cuerpo que es la Iglesia. Él consumó
la obra salvífica en la Cruz durante su existencia histórica. Sin embargo, su acción no concluye allí, sino que
continúa salvando a los hombres desde el Cielo, porque el Cristo glorificado envía al Espíritu que da la vida
sobrenatural a los miembros de este Cuerpo. Este Espíritu une a todos los miembros con la Cabeza y une a
toda la humanidad redimida, impulsándola a la acción en el mundo. En la carta a los Efesios, dice así:

Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que han sido llamados. Un solo
Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por
todos y en todos (…) Él mismo dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden
a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a
la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la
madurez de la plenitud de Cristo (…) Siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquél
que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda
clase de culturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una de las partes,
realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor (Ef. 4, 4-6; 11-12; 15-16).

En la misma carta, más adelante, compara la unión de Cristo y la Iglesia con la unión entre el marido y su
esposa. Sostiene que Cristo es la Cabeza y el Salvador del Cuerpo, que es la Iglesia; que Él ha dado su vida por
ella porque la ama; y que sigue mostrándole su Amor, alimentándola y cuidándola espiritualmente (Ef. 5, 22-
33). Con esta imagen de la esposa, se complementa la del Cuerpo, puesto que si bien Cristo es la Cabeza,
conviene que quede también en claro que no existe una identificación total entre Cristo y la Iglesia, sino que
hay, al mismo tiempo, una alteridad.

La dimensión universal de la Iglesia y su misión salvífica en el mundo aparecen claramente planteadas en


el inicio de esta misma carta a los Efesios. La visión de este Cuerpo de Cristo implica el concepto de
“plenitud”, porque existe un nexo que une a la humanidad con el cosmos (Cf. Schlier año 164-185).

Cristo es la Cabeza de todos los hombres, porque es el nuevo Adán; siendo Dios hecho hombre, es el
hombre perfecto y el nexo real de los seres humanos con Dios.

Sin embargo, la misión salvífica no se reduce sólo a los miembros de la Iglesia ni a los hombres en general,
sino que se extiende a toda la Creación. La Redención alcanza al universo entero y, por eso, Cristo es la Cabeza
de todos los seres. Con su Redención, lleva a su plenitud a todo el mundo que, de esta manera, es recreado en
Él:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de
bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en Él antes de la
fundación del mundo (…) En Él tenemos por medio de su sangre, la redención, el perdón de los
pecados según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en Él
se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a
Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef. 1, 3-10).

Otro de los textos de San Pablo muestra mejor esta dimensión cósmica de la Redención, esto es, la misión
que tiene la Iglesia de salvar a todos los hombres y de ofrecer, en nombre de ellos y de toda la Creación,
oraciones que constituyan una verdadera alabanza de los seres creados a su Creador.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 15


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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

En el mismo sentido, la carta a los Colosenses afirma:

Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas
las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los
Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo, y
todo tiene en Él su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el
Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea Él el primero en todo, pues Dios tuvo
a bien hacer residir en Él toda la plenitud, y reconciliar con Él y para Él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col. 1, 15-20).

El ser de la Iglesia depende del ser de Cristo y cómo ella tiene por misión fundamental prolongar, a lo
largo de la historia en la tierra, la misión que comenzara Jesús. Lo que la Iglesia debe hacer es
prolongar la Encarnación del Hijo de Dios en la historia.

3.3. La Iglesia como Sacramento universal de salvación


Que la Iglesia sea Cuerpo Místico de Cristo significa que, en su tarea espiritual, actúa siempre unida a
Cristo, constituyendo con Él una Mística Persona, dado que, cada vez que la Iglesia (o mejor dicho, un ministro
de la Iglesia) bautiza, es Cristo el que bautiza o el que perdona o el que consagra. En todas esas acciones, es
siempre Dios la Causa primera de la gracia y los ministros son utilizados por la persona de Cristo como
instrumentos a través de los cuales pasa la gracia.

Esta presencia de Dios en la Iglesia se da no sólo en los ritos sacramentales, sino también en el resto
de las acciones, como la de enseñanza y la de gobierno.

