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INTRODUCCION
Durante mucho tiempo, la historia política boliviana forjó el estigma de un país
crónicamente inestable, dominado por caciques civiles y militares enfrentados a
luchas provincianas y estimuladas por la codicia sin límite. Actualmente, sin
militares en el horizonte político, la situación no parece ser mejor que cuando
estos dejaron el poder en 1982. Ni la Revolución Nacional, inaugurada en 1952 y
cancelada por un golpe de estado militar en 1964, logró construir una sociedad
estable. Por el contrario, su derrota produjo las mayores turbulencias políticas
capitalizadas por regímenes militares débiles y fragmentados que, a salto de mata,
permanecieron en el poder durante casi dos décadas.
La transición del ciclo autoritario a un régimen democrático representativo, iniciada
en 1978 y clausurada en octubre de 1982, expresó uno de los momentos de
mayor conflicto en la historia política boliviana del siglo xx. En menos de cuatro
años, diez presidentes y una Junta Militar ocuparon la silla presidencial en medio
de dos gobiernos provisorios civiles. Luego de casi siete años de gobierno
ininterrumpido, el Gral. Bánzer (1971-1978) inauguró el proceso de
redemocratización dando lugar a tres elecciones fallidas entre 1978 y 1980, y a
dos de los golpes de Estado más sangrientos que conoció la historia boliviana en
el último siglo. Hasta octubre de 1982, fecha en que se reinstaló la democracia, el
país atravesó una traumática experiencia de golpes militares, conspiraciones
civiles y contragolpes cívico-militares que colocaron al país al borde de una guerra
civil.
Actualmente, la sociedad boliviana experimenta el período más largo de vida
democrática continua en toda su historia republicana. El 6 de agosto del año 2002,
se inauguró el sexto gobierno legalmente elegido. En diciembre de 2004, se
espera llevar a cabo la quinta elección municipal, proceso inaugurado en 1987.
Desde 1985, se ha hecho casi un rito la celebración de”pactos de gobernabilidad”
entre los partidos políticos más importantes. Luego de haber concertado la Nueva
Política Económica (NPE) que transformó la estructura estatal, los acuerdos
políticos se plantearon como meta del sostenimiento del modelo liberal
conservando la estabilidad democrática y ejecutando políticas públicas en distintas
áreas del Estado.
No obstante, luego de dieciocho años de aplicación continua de experimentos de
liberalización económica que llevaron al país a constituirse en uno de los alumnos
más aplicados del Consenso de Washington, las espectativas económicas,
políticas y sociales son mucho más sombrías que en la década de 1980. Además
del bajo nivel de crecimiento económico y las altas tasas de desempleo, el sistema
político se encuentra en su punto más crítico de credibilidad. La reiteración de
lógicas gubernamentales de corto plazo, las estrategias prebendales, clientelares
y patrimoniales aplicadas sin pausa estan conduciendo a la ruina del sistema
político. La espiral de delincuencia amparada en la protección oficial de la policía y
encubierta en muchos casos por miembros de partidos políticos introduce un
mayor descrédito en la autoridad del Estado agudizando la incertidumbre y el
temor de la sociedad. Pese a la creación de instituciones públicas como el
Tribunal Constitucional, el Consejo de la Judicatura y el Defensor del Pueblo, la
sociedad cree cada vez menos en la justicia y más en su privatización mediante
linchamientos populares.
Los bolivianos están transitando de una situación política predictible a un estado
en el que predomina la incertidumbre institucional hostigada por una severa crisis
económica. Al parecer, las últimas elecciones generales constituyen el parteaguas
histórico entre las promesas liberales y una realidad social que no parece
alterarse.
El resultado electoral de junio del 2002 dio paso a una nueva correlación de
fuerzas partidarias que ha puesto en jaque el ciclo hegemónico pactista. El
inesperado apoyo que recibieron el Movimiento al Socialismo (MAS) y el
Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) fue interpretado como una señal de hastío
ciudadano contra el anquilosado triángulo partidario, MNR-MIR-ADN, que gobernó
el país durante los últimos diecisiete años.
DESARROLLO DEL TEMA
LA TRANSICIÓN DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA DE BOLIVIA
Siles Zuazo inicia una Nueva Etapa
LA UDP GOBERNÓ ENTRE 1982 Y 1985. ACORTÓ SU MANDATO UN AÑO POR PRESIONES Y LA
HIPERINFLACIÓN
b) El Episodio de Hiperinflación
Evo Morales Ayma, el primer presidente indígena del país, gobierna desde 2006.
Ganó tres elecciones y un referendo revocatorio con amplia mayoría, pero perdió
un referendo en el que se jugaba la posibilidad de una cuarta candidatura
consecutiva.
En febrero de 2017 llamó a un referendo para que el pueblo le autorizara
postularse al cargo de presidente por cuarta vez consecutiva y luego de la victoria
del No con un estrecho margen (51,3%), el partido oficialista intenta un recurso en
el Tribunal Constitucional Plurinacional para que se desconozca los artículos de la
CPE que le impiden hacerlo.
CONCLUSIONES
Varias conclusiones referidas a los límites de la política económica se desprenden
del análisis de la grave crisis económica boliviana, de 1982 a 1985, y que aún no
está resuelta. Destaca la conclusión de que políticas macroeconómicas muy
generales, centradas en el manejo de unas pocas variables claves y que ignoran
restricciones de tipo institucional, no han sido suficientes para controlar la
economía. El excesivo recurso a las devaluaciones y a los ajustes de precios
administrados, sin la debida atención a aspectos más microeconómicos de gestión
del sector público, ha tenido más bien efectos contraproducentes. El
comportamiento de los agentes económicos con restricciones presupuestarias
débiles, ha desvirtuado las intenciones de las políticas de tipos de cambio, de
interés y de precios. Además, la pérdida de la capacidad impositiva del Estado y la
inflación han operado sinergéticamente. Para quebrar la inflación, fue necesario
romper varios círculos viciosos, esto se ha logrado pero no basta, ya que para
asegurar lo obtenido, se necesita crecer y reactivar la economía, conduciendo con
eficacia las inversiones públicas y no congelándolas.
La experiencia de los últimos tres años apunta claramente a la necesidad de que
el Estado refuerce el control de sus propias empresas, así como su capacidad
impositiva. Una vez más, medidas que apunten exclusivamente a eliminar
deformaciones de precios y que no estén
Los efectos inflacionarios del dinero indexado han sido examinados, por ejemplo,
por Bomberger y Makinen (1983). Acompañadas de muestras evidentes de que el
Estado está recuperando su capacidad de hacer cumplir las restricciones
presupuestarias, no combatían durablemente a la inflación, ni ayudarán en la
reactivación, ni reducirán las distorsiones que estaban censadas hacerlo. El
fortalecimiento del Estado es una condiciones sine quanon para la eficacia de
cualquier política, incluyendo la económica. En una formulación más teórica, se
diría que para la administración de la crisis se requerirá un canasto más amplio de
instrumentos, algunos de carácter macroeconómico y otros más bien de refuerzo
institucional.
En añadidura a las restricciones institucionales, se ha puesto énfasis en el trabajo
el hecho de que el público, y principalmente los sindicatos, perciben muy
rápidamente los deterioros que sufren en su poder adquisitivo y, por lo tanto, los
paquetes de estabilización basados en la presencia o imposición de alguna forma
de "ilusión monetaria", son básicamente inestables.
Desafortunadamente, los paquetes estabilizadores ortodoxos dependen, de
manera más o menos explícita, en la existencia de "ilusión monetaria", en el
sentido de que el público y los asalariados no se darían cuenta o estarían
dispuestos (u obligados) a aceptar caídas en sus salarios e ingresos reales. Una
de las grandes debilidades del plan de estabilización en ejecución actualmente, se
encuentra precisamente en su brutal congelamiento de los salarios monetarios y
en la consiguiente resistencia laboral.
El pensar que la política económica no ha funcionado en el pasado simplemente
porque los sindicatos se han opuesto, es no reconocer una deficiencia
fundamental inherente a ellos, a saber, la ausencia de una propuesta
gubernamental de control social que reemplace al prevaleciente antes de los
paquetes.
Por último, hay que reconocer que la instrumentación de la política económica
boliviana, ha tenido que hacerse en un contexto externo e interno muy difícil, lo
que ciertamente ha incidido en su alcance. El servicio de la deuda es una
limitación constante que reduce el margen de maniobra. En los últimos meses, el
desmoronamiento de las exportaciones bolivianas ha afectado también
gravemente a la economía boliviana. Entre los aspectos internos, cabe subrayar
una vez más, la extrema debilidad política del gobierno Siles Zuazo, que le impidió
luchar contra la inflación con la energía necesaria.
BIBLIOGRAFÍA: