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Argumento
Una ardiente historia de Los Señores del inframundo, de la exitosa autora del
New York Times Gena Showalter, en la que aparece un bestial príncipe y la esposa a
la que le hará la guerra para quedársela.
Él es hielo...
Puck el invicto, anfitrión del demonio de la Indiferencia, no puede experimentar
emociones sin castigo, por lo que no se permite sentir nada. Hasta ella. Según la antigua
profecía, ella es la clave para vengar su pasado, salvar su reino y gobernar como rey. ¿Todo
lo que debe hacer? Robarla del hombre que ama, y casarse con ella.
Ella es fuego...
Gillian Shaw ha sufrido muchas tragedias en su demasiado corta vida, pero nada
pudo haber preparado a la frágil humana para su transición a la inmortalidad. Para
sobrevivir, debe casarse con un monstruo con cuernos que la intriga y la asusta... y la
convierte en la reina guerrera para la que nació.
Juntos arden.
A medida que un creciente sentimiento de posesión y obsesión supera a Puck,
también lo hace la insaciable lujuria. Cuanto más conoce acerca de su ingeniosa y
habilidosa esposa, más la ansía. Y cuanto más tiempo pasa Gillian con su protector esposo,
más adolece por él. Pero la profecía también predice un para siempre sin felicidad. ¿Puede
Puck derrotar al destino en sí mismo para mantener a la mujer que trajode vuelta su corazón
muerto a la vida? ¿O sucumbirán al destino, se perderán el uno al otro... y todo por lo que
han estado luchando? 2
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Índice
Argumento .............................................................................. 2
Índice ...................................................................................... 3
Prologo .................................................................................... 4
Capítulo 1 ............................................................................... 5
Capítulo 2 ............................................................................. 16
Capítulo 3 ............................................................................. 22
Capítulo 4 ............................................................................. 32
Capítulo 5 ............................................................................. 40
Capítulo 6 ............................................................................. 48
Capítulo 7 ............................................................................. 54
Capítulo 8 ............................................................................. 62
Capítulo 9 ............................................................................. 69
Capítulo 10 ........................................................................... 77
Capítulo 11 ........................................................................... 83
Capítulo 12 ........................................................................... 91
Capítulo 13 ......................................................................... 103
Capítulo 14 ......................................................................... 115
Capítulo 15 ......................................................................... 128
Capítulo 16 ......................................................................... 138
Capítulo 17 ......................................................................... 149
Capítulo 18 ......................................................................... 159
Capítulo 19 ......................................................................... 164
Capítulo 20 ......................................................................... 171
Capítulo 21 ......................................................................... 179
Capítulo 22 ......................................................................... 191
Capítulo 23 ......................................................................... 201
Capítulo 24 ......................................................................... 214
Capítulo 25 ......................................................................... 226
Capítulo 26 ......................................................................... 235
Capítulo 27 ......................................................................... 242
Capítulo 28 ......................................................................... 254
Capítulo 29 ......................................................................... 262
Capítulo 30 ......................................................................... 270
Capítulo 31 ......................................................................... 282
Capítulo 32 ......................................................................... 289
Capítulo 33 ......................................................................... 295
Capítulo 34 ......................................................................... 305
Capítulo 35 ......................................................................... 312
Capítulo 36 ......................................................................... 324
Capítulo 37 ......................................................................... 330
Capítulo 38 ......................................................................... 336
Capítulo 39 ......................................................................... 343
Capítulo 40 ......................................................................... 349
Capítulo 41 ......................................................................... 357
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Érase una vez en el reino del desierto de Amaranthia, nacieron dos príncipes
inmortales. Púkinn “Puck” Neale Brion Connacht IV y Talie Sin “Sin” Anwell Kunsgnos
Connacht. Hermanos de sangre. Amigos por elección. Cambia formas de leyendas, capaces
de convertirse en cualquier persona en cualquier momento.
Puck, el mayor, creció hasta convertirse en un guerrero diferente a cualquier otro, la
fuerza bruta es su especialidad. No importaba la fuerza o la experiencia de su oponente, él
permanecía invicto, su habilidad en el campo de batalla rivalizaba solo con su destreza en el
dormitorio.
Sin, el más joven, prefería los libros a la batalla y el romance a la guerra, aunque sus
triunfos militares no eran menos conocidos. Podía tramar y elaborar estrategias mejor que
nadie.
Los príncipes se querían y cada uno prometió poner al otro primero en todas las
cosas. Pero hacía mucho tiempo, los Oráculos de Amaranthia profetizaron que un hermano
se casaría con una reina amorosa y mataría al otro hermano, y por fin uniría los clanes
guerreros del reino.
Los Oráculos nunca se equivocaban.
Al final, sin importar las esperanzas y planes de los príncipes, la profecía sería
cumplida...
Algunos cuentos de hadas no tienen un feliz por siempre.
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Página
Capítulo 1
Matar a un hombre, adquirir su magia. Una historia tan antigua como el tiempo.
Con un rugido, Puck el Invicto lanzó un par de espadas cortas a su último oponente,
el rey del Clan Walsh. Una hoja empapada de sangre atravesó la coraza metálica del
hombre enviándolo sobre sus rodillas; la otra se deslizó cortando su garganta de adelante
hacia atrás.
No hay rival para un príncipe Connacht. ¿Quién es?
El rey jadeó de sorpresa y dolor, luego gorgoteó cuando una marea carmesí se
derramó por ambos lados de su boca. — ¿Po-por qué?
Con sólo un pensamiento, Puck volvió a su apariencia normal, dejando que el rey
moribundo viera el verdadero semblante de quien lo había vencido.
—Mi hermano envía sus saludos. —Puck retorció las cuchillas y dijo: —Que
descanses en pedazos.
El rey se quedó boquiabierto, resollando por última vez antes de quedarse en
silencio, con la cabeza colgando hacia adelante. Puck liberó las espadas, y el cuerpo se
desplomó en el suelo, lanzando arena.
En la guerra, solo había una regla: ganar, cueste lo que cueste.
Los soldados de Walsh se retiraron en una frenética carrera.
Una neblina oscura y brillante surgió del cadáver del rey y se dirigió hacia Puck.
Potente magia se adhirió a las runas marcadas en sus manos, símbolos curvos dorados que
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se extendían desde la punta de los dedos hasta la muñeca. Puro poder. Embriagador. Nada
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mejor.
Su cabeza zumbaba, la sangre de sus venas se calentaba y burbujeaba. Por la magia,
sí, pero también porque se sintió triunfante. Era un momento de -parpadea y te lo perderás-,
la última guerra en una larga cadena de guerras había terminado, y los Connachts habían
ganado.
Puck mantuvo su posición en el centro del campo de batalla empapado de sangre.
Las dunas de arena se extendían hasta donde alcanzaba la vista, interrumpidas por un oasis
ocasional con árboles imponentes y estanques de aguas cristalinas. Los soles gemelos del
reino hacía tiempo que habían desaparecido del horizonte. La noche reinaba, los cielos del
mismo color que las moras, creando un mar interminable de color rojo púrpura oscuro.
Ninguna estrella brillaba esta noche.
Sus ojos se cerraron mientras saboreaba la victoria. Las probabilidades habían
estado en su contra, con un ejército enemigo dos veces el tamaño del suyo. Así que, anoche,
su hermano, Sin, le sugirió a Puck que se infiltrara en el campamento enemigo, y matara a
un comandante de Walsh, incinerara el cuerpo... y ocupara su lugar. No era fácil de hacer,
pero se haría de todos modos.
Con su nuevo disfraz, Puck había instruido a los soldados que “emboscaran” a los
Connachts, y finalmente condujo a todo el ejército a una trampa. Desde allí, llegar al rey
había sido un juego de niños.
Sin podría mirar cualquier situación, cualquier hombre, y de alguna manera
discernir cada debilidad oculta.
Puck a veces se preguntaba qué debilidades percibía su hermano en él. No es que
importara. Sin solo buscaba protegerlo, haciendo cualquier cosa, todo para asegurarse de
que ganara todas las batallas.
Juntos, desafiarían la profecía que se les dijo cuando eran niños. ¿Un hermano
matando al otro? ¡Nunca! Puck y Sin gobernarían los cinco clanes juntos, y nada se
interpondría entre ellos.
Un vínculo tan fuerte como el de ellos nunca podría romperse.
Cuando un viento frío escupió arena, Puck abrió los ojos. A pesar de la gélida
temperatura, irradiaba calor, la adrenalina bombeaba por sus venas. El sudor mezclado con
la sangre de los vencidos salpicada en su torso, goteando por cada cresta de músculo.
En la distancia, alguien gritó: —¡La victoria es nuestra!
Otros gritos siguieron.
— ¡La magia de Walsh es nuestra!
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casarse. No casarse significaba no amar a una reina. Ninguna reina amorosa significaba que
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la profecía no se cumpliría.
Aunque, la verdad sea dicha, Puck adoraba todo acerca de la “suavidad femenina” a
la que le habían negado la mayor parte de su vida. Le encantaban los besos, el tacto y la
anticipación. Los cuerpos sudorosos moliéndose juntos, creando fricción. Gemidos y
gruñidos y suspiros entrecortados en sus oídos. La dicha de hundirse finalmente en lo
profundo de su amante.
A veces, unas pocas horas en la cama de una extraña solo le abrían el apetito...
En el fondo, tenía un deseo secreto y vergonzoso de quedarse solo con una mujer,
aprender cada pequeño detalle sobre su pasado, todas sus esperanzas y sueños. Soñaba con
pasar semanas, meses, años mimándola a ella y a ella sola, marcándose a sí mismo dentro y
fuera de ella. Ser marcado por ella.
Anhelaba tener una “propia”.
Tal vez un día podría...
No. Nunca. Sin antes que las mujeres, siempre. Sin antes que todo.
Esta noche, los hermanos revisarían los éxitos y fracasos de la batalla. Beberían y
reirían, y planearían su próximo movimiento, y todo estaría bien en el mundo de Puck.
Una enredadera espinosa rodeaba y protegía su tienda, nadie podía entrar o salir sin
su permiso. Lanzando un zarcillo de magia, obligó a las enredaderas a separarse y entró.
Cuando su hermano apareció a la vista, el afecto golpeó a Puck en el centro del
pecho. Mientras que compartían la misma piel oscura, los ojos más oscuros y hasta el
cabello más oscuro, la misma nariz aguileña y los labios implacables, las facciones de Sin
se establecieron en un marco más suave. En numerosas ocasiones, le habían dicho a Puck
que su cara parecía “tallada en piedra”.
Sin se paseaba de un lado a otro, aparentemente ajeno al mundo.
— ¿Qué te preocupa? —Los dedos de Puck se apretaron alrededor de la
empuñadura de la espada.
Su hermano nunca se inquietaba... hasta hace poco. Hace un mes, asistió a
conversaciones de paz con un reino vecino y regresó... cambiado. De calmado a la
paranoia, de seguro a inseguro.
Le dijo a Puck que se había despertado la última mañana para encontrar a su ejército
masacrado. Yacía en medio de la carnicería, el único superviviente, sin ningún recuerdo de
lo que había sucedido. Ahora no podía dormir, se asustaba ante los movimientos repentinos
y los ruidos, y miraba hacia las sombras como si alguien se escondiera dentro. No había
visitado su establo y se negaba a quitarse la camisa durante el entrenamiento.
Puck sospechaba que nuevas cicatrices llenaban el pecho de su hermano. ¿Creería
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dignaba a acostarse con ella, y mucho menos a casarse con ella. La tentación no podía ser
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nosotros. Y lo harán. No tienen vínculos familiares con Walsh. Y ahora que el actual, o
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mejor dicho, el ex-rey de Walsh está muerto, el nuevo gobernante tiene un borrón y cuenta
nueva con nosotros.
—No me importa, —dijo sacudiendo la cabeza. —El costo es demasiado alto.
Silencioso, Sin lo estudió como solía estudiar sus mapas favoritos. La tristeza
oscureció sus ojos, hasta que fue extinguida por la determinación. Él asintió, como si
tomara una decisión monumental, y señaló a la mesa en la esquina. En el centro descansaba
lo que parecía ser una pequeña caja de abalorios.
—Llegó esta mañana, —dijo Sin. —Justo antes de la batalla.
— ¿Un regalo?
—Un arma.
¿Arma? —No te preocupes. Me ocuparé de eso. —Puck haría cualquier cosa,
mataría a cualquiera, para arreglar los problemas de su hermano. Lo justo era justo. Sin
siempre había arreglado los suyos.
Cruzó la tienda para pararse frente a la pequeña caja de nácar recubierta de algún
tipo de metal. Un racimo de diamantes brillaba en cada esquina. Cuando extendió la mano,
un pulso de malevolencia rozó su piel. No era magia, sino pura maldad sin adulterar. Su
sangre se congeló.
— ¿Quién lo envió? — ¿Y qué tipo de arma era esta, exactamente?
—Una mujer llamada Keeleycael, con el título de Reina Roja. Ella dijo que espera
que disfrutemos de nuestra caída.
Keeleycael. Él nunca había oído hablar de ella. — ¿Gobierna ella un reino vecino?
—Hasta donde sabia Puck, una mujer nunca había conducido... nada. No directamente, de
todos modos. Las hembras ayudaban a sus reyes.
—No estoy seguro, —dijo Sin.
La respuesta no importaba, supuso. Nadie amenazaba a su hermano y sobrevivía.
¿Caída? No mientras Puck viviera y respirara.
Sin no solo le había salvado la vida demasiadas veces como para contarlas; él había
salvado el alma de Puck.
Justo antes del séptimo cumpleaños de Puck, su primo murió en la batalla.
Necesitando un nuevo comandante de la línea real, el rey eligió a Puck. Es decir, un
pequeño príncipe fue arrancado de los brazos de su madre más temprano que tarde para que
la dulzura de una mujer ya no lo “influenciara”.
Si arruinas a un niño, arruinas al hombre en el que se convertirá.
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Las palabras que su padre le había gritado a su madre el día que se llevaron a Puck.
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—Yo también iré, —había dicho Sin, de cinco años. —A donde tú vas, yo voy.
Los detalles de ese fatídico día fueron marcados para siempre en la memoria de
Puck. Cómo se oían los sollozos de su madre por toda la fortaleza. Mis bebés. Por favor, no
te lleves a mis bebés. Cuantas lágrimas corrieron por la cara de Sin cuando tomó la mano de
Puck y se alejaba voluntariamente del único hogar que había conocido. Cuán consolado
había estado Puck por la resolución inquebrantable del joven de permanecer juntos.
Los dos chicos vivieron y se entrenaron con los soldados más duros del clan durante
años, las suaves emociones golpeadas, azotadas o cortadas por ellos.
A la edad de doce y diez años, ambos recibieron una espada y fueron abandonados
por su padre en medio de las dunas de arena más peligrosas con estas palabras de
despedida: regresen con el corazón de nuestro enemigo, o permanezcan fuera.
Si Puck pudiera retroceder el tiempo, él le exigiría a Sin que permaneciera mimado
con su madre, a salvo en sus amorosos brazos. Ahora, la culpa era su compañera constante.
Hasta que aprendió a luchar y luchar bien, no pudo proteger a Sin de los abusos diarios.
Peor aún, su madre murió antes de que pudieran visitarla.
Había dado a luz a un bebé muerto poco después de su partida y, en su dolor, se
quemó a propósito hasta las cenizas. Un guerrero podría haber sobrevivido a las llamas,
pero no una mujer sin runas y magia.
Masajeándose la nuca, Puck consideró la mejor manera de proceder. — ¿Has
abierto la caja?
—No. Te esperé, —dijo Sin, con un temblor de miedo.
¿Miedo? Imposible. Sin no le temía a nada mientras Puck guardara su espalda.
—No debí haber traído la maldita cosa a tu tienda. —Su hermano se dirigió hacia la
mesa. —La tomaré y…
—No. —Con el brazo extendido, Puck detuvo a Sin antes de que pudiera hacer
contacto con la caja. Sí, Sin ya la había manejado sin consecuencias. No importaba. No
había razón para un mayor riesgo. —Quiero saber qué hay dentro. —Quería saber qué
pensaba usar esta reina desconocida contra su familia.
—Iré a buscar a uno de los comandantes. Déjalo…
—No. Lo haré yo mismo. —Un buen rey no ponía su propia vida por delante de su
pueblo. —Déjame. Te dejaré saber lo que encuentro.
—Te quedas, yo me quedo.
Otro tronco cayó en la hoguera de su culpa. Él hizo estallar su mandíbula. —No te
quiero en peligro, hermano. —No ahora, ni nunca.
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Durante un solo latido de corazón, los ojos de Sin brillaron con lágrimas contenidas.
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Él rápidamente las parpadeó de vuelta. —Y, sin embargo, —dijo—, aun así planeo
quedarme.
¿Por qué esas casi lágrimas? De repente, Puck no pudo tolerar la idea de tener a su
hermano en otro lugar que no fuera cerca. —Muy bien. Retrocede.
Cuando Sin se movió al otro lado de la tienda, Puck palmeó una espada corta y se
preparó para lo peor. ¿La explosión de una bomba? ¿Una trampa mágica? Entonces, lo
hizo, abrió la tapa.
Al principio, no pasó nada. Pero entre un latido y el siguiente, un humo negro
surgió de la caja, el aroma a azufre saturo el aire, picando en sus fosas nasales. Unos ojos
rojos brillantes se abrieron, se concentraron en él y se entrecerraron.
Puck retrocedió incluso mientras empujaba la espada hacia adelante. El metal
simplemente fantasmeó en la oscuridad. Que demon…
Apareció una criatura con cuernos, el dueño de esos ojos. Con un chillido agudo, se
abalanzó. Objetivo: Puck. Trató de saltar fuera del camino. Demasiado tarde. La criatura…
El dolor lo abrasó, empujando un rugido más allá de sus labios. La criatura había
entrado en su cuerpo, y ahora rompía sus órganos. También mordió y arañó, y sin embargo
Puck no experimentó ningún signo externo de lesión.
Frenético, dejó caer la espada para rastrillar sus uñas sobre su pecho, cortando la
piel y los músculos, sin éxito. La criatura permaneció dentro de él, una presencia oscura,
aullando con una mezcla tóxica de odio y placer.
La sangre en las venas de Puck bien podría haber sido combustible; cada célula de
su cuerpo parecía prenderse fuego, derritiéndolo desde adentro hacia afuera mientras él...
¿cambiaba? Dos anillos de fuego estallaron en la coronilla de su cráneo, como si los
círculos hubieran sido quemados en el hueso. Alzó la mano y sintió... ¿cuernos?
El aliento resolló entre los dientes apretados mientras tiraba de madejas de pelo
marrón que brotaban de sus piernas. El pelaje permaneció. Luego, unos cascos duros
crecieron sobre sus pies, ¿pezuñas? mientras sus botas de cuero se desgarraban por las
costuras.
Cambiar de formas no era algo nuevo para él, pero esta transformación tenía el
control de Puck, y no al revés. Él no pudo detenerla.
Aparecieron líneas negras dentadas en su pecho, pequeños ríos de lava ardiendo
mientras se extendían. Formando una imagen. Una mariposa con alas tan afiladas como
cristales rotos. Diferentes colores brillaban en la luz del fuego, uno tras otro, alterándose a
medida que varias emociones lo inundaban.
La mayoría de las veces, el pánico agarró a Puck por el cuello y lo mantuvo firme,
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Página
Capítulo 2
demonio ya no prefería hacer; había desarrollado un gusto por emitir castigo cada vez que
Puck sentía demasiado por demasiado tiempo.
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defenderse a causa del demonio, esperaba hasta que su cuerpo sanara, y luego imponía una
retribución despiadada, sin piedad, vencido por una ira que no podía controlar.
Por supuesto, Indiferencia siempre lo castigaba después.
Una mañana, mientras Puck caminaba por las dunas de arena que una vez había
adorado, le palpitaban los pies. O mejor dicho, sus pezuñas. Una rápida mirada hacia abajo
demostró que había sufrido múltiples heridas, dejando un río de sangre a su paso.
Necesitaba robar y alterar mágicamente un par de zapatos. Y ropa. Él había olvidado
vestirse.
Dos dorados soles resaltaron un pequeño campamento en la distancia. Perfecto.
Diferentes prendas se balanceaban desde una cuerda anclada a la parte superior de dos
tiendas una al lado de la otra. El aroma de la carne flotaba en la brisa como un coinín1
asado sobre un pozo de fuego.
Nadie esperaba fuera, aunque las voces se filtraron desde una de las tiendas.
—…anunciado esta mañana. El príncipe Taliesin de Connacht mató a su padre
mientras dormía.
—Supongo que eso significa que Taliesin es el rey ahora, —fue la respuesta
gruñida. —El Príncipe Neale iba a ser el sucesor, pero está muerto, creo.
Puck se detuvo en seco. ¿Sin había matado a su padre?
Ambos habían despreciado al hombre, ¿pero el asesinato a sangre fría mientras el
Connacht dormía? Eso era bajo.
Puck esperó por un golpe de sorpresa... disgusto... ira... algo. Ni una pizca de
emoción se filtró más allá de su hielo. Mientras se ponía un par de pantalones de piel de
oveja demasiado ajustados, se preguntó qué debería sentir. ¿Todo lo anterior, tal vez? Una
necesidad de detener a su hermano, definitivamente.
—Si el príncipe Neale no está muerto, —dijo uno de los hombres—, sigue siendo
una bestia.
Neale-Puck.
— ¿Preferirías que Taliesin o una bestia gobernara a tu familia? —Preguntó el otro
hombre.
—Bestia, —ambos hombres dijeron al unísono.
El hecho de que alguien quisiera a Puck sobre Sin... los Connachts debían estar
desesperados.
¿Realmente puedo alejarme y dejar a mi clan en peligro?
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¿Y qué pasaría si Sin se casara con una mujer que lo amara, mataba a Puck y unía
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ella es la clave...
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—Trae a tu esposa a nuestras tierras y conduce al ser oscuro aquí después. Solo el
macho que vivirá o morirá por la chica tiene el poder de destronar a Sin el Demente.
¿Cuándo se ganó Sin el apodo de “Demente”?
—Solo entonces tendrás todo lo que deseas.
—Pero no olvides las tijeras de Ananke, porque son necesarias...
Juntas, los Oráculos susurraron: —No hay otro camino.
En el silencio que siguió, los pensamientos de Puckgiraron. William El Oscuro.
Nunca había oído hablar de él ni de la chica cuyo macho—viviría o moriría. Los dos debían
ser traídos a Amaranthia, uno después del otro. Muy bien.
Cuando una penumbra pesada jugó con los bordes de su mente, ordenó y estableció
sus tareas.
Encontrar a William El Oscuro. Casarse con la chica que él ama. Guerra contra
Sin.
Una profecía no reemplazaría a la otra. En cambio, las dos trabajarían
conjuntamente. Es decir, William no mataría a Sin, solo lo destronaría. El resto dependería
de Puck.
Nada lo detendría de completar cada tarea. William. Casarse. Guerra. Un día, Puck
usaría la corona de Connacht, salvaría a su gente y uniría los clanes.
Finalmente, la oscuridad dejó de jugar y comenzó a devorarlo, tragándolo por
completo. Él no supo nada más.
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Página
Capítulo 3
El tipo se acostaba con cualquiera. Con un montón. No tenía poder de ponerle pega
a nadie... excepto con Gillian, con quien se rehusaba a irse a la cama.
el hombre más aterrador de la Tierra. La otra lo miraba y pensaba: Es el hombre más sexy
de la Tierra.
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3En el original la palabra es Stephorrors, juego de palabras que indica padrastro y hermanastros,
de ahí el término usado en español.
Umm ¿Qué tal ninguna de las dos? Él era agradable, la única cualidad que
importaba.
Últimamente, sin embargo, había estado pasando cada vez menos tiempo con ella.
¿Y si se cansó de ella? ¿Y si se deshizo de ella? ¿Qué si él la abandonaba?
Solo había una manera de mantener a un hombre interesado en una mujer...
Su estómago se retorció. Estás demostrando su punto. No estás lista. Esto no es
correcto.
No. ¡No! ¿Escucho miedo? No más. Esta noche tomaba el control de su destino y
demostraría que podía satisfacer todas las necesidades de Liam.
Gillian se roció la cara con agua y miró su reflejo en el espejo. Ojos oscuros y
embrujadores la miraron y ella frunció el ceño. Nadie, en este mundo ni en ningún otro,
había odiado sus ojos más de lo que ella los odiaba.
¿Quieres que deje de tocarte? Entonces di a esos bellos ojos que dejen de suplicar
por más.
Un sudor frío le caía sobre la frente, y su estómago amenazaba con rebelarse por
segunda vez.
De acuerdo. Entonces. Garantizado, iba a enloquecer esta noche.
—Mereces la molestia, —murmuró. —Y Liam también.
Con su amabilidad y gentileza, se había ganado su confianza, lealtad y amor. Y por
algún milagro de milagros, ella también se había ganado el suyo. Él debía confiar en ella y
amarla, a pesar de su rechazo hacia ella. ¿Por qué, sino le hizo una fiesta privada de pre-
cumpleaños ayer y la sorprendería con un auto nuevo? Un Mercedes-Benz S600 Guard,
para ser exactos.
Según sus envidiosos compañeros de clase, era el vehículo más seguro del mercado
porque podía resistir disparos de francotiradores, granadas propulsadas por cohetes y
proyectiles de alta velocidad. Ah, y había costado seiscientos mil dólares, una cantidad
absolutamente obscena de dinero. Pero William era un sabio hombre de negocios, además
de todo lo demás y tenía montones de dinero de sobra.
¿Pero la cosa que valía más para ella que el Mercedes? El folleto de cupones hecho
a mano que él le había dado. Dentro había entradas para desafíos de videojuegos nocturnos,
cenas en cualquier parte del mundo y una extravagancia de compras mientras él cargaba su
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bolso.
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casa, con un bate de béisbol listo, pensó: ¿Por qué diablos no? Sus horrorastros nunca
podrían encontrarla en el extranjero.
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Excepto que, en el momento en que ella llegó, sintió como si hubiera ido de mal en
peor. Había tenido demasiado miedo de sus nuevos compañeros de cuarto como para
dormir, y había acampado en la sala de entretenimiento, una ubicación central con
múltiples salidas.
Un día, William se dejó caer en el sofá y dijo: —Dime que eres hábil en los
videojuegos. Todos los demás apestan y yo necesito un desafío.
Durante meses, habían jugado videojuegos a todas horas del día, y ella se había
sentido como una niña por primera vez en mucho tiempo. Pasó de odiar a todos los
hombres a amar a uno cuando una amistad improbable floreció. Rápidamente se convirtió
en lo más importante, atesorado y maravilloso de su vida. La persona con la que contaba
más que todos los demás.
Las bisagras chirriaron cuando la puerta de entrada se abrió y se cerró.
¡William había regresado!
Con el corazón latiendo fuertemente contra sus costillas, corrió al dormitorio. Los
pasos resonaron desde el vestíbulo. Aunque sus piernas se sentían como gelatina, el aire
silbaba entre sus dientes, y se balanceaba en los tacones altos, hiso una pose, colocando una
mano en un poste de la cama y la otra en la cadera.
William entró a zancadas en el dormitorio, sosteniendo la mano de otra mujer.
La humillación congeló la sangre de Gillian, los temblores casi la derribaron. La
mujer era tremendamente encantadora, tan oscura como Gillian era de pálida, y
probablemente inmortal.
Cuando William vio a Gillian, se detuvo en seco. Mientras su mirada la recorría y se
estrechaba, ella tuvo que luchar contra el impulso de mirar hacia abajo y ocultar sus ojos.
—No deberías estar aquí, —dijo él, su voz fría y dura y aterradoramente calmada.
El tipo de tono que sospechaba que usaban los asesinos. —Te di la llave de repuesto para
emergencias, muñeca. No…para esto.
—No acepté un trío, Will. —La otra mujer sonrió brillantemente. —Pero estoy
totalmente metida en ello. ¡Hagámoslo!
Alguien que me mate. Por favor.
William señaló a Gillian y le gritó: —No te atrevas a moverte. —Luego sacó a la
belleza de la habitación, a pesar de sus protestas.
Gillian presionó sus manos sobre su corazón galopante. ¿Debería correr?
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No. Absolutamente no. Las chicas escapaban y las mujeres luchaban por lo que
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querían.
Un fuerte golpe resonó. Los pasos sonaron de nuevo. Cuando William reapareció en
la entrada, solo, Gillian había dejado de intentar pararse y se dejó caer en el borde de la
cama.
Silencioso, se dirigió hacia su armario. Cuando salió, él le puso una bata de seda
rosa sobre los hombros y la obligó a pasar los brazos a través de los agujeros.
Definitivamente no era su bata. ¿Le pertenecía a una de sus muchas mujeres?
Vulnerable al máximo, Gillian lo observó a través del grueso escudo de sus
pestañas. Era tan hermoso, con cabello negro azabache, piel bronceada y ojos del color de
un cielo matutino. Era el hombre más alto que ella conocía, así como también el más fuerte.
— ¿De qué se trata, muñeca?—Él permaneció frente a ella, con sus musculosos
brazos cruzados. Al menos ya no parecía un asesino. — ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?
—Porque... ¡solo porque sí!
—No es suficiente.
—Porque...—Solo hazlo. Díselo—.Porque los hombres necesitan sexo, y no hay
mejor manera de mantenerlos interesados. Y también porque te deseo a ti. —Tal vez.
Seguramente. — ¿Tú también me deseas?
Él trazó su lengua sobre sus dientes. —No estás listas para la verdad.
—Estoy lista. —Ella saltó para agarrar el cuello de su camisa. —Por favor.
—Tu familia se llevó algo precioso de ti, —dijo, haciendo palanca para soltar sus
dedos, su agarre firme sin magullarla. —No haré lo mismo.
—No lo harás. Al estar conmigo, me ayudarás a olvidar. — ¿Mendigando ahora?
Una nueva mancha de humillación se extendió por sus mejillas. —Somos compañeros
destinados. ¿No es así?
La mirada que él le dio... tan gentil, tan tierna que la devastó. —No quiero una
compañera destinada. Estoy maldito, recuerdas.
Sí. En el momento en que se enamorara, un interruptor supuestamente se pondría
sobre su amante dama, y ella haría todo lo posible para asesinarlo.
Poseía un libro con una descripción detallada de la maldición, y posiblemente una
clave para romperlo. El problema era que esos detalles estaban escritos en algún tipo de
código, con símbolos extraños y acertijos extraños. Hasta el momento, nadie había sido
capaz de descifrar nada. Pero lo harían.
—Tienes el libro. Tienes esperanza. —Tenemos un futuro.
—No voy a correr ningún riesgo con mi corazón, ni emocional ni físicamente. —La
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mirada fija con la suya, jugueteó con un mechón de su cabello. —Un día, sin embargo,
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estaremos juntos. Un día pronto. Cuatro días, de hecho. Entonces me aseguraré de que estés
lista.
Comprensión: planeaba acostarse con ella, al igual que se había acostado con tantas
otras. Cuando su relación fracasara, y él claramente esperaba que se esfumara, ¿Qué
harían? ¿Volver a su amistad como si nada hubiera pasado?
Al menos lo tendré en mi vida.
Soy patética. —Yo... tú... no importa. Me voy a casa.
Sus grandes manos enmarcaron su rostro, manteniéndola inmóvil en su lugar. El
miedo se arrastró por su espina dorsal. El tipo con el que, había vivido 24 horas al día, 7
días a la semana en Nueva York.
Deja tus manos donde las puse, muchacha bonita, o te las romperé.
Sus pulmones se contrajeron, lo que hizo que fuera imposible respirar.
—Está bien, muñeca. Cálmate. —William se pasó los dedos por el pelo. —Toma
una respiración profunda para mí.
Abre tu boca para mí.
Gillian estalló, golpeando a William. —Déjame ir. Tienes que dejarme ir. —
Mientras sus puños ensangrentaban su nariz y le cortaban el labio, ella no tenía orgullo. Sin
más ambición que escapar. —¡No me toques! ¡Tienes que dejar de tocarme!
—Shh. Shh. Te tengo. —Él tiró de ella contra la línea dura de su cuerpo y envolvió
sus brazos alrededor de ella, manteniéndola cautiva. —No dejaré que te pase nada malo, lo
juro.
Aun así, ella luchó. Él solo la abrazó más fuerte.
Finalmente, sus fuerzas se debilitaron y ella se recostó contra él. Los sollozos la
atormentaron.
—Te ayudaré a superar esto, —dijo—, pero esta noche no. Con nosotros, el sexo no
será un vendaje para ocultar una herida.
Ella se puso rígida, abrió la boca y la cerró de golpe. ¿Por qué él no lo podía ver?
Ella necesitaba un vendaje. De su herida se filtraba el veneno. Un día pronto, la mataría.
Pero él tenía razón sobre una cosa. Ella no estaba lista para el sexo.
Tacha eso. Puede que ella nunca estuviera lista. Sus horrorastros la habían
arruinado. Porque, si no podía mantener la calma con William, el hombre en el que
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confiaba por encima de todos los demás, no podía mantener la calma con nadie.
Gillian hizo lo único que pudo, y puso el sexo en su lista de nunca jamás. Nunca lo
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31
Página
Capítulo 4
Así que. Esta es la mujer por la que William El Oscuro viviría o moriría.
Puck se agachó en la barandilla de un balcón del siglo XVIII, al estilo de una
gárgola, y se asomó a un espacioso apartamento con solo dos ocupantes. William El Oscuro
y Gillian Shaw.
Pronto ella sería Gillian Connacht.
William. Casarse. Guerra.
Ahora que Puck había encontrado a William, su tarea cambió: Cásate con la chica,
llévala a Amaranthia, regresa por el hombre. Casarse. Llevar. Regresar.
¿Quizás debería dejar de mirar a la mujer primero?
Imposible.
Mientras el demonio gruñía con disgusto, Puck bebió de la oscura cascada que caía
en ondas de seda de su cabello y los ojos de color whisky de Gillian. Ojos seductores llenos
de yescas. Un día, un macho encendería su cerilla, y ella ardería por él, y solo él.
La impecable piel dorada y los labios rojos como la sangre no hicieron sino
aumentar su atractivo, convirtiéndola en la encarnación de una princesa de cuento de hadas.
Mi princesa.
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Indiferencia, no probó nada. No se podía negar la verdad. Estar cerca de la mujer con la que
planeaba casarse vino con una complicación inesperada. ¿Indiferente? Apenas. Ella
despertó sus instintos más posesivos.
Pronto ella le pertenecería. Ella sería su primera y única “mía”, sin ser realmente
suya.
Debo controlar mis pensamientos sobre ella, o lo arruinaré todo.
Sintió como si hubiera estado observando a Gillian durante días, incluso semanas,
como si la conociera, y sin embargo, se maravilló de cada nuevo detalle que aprendía. Ella
era sorprendentemente humana, con un espíritu amable y un aura de bondad. Su sonrisa
seductora era contagiosa, las raras veces que la revelaba.
Principalmente estudiaba a las personas y al mundo que la rodeaba, de alguna
manera presente y desapegada, mientras irradiaba hasta los huesos una profunda tristeza.
Habían pasado demasiados siglos desde que Puck había experimentado una
emoción tan sincera. Antes de su posesión, él podría haber simpatizado con ella, -
cualesquiera que hayan sido sus problemas-, y tratado de mejorar las cosas. ¿Ahora? Él la
usaría sin dudarlo. Él debía hacerlo.
La Guerra antes que una mujer.
—Me necesitan en otro lugar, —dijo William, y la besó en la mejilla.
Puck examinó su competencia por los afectos de la hembra: de metro noventa y
ocho, de complexión sólida, pelo negro, ojos azules, apuesto si te gustaba la perfección, y
pronto tendría una nariz rota si volvía a besar a la futura novia de Puck.
Bofetada interna. Para lograr sus objetivos, Puck necesitaba tanto la cooperación de
Gillian como la de William.
—Hades requiere mi experiencia para destruir el palacio más nuevo de Lucifer, —
continuó William.
Lucifer. El hermano mayor del hombre.
Gillian frunció el ceño. Pronto ella sonreiría. Alrededor de William, sus estados de
ánimo tendían a cambiar rápidamente como si ella quisiera sentirse de una manera, pero él
la hacía sentir de otra.
—No, tú te quedarás aquí. —Su voz, incluso entrelazada con un hilo de ira, tenía el
poder de seducir.
No era de extrañar que William se hubiera enamorado de ella, y no de otra.
Puck había encontrado al hombre hace cientos de años atrás, no mucho después de
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que los Oráculos hablaran su profecía. En aquel entonces, William no había amado a nadie
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más que a sí mismo, obligando a Puck a esforzarse para obtener las tijeras de Ananke.
Eran de la diosa de los lazos, y los rumores decían que sus tijeras podían cortar
cualquier vínculo espiritual, emocional o físico sin consecuencias. Por supuesto, los
rumores también afirmaban que el artefacto cortaba más de lo que el usuario esperaba.
¿Qué era verdad? ¿Qué era mentira?
Al principio, Puck había contemplado usar las tijeras para cortar su vínculo con el
demonio. La criatura se había convertido en parte de él, otro latido del corazón que
necesitaba para sobrevivir. Deshacerse de él sin penalización... ¿podría haber algo mejor?
¿Por qué si no los Oráculos le ordenarían que buscara las tijeras?
Pero, si usar las tijeras con Indiferencia había sido la respuesta al dilema de Puck,
¿por qué darle instrucciones de casarse con Gillian y reclutar a William?
¿Qué pasaría si las tijeras cortaban la conexión de Puck con Indiferencia, pero
también con sus emociones? Él estaría en peor forma que antes. ¿Qué pasaba si él usaba las
tijeras y moría? El artefacto podría considerar la muerte como una bendición en lugar de
una consecuencia.
Demasiados riesgos
Al final, Puck optó por seguir con su plan original y trabajar con William.
Ayúdame a derrotar a mi hermano. A cambio, me divorciaré de tu mujer y te la
devolveré.
Puck volvió su mirada hacia la Gillian de cabellos oscuros. Ella tenía pechos
exuberantes. Un estómago plano y caderas redondeadas. Las piernas largas estaban
destinadas a envolver la cintura de un hombre: mi cintura.
Su corazón latió con renovada determinación, como si el órgano hubiera vuelto a la
vida, a pesar de que nunca había muerto. Como si dijera, la he estado esperando.
Sus oídos sonaron cuando su sangre se convirtió en combustible. Él chisporroteaba,
anhelante y ansioso, y se disparaba tan duro como una roca, su erección se tensó contra su
cremallera.
Quieres tocar su piel. ¿Ella lo quemaría vivo? Qué manera de morir.
Quieres besar esos labios rojos y regordetes. ¿Sabría tan dulce como el azúcar,
como sospechaba? Debía saberlo.
¿Tenía ella el poder de hacerlo correrse? Realmente debo saberlo.
Él rechinó los dientes. Las respuestas no importaban. Necesitaba utilizar su famoso
control.
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Ella rio con una risa encantadora, probando las sospechas de Puck y rompiendo su
hielo que tanto esfuerzo le costó lograr, así como así.
Página
Ella podría ser humana, pero también era una hechicera, y más peligrosa que
cualquier enemigo que haya enfrentado.
Por lo general, evitaba las distracciones, pero ahora necesitaba una y permitió que
su mente divagara...
¿Qué pensarían sus amigos de Gillian?
Durante su búsqueda de las tijeras, conoció a hermanos poseídos por demonios.
Cameron, guardián de Obsesión, y Winter, guardiana de Egoísmo. Habían entendido su
situación y se ofrecieron a ayudar. Es decir, Cameron se había obsesionado con la misión
de Puck, y Winter había decidido que podía resolver la situación a su favor.
Cada dificultad que habían soportado pronto daría sus frutos.
Sonó el timbre, devolviendo a Puck de vuelta al presente.
Con un aura embriagadora de inocencia y maldad, Gillian parpadeó sus largas
pestañas negras hacia William. —Sé un cordero y dales la bienvenida a nuestros invitados.
Murmurando en voz baja, El Eterno Cachondo se dirigió hacia la puerta, la abrió.
Diferentes inmortales entraron al apartamento. Entre ellos, Arpías, un Enviado, una diosa y
doce guerreros poseídos por demonios como Puck. Se intercambiaron abrazos y le dieron
regalos a Gillian.
¿Una celebración de cumpleaños?
—No, no, no, —dijo una pequeña rubia mientras entraba al vestíbulo. —Aún no.
Esto es solo una pre-celebración. ¿O es post-pre-celebración ya que William ya lanzó una
pre-celebración? ¡De todas formas! La verdadera fiesta es mañana. Tal vez. Pero
probablemente no.
—Keeleycael, —dijo William con un gesto de saludo. — ¿Puedes hacerme un
favor y guardar la locura hoy?
Ella le lanzó un beso. —Pero si estoy hablando con tu competencia. Alerta de
spoiler. ¡Él gana!
—Estaría enojado contigo por atreverte a mentirme, —respondió William con un
tono tranquilo—, como si yo tuviera competencia.
Puck frunció el ceño. ¿Keeleycael, la Reina Roja? Las sospechas bailaron dentro de
su cabeza, la tensión tensó cada uno de sus músculos, el hielo se resquebrajó una vez más.
Mientras Indiferencia gruñía, Puck ignoró su reticencia habitual y convocó otra capa
de frío desinterés. ¿Y qué si ella era la misma Keeleycael que le había dado la pequeña caja
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Puck se pasó la lengua por los dientes mientras su tatuaje de mariposa se movía,
como una serpiente que se desliza hacia un nuevo escondite. Desde su pecho, a su espalda,
a su muslo. Al igual que había vagado por Amaranthia, sin rumbo fijo, el demonio vagaba
por los contornos de su cuerpo cada vez que Puck experimentaba algún tipo de emoción
que cambiaba su vida.
¿Qué emoción transformadora experimentaba ahora?
Una rápida mirada debajo de la superficie del hielo reveló... ¿compasión y envidia?
No quiero nada, no necesito nada.
Además, William no estaba a la altura de Puck de ninguna manera. A pesar de la
desventaja de Puck, era más fuerte, más rápido y mucho más capaz.
La verdad era la verdad.
—E-enferma, —susurró Gillian con voz quebrada. —Duele.
—No te preocupes, —dijo William. —Yo Cuidaré de ti. Me encargaré de todo. —
Extendió una mano que de repente brillaba con poder.
Puck hizo una doble toma. William tenía runas. Pergaminos dorados que se
trenzaban desde las yemas de sus dedos hasta su muñeca, un conducto para cualquier magia
que poseyera.
Con un solo movimiento de su mano, cortó una grieta en el aire, abriendo una
puerta entre dos reinos diferentes. A través de la entrada, Puck vio... ¿una pared de piedra?
—Voy a arreglar esto, tienes mi palabra. —Suave, tan gentil, el guerrero tomó a la
belleza de cabello oscuro en sus brazos y la llevó a través de la puerta.
Justo antes de que se cerrara, Puck irrumpió por la ventana, rompiendo vidrios,
corrió por la habitación y se zambulló.
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Página
Capítulo 5
Puck rodó hasta detenerse. Cuando se enderezó, estudió su nuevo entorno. Una
cueva fuertemente custodiada por guardas, un tipo de magia protectora derivada de
símbolos. Estas barreras particulares se configuraron para reaccionar a las intenciones de un
invasor. ¿Entras furtivamente en el reino? Perderás tus ojos. ¿Tienes una violación en
mente? Perderás tu polla. ¿Listo para cometer asesinato? Despídete de tu cabeza.
También había un conjunto de pupilos para alertar a William sobre la aparición de
un recién llegado. Por primera vez, Indiferencia, le sirvió a Puck; las salas lo trataban
como lo harían con un animal salvaje, ignorándolo.
Fuera de los confines de la cueva, descubrió un paraíso tropical. Palmeras amarillas,
cargadas con fruta. Un cielo blanco. Millas de agua rosa. Las olas lamían la reluciente arena
blanca y púrpura, el aroma de la sal y el coco cubrían una suave brisa.
Siguió a William hasta una casa extensa, donde grandes pájaros con pico de metal y
garras custodiaban el perímetro. Una vez más, Puck no fue considerado una amenaza y lo
ignoraron.
El inquieto William no tenía idea de que lo habían seguido.
¿Ves, Gillian? Soy el mejor guerrero.
Al encontrar una alcoba sombreada en un balcón, Puck observó a través de una
ventana cómo William colocaba a la morena sobre una enorme cama y le limpiaba
tiernamente la frente con un trapo.
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—No es así como pensé pasar tu semana de cumpleaños, muñeca. Necesitas ponerte
bien. —Había remordimientos en la voz del hombre. —Mañana se supone que es el
Página
comienzo... bueno, no importa ahora. —Rozó su mandíbula con los nudillos y dijo: —
Volveré.
Una protesta leve se le escapó antes de que él se fuera.
Pasó un minuto, dos. Devastada por la fiebre, Gillian se revolvió. Puck se quedó
atrás, inundado de anhelo... ¿simpatía?
Con una maldición, se enfocó hacia adentro para fortalecer el hielo alrededor de su
corazón. Había tenido suficiente emoción, suficiente indiferencia.
¿Cómo la chica lo afectaba tan fuerte y tan rápido, de todos modos? ¿Y por qué
estaba ella enferma? La poción debería haberla fortalecido al hacer la transición.
La respuesta lo golpeó en la cabeza, y sus pulmones se contrajeron. Morte ad
4
vitam . Ella no pudo hacer la transición. Su pequeño cuerpo quería evolucionar, y
continuaba intentándolo, pero no era lo suficientemente fuerte como para terminar el acto;
con cada hora que pasaba, ella se debilitaría aún más.
Se debilitaría hasta que muriera.
Una oleada de furia y miedo hizo que el hielo se agrietara. Cuando las garras de
Puck cortaron en las palmas de sus manos, un grito de negación se formó en la parte
posterior de su garganta, Indiferencia protestó con un gruñido.
Se cuidadoso. Más hielo ¡Ahora!
Puck se calmó, incluso cuando reconoció la inaceptabilidad de este desarrollo.
Gillian no podía morir. Debían casarse, y él tenía que usarla para ganarse la lealtad de
William.
Tendría que proceder como si ella fuese a vivir, ¡porque lo haría! Si William no
podía salvarla, Puck lo haría.
Consideró sus opciones. Acércate a ella ahora e inicia una conversación. ¿Pero
cómo comenzaría?
Ya sabes lo que dicen: una vez que te conviertes en bestia, siempre te das un festín.
No. Todo mal. Tenía que hacerla sentir fuerte, valiente y libre.
Sé mía, y nunca más conocerás la debilidad.
Ella podría echarle un vistazo y morir de miedo.
El resultado de un “bonito encuentro” nunca había sido tan importante. Necesitaba
dar un buen paso con el pie “pezuña” derecho hacia delante, lo necesitaba para encantar y
seducir.
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Pensó en sus días pre-demoniacos. Las mujeres le tenían miedo, el Invicto, otras
muchas lo habían alentado, de todos modos. Pero sin importar el carisma que tuviera, había
Página
perdido. Y su apariencia...
los mate.
Página
—No, hijo, no lo he hecho. —La voz del rey se endureció, lo suficientemente aguda
como para cortar acero. —La advertencia es esta: si creo que te estás enamorando de esta
Página
anudaron. La piel estirada tensa. Gotas de sudor aparecieron en su frente y entre sus
omóplatos.
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Página
Capítulo 6
Antes de que Puck pudiera darse la vuelta, unos dedos duros se enredaron en su
cabello y se lo arrancaron, arrojándolo desde el balcón. Una de sus navajas de afeitar le
cortó la mejilla cuando se estrelló contra un banco de árboles. Corteza y arena rociadas en
todas direcciones.
Por un momento, mientras yacía en el suelo, un recuerdo flotó en su mente.
Después de un día particularmente espantoso de entrenamiento, él y Sin se habían
acurrucado juntos, comiendo los roedores que habían logrado atrapar, porque los soldados
eran responsables de su propia comida. Si no cazaste, no comías.
Ojalá te hubieras quedado con mamá, Sin, pero estoy tan feliz de que estés
conmigo.
Eres mi persona favorita en todos los reinos, Puck. Me quedaré contigo siempre.
Pero “siempre” no había durado mucho, ¿o sí?
Puck se tragó el nudo amargo en la garganta y se quitó el pasado de su mente.
Luchando por respirar, se puso en pie de un brinco.
En un torbellino de humo negro, Hades apareció directamente frente a él.
—Así que tú eres el poseído por Indiferencia. Me he preguntado sobre el imbécil
desafortunado al que ella se lo había dado, hace siglos.
Puck desenvainó una daga, el metal brillaba a la luz del sol.
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me dio el demonio.
Dar. Una palabra tan bonita para una traición tan terrible.
Entonces la realización golpeó. Hades sabía la verdad de la posesión de Puck. Otros
supusieron que le dieron a Indiferencia mientras estaba encerrado en el Tartarus, una
prisión para inmortales. Lo cual era un error comprensible.
Hace mucho tiempo, cuando Zeus gobernaba el Monte Olimpo, doce miembros de
su ejército de élite robaron y abrieron la caja de Pandora, un contenedor muy parecido al
que contenía a Indiferencia. Solo que este desató innumerables demonios en un mundo
desprevenido, el peor de los peores. Los soldados fueron castigados por su acto sin sentido,
y obligados a ser los guardianes de un demonio, al igual que Puck. Con más demonios que
soldados, sin embargo, las sobras necesitaban un guardián. Seleccionar prisioneros fue la
elección.
Hades sonrió fríamente. —Keeley no hace nada sin entender el gran final.
Keeleycael... Keeley... La amiga de Gillian era la infame Reina Roja.
— ¿Por qué iba a entrometerse en mi vida? ¿Por qué querría ella que me poseyera?
—Puck no había hecho nada para lastimarla. Ni siquiera había sabido de su existencia hasta
que ella lo golpeó.
—Para salvar a mi hijo. Keeley y yo estábamos comprometidos en ese momento, y
ella sabía que haría cualquier cosa, y quiero decir cualquier cosa, para garantizar su
seguridad.
Obligar a Puck a ser anfitrión de Indiferencia de alguna manera le había salvado la
vida a William. ¡Ridículo! Sospechaba que Hades veía el pasado a través de la lente de su
orgullo.
Pero de cualquier forma, Hades había dejado en claro que planeaba destruir a
aquellos que se ponían en el camino de su hijo.
Matar a cualquiera que amenace mi supervivencia, y siempre tomar represalias por
un desaire.
Indiferencia gruñó cuando la furia se disparó.
Inhala, exhala. Puck convocó al hielo... en vano, como si el rey hubiera negado su
única defensa. O sus emociones ya habían desaparecido por demasiado tiempo.
— ¿Te gustaría tu libertad? —Preguntó Hades. —Una vez, yo goberné a los
demonios. Podría eliminar a Indiferencia, no hay problema... pero te dañaría en el proceso.
Una ventaja para mí, ya que disfruto de dañar a los demás.
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Cuando las heridas de puñalada de Puck se curaron, se miró las cutículas. Huh.
Podrían necesitar un recorte.
Ahora Hades se rio con un sonido de genuina diversión. — ¿Crees que me tienes
vencido, verdad? Odio decírtelo, ¿a quién estoy engañando? Me encanta decírtelo, así como
me encantará romperte. Estaba ganando batallas cuando te meabas en los pañales. No
puedes derrotarme. Especialmente cuando conozco a Indiferencia mejor de lo que tú alguna
vez lo harás.
¿Una burla para despertar el miedo y sacar a Puck de su juego? Muy mal.
Utilizando la velocidad sobrenatural con la que había nacido, cerró la distancia y
golpeó a Hades en el estómago. El rey tropezó, y Puck se lanzó hacia él, derribándolo.
Cayendo ambos. En el aire, Hades intentó reclamar la posición superior y falló.
¡Boom! Impacto. El aire brotaba de los pulmones del otro hombre, momentáneamente
dejándolo inmóvil.
Puck no sufrió tal impedimento y lo aprovechó al máximo, quitándose una cuchilla
de afeitar del pelo y cortando los ojos de su oponente, cegándolo temporalmente.
Con un rugido, Hades le propinó un barrido a Puck, destrozándole el pómulo, la
mandíbula y la tráquea. Había experimentado una experiencia mil veces peor y luchado a
través de nuevas olas de dolor punzante, golpeando repetidamente la cara del rey. La sangre
se derramaba por múltiples laceraciones.
Al mismo tiempo, Puck usó su mano libre para recuperar la daga que Hades había
robado. Pero el rey también esperaba esa acción, y giró la espada para atravesar la palma de
Puck. La carne y el músculo se rompieron. Huesos rotos
Hades le propinó un puñetazo en la mandíbula. Las lesiones recién curadas
dislocadas de nuevo. Las estrellas parpadearon a través de su visión y más olas de dolor
abrasador se unieron a la fiesta. Pero no por palabra o hecho Puck lo reveló. Simplemente
se puso de pie y golpeó a Hades con la bota, destrozándole el cartílago. Un respiro. Él forzó
su mandíbula a su lugar. Mejor.
Cuando levantó el pie para lanzar un segundo golpe, Hades le agarró el tobillo y lo
volteó. Al aterrizar, Puck volteó hacia atrás y se puso de pie a una buena distancia.
—Puedo hacer esto todo el día—, dijo él. —Ven. Dame lo peor. —Él hizo una
mueca exagerada, una burla. — ¿O ya me diste lo peor?
De pie con mucha más gracia de la que nadie debería exhibir después de llevarse
una patada en la cara, Hades le ofreció otra risa divertida.
—Quieres a la chica, bien, ella es tuya. Porque, no importa lo que piense mi hijo,
ella no es la adecuada para él. Según Keeleycael, morirá si se casa con Gillian. Así que
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romances. ¿Te has mirado en el espejo últimamente? Vas a tener que trabajar mucho para
un poco de cola. Vincúlate a ella, es la única forma de salvarla, y llévatela lejos de aquí.
¿El matrimonio con Gillian causaría la muerte de William? Interesante. Tal vez era
por eso que Puck tenía que casarse con la que el príncipe del inframundo viviría o moriría,
de modo que William sobreviviese lo suficiente como para destronar a Sin.
Tal vez Gillian causaría la muerte de William después de que Puck la devolviera.
No es mi problema. Una vez que William haya cumplido la profecía, a Puck no le
importaba lo que le sucediera. Pero mantuvo los labios apretados. De ninguna manera
admitiría que planeaba alejar a Gillian de William solo temporalmente.
Deja que Hades piense lo que quiera pensar.
Vincúlate a ella, había dicho. No casarse. La única forma de salvarla.
La comprensión y el impacto golpearon a Puck con la fuerza suficiente para derribar
un elefante. La vinculación uniría sus almas, permitiendo a Gillian aprovechar su fuerza y
terminar su transición a la inmortalidad. Ella sería más que su esposa. Ella se convertiría en
su otra mitad.
¡Mía!
Había un pequeño problema. Ella estaba tan débil que podría actuar como un sifón
y drenarlo por completo, matándolos a los dos. Un resultado que William debía temer. De
lo contrario, ya se habría unido a su amante, ¿aye?
Vale la pena el riesgo.
Él se propondría, y ella estaría de acuerdo, aunque solo fuera para salvar a William,
del corazón roto y la culpa, o para evitar que corriera el mismo riesgo. No querría poner en
peligro la vida de su preciosidad.
Ventaja para Puck.
Su implacable lealtad al hombre debería haber complacido a Puck, eso garantizaría
su victoria. Entonces, ¿por qué estaba rechinando los dientes y apretando los puños con
tanta fuerza que sus nudillos intentaron rasgarle la piel?
No importaba el posible dilema: el divorcio ya no sería posible. La separación
significaría la muerte.
William nunca aceptaría...
Puck contuvo el aliento. Las tijeras. Por supuesto. Podía usar las tijeras de Ananke
para liberar a Gillian de su vínculo, permitiéndole regresar con vida a William, libre de la
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reclamación de su marido.
Página
Cada acción dictada por los Oráculos tenía una razón, y finalmente esas razones
tenían sentido.
Puck reajustó sus tareas. Vincularse a Gillian. Escoltarla a Amaranthia. Regresar
por William.
Vinculo. Escolta. Regreso.
Con una fría sonrisa en su lugar, Hades lo saludó.
—Excelente. Veo las ruedas girando en tu cabeza. Te dejaré con tus esquemas.
Buena suerte, Pucker5. La vas a necesitar. —Después de tirarle un beso, el rey del
inframundo desapareció.
Solo, Puck miró hacia el balcón de Gillian, oleadas de determinación derramándose
sobre él, Indiferencia hostigándolo una vez más.
Inhala, exhala. Hades había prometido distraer a William mañana. Puck no confiaba
en él. Ni en nadie. Sin se lo había enseñado muy bien Pero la duda y la preocupación
estaban más allá de él. Continuaría, como estaba planeado, y pasase lo que pasase,
sucedería. Él trataría de que fuera así.
¿Qué no haría? Rendirse.
Muchacha, eres buena para mí.
53
Página
remediar.
¿Debería él remediar la situación, sin embargo? Tal vez temía la reacción a su
cuerpo. Tal vez le gustaba demasiado verlo.
Un hombre podría soñar.
En un abrir y cerrar de ojos, Puck regresó con un soldado caído, robó una camisa y
colocó sus brazos a través de los agujeros. Los pantalones del hombre eran demasiado
pequeños. Cada par de pantalones resultaba demasiado pequeño. Muy bien. Al menos la
camisa era lo suficientemente larga como para cubrir su eje a medida que crecía... y crecía.
Cuando regresó con Gillian, se abotonó las solapas, sin darse cuenta hasta muy
tarde de que había alineado los dos lados incorrectamente.
— ¿Mejor? —Preguntó.
— ¿Los mataste? —Ella exigió con su voz quebrada, haciendo caso omiso de su
pregunta.
Él se instaló al lado de su silla y miró hacia el agua, dándole un momento para que
se adaptara a su presencia, haciendo todo lo posible por convencerla a ella y a Indiferencia
de que él no estaba al tanto de cada uno de sus movimientos. —Simplemente los puse a
dormir una siesta. Pero puedo cortarles la garganta, no hay problema. Solo di la palabra.
Su deseo, su orden.
—N-no. Por favor. No. —Ella sacudió casi imperceptiblemente su cabeza.
¿Molesta por la idea de algunos asesinatos? Adorable. —Muy bien, entonces. —Ves
cuán complaciente puedo ser, mujer? Soy perfecto para ti.
Mientras lo estudiaba con más atención, tomando su medida, su pánico se redujo.
Excelente. Le echó una rápida mirada a la cara para juzgar cuánto tiempo le tomaría calmar
la intriga, tal como él la había dejado durante su última visita y frunció el ceño.
Ella no solo estaba calmada. Ella estaba agradecida. Pobre muchacha. ¿Qué tan
bajos eran sus estándares para la decencia masculina?
No es que a Puck le importara. Por supuesto que no le importaba.
— ¿Por qué estás aquí? ¿Verdaderamente? —Ella preguntó, frunciendo el ceño.
Ella necesitaba una excusa, algo creíble pero interesante, tal vez empapado de
verdad en vez de mentiras. —Te dije que soy el guardián de Indiferencia, y que puedes
ayudarme. Puedes ayudarme a sentir. —O más bien, sentir sin consecuencias. Una vez que
Puck reclamara la corona de Connacht, matara a Sin y uniera los reinos, él se arriesgaría a
utilizar las tijeras en Indiferencia.
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nada.
Ya lo haces. Más que cualquier otra persona alguna vez lo hizo.
Tan necesaria para mis objetivos como lo es de peligrosa... Algún día, él podría
estar mejor servido para matarla.
¡Este! Este era el peligro del hielo.
Sin darse cuenta de sus pensamientos, ella se movió para estar más cerca de él,
recordándole a un gatito que buscaba más calor. Cómo anhelaba extender la mano, pasarle
los dedos por el cabello, trazar los nudillos a lo largo de su mandíbula y disfrutar de su
suavidad.
¿Disfrutar? ¿Yo? Resiste a su encanto. —Tú puedes. Lo harás, —él dijo,
consternado por la ronquera de su tono. No debería tener problemas para permanecer
separado.
Hora de mentir, —Me dijeron que tu situación es muy triste, me importa. Y yo
también quiero importarte...
Al sexo débil le gustaban los chicos malos, o mejor dicho, proyectos quienes se
derretían por una sola mujer especial. ¿No lo ves, muchacha? Eres la única con el poder de
salvarme...
— ¿Quién te dijo eso? —Preguntó ella. Su mirada tomó un tono lejano, como si su
mente hubiera vagado incluso mientras hablaba. — ¿Y por qué querrías que te importara?
Tómalo de mí. El cuidado de otra persona está muy sobrevalorado. —Ella se frotó el labio
inferior. — ¿A ti te importa... algo?
Fingió reflexionar sobre sus pensamientos, y suspiró. —Ni siquiera un poco. —
Aunque parecía estar perdida en sus pensamientos otra vez, agregó—, los Oráculos en mi
reino son los que me hablaron de ti. Y quiero preocuparme porque es mi derecho. —Más
verdad, en un tono más duro, las palabras escaparon espontáneamente. El cuidado sin
castigo era un derecho para todos, humanos e inmortales por igual.
