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Ensayo

¿Cómo se puede conseguir que la responsabilidad social de las empresas tenga un manejo

adecuado de la gestión de recursos humanos, la salud y seguridad en el lugar de trabajo y la

gestión del impacto ambiental y de los recursos naturales para volverse una inversión

responsable?

El debate de la responsabilidad social de las empresas (RSE) en el marco de la Unión Europea, es un

tema que nació en 1995, año en el cual, el destacado político francés Jacques Delors que cumplía la

función de Presidente de la Comisión Europea y un grupo de empresas publicaron un manifiesto

público contra la exclusión social en el campo de empleo. El resultado fue la creación de una red de

empresas europeas para intercambiar opiniones y experiencias en el nuevo contexto de prácticas

correctas dentro de las empresas de toda Europa. La responsabilidad social de las empresas pasó a

conformar parte de la agenda prioritaria de la Unión Europea en el año 2000, cuando ¨los Jefes de

Estado y de Gobierno lanzaron un llamamiento al sentido de la responsabilidad de la empresas para

ayudar a cumplir el nuevo objetivo estratégico de la UE de convertirse, para el año 2010, en la

economía más competitiva e integradora del mundo” (http://europa.eu.int/comm/

employment_social/soc-dial/csr/csr).

Está claro para todos que la filosofía de la RSE no es norma o reglamento de legislación pública, todo

los contrario, es un conjunto de actividades voluntarias dirigidas al campo social y al cuidado y

manejo medio ambiental que no está dentro de las obligaciones legales de una empresa.

En este contexto, el ensayo tiene por objetivo argumentar la validez del esquema práctico de la

Responsabilidad Social Empresarial que han delineado la Unión Europea. Una de las dificultades de

mayor peso para las RSE no estén reguladas desde la esfera pública o la legislación de los países que

integran la UE es la falta de definición de los principios generales para establecer los códigos de

conducta en la UE y en cada uno de los países miembros. Se añade los problemas relacionados con la

estandarización de los criterios o parámetros para evaluar los cumplimientos de los indicadores que

evidencian los resultados de la responsabilidad social empresarial en los ámbitos sociales y

medioambientales. La globalización de la economía mundial ha dejado al descubierto que los índices


de las ganancias empresariales no se justifican por sí solos, incluso no son éticos frente a la opinión

pública especializada. Una equis empresa minera puede presentar a sus accionistas, abundante utilidad

anual, pero, a la par, la sociedad civil presenta una demanda internacional por el daño y

contaminación a un bosque protector, aquellos millones de monedas no cubrirá la reparación

ambiental. Aquí radica la importancia de la responsabilidad social y ambiental. Esto quiere decir que

no es prudente esperar una legislación comunitaria o en cada país para actuar, sino, las empresas se

ven obligadas a diseñar las mejores estrategias de buena práctica empresarial en cada una de ellas. Del

éxito de éstas depende el futuro de las empresas y el logro de buenos resultados financieros. Una

empresa que demuestra buena responsabilidad social y adecuado manejo de los recursos naturales de

uso directo o subvenciona proyectos de manejo ambiental, garantiza que sus acciones seguirán al alza

en las cotizaciones de la Bolsa de Valores y sus productos y servicios serán bien aceptados por sus

clientes. Los inversores actuales tienden a colocar sus capitales en empresas con certificación verde o

en las que tienen buena reputación de responsabilidad social. La RSE en las empresas ocurre el

ámbito interno empresarial y con la comunidad externa a ella. El manejo de los recursos humanos

ocurre al interior de las empresas. Antes de la iniciativa Delors en la Comunidad Europea, la gestión

del talento humano estaba sujeta al criterio y la discrecionalidad de cada empresa, hubo alta

disparidad de criterios desde conceptos de negocio como el de contabilizar al trabajador como un

activo inteligente hasta considerar como una carga de costos para la empresa. Una buena gestión

empresarial con responsabilidad social del talento humano, debe comenzar desde el cambio de

concepto mercantilista del trabajador hacia la consideración como un ser humano multidimensional

que tiene virtudes y defectos, destrezas manuales y conocimientos técnicos, obreros y profesionales,

líderes y directivos, es decir, al ser humano total. Considerar su cotidianidad al interior de la empresa,

también su proyecto de vida en relación al empleo actual y el futuro personal de ese hombre o mujer.

En esta perspectiva, la buena práctica empresarial debe plasmarse en políticas internas que den la

oportunidad de hacer carrera en la empresa, capacitarse y tener la oportunidad de recibir educación

continua, intercambio de experiencias laborales en las empresas de la misma rama o de diferentes

líneas de producción dentro del mismo país o en otros países de la comunidad europea. Esta filosofía

de tratamiento empresarial al trabajador dista mucho por hacer. Porque “a pesar de que los códigos de
conducta voluntarios pueden contribuir a fomentar el cumplimiento de las normas internacionales de

trabajo, sólo son eficaces si se aplican y controlan adecuadamente”. (Libro Verde. COM2001.Pág.

16). La Comisión Europea tiene dudas de la aplicación y efectividad de los acuerdo voluntarios

empresariales. Sin embargo, enuncia que todas las empresas europeas, incluidas las subcontratistas y

proveedores deben observar el cumplimiento de las normas de la Organización Internacional del

Trabajo OIT y las multinacionales deben atender las disposiciones de la Organización para la

Cooperación y Desarrollo OCEDE. En ambos casos, el asunto medular es la participación de los

trabajadores y de la sociedad civil en la implantación de buenas prácticas que favorecen a los

trabajadores. Las políticas internas de buenas prácticas incluyen desde una alimentación balanceada,

atención médica preventiva, ropa adecuada para el trabajo, implementos de seguridad personal,

botiquín reglamentario de primeros auxilios, sistemas contra incendios, programas de simulacro en

eventos de desastres naturales, lugares de trabajo limpios y control de ruidos y polución del aire. Las

buenas prácticas empresariales también se enfocan a la calidad de vida de sus trabajadores. Aquí se

incluye la participación activa de los trabajadores en la marcha de la empresa. Es decir, las gerencias

empresariales deben escuchar las opiniones de sus trabajadores, sus expectativas y sus proyecciones.

Se debe crear ambientes de cooperación para los resultados exitosos de la empresa. Se debe aproximar

la dicotomía que lleva a considerar como patrones y sirvientes, obreros y plutócratas, proletarios y

capitalistas. Enemigos conviviendo en la misma casa. En este distanciamiento salpicado de ideología

y matizado con la realidad, la buenas prácticas empresariales deben tender puentes de cooperación y

crear núcleos de alianzas a través de mejoras salariales, proyecciones de retiro digno, atención en la

educación de las cargas familiares en la etapa de menores de edad de los hijos, comedores y

guarderías infantiles, capacitación proyectiva para eventuales reorganizaciones empresariales con

fuertes reajustes de empleo, capacitaciones especiales para personal que se aproximan a las

jubilaciones. Este ambiente empresarial motiva al trabajador que retribuye siendo más eficiente y

productivo, creativo e innovador. A la larga, la empresa será competitiva desde dentro de sus

estructuras, sus activos tienden al alza y sus acciones son de alta cotización respecto de su rama y sus

accionistas tendrán buen reparto de utilidades anuales. Un trabajador desmotivado y enfermo es el

primer síntoma de la muerte de una empresa, sea en la Unión Europea o cualquier parte del mundo.
Bélgica acaba de tomar una decisión política radical respecto del manejo del desecho sólido

proveniente de los polímeros (plásticos) y es de pensar que influirá esta decisión en toda la comunidad

europea. Sólo es cuestión de tiempo. El Planeta Tierra pide a gritos. Y Bruselas escucha y hace sentir

a la conciencia mundial. En efecto:

“Si no cambiamos el modo en que producimos y utilizamos los plásticos, en 2050

habrá más plástico que peces en el mar”. La voz de alarma la ha lanzado esta

semana la Comisión Europea en su primera estrategia para reducir los residuos

de plástico e incentivar el reciclaje y a la que seguirán propuestas para lograr que

todo los envases utilizados en la Unión Europea en 2030 sean reciclados. “No

podemos vivir sin ellos pero nos pueden matar si no cambiamos nuestras políticas.

Necesitamos plásticos, pero mejores plásticos”, asegura el vicepresidente Frans

Timmermans.

Cada año los europeos generamos más de 25 millones de toneladas de residuos de

plásticos, pero solo el 30% terminan en la cadena de reciclaje. El resto o bien se

incinera o bien se echa en vertederos y buena parte del mismo termina en el mar.

Cada segundo 700 kilos desaparecen en nuestros océanos. Bebemos y comemos

microplásticos que encontramos en todas las criaturas vivas. Es una situación

alarmante, denuncia sobre un problema que genera un daño al medio marino

estimado en 8.000 millones de euros anuales. (Martínez, Silvia. 2018)

En este contexto, la Comisión Europea trabaja en la definición de nuevos compromisos para

todas las empresas europeas. Sabemos que los compromisos son voluntarios y la experiencia

de los controles no satisface plenamente el cumplimiento de los acuerdos. Esta situación lleva

a los Comisionados a explorar leyes fiscales comunitarias para obligar el buen manejo

empresarial en materia del uso de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente,

sean estas de alcance regionales, continentales y mundiales.

FIN.

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