Para entender mejor cómo se produce esta acción de Cristo a través de su Cuerpo que es la Iglesia, vamos a
seguir un texto de Santo Tomás:

Así como se dice que toda la Iglesia es un solo Cuerpo Místico por semejanza al cuerpo natural del
hombre (…) así Cristo se dice la Cabeza de la Iglesia según la semejanza de la cabeza humana, en
la que podemos considerar tres cosas: el orden, la perfección y la virtud. El orden puesto que la
cabeza es la primera parte del hombre (...); la perfección, porque en la cabeza radican todos los
sentidos interiores y exteriores (...); la virtud, por cuanto ésta y el movimiento de los demás
miembros y el gobierno de éstos en sus actos proviene de la cabeza (...); estas tres cosas
competen espiritualmente a Cristo: porque según su proximidad a Dios su gracia es más elevada y
anterior (...); porque tiene la perfección en cuanto a la plenitud de todas las gracias (...); porque
tiene la virtud de difundir la gracia en todos los miembros de la Iglesia (Suma Teológica, III, q. 8, a.
1, c).

De esta manera, la acción de Cristo llega a todos los hombres, porque Él


Recordemos que un sacramento es
ha querido que ellos mismos sean un medio a través del cual otros se un signo visible de una realidad
salven. Dios podría haber hecho consistir la salvación en un acto invisible. La Iglesia es una realidad
visible (instrumento) que significa
individual, sin embargo, Él, que conoce mejor que nadie la naturaleza
el acto de salvación que Dios realiza
humana, sabe cuánto necesita un hombre de la ayuda de otro para llegar en el hombre, lo cual es una
a su realización. Por esto, quiso también que, en el orden de las realidades realidad espiritual.

espirituales, algunos fueran instrumentos de esta obra salvífica.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 16


Alejandro Ramos
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ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Cuando Él asume la naturaleza humana, logra, entonces, un punto de contacto entre la humanidad y la
divinidad. A partir de allí para los hombres es posible alcanzar a Dios y es posible también que lo humano sea
un instrumento o canal a través del cual actúe la divinidad; por eso, decimos que la Iglesia es “Sacramento
Universal de Salvación”.

En primer lugar, la misma humanidad de Cristo, es decir, el cuerpo físico de Jesús, se convierte en un
instrumento de la divinidad en cuanto Jesús realiza acciones con las cuales ofrece a Dios un sacrificio para la
salvación de todos los hombres. En efecto, en Jesús está Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad; Él
no es sólo un hombre que ofrece su vida en la Cruz, sino es el mismo Hijo de Dios, y por este motivo, ese
sacrificio no queda limitado a su persona y a ese momento histórico, como sucede con todas las acciones
humanas, sino que es posible que ese mismo acto salvífico se continúe a lo largo de la historia actualizándose
a través de las celebraciones sacramentales (Cf. Cuellar 1979: 94-126).

Los ritos sacramentales no constituyen un mero recuerdo de acciones del pasado, como si se tratara de una
efemérides patriótica, sino que

hacen realmente presente la acción de Cristo y de su gracia en los hombres de cada tiempo y de
todos los tiempos.

Esto nos permite comprender el hecho de que la fundación de la Iglesia no es un invento de los hombres ni
un capricho de Dios, sino más bien una respuesta a la misma naturaleza humana (Cf. Mondín 1989: 257-270).

El hombre no puede ser feliz sólo, necesita siempre de otros; esto no sólo es así para su realización
terrenal, sino también para su realización en la eternidad, porque es algo que atañe a la misma naturaleza
humana. Cuando Dios elige que la salvación sea en comunidad y no un hecho individual, no hace otra cosa
que respetar la naturaleza humana que Él mismo creó.

De este modo, el hombre como imagen de Dios no sólo es la parte más elevada de la Creación, sino
que es también partícipe activo en la salvación de todo el mundo como instrumento. Dios quiere usar
su naturaleza para ese fin.

Cristo es la Cabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo, su Alma. La acción del Espíritu Santo en la Iglesia se
compara con la del alma en el cuerpo, pues su tarea principal consiste en darle vida (Journet 1987: 193-212). El
Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad, tiene la misión de continuar la acción salvífica iniciada por el
Hijo de Dios en la historia. Esta vez la misión es invisible, puesto que esta Persona divina no asume una
naturaleza humana, pero no por eso es menos real (Cf. Congar 1991: 205-270).

Pentecostés es el coronamiento del misterio pascual y el inicio de la misión de


En Pentecostes (es decir, 50 la Iglesia en el mundo. El Espíritu está fundando y acompañando a la Iglesia en
días después de Pascua), el
esa misión de prolongar, a lo largo de la historia, la obra de Cristo. El Espíritu está
Espíritu Santo desciende sobre
María y los Apóstoles, quienes invisiblemente presente en ella, pero realmente presente, puesto que no sería
estaban reunidos, tal como se posible explicar la permanencia y la acción de la Iglesia en la historia sino fuera
narra en Hechos 2, 1-18.
por el Espíritu Santo.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 17


Alejandro Ramos
///// DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN HUMANÍSTICA
ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA

Bibliografía:
ANTÓN, A. (1977) La Iglesia de Cristo. Madrid: BAC.

CERFAUX, L. (1984) La Théologie de l´église suivant Saint Paul. Paris: Cerf.

CONCILIO VATICANO II, Constitución apostólica Lumen Gentium. Roma, 21 de noviembre de 1964.

CONGAR, Y. (1991) El Espíritu Santo. Barcelona: Herder.

CUELLAR, M. (1979) La naturaleza de la Iglesia según Santo Tomás. Pamplona: Universidad de Navarra.

GARCÍA EXTREMEÑO, C. (1999) Eclesiología. Madrid: Edibesa.

JOURNET, Ch. (1987) Théologie de l´église. Paris: Desclée.

MONDÍN, G. B. (1989) La Chiesa primizia del regno. Bologna: Dehoneane.

SCHLIER, H. (1973) “Eclesiología del Nuevo Testamento”, in: Mysterium Salutis IV-1. Madrid: Cristiandad.

SCHNACKENBURG, R. (1981) The Church in the New Testament. London: Burns-Oates.

SANTO TOMÁS DE AQUINO (1998). Suma Teológica. Madrid: BAC.

Unidad 6: La Iglesia y su misión 18


Alejandro Ramos
PALESTINA
NATURALEZA HUMANA NATURALEZA DIVINA
su país fue
tiene tiene

JESUCRISTO
Hijo adoptivo de

SE LA DA LA VIRGEN SAN JOSÉ ES ENGENDRADO POR


MARÍA DESDE LA es DIOS PADRE DESDE
ENCARNACIÓN TODA LA ETERNIDAD
DIOS HIJO
por eso es HECHO HOMBRE por eso es
junto con la naturaleza junto con la naturaleza
divina unida en humana unida en
es decir es
VERDADERO HOMBRE VERDADERO DIOS

LA 2° PERSONA DE LA TRINIDAD,
posee por ello PERSONA DIVINA posee por ello
(no es persona humana)
INTELIGENCIA HUMANA
que con su INTELIGENCIA DIVINA Y
Y VOLUNTAD HUMANA Sacrificio en la VOLUNTAD DIVINA
Cruz alcanza la
Él es REDENCIÓN DE TODOS demostrado con sus
LOS HOMBRES
IGUAL EN TODO A
NOSOTROS, EXCEPTO EN al 3º día realiza su MILAGROS, PROFECÍAS y
EL PECADO SU SANTIDAD ABSOLUTA
RESURRECCIÓN GLORIOSA

y es glorificado en su

ASCENSIÓN AL CIELO

Prof. Ma. Laura Chabay


(LECTURA COMPLEMENTARIA A LA UNIDAD 2)

LA PERSONA HUMANA Y SU LUGAR EN EL MUNDO

San Juan Pablo II nos habla de la dignidad humana,


a imagen de Jesucristo, el Hombre Perfecto.
Y lo hace con asombrosa precisión y brevedad.
Lo podemos ver en:
http://w2.vatican.va/content/john-paul-
ii/es/audiences/1984/documents/hf_jp-ii_aud_19840125.html
PLANEAMIENTO DE CÁTEDRA
Ciclo lectivo 2017

1. DATOS DE LA CÁTEDRA:

Facultad:Facultad de Ingeniería

Carrera: Lic.en Seguridad Ciudadana

Cátedra: DHM73_2016_2– Antropología Teológica

Modalidad: distancia

Año del plan de estudios: 1º año

Asignaturas Correlativas:
Anteriores Posteriores
------ Ética Fundamental y Profesional

Composición de la cátedra:
Nombre del docente Título máximo Cargo
Prof. Alejandro Colman Prof. de Filosofía Prof. adjunta a cargo
Prof. Silvia Quintana Prof. En Teología Prof. adjunto
Prof. Rosario Ruffino Prof. En Teología Prof. adjunto

Régimen de cursado: Asignación horaria:


“B” - Regularidad 4hs.
2. DESCRIPCIÓN Y FUNDAMENTACIÓN DE LA ASIGNATURA

2.1. Justificación de la asignatura

La Antropología Teológica pretende, como bien dice su nombre, centrar su reflexión en la persona
humana, desde la perspectiva de la fe de la Iglesia y los aportes del realismo metafísico. Esto
implica que en esta asignatura se estudiará al hombre como un ser personal, espiritual y social,
como imagen y semejanza de Dios, fundamento último de su dignidad. Desde este punto veremos
el lugar que él tiene en la creación y su relación con Dios, el mundo que lo rodea y los hombres.
Además, se considerará como un ser llamado a la salvación, que encuentra en Cristo la respuesta
definitiva sobre el sentido de su existencia terrenal y celestial y en la Iglesia los medios para
alcanzar esa salvación. En definitiva, esta asignatura aporta una visión realista y sobrenatural del
hombre a partir de la cual se descubre el sentido último de su vida, la auténtica realización
personal y el aporte al bien común con el correcto ejercicio de las facultades humanas.

2.2. Competencias

Al ciclo de formación humanística corresponde en particular, propiciar el desarrollo de


las competencias transversales de identidad institucional, establecidas por la Universidad,
las cuales consisten en:
1. Comprende una visión de Dios, la creación y la persona humana inspirada en los
principios de la fe y la cultura católica (alcanza una forma mentis de hombre culto
universitario cuya inteligencia está abierta a la totalidad de lo real).
2. Desarrolla un obrar (intelectivo, moral) perfectivo de su propia persona y del
mundo exterior.

De estas competencias se desprenden las competencias específicas de cada asignatura del


ciclo:
1. Reconocer y distinguir el orden natural y el orden sobrenatural, señalando sus
relaciones.
2. Comprender y explicar qué es la persona humana, cuáles son sus facultades y el fin
último de su vida, así como las implicancias de ser imagen y semejanza de Dios.
3. Comprender y fundamentar la necesidad de Cristo, de su Gracia y de su Iglesia
para la salvación personal.
4. Da cuenta del modo en que los dogmas de fe pueden ser comprendidos desde la
razón.
5. Analiza situaciones de la vida cotidiana o profesional, a la luz de la dimensión
humanística-cristiana que propone la asignatura.

Además, las asignaturas humanísticas realizarán actividades de aprendizaje que


favorezcan el cumplimiento de la siguiente competencia transversal del ser universitario:
Se comunica correcta y fluidamente, con registros pertinentes.
1. Ejercitar la lectura comprensiva de los textos.
2. Desarrollar claridad en el pensamiento, coherencia en la exposición de ideas
propias y precisión terminológica en el modo de expresarlas.

3. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO PREVISTO

3.1. Unidades temáticas

Unidad Introductoria: La Antropología Teológica y la Revelación


La Antropología Teológica
La Teología como ciencia. La relación entre fe y razón
La Revelación divina

Unidad 1: La persona humana y su lugar en el mundo


La noción de “creación”
El lugar del hombre en el mundo
La persona humana
La dignidad de la persona humana

Unidad 2: El misterio del mal


Definición del misterio del mal
Tipos de mal
El pecado como mal moral
El mal y la Predestinación divina

Unidad 3: El orden sobrenatural (gracia y sacramentos)


Definición de “lo sobrenatural”
La gracia: clasificación y efectos
Los sacramentos.
Unidad 4: Jesucristo y la salvación del hombre
Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre
La unión hipostática
La Redención

Unidad 5: La Iglesia y su misión


La Iglesia como Pueblo de Dios
La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo
La Iglesia como Sacramento Universal de Salvación

3.2. Bibliografía

Obligatoria

 Ramos, Alejandro y Zubiría Matías. Antropología Teológica. Mar del Plata:


Universidad FASTA. Versión digital, n. 3, mayo 2015.
 Catecismo de la Iglesia Católica. Disponible en:
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html (número
recomendados: 50-141; 279-301; 355-419; 748-870; 1846-2021).
 El libro del Pueblo de Dios (La Biblia). Traducción argentina, 1990. Disponible en:
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM

Complementaria

 BENEDICTO XVI (2009), Encíclica Caritas in Veritate, Capítulo VI: “El desarrollo de
los pueblos y de la técnica”, n. 68-77. Disponible en:
 http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-
xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

 BILYK, Juan Carlos (2014). Jesucristo y su Iglesia. Buenos Aires: MDA.

 CONCILIO VATICANO II (1964). Constitución dogmática sobre la Iglesia. Lumen


Gentium. Capítulo I: “El misterio de la Iglesia”. Disponible en:
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html
 CONCILIO VATICANO II (1965). Constitución dogmática Dei Verbum, Cap. I: “LA
Revelación en sí misma”, n., 1-20. Disponible en:
 http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html

 FAYNEL, Paul (1968). Jesucristo es el Señor. Madrid: Sígueme.

 FAYNEL, Paul (1974). La Iglesia, Barcelona: Herder; vol. I, 237-280.

 FRANCISCO (2015). Encíclica “Laudato Si” sobre el cuidado de la casa común.


Disponible en:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-
francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

 JUAN PABLO II (1995). Encíclica Evangelium Vitae. Disponible en:


http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-
ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html

 PÉREZ DE URBEL, Justo (1991) Vida de Cristo. Madrid: Rialp.

 PIEPER, Joseph (1986). El concepto de pecado. Barcelona: Herder.

 PONTIFICIO CONSEJO DE JUSTICIA Y PAZ (2005). Compendio de la Doctrina Social


de la Iglesia. Roma: Librería Editrice Vaticana. Capítulo III: “La persona humana y
sus derechos”. Disponible en:
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc
_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html#CAPÍTULO TERCERO

 POZO, Candido (1968) Teología del más allá. Madrid: BAC.

 RAMOS, Alejandro (2007). Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape.

 RAMOS Alejandro (2009). El misterio de la Iglesia. Mar del PLata: Universidad


FASTA. Edición digital. Disponible en:
 http://www.ufasta.edu.ar/biblioteca/files/2013/12/El_misterio_de_la_iglesia_pdf-
1.pdf
 RAMOS, Alejandro (2010). Jesucristo y la salvación del hombre. Mar del Plata:
Universidad FASTA. Edición digital.
 Disponible en:
http://www.ufasta.edu.ar/biblioteca/files/2011/04/jesucristo_salvacion.pdf

 ROYO MARIN, Antonio (1963). Dios y su obra, Madrid: BAC; 340-358.

 SANTO TOMÁS: Suma teológica, Madrid: BAC.


 Disponible en: http://www.bac-editorial.com/ficha.php?id=14576

3.3. Cronograma

Fecha/Semana Tema y actividades


Jueves 2 de Marzo Inicio del dictado
Martes 28 de Marzo Inicio del período de recuperatorios
Jueves 6 de Abril Fin del dictado

3.4. Tipos de evaluación:

Del alumno Cuatro cuestionarios de realización obligatoria y sus


correspondientes recuperatorios.

De la cátedra  Revisión de contenidos y desarrollo de la cursada.


 Encuestas docentes al finalizar cada dictado.
 Consideración del rendimiento de los alumnos.
 Capacitación docente.

3.5. Requisitos de regularización

3.5.1. Requisitos para REGULARIZAR LA MATERIA:

 Se presentarán cuatro cuestionarios obligatorios en relación a las unidades de


estudio, los mismos se aprueban con un mínimo de 60/100. Contarán con diez días
para realizar los cuestionarios de las unidades correspondientes.
 Se pondrá a disposición de los alumnos un instructivo que indicará cómo se hacen
los cuestionarios en plataforma moodle.
 Las actividades se desarrollan sobre un cuestionario digital online, es decir, sobre la
plataforma moodle.
 Las fuentes para la resolución de los cuestionarios (bibliografía) son los módulos y
los archivos complementarios (no serán válidas otras fuentes extraídas de la web).
 Se evaluará el nivel de comprensión de estos contenidos y la integración de los
mismos en sus respuestas.
 Todas las actividades de evaluación obligatorias son de carácter individual. La
copia es fraude y se considera una falta grave sancionada por el Régimen Académico y
que luego se refleja en el Certificado Analítico que acompaña al Título.
 Se deben respetar la fecha y hora de entrega de las actividades obligatorias
estipuladas en el cronograma (se recomienda no esperar hasta el último día de la
entrega por si surgen inconvenientes de conexión y otros impedimentos).
 No se admiten entregas tardías ni por fuera de la plataforma (los casos
extraordinarios serán evaluados por los docentes).
 Los profesores tendrán diez días aproximadamente para la corrección de dichos
trabajos. Las notas se verán en la plataforma de la materia una vez corregidos.

3.5.2. Instancias de recuperatorio:

 Los alumnos que desaprueben alguna de las actividades obligatorias o que no


hayan entregado a tiempo los cuestionarios podrán recuperarlos en las últimas dos
semanas de cursado.
 La nota de aprobación de los recuperatorios es un mínimo de 60/100.
 De no aprobarse alguno de los recuperatorios, se deberá recursar la materia.

3.5.3. Examen final presencial:

Los alumnos aprobarán la materia con un examen final obligatorio (no es


promocional), escrito, individual, presencial y realizado en el centro asociado que le
corresponde a cada alumno. El examen será corregido por alguno de los profesores
que integran el equipo e incluirá todos los contenidos de la materia. Tendrá consignas
similares a las trabajadas en los cuestionarios (las referidas al desarrollo de temas). La
nota mínima de aprobación es de 40/100.
El examen final no es a libro abierto. No se permiten módulos impresos, materiales,
resúmenes, esquemas.
La calificación será subida al sistema a los 20 días hábiles de rendido el examen.
El alumno dispondrá de dos años para rendir el examen final. Pasado ese tiempo,
deberá solicitar prórroga; si le fuera denegada, deberá recursar la materia, tal como lo
establece el Régimen Académico.
En caso de copia, el alumno será desaprobado y recibirá una sanción disciplinaria,
que constará en el analítico final de la carrera

________________________________
Equipo de Profesores
Depto. de Formación Humanística
Cómo hacemos un cuestionario?

Es algo sencillo pero tiene sus vueltas… antención a lo que vamos a


decirles en este instructivo!

1) ingresar al cuestionario haciendo clic sobre el mismo. Fíjense que el


símbolo del cuestionario es una hojita que tiene un “visto” en rojo.

2a) Si el cuestionario lo hacen por primera vez, deben hacer clic en


“comenzar”. Vean que el primer círculo indica cuántas veces lo podrán
hacer, aquí figuran dos veces para que puedan corregir.

2b) Si ya iniciaron uno y hay preguntas guardadas, pueden continuarlo


haciendo clic en “Continuar con el intento anterior”
3) Cuando hacen el cuestionario, hay que hacer clic en el botón
comprobar para que se guarde la respuesta si solita esta acción, que lo
hace cuando la pregunta es del tipo selección múltiple, completar palabras,
emparejamiento, etc; luego hacer clic en siguiente para que puedan ir la
siguiente página con pregunta/s. En este caso el cuestionario que estamos
viendo está configurado en una pregunta por página, por eso se ve así, se
puede configurar para que haya más preguntas por página, allí tendrán en
botón comprobar en cada pregunta que lo requiera y el botón siguiente solo
estará al final de la página.
Por lo tanto comprobar es para guardar esas preguntas que lo solicitan y
siguiente es para pasar de página/preguntas.

4) Otro detalle importante es que pueden revisar el examen a medida


que lo hacen. El item NAVEGACIÓN POR EL CUESTIONARIO les permite
saltar de una pregunta a otra, y cuando están celestes quiere decir que está
realizada, las que están en blanco son las que no están guardadas, pueden
navegar por ellas y hacer las correcciones que crean necesarias.
Las preguntas de desarrollo sugiero que las escriban en un documento a
parte y luego las copien y las peguen por las dudas. Puede haber algún fallo
de navegación del explorador o cualquier cosa que pase y no quede
guardado (puede pasar).

Cuando lo finalizan deben ver lo siguiente


En cada pregunta dice si está guardada o si está “complete”, es decir
completa, finalizada, realizada… NO SIGNIFICA QUE LA COMPLETES… está
en Inglés y confunde.
Algunas pueden decir en proceso, es decir que no la completaron, esto
puede ser porque la dejaron así para completar luego (no pueden enviar el
cuestionario) o no hicieron clic en siguiente cuando pasaron por esa
pregunta. Con el navegador del cuestionario van a la pregunta y cliquean en
siguiente para que la guarde, esto suele suceder con preguntas de
desarrollo, si pasa con las multiple Choice, hay que hacer clic en comprobar.
Ahí debes hacer clic en Enviar todo y listo!
Una cosa más, si están haciendo el cuestionario y quieren terminarlo
antes pueden hacer clic en terminar test en el navegador del cuestionario

Espero les sirva…


Saludos cordiales,

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