Si ella escuchó la última parte de su discurso, no dio ningún aviso. — ¿Alguna vez
sientes? —Preguntó ella, algo así como envidia palpitaba en ella y lo confundió.
—Solo muy raramente, y luego... —él frunció los labios. No había una buena razón
para contarle sobre la debilidad que el demonio le infligía, y tenía todas las razones para
mantener la información en secreto. El conocimiento era poder, y Puck nunca le otorgaría
voluntariamente el poder a otra persona sobre él.
—Suertudo, —ella murmuró. Ella estaba envidiosa de él. Qué extraña criatura
Pero entonces, ella no sabía el precio de una existencia apática. Cómo perdería a sus
seres queridos y amigos, su hogar y su casa. Cómo sus comidas favoritas se volverían
57
Inhala, exhala. Procede con precaución. Tan cerca de cruzar la línea de meta.
Inhala. Bien, eso estuvo bien. Exhala. La neblina carmesí se desvaneció de la mirada de
Puck.
—Bueno, eso apesta, —Gillian murmuró, ajena a la confusión que ella había
causado. Su mirada lejana otra vez, ella comenzó a balbucear. —No tenía idea... pensé que
los inmortales fueron creados completamente formados o nacidos de otros inmortales.
—Los inmortales nacen en más de un sentido.
Ella parpadeó rápidamente, la atención volviendo a él. —Cuánto tiempo tengo antes
de...
—Considerando tu estado actual, diría otra semana, tal vez dos. A lo sumo.
—Demonios. —Su nariz se arrugó, creando pequeñas arrugas adorables en los
lados. —Nunca podré hacer las cosas de mi lista de deseos. Si tuviera una lista de deseos,
quiero decir.
—Tal vez deberías hacer una. Puedo ayudarte. —Su primera sugerencia: vincularse
a una bestia.
Su cabeza se inclinó hacia un lado, sus ojos color whisky una vez más admirados.
— ¿Por qué querrías ayudarme con eso, de todas las cosas?
De alguna manera, su escrutinio lo hizo sentir menos como un monstruo y más
como un hombre, como si ella no viera lo que era, sino lo que podría ser.
Una ilusión, nada más. —Podrías usar una distracción, y podría usar una nueva
meta. —Un núcleo de verdad destinado a obtener compasión. Otros podrían desdeñar un
golpe a su orgullo, pero no a Puck. Ya no más. —La mujer que yo quería no me quería de
vuelta, así que nos separamos. —Verdad. Nadie me quiere, boohoohoo. Pobre de mí. —
Ahora... —Se encogió de hombros. ¿Consuélame?
La mujer en cuestión—Winter. Él la ansiaba tanto como podía; nunca había
conocido a una mujer como ella. Lo suficientemente fuerte como para derribar un ejército
por su cuenta. Pero, cuando ella lo rechazó, no le había importado lo suficiente como para
intentar hacerla cambiar de opinión.
Lo siento, chico bestia, pero estoy enamorada de alguien más. ¡Yo! Tú entiendes,
¿verdad? Sin resentimientos. Aparte de los resentimientos en tus pantalones.
Él se había alejado sin una sola punzada de remordimiento.
— ¿Las mujeres son metas para ti? —Preguntó Gillian, sonando un poco ofendida
pero muy curiosa por la perspectiva.
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La curiosidad continua era una muy buena señal. — ¿Por qué no? Mis objetivos,
así como mis reglas, me impiden sentarme en un sofá, ver telenovelas todo el día, todos los
Página
—Sí. — ¿Volviéndote demasiado ansioso otra vez? —No, —él dijo entonces.
¿Demasiado desinteresado? Un sonido frustrado se formó en su pecho, y frunció los labios.
—No quiero vincularme contigo, pero no quiero vincularme contigo. —Si él pudiera
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haberse pateado el culo, lo habría hecho. Estás jodiendo esto a lo grande. —Es solo algo
que hacer. Algo mutuamente beneficioso. —Mejor.
Página
—Puck. Guardián de Indiferencia. —William se puso de pie, con una daga apretada
Página
en ambas manos. Parecía que la reputación de Puck lo había precedido. —Ha jurado
venganza contra Torin por atraparlo en otro reino.
Incorrecto. Cameron y Winter habían jurado vengarse de Torin. Puck no se había
preocupado lo suficiente.
—Pero, ¿cómo escapó Puck? —preguntó William, como si pensara en voz alta.
Fácilmente. Cameron, siendo Cameron, había estado obsesionado con encontrar una
salida.
Gillian frunció el ceño. — ¿Cómo sabes lo que ha jurado si nunca lo has conocido?
—Mis espías están en todas partes, muñequita. —El rojo neón volvió a los ojos de
William. — ¿Puck te dijo algo? ¿El bastardo te hizo algo? Hades lo mencionó, dijo que
podría estar cerca y que debería dejarlo en paz, pero eso me hace querer lastimarlo aún
más.
Ella resopló y resopló como el lobo feroz que ella en realidad no era, y las
comisuras de la boca de Puck se crisparon. —Me dijo qué es el morte ad vitam. —Mientras
William lamentaba las lenguas sueltas y los visitantes no deseados, ella agregaba—, No lo
lastimarás por eso. Y no lo matarás. O pagarás a alguien más para matarlo. Debería haber
escuchado la verdad de ti, pero no lo hice, por lo que amablemente se ofreció a ayudarme.
Ella estaba tratando de proteger a Puck.
Hielo, crujiendo de nuevo. Cuerpo, yendo a fundido.
—Te. Ofreció. Ayuda. ¿Cómo? —Preguntó William.
—Prométemelo primero, —insistió ella, y si ella no se hubiera visto como la
muerte, podría haberse vuelto feroz. —Por favor.
Silencioso ahora, el guerrero extendió la mano para rasgar la camisa que Puck le
había dado. Ella jadeó, sobresaltada. Entonces ella gimió. William no mostró piedad,
tirando el material de sus hombros. Una vez que la prenda estuvo libre, él la arrojó al agua.
Interesante y revelador, en más de un sentido. Aunque William no sabía nada sobre
la propuesta, ya estaba comido por los celos.
La reacción exacta que Puck quería, necesitaba. Entonces, ¿por qué estaba él
mirando el pecho del otro hombre, imaginando hundir una espada en su corazón?
El segundo quejido de Gillian hizo que Puck avanzara, ansioso por hacer realidad la
fantasía, sin pensar ni preocuparse por Indiferencia, el hielo se derritió por completo.
William sufriría.
Otro zarcillo de debilidad se instaló en sus huesos, y él se tropezó. Puck se detuvo
en un árbol, agachándose detrás del tronco.
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tierno ahora, y la llevó dentro de la casa. Aunque Puck sabía que debería irse y buscar
refugio, él se acercó... más cerca todavía. Las paredes de vidrio del piso al techo dieron la
bienvenida a la naturaleza en el interior, así como a su mirada. No había ningún lugar en la
casa que él no pudiera ver.
—Sólo para que lo sepas, —Gillian estaba diciendo mientras William la llevaba al
piso de arriba—, No voy a vincularme contigo.
El corazón de Puck casi se detuvo. ¿El otro hombre había hecho su propia
propuesta, entonces?
William la colocó sobre la cama, se sentó a su lado y le ofreció una sonrisa rígida.
—No recuerdo haber preguntado, muñequita.
Un gran suspiro de alivio escapó a Puck. No, no se ha emitido ninguna propuesta.
—Sé que no me lo has preguntado, así como sé que no preguntarás, —dijo ella. —
De esta manera, cuando me haya ido, no perderás el tiempo sintiéndote culpable,
preguntándote si deberías haber preguntado.
—No vas a morir. —A pesar del tono suave de William, la inequívoca malicia se
adueñó de cada palabra. —No te dejaré.
Incorrecto. No la dejaré yo.
Temblando, ella extendió la mano para tomar la mano de William. —Te amo, Liam.
Cuando no tenía nada, ni nadie, me diste amistad y alegría, y te estaré por siempre
agradecida.
Puck contuvo el aliento. Ella estaba diciendo adiós, preparándose para la muerte,
¿no?
Pelea, Gillian. Lucha para vivir.
Agresión latía de William. —Deja de hablar como si fuera el final para ti.
Ella le ofreció la misma sonrisa triste que le había ofrecido a Puck. —Tienes fallas.
Muchas fallas. Pero eres un hombre maravilloso.
—Este hombre maravilloso encontrará una manera de salvarte, —dijo William, su
tono duro como el de granito. —Estoy trabajando todos los días, cada hora, cada minuto
para asegurarme de que el vínculo no sea necesario. Ahora descansa un poco. —Con la
cabeza en alto, él se levantó y salió pitando de la habitación. La puerta se cerró de golpe
detrás de él.
En lugar de mirar esa puerta por el regreso de William, Gillian miró hacia el balcón
con expresión indescifrable. ¿Estaba ella esperando a Puck? Su pecho se hinchó, y no había
forma de detenerlo.
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Cuando cerró sus ojos, Puck se coló en la habitación y se acercó a ella, como atraído
Página
La voz de Sin surgió del atolladero de la memoria de Puck, tan bienvenida como
despreciada. Él había estado tan concentrado en Gillian, y las cosas extrañas que le hacía
sentir, no había pensado en su entorno ni un segundo. Probablemente no le habría
importado, de todos modos. Y no solo por Indiferencia. Sin solía hacer todas las
exploraciones y asegurarlas, dejando a Puck para luchar. Ahora, en su punto más débil,
tenía que encontrar refugio y crear una defensa indestructible.
A menos que Hades interviniera, William vendría a buscarlo.
En momentos como este, Puck echaba de menos a Cameron y a Winter. En su
propia manera especial, lo amaron cuando nadie más lo haría, o podría. Cada vez que
Indiferencia lo invadía, ellos lo protegían. Durante siglos, ellos se habían asegurado de que
sus habilidades de combate permanecieran bien afinadas, lo que lo obligó a practicar. Y
cuando él había perdido de vista sus objetivos, ellos se lo recordaban.
La relación no había sido unilateral, tampoco. Cada vez que Obsesión había
superado a Cameron, el guerrero había pasado días, semanas encerrado en una habitación,
hablando solo con el demonio, negándose a comer o dormir. Él necesitaba un campeón
dispuesto a luchar, y luchar duro, para distraerlo con una nueva obsesión. Winter nunca
había sido la mejor candidata. Para ella, un solo acto desinteresado tenía consecuencias
devastadoras.
Los demonios siempre venían con un precio.
Cada vez que Winter desafiaba a Egoísmo y actuaba altruistamente, ella descendía a
una odisea de locura de una semana. El tiempo suficiente para desgarrar un reino entero,
dejando cero supervivientes... y a Winter con recuerdos violentos que ella nunca podría
sacudir.
Puck había ayudado a los hermanos de maneras que nadie más podía, y compartió
su hielo.
¿Los hermanos habrían sufrido sin él?
Tal vez, probablemente, pero al menos se tenían el uno al otro, de la forma en que
Puck tuvo una vez a Sin.
¡Puck! ¡Puck! Otro recuerdo apareció, Sin, de once años, sollozando al lado de la
cama de Puck. Es mejor que sanes de esta herida, o me veré obligado a matar... a todos.
No puedo vivir sin ti.
Oh, cómo Puck echaba de menos al chico que había sido Sin. El amigo en el que él
se convertiría.
Indiferencia ronroneó mientras se deslizaba por su cuerpo y desviaba más y más su
fuerza. Los temblores cayeron en cascada por sus extremidades. Uno por uno, sus huesos se
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transformaron en fideos y sus músculos en sopa. Cada paso adelante se convirtió en una
Página
lección de angustia.
Cuando su pie se encontró con una roca, él se adelantó. Aunque intentó calmarse,
sus rodillas se rindieron. Él se derrumbó, granos de arena se aferraron a su piel sudada. La
oscuridad se metió en el borde de su mente, ganando terreno rápidamente.
¡No pelea! Al descubierto como ahora, él era un objetivo. Un objetivo fácil. Pero
incluso mientras él luchaba por ponerse de pie, el demonio agotó el resto de su energía,
convirtiendo la respiración en una tarea ardua.
—Ahí estás. ¡Finalmente! —La risa femenina se filtró en su conciencia. —Estaba
empezando a pensar que había tenido los días mezclados, pero luego recordé que la única
vez que me he equivocado fue cuando pensé que estaba equivocada.
Él reconoció su voz. Keeley, la Reina Roja. La amiga de Gillian y de William. El
ser que le había dado Indiferencia a Sin, con instrucciones de poseer a Puck, le encomendó
a Hades que le ofreciera ayuda.
¿Qué nuevo horror le tenía guardado hoy?
—Torin, un empujón, por favor, —dijo ella.
Torin, guardián de Enfermedad. El único que Puck esperaba que lo atacara a la
primera oportunidad.
Él estaba demasiado débil para protestar cuando unos brazos sólidos como roca lo
envolvieron y lo levantaron, hacia arriba, contra un pecho musculoso. Sin embargo, dentro,
luchaba como la bestia en la que él se había convertido, en vano.
— ¿Dónde lo quieres? —PreguntóTorin. —Y no te atrevas a decir en mis
pantalones. No otra vez.
— ¿De quién es el pantalón? ¿Tuyo o mío?
—De cualquiera de los dos, —respondió el guardián de Enfermedad.
Keeley jodida. —Me gusta justo donde lo tienes. Mírate, cariño. ¡Tus bíceps están
abultados!
Un suave soplo salió de Torin, como si luchara contra un poderoso impulso de reír y
maldecir al mismo tiempo. —Concéntrate, princesa, y dime adónde vamos.
—Para nuestra choza secreta de amor, por supuesto.
El repiqueteo de los pasos se mezcló con el chasquido de las ramas, creando un
ominoso coro. Puck aborrecía esto con cada fibra de su ser. La impotencia. La
incertidumbre. La forma en que la oscuridad en torno a su mente se burlaba de él,
amenazando con hacerlo perder el conocimiento en cualquier momento.
—Mi bestia sexy es magnífica, ¿no? —ddijo Keeley. Cálidos, suaves dedos trazaron
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su frente.
Página
Por mucho tiempo, ella no tenía ningún propósito. El miedo la había poseído, le
Página
había robado la alegría, la esperanza y el placer. ¡Pero ya no! Hoy era un nuevo día. La
chica que solía ser se había ido, una nueva se levantaba en su lugar.
Por primera vez en su vida, ella tenía una razón para vivir. Entonces, sí, ella
pelearía.
—Así es, —dijo Keeley, como si leyera sus pensamientos. —Este es tu destino. La
razón por la que naciste. El primer paso es siempre el más difícil, pero no te preocupes,
pronto estarás corriendo. —Ella limpió a Gillian de arriba a abajo con un trapo mojado,
luego la peinó y cepilló sus dientes. —Bonus: William no caerá en espiral y se culpará por
tu muerte, ayer, hoy o mañana.
William, dulce William. —Tal vez algún día alguien haga una película sobre tu
vida, —dijo Keeley. —Dieciocho años y casada con un Inmortal ¡y un Demonio! Pero la
verdad es más extraña que la ficción, ¿eh? ¿Quién lo creería?
Gillian estaba viviendo y ella apenas podía creerlo. Puck había dicho que un vínculo
con él haría el truco. Ella podría haber estado de acuerdo, si él no hubiera querido tener
sexo con ella.
El sexo permanecería en su lista de nunca jamás.
—Llegará un momento en el que ansiosamente, felizmente pondrás el sexo en tu
lista de siempre y para siempre, —susurró Keeley, otra vez pareciendo leer los
pensamientos de Gillian y demostrando que era una alucinación—.Admítelo. Adoleces por
Puck.
¿Ella? ¿Adolecer? Cuando el hermoso guerrero con los músculos abundantes la
había mirado con ojos helados, los ojos de un depredador. Ojos que decían que cazaría a su
presa durante horas, días, esperando el momento perfecto para atacar. No. Pero cuando él
quizás, tal vez no la miraba con calor ardiente, su cuerpo parecía despertar de un sueño
profundo, su ritmo cardíaco acelerándose, diferentes partes palpitaban, desesperadas por
aprender el significado de la dicha.
¿Podría él enseñarle?
Por supuesto, un miedo demasiado familiar la había envuelto cada vez. Casi tanto
como la culpa, también. ¿Cómo se atrevía su cuerpo a traicionar a William?
Un pensamiento tan tonto. William era un amigo, nada más.
¿Ella todavía quería más? Si no, bien. Ella podría vincularse con Puck y salvarle la
vida. En caso afirmativo, tenía que proceder con precaución. Si se vinculaba a Puck, ella
tendría cero posibilidades de estar con William, nunca.
Keeley presionó sus labios contra la frente de Gillian. —Cásate con Puck te dará un
borrón y cuenta nueva. Lo restablecerás, tendrás un nuevo comienzo. Solo... sobrevive
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Con los ojos abiertos, Puck se sobresaltó. Jadeando, él escaneó su entorno. Una
vacía, cueva de caverna, con una entrada a otro reino en el rincón más alejado. Pero... no
era la misma entrada que había usado para entrar en el reino. ¿A dónde llevaría esto?
En la pared del fondo, vio un mensaje escrito en sangre. Algunas de las letras
habían goteado juntas.
Pregunta de nuevo. Ella está lista para Decir Sí al Vestido.
¿El vestido? ¿Qué vestido?
Los hechos pasaron por su mente, una avalancha recogiendo las ruinas a lo largo de
un deslizamiento. Torin y Keeley, llevándolo a un lugar seguro... Gillian, muriendo...
demasiado tarde.
¿Demasiado tarde? ¡No!
Una marea de urgencia desconocida empujó a Puck sobre sus pies. Su fuerza había
regresado, y él necesitaba conservarla. No permitas emoción. No reacciones a nada.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que él había estado con Gillian?
¿Unos pocos días? ¿Una semana?
Él hizo una revisión rápida de su atuendo. Camiseta limpia, nuevo taparrabos. Él
pensó que recordaba a Keeley diciendo, Lo bárbaro trabaja para ti. Mantengamos el
aspecto.
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pasta de dientes, enjuague bucal, cepillo para el cabello. ¿Cortesía de Torin y Keeley?
¿Esperaban que se viera y oliera mejor para Gillian?
Puck usó cada elemento, negándose a estar agradecido.
Cuanto más se acercaba a la casa de la playa, más gemidos de dolor de Gillian
asaltaban sus oídos. Él combatió una punzada de simpatía y convocó una nueva capa de
hielo, más que nunca antes, hasta que solo importaban sus objetivos.
Él bombeó sus brazos y piernas más rápido. —Será mejor que esperes, muchacha.
Estoy casi allí.
¡Finalmente! Él llegó a su destino. Mientras él escalaba el segundo piso, una cálida
marea de alivio lo atravesó solo para congelarse cuando se encontró con el hielo. Excelente.
Las puertas del balcón ya estaban abiertas, haciendo las cosas más fáciles para él. Él
saltó la barandilla y voló hacia el dormitorio, donde encontró a Gillian en la cama, inmóvil
como una estatua.
Cuando ella inhaló una respiración, la muerte resonó en sus pulmones. Azul teñía
sus labios. Ella no estaba recibiendo suficiente oxígeno. Ella no era más que piel y huesos,
consumiéndose.
No reaccionarás.
William sabía qué le pasaba, sabía que había una sola forma de salvarla; el bastardo
podría haberse vinculado a ella y salvarla de esto. En vez de eso, él la dejó sufrir mientras
él buscaba formas inexistentes, caminos no probados para tal vez quizás con suerte
mantenerla un poco más de tiempo.
Él no la merecía. Pero él aprendería mejor. A veces tú tenías que perder un tesoro
para comprender su valor. Hoy, Puck comenzaría las lecciones de William.
Determinado, él deslizó sus brazos debajo del cuerpo de Gillian. Temiendo romper
sus huesos frágiles, la levantó contra su pecho lo más suavemente posible. Ella era
demasiado liviana, espantosamente.
Buscando calor, ella se acurrucó contra él. NO REACCIONARÁS.
Cuando sus hermosos labios formaron el nombre de William, Puck se puso rígido.
Entonces. Ella pensaba que el otro hombre la cargaba. No importaba, el error funcionaba a
favor de Puck. Él no tenía ningún deseo de aterrorizarla.
—¡Gillian! —La voz de William resonó por toda la casa. Su tono era forzado, como
si hablara mientras luchaba contra un oponente.
¿Habían venido Torin, Keeley o Hades para ofrecerle a Puck más ayuda?
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Puck esperaba que Gillian se pusiera rígida cuando se diera cuenta de que su amado
no era el que se estaba escapando con ella, pero se ablandó aún más, y el alivio pareció
Página
apoderarse de ella. ¿Ella había querido que Puck viniera por ella?
Pregunta de nuevo. Ella está lista para Decir Sí al Vestido.
Por si acaso él había leído mal el lenguaje de su cuerpo, él se apresuró a
tranquilizarla sobre sus buenas intenciones. —No voy a dejarte morir. La última vez que
estuve contigo, yo sentí…sentí. —Cierto, en todos los sentidos, y una razón para evitarla,
pero también la razón por la que ella creía que continuaba buscándola. Él no podía olvidar
que tenía un papel que jugar. —Lamenté dejarte, —lamenté mi retraso con Indiferencia—,
y no voy a volver a hacerlo.
Le salieron palabras incoherentes, y él intentó descifrarlas. ¿Algo sobre hacerlo
sentir, después de todo?
Porque él admitió que lo lamentaba, ella pensó que su trabajo había terminado.
Piensa otra vez, muchacha.
Con paso largo y seguro, él se dirigió al balcón, trepó la barandilla y saltó. Cuando
él aterrizó, él se las arregló para mantenerse en pie a través de la arena pura. Sin embargo,
el impacto resultó ser discordante, y Gillian gimió.
—Lo siento, —él murmuró, y se preguntó si lo decía en serio, a pesar del hielo.
Mientras él corría hacia adelante, con ramitas y rocas cortando sus pies, decidió regresar a
la cueva de Torin y Keeley y usar su entrada. A donde fuera que condujera, él trataría con
eso. —Quiero vincularme contigo, Gillian. No digas que no.
—No lo haré. Sí, —susurró ella. —Voy... a vincularme. ¿Qué... necesito... hacer?
¿Ella había estado de acuerdo? Una explosión momentánea de shock lo hizo
tropezar, pero él dijo, —Solo repítemelo. —Él corrió por el reino, cada vez más rápido, en
dirección a la salida, poniendo la mayor distancia posible entre Gillian y William. — ¿Sí?
Un murmullo de acuerdo.
Suficientemente bueno. —Te doy mi corazón, alma y cuerpo. —Él esperó hasta que
ella hizo eco de sus palabras. Cada vez que hacía una pausa para recuperar el aliento, sus
terminaciones nerviosas zumbaban. —Ato mi vida a la tuya, y cuando mueras, yo muero
contigo. Esto digo, esto hago.
La importancia del momento no se perdió en él. Estaban atando sus almas juntas.
Hasta que él utilizara las tijeras, serían dos mitades de un todo.
Si su vida se hubiera desarrollado de acuerdo con su plan original, él nunca habría
considerado la posibilidad de vincularse. Él se habría quedado solo, nunca durmiendo con
la misma mujer dos veces, sin conocer la verdadera satisfacción en la cama.
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Después de Gillian, después de Indiferencia, su vida sería suya una vez más. No
Página
escuchado?
La frustración y la rabia golpearon su hielo. Gruñidos resonaron dentro de su
cabeza.
Inhala, exhala. —Gillian. —Él ahuecó su mandíbula, manteniendo su agarre lo más
suave posible. —Dame una oportunidad. Déjame salvarte.
Nuevamente, él no estaba seguro de si lo había escuchado o no, pero ella cerró los
ojos y se apoyó en su toque. Pasó un segundo, dos, una agonía aparentemente interminable.
Cuando finalmente sus párpados se separaron, él se encontró con una mirada dorada más
embrujadora que nunca—ventanas a las heridas que se enconaban en su interior.
Las lágrimas corrían por sus mejillas y los temblores sacudían su delicado cuerpo,
pero finalmente, ella repitió las palabras. —Sangre de mi sangre, aliento de mi aliento.
Hasta el fin de los tiempos.
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Página
Capítulo 11
Una habitación abierta y aireada la saludó, puro glamour rústico. La luz del sol fluía
Página
a través de grietas en las paredes de madera. Ella llenó sus pulmones al máximo, el aroma a
lavanda y humo de turba se burlaba de ella, rico y decadente, incluso calmante, el aroma de
Puck. Delicioso.
Gillian yacía en una cama grande con un colchón suave. Su esposo estaba sentado a
su lado, mirándola con expresión tensa. ¿Porque él había compartido gran parte de su
fuerza con ella?
Cuando su mirada chocó con la de ella, una neblina sensual nubló sus pensamientos.
Puck era... él era...
Más hermoso de lo que yo jamás me había dado cuenta.
Los cuernos de marfil le dieron una mística de otro mundo. El cabello negro y
sedoso hacía señas a sus dedos... ojos bordeados de kohl ardían de posesividad, derritiendo
la escarcha de sus iris de color carbón. Hoy, sus iris le recordaban a un cielo de medianoche
salpicado de estrellas. Sus labios tenían un tono más oscuro de rosa que antes y le rogaban
que los besara, exigía que su boca se presionara contra la de él.
Ningún hombre había lucido tan duro y gentil al mismo tiempo, como si pudiera
matarte o seducirte tan pronto como se decidiera.
Una extraña sensación picaba las crestas de los senos de Gillian y entre sus piernas.
No importa. Ignóralo ¿Qué importaba? ¡Ella estaba viva! Gracias a Puck, ella tenía
esperanza y un futuro.
Riendo, ella lo abrazó. Ella le debía mucho. ¿Pero todo lo que él quería a cambio?
Sentir una emoción, cualquier emoción.
Sonaba bastante fácil. En teoría, al menos.
¿Cómo se suponía que iba a hacer reír al guardián de Indiferencia? ¿Decirle chistes?
¿Cómo se suponía que ella iba a hacerlo llorar? ¿Compartiendo historias sobre su infancia?
¿Y a dónde iban a ir, eh? ¿Volver a Budapest con los Señores? Dudaba que Puck
fuera bienvenido, y sabía que él no se mezclaría con la sociedad moderna.
En realidad, él no tenía que mezclarse. La gente supondría que vestía un disfraz, y
probablemente publicaran críticas en línea.
¿Viste el “monstruo” en el distrito del castillo? ¡Tan falso!
Su maquillador debería ser despedido.
Él no engañaría a mi tío ciego. Calificación: D-
Gillian lo soltó, ansiosa por hablar de sus pensamientos, planes y esperanzas, pero él
la abrazó y la sostuvo firmemente en su lugar. Su corazón dio un puntapié en un ritmo de
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Puck, lo salvaje se desvaneció de sus ojos. Ojos que se movieron hacia abajo para evitar su
mirada.
Página
Esos ojos rojos neón se entrecerraron sobre él, crujiendo con el tipo de ira que Puck
ansiaba sentir. —Vas a morir, pero no hasta que hayas pedido una misericordia que nunca
Página
circunstancias.
Página
Mi lógica es sensata
—Oh, muñeca. —William dirigió una sonrisa llena de malevolencia hacia la chica.
—Te aseguro que puedo lastimarlo.
—No entiendes. Él me salvó. Él es... él es mi esposo ahora. Nos unimos. —Ella se
lamió los labios mientras cambiaba de un pie descalzo al otro. —Lo lastimas a él me
lastimas a mí. Creo. —Mirando por encima del hombro, se encontró con la mirada de Puck.
— ¿Tengo razón?
El asintió.
Una mezcla de conmoción y furia jugó sobre las facciones de William. —El
vínculo. Tú estuviste de acuerdo. Realizaste la ceremonia.
Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos. —No quería morir.
—No tienes idea de lo que has hecho. —El otro hombre se tambaleó hacia atrás,
como si lo hubieran pateado. —Te está utilizando para algo.
—Lo sé, —ella respondió, y sonó un poco triste, muy preocupada.
No, ella solo conocía las mentiras que Puck le había dado.
— ¿Lo sabes? —La amenaza latía en William. — ¿Sabes también que le
perteneces a él, espíritu, alma y cuerpo? ¿Que los lazos nunca se pueden romper?
—Me pertenezco a mí misma, —ella dijo. Entonces su valentía se evaporó. —Lo
siento. Yo solo... hay tanto que quiero hacer. Tanto que quiero lograr.
Puck le puso una mano en el hombro, con cuidado de no arañarla con las garras
listas para hacer pedazos a William. Al igual que antes, ella se apoyó en su toque; solo por
un momento, un hermoso momento robado, antes de darse cuenta de lo que había hecho y
enderezarse.
Un momento fue suficiente.
William se dio cuenta.
Con una daga aplastada contra su corazón, dio otro paso hacia atrás. La furia y la
cortesía le habían sido arrebatadas, revelando la desesperanza y el deseo descarado. Una
vez, Gillian había sido un salvavidas para él. ¿El macho ahora la consideraba un ancla?
—Puedo encerrarlo. Puedo mantenerlo a salvo y mantenerlo alejado de ti, —dijo
William. —Es un ganar, ganar.
Un gemido la dejó.
—Adelante. Prueba, —dijo Puck, antes de que ella tuviera la oportunidad de estar
88
—Gillian. —William usó la daga para señalar a Puck. — ¿Quieres que lo encierre?
Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más, las gotas caían por sus mejillas. —
No, —dijo ella. —Lo siento. No lo hago.
Puck soltó un aliento que no sabía que había estado conteniendo.
—Muy bien. Haremos esto a tu manera. —Con una expresión pedregosa, William
dio media vuelta y salió de la casa del árbol.
Otro gemido dejó a Gillian, todo su cuerpo temblaba. — ¿Qué he hecho? —Con un
sollozo desgarrador, ella se tiró en la cama.
El hielo se partió por la mitad, pero se aferró a ambos lados. Él había encontrado la
primera parte de su objetivo, salvar y vincularse con Gillian; el estado de su mente debería
ser la menor de sus preocupaciones.
Entonces, ¿por qué él se sentó a su lado y peinó con sus dedos la suavidad de su
cabello?
Cuando finalmente ella se calmó, se encontró preguntando, — ¿Amas a William?
—Sí, —ella admitió con un resoplido. —Él es mi mejor amigo. O lo era. ¿Qué pasa
si él nunca me perdona?
Él lo hará. La forma en que William la había mirado... probaba que el macho le
perdonaría cualquier cosa. Solo requeriría tiempo. Pero un lado oscuro de Puck no quería
que Gillian fijara sus esperanzas en una reconciliación.
Me necesita. Me quiere. —Seré tu mejor amigo ahora, —le dijo él.
—Si eso es una orden...
¡Sí! —Simplemente una sugerencia.
Su cuerpo se relajó, la tensión escapando de ella por fin. ¿Porque Puck la había
calmado... o porque Indiferencia tenía acceso a ella a través del vínculo?
La idea lo sacudió. ¿Podría el demonio afectarla ahora?
— ¿Soy inmortal? —Preguntó, frotándose las sienes de nuevo, como para evitar un
dolor. — ¿O te hice humano?
—Inmortal. Te lo dije, soy el dominante.
Él continuó peinándole con los dedos su cabello, pronto quedó hipnotizado por la
sensación de seda contra su carne. El contraste de trenzas oscuras contra el bronce de su
piel. La forma en que los mechones revoloteaban sobre la elegante línea de su espalda.
Mi esposa está tumbada en una cama...
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El deseo pasó por su mente, una bola de demolición a lo que quedaba de su frígida
Página
90
Página
Capítulo 12
Él afirmó que quería sentir algo,cualquier cosa. Cuando Gillian pensó en sus
interacciones, su mente ya no se nubló por la enfermedad, ella comenzó a sospechar que él
tal vez, posiblemente... le había mentido, que él realmente no quería sentir. Porque, cada
vez que él se ablandaba un poquito, se retiraba rápidamente detrás de un exterior frío.
¿Por qué mentiría él? Él no tenía otra razón para casarse con ella. Además, como
adolescente fugitiva, ella había recibido un curso acelerado de decepciones; su engaña-
radar hubiera sonado.
¿Pero ella pensó que podría recordarlo sentir que se arrepentía en algún momento?
Sí, quizás. Sin embargo si él lo hubiera sentido antes de vincularse con ella, ¿por qué seguir
con la ceremonia y arriesgar su vida? ¿A menos que él solo quisiera sentir más?
Y, está bien, tal vez él no tenía la culpa de su situación actual. Tal vez todos los
nuevos inmortales pasaban por esto, o su recién roto corazón estaba desatando años de
confusión.
Roto, porque William le exigió que eligiera entre él y el hombre que la había
salvado. ¿Pero cómo podía traicionar a Puck, después de todo lo que él había hecho?
¿Cómo podría ella lastimar a William así? ¿Volvería ella a verlo alguna vez?
¿Qué clase de vida podrían tener ella y Puck en realidad?
Cuando Puck regresó a la casa del árbol, encontró a Gillian en la cama, exactamente
donde la había dejado.
— ¿Sigues llorando? —Le preguntó mientras metía sus pies en un par de botas que
él había confiscado para ella.
—No estoy llorando. Tú estás llorando, —ella respondió, petulante. Manchas rojas
cubrían su cara, y sus ojos estaban hinchados.
Ella lloraba la pérdida de su precioso William.
Puck esperó una punzada de indignación. No sintió nada más que un ligero apretón
en el pecho. Bien. El hielo rodeaba su corazón en capas impenetrables.
Sin duda eran impenetrables.
—Vamos. —Él tiró de ella para levantarla.
— ¿A dónde vamos?
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Ignorando su pregunta, él la condujo fuera de la casa del árbol. Luego, usando sus
dagas, luchó a través del espeso follaje que abarrotaba su camino. Ya había explorado el
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reino, pero solo había encontrado dos puertas. Una conducía a un reino ardiente donde
ciertamente los esperaba la muerte mientras que el otro conducía directamente al paraíso
tropical de William, ninguno de los cuales llevaba a Puck en dirección a Amaranthia.
Ellos regresaron al paraíso tropical. Aunque él esperaba una emboscada, William
nunca apareció.
— ¿A dónde vamos? —Gillian preguntó de nuevo. —Porque me gustaría presentar
una solicitud para Budapest. Yo tengo amigos allí.
—No.
—William mencionó que estás teniendo problemas con Torin. Yo podría interferir
y…
—No estoy teniendo problemas con Torin.
—Bien, excelente. Nosotros podemos…
—No.
—Espera. —Con un bufido, ella ancló sus manos en sus caderas. —Vamos a aclarar
algunas cosas antes de continuar.
—Sí. Hagámoslo. —Él se giró para mirarla a los ojos, y fue golpeado por una súbita
e intensa tempestad de deseo.
¿Cómo? ¿Cómo ella le hacía esto?
—Bueno, —sugirió, como si él fuera el cabecilla de esta conversación. Ella
mantuvo la cabeza en alto, incluso cuando un rubor se apoderó de sus mejillas.
Un rubor tan sexy... ¿Qué tan lejos viajó?
¡Contrólate! No hay necesidad de ser amable, él decidió. Él la había cortejado, y él
había ganado. Ahora él podría ser él mismo.
—Nuestra relación no es una democracia, sino una Puckocracia. Te salvé la vida,
muchacha. A partir de ahora, hablo y tú escuchas. Yo mando, y tú obedeces. ¿Entiendes?
Ella comenzó a retroceder, solo para pararse y cuadrar los hombros. —Por tu lógica,
debes escuchar cuando yo hablo y obedecer cuando yo ordeno. Yo también te salvé la vida.
¿Oh en serio? —Explica.
—En su ira, William te habría encarcelado.
—Incorrecto. En el peor de los casos, él me habría gritado. —El leve brillo de
orgullo lo obligó a agregar—, Además, he derrotado a oponentes más fuertes que William
El Oscuro.
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Ella pasó su lengua por sus dientes, la imagen de la terquedad femenina, y hermosa
Página
Puck marchó afuera pero evitó acercarse a Gillian. Si percibiera su olorcillo a bayas
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de amapola, quizás no reuniera la voluntad de dejarla, y él tenía que dejarla para atender sus
deseos y necesidades.
—De vuelta con treinta y tres segundos de sobra, —ella le dijo con una sonrisa de
alivio.
Esa sonrisa...
Su eje palpitó de deseo e Indiferencia... ¡allí! El demonio revoloteó por su mente,
arañando y cortando, pero con mucha menos fuerza que de costumbre.
¿Dónde has estado, demonio?
Por supuesto, no hubo respuesta, solo un gruñido apagado.
—Quédate aquí afuera, —le dijo Puck a Gillian. —No vayas dentro de la cueva sin
mí, solo en caso de que su dueño regrese. —Si ella estuviera arrinconada... Si las paredes
rocosas le impidieran oírla gritar pidiendo ayuda... —Voy a atrapar nuestra comida. —Él
terminó un poco demasiado duro.
— ¿Qué? No. —Ella se enderezó, el frío la volvía torpe, y trató de alcanzarlo. Justo
antes del contacto, ella frunció el ceño a su mano, como si la cosa maldita se hubiera
atrevido a actuar en contra de su voluntad. Bajando los brazos a su lado, ella dijo, —No
quiero estar sola. Por favor. Quédate aquí conmigo.
Permanece despreocupado. —Solo será a un grito.
Mientras ella lo miraba con los ojos abiertos, regalándolo con la visión de todas las
llamas que aún esperaban dentro de ella, lista para prender fuego y quemarse, comenzó a
comprender el dilema de William. Cómo el guerrero la había dejado atrás en un intento de
proporcionarle algo mejor.
—A un grito de distancia, —ella se hizo eco. —Guau. Esto es taaan reconfortante.
Muchas gracias.
—No te preocupes. Si te atacan y te lastiman, sanarás. Eres inmortal ahora,
¿recuerdas? Y estamos unidos, tu vida está ligada a la mía. Si mueres, muero. ¿Sabes lo que
eso significa?
—No, —ella susurró.
—Que no te dejaría si pensara que algo catastrófico podría sucederte.
Sus palabras, destinadas a consolarla, solo la irritaban. Toda amarga y vinagrosa,
ella dijo, — ¿Hay algo más que deba saber? Como, ¿va a crecerme un pene ahora que
estamos compartiendo una vida?
Él no quería admirar su espíritu ni disfrutar cómo ella podía ser suave y enérgica.
No, él no lo hacía. —El único pene con el que tendrás que lidiar es el mío. —Y la
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conversación actual lo tenía agonizante, arrasando aún más al demonio. —No estoy seguro
de qué otras ramificaciones enfrentaremos.
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Gillian?
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Ella pisó fuerte, diciendo, —Tú eres mi... mi esposo. Me alimentarás con frutas y
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verduras. Es tu deber.
Enfréntala. Termina con esto. Mira.
Lentamente él se volvió. Cuando su mirada encontró a Gillian, el aire en sus
pulmones se evaporó y su tatuaje de mariposa trepó a su espalda baja. Indignación había
enrojecido sus mejillas, y los ojos llenos de alma le suplicaban, sálvame de mis problemas.
¡No! No habría salvación. A partir de ahora, él la mantendría a distancia. —No me
importa mucho, muchacha, pero vivo según ciertas reglas. Tengo que. Las reglas me
mantienen vivo a pesar de mi aflicción. Mantengo vivas a las personas que me rodean.
Ella se pasó la lengua por los labios, y aunque se ordenó a él mismo apartar la
mirada—mirar a otro lado—él siguió el movimiento de su lengua, ganando más protestas
de Indiferencia.
¡Suficiente! — ¿La regla que necesitas memorizar? —él continuó, su tono más
severo. —Come tres comidas al día. —Para que ella no pensara que él atendería a todos sus
caprichos, agregó—, Además, trabajarás o te morirás de hambre. —Declaraciones
contradictorias. O tal vez no. Tres comidas al día, tres comidas para las que trabajaría.
—Te lo dije, soy vegetariana. No me importa trabajar por mi comida, siempre y
cuando sea comida que pueda comer.
Él entrecerró sus ojos. —Tú puedes comer la comida que yo proporciono,
simplemente, tú prefieres no hacerlo. Lo que tú no entiendes es esto. No tiene que gustarte
las tareas que te doy, pero igual tienes que hacerlas. No tiene que gustarte la comida que te
doy, pero igual tienes que comerla.
Subió su barbilla. —Preferiría morirme de hambre.
Él ofreció su sonrisa más cruel, un simple giro de sus labios. —Eso ya no es una
opción para ti.
—Pero…
—Harás lo que te digan, o sufrirás.
El miedo latió de ella, y sus dientes comenzaron a castañetear. — ¿Me lastimarías?
—Sí. —Siempre haría lo que debía para obtener lo que necesitaba.
Ella se tambaleó hacia atrás, como si ella hubiera sido empujada. —Yo te odiare.
Cuando Indiferencia se hizo más fuerte, el cuchillo invisible regresó, retorciéndose
en las entrañas de Puck una vez más. —Como probablemente ya hayas descubierto, no me
molestará en lo más mínimo.
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Diferentes emociones jugaban en sus ojos, miedo dando paso a la ira, ira dando paso
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a la incredulidad. Ella levantó su barbilla en otra muesca. —Está bien, hemos terminado.
Quiero ir a casa.
La negación gritó dentro de su cabeza. —Yo soy tu hogar. —Por ahora.
—Quiero ir a mi antiguo hogar.
—No. Vivirás en mi reino.
Tan blanca como la niebla de la mañana, ella grazno, —Bien. Esta noche juntaré
ramitas y buscaré bayas...
—Las ramitas son para fuego, y no hay bayas en este reino.
— ¿Qué comen los conejos, entonces?
—No son conejos, muchacha.
Después de absorber sus palabras, ella presionó sus manos contra su torso, como si
temiera perder su última comida, fuera lo que fuese. —Tu situación ha cambiado. ¿No
deberías cambiar tus reglas también?
Su punto... tenía mérito. Además, obligarla a comer carne—y ganarse su odio—
podría retrasar su viaje a casa. Ella podría luchar contra él en cada paso del camino. Pero la
falta de alimento también podría ralentizarlos.
Un compromiso podría salvarlo de un montón de problemas.
Muy bien. Puck agitó sus dedos, haciéndole señas. Aunque arrastró los pies,
obedeció al llamado sin protestar. Y, cuando palmeó la repisa de piedra, se sentó sin vacilar
y cruzó las piernas.
Silencioso, con movimientos lentos y cuidadosos, le quitó las botas y los calcetines.
La visión de sus dedos delicados, con sus uñas pintadas de azul bebé, envió a su corazón
latiendo con fuerza contra sus costillas. La tentación hizo señas... y se derrumbó, trazando
con la yema del dedo los dulces y pequeños dedos. Indiferencia rugió.
Al primer roce de piel contra piel, Gillian se estremeció.
Maldiciendo a los machos que la habían traído hasta este punto, sumergió sus pies
descalzos en el agua caliente y burbujeante, y ella jadeó, ¿Tal vez nosotros podríamos
negociar? Si me encuentras algo de comer... además de animales... Haré todo lo posible
para hacerte sentir una emoción, como la felicidad o incluso la tristeza. Es por eso que te
uniste a mí, después de todo. Así que yo te ayudaría a sentir algo, cualquier cosa.
Sus mentiras volvían a atormentarlo. Él quería ser un proyecto para ella, por lo que
tendría una razón para pasar tiempo con él. Si ella constantemente trataba de hacerlo feliz...
Él se debilitaría. Tal vez. Tal vez no.
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mucho. Fingir que él no había sentido nada, por lo que ella continuaría intentando, lo haría
un mentiroso.
¿Así que? Él había sido mucho peor.
Él debería decirle la verdad y prometer castigarla si ella intentaba hacerle sentir
algo. Excepto...
A pesar del peligro, le gustaba la idea de que Gillian hiciera todo lo que estuviera a
su alcance para hacerlo sentir... satisfecho. Sí. Eso.
Daría cualquier cosa—excepto su misión—para ser “seducido” por su esposa.
Primero, tendría que inclinarla en esa dirección.
—Harás lo mejor que puedas para hacerme sentir, de todos modos, —él dijo. Este
villano-pretendiendo-ser-un héroe-de una-novela-de romance, haría que su heroína
trabaje para ello. —Negociación o no.
Presumiendo ahora, ella le arrojó gotas de agua. — ¿Es eso algo que me puedes
obligar a hacer?
—No, —él dijo, e hizo un ceño fruncido con la intención de intimidarla. Ella pensó
que lo tenía por las pelotas.
Pronto, pequeña esposa. Pronto.
—Entonces, un trato es la única forma de garantizar mi cooperación. Entonces, si
quieres que te haga sentir algo, me alimentarás con algo que no sea carne. ¡Oh! Y aceptarás
llevarme a casa después de que tengas éxito. Y no lastimarás a William. O Torin. Nunca.
Casi chasqueó, No digas los nombres de otros hombres.
Tieso ahora, él separó las piernas de ella y se interpuso entre ellas. Rápido como un
rayo, ella colocó sus manos sobre su pecho para alejarlo. Simplemente aplanó la suya
encima de ella y se quedó quieto.
Anhelaba aliviar sus temores de intimidad, pronto, él se recordó a sí mismo.
— ¿Cómo me harás sentir una emoción? —Le preguntó. Una emoción que nunca
admitiría sentir, obligándola a seguir intentándolo.
—Y-yo... te contaré chistes, —dijo. —O historias tristes.
Con una mirada caliente sobre ella, él dijo, —Otros han tratado de divertirme o
hacerme sentir triste y fracasaron. —Verdad. Una vez, Cameron había estado determinado
a forzar algún tipo de reacción de él. El intento no terminó bien para el guardián de
Obsesión, que sufrió el castigo cada vez que no completaba una “misión”.
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Página
Capítulo 13
3° día de matrimonio
—Es una verdad universalmente reconocida que una chica casada en posesión de
una daga eventualmente apuñalaría a su marido, —murmuró Gillian, apresurándose para
mantenerse al ritmo de Puck.
No hace mucho tiempo, habían entrado en un nuevo reino. Una selva húmeda de
rocío con pantanos anegados y una espesa maleza de vegetación, todo unido por un espeso
dosel de follaje sobre su cabeza. Aunque bonito, el terreno resultó hostil. El fuego estallaba
a lo largo de cada masa de agua, picos salían de los troncos de los árboles cada vez que se
acercaba y las hojas se cerraban con colmillos reales.
Cada criatura que encontraba resultaba ser una mezcla de dos tipos de vida silvestre:
un gorila con la mitad inferior de una araña; una serpiente con patas traseras; moscas del
tamaño de una palma con aguijones de escorpión.
Ni una sola vez Gillian había gritado con sorpresa o miedo. Un verdadero milagro.
Incluso había logrado mantenerse al ritmo de Puck sin quejarse, jadeando y resoplando. ¿La
única ventaja? El olor a humo de turba y lavanda permaneció fuerte en su nariz.
Ah, y ella ya no tenía hambre. En algún momento, él le había dado una deliciosa
comida de bayas y plantas. Buen hombre… mal hombre… El jurado todavía estaba
deliberando.
103
Cada vez que pensaba en William, ella los empujaba atrás con una fría
determinación que nunca antes había poseído. La tristeza solo la retrasaría. Y si alguna vez
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la tristeza resultaba ser más fuerte que su determinación, se centraba en Puck; cautela
mezclada con fascinación, eclipsando todo lo demás.
Él no llevaba camisa, su fuerza en una exhibición espectacular. Un tatuaje de
mariposa aparecería en su espalda solo para desaparecer, luego reaparecía en otro lugar.
Una vez, cuando giró para evitar una rama en el rostro, vio la mariposa en su pecho. A
veces, incluso cambiaba de color.
Cada Señor del Inframundo llevaba una marca similar. O más bien, todos los
inmortales poseídos por demonios lo hacían. Gillian nunca lo había encontrado sexy.
Todavía no lo hago. De ninguna manera, imposible. Excepto...
No puedo dejar de mirar, mi boca haciéndose agua.
Al menos ese extraño rugido había dejado de estallar por su cabeza.
Otra imagen adornaba el pecho de Puck: un racimo de flores entrelazadas alrededor
de un pavo real azul con un pico largo y dos círculos por pies. Uno de esos círculos
serpenteaba alrededor de su pezón mientras que el otro descansaba en el centro de su
esternón. Los exquisitos detalles hacían que el pájaro pareciera listo para volar fuera de su
piel.
Había reemplazado su andrajoso taparrabos con un par de pantalones que había
hecho usando el forro interior de los abrigos que habían encontrado en el infierno de hielo.
Bastante ingenioso, su Puck. Y de alguna manera más hermoso con cada hora que pasaba.
¿Qué tan duros eran esos cuernos? ¿Era su piel oscura tan fría como su actitud, o tan
caliente como el fuego? ¿Qué tan suave era la piel en sus piernas?
¿Cómo se vería si alguna vez le importara algo, cualquier cosa? ¿Si alguna vez se
preocupara por ella?
Ella se estremeció y tembló al mismo tiempo, simultáneamente intrigada y
consternada.
De acuerdo. Suficiente de andar por la luna. Era hora de hacerlo reír. Tan pronto
como tuviera éxito, tendría que llevarla a su casa. Ellos tenían un trato. Y ella tenía, ¿qué?
¿Unos días para hacer esto? ¿Tal vez una semana? Si llegaban a su reino de origen primero,
ella fracasaría. Si ella fallaba…
Esperaba que Gillian “intentara” seducirlo.
La humedad en su boca se secó. ¿Podría intentarlo? El sexo todavía encabezaba su
lista de nunca jamás. Nunca lo reconozcas, nunca lo consideres Afróntalo, ella llevaba un
104
ella, sus manos vagando por las curvas de su cuerpo. ¿Por qué le había gustado?
Al despertar, había encontrado sus pezones duros, y su núcleo caliente, húmedo y
dolorido.
El enlace debía ser responsable. Y está bien, está bien, tal vez incluso el mismo
Puck. Él había dormido detrás de ella, su fuerte brazo envolviéndola, ofreciéndole calor. La
piel de sus piernas había sido suave, muy suave; no se había quejado cuando ella se frotó
contra él. Mejor aún, no había hecho ningún pase hacia ella.
¡Pero vamos! Una extraña noche no podía superar una vida de miedo. Tenía que
hacer reír o llorar al hombre. ¡Alguna cosa!
— ¿Están estos otros reinos que estamos visitando conectados a la Tierra o, son
como parte, de otra galaxia? —Preguntó.
—Ambos. —No ofreció nada más.
El silencio que siguió raspó sus nervios en carne viva. ¿Cómo podría ser tan frío
ahora? Durante su baño, él había ardido, dándole una mirada que decía te haré cosas
perversas y pedirás más.
En ese momento, ella no había estado preparada y se había asustado. Ahora, ella
quería ver esa mirada de nuevo. Él solo… había estado tan distante con ella.
Él apartó una rama de su camino. Cuando una hoja intentó morder su muñeca, el
follaje crujió con su poderoso puño.
Gillian observó, su fascinación por Puck se hizo más profunda. Él era más seguro y
dominante que… cualquier persona. Nada lo asustaba. Ningún desafío resultaba ser
demasiado difícil.
Durante demasiado tiempo, había tenido nula autoestima e igual habilidades. Había
sobrevivido a las mezquinas calles de Los Ángeles y Nueva York con solo su ingenio y
valentía.
Creo que se está convirtiendo en mi modelo a seguir.
En muchos sentidos, él le recordaba a William. Él era intrépido, testarudo y feroz.
En otras formas, los dos eran tan diferentes como la noche y el día. William bromeaba.
Puck aún no dominaba la habilidad. William amaba a mujeres de todos los tamaños, formas
y colores. Puck parecía no notar a nadie más que a Gillian. William la trataba como si fuera
cristal. Puck la amenazaba tan fácilmente como respiraba.
Esta mañana había dicho: —Nueva regla. Harás lo que yo diga, cuando te diga, sin
dudarlo, o te pondré las manos encima y te obligaré a hacerlo.
105
Había querido huir, pero se había obligado a quedarse y decir: —¿Mi nueva regla?
Te apuñalo en el estómago cada vez que me pongas las manos encima. —Palabras
Página
fruncir el ceño sobre su hombro, no dio ninguna reacción externa. — ¿Qué estás haciendo,
muchacha?
Página
7El nombre del hermano de Puck es Sin y en español significa Pecado, es por ello que Gilly le hace
esa pregunta.
— ¿Quieres sentir, recuerdas? Y, según el profesor Puck antes de intentar cambiar
el tono, una emoción es tan buena como cualquier otra.
Otra mirada sobre su hombro reveló un ceño fruncido.
Nota mental: el sujeto no responde a bufonadas o subtexto.
De regreso a la tristeza. —Esta no es la vida que imaginaba para mí, ¿sabes? —Ella
fingió sorber. —Mi mejor amigo me desprecia… —De acuerdo, no tuvo que forzar el
siguiente sorbo. ¿William todavía estaba enojado con ella? ¿O había vuelto a sus sentidos?
—…y estoy siendo llevada a un nuevo hogar. ¡Un nuevo mundo del que no sé nada! La
única persona con la que estoy familiarizado es un hombre del que no sé nada.
—Esta vida es mejor. Piénsalo. Ahora eres Gillian Shaw, aventurera.
Sí. Sí, lo era. Y ella…
Espera. Retrocede solo un poco. Cuando los Señores del Inframundo se casaron con
sus novias, dichas novias inmediatamente adquirieron un nuevo apellido: Lord. Entonces,
habiendo dicho “Sí, quiero”, o lo que sea que Gillian había repetido durante su improvisada
ceremonia, ahora ella era… ¿Gillian Lord? Puck estaba poseído, entonces, en teoría, él
también era un Señor del Inframundo.
¡Mierda! ¿Quién era ella?
—No te ofendas, pero…. ¿a quién estoy engañando? Nunca te ofendes ¿Cuál es tu
nombre completo? —Preguntó ella.
—Púkinn Neale Brion Connacht el Cuarto. —Su acento, aunque leve, hacía que
cada sílaba pareciera una canción lírica.
—Supongo que eso me convierte en Gillian Elizabeth Shaw-Connacht. Primera de
su casa. Hija sin padres. Inmortal. Esposa de Puck. Amiga de los Señores del Inframundo.
Pronto defensora de los inocentes. Portadora de sonrisas. Ex campeona del mundo
angustiado.
De nuevo, ninguna reacción de él.
—Mi chispeante ingenio se desperdicia en ti. —Maravilloso.
—Púkinn es un nombre familiar, —continuó, como si ella no hubiera hablado. —El
nombre de cada primogénito desde la coronación del primer rey de Connacht.
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Un sonido seseante sonó. Un segundo después, una cosa reptil se lanzó desde los
árboles. Objetivo: la cara de Gillian. Puck extendió la mano sin dificultad a su paso,
atrapando al pequeño cabrón y lo tiró como una pelota de béisbol.
Después de tragar un grito de sorpresa, ella luchó por unir sus pensamientos. Le
debía una respuesta a Puck. Mentir no era una opción. Despreciaba las mentiras—el
lenguaje de sus estereotipados horrorastros. Pero tampoco había forma de que admitiera la
verdad. Él podría considerarlo una invitación.
—Soñé con… una imposibilidad, —dijo. Antes de que él tuviera la oportunidad de
responder, ella centró su atención en él. —Utilizaste el tiempo pasado con tu familia,
personas y ejército. ¿Qué pasó?
—Hace tiempo que no estoy en casa. —Los músculos de sus hombros se juntaron
mientras señalaba la distancia. —Otra puerta está adelante. Este lleva a Amaranthia, el
reino de todos los reinos, y el hogar más grande en la historia de los hogares. O lo será,
pronto.
—Espera. ¿Ya estamos al final de nuestro viaje? —Su mirada pasó junto a él,
buscando, buscando pero sin encontrar una sola entrada. —Pero… pensé que nos tomaría
días o semanas. —Tan pronto como pasaron la puerta, los términos de su trato cambiaron.
Y no, ella no estaba emocionada.
—Hay algunas cosas que debes saber, —dijo. —Amaranthia tiene largos tramos de
arena del desierto, oasis ocasionales, solo tres grandes cuerpos de agua, magia y guerras
interminables.
— ¿Magia? —Como, ¿Abracadabra?
—El tiempo utiliza un reloj diferente allí, —continuó, ignorando su pregunta. —
Cien años en Amaranthia pueden ser minutos, horas, días o semanas en el reino de los
mortales. El reloj acelera o desacelera según la temporada.
¿Estaba bromeando? Tenía que estar bromeando.
La tensión crepitó sobre cada pulgada de su cuerpo. — ¿Cuándo cumpla ciento
dieciocho años, mis amigos podrían haber vivido solo un par de horas o días?
—Exactamente, —dijo asintiendo. —He vivido miles de años moviéndome entre
reinos. No sabrás la diferencia.
—Pero ellos lo harán. —Ella clavó sus talones, diciendo: —No iré a tu reino.
Llévame a Budapest. O a cualquier lugar, mientras permanezca en la Tierra.
Él la arrastró, aumentando su ritmo. —Sé agradecida. Amaranthia no es un reino
109
pulmones se fusionaron.
Puntos rojos parpadearon a través de su línea de visión, dándole una visión de túnel.
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destruyendo mi hogar, lastimando a mi gente, y debe ser detenido. Salvaré las tierras y los
clanes, y me vengaré del daño que me hicieron. Según los Oráculos, mi única esperanza de
éxito era encontrar a William El Oscuro y casarme con su mujer.
¿Oráculos? Y ah, qué casualidad él hablaba de la fatalidad de Gillian.
—Merezco llevar la corona—, agregó él. —Merezco venganza. Y seré bueno con
mi gente. Solo necesito la ayuda de William.
—Eres despreciable, —escupió.
—Lo sé. Pero al menos todavía estás viva. Te salvé de una muerte segura, algo que
tu precioso William no estaba dispuesto a hacer.
—Gracias por el recordatorio, hombre cabra. Pero, ¿con qué fin? —Espetó ella. —A
veces la muerte es preferible a la vida. —Sus horrorastros le habían enseñado esa lección
muy bien. —William es inteligente. Él sabrá mejor que confiar en ti.
Puck alzó sus anchos hombros en un encogimiento— ¡un encogimiento de
hombros!—y no ofreció ninguna garantía de lo contrario.
Ella tenía que escapar de él, tenía que advertir a William.
Gillian simuló a la izquierda y se lanzó a la derecha, pero solo hizo cuatro pasos
antes de que Puck la atrapara.
—Prepárate, —dijo. —Entramos a Amaranthia en cinco, cuatro, tres, dos…
Intentó liberarse, pero él apretó su agarre.
Entre un parpadeo y el siguiente, todo cambió. El calor húmedo del bosque lluvioso
se transformó en los fríos vientos del desierto, granos de arena cayendo sobre su piel. La
caída en la temperatura sorprendió a su sistema y momentáneamente la dejó inmóvil.
Dos dorados soles brillaban desde un cielo rojo púrpura. No había casas que ella
pudiera ver. Ningún animal, cuerpo de agua o personas.
¡Escapa. Ahora! Ella giró, empujó a Puck fuera del camino y se disparó por la
puerta invisible por la que acababan de salir…
Nop. Ella comió arena.
— ¿Dónde está la puerta? —Ella gritó. ¿Dónde se había ido?
Puck miró hacia el cielo de colores extraños, con los brazos extendidos y las piernas
separadas. Ante sus ojos, él se transformó, los cuernos desaparecieron, y la piel de sus
piernas rápidamente lo siguió. Sus pómulos, una vez lo suficientemente afilados como para
cortar vidrio, se ablandaron un poco. Sus garras se retrajeron, y las botas y las pesuñas se
convirtieron en niebla, revelando pies humanos.
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Él cerró los ojos, inhaló… exhaló… como saboreando el momento. Otro engaño,
sin duda. Este horrible macho no saboreaba nada.
— ¿Cómo es esto posible? —Exigió ella.
—Un derecho de nacimiento y magia. Pero no ha sucedido en tanto tiempo… pensé
que la habilidad se había ido para siempre.
De ninguna manera, no había forma que la magia controlara su apariencia.
¡Absolutamente imposible! Excepto que acababa de pasar de la bestia a la elegancia en
menos de un parpadeo. La negación era una tontería. La magia realmente existía y no solo
la variedad de Abracadabra.
Un día, demasiadas cosas fantásticas pasarían y su mente se rompería.
Un derecho de nacimiento, había dicho. — ¿Entonces no tenías cuernos y pezuñas
cuando eras niño? —preguntó ella.
—No hasta mi posesión.
— ¿Puedes usar la magia para transformarte en otras formas también? —Preguntó
ella, queriendo—necesitando—conocer las profundidades de su poder.
—Una vez, pero no más. —Tan rápido como Puck se había transformado en un
hombre normal, regresó a su forma bestial.
— ¿Por qué no te mantienes normal, entonces?
Un músculo saltó debajo de su ojo. — ¿Crees que no quiero? —Él tomó su mano
y…
Ella jadeó. Su piel—callosa y cálida—brillaba. Hermosos y arrolladores símbolos
se extendían desde la punta de sus dedos hasta sus muñecas. Recordándole a las marcas de
henna, excepto que joyas reales parecían brillar bajo la superficie de su piel.
Mientras pisoteaba hacia adelante, arrastrándola, le preguntó: —¿Cómo se iluminan
tus manos como un árbol de Navidad?
— ¿De qué otra forma? Magia, —repitió.
¿Magia que podría usar contra ella?
Gillian consideró sus opciones. Podría tratar de correr—otra vez—pero ¿cómo
podría esperar evadirlo? No tenía idea de dónde estaba o qué peligros la aguardaban. O
cuántos otros guerreros usaban magia. Podía quedarse con Puck y esperar su momento,
pero el reloj oficialmente había comenzado. Horas o días para William ahora equivalían a
cien años para ella.
113
Su amigo estaba perdido para siempre, ¿no era así, a pesar de lo que Puck había
dicho?
Página
Las lágrimas se derramaron de sus ojos, dejando pistas calientes mientras corrían
por sus mejillas. —Si te vas por unos días, pasarán cientos de años para mí. Cambiaré, pero
tú no lo harás. William no lo hará, —croó ella. El tiempo siempre dejaba algún tipo de
marca. —Él podría ya no quererme. — ¿A quién estaba engañando? Él no la quería ahora.
Él se había lavado las manos de ella.
Los músculos en la mano de Puck se apretaron y aflojaron. —Cambiada o no, él te
querrá. Ningún hombre puede mirarte y no desearte.
—Tú no lo haces. Planeas felizmente, ansiosamente dejarme ir. — ¿Me estoy
quejando?
—Te dejaré ir, sí. Un día, incluso volveré a casarme. Mi padre anunció mi
compromiso con la princesa Alannah de Daingean el mismo día en que mi hermano me
traicionó. La reclamaré y abriré un establo.
Su respiración silbo por su nariz. — ¿Y si ella ya está casada para entonces? ¿Y
qué es un establo?
—Mataré a su marido. —Su tono se mantuvo casual, despreocupado. —Tu
llamarías a un establo, un harén.
No, ella lo llamaría una pesadilla. ¿Este es el hombre al que le prometí mi
eternidad? —Estoy segura de que ustedes dos y su harén vivirán felices para siempre, —
espetó ella.
Dos hombres surgieron de sus escondites en la arena, y Gillian retrocedió,
sorprendida. Puck no tuvo reacción alguna. Por supuesto.
Mientras las dagas brillaban en las manos de cada asaltante, el miedo subió por su
espina dorsal. —¡Corre!
En silencio, Puck tiró de ella a su lado.
Con un grito de guerra, los hombres se precipitaron hacia adelante. Para crédito de
Puck, él no la puso en su camino para frenarlos. En vez de eso, la empujó al suelo y se giró,
su largo cabello cayendo hacia afuera, las navajas cortaron los ojos de sus posibles
atacantes. Mientras la pareja gritaba, desenvainó una daga y cortó sus gargantas.
Ambos hombres colapsaron frente a ella, la sangre manaba de heridas abiertas. Una
extraña niebla negra se levantó de los cuerpos y envolvió a Puck. Cerró los ojos, inhalando
bruscamente, y la niebla desapareció, dentro de él.
Horrorizada, Gillian observó mientras limpiaba casualmente sus navajas en la
camisa de un hombre muerto.
114
¿Qué he hecho?
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Capítulo 14
ellos, habían experimentado culpa, envidia, tristeza, esperanza. Deseo. Tanto deseo. Furia.
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Oh, si Gillian se hubiera entregado con furia. Ella volvería a la vida. Una guerrera
lista para ser entrenada para la batalla. Salvajemente valiente.
Puck había visto potencial… y solo había querido más.
Cada vez que olía las bayas de amapolas—una fragancia innata en ella—él quería
probarla. Cada vez que ella hablaba, él había deseado quedársela para siempre.
No puedes quedártela. Debes dejarla ir.
Pero ahora, ella es mía.
No, no. Suficiente de eso. Era mejor mantener tanta distancia como fuera posible,
antes de que ella cavara más profundo debajo de su piel. Y ella había cavado bajo su piel.
Pero a pesar de todo, había permanecido fuerte y feroz, sin debilitarse nunca.
Se preguntó si también había compartido sus emociones ocultas con Gillian. Se
sentía más en control de todo excepto del deseo, y su estado de ánimo seguía cambiando…
Tal vez, tal vez no. Pero de cualquier manera, su aversión hacia él era
completamente suya.
Él podría conquistarla. ¿Y si pudiera quedarse con ella? ¿Qué habían dicho los
Oráculos sobre William, exactamente?
Cásate con la chica que pertenece a William El Oscuro… ella es la clave…
Trae a tu esposa a nuestras tierras y guía al Oscuro aquí después. Solo el hombre
que vivirá o morirá por la chica tiene el poder de destronar a Sin el Demente.
Solo entonces tendrás todo lo que desees.
Pero no te olvides de las tijeras de Ananke, porque son necesarias…
No hay otra forma.
Puck no viviría ni moriría por ella. ¿Mi reino por mi esposa? ¡No! Pero William
tampoco viviría ni moriría por ella; él habría dejado que el morte ad vitam la matara. Y al
final, la había dejado ir sin luchar. Pero las acciones de Puck probablemente causaron un
cambio… ¿verdad? Por ahora, William tenía que entender el tesoro que había perdido. Él
viviría o moriría por Gillian. Él pelearía por ella.
Las manos de Puck se convirtieron en puños. Si William resultara muerto
inmediatamente después de que Sin perdiera la corona de Connacht, Puck podría tener su
clan, su reino, y mantener a la mujer… y lanzar a toda Amaranthia a una guerra con Hades.
Y la Reina Roja. Y los Señores del Inframundo. Y a la misma Gillian. Ella nunca lo
perdonaría.
116
—Solo… déjame ir. —Ahora sonaba abatida. —Esto no va a terminar bien para ti.
Puck se detuvo, se volvió y la miró fijamente, solo para que sus pensamientos se
Página
descarrilaran.
Asombrosa. Maravillosa. Exquisita.
Tentadora. Excitante.
Mía.
Nunca mía.
Ella usaba su inmortalidad bien.
Más temprano, él había robado ropa limpia para ella. Mientras el viento soplaba, el
vestido blanco vaporoso se adhirió a un lado de su curvilíneo cuerpo. Alrededor de su
delicado rostro bailaban largos mechones de cabello; mientras los rayos del sol la
acariciaban, los mechones brillaban con diferentes tonos de marrón: arce, ámbar y canela.
Un toque, y él…
Debes enfocarte. —William podría ser capaz de superar a Sin, pero tu hombre
nunca me superará. Soy insuperable. —Puck se inclinó, dejando que la punta de su nariz
rozara la de ella. —Tal vez pienses un poco en lo peor de mí porque, hasta ahora, sólo has
visto lo mejor de mí. ¿Te gustaría probar las cosas terribles que puedo hacer?
Ella palideció pero encontró la fuerza para mantenerse firme. —Adelante.
Muéstrame lo peor de ti, entonces. Haz que te odie.
Él arqueó una ceja. — ¿No lo haces ya?
—Todavía no, pero estoy cerca.
Si lo odiaba, separarse de ella sería más fácil.
Muy bien. Puck titubeó una fracción de segundo antes de invocar una nueva capa de
hielo, diferentes emociones desaparecieron de su conciencia. Primero esperanza, luego
cualquier apariencia de ternura. Finalmente, deseo.
Despiadado, él levantó su brazo y extendió su dedo índice. Mejor que Gillian
aprendiera cómo serían las cosas entre ellos. Amenaza su victoria de cualquier manera y
sufre las consecuencias.
—Oh no. No el dedo, —dijo ella, su tono tan seco como las dunas de arena.
Con su mano libre, él hizo un puño alrededor de su dedo y rompió el hueso como
una ramita.
Gillian gritó y se llevó la mano herida al pecho. Sus rodillas se doblaron, y cayó, la
agonía retorciendo sus facciones, cada aliento ahora trabajoso.
Sin embargo, después de algunos minutos de dolor, la herida se curó, gracias a la
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Andando alrededor de Puck, haciendo todo lo posible para ignorar los gruñidos
demoníacos en el fondo de su mente, Gillian luchó por mantener la compostura. Dentro de
una hora, su marido—¡aborrecía esa palabra!—abandonaría el reino y la dejaría atrás.
Encontraría a William y haría algún tipo de negociación. Tal vez. Si William sentía ganas
de negociar.
Si no, Puck intentaría hacer que William sintiera ganas de negociar. ¡Hombre
despiadado!
Él esperaba que William fuera a la guerra con su hermano, Sin. Si Puck no podía
derrotarlo, ¿cómo podría William? Su amigo saldría herido.
De alguna manera, ella tenía que seguir a Puck fuera de Amaranthia, sin ser
atrapada, y advertirle a William.
—Cuéntame más sobre el reino, —dijo. Cuanto más ella supiera, mejor. —Y sobre
la magia.
Para su sorpresa, Puck obedeció. —Nuestros antepasados afirman que tres Oráculos
crearon Amaranthia como un refugio seguro para los poseedores de magia.
—Incluso los refugios seguros pueden convertirse en una zona de guerra, ¿eh?
Él se encogió de hombros. —Mata a un hombre, adquiere su magia. Durante siglos,
los clanes han sido asesinados, solo para que su magia pueda ser robada. La codicia
gobierna demasiados corazones.
Para adquirir magia propia, ¿tendría que cometer un asesinato? Ugh.
Llegaron a otra duna de arena, aparecieron dos hombres y tres camellos. ¡Tenía que
ser su viaje al campamento! Ella aceleró el ritmo. Excepto, cuando se detuvo frente a los
animales, jadeó.
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Los animales eran una especie de cruce entre camello, rinoceronte y algo más allá
de horrible y completamente aterrador, con una hilera de cuernos que iban desde la frente, a
lo largo de la parte posterior de su cráneo, hasta la nuca. También tenía una bocanada de
Página
dientes de sable y una mezcla de piel y escamas, en capas de tonos de blanco y negro, como
una cebra.
A una de las criaturas le desagrado a la vista, la que se suponía que debía montar.
La rechazó la primera vez que Puck la sentó. Escupiendo arena, Gillian se puso de pie.
—Deja de jugar, —ordenó él. Toda gracia líquida y seguridad masculina, se instaló
sobre la espalda de la criatura y le tendió la mano.
¿Muy cerca de Puck el Mentiroso mientras se acomodaba en una cosa monstruo-
dinosaurio? Bienvenida a mi pesadilla. Pero a pesar de que ella prefería huir gritando,
aceptó su ayuda sin protestar. ¿Por qué luchar contra lo inevitable?
Él la levantó con facilidad, su bíceps apenas se flexionó, y ella se negó, se negó
rotundamente, a quedar impresionada. Esperaba montar detrás de él. Las mujeres de Un-
hombre-que-corrían-por-su-vida, que cocinaban, limpiaban y cosían claramente tenían su
lugar, después de todo. Pero Puck la colocó frente a él, sorprendiéndola.
— ¿Qué es esto? —Refunfuñó.
—Una quimera. —Un brazo musculoso y bronceado envolvió su cintura para evitar
otra caída, ella se tensó. Si él pillaba una sensación…
Ella podría derretirse. Su cuerpo ya estaba hormigueando, calentándose. ¡Pero
entonces ella estallaría en furia! Absolutamente. Probablemente.
Ella no podía, no desearía a este hombre. De ninguna manera, no había cómo.
Mientras su otro brazo se estiraba hacia adelante, se preparó para la batalla… pero
sus dedos la rodearon completamente para enredarse en la crin de la criatura, enviando a la
quimera al galope.
Un chillido de sorpresa abrió sus labios cuando su entorno se volvió borroso. Se
aferró al brazo de Puck, bastante segura de que sus uñas estaban cortando piel y músculos.
Una necesidad así como un placer sádico, a pesar del aguijón en su propio brazo.
Viajaron a gran velocidad y llegaron al campamento solo unos minutos después.
Puck saltó hacia abajo, la levantó y la puso de pie. La náusea se revolvió en su estómago.
Mareada, ella se balanceó… cayendo.
El imbécil de su marido temporal observó, una vez más, ni siquiera tratando de
ayudarla.
Anímate. Él se está yendo, y tú lo estarás siguiendo. Lo vencerás en su propio
juego.
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8'Winter is coming' es el lema de los Stark en la serie Juego de Tronos de novelas Canción de hielo
y fuego del escritor George R. R. Martin y hace alusión a su hermana Winter la guardiana de
Egoísmo.
—Este es Cameron, guardián de Obsesión, y su hermana, Winter, guardiana de
Egoísmo, —dijo Puck. —Los amigos de los que te hablé. Mis únicos amigos Cameron,
Winter, esta es mi… esposa.
Gillian tragó saliva. Obsesión y Egoísmo además de Indiferencia, que ahora
expresaba su disgusto con gruñidos. Simplemente color de rosa.
—Hola, —dijo, empujando la palabra más allá del nudo de púas en su garganta.
Conocer gente nueva siempre había sido difícil para ella, y su asociación con Puck no había
ayudado. Ahora ella siempre se preguntaría quién planeaba formas de aprovecharse de ella.
Cameron la miró de arriba abajo y sonrió maliciosamente. —Hola hermosa.
Winter también la miró de arriba abajo, y de inmediato decidió que no era digna de
un saludo. Su mirada volvió a Puck. —Las palabras no pueden describir cuánto te extrañé.
Pero los números pueden. Tres de diez. Me prometiste oro y joyas. Quiero mi oro y joyas.
Y magia. Sí, me gustaría un poco de magia. O mucha Definitivamente mucha.
Ignorándola, Puck le dio a Gillian un suave empujón en dirección a Cameron. Al
menos no soy la única que recibe el tratamiento silencioso.
—Me voy a reclutar a William, —le dijo al otro hombre. — ¿Confío en que estés
obsesionado con la protección de Gillian, ahora que la has conocido? Ella es débil y frágil,
sí, pero también es la clave de mi victoria, y el oro y las joyas de tu hermana.
—Obsesionado e impresionado, —dijo Cameron, su sonrisa se extendió.
Puck se puso rígido y se pasó la lengua por los dientes. —Gillian no debe ser
tocada. Por nadie. Nunca.
Bien, bien. El hombre tenía algunos escrúpulos. Otra pequeña misericordia.
Muy poco, demasiado tarde.
¿Y a qué se refería, con débil y frágil? Desde que lo conoció, hizo todo lo posible
por adaptarse, adaptarse y prosperar, a pesar de los muchos obstáculos.
—Si, en cualquier momento, ella desea un macho, —añadió Puck, su tono se
agudizó—, mátalo. No lo dudes.
—No puedes hablar en serio, —dijo, mirándolo boquiabierta.
Cameron se frotó las manos, como si estuviera emocionado por la perspectiva. —
123
Considérelo hecho.
— ¿Qué hay de mí? ¿Nadie quiere matar a los machos que deseo? Además, —
Página
Winter agregó, dignándose a enfocarse en Gillian—, ahora eres inmortal, lo que significa
que tu tiempo aquí es tu historia de origen. Cada historia necesita un villano. —Ella levantó
la mano. —Soy voluntaria.
—Acepto, —respondió ella, porque no estaría aquí por mucho tiempo. Estaría sobre
los talones de Puck. —Alerta de spoiler. Los villanos siempre mueren al final.
Puck la tomó por los hombros, asegurándose de que lo enfrentaba, y la miró con
expresión inexpresiva. Cuando ella se negó a apartar la mirada primero, él le puso la mano
en el pelo y la agarró por los mechones de la nuca.
Así. La respiración se enganchó en sus pulmones y se calentó. Ella culpó a su
vínculo matrimonial. ¡Oh, cómo lo detestaba!
—Voy a decirte algo que mi padre me dijo cuando era joven, —dijo, apretando con
más fuerza. —Si alguien te hace daño, mata primero y haz preguntas más tarde.
—Me lastimaste.
—Eres una extensión de mí, lo que significa que simplemente me hice daño. —
Inclinándose, él rozó la punta de su nariz contra la de ella. —Trata de no extrañarme,
muchacha. Solo me iré cien años, tal vez dos. Apenas un bache.
Imbécil. —Sí, pero solo pasarán unos minutos, días o semanas para ti.
—Puedes usar el tiempo para fortalecerte. Entrena, aprende a pelear.
¿Esperaba que pasara cientos de años sin amigos o familiares, viviendo en un
terreno desconocido, entrenando? Él no era solo indiferente; él también estaba loco.
— ¿Qué pasa si me matan mientras estás fuera?—Las palabras salieron de ella. —
Morirás también. Solo… llévame contigo y supervisa mi protección tú mismo. —De esa
manera, no tendría que arriesgarse a seguirlo sola.
—No te matarán, lo prometo. Y estaré… molesto si te lastiman.
Aunque su voz permaneció monótona, de alguna manera hizo que la palabra
molesto sonara como una amenaza para destruir todo el reino. — ¿Molesto? Qué terrible
para ti.
—Estarás bien protegida aquí, —continuó, inclinando la cabeza hacia un lado. —Lo
prometo.
—Antes que nada, tus promesas no significan nada para mí.
Él se encogió de hombros. —Eso no suena como mi problema.
No ataques. No te atrevas a arremeter. —En segundo lugar, —continuó—, las
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mandíbula y trazaba sus pulgares sobre sus mejillas. —Voy a besarte de despedida, esposa.
La degustación más escueta.
¡Qué! Los latidos de su corazón tartamudearon contra sus costillas, su sangre
destellando al rojo vivo en un instante. Un hormigueo atormentó sus pechos, y el ahora
dolorido lugar entre sus piernas. Después de todo lo que había hecho, ¿esperaba una sesión
de besos frente a otras personas?
— ¿Por qué? — ¿En serio? ¿Le preguntaba por qué? ¿No le dijo que se
inclinara?
Indiferencia bailó en su mente, afiladas garras cortando la materia gris. Ella se
encogió, incluso lloriqueó.
—Enfócate en mí, no en el demonio, —dijo Puck, tal vez reconociendo los signos
de la interferencia del demonio.
Obedeció, mirándolo fijamente, este hombre que se había convertido en su marido,
que en ocasiones había sido innecesariamente cruel y en otras sorprendentemente amable.
¿Cómo podría siquiera considerar besarlo? No lo conocía, no realmente, y definitivamente
no confiaba en él.
A pesar de esos momentos de bondad, era un mentiroso. Él tenía hielo por corazón.
O tal vez por eso debería besarlo. Él no se emocionaría demasiado. Es posible que ni
siquiera se excitara. Que era lo que ella quería, más o menos. Pero un poco… no.
¡Estupendo! Había dos Gillians otra vez.
—Me recordarás—piensa en mí—mientras me voy, —dijo, y no estaba haciendo
una pregunta, sino emitiendo una orden.
Protesta. Ahora. Antes de que comiences a entrar en pánico, y el demonio
reaccione peor. Pero… la parte de ella que quería encenderlo también quería que él pensara
en ella mientras él no estaba. Quería que supiera lo que había perdido en el momento en
que la usó.
¿Oh en serio? ¿Qué perdió? Dime.
Cállate.
La rencorosa Gillian ganó. Se puso de puntillas y dijo: —Bésame, entonces. Te reto.
La encontró a mitad de camino e inclinó los labios sobre los de ella. Los
movimientos eróticos de su lengua provocaron más hormigueos en la superficie y avivaron
las llamas del deseo. Caliente, tan maravillosamente caliente. Los dolores se magnificaron
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mientras empujaba con más fuerza, su gusto divino y su ritmo frenético cada vez mayor
arrastrando un gemido de rendición desde lo más profundo. Un sonido que él devoró por
Página
completo, como si nunca hubiera estado tan muerto de hambre o disfrutara de una comida
más sabrosa.
Su habilidad, experto. Su crueldad, en plena exhibición.
Puck no se molestó en conocerla o explorar sus matices; él tomó, dio y exigió…
todo, su lengua dominando la suya con una promesa de riquezas incalculables. Ella era
incapaz de resistirse.
El demonio se calmó, su mente repentinamente la suya, diferentes pensamientos
fluyendo en su conciencia, uno tras otro. Este beso fue una idea horrible. Este beso fue una
idea maravillosa. Ella ya había tenido suficiente. Ella nunca tendría suficiente. Esto podría
ayudarla. Esto probablemente la lastimaría. Esclavizarla. Liberarla por fin. Esto no era nada
y todo.
Esto era… delicioso.
Entonces sus pensamientos se calmaron también, su cuerpo se hizo cargo. Sus
pezones se fruncieron contra su vestido, como buscando la atención de Puck, y su vientre se
estremeció. El calor líquido empapaba sus bragas, y sus miembros temblaban, el hambre la
roía. Hambre que solo se intensificó cuando registró su sabor: el champán más potente.
¡Más!
Justo cuando ella se apoyaba en él, suavizándose, aplastando sus manos en sus
pectorales, él le agarró las muñecas, impidiéndole hacer contacto, y levantó la cabeza.
—No toques mi tatuaje de pavo real, muchacha. —La aspereza de su tono la
emocionó. —Ni ahora, ni nunca. Está fuera de los límites.
Gillian parpadeó para concentrarse, su mente obligada a ponerse al corriente. ¿Fuera
de los límites? ¿Por qué?
¿A quién le importa? Respira. Ella acababa de experimentar su primer beso. No,
justo acababa de experimentar su primer beso, y no había entrado en pánico. Incluso mejor,
ella había querido—y dado—placer.
Besé a un monstruo, y me gustó.
Debería estar más que indignada consigo misma. Y Puck… debería estar
indiferente. ¿Lo era?
¿Ella quería que lo estuviera?
— ¿El demonio regresó a ti? —Preguntó, avergonzada por la ronquera de su voz.
Él asintió, su mirada ardiente sobre ella, sus pupilas agrandadas. —Tuviste razón
126
antes. Nuestro trato está terminado. Pero haremos uno nuevo. Cuando regrese, haré que me
quieras.
Página
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Página
Capítulo 15
Una punzada de urgencia acosó a Puck. Para sacudírsela, tendría que invocar una
nueva capa de hielo, algo que no estaba dispuesto a hacer en ese momento. No había
necesidad. Excepto por un puñado de silencios de una hora, Indiferencia permanecía en su
cabeza, emitiendo un flujo constante de ruido, pero nunca debilitándolo—y considerando
todas las otras cosas que sentía, debería haberse debilitado. El demonio había perdido la
capacidad de actuar en su contra.
Entonces, ¿por qué no estaba muy contento?
Porque… ¡solo porque! Después de semanas de viajar fuera de Amaranthia—
semanas lejos de Gillian y días en Budapest—no había hecho ningún progreso en descubrir
la ubicación de William.
¿Cuánto tiempo pasó para Gillian, Cameron y Winter? ¿Y Sin, que continuaba
gobernando a los Connachts sin ser cuestionado? Cerca de trescientos años sería su
suposición.
¿Gillian había perdonado a Puck por romperse el dedo?
El recuerdo de sus acciones lo enfermó. ¿Cómo pudo haber hecho tal cosa?
A pesar de las pocas semanas—para él—su vínculo se había fortalecido como si
hubieran estado juntos durante siglos. Los cuales tenía ella, de acuerdo a su horario. Sintió
como si la hubiera conocido por siempre. Como si la hubiera extrañado por siempre. Como
si la hubiese deseado por siempre.
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¿Cómo había cambiado Gillian? ¿Cómo era ella? ¿Todavía dulce… o endurecida?
¿A qué pruebas se había enfrentado sin su ayuda y protección?
El instinto crudo ardió dentro de él, naciendo en él la necesidad de cometer
violencia contra cualquiera que la hubiera lastimado.
Durante las primeras horas fuera de Amaranthia, pasaron muchos años para Gillian.
Durante ese tiempo, ella había sufrido heridas terribles. Lo sabía, porque había sufrido las
heridas con ella. Un segundo estaba bien, al siguiente múltiples huesos se habían roto sin
razón aparente. Los moretones se habían formado y desaparecido. Dos veces sus manos se
habían caído de sus muñecas. Hablando de incomodidad. Una vez, había perdido un pie.
Sin embargo, entre un latido del corazón y el siguiente, su cuerpo había desarrollado
nuevos apéndices.
¿Qué le había pasado? ¿Por qué Cameron o Winter no la habían salvado del dolor?
Junto con las grandes, también estaba preocupado por las cosas pequeñas. ¿Gillian
había descansado lo suficiente? ¿Había comido bien? ¿Se reía más? ¿Se le había borrado el
fuego de los ojos? ¿O acaso ella finalmente había prendido fuego y se había quemado?
La rabia se alzó fuerte, un ariete para su calma. ¿Por qué no había hecho una ruptura
limpia con ella, sin promesas entre ellos? ¿Por qué había insistido en un nuevo trato? ¿Por
qué la había besado?
La mujer lo había retorcido, ese beso sonando constantemente en su cabeza. El
sabor de ella era tan decadente como su aroma, toda baya de amapolas y seducción. La
sensación de ella, toda suavidad y calor.
¿Lo odiaba todavía, o el beso la había conquistado?
La culpa lo pinchó. Por supuesto, ella todavía lo odiaba. Él la había engañado,
torturado, abandonado y le había mentido.
Un lado de él dijo: se lo compensarás tan pronto como regreses.
El otro respondió: Oh, ¿en serio? Me encargaré de ella, ¿con William a mi lado?
Todos los músculos en el cuerpo de Puck se anudaron, la ira ganando terreno. La
idea de Gillian y William juntos otra vez…
Creo que preferiría perdonar a Sin por su crimen en mi contra.
El sentido común se resistió. ¿Lo harías? Porque esa es tu única otra opción.
Permitir que tu hermano traicionero destruya tu clan y tu reino.
GRUÑIDO.
Inhala, exhala. Puck se pasó una mano por la cara. No eres más que una molestia,
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demonio.
Y Puck tenía mejores cosas que hacer que escuchar una rabieta. O debatir la
Página
sabiduría de su plan. Hace poco, descubrió una pista sobre el paradero de William.
Los rumores decían que el hombre había estado pasando tiempo de calidad en el
centro de Oklahoma City. Chisme significaba enviar a Puck directamente a una emboscada.
Posiblemente. ¿Vas a detenerlo? No.
Robó un teléfono móvil y, tal como Cameron y Winter le habían enseñado, publicó
un anuncio en Inmortal Wanted, un sitio en la oscura, oscura web.
Se necesita: un destello de Budapest a Oklahoma City.
Pago: oro de Amaranthian.
Añadió sus coordenadas exactas y esperó.
Publicar el anuncio costaba tanto como el viaje en sí, pero los beneficios superaban
con creces el gasto. Si alguien aceptaba un trabajo y perjudicaba a la persona que lo había
contratado, ese alguien sería perseguido y ejecutado por el propietario del sitio—Rathbone
el Único, uno de los nueve reyes del inframundo.
Puck nunca había conocido a Rathbone, solo había escuchado a otros hablar de él en
voz baja.
En el extremo opuesto del espectro, si alguien publicaba un trabajo y dañaba a la
persona que había contratado, o incluso si no pagaba, ese alguien sería perseguido y
ejecutado.
Unos minutos más tarde, apareció su paseo. Un hombre alto y musculoso con largo
cabello negro, ojos como diamantes y piel tan oscura y roja como la sangre. Poder
irradiando de él. Iba sin camisa, su mitad inferior cubierta por pantalones de cuero negro.
Desde el cuello hacia abajo, tenía cientos de tatuajes, cada imagen era la misma. Un ojo
cerrado.
— ¿Tú eres el que está buscando un aventón? —Preguntó el recién llegado. Él tenía
una voz profunda y áspera.
—Lo soy.
Esos ojos de diamantes brillaban con perversa diversión mientras tendía una mano.
—No soy nada si no cooperativo… cuando no estoy matando a sangre fría.
¿Una amenaza? Buena suerte con eso.
Puck colocó una moneda de oro en el centro de la palma del macho, esperando que
el macho lo envolviera con un brazo; la mayoría de los inmortales necesitaban tocar al que
transportaban. Este no. Budapest desapareció, un callejón abandonado, con múltiples
contenedores de basura, tomo su lugar.
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El otro hombre se había ido.
Un pequeño gato con piel enmarañada y cicatrices se acercó a Puck y se retorció
Página
escaleras, deteniéndose en cada piso para asegurarse de que ninguna salida estuviera
bloqueada.
Página
Mientras caían al suelo, el otro macho agarró su muñeca y ancló la banda de oro
alrededor de ella. Una acción inesperada y un desarrollo extraño. El metal latió con magia.
Página
Impacto. El aire salió volando de sus pulmones, el piso debajo de él, su oponente
encima de él. William se puso de rodillas y lo golpeó, sus puños lloviendo con furiosos
golpes. El cerebro de Puck se estremeció contra el cráneo. Dolor. Mareo.
La furia se agudizó, Indiferencia clavándose en su mente con más fuerza, con más
rapidez. Estabilízate. No cedas. Aunque el demonio ya no tenía el poder de debilitarlo, la
emoción lo llevaría a matar al hombre que necesitaba.
Puck bloqueó el siguiente golpe aplastante. Por supuesto, no dispuesto a darse por
vencido, William lanzó un puñetazo con la mano libre.
Bloqueándolo, también, Puck dijo: —Piensa. No puedes lastimarme sin lastimar a
Gillian.
—Incorrecto. —El hombre sonrió con una fría y calculadora sonrisa, toda blanca
perlada y maliciosa. — ¿Pensaste que movería mis pulgares después de que te unieras a mi
mujer? Aprendí todo lo que pude sobre ti, así como de los vínculos matrimoniales. Fuiste
traicionado por tu hermano, tu reino fue robado. ¿Te suenan las campanas? Oh, y te hice un
regalo. —Hizo un gesto hacia la muñequera de oro con una inclinación de su barbilla.
Símbolos habían sido tallados en el metal. — ¿Qué tipo de magia es? —Preguntó
Puck.
—A lo que tú llamas magia, yo lo llamo poder. Como hijo de Hades, tengo poder en
el poder. Ahora, tu dolor seguirá siendo tuyo. Y sé lo que estás pensando. Guau, ese Willy
seguro es el paquete completo. Belleza, fuerza y cerebro. Tienes razón, pero también eres
un hombre caminante muerto. —Golpe, puñetazo. —No puedo ser vencido.
Puck atrapó sus puños una vez más y ofreció una fría sonrisa propia. —A pesar de
tu poder, no puedes cortar mi vínculo con Gillian. Está viva y bien, atando mi vida a la de
ella, y no hay nada que puedas hacer al respecto.
La furia brillaba en esos ojos azules como agua de océano. —No te preocupes. No
voy a matarte, Pucker. Oh no. Vas a sufrir durante siglos. —Puntuó cada palabra con un
nuevo golpe.
Puck soportó la más nueva ronda de puñetazos contundentes sin contraatacar,
mientras trabajaba sus piernas entre sus cuerpos. Éxito. Agarró al macho por los brazos y lo
lanzó, al mismo tiempo que lo pateaba levantándolo. William se elevó por la habitación y
se estrelló contra la pared, rompiendo el yeso del techo al piso.
El polvo bañó el aire. Los músculos se ondularon con fuerza bruta cuando Puck se
puso de pie, y la sangre caliente goteó de su boca. Desenvainaría una daga y atravesaría a
William…
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chasqueó la lengua. —Si la cama está temblando, no te corras, porque probablemente estás
debajo de ella, mordiendo un zapato, cierto.
—O darle a mi esposa su próxima docena de orgasmos. Dos.
Las fosas nasales se encendieron. —Se honesto. ¿Es eso un peluche en tus
pantalones, o simplemente estás feliz de verme?
—Eso es todo yo, y no puedo esperar para regalarle cada palpitante pulgada a mi
esposa. Uno.
William resopló y resopló, pero no ofreció ningún acuerdo.
—Muy bien. Señalaré que el plan A no fue exitoso. —Regresaría a Amaranthia y
procedería sin su otra llave. ¿Qué más podría hacer?
Cameron y Winter lo ayudarían. Habían matado a algunos de los mayores malvados
en “mitología”.
Primer problema: Cameron se distraía muy fácilmente con obsesiones triviales.
Segundo: Winter traicionaría a cualquiera para apaciguar su naturaleza egoísta.
Resultado: los hermanos pueden causar más daño que bien.
¿Y estos son los que dejaste a cargo de la atención de Gillian?
Presionando su lengua contra el paladar, Puck ignoró la nueva ronda de rugidos del
demonio y se dirigió hacia la puerta.
— ¿Qué? ¿No hay un adiós? —William se interpuso en su camino. —Tal vez
ayude a tu hermano a derrotarte.
Un segundo Puck tenía la intención de irse, al siguiente tenía al otro hombre
presionado contra la pared, con los dedos alrededor de su cuello. El yeso restante se
derrumbó.
—Quizás te mate, —afirmó. Gillian lloraría, pero las lágrimas podrían secarse.
Corazones rotos podrían ser reparados.
William pateó su pierna exterior hacia arriba, y enganchó su tobillo sobre la muñeca
de Puck. Luego bajó su pierna, con fuerza. Sucedió en menos de un parpadeo, pero los
pensamientos de Puck fueron más rápidos. Él sabía que tenía una opción. Liberar a su
oponente y salir ileso, o agarrarse y lidiar con un brazo roto.
Finalmente, una decisión fácil de tomar. Tomaré la opción B.
El hueso de su antebrazo se quebró, el dolor lo abrasó. Lo acogió con satisfacción y
mantuvo su férreo control. Al mismo tiempo, se agachó, forzando a William a hacer lo
135
mismo, y usó su mano libre para presionar varias navajas contra la garganta del inmortal.
William se rio, el sonido medio salvaje, medio loco. —La quieres por tu cuenta,
Página
¿verdad? ¿Y crees que ella quiere que regreses? Bueno, qué mal. Nunca la tendrás. Los
vínculos hacen que las parejas piensen que se desean mutuamente, lo que significa que
cualquier deseo que ella tenga por ti es falso. Después de todo, ¿qué mujer en su sano juicio
alguna vez elegiría voluntariamente a alguien como tú? Esos cuernos… —Se estremeció.
—A tu madre le encantaron mis cuernos anoche. Los pulimos muy bien.
Otra salvaje y loca risa de William antes de ponerse serio. —Durante mi búsqueda
de información, aprendí que de alguna manera soy la clave de tu éxito. No puedes destronar
a Sin, sin mí. Entonces, si quieres que tu hermano se aparte, harás un juramento de sangre
irrompible para cortar el vínculo con Gillian en el momento en que te presente la corona de
Connacht.
Él… ¿había ganado? Esto era todo. El momento por el que Puck había planeado y
luchado. Abrió la boca para ponerse de acuerdo pero, con una sorprendente cantidad de
chasquidos, dijo: —Aceptaré tus términos si aceptas los míos. Mientras estemos en mi
reino, no tocarás a Gillian.
La declaración se registró en su mente, y se sacudió. ¿Qué no hizo él? Negarlo.
—La tocaré cuando y donde yo quiera, —espetó William.
Puck reveló otra sonrisa fría, una promesa de dolor. —Entonces no tenemos un
trato.
—No te alejarás de la venganza contra Sin. No abandonarás a tu gente a una vida de
miedo y tormento.
—Puedo. Lo haré. Olvidas quién soy. —Giró sobre sus talones con la intención de
saltar por la ventana. A veces despreciaba a Indiferencia por conformarlo de esta manera;
otras veces, se deleitaba con su capacidad de compartimentar.
Hoy, se deleitaba. Hielo, bebé, hielo.
—Bien, —gruñó William. —He esperado tanto, puedo esperar un poco más. No
intentaré seducirla. Sin embargo, si ella intenta seducirme…
Dientes, moliéndose. Manos, empuñándose. Puck se volvió y se enfrentó a su
segunda llave.
No sientes nada, no quieres nada.
Las sirenas sonaron en la distancia. Alguien había escuchado la conmoción y llamó
a la policía.
Si se quedara por mucho más tiempo, enfrentaría el arresto.
Él levantó la barbilla. —Acepto tus términos.
136
Tan pronto como sus sangres se mezclaran, tan pronto como el juramento saliera de
su boca, Puck estaría por siempre atado, físicamente incapaz de renegar nada.
No hay otra forma.
Usando la misma navaja, Puck imitó al guerrero. La sangre manó dentro de la
herida mientras tomaba la mano del otro macho. —El día en que derrotemos a Sin… el día
que me entregues la corona de Connacht y abandones mi hogar, para nunca regresar, y
nunca atacarme, ni a mi reino, ni a mi gente en represalia por las acciones que cometí… ese
día usaré las tijeras de Ananke para cortar mi vínculo con Gillian Connacht. Esto lo juro.
Ahí. Estaba hecho. Su rumbo había sido establecido, su futuro decidido.
Cualquier otro hombre hubiera experimentado el triunfo. Puck asintió, confundido
por la sensación hueca en su pecho.
William lo miró, en silencio, antes de devolver el gesto. —Ahora destronemos a Sin
y recuperemos tu reino. Vamos.
137
Página
Capítulo 16
Gillian voló sobre la arena y aterrizó con un gruñido. Mientras se ponía de pie,
sabiendo que la patearían en la cara si se quedaba abajo, trató de recuperar el aliento. Una
tarea casi imposible. Escupió un bocado de sangre y tal vez incluso un diente.
Pasó su lengua por sus encías doloridas. Sí. Definitivamente un diente. Gracias a su
inmortalidad, crecería uno nuevo por la mañana. Sabía esto sin lugar a dudas, porque ya
habían tenido que volver a crecer otros cuatro.
—Atácame otra vez, —dijo Winter. —Y se más rápida, más fuerte y trescientos por
ciento mejor en esto esta vez.
Seguro, déjame entrar en eso.
—Dame un segundo. —Gillian traqueó los huesos en su cuello y giró sus hombros,
rezando para que el mareo en su cabeza se aclarara.
—En la batalla, no hay segundos.
¡No lo sabía ella!
Después de un intento fallido de seguir a Puck fuera de Amaranthia, Gillian había
aceptado entrenar para el combate. ¿Por qué no utilizar bien su odio hacia su marido
ausente? Y realmente, no podía vivir su sueño y cumplir su propósito—ayudar a mujeres y
138
Winter le enseñaría a usar todas las armas disponibles en este primitivo infierno de
arena después de que aprendiera a luchar mano-a-mano. Solo un problema La Coronel
Winter creía que el dolor era el mejor motivador.
Todas las noches, Gillian se acostaba con cortes y moretones frescos. Al menos ella
había dejado de llorar para dormir.
Un día ella sería lo suficientemente fuerte y hábil para devolver el favor.
Era bueno tener objetivos.
— ¿Y bien? —Preguntó Winter.
Intentando no transmitir sus intenciones, Gillian se adelantó y echó hacia atrás el
codo. Antes de que pudiera dar un puñetazo, Winter se abalanzó sobre ella y la pateó con
tanta fuerza que temió que le hubieran roto la columna vertebral. Ella cayó sobre sus manos
y rodillas. Sin tiempo para levantarse. Winter se sentó a horcajadas sobre ella, la agarró por
el pelo y le levantó la barbilla.
Frío metal presionaba contra el pulso acelerado en la base de su cuello.
— ¿Cómo puedes protegerte si no puedes, ya sabes, protegerte? —Exigió Winter.
—Quiero a Puck. Bueno, no como amor. Él no es yo. Me gusta. Él me calma. Si mueres, él
muere. Entonces no puedes morir ¿Estás comenzando a comprender eso tu débil cerebro?
A Gillian no le gustaba oír que a otra mujer le gustaba su marido. Porque Puck no
merecía tal devoción, por supuesto, y ninguna otra razón.
—Haz algo. —Winter empujó la hoja más profunda, extrayendo sangre. —No solo
aceptes pasivamente mí…
Gillian estalló, echando la cabeza hacia atrás para clavársela a la otra mujer en el
mentón. Un gruñido de dolor sonó. Sin pausa, ella giró y golpeó. Su puño hizo contacto con
la nariz de Winter por primera vez. El cartílago se rompió, y la sangre brotó de sus fosas
nasales.
Una gloriosa ola de satisfacción hizo que todos los sufrimientos y dolores de Gillian
se desvanecieran.
Ella esperaba que Winter explotara en un ataque de ira, pero finalmente,
sorprendentemente, su entrenadora la miró con algo parecido al orgullo. —Muy bien.
Ahora estamos llegando a algún lugar.
—Dámelo, —dijo Gillian entre respiraciones jadeantes. Su esternón ardía con cada
inhalación, y se preguntó distraídamente si se había roto otra costilla.
139
Y oh, guau, ellas estaban llegando a algún lado. La idea de una costilla rota no la
estaba enviando a una espiral de pánico. La idea de más dolor no era su maravillosa
respuesta de lucha o huida.
Página
—Mmm no. Hoy no, —dijo Winter. —Te ves ridícula con tu diente perdido. Nos
volveremos a reunir mañana cuando verte no haga que quiera llorar por toda la humanidad.
—Ella se alejó a grandes zancadas sin responder, dejando a Gillian sola en la cresta de la
duna de arena.
El campamento estaba abajo, al menos cincuenta ojos sobre ella, todos brillaban de
alegría. El clan de forajidos de Puck encontraba su determinación de desarrollar habilidades
de combate divertidísimas.
—Chúpalo, —gritó. Algo que ella había aprendido: los hombres de Amaranthia
trataban a las mujeres deplorablemente.
Lo siento, muchachos, pero un día pronto su mundo va a cambiar.
Los abusadores serían castigados. Los establos serían abolidos.
Durante la mayor parte de la vida de Gillian, ella había vivido en una jaula,
prisionera del miedo y la miseria. Mientras que las paredes reales y las puertas cerradas
mantenían a las mujeres atrapadas en los establos, ella imaginaba que las “potras” sentían
una impotencia similar y soñaban con la libertad.
Debo entrenar más rápido. —Winter, —gritó. —Trae tu dulce trasero aquí. —A
partir de ahora, Gillian lo daría todo por esto y ella. No retendría nada.
Cuando Puck regresara, encontraría una esposa muy diferente, y un reino muy
diferente.
Querido Puck,
Cameron dejó pasar que tú le encargaste que mantenga un historial detallado de
todo lo que sucede durante tu ausencia. Decidí ayudarlo porque (al parecer) necesito una
salida para mi ira. Empecé a sacar mi Hulk interior.
Mira, un segundo estoy tranquila. Al siguiente siento que estoy experimentando la
furia de miles de hombres combinados. Soy capaz de arrojar perdedores de 250 libras como
si fueran guijarros.
¿Débil y frágil, Pucky? ¡No lo creo! Ya no.
Te culpo a ti y a tu demonio. ¿Qué es lo que ustedes chicos me hicieron?
140
Durante una salida de Hulk, solo dos cosas pueden detenerme. Que eventualmente
me cansé y me desmayé, o que me fuercen a comer jarabe de un árbol cuisle mo chroidhe9.
Página
9 Traducido del Gaélico Irla 1|||ndés que quiere decir el árbol Pulso de mi corazón.
Como probablemente sepas, cosechar el jarabe requiere grandes cantidades de
tiempo y energía. Los árboles son difíciles de encontrar, y su corteza venenosa es un
fastidio importante.
Estoy lista para tu regreso. Si estás pensando que ella quiere mostrarme uno de esos
ataques cercanos y personales, tienes razón. Te lo mereces. Sabes que sí.
Si piensas que ella es la misma chica que dejé atrás, y puedo intimidarla
fácilmente, estás equivocado. A lo largo de los años he recibido puñetazos, patadas,
estocadas, apuñalamientos y machetazos. Y no olvidemos las pocas veces que Indiferencia
ha vuelto a volverme loca. ¿Ahora? Soy dura como las uñas, cariño.
De todas formas. Estarás feliz de saberlo, espera. Reformulo. No te importará saber
que me gusta Winter. Sí, ella es egoísta al máximo. Sí, ella busca ser la #1, siempre y para
siempre. Pero a los que ella considera su “propiedad personal”, ella los protege con su vida.
A través del hambre, la peste y la guerra con otros clanes, su espíritu feroz nos ayudó a
seguir adelante.
Para combatir a su demonio, convierte todo en un juego. Su forma de invitar a
alguien a su mundo, supongo, dado que dar abiertamente algo a alguien causa que Egoísmo
haga que mi chica pierda la cabeza.
¿Qué te hace Indiferencia?
Por cierto, no he pensado en nuestro beso en absoluto. Nop. Ni una sola vez. No te
echo de menos, y nunca me pregunto dónde estás y qué estás haciendo. Pensé que querrías
saber.
Gillian Connacht
PD: Puck es una mierda
106 años DV
Querido Puck,
Estoy muy emocionada y tengo que compartir con alguien, incluso contigo. Pilla
esto. ¡Adquirí magia!
141
Espera. Tal vez debería retroceder un poco, ya que eres tan grande en la historia y
todo eso. Hace unos sesenta años, Cameron me puso runas en las manos a petición mía.
Página
Avance rápido algunas semanas. Un hombre me tendió una emboscada, pensando en tomar
algo que yo no estaba ofreciendo. (PTI10, tu pequeña novia aún no ha tenido un amante, y
no porque esté entregada a ti. Ella está esperando a William. Boom. El micrófono se cae.)
De todas formas. Cameron notó la conmoción y corrió, pero ya era demasiado tarde.
Yo ya había comenzado a cortarlo.
Después de que mi víctima-atacante expulsara su último aliento, una neblina oscura
se levantó de su cuerpo inmóvil. La misma niebla que vi mi primer día en Amaranthia,
después de que mataste a nuestros emboscadores. ¿Recuerdas? Solo que esta vez, la neblina
se absorbió dentro de MÍ. ¡Oh, la calidez! ¡El hormigueo!
Borracha de poder, decidí dejar Amaranthia, visitar a los Señores y sus Damas en
Budapest, hacer toda la reunión con William, y averiguar si él te había encerrado en alguna
parte, solo como él lo prometió. Quiero decir, no era como si alguien pudiera detenerme. La
estudiante ya había superado a sus maestros.
Y no, no deseaba que te hubieran encerrado. Ya no te odio, ¿de acuerdo? Solo me
disgustas levemente ahora. El tiempo me ha suavizado, supongo. Además, finalmente
entiendo por qué hiciste lo que hiciste.
Tuve un momento de luz después de que uno de mis reclutas me dio mala
información para llevarme a una trampa. Movimiento de mierda, ¿verdad? Ella planeó
presentarme a un amo de establo como un regalo. Como si fuera una potra que necesita ser
rota y montada. Apenas la conocía, y sin embargo su engaño dolió. ¡En más de un sentido!
¿Cuánto peor fue para ti, cuando tu propio hermano te traicionó?
Más que eso, crees que los Connachts prosperarán bajo tu regla. Si lo harán o no, yo
creo que perecerán sin ti. Así que, sí. Lo entiendo, realmente lo hago. Quiero un futuro
mejor para mi escuadrón también y para los niños que nosotros salvamos. Haría lo que
fuera por garantizar su bienestar, incluso destriparte donde sea que estés. Pero aquí está la
cosa. Si alguna vez me lastimas intencionalmente de nuevo, o si me mientes, haré una
brocheta con tus partes favoritas de hombre y haré un asado de carne picada.
No será mi primera, ni mi última.
Ahora, ¿qué estaba diciendo? Oh sí. Mi salida. Tan pronto como llegué a otro reino,
mi magia desapareció. ¿Tal vez porque no soy nacida en Amaranthian? Tal vez porque aún
no soy lo suficientemente fuerte. Cualquiera que sea la razón (es), retrocedí a toda prisa.
Yo mantengo lo que es mío
142
máquina de matar, y estoy viviendo mi sueño. De hecho, saboreo la matanza casi tanto
como la magia.
10 Para tu información
¿Es eso tan malo? Eso es probablemente malo. ¿Qué tiene dos pulgares y no le
importa una mierda? Esta chica. (Quiero decir, ¿quién tendrá dos pulgares después de que
vuelva a crecer el que acaba de perder? ¡Esta chica!) Si alguien puede apreciar mi
sentimiento sobre las tendencias de tipo villano, eres tú, ¿verdad?
Nosotros estamos cambiando a Amaranthia poco a poco. Nosotros hemos
construido un orfanato, así como un refugio para mujeres. Aunque muchos hombres han
intentado detenernos, nadie ha logrado detenernos.
Una vez, yo quería ser normal. ¡Tonta! ¿Por qué conformarse con lo normal cuando
puedes ser extraordinario? ¡Pucky, esta chica ama su vida! Excepto por… bueno, no es
asunto tuyo.
Oh, ¿y el escuadrón que mencioné? Empezamos un clan propio de estrellas. Somos
los Shawazons, y rockeamos la casa. Cameron es nuestra mascota semental, y está
obsesionado con hacernos el mejor clan de la historia. Winter es mi segunda al mando. La
querida chica solo ha intentado derrocarme seis veces, pero la superé en todas, y luego nos
reímos mucho de ella. Sé que Egoísmo es responsable. ¡Los demonios son los peores!
Los Shawazons están formados por miembros estables liberados, ex prostitutas,
sobrevivientes de abusos, básicamente cualquier persona que otros clanes hayan
considerado “indignas”. Estas personas son mi familia.
Recientemente promoví a dos de mis mejores soldados a general. Espera a que te
encuentres con ellas. Johanna y Rosaleen nos cubren las espaldas, y nosotros cubrimos las
de ellas. ¡Poder femenino!
Uh-oh. Mejor me voy. Winter me está gritando, y eso solo sucede cuando el
desastre está por atacar. O ella quiere que limpie su tienda. O cepille su cabello. O
encuentre sus zapatos.
Comandante Gillian Connacht
PD: Te cambié el nombre a Pucky el Suertudo porque estás casado conmigo.
Enfréntalo. ¡Soy ASOMBROSA!
201 años DV
143
Querido Puck,
Maldita sea, ¿dónde estás? Dijiste que ya estarías de vuelta. No te echo de menos ni
Página
nada—definitivamente no sueño con nuestro beso todas las noches—así que no se te vaya a
tú gran cabeza. ¡Pero vamos! Estoy lista para divorciarme y empezar a salir nuevamente. O
por primera vez. ¡Lo que sea! Tengo que tener experiencia antes de que William llegue
aquí, ¿verdad?
Aquí está el trato. Nunca he confiado en los hombres. Siempre me asusté cuando las
cosas se hicieron íntimas, excepto por… no importa. Finalmente estoy en un lugar donde
quiero... quiero.
Winter dice que ella me ayudará a elegir a un hombre porque es egoísta y
egoístamente me quiere feliz. (Sí, ella me ama más de lo que te ama.) Incluso escribió el
anuncio de una canción: guerrera mágica en el campo de batalla en busca de Magic Mike11
en el dormitorio. ¡Una pesca total! Propensa a ataques asesinos de ira. Preciosa, a veces
juega bien. Entrenada en casa. Viene con una mejor amiga aún mejor.
¡Si solo Amaranthia tuviera un periódico!
Bien, bien. No soy una infiel, así que no voy a tener citas hasta que tengamos el
divorcio. Realmente, realmente quiero el divorcio, Puck. Por favor, apúrate a llegar a casa.
No eres tú, lo prometo; me doy cuenta de que estoy mejor sin ti. Estoy segura de
que hay muchas solteras por ahí, esperando ver tus ojos en blanco y nunca recibir un
cumplido o ningún tipo de apoyo. Y está bien, sí, sé que han pasado solo unas pocas horas,
días o semanas para ti, pero han pasado dos siglos para mí. Mis Hulk-interiores están
empeorando, y podría usar una salida para el exceso de energía.
Además, tú estás mejor sin mí. Recientemente aprendí lo desagradable de tu
profecía, cómo se supone que tu amada reina te ayude a unir a los clanes y todo eso. ¿Reina
cariñosa? Nop. Yo no. Y he logrado provocar una fricción irreparable entre cada clan.
Hoy en día lo único que tienen en común es su aborrecimiento por mí. He matado a
sus hombres, les he robado su magia y he ayudado a sus mujeres a escapar de las jaulas
doradas. Las Shawazons incluso han enseñado a otras mujeres de clanes a exigir respeto de
sus hombres o sino.
De nada, genitales de hombres.
Por cierto. Todos me llaman Gillian la Invasora de Dunas ahora. ¡Qué maravilloso
es eso!
Gillian Connacht Shaw, Invasora de Dunas.
PD: Puck está siendo descartado.
300 años DV
144
Página
Querido Puck,
¿¿¿Dónde estás??? Dijiste que ya estarías de vuelta.
343 años DV
145
Querido Puck,
Winter estaba en lo cierto. Perdí mi habilidad de destellar cuando mi suministro de
Página
magia bajó.
Visité a los Oráculos, esperando descubrir la magia eterna. Antes de que las tres
incluso se dignaran a hablar conmigo, tuve que ofrecer una muestra de mi agradecimiento.
(Podrías haber notado que me corté la mano con el dedo medio extendido. Soy así de dulce.
¿Qué hacen con todas las partes del cuerpo que la gente les da? De todos modos, me estoy
imaginando humeantes calderos con ojos de tritón o alguna cosa.)
Los Oráculos me dijeron tres cosas, y ninguna sobre magia.
(1) El hombre que amo tiene un sueño, y lo mataré.
(2) Debo elegir entre lo que podría ser y lo que será.
(3) Un final feliz no está en mi futuro.
No voy a preocuparme por el #1, porque nunca volverás con William, y él es el
único que podría tentarme a enamcccccccccccccccccccccccorarme. (Eso es correcto. Fui
allí.) En cuanto al #2, no tengo idea de lo que significa, así que he decidido considerarlo
como un absoluto alboroto. Y ¿#3? Que se jodan los Oráculos. Voy a demostrar que ellas
están equivocadas.
Y cuando lo haga, tú sabrás que pude demostrar que están equivocadas acerca de TI.
No necesitas la ayuda de William para derrocar a Taliesin Connacht. Puedes hacerlo por tu
cuenta. O puedo hacerlo por ti, si el precio es correcto. Así que ven a casa y libérame ya.
Gillian la Invasora de Dunas.
PD: Puck apesta <— los clásicos nunca envejecen.
405 años DV
Querido Puck,
Tú TODAVÍA no has regresado, y todavía no he encontrado las tijeras, lo que me
hace preguntarme si los Oráculos tenían razón, y estoy destinada a tener un final infeliz
después de todo. ¿Qué pasa si estoy siempre atrapada con un esposo ausente, un demonio
visitante, Hulk-Furiosa, y sin vida amorosa?
Me están cortejando, Puck. ¡Yujuuu! Por soldados, príncipes, incluso reyes. Sí, has
leído bien. La temporada de apareamiento ha afectado a Amaranthia, y yo soy la novedad
en la parte superior de todos en la lista de Hits.
Al principio, todos querían capturarme o matarme. Incluso recibí regalos tipo,
146
Caballo de Troya: flores venenosas, notas con hechizos malignos y asesinos. Ya sabes, lo
de siempre. Cuando toda la cosa de capturar y matar fracasó, los muchachos comenzaron a
Página
enviarme todo tipo de basura romántica. Oro, joyas, frutas de sus huertos privados, carpas,
ganado y magia. Bueno, no es magia, exactamente, pero hombres para que los mate para
poder aprovechar su magia como un barril de cerveza. En ese sentido, siempre estoy feliz
de ayudar.
El único líder que no ha mostrado ningún interés en mí es tu hermano.
No he evitado deliberadamente a Sin ni nada, pero solo me he encontrado con él dos
veces. Él construyó un recinto enorme en la tierra de Connacht y creó una especie de
laberinto a su alrededor. Su gente tiene prohibido irse. Otros clanes deben sobrevivir al
laberinto para entrar. He escuchado historias de horror sobre monstruos, pruebas de fuerza
y resistencia, rompecabezas y mentes totalmente jodidas.
La primera vez que vi a Sin, supe que era tu hermano sin que me lo dijeran. Se
parece mucho a ti. El mismo pelo largo y oscuro -sin navajas- con los mismos ojos oscuros.
Estoy segura de que la mayoría de las mujeres lo consideran la belleza de la familia,
porque Winter lo ha mencionado unas mil veces. Para mí, él no es tan llamativo. (Digo la
verdad. Mi cumplido te hizo sacudir los pantalones.) Además, él no tiene cuernos. O patas
peludas. O pezuñas No es que esté investigando eso o nada. Es solo que llegó el invierno -
el clima- no la mujer, y recuerdo cuán calentito eres.
No es que quiera abrazarme contigo ni nada.
Aunque admito que he pensado mucho en nuestras interacciones. La mayoría de las
veces, eras el Hombre de Hielo. Otras veces fuiste agradable, a pesar del demonio. ¿Qué
das?
De todas formas. Estoy tentada de colarme en el complejo de Connacht y espiar un
poco. Quiero decir, ¿cómo te sentirías si regresaras, y ya me hubiera ocupado de tu
hermano? ¿Me agradecerías con un pequeño corte del vínculo? ¿O me resentirías?
Gillian la Invasora de Dunas.
PD: ¿Sabías que Sin está comprometido con tu antigua prometida?
422 años DV
Querido Puck,
He decidido que nunca volverás, de hecho te odio de nuevo y estoy destinada a
morir sin tener un orgasmo. Al menos, he hecho un nuevo amigo. ¿Recuerdas a la quimera
—PDM12 que me rompió la mano el día que me abandonaste en Amaranthia? (¿Poco
147
después de que TU rompieras mi dedo?) Bueno, hace dos años y medio, su tatara-tatara-
nieta dio a luz a un bebé varón. Un pequeño enano que ha estado a punto de morir más
veces de las que me gustaría admitir. Mamá no quería tener nada que ver con el bebé,
Página
supongo que el gen de esa PDM es fuerte en este linaje, así que me hice cargo de su
cuidado.
12 Pedazo De Mierda.
Su nombre es Peanut, y él me mira como si yo fuera la versión Amaranthian de
Santa Claus, y todos los días es Navidad. Está celoso de Winter, Cameron, Johanna y
Rosaleen, y de cualquier otra quimera que intento montar.
Mañana, comienza su entrenamiento. Él va a ser mi caballo de guerra.
Supongo que te debo una deuda de gratitud, Puck. Si no me hubieras traído aquí, no
lo hubiera conocido. No me habría entrenado, y fortalecido, y crecido. No sería tan feliz, o
tendría una familia propia.
Bien, bien. En realidad, no te odio. Y sé que las quimeras solo viven unos
doscientos años, y perderé a mi Peanut en algún momento, a menos que encuentre una
manera de hacerlo inmortal por supuesto.
¿¿¿DÓNDE ESTÁS??? ¿Dónde está William? De algún modo los extraño a los dos.
Lamento cómo terminaron las cosas. Quiero hablar con ustedes. Por favor, Puck. Corre a
casa.
Gillian la Invasora de Dunas.
PD: Mantenme esperando mucho más tiempo, y Pucky se pondrá raro… con una
espada.
148
Página
Capítulo 17
501 años DV
Puck cruzó la última puerta y entró en Amaranthia. Justo como antes, la magia rozó
su piel y llenó sus venas, emocionándolo. A diferencia de antes, él no usó la magia para
transformarse en su forma natural; él no deseaba impresionar a William.
Regodeándose en su querida patria, Puck respiró hondo. Tímidos rayos de sol
brillaban sobre el mar de arena. Él levantó la vista. Se formó una tormenta, el cielo estaba
más rojo de lo normal. Como Gillian debe haber aprendido, las tormentas Amaranthian
eran extremadamente peligrosas.
Gillian...
Él no pensaría en ella... ni en cómo la vería, la respiraría, la tocaría. Esos
pensamientos lo harían endurecer -bueno, duramente- e Indiferencia haría... ¿qué? Puck
esperó, sus orejas se crisparon, pero el demonio se había quedado en silencio.
La ira lo atravesó al pensar que Gillian estuviera molesta por la presencia oscura. Ira
que ignoró mientras forzaba su mente sobre el clima. En el invierno, las escarchas cubrían
todo, convirtiéndose en una metáfora de su vida. La primavera traía días cálidos y lluvias
rampantes que producían granizo como una daga. En verano, los lagos y estanques se
secaban gradualmente y ocasionalmente se vertía ácido desde el cielo. Durante el otoño, los
días fluctuaban entre demasiado caliente, demasiado frío y perfecto.
149
Esta vez, él no pudo apartar sus pensamientos de su mente. ¿Cómo reaccionaría ella
cuando lo viera? ¿Cómo reaccionaría ella cuando viera a William?
Página
estaba a su alcance para detener la erosión de su control. No mía. Nunca mía. Él había
elegido la venganza. Guerra sobre una mujer. Él no se apartaría de su camino.
Página
— ¿Te he dicho lo mucho que apestas? —Preguntó Winter con genuina alegría.
—Muchas veces. —Gillian le lanzó un beso a su amiga, con su dedo medio. —
152
Deberías intentar agradecerme. Estoy arreglando tu error, ¿verdad?
—No, estás salvando a Johanna. Hay una diferencia. Solo desearía poder ir con
Página
ardientes armas.
—Yo también. —Desafortunadamente, las armas no funcionaban en Amaranthia.
Algo acerca de que la magia es incompatible, bla, bla.
Hace dos días, el Clan Walsh había capturado a una de las generales de Gillian.
Considerando que los Walshes eran hombres-idiotas que creían que las mujeres eran menos
importantes que el ganado- esta noche ella haría que las arenas se enrojecieran con su
sangre.
Róbame y sufre.
Cuando los rugidos y los gruñidos de repente sonaron en su mente, ella gruñó.
Indiferencia había regresado. Le gustaba aparecer cada dos décadas, volverla loca e irse.
Ignóralo o vuélvete loca. No había otras opciones
—Para que lo sepas, —dijo Winter—, nunca cometí errores antes de conocerte.
Bufido. —Los hiciste, está bien. La gente tenía demasiado miedo de decírtelo.
Gillian presionó su cuerpo más profundamente en la cresta de la duna de arena, y
apretó el pañuelo de camuflaje envuelto alrededor de la mitad inferior de su rostro. El
material delgado la protegía de los fuertes vientos y los chorros de arena. Desde que se
había despertado esta mañana, había sido inundada de impaciencia. Por la situación de
Johanna, por supuesto, ¿pero podría haber más?
Aquí estaba ella, a punto de salvar a su amiga. Pero en lugar de anticipación, ella
sintió miedo, sus terminaciones nerviosas destrozadas.
Indiferencia solo empeoraba las cosas.
— ¿Por qué tú no tienes tanto miedo de señalar mis defectos? No es que tenga
defectos. ¿Es porque me has visto en mi Ropa de la Mujer Maravilla? Eso es, ¿no es así? —
La adorable guardiana de Egoísmo estaba tendida junto a ella. — ¿Y por qué estamos
haciendo esto, de todos modos? Tenemos una política de no rescatar por una razón.
Recuerdo todas esas molestas trampas, trucos y emboscadas. ¿Tú sí?
Ella esperó, sabiendo que su amiga estaba lejos de haber terminado.
—Si otros clanes descubren que estamos dispuestas a ir a la guerra para salvar a una
general tan amada o poderosa como la segunda al mando de la Invasora de Dunas -yo-, —
agregó Winter, como si ella necesitara una aclaración—, es muy probable que secuestren a
nuestros clanes.
Gillian suspiró. ¿El quid de la cuestión? Egoísmo se sintió desairado, porque nadie
había intentado capturarla. —Por otro lado, otros clanes serán más propensos a secuestrar a
153
nuestras mujeres si no hacemos nada. Necesitan saber que hay consecuencias si se meten
con nosotras. —Graves consecuencias.
Página
consecuencia con Winter, pero ella no lo había hecho para causar problemas. Solo para
robar un beso de un guapo desconocido.
Página
Por eso, ¿los Walshes pensaron en torturar a Johanna? Piensa otra vez.
Ninguna mujer queda atrás. Incluso si Gillian tuviera que arriesgarlo todo.
Así que otros (antiguos) Shawazons la habían traicionado en el pasado y le
tendieron trampas. ¿Y qué? Johanna, era de confianza. Compartían un fondo similar y
hablaron sobre sus experiencias, ayudándose mutuamente.
Una de las primeras cosas que le había dicho Johanna, después de que Gillian había
compartido lo peor de su abuso -te creo.
Su propia madre no la había creído.
Entonces Johanna agregó, Lo que pasó no fue tu culpa. Tú lo sabes. Ellos lo saben.
Y ahora tú cuerpo es un arma. Nunca más alguien podrá usar tu arma contra ti.
Ese día, algo dentro de Gillian había cambiado, la verdad había encajado en su
lugar. El abuso nunca había sido su culpa. Ella había sido una niña inocente puesta bajo el
cuidado de un hombre indiferente. Ninguna mirada en sus ojos le había dado la bienvenida
al abuso. Solo él cargaba con la culpa de sus acciones, ahora y siempre, y ella nunca más
aceptaría una carga tan terrible.
Cuando el peso pesado se había desprendido de sus hombros, ella había querido
llorar. Tan desesperadamente había querido llorar de alivio y furia y otras mil emociones
que no había podido nombrar. Pero sus lágrimas se habían mantenido a raya. Tal vez ella
había derramado demasiadas sobre su vida mortal y no tenía más para dar. Aun así, la falta
no había evitado que una oleada de anhelo saltara a la vida. Ella había querido que los
fuertes brazos de Puck la envolvieran, abrazándola. Quería que su cálido aliento fuera una
caricia en su piel mientras susurraba palabras de consuelo. Quería la suavidad de su pelaje,
tan diferente de cualquier contacto que hubiera conocido antes, para calentarla.
Con la esperanza de deshacerse de deseos tan imprudentes, ella había ido en busca
de una maldita información sobre su pasado. Fechorías juveniles. Traiciones ¡Cualquier
cosa! Excepto, cuando se enteró de las guerras que había ganado, de los guerreros con los
que había luchado, de los hombres que querían ser él y de las mujeres que habían esperado
domesticarlo, ella lo había admirado y solo lo había echado de menos.
Por supuesto, ella también descubrió que él una vez se había enamorado de Winter,
y ella dejó salir su Hulk interior. ¡Lo cual no tenía sentido! ¿Qué importaba un
enamoramiento pasado? ¿A menos que él todavía quisiera a la guardiana de Egoísmo?
Uh-oh. Picaduras familiares en la parte posterior de su cuello, calentando la piel.
Inhala, exhala. Bien, eso estaba bien. No había razón para sacar a su Hulk interior aquí, de
155
todos los lugares. Ella se había quedado sin jarabe de cuislemo chroidhe y no había tenido
la oportunidad de cosechar más.
Página
apagó.
— ¿Qué?
Su amiga se encogió de hombros y dijo, —Excepto tal vez tú. La forma en que él te
miró antes de irse... pensé que iba a combustionar. Nunca antes había visto tanta intensidad
en él.
Un zarcillo de placer se desplego en ella. ¡Lo cual era ridículo!
Su cuerpo podría arder por Puck algunas noches -la mayoría de las noches... bueno,
todas las noches de hoy en día- y él podría estar más tranquilo que sus sueños, pero ella no
iba a meterse con él cuando regresara. Ella lo había conocido, ¿qué? ¿Por cinco minutos? Y
demasiado bien recordó la facilidad con la que se había movido de Hombre de Hielo a
fuego lento, de vuelta a Hombre de Hielo. Sin duda él se calentaría si la metía en la cama,
solo para congelarla después. No, gracias. Gillian esperaba, y merecía, sentirse respetada
después.
¿Tal vez él la sorprendería?
Arg. Las ilusiones solo llevarían a la desilusión.
¿Puck incluso la querría?
¡Por supuesto! El vínculo hacía que ella anhelará a Puck, a pesar de todo lo que
había sucedido entre ellos, por lo tanto el vínculo le hacía a ella anhelarlo a él. Era ciencia.
¿Eran ellos nada más que títeres en una cuerda?
¿Realmente importaba? Querer era querer.
Espera ¿Estoy tratando de convencerme de que estoy en una escapada sexual con
él, o fuera de eso? Estoy confundida.
Él no era exactamente material de novio. Cenas románticas, intercambios de
regalos, bailes, risas y largas miradas persistentes o tiernas sonrisas, aquello no estaba
exactamente en su timonera.
La tentación dijo: ¿Por qué no usarlo, solo por un momento? La satisfacción
espera...
La idea no fue repelente. Ella podría experimentar la belleza del sexo sin miedo.
Tantas veces como había fantaseado con Puck, los viejos recuerdos nunca habían salido a la
superficie. Y no era como si ella pudiera escapar de su soledad. Gemido. Cada vez que lo
intentaba, su cuerpo se había apagado, gracias al vínculo. O tal vez Indiferencia. ¡O ambos!
En el fondo, ella sospechaba que necesitaba a Puck para terminar el trabajo, su presencia de
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alguna manera hacía que su deseo fuera demasiado fuerte para ser negado.
Y maldita sea, ella estaba cansada de retorcerse sobre sus sábanas, desesperada y
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dolorida, incapaz de saciar la necesidad que su esposo había despertado con un simple beso.
Una necesidad que no había disminuido en su tiempo separados pero si crecido. Una
necesidad de Puck y solo Puck.
Parte de su mente lloró ¿Por qué no William? Ella lo había conocido por más años y
lo había venerado como un héroe.
Sí cuerpo. ¿Por qué? Aunque pensaba en él de vez en cuando, preguntándose si él
podría ser tan hermoso como ella recordaba -y aunque siempre se divertía burlándose de
Puck por el otro hombre en sus cartas- nunca había fantaseado con él.
Un estallido de truenos devolvió sus pensamientos al asunto en cuestión. —Si me
atrapan... —Gillian comenzó.
—Lo sé, lo sé. Masacra a todos, arriesgar mi vida más, y salvarte.
—No. ¿Estás bromeando? Retírate, roba más armas, adquiere más magia y regresa.
Otro estallido de truenos, seguido por un rayo de luz que iluminó a los soldados
mientras ellos corrían para cubrirse; ellos sabían que nadie en su sano juicio atacaría
durante una tormenta de hielo.
Ellos no estaban equivocados. Gillian no había tenido una buena idea durante siglos.
Se levantaron escudos sobre las tiendas, ofreciendo protección para las personas que
estaban dentro.
—Después de esto, —dijo Winter, indiferente a la próxima lluvia de muerte como
Gillian—, el recién coronado rey de Walsh probablemente dejará de cortejarte.
—Eso es solo una ventaja, —dijo ella.
Gillian había matado a los dos últimos soberanos. El primero se había deleitado con
el dolor que él les había infligido a las mujeres, recordándole a sus horrorastros. El
siguiente había matado a una querida miembro de los Shawazons, no durante la batalla sino
como un espectáculo de compras. Él la había apuñalado por detrás.
Después de un tercer estallido de truenos, la primera daga de hielo cayó del cielo y
atravesó el suelo a unos centímetros de la cara de Gillian. Indiferencia aulló de sorpresa
antes de desaparecer de su mente.
Bien, bien. Las experiencias cercanas a la muerte no eran lo suyo. Bueno saberlo.
—Ahora, —dijo ella. Levantando un escudo propio, se puso de pie y corrió por la
duna de arena.
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Página
Capítulo 18
Más y más dagas de hielo descendieron, inundando la tierra. Gillian tuvo que saltar,
esquivar y zambullirse para evitar chocar contra cada nuevo obstáculo, incluso mientras
otras dagas de hielo chocaban contra su escudo y se rompían en un millón de pedacitos.
Afortunadamente, el mismo pum, pum y clink, clink resonaba desde los escudos que
cubrían los techos de las tiendas de campaña.
Winter permanecía unos pasos detrás de ella, cuidando su espalda.
No era de extrañar que los Señores del Inframundo disfrutaran de sus escaramuzas.
Proteger a la gente que amabas era lo más importante. ¿Lo segundo más grande? Saber que
el guerrero a tu lado, o a tus seis, moriría por ti si fuera necesario.
Familia. Aceptación. Apoyo. Todo lo que Gillian siempre quiso, entregado en un
paquete que nunca había esperado.
La adrenalina corría por sus venas, sobrecargándola. La magia se agitó, sus runas
brillando, pronto convirtiéndose en faros en la noche. Eso no sería suficiente. Soltando un
latigazo de poder, hizo que los granos de arena se elevaran y formaran un tornado alrededor
de ella y de Winter.
Cuando descubrió por primera vez la magia, pensó que los diferentes tipos
producían resultados específicos. Como la supervelocidad, o la habilidad de
teletransportación. Fuerza sobrehumana. Resistencia no natural. Respirar bajo el agua.
Visión nocturna. Telepatía. Atmoquinesis. Omnilingüismo. Ecolocalización. Control
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la magia era simplemente poder, y cuanto más tenías, más podías hacer.
Se necesitaba cierta cantidad de magia para realizar ciertas habilidades. Cuanta más
magia usaras en esas habilidades, menos podrías hacer, tu poder se agotaría cada vez más
rápido. Era un círculo vicioso.
Sin Connacht parecía ser la única excepción. Según se decía en las dunas, desde que
nació poseía tres habilidades: súpervelocidad, cambio de forma y visión nocturna. Puck
también tenía súpervelocidad, y había cambiado de forma el día que la trajo a Amaranthia.
¿Podría él también ver en la oscuridad, como su hermano? ¿Qué más podía hacer?
A ella le hubiera gustado…
¡Concéntrate, chica!
Soltó un segundo latigazo de magia, aumentando la velocidad del tornado para crear
una especie de campo de fuerza. En el ojo de la tormenta, ella y Winter no se vieron
afectadas.
Desafortunadamente, su medidor mágico ya estaba vacío. Encontrar a los objetivos
correctos se había vuelto cada vez más difícil a medida que los hombres se enteraban de su
odio por cualquiera dispuesto a cometer crímenes contra mujeres y niños. Ya no hablaban
tanto de sus crímenes, ya no alardeaban ni castigaban públicamente a la gente bajo su
“cuidado”.
Un día, Gillian esperaba encontrar el camino hacia el autoabastecimiento, para que
su magia se reconstruyera y nunca se agotara, permitiéndole aprovechar todas las
habilidades sobrenaturales.
Era bueno tener sueños.
Mientras corría hacia delante, se escuchaban voces desde las tiendas de campaña.
—…diciéndote, lo vi con mis propios ojos. —El pánico infundido en su tono.
— ¿Qué es lo que él quiere?
¿Quién era ese él?
Rescate primero. Recaudar información en segundo lugar.
La información podría ser tan valiosa como la magia.
Debido a que el tornado limitaba su visión, tuvo que usar más magia para ver más
allá de la pared de viento y arena, e incluso más allá de las solapas de las tiendas de
campaña para ver dentro de las viviendas. Guerreros limpiando armas. Mujeres cocinando.
Parejas teniendo sexo. Discutiendo. Riendo.
Cuando su mirada se deslizó sobre Johanna, Gillian se detuvo y dio marcha atrás.
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Con el corazón golpeando contra sus costillas, hizo señales con la mano para enviar a
Winter corriendo al otro lado de la tienda de campaña más lujosa de todo el campamento,
Página
¿Qué es lo que no sabía él? Winter había entrado en la tienda desde el otro lado, con
un arco en alto, con una flecha amartillada. Whoosh. La flecha le atravesó la muñeca. Su
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Una voz con el poder de hacerlo ponerse más duro que el acero. La de ella. Puck se
giró tan rápido que casi le da un esguince cervical. Frenético, buscó… ¡allí! Gillian
Connacht estaba en la cima de una duna de arena, Winter y una mujer que nunca había
conocido estaban a su lado. Notó la presencia de las otras distraídamente, notó la sangre
seca y otras cosas pegadas a las tres hembras, también. Sabía que debía preguntarse sobre la
causa, y lo haría, tan pronto como superase su ataque de lujuria propia de un muchacho con
su primer establo.
Gillian había experimentado cambios significativos. La inmortalidad no la había
congelado a la edad de dieciocho años, sino que le había permitido envejecer hasta alcanzar
su perfecta versión de ella misma. Su pelo era más largo, un tono más oscuro y ondulado.
Sus mejillas eran más delgadas, sus pechos más grandes y deliciosos. Las caderas
redondeadas quedaban magníficamente expuestas en lo que debió haberse convertido en el
uniforme de la mujer Amaranthian: una top sin mangas de cuero negro y una falda corta
plisada, unidas entre sí por eslabones metálicos para proteger los órganos vitales. El resto
de ella estaba asombrosamente tonificada. Las runas ahora marcaban sus manos, los
brillantes remolinos un impresionante realce, como joyas de carne permanentes.
Él también debió haber cambiado, porque lo que había sentido por ella antes
palideció en comparación con lo que sentía por ella ahora. El deseo lo dominaba.
Quizás su vínculo se había profundizado a lo largo de los siglos que ella había
vivido. Quizás su magia llamaba a la suya. El impulso de acortar la distancia, tirar de ella
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hacia sus brazos, tocarla y saborearla, marcarla, lo bombardeó, siendo casi irresistible.
Tomaré lo que es mío. La quiero a ella. Desesperadamente. Debo protegerla. Debo
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quedármela.
Ambición protestó. Debes devolvérsela a William.
Ella hizo una mueca de dolor y se agarró su costado mientras se movía de un pie a
otro. Una tela empapada de carmesí estaba envuelta alrededor de su torso desde la costilla
hasta el hueso de la cadera.
Alguien la había lastimado.
Alguien moriría.
Apenas controlando su ira, corrió a través de la distancia. Gillian se encontró con él
a mitad de camino. Se detuvieron al unísono, sólo un susurro separando sus cuerpos -el
cuerpo de Puck palpitaba con una tensión nueva, el de ella exudaba calor femenino.
Ella mantuvo su mirada fija en la de él, tan diferente a la chica que él conocía. La
que habría apartado la mirada a la primera oportunidad.
Cuando Puck inhaló el dulce aroma de las bayas de amapolas, no pudo contener su
gemido. Ni tampoco los hombres de su clan, hombres que habían detenido lo que
estuvieran haciendo para verla con palpable anhelo.
Puck se inclinó, listo para la batalla. Si no se alejaban, morirían con la misma
seguridad que ese “alguien”.
Ellos lo vieron y se alejaron.
Mejor. Cuando Puck volvió a concentrarse en su esposa, la fascinación y la
conciencia saturaron el aire y el resto del mundo se desvaneció. Errático y salvaje, sus
puntos de pulso golpeaban contra su piel caliente. Cada latido hablaba: Tómala. Tómala.
Indiferencia estalló en un coro de disgusto, pero ni siquiera el demonio pudo
distraer a Puck de la visión que tenía ante él. —Gillian…
Ella le dio un puñetazo, aporreando su cerebro contra su cráneo.
—Bueno. Hola a ti también, —dijo Puck, frotándose la mejilla palpitante.
Alzó su barbilla. —Eso es por mentirme.
—Yo lo...
Ella lo golpeó de nuevo, partiéndole el labio.
—…siento, —terminó, sus oídos zumbando.
—Eso es por romperme el dedo. —Puñetazo. —Eso es por abandonarme en una
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tierra extraña. —Puñetazo. —Eso es por regresar trescientos años después de lo prometido.
Él esperó el siguiente golpe, pero ella respiró hondo, exhaló y asintió, como si
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Encógete de hombros. Una acción casual y, sin embargo, dijo: —Más vale que
digas en serio a esas palabras. El príncipe de Fiáin me mintió hace unos meses y ahora está
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con orgullo. Mira, esposa. Mira lo que me haces tan fácilmente. —Dije que podías hacer lo
que quisieras, con quién quisieras. No dije que permitiría que los hombres vivieran.
Su tono razonable mientras hablaba de asesinar hizo que las comisuras de la boca de
Gillian se curvaran hacia arriba, sorprendiéndole.
Ella corrigió su expresión, decepcionándolo, y cruzó los brazos sobre su pecho. —
Eres el mismo que antes, en apariencia y comportamiento. Caliente un momento, frío al
siguiente. Tu talante “fóllame” no durará.
—Entonces, será mejor que nos apresuremos a ir a nuestra casa, así puedo follarte
mientras dure. —Estoy bromeando.
Puede que no esté bromeando.
—Ya estás otra vez. ¿Nuestra casa? Y, de ninguna manera. No habrá nada de
folleteo. —Balbuceó un momento, y luego se apresuró a cambiar de tema. — ¿Qué piensas
de mi campamento?
Dando crédito a quien se lo merecía, dijo: —Has creado algo especial aquí.
Aunque los Shawazons a lo que había entrevistado se habían negado rotundamente
a responder preguntas personales sobre su líder, estaban más que felices de presumir de las
conquistas de Gillian. Era conocida como la Invasora de Dunas, una guerrera sin igual, y un
arma de buena fe. Invadía campamentos rivales, liberaba a las mujeres de los establos y de
los abusos, cuidaba a los niños, especialmente a los huérfanos, robaba lo que quería, cuando
quería, y castigaba a los soldados por sus crímenes. También entrenaba a ex cautivas para
que hicieran lo mismo.
¿Qué era exageración y qué era verdad? Cualquiera que fuera la respuesta, deseaba
haber sido testigo de su transformación de asustadiza a valiente.
Antes le había dicho a Cameron: —¿A qué dificultades se enfrentó? Cuéntamelo
todo.
—Bueno, veamos. Sólo a todas, —había respondido su amigo. —Pero antes de que
me mires con tus fríos y duros ojos -sí, justo así- ella se ofreció como voluntaria para
muchas de ellas para ser una mejor guerrera y comandante.
—Gracias, —dijo Gillian ahora, acicalándose.
—Pero, —añadió él frunciendo el ceño. —Las tensiones son más altas que nunca.
Las batallas brutales entre clanes se libran semanalmente. Emboscadas salvajes y ataques
estratégicos son una ocurrencia diaria. Lo único en lo que los ciudadanos están de acuerdo
169
Él debería estar enfadado con ella. En cambio, estaba... aún más encantado. Qué
espíritu.
Puck extendió la mano y trazó sus nudillos a lo largo de la línea de la mandíbula de
Gillian. Al igual que ella había hecho el día de su boda, se inclinó hacia su toque. Sólo que
esta vez, ella pronunció el sonido más sexy que había oído.
—Mmmm.
Mi esposa necesita desesperadamente que la acaricien. ¿Cómo podría él
arrepentirse de nada ahora?
Aunque Gillian parecía más dura que antes, incluso severa, se sentía como seda
caliente.
Cuanto más la tocaba, más espeso se hacía el aire, respirando con más dificultad.
Temblores se extendieron a través de él, el deseo chisporroteando profundamente en su
médula.
Anhelaba abrazarla y llevársela a la cama más cercana. Lo que no haría en absoluto.
Lo que probablemente no debería hacer.
Lo que justamente podría hacer...
No, no. Su siguiente objetivo le esperaba. No podía permitir que Gillian lo
distrajera. La lujuria no tenía importancia, o mejor dicho, no debería tenerla.
Puck invocó más y más hielo, hasta que finalmente el calor del deseo se enfrió, una
capa de escarcha formándose sobre su corazón y sobre su mente, seguida por otra y otra,
hasta que su frígida armadura estaba en su lugar, sus pensamientos y su cuerpo en calma.
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Página
Capítulo 20
los reinos. Estas cosas pasan. Nadie tiene la culpa, bla, bla, bla, bla. Excepto tú. Tú tienes la
culpa. ¿Qué pensaste que pasaría cuando te quedaste fuera trescientos años más de lo
planeado? ¿Olvidaste cómo contar? Por cierto, no necesito que Winter me proteja. Puedo
protegerme a mí misma.
—Obviamente, —dijo con una mueca de desprecio, e hizo un gesto hacia su herida.
—Como si nunca te hubieran herido a ti en batalla.
—Sólo muy raramente. Y no pensé en lo que pasaría durante mi ausencia. No cada
segundo de cada día.
—Déjame adivinar. Simplemente no te importaba, —dijo. —Apatía en Todo podría
ser el lema de nuestra familia.
Aye. Apatía en todo. Entonces, ¿por qué dio un paso hacia ella, necesitando tener
contacto? ¿Y por qué las palabras “nuestra familia” en esos labios rojos, rojos, causaron un
escalofrío de anhelo?
Los ojos de color whisky se abrieron de par en par, y el pulso en la base de su cuello
se aceleró. La belleza que avergonzaba a los soles de Amaranthia comenzó a jadear cuando
un rubor rosado oscureció sus mejillas y se extendió.
Él recordó lo mucho que había anhelado investigar sus rubores antes de su partida.
Cómo se preguntaba cuán caliente se sentiría su piel, y cuán lejos se propagaba ese calor.
Ahora, su curiosidad se profundizó.
— ¿Parezco apático? —Dijo con voz ronca.
Ella le repasó con la mirada y en realidad se lamió los labios, sorprendiéndolo.
Luego aplanó las palmas de sus manos contra sus pectorales y lo empujó.
¿Pensaba que necesitaba espacio?
Puck se acercó más, tan cerca que su tórax rozó las crestas turgentes de sus pechos
cuando inhaló. Un jadeante gemido se le escapó en el momento del contacto. No era culpa
suya. Las curvas de esta mujer. Ella encajaba con él perfectamente, suave donde él era
duro.
Quería frotarse contra ella, quería frotarse contra ella ahora.
En vez de eso, retrocedió. Con cuidado. Procede con precaución.
Ella golpeó la punta de su lengua contra un incisivo mientras lo estudiaba más
intensamente. ¿Qué pensamientos pasaban por su mente?
—Volviendo a las muchas veces que te han herido a lo largo de tu vida, y no sólo en
la guerra sino en el romance, —dijo ella finalmente. —Sé que una vez deseaste a Winter.
173
— ¿Y ahora?
— ¿Por qué? ¿Aún estás dispuesta a compartirme? —No había olvidado lo
fácilmente que ella le había dado permiso para acostarse con otras mujeres.
—¡Ja! —Ella le dio una palmadita en la mejilla. —Sigue soñando, amante. Ojo por
ojo. Planeas matar a mis amantes. Es justo que yo mate a las tuyas, lentamente. Así que, —
dijo ella. — ¿Te sientes atraído aun, o no todavía por Winter?
No te inclines hacia su contacto. — ¿Matarías a tu amiga?
Sus ojos se entrecerraron. —Contéstame.
—Yo... no. —La miró a la cara. Un rayo de alivio. Ella había estado celosa. Mi
mujer me desea, como debería. Y le dijo: —Ya hablaremos de tus celos más tarde. Por
ahora, vamos a curarte.
Sus ojos se entrecerraron pronunciadamente.
—Ya oíste a Winter, —dijo ella. —Va a volver con suministros. Además, soy
inmortal. Una inmortal no celosa. Me curaré.
—No todos los inmortales se curan de todas las heridas. —Y el color de sus mejillas
comenzaba a opacarse, gotas de sudor apareciendo a lo largo de su frente y sobre su labio
superior. — ¿Contra quién peleaste?
—Contra los Walshes. Si quieres nombres, no puedo complacerte. No me detuve
para presentarme a los tipos que morían bajo mi espada.
—Ahora que he vuelto, puedo luchar en tu nombre.
Ella resopló. —No es necesario. Puedo luchar por mí misma.
—Soy fuerte. —Le gustaba la idea de protegerla y defenderla.
Ella puso los ojos en blanco, sin inmutarse. —Yo también.
—No eres más fuerte que yo. Ahora mismo, no eres más fuerte que el viento.
Se encogió de hombros. —Todavía puedo derribarte.
— ¿Puedes? —preguntó con un tono áspero. Su altura y anchura le daban una
ventaja injusta y destacaban su delicadeza femenina.
—Puedo. Y para tu información, no puedes intimidarme, grandote. Ya no más.
¿Para mi información? — ¿Puedo no hacerlo?
—No, pero apuesto a que yo puedo intimidarte a ti, —dijo. Esta vez ella se acercó a
él y le rodeó el cuello con sus brazos.
174
jardín. — ¿Qué tal si usas las tijeras como un gesto de buena fe? Te ayudaré a matar a Sin,
sin estar unida a ti. Ambos salimos ganando.
Página
vínculo. Estaba enfadado conmigo mismo, no contigo. Debía haber sido yo quien te
salvase. Yo debería haber sido más hombre, pero no lo fui. En vez de eso, te ataqué,
culpando a todos los demás. La verdad es que mis decisiones nos condujeron a ese fatídico
día, no las tuyas, y quiero compensártelo. Te lo compensaré.
Ella escuchaba, embelesada y llena de adoración.
Puck echaba humo rebosante de hostilidad.
— ¿Cómo están los Señores y sus Damas? —le preguntó ella a William.
—Vivos y en buen estado.
Un destello de felicidad en los ojos de Gillian... junto con un destello de tristeza.
Echaba de menos a sus amigos. A causa de Puck.
No importa. ¡A mí no me importa! Hice lo que tenía que hacer.
—Ahora, quiero escuchar cada detalle sobre tu vida, —dijo William. —Comienza
por el principio, cuando nos separamos, y termina con tu mirada encontrándome en este
agujero infernal. No dejes nada fuera.
¿Agujero infernal? —Preferiría escuchar tus aventuras, William. —Puck ofreció a la
pareja una fría sonrisa. — ¿Por qué no nos hablas de tus muchas conquistas en el
dormitorio desde que Gillian se casó conmigo?
Si las miradas pudieran matar a un inmortal, Puck estaría ensangrentado y muerto.
William suavizó su expresión y dijo: —Todo olvidable, mi amor. No hay
absolutamente nada que contar.
Gillian apoyó su cabeza en el hombro de él y se aferró a su brazo, todo mientras
observaba a Puck con una mirada enmascarada. — ¿Qué tal si te doy los más destacable?
Comencé mi propio clan, rescaté a mujeres y niños de malos hogares, y me convertí en la
guerrera más temida de la tierra. Oh, y recientemente decidí empezar a salir con alguien.
¡Porque estoy divorciada!
—¡Basta! —La orden emanó de Puck antes de que pudiera morderse la lengua. —
¿Tanto deseas el divorcio? Gánatelo.
—Ooh, la, la. Otra demostración de calor. —Ella exudaba excitación, incluso
mientras se preparaba para la decepción. —Regreso del Hombre de Hielo en tres, dos...
Entierra las emociones. Congelación profunda. Ahí. Mejor.
—Y ha vuelto, —dijo ella suspirando.
William proyectó hacia afuera su labio inferior, fingiendo hacer pucheros, y usó su
mano libre para girar un puño bajo su ojo. —Boohoo. Pobre Pucky. ¿Está nuestro bebé
177
arrancarle la lengua al macho. Necesitaba su llave viva, no con la capacidad del habla.
—Sé amable, —dijo Gillian, mirando a Puck. Por alguna razón, su tensión se drenó
en el momento en que ella soltó a William. —He pasado mucho tiempo estudiando a tu
hermano. Es tan paranoico que construyó una fortaleza del tamaño de Texas y creó un
laberinto a su alrededor. Nadie puede llegar hasta él, porque yo nunca lo he intentado. Si
me dejo capturar y llevar adentro, como un caballo de Troya, podría matar a los guardias y
colarlos a ambos dentro.
Puck dijo: —No, —al mismo tiempo que William agitó la cabeza y gritó: —Eso no
va a suceder.
Los labios de Gillian se fruncieron por la irritación. — ¿Seré herida? Sí. No fingiré
lo contrario. ¿Tengo miedo del dolor? No. ¿La niña pequeña obedecerá a los hombres
grandes y fuertes? ¡Váyanse a la mierda!
Más espíritu. Más terquedad. — ¿Permitiré que te dirijas directamente a tu final
infeliz? —Dijo Puck. —No. Podrían matarte al verte. O peor. —Especialmente si, Sin
descubría lo que ella significaba para él. No es que ella significara algo para él.
Reconstruye la frase. Especialmente si, Sin descubría que Puck se había vinculado a ella.
Mejor.
—Estar de acuerdo con el Sr. Marioneta me apena, pero en esto, debo hacerlo. —
William asentó un puño sobre su corazón, una postura de falso abatimiento que de ninguna
manera contradecía su inconmensurable fuerza. —Vamos juntos o no vamos. ¿Y qué quiere
decir él con “final infeliz”?
Gillian hizo a un lado la pregunta como si no fuera importante.
—Nos iremos al amanecer. —Puck señaló su vendaje. —Esta noche, te curarás.
—Señor, sí señor. También nos daremos un festín. —Ella le ofreció un saludo
militar, su expresión ilegible. —Mañana, saldremos para echar a Sin el Demente del trono
de Connacht y conseguir mi divorcio.
178
Página
Capítulo 21
Él había vuelto. Puck había regresado, como le había prometido, haciendo sentir a
Gillian como si los unicornios estuvieran saltando a través de su pecho, y las hadas
estuvieran bailando dentro de su estómago. Él era aún más hermoso de lo que recordaba.
Con una belleza de otro mundo, con sus rasgos cincelados tallados en hielo y piedra. Su
pelo largo y oscuro. Esos cuernos. Su aroma absolutamente divino, más potente que la
magia, más embriagador que el vino.
Ella temblaba. Todo sobre el guerrero le atraía. Su altura imponente y sus hombros
anchos... todos esos tramos de glorioso tendón y fuerza latente... sus tatuajes... sus caderas
delgadas y piernas musculosas...
Su erección masiva.
Sí, ¿se había puesto duro por ella? ¿Por alguien más? Y ella se había dado cuenta en
el momento en que sucedió, a pesar de querer mirarle a la cara para siempre. Su verga era
un imán para su mirada. Aparentemente, la Invasora de Dunas quería ir a hacer una
incursión en los pantalones de Puck.
Finalmente tuvo la prueba: los viejos temores no se alzarían y se apoderarían de
ella.
¡Maldito sea! En el momento en que lo vio, una chisporroteante descarga de lujuria
la golpeó, encendiendo un fuego salvaje en sus venas y una necesidad dolorosa entre sus
piernas, burlándose de todo lo que había sentido en el pasado. Incluso ahora, la conciencia
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hormigueaba bajo la superficie de su piel. Piel que quemada por un constante rubor
candente. Respirar era ahora un lujo, jadear era la norma. Su corazón aún no se había
Página
ralentizado.
Su cuerpo ansiaba alivio y lo quería de él -sólo de él. Su marido.
¿Ya extraoficialmente divorciados? ¿A quién estaba engañando?
Habiendo sido forzada a enterrar sus deseos físicos durante siglos, se había
convertido en una maestra en esconder sus necesidades. Esas habilidades le sirvieron bien
hoy, permitiéndole engañar tanto a Puck como a William. ¿Anhelar la boca y las manos a
Puck? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Yo?
Una o dos veces, ella temió que Puck la hubiera descubierto, temió que él pudiera
ver debajo de su tranquila fachada, cómo sus rodillas amenazaban con derretirse cada vez
que él revelaba emoción, o calor. En una ocasión, pensó que él la había mirado con
palpable anhelo.
Pero, no importaba lo desesperada que ella estuviera, o cuánto pudiera él desearla o
no, las razones para evitar el sexo con él no habían cambiado. Él se volvería gélido y
mostraría indiferencia hacia ella después, haciéndola sentir usada y maltratada. Lo mataría,
y como contrapartida, inadvertidamente se mataría a sí misma. No, gracias.
¿A menos que ella se volviera gélida y mostrase indiferencia hacia él después?
Alimento para el pensamiento.
O simplemente podría esperar el divorcio. Tan pronto como el vínculo fuese
cortado, ella desearía a otros hombres. ¡Claro que sí! Además, ¿qué eran unos días o
semanas más de abstinencia después de medio milenio?
Pero estaba cansada, muy cansada de oír hablar de la increíble vida sexual de sus
amigas. “El sexo es hermoso”, dijo Rosaleen una vez. “Una comunión de cuerpos y almas.
Y el placer...” Ella había lucido una sonrisa de gato comiéndose al canario. “Estaba tan lista
para un orgasmo, que no me importaba si el mundo que me rodeaba era reducido a cenizas.
No hasta que terminara con mi hombre”.
Eso. Eso era lo que Gillian anhelaba.
— ¿Quieren un recorrido por el campamento? —preguntó ella.
Puck asintió, su mirada nunca desviándose de su cara, como si no pudiera apartar la
vista. Como si hubiera encontrado un premio por el que valiera la pena luchar.
Una espiral de calor se desplegó en su vientre, mientras se regañaba a sí misma por
albergar más pensamientos ilusos.
—Me encantaría un tour personal y privado, —dijo William.
William, dulce William. Estaba tan emocionada de verlo, más emocionada de lo que
180
Su cara de cuento de hadas y sus fantásticos ojos azul eléctrico se habían vuelto más
duros en el tiempo que habían permanecido separados. Y también tenía un talante más
mordaz. Si tan sólo su cuerpo respondiera a él. William nunca fue frío con ella.
Mientras guiaba a sus invitados a través del campamento, Puck se interpuso entre
ella y William, el calor de su cuerpo arrasando sus ya sensibilizadas terminaciones
nerviosas. Mantener su fachada casual saltó de lo posible a lo improbable.
Ninguno de los machos se dio cuenta. En ese momento, estaban demasiado
ocupados fulminándose con la mirada el uno al otro.
William rompió el contacto primero, lanzando una sonrisa despreocupada hacia
Gillian. —Dime la verdad, cielo. En una escala del uno al diez -uno, significando que casi
pereciste por la angustia de tu corazón roto cada minuto de cada día, y diez significando
que, de hecho, pereciste porque ya no podías vivir sin mí, pero la esperanza de un
reencuentro te devolvió a la vida- ¿cuánto me extrañaste?
Resoplido. — ¿Estuvimos separados? —preguntó ella, fingiendo confusión.
—Oh, cómo me hieres. —Pasó junto a Puck para detenerse frente a ella y apartarle
un mechón de cabello de la cara. — ¿Te fue bien aquí?
—Sí. —No cambiaría su tiempo en Amaranthia por nada.
De nuevo, Puck se interpuso entre ellos. Aunque usaba su expresión favorita de
Hombre de Hielo, transmitiendo nula emoción, envolvió su mano alrededor de la tráquea de
William, apretando mientras levantaba al amigo de Gillian en el aire. —Sólo te daré una
advertencia, Eterno Cachondo. Esta es mi tierra.
—Mía, —lo corrigió Gillian.
Todavía mirando a William, dijo: —Ella es mía. Hasta que estemos desvinculados,
nadie se interpondrá entre ella y yo. ¿Entiendes?
Un rayo crujió bajo la piel de William mientras golpeaba un codo contra el
antebrazo de Puck, logrando su liberación. —No tienes derecho...
— ¿No lo tengo? —Puck alzó obstinadamente su barbilla. — ¿O tengo que
recordarte nuestro trato? Debes mantener tus manos quietas.
Siempre tan frío, y aun así tan hostil, ahora intenso y posesivo. ¿Por qué, por qué,
por qué quería lanzarse a los brazos musculosos de su marido?
— ¿Qué trato? —preguntó ella.
— ¿Qué trato crees? —Contestó Puck. —El trato con el que William me ayuda a
181
reclamar mi corona...
—Esa parte no, —dijo ella, y puso los ojos en blanco. —La parte de mantener sus
Página
manos quietas.
Él fulminó con la mirada a William, pero permaneció mudo.
—Los celos no lucen bien en ti, Pucky, —soltó William, aunque apagó su poder, el
relámpago bajo su piel desvaneciéndose. —Pero claro, ¿qué es? ¿O es esto una actuación
para mantenerme a raya? —Abrió ampliamente sus brazos. —Bueno, no hay necesidad.
Considérame re alineado.
—Protejo mi inversión, —respondió Puck.
Uf. Una vez ella se refirió a sí misma como una inversión, ¿no? Niña tonta.
—La perderás muy pronto, —dijo William.
El color en la cara de su marido se acentuó. Él lo agarró del cabello con su puño, las
cuchillas cortándole las palmas de las manos, la sangre brotando. Con los ojos fuertemente
cerrados, dijo entre dientes, —Lo que está pasando... instintos... amenaza de muerte... no
puedo, no puedo.
¿Matar a William? ¿Porque amenazaba el matrimonio de Puck?
Suavizándose, Gillian agarró a Puck, con la intención de distraerlo con su contacto.
Pero no tenía que haberse molestado. El Hombre de Hielo regresó. Por supuesto. Se
enderezó, sus brazos cayendo a ambos lados, su expresión desprovista de cualquier
emoción.
La decepción golpeó, pero ella la ignoró. ¿Qué había esperado?
—¡Gillian! —gritó una voz familiar.
Un patrón de pasos resonó... una estampida de ellos, en realidad, acercándose cada
vez más. Tanto Puck como William se prepararon para el ataque una fracción de segundo
antes de que un grupo de niños la rodeara, empujando a los tipos fuera del camino.
El corazón de Gillian casi estalló de amor al recibir sonrisas, abrazos y besos. Estos
niños rescatados la adoraban, y el sentimiento era mutuo.
Uno de sus maestros gritó: —Muy bien, niños. Suficiente. Tienen un trabajo que
escribir, y nuestra reina tiene deberes que supervisar.
En medio de gemidos de decepción, Gillian prometió visitar la escuela más tarde.
Así de fácil, los gemidos fueron reemplazados por vítores. Los niños se fueron corriendo.
William la miró con expresión inquisidora. — ¿Reina?
Se encogió de hombros. —La tradición es fuerte en Amaranthia, ¿aye? Aunque he
creado una democracia, la mayoría de los Shawazons prefieren las viejas costumbres, con
una clase gobernante.
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ven obligadas a convertirse en potrancas en un establo con cientos de otras. Son expulsadas
del campo de batalla y castigadas si se atreven a aprender a leer o escribir. —Escupió las
palabras hacia Puck, como si su marido tuviera toda la culpa.
—Eso está cambiando, —dijo ella, hinchando el pecho. —Algunas de mis mujeres
tienen sus propios establos, donde los hombres son conservados como sementales. Nosotras
hacemos la guerra, y aprendemos lo que queremos sin reservas.
Ahora frunciendo el ceño, William se masajeó la nuca. —Debí haberte entrenado
para pelear cuando nos conocimos.
—No estaba lista, —admitió. En aquel entonces, cualquier indicio de violencia la
habría hecho entrar en pánico.
Con sus brazos cruzados sobre su pecho, sus bíceps más grandes que sus esperanzas
y sueños, Puck la miró fijamente. — ¿Tú tienes un establo de sementales?
—Amigo. ¡Ojalá! —Ella sospechaba que tener un establo no era lo mismo que tener
citas en su mente.
William se la quedó mirando boquiabierto, como si acabara de admitir que estaba
embarazada de demonios trillizos. — ¿Deseas un establo?
—Como si tú fueras quien para juzgarme, —dijo ella, y rezongó. —Has estado con
el noventa y nueve por ciento de la población femenina. Chico, eres el menos indicado.
Volvió a alzar su mano para agarrarla, solo para detenerse, cerrar su mano en un
puño, y dejar caer su brazo a un lado. Una llamarada de irritación en sus ojos antes de decir,
con voz baja y ronca, —Sólo estaba preparándome para ti.
Oh, por favor. — ¿Cuántas veces has usado esa frase en particular?
—Cuando se compara con el tamaño de mi número de revolcones, prácticamente
cero, —contestó, sólo ligeramente avergonzado.
¿A cuántos equivalía “prácticamente”? Hizo señas a los chicos para que se
adelantaran, sin atreverse a mirar hacia Puck. Se había quedado en silencio, lo cual no era
una buena señal. Los mejores depredadores observaban y esperaban...
—Vamos, —dijo ella. —Terminemos el tour. —Cuanto antes llegara a Peanut,
mejor.
En la siguiente media hora, cada mujer que vio a Puck y a William tuvo una de tres
reacciones. Un ataque de risitas, un rubor o un saludo seductor con la mano. William
devolvió los saludos con la mano, incluso guiñó el ojo una o doce veces, pero Puck fingió
no darse cuenta, o tal vez no se dio cuenta. Él permaneció enfocado en Gillian mientras ella
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hablaba de las casas que había ayudado a construir. Cómo, después de pagarle a un
ingeniero de arquitectura y descubrir lo que necesitaba, ella y las mujeres de su clan habían
Página
pasado décadas cavando con herramientas y magia hasta llegar a una capa de tierra
compacta bajo la arena. También habían arrastrado, llevado, transportado o fabricado con
magia piedras y metales de diferentes tamaños que habían depositado en el campamento
para crear pilotes y grava para hormigón y todo lo demás que habían necesitado.
Mucho trabajo duro, mucho tiempo y energía, y mucho ensayo y error, pero había
valido la pena totalmente. Habían creado hogares seguros con todo lo esencial: cocina,
despensa, arsenal y espacio para una cama.
Debido a que los Shawazons vivían cerca de un hermoso y prístino lago, otros
clanes constantemente atacaban, esperando tomar el control.
Todo el reconocimiento para cualquiera que se las arreglase para hacer lo imposible.
—Estoy asombrado, —dijo William. —Mi delicada chica tiene...
— ¿Delicada? —Oh, pero él le había puesto los pelos de punta con esa pequeña
joya. ¿Se negaba a verla de otra manera, a pesar de todo lo que ella le había enseñado?
Bueno, tendría que enseñarle mejor. —Sostén mis dagas, —le dijo a Puck.
William se apresuró a tranquilizarla. —Sólo te felicité. Has cambiado, te has
fortalecido. Las historias de tus hazañas seguirán contándose mucho después de que te
hayas ido.
Su estómago se desplomó al darse cuenta. Él esperaba que ella abandonara
Amaranthia. Sin duda Puck también, después de que hubiera ganado la corona Connacht.
Tan arcaico como era, podría separar a los Shawazons de una alianza entre todos los clanes.
Hormigueo en la nuca. El calor corriendo por su columna vertebral. Se clavó las
uñas en las palmas de las manos, extrayendo sangre. Inhala, exhala. Tener un ataque al
estilo Hulk no le hará ningún bien a nadie. Buscando la calma... allí. Un pozo de confianza.
¡Nadie excluía a los Shawazons de una alianza!
— ¿Esperas que deje Amaranthia cuando te conviertas en rey? —preguntó.
Le frunció el ceño. —Por supuesto.
¡Lo sabía! —Qué pena. A diferencia de ti, yo termino lo que empiezo. —Ella se
quedaría, y seguiría siendo reina. Su gente estaría protegida, siempre.
No tendrás un final feliz...
Desconectó la predicción de los Oráculos, mientras su estómago le daba otro
vuelco.
Profundizando el ceño, Puck inclinó la cabeza, su estudio sobre ella
intensificándose. — ¿Qué estás intentando decirme?
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tentada a usar lo último de su magia, sólo para probar su fuerza. Algo que habría hecho sin
dudarlo cuando era una valiente mujer de doscientos años. Pero ahora era mayor, más
sabia, y se negaba a desperdiciar el regalo que tanto le había costado conseguir. Usaba la
magia para la protección, la defensa y la supervivencia, no para jactarse de sus derechos.
Ella esperaba resistencia. Lo había amenazado, después de todo. Pero se ablandó. —
Tu clan siempre tendrá un lugar aquí, muchacha.
¿En serio? —De acuerdo. Sí. Gracias. —Adiós, indignación.
No, no adiós. No del todo. Como un parásito, la indignación encontró su camino
para adentrarse en William. Golpeó la punta de su lengua contra un incisivo, como si
pudiera saborear la sangre de su enemigo, y le gustara.
Para distraerlo, ella le dijo: —Yo te he enseñado lo mío, ahora enséñame tú lo tuyo.
¿Qué más hiciste durante mi ausencia? Y no te atrevas a decirme que un caballero nunca es
indiscreto.
—Oh, no lo haré, muñeca. —Su voz poseía un tono formal que nunca antes había
usado con ella. —Hasta los caballeros son indiscretos con el incentivo adecuado.
Su significado se cristalizó, y ella se sonrojó como una doncella de 216.
Puck inhaló con un jadeo, como si... ¿qué? ¿Cómo si le gustara su rubor? ¿O tal vez
sólo quería matar a William por coquetear? De cualquier manera, miau. No miraré.
Cualquier calor se desvanecería de sus oscuros ojos con brillantes explosiones estelares, y
la miraría con frío desinterés.
— ¿Además de beber hasta quedar estupefacto y pelear al lado de mi padre en el
inframundo? —William suspiró. —Tuve berrinches de hombre, te busqué y consideré
todos los modos posibles para castigar a Puck.
¡Ja! Berrinches de hombre. De la peor clase. ¡Y los de William eran aún peores que
los de la mayoría!
— ¿Cuál es tu método favorito? —preguntó Puck. No parecía curioso, ni molesto,
ni siquiera particularmente intrigado.
—Eso es fácil. —William se frotó las manos, en plan señor malvado. —Desollarte
vivo para hacer un abrigo de piel, y luego usarlo mientras te corto en pedazos. Lentamente.
Te convertirás en un cuento con moraleja. ¿La moraleja? Cuando alguien espera
experimentar los horrores del infierno en la Tierra, que se meta con mi mujer.
Puck se puso tenso, su lenguaje corporal diciendo más que palabras. Básicamente:
Ella es toda mía, quítale las manos de encima o vete al diablo.
Al menos, eso era lo que Gillian escuchó. Y, maldición, la posesividad en cierto
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modo la deleitó. No es que fuese a durar. —No soy tuya, ni de nadie, —le dijo a William.
—Eres mi amigo, pero...
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William se tomó su rechazo con calma, diciendo: —Hoy no eres mía... pero lo
serás. Me aseguraré de ello.
Ella casi preguntó: ¿Qué hay de tu maldición?
Y, ¿crees que yo soy la predestinada a matarte?
Una vez, había sido demasiado débil. ¿Ahora? Una amenaza al máximo.
Por alguna razón, eso la hizo mirar a Puck y… ella jadeó. Él la observaba, su
mirada penetrante e intensa. Agresivo, incluso, como si ya la hubiera desnudado
mentalmente.
Los escalofríos bailaron descendiendo por su columna vertebral. ¿Sus bragas?
Ahora empapadas. — ¿C-cómo puedes estar tan seguro? —preguntó, forzándose a
concentrarse en William. ¿Tartamudeando? ¿Ella?
Con una mirada airada hacia Puck, él dijo: —Soy el paquete completo, querida.
Belleza, cerebro, fuerza. Y predestinado.
Predestinado. Alias “destinado a ser”. Alias “todo pasa por una razón”. Alias sus
modismos más vilipendiados.
Sí, una vez estuvo encantada con la idea de pertenecer a William. ¿Ahora? —No
existe el destino. —A lo largo de los siglos, había visto a las parejas interactuar, fascinada
por sus matices, cómo algunas se desmoronaban a la primera señal de problemas y otras
florecían. —Hay atracción y luego, si quieres mantener la relación, hay trabajo duro.
— ¿Pero qué causa la primera atracción, hmmm? —preguntó William.
—Si me dices que la primera atracción está predestinada, entonces tendrás que
decirme por qué la atracción a veces se desvanece.
Él la miró con el ceño fruncido. Porque no tenía una respuesta.
—Los oráculos pueden predecir quién terminará con quién, —dijo Puck, con un
tono algo cortante.
—La predicción es diferente de la predestinación, señaló.
—La predestinación es lo que nos mueve, —dijo William.
Ugh. Él era uno de esos. Gente que asignaba una razón sobrenatural a cada
calamidad, o culpaba a un poder superior. Y había un poder superior. Absolutamente. La
amiga de Gillian, Olivia -antigua amiga, suponía, ya que no habían hablado en más de
quinientos años- era una Enviada casada con Aeron, ex guardián de Ira. Olivia había
hablado a menudo sobre la creación del Altísimo de los humanos y de otros seres. Pero que
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el Altísimo no causaba tragedias. Él era la esencia del Amor. Las cosas malas pasaban
porque la gente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Las cosas malas
sucedían porque el mal existía. Porque la gente buena tomaba malas decisiones. Porque la
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Decidiendo que retirarse era su mejor opción, dijo, —Correré la voz de que ustedes
no deben ser lastimados. Siéntanse libres de caminar por la zona, echar un vistazo por los
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alrededores, lo que quieran, pero no lastimen a nadie. ¿Entendido? Y no te acuestes con mis
soldados. —Si Puck la engañaba...
Con los dientes apretados, añadió, —Les veré en el festín de esta noche. —Con la
cabeza en alto, se marchó antes de que alguien pudiera protestar.
No mirarás atrás. Por supuesto que no. Dobló una esquina, poniendo una casa entre
ella y los tipos, invalidando la tentación. Fuera de la vista, fuera de la mente.
Pegando una sonrisa falsa en su cara, se dirigió en línea recta hacia Rosaleen, una
pequeña belleza con una hermosa piel marrón, cabello oscuro y ojos más oscuros. Se la
consideraría impecable, si no fuera por la X marcada en su frente. La marca de su antiguo
“amo”. El cruel bruto se había asegurado de que sus “potrancas” pudieran ser identificadas
con una sola mirada, si es que alguna vez lograban escapar.
—Dobla la guardia alrededor del perímetro, —dijo Gillian. Los Walsh sabrían que
los Shawazon diezmaron el puesto de avanzada, porque ella había dejado su tarjeta de visita
favorita: ningún sobreviviente. Ellos atacarían, y pronto. —Y pide a nuestros mejores
cocineros que preparen un banquete digno de una reina. Esta noche celebramos el regreso
de mi marido y de mi amigo.
— ¿Vamos a añadir veneno para acelerar el final de tu matrimonio? Y si es así,
¿quieres que muera lento o rápido? —preguntó Rosaleen, totalmente en serio.
—Preguntas válidas. —Fingió pensar en su respuesta. —Nada de veneno. Mañana
escoltaré a los hombres a la fortaleza de los Connacht. Winter y Cameron vendrán con
nosotros, seguro, lo que significa que tú y Johanna estarán a cargo.
Rosaleen asintió. —Ten cuidado. Me encontré con Sin Connacht sólo una vez, pero
me asustó de por vida. Hay algo muy raro en él.
—Lo derrotaremos. —El fracaso no era una opción.
Evitando a todos los demás, Gillian regresó a casa. Una pequeña casa de piedra que
había ayudado a construir. Nunca se había interesado en la decoración, así que las paredes
permanecían sin pintar. Los únicos toques personales: las armas que había colgado aquí,
allá y en todas partes, y el estante que contenía los frascos que había llenado de trofeos que
había tomado de las más despiadadas de sus víctimas.
¿Qué pensarían Puck y William de sus habitaciones?
Fuera de la vista, fuera de la mente, ¿recuerdas?
A través de la puerta, el caos absoluto la saludó. Peanut se había puesto furioso. Él
había destrozado el sofá, desmantelado la mesa de la cocina y arrancado una pata de una
silla reservada para invitados especiales.
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Lo único que su mascota no había arruinado era su cama, y sólo porque ella dormía
en un altillo en el piso de arriba, y él no podía subir la escalera.
Página
No había señales de él dentro. Con un suspiro, se dirigió al patio trasero. Una cerca
separaba su huerto y sus árboles frutales plantados en macetas del granero de Peanut.
—Sal, sal, dondequiera que estés, —llamó.
Aunque Gillian seguía siendo vegetariana, Peanut requería carne. Por su bien, había
aprendido a cazar, desollar y preparar comidas que lo mantuvieran fuerte. De hecho, tenía
un ritual. Una vez a la semana, viajaba sola al bosque más cercano, cazaba y lloraba por sus
presas, porque sí, siempre ponía nombre a los animales y veía un futuro como mejores
amigos.
Los animales eran increíbles; matarlos la afectaba de una manera que no la afectaba
matar a personas. Tal vez porque la mayoría de la gente apestaba.
Peanut salió al trote del granero como si no tuviese ninguna preocupación y se dejó
caer a la sombra que le ofrecía el manzano, cultivado con magia, donde comía una fruta
caída.
Bueno, no todos los animales eran increíbles.
Se negó a mirarla a los ojos, incluso apartó la cabeza.
Peor que un niño pequeño, pensó, y se echó a su lado.
Le echó una mirada que le dijo: Permitiré que me acaricies. Excepto que, cuando
ella extendió la mano para acariciar el suave pelaje detrás de su oreja, su mirada dijo, Pero
sólo con tu mirada.
—Te extrañé, Nutty Buddy13.
Él le gruñó.
—Tengo que ir a otro viaje mañana, y no sé cuánto tiempo estaré fuera, —admitió.
La manzana cayó de su boca y rodó más allá de su muslo.
—Qué bueno que vengas conmigo, huh, —agregó, antes de que pudiera estallar en
otro ataque. —Sólo tienes que ser amable para...
Estaba de pie y lamiéndole la cara antes de que ella pudiera terminar la frase.
Riéndose, acarició su mejilla contra su cuello y le abrazó con sus brazos. —Esta noche, te
presentaré a mi esposo y a mi amigo. Vendrán con nosotros. Estoy bastante segura de que
no te gustará ninguno de los dos.
Fuera de la vista, pero no de la mente. Acéptalo, enfréntate a ello.
—Puck es magnífico pero terrible, dulce pero cruel, amable pero despreocupado,
inteligente pero inexpresivo. Puede que me quiera, puede que no. Con él es difícil de decir.
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Su plan de esperar un divorcio oficial podría haber sido un poco precipitado. ¿Qué
daño podría causar el usar a Puck y quitarle el placer que se merecía?
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Página
Capítulo 22
segura de que siempre hay que dejarle con ganas de más. A menos que él diga algo cruel. O
mentiras. O golpee. Entonces lo dejas muerto.
Página
Gillian se metió una uva en la boca y esperó a que Puck honrara el festín con su
exaltada presencia. Estaba sentada ante una hoguera crepitante, William a su lado. Los
shawazon formaban un círculo alrededor de ellos, compartiendo fuentes de comida, jarras
de cerveza y copas de agua. La risa resonó a lo largo de la noche, mezclándose con miles de
conversaciones diferentes y el suave fragor de la música mientras las mujeres de los clanes
tocaban tambores, flautas y arpas hechos a mano. En el centro del círculo, un grupo de
bailarines balanceaban sus caderas mientras hacían girar pañuelos con salvaje abandono.
Cameron bailaba entre ellas, tentando a una mujer en particular.
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Fiel a su naturaleza, a menudo se obsesionaba por una sola mujer durante semanas,
a veces meses, y hacía todo lo que estaba a su alcance para seducirla y atraerla. Pero en el
Página
cambiado?
—Tú, —dijo simplemente.
Página
Se giró para mirarla, sus ojos entrecerrados y brillantes, sus respiraciones exhaladas
en grandes jadeos; el abultamiento detrás de su bragueta era enorme. —Tócame de nuevo, y
te presionaré contra la arena y me meteré dentro de ti.
Su primer pensamiento: ¡Sí! ¡Por fin!
Su segundo: Me desea tanto.
Mientras su mente giraba y su cuerpo lloraba de alivio, los iris de William brillaron
con un tono rojo cargados de amenaza. —Espero que te gusten los tríos, Pucky, porque me
voy a meter en el embrollo.
—Puedes intentarlo, —dijo Puck, con la mandíbula apretada.
—Uh, ¿chicos? Necesito que... — ¿Qué? ¿Besarnos los unos a los otros y hacer las
paces?
Mmm. ¿No sería eso estupendo?
Para su sorpresa, Puck se levantó y se alejó sin decir una palabra más. Fiel a sus
formas, nunca miró atrás.
Peanut, el traidor, saltó para seguirlo.
Ella quería hacer lo mismo, pero se consoló con la opción de la medalla de plata y
fulminó con la mirada a William.
— ¿Qué? —preguntó. — ¿Qué hice mal?
—Deja de coquetear conmigo delante de Puck. Y deja de enemistarte con él. No
voy a acostarme contigo, William. No voy a engañar a mi marido. —Sus sueños de salir
con otros tipos habían ardido en llamas desde el momento en que se le ocurrió la idea, tanto
si lo supiera como si no.
—Es tu marido temporal. Hay una diferencia. Y no te estoy pidiendo que lo
engañes.
— ¿Qué me estás pidiendo que haga, entonces?
— ¿Qué si no? —Abrió bien los brazos. —Dale a un pretendiente un beso de
verdad. ¿Qué? ¿Qué es esa mirada? Besar no es engañar. Es una amiga ayudando a otro
amigo a rellenar sus pulmones. Besar es sobrevivir.
—Si crees eso, siento pena por tu verdadera enamorada. —Sólo para ser mezquina,
porque sí, Gillian había desarrollado una vena un poco cruel, añadió—, Quienquiera que
sea.
Mientras estudiaba su rostro, tal vez en busca de alguna debilidad en su resolución,
él parecía atónito, como si nunca hubiera conocido el rechazo -de ningún tipo- y no tenía ni
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Las palabras de Puck resonaron en la mente de Gillian. Evitar el filo de una espada,
¿así es como la veía? ¿Una espada? Permanece en silencio ¡Cómo se atreve a dar una orden
así! Sólo a ti, sus rodillas se le aflojaron.
Entonces él se puso rígido, y ella quiso chillar, porque sabía lo que pasaría después.
Se enfriaría.
—Si te conviertes en Hombre de Hielo justo ahora, envenenaré tu próxima comida,
—dijo.
Pareciendo la viva imagen de la definición de la indiferencia, levantó una ceja. —
Sigue actuando como una arpía, y me la comeré de buena gana.
¿Arpía? ¡¿Cómo se atreve?!
Gillian se acercó más, segura de ser una bomba, con una cuenta atrás rápida. Pero,
mientras sus miradas permanecían entrelazadas, ningún contrincante dispuesto a apartar la
mirada, las inhalaciones de ella se convirtieron en las exhalaciones de él, y ella se dio
cuenta de que estaban respirando uno el aliento del otro. La ira se transformó en excitación.
Los temblores arruinaron el intento de Gillian de parecer inmutable. Los temblores,
y sus pezones que no dejaban de endurecerse. Probablemente también la fiebre de la pasión
que le enrojecía la piel.
Ha pasado tanto tiempo sin su toque. Lo necesito.
201
caderas, la apoyó contra la pared, y plantó sus palmas junto a sus sienes. Mientras su gran
cuerpo la enjaulaba, el aroma de la carnalidad masculina la envolvió, y sintió que sus
párpados se volvían pesados.
Su musculoso cuerpo parecía hincharse ante sus ojos. De repente era más grande,
más fuerte. Las venas se abultaban como si apenas pudiera mantenerse en su lugar, como si
la agresión lo llenara hasta el borde. La mirada que le dirigió era... voraz.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Gillian, y sonaba ansiosa. Ya
demasiado excitada como para importarle.
—Te estoy poniendo donde te quiero.
Bueno, gracias a Dios por eso. A ella le gustaba donde él la quería. — ¿Así que, de
hecho, me deseas? ¿No te has vuelto el Hombre de Hielo?
—Creo que la bestia entre mis piernas responde a ambas preguntas, muchacha.
Su boca se curvó en las comisuras. — ¿El rey de la apatía acaba de contar un
chiste?
—Sólo dijo la verdad. —Mientras jugaba con las puntas de su cabello, le hacía
cosquillas en el cuero cabelludo. —Solía invocar el hielo para evitar el castigo del demonio.
Ahora lo hago para protegernos a todos. Deberías estar agradecida por ello. Si hiciera
incluso la mitad de las cosas que imagino...
Invocar el hielo, había dicho. ¿Realmente congelaba sus emociones? ¿Cómo?
¿Magia?
— ¿Qué clase de castigo? — ¿La debilidad que mencionó una vez? — ¿Y
protegernos de qué? —preguntó ella, luego el resto de sus palabras se registraron y tembló.
¿Qué se imaginaba haciéndole?
Los ojos de Puck se entrecerraron, y se puso rígido.
De acuerdo. Podía guardar sus secretos. Por ahora. —Sin embargo, a veces te
descongelas. Lo he visto.
Una inclinación de cabeza. —El hielo no se derrite por sí solo. Necesito una fuente
externa que me haga sentir algo caliente. Como rabia.
—O deseo. —Desesperada por contactar con él, necesitando medir su grado de
excitación, ella puso su mano justo sobre su corazón. Piel caliente, como oro fundido
derramado sobre granito. Los latidos desbocándose.
Su desesperación coincide con la mía. Ese conocimiento envió poder femenino
202
corriendo a través de ella.
La agarró de la muñeca y le levantó la mano, inmovilizando su brazo por encima de
Página
No esperó a que ella respondiera, pero soltó el brazo que le había inmovilizado
sobre la cabeza para apretarle el culo con los dedos bien abiertos—cubriendo tanto terreno
como le fue posible—al mismo tiempo que se lanzaba para reclamar su boca. Esta no fue
una exploración tranquila, sino una demanda feroz. Un sello de propiedad diferente a todo
lo que ella había experimentado. Entre las incursiones sensuales de su lengua, él masajeó el
pulso revoloteando en la base de su garganta.
Esperé tanto tiempo por esto. La dulzura de su sabor la enfureció. Era una droga. Su
droga. Todo calor y dureza masculina, devastando sus sentidos. Pequeños maullidos se le
escaparon mientras ella envolvía sus brazos alrededor de él y mecía su núcleo contra él, una
y otra vez, incapaz de detener el movimiento. Cada nueva colisión contra su erección la
ponía más caliente, más húmeda.
Más. Necesito más. Quinientos años de frustración la habían vuelto lasciva. ¿O tal
vez Puck había hecho los honores? —Tócame. Tócame ahora, —exigió Gillian.
—Dime dónde.
—Adentro. Ve por el oro ahora, ya me saborearás más tarde.
—Para mí, toda tú eres oro.
—Adentro, —insistió.
—Y si quiero jugar con tus pechos primero, ¿hmm? —Metió la mano debajo de su
top de cuero para masajear un pecho y jugar con un pezón.
—Por favor, Puck. Por favor.
—La guerrera me suplica ahora. Ella está necesitada. —Con su mano libre, escarbó
bajo el dobladillo de su falda de cuero. —Muy bien. Tendrás lo que estás suplicando.
Mientras sus dedos rozaban la cara interna de su muslo, ella le arañó la espalda,
probablemente provocándole sangre. ¡Tan bueno!
—Entre tus piernas... ¿así? —Uno de esos dedos exploradores se acercó más a su
núcleo, solo para alejarse justo antes del contacto.
¿Él la estaba provocando? ¿Ahora? Diferentes impulsos la golpearon, uno tras otro.
Liberar su erección, y mecerse contra ella. Alejarse, dejándolo dolorido por todos los siglos
que había pasado lejos de ella. ¡Por esto! Tirarlo al suelo y violarlo.
—Hazlo, —ordenó ella. —Dame tus dedos.
Obedeció, con esos dedos traviesos apartando a un lado sus bragas, separándola y
metiéndolos en su dolorido núcleo.
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Con una voz como de grava espolvoreada de humo, dijo: —Estás empapada por mí.
Las rodillas de Gillian cedieron por completo; si no fuera por la mano presionada
Página
entre sus piernas, el talón de la palma de la mano de Puck frotando contra su pequeño
manojo de nervios mientras sus dedos la sondeaban, ella se habría caído y... y.... —¡No te
detengas! Por favor, no pares.
Metió un segundo dedo en su interior, y ella se corrió como un cohete. Así de fácil.
Sólo boom, terminado. ¡Por fin! —¡Sí, sí, sí, sí! —El placer más sublime explotó dentro de
Gillian, sin dejar ninguna parte de ella indiferente. ¡Y él no había terminado! Mientras ella
se apartaba, él continuó empujando esos dedos, abriéndolos a modo de tijeras para estirarla
antes de alimentarla con un tercero, prolongando su clímax…enriqueciéndolo.
Un grito se le escapó entre los labios, pero se tragó el sonido y profundizó el beso.
Algo bueno. Él poseía el oxígeno que ella necesitaba.
William tenía razón. Los besos eran la supervivencia.
Las paredes interiores se cerraban y se abrían. Su mente se empañó, haciendo
descarrilar sus pensamientos. Un calor lánguido la atravesó, una ladrona en la noche,
robando toda razón, dejándola flácida y gloriosamente satisfecha.
Pero la satisfacción no duró mucho. Gillian sólo quería más. Más Puck. Más pasión.
Más satisfacción. Nada podía comparársele. Un orgasmo no era suficiente. Necesitaba
desesperadamente otro. Necesitaba sexo. Ahora. Ahora mismo. No más esperas.
Excepto que cuando ella agarró la cintura de sus pantalones, él levantó la cabeza
para mirarla a los ojos, sus iris brillantes y salvajes, inyectados en fuego, y ella se quedó
inmóvil. Con su pelo negro enredado, parecía tan demencial como ella se sentía.
Demencial, y pasmosamente bello. Impecable de constitución y de rostro. La perfección
masculina absoluta: un hombre cautivado por una mujer. Necesitado de ella, y sólo de ella.
Ninguna otra lo lograría.
—Tus ojos, —dijo Puck, sonando asombrado. —Arden por mí.
No estoy sola en esto. Puede que no vuelva a estar sola nunca más. Una ola de
vulnerabilidad se estrelló contra ella.
Entonces pasó lo peor.
En un momento estaba cachonda, lista para otra ronda, y al siguiente estaba
sollozando como si una amiga muy querida acabara de ser asesinada.
Las lágrimas se derramaban por sus mejillas, todo su cuerpo temblando.
Gillian no había derramado una sola lágrima en siglos. Ahora no podía hacer nada
para detener la marea.
Puck la abrazó, la sostuvo mientras sollozaba. Incluso le peinó el cabello con sus
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dedos, murmurando cosas como, —Lo entiendo. Una vez experimentaste la traición, y
esto... esto es la libertad. —Y. —No soporto ver llorar a mi guerrera. —Seguido de: —
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Se dijo a sí misma, estoy demasiado estresada para estar molesta por esto. Pero
ella no era una fan de las perogrulladas y no mentiría, ni siquiera a sí misma. Estaba
molesta. La decepción casi la parte en dos.
Sabía que saldría corriendo. ¡Lo sabía! Y le dolió tanto como sospechaba que lo
haría.
Aunque, él no se había corrido, ¿verdad? Y aun así había encontrado la fuerza para
abandonarla. Ouch.
¿Qué había causado el cambio en él? ¿Por qué no permitió que ella lo llevara al
orgasmo? ¿Por qué le negaría ese privilegio?
Con esta versión de Puck, exigir respuestas no la conduciría a ninguna parte
rápidamente. —Ojalá dejaras de hacer Dr. Jekyll y Mr. Hyde con el Hombre de Hielo. Es
un verdadero fastidio. Y sí, acabo de convertir lo de esos nombres en un verbo.
—Vamos a hablar, —dijo Puck, ignorándola, su voz ya no estaba llena de humo y
grava, sino de escarcha.
Oh-oh. Esto no puede ser bueno.
La inquietud la inundó. Sin embargo, forzó una sonrisa y cruzó los brazos sobre su
pecho para ocultar sus pezones erectos, en plan no tengo nada mejor que hacer.
¡Error! Ella recordaba cuán desesperadamente él había querido atender a esos
adoloridos pezones, pero protestó, con la esperanza de correrse rápidamente. ¡Chica tonta!
La próxima vez ella... ¿qué? ¿Le daría la bienvenida a una próxima vez? Lo que
habían hecho había sacudido todo su mundo, cierto, pero esto... esto no lo podía tolerar.
Actuando como si nada hubiera pasado, mirando fijamente a aquellos ojos indiferentes,
incapaz de responder como le gustaría sin consecuencias posibles.
¡Guau! Si había algún problema, Gillian lo arreglaba. Que se condenen las
consecuencias. ¡De ahora en adelante, ella respondería como demonios le placiera!
—Tienes razón. Vamos a hablar. —Aunque sus piernas eran como gelatina, se las
arregló para caminar hasta el sofá que Peanut había atacado hasta tranquilizarse. —Una vez
me dijiste que la princesa Alannah de Daingean es tu hembra. Matrimonio arreglado, bla,
bla. ¿Me rechazaste porque te estás reservando para ella? ¡Noticias de última hora! Dudo
que ella se esté reservando para ti. Está comprometida con tu hermano. Lo ha estado por un
tiempo, aunque nunca han apretado el gatillo.
Puck no ofreció indicios externos de cuáles eran sus pensamientos, el idiota.
Gillian había interactuado con la princesa sólo una vez, pero la había observado,
207
con curiosidad, cada vez que visitaban el mismo mercado del pueblo al mismo tiempo.
Alannah era bonita de una manera discreta, de voz suave y tímida. Mi opuesto.
Página
—Tú...
— ¿Qué? —insistió Gillian.
—Te gusta ayudar a la gente. No te gustan los mentirosos.
—Hechos que yo te he contado. Apenas noticias de última hora. Sé que te gusta la
idea de lastimar a tu hermano y que William te desagrada.
—Tu pasatiempo favorito es coleccionar trofeos de los hombres que has derrotado.
—Algo que captaste de dichos trofeos colgados en mi pared. —Las comisuras de su
boca se elevaron. —Creo que coleccionar orgasmos de tu esposa se volvió tu pasatiempo
favorito.
Su pecho se levantó y se hundió en rápida sucesión, pero aun así su expresión
permaneció en blanco. —Quieres quedarte en Amaranthia, incluso después de divorciarnos.
No sólo para mantener a tu clan unido, sino para continuar gobernando tu clan. Crees que
nadie más puede velar por su bienestar tan completamente como tú.
De acuerdo. Tal vez sí la conocía. —Correcto otra vez.
—Pero no puedes quedarte aquí.
Furia instantánea. — ¿Vas a intentar echarme de Amaranthia una vez que seas rey?
Y fíjate que he dicho “intentar”.
—No lo intentaré. Lo haré.
—Así que me mentiste. Otra vez, —dijo con los dientes apretados. —Después de
prometerme que siempre me dirías la verdad.
Ni siquiera se estremeció. —No mentí. Cambié de opinión.
— ¿Por qué cambiaste de opinión? —preguntó ella.
—Porque puedo. —Su mirada era tan fría y distante como el día en que le rompió el
dedo, sólo para demostrar que tenía razón. —Este es mi reino.
De acuerdo, ella estaba un poco jodida de la cabeza en este momento para lidiar con
esto. Con él. —Me cansé de charlar contigo. No me gustas cuando te pones así, así que voy
a volver a la fiesta.
No dijo nada mientras ella se ponía de pie y se marchaba con pasos enérgicos,
entrando pronto en el fresco de la noche. Un segundo después, sin embargo, la puerta se
cerró de golpe. Los pasos resonaron. Puck la había seguido.
Sus puntos de pulso se desbocaron, su piel y sangre se calentaron, su cuerpo listo
209
Cachondo?
Puck hincó un puño en el suelo. Un colorido pañuelo cubría su pelo, excepto las
puntas de múltiples trenzas. El material era demasiado fino para disuadir al viento, lo que lo
hacía puramente decorativo. Hermosamente decorativo. Cadenas de cristales colgaban
sobre su frente. Ella había reemplazado su ropa hecha jirones por otro top ajustado de cuero
para aprisionar sus pechos -pechos que él había tenido en sus manos- dejando su abdomen
parcialmente cubierto por eslabones de metal. Una falda con forma de kilt que llegaba a
media altura de su muslo, sus largas piernas en perfecta exhibición.
He tenido mi mano bajo esa falda. La quiero ahí otra vez.
Ella también la quería ahí. Había rogado. Ella lo deseaba.
¡Cogeré lo que es mío!
No, no. ¡Detén esto!
¿Podría parar? Quería aullar al cielo nocturno. Quería zarandear a Gillian y matar a
William. Tal vez mataría a William, una vez que tuviera la corona.
Pero Puck también quería besar a Gillian hasta quedar sin aliento. Quería tocarla
hasta que gimiera y se retorciera y rogara un poco más... quería reclamarla, hundirse en su
interior una y otra vez, sin contenerse en absoluto.
¡Idiota! Debió tomarla cuando tuvo la oportunidad. Pero no lo había hecho. Porque,
mientras sus estrechas paredes internas le habían apretado los dedos, y su placer le había
empapado la mano, casi se había corrido. Se habría corrido, si no se hubiera forzado a sí
mismo a retirarse del borde del abismo. Y cuando ella lloró, aferrándose a él, y le ofreció
consuelo por primera vez, había experimentado una cierta satisfacción, a pesar de su
demencial necesidad de alcanzar su liberación.
Ya se sentía posesivo con Gillian. Si consumaban su matrimonio, si la marcaba,
nunca la dejaría ir. Su sentido de posesión no lo permitiría, a pesar de Indiferencia.
Para mantenerla, tendría que enviar a William lejos, antes de que se cumplieran los
términos de su juramento de sangre. Eso significaba renunciar a la corona de los Connacht,
condenando a su reino a la destrucción de Sin y a su gente a la miseria.
Puck sólo había conocido a Gillian pocas semanas, y había pasado aún menos
tiempo en su presencia. No podía, no quería, olvidar sus metas simplemente por
experimentar una dicha momentánea.
Dicha que anhelaba desde hace siglos.
Él la miraba detenidamente ahora, esta mujer que a la vez le calmaba y le incitaba.
Cintas de luz de fuego brillaban sobre su dorada piel, y pensó, Quizás puedo olvidar mis
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metas.
¡No! La locura tenía que detenerse. Él continuaría como estaba planeado.
Página
Una vez que usara las tijeras, el deseo de Gillian por Puck disminuiría de todos
modos, y sus sentimientos por William resurgirían. Elegiría al otro hombre. Dejándome con
nada más que un recuerdo desagradable.
Por lo tanto, no la volvería a tocar. Demasiado arriesgado. De ahora en adelante,
seguiría siendo el Hombre de Hielo. Se resistiría a su esposa, sin importar cuán potente
fuese su encanto.
Un estridente sonido de cuerno atravesó repentinamente todo el campamento, y las
bailarinas se detuvieron. La música cesó. Todos se pusieron tensos.
—Vamos, vamos. Prepárense para la batalla, —dijo Gillian, poniéndose de pie.
La multitud de mujeres salió corriendo, recogiendo armas por el camino.
William palmeó dos puñales mientras se ponía de pie. — ¿Qué está pasando?
—Represalias, —contestó ella, esa única palabra rezumaba entusiasmo. —Estamos
a punto de conseguir una recarga mágica.
Las orejas le hormiguearon al detectar el patrón de una marcha familiar, Puck se
acercó a su esposa. —Se acerca un ejército de Walsh.
—Sí. —Sin embargo, Gillian evitó mirar en su dirección, tentándolo a forzar el
asunto. —Tenemos trampas instaladas en el perímetro exterior. Las puse a prueba yo
misma, y sé que los soldados tardarán unos tres minutos y veinte segundos -si son buenos-
en llegar a nuestras paredes. Y a mí espada.
213
Página
Capítulo 24
Mientras William lanzaba a una diatriba sobre cómo mantener a Gillian a salvo
oculta, Puck notó la furia que emanaba en ondas pulsantes de su esposa y aprovechó la
oportunidad para demostrar que era un hombre mejor. Al menos para ella.
—Lucharé a tu lado, —dijo. Ella no necesitaba habilidad para la batalla que se
avecinaba, porque él la protegería con su vida. Se aseguraría de que nada ni nadie, pasara
sobre él. Los soldados que se centraran en ella morirían primero.
— ¿En serio? —finalmente, ella miró a Puck.
Él vio fuego en esos ojos color whisky… y gratitud. Un extraño apretón dentro de
su pecho llevó a Indiferencia a otra diatriba.
Lo entiendo, demonio. Prefieres el frío. Boohoo. Ahora cierra tu estúpida boca.
— ¿Confías en mí para ganar? —preguntó.
Mientras Puck le sostenía la mirada, comprendió lo mucho que quería ser valorada
por sus habilidades de combate. Para probarse a sí misma que era fuerte, valiente y libre,
las características que en su día anheló poseer.
Puck confiaba en ella para que estuviera a la altura. Había sido entrenada por
Cameron y Winter. Había empezado, terminado y reiniciado guerras. Había sobrevivido
quinientos años sin su ayuda, podría sobrevivir otra batalla, otro día.
— ¿Puede terminar ahora el concurso de miradas fijas? —William se interpuso
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entre ellos, venciéndole una transformación que ahora le resultaba familiar. Los ojos
parpadeando de rojo. Los relámpagos brillando bajo su piel. Humo y sombras elevándose
Página
Un inmenso muro de piedra delimitaba el perímetro, un muro que habría tenido que escalar,
si no hubiera sido por la interferencia de Cameron.
—Baja la puerta y déjalo entrar, —había dicho su amigo. —Preferiblemente sin
matarlo.
Los soldados se habían alineado a lo largo de todo el camino. A cada lado—norte,
este, sur y oeste—había visto una torre de vigilancia. Conectando esas torres, un segundo
parapeto donde las arqueras esperaban listas.
—Si resulta herida... —Literalmente el vapor salía de la nariz de William.
—Ha demostrado que puede salir herida y recuperarse. —Esta noche, Puck haría su
parte, demostrarle su fuerza a ella.
Terminando de hablar, Puck corrió hacia la torre norte. Confiscó un arco, una cesta
de flechas, tres dagas y dos espadas cortas, ya sea de las mesas cargadas con armas, o
directamente de un Shawazon. Las vibraciones en sus cuernos se intensificaron; los
soldados Walsh marchaban cada vez más cerca.
Mientras Puck recurría a siglos de concentración inquebrantable—haría lo que
fuese necesario hacer, sin vacilación—el demonio se calmó.
Subiendo las escaleras. Abordando el parapeto. A cada lado de él, las arqueras
formaban una línea, las mujeres estaban hombro con hombro, sus arcos cargados y listos.
—Traten de no alcanzarme, —dijo mientras escaneaba las dunas. —Mi muerte
sentencia la de vuestra reina. Corran la voz. —Las sombras nocturnas eran espesas, árboles
escondidos, un lago cercano... pero ningún soldados. Ahí.
Debatió sobre sus opciones: quedarse aquí y matar a los soldados que escalaran el
muro, o abrirse paso en medio del ejército e impedir que escalaran del todo, pero también
poniéndose en el punto de mira de las arqueras?
En momentos así, extrañaba a su hermano.
William se materializó a su lado, las dagas reemplazadas por espadas curvas.
Escaneó a las masas. —Oh, bien, otra fiesta de salchichas.
Ignóralo. ¿Opción A u opción B?
La lógica levantó la mano y dijo, B, por favor. Mantén alejados del muro a tantos
soldados como sea posible. Cuantos menos Walshes sean capaces de invadir el
campamento, más seguro permanecerá el clan de Gillian. Si Puck era alcanzado por las
flechas, que así fuera. Las heridas se curaban.
Ahora, ¿cómo proceder con la opción B? El parapeto era del ancho de una carretera
humana. En el otro lado, una especie de sistema de poleas. Bingo. Puck ancló un extremo
216
flechas. El metal silbó en el aire, mezclándose con el ulular del viento. Sonaron gruñidos y
gemidos.
El aterrizaje lo sacudió, los huesos traqueteando, quizás incluso rompiéndose.
Negándose a disminuir la velocidad, colocó tres flechas más, y las disparó. Cargar,
disparar.
La magia flotaba desde los cuerpos y fluía sobre él, siendo absorbida por sus runas.
Poder, un poder tan delicioso. Echaba en falta esto.
Un nuevo coro de silbidos atravesó el aire mientras las arqueras que estaban sobre la
muralla disparaban sus flechas. Los soldados siguieron corriendo, simplemente levantando
sus escudos. Las flechas golpearon el acero, y caían al suelo, inútiles.
Una vez más, William apareció junto a Puck. —No te vas a llevar toda la gloria.
Trata de seguirme el ritmo. —Entró en acción, corriendo hacia delante para encontrarse
cara con cara con la formación.
Puck permaneció en su lugar, continuando matando a distancia, reconstruyendo su
suministro de magia. Cada vez que disparaba el arco, caían más cuerpos, más poder era
absorbido por sus runas. Llenándolo. Pronto desbordándolo
Listo. Con una fría sonrisa, levantó los brazos y empujó una violenta ola de magia a
través de sus dedos. Montículo tras montículo de arena, se agrupó a ambos lados de él,
creando una nueva pared, escudando el parapeto.
Dejó caer el arco y sacó sus espadas. Corriendo hacia adelante. Cargando.
Blandiendo y asestando golpes con sus espadas. Cabezas y miembros seccionados. Sangre
rociada. Cada gota de magia que ganaba la usaba para mantener la pared de arena en su
sitio.
Derribando un Walsh tras otro, William regresó al lado de Puck. Para su sorpresa,
trabajaron juntos en armonía, eliminando soldados mientras esquivaban flechas, mientras
los cuerpos se apilaban a su alrededor.
Las runas brillaban en las manos de William, apareciendo nuevos símbolos.
Símbolos que Puck nunca había visto antes.
—Muy bien. Ya he tenido suficiente de esto. —El Eterno Cachondo pateó a un
oponente, golpeó a otro, y luego dejó caer una espada para golpear su mano contra la de
Puck.
¡Boom!
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El poder absoluto detonó entre ellos, aplastando a todo el ejército, nadie era capaz
de huir de él. Todos los hombres cayeron, incluyendo a Puck y a William. Ni siquiera la
Página
lado. Mientras ríos carmesí serpenteaban por su antebrazo, el estómago de Puck se retorcía.
Lucharía hasta desangrarse, ¿verdad?
Página
Mi valiente y hermosa chica. —Gillian, —dijo con voz ronca. Sangre caliente brotó
de la herida de su cuello y goteó sobre la cara de ella.
Esa visión rompió algo en él. ¿Un corazón que él pensaba que Sin había destruido
hace mucho tiempo?
¿Cómo podría ayudarla? No quería usar el hielo, como había hecho a menudo con
Cameron y Winter las veces que sus demonios se habían apoderado de ellos. ¿Y si Gillian
nunca se derretía?
¿Ver cómo muere el fuego en sus ojos? ¡Nunca!
Cuando ella intentó corcovear, indiferente mientras las espinas cortaban su
vulnerable cuello, él se estremeció. Bueno. No había otra opción. Debía hacer algo antes
de que se decapitara a sí misma.
Serás tan cuidadoso. Se puso a horcajadas sobre su cintura, acunó su cara con sus
grandes y ensangrentadas manos y se concentró interiormente en el demonio, y luego en su
vínculo, el lugar de la ira de Gillian. Oh, sí. Él tenía la culpa.
Con el más mínimo indicio de magia, Puck invocó el hielo mientras golpeaba con
dedos mentales su vínculo, como si estuviera tocando un arpa. Donde tocaba, el fuego
moría y el hielo se extendía
Debajo de él, los movimientos de Gillian se ralentizaron, y luego cesaron por
completo. Medio temeroso de lo que encontraría, abrió los ojos para mirarla. Ella yacía
sobre la arena, jadeando, estudiándolo también. Sus ojos estaban apagados, sin ningún
indicio de llamas.
Se tragó un grito de negación, uno para rivalizar con Indiferencia.
— ¿Qué me has hecho? —preguntó ella, y la monotonía de su tono le hizo
estremecerse.
Descartó las espinas, liberándola. Ella no hizo ningún movimiento para levantarse.
—He convocado al hielo, —respondió. —Para ti.
—Soy la Mujer de Hielo, entonces.
Aye. — ¿Estás bien, muchacha?
— ¿Esto es lo que sientes cuando te enfrías? ¿Esta, nada? —Como si no le
importara lo suficiente como para esperar su respuesta, cerró los párpados y se permitió
quedarse dormida.
220
Con el pecho hecho un laberinto de minas terrestres, Puck cogió en sus brazos a su
esposa dormida y se puso de pie. —Voy a atender sus heridas. Si alguien trata de
detenerme, muere.
Página
Gillian flotaba dentro y fuera de la conciencia. Más de una vez notó la caliente
manta de pieles apretada contra su costado y se frotó contra ésta. ¡Tan suave!
En diferentes momentos, voces familiares penetraron su conciencia.
Puck: Tenías miedo de ella.
William: Soy de todos los reinos, de todas las edades. Yo soy la oscuridad y la luz.
Soy un poder como nunca has conocido. No le temo a nada ni a nadie.
Puck: Afróntalo, Willy. Todavía tienes miedo.
William: ¡Estoy enojado! Si quieres tu corona, mantendrás tus manos lejos de ella
de ahora en adelante. ¿Me entiendes? Oh, y una cosa más. Si ella es indiferente cuando
despierte... ¡Más vale que no sea indiferente!
Puck: Mantener mis manos quietas nunca fue parte de nuestro trato.
La conversación se desvaneció debido a su conciencia, otra pronto tomando su
lugar.
Winter: De alguna manera hiciste lo que sólo el jarabe de cuisle mo chroidhe
puede hacer y la calmaste. Nada más ha funcionado.
Cameron: El problema es que hemos esquilmado todos los árboles.
Puck: Hay muchos-en el territorio de los Connacht.
William: Quizás, cuando llegue el momento, me casaré con ella en el territorio de
los Connacht. Puedes servir como testigo, Pucker.
¿Había pasado de acostarse juntos a casarse? Suspiro.
Gillian no tenía ni idea de cuánto tiempo pasó antes de abrir los ojos, los recuerdos
de la batalla la inundaban. Oh... mierda. Le había hecho daño a William, luego a Puck, y
luego se enredó con el hielo de Puck.
Su ira había desaparecido. Cada emoción había desaparecido. No le había
importado nada ni nadie. Incluso la idea de morir era bah. También lo era la idea de vivir.
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La fuerza que Puck ejerció para proteger sin causar daños colaterales
generalizados... ¡increíbles! Su admiración por él se disparó. Era un guerrero de guerreros.
Y sí, ella quería abrazarlo, besarlo y lamerlo por todas partes, lo que significaba que el
hielo dentro de ella ya se había derretido.
Diferentes emociones la inundaron. ¿Al frente? Consternación. Ésta hacía rebotar su
corazón contra sus costillas. ¿Qué tipo de daño colateral había causado?
Sentándose, hizo un balance. Estaba en su loft, en su propia cama, sola e ilesa,
vistiendo ropa limpia. Sin pañuelo en la cabeza. Voces apagadas se escuchaban desde
abajo...
Se dirigió al primer piso. Puck estaba parado al lado de Peanut, dando de comer a su
mascota una manzana. Mi familia...
Rebote, rebote. Y no a causa de la consternación esta vez.
Puck se había bañado, cambiado y recogido su cabello húmedo en una cola de
caballo al estilo de un guerrero, con menos cuchillas de afeitar de lo normal colgando de las
puntas. Se veía impecable y de otro mundo, tan masculino que le prendió fuego a cada uno
de sus instintos femeninos.
Se veía como un hogar.
¡Uau! ¿Un hogar? Ella no acababa de pensar eso. Habían hecho el tonto una vez, y
con suerte pronto irían a por una segunda ronda. Porque sí, ella anhelaba otro orgasmo y
anhelaba ser testigo—y causar—el de él. Pero no podía olvidar su tendencia a enfriarse y
dejarla de lado después. O que planeaba dejarla.
¿Pensaría en ella de nuevo alguna vez? Tal vez no. Hasta ahora, ella no había
comprendido del todo la amplitud de su apatía. Al estar hueca, completamente desprovista
de emociones, no se había sentido como un ser vivo, sino más inferior que un animal.
No hay final feliz para ti, Gillian Connacht.
Se mordió la lengua hasta que probó el fuerte sabor a cobre de su sangre. ¡Oráculos
estúpidos! Claro, los finales felices no se regalaban, pero ella lucharía con uñas y dientes
por los suyos. Ayudaría a Puck y a William a hacer lo suyo, incluso aceptaría el divorcio.
Mientras aprendía cómo se sentía vivir sin un vínculo, gobernaría a los Shawazon y
empezaría a tener citas, tal como ella esperaba.
La idea no era repugnante. O excitante.
¿Por qué me siento como si me dirigiera a mi ejecución?
William estaba tumbado sobre el sofá, un hombre de ocio. —Noté que Gillian no
usa tu anillo, Pucker. Pero claro, ya le diste uno, ¿no? Quinientos años de sufrimiento.
222
Puck se puso rígido. —Es curioso, cuando la tuve en mis brazos, no fue tu nombre
el que gritó.
Página
—Esa es una oferta muy dulce, —contestó ella, su mano revoloteando sobre su
corazón. —Gracias.
Página
dos. Prepárense.
—Cualquier cosa por ti. —William le lanzó un beso y salió a grandes zancadas.
Página
Puck se detuvo. Con los ojos encendidos, dijo: —Prepárate, porque te tendré. Me
dije a mí mismo que no te volvería a tocar porque, pase lo que pase, te dejaré ir. Le hice un
juramento a William, asegurándome de ello.
Sus palabras no deberían dolerle. Pero... ouch.
—Pero, —continuó—, fallé en mi empeño de mantenerme alejado ayer y hoy. Te
tengo por poco tiempo, y voy a disfrutar de ti mientras pueda. Felicidades, muchacha. Me
has derrotado.
225
Página
Capítulo 25
14Nuez, en inglés.
Pecan16. —Gillian se acercó para acariciar a Peanut detrás de la oreja. —Serán nuestras
pequeñas nueces trabajadoras.
No hubo respuesta. Bien. Sin respuesta no había objeción.
Finalmente, justo antes del anochecer, llegaron a su destino: la entrada al laberinto
de Sin. Una niebla oscura se agitaba donde terminaba la arena y empezaba un bosque
espeluznante. En lugar de entrar, acamparon en un pequeño oasis fluvial cercano. Entrarían
al amanecer.
— ¿Crees que Sin tiene hombres esperando dentro? —Preguntó Winter. —Podrían
salir e intentar matarnos antes de que podamos entrar.
—O advertir a Sin de nuestra llegada, —dijo Cameron. — ¡Deberíamos... oh, mira,
otra nube!
—Me sentirá en cuanto llegue al territorio Connacht, —contestó Puck. —Si tiene
hombres cerca... —Se encogió de hombros. —Que vengan.
William desmontó, su mirada caliente sobre Gillian. — ¿Cómo está tu nivel de
rabia?
—Bien, —murmuró. ¿No debería Puck preguntar por sus niveles de excitación?
Siempre un caballero, William se ofreció para establecer un campamento para ella
mientras ésta se ocupaba de cualquier necesidad personal.
Gillian aceptó, agradecida, y llevó a Peanut a una buena distancia, hasta la orilla del
agua, donde lo alimentó y cepilló. Cuando él estaba descansando cómodamente sobre una
cama de pieles, ella agarró una pastilla de jabón de su mochila, se dirigió detrás de un
matorral de árboles, se desnudó y entró en el estanque.
Una vez limpia, se puso un cómodo vestido hecho de pañuelos. Un regalo de una de
las mujeres que había salvado. Mientras escurría el agua de su pelo, un ligero golpeteo de
pasos captó su atención.
Alguien se acercaba, y llevaba consigo un leve olor a bosque. En sus venas, el
reconocimiento burbujeó como el champán.
—Traje la cena. —El barítono ronco de Puck le acarició los oídos.
No había pasado suficiente tiempo para ningún tipo de cacería, lo que significaba
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que Puck lo había planeado con antelación. ¿Cuidando de mí, a pesar de que dice que no le
importó?
Página
15Almendra, en inglés.
16Nuez pecán o pacana.
rostro esculpido por la crueldad, sin ningún indicio de calidez o suavidad. No esta noche, al
menos. Al igual que ella, se había dado un baño, dejando su pelo mojado. Dónde se había
bañado, no lo sabía, ya que no había otro depósito de agua cerca—que supiera. No llevaba
camisa, el cuerpo de su guerrero era una revelación de fuerza y tendones. Esta noche, el
tatuaje de la mariposa corría desde un lado de la caja torácica hasta el otro, extendiéndose
sobre su ombligo y a lo largo de su goloso rastro de vello abdominal, desapareciendo bajo
la cintura de sus pieles de oveja. Se le hizo la boca agua por saborearlo.
Incluso el tatuaje del ave fuera de los límites le atraía. El que no se le permitía tocar.
¿Tendría alguna objeción a que se lo lamiera?
¿De verdad había pasado el día sin saber si debía rechazarlo o no? La respuesta era
tan clara ahora.
Lo tendré mientras pueda.
¿Pero qué podrían hacer esta noche? Pronto, los otros se dirigían al río, esperando
bañarse. No era como si Gillian pudiera colgar un calcetín en la rama de un árbol como
señal para mantenerse alejados. ¿Cómo reaccionaría William ante eso? ¿Y qué hay de
cualquier amenaza que pueda acechar por los alrededores?
Espera. Puck todavía la miraba, expectante. Había hecho un comentario sobre... oh,
sí. —Cena. Gracias, —dijo ella.
Le entregó una pequeña bolsa de bayas y nueces. —Vamos. Comeremos juntos. —
¡Como en una cita! Gillian lo llevó al lecho que había preparado para Peanut. Su mascota
estaba demasiado cansada para moverse, y mucho menos para abrir los ojos.
Puck se relajó a su lado, observando cómo se metía una baya roja en la boca. Sus
pupilas se extendieron sobre su iris como una especie de eclipse solar erótico mientras ella
gemía con deleite y saboreaba el dulce jugo mojando su garganta reseca.
—Lo hiciste bien hoy, —graznó él.
—Gracias. —Arqueó una ceja. —Estamos hablando de la matanza que cometí,
¿verdad?
Las comisuras de su boca se crisparon, haciendo que su corazón revolotease. —
Hablo de la forma en que montaste tu quimera sin quejarte.
Ella resopló. — ¿Me van a dar un trofeo?
229
—No te preocupes. Tendré mis dedos dentro de ti otra vez, muchacha. Pronto. Junto
con otras partes de mí. Pero no aquí, no ahora. Tu placer es mío para disfrutar. Sólo mío.
Página
esperaba.
Tal vez sí, tal vez no. —Si no lo has adivinado, no soy la mayor partidaria de las
cosas predestinadas.
—No creo que el destino juegue un papel en todo, sólo en ciertas cosas.
—Ciertas cosas... ¿cómo el matrimonio y la muerte?
—No. Porque los errores en las relaciones se cometen todo el tiempo. Algunas
muertes son prematuras. —Puck frunció el ceño. —Dime. ¿Qué consideras más poderoso,
el amor o el odio?
—El amor, absolutamente. ¿Pero qué tiene que ver eso con nada de esto?
—Creo que el destino nos conduce al amor, siempre, pero la gente no siempre
coopera. Libre albedrío. Odio. Maldad. Cualquiera que sea la razón. Pero estoy dispuesto a
luchar por el fin deseado, razón por la cual creo que el destino se saldrá con la suya en
Amaranthia. William destronará a Sin a mi orden, y te liberará. Yo encontraré a mi amada
reina, mataré a mi hermano y uniré a los clanes, salvando todo lo que una vez amé.
Buen punto. Quizás Gillian necesitaba seguir casada con Puck para salvar a los
Shawazon. —Podrías divorciarte de mí para cumplir los requisitos de tu voto a William... y
luego volver a casarte conmigo. Podría ayudarte con tus metas.
—No reúnes el único requisito, ¿recuerdas? —Frunció el ceño, enseñó sus rectos
dientes blancos y se agarró las rodillas, sus garras clavándose lo suficientemente hondo
como para hacerse sangre. ¿Para detenerse a sí mismo de alcanzarla? —Tú no me amas.
Podrías incluso despreciarme una vez que nuestro vínculo sea disuelto.
Pero, ¿y si ella se enamoraba de él? No era imposible.
Giró la alianza sobre su dedo, aún no acostumbrada a su peso. ¿Podría Puck amarla
alguna vez? ¿La despreciaría en el momento en que se disolviera el vínculo? ¿Podría ella
realmente ayudarlo a unir los clanes después de haber causado tanta confusión?
¿Y si la profecía sobre su vida se hiciera realidad, desarrollándose exactamente
como se predijo? Gillian se vería forzada a mirar más de cerca su profecía. Matar los
sueños de su hombre...sin un final feliz....
¿Era ese el destino que ella quería para Puck?
— ¿Quieres que me enamore de ti? —preguntó Gillian finalmente, su tono suave,
casi suplicando.
—Quiero... no, —dijo. Gruñó, en realidad. Negó con la cabeza, inflexible. —No
quiero que me ames.
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Lo decía en serio. En sus oscuros ojos, los puntitos de luz brillaban con una
resolución inextricable. Y no estaba molesta. Nop. Ni siquiera un poco. El amor sólo
Página
complicaría su acuerdo.
Correrse, y correrse… usar y tirar.
—Bien, —dijo ella, toda una bravuconada. —Porque esta reina no quiere cargar con
un rey mandón e insensible.
No reaccionó.
¡Aún mejor! Se aclaró la garganta y volvió a su tema original. —Así que, ¿por qué
Sin, no te mató cuando tuvo la oportunidad? ¿Por qué tomarse la molestia de infectarte con
Indiferencia y dejarte ir? A menos que te amara también, y esperara encontrar una forma de
vencer la profecía y mantenerlos a ambos vivos.
—Eligió el camino equivocado.
Cierto.
Apoyado contra el árbol que tenía detrás, Puck cruzó los brazos sobre su pecho. —
Ayer dijiste que... que me encontrabas atractivo. Hermoso, incluso. ¿No te importan los
cuernos y las pezuñas?
Si él no quería su amor — ¿por qué no quiere mi amor? — ¿por qué importaba su
opinión?
Si ella se lo preguntaba, él podría irse enfadado. Así que decidió tomar un camino
diferente, e hizo un gesto hacia los cuernos con una inclinación de la barbilla. — ¿Puedo?
Sus ojos se abrieron de par en par, se puso de rodillas e inclinó la cabeza.
Pequeños temblores pasaron a través de sus miembros mientras ella se acercaba a él,
también se puso de rodillas, y pasó la punta de un dedo desde la punta hasta la base, a lo
largo de uno de los cuernos. Cálido y duro como el titanio. Capas de marfil superpuestas,
formando múltiples anillos. Marfil, o de lo que fuera que estuviera hecha la protuberancia.
Al primer contacto, él se puso rígido. Entonces gimió.
Gillian se quedó inmóvil como una estatua. — ¿Te he hecho daño?
—¡No! No te detengas. Por favor.
¿Por esto, suplica? Su desesperación convocó a la de ella, y ésta envolvió una mano
alrededor de la base de cada cuerno y apretó.
Él inhaló, como si ella acabara de apretar un apéndice diferente. —Nunca me han
gustado estos cuernos. Ahora mismo, no estoy seguro de poder separarme de ellos.
Sangre, calentándose. — ¿Nunca nadie te los ha tocado?
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Capítulo 26
Puck se tambaleó, casi sin hacer nada. Gillian había manejado sus cuernos. Por
segunda vez en dos días, casi se había corrido en sus pantalones como un niño pequeño.
Ahora ella habló de su “destreza sensual” como si fuera a morirse sin saber más.
La anticipación se apoderó de él y pensó: haré cualquier cosa, incluso me alejaré
de Amaranthia para siempre, para sentir de nuevo la sensación de sus suaves manos en
mis cuernos, escuchar su voz llena de placer gritando mí nombre cuando se corre.
¡Tonto! Deseó no haber conocido nunca el arrebato de tener sus manos sobre él. Del
tipo que nunca pensó posible. La pasión lo había gobernado. Una mujer lo había poseído.
Pero Puck no era su dueño. Había sido tan arrogante al pensar que podía adicionar a
Gillian a su toque, hacer que lo anhelara para siempre. Las garras de William estaban
incrustadas demasiado profundamente en su corazón. William, quien le dio cariño y se
divirtió con ella, quien de alguna manera la hizo sentir apoyada.
Al menos, solía hacerlo. ¿Tal vez sus sentimientos por el macho provenían del
pasado?
De cualquier manera, la envidia bullía dentro de Puck, un monstruo más poderoso
que Indiferencia. Cada célula de su cuerpo gritaba junto a los gemidos constantes del
demonio: gánala del otro macho.
Él no le había dado una sola consideración a sus reglas, solo había pensado en ella.
Él se estaba enamorando de ella, duro y rápido. ¿Y qué pasaba cuando te enamorabas? Te
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había dicho en serio. En el momento en que usara las tijeras, sus sentimientos por William
regresarían. Puck sabía esto más allá de cualquier duda. Si él tuviera su corazón, solo para
perderlo...
Él jugó su juego: ¿y si?
¿Y si ella le entregaba su corazón a Puck y luego se lo llevaba? ¿Qué pasaría si le
entregaba su corazón a Puck, pero lo dejaba en sus manos? ¿Qué haría él entonces?
¿A qué renunciaría por esta mujer?
¿Debería caminar hacia la espada o continuar caminando alrededor de ella?
Él escupió una maldición. ¿Por qué estaba siquiera contemplando esto? La respuesta
era simple. Caminar alrededor de ella. Siempre alrededor. Él se conformaría con su cuerpo,
como estaba planeado, y experimentaría la satisfacción que pudiera ofrecerle. Nada más.
—Me contaste sobre el Puck adulto, —dijo, ajena a su confusión—, pero no sobre
el bebé Puck.
Despiadadamente, desvió sus pensamientos de amor, sexo y los diferentes futuros
posibles. —Yo era como cualquier otra persona, supongo. Comía, me meaba y lloraba. No
estoy seguro de qué más te gustaría saber.
—Solo todo. —Jugueteó con una brizna de hierba. —Mientras estabas fuera
cazando a William, noté una gran cantidad de niños soldados en el campo de batalla. ¿Qué
edad tenías cuando comenzaste a entrenar?
—Siete.
—¡Siete! —Ella farfulló por un momento. —Tan joven.
—No lo suficientemente joven, de acuerdo con mi padre. —Pero mi madre estuvo
de acuerdo contigo.
—Bien por ella, —dijo Gillian asintiendo. —Ningún hijo mío irá jamás a la batalla.
Cuán diferente habría sido su vida si hubiera tenido una campeona como Gillian.
Entonces sus palabras se registraron y dejó de respirar. Ningún hijo mío. Un niño.
Un niño de ella. Un niño de ellos.
En su mente surgió una imagen de Gillian, embarazada de su bebé. Una imagen que
no podía sacudirse.
¿Qué tipo de padre sería Puck?
Papá no está orgulloso de ti, hijo. Papá no te ama, o le importa si vives o mueres.
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Con los ojos luminosos a la luz de la luna, ella aplanó una mano en el centro de su
pecho. —Tienes razón. Un hermoso recuerdo. Puedes odiar a tu hermano por lo que hizo,
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¿Ahora?
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—Todo bien. Cuéntame más sobre Sin. ¿Por qué no puedes tomar su corona? —
Preguntó Gillian, sintiendo un oscuro cambio en el estado de ánimo de Puck. —
Ciertamente eres lo suficientemente fuerte. Y te he visto en acción. A pesar del demonio,
eres increíblemente feroz.
Su pecho se hinchó con orgullo, y ella casi se rio. De muchas maneras, él era un
hombre típico. Orgulloso al máximo. De otras maneras, no tanto. —Soy feroz. No hay
nadie más feroz. Debería poder tomar la corona sin problemas, pero por alguna razón, no
puedo. El hombre del que ya no quiero discutir es el único capaz de la hazaña.
— ¿Los Oráculos nombraron a William, específicamente?
—Lo hicieron. Dijeron que viviría o moriría por ti.
Vive o muere. Por ella. —Lo siento, Pucky, pero nadie está muriendo por mí. —
Aunque, si William muriera en su nombre, ella conseguía ese no tan-feliz-para-siempre,
¿no? ¡Su amigo habría muerto por nada!
¿Una profecía se alimentaba de la otra?
El presentimiento la golpeó. Si alguien tuviera que morir... Ponme en el juego,
entrenador. Gillian literalmente saltaría sobre una granada por William. Su vida por la
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suya. Por la de Puck, Winter y Cameron también. Incluso por la de Peanut. Johanna y
Rosaleen. Cualquiera de su gente, realmente.
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— ¿Acaso el que no debe ser nombrado preguntó por más detalles sobre tu
profecía? —Inquirió Puck.
Ella podría haber dicho: —Pensé que no querías hablar de él. —En cambio, se
abrió, como Puck había hecho con ella, y dijo la verdad. —No. Y tampoco lo he ofrecido.
—Prefieres discutir estos asuntos con tu marido, y no con otro. —Moviéndose a una
velocidad que no podía seguir, la tomó por la cintura, la levantó y la reclinó contra el árbol
una vez más, asegurándose de que se sentara a horcajadas sobre su regazo, cuerpo
presionado al ras contra el suyo. —Soy un excelente multitarea. Mientras te escucho hablar,
puedo mostrarte afecto.
—Creo que me estás mostrando lujuria, —dijo, apretando su núcleo contra su
erección. —Creo que te la estoy mostrando de vuelta.
Siseo. —Afecto y lujuria, entonces.
Corrientes eléctricas corrieron desde cada punto de contacto, solo para agruparse
entre sus muslos. Los dolores se encendieron en sus pechos, entre sus piernas, más fuertes
que nunca. El calor de su piel la atormentaba mientras los callos en sus palmas la excitaban,
una combinación letal para su resistencia.
Como si ella tuviera algún tipo de resistencia contra él.
Sus ojos se encontraron, se sostuvieron, la máscara indiferente de Puck se alejó. Él
no estaba tranquilo, ni afectado por su proximidad. Él estaba agonizante.
—Por favor escúchame cuando diga estas próximas palabras, —entonó él. —Los
Oráculos nunca han estado equivocadas.
—Te escucho. Pero hay una primera vez para todo. ¿Y qué si estamos mirando la
predicción equivocada, eh?
Él trazó la punta de un dedo a lo largo de su mandíbula, como si no pudiera tocarla.
—Preguntas qué pasa si tan a menudo. ¿Por qué encuentro este rasgo adorable en ti, e
irritante en mí?
¿La Invasora de Dunas, adorable? ¿Por qué quiero pavonearme? —Voy a adivinar
salvajemente aquí. ¿Tal vez sea porque soy adorable y tú eres irritante?
Su mirada se elevó. Ella parpadeó inocentemente, y la alegría brilló en los ojos de
él. Solo un destello, pero uno de todos modos.
—Tienes razón, —dijo. —Existe la posibilidad de que estemos mirando todo mal.
Quizás los Oráculos quisieron decir que no tendrías un final feliz con... William. —Él cerró
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su puño alrededor de un mechón de su cabello, sin detenerse hasta que llegó a su nuca. La
presión... casi agresiva. De acuerdo, definitivamente agresiva, pero a ella le gustaba,
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decidió creer que temía perderla, y se agarraba con fuerza. —Quizás estás destinada a tener
un final feliz con alguien más.
Quizás Puck, el guardián de Indiferencia, se había hecho ilusiones. Ella se
emocionó. — ¿Te refieres a un final feliz con el hombre que no quiere mi amor?
—Quizás solo tenía la intención de protegerse a sí mismo cuando pronunció esas
palabras.
Ella se emocionó más. ¿Qué pasaría si pudieran hacer que esto funcionara?
Luego llegaron otras preguntas. ¿Qué si ella hiciera planes para quedarse con Puck
y pusiera en marcha su propia profecía, como lo hizo Sin? ¿Ella algún día destruiría los
sueños de Puck?
—Mira más allá del vínculo, —dijo Puck, ¿oyó anhelo en su tono? —Dime cómo te
sientes acerca de mí.
No puedo destruir sus sueños. Simplemente no puedo.
Encuentra placer, huye. Pasó sus dedos sobre la barba de su mandíbula y susurró:
—Olvidémonos de los sentimientos y el futuro y centrémonos en el placer en este
momento... —Puntuó cada palabra con un balanceo de sus caderas.
Otro siseo de él, como si estuviera contento, luego frunció el ceño, como si
estuviera molesto. —William no es digno de ti. ¿Sabes eso, sí?
—Sé que te quiero.
— ¿Me quieres ahora... pero no más tarde?
En lugar de una respuesta, ella balanceó sus caderas de nuevo. Más placer Una
inundación de calor.
Con otro siseo y una maldición, la hizo a un lado y se levantó. —Regresaré al
campamento. Tú deberías, también.
Espera. ¿Qué?
Silencio ahora, se alejó, dejándola jadeando, dolorida, llorando la pérdida de su
contacto.
¿Qué diablos acaba de suceder?
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Capítulo 27
Gillian esperó cinco... diez... quince minutos antes de seguir a Puck al campamento,
esperando que su lujuria y enojo se calmaran. Exteriormente, ella parecía tranquila.
Probablemente. Interiormente, ella se lamentaba y cuestionaba.
Puck se había cerrado cuando ella... ¿qué? ¿Se negó a prometerle su futuro? ¿Se
negó a rechazar a William?
Su marido la deseaba, eso es lo que más sabía ella. Había estado duro como el
acero. ¿Quería más que su cuerpo, tal vez? ¿Esperaba protegerse así mismo de la profecía
de ella, no queriendo que le quitara su sueño? ¿Indiferencia aún luchaba contra él?
Los Señores del Inframundo habían sufrido de una u otra forma cada vez que se
enfrentaban cara a cara con sus demonios. Puck solía debilitarse, pero ahora... ¿qué pasaba?
¿Podía permitirse sentir, o el demonio le proporcionaba el hielo y apagaba sus emociones?
—Por aquí, muñeca, —la llamó William desde un saco de dormir que había
preparado mientras ella se bañaba y charlaba con Puck. Palmeó la bolsa vacía a su lado.
Ante él, un pequeño fuego ardía, decorando su piel de bronce en tonos dorados. Era
un hermoso dios del sexo... pero ella no tenía ningún deseo de probarlo.
A unos pocos metros de distancia, Winter y Cameron habían erigido mini tiendas de
campaña. Era fácil de decir qué tienda pertenecía a qué hermano. Winter había colgado una
piel inmortal sobre la puerta. Hace unos años, ella había matado a un hombre por ofrecerle
montar su regazo. Ahora la piel servía como un signo de Mantente Alejado a cualquier
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17Esta es la forma despectiva en la que William llama a Puck, pues PUKE en inglés significa vómito,
pero al no haber una traducción que mantenga más o menos el nombre lo dejaremos en inglés
—Yo también. ¿Sabes por qué? Porque los hombres somos bastardos y los
bastardos merecen morir. Le hicimos un favor al mundo. Hacerle un favor al mundo es
bueno. Siguiente.
Una risa estalló de ella, pero rápidamente se puso seria. —No considero que este
próximo sea un defecto, pero tú sí. William, tengo una gran lujuria por otro hombre.
Pasó su lengua por sus dientes blancos y rectos. — ¿Qué es lo que te gusta de él,
exactamente? Nombra algo específico. Algo que él puede hacer por ti y que nadie más
puede hacer.
Con la misma facilidad con la que enumeró los atributos de William a Puck,
enumeró los atributos de Puck para William. —La vida es una revelación para él. Soy una
revelación. Se ilumina cuando experimenta cosas nuevas conmigo. Él aprecia lo duro que
he luchado para llegar a donde estoy ahora. Aunque está poseído por Indiferencia, cuida a
su gente. Él quiere lo mejor para ellos, y para este reino, y está dispuesto a...
—Está bien. Suficiente, —dijo William.
—Lo siento. —Herirlo no era su intención. —Ve a dormir. Mañana es un gran día.
Entraremos en el laberinto, enfrentaremos monstruos y acertijos y todo lo demás que Sin
haya cocinado.
—Y oficialmente comenzamos tu proceso de divorcio.
Ella casi protestó. Casi.
No te retendré, muchacha.
—Sí, —dijo ella, su tono vacío. —Lo haremos.
¿Me muero por ella, y secretamente quiere deshacerse de mí? A pesar de las cosas
que le gustan de mí. ¿O ella trata de protegerse, como yo?
Cualquiera que sea la razón, ella se negó a responder su pregunta sobre sus
sentimientos, que era una respuesta en sí misma. Mientras estuvieran juntos, ella lo usaría
por placer, nada más.
Mientras acechaba alrededor del estanque, Puck esperaba, contra esperanza, que
algún depredador saltara de las sombras y atacara. Una pelea a muerte podría mejorar su
estado de ánimo.
Extraños ruidos escapaban del laberinto: aullidos, gemidos, gruñidos, chillidos y
gritos. Cada uno servía como advertencia: permanece afuera, o muere. El mal creó una
cortina oscura sobre la entrada del laberinto, permitiendo solo una mínima visión de lo que
parecía ser un bosque tropical. El mal nacido de Sin, teniendo en cuenta que su hermano
menor había conjurado todos los árboles y trampas.
¿Sabía Sin que Puck vendría por él en algún momento, a pesar del demonio?
Probablemente. Sin era muchas cosas, pero tonto no era una de ellas.
Mañana por la mañana, nada impediría que Puck entrara en el laberinto. Cuanto
antes derrotara a Sin, antes se desharía de William... y Gillian. Puck necesitaba deshacerse
de ella. Antes de que él hiciera algo imprudente, como abandonar a su gente y reino por
ella, una mujer que lo abandonaría cuando todo estuviera dicho y hecho.
¡Maldita sea! ¿Cómo lo había puesto en este estado con una sola conversación? ¿Y
por qué iba a elegir a Puck sobre William después del divorcio, de todos modos? ¿Por qué
renunciar al afecto, diversión y familiaridad?
¿Por qué Puck incluso quería mantenerla, a pesar de los obstáculos? La mujer lo
retorcía por dentro, por fuera, y lo ponía nervioso.
Ella también lo excitaba y lo dejaba febril. La fiebre significaba enfermedad. La
enfermedad significaba que necesitaba una cura.
Golpeó con el puño el tronco de un árbol, la corteza le cortó la piel y la fuerza le
fracturó los nudillos. El dolor le recorrió todo el brazo, pero no le alivió la presión y la
tensión que había en su interior.
El trueno retumbó, sacudiendo los árboles. La tercera vez en los últimos cinco
minutos. La tormenta se acercaba mucho más.
William había creado una especie de capa mágica sobre el campamento, pero Puck
se había aventurado fuera del recinto. Preferiría ser ensartado por dagas de hielo que
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aceptar más ayuda de ese hombre. Además, el grueso dosel de hojas encima debería
mantenerlo a salvo.
Página
rezaba para que el demonio tomara sus emociones. Todo este sentimiento... Puck lo
detestaba más que nunca y ansiaba su existencia helada y sin emociones.
Página
distancia, la tensión vivía y respiraba dentro de él. Buena cosa. Porque él no podía respirar
en absoluto. Pero entonces, no era necesario; pronto, Gillian lo haría por él.
Página
Su grito de placer... música para sus oídos. Su cabeza cayó hacia atrás mientras
arqueaba sus caderas, permitiéndole conducir sus dedos a lo más profundo.
Página
—Tan mojada, muchacha. Mucho calor. Te gusta tener una parte de mí dentro de ti.
—¡Sí! Lo hago, lo hago, lo hago. ¡Más!
Empujó un tercero, y sus paredes interiores se tensaron, enguantándolo mientras se
corría, y corría y corría.
—No te detengas, —jadeó ella, su agarre en su rígida longitud contrayéndose. —
Por favor, no te detengas.
No esta vez. —Preferiría morir. —Él le dio otro mordisco al labio antes de sacar la
mano de su eje. ¡Pura tortura! Sin la presión que ella proporcionaba, el placer-dolor se
transformó en dolor-dolor.
Va a valer la pena. Puck cayó de rodillas.
Los dedos continuaron deslizándose dentro y fuera de su resbaladizo calor, él
colocó su boca entre sus piernas... y lamió. La dulce miel en su lengua. Él la probó, se dio
cuenta con asombro. No había probado nada durante miles de años, pero la probó y no
podía obtener suficiente.
Los pequeños maullidos que ella hacía, ¡cielo! Más presión sobre su eje. Tan bueno,
pero mucho peor. Él necesitaba desesperadamente correrse. ¿Podría él?
—Esto es... esto... ¡Puck! —Con sus dedos alrededor de sus cuernos, guiándolo, ella
giró sus caderas hacia adelante.
Esto valió cualquier cosa.
Presionó, frotó y chasqueó la lengua contra su pequeño manojo de nervios, hasta
que sus paredes internas se aferraron a sus dedos, y Gillian soltó otro grito roto.
El clímax más reciente convirtió su miel en vino, embriagándolo.
Se quedó allí, lamiéndola, acariciándola, hasta que ella se calmó... hasta que su
último estremecimiento se desvaneció. Cuando se levantó, sus ojos se encontraron, y el
infierno que vio en esas profundidades ricas de color whisky envió a su tatuaje de mariposa
a moverse sobre su pecho.
Indiferencia se calló y se escondió, como si no pudiera soportar el diluvio de
emociones.
Buen chico. Puck envolvió un brazo alrededor de la cintura de Gillian y tiró de ella
más cerca. Girando, cayó de rodillas y la abrió sobre un lecho de musgo y flores silvestres.
—Puck... mi Puck.
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Suya, siempre.
No, no. Ahora. Solo ahora. Cuando sus piernas se separaron, dándole la bienvenida,
Página
Solo unos segundos atrás, Gillian creía que su cuerpo había sido exprimido e
incapaz de experimentar otro orgasmo. En el momento en que Puck le abrió los pantalones,
él le había enseñado mejor. El placer casi la había quemado viva.
El placer aún la quemaba.
Puck guio las manos de ella entre sus piernas y empujó dos de sus dedos dentro de
su núcleo, junto con uno de los suyos. Por siglos, su propio toque no le había traído más
que frustración e ira. Aquí, ahora, con Puck, el simple golpe casi la envió a otro clímax.
Gimiendo, arqueando su espalda, abrió las piernas más. Ofreciendo más. Ofreciendo
todo.
—Ahora envuelve tus dedos alrededor de mi eje, —ordenó.
Ansiosa, ella obedeció. Oh. ¡Oh! La esencia de su excitación proporcionaba un
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Su expresión...
¿Algún hombre alguna vez había sido tan hermoso? Atrapado en la agonía, ¡por mí!
Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Su piel estaba enrojecida y cubierta de
sudor.
—Las cosas que me haces sentir, —dijo, ahora mirándola. Sus inhalaciones se
hicieron más agudas y superficiales. Los sonidos que hizo... tan carnales, tan sexy. —
Quiero que esto nunca termine. Pero necesito que aprietes más fuerte, muchacha.
Una vez más, ella obedeció. —Entra dentro de mí, Puck. Por favor. —Ella lo
necesitaba. ¿Qué había querido decir, sin necesidad de anticonceptivos? ¿No podría dejarla
embarazada? ¿Tal vez planeaba usar magia? ¿O no quería entrar en ella porque temía que
tuviera algún tipo de enfermedad? —Me hicieron la prueba después... justo después. No he
estado con nadie desde entonces. Estoy limpia, lo juro.
Se detuvo, solo se detuvo, y ella sospechó que la acción—no acción—tenía que
estar matándolo. Si la situación hubiera sido revertida, no habría encontrado la fuerza para
detenerse. Con su mirada fija en la de ella, trazó dos dedos a lo largo de su mandíbula. Una
tierna caricia. Una gota de sudor se derramó sobre ella. No, no sudor. Las frescas gotas de
lluvia se abrían paso entre las copas de los árboles. Varias atrapadas en las pestañas negras
puntiagudas de Puck.
—Nunca quise nada más de lo que te quiero, estar dentro de ti, —entonó—, pero no
te tomaré. No esta noche.
Ella se tragó una gran decepción. — ¿Porque los otros están tan cerca?
—Porque vamos a experimentarlo todo. —Él le dio un suave beso en los labios,
burlándose de ella con la lengua, y luego se puso de rodillas.
¿Iba a dejarla? ¡No! —Esto es mío, —dijo, trepando para reclamar su agarre en su
eje. Mientras ella lo acariciaba más fuerte, más rápido, sus caderas se sacudieron. —Quiero
tu placer. Dámelo.
Todas las cosas que había querido hacer con un hombre, Puck se lo estaba dando en
una sola noche. Él había tenido algo para comer. Lo que estaban haciendo ahora, un baile
erótico y un verdadero intercambio de regalos. Él la había hecho correrse; ahora ella haría
lo mismo por él.
—Sí. Tuyo, todo tuyo. Él enredó una mano en su pelo y le tomó el trasero con la
otra, tirándola más cerca, inclinando sus labios sobre los de ella y besando el aire de sus
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pulmones.
Entonces... ¡oh! Él puso la mano en su culo para alcanzar y deslizar la punta de sus
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dedos contra el palpitante núcleo de ella. Gillian comenzó a mecerse de un lado a otro,
persiguiendo esos dedos mientras acariciaba la enorme erección de Puck. Pronto, se
retorcieron uno contra el otro, imitando los movimientos del sexo.
Todavía persiguiendo. Todavía acariciando. Desesperado.
— ¿Cómo estás... cómo puedo...? —Ella gritó cuando el placer estalló dentro de
ella una vez más. Más fuerte que antes, tierra que se desmorona, cambio de vida. Por un
feliz momento en el tiempo, la satisfacción absoluta la llenó. Ella tenía todo lo que siempre
había deseado, todo lo que necesitaría.
—Muchacha. Mi muchacha. Lo estás haciendo. Me estás haciendo... ¡Me estoy
corriendo! Echó la cabeza hacia atrás y rugió hacia los árboles mientras sus caderas se
sacudían una y otra vez y la semilla caliente se derramaba sobre su mano.
Una vez que se calmaron, se lavaron en el estanque. Él se quitó los pantalones en el
camino, presentándose con su forma desnuda. Tan hermoso. Tan perfecto. Cuando
terminaron, volvieron a su lugar en las flores, donde Gillian se acurrucó contra él, y apoyó
la cabeza en su hombro. La tensión había desaparecido de él, de los dos.
— ¿Puck?—Preguntó ella.
—Sí.
—Eso fue divertido. —E increíble y maravilloso.
—Aye, —repitió.
—No me alejes, —susurró. —No esta noche.
Él presionó otro suave beso en su sien. —No esta noche, —estuvo de acuerdo.
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Capítulo 28
Exhaló un suspiro de cuerpo entero y ofreció la verdad, toda la verdad y nada más
que la verdad. —Sí. —Y ella no se sentiría culpable. —Me gusta, Liam.
Página
equipo de Puckillian.
Siempre gruñones por las mañanas, Winter y Cameron murmuraron tonterías
Página
mientras se dirigían al río. Gillian dio otro paso hacia Puck, solo para detenerse cuando
William reapareció. ¡Argh! El tiempo conspiraba contra ellos.
William lucía el cabello mojado y una camiseta negra limpia que abrazaba sus
bíceps, así como un par de pantalones de camuflaje con múltiples bolsillos. Silencioso,
empacó su equipo.
Gillian odiaba lastimarlo. Odiaba verlo tan molesto y distante. Pero ella no podía
darle lo que él quería.
Cuando los hermanos regresaron poco después, William dijo: —Ahora que la banda
está de vuelta, deberíamos irnos. Cuanto antes empecemos, antes terminaremos.
Y cuanto antes, Puck me dejará ir.
Con el estómago hecho girones, se acercó a Peanut. Una oleada de calor perfumado
con humo de turba y lavanda rozó su nuca cuando Puck apareció detrás de ella. La tomó
por la cintura y la levantó sobre la quimera. Él no dijo nada, solo siguió caminando hacia...
bien, ella ya había olvidado qué nombre de nuez le había dado a su monta. ¿Walnut?
¿Pecan? Lo que sea. Llamaría a la cosa Pequeño Saco de Nueces.
Los otros montaron. Con William a la cabeza, Cameron y Gillian en el medio, y
Winter y Puck en la parte trasera, trotaron hacia la entrada del laberinto.
—Dejen que los juegos comiencen...—William desapareció dentro de la niebla
oscura.
A medida que desaparecían las dunas de arena, el mal picaba la piel de Gillian,
enfriándola hasta los huesos. Un bosque reemplazó las arenas circundantes. ¿Un bosque
espeluznante, con árboles retorcidos, nudosos, insectos y huesos humanos esparcidos por el
suelo, restos de aquellos que habían entrado en el laberinto y caído presas de sus horrores?
Gillian golpeó con fuerza una mosca molesta del tamaño de un pomelo mientras
examinaba cada árbol, esperando encontrar un cuisle mo chroidhe... no, no hubo suerte.
¿Lo que ella vio? Cedros, pinos y árboles de hoja perenne repletos de serpientes y arañas.
Ella se estremeció y buscó una daga, frunció el ceño. Vaina vacía.
Una mirada sobre su hombro reveló un destello plateado justo afuera de la niebla.
—Espera. —Se bajó de Peanut y corrió, ¡negando! Su cerebro golpeó contra su
cráneo cuando se estrelló contra una pared invisible y rebotó hacia atrás.
Aunque mareada, se adelantó y se estrelló contra la pared invisible una vez más.
Puck y William también desmontaron y empujaron contra la pared.
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—Estamos atrapados, —dijo Puck, y frunció el ceño. —La magia nos detiene aquí,
sin nuestras armas. Las mías también faltan.
Página
—Lo siento, muchacha. Perdón por cada horror que soportaste. Y estoy orgulloso
de la mujer en la que te has convertido. Valiente y audaz. Una campeona para los
necesitados. Siempre avanzando, nunca deteniéndose. No solo hablas de lo que se necesita
cambiar, sales y haces los cambios. —Para Amaranthia... para Puck.
Ella parpadeó con sorpresa, tragó saliva. —Te lo agradezco.
—Una vez, mencionaste que creías que William mató a tus abusadores, —dijo
Puck.
—Ella tenía razón. Lo hice. —William trotó su quimera al otro lado de Gillian y
mostró una parodia de una sonrisa. —Incluso tu madre, muñeca. Corté en pedazos al
truculento cuarteto y disfruté cada segundo.
—¡Finalmente lo admites! —Exclamó, frunciendo el ceño. — ¿Por qué te negabas
a confirmar o negarlo antes de hoy? ¿Y por qué matar a mi madre? Sé que ella cometió un
error. No me gustaba, pero también la amaba.
—Eso. Es por eso que me quedé callado. Amabas a quien ella había sido para ti
años atrás, no queriendo admitir que odiabas en quién se había convertido. Sabía que me
pedirías que la perdonara, y te molestaría que me negara. El viento sopló, los negros
mechones de William bailaban alrededor de su rostro. —Para ser sincero, no estaba seguro
de que fueras lo suficientemente fuerte como para hacer frente a la verdad. Hasta ahora.
Puck realmente admiraba al hombre por sus actos, y envidiaba las muertes, deseaba
que los mortales pudieran morir más de una vez. Aunque dudaba de que mil muertes serían
suficientes para estos mortales en particular. ¿Pero la emoción prevaleciente? Familiares. A
Gillian, también, le había destrozado el alma un ser querido. Ella entendía la angustia de la
traición de una familia de una manera que muchos otros no pudieron, no podían.
Ella entendía a Puck.
—No estoy molesta contigo, —le dijo a William. —Estoy decepcionada.
Y ahí se va mi admiración. ¡Lo odio!
—Pero, —agregó—, a partir de ahora, no cometerás un asesinato a sangre fría en mi
nombre sin haberme hablado primero.
Winter jadeó. —Mira, mira, mira. ¡Un árbol cuisle mo chroidhesin arañas ni
serpientes!
Como si le diese la bienvenida a la distracción, Gillian saltó de Peanut. —Winter,
eres un salva vidas. —Corrió hacia el árbol bajo y gordo.
—Acomódense, muchachos, —anunció Cameron. —Vamos a estar aquí por un
tiempo.
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Su esposa lo miró con algo parecido al sobrecogimiento, una mirada que pensó que
le gustaría ver todos los días durante el resto de su vida.
El resto de su vida...
Durante demasiado tiempo, Puck había sido un hombre muerto que caminaba,
luchando contra todo lo que sentía, cada vez más íntimamente familiarizado con la miseria.
¿Quieres cambio? Haz algo diferente.
Debería tomar una página del libro de Gillian y luchar por algo mejor. Para
mantener a su esposa, no tenía que olvidar sus objetivos, se dio cuenta. Solo tenía que
modificarlos.
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Página
Capítulo 29
Caminando, ida y vuelta, ida y vuelta. En esta misma habitación, a menudo había
cuidado las heridas de Puck después de la batalla. Puck el Invicto, una vez determinado a
Página
gobernar todo el reino con Sin a su lado. Pero un día, Puck habría sucumbido a la tentación.
Él habría asesinado a Sin. Probablemente en su sueño. El amor de un hermano no puede
superar el hambre de gobernar.
Mejor traicionar que convertirse en traicionado.
¿Era eso?
Necesitaba hablar con Puck. Pero primero, el Oráculo.
Después de cargarse con espadas, dagas y venenos, Sin usó la magia para excluir a
otros de su dormitorio y atravesó los pasadizos secretos que había creado, bajando, bajando,
bajando para llegar a la mazmorra debajo de la fortaleza.
—Regresas por fin. —La familiar voz femenina hizo eco en las paredes manchadas
de sangre.
Sin se detuvo frente a la jaula de la hablante y agarró los barrotes.
—Hola, Oráculo.
Ella se acurrucó en el rincón más alejado, cubierta de polvo, su capa de niebla
desaparecida. Con su impecable piel oscura, cabello azul como un río que corría y ojos tan
verdes como un oasis, era una belleza como ninguna otra.
Hermosa, pero no tan omnisciente. Nunca me vio venir...
Nadie lo había hecho. Había capturado a la Oráculo con facilidad.
Ahora una sospecha bailaba en su mente: ¿y si ella había querido ser capturada?
Su sangre se enfrió. Él debería matarla. Antes de que ella pudiera predecir un
destino peor para él.
¡No! Necesitaba saber el futuro, para poder protegerse mejor de ello.
— ¿Ha cambiado la profecía original? —preguntó Sin. Había oído que Puck había
visitado a los Oráculos siglos atrás, y le ofreció su corazón. ¿Qué le habían dicho? No
importaba cómo había torturado a esta chica hasta el momento, ella se había negado a
decírselo. — ¿Me veré obligado a matar a mi hermano?
—Sabes el precio de mis visiones, Rey Sin.
Moza codiciosa. No importaba. Él vendría preparado.
—Por supuesto. —Palmeó una daga y se metió la punta en la cuenca del ojo.
Ignorando el dolor abrasador, Cavó hasta que su globo ocular se soltó.
El Oráculo lo miró, como estupefacta.
—Quizás puedas usarlo para ver el mundo a través de mi ojo, —dijo él. Con los
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dientes apretados y la sangre caliente cayendo por su cara, arrojó la ofrenda macabra a los
pies de la chica.
Página
Ser uno de los nueve reyes del inframundo implicaba demasiadas responsabilidades,
pero el paquete de beneficios de atención de salud era inmejorable. Si Hades quería que
vivieras, vivías.
Caminó a través de los pasillos del Gran Templo, un lugar de reunión de respaldo
para los Enviados. Su mano descansaba en el bolsillo de su pantalón, una pose informal,
sus dedos envueltos alrededor de una pequeña astilla de vidrio. Hoy en día, nunca se iba de
casa sin eso. Una parte de ella. Un enemigo, pero también un aliado codiciado. Un día, él la
conquistaría. Tenía que hacerlo, o todo por lo que había luchado estaría perdido.
Pero él no iba a pensar en ella.
Como cualquier buen camaleón, cambió su “apariencia” dependiendo de a quién se
enfrentaba. Hoy había elegido una camiseta negra ajustada, pantalones de cuero negro y
botas de combate cubiertas de barro. Exactamente lo que se esperaba de él. Deja que los
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Alzando la barbilla, Hades anunció: —He oído hablar de tu plan para atacar el reino
de Amaranthia.
Página
Uno de los Elite de los Siete se adelantó, diciendo: —¿Sabes quién soy?
Un movimiento de cabeza. —Axel el algo u otro, recientemente promovido a Elite.
—Hades ofreció una sonrisa fría. —Lo sé todo. Excepto por los detalles que no son
importantes para recordar. —Incluso sabía la razón por la que Axel tenía el mismo cabello
oscuro, rasgos simétricos y ojos cristalinos que William.
Axel fue encontrado como un bebé, abandonado y criado por una amorosa familia
de Enviados.
Hades había encontrado a William cuando era un niño abandonado, y lo había
acogido.
Los dos nunca se conocieron.
—Tengo que decir. Tú y tu banda de hombres alegres son... —Axel se tomó un
momento para guiñarle el ojo a Pandora. —…Calientes. Si no nos matamos, me gustaría
tener la oportunidad de conocerte mejor. —Ella lo miró y él le lanzó un beso. —Hemos
estado viendo Abracadabra o lo que sea durante mucho tiempo. Serio mojo maligno allí.
Como lo demostró la bomba, uno de los reyes partió en nuestro templo. —Su tono se
endureció allí al final.
También tenía la irreverencia de William.
Un Enviado alto y musculoso con cabello blanco, piel de alabastro marcada y ojos
rojos de neón se acercó a él. Su nombre era Xerxes, y los secretos hervían dentro de esos
ojos. Horrores que había ocultado a sus camaradas.
—Hemos mantenido el bombardeo en silencio, no le hemos dicho a nadie, —dijo
Xerxes, su voz profunda y ronca. En algún momento antes de haber alcanzado la
inmortalidad en toda regla, había dañado sus cuerdas vocales. —La mitad de nuestra Elite
fue asesinada. Otros fueron promovidos, con la tarea de un solo objetivo. La eliminación de
Taliesin Anwell Kunsgnos Connacht. Él solo es responsable de nuestra trágica pérdida.
Quizás él sabía que vimos su casa y pensó en disuadirnos. Hay mucha actividad demoníaca
allí. Pero sea cual sea su razón, debe pagar.
Taliesin. El hermano menor de Puck.
A través de comunicaciones secretas, William había informado a Hades de todo lo
sucedido en Amaranthia y de cómo estaban atrapados en un laberinto. Si los Enviados
atacaban ahora, William sería lesionado, o algo peor. Puck y la chica, también.
Si algo le sucedía a la chica, William culparía a Hades.
Además, Hades quería que Puck y todo Amaranthia estuvieran de su lado en la
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anunció Hades... a pesar de que él mismo, de hecho, había destruido reinos enteros basados
en las acciones de un hombre. Dos veces.
Por el amor de William, él felizmente cambió su canción. Su hijo merecía la
felicidad. Lo que significaba que Amaranthia tenía que prosperar, Puck tenía que
permanecer casado con Gillian, y William tenía que darle la bendición a la pareja.
Trabajando en ello.
—Podemos hacerlo, —dijo Xerxes, con las manos en puños. —Lo haremos. No
hemos podido llegar a Taliesin de otra manera. Él debe ser detenido antes de que
bombardee otro templo, o incluso otra especie.
Un rubio dio un paso adelante. Thane de los Tres. —Hay campos de fuerza
impenetrables alrededor de Sin. Si destruimos el reino, lo destruimos. Fin de la historia.
—Sí. El final de una historia, —dijo Hades—, pero el comienzo de otra. Una de
guerra, dolor, muerte y pérdida, porque no me detendré ante nada para castigar a todos los
que decidieron actuar en mi contra de esta manera. Y no nos olvidemos de los inocentes
que matarás. ¿Muy hipócrita?
Sonó un siseo de desaprobación. Gruñidos de agresión.
—No necesitas enfrentarte a Taliesin, —agregó Hades. —William El Oscuro ha
prometido castigar al guerrero. Está dentro del campo de fuerza, dirigiéndose a Taliesin
ahora, y su palabra es tan buena como el oro. Solo necesita más tiempo.
—El tiempo no es algo que estamos dispuestos a otorgar. —El comentario dicho
entre dientes provino de otro Elite llamado Bjorn, un hombre de pelo oscuro, piel
bronceada y ojos de color del arco iris. —Nuestra venganza debe ser rápida, y ya han
pasado días ya que hemos hecho todo lo posible para recuperarnos.
Mientras otros Enviados cantaban —¡Mátenlo! —Rathbone se convirtió en una
pantera negra, su forma favorita.
La multitud guardó silencio mientras los otros reyes del inframundo se preparaban
para la batalla. La armadura de plata reemplazó la piel de Aquiles. Un garrote con poderes
más allá de lo imaginable apareció en la mano de Nero. Baron mostró sus dientes: el
veneno goteaba de sus incisivos. Un hacha de doble filo apareció en cada uno de los puños
de Gabriel: un golpe podía romper todos los huesos del cuerpo de una persona. Los tatuajes
en el pecho de Falon cobraron vida, nublándose de su piel, rodeándolo en las sombras.
Hunter y Bastian desaparecieron, de repente invisibles a simple vista.
Hades sonrió. —Le darás a mi hijo dos semanas, o guerra ahora. Decide. —Omitió
deliberadamente si se refería a tiempo mortal o de Amaranthia. Después de que acordaran,
les informaría sobre la zona horaria.
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—Ya estás en guerra con Lucifer, —dijo Xerxes, apretando los dientes. — ¿De
verdad quieres meternos en ella también?
Página
—Lo que quiero y lo que haré rara vez son lo mismo. —Él hacía lo que debía,
cuando debía, siempre. No importa cuán desagradable. No había línea que no cruzaría.
Los dos lados se enfrentaron, tomando la medida del otro. Los Enviados
descubrirían que los luchadores del inframundo nunca retrocedían. Preferirían morir por lo
que creían que vivir con arrepentimiento.
El silencio reinó... pero solo en el exterior.
Como los Enviados, su gente tenía la capacidad de comunicarse dentro de sus
mentes.
Nero: Cuanto más esperemos, más débiles creen que somos. Demostremos nuestra
fortaleza.
Pandora: siempre tan desesperado por actuar, Nero. Pero luego, te gusta sobre
compensar.
Rathbone: ¿Qué tienes en contra de la acción, Deliciosa? ¿No estás recibiendo
suficiente últimamente?
Pandora: Jodete.
Rathbone: ¿Aquí o cuando volvamos a casa? Soy un juego de cualquier manera.
Baden: Niños, por favor.
Aquiles: ¿Cuál de ustedes bebió mi café con leche esta mañana? Dime antes de
empezar a dividir vientres abiertos para verificar.
Bastian: Los Enviados tienen sesenta segundos para decidirse, o estoy matando a
todos y volviendo a casa. Dejé a una mujer atada a mi cama y su marido clavado en mi
pared.
Hunter: ¿No es su marido nuestro padre y la mujer nuestra madrastra? ¿Y no has
estado haciendo esto por casi cien años?
Bastian: Algunos juegos son siempre divertidos.
Gabriel: Recuérdame que responda infiernos, no, a su próxima reunión familiar.
Falon: Recuérdame que responda infiernos, sí, a su próxima reunión familiar.
Barón: ¿Alguien quiere tomar una hamburguesa después de esto?
Baden: Mi mujer me espera. Si alguien no actúa pronto…
—Muy bien, —finalmente anunció Xerxes. —William tiene dos semanas para
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suspiro: su omisión había sido notada. —Si tiene éxito, Amaranthia sigue viviendo. Si él
falla, destruiremos el reino y a todos sus ciudadanos.
Capítulo 30
Gillian observó cómo un Puck y William, cansados hasta los huesos, golpeaban el
jarabe de la cuisle mo chroidhe. Finalmente, su arduo trabajo dio sus frutos. Y, sin
embargo, ella no estaba tan entusiasmada con su regalo favorito como antes. O mejor
dicho, su segundo regalo favorito. Ella había encontrado algo más dulce y aún más raro. La
sonrisa de Puck.
Y yo que pensaba que los orgasmos cambiaban la vida.
El premio para el hombre más hermoso es para...
Toda su cara se había iluminado. Ojos encendidos, con pequeñas arrugas en las
esquinas. Características duras en una expresión suave. Boca curva como una media luna.
Dientes blancos perfectos en exhibición.
¿Cuándo puedo verla de nuevo?
Sonriendo, ella saltó. —Ustedes chicos son mí…
Un rugido vil resonó en la distancia, silenciándola.
Al unísono, todos buscaron un arma. Con el siguiente rugido, Puck maldijo.
—Sandman18, —escupió.
Gillian gimió. Nunca se había encontrado con un Sandman, pero había escuchado
las historias de terror que los padres les contaban a sus hijos, cuentos de advertencia para
asegurarse de que niños inocentes no corrieran por las dunas de noche.
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18Traducido sería Hombre de Arena, hay diferentes historias que hacen referencia a este personaje,
una es sobre un Ser hecho de arena que soplando arena en los ojos de los niños o personas los
hace dormir y otra referencia que dice que es un ser terrorífico que produce pesadillas a las
personas.
enterraba hasta que te asfixiabas. Y, debido a que no tenía órganos para dañar, no podrías
hacerle daño o incluso contraatacarlo.
—Cavaremos un pozo. —William sacó una pala del aire. —El agua lo reducirá.
—No hay tiempo. —Puck corrió hacia Pequeño Saco de Nueces para desenganchar
su mochila. —Cameron y yo alejaremos a la criatura del resto de ustedes.
Espera. Aguanta. —Tengo una idea, —dijo Gillian. —Podemos…
—Protegerás a Gillian, Derretidor de Bragas. —Señalando una daga en dirección a
William, Puck gruñó—, Quédate con ella. Cuídala con tu vida.
Con un gruñido de frustración, Winter levantó los brazos. — ¿Ya nadie se preocupa
por mi seguridad?
—De ninguna manera puedes llegar a ser el héroe, —le dijo William a Puck. —
Quédate tú aquí y cuida a Gillian. Mataré a la criatura, y seguiremos adelante. Me lo puedes
agradecer después.
—¡Tonto! No solo matas a un Sandman, —Puck dijo entre dientes.
—No solo dejas que un enemigo se escape, tampoco, —espetó William.
—Chicos, —dijo Gillian, luchando más allá de su enojo. —Todo lo que tenemos
que hacer es volarlo por los aires y...
—Él solo volverá a formarse, —interrumpió Puck.
—No preocupes a tu pequeña cabeza, por esto, muñeca. —William golpeó la tierra
con la pala. —Nos haremos cargo de esto.
Otro bramido, más fuerte esta vez. Mientras los chicos continuaban discutiendo,
Gillian besó el hocico de Peanut. —No dejes el lado de Puck, ¿de acuerdo? —Los dos eran
amigos, más o menos. Puck lo protegería.
Nadie se dio cuenta cuando ella salió corriendo. Unos cien metros más adelante,
insectos, pájaros y reptiles se apresuraron a ir cayendo árbol tras árbol... revelando una
enorme bestia de al menos tres metro de alto y metro y medio de ancho, y hecha
completamente de arena.
Con las runas encendidas, Gillian separó sus piernas y estiró sus brazos. Él hizo una
pausa para oler, oler el aire antes de zambullirse en ella.
271
continuó luchando, recogiendo tierra del suelo. Y sí, Puck tenía razón. En el momento en
que el viento dejara de soplar, el Sandman podría volver a formarse. Esa era la razón de la
etapa dos.
Desatando otra explosión de magia, Gillian hizo que el cielo arrojara un maremoto
sobre la bestia. ¡Whoosh, splash! El agua y la arena colisionaron, arrastrando al Sandman
hacia abajo, hacia abajo, hasta que no era más que una pila de barro, su cuerpo demasiado
pesado para levantarse.
El viento se calmó. Los brazos de Gillian se sentían como si pesaran mil libras
mientras sus runas se oscurecían. La pérdida de tanta magia, tan rápidamente, la había
agotado, y cayó de rodillas. Esperó un segundo, dos, sin atreverse a respirar, pero el
Sandman permaneció inmóvil.
Ella lo había hecho, entonces. ¡Ella había derrotado al Sandman, todo por su cuenta!
¡Porque ella gobernaba!
Tan pronto como reunió la fuerza suficiente para ponerse de pie, agarró dos puñados
de barro y regresó con sus amigos, que ahora discutían sobre quién haría el cebo más
sabroso.
—Eres joven, carne tierna, —le decía William a Puck mientras continuaba cavando.
—Soy viejo y duro, masticable como el cuero. —Puck apiló las ramas caídas en un
ángulo. ¿Para crear una cubierta para los que se quedaron? —Apuesto a que estás añejado a
la perfección. Y sazonado.
Winter estaba construyendo un refugio sobre las quimeras, murmurando acerca de
cómo los animales comprendían mejor que planeaba salvarlos para su comodidad y no por
otra razón. Cameron estaba trepando un árbol buscando obsesivamente una fruta.
Nadie había notado la ausencia de Gillian.
—¡Ustedes chicos son los peores! —Ella arrojó a Puck, luego a William, con los
dos puñados de barro. —No tú, —le dijo a Winter. —Eres maravillosa. Sigue siendo tú.
Winter se acicaló y William farfulló. Puck parpadeó hacia ella.
—El problema está solucionado. —Gillian se limpió las manos en los pantalones.
—Ahora, si ustedes han terminado de actuar como tontos, deberíamos terminar de recoger
el jarabe y ponernos en marcha.
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Puck tomó la delantera mientras su grupo navegaba por traicioneros giros, claros
Página
cargados de más minas terrestres y un campo de flores silvestres con esporas tóxicas. De
alguna manera, emergieron exitosamente todas las veces a pesar de su incapacidad para
apartar sus ojos de Gillian.
Las pocas veces que tuvo éxito y miró hacia otro lado, notó que William sufría de la
misma aflicción, mirándola con tanta atención, como si tratara de armar un rompecabezas
difícil.
Ella había impresionado a Puck hoy, enfrentando con valentía al Sandman. Ahora...
Ella todavía lo impresionaba.
Mientras montaba a Peanut, guiándolo expertamente con la presión de sus rodillas,
levantó la barbilla para recibir los rayos dorados de la luz del sol que se filtraban a través
del dosel superior. Su espina dorsal permanecía erguida como una vara, sus hombros hacia
atrás, la posición de una guerrera lista para enfrentar cualquier desafío.
Mi esposa. Absolutamente magnífica.
Incluso con la ropa arrugada y el cabello oscuro enredado, era la mujer más
exquisita en todos los reinos. Fuerte. Capaz. Sabia.
Estás mirando de nuevo.
No me importa.
Después de todo lo que Puck había sufrido en la vida, ¿no merecía él estar
satisfecho? ¿Disfrutarla?
¿Quedármela?
Sí. Su decisión de cambiar sus objetivos era sólida. William eliminaría a Sin del
poder, salvando a los Connachts e incluso al reino mismo, pero Puck no aceptaría la corona.
Él la dejaría pasar a otro. Un guerrero que mereciera su poder. Puck y Gillian gobernarían
los Shawazons juntos, y vivirían para siempre como marido y mujer.
En cuanto a la profecía de los Oráculos sobre Gillian... Puck decidió creer que
tendría un final infeliz con William.
Cuales fueran los obstáculos que encontrara en el camino, él los destruiría.
—En una escala de diez a diez, ¿qué tan delicioso es el jarabe que coseché para ti?
—Preguntó William a Gillian.
Pequeños gruñidos retumbaron en el pecho de Puck, armonizando con los gruñidos
suaves de Indiferencia. —Hemos cosechado. Pero sobre todo yo. Hice la mayor parte del
trabajo.
273
—Ambos son héroes, —dijo ella, su tono apaciguador. — ¿Pero sabes qué sería
aún más delicioso que el jarabe? Si ustedes dos finalmente se besaran y se reconciliaran.
Página
—Whoo-hoo. Sí, bebé. —Winter sacudió un puño al cielo. —Beso, beso, beso.
—Paso totalmente. La cabra no es lo mío. Prefiero mujeres guerreras. William
extendió la mano, como para alisarle un mechón de pelo de la mejilla de ella.
Puck se tensó, listo para lanzarse sobre las quimeras y atacar al macho hasta el
suelo. Peanut lo golpeó como un puñete, girando la cabeza para cortar la muñeca de
William.
—¡Ay! —Exclamó William.
Ese es mi chico.
—Peanut. —Una sonriente Gillian dio unas palmaditas en la parte superior de la
cabeza de la quimera. —Recuerda tus modales. Le preguntamos a mamá antes de morder,
¿verdad?
El animal le sacó la lengua a William.
Frotando la herida sangrante, el hombre dijo: —Necesitas un baño, muñeca.
Pasaremos la noche junto al estanque. —Señaló hacia la izquierda, y los sonidos de agua
corriendo se desplazaron a sus oídos. —Cuando hayas terminado, mis dedos mágicos
estarán listos para calmar tus molestias y dolores. Un masaje totalmente platónico, por
supuesto. A menos que supliques. O preguntes amablemente. O lo sugieras.
Si ponía sus manos sobre Gillian, Puck desataría el infierno.
—No, gracias, —dijo ella sacudiendo la cabeza. —Tenemos algunas horas hasta el
anochecer. Cuanto más terreno cubramos...
—Déjame detenerte allí, muchacha. Descansaremos aquí, montaremos campamento
y daremos descanso a los animales. —Por mucho que Puck odiara admitirlo, estuvo de
acuerdo con William. Gillian necesitaba descansar. La había sorprendido haciendo una
mueca de dolor una o dos veces. Y realmente, él podría aprovechar un poco de descanso,
también, para solidificar su vínculo y explicar cómo iban a ser las cosas a partir de ahora.
—Si te exiges hasta el cansancio, yo me atrasaré.
Ella resopló y bufó, pero finalmente asintió y dijo: —Está bien, está bien.
Descansemos.
William desmontó sin decir palabra y se acercó para ayudar a Gillian a levantarse.
Un grito de furia se formó en la parte posterior de la garganta de Puck, un grito al que
Gillian dio voz, rugiendo hacia el cielo.
Sabía que estaban conectados, pero esto parecía... diferente, como si estuvieran aún
más en sintonía con todos sus estados de ánimo. Como si se convirtieran en un solo ser, con
274
un solo corazón.
No, nunca la podré dejar ir.
Página
—Ve. Bebe tu jarabe. Báñate. —William la empujó suavemente hacia una larga
hilera de árboles que protegían el estanque. —Voy a hacer guardia, y prometo no echar un
vistazo... más de dos veces.
—Te quedarás aquí, —le dijo ella. Luego se volvió hacia Puck. Con su mirada de
pura hambre no adulterada dijo: Te unirás a mí.
Ofreció un brusco asentimiento con la cabeza, instintos surgiendo. Voy a tomarla
esta vez. Suavemente, hábilmente, magistralmente. Despacio. Rápidamente, febrilmente.
Darle todo el placer que se le ha negado a lo largo de su vida y compensar todos los
dolores que ha sufrido.
Si ella acepta mis términos.
Peanut la siguió mientras se alejaba. En el momento en que estuvo fuera del
alcance, William se acercó a la cara de Puck, el aire cargado con desafío.
—Um, voy a instalar mi tienda, —dijo Winter. —En algún otro lugar.
—Aquí, déjame ayudarte. —Cameron se unió a su hermana, y los dos salieron
corriendo.
—No te unirás a Gillian, —espetó William.
—No me vas a detener, —contestó Puck.
Un segundo, William no tenía armas en la mano; al siguiente, clavó una daga en las
entrañas de Puck. El dolor agudo se deslizó a través de él, pero aparte de un suave gruñido,
no reaccionó.
No era necesario desperdiciar magia. La velocidad de deformación le serviría bien.
En un abrir y cerrar de ojos, se movió detrás de William, metió una cuchilla en el tronco de
su cerebro y la sostuvo allí. Un golpe que habría matado a un humano solo paralizó
temporalmente al otro macho.
—Afirmas que quieres que ella sea feliz, —dijo Puck. — ¿Mientes? Porque ella
odia a los mentirosos.
William gorgoteó un sonido de puro odio.
—La hago feliz. —Solo en caso de que Puck no hubiera hecho su punto, empujó la
hoja más profundamente y agregó—, Tuviste tu oportunidad. No la tomaste. Acepta las
consecuencias.
Aunque sabía que la parálisis desaparecería tan pronto como retirara el arma, tiró
bruscamente. La sangre roció su mano antes de que William girara, frente a él.
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—Vete, entonces. —La orden escapó de él con los dientes apretados. —Pero sé que
tu tiempo es limitado, Pucker19. Tic Tac. Tic Tac.
Página
19Puckeren español es Pucheros, pero lo dejamos en inglés para no perder el sentido del nombre de
Puck con el sobrenombre despectivo.
Puck una vez había escuchado la misma cuenta regresiva en su cabeza. Una cuenta
atrás a la que se negó a prestar atención por más tiempo. Me la quedaré para siempre.
Nunca aceptaré la corona de Connacht y nunca cumpliré los términos de nuestro acuerdo.
¡No digas nada! ¡Permanece mudo! Su competencia no sabría la verdad antes de
haber reclamado su premio.
Poseído por una necesidad desigual, Puck maniobró a través de un follaje espeso y
se acercó al estanque. Vio a Gillian. Su cuerpo se endureció, preparándose para darle a esta
mujer—su mujer—placer. El hambre lo arañó. Nadaba, solo su cabeza y hombros visibles,
una hermosa rosa en la naturaleza salvaje.
Buscó en el perímetro cualquier amenaza que acechara cerca, no encontró ninguna.
En el otro lado del estanque se extendía una pared de piedra. Una cascada se derramaba
desde la parte superior, cayendo sobre la boca de una caverna.
Queriendo sorprender a su esposa, se protegió con magia antes de zambullirse en el
agua y trepar por las rocas, donde encontró un spéir maduro y raro que crecía en una
enredadera.
Arrancó la fruta, caminó por debajo de la cascada y esperó...
balancearon por propia voluntad, una llamada de apareamiento, mientras se abría paso bajo
el chorro de agua...
Una sacudida de placer la atravesó cuando se detuvo bruscamente. Puck estaba aquí.
Estaba parado al otro lado de una espaciosa caverna, apoyado contra la pared, con
los brazos a los lados, los tobillos cruzados. Una pose informal. O eso parecía. La agresión
y el poder irradiaban de él.
Este hombre no tenía igual.
Una sombra de barba brillaba con gotas de agua. El cabello mojado le colgaba sobre
los anchos hombros, los extremos caían sobre su pecho desnudo, deslizándose por las
crestas de sus abdominales y atrapándose en la cintura de sus pantalones. Una costra de una
herida reciente decoraba su torso, y no tenía que preguntarse dónde lo había conseguido.
¡William!
La irritación no era rival para su excitación, sin embargo. O de Puck. Él permaneció
tan duro como una roca. Tan lejos de indiferente como fuera posible.
El aire fresco besó su piel sobrecalentada, y sus párpados se volvieron pesados. El
latido de su corazón se aceleró más y más rápido. Mientras luchaba por respirar, sus
pezones se pusieron aún más rígidos, frotándose contra la tela de su sujetador. Mmm. Más.
Un hormigueo se extendió a través de ella, sensibilizando cada terminación nerviosa.
Puck la miró de arriba abajo, lentamente, como saboreando una abundancia de
riquezas, y luego le ofreció una pequeña, algo violeta... ¿una ciruela? —Para ti.
¿Alguna vez la tentación se había visto tan dulce? — ¿Qué es? — ¿Otro regalo?
—Spéir.
¿En serio? Había oído hablar de la fruta que se encontraba solo en la tierra de
Connacht, y solo en la primavera... a veces.
Gillian se acercó más, los ojos de Puck rastrearon cada uno de sus movimientos.
Aceptó la golosina, mordió la tierna carne y gimió de placer, saboreando una mezcla de
piña, coco y ron especiado. Le recordaba a una piña colada que Cameron una vez le había
hecho, utilizando un alijo secreto de ingredientes que había traído del mundo de los
mortales.
Puck tomó el spéir y mordió en el mismo lugar, un beso por poder... y una
invitación carnal. Los escalofríos llovieron sobre ella, y la fiebre de la pasión se encendió
cada vez más.
En un silencio empapado de tensión, terminaron la fruta, pasándola de un lado a
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otro, siempre mirándose. La conciencia hizo que el aire húmedo fuera eléctrico.
—Todavía tengo hambre, —susurró, la necesidad consumiéndola.
Página
Sus pupilas se encendieron cuando, con pasos medidos, la rodeó. — ¿Quieres todo
de mí? ¿Quieres que tu primera vez sea conmigo?
—Sí. —Por favor. —Muchísimo.
—Entonces me tendrás... después de que aceptes mis términos.
Ella tragó saliva. — ¿Términos? —Cuán ominosamente había pronunciado la
palabra.
—William destronará a Sin. Rechazaré la corona de Connacht. Tú y yo
gobernaremos a los Shawazons juntos, como marido y mujer.
¡Qué! —Pero anhelas gobernar mucho a los Connachts... para gobernar todos los
clanes.
—Te quiero más.
La comprensión floreció... y la devastó. He matado su sueño, tal como lo
predijeron. Podía co-gobernar a los Shawazons con ella, no había problema. Si él ponía
manos a la obra, incluso podía unir a todos los clanes con otro hombre que actuara como
rey de Connacht, pero nunca podría gobernar a los Connachts, lo que significaba que solo
podría gobernar cinco de los seis. Cinco clanes nunca serían suficientes.
Puck se detuvo frente a ella, solo a un susurro, tan cerca que sus pezones rozaron su
pecho cada vez que inhalaba. —Estás de acuerdo.
—No. —De ninguna manera, no era posible. —Te dije que no te dejaré olvidar tus
objetivos, y lo dije en serio. No mataré tu sueño.
—Tengo nuevos objetivos. Un nuevo sueño. De acuerdo, muchacha. —Le enmarcó
la cara con sus manos grandes y callosas. Sus pulgares rozaron el ascenso de sus pómulos,
suave, casi reverente. —La vida es interminable y demasiado corta, y no quiero pasar un
minuto más sin llenar tu hermoso cuerpo con todo lo que soy.
¡Misericordia! Con los pensamientos confusos, el corazón como una bala en el
pecho, se inclinó hacia él. —Yo... —Ella tragó saliva. —Nunca estaré de acuerdo,
Él entrecerró los ojos, pero asintió con lenta, calculada seguridad. —Muy bien. Sin
acuerdo, sin sexo.
— ¿Me estás chantajeando? —Jadeó ella.
—Lo estoy. —Bajó la cabeza... solo para dejar que sus labios se posaran sobre los
de ella, un segundo marcando otro, la calidez de su aliento abanicando sus labios. —Haría
peores cosas por ganarte.
278
Por una eternidad interminable, permaneció inquebrantable. Al principio, la
expectación la emocionó. Su cuerpo dolía... dolía mucho. El calor derritió su resistencia y
sus huesos. Ella se combó contra él, cada punto de contacto desencadenando una nueva
Página
La besó más profundo, como hambriento por ella. Ella le devolvió el beso, igual de
profundo, igual de hambrienta. ¿Control? Ella no tenía ninguno. Desesperada, una
Página
ocurrencia común en su presencia, ella persiguió cada sensación que él le provocaba, sus
uñas se clavaron en sus omóplatos, nuevos gemidos escaparon de ella.
Su mundo giró, el beso nunca se ralentizó. Luego las rocas frías la helaron, y un
hombre caliente le calentó el frente; ella jadeó. Y él no había terminado. Él amasó uno de
sus pechos. Su otra mano se deslizó por su estómago, pasó por debajo de sus bragas y jugó
con ella hasta que se retorció, gritó y suplicó.
—Estás de acuerdo, —dijo él. Una gota de sudor goteó de su sien.
—N-no. —Su futuro significaba más para ella que el placer. Apenas. —Por favor,
Puck. Por favor. Si te niegas a darme un orgasmo, me voy a quemar espontáneamente.
—Simplemente voy a quemarme contigo. Dudo que haya una mejor manera de
hacerlo. —Dejó de moverse, se detuvo, y ella gritó por una razón completamente diferente,
la frustración de su propio demonio personal.
Ella golpeó su pecho. — ¿Qué estás haciendo?
—Lo imposible. Estoy... caminando... fuera. —Él soltó su pecho... levantó la mano
de sus bragas, ¡no! —Lo más difícil que nunca he hecho. Pero voy a hacerlo. Un futuro
contigo significa demasiado.
—Puck. —Ella le agarró las muñecas y lo miró a los ojos. La tensión apretó sus
características. Claramente necesitaba correrse tan desesperadamente como Gillian. —
Quédate.
—Sabes cómo mantenerme aquí.
Ella abrió la boca y la cerró. Él le dio un rápido beso y se levantó, cortando el
contacto.
Pero... pero... —Dijiste que podríamos besarnos y tocar.
—Y eso es exactamente lo que hicimos. Nunca dije que dejaría que te corrieras.
—¡Eres una rata sucia! —Con los pulmones agitados, ella se puso de pie para
enfrentarlo. —Termina lo que comenzaste o... o... —Nada sonaba lo suficientemente
violento. —O me ocuparé de mí misma.
—No creo que lo hagas. Debido al vínculo, no creo que puedas. —Inclinándose,
poniéndose nariz a nariz, dijo: —Pero de cualquier forma, tu orgasmo me pertenece a mí, y
a mí solo. No te harás correrte a ti misma, Gillian. ¿Lo entiendes?
Siempre tan posesivo. —¡No!
280
Él la apretó contra la pared rocosa. Con sus manos sobre la superficie áspera al lado
de sus sienes, enjaulándola, y su erección frotándose entre sus piernas, se pasó el labio
Página
inferior entre los dientes. —En el momento en que aceptes mis términos, estaré en ti tan
profundamente que me sentirás por el resto de la eternidad.
Temblores. En ondas...
Nuevamente, ella abrió y cerró la boca. Entonces sus defensas se recuperaron. Esto
es por su propio bien.
Debió de percibir su debilidad momentánea, porque la miró tan satisfecho que quiso
golpearlo y arrojarse en sus brazos. La arrogancia se veía bien con él.
—Escúchame. Escúchame bien. Si te haces correr ahora, —dijo él—, no haré que
te corras más tarde.
Su frustración aumentó. ¿Por “más tarde” quiso decir “alguna vez”?
—Vas a regresar al campamento, dolorida por mí, —continuó con un tono sedoso.
—Sí, —dijo ella, mirándolo a los ojos. Dos podrían jugar este juego. Mientras la
miraba, se lamió los labios. —Pero tú también lo estarás.
281
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Capítulo 31
Mientras los demás dormían a salvo y cómodamente en sus sacos de dormir, todos
menos Gillian, que se revolvía y giraba, Puck marchaba por el perímetro de su
campamento, con las armas en la mano y un demonio aullando en su cabeza.
La única razón por la que no se estaba volviendo loco ahora mismo, considerando el
horrible ruido en su cabeza: mi mujer me necesita.
Gillian no se había hecho correrse a sí misma. Ella lo había esperado. A propósito o
inadvertidamente, él no lo sabía, y no le importaba. ¿Todo lo que importaba? Ella adolecía
por él. Y ella trató de vengarlo.
Cuando ella había regresado al campamento, se puso en la cara de William y le dijo:
—Sé que apuñalaste a Puck. No lo vuelvas a hacer.
— ¿Qué? —Había respondido el guerrero. —Se metió en mi cuchillo.
—Si lo vuelves a hacer, entrarás en mi cuchillo, repetidamente.
Mil veces, Puck casi se había rendido y corrido hacia ella, frenético por hacerla
correrse, listo para seguirla hasta el borde.
Demasiado en juego. ¡Resiste!
Tómalo todo o no aceptes nada.
Sabiendo que estaría demasiado excitado para dormir, pidió la primera guardia
nocturna. Una hora se desangró en otra y otra hasta que apareció Cameron,
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poco agitados, ¿no? ¿Y distraídos? ¡Sorpresa! He sido tu sombra durante las dos últimas
vueltas. Consideré apuñalarte para probar un punto, pero pensé que ya tenías suficiente
dolor. —Hizo un gesto a la protuberancia entre las piernas de Puck. —Yo guardaría esa
cosa.
—Ese es el plan, —murmuró Puck. Envainó su daga y se restregó una mano por la
cara. El hecho de que no hubiera escuchado el acercamiento del guerrero... merecía una
flagelación.
Volvió al campamento, dejando que sus botas se estrellaran contra el suelo, sin
siquiera intentar callarse. Mientras se deslizaba dentro de su saco de dormir—que colocó
justo al lado del de Gillian—ella se volvió hacia él con un gemido bajo y necesitado.
Mi mujer está agonizando. Debo darle…
¡No! No hasta que ella cediera.
La luz de la luna acarició su exquisito rostro mientras abría los ojos y le miraba. —
Puck, —susurró.
—Acepta, —dijo él suavemente entre dientes. William y Winter dormían a pocos
metros de distancia, pero no tenía fuerzas para terminar la conversación.
—Acepta mis términos, sexo sin compromiso, —dijo Gillian, con un tono igual de
suave—, y haré cualquier cosa con la que hayas fantaseado alguna vez. Lo haré todo.
Sí. Más duro que nunca. Necesitándola. — ¿Me quieres, muchacha?
—Muchísimo. —Una confesión precaria que sólo lo hizo ponerse más duro.
—Pruébalo, entonces. Acepta mis condiciones. Danos a los dos un felices-por-
siempre.
Ella aspiró aire, como si él hubiera raspado una herida con su garra. —No peleas
limpio, esposo.
—Nunca lo he hecho, nunca lo haré. —No con un premio de premios esperándole.
—Acepta.
—Yo... no puedo.
—Puedes, pero no lo harás. Así que esperamos, y descubramos quién puede durar
más que quién... 283
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Más temblores.
— ¿Nos movemos? ¿Nos quedamos aquí? —preguntó Winter.
Demasiado tarde. Se formaron nuevas fosas.
—Necesito pensar. —Los pensamientos dispersos de Puck comenzaron a alinearse.
A Sin siempre le había gustado jugar con sus enemigos, así que sí, crearía una salida,
asegurándose de que el juego continuase.
Los primeros pozos se habían formado cuando Winter estaba en el perímetro, y el
resto de ellos estaban cerca del fuego. El segundo grupo de pozos se formó después de que
el viento había soplado, y la magia había llevado a todos a nuevos lugares.
La magia de Sin los había separado a propósito, entonces. La proximidad
importaba... lo que le recordaba a Puck un juego en el que los niños amaranthians jugaban a
menudo, en el que dos equipos se alineaban uno frente al otro, con un solo objetivo en
mente: permanecer juntos mientras forzaban al otro a separarse.
Eso era todo. Con suerte. —Vengan a nosotros, —ordenó a los demás. —Alinéense
uno al lado del otro. Ahora.
William y sus hermanos llegaron sin protestar, y los temblores cesaron. Sin nuevos
pozos.
Puck expulsó un fuerte suspiro de alivio. —Muy bien. Avancemos juntos,
permaneciendo lado a lado, y…
Otra ráfaga de viento, otro destello. Un segundo, Puck estaba en la fila, y al
siguiente estaba a una buena distancia. El temblor se intensificó, nuevas secciones de tierra
se desmoronaron.
—Muévanse al lado derecho del fuego, —gritó William.
Todos obedecían, haciendo lo que había que hacer. En un juego de supervivencia,
no había tiempo para un concurso de meadas. Al presionar hombro con hombro, el temblor
disminuyó, y sí, la tierra dejó de desmoronarse.
—Agárrense las manos, —dijo Gillian.
Demasiado tarde. Como antes, sopló el viento. Se dispersaron una vez más, la línea
rota. Temblores. Más pozos se crearon. Pronto, no quedaría tierra.
— ¿Qué hacemos? —gritó Cameron.
Los cimientos a los pies de William... se disolvieron. En un abrir y cerrar de ojos, el
guerrero desapareció. Con un grito de negación, Gillian corrió tras él.
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¡Magia! Puck obligó a una enredadera espinosa a brotar del suelo y enrollarse
alrededor de su tobillo, atrapándola antes de que muriera. Se apresuró a acercarse, con
cuidado de no caer, y la tiró hacia arriba, odiando el dolor que le estaban infligiendo las
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espinas.
—¡Suéltame! —Ella luchó contra su poder, decidida a alcanzar al otro macho.
—Para. Ahora. —Indiferencia subió el volumen al comprender el dilema. Mi esposa
me besó un día, y casi se sacrificó a sí misma -y a mí- por otro hombre al día siguiente.
William se materializó al lado de Puck, comprendió el intento de Gillian de salvarlo
y la ayudó a recuperarse.
Cameron y Winter saltaron de sus pequeñas parcelas de tierra. Otra línea. Sin pausa,
todos se inclinaron, se contorsionaron y giraron para unirse de manos. Aun así, Puck se
preparó, esperando otro destello. Pero pasó un segundo. Dos, tres. No pasó nada.
Ignorando un pinchazo de resentimiento, se centró en William. —Lleva a Gillian a
las quimeras a mi cuenta. —Puck no tenía suficiente magia para ponerla a ella o a alguien
más a salvo. Lo suficiente para sus enredaderas, su hielo, tal vez un puñado de otros trucos.
La furia oscureció los ojos azul eléctrico del macho, todo auto-dirigido. —Sólo
puedo destellarme solo.
Cierto. En el caos, Puck lo había olvidado.
—Destéllate a ti mismo para ponerte a salvo idiota, —gritó Gillian. —
Encontraremos una salida sin ti.
—O toda la zona se derrumbará en cuanto me vaya, —respondió William.
No estaba equivocado. Sin castigaría a cualquiera que tratara de salvarse a sí mismo
matando a todos los demás. La culpa podría ser un arma más afilada que cualquier espada.
—Uh, chicos. Tengo un pequeño problema, —dijo Winter.
Puck gimió, sabiendo lo que iba a decir. — ¿Cuánto tiempo tienes?
El odio oscurecía sus ojos de borde plateados. —No mucho tiempo. Egoísmo está
gritando. Si no abandono el barco, la locura me arrastrará. Ya puedo sentirlo... no tengo ni
idea de lo que voy a hacer.
—No eres la única con un demonio difícil. —Cameron se frotó la barbilla contra el
hombro, limpiándose una nueva gota de sangre. —Obsesión tiene preguntas sobre esos
pozos sin fondo, y quiere respuestas.
—Aguanten, chicos. —La mirada de Gillian se lanzó sobre el bosque. —Podemos
hacer esto. Haremos esto. Sólo tenemos que permanecer juntos y avanzar hacia las
quimeras.
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Puck usó el más mínimo indicio de magia para estudiar la tierra, buscando,
buscando. ¡Allí! Un contorno brillante marcaba el perímetro del “juego”.
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hielo. Puck se encontró con la mirada de Gillian, notó que estaba cenicienta, supo que debía
estar molesto pero no sintió nada.
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Capítulo 32
Gillian estaba en la cúspide de un gran ataque de pánico. Las horas habían pasado
desde que el grupo había sobrevivido a un juego del escondite con trozos de tierra.
Cameron estaba catatónico, apenas respiraba. No había investigado los pozos sin fondo, y
estaba siendo castigado. Winter también sufría un castigo, meciéndose hacia adelante y
hacia atrás, mascullando cosas sin sentido.
—El reloj se rebobina al infierno, —decía ella. —Lluvia carmesí, hermosa
destrucción. La campana exige un peaje. La luz más oscura. Él viene. Ayúdame a morir.
Gillian se sentó entre los hermanos, peinando con sus dedos el cabello de Winter un
minuto, acariciando al siguiente la cara de Cameron. Nada de lo que ella había hecho había
ayudado.
Nada de lo que Puck había hecho había ayudado tampoco. Ella le había pedido que
compartiera su hielo con la pareja, pero él había dicho: —Si lo hago, voy a empeorar las
cosas. En este momento, les importan los estragos que causarán si dejan de luchar. Si dejan
de preocuparse...
Afirmando que necesitaba erigir una pared de enredaderas espinosas a lo largo del
(nuevo) perímetro del campamento, había partido poco después. William lo había
perseguido, irradiando amenaza.
¿Sería el PE—PuckEmocional—el que volvería? ¿O tendría que lidiar con el
Hombre de Hielo?
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Finalmente, ¡respuestas! Puck se paseó entre los árboles, acercándose. Tenía un ojo
morado, su ropa sucia, manchada de sangre y desgarrada.
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¿Lo que ella no vio? Amabilidad. Parecía más aterrador que cualquier enemigo con
el que jamás se había enfrentado.
Sus esperanzas se desplomaron.
Él y William debían haber luchado, a pesar del estado frío de Puck. Pero Puck tenía
reglas. Él nunca se las había contado todas a Gillian, pero se imaginó que una tenía que ser:
Contra atacar siempre.
—No podemos quedarnos aquí, y no podemos llevarnos a los hermanos, —dijo con
voz fría y dura. —Solo nos retrasarán.
Ella pensaría en algo para ayudar a sus amigos. Pero primero, tenía que ayudar a su
marido. Él una vez le había dicho que una fuente externa tenía que hacerle sentir algo lo
suficientemente fuerte como para romper el hielo. Muy bien.
Se puso de pie, cerró la distancia. Al mirar hacia él, exigió: —Bésame.
Ignorándola, él dijo, —Coge tu bolsa. Nos vamos.
—No, —dijo ella sacudiendo la cabeza. —Aún no nos vamos.
—Nos vamos, —insistió. —Si te resistes te hare daño.
—Hazlo entonces. Lastímame.
Él… no lo hizo. Ni siquiera lo intentó. Porque no podía
Ella colocó sus manos sobre sus hombros. —Si fueras mi Puck, querrías besarme, y
querrías quedarte aquí.
—Yo no soy tu Puck.
—¡Lo sé! Ese es el problema.
El dio un paso atrás, tan fuerte y competente, tan maravillosamente masculino que
ella se derritió. —Coge tu bolsa, —repitió
—No. —En los años que Gillian había pasado con los Señores del Inframundo,
había visto a un macho alfa tras otro enamorarse y cambiar, queriendo ser mejor para su
Dama.
Puck no quiere mi amor, ¿recuerdas? No, no. Él lo hacía. Él debía. Sus términos...
¿Ella lo amaba?
No estaba segura. Entonces, sigue adelante. Los Señores del Inframundo siempre
tuvieron un efecto potente. Los guerreros endurecidos por la batalla se volvieron masilla en
las manos correctas
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La poderosa Sienna, actual reina de los dioses griegos, fascinó a Paris, simplemente
contoneándose en una habitación, a pesar de que él había vivido durante miles de milenios
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—Ven, muchacha, vamos a charlar. —Él camino hacia ella y, sin una pausa en su
camino, La levantó por encima del hombro y la llevó a la manta en la que Peanut
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olvidando últimamente. —Necesitas sustento si vas a estar a mi altura, viejo. Soy joven y
tengo resistencia.
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volvió irregular, raspando su garganta. La excitación latía entre sus piernas. —Sí, nos
mantendremos alerta.
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Imposible.
Cállate
Cuando presionó su frente contra la de Puck, su cabello creó una cortina alrededor
de sus caras. En ese momento, eran las únicas dos personas con vida, y quedarse quieto no
era una opción.
Impotente, Gillian se meció contra él, tomando, dando. ¡Sí! Con sus pechos al ras
contra su pecho, sus pezones se frotaban, se frotaban. Más placer. El éxtasis atravesándola.
—Nunca voy a tener suficiente de ti.
—Nunca, —estuvo él de acuerdo. —Te querré siempre.
—Te necesito.
—Estoy perdido sin ti.
No pierdas la pista de... ¡Oh! Eso se sintió bien. Él ancló sus manos en su culo, sus
dedos extendidos, y se movió contra ella con más fuerza.
Una ramita se quebró. Las hojas se agitaron.
¡Noooo! Ahora no. Puck se puso rígido y se levantó, su cuerpo temblaba de rabia.
Gillian contuvo un gemido y se levantó, con una daga en la palma.
William entró en el claro, les echó un vistazo y frunció el ceño. —Hablé con Hades.
Tenemos dos semanas para derrocar a Sin, o los Enviados destruirán este reino entero.
¿El reino entero? — ¿Pero por qué?
William miró a Puck. —Aparentemente, el imbécil de tu hermano bombardeó un
templo sagrado, matando a cientos de Enviados, y toda la raza está buscando su sangre.
Pero no te preocupes Hades está enviando refuerzos.
Dos semanas para descubrir una forma de estar con Puck y mantener vivo su sueño.
Dos semanas como máximo. Si encontraran a Sin antes...
El estómago de Gillian se revolvió, la excitación y el buen humor desaparecieron.
Una cuenta atrás había sido puesta en su felicidad, y ella no podía pensar en ninguna forma
de detenerla.
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Capítulo 33
Con Gillian ya no envuelta en sus brazos, Puck luchó por mantener la calma. Sus
emociones se vieron atrapadas en una especie de crisis, haciendo que el demonio protestara
más fuerte que nunca. Piensa, piensa. ¿Ayuda de Hades? ¿Los Enviados decididos a atacar?
¿La próxima destrucción de Amaranthia? ¿Sin, marcado de muerte por una especie entera?
¿Todo parte de la profecía?
La furia lo asedió, golpeando su cráneo. La urgencia se unió a la refriega. Una
lujuria cruda y una frustración aplastante del alma, también. La desesperanza sin fin.
Soledad y traición. Odio. Amor. Orgullo. Dolor. Pena.
Había odiado a Sin por lo que había hecho. Lamentaba la pérdida de su hermano.
Era necesario para ayudar... ¿a quién? ¿A quién necesitaba ayudar?
Para resolver esto, tenía que encontrar paz y tranquilidad. Y, sin embargo, no se
atrevía a invocar más hielo y decepcionar a Gillian.
Se arrancó el cabello, su respiración se agitó con creciente agresión. De alguna
manera había sido despojado de sus defensas, todo lo que había sentido antes era un mero
bache en comparación con esto.
Lo que Gillian haría…
Su nombre provocó un nuevo diluvio de cruda lujuria. Ondas de ella. Estaba duro y
temblando. Si William no hubiera regresado, Puck estaría dentro de ella.
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en silencio.
Gillian notó la intrusión y jadeó.
Quería ir con ella, ofrecerle consuelo, pero se sentía atado por sus cadenas
emocionales. ¿Cómo se suponía que debía lidiar con esto?
En el fondo, sabía que este día llegaría. Sabía que las cosas que había enterrado
resurgirían; aunque Gillian había filtrado una buena parte de ellas, lo que quedaba, hacía
picadillo su control legendario.
¿Cómo se suponía que iba a sobrevivir a esto?
Con los brazos extendidos, Puck echó la cabeza hacia atrás y rugió hacia el cielo.
Sin alivio.
Él quería a su mujer, y la tendría. Si era necesario, movería las montañas para
alcanzarla. Mataría a cualquiera que se atreviera a interponerse entre ellos.
Necesitaba asegurar el final infeliz de ella con William, y establecer su final feliz
con Puck. Quería que sus amigos estuvieran sanos y salvos. Quería a Sin derrotado y
muerto bajo su mano, la corona de Connacht en la cabeza de otro. Pero Puck también
quería a Sin... vivo. ¿Cómo podría dañar al hombre que solía ser su querido hermano
pequeño? Más ira. No puedo contenerla...
Impotente Puck iba a tener que dejar a Cameron y a Winter atrás. Sus amigos,
abandonados cuando más lo necesitaban. En las próximas horas, los dos empeorarían.
Winter dejaría sus divagaciones y atacaría a cualquier persona cercana. Cameron saldría de
su estado comatoso y se atacaría a sí mismo. La sangre fluiría. Se podrían perder vidas.
Todavía Puck no podía quedarse atrás. Si no mataba a Sin en los siguientes catorce
días, apenas trescientas treinta y seis horas, todos en Amaranthia morirían.
Demasiado, demasiado. Con un rugido, Puck cargó hacia adelante y se estrelló
contra el tronco de un árbol, clavando los cuernos. El impacto lo sacudió, trozos de corteza
e insectos volando. Una vez que hubo liberado los cuernos, retrocedió y embistió de nuevo.
Y otra vez, hasta que el árbol se derrumbó.
Respiraciones cortas y entrecortadas arrasaron su esternón. El rojo salpicó su línea
de visión cuando embistió otro árbol, luego otro. ¡Caería todo el bosque! Nada lo detendría.
—Suficiente. —La voz de Gillian cortó sus pensamientos. Su voz temblorosa.
¿Mi mujer me tiene miedo?
Puck se giró, mirándola. Tenía los ojos muy abiertos, los brazos cruzados sobre el
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torso, creando un escudo en forma de X, con los dedos anclados en las caderas.
William estaba a su lado, un pilar de protección.
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Hades, tenía el pelo negro hasta los hombros que enmarcaba una cara deslumbrante con
dramáticos ojos color avellana.
A su lado había un hombre sin camisa, musculoso, con la piel del color de la sangre
y ojos tatuados del cuello a los pies. “Rojo”, el que le mostró a Puck el callejón en
Oklahoma City. Su verdadera identidad cristalizada: Rathbone El Único, otro de los aliados
de Hades, y un rey del inframundo en sí mismo. Múltiples perforaciones brillaban a la luz
del sol y…
¿Alguno de esos ojos tatuados había parpadeado?
—Han llegado los refuerzos, —dijo William.
Puck debería haberse regocijado. La motivación del Eterno Cachondo acababa de
cambiar; ya no estaba involucrado en el éxito de Puck en nombre de la libertad de Gillian.
Ahora él luchaba por su vida.
Si Amaranthia moría, Puck moriría. Su magia, su propia fuerza vital, estaba ligada
al reino majestuoso. Con la fuerza vital de Gillian atada a él, ella perecería con él.
Indiferencia volvió a la mente de Puck y se rio con alegría, como si saboreara la
idea de todas esas muertes. Especialmente la de Gillian. ¿Y por qué no? Ella era la fuente
de la debilidad del demonio y la mayor fortaleza de Puck.
Ella es la fuente de mi todo. Solo unos momentos antes, él había pensado que su
vida juntos sería sobre Puck y Gillian. Ahora veía la verdad. Era todo sobre ella, su vida
giraba en torno a Gillian. Él haría lo mejor para ella, siempre.
Si Puck no derrotaba a Sin en trece días, utilizaría las tijeras para liberar a Gillian de
su matrimonio. Ella ya no tendría un vínculo con Puck, lo que significaba que ya no tendría
un vínculo con Amaranthia. Por supuesto, ella se negaría a dejar atrás a su clan, por lo que
tendría que forzar la situación.
¿Dejarla ir? Un rugido de negación golpeó sus labios, pero él lo retuvo. Para salvar
la vida de Gillian, la dejaría ir. Sin importar cuánto sufriría después.
Derrotaría a Sin a tiempo, y todo saldría según lo que Puck esperaba. William
destronaría al Demente. Puck entonces mataría a Sin, a pesar de su pasado. Puck se
aseguraría de que un soldado de Connacht llevara la corona y mantendría a Gillian a su
lado.
Tenía sus objetivos: Matar. Seleccionar. Tenía su marco de tiempo. Treinta días. No
fallaría.
¿Matar a Sin, no solo destronarlo? ¿De verdad?
No te preocupes por los detalles ahora. Mientras tanto, le mostraría a Gillian lo
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bueno que podría ser entre ellos. No más espera. No más términos No más interrupciones A
partir de ahora, tomaría lo que quería, cuando lo quisiera.
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cruzada en la espalda. — ¿Con qué clase de bestia podríamos estar tratando aquí,
Indiferencia?
—Puedes llamarme Su Majestad. —Él no era el demonio. Nunca sería el demonio
otra vez.
Forzó la devastación para reclamar el centro del escenario en su mente. Las
extremidades no habían sido cortadas de los cuerpos, sino rasgadas. Había marcas de
mordiscos en cada parche de piel visible, pero no marcas de colmillos. Rasguños hechos
por uñas desafiladas en lugar de garras.
Considerando que cada mano tenía sangre y tejido apelmazado recubriendo las
uñas... casi parecía que la gente se había atacado entre sí.
Seguramente no. —La bestia... no sé.
—Estoy más preocupada por el laberinto. —Gillian señaló a la derecha. —Siento
que ya he visto ese árbol tres veces.
Laberinto... laberinto. La palabra asomó y presionó a Puck. Gillian había llamado a
la creación de Sin un laberinto más de una vez, pero nunca había tratado el bosque como
algo más que, bueno, un bosque.
¿Se había equivocado? —Vuela, Galen, y cuéntanos lo que ves.
Galen obedeció, y cuanto más subía, más grandes se volvían sus ojos.
—Deberían ver…
Se estrelló contra un techo invisible, golpeando una de sus alas. Como una estrella
fugaz, descendió, descendió, antes de aterrizar a unos metros de William, derrapando por el
suelo y chocando contra un árbol.
Sus dos alas ahora estaban rizadas y retorcidas en un ángulo extraño. Su hombro
estaba claramente fuera de su órbita, y su tobillo roto; hueso cortando a través de la carne.
Lo que tenían que ser miles de insectos se arremolinaron en el tronco del árbol para
aferrarse a él.
Al unísono, todos desmontaron y se apresuraron a ayudar. Con un grito, Galen rodó
lejos, golpeando a Gillian, quien cayó.
Cacareo, cacareo. Indiferencia disfrutó del espectáculo.
Tensándose, Puck se apresuró al lado de su esposa, pero William destelló,
alcanzándola primero. Él esperaba ira. El bastardo toca lo que es mío. En cambio,
experimentó... gratitud. El bastardo la ayudó cuando ella lo necesitaba.
—Estoy bien, —dijo ella, y sonrió. —De verdad.
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Gillian escuchó, enferma del estómago cuando Galen describió una pesadilla de
proporciones bíblicas. Secciones del laberinto eran lugares de comercio. Es decir, sin
importar lo lejos que hubiese viajado el grupo, o lo nuevo que pareciera el paisaje, es
posible que nunca llegasen a la fortaleza de Sin.
— ¿Sabes cómo sé que vamos a escapar de este laberinto? —Anunció Pandora. —
Porque estoy aquí.
¡Oye! Esa es mi línea.
Gillian se frotó la parte posterior de su cuello, solo entonces notó la caída de la
temperatura. De algo genial para dar la bienvenida al Ártico, tan frío que le castañeteaban
los dientes.
Los otros también lo notaron, frunciendo el ceño mientras los copos de nieve
giraban desde el cielo, aterrizaban sobre la piel expuesta y eran absorbidos por los poros.
Dentro de ella, el calor floreciente ahuyentaba el frío. Floreciendo... ampollas. Sus
runas parpadearon intermitentemente cuando su sangre se convertía en lava y sus órganos
se convertían en ceniza.
¿Magia?
—Puck. —Trató de decir más, pero la agonía abrasadora de repente la consumió de
manera inequívoca. Ella gimió... y luego gritó.
—Ayuda... —Los huesos en su cara, pecho y extremidades se alargaron, engrosaron
y giraron. La piel oscura brotó, cubriendo cada centímetro de su piel. Sus encías
desarrollaron un latido propio cuando los colmillos se extendieron hacia arriba, más allá del
labio superior. Las garras crecieron de sus dedos de manos y pies.
Con el horrible cambio, ella perdió su centro de gravedad y se derrumbó.
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mirada se posó en... ¡no! Sus compañeros de equipo se habían ido. En su lugar había
monstruos con cuernos y colmillos.
Los pensamientos se disolvieron, los instintos salvajes tomaron el control. No son
mis amigos, sino mis enemigos. Comida. Tan hambrienta.
Gillian retrocedió, preparándose... y luego atacó.
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Capítulo 34
Merecía un intento. Puck saltó sobre las hembras, derribando a las dos. Ambas se
abalanzaron sobre él, clavando las uñas en su carne, los dientes mordiéndole el cuello. A
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—¡Basta, muchacha!
Nuevamente ella lo pateó, logrando liberarse. Un estado sin sentido podría
mantenerla prisionera, pero no había borrado siglos de entrenamiento. Entonces ella echó
hacia atrás su pierna, transmitiendo su intención. Ella no lo haría. Seguramente ella no…
Ella le dio un golpe en la cara.
De acuerdo entonces. No habría ningún razonamiento con ella.
Usando súper velocidad, Puck la agarró del tobillo cuando hizo otra jugada hacia su
cara, y la levantó de un tirón. Él la inmovilizó debajo de él, envolvió sus dedos alrededor de
su garganta y apretó lo suficientemente fuerte como para inmovilizarla. Como lo había
hecho durante su Hulk-transformación, él volvió su atención hacia adentro, hacia su
vínculo. Esta vez, le regaló un zarcillo de magia de Connacht.
No tenía que morir para ceder magia a otros. Ni siquiera magia innata. Tú podrías
ofrecerlo voluntariamente. Aunque él nunca había conocido a nadie interesado en hacerlo.
¿Qué perdería Puck al hacer esto? ¿Su habilidad para cambiar de forma? ¿Correr a
la velocidad de la luz? De cualquier manera, él nunca recuperaría la magia, a menos que
matara a los que la compartían, o la devolvieran voluntariamente. Pero Galen y Pandora, a
quienes debería marcar con runas, no sabrían cómo devolverla durante siglos, y William no
lo haría por despecho. Apenas importa. Debo ayudar a Gillian.
Sus movimientos se redujeron, se detuvieron. Ella lo miró, sus ojos se oscurecieron
con horror mientras su mente se aclaraba. —Te ataqué. Oh, Puck. Lo siento mucho.
Alivio. Orgullo. Él había tenido éxito. — ¿Aún no te has dado cuenta de que
soportaría cualquier cosa para llevarte a esta posición?
— ¿Cómo pasó esto?
—Ilusión mágica. Una trampa establecida por Sin, programada para comenzar cada
vez que rompemos un cierto punto. Creíste que eras un animal, ¿verdad? —Ante su
asentimiento, él dijo—, Los otros todavía lo hacen. —Él se levantó, la ayudó a ponerse en
pie. —Si podemos sujetarlos, puedo alimentarlos con la magia de Connacht. —No era
necesario un vínculo para un regalo de magia, solo era más fácil darlo.
Sus ojos se abrieron con horror cuando vio a William, Galen y Pandora enredados
juntos, cada uno cubierto de heridas y empapados en sangre.
Cualquier otra persona podría haber corrido gritando, pero no Gillian. Ella mantuvo
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—William se irá por horas, —dijo Pandora, y movió sus cejas. —Me aseguraré de
eso.
—Es bueno saberlo, —dijo Puck. —Asegúrate de que todos se mantengan alejados
del estanque, entonces.
Un rubor quemó las mejillas de Gillian.
— ¿No estás deseoso de un poco de espionaje, eh? —Preguntó Galen. —Bien. Iré
tras William y me aseguraré de que se mantenga alejado. Pandy pastelito, guardas el
perímetro. Tengo la sensación de que nuestros pequeños tortolitos están a punto de perder
la pista de todo.
Pandora chasqueó los dientes ante Pandy pastelito. —Venga. Antes de que pierdas
tu apéndice favorito. —Ella arrastró al hombre alado.
¡Finalmente!
Puck se puso de pie, su mirada bordeada de kohl trazando sobre las curvas del
cuerpo de Gillian. Como si ya no pudiera soportar su separación, avanzó hacia ella, todo
oscuro, adorable, ardiente y agresivo. Él la levantó sobre su hombro al estilo bombero, y la
llevó lejos del campamento.
Su pulso se aceleró cuando su olor la envolvió y la embriagó. — ¿Puck?
—Esto está sucediendo, mujer. Mejor acostúmbrate a la idea.
—Um, ¿oíste una protesta mía?
—No, pero voy a escuchar tú acuerdo.
— ¿Quieres decir que te conseguiré a ti, no importa qué? —preguntó ella, sin
aliento.
—Cada centímetro. —En el borde del estanque, él la puso de pie.
La excitación la llenó de ampollas mientras lo miraba fijamente. Era pura
indulgencia perversa, un bufé de delicias sensuales. Sin camisa, su tatuaje del ave en una
espectacular exhibición. El que él no la dejaba tocar, aún. Pronto tocaré cada centímetro de
él...
—Me deseas, —él dijo, enmarcando su rostro con sus manos. —Dilo.
—Te deseo. —Desesperadamente. Locamente. La luz de la luna se abría camino a
través del dosel de los árboles, acariciándolo con amorosos dedos. —Tendremos que ser
rápidos. El peligro...
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segundo. Si Sin intenta algo, voy a sentir su magia. Estoy preparado ahora.
—Está bien. Bien. — ¿Cómo podría ella resistirse? —Mi respuesta es sí. —Mil
veces sí.
Gimiendo, él empuñó los pelos de su nuca y la apretó contra él. —Dame lo que me
he perdido.
—Siempre. —Sus labios se encontraron en un acalorado choque, sus lenguas se
entrelazaron, en duelo. Un beso profundo Reverente. Salvaje y aun así dulce.
La besó como si su supervivencia dependiera de ello, exigiendo una total rendición.
Rindiéndose, ella cedió felizmente. Un deseo abrasador la arrastraba hacia arriba, hacia
abajo, hacia adentro, hacia afuera y hacia todos lados. Hambrientos, se devoraron el uno al
otro. Esto no era un aperitivo, sino una comida en toda regla.
Gillian nunca había conocido el hambre de esta manera. Cada célula, cada órgano,
cada centímetro de ella anhelaba su posesión.
Puck la bajó a una cama de musgo y maniobró a su lado. Con una mano, él ahuecó
su culo, ¿una posición favorita? Con la otra, él palmeó su pecho y rozó su pulgar contra la
cresta distendida. ¡El paraíso!
— ¿Me has echado de menos, muchacha? —La ronquera de su tono, porno audible.
—Cada centímetro de ti. —Los escalofríos y el calor invadieron sus huesos y
cuando él le amasó la carne, ella juraría que consideraba su cuerpo como un templo, juraría
que adoraba cada centímetro de ella.
A los dieciocho años, ella no había estado lista para él. Con cien... doscientos... tal
vez incluso cuatrocientos, sus problemas podrían haberla superado. Después de múltiples
guerras e innumerables pruebas, batallas, amistades y traiciones, heridas y dolores, creando
un clan y un hogar, finalmente supo lo que quería y lo que necesitaba. Para ella, todo giraba
en torno a Puck Connacht. Príncipe guerrero, futuro Rey. Esposo adorado. El hombre que
sentía todo… por ella.
Él profundizó el beso, y ella separó sus piernas, dejando que su muslo descansara
entre las suyas. ¡Ataque instantáneo! El calor líquido empapó sus bragas. Incapaz de
permanecer quieta, ella arqueó su espalda, apretando su núcleo contra él.
Un gemido escapó. ¡La prisa y el placer!
—Puck, —ella gritó.
— ¿Paro? —él preguntó, con un tono desigual.
—No te detengas. Nunca.
311
Página
Capítulo 35
Gillian deslizó una mano sobre el pecho de Puck... sobre el tatuaje del ave. La
magia la pinchó, corriendo por su brazo, haciéndola temblar. Bueno, bueno. No era de
extrañar que él no quisiera que ella lo tocara. El tatuaje significaba algo. ¿Pero qué?
La mente también se empaña para desentrañar un misterio.
— ¿Quieres que me detenga? —preguntó ella, trazando sus dedos sobre las alas de
gran detalle.
—Nunca te detengas.
Los latidos de su corazón tronaron contra su palma, corriendo sincronizados con los
de ella. La seda y el calor de su piel... el corte glorioso de músculo sólido... el almizcle de
su aroma combinado con la dulzura de su sabor... haciéndome enloquecer.
Desde su regreso, él había sentido como si estuviera ardiendo, a veces a fuego lento,
la mayoría de las veces a punto de ebullición. Devastada por esta nueva fiebre de pasión—o
más bien, esta extensión de la última—ella arqueó la espalda para girar contra su muslo.
—Eso es bueno muchacha, —él la elogió. Él amasó su culo más fuerte, ayudándola
a girar con más fuerza. —Vamos a ponerte agradable y preparada.
Ya estoy preparada, guerrero. Ella nunca había estado tan empapada.
Cuando él movió su pierna, su muslo la rozó donde más le dolía. Ella gimió. Él
gimió. Cada punto de contacto se electrificó, las corrientes sobrealimentaban su excitación.
312
¿Cuánto tiempo este hermoso hombre había sido privado de afecto y adoración?
¿Desde antes de su posesión? Tomado de los brazos de su madre como un niño, obligado a
Página
luchar en los ejércitos de su padre, castigado por algo percibido como una “suavidad de
mujer”.
Por mucho que Gillian quisiera tomar, ella quería dar.
—Puck, —ella jadeó, cada vez más desesperada. —Necesito tocarte también.
—Tócame, entonces. Por favor.
Rebosante de impaciencia, levantó la cabeza para mirar su rostro mientras clavaba
su mano debajo de la cintura de sus pantalones. Aunque tenía poca experiencia, fingía
confianza y envolvió sus dedos alrededor de su erección.
—Dime si hago algo mal, —dijo.
—Lo haces... todo bien. —La tensión apretó sus rasgos, su respiración se volvió
irregular. La lujuria brillaba en sus ojos oscuros, el macho brillando eran tan hermosos. Él
tenía un sistema solar completo en esos iris, y ella se sentía como si fuera el sol.
Arriba y abajo, ella lo acarició. Arriba, abajo. Sus caderas se arquearon con cada
movimiento hacia arriba.
—Las cosas que me haces, muchacha. —Con una mano sobre su nuca, la atrajo
hacia abajo para otro beso. Uno frenético, con dientes y lengua y un intercambio de aire. De
vida.
Él deslizó su mano libre bajo sus bragas, presionó la palma de su mano contra su
núcleo. La presión creció, empeorado por lanzas tras lanzas de sensación incomparable.
—Puck... por favor. —¡Tan lista!
Él hundió dos dedos en su profundidad. ¡Sí! Ella gritó, liberando su longitud para
agarrar sus hombros, sus uñas hundiéndose en su piel. Su piel se tensó sobre el músculo, su
mente reducida a su estado más animal. Toma mi placer, asegúrate de él.
Ella sacudió sus caderas, forzando sus dedos más profundo. Calor más caliente. Más
presión. Pequeños sonidos de maullidos surgieron de ella mientras su pulgar presionaba
contra su clítoris.
—Estoy tan cerca, —dijo, su voz irregular.
—Esa es la forma, esposa. Te voy a hacer correr duro y rápido. Un clímax rápido y
brutal, pero no será suficiente. No es suficiente.
No, no, nunca suficiente. Ella no podía recuperar el aliento. Ella… ella...
—Vas a necesitar más... y más... —Su voz la drogó, atrayéndola a obedecer...
Gillian ¡Estalló! Un grito estalló de ella, placer abrumándola. Músculos contraídos.
313
Huesos licuados. Su corazón se detuvo, o corrió tan rápido que ya no podía discernir un
solo latido. Su mente se disparó hacia las estrellas, maravillada dejándola aturdida.
Página
Pero tan “duro y rápido” como ella se había corrido, se estrelló. Vacío, su cuerpo
estaba tan vacío, sus dedos se habían ido. Ella necesitaba ser llenada.
Jadeando, ella dijo, —Hombre diabólico. Tú tenías razón. Eso no fue suficiente. Yo
solo quiero más.
Sus párpados encapuchados, su respiración entrecortada. —Entonces tómalo.
Oh, ella lo haría, felizmente. Pero no hasta que ella le devolviera el favor...
—Vamos a prepararte primero, —ella susurró. Temblando, sabiendo que ella jugaba
con fuego, Gillian pasó sus dedos por sus labios, el pómulo, alrededor de los ojos, por el
pelo... y por encima de sus cuernos. Cada contacto era una revelación de su poder innato...
y agonizaba por ella
¿Peligro por despertarlo? Ella se excitó, también.
Cuando él rasgó la cintura de sus pantalones, lo suficiente para liberar su longitud—
tan larga, gruesa y dura—sus paredes internas se apretaron, como si estuviera desesperada
por tenerlo.
Él pasó su mano arriba y abajo, absolutamente magnífico. —Esto es lo que me
haces a mí. Esto es lo mucho que te anhelo.
Él la ansiaba mucho.
—Quieres probarlo. —Los temblores se intensificaron, ella se arrastró por su cuerpo
y colocó sus labios alrededor de su erección, lo tomó abajo... abajo.
La ferocidad de su reacción la deleitó. Agarró madejas de musgo, clavó los talones
de sus pies en la tierra y siseó hacia el cielo. —¡Sí!
Ella se movió hacia arriba, hacia abajo. Repitió eso, una y otra vez. Temblaba con
cada deslizamiento ascendente, y gemía cada vez que descendía. Su fuerza... calor...
sedosidad... ¡increíble!
Era un deseo hecho carne, carnal y deliciosamente malvado.
Ella lo chupó, más y más rápido, hasta que se puso tenso, la agarró por debajo de los
brazos y la levantó. Su boca reclamó la de ella, y él le dio un beso feroz, frenético y salvaje.
Con un hábil giro de su muñeca, él le quitó la camisa, ahuecó y amasó sus pechos
desnudos. Él pellizcó sus pezones, y ella jadeó. Cada célula de su cuerpo tarareaba de
éxtasis.
—Más. —Ella tenía que tener más.
314
Rugiendo, Puck empujó sus caderas, y... ¡oh! ¡Oh! Ella había recibido otros
Página
incluso mientras la empujaba hacia abajo, hacia abajo, al mismo tiempo le daba un pequeño
soplo a su pezón.
—¡Puck!
Debo probar mi nombre en esos labios. Boca en su boca. Lenguas bailando juntas.
Buscó entre sus cuerpos y rasgueó donde más adolecía.
—¡Sí, sí! —Todo su ser se estremeció, sus paredes internas se apretaron alrededor
de su eje mientras ella llegaba al clímax.
Puck se puso frenético, golpeando dentro y fuera de ella... golpeando... se sentía tan
bien, muy bien. Nada se había sentido mejor o más perfecto. El placer fue irresistible.
¿Podría él explotar?
Calor en la base de su espina dorsal, irradiando alrededor de sus caderas,
acumulándose en sus testículos. Su cuerpo preparado. Pronto él lo haría... él lo haría...
Puck rugió hasta que su garganta se quebró, su voz se volvió ronca. Él se corrió y
corrió y dentro de ella, todo su cuerpo se sacudió bajo el embate de aquella dicha. Y aun así
él no dejó de empujar, no dejó de lanzarse hacia su esposa mientras ella lo ordeñaba, como
si ansiara más—todo de él.
Él había esperado tanto tiempo para que una mujer fuera suya y solo suya, había
anhelado tener a la misma mujer en su cama una y otra vez. Y sin embargo, cuando había
experimentado varias noches con otras, había descubierto que faltaba todo. ¿Esto? ¿Con
Gillian? No era suficiente. Él quería todas las noches. Cada mañana. En todos los
momentos intermedios.
Él no lo había sabido en el momento, pero él había esperado por ella, la había
deseado. Solo a ella. Una mujer lo suficientemente fuerte como para sentir cuando él no
podía. Una mujer poco dispuesta a dejarlo apagar sus propias emociones, que conocía la
rareza de la alegría, que no se conformaría con nada menos.
Finalmente, cuando ella lo había exprimido, se desplomó y Gillian permaneció
sobre su pecho.
delicioso sexo. El tipo de las novelas y películas. Del tipo que ella siempre había deseado,
pero temía que nunca lo hubiera hecho, y a ella le había encantado cada segundo.
Página
El hombre correcto había hecho toda la diferencia, tal como ella había sospechado.
Con Puck, el placer la había poseído, llevándola a nuevas alturas. Y eso—esto—
había forjado un vínculo tan fuerte como sus votos. Debía tenerlo. Gillian nunca se había
sentido más cerca de su esposo.
Ella levantó la cabeza y vio a Puck sonriendo. La sonrisa más sexy que ella alguna
vez hubiera visto. También la más bella. Toda su cara se iluminó, calentándola por dentro y
por fuera. Y... y... y...
Una lágrima se deslizó de repente por el rabillo del ojo, sorprendiéndola. Ugh.
¿Lloraría cada vez que tuviera un orgasmo?
Era justo, esta era otra primera vez. Este hermoso acto había sido una vez una
pesadilla viviente debido a los malos, malos hombres. Finalmente, ¡ella era libre!
Puck la había poseído. No sus recuerdos. No su pasado. Puck. Él la había poseído a
toda ella.
Cuando era adolescente, recordaba haber pensado que necesitaba tener relaciones
sexuales normales con un hombre normal para sentirse normal. Puck era todo menos
normal. Él era extraordinario y exactamente lo que ella necesitaba.
Y él es mío. Por ahora.
¿Cómo puedo dejarlo ir?
Suave, tan gentil, él limpió sus lágrimas. — ¿Qué es esto, mi dulce esposa?
Fingiendo que no se sentía vulnerable, ella dijo, —Solo estoy... estoy feliz. No está
mal para mi primera vez, ¿eh?
Él peinó sus dedos en su cabello, su necesidad de tocarla tan fuerte como su
necesidad de tocarlo. —Mujer, me has rehecho. —Una pausa, luego—, Voy a escuchar tus
alabanzas ahora. Dime que volverás a repetir este encuentro. Dime que recordarás tus
sentimientos más suaves hacia mí, sin importar lo que pase entre nosotros.
Recordar... ¿porque él había abandonado sus términos y planeaba divorciarse de
ella, después de todo?
Tiene que ser de esta manera. Tú lo sabes.
Solo... no vayas allí. Todavía no. Con el pecho contraído, ella levantó la cabeza,
ahuecó sus mejillas con un rastrojo de barba en su mano. —Como si alguna vez pudiera
olvidar mis suaves sentimientos, o a ti. Eres mi... — ¿Qué? Esposo, sí. ¿Vida? Tal vez.
¿Familia? ¿Amor?
Creo... Creo que quiero su amor. Creo que quiero amarlo de vuelta.
318
ponerse de pie. Ella gimió, lamentando la abrupta pérdida de él. En realidad, lamentando la
pérdida de su tiempo.
No había tiempo que perder. Mientras se paraba con las piernas temblorosas y se
enderezaba la falda, luego se puso el resto de la ropa, Puck se ató los pantalones y se armó.
Tiempo perfecto.
Un borrón de oscuridad se estrelló contra él, impulsándolo hacia un árbol.
Puck y William cayeron al suelo en un enfrentamiento violento, uno sobre el otro.
De alguna manera lograron lesionarse y desarmarse mutuamente.
No es que la pelea fuera menos brutal sin armas. Comenzaron a usar garras y
dientes para infligir el máximo daño.
—Deténganse, —ordenó ella. — ¡Ahora!
—Pensé que podría lidiar con esto. —Con sus ojos brillando en rojo, William
parecía la encarnación de la ira. —Por primera vez en mi vida, estaba equivocado.
—Ella es mi esposa. —Puck podría no tener ojos rojos, pero el salvajismo se grabó
en cada centímetro de su rostro.
—No por mucho tiempo.
Puck cargó, golpeando con la cabeza a William y recordándole a Peanut; solo que
Peanut no tenía cuernos. Las protuberancias arrancaron el torso a William. Sin piedad, su
amigo agarró a su esposo por la base del cuello y se retorció, rompiéndole la columna
vertebral.
Por un minuto terrible, Puck estaba inmóvil. Justo el tiempo suficiente para que
William se liberara y golpeara al otro hombre en la cara.
Su estómago protestó. —¡Dije que es suficiente!
Ellos la ignoraron, demasiado ocupados rodando por el suelo una vez más,
golpeándose el uno al otro. Sus gruñidos se mezclaron. Sangre rociada.
El ritmo cardíaco de Gillian se aceleró, su respiración se volvió agitada. —Lo digo
en serio. ¡Deténganse!
Ignorada de nuevo.
William agarró una daga por la hoja, el metal le cortó la mano mientras golpeaba la
sien de Puck para acentuar sus siguientes palabras. —Te aprovechaste de ella.
Puck desvió el siguiente golpe y lanzó un gancho brutal a la parte inferior de la
319
barbilla de William.
—Él no se aprovechó de mí. Le supliqué que lo hiciera. —Ella saltó entre ellos y
Página
Un chuisle. O “pulso”. Pero... el cariño no tenía sentido. ¿Por qué Puck la llamaría
pulso? A menos que él quisiera decir... que ella era su pulso, la misma razón por la que latía
su corazón.
falsas.
Bien. Si William destronaba a Sin y le presentaba a Puck la corona, Puck tendría
Página
que divorciarse de Gillian. Sin importar qué, él tenía que entregar a su hermano a los
Enviados.
Él podría casarse con una reina amorosa (diferente), y unir los reinos. Si eso
sucediera, Gillian haría... ¿qué? ¿Quedarse en Amaranthia para mirar? ¡Nunca! Preferiría
empacar sus pertenencias, despedirse de su clan, Peanut, su casa y listo. Porque, si se
quedaba, terminaría matando a la nueva esposa de Puck.
Toma lo que es mío y sufre.
William esperaba que el deseo mutuo de Puck y Gillian desapareciera tan pronto
como se cortara el vínculo. ¿Verdad? ¿La volvería a querer Puck alguna vez? ¿Debería él?
Los clanes la odiaban y nunca la aceptarían como reina. Y bien, bien. Ella estaba
cien por ciento dispuesta a ponerse a trabajar para ganarse a todos. Pueblos más seguros,
refugios para viudas, huérfanos y antiguos miembros estables, así como escuelas entre
clanes. No más enviar niños preadolescentes a la guerra o entrenar a niñas preadolescentes
para complacer a un amo.
Esa es mi promesa de campaña. A diferencia de la mayoría de los políticos, Gillian
en realidad lo haría.
¿Los otros clanes la perdonarían por los errores que había cometido en el pasado?
Sin final feliz...
Peligrosamente, su mente se mantuvo atascada en ese único pensamiento.
—Muchacha, vuelve a mí. —La suave voz de Puck la llamó, envolviendo su mente
en paz. —Esa es mi chica oscura.
¿Chica oscura? Estoy acumulando apodos esta noche.
La luz se filtraba a través de las nubes de tormenta en su mente. Parpadeando
rápidamente para enfocar... enfocándose... ella gimió. Galen y Pandora yacían en el suelo,
con los ojos cerrados, la sangre salpicada sobre la piel y la ropa.
— ¿Los maté? —preguntó en un tono suave.
—Viven. —Puck estaba a su lado, acariciándola, ofreciéndole consuelo.
Cuando su mirada lo encontró, estuvo a punto de perder su última comida. Uno de
sus cuernos colgaba en un ángulo extraño. Uno de sus ojos estaba hinchado y cerrado, su
nariz rota y su labio inferior dividido, la mitad inferior de su rostro cubierta de gotas
carmesí. Tenía heridas en el cuello y el pecho, y los pantalones estaban hechos jirones.
322
— ¿Te hice esto? —ella le preguntó, con la barbilla temblorosa. Suavemente, trazó
con sus dedos una de las peores heridas.
Página
323
Página
Capítulo 36
había entrado en la carpa de guerra, empapado en la sangre de sus enemigos, abrazando con
orgullo la espada del rey Walsh.
Página
primera vez y le había ofrecido una solución: una caja enjoyada que contenía el poder
necesario para hacer que cualquier reino le temiera. ¿Todo lo que tenía que hacer a
cambio? Presentarle a su hermano una caja propia, en la noche para que eligiera.
Con la esperanza de impresionar a Puck con sus habilidades, queriendo que Puck
tuviera el mismo poder, Sin aceptó y abrió la caja. Momentos después, una neblina negra
con ojos rojos se elevó y saltó a su cuerpo.
El demonio de la Paranoia lo había poseído, lo dominaba, y Sin había estallado en
una furia enloquecida, masacrando a sus propios hombres.
Todo lo que Puck había experimentado durante su posesión, Sin lo había
experimentado semanas antes. La horrible oscuridad. Una tristeza indescriptible. La pérdida
total de control. Pero valía la pena. ¡El poder! ¡El miedo que había inspirado en los demás!
La Reina Roja no había mentido.
Ahora Sin dio una risa amarga. Él nunca había tenido la intención de lastimar a
Puck. Solo había querido vivir en Amaranthia juntos, para siempre. Si Puck ya no
consideraba que la corona de Connacht era suya, y ya no deseaba unir a los clanes, entonces
la profecía sería anulada y todo estaría bien.
Pero después de su posesión, Puck no se preocupó por Sin.
Debes matarlo antes de que él te mate.
¡No! Sin golpeó sus puños en sus sienes. ¡Nunca! —¡Haz silencio!
¿Qué pensamientos se originaban en su mente, y qué pensamientos venían del
demonio? Ya no podía ver la diferencia. ¿Alguna vez lo había hecho?
Mata a Puck. Mata-a-Puck. MATA-A-PUCK.
Salpicaduras de saliva desde las comisuras de su boca, Sin desató una corriente de
magia que provocó que se formara una pared de arena frente al espejo. En el centro,
apareció una imagen de Puck y su séquito. El grupo de cinco recorría el laberinto de Sin,
tan cerca del final. Solo un desafío más, y se abriría una puerta que llevaría a un puesto
fronterizo de Connacht, una medida de seguridad en caso de que el propio Sin quedará
atrapado.
Un rey tenía que planear cada eventualidad.
Además, una parte de Sin, el chico que solía ser, tal vez, había esperado que Puck
encontrara la manera de pasar.
Tenía que haber una manera de vivir juntos en armonía. ¡Piensa! Sin había
trabajado rompecabezas mucho más complicados en el pasado, y tuvo éxito.
326
las variables.
¿La variable en la que se basó toda la profecía? La amorosa esposa
Si Sin eliminaba a la Invasora de Dunas de la imagen...
¿Realmente podría él lastimar a la mujer de su hermano?
No hay otra manera, la voz dentro de su cabeza susurró. Una voz oscura. Seductora.
De lo contrario, te matará, o lo matarás. ¿Es eso lo que quieres?
No, no. Por supuesto no.
Muy bien entonces. Estaba decidido. La chica tenía que morir.
Primer problema: Puck y Gillian estaban unidos. Si ella muriera, Puck moriría. Tal
vez Sin la capturaría en su lugar y la encerraría en la mazmorra, donde podría pasar el resto
de la eternidad.
¿Puck estaría dispuesto a negociar por su seguridad?
Sin tendría solo dos demandas. (1) Que Puck lo perdonara. (2) Que Puck lo amara
de nuevo.
Opción dos. Sin, mataba a la esposa... y a Puck. Por fin podría casarse con su
princesa; ella lo amaría, entonces. Ella tendría que hacerlo. Los Oráculos lo habían dicho
así. Sin uniría los clanes por su cuenta.
¿Pensé que querías evitar esto?
¡Tonto! Una vez que cumpla la profecía, todos sus problemas desaparecerían.
Entonces. Estaba decidido. Él mataría a la esposa y a su hermano.
Aunque una punzada le atravesó el pecho, Sin salió de su habitación y llamó a sus
guardias. La determinación dirigió sus pasos. Era hora. El tiempo pasó para terminar la
guerra con Puck. De una manera u otra.
Los guardias lo acompañarían y servirían como escudo mientras Sin rastreaba a la
Oráculo. Con suerte ella no había encontrado y advertido las intenciones de Sin hacia Puck,
todavía. Si ella lo hizo, bueno, él trataría con ello.
Dos de sus hombres marcharon a la vuelta de la esquina, pero ninguno se encontró
con su mirada.
—Rey Sin, —dijo uno, moviéndose nerviosamente. — ¿Cómo podemos ayudarte,
oh Gran Único?
¿Nervioso? Ellos me han traicionado de alguna manera. Probablemente intentarán
matarme en nuestro viaje, mientras menos lo espero.
327
Cuando él se encontró con los soldados, retiró sus cortas espadas. Sin una pausa en
su paso, él removió sus cabezas. —Traiciónenme ahora.
Hades descansaba sobre su trono, sus brazos descansaban sobre su cintura, sus
piernas extendidas frente a él, sus tobillos cruzados. Una pose engañosamente casual. Sus
hombres se habían ido, despedidos por el día. Los otros reyes habían regresado a sus reinos,
protegiendo a sus súbditos de la ira de Lucifer y de la guerra cada vez más violenta que
tenía lugar en el inframundo. Pero Hades no estaba solo.
Su mirada aburrida en su espejo favorito. Siobhan, la diosa de Muchos Futuros,
estaba atrapada dentro, su odio por él emanaba del vidrio. Ella tenía la capacidad de mirar
en los próximos días, semanas, años y ver los diferentes caminos que una persona podía
tomar. Entonces ella tenía una elección: mostrar los resultados o no mostrarlos. Hasta
ahora, ella le había mostrado a Hades nada de importancia.
Si ella hubiera vivido en Amaranthia, habría sido promocionada como un Oráculo.
Una vez, cuando era adolescente, le había pedido a Hades que se casara con ella.
Le dijo que ellos estaban predestinados. Por supuesto, Hades la había rechazado. ¿Boda?
¿Él? ¡Cómico! ¿Casarse con una niña? ¡Nunca! Él podría ser un hombre sin una brújula
moral, pero incluso él tenía una línea.
Aunque, esta adolescente en particular había procedido a asesinar a todas las
amantes de Hades de forma despiadada. Pasado, presente y—aparentemente—futuro.
Entonces, como cualquier hombre racional, él había arreglado que ella fuera maldecida en
el espejo hasta que aprendiera su lección: no te metas con Hades.
—Todavía estás aprendiendo, obviamente, —dijo él.
Tan desesperadamente, él quería saber lo que venía por él. ¿Salvaría William a
Amaranthia y a él mismo?
Hades había enviado a Rathbone y a Pandora a ayudar, solo para agregar a Galen
como incorporación de último minuto. Si se necesitara una evacuación de aire, las alas
serían útiles. Además, el guardián de Celos y Falsas Esperanzas haría cualquier cosa por la
mujer que deseaba... y Hades la tenía escondida donde el guerrero no podía alcanzarla sin
permiso.
328
Haz lo que digo, y las visitas serán permitidas. Traicióname, y mira como seduzco a
la que deseas.
Página
Por el derecho a ver Legión, Galen haría cualquier cosa para mantener a William a
salvo. Incluso matar a la chica, Gillian, si tal acción resultaba ser necesaria.
Aun así, Hades debería haberse ido solo. En cambio, había regresado a casa para
sofocar otra rebelión impulsada por Lucifer.
Ahora Hades no podía entrar en Amaranthia. El escudo detuvo todos sus intentos.
Él necesitaba a Rathbone, pero no podía comunicarse con el guerrero, solo con William, y
William no tenía idea de dónde estaba Rathbone. William incluso había regresado al último
lugar donde había visto al hombre, pero Rathbone, Cameron y Winter ya habían avanzado.
—Debes saber que soy el tipo de hombre que reunirá a tu familia y seres queridos y
los asesinará frente a ti, —dijo. —Si esto es lo que quieres, sigue sin mostrarme nada.
Estoy feliz de ayudar. O, ¿quizás aún me consideras tu hombre predilecto? Tal vez te
opondrías a verme abrir un batallón de hembras.
Nada. Ninguna reacción.
Muy bien. Él haría lo que prometió. Porque él nunca hacia amenazas ociosas, solo
promesas.
La parte posterior del cuello de Hades se erizó de repente. Alguien se acercaba.
Encubriendo el espejo con invisibilidad, se puso de pie. Justo a tiempo. La Reina
Roja apareció en el centro de la sala de su trono, una visión loca de belleza con su pelo
rubio en rulos y su cuerpo vestido con solo un sujetador rosa de encaje y bragas. Una pierna
tenía crema de afeitar untada desde el muslo hasta el tobillo.
Él sonrió genuinamente. — ¿A qué debo el placer de tu compañía, mi dulce?
Ella protestó, —Primero, no soy tu dulce. Nunca lo fui, o no me hubieras vendido
por un barril de whisky y felizmente continuar con tu vida mientras fui torturada y
encarcelada.
—Pequeñas ofensas. He hecho cosas mucho peores a otros.
—No estás equivocado. Pero. Soy el dulce de Torin, y él está bastante enojado por
mí. —Se hinchó de orgullo, ella esponjó sus rulos. —Segundo, vine a advertirte.
Sus hombros se alzaron con un movimiento único y desigual. —Dime. —Keeley,
también, habría sido conocida como un Oráculo en Amaranthia. Una vez, ella tuvo
vislumbres rápidas del futuro. Últimamente ella había tenido largas miradas.
—Alguien a quien amamos va a morir, —dijo ella. —Lo siento.
329
Hades se tensó. Solo había una persona a la que ambos amaban. William.
Página
Capítulo 37
Una vez pensó que había terminado con todos los lazos familiares. Sin ataduras, sin
traición. Gillian lo había hecho cambiar de opinión.
Página
Gillian se paseó frente a la hoguera, su cabeza era un laberinto tan peligroso como
el de Sin. Sus tareas estaban establecidas. Adquirir todo lo que Puck quería, apaciguar a
William, cumplir o anular ambas profecías con finales satisfactorios para todos los
involucrados, crear otros clanes como el de ella y ayudar a que todos vivieran felices para
siempre por el resto de la eternidad.
Cada uno por si solo era imposible, ¿pero todo?
Primero, tendría que evitar que William ganara la corona de Connacht. Si fracasaba,
si Puck se negaba a aceptarla, tendría que encontrar la manera de obligarlo. Además, tenía
que operar bajo el supuesto de que la querría después de usar las tijeras; ningún otro
resultado era aceptable. Lo que significaba que todavía tenía que encontrar una forma de
sortear su final infeliz predicho.
331
Olvídate de hacer los clanes como el de ella. Podrían odiarla todo lo que quisieran.
Simplemente tenían que hacer lo que ella ordenaba.
Página
Con los párpados encapuchados, se pasó la lengua por los dientes. —Mi esposa es
más exquisita cada vez que la miro. Quiero ver más. —Él colocó sus pies alrededor de sus
Página
Él se puso de rodillas. Inclinándose, usó sus caderas para acurrucarse entre sus
muslos. —No puedo esperar. —Después de posicionarse en su entrada, él se estrelló contra
ella.
Él gruñó en señal de aprobación. Ella gritó en éxtasis, impactada por un segundo
orgasmo. Ya no era Gillian Shaw, Gilly Bradshaw o cualquier otro nombre que hubiera
usado en el pasado. Ella era la mujer de Puck. Ella le pertenecía a él, y él le pertenecía a
ella. Mi hombre.
Mi hogar.
—Tan mojada. Tan apretada. —Hizo una pausa, mirándola con concentración,
como si memorizara sus rasgos. Estaba jadeando, cada aliento trabajoso. Una gota de sudor
goteó de su cabello, bajó por su mejilla y cayó de la línea de su mandíbula, salpicándole el
hombro. Incluso eso actuaba como un estimulante, la gota chisporroteó antes de evaporarse.
—Muévete en mí, —suplicó ella, su voz desigual.
Él lo hizo. Dentro y fuera. Despacio. Él la llenó y la consumió. Deslizándose dentro,
deslizándose afuera. Ganando velocidad. Agonía y éxtasis
—Me aprietas tan perfectamente, muchacha. Tuyo... Soy tuyo. Siempre. —Empujó
de nuevo y otra vez. Más fuerte. Cuanto más empuja, más frenético se volvía, impulsando
su necesidad más alto.
Gillian le arañó la espalda, le mordió el cuello y le apretó los tobillos contra la parte
inferior de la espalda. La presión continuó creciendo dentro de ella. En un intento de
atraerlo más, arqueó las caderas cada vez que se retiraba. Por mucho tiempo, ella había
estado vacía y sola. Ahora ella pertenecía.
Ella había sido reclamada—poseída.
Puck la tomó por la nuca, empuñando su pelo. —Dame tu placer. Toma el mío. —
Mientras la miraba a los ojos, la satisfacción la atraía...
Estoy impotente para resistirme.
Gillian gritó su nombre, sus paredes internas se apretaron y se aflojaron sobre su
longitud.
—Me estás haciendo correrme, muchacha. Haciéndome... —Rápido como un
parpadeo, él se puso de rodillas y la levantó sin soltarla. La nueva posición lo envió más
profundo. Para asegurarse de que ella se sentara sobre él, la envolvió con sus brazos,
manteniéndola apretada contra él. Pecho con pecho. Macho a Hembra. Su cabello caía a su
alrededor, una cortina de seda oscura protegiéndolos del resto del mundo.
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Ruidos irregulares los dejaron a los dos mientras él martillaba dentro de ella.
Cuando ella se pasó el labio inferior por los dientes, él perdió el control y se volvió loco.
Golpe, golpe, golpe. Una de sus manos se agarró a su cabello, tirando. La otra se apoderó
de su trasero, magullándolo, y era hermoso, cada segundo, cada movimiento.
—¡Gillian! —Gritó él hacia el cielo y mantuvo sus caderas firmes mientras se
liberaba dentro de ella, dándole todo... así como él es mi todo...
335
Página
Capítulo 38
—Sí, —replicó ella esta vez, solo entonces se dio cuenta de hacia dónde se dirigía.
—También me siento aceptada y apoyada cuando estoy contigo. Más de lo que he tenido
Página
las rocas que rodeaban la hoguera y la arrojó. —Nadie la mira a ella excepto yo.
El misil golpeó el ala de Galen y lo envió al suelo. Mientras se ponía de pie
pesadamente, Peanut galopó y ejecutaba un perfecto golpe con la cabeza.
Gillian se apresuró a vestirse junto a su marido, diciendo: —Buen chico.
—Por cierto, de nada por la advertencia, —Galen se quejó.
Sonaron unos pasos cuando Puck se abrochó los pantalones. Levantó la vista justo
cuando William y Pandora salieron de la línea de árboles.
Poco dispuesto a mirarla, William la esquivó, agarró su bolsa de viaje y se montó en
su quimera. Auch.
Pandora le lanzó una mirada de disculpa. —Ahorremos cualquier argumento para
más tarde y movámonos.
Gillian se apresuró a recoger sus pertenencias. Cuando ella se sentó sobre Peanut,
los otros estaban muy por delante de ella. Todos menos Puck, que la esperó.
—Lo siento, —dijo ella—, pero tengo que hablar con él.
Un músculo palpitó en su mandíbula, pero asintió. El trueno estalló, sacudiéndola
mientras ella trotaba hacia adelante para acercarse sigilosamente a William. Sopló un
viento frío, haciendo que su cabello golpeara sus mejillas. Se formó una tormenta, el cielo
se oscureció.
—Háblame, —le suplicó. —Por favor.
Yyy todavía la ignoró, nunca relajó su postura.
—Está bien, hablaré y escucharás. Nunca te hice una promesa, Liam. De hecho,
hice todo lo contrario. Te dije que no estaba interesada en ti románticamente. Te dije que
quería a Puck.
Ahora gruñó, mirándola, sus ojos azules en un momento, rojos al siguiente. —Ni
siquiera lo sientes, ¿verdad?
¿Sentirlo por estar con Puck? ¡Nunca! —Solo lamento haberte lastimado. Pero, si lo
piensas bien, te alegras que haya recurrido a otro hombre.
Sus fosas nasales se dilataron cuando inhaló bruscamente.
William no estaba afligido por su pérdida, no estaba devastado o incluso celoso. En
esos ojos extraordinarios, vio enojo, dolor y orgullo herido.
Un estruendo en su pecho, casi una coincidencia con el trueno en el cielo. —
Volveremos. —Desmontó y les dijo a los demás: —No vengan a buscarnos. —Forzó a
Gillian a desmontar, no porque ella pusiera ninguna clase de pelea, luego la tomó de la
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oído a miles de personas, inmortales y mortales por igual, hablar sobre el poder de un solo
beso. Cómo un beso puede cambiarte para siempre, arruinándote para otro amante. Un beso
puede enseñarte, calmarte o incitarte. Tu beso... Sentí tu amor por él. Lo encontré
Página
extrañamente... hermoso.
—William, —susurró, angustiada. —Nunca quise lastimarte.
—Lo sé, muñeca. Lo sé. —Todavía tan amable con ella. —Me recuperaré. Siempre
lo hago, —dijo. —Y no vayas a pensar que soy el fan número uno de Puckillian. No he
cambiado de opinión. Creo que el vínculo es responsable de esto, pero no voy a... Se puso
rígido, frunció el ceño. —Hades está gritándome. Peligro. Muerte. Cerca.
¿Magia? pensó ella mientras soplaba una brisa. La última vez, la magia de Sin había
golpeado con el viento.
El suelo tembló con tanta fuerza, Gillian tropezó a un lado. Ella jadeó, luchando por
mantenerse en pie. El pavor convirtió su sangre en lodo a medida que se formaban grietas
en la tierra. ¿Más hoyos?
¡Puck! ¡Peanut!
Gillian corrió, bombeando sus brazos y piernas lo más rápido posible. ¡Debo
alcanzarlos! Mientras barría los árboles, su mirada encontró a Puck. Estaba haciendo todo
lo que estaba a su alcance para calmar a un Peanut asustado y salvaje mientras también
esperaba el regreso de Gillian. En el momento en que la vio, el alivio iluminó su
expresión... hasta que su mirada bajó a sus labios. Él frunció el ceño.
No es lo que piensas, esposo. De acuerdo, lo fue. Pero ella no había participado.
A mitad de camino... muy cerca, pero no lo suficientemente cerca.
Cuando llegaran a un lugar seguro, ella le explicaría lo que había sucedido. Excepto
que, entre un paso y el siguiente, el suelo acababa de desaparecer. A diferencia de antes, no
quedaban piezas sobre las que apoyarse, y Gillian se sacudía en el aire.
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Página
Capítulo 39
—¡Gillian! —Gritó Puck, ya usando la magia para lanzar una enredadera desde
algún lugar arriba en un intento desesperado por atraparla. La tierra se había
desmaterializado, estaba allí un momento, se había ido al siguiente, llevándose a Gillian
con ella.
Indiferencia aulló, indignado por el pánico de Puck. ¿Cómo podría un día que
comenzó tan bellamente terminar así?
También arrojó enredaderas a los otros—Peanut, Pandora y William—usando lo
que quedaba de su magia. Las alas de Galen lo habían salvado. Las otras quimeras habían
sentido algo mal y se habían dispersado justo antes de la pérdida del suelo.
¿Puck había atrapado a Gillian y a William? No podía ver a la pareja; espesas nubes
grises habían reemplazado al bosque.
Él debió de haberla atrapado. Él no había muerto, por lo que sabía que ella no había
muerto.
—Ve en una misión por Papi, me dijo Hades. —Frunciendo el ceño, Pandora plantó
sus botas sobre espinas, lo que le permitió pararse en lugar de colgar. —“Esto será
divertido”, —dijo él.
—Si Gillian y William están allí abajo, los encontraré. —Galen inclinó su cuerpo y
se sumergió bajo las nubes.
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Hace solo unos momentos, Puck había estado furioso con Gillian. Sus labios habían
estado rojos y parecían picados por abejas, justo como ellos lucían luego de que él la
besara. Solo que él no había estado con ella.
Página
—No hay manera de que podamos bajar a Peanut al suelo con seguridad. —Las
palabras tensas provenían de William mientras atravesaba las nubes.
Página
suficientemente fuerte como para llegar tan lejos, y dado que eres el guardián de
Indiferencia, esperaría que no tuviera ninguna emoción.
Página
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Página
Capítulo 40
El agotamiento se instaló en los huesos de Gillian como un viejo amigo, estoy aquí
para quedarme, ¿qué hay en la televisión?
¿Qué le había pasado a William y a Peanut? Parte de ella anhelaba hacerse un ovillo
y sollozar, pero se resistió. Los dos estaban vivos. Y ella no se estaba engañando acerca de
eso. Ella conocía a William. Su voluntad de vivir impregnaba todos los aspectos de su vida
y, a pesar de sus diferencias, habría encontrado la forma de salvar a Peanut. Él lo había
prometido.
Yo iré por la quimera, tú por la chica.
Su amor por ella no había disminuido, a pesar de que había sentido su adoración por
otro hombre durante su (no) beso. Ellos terminarían su charla cuando él regresara. Y él
regresaría. Entonces ella no lloraría su pérdida. Uf, fraseo equivocado. Ella no había
perdido nada. Ella celebraría. Sus amigos vivieron—al igual que Puck.
Por ahora, concentraría sus esfuerzos en descansar y recuperarse, luego salvaría a
Amaranthia. Solo les quedaban diez días.
Se arrastró hasta Puck, verlo hacia que su estómago se volteara. Parecía la muerte.
Gillian descorchó el frasco de jarabe cuisle mo chroidhe, su posesión más preciada,
y tiró el contenido por su garganta.
—Vas a mejorar, —le aseguró.
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Dándole tiempo a las propiedades curativas para trabajar, ella estudió su nuevo
terreno. Un río rocoso y caudaloso a la izquierda. A la derecha, dunas de arena salpicadas
Página
de tiendas de campaña. ¿Habían llegado por fin al clan Connacht? ¿O al menos un puesto
avanzado?
Los hombres vagabundeaban, cada uno vestido con una túnica blanca y pantalones
de piel de oveja. Por los primeros cortes de fuerza que vio, ella adivinaría que eran
guerreros. Dieciocho para ser exactos.
Alguien la vio y gritó: —¡Hembra!
Otros gritos sonaron.
—Quédense atrás. Ella es mía.
—Lucharé hasta la muerte para reclamarla.
—Agárrala, luego pelea por ella.
—Gracias por la oferta, —dijo ella—, pero ya me han agarrado.
Una alarma sonó.
—Pero veo que a ti no te importa, obviamente, —murmuró, y suspiró.
Puck se puso en pie, preparado para una pelea. Había sanado un poco, pero no
completamente. Él no estaba en condiciones de participar en el combate, pero sabía que
nada lo detendría.
Los machos agarraron armas y caminaron hacia ellos con la intención de acorralar a
su presa. Cada conjunto de ojos la miraba con expresión burlona, recordándole a sus
horrorastros—y provocando su furia.
— ¿Conoces a esta gente? —preguntó mientras retiraba las únicas dos armas que
no había perdido en el laberinto. Dagas desiguales, una enjoyada, una hecha de oro macizo.
Las garras y colmillos de Puck se extendieron, las puntas de cada uno un punto
mortal. —Este es un campamento de criminales. Si codician lo que es mío, mueren.
Casi sobre ellos...
—Tus celos son lindos, y a mí me encantan, —le dijo ella. —Solo quiero
asegurarme de que no te enojes si asesino, como, ¿a todos aquí? Son Connachts, después de
todo.
—Te he visto pelear, sé lo buena que eres. Mata a todos los que puedas y adquiere
su magia. Entonces, demostrarás cuán súper celoso soy realmente.
Su pecho se infló de orgullo por él. Confiaba en su habilidad, como ella había
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esperado, y no iba a insistir en que esperara en el banquillo mientras el gran chico malo se
ocupaba de los asuntos. —Tomas a los que están en frente, y yo iré hasta la parte de atrás,
asegurándome de que nadie se vaya para advertir a otros puestos de avanzada.
Página
Aunque odiaba abandonar sus espadas, arrojo una, luego la otra, clavando a un
macho en la nuca y al otro entre los omóplatos.
Página
Los dos se cayeron de sus cabalgatas mientras Gillian corría hacia delante. Ella
terminaría sus objetivos, y descansaría el resto del día…
Un rayo de magia la golpeó por detrás, doblando sus rodillas. El aire se vació de sus
pulmones y las estrellas parpadearon ante su visión. Cuando aterrizó, la tierra llenó su boca.
¡Maldita sea! Error de novato. Nunca dejes que la anticipación te dé una visión de
túnel. Siempre busca un tercer hombre.
Whoosh.
¿Otro rayo de magia se dirigió hacia ella? ¡Maldita sea! Su propia magia la rodeó,
deteniendo un segundo golpe. Ignorando pequeños dolores y molestias, se levantó de un
salto y se enfrentó a un hombre que parecía tener poco más de veinte años.
Ella se preparó para atacar, lista, pero Puck apareció detrás de él. ¡En un instante!
Había adquirido la magia suficiente para moverse de un lugar a otro con solo pensarlo.
Pucky Suertudo.
En una hermosa demostración de fuerza y hostilidad, agarró al hombre por la nuca y
lo obligó a que se hundiera de bruces en el suelo. —La lastimaste. —La furia latía en él,
una corriente palpable en el aire. —No la lastimes, nunca.
El tipo que una vez se había roto el dedo parecía asesino porque alguien más le
había hecho una herida, y era probablemente la cosa más linda que jamás había visto. —Sí,
—dijo ella, y pateó al chico en la boca, satisfecha cuando se le salieron varios dientes. —
No me hagas daño, nunca.
Puck parecía listo para sonreír ahora. — ¿Quieres hacer los honores, esposa?
El desdentado se retorció y jadeó. — ¿Príncipe Neale? ¿Eres tú?
Ignorándolo, Gillian dijo: —Tú tomas su magia. Me llevaré la de ellos. Señaló a los
dos machos que había golpeado de sus quimeras, que aún estaban en el proceso de alejarse.
—Trato hecho. —Puck lo terminó sin dudarlo.
Igual de ansiosa, Gillian terminó con los demás. La magia se levantó de sus dos
víctimas, llenando sus arcas. Ella había pasado de estar vacía a desbordarse en pocos
minutos.
Ahora, la satisfacción la llevó de vuelta al lado de su esposo. La sangre manchaba
su piel, y trozos de carne de otras personas colgaban de su cabello, pero nunca le había
parecido más hermoso.
—Tu habilidad de batalla me sorprende, —dijo él.
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Ella esponjó su pelo, tratando de actuar bien. Un poco difícil de hacer cuando
Página
mirabas a alguien con absoluta adoración. — ¿Qué pasa con tu velocidad? ¿Por qué no
pateaste las cosas a toda velocidad?
Una caminata de un hombro. —No puedo
Guau. — ¿Qué quieres decir con que no puedes?
—Ya no tengo la habilidad.
—Yo no lo entiendo... —Ella jadeó, las piezas del rompecabezas haciendo clic. —
Lo dejaste. Estabas bajo de magia cuando el resto de nosotros pensamos que nos habíamos
convertido en bestias, incluso vacío, y sin embargo nos liberaste con magia.
Otro encogimiento de hombros.
¡Había renunciado tanto! Demasiado. Y ahora ella quería devolver.
—Oye, —dijo ella. —Tengo una idea. ¿Qué pasa si pasamos el día...?
Al mismo tiempo, él dijo: —Vamos a quedarnos aquí y...
Al unísono, ambos se detuvieron y rieron. ¡Y, oh, la risa de Puck! Oxidada, pero
musical y mágica-magnífica. Un sonido que quería escuchar todos los días por el resto de
su vida.
— ¿Notaste que pregunté y que tu ordenaste? —Dijo ella.
—Lo hice. —Puck la alzó sobre su hombro al estilo bombero. —Así es como sé que
mi forma es mejor.
Ella tuvo que tragarse otra risa. —Esto se está convirtiendo en un hábito. —Intentó
poner un tono severo, falló. Entonces, ¿por qué no admitir la verdad? En un susurro
escénico, ella agregó: —Pero me gusta.
Él acarició su trasero. — Estamos en un reloj, lo sé, pero no vamos a derrotar a Sin
si somos débiles. Necesitamos descansar hoy, para ser más fuertes mañana. Y como
estamos fuera del laberinto, parados en la tierra de Connacht, dudo que tengamos más
desafíos que enfrentar. No siento ninguna carga en el aire, como lo hice en el laberinto.
—Estoy de acuerdo. Pero tengo la sensación de que no vamos a descansar...
—Con una buena razón. No ganaremos si estamos distraídos por todo este deseo
sexual reprimido que tienes por mí. —Le dio una palmada en el trasero y agregó: —Usé
magia para revisar las tiendas. No hay otros ocupantes Estamos solos, y nadie aparecerá sin
anunciarse. He usado mi nueva magia para crear un escudo alrededor del campamento.
La maldad en su voz envió escalofríos a su cuerpo entero a través de ella. — ¿Qué
planeas hacer conmigo y con todo mi deseo reprimido, entonces?
Él permaneció en silencio hasta que llegaron a la orilla del río. —No es lo que estoy
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acercó, presionó su cuerpo contra el de él, piel caliente contra piel caliente. Ella frotó su
núcleo contra su erección una vez, dos veces, usándolo para su placer, y él no lo haría de
otra manera.
Él ahuecó su culo, ayudándola a guiarla hacia un ritmo más rápido, aumentando la
presión. Pequeños gritos de desesperación la abandonaron, haciéndolo jadear.
Luego la giró, poniéndola de espaldas a su pecho. Los movimientos eran hábiles, le
quitó la falda y las bragas, ahuecó sus pechos, apretó, luego deslizó sus manos por su
estómago y metió un dedo en su cálida vaina femenina. Sus paredes internas se apoderaron
de él, quemándolo tan perfectamente.
Con otro gemido, ella apoyó la parte de atrás de su cabeza contra su hombro. El
impulso de golpearse dentro de ella y correrse ahora, hizo que sus testículos pesaran más,
pero se resistió. Él duraría, y haría que esto fuera bueno para ella. Mejor que nunca antes.
Él marcaría su esencia dentro de ella.
Puck caminó hacia adelante y la levantó sobre una roca. —Sobre manos y rodillas,
—dijo, y ella obedeció con entusiasmo, colocando su centro al nivel de los ojos.
—Déjame ver a mi bella esposa. —Él empujó sus rodillas más separadas, revelando
la vista más deliciosa en todos los reinos.
Estaba mojada, hinchada por la necesidad y el rosa más bonito.
—Me voy a dar un festín contigo. —Trazó un dedo a lo largo de su calor de seda,
arrancando un gemido de ambos.
— ¿Te gusta esto? —preguntó, claramente escandalizada e intrigada. — ¿En este
ángulo?
—Este ángulo, —estuvo de acuerdo. Lameeee. ¡El sabor de esta mujer!
Ella gritó y onduló sus caderas. Elevado en su esencia, extendió la mano para
amasar sus pechos, tocar y jugar con sus pezones. Solo cuando ella le rogó, él le metió dos
dedos dentro de ella, ofreciéndole un poco de alivio.
Su esposa, siempre un barril de pólvora a punto de estallar, se acercó a esos dedos,
sus gritos de dicha una canción erótica.
Él era un polvorín listo para explotar. El clímax la hizo aún más dulce.
Más... Para arrancarle un segundo clímax, usó su lengua como usaba su eje,
penetrándola. Él masajeó su pulgar sobre su clítoris una y otra vez, aumentando la presión.
Pequeños gemidos llenaron el aire.
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¡Más! Se arrastró por la roca y se alzó detrás de ella, de rodillas. Aunque cada fibra
de su ser le exigía que se hundiera en ella, él simplemente se burlaba de su humedad con la
punta de su erección.
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Página
Capítulo 41
—Sí, sí, ese tipo. De todo tipo. —Las corrientes eléctricas se precipitaron
directamente a su núcleo, y ella meció sus caderas, llevándolo más profundo, más duro.
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Esto era lo que el sexo debía ser, una comunión entre dos adultos que se aceptaban. Un
toma y daca perfecto. Bálsamo para un corazón herido. Placer sin culpa ni asco. Incluso...
divertido.
El vínculo por sí solo no podría ser responsable de este... este... milagro.
—Me has poseído, —dijo ella con voz ronca.
A chuisle, yo soy el poseído... por ti. —Con su siguiente zambullida, le sacudió todo
el cuerpo.
Pulso otra vez. También podría haberla hechizado.
—Beso. De esta clase ahora, —dijo ella, agarrando los lados de su rostro para llevar
sus labios a su boca.
Su lengua dominaba la de ella mientras la alimentaba con una pasión tan salvaje
como el latido de su corazón. Siguió hundiéndose. Más fuerte. Otra vez. Y otra vez. Más y
más fuerte. Más rápido. Sus pezones sensibilizados crearon una irresistible fricción con el
pecho de Puck, el deseo lanzándola otra vez.
Más placer Una bomba preparada para detonar. Ella enredó sus dedos en su pelo,
clavó sus uñas en su cuero cabelludo. Sus terminaciones nerviosas tarareaban y vibraban,
fuego ardiendo dentro de sus huesos. Las llamas crecieron y parpadearon sobre cada
centímetro de ella.
El resto del mundo había desaparecido hacía tiempo de su conciencia.
Ella arqueó las caderas para encontrar su siguiente impulso, enviándolo aún más
profundo. Sí, sí, sí. Un grito sin aliento, necesitado y quejumbroso, ¿realmente el sonido la
había dejado? —¡Puck! —Ella arqueó las caderas de nuevo, jadeó. ¡Sí, Sí! —Más de eso.
—Te sientes tan bien, esposa. Nada mejor. —Golpe, Golpe. Golpe.
Tres dos uno. ¡Detonación!
Su mente se apagó, la dicha desgarrándola la atravesó, otro llanto la atravesó. Esto
era más poderoso que cualquier otro clímax, lo suficientemente fuerte como para romperla
pieza por pieza, pero lo suficientemente dulce como para volver a juntarla.
—No puedo durar... voy a... ¡Muchacha! —Gritó Puck. Empujó una vez más,
profundo, tan maravillosamente profundo, todo su cuerpo estremeciéndose contra el de ella
mientras su orgasmo lo alcanzaba.
En cuanto se desplomó encima de ella, cambió su peso. Sus brazos permanecieron
envueltos alrededor de ella en un abrazo que decía mi esposa no iría a ninguna parte sin
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mí.
Contenta pero aún sin aliento, Gillian se acurrucó contra él. Cuando sus
Página
pensamientos se aclararon, ella dijo: —¿Alguna vez has estado enamorado? Amor
romántico, quiero decir. Con una mujer aparte de mí.
—No. Nunca me permití conocer una.
Además de William, y luego Puck, nunca se había tomado el tiempo para conocer a
un chico, tampoco. Puck no era perfecto, pero era perfecto para ella. Y él sería un rey
increíble. En el laberinto, ella había conseguido un asiento de primera fila para su fuerza,
ingenio, determinación, honor y capacidad de recuperación. Amaranthia lo necesitaba. Los
clanes lo necesitaban.
Yo lo necesito.
—Dijiste que los Oráculos nunca han estado equivocadas, —dijo.
Frotando el ave tatuada en su pecho, dijo: —Eso es correcto.
— ¿Qué pasa si podemos hacer lo imposible y probar que están equivocadas, sobre
todo? ¿Qué pasa si puedo ayudarte a lograr tu sueño, sin matarlo? ¿Qué pasa si puedo tener
un final feliz contigo?
—Quiero esto, —dijo él, su tono feroz. —Tendré esto.
En el otro extremo del espectro... — ¿Qué pasa si no puedo probar que los
Oráculos están equivocadas? —Los temores la inundaban, un flagelo que ella no podía
vencer. — ¿Qué pasa si destruyo tu sueño? ¿Qué pasa si no puedo tener un final feliz
contigo?
Prepárate para lo peor, espera lo mejor.
—En esto, no podemos vivir de “qué pasa si”. Y te advertí. No te dejaré ir a menos
que deba hacerlo para salvar tu vida. No he cambiado de opinión No lo hare. Quiero que
sepas que haré todo lo que esté a mi alcance para garantizar que sigas siendo mía. Mataré a
mi hermano y lucharé por tu final feliz.
—Tal ferocidad... —ella se estremeció. — ¿Quieres tener hijos? Un día, quiero
decir.
Sus pupilas se encendieron sobre sus iris. —Lo hago. ¿Y tú?
—Sí. —Niños pequeños con ojos de medianoche. Niñas con largas pestañas negras.
Silencioso, pensativo, Puck miró hacia el cielo por un momento. —Ven, —dijo, y la
aventó contra su pecho antes de levantarse. Mientras vadeaba el río, el agua fría acarició su
piel sobrecalentada.
Una vez que llegaron al otro lado, él continuó abrazándola y la llevó al
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campamento.
—Es hora de nuestro descanso, —dijo.
Página
Ella se acercó a él, tan cerca que sus pechos se aplastaron contra su pecho. Eran piel
con piel, macho y hembra. Deseo contra deseo ardiente.
Los escalofríos se deslizaron por su espina cuando ella agarró la base de su eje.
Estaba duro de nuevo. Justo como a ella le gustaba. —Voy a hacer que te alegres de haber
dicho eso.
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Página
Capítulo 42
había pasado su tiempo juntando todas las armas del campamento y estudiando un mapa de
la tierra de Connacht. —Un asesinato y la corona de Connacht, en camino. Seguimos
adelante, todos los sistemas funcionan. ¿Verdad?
Página
—Iba a preguntar si te gustó lo que hice—, dijo ella—, pero mis oídos todavía están
zumbando.
Página
—Tú me sorprendes. —Él levantó la cabeza para frotar la punta de su nariz contra
la de ella, un gesto juguetón del chico que solía ser.
—Tú me sacias.
—Bien. Recuérdalo. Porque creo que estoy a punto de enfadarte. —La agarró con
más fuerza, para que no intentara huir. —Me imagino que una parte de ti quiere quedarse
aquí el mayor tiempo posible en caso de que William y Peanut aparezcan. ¿Es eso correcto?
Ella se mordió el labio y asintió.
—Debemos avanzar mañana, hayan llegado o no. Sabes eso, ¿verdad?
Ella lo sorprendió asintiendo de nuevo. —Lo sé, y estoy de acuerdo. Por lo que
sabemos, están fuera del reino, incapaces de regresar. Pero eso está bien. Me tienes a mí, y
no descansaré hasta que seas el rey. Entonces, ¿cuál será tu primer acto?
Fácil. —A las mujeres se les otorgarán los mismos derechos que a los hombres.
Igualdad de ciudadanía. Construiré más refugios y orfanatos. Impondré castigos severos a
los que dañen a otros.
Ella sonrió y acarició su pecho, claramente complacida con su respuesta, era tan
hermosa que fue instantáneamente atrapado, incapaz de mirar hacia otro lado. Él ya había
memorizado la impresionante pureza de sus iris, marrón claro rodeado por un marrón más
oscuro. La belleza de sus pómulos. La delicadeza de su nariz. Cómo sus labios eran de
color rojo rubí y deliciosamente regordetes.
Pero surgió un pensamiento horrible, uno que no podía sacudirse. Si realmente
amara a esta mujer, ¿podría mantenerla atada a él cuando sus sentimientos por él podrían no
ser ciertos sin el vínculo? ¿Cuándo, si no está vinculada, ella podría querer a otro hombre?
Puck... se preocupó por esto. Él se preocupaba profundamente. Tan profundamente
que los planes que él había creado comenzaron a arder en llamas, uno por uno. Su certeza,
desapareció.
Haría cualquier cosa por esta chica, se dio cuenta. Incluso déjala ir.
Sólo había una manera de saber la verdad. Y tenían que saber la verdad. De lo
contrario, Puck podría engañarla con la vida que quería y merecía. —Creo... Creo que
debería cortar nuestro vínculo, como estaba planeado. Sin importar lo que pase.
— ¿Qué? No. —Balbuceó ella por un momento. —Decidimos. Sin William,
tendrás la corona y a la chica. Nos quedamos juntos y nos aseguramos de que tenga mi final
feliz.
—Eso espero. —Una vez, él le había mentido para obtener lo que quería. Nunca
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más. Él confiaba en ella, la respetaba y siempre hacía lo correcto por ella. —Espero que
todavía me quieras después.
Página
Ella se sacudió de golpe, sus mejillas pálidas, cerosas. —Tú crees en los Oráculos.
Crees que destruiré tus sueños.
—Ya has destruido mi sueño, muchacha. —La verdad era verdad.
Ella se estremeció, como si él la hubiera golpeado.
Puck alargó la mano hacia ella, pero se puso de pie para vestirse con la ropa que
habían encontrado la noche anterior. Una pequeña túnica blanca, pantalones de piel de
oveja y un par de botas de combate.
Cubrir su desnudez debería ser un crimen.
Se apresuró frente a ella y le agarró los antebrazos para mantenerla en su lugar.
Cuando ella intentó liberarse, él la sacudió suavemente. —Déjame terminar.
— ¿Por qué? ¿Hay alguna otra parte de mi corazón que te gustaría pisotear?
Ignorar sus palabras o desmoronarme, mis únicas opciones. —Mi sueño de
gobernar Amaranthia ha sido reemplazado por el sueño de hacerte feliz, siempre. No
lamento el cambio.
Sus rasgos se suavizaron pero su mirada suplicaba. —La idea de gobernar todo el
reino a tu lado me hace feliz.
—Nada me gustaría más que pasar el resto de la eternidad contigo a mi lado.
Tendríamos bebés, formaríamos una familia y gobernaríamos los clanes juntos. Cuando
rompa el vínculo, todo lo que tienes que hacer... es quererme. —Su futuro era así de simple,
y así de complicado.
—Te quiero ahora, —dijo, levantando la barbilla.
Su corazón se rompió, pero se negó a cambiar de opinión. —Te dejaré libre. No me
inclinaré por esto.
—Bueno, discúlpame si no te creo. ¡Hace solo unos minutos dijiste que me
mantendrías sin importar qué! —En lugar de abofetearlo, como él esperaba, ella se aferró a
él. —Estás siendo tonto, escuchando al miedo en vez de a tu esposa. Te lo digo, sé que te
quiero y el vínculo no es responsable.
—Gillian...
— ¿Eres el hombre de hielo en este momento? —Exigió. — ¿Es así como eres
capaz de decir y hacer esto?
—No soy el Hombre de Hielo, —dijo. —Nunca seré ese hombre contigo otra vez.
No puedo. Siento demasiado. Lo siento todo.
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Ella se estremeció por segunda vez, pero dijo: —Si me dejas ir... —por un
momento, parecía que iba a arrojar el contenido de su estómago. —Si me dejas ir, no
Página
obtendré mi final feliz. Esa es la razón por la cual fue profetizado. Lo siento.
¡No. no! Esta era la única forma de asegurarse de que obtuviera su final feliz. —
¿Cómo puedes saber lo que quieres? El vínculo habla por ti.
—Hablo por mí misma. —Pálida, presionó sus manos contra su pecho. — ¿El
vínculo habla por ti?
¿Lo hacía? ¿Cómo podría saberlo? Tan pronto como perdiera su conexión con
Gillian, Indiferencia volvería a tener poder sobre él. Sólo por un tiempo, claro. Puck usaría
las tijeras. Si pudiera. ¿Podría usar el artefacto más de una vez?
Tantas preguntas sin respuesta.
—Si me quieres después, —dijo él, haciendo todo lo posible para parecer razonable,
como si su mente no fuera una zona de guerra—, nos volveremos a vincular.
Ella tropezó hacia atrás como si él la hubiera empujado. ¿Cómo podría no
entenderlo? Él hacia esto por ella. —Dudaste, —dijo ella. —No crees que me querrás.
Apretó las manos a los costados, poderosas armas inutilizadas en la mayor batalla
de su vida. —No puedo imaginar no quererte, muchacha.
Lágrimas se derramaron sobre sus mejillas, y ella respiró profundamente. Esas
lágrimas, pequeñas gotitas de agua, lo afectaron como una daga en el corazón; lo estaban
matando.
Ella usó la parte posterior de su muñeca para limpiar la humedad. Estrechó sus ojos.
Levantó su barbilla. Puso los hombros rectos. Una transición que había presenciado muchas
veces antes.
Gillian acababa de convertirse en una verdadera guerrera.
—Ahora entiendo, —dijo, su tono casi amortiguado.
Poco a poco, la emoción en su rostro simplemente desapareció, hasta que ella lo
miró con fríos y duros ojos sin afecto, adoración y ternura. Todas las cosas que había
llegado a amar y anhelar. Cosas sin las que no podría imaginar vivir sin ellas otra vez.
No se había estado muriendo antes, se dio cuenta. No. Oh, no. Estaba muriendo
ahora, mirando esto. Viendo a Gillian usar magia para invocar al hielo. Esto lo mató. Sus
lágrimas habían sido difíciles de atestiguar, incluso más difíciles de atestiguar que las que
ella había arrojado después del sexo, porque no se había roto, entonces. Ella había sido
libre.
Ella estaba rota ahora. Por mi culpa.
¡Demasiado!
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—Realmente no tengo un final feliz, —dijo en ese tono horrible y apagado. —Vas a
romper nuestro vínculo. Nuestro precioso y sagrado vínculo que nos da a ambos la familia
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que siempre quisimos. Te seguiré anhelando, pero tú ya no me anhelarás a mí. O tal vez nos
anhelaremos mutuamente, pero no podremos hacer nada al respecto. Quizá las tijeras nos
impidan volver a unirnos. —Ella rio sin humor. —Quizás soy un Oráculo. Puedo ver la
desaparición de nuestra relación tan claramente. Pero no me importa. Ya no más.
—Nadie ha roto un vínculo y sobrevivió, pero superaremos las probabilidades. —Se
frotó el ave tatuado en su pecho antes de ponerse un par de pantalones, un par de botas. —
Si no podemos volver a unirnos, pero aun así nos anhelamos el uno al otro, podemos
casarnos como lo hacen los humanos.
—No será lo mismo. Nuestro vínculo te permite controlar al demonio y sentir sin
consecuencias. Nuestro vínculo me hace inmortal. ¿Qué pasará cuando él te alcance de
nuevo, eh? ¿Qué pasará cuando sea mortal, si incluso sobrevivo a la transición?
—Vivirás, permanecerás inmortal. Tomaste la poción e hiciste la transición. Eso
nunca cambiará. Eres lo suficientemente fuerte ahora.
—Pero yo no te importaré, —dijo ella, y se alejó.
—Me importarás, siempre, —siseó. —Lo que no harás será convertirme en un
villano por esto. Estoy dispuesto a renunciar a lo que más quiero, para que puedas tener lo
que más necesitas. Porque te mereces el libre albedrío. No seré como tu padrastro. No
aceptaré lo que no quieras dar. Si tu corazón pertenece a William, mereces saberlo.
Si el hombre la toca, yo...
Nada. Porque nada importaba más que su libertad de elección. Forzó su mente a
quedarse en blanco, tan vacía como las facciones de Gillian.
—Te dije que te amaba y lo dije en serio, —dijo. —Te amaba. Entonces. ¿Ahora?
—Se encogió de hombros.
Su corazón se aceleró hasta convertirse en un galope, y sudor perlaba su frente.
Sentía como si hubiera corrido cientos de kilómetros en un instante, la adrenalina
inundando sus venas. —El hielo se derretirá. Me aseguraré de ello. Me amarás de nuevo.
—Tienes miedo, —continuó como si él no hubiera hablado. —Temes que te
traicione como Sin te traicionó. Esa es la única razón por la que planeas hacer esto.
Tal vez era una razón, pero no la razón. — ¿Qué pasa si solo piensas que me amas?
—Graznó.
—En esto, no podemos vivir con qué sí.
Palabras que había dicho, ahora usadas en su contra. Aun así, endureció su
resolución. Por ella. —En esto, no puedo vivir de otra manera.
367
Pasó un momento en silencio antes de levantar otra vez la barbilla, como si acabara
de tomar una decisión que cambiaría el mundo. —Te convenciste a ti mismo de que estás
haciendo lo correcto, pero todo lo que has hecho es destrozarme. —Se cargó con diferentes
Página
armas y una cantimplora de agua. —No hay poder suficiente como para hacerme desear a
alguien que realmente no quiero. Si pensase que existía la menor posibilidad de pertenecer
a William, me hubiera resistido. Pero tú... una parte de ti sospechaba que yo quería a otra
persona, pero me tomaste de todos modos. Así que felicitaciones. No tienes que esperar
para cortar el vínculo y descubrir si podemos estar juntos. Ya he terminado contigo. Hemos
terminado.
—Nunca terminaremos, —rugió, arruinando todo lo que había dicho previamente.
Él la tomó por los hombros, la hizo girar y tiró de ella contra su cuerpo. Luego la besó. La
besó hasta que se ablandó contra él y lo besó de nuevo.
El alivio lo inundó. Su hielo se estaba derritiendo.
— Muéstrame que me amas, —graznó ella. —Muéstramelo ahora.
Y él lo hizo.
bien, está bien. Ella tampoco había confiado en sus sentimientos el uno para el otro, sino
solo por un tiempo. O de vez en cuando. ¡Lo que sea! Entonces ella lo había superado y
decidió luchar por él. Para luchar por ellos. Y sí, vale, antes había dejado que el miedo a las
profecías la asustara de nuevo. O más. Pero él quería dejarla libre, por si alguna parte
secreta de ella deseaba a William.
¡Inaceptable!
Y sí, parecía honorable en la superficie. Pero la verdad era que no confiaba en ella,
y un vínculo sin confianza no era un vínculo en absoluto
¿O tal vez ella no confiaba en él, y creía que él no la querría sin el vínculo? Tal vez
temía que volvería a sus viejas costumbres, que se convirtiera de nuevo en el Hombre de
Hielo, y decidiera casarse con la Princesa Alannah de Daingean y abrir un establo.
No, no. Este era su crimen. ¡Suyo! Él podría destruir a su familia. El riesgo era
demasiado grande, sin una recompensa real. ¿Por qué no podía ver eso?
¡Quiero mí felices para siempre! Pero incluso ahora, sentía el final de todo lo que
amaba.
Un lejano gemido de dolor la sacó del caos en su cabeza. Frunció el ceño cuando se
dio cuenta de que habían dejado el bosque y entraron en otra franja de arena. — ¿Que fue
ese ruido?
—Viene de allí, —dijo Puck, señalando. —Más adelante.
Escudriñó las dunas... y encontró a una mujer con ropas andrajosas, tumbada en una
duna, con el viento soplando la bufanda que llevaba, haciendo que el material se agitara
como una bandera. Piel del color de la arena, pelo del color del cielo y ojos como
esmeraldas.
Cuando detectó una esencia reveladora, el reconocimiento apareció en su corazón,
luego en su mente. —¡Una de los Oráculos!
La mujer extendió su brazo, pero no era lo suficientemente fuerte como para
mantenerlo en el aire. ¿Cuánto tiempo había estado sin comida o agua? Sus mejillas estaban
huecas, sus ojos hundidos. Estaba sucia y probablemente fría.
—Ayuda. Por favor...
— ¿Qué estás esperando? —Le dio a Puck un pequeño empujón. —Vamos a
ayudarla.
Él plantó sus talones, manteniéndola en su lugar. — ¿Qué está haciendo ella en el
369
territorio de Connacht?
Oh... mierda. — ¿Crees que es una trampa? —Ayuda, por favor: todos en
Página
Amaranthia sabían que el ruego de una mujer era básicamente la señal de murciélago para
Gillian.
—Posiblemente.
Ella escaneó las dunas de nuevo, buscando algún indicio de juego sucio esta vez. No
había sombras que se arrastraran. No había olores extraños en el aire. Ningún destello de
metal asomándose desde la arena. No había perturbaciones en la arena en absoluto. No
había zumbido de magia.
—Ayuda, —dijo la chica de nuevo.
—No podemos quedarnos aquí, sin hacer nada. —Gillian recordó sus primeros años
en el reino. Ella había estado sola, herida y desesperada. ¿Podría realmente darle la espalda
a una mujer en las mismas condiciones?
—Quédate aquí, —dijo Puck. —Me acercaré a ella.
¿Permanecer parada, mirando, mientras se pone en peligro? No. — ¿Qué pasó con
estar impresionado con mi habilidad? Tú quédate aquí. Voy a probar las aguas.
Con las armas preparadas, Gillian corrió a su alrededor. Sin embargo, a mitad de
camino, aminoró la marcha para calibrar mejor su entorno. Demasiado tarde. Entre un paso
y el siguiente, se abrió un resplandeciente espacio de aire, una puerta o portal. Dentro de
ella, la magia sonaba como si acabara de rozar una corriente eléctrica.
Ella se detuvo, giró. No había cambiado de ubicación ni ingresado en otro reino.
Las dunas de arena todavía la rodeaban, la Oráculo a pocos metros de distancia.
—Quédate dónde estás, Puck. —Por las dudas. —Hay algún tipo de escudo mágico
a mí alrededor. Tal vez. No estoy segura de lo que es, exactamente.
No hubo respuesta. Ella miró por encima del hombro y lo encontró parado en el
mismo lugar. No se había movido ni un centímetro y, sin embargo, la tensión contorsionaba
su expresión, una vena abultada en el centro de su frente. Actuaba como si quisiera
moverse, y luchara con cada músculo de su cuerpo para hacerlo, pero no podía. Su boca era
lo único en movimiento, abriéndose y cerrándose. Pensó que había leído su nombre en sus
labios, pero ningún sonido llegó a sus oídos.
Ella frunció el ceño cuando su estómago se revolvió de inquietud. Esto había sido
una trampa. ¿Preparada por la Oráculo? Pero, ¿por qué?
Tal vez Sin se había enterado del regreso de Puck y había usado a la inconsciente
Oráculo para atraparlo.
Pero, ¿cuándo estaba una Oráculo inconsciente?
370
Gillian retrocedió, solo para chocar contra una pared invisible. Síp. La había
encerrado un escudo mágico. Atrapada. Pero mejor ella que Puck. Aunque, si seguía
Página
arce. Su ceño se frunció con confusión. ¿Qué le había pasado a la embriagadora mezcla de
humo de turba y lavanda, su fragancia favorita?
Una hacia que su sangre ardiera con pasión mientras que la otra dejaba un escalofrío
de consternación en sus venas.
—Puck, —dijo, dando un paso hacia él. Luego se detuvo, su corazón latía contra sus
costillas. Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras estudiaba a su esposo más de cerca.
Él no la estaba mirando con esperanza, lujuria, adoración, ira o incluso total
ausencia de emoción. La miró con odio y sospecha, a pesar de la leve sonrisa que curvaba
las comisuras de su sensual boca. En cada mano, él agarró la empuñadura de una espada
corta. Sus nudillos estaban blancos, completamente lixiviados de color; parecía estar al
borde del ataque.
No confíes en tu esposo
Puck nunca la lastimaría. Ella lo sabía desde lo profundo del alma. Pero este
hombre...
—Ven a mí, esposa, —dijo.
—Por supuesto. —La única conclusión a la que podía llegar: que este no era el
poderoso Puck, su amado.
Este era Sin, el cambiaformas.
372
Página
Capítulo 43
Puck no podía moverse. En el momento en que Gillian corrió delante de él, un rayo
de magia había desintegrado sus armas y había cementado sus pies en su lugar. Magia
potente... caótica, malvada. ¿Demoníaca?
No. No podría ser. Por el momento, Puck era el único hombre poseído por un
demonio en la ciudad. ¿Pero el quid de la cuestión? Sin había venido por él.
Por qué su hermano no lo había atacado directamente, no lo sabía. No importaba.
Solo una cosa le preocupaba ahora: salvar a Gillian.
Sin apareció en el brillante escudo que separaba a Puck de su esposa. Lanzó a Puck
una mirada de anhelo abyecto: ¿un reflejo de Puck?
La primera vista en siglos. Debería haber esperado un golpe de afecto. Una reacción
arraigada en él desde el nacimiento de su hermano menor.
Los años ciertamente habían cambiado a Sin, y no exactamente para mejor. Parecía
más viejo, más duro. Su cabello oscuro se había vuelto blanco, a pesar de su inmoralidad.
Su masa muscular rivalizaba con la de Puck, pero la cargaba torpemente, como si nunca se
hubiera acostumbrado a ella
Un círculo de oro brillaba justo sobre su cabeza. Los mortales lo llamarían un halo,
pero en realidad era la corona de un rey. Tomado solamente a través de la muerte, o la
renuncia voluntaria de un rey.
373
Una confusa mezcla de amor y odio se estrelló a través de Puck. Una terrible
conciencia de traición siguió. Anhelando lo que podría haber sido. Más adoración. Un
impulso de matar, violenta, salvajemente, sin piedad: la sangre fluiría en los ríos. El
Página
lamento lo suficientemente fuerte como para ponerlo sobre sus rodillas. Si él pudiera
moverse.
En los ojos de Sin, él vio las mismas emociones reflejadas en él.
¿Cómo podría matar al hombre que alguna vez fue una extensión de sí mismo?
¿Cómo no podría? Sin era un obstáculo entre marido y mujer. Los obstáculos entre
Puck y Gillian eran aplastados.
Mientras miraba, Sin se transformó en una forma monstruosa con cuernos, garras y
pezuñas. La forma monstruosa de Puck, sin rastro del halo.
—No le hagas daño. —Puck luchó por la libertad con cada fibra de su ser.
—Haré lo que debo hacer, —replicó Sin, y sonó triste.
—¡Gillian! ¡Gillian, corre! —Si ella lo veía o lo escuchaba, no lo notó, y siguió
ocupándose de la Oráculo. —Sin, por favor. Te lo ruego. — ¿Qué era el orgullo sin
Gillian? —Si me tienes amor, no la dañarás.
Sin cerró los ojos, dejó caer la cabeza y Puck pensó que quizás había llegado al niño
que una vez había amado. Entonces el hombre que se había enfrentado a Puck, decidido y
enloquecido, se alejó. Se acercó a Gillian.
No tenía idea de que un enemigo se acercaba, no tendría defensas contra él. Puck
luchó más duro, frenético.
—Ven a mí, esposa, —Sin le dijo a Gillian, y le hizo un gesto para que se acercara.
—Por supuesto.
—Dale un beso a tu marido.
Ella sonrió con toda clase de dulzura, aunque ninguno de los afectos que Puck había
llegado a conocer llegó a sus ojos. Hizo una pausa, seguro de que la estaba leyendo mal.
—Me encantaría besar a mi marido, —dijo, con un tono tan dulce como su
expresión. Ella cerró la distancia, sus pasos se cortaron
—¡No. Gillian! —¡Lucha, lucha! Puck estaba dispuesto a romper sus huesos,
desgarrar sus músculos y perder las extremidades para alcanzarla. ¡Cualquier cosa!
—Guarda las armas, —dijo Sin-Puck. —No son necesarias.
Una maldición dejó a Puck mientras Gillian obedecía.
Llegó a su “esposo” y arrastró sus manos desde la cintura de sus pantalones hasta su
estómago, su pecho, y dejó que sus dedos se posaran sobre el ave tatuada en su corazón.
374
Pero el tatuaje de Sin era un espejismo, mientras que el de Puck tenía un poder
inimaginable...
Página
gusta. Eso.
La satisfacción no tuvo tiempo de brotar. La rabia se apoderó de él. ¡Ataca!
Corriendo hacia adelante, las botas lanzando arena, Puck devolvió las tijeras a su
pecho. Se derritieron en su piel, lo quemaron, y rompió la pared de magia de Sin, tan
fácilmente como lo había hecho en el pasado.
Puck tuvo una fracción de segundo para hacer un balance. Sin ya había comenzado
a sanar. Gillian se paró a unos metros de distancia, preparándose para otro enfrentamiento.
Lanzando un grito de guerra, Puck abordó a su hermano. Se deslizaron por la arena
en una maraña de miembros, incluso cortando el césped sobre la Oráculo. Ella nunca se
despertó.
Se mordieron el uno al otro. Golpeando, pateando y apuñalando. Dos depredadores,
con un solo propósito: victoria a toda costa.
La adrenalina agregó leña a la rabia de Puck, la emoción era tan fuerte que ninguna
cantidad de hielo lo enfriaría; Indiferencia nunca sería capaz de ocultarlo. Con hábiles
maniobras, inmovilizó a su hermano debajo de él, con sus rodillas sobre sus hombros.
—No lastimas a Gillian. —Esta vez, él fue el único en atacar. Golpe, golpe,
puñetazo. Trozos de carne y músculo se rompieron con cada impacto. —No miras a
Gillian.
—Haré eso y más. —La sangre mojó los dientes de Sin mientras sonreía. —Ella es
tu mayor debilidad. —Su hermano arrastró las piernas entre ellos, plantó sus pies contra el
pecho de Puck y pateó con suficiente vigor para romper su esternón.
Respirar dolía, pero no lo detuvo. Se lanzó a su hermano por segunda vez. Él no
solo golpeó; él arañó. No solo mordió; él rasgó y rasgó. No solo pateó; él punteó órganos
específicos.
¿Sin... lo dejó?
— ¿Cómo pudiste hacerme esto?—Entre cada marea de rabia, vio un atisbo de
dolor. —Te amaba, solo quería protegerte.
—Sí, pero ¿por cuánto tiempo? Un día, me habrías traicionado. —Sin lo golpeó con
una explosión de magia, arrojándolo hacia atrás. —Solo estás enojado, yo golpeé primero.
Sin corrió a toda velocidad, agarrando una espada y moviéndose a su lado. Sus
miradas se encontraron, y él hizo una pausa. Él podría usar la cara de Puck, pero no podía
ocultar sus emociones. En sus ojos ardía el odio, la incertidumbre... y los escasos hilos de
376
afecto y esperanza.
Las mismas emociones continuaron burbujeando dentro de Puck. El afecto no sería
Página
tolerado. Sin le había quitado todo, y Puck se había consumido... y había encontrado a
Gillian.
La esperanza solo se intensificó.
Gillian, al lado de Sin, una espada en su mano. Ella giró. ¡Whoosh! La cuchilla
cortó la muñeca de Sin. Su mano cayó al suelo, todavía agarrando su arma.
Rugió con furia y angustia, la sangre brotando de una arteria abierta. Gillian se
preparó para columpiarse nuevamente. ¿Su próximo objetivo? El cuello de Sin.
—Lo siento, Pucky, —dijo, con lágrimas en los ojos.
Viejos instintos surgieron. Debo proteger a Sin.
¡No! Debo destruir a Sin.
Puck necesitó un segundo para pensar, solo un segundo. Lanzó su cuerpo a Sin,
tirándolo a la arena.
Gillian se perdió la garganta por apenas un centímetro.
Tumbado debajo de Puck, un Sin jadeante se transformó en su verdadera forma.
Cuchilladas cubrían sus mejillas, su cuello, y se extendían hasta su...
Puck hizo una doble toma. Sin tenía un tatuaje de mariposa en el pecho. La marca
de un demonio.
¿Su hermano estaba poseído?
No había tiempo para procesar la revelación. Sin lo pateó, enviándolo a volar.
Mientras su hermano se ponía de pie, le creció una nueva mano. Una regeneración tan
rápida como la de William.
— ¿Cómo quieres que ocurra esto, Puck? Dímelo y respetaré tus deseos. —Gillian
permaneció en su lugar, con la espada firme. —Estoy feliz de darle un poco de bling
interno a su cuerpo. O, si lo quieres vivo e ileso, retrocederé, siempre y cuando deje de
atacarme.
Sin miró entre Puck y Gillian, sus pupilas dilatadas al tamaño de tazas de té. La
envidia, la tristeza, el alivio y la ira jugaban sobre sus rasgos. —Ella te ama.
—Sí. Como yo la amo. —Un amor que ardía más caliente que su rabia, más caliente
que cualquier cosa que hubiera conocido. No tenía principio ni fin. Simplemente... lo era.
—La profecía, —susurró Sin. —Tienes a tu amante reina a tu lado.
Sí. Un hermano uniría los clanes con una amorosa mujer a su lado. El otro moriría.
377
Sin trago. —Uno de nosotros morirá hoy. Supongo que debo ser yo. No hay ningún
cambio en el destino, ¿verdad?
Página
—Puck, —insistió Gillian. — ¿Vivo o muerto? Y, por cierto, hay una manera de
cambiar el resultado de una profecía, debe haberla, y vamos a demostrarlo.
Puck se puso de pie lentamente. No tenía idea de lo que diría, hasta que la palabra
salió de su boca. —Vivo. —Tenía demasiadas preguntas sin respuesta. ¿Cómo había sido
poseído Sin? ¿Cuándo ocurrió? ¿Qué demonio recibió? ¿El demonio lo dirigía ahora? ¿El
demonio lo había guiado todos esos siglos atrás?
Un borrón de movimiento ante algo, “una quimera”, cargó más allá del escudo y se
estrelló contra Sin.
—Eso nunca pasa de moda, —anunció una voz familiar.
Aturdido, Puck se encontró con la mirada azul hielo de William. El guerrero se
alzaba dentro de la pared de la magia, junto con algunos otros. Winter y Cameron, que
parecían cuerdos, Keeley y Torin, Rathbone, Galen y Pandora. Incluso Hades había venido
para ver el enfrentamiento final. Todos los que habían desempeñado un papel activo en la
vida de Puck desde su posesión.
—Hola chicos, —dijo Keeley con un gesto. —Recordé que iba a haber una fiesta
hoy e insistí en que los chicos y yo nos uniéramos a la diversión.
Gillian jadeó, sus rasgos se iluminaron. —¡William! ¡Peanut! ¿Cómo... qué...? —
Dio un paso adelante, se detuvo, manteniendo su arma entrenada en Sin. —Sabía que
estaban vivos.
—Encantado de verte, también, —dijo Winter, su resentimiento claro. —Estoy bien,
gracias por preguntar.
—Winter. —Sonriendo, Gillian le ofreció un pulgar hacia arriba. —Estás la mitad
de llorona ahora. Eso es genial.
Winter la hojeo, pero también le devolvió la sonrisa.
Peanut trotó hacia William, quien lo rascó detrás de la oreja y dijo: —Ese es mi
buen chico.
La sonrisa de Gillian se amplió mientras intercambiaba emocionados saludos con
Keeley y Torin.
Mientras tanto, Cameron escupió maldiciones a Torin. Todavía culpaba al guardián
de Enfermedad por dejarlos atrapados dentro de un reino carcelario, y ansiaba atacar.
Comprensible, pero no permitido, tampoco.
Keeley y Torin habían ayudado a Puck a ganar a Gillian. En Amaranthia, cayeron
bajo su protección.
—Cameron, —espetó. —No harás nada.
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consternación e indignación.
—Las sugerencias pueden ignorarse sin derramamiento de sangre, —gruñó Galen,
Página
380
Página
Capítulo 44
¿Retiró al demonio?
El humo negro se retorcía en el puño de William, los ojos rojos brillaban desde
Página
dentro.
¿Las tijeras habían hecho lo prometido?
Esperando… esperando...
Puck permaneció de pie, sus extremidades fuertes. Sin dolor residual. Su mente
estaba tranquila, la oscura presencia desapareció.
Él respiró profundamente, saboreando. ¡Finalmente él estaba libre del demonio! Sus
cuernos comenzaron a retroceder. El pelaje se desprendió de sus piernas, volando con el
viento. Los cascos cayeron, revelando sus pies.
Un peso pesado se levantó de sus hombros, todas sus emociones chispearon con una
nueva vida. Mil vatios de amor, alivio, adoración, afecto, diversión... odio, resentimiento,
pena, remordimiento, angustia. Alegría como nunca antes había conocido. Dolor.
Con lo bueno vino lo malo, y Puck no quería que fuera de otra manera.
—Las tijeras... —comenzó.
—De vuelta en tu pecho. Y no te preocupes por tu hermano. La clase aún no ha
terminado. —William metió al demonio en Sin.
El cuerpo entero del hombre se sacudió antes de que sus rodillas se rindieran. Se
desplomó en la arena, palpitando de dolor. Ya no se parecía a Gillian. No, él era él mismo...
pero no. Los cuernos brotaron sobre su cabeza, la piel creció sobre sus piernas y los cascos
se materializaron sobre sus pies.
Puck sintió lástima por su hermano y anhelaba usar las tijeras con él. Un día. Tal
vez. Pero primero...
Su mirada se dirigió a Gillian, y su pecho se apretó. Las lágrimas corrían por sus
ojos, lloviendo por sus mejillas.
— ¿Estás herida? —preguntó en voz baja, dispuesto a asesinar a cualquiera que se
atreviera a hacerlo.
Ella se arrojó en sus brazos, temblando contra él. — ¿Estás bien?
No está herida—ella estaba preocupada por él. —Lo estoy, muchacha. Lo juro.
—Tu hermano...
Puck miró a Sin, que se había quedado inmóvil. Cuando levantó la mirada hacia
Puck, sus ojos se vaciaron de toda emoción. Indiferencia tenía un nuevo anfitrión y una
nueva víctima. Angustia.
— ¿Vas a dejarlo con vida? —preguntó Gillian, luego se mordió el labio inferior.
382
Paranoia. La razón del cambio en Sin, todos esos siglos atrás, y la total seguridad de
que Puck lo traicionaría y lo mataría.
Un milagro. Sin no lo había asesinado directamente.
— ¿Por qué harías esto? —Puck frotó el centro de su dolorido pecho. —Escuché lo
que dijiste en la cueva. Tú nos amas. O me amarás, un día. Que todavía no entiendo. ¿Por
qué harías daño a la gente que dices querer?
Ella le ofreció una sonrisa triste. —Puck, ¿tienes idea de cuántas vidas son tocadas
por una sola persona? ¿Especialmente una persona inmortal? El efecto dominó es enorme.
Te vi hace tanto tiempo. Aquí dentro. —Ella se golpeó la sien. —Eras mi amigo, aunque
nunca nos conocimos. Te ayudé a sobrevivir siglos que de otra manera te hubieras perdido.
Te ayudé a encontrar una forma de mantener vivo a Sin. Te ayudé a encontrar a Gillian. Te
ayudé a azotar a William. Te ayudé... los ayudé a todos ustedes. ¿Moraleja de la historia?
Soy asombrosa.
Hades tosió en su mano, diciendo: —William.
—Cierto. —El Oscuro se acercó a su padre. Pero no fue Hades en quien se centró.
Alcanzó la corona que aún brillaba sobre la cabeza de Sin. —Y así termina el reinado de
Sin el Demente.
¡La corona!
Gillian corrió hacia adelante, demasiado tarde. William ya tenía la corona apretada
en su mano. Sin no ofreció protestas, solo parpadeó con una total falta de emoción.
—Ahora me despido. —Con un saludo, Hades se alejó con Sin.
—Lo que significa que nosotros también lo hacemos, —dijo Keeley, luego se
detuvo. —¡Oh! Antes de que me vaya. William, cariño, encontré a la única mujer—u
hombre—en la historia de todas las historias con el poder de romper el código. Ya sabes,
para tu libro. El que crees que tiene una solución para tu mayor problema... tu muerte en la
mano de tu amante. Detenme si has oído esto.
William se puso rígido. — ¿Quién es él?
—O ella.
—¡Dime!
—Está bien, está bien. Cielos. Ustedes niños y su impaciencia en estos días.
—¡Keeley!
Ella levantó sus manos, toda inocencia. —La próxima semana, habrá una adorable
384
convención de criptoanalistas en Manhattan. En el último recuento, había cincuenta y tres
nerds planeando asistir. Como, mortales en serio imbéciles. Tal vez un puñado de
inmortales imbéciles, también. Solo tienes que encontrarla a ella, o a él, entre la multitud.
Página
Adiós.
— ¿La próxima semana? —rugió William. — ¿Manhattan?
Rathbone le guiñó un ojo. —Haz que los cincuenta y cuatro asistan. Esto es algo
que no quiero perderme.
—Ah, y Jalen, —dijo Keeley. —Si quieres una oportunidad de ganar a Legión, ven
a buscarme. Hades tendrá otras mil tareas para ti antes de dejarte cerca de ella. Yo solo
tengo dieci...siete. —Con eso, se fue con Torin.
Galen rugió y trató de atraparla antes de desaparecer, pero falló. Él azotó a
Rathbone. —Llévame con ella.
Rathbone reveló una sonrisa felina. —Por supuesto. Explicaré sobre el pago cuando
lleguemos a ella.
El alado asintió sin vacilar. Cuando Rathbone pasó un brazo alrededor de Galen,
Pandora se acercó al otro lado para agarrar su bíceps. El trío desapareció.
—Por favor, no hagas esto, William, —imploró Gillian. —No hagas que Puck
cumpla su promesa. Por favor.
Puck levantó su barbilla. Había decidido usar las tijeras, o tratar de hacerlo, sin
importar lo que sucediera. No había ninguna razón para no aceptar la corona, a pesar de que
prefería estar con Gillian. Los Connachts necesitaban un rey. Amaranthia necesitaba un rey.
Y, para ser honesto, Puck no tenía motivos para dudar del amor de Gillian. Ya no. Ella se
había probado a sí misma una y otra vez. Cuando se rompiera el vínculo, su amor por Puck
perduraría. Él estaba seguro de eso. Así como su amor por ella perduraría, siempre y para
siempre.
En lo más profundo de su corazón, él sabía que ella tenía razón y estaba equivocada
acerca de la profecía. Pensó que habían cambiado el futuro de Puck al permitir que Sin
viviera, pero como la Oráculo había dicho, el hermano que Puck había sabido que estaba
muerto, un hombre nuevo que vivía en su lugar. La profecía se había cumplido.
La profecía de Gillian decía que no tendría un final feliz.
Durante un tiempo, Puck se había convencido a sí mismo de que no tendría un final
feliz con William. Luego dejaba que los temores nublaran su pensamiento y se aferrara a la
idea de que no podía tener un final feliz con Puck. Pero ella podría. Ella lo haría. Ella
gobernaría al lado de Puck, feliz. Él lo sabía. Simplemente no entendieron la profecía.
William se concentró en Puck, pero habló con Gillian. —Esto debe hacerse,
muñeca.
385
Ella estaba asustada. Asustada de que el final del vínculo significaría el final de su
relación, lo que significaba que una parte de ella creía, de hecho, creía que su amor por
Puck disminuiría. Pero el amor no era solo un sentimiento, se dio cuenta. Los sentimientos
fluctuaban, cambiando debido a las circunstancias y un millón de otros factores. El amor
era una elección. Un compromiso de poner a alguien más en primer lugar, dar en lugar de
tomar, proteger y nunca dañar.
Al mantener el vínculo en su lugar, él elegiría el futuro de Gillian por ella. Para
tener ese final feliz, ella tenía que elegir su propio camino.
Entonces, Puck plantó sus talones en la arena, listo para enfrentar el futuro. —
Hazlo, William.
—¡No! —Gillian trató de detener al hombre, pero pasó por encima de ella.
Cuando reapareció frente a Puck, se detuvo solo un momento antes de colocar la
corona donde correspondía. Gillian lloriqueó, casi deshaciendo a Puck. En el siguiente
instante, sin embargo, perdió de vista todo excepto el poder que fluía a través de él. Un
escondite de la magia de Sin. Magia de cada rey de Connacht que hubiese vivido.
Cada una de sus habilidades regresó, y algo más. Las cosas que podría hacer... el
poder que podría ejercer...
Asombroso. Magnífico.
Conmovedor.
—Ya está hecho, —dijo William. —Te di la corona de Connacht.
—Sí. —Puck abrió los ojos y asintió.
—Ahora liberarás a Gillian.
—William, por favor, —dijo, cayendo de rodillas. —Libérelo de su voto. —
Mirando asustada, dijo: —No puedo tener un final feliz sin él.
—Tú puedes. Lo harás. Insisto en ello. —El Eterno Cachondo extendió la mano y
deslizó las yemas de sus dedos por su mandíbula. Por una vez, Puck no le reprochó al
hombre ese toque, ya que era el último.
—¡No! Sabes que hay un problema con las tijeras, —dijo ella. —A lo largo de los
siglos he aprendido que siempre hay una trampa con artefactos antiguos.
Puck había tenido el mismo pensamiento.
—Las tijeras sólo se pueden usar una vez cada cien años. Años mortales, —dijo
William. —A menos que las tijeras no se usen durante cien años. Entonces pueden usarse
dos veces en cien años. Piensa en minutos acumulados para teléfonos celulares. Si las
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tijeras no se usan en trescientos años, pueden usarse tres veces. Y así sucesivamente.
—Las he tenido trescientos años mortales. —Miles de años de Amaranthian. —Lo
Página
que significa que tengo un uso más. —Para Gillian. En cien años mortales, podría ayudar a
Winter. Otros cien años, y él podría ayudar a Cameron. Entonces, finalmente, cien años
después de eso, podría ayudar a Sin.
Él tampoco revertiría el orden, incluso si Sin regresara mañana. Sus amigos lo
habían ayudado durante siglos, por lo que los ayudaría primero.
— ¿Estás haciendo esto para lastimarme? —Gillian le preguntó a William. —
¿Porque te lastimé?
William, normalmente el hombre más rudo y duro de la cuadra, se ablandó. —No.
Lo creas o no, estoy haciendo esto para ayudarte.
Luciendo derrotada, se sentó en cuclillas. —Ya han cambiado demasiadas cosas.
Sólo... danos cincuenta años mortales. O mejor aún, cien. Entonces podemos revisar esto.
Tan desesperado como Puck quería acercarla y asegurarle que todo estaría bien.
Odiaba verla asustada. Odiaba herirla. Él preferiría morir. Pero preferiría sufrir por la
eternidad que negarle el derecho a elegir.
William le dio una reprimenda tsk-tsk. —Esto no es propio de ti, muñeca. Deberías
querer esto.
— ¿Quererlo? —Chilló. —¡Mi vida finalmente es perfecta! ¿Sabes cuánto tiempo
he estado esperando esto? ¿Por qué querría cambiar algo?
—Voy a adivinar que has estado esperando, oh... quinientos diecinueve años, —dijo
William. —Pero cariño, estás equivocada. Esto no es perfecto Pero lo será cuando hayamos
terminado.
—¡No! —Repitió ella. —Quiero quedarme con Puck. Y quiero que le devuelvan sus
cuernos. Y su pelaje. Soy negociable con los cascos. Yo sólo... Necesito más tiempo con él
antes de que nos arriesguemos, ¿de acuerdo? Siento que romper el vínculo es lo que causa
mi final infeliz. Probemos que esta profecía está equivocada
El corazón de Puck se rompió, su resolución se debilitó. Pero sintió la verdad
también. Esto era lo correcto. —Sin el demonio, tengo la capacidad de cambiar de forma. Y
lo haré, en cualquier momento que lo desees. —Para demostrarlo, cambió a su forma
bestial. —Te amo, Gillian. Te amo, y no hay nada que tú o alguien más pueda hacer al
respecto. Esto, te lo juro. Ahora déjame probarlo. —Él extendió la mano, alisó un mechón
de cabello de su mejilla. —Déjame hacer esto por ti. Y nosotros.
—No. —Ella irradiaba todo tipo de violencia. —Te lo dije, hay mucho en riesgo.
William expulsó un fuerte aliento. —Suficiente. Esto tiene que hacerse. Los efectos
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deben ser inmediatos, pero le daremos el resto del día, por las dudas. Si todavía lo quieres
para cuando se ponga el sol, tu nuevo matrimonio tendrá mi bendición. Pero de una manera
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u otra, conocerás tu verdadero corazón... y el suyo. Este es un regalo que te estoy dando.
Ella se puso de pie y le dio una bofetada. Dura. El estallido probablemente resonó
por kilómetros. — ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Para ganarme? Incluso sin el vínculo, no
voy a...
Puck apareció frente a ella, por si William decidía atacar.
¿Puedo destellarme ahora? Aparentemente.
El otro hombre se frotó la mejilla y puso los ojos en blanco ante Puck. —Tal vez
esto es un regalo para ti, Pucker. Si no la quieres, no tendrás que lidiar con su
temperamento.
Puck se dio cuenta de la verdad entonces: William se había retirado por completo.
No tenía ningún reclamo, y no quería ninguno.
Con una sonrisa, Puck se hizo a un lado para dejar que los dos amigos hablaran.
En tono suave, William le dijo a Gillian, —Permití que la necesidad de proteger a
una criatura asustada y maltratada me confundiera. Y aunque amo a la mujer guerrera en la
que te has convertido, tus sentimientos por otro hombre son un factor decisivo, y tu fuerza
es un duro no. No puedo estar con una mujer que podría o no tener el poder de derrotarme
A menos que, por supuesto, encuentre ese descifrador de código. —Sus ojos se estrecharon.
—Y lo haré.
Puck mantuvo su atención en Gillian, mirar hacia otro lado, imposible. Ella era
fuerte, había enfrentado muchas cosas con la cabeza en alto. Y sin embargo, aquí y ahora se
arrodilló por segunda vez, colocándose voluntariamente en una posición de vulnerabilidad
y súplica. Pero esta vez, ella no suplicó. Inclinó la cabeza y sollozó.
La visión de ella rompió lo que quedaba de la determinación de Puck, y si él la
hubiera amado menos, aunque sólo fuera una fracción, le habría rogado a William que
terminara con esto. Pero tanto como ella necesitaba saber que había elegido a Puck
libremente, ella necesitaba saber que él la había elegido a ella libremente.
—Confía en mí, muchacha. Por favor. —Se dejó caer de rodillas delante de ella,
tomó sus manos, besó sus nudillos. —Déjame probar que mi amor por ti es real y duradero,
con vínculo o sin él.
Lágrimas caían por sus mejillas, pero finalmente asintió.
Sin querer dudar y arriesgarse a cambiar de opinión, Puck levantó las tijeras de su
pecho... y cortó.
388
Página
Capítulo 45
Gillian supo el momento exacto en que se rompió su vínculo con Puck, porque lo
que quedaba de su corazón, se rompió con eso. Ola tras ola de tristeza erosionó la
satisfacción que había logrado obtener. El dolor reemplazó la euforia.
Cada célula de su cuerpo lloraba la conexión con su esposo.
Una vez, ella había pasado quinientos años sin él, y ella (en su mayoría) había
prosperado. Ahora, ella ¿no podía estar ni cinco segundos?
La banda de metal alrededor de la muñeca de Puck se soltó y cayó al suelo. Al igual
que el gong final destinado a llamar a los guerreros a casa después de la batalla.
Miró a su marido, su ex, que la miraba con una expresión en blanco y quería
vomitar. ¿Había vuelto a ser el Hombre de Hielo? No, no. Ya no hospedaba a Indiferencia,
así que no necesitaba el hielo. ¿A menos que simplemente no quisiera lidiar con sus
emociones?
¡No! Él no invocaría al hielo, no cerca de ella. Lo había prometido.
¿Se había desenamorado de ella, entonces? ¿Había llegado su final infeliz?
¿Ella se había desenamorado de él?
Miró a Puck y a William, que la miraba expectante. Mientras miraba a través de sus
ojos azules como el hielo, el amor eclipsó el luto pero... ese amor todavía estaba sembrado
en la amistad. Ella no tenía ningún interés romántico en William.
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romántico.
Su mirada buscó la cara ilegible de Puck. — ¿Han cambiado tus sentimientos por
mí? —Si lo hubieran hecho, ella... ¿qué?
Eres una guerrera. Lucharás por lo que quieres, eso es lo que quieres.
Eso es lo correcto, Gillian levantó la barbilla. Si era necesario, ella lo cortejaría.
Lucharía por él y lo recuperaría. Este no era el final.
¿Por qué había temido esto, de todos modos? Cuando no le gustaba algo, lo
cambiaba.
—No quiero que lo que siento por ti influya en tu decisión, pero... —La máscara se
desprendió de sus rasgos, revelando adoración, afecto, ternura-amor. —No solo eres el
amor de mi vida, muchacha. Tú eres mi vida. Ya te lo he dicho, ¿no?
Lanzándose a sus brazos Gillian lo abrazo, gritó, —Yo también te amo. —
Demasiado. Toda esa preocupación, para nada. ¡Absolutamente nada! Podría haberse
salvado a sí misma, y a Puck, de un montón de angustia si hubiera confiado en su conexión.
El amor nunca falló.
—Esto es aburrido. —Winter hizo una mueca toda ella, estoy avergonzada de los
dos. —Y un poco asqueada. El amor apesta.
—Por una vez, estoy de acuerdo contigo, Winnie. —Mientras Winter balbuceaba
sobre su odio por el nuevo apodo, William puso a Gillian de pie. Sin embargo, no pudo
forzarla a soltar a Puck. Tal vez entendió que perdería una mano si lo intentaba. —Ustedes
dos no van a pasar la mayor parte de sus horas de solteros en un concurso de miradas. Si, de
hecho, deciden juntarse de nuevo...
—Lo haremos, —Gillian y Puck dijeron al unísono.
—…Necesitas asegurar la fortaleza de Connacht para asegurarme de que mi Gillian
tendrá un hogar para siempre.
—Mi Gillian. —En un movimiento borroso, Puck estaba de pie y golpeando a
William en el estómago. Su agarre sobre ella nunca se deshizo—.Solo mía siempre. Nunca
tuya.
William levantó las manos, con las palmas hacia afuera, en una muestra de
inocencia. —Tu Gillian. Bien. Lo que sea. Considera tu reclamo marcado. De todos modos.
Vamos a decirle a tu gente que hay un nuevo idiota a cargo.
Muy bien. Puck le dio otro beso en los nudillos de Gillian antes de dirigirse al árbol
donde habían hecho el amor por última vez, donde William y compañía habían atado a sus
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diferentes quimeras. Miró hacia atrás una, dos, tres veces para asegurarse de que Gillian no
había huido, y su corazón se disparó.
Página
barrera que había colocado alrededor de Amaranthia se debilitó. Me colé, contacté con
Rathbone y ta-da. Aquí estoy. En cuanto a desafiar al tiempo en sí mismo. —Encogiéndose
Página
—Yo también te amo. Pero quiero que estés segura, porque nunca te dejaré ir otra
vez.
—Estoy segura. Sé que no tuve un final feliz porque...
—No me importa lo que digan los Oráculos, —la interrumpió. —Voy a…
—No, no me dejaste terminar. No obtuve un final feliz porque tuve un comienzo
feliz. Nos uniremos de nuevo. Ahora. Delante de todos. Estaremos juntos por siempre.
Pensé en esperar que me preguntaras, pero...
Su sonrisa era lenta, pero perversa y tan brillante. —Tú me eliges por tu propia
voluntad.
—Te elijo a ti, —confirmó. —Siempre te voy a escoger. Y a nuestra gente. Y estoy
de acuerdo en casarme contigo en todos los sentidos, si no lo deje claro. Un día pronto, me
gustaría tener una ceremonia con los Connachts y los Shawazons juntos. —Winter,
Cameron, Johanna y Rosaleen serían damas de honor. William sería su madrina de honor.
Y sí, ella lo llamaría por el título por el resto de su vida.
Su comitiva vitoreó.
—Te doy mi corazón, mi alma y mi cuerpo, —dijo Gillian, recordando los votos
que una vez pronunciaron. —Ato mi vida a la tuya, y cuando mueras, moriré contigo. Esto
digo, esto hago.
Después de que él repitió las palabras, ella añadió: —Te ayudaré a unir los clanes.
Seré una ayuda, no un obstáculo. Te amaré, te apoyaré, te edificaré y nunca te derrumbaré.
Su agarre sobre ella se estrechó, una acción que ella interpretó como No estoy
bromeando; nunca te dejaré marchar. —Te querré, todos los días de mi vida. Antepondré
tu seguridad a la mía y siempre agradeceré tu sabio consejo. Te amaré por siempre y nada
ni nadie tendrá nunca la fuerza para arrancarme de tu lado.
Su corazón rebosaba de amor y alegría. Ella se puso de puntillas mientras él bajaba
la cabeza, y se encontraron en el medio, sellando sus promesas con un beso.
Pasaron largos minutos antes de levantar la cabeza. Jadeando, retiró una daga e hizo
una incisión en el centro de su palma. La sangre se acumuló. Ella aceptó la daga e hizo una
incisión propia. Luego bebieron el uno del otro.
—Sangre de mi sangre, aliento de mi aliento. —Él tomó su mano en la suya. —
Hasta el fin de los tiempos.
—Sangre de mi sangre, aliento de mi aliento. Hasta el fin de los tiempos.
Un nuevo vínculo hizo clic en el lugar: un vínculo más fuerte. Libremente elegido,
nada más que verdad entre ellos. ¡Conexión! Ella se deleitó.
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El orgullo brillaba en sus ojos oscuros. Oscuros, pero tan brillantes. Las estrellas
estaban radiantes. —Vamos a tener una vida hermosa juntos.
—Siempre y para siempre. —Gillian lucharía por él y haría de su felicidad una
prioridad.
Y ella tendría éxito. ¡Ella podía hacer cualquier cosa! Después de todo, el ratón
asustado se había convertido en una guerrera. La adolescente, temerosa de los hombres, se
había convertido en una mujer que se había enamorado del inmortal más salvaje que jamás
haya existido. Una niña ordinaria se había levantado de las cenizas de su propia destrucción
para convertirse en reina de todo un reino.
Bueno, ella sería reina de todo el reino muy pronto.
¿Lo mejor de todo? Una bestia con un corazón congelado se había derretido,
convirtiéndose en la encarnación más sexy del Príncipe Azul que jamás haya existido.
Mi Príncipe Encantador, de todos modos.
Sonriendo, Gillian dijo: —Preséntame a nuestra gente. Estoy lista para comenzar
nuestro feliz para siempre.
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Epílogo
Puck y Gillian habían estado vinculados nuevamente por poco más de un mes. No
mucho tiempo en el esquema de las cosas, pero dichoso de todos modos. Habían presentado
a los Shawazons a los Connachts, y sólo habían estallado cincuenta y tres combates, con
sólo dieciocho muertes cercanas.
Puck lo consideró un gran éxito.
Cameron y Winter habían regresado al mundo de los mortales para ayudar a Galen
por razones que no habían compartido con Puck. La chica que Galen deseaba—Legión—
había desaparecido por tercera — ¿cuarta?—vez y Galen estaba desesperado por
encontrarla.
Los rumores también sugirieron que William estaba en un alboroto sobre su libro de
profecías y códigos, y la “cerebrito” que podría haberlo encontrado o no. Una amiga de los
Señores del Inframundo, una mujer poseída por un demonio llamada Viola, también estaba
desaparecida, al igual que el Enviado caído que la había estado persiguiéndola por alguna
razón.
Pero, mientras que las cosas fuera de Amaranthia eran caóticas, las cosas adentro no
podían haber estado mejores.
Hoy Puck y Gillian habían sido coronados oficialmente como el rey y la reina de los
Connachts y los Shawazons. Y pronto serian el Gran Rey y Reina de Amaranthia. Había
visto a su esposa deslumbrar a su gente con su belleza, ingenio, encanto y fuerza, y casi
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estalló en orgullo.
Llevaba un vestido negro entallado con la espalda abierta, cuentas de plata colgaban
Página
de su alto cuello, que le cubrían los hombros en diferentes longitudes, con cuchillas atadas
a los extremos. Quiso arrancar cada capa con los dientes... y lo hizo, hacia solo unas horas.
Ahora ella estaba acurrucada en sus brazos, dibujando pequeños corazones sobre su
pecho.
Habría resistencia cuando unieran a los otros clanes, pero vencerían. Ellos siempre
lo hacían.
En cuanto a Sin, Puck había programado una reunión con los Enviados para
negociar el castigo y el regreso de su hermano.
¿Podría la vida ser más perfecta?
Él y Gillian habían tomado la decisión de formar su familia. Un día, pequeños
príncipes y princesas de cabello oscuro con ojos color whisky correrían alrededor de su
fortaleza.
Puck estaría siempre agradecido de que Gillian le hubiera confiado su nuevo
comienzo, y se sentiría honrado de asegurarse de que ella permaneciera feliz por el resto de
la eternidad.
—Tengo frío, —dijo mientras se estremecía contra él. —Necesito tu piel.
Cambió a su forma bestial, y ella emitió un suspiro de satisfacción. — ¿Mejor?—
Preguntó.
—Mucho.
Besó su sien y pasó los dedos a través del cabello de ella, contento, satisfecho
gracias a esta mujer, anticipando. Cada día con Gillian era más dulce que el anterior. Si
hubiese sabido lo que le esperaba, habría soportado sus sufrimientos con una sonrisa.
Algunos cuentos de hadas no tienen un feliz para siempre... pero este sí lo hacía.
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Página
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Página
Bjorn—Enviado.
indiscretas.
El ojo que todo lo ve—Artefacto divino con el poder de ver en el cielo y el infierno;
También conocido como Danika Ford.
atrapada dentro.
Kaia Skyhawk—Parte Harpía, parte Fénix; Hermana de Gwen, Taliyah y Bianka; Consorte
de Strider.
Katarina Joelle—Antes humana; Alfa de los sabuesos del infierno; Consorte de Baden.
Lazarus (el Cruel e Inusual) —Un guerrero inmortal; Hijo único de Typhon y de Echidna.
Lucifer—Uno de los nueve reyes del inframundo; Hijo de Hades; Hermano de William.
Gillian Shaw.
Página
Sienna Blackstone—Ex Cazadora; guardiana actual de Ira; Gobernante actual del Olimpo;
Amada de París.
Typhon—Padre de Lazarus.
Xerxes—Enviado.
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Página
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Las Corsarias.