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Cristo como la realidad

CONTENIDO

1. La Tienda de Reunión y todas las ofrendas


2. Los requisitos de Dios y el alimento de Dios
3. Ocho puntos acerca del holocausto
4. La humanidad de Jesús: la ofrenda de harina
5. Las especias de la ofrenda de harina
6. La humanidad de Jesús según el Evangelio de Lucas
7. La humanidad de Jesús según los Evangelios de Mateo, Marcos y Juan
8. El suministro ilimitado de la humanidad de Jesús
9. La ofrenda de harina es necesaria para que las tablas estén derechas
10. El poder que une en la vida de iglesia
11. La humanidad de Jesús y los dones dados al Cuerpo
12. La humanidad de Jesús es necesaria para que la vida fluya
13. La humanidad de Jesús es necesaria en la guerra espiritual
14. La humanidad de Jesús es necesaria en el servicio de la iglesia
15. La humanidad de Jesús es necesaria en nuestro andar diario
16. La humanidad de Jesús es necesaria para el recobro del Señor
17. La humanidad de Jesús es necesaria para el reino de Dios
18.Experimentar a Cristo como nuestra ofrenda de paz
19. La ofrenda de paz y la mesa del Señor
20. La experiencia de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado
21. La experiencia de Cristo como la ofrenda por la transgresión

PREFACIO

Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en la


primavera de 1971, en Los Ángeles, California.

CAPÍTULO UNO

LA TIENDA DE REUNIÓN
Y TODAS LAS OFRENDAS

Lectura bíblica: Gn. 1:1, 26-27; 50:26; Éx. 1:1; 40:34, 38; Lv. 1:1-17; 6:8-13; He.
10:5-7; 9:14a; Fil. 2:7-8

Para ver a Cristo como la realidad, lo más importante es comprender que Cristo
es la realidad con la cual adoramos a Dios. En el universo, la relación entre el
hombre y Dios es la adoración que el hombre le brinda a Dios. Todo lo que
somos, todo lo que hacemos y cualquier obra que llevemos a cabo, todo debe
servir para que adoremos a Dios. Así pues, cuando nos referimos a la adoración
a Dios, todas estas cosas están incluidas.

Tomar a Cristo como nuestra realidad significa tomar a Cristo como nuestro
mismo ser, como aquello que hacemos, como nuestro vivir y aun como nuestra
adoración a Dios. En cuanto a Cristo como la realidad, creo que conocemos algo
en forma general, pero no entendemos muchos de sus detalles. Por siglos esto
ha estado oculto en la Biblia y, a pesar de haber estado en las Escrituras, nunca
ha sido descubierto ni revelado en forma adecuada. Sin embargo, creo que en
estos últimos días más que nunca, este tema ha sido abierto, revelado y
descubierto delante de nosotros. Necesitamos tomar un tiempo para ver a Cristo
en cada página del Antiguo y del Nuevo Testamento. Por un lado, el Nuevo
Testamento es simple y breve, mientras que el Antiguo Testamento nos da un
cuadro lleno de detalles. Por ejemplo, en el libro de Levítico podemos ver todos
los detalles de Cristo como la realidad con la cual adoramos a Dios.

LA SITUACIÓN EN GÉNESIS Y ÉXODO

En los versículos anteriores, antes de comenzar nuestra lectura del libro de


Levítico, leímos los primeros y los últimos versículos de Génesis y Éxodo. Esto
tiene mucho significado. En Génesis vemos que en el principio Dios creó los
cielos y la tierra, y por supuesto creó al hombre. El hombre fue creado por Dios
para expresar a Dios mismo y para representarlo con Su dominio. El hombre era
el centro de la creación de Dios, a fin de que Dios fuera expresado y
representado. No obstante, al final del libro de Génesis, vemos que el hombre
creado por Dios murió y fue puesto en un ataúd en Egipto. ¡Cuán triste y
lamentable es esto! Si esto fuese el final de las Escrituras, todos estaríamos
terminados. Pero esto no es la consumación final. Después de Génesis está
Éxodo, o sea que hay una salida. ¡Alabado sea el Señor! Mas el inicio del libro de
Éxodo no es tan glorioso como el de Génesis, donde Dios creó los cielos, la tierra
y el hombre. Esto fue maravilloso; pero el hombre cayó, murió y fue puesto en
un ataúd en Egipto. Después de esto comienza el libro de Éxodo, con todos los
hijos de Israel en Egipto. Todos sin excepción estaban en Egipto. ¡Qué pobreza!
Pero que glorioso es llegar al final del libro de Éxodo. Allí vemos que en vez de
un ataúd, hay un tabernáculo. En vez de un cadáver, está la gloria shekiná de
Dios. El ataúd era individual, mientras que el tabernáculo era corporativo.
Donde quiera que encontremos las palabras “el Tabernáculo de la congregación”
o “la Tienda de la congregación”, debemos leer “la Tienda de Reunión”. Me
gusta mucho esta palabra “reunión”. No es una tienda de individuos, sino una
Tienda de Reunión.

DIOS EN LA TIERRA

En Éxodo había una Tienda de Reunión que era la morada de Dios. Él no estaba
solamente en los cielos; Él estaba también en la tierra, en la Tienda de Reunión.
Cuando llegamos al libro de Levítico, encontramos que Dios hablaba desde la
Tienda de Reunión. En el monte de Sinaí Dios habló desde los cielos, pero desde
que tuvo una Tienda de Reunión en la tierra, Él habló desde allí. ¡Esto es
maravilloso! De todos los ataúdes Dios levantó un pueblo y lo sacó de Egipto
para edificarlos juntos, a fin de que llegasen a ser la Tienda de Reunión.

¿Dónde estábamos nosotros antes de ser salvos? Estábamos en un ataúd. Y no


estábamos en un ataúd corporativo, sino que estábamos en el mundo, en
muchos ataúdes separados e individuales. Todos los hermanos, jóvenes y
mayores, estábamos en la misma situación. Todos estábamos “en un ataúd en
Egipto”. Pero ¡aleluya, llegó el día cuando el Señor nos llamó a salir de los
ataúdes y nos sacó del mundo! Tuvimos un verdadero éxodo. Ahora Él nos ha
traído y nos ha congregado en la Tienda de Reunión. ¡Hoy en día todos podemos
declarar que hay una Tienda de Reunión en Los Ángeles! No hay necesidad de
que Dios hable desde los cielos porque Él ahora tiene una Tienda de Reunión.
Hoy en día el Señor habla desde las iglesias locales, y las iglesias locales son las
Tiendas de Reunión.

Después de la creación efectuada por Dios y de la caída del hombre, y por medio
de la redención, hay una Tienda de Reunión. ¡Para mí esto es muy maravilloso!
¡Estoy tan entusiasmado porque veo la Tienda de Reunión! Nunca debemos
sentirnos desalentados o derrotados, pues tenemos la Tienda de Reunión. La
Tienda de Reunión es una victoria gloriosa sobre todas las obras mortíferas de
Satanás. Dios es sumamente victorioso y exitoso. Todos debemos estar
entusiasmados y llenar de entusiasmo a otros. Miren a la gente en el mundo
actual. Todos tienen una cara tan triste y están tan decepcionados, pero
nosotros estamos contentos y animados. ¡Alabado sea el Señor, hoy en día en la
ciudad de Los Ángeles, en el distrito de Hollywood, hay una Tienda de Reunión!

LA NECESIDAD DEL LIBRO DE LEVÍTICO


Y NUESTRA COOPERACIÓN

Después del libro de Éxodo necesitamos el de Levítico, porque en la Tienda de


Reunión Dios desea disfrutar a Cristo como la realidad. Esto es todo lo que hace
Dios en la Tienda de Reunión. Él sólo quiere disfrutar a Cristo como la realidad
en todo aspecto. Es por eso que después de Éxodo necesitamos tener Levítico, el
cual nos dice que Dios disfruta a Cristo como todo en la Tienda de Reunión.

¿Cómo puede Dios disfrutar a Cristo? Debe ser por medio de nuestra
cooperación. Aunque Dios tenga una Tienda de Reunión en la tierra y Cristo sea
todo para Dios como realidad, si no hubiese un hombre que ofreciese Cristo a
Dios, Él no tendría la cooperación humana. Por ejemplo, supongamos que la
cocina está abarrotada de alimentos en abundancia. ¿Qué más necesitaríamos?
Claro, lo que necesitamos ¡es un cocinero! Pero Dios no es el cocinero; ¡nosotros
lo somos! Nosotros debemos cocinar los alimentos, y Dios vendrá a comer junto
con nosotros. Generalmente en la familia sólo las esposas cocinan, y los maridos
simplemente vienen y comen junto con las esposas. Exactamente esto es lo
mismo que sucede con Dios y el hombre en la Tienda de Reunión.

En la Tienda de Reunión no hacemos una labor ardua; sólo cocinamos y


comemos de continuo. Levítico es un libro acerca de la vida de iglesia en la
reunión, ya que abarca todo lo relacionado con la Tienda de Reunión. Nosotros
constituimos la Tienda de Reunión y simplemente somos aquellos que se
reúnen. Debemos reunirnos todo el tiempo, mañana, tarde y noche. ¡Que
maravilloso sería si cada día no hiciésemos nada sino reunirnos todo el tiempo!
Y en cada reunión solamente cocinamos y comemos. Nosotros cocinamos, y
Dios come con nosotros.

¿Cuál es el alimento que preparamos para comer juntos con Dios? ¡Cristo es el
alimento! Podemos decir que Levítico es un libro de las reuniones de la iglesia y
también podemos decir que es un libro de recetas de cocina. Todas las esposas
que cocinan tienen un libro de recetas. Levítico es un libro de recetas que nos
dice cómo cocinar a Cristo. Nos dice cómo alimentar y satisfacer a Dios al
cocinar a Cristo. ¡Dios tiene hambre! Pero ¡alabado sea el Señor que Él ha
levantado iglesias locales como verdaderas cocinas! Ahora Dios está esperando
que todos nosotros cocinemos a Cristo de varias maneras, para satisfacerlo a Él
y también para satisfacernos a nosotros mismos. Necesitamos leer el libro de
Levítico una y otra vez, pues todo lo que se menciona allí tiene que ver con
Cristo. Por medio de este libro podemos aprender cómo cocinar a Cristo para
satisfacer a Dios.

EL CRISTO AGRANDADO

En Éxodo fue erigida la Tienda de Reunión, es decir, el tabernáculo, el cual


representa al Cristo agrandado. El centro y contenido del tabernáculo era el
Arca, la cual es simplemente Cristo mismo. El Arca era el vaso que contenía los
Diez Mandamientos de Dios, y los Diez Mandamientos son la expresión y la
representación misma de Dios. Esto quiere decir que el Arca contenía a Dios,
quien era el contenido que debía ser expresado. El Arca estaba compuesta de
dos clases de materiales: madera revestida de oro. El oro y la madera tipifican
las dos naturalezas, la naturaleza divina y la naturaleza humana
respectivamente. Éste es Cristo. Cristo posee tanto la naturaleza divina como la
naturaleza humana. Él contiene a Dios dentro de Sí mismo, quien es el centro y
contenido del tabernáculo.

El tabernáculo era un recipiente más grande, hecho también de dos materiales


principales: madera revestida de oro. Esto revela que el tabernáculo es
solamente el agrandamiento del Arca, el aumento del Arca. Cuando el Arca es
agrandada llega a ser el tabernáculo. Esto significa que cuando Cristo es
agrandado, Él llega a ser la iglesia. La iglesia es simplemente el agrandamiento
de Cristo. Hablando con propiedad, la iglesia también es Cristo (1 Co. 12:12). El
Arca es el Cristo individual, y el tabernáculo es el Cristo corporativo. Alabado
sea el Señor porque tenemos al Cristo agrandado sobre la tierra como la Tienda
de Reunión, y en esta Tienda de Reunión se halla la morada de Dios. Dios mora
en el Cristo agrandado y habla desde este Cristo agrandado. Debemos darnos
cuenta de que este Cristo agrandado nos incluye a todos nosotros. Puesto que
somos el aumento de Cristo, somos la Tienda de Reunión. La Tienda de Reunión
es simplemente el Cristo agrandado de forma corporativa.

FIJÓ TABERNÁCULO ENTRE NOSOTROS

La Tienda de Reunión trae a Dios a la tierra. Dios ya no está en los cielos; Él está
en la Tienda de Reunión. El Cristo agrandado, quien es la Tienda de Reunión,
trae a Dios a la tierra. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y
el Verbo era Dios [...] Y el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros”
(Jn. 1:1, 14). En griego la palabra traducida “habitó” significa “fijó tabernáculo”.
El Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. Cristo como el Verbo
era Dios; y un día este Verbo se hizo carne para fijar tabernáculo entre nosotros
y traer a Dios desde los cielos a la Tienda de Reunión en la tierra. Hoy en día
Dios está en la Tienda de Reunión. Esto se ve claramente en 1 Corintios 14,
donde las personas que vienen a la Tienda de Reunión de la iglesia local
declaran “que verdaderamente Dios está entre vosotros” (v. 25). Hoy en día Dios
está en la Tienda de Reunión, y esta Tienda de Reunión es simplemente el Cristo
agrandado. El Cristo agrandado trae a Dios a la tierra.

CRISTO COMO LAS OFRENDAS

Sin embargo, esto es sólo un aspecto. Cristo no sólo es la Tienda de Reunión, Él


también es las ofrendas. Él es el tabernáculo y también todas las ofrendas. El
tabernáculo trae a Dios al hombre, y las ofrendas llevan al hombre a Dios. Este
no es un tráfico de una sola vía, sino uno que va y viene en doble dirección.
Cristo viene como el tabernáculo, y Cristo va como la ofrenda. Cristo viene a
nosotros con Dios, y Cristo regresa a Dios con nosotros. En otras palabras, al
venir Él nos trae a Dios, y al ir Él nos lleva a Dios.

Aunque somos pecaminosos, Cristo como el tabernáculo nos ha traído a Dios a


nosotros. Pero también necesitamos a Cristo como las ofrendas, para que Él nos
lleve a Dios. La gloria shekiná de Dios está en la Tienda de Reunión, pero ¿cómo
podemos acercarnos a ella? Necesitamos las ofrendas. Cristo como las ofrendas
nos lleva a Dios.

Como el tabernáculo, Cristo es el medio por el cual Dios se une a nosotros. Sin
embargo, el tabernáculo no puede mezclarse con nosotros; sólo se une a
nosotros. Pero Cristo como las ofrendas sí puede mezclarse con nosotros. Todas
las ofrendas deben ser ingeridas y asimiladas por nosotros, puesto que por la
asimilación el alimento se mezcla con nosotros. Así pues, para que Cristo se
mezcle con nosotros necesitamos las ofrendas. Por medio de ellas tenemos más
experiencias subjetivas de Cristo. Además, Cristo no sólo está unido a nosotros,
sino mezclado y compenetrado con nosotros. Él dijo en Juan 6:57: “El que me
come, él también vivirá por causa de Mí”. Sabemos que llegamos a ser lo que
comemos. Después de comer un pollo, el pollo llega a ser parte nuestra. En
Levítico casi todas las ofrendas eran buenas para comer. Todo cuanto ofrecemos
a Dios es un alimento para Dios como también para nosotros. Ésta es la manera
como Cristo nos lleva a Dios.

UN REGALO PARA DIOS

Dios está ahora en la Tienda de Reunión; sin embargo, necesitamos presentar a


Cristo como todas las ofrendas para que podamos tener contacto con Dios. La
palabra ofrecer según La Nueva Traducción de Darby, debería traducirse
“regalo”. Debemos presentar Cristo a Dios como toda clase de regalos. Cristo
como ofrenda es una clase de presente a Dios. Debemos ofrecer a Dios el regalo
del holocausto, el regalo de la ofrenda de harina, el regalo de la ofrenda de paz,
el regalo de la ofrenda por el pecado y el regalo de la ofrenda por la
transgresión.

Sin embargo, si vamos a regalar algo, primero debemos poseerlo. Debemos


pagar el precio a fin de obtener lo que necesitemos de una manera apropiada.
Éste es nuestro problema. Muchas veces venimos a la reunión sin llevarle
ningún presente a Dios. Por esto debemos laborar en Cristo durante todo el día
de modo que podamos obtener buenos productos. Entonces podemos traer algo
para ofrecérselo a Dios como regalo. No es que Dios esté exigiendo algo de
nosotros. Él sólo desea que le obsequiemos un regalo, el cual es Cristo. Si sólo
estamos cumpliendo una exigencia, eso no es algo muy placentero; pero si
ofrecemos un regalo a Dios, eso es para Él muy dulce y agradable. Dios no nos
impone requisitos en la Tienda de Reunión; sólo desea que le presentemos algo
de Cristo. Cristo es el único regalo que Él desea.

Hoy en día Dios está buscando los verdaderos adoradores que lo adoren en
espíritu y con veracidad (Jn. 4:24). Cristo es la realidad de todos los presentes
que debemos ofrecerle a Dios. Por lo tanto, debemos alimentarnos de Cristo
todo el tiempo, y debemos comerle a fin de que Él se mezcle con nosotros. De
este modo seremos uno con Cristo, y Él se convertirá en el regalo mismo que le
presentamos a Dios. Esto satisfará a Dios y también nos satisfará a nosotros.
Entonces veremos las riquezas y la plenitud de la Tienda de Reunión. Es
exactamente de esta manera como deben ser las reuniones en la vida de iglesia.

CAPÍTULO DOS

LOS REQUISITOS DE DIOS


Y EL ALIMENTO DE DIOS

Lectura bíblica: Lv. 1:1-10, 14-17; 6:8-13; 7:8; Sal. 20:3; Nm. 28:2

Nota: A fin de obtener una traducción fiel del lenguaje original, haremos ciertos
cambios en los versículos antes mencionados. Reemplazaremos la
palabra ofrecer por la palabra presentar con la excepción de Levítico 1:15,
donde debe decir: “El sacerdote la ofrecerá sobre el altar”. También
cambiar ofrenda al sustantivo presente o regalo. La palabra ofrendas debe
cambiarse por el sustantivo presentes, excepto cuando se hable del holocausto o
de la ofrenda por fuego.

En el mensaje anterior vimos dos cosas por medio de las cuales Dios se reúne
con nosotros y nosotros con Él. Dios se reúne con nosotros por medio del
tabernáculo, y nosotros nos reunimos con Dios por medio de las ofrendas. Estas
dos cosas son el Cristo que viene y el Cristo que va. Dios está en los cielos y
nosotros en la tierra. ¿Cómo puede Dios venir a nosotros? ¡Alabado sea el Señor
que lo hace a través de Cristo quien es el tabernáculo! ¿Y cómo nosotros
podemos ir a Dios? Es por medio del Cristo quien es todas las ofrendas.

LOS REQUISITOS DE DIOS

El libro de Éxodo nos muestra un tabernáculo sobre la tierra, que consta de tres
partes. Estaba el atrio con una cerca de lino blanco alrededor del tabernáculo.
Dentro del atrio estaba el tabernáculo el cual se dividía en dos partes: el Lugar
Santo, que es la parte externa; y el Lugar Santísimo, que es la parte interna y el
lugar donde se encontraba el Arca. Estas tres partes componen la Tienda de
Reunión, la cual es un tipo del Cristo agrandado.

Individualmente Cristo mismo es el Arca, y cuando Él es agrandado, llega a ser


el tabernáculo. Esto representa a la iglesia; por lo que es llamada la Tienda de
Reunión.
Una vez que el tabernáculo es erigido, Dios ya no es sólo el Dios que está en los
cielos; antes bien, es el propio Dios que está en la tierra en medio de Su pueblo.
Cristo como el tabernáculo trajo a Dios a la tierra, y ahora a través de Cristo,
como el tabernáculo, Dios está en la Tienda de Reunión en medio de nosotros.
Dios está aquí en la tierra; pero ¿cómo podemos tener contacto con Él? Dios
está hoy en la tierra entre Su pueblo; sin embargo, cuando nos vemos a nosotros
mismos nos damos cuenta de que somos tan pecaminosos. ¿Cómo podríamos
tener contacto con Dios? Ésa es la razón por la cual había una cerca alrededor
del atrio. La cerca de lino blanco representa la justicia de Dios. Dios es justo, y
Su justicia es una cerca que forma un claustro. Si hemos de tener contacto con
este Dios que está ahora entre Su pueblo en la tierra, debemos pasar por esta
cerca. En otras palabras, debemos cumplir con los requisitos que nos impone la
cerca. La justicia de Dios es uno de los requisitos.

¿Podemos nosotros cumplir los requisitos de Dios? Como podríamos si en


nosotros mismos no hay nada más que pecado e injusticia. No estamos
calificados para cumplir los requisitos justos de Dios. Pero ¡alabado sea el
Señor, nosotros tenemos a Cristo! Cristo es la justicia de Dios y Él está calificado
para cumplir esos requisitos por nosotros.

Dentro del tabernáculo, en casi todos los lados, había oro. Todas las tablas se
hallaban revestidas de oro en cada uno de sus cuatro lados. Él tabernáculo era
un lugar de oro, y el oro tipifica la naturaleza de Dios, la cual es santa. No sólo la
justicia de Dios es un requisito, sino también Su santidad. Si hemos de
reunirnos con Dios, debemos satisfacer el requisito de Su santidad y también el
de Su justicia.

Vemos además que en el cielo raso, esto es, en el techo del tabernáculo, estaban
los querubines. Los querubines en tipología representan la gloria de Dios. Esto
nos muestra que había otro requisito: la gloria de Dios. A fin de reunirnos con
Dios, debemos cumplir con estos tres requisitos divinos: el requisito de la
justicia divina, la santidad divina y la gloria divina. Hoy en día Dios está en el
tabernáculo, pero no piensen que está en la tierra de una manera descuidada. Él
se halla rodeado por Su justicia y santidad, y está cubierto por Su gloria.

Lo primero que rodea al tabernáculo es una línea de separación de lino blanco,


que representa el cerco de la justicia de Dios. La justicia de Dios es una línea de
separación: separa la justicia de la injusticia. El segundo cerco era de oro. La
primera línea divisoria es de lino y la segunda es de oro. El primer requisito es la
justicia y el segundo es la santidad. Dios se halla encerrado entre estos dos
requisitos, y está cubierto con Su gloria. Si vamos a entrar al Lugar Santísimo
para encontrarnos con este Dios justo, santo y glorioso, necesitamos cumplir
con todos Sus requisitos. ¿Creen ustedes que podrían cumplirlos? ¿Tienen
ustedes la justicia, la santidad y la gloria? Necesitamos a Cristo no sólo como el
tabernáculo, sino también como las ofrendas.
LA NECESIDAD DE TENER A CRISTO
COMO LAS OFRENDAS

Cristo, como la realidad del tabernáculo, trajo a Dios a la tierra; sin embargo,
sin Cristo como las ofrendas nosotros simplemente no podríamos cumplir los
requisitos de Dios. ¡Aleluya, Cristo es toda clase de ofrendas y en ellas cumple
con los requisitos del lino blanco, el oro y los querubines. Cristo como las
ofrendas tiene la capacidad, está calificado y equipado para cumplir todos los
requisitos de la justicia, la santidad y la gloria divinas. ¡Alabado sea el Señor que
tenemos a Cristo! ¿Y quién es Cristo? Cristo es la justicia de Dios, Cristo es la
santidad de Dios y Cristo es la gloria de Dios. Cuando tenemos a Cristo, tenemos
estos tres atributos de Dios y entonces somos capaces de cumplir con todos los
requisitos divinos, mas no por nosotros mismos sino en Cristo y por medio de
Cristo. ¡Aleluya, Cristo es nuestra justicia! ¡Cristo es nuestra santidad! ¡Cristo es
nuestra gloria! Todo cuanto Dios exige lo tenemos, porque tenemos a Cristo. Por
tanto, podemos entrar en la Tienda de Reunión con paz y gozo para reunirnos
con Dios.

Por un lado, Cristo es el tabernáculo para que Dios venga a nosotros, y por el
otro, Cristo es las ofrendas para que nosotros podamos ir a Dios. Él es el camino
para que Dios venga al hombre y Él también es el camino para que el hombre
vaya a Dios. Finalmente, Él es la Tienda de Reunión misma. Aquí nos reunimos
no sólo los unos con los otros, sino también con Dios. Esto se debe a que Cristo
trae a Dios a nosotros, y Cristo nos lleva a nosotros a Dios.

LA PRIMERA CONDICIÓN EN LA QUE NOS


HALLAMOS DELANTE DE DIOS

El Holocausto

En el libro de Levítico vemos que Cristo es tipificado por muchas clases de


ofrendas. Al leer detalladamente los primeros seis o siete capítulos, veremos al
menos cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la
ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión.
Acompañando a estas cinco ofrendas están la ofrenda mecida y la ofrenda
elevada. Pero ¿por qué necesitamos tantas clases de ofrendas? Esto se debe a la
condición en la que nos encontramos delante de Dios, la cual tiene al menos
cinco o siete aspectos.

La primera condición es que no somos para Dios. Por supuesto, antes de que
fuésemos salvos no éramos en lo absoluto para Dios. Ahora que somos salvos,
en cierto sentido somos para Dios, pero en otro sentido aún no lo somos. ¿Se
han entregado totalmente a Dios? Éste es el primer aspecto de nuestra
condición. Ya sea que seamos buenos o malos, o que hagamos lo correcto o lo
incorrecto, lo lastimoso es que realmente no somos para Dios. Usted puede
hacer el bien y no ser para Dios; de la misma manera otros pueden hacer el mal
y tampoco son para Dios. Así que sin importar si somos buenos o malos, no
somos para Dios en lo absoluto. Una persona puede ser un ladrón de bancos, y
la otra un caballero, pero ninguno de los dos es para Dios. Por tanto, en cierto
sentido todos somos iguales, así seamos ladrones o catedráticos. En ocasiones,
aun los maestros cristianos, los predicadores y los pastores no son para Dios.
Tal vez nuestra lectura de la Biblia no sea para Dios, de la misma manera que
cuando leemos una revista no lo hacemos para Dios.

Un hombre para Dios

¿Verdaderamente a usted le interesa Dios en forma absoluta? ¿Podría decir que


todo lo que hace, dice y todo lo que es usted es ciento por ciento para Dios? No,
ninguno de nosotros podría francamente decir esto. ¿Entonces qué podemos
hacer? ¡Debemos tomar a Cristo! Lo necesitamos como nuestro holocausto. El
holocausto significa que Cristo es total y absolutamente para Dios. Si leen de
nuevo los cuatro Evangelios verán a un Hombre viviendo en la tierra que era
ciento por ciento para Dios. Todo lo que Él era, todo lo que Él habló y todo lo
que hizo era absolutamente para Dios. Nosotros, por el contrario, no somos para
Dios; somos para nuestros propios intereses y predilecciones. Pero Cristo como
el holocausto es totalmente para Dios.

En el pasado me daba cuenta de que necesitábamos a Cristo sobre todo como


nuestra ofrenda por la transgresión, pero hoy en día mi entendimiento ha
cambiado. Primeramente necesitamos a Cristo como el holocausto debido a que
nuestro primer problema con Dios no son las transgresiones, sino el no ser
entregados a Dios. Hayamos transgredido o no, aún no somos para Dios. Tal vez
no hayamos hecho nada malo, pero aún no somos absolutos para Dios. Tal vez
yo no tenga problemas con esta persona o aquella, pero sí estoy mal con Dios,
porque aún no soy absolutamente para Él. Así que nuestra primera necesidad es
Cristo como el holocausto.

El alimento de Dios

Fui cristiano por años antes de darme cuenta de que Dios necesitaba alimento.
No me percataba de que Dios estaba hambriento. Un día leí Números 28:2,
donde dice que el holocausto es el pan de Dios, es alimento para Dios. Dios tiene
hambre; Dios necesita algo que lo satisfaga, y este algo es el holocausto ofrecido
por Su pueblo. ¿Satisface usted a Dios día tras día? Dios ordenó a los hijos de
Israel que presentaran el holocausto todos los días, tanto por la mañana como
por la noche. Dios necesita este tipo de alimento. Muchos cristianos tal vez
hablen de glorificar a Dios, pero Dios les dirá que Él tiene hambre. Él necesita
comer. Usted podría decirle a Dios que irá al campo misionero para glorificar a
Dios, pero Él le dirá que lo que desea es que usted le dé de comer hoy, allí
mismo donde usted se encuentra.

¿Cómo podemos saber que estamos ofreciendo alimento a Dios? Lo sabemos


cuando nosotros mismos estamos satisfechos. Cuando estamos satisfechos,
ciertamente Dios está satisfecho por el alimento que le hemos ofrecido. Si Dios
no está satisfecho, nosotros tampoco podremos estar satisfechos. Muchos
misioneros trabajan día y noche en el campo misionero, pero no están
satisfechos. Si fuesen sinceros, ellos dirían que pese a que trabajan tanto para
glorificar a Dios, aún están hambrientos. Ésa es una gran evidencia de que Dios
también tiene hambre. Dios necesita de alimento, y ese alimento es
simplemente el holocausto. Debemos entregarnos incondicionalmente a Dios.
Cuando ofrecemos a Cristo como nuestro holocausto, tenemos la profunda
convicción que estamos satisfechos, y nuestra satisfacción simplemente es una
prueba de la satisfacción de Dios.

La vida para el yo, y la vida para Dios

Debemos saber cuál vida es la vida que es absoluta para Dios. Nuestra vida es
una vida que existe para el yo; no es una vida que existe para Dios. No importa
cuánto nos entrenemos para entregarnos a Dios, al final somos solamente para
nosotros mismos. En principio es similar a un mono que ha sido entrenado a
comer como hombre. No importa cuánto se le entrene a comer como los
humanos, finalmente el mono regresará a comer a su manera porque sólo tiene
la vida del mono. ¿Cómo un mono podría comportarse como hombre si no tiene
la vida humana? De la misma manera, nuestra vida es una vida para el yo y no
para Dios.

He escuchado a otros decir que cierta persona es muy egoísta. Tal vez usted
pueda decir que esa persona es egocéntrica, pero yo le preguntaría: “¿Y que tal
usted?”. A mí no me preocupa si aquella persona es egocéntrica o no, porque yo
soy igual que ella. En cierto sentido tal vez seamos más egocéntricos que la
persona de la cual estamos hablando. Supongamos que les pregunte a las
esposas si sus esposos son egocéntricos. Si ellas responden que sí, yo les
preguntaría si ellas no son así. Todos somos egocéntricos. No hay necesidad de
condenar a otros porque todos somos egocéntricos; todos somos iguales.

Pero, ¡aleluya!, existe otra vida que podemos experimentar. Podemos ser uno
con Cristo; podemos confiar en Él. Podemos ser uno con Cristo como nuestro
holocausto. Él es la vida en nosotros que es absoluta para Dios. Nuestra vida
puede ser egocéntrica, pero Su vida es “Dios-céntrica”.

El manejo del holocausto

Según el relato de Levítico 1, aquellos que presentaban el holocausto debían


matar el animal, despellejarlo y cortarlo en pedazos. Después debían lavar las
partes internas, las piernas y todas las otras partes que debían ser quemadas.
Pero debemos darnos cuenta de que somos incapaces de matarnos,
despellejarnos o cortarnos en pedazos. Nuestra vida es incapaz de hacer esto.
Sólo Cristo es la vida que puede matarse, despellejarse, lavarse y cortarse en
pedazos. ¿Creen que pueden cortarse a ustedes mismos en pedazos? ¡No
pueden! Sólo hay una vida que es capaz de hacer esto, y esta vida es Cristo.

La aplicación práctica

Si usted solamente permanece en su espíritu, donde es uno con Cristo, sufrirá


cierta muerte, cierto despellejamiento, algunos cortes y experimentará cierto
lavamiento. Aun habrá algo que será quemado. Si somos uno con Cristo en el
espíritu, experimentaremos el ser muertos, despellejados, cortados, lavados y
finalmente el ser quemados hasta llegar a ser cenizas. Cuando somos cenizas, es
una prueba contundente de que Dios ha aceptado nuestro presente.
Salmos 20:3 dice: “Traiga a la memoria todas tus ofrendas de harina y acepte tu
holocausto”. Algunas versiones en sus notas al pie de página indican que la
palabra acepte en el lenguaje original quiere decir “convertirlo en cenizas”.
Cuando Dios convierte nuestro holocausto en cenizas significa que Él ha
aceptado nuestro holocausto. Al traducir la palabra aceptar, la versiónAmerican
Standard expone que en hebreo significa “aceptar como grosura”. En hebreo la
palabra que se tradujo “cenizas” es la misma palabra que se traduce “grosura”.
Así pues, a nuestros ojos es ceniza, pero a los ojos de Dios es grosura. Es ceniza
mas Dios la acepta como grosura; es decir, a Dios le agrada y satisface como
grosura. Cuanto más llegamos a ser cenizas, más llegamos a ser nada y, como
tales, más llegamos a ser grosura para Dios. Esto es algo grato a Dios, y ésta es la
manera en que Dios acepta nuestro holocausto. ¿Cómo sabemos que Dios
acepta nuestro presente como un dulce holocausto? Cuando nos damos cuenta
de que no hemos llegado a ser nada más que cenizas.

No debemos tratar de ser quemados por nosotros mismos. No importa cuánto


trate de pasar por el fuego, usted se escapará. Cuanto más trate de no ser nada
más que cenizas, tanto más algo será. No trate de ser quemado; no trate de ser
cenizas. Simplemente manténgase en su espíritu, tomando a Cristo como su
holocausto. Sólo así seremos degollados, despellejados, cortados, lavados,
quemados y finalmente hechos cenizas. Cada vez que venimos a la reunión,
debemos venir con tal Cristo como el holocausto para que nosotros lo
presentemos a Dios. Esto es alimento para Dios. Esto es Cristo como realidad en
nuestra adoración a Dios.

Espero que el Señor nos introduzca en la realidad de experimentar a Cristo


como el holocausto. Necesitamos disfrutar a Cristo de tal modo que cuando
seamos despellejados, cortados, lavados y pasados por fuego, seamos uno con
Cristo y estemos dispuestos a aceptar todas estas experiencias. Pero esto no lo
podemos lograr por nosotros mismos, sino al ser uno con Cristo. Necesitamos
esta clase de experiencias profundas. Entonces las reuniones, llenas de tal
Cristo, serán un verdadero disfrute para Dios.

La cubierta de Cristo

Otro punto acerca del holocausto es que a los sacerdotes que presentaban el
holocausto no se les permitía comer ninguna parte del mismo, ya que el
holocausto era totalmente para Dios. No obstante, la piel era dada al sacerdote
que presentaba el holocausto. Si presentamos este sacrificio será quemado hasta
llegar a ser cenizas para Dios, pero la piel será para nosotros. Esto quiere decir
que cuanto más presentemos a Cristo como el holocausto, más seremos
cubiertos por Él. Dios disfruta a Cristo como el holocausto, y este Cristo llega a
ser nuestra cubierta. En otras palabras, cuanto más ofrecemos el holocausto a
Dios, más estaremos en Cristo. Simplemente estaremos cubiertos por Cristo.
Una persona puede decir que está en Cristo, pero muchas veces resulta difícil
ver a Cristo cubriéndolo. Pero cuanto más experimente a Cristo como el
holocausto, y lo presente a Dios en la Tienda de Reunión, más cubierto estará
con Cristo. Él estará bajo la cubierta de Cristo y participará de Su cubierta. Dios
participa del disfrute, y el sacerdote participa de la cubierta porque la piel es
suya.
Necesitamos traer estos puntos al Señor en oración. Debemos orar-leer los
versículos de Levítico 1 acerca del holocausto varias veces más. Entonces el
Señor nos mostrará algo. No estamos aquí para enseñar tipología o alguna
doctrina. Estamos aquí para obtener algo más profundo de Cristo, quien es la
realidad. Ésta es la manera no sólo de experimentar a Cristo como la realidad,
sino también de disfrutarlo como nuestra realidad. Entonces, muchos en las
reuniones podrán presentar a Cristo como holocausto a Dios y podrán
compartir la cubierta de Cristo.

CAPÍTULO TRES

OCHO PUNTOS ACERCA DEL HOLOCAUSTO

Lectura bíblica: Dt. 12:8-14; Lv. 1:3, 7-10, 14, 16; 2 Co. 4:10-12, 16

Dios necesita de alimento para satisfacer Su hambre, y según la revelación


divina, el holocausto no es sólo un sacrificio, sino también un alimento para
Dios. Levítico 3:11 al referirse al holocausto, dice: “El sacerdote hará arder todo
esto sobre el altar. Es manjar de la ofrenda por fuego a Jehová [heb.]”. Este
versículo al igual que en Levítico 21:6, 8, 21 y 22 nos muestra que el holocausto
es alimento para Dios. Dios tiene hambre y necesita ser satisfecho; por tanto,
debemos proveerle del holocausto como Su alimento.

Todas las diferentes ofrendas no solamente son para nuestro disfrute, sino
también para el deleite de Dios; es un disfrute mutuo. Dios disfruta de todas las
ofrendas, y nosotros también las disfrutamos. Las ofrendas son tipos de los
diferentes aspectos de Cristo. Cristo es tan rico; Él tiene muchos aspectos. Este
Cristo tan rico es un disfrute mutuo para Dios y para nosotros. Así que Levítico
no es solamente un libro acerca de la ley, sino que es un libro de disfrute.

La primera ofrenda, el holocausto, se ofrece para el deleite de Dios. En ella sólo


hay una pequeña porción destinada para nuestro disfrute, que es la piel, y esta
piel es para el sacerdote que presenta el holocausto a Dios. Si bien casi todo el
holocausto es alimento para Dios, hay una pequeña porción que nos es dada
para nuestra cubierta. El holocausto no es para que nosotros lo comamos, sino
para que nos vistamos de él. Para Dios el holocausto es un disfrute, y para
nosotros es lo que nos cubre (o nuestra cubierta). Nosotros no tenemos el
derecho de disfrutar a Cristo como el holocausto que nos sirve de alimento. El
holocausto es el alimento de Dios; sin embargo, hay una pequeña porción que
nos es dada para cubrirnos. Cuanto más presentamos a Cristo como el disfrute
de Dios, más estamos en Cristo, cubiertos con Él. Cuanto más Cristo llega a ser
el disfrute de Dios a través de lo que nosotros le presentamos, más Cristo llega a
ser nuestra cubierta. Finalmente lo único que otros verán en nosotros es Cristo.
La piel del holocausto ha llegado a ser nuestra cubierta, y nosotros hemos
llegado a ser uno con el holocausto.

EL ALIMENTO PARA DIOS

Hay ocho puntos que debemos ver acerca del holocausto. El primero es que Dios
está esperando por Su alimento en la Tienda de Reunión. Dios no compra ni
produce Su propio alimento. Él está en la Tienda de Reunión esperando recibir
Su alimento. Si no hay nadie que labore en la buena tierra, ni nadie que presente
el excedente de las riquezas de la tierra en la Tienda de Reunión, Dios no puede
obtener Su alimento. ¡Dios depende mucho de nosotros y de nuestra labor en la
buena tierra! Él depende de que nosotros le presentemos el excedente de las
riquezas de la buena tierra para obtener alimento.

Debemos darnos cuenta de que por siglos Dios ha estado hambriento porque
muchos cristianos no han sabido laborar en Cristo como la buena tierra.
Simplemente ellos no sabían que cada vez que se reunieran debían traer a Dios
algo de Cristo. Ellos sabían cómo tener un buen servicio cristiano, pero no
supieron cómo traerle a Dios el excedente de las riquezas de Cristo como el
holocausto. Ellos sabían cómo ayunar y clamar a Dios por Su misericordia. Sus
oraciones fueron mayormente: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros y
envíanos un gran avivamiento”. Simplemente ellos no supieron cómo traer las
riquezas de Cristo a Dios como Su alimento.

No obstante, alabado sea el Señor que en estos postreros días Él nos ha


mostrado esto. Ya no necesitamos reunirnos de esa manera tan pobre que
consistía en ayunar, clamar y llorar. Ahora podemos reunirnos con gozo,
trayendo el Cristo que experimentamos día tras día. Tenemos un excedente de
este rico Cristo, porque hemos laborado en Él cómo la buena tierra día tras día.
¿Para qué tenemos un avivamiento matutino? ¡Solamente para laborar en
Cristo! ¿Por qué invocamos el nombre del Señor? ¡Simplemente para laborar en
Él! ¿Por qué lo disfrutamos como un banquete en la Palabra todo el día?
¡Simplemente para laborar en Él! Cristo es nuestra buena tierra, y laboramos en
Él durante todo el día. Entonces cuando nos reunimos en la Tienda de Reunión
tenemos algo de Cristo para presentarle a Dios. Dios está verdaderamente
hambriento. Él espera las reuniones para tener algo que comer. No nos
reunimos solamente para preparar una mesa para nosotros, sino a fin de
preparar una mesa para Dios.

Muchos cristianos siempre están tratando de obtener algo de Dios. Sin embargo,
en la Tienda de Reunión lo primero que debemos presentar es el holocausto,
pero no para nuestro disfrute sino para el disfrute de Dios. Debemos satisfacer a
Dios con el mismo Cristo en quien hemos laborado. Esto va mas allá del
concepto que tienen la mayoría de los cristianos. Ellos siempre están buscando a
Dios para que Él les dé algo, pero nunca tienen un alimento que ofrecerle a Dios.
Debemos laborar en Cristo para tener un excedente que podamos traer a Dios
cuando venimos a la Tienda de Reunión. Así le presentamos el holocausto como
Su alimento.

DIFERENTES DIMENSIONES DEL HOLOCAUSTO

El segundo punto es que el holocausto tiene diferentes dimensiones. Por


ejemplo, está el ganado vacuno, que es bastante grande, los corderos y cabras,
que son más pequeños, y finalmente las aves, tórtolas o palominos, que son las
ofrendas aún más pequeñas. En Sí mismo Cristo es siempre igual. Él es
ilimitado en Su grandeza; sin embargo, en términos de nuestra experiencia, Él
tiene diferentes dimensiones. En nuestra experiencia algunas veces Él es como
un gran toro, y otras como un pequeño palomino, y a veces es mediano como un
cordero. En Sí mismo Él es siempre igual, pero en nuestra experiencia tiene
diferentes dimensiones.

¿De qué tamaño es el Cristo que ha experimentado usted el día de hoy? ¿Lo
experimentó como una palomita o como un novillo? Debemos preguntarnos
cuál es el tamaño del Cristo que hemos experimentado y traído para presentarlo
delante de Dios en la Tienda de Reunión. En lo profundo de nuestro ser
sabemos cuál es la dimensión del Cristo que hemos experimentado. Así que
debemos orar: “Señor, concédenos Tu gracia para que nuestra experiencia de
Cristo aumente y para que siempre tengamos un novillo que presentar delante
de Ti”.

CUATRO ELEMENTOS PRINCIPALES


AL PRESENTAR EL HOLOCAUSTO

Tercero, debemos ver que para presentar el holocausto, o aun para presentar
cualquiera de las otras ofrendas, se requieren cuatro elementos. Necesitamos de
estos cuatro elementos a fin de ofrecer a Dios al Cristo que hemos disfrutado
apropiadamente. Sin estas cuatro cosas nos sería difícil presentar cualquiera de
las ofrendas.

El lugar único que Dios escogió

El primer elemento es el lugar único que Dios escogió. En Deuteronomio 12:8-


14 Moisés, hablando del lugar escogido por Dios, le dijo al pueblo de Israel: “No
haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le
parece, porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad que os da
Jehová, vuestro Dios. Pero pasaréis el Jordán y habitaréis en la tierra que
Jehová, vuestro Dios, os hace heredar. Él os hará descansar de todos vuestros
enemigos de alrededor, y habitaréis seguros. Y al lugar que Jehová, vuestro
Dios, escoja para poner en él Su nombre, allí llevaréis todas las cosas que yo os
mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, las
ofrendas reservadas de vuestras manos, y todo lo escogido de los votos que
hayáis prometido a Jehová. Y os alegraréis delante de Jehová, vuestro Dios,
vosotros, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, así
como el levita que habite en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni
heredad con vosotros. Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar
que veas; sólo en el lugar que Jehová escoja en una de tus tribus ofrecerás tus
holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando”.

Moisés le dijo al pueblo de Israel que cuando entraran en la buena tierra, no


debían hacer lo que a ellos les parecía bien, pero que no estaba bien ante los ojos
de Dios. En el desierto ellos hicieron lo que bien les parecía, lo cual era
iniquidad; algo que nunca podría agradar a Dios. Él lo había tolerado en el
desierto, pero no lo toleraría en la buena tierra. Debido a eso Moisés les dijo que
cuando entrasen en la buena tierra deberían presentar sus holocaustos en el
lugar que Dios escogiere. Si el lugar fuese el que ellos escogiesen, sería algo de
su preferencia. Pero en la buena tierra, ellos habían de hacer lo que estaba bien
a los ojos de Dios. Lo primero que debían hacer era traer sus ofrendas al lugar
escogido por Dios.
Esto quiere decir que cuando no estamos viviendo en Cristo, ni descasamos en
Cristo o heredamos nuestra porción en Cristo, podemos actuar de una manera
descuidada según nuestra predilección. Sin embargo, una vez que estemos
descansando en Cristo, heredándolo como nuestra porción, no debemos hacer
nada según nuestro buen parecer, sino según lo que Dios escogió. ¡Alabado sea
el Señor que ahora estamos en Cristo! ¡Estamos en la buena tierra! Por tanto, no
debemos hacer nada según nuestra propia elección, sino según lo que Dios
escoja. Para presentar las ofrendas se necesita un lugar apropiado, un lugar que
preserve la unidad del pueblo de Dios. Si al entrar a la buena tierra, el pueblo de
Israel hubiese tenido la libertad de escoger un lugar para rendir su adoración a
Dios, no habría pasado mucho tiempo antes de que se dividieran. A través de los
siglos el pueblo de Israel ha mantenido la unidad, en lo que respecta a su
adoración a Dios, debido a que tenían un único lugar de adoración. Lo único que
ellos podían escoger era lo que Dios había escogido, y lo que Dios había escogido
fue lo que ellos escogieron.

Hoy en día los cristianos son muy libres; tienen mucho de donde elegir. Casi
todos tienen cierta iglesia conforme a su elección. La gente dice: “No me gusta
esa clase de reunión”, o: “Prefiero esta clase de reunión”. ¿Qué es esto? Esto es
su elección. Todos tenemos que preguntarle: “¿Señor, qué es lo que Tú escoges?
¿Cuál es el lugar que Tú has escogido? No me gusta lo que yo escojo. No quiero
hacer nada que a mí me parezca bien; sólo quiero hacer lo que esté bien delante
de Tus ojos. No quiero reunirme en el lugar de mi agrado; sólo quiero reunirme
en el lugar de Tú predilección”.

Hoy en día hay mucho de donde elegir. Usted tiene su gusto y yo el mío. Todos
tenemos nuestros propios gustos; finalmente estos gustos tan diversos causan
muchas divisiones. Pero hay sólo un gusto que es el apropiado, y sólo hay una
cosa que se puede escoger: lo que Dios ha escogido, que es el terreno único de la
unidad. Todos necesitamos estar en el terreno único de la unidad. No piensen
que esto es algo insignificante. Tal vez ustedes podrán ver el disfrute que hay en
nuestras reuniones y aun participar de tal disfrute, pero no traten de ir al lugar
donde se reúnen e imitar lo que vieron. Usted disfrutará cuando viene a nuestra
reunión, pero si va a otro lugar y trata de copiar las cosas, inmediatamente
perderá el disfrute. Esto se debe a que no está en el lugar único escogido por
Dios, que es el terreno genuino de la unidad. No deben reunirse con la iglesia en
su localidad debido a que concuerda con su propio gusto. Ya sea que les guste o
no, no importa. Lo que importa es que a Dios sí le gusta. Aunque digan que esta
noche todo fue de su agrado, tal vez mañana no lo sea. Debemos decir que esto
es lo que Dios escogió, y lo que Dios escogió es nuestro destino. No es poca cosa
estar en el lugar que Dios escogió, en el terreno de la unidad. Cientos de
nosotros podemos testificar que cuando estamos en el terreno de la unidad,
estamos en nuestro hogar. Nos sentimos en casa porque esto es lo que Dios
escogió.

La Tienda de Reunión

El segundo de los cuatro elementos que se necesitan a fin de presentar


apropiadamente las ofrendas a Dios es la Tienda de Reunión. ¿Qué es la Tienda
de Reunión? Es la reunión de la iglesia local. Sin las reuniones de la iglesia,
¿cómo podríamos presentarle el holocausto a Dios como Su alimento? Todos
necesitamos las reuniones de la iglesia. Si no lo creen, intenten presentar por sí
solos a Cristo como el holocausto a Dios en su casa. No funciona. Algunos me
dirán: “Hermano Lee, usted es muy estrecho, está limitando a Dios. Si puedo
presentar a Cristo como el holocausto a Dios en la reunión, ¡también lo puedo
hacer en mi casa!”. Todo lo que puedo decir es que los que piensan así, vayan a
su casa y traten de hacerlo.

Según la tipología, el cuadro es muy claro. A ningún israelita se le permitía


presentar el holocausto en su casa. ¿Leyeron esto? Hoy en día muchos cristianos
dicen que a ellos no les interesan las reuniones. Siempre y cuando tengan
comunión con el Señor en sus casas o en algún otro sitio, piensan que está bien.
En cierto sentido es correcto, pero no es correcto con relación a presentar el
holocausto a Dios. Ningún israelita en los tiempos antiguos podía matar un
novillo como holocausto en cualquier sitio que escogiese; tenía que hacerlo en la
Tienda de Reunión. Solamente en la puerta de la Tienda de Reunión él podía
presentar el holocausto. Usted esta noche puede disfrutar a Cristo en su casa y
mañana por la mañana también, y puede disfrutar a Cristo en cualquier
momento y en cualquier lugar, pero nunca puede presentar a Cristo como
holocausto a Dios, como Su alimento, en ningún otro lugar que no sea la
reunión de la iglesia local.

En las reuniones percibimos cierta sensación que es tan dulce y agradable.


Sentimos que aquí hay algo único que es tan agradable y tan bueno. Traten de
reproducir esta sensación en casa, y verán que simplemente no se puede. Nunca
podrán sentir eso fuera de la Tienda de Reunión. Todos debemos venir a las
reuniones de la iglesia para presentar nuestros holocaustos a Dios. En las
reuniones de la iglesia percibimos algo de Cristo que no podemos sentir en
ningún otro lugar. Levítico 1:13 dice claramente que debemos presentar
nuestros holocaustos en la puerta de la Tienda de Reunión delante del Señor.
Éste es el único lugar para presentar a Cristo como el holocausto. Puede tratar
de hacerlo según Mateo 18:20: “Donde están dos o tres congregados en Mi
nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. Sin embargo, yo sé que muchos de
nosotros ya intentamos esto muchas veces y no deseamos volverlo a hacer.
¡Alabado sea el Señor que hoy en día estamos en el terreno único, y tenemos la
Tienda de Reunión donde podemos ofrecer nuestros holocaustos a Dios como
Su alimento!

El altar

El tercer elemento es el altar. En los tiempos del Antiguo Testamento existía un


solo altar en el pueblo de Israel. No había altares en los hogares. El altar era
único debido a que estaba en el lugar único que Dios escogió. Si solamente
existía un solo altar, ¿cómo podríamos presentar el holocausto en nuestra casa?
El altar está en la Tienda de Reunión. No está ni en su casa ni en la mía. Hay un
solo altar, y lo necesitamos para presentar todas las ofrendas, especialmente el
holocausto.
Los sacerdotes

El cuarto elemento que se necesita para presentar las ofrendas a Dios


apropiadamente son los sacerdotes. ¡Alabado sea el Señor que podemos decir
que todos nosotros somos sacerdotes! Pero debemos saber que según la
tipología, ninguno de los sacerdotes era individualista. Todos los sacerdotes
estaban coordinados en un solo cuerpo. Sólo había un sacerdocio. La
palabra sacerdocioaquí significa un cuerpo de sacerdotes. Necesitamos la
coordinación del cuerpo de sacerdotes, o sea, el sacerdocio, a fin de presentar
apropiadamente el holocausto a Dios.

Los elementos que se necesitan a fin de presentar el holocausto son cuatro.


Necesitamos el lugar único, la Tienda de Reunión, el altar y el sacerdocio. Es
imposible tener estos cuatro elementos en nuestro hogar. Hace cuarenta años
probé hacer esto, pero no fue efectivo. Después vine al terreno único de la
Tienda de Reunión con el único altar y el sacerdocio. Fue tan fácil presentar a
Cristo como el holocausto en el lugar apropiado. Estos cuatro elementos
constituyen el tercer punto que debemos abarcar a fin de presentar el
holocausto.

IDENTIFICADOS CON CRISTO

El cuarto punto es que al presentar el holocausto debemos ser uno con Cristo.
Por un lado, el holocausto es Cristo mismo. Sin embargo, por otro lado, si vamos
a presentar a Cristo como el holocausto, debemos ser uno con Él. Es por eso que
al presentar el holocausto el oferente debía poner las manos sobre el sacrificio.
Esto significa que el oferente era uno con el presente; el oferente era uno con la
ofrenda. Poner las manos sobre la cabeza del holocausto significa estar
identificado con la ofrenda.

Si durante el día, nunca hemos sido uno con Cristo, será difícil venir a la
reunión para presentar a Cristo como el holocausto. Si nuestra mano ha estado
alejada de Cristo y, sin embargo, venimos a la reunión y tratamos de presentarlo
como el holocausto, eso es realmente desagradable. Todos debemos estar
identificados con Cristo. Debemos ser uno con Cristo durante todo el día. A lo
largo del día, nuestras manos deben estar sobre la cabeza de Cristo. En otras
palabras, durante el día debemos ser uno con Cristo en nuestro espíritu.

Este Cristo en quien ponemos nuestras manos, no es uno que da muerte a otros.
Su vida no es una vida que mata, sino una que está dispuesta a morir.
Permítanme citar el ejemplo de un hermano y su esposa. Cuando este hermano
ha sido verdaderamente uno con Cristo, él sabe que Cristo no es Aquel que da
muerte, sino Aquel que está dispuesto a morir. Supónganse que cuando él llega
a su casa su esposa le causa un disgusto. Esto es darle muerte. Muchas veces las
esposas son los mejores matarifes. Pero tengo que ser justo y decirles que los
esposos también matan. Las esposas matan a los esposos, y los esposos a las
esposas. Así que ambas vidas son vidas que matan. No piensen que cierto
hermano es muy apacible, porque su vida es una vida que despedaza. Muchas
veces corta a su esposa en pedazos. Y su esposa tiene la misma clase de vida. Tal
vez ella, aún más, trata de cortarlo en pedazos.
Pero cuando su esposa o esposo esté cortándolo en pedazos, si usted es uno con
Cristo, estará dispuesto a ser cortado. La vida de Cristo dentro de nosotros está
tan dispuesta a ser despedazada. Por medio de esta vida, usted no peleará
jamás; nunca intercambiará palabras con su esposa, pues estará dispuesto a ser
cortado en pedazos. Así cuando venga a la reunión tendrá algo de Cristo que
ofrecer y presentar a Dios. Por otro lado, si usted discute un poco con su esposa
o argumenta con ella aun ligeramente, está acabado. Vendrá a la reunión con las
manos vacías. No tendrá nada de Cristo que ofrecer.

Este caso sucede no sólo en la vida conyugal, sino también en la oficina, en la


escuela o en el apartamento donde vivimos. Todo el tiempo debemos
experimentar a Cristo como la vida que está dispuesta a ser cortada en pedazos.
Esto no lo podemos hacer por nosotros mismos, sino por medio del Cristo que
mora en nosotros. Él es el holocausto, y Su vida es la que está dispuesta a ser
cortada.

Pablo dice en 2 Corintios 4:10-12: “Llevando en el cuerpo siempre por todas


partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a
muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, mas en
vosotros la vida”. Debemos llevar la muerte de Jesús en nuestra vida. Durante
todo el día estamos entregados a la muerte.

No piensen que sus enemigos son los que los matan. Muchas veces su esposa lo
matará; y a veces será un anciano en la iglesia el que lo mata. Todos éstos son
los cortes apropiados para usted.

Si todos nosotros hemos de ser edificados y hemos de tener un recobro


excelente de la iglesia, todos debemos experimentar estas cosas. No digan que
cuando viene a la iglesia el amor que se manifiesta es tan maravilloso, porque
después de dos semanas han de sufrir mucho. Van a sufrir los cortes. No traten
de cortar a otros, sólo estén dispuestos a ser cortado. Sin embargo, no importa
cuán cuidadosos sean, habrá tiempos en que ustedes cortarán a otros. Muchas
veces fui extremadamente cuidadoso para evitar cortar a otros, pero finalmente
los herí mucho. No fue intencionalmente, pero lo hice. Muchas veces todos nos
hemos cortado unos a otros; sin embargo, hoy en día estamos aquí en verdadera
unidad porque estamos dispuestos a ser cortados unos con otros. Tenemos una
vida dentro de nosotros que está dispuesta a ser cortada.

No tome al holocausto como una enseñanza de forma objetiva. Todos debemos


darnos cuenta de que el holocausto es nuestra unión con Cristo. Durante todo el
día, en nuestro andar cotidiano, debemos identificarnos con Cristo de forma
práctica. No es un asunto de sólo traer a Cristo a las reuniones y presentarlo
como el holocausto. Eso no funcionará. Debemos ser uno con Cristo en nuestra
vida práctica diaria, y ser uno con Cristo como el holocausto quiere decir que
tomamos la vida que está dispuesta a ser muerta, desollada y cortada en
pedazos.
LA ACEPTACIÓN DE DIOS

Ahora llegamos al quinto punto relacionado con el holocausto: cuando


presentamos a Cristo como el holocausto en la Tienda de Reunión, tenemos la
completa aceptación de Dios. Si hemos sido uno con Cristo durante el día,
cuando venimos a la reunión tenemos algo que ofrendar. Cuando presentamos a
Cristo como el holocausto, tenemos la sensación profunda de que somos
plenamente aceptados por Dios. Contamos con la aceptación completa de Dios y
tenemos la seguridad plena de que nosotros le agradamos a Dios. Cuando
estamos identificados con Cristo en nuestro andar diario y venimos a la reunión
para presentarlo como nuestro holocausto, tenemos la certeza plena de que Dios
está complacido. Tenemos la aceptación de Dios.

ACOMODA EN ORDEN
LO QUE SE PONE SOBRE EL FUEGO

El sexto punto relacionado con el holocausto es el orden. En Levítico 1:7-8 las


palabras en orden [traducidas: compondrán y acomodarán] aparecen dos veces.
“Los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar y compondrán la
leña sobre el fuego. Luego los hijos de Aarón, los sacerdotes, acomodarán las
piezas, la cabeza y la grasa de los intestinos sobre la leña que está sobre el fuego
que habrá encima del altar”. La leña está en orden, y las piezas del holocausto
también están acomodadas en orden. Nada se hace descuidadamente. Una
versión también traduce que la madera “está arreglada”. La madera no fue
tirada encima del altar, sino arreglada, puesta en orden, y las piezas del
holocausto también fueron acomodadas en orden. ¿Qué quiere decir esto? Dios
sabe cuál es la leña que se necesita para que nuestra ofrenda se queme. Él
arregla la madera en buen orden. Así pues, al quemar nuestra ofrenda Él usa la
primera leña, después la segunda y luego la tercera. Dios también sabe qué
parte de nuestra ofrenda debe quemar. Él pone en orden la leña, y también las
piezas. En nuestra experiencia y para nuestra percepción, prender el fuego
puede ser un desorden, pero Dios es un experto para acomodar. Él pone en buen
orden lo que va a quemar. El sacerdote ponía toda la leña en orden y las piezas
del holocausto también en orden. Dios hace lo mismo hoy en día. Bajo Su
arreglo, la primera pieza de leña es verdaderamente la primera en quemarse,
luego sigue la segunda, y la parte del holocausto que debe quemarse primero es
la que se quema primero. No hay nada fuera de sitio. Dios no puede equivocarse
cuando quema algo. Él quema nuestra ofrenda siguiendo un buen orden.

QUEMAR COMO INCIENSO

El séptimo punto que debemos ver acerca del holocausto, es que el aroma es
como incienso para Dios. En el hebreo la palabra traducida “hacer arder o
encender”, que se usa en este capítulo, significa quemar como incienso. El
holocausto era un incienso para Dios. El holocausto no denota un juicio o un
castigo, sino que es un incienso que se quema. No está bajo el castigo de Dios,
sino bajo la aceptación de Dios. No nos referimos a ser quemado en el lago de
fuego, sino a estar en el fuego del altar, como aquello que se quema sobre el
altar del incienso. Eso es tan dulce y fragante para Dios. Por esto nuestras
reuniones son tan fragantes. Cuando venimos a la reunión muchos de nosotros
percibimos el grato aroma del incienso. Esto se debe a que hay muchos, sobre
este dulce fuego, que tienen a Cristo como su holocausto. No es el fuego de un
fuerte castigo, sino el dulce incienso que se quema. Así que, esto emana una
grata fragancia.

Si estamos dispuestos a ser identificados con Cristo en nuestro andar diario,


cada vez que nos reunamos y presentemos a Cristo como holocausto para Dios
habrá una fragancia dulce en nuestras reuniones. No hay palabras que puedan
explicar esto. Pues no se trata de un buen orador que atrae a las personas o de
un gran movimiento que las conmociona, sino que son solamente los pequeñitos
que al reunirse emanan algo fragante. Las personas perciben tal dulzura y
fragancia cuando se hallan entre ellos. Éste es el holocausto que muchos amados
hermanos presentan a Dios, los cuales son uno con Cristo en su vida cotidiana.

LAS CENIZAS PUESTAS HACIA EL ORIENTE

Finalmente el último punto acerca del holocausto son las cenizas puestas “hacia
el oriente” (Lv. 1:16). Las cenizas eran todo lo que quedaba del cuerpo muerto y
quemado. Fue un cuerpo vivo, pero fue muerto y quemado hasta ser cenizas.
Hablando en términos humanos, cuando algo viviente llega a ser ceniza, ése es
el fin, la verdadera terminación. Pero con Cristo como el holocausto, las cenizas
no son el fin, sino sólo el comienzo. Las cenizas no eran puestas en el occidente,
donde se pone el sol, sino en el oriente donde se levanta el sol. Ciertamente el
sol saldrá. Las cenizas significan que Cristo ha sido puesto en la muerte,
mientras que el oriente significa la resurrección. Después de la muerte sigue la
resurrección. Pablo dice que llevamos la muerte de Jesús para que la vida de
Jesús pueda también ser manifestada en nosotros. Ésta es la resurrección.
Cuanto más llegamos a ser cenizas con Cristo, más seremos puestos hacia el
oriente. Y en el oriente tenemos la certeza de que el sol saldrá. ¡Aleluya, por el
alba de la resurrección!

CAPÍTULO CUATRO

LA HUMANIDAD DE JESÚS:
LA OFRENDA DE HARINA

Lectura bíblica: Lv. 2:1-16

Hemos señalado que existen cinco clases de ofrendas, debido a que nos
hallamos en cinco condiciones diferentes delante de Dios. Nuestra primera
condición es que no somos para Dios, y debido a eso necesitamos el holocausto.
El holocausto es Cristo, Aquel que es exclusivamente para Dios. Nuestra
segunda condición delante de Dios es que no somos perfectos ni finos. Fino
implica que no hay nada áspero, ni tosco y también significa que no le falta nada
ni le sobra nada. Algunas veces exageramos en ciertas cosas y en otras nos falta
lo que es necesario. Debido a que no somos perfectos ni finos necesitamos la
segunda clase de ofrenda, esto es, la ofrenda de harina, que es hecha de harina
fina.
LA DIFERENCIA ENTRE EL HOLOCAUSTO
Y LA OFRENDA DE HARINA

¿Por qué la ofrenda de harina seguía después del holocausto? Para entender
esto tenemos que ver cuáles son las diferencias entre estas dos. El holocausto es
algo que proviene de la vida animal; a saber, ganado vacuno u ovejuno, o una
tórtola. La ofrenda de harina, en cambio, pertenece totalmente a otro reino; no
pertenece al reino animal, sino al reino vegetal. La flor de harina es hecha de
trigo. El Señor Jesús es descrito como una persona que posee dos clases de vida:
la vida animal y la vida vegetal. La vida animal sirve para la redención, porque
ésta requiere el derramamiento de sangre; sin el derramamiento de sangre no
hay redención. La vida vegetal sirve para generar o para producir.

El Evangelio de Juan nos muestra al Señor como Aquel que posee tanto la vida
animal como la vida vegetal. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo!”. Juan 12:24 dice: “Si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Como el Cordero,
Él pertenece al reino animal, y como el grano de trigo, al reino vegetal. En estos
dos capítulos del Evangelio de Juan nos damos cuenta de que el Cordero, la vida
animal, sirve para redimir, y el grano de trigo, la vida vegetal, sirve para
producir. Un grano produce muchos granos. El Señor Jesús es el Cordero y
también es el grano de trigo. Él pertenece a la vida animal y también a la vida
vegetal; Él es el Redentor y también el Productor.

Por esto vemos que la función del holocausto es principalmente redimir. En


Levítico 1 la palabra sangre se menciona al menos tres veces. El holocausto sirve
para nuestra redención, la cual requiere la aspersión de la sangre. Se nos ha
dicho claramente que el holocausto no tenía como finalidad ser nuestro
alimento o satisfacción, sino que era por completo para la satisfacción de Dios.
Sin embargo, la función de la ofrenda de harina sí es principalmente
alimentarnos. Necesitamos ser redimidos y también necesitamos ser nutridos.
El holocausto satisface a Dios. Pero la ofrenda de harina no sólo satisface a Dios,
sino que también nos vivifica. Hace que vivamos en la presencia de Dios.

Además, debemos ver que todos los sufrimientos implícitos en el holocausto


tienen como finalidad nuestra redención; sin embargo, los sufrimientos en la
ofrenda de harina no se relacionan con la redención, sino con nuestros
sufrimientos personales. Además, lo sobresaliente en el holocausto es la sangre,
mientras que en la ofrenda de harina lo más importante son el aceite y el
olíbano.

LA DIFERENCIA ENTRE
LA OFRENDA DE HARINA Y EL MANÁ

No sólo debemos ver la diferencia que hay entre el holocausto y la ofrenda de


harina, sino también la diferencia entre el maná y la ofrenda de harina. Muchos
cristianos piensan que el maná es maravilloso. Pero en el libro de Levítico el
maná quedó atrás y ha sido reemplazado por algo mejor y más rico. La primera
diferencia está en que el maná procede del cielo, pero la ofrenda de harina
proviene de la tierra. Tal vez pensemos que algo que procede del cielo es
maravilloso. ¿Podría algo ser mejor que lo celestial? No obstante, la ofrenda de
harina es terrenal. El maná fue dado desde el cielo, pero la ofrenda de harina
fue producidaen la tierra.

Isaías 4:2 nos dice por un lado que el Señor Jesús es “el renuevo de Jehová”, lo
cual habla de Su divinidad. Pero por otro lado, nos dice que Él es “el fruto de la
tierra”, lo cual alude a Su humanidad. En lo que respecta a Su naturaleza divina
Él es el renuevo de Jehová, y en lo que respecta a Su naturaleza humana Él es el
fruto de la tierra. Isaías 53 habla del Señor como un “renuevo” que brotó de la
“tierra seca”. Él es el fruto de la tierra y es un renuevo que brota de la tierra seca.
Para la ofrenda de harina no necesitamos la divinidad del Señor Jesús;
necesitamos Su humanidad. Para ser perfeccionados necesitamos Su
humanidad; y ésta no fue mandada del cielo, sino que creció aquí en la tierra.
Muchos cristianos jamás pensarían que algo terrenal pueda ser mejor que algo
celestial; sin embargo, la ofrenda de harina es mejor que el maná.

El maná es un regalo de Dios, mientras que la ofrenda de harina es un


presente para Dios. ¿Cuál es mejor? Debemos reconocer que un presente para
Dios es mucho mejor. Debemos ser librados de nuestros viejos conceptos. El
maná nos es dado para nuestra satisfacción, y no para la satisfacción de Dios.
Sin embargo, la ofrenda de harina sirve para la satisfacción de Dios. Incluso es
un memorial para Dios, lo cual es mucho mejor que solamente ser satisfechos.
“El sacerdote [...] lo hará arder [la ofrenda de harina] sobre el altar, como
memorial. Ofrenda quemada es, de olor grato a Jehová” (Lv. 2:2). El maná no
tiene como finalidad la satisfacción de Dios, pero la ofrenda de harina sí; y arde
como un memorial en Su presencia. Es algo para que Dios lo recuerde.
Definitivamente esto es superior.

Además, el maná era necesario para poder vivir en el desierto, mientras que la
ofrenda de harina es necesaria para vivir en el lugar donde Dios mora. El maná
sólo podía sustentar la vida en el desierto, pero la ofrenda de harina puede
sustentar la vida en el lugar donde Dios mora. ¿Dónde prefiere estar, en el
desierto o en la morada de Dios? Todos debemos preferir la ofrenda de harina y
debemos olvidarnos del maná. La ofrenda de harina nos basta para llevar una
vida que sirve a Dios en Su presencia y en Su morada. Por lo tanto, cesamos de
vagar y simplemente moramos con Dios en Su casa.

Otra diferencia importante entre el maná y la ofrenda de harina es que el maná


nunca constituyó una adoración a Dios. Dios nunca pidió a Su pueblo que le
adoraran ofreciéndole el maná, pero sí les pidió que le adoraran con la ofrenda
de harina. Por lo tanto, la ofrenda de harina es más que suficiente para formar
parte de la adoración a Dios. La razón por la cual muchos cristianos no adoran
verdaderamente a Dios es que aún siguen alimentándose del maná. En las
iglesias locales debemos ofrecer una verdadera adoración a Dios disfrutando de
la ofrenda de harina durante todo el día.

Hay un punto adicional acerca del maná y la ofrenda de harina. Para obtener el
maná no se necesita realizar ninguna labor humana, pero para obtener la
ofrenda de harina sí se requiere de mucha labor humana. Debemos laborar en la
buena tierra, cultivando la tierra, sembrando la semilla, regando las plantas y
segando la cosecha. Debemos atender a tantas cosas a fin de obtener la harina
fina; aun después de recoger la cosecha, necesitamos ir a moler y hornear. Todo
esto no se hace en la Tienda de Reunión, sino en el hogar. Todo lo que se
requería para obtener el maná era salir a recogerlo; pero la ofrenda de harina
requiere mucha más labor que el maná.

Muchos jóvenes hoy en día son sueltos y descuidados. Varias veces he querido ir
a visitar las casas de los jóvenes, pero mi esposa me decía que primero debía
llamarlos. Mas si lo hacía, ya no habría habido necesidad de ir. Mi intención era
ver el estado en que mantenían sus dormitorios y la cocina. Muchos de ellos
claman: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Pero a mí me gustaría ir a ver sus
dormitorios. Temo que muchos de ellos no hayan tendido sus camas el día de
hoy. De ser así, entonces ciertamente eso no es la harina fina. Me gusta oír a los
jóvenes decir: “¡Aleluya!”; pero ¿por qué razón exclaman: “Aleluya”? A veces me
gustaría ir a sus recámaras, para ver cómo laboran en Cristo y cómo cultivan la
tierra al tender sus camas.

Las personas ociosas ni siquiera pueden salir a recoger el maná. Aunque eso no
represente mucha labor, aun así uno debe levantarse temprano y salir “fuera del
campamento” a recogerlo. Dios es misericordioso; pero no le otorgará mucha
gracia si usted es perezoso. Dios envía el maná fuera del campamento, pero no
lo envía a nuestro dormitorio ni lo pone dentro de nuestra boca. Más bien, a fin
de recoger el maná, debemos levantarnos temprano, salir de la cama, dejar el
dormitorio y salir fuera del campamento. Luego debemos cocinarlo un poco
antes de poder comerlo.

Salomón dice en Proverbios 19:24 que el perezoso mete su mano en el plato, y ni


aun es capaz de llevársela a la boca. Él es realmente ocioso. Un perezoso no
puede ni obtener el maná, así que mucho menos la ofrenda de harina. La
ofrenda de harina requiere mucha más labor que el maná.

LA HARINA FINA

Ahora veremos algo sobre los ingredientes de la ofrenda de harina. Como ya


hemos visto, la sustancia principal es la harina fina, que proviene de la vida
vegetal. En la Biblia la vida vegetal siempre se refiere a la humanidad del Señor.
El Señor como hombre, tal como la harina fina, es perfecto. La harina fina es
perfecta en su uniformidad; es muy fina, suave y dócil. Esto nos revela lo
equilibrada y balanceada que es la humanidad del Señor.

Algunas hermanas son muy sensibles, y algunos hermanos son muy


intelectuales, más de lo que debieran. Otras hermanas son tan sensibles que
pareciera que nunca piensan; pero por otro lado, hay algunos hermanos que
piensan demasiado. Cada vez que se les habla, ellos arquean sus cejas, lo cual es
señal de que están utilizando la mente. He conocido a algunos hermanos tan
indiferentes que ni siquiera pueden reírse. Esto muestra que ellos no son finos,
balanceados ni equilibrados, y que tampoco son tiernos ni comprensivos.

Pero el Señor Jesús en Su humanidad es tan fino, tan balanceado, tierno y dócil.
Cuando era tiempo de alegrarse, Él se alegraba (Jn. 11:15). Cuando había que
llorar, Él lloraba (v. 35). Como hombre era finamente balanceado. A veces fue
muy firme al reprender a los malvados, pero no era áspero (Mt. 21:12-13;
23:33); aun en eso era fino y equilibrado. Ésta es la harina fina. No tengo las
expresiones apropiadas para hablar de la perfecta humanidad de Cristo. Sería
más conveniente orar-leer una vez más los cuatro Evangelios teniendo esto en
mente. Entonces veremos la fineza con la cual Cristo se condujo siempre en Su
vivir humano.

Este Cristo perfecto es el regalo que presentamos a Dios en la Tienda de


Reunión. No es un presente que Dios nos dé a nosotros, sino un regalo que
nosotros le damos a Dios. Cuando venimos a la Tienda de Reunión necesitamos
ofrecer a tal Cristo perfecto en Su humanidad como una especie de regalo para
Dios. Podemos decir: “Padre, aquí está un regalo precioso para Ti, y es
simplemente el hombre Jesús en Su humanidad”. A Dios le agradará mucho
recibir tal presente.

No nos sorprende que Dios sea perfecto, pero que un hombre sea perfecto si es
un hecho asombroso. ¡Alabado sea el Señor que en la tierra, entre el linaje
humano, hubo un hombre tan perfecto, tan balanceado, tan fino y tan tierno! Él
era así como la harina fina. Ésta es la humanidad de Jesús. Éste es el hombre
Jesús. En la Tienda de Reunión ningún presente puede ser tan querido y
precioso para Dios como la humanidad de Jesús. Nuestro presente a Dios debe
ser el hombre Jesús a quien apreciamos, disfrutamos y experimentamos
durante todo el día.

UN MEMORIAL Y UN OLOR GRATO

En Levítico 1 no podemos encontrar la palabra memorial, pero se usa muchas


veces en el capitulo 2, al hablar de la ofrenda de harina. Esta palabra tiene un
significado más profundo que el de la palabra satisfacción. Si usted no está
satisfecho con algo, nunca haría un memorial de eso, pero si algo le satisface en
extremo, eso llegará a ser un memorial continuo para usted. Esto mismo sucede
con el hombre Jesús, el hombre perfecto, el hombre fino, que presentamos a
Dios. Él es la máxima satisfacción para Dios, lo cual finalmente llega a ser por
siempre un memorial para Él; es decir, por la eternidad.

Aquí en Los Ángeles hemos estado disfrutando mucho a Cristo, y creo que al
experimentarle más y más, tendremos en nuestras reuniones de la iglesia un
regalo tan querido para Dios. Esto llegará a ser un memorial eterno para Dios y
también para nosotros. Estoy convencido de que aun en la eternidad
recordaremos el disfrute que tuvimos de la humanidad de Jesús en el salón de la
calle Elden en Los Ángeles. Esto sobrepasa a la satisfacción.

Las palabras olor grato también se usan en referencia a la ofrenda de harina.


Algunas versiones lo traducen como “fragancia para descansar”. Es un olor
grato que hace que Dios se sienta en reposo. Si presentamos al hombre Jesús
que hemos experimentado como un verdadero regalo a Dios, esto llegará a ser
un olor grato, una fragancia que hace descansar y un aroma que satisface.
LA DIETA SACERDOTAL

Debemos ver que la ofrenda de harina es principalmente para nosotros. Era sólo
un puñado lo que se ofrecía a Dios como memorial; el resto, la mayor parte, era
de los sacerdotes. “Lo que resta de la ofrenda [...] será de Aarón y de sus hijos”
(Lv. 2:3). Ésta era la dieta de los sacerdotes. Los sacerdotes se alimentaban de
Cristo como la ofrenda de harina día tras día. Hoy nosotros somos los
sacerdotes, así que debemos comer a Cristo como la ofrenda de harina, la cual es
nuestra dieta sacerdotal.

El Señor Jesús en Juan 6:57 dijo: “El que me come, él también vivirá por causa
de Mí”. Si comemos de la ofrenda de harina, viviremos por causa de esta
ofrenda. Somos lo que comemos; lo que comemos finalmente llega a constituir
nuestro ser. Si día tras día comemos a Cristo como nuestra ofrenda de harina,
finalmente llegaremos a ser Cristo. “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21).
Ésta es la clase de vida que es adecuada para servir a Dios en el sacerdocio.

Dios no espera que los ángeles le sirvan como sacerdotes; Él desea seres
humanos. Por tanto, no debemos servir a Dios como ángeles, sino como
hombres. Que el hombre le sirva a Dios es ciertamente maravilloso; sin
embargo, necesitamos alimentarnos a fin de servir a Dios en Su presencia. Para
estar en la presencia de Dios sirviéndole, debemos tener una dieta
extraordinaria, y esta dieta es Cristo como la ofrenda de harina. Cuanto más
disfrutemos a Cristo como nuestra dieta, más seremos nutridos, calificados,
fortalecidos y sostenidos para servir a Dios como sacerdotes. Por esto
necesitamos diariamente experimentar a este Jesús.

Todos tenemos que hacer un cambio en nuestra dieta. Olvídense de leer


periódicos y revistas. Debemos pasar más tiempo en los cuatro Evangelios a fin
de comer a Jesús. Es de esta manera que la humanidad de Jesús llegará a ser
nuestra verdadera comida y nuestra dieta diaria. De este modo, cuando
vengamos a la reunión, seremos los verdaderos sacerdotes que sirven a Dios.

LA MEZCLA DEL ACEITE

En la ofrenda de harina había harina fina y aceite. Sabemos que el aceite


representa al Espíritu divino. La harina fina representa la humanidad de Cristo,
y el aceite es el Espíritu divino. El aceite se derramaba sobre la harina fina e
incluso se mezclaba con ella. He sido criticado por usar la palabra mezclar al
describir la mezcla de la divinidad con la humanidad; pero finalmente hallé esta
palabra en Levítico 2:4-5, que dice: “...Flor de harina sin levadura, amasadas
con aceite”. ¡La harina fina era mezclada, amasada con el aceite! Es decir, la
humanidad se mezcla con la divinidad. La humanidad es sazonada, fortalecida y
regada por el Espíritu divino.

John N. Darby era una persona que verdaderamente conocía la Biblia. En su


“Nueva Traducción” de la Biblia, él señala que mezclar es mucho más que ungir.
En Salmos 92:10 esta palabra fue traducida incorrectamente como “ungir” en
vez de traducirse: “Seré mezclado con aceite fresco”. Todos debemos ser
mezclados con el Espíritu Santo. No basta que el Espíritu se derrame sobre
nosotros y nos unja, sino que además el Espíritu debe ser mezclado con
nosotros. Jesucristo fue tal persona. Mientras estuvo en la tierra, Él fue un
hombre mezclado completamente con el Espíritu Santo.

LA FRAGANCIA DEL OLÍBANO

En la ofrenda de harina no solamente había aceite, sino también olíbano.


“Pondrás sobre ella aceite, y le echarás además olíbano [heb.]. Es una ofrenda
[de harina]” (v. 15). El olíbano representa la grata fragancia de la manifestación
de la resurrección. Cuando el Señor estuvo en la tierra, todo lo que llevó a cabo
tanto en Sus actividades como en Su conducta y conversaciones era siempre una
exhibición grata y fragante. Sus acciones no eran naturales, sino algo de la
resurrección. Aunque aún no había sido crucificado, Él vivía en resurrección.
Aun cuando sólo tenía doce años de edad, Él estaba en el templo atendiendo las
cosas de Dios, y la manera en que se conducía era en resurrección. Nunca hacía
nada según Su concepto natural; al contrario, siempre manifestaba la vida de
resurrección, la cual era tan dulce y fragante. Él poseía el verdadero olíbano. En
la humanidad del Señor están siempre presentes el aceite y el olíbano, es decir,
siempre están presentes el Espíritu divino más la fragancia de la resurrección.

Un día, mientras Él estaba ministrando, le dijeron que Su madre y Sus


hermanos le buscaban. Él contestó que los que hacen la voluntad de Dios son Su
madre y Sus hermanos. Esto no fue algo natural, sino algo de la resurrección.
Aun cuando lloró, no lo hizo de forma natural, pues en Su llanto también se
manifestaba la fragancia de la resurrección.

La harina fina representa la humanidad de Jesús; el aceite, al Espíritu divino, y


el olíbano, la fragancia de la vida de resurrección. Éste es el hombre Jesús: una
vida en la humanidad mezclada con el Espíritu divino y que expresa la vida de
resurrección. Ésta es la ofrenda de harina. Solamente se tomaba un puñado de
esta ofrenda y se hacía arder sobre el altar para presentársela a Dios a fin de
satisfacerlo, como un memorial eterno, y el resto, la mayor parte que quedaba,
era para los sacerdotes. Todos debemos aprender a alimentarnos de Cristo para
presentarlo a Dios en la Tienda de Reunión. Simplemente debemos participar
de Cristo con Dios, y Él llegará a ser nuestro alimento diario. Este alimento nos
transformará para que tengamos una vida sacerdotal, a fin de que estemos
calificados para servir a Dios como sacerdotes en el sacerdocio.

CAPÍTULO CINCO

LAS ESPECIAS DE LA OFRENDA DE HARINA

Lectura bíblica: Lv. 2:4-16; 6:14-18

Es importante ver cuál es el significado de las especias en la ofrenda de harina.


Una receta de cocina apropiada siempre incluye especias. En la ofrenda de
harina hay tres especias positivas y dos negativas. La harina fina no es una
especia, sino que es la sustancia e ingrediente principal en la preparación de la
ofrenda de harina. A la harina fina se le añadían varias especias, que se
mencionan en Levítico 2.
EL ACEITE

La primera especia es el aceite, lo cual ya mencionamos en el capítulo anterior.


Todos sabemos que en tipología el aceite significa el Espíritu divino. Estoy
usando la palabra divino en vez de Santo debido a que hay muchos conceptos
errados relacionados a las palabras Espíritu Santo. En este capítulo prefiero
usar Espíritu divino porque el Espíritu divino es la divinidad de Dios. La harina
fina representa la humanidad de Jesús, y el aceite representa la divinidad de
Jesús. Así que el aceite es la especia divina que se le añade a la ofrenda de
harina.

Jesús es un hombre; sin embargo, está mezclado y ungido con el Espíritu divino.
El Espíritu divino no sólo está mezclado con la humanidad de Jesús, sino que
también unge Su humanidad. La mezcla es más profunda que la unción, pero la
unción es más visible. Por ejemplo, en Levítico 2 la harina fina del sartén debía
mezclarse con el aceite. Después adquiría una forma que se podía dividir en
trozos. Una vez partida en trozos, se echaba aceite sobre ella. “Pero si presentas
una ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite.
La partirás en trozos y echarás aceite sobre ella. Es una ofrenda” (vs. 5-6).
Aunque está amasada o mezclada con el aceite, aún necesita ser ungida. La
mezcla toma lugar por dentro, interiormente, mientras que la unción se cumple
por fuera, exteriormente.

Desde Su nacimiento Jesús estaba mezclado con el Espíritu Santo. Jesús nació
del Espíritu Santo; esto significa que Su humanidad ya estaba mezclada con el
Espíritu divino. Pero cuando fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él
en forma de paloma (Mt. 3:16). Él no sólo estaba mezclado interiormente con el
Espíritu divino, sino que también fue ungido por fuera con el Espíritu divino en
forma de paloma. No fue meramente ungido en una forma abstracta, sino que
fue ungido por el Espíritu en una forma definida, como una paloma. Así pues,
vemos que el aceite, como una especia de la ofrenda de harina, estaba mezclado
con la harina fina y también se usaba para ungir la harina fina. Como nuestra
ofrenda de harina, Jesús estaba mezclado con el Espíritu divino y fue ungido por
Él.

EL OLÍBANO

La segunda especia de la ofrenda de harina era el olíbano. En tipología el


olíbano representa la fragancia de la vida y naturaleza de la resurrección de
Cristo. Aun antes de ser crucificado y resucitado, Él siempre manifestó en toda
Su conducta y actividades algo muy dulce y fragante. Ésa era la vida de
resurrección. En la humanidad de Jesús, la ofrenda de harina, están presentes la
especia del Espíritu divino y la especia de la vida de resurrección.

SAL

Otra especia positiva era la sal. Es fácil entender el significado de la sal.


Primeramente, la sal mata todos los gérmenes de corrupción. Y mientras mata
los elementos de corrupción, también preserva, impartiendo así un poder que
perdura. La sal tiene el poder que mata, el poder que preserva y el poder que
hace perdurar.

Al leer la biografía de Jesús en los cuatro Evangelios, vemos que todas las
actividades que Él realizó en la tierra perduran por siempre. Las eras cambiaron
y los siglos pasaron, pero la vida de Jesús sigue presente aquí. Verdaderamente
posee un poder perdurador. En la vida, actividades y conducta del Señor Jesús
hay una constante perpetuidad. Sus actividades no son como las actividades del
hombre natural. Algunas actividades de los hombres eran buenas en el segundo
siglo, pero ahora ya no lo son. Algunas eran buenas hace treinta años, pero
ahora nadie estaría interesado en ellas. Todas se acabaron pero lean de nuevo
los cuatro Evangelios. Cada página es tan fresca y nueva. Todo lo que el Señor
hizo sigue siendo tan refrescante. Nada podía dañar Sus actividades, porque en
ellas no existe el elemento de corrupción. Ningún elemento corrupto puede
existir junto con la sal celestial que hay en la vida de Jesús; así que la vida del
Señor Jesús perdurará por la eternidad. Estoy convencido de que en la Nueva
Jerusalén frecuentemente recordaremos las páginas de los cuatro Evangelios.

En la vida del Señor Jesús, especialmente en Su humanidad, está la sal. Ésta es


el poder que mata, el poder que preserva y el poder que hace perdurar. El amor
que Jesús nos tiene es tan puro. Muchas veces el amor que nosotros tenemos
para con otros casi no tiene sal. Fue dulce ayer, pero hoy día es amargo. Esto se
debe a que no tiene sal. Sin sal nuestro amor se fermenta. Debemos poner sal en
todas nuestras relaciones con los hermanos. Es bueno el hecho de que nos
agrade cierto hermano; pero ese tipo de relación necesita morir. No quiero decir
que el agrado por ese hermano deba desaparecer, sino que los elementos de
corrupción presentes en nuestros gustos deben morir. Se necesita el poder
aniquilador de la sal.

¡Aleluya! La humanidad de Jesús tiene aceite, olíbano y sal. Cuando Lázaro, el


amigo más íntimo de Jesús, se enfermó, sus hermanas Marta y María le
enviaron las noticias a Jesús, diciéndole que aquel a quien Él amaba estaba
enfermo. Si nosotros hubiésemos sido Jesús, posiblemente hubiésemos
derramado unas cuantas lágrimas e inmediatamente habríamos ido a verlo. Sin
embargo, después que Jesús recibió la noticia parece que no se conmovió, pues
permaneció en el mismo lugar donde estaba por varios días. No piensen que no
amaba a Lázaro. Lo amaba, pero Su amor contenía el poder que mata y aniquila
todo lo que corrompe. Su amor fue un amor puro, y debido a eso fue un amor
que perduró.

Si ustedes me hablan de un hermano a quien conozco muy bien y me dicen que


ese hermano está enfermo, eso sería una verdadera prueba para mí. Si me
entristezco y digo que debo ir a verlo de inmediato, esto mostraría que en mi
amor no hay sal; no existe el poder que mata. Ciertamente esta clase de amor se
manifiesta con facilidad; es emotivo y natural. Sin embargo, si he estado
experimentando la humanidad de Jesús, en donde se encuentra la sal, cuando
me llegue la noticia acerca de este hermano, inmediatamente me volvería al
Señor y le preguntaría: “Señor, ¿cuál es Tu sentir? No quiero actuar según mis
sentimientos, porque deben ser puestos en la cruz. Si Tú no tienes ningún sentir
sobre la enfermedad de este hermano, me olvidaré del asunto”. Verdaderamente
necesitamos la sal para dar muerte a nuestras amistades naturales, a nuestro
amor natural y a nuestro afecto natural. La sal no sólo sirve para matar, sino que
además sirve como el poder preservador y el poder que hace perdurar.

LAS ESPECIAS NEGATIVAS

Él aceite, el olíbano y la sal son las especias positivas en la ofrenda de harina,


pero también hay especias negativas. Al decir especias negativas, me refiero a
que estas especias nunca debían añadirse a la ofrenda de harina. “Ninguna
ofrenda que presentéis a Jehová será preparada con levadura, pues ninguna
cosa leudada, ni ninguna de miel, se ha de quemar como ofrenda para Jehová”
(Lv. 2:11). ¿Por qué no se podía añadir ni levadura ni miel a la ofrenda de
harina? Porque estas dos cosas se fermentan con facilidad. Cuando la comida se
fermenta, significa que esa comida se corrompió y se echó a perder.

La primera especia negativa mencionada es la levadura. La levadura en la Biblia


siempre representa las cosas malignas como la mundanalidad, la pecaminosidad
o cualquier cosa relacionada a la corrupción. En la Biblia todas las cosas malas
son comparadas con la levadura.

Entonces, ¿qué es la miel? La miel en la Biblia representa algo bueno. Nuestro


odio es levadura, pero nuestro amor es miel. Nuestro orgullo es levadura, y
nuestra bondad es miel. Todo nuestro buen comportamiento es miel. Nuestro
amor puede ser bueno, pero puede estar fermentado. En muchos casos, el odio
no se fermenta tanto como el amor. Supongamos que cinco hermanos viven
juntos y se aborrecen el uno al otro. Sería difícil que su relación llegue a
fermentarse porque se odian con frialdad. Sin embargo, si se aman mucho los
unos a los otros, su amor natural los desarmará, y en poco tiempo sus relaciones
podrían fermentarse.

En la iglesia no necesitamos orgullo ni tampoco humildad. No nos gusta tener


un hermano que cree saberlo todo, y tampoco nos gusta tener un hermano que
siempre dice que no sabe nada. Eso es miel. La miel es muy dulce, pero no es de
fiar. Sabemos que el odio es malo, pero nadie diría que el amor es malo. Sin
embargo, Levítico 2 dice que en la ofrenda de harina no se debe poner nada de
levadura ni de miel. Dios no acepta la levadura ni la miel. No ascenderán desde
el altar como olor grato al Señor.

No debemos ser ni orgullosos ni humildes. Simplemente debemos tomar el


aceite y el incienso con cierta cantidad de sal. Esto es el Espíritu, la resurrección
y la cruz. La sal es simplemente la cruz que elimina nuestro amor, afecto y
paciencia naturales. Todas estas cosas “buenas” deben ser eliminadas debido a
que causan fermentación. Siempre les he temido a las personas pacientes. Si
usted todo el tiempo es paciente para conmigo, un día será la persona que más
me critique en el mundo. No aprecien ninguna paciencia natural. Todo lo bueno
que sea natural debe ser eliminado por la sal.

La sal es la cruz y el olíbano es la resurrección. En la ofrenda de harina, esto es,


en la humanidad de Jesús se encuentra el efecto aniquilador de la cruz y
también la resurrección. La sal mata, preserva e imparte el poder preservador, y
el olíbano es la fragante vida de resurrección. La sal en este capítulo es llamada
la sal del pacto de Dios. “Sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no
permitirás que falte jamás en tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios. En todas tus
ofrendas ofrecerás sal” (v. 13). En el pacto que Dios ha hecho con nosotros el
factor básico es la cruz, la crucifixión del Señor. Esto hace que Su pacto perdure
para siempre. Es por la cruz que éste es un pacto eterno. En la ofrenda de harina
está la humanidad de Cristo, la divinidad de Cristo, la cruz que aniquila y
preserva, y la fragante resurrección que da aroma a toda Su humanidad.

Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros. Si nos alimentamos
de la ofrenda de harina, finalmente seremos lo que comemos. Vivimos por lo
que comemos, y gradualmente lo que comemos llega a ser lo que somos. La
ofrenda de harina incluye la humanidad de Jesús, la divinidad de Jesús, la cruz
de Jesús y la resurrección de Jesús. En la ofrenda de harina hay harina fina,
aceite, olíbano y sal; pero no hay cabida para nada de levadura ni de miel. En la
vida que Jesús llevó como hombre, no había lugar para ninguna clase de
impureza o corrupción. Si nos alimentamos de este Jesús, tendremos la harina
fina, el aceite, la sal y el olíbano, sin nada de levadura ni de miel.

LOS DIFERENTES NIVELES DE APRECIO


EN LA OFRENDA DE HARINA

Levítico 2 también revela los diferentes niveles de aprecio que tenemos por
Cristo como la ofrenda de harina. Ya hemos visto esto en el holocausto. Se usaba
el becerro, el cordero o la cabra, y el palomino o la tórtola. En la ofrenda de
harina también habían tres clases o niveles de aprecio: “Cuando presentes una
ofrenda cocida al horno, será de tortas de flor de harina sin levadura, amasadas
con aceite, y de hojaldres sin levadura, untadas con aceite. Pero si presentas una
ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite [...] Si
presentas una ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina con aceite”
(vs. 4-5, 7).

En el holocausto el nivel de aprecio difería en tamaño, mientras que el aprecio


que tenemos por Jesús como la ofrenda de harina tiene diferentes niveles de
sufrimientos. El horno significa una clase de sufrimiento; la sartén otra clase
sufrimiento y la cazuela aún otra clase de sufrimiento.

Cuando ponemos algo en el horno, el sufrimiento es interno. Es un sufrimiento


oculto; es una clase de sufrimiento más profundo. En los cuatro Evangelios
algunos de los sufrimientos del Señor Jesús eran como los sufrimientos que se
padecen en el horno. Eran tan escondidos que sólo Él los conocía y nadie más.
Por ejemplo, cuando Él estaba orando en el huerto de Getsemaní, ni siquiera
Sus discípulos que estaban con Él conocían la magnitud de Sus sufrimientos. Él
estaba verdaderamente en una clase de horno. Éste es el aprecio más grande
que se puede tener del Cristo sufriente. Él sufría internamente y no recibió la
conmiseración de otros; Él había sido puesto dentro de un horno. Si podemos o
no presentar a Cristo como Aquel que sufre en el horno o en la sartén, depende
de nuestra comprensión y experiencia. Tal aprecio lo adquirimos al aprehender
y experimentar a Jesús.

Las tortas y hojaldres cocidas en el horno tenían una forma más definida. Cada
torta y cada hojaldre tenía cierta forma. La experiencia y aprecio que tenemos
de Jesús de esta manera profunda tiene una forma más definida. Aquí la palabra
hebrea traducida “tortas” quiere decir tortas perforadas o agujereadas,
refiriéndose a una torta que estaba perforada y llena de orificios. Cuando leemos
los cuatro Evangelios, vemos que Jesús fue perfecto, pero no permaneció entero.
Era perfecto, pero fue perforado y traspasado. Temo que a muchos de nosotros
ni siquiera se nos ha hecho un solo orificio. No somos perfectos y además
estamos tan enteros. Ser perfecto está bien, pero no deberíamos permanecer tan
enteros. En la vida de iglesia cuantos más orificios tengamos, mejor es. No
debemos quedarnos tan enteros, al punto que nunca seamos quebrantados,
perforados y traspasados. La vida de Jesús según los Evangelios fue una vida
que fue traspasada una y otra vez. Es por eso que podemos alimentarnos de Él
con facilidad. Es tan fácil comer las tortas perforadas y traspasadas.

La palabra hebrea traducida “hojaldres” indica que son de lo más delgadas.


Posiblemente eran huecas, porque la raíz de esta palabra quiere decir “vacío”.
Eran tan delgadas y tan huecas que se podían comer con mucha facilidad. Sin
embargo, los sufrimientos internos de Jesús tenían una forma definida. Éste es
el aprecio más profundo que se puede tener por Jesús como la ofrenda de
harina. Aquel que traiga a la Tienda de Reunión a Cristo como ofrenda de
harina, debe tener este aprecio profundo por Sus sufrimientos.

El segundo nivel de aprecio en la ofrenda de harina es la harina fina mezclada


con aceite y cocida en la sartén. Una sartén es más abierta que un horno. Esto
alude a los sufrimientos al descubierto, los cuales se pueden notar con más
facilidad. Se ve cierta forma, porque la ofrenda está dividida en trozos; sin
embargo, no tiene tanta forma como las tortas y los hojaldres hechos en el
horno.

El tercer nivel de aprecio se ve en la harina fina mezclada con el aceite y cocida


en cazuela. Este sufrimiento es más superficial y casi no tiene una forma
definida. Éste es el mínimo aprecio que se puede tener por Jesús como la
ofrenda de harina. Cuando fuimos recientemente salvos, teníamos esta clase de
aprecio por Jesús. Pero al alimentarnos de la humanidad de Jesús y crecer,
nuestro aprecio por Jesús debió ser un poco más como las tortas y los hojaldres
horneados en el horno. El aprecio y experiencia que tenemos de la humanidad
del Señor deben llegar a ser más y más profundos, más y más elevados, y deben
tomar una forma más definida.

LA OFRENDA DE HARINA DE LAS PRIMICIAS

Aparte de estos tres niveles de aprecio, también hay un aprecio por la ofrenda de
las primicias. “Si presentas a Jehová una ofrenda de primicias, tostarás al fuego
las espigas verdes y ofrecerás el grano desmenuzado como ofrenda de tus
primicias” (Lv. 2:14). El grano nuevo se obtenía de las espigas verdes. Esto alude
a un aprecio extraordinario por Cristo. El aprecio que regularmente tenemos
por Cristo está en tres niveles, pero además de ello, hay un aprecio
extraordinario por la humanidad de Jesús. En algunas ocasiones tenemos
nuevas experiencias de Cristo como nuestra ofrenda de harina. Otras veces en
las reuniones, al escuchar el testimonio de cierto hermano, percibimos algo muy
verde, algo nuevo y fresco. Sin embargo, todo eso es aún la ofrenda de harina.
Necesitamos tener más y más experiencias de Cristo. ¿Cómo podríamos tener
las espigas verdes y frescas si no tenemos una cosecha? Debemos laborar en la
buena tierra con la expectativa de que un día tendremos una cosecha nueva con
muchas espigas verdes. Entonces podemos traer eso a la Tienda de Reunión
como una clase de ofrenda de harina extraordinaria.

LA MANERA EN QUE COMÍAN LA OFRENDA DE HARINA

Sólo se daba a los sacerdotes

Ahora es importante que veamos cómo se comía la ofrenda de harina.


Primeramente, la ofrenda de harina no se daba a la gente común. Era la dieta
especial de los sacerdotes: “Aarón y sus hijos comerán lo que sobre de ella. Sin
levadura se comerá en lugar santo; en el atrio de la Tienda de Reunión [heb.] lo
comerán [...] Todos los hombres entre los hijos de Aarón comerán de ella.
Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones en lo tocante a las ofrendas
quemadas para Jehová. Toda cosa que las toque quedará santificada” (6:16, 18).

La ofrenda de harina es el alimento de los sacerdotes. Si no tenemos la intención


de asumir nuestra función en la vida de iglesia como sacerdotes, no tendremos
la base que nos permite alimentarnos con esta dieta. Un sacerdote es uno que
sirve y está activo en la Tienda de Reunión. El hecho de ejercer nuestra función
o no en las reuniones, hace una gran diferencia. Nuestro disfrute será mayor si
ejercemos nuestra función, pero si no lo hacemos, perderemos la base que
tienen los sacerdotes para disfrutar de la ofrenda de harina. Si hemos de ser un
sacerdote, debemos ejercer nuestra función de una manera plena con miras a
disfrutar esta dieta especial de la ofrenda de harina.

Sólo se daba los hombres

Otro punto es que la ofrenda de harina era sólo para los hombres. “Todos los
hombres entre los hijos de Aarón comerán de ella”. Esto no quiere decir que las
hermanas no tienen una porción. Todas las hermanas que ejercen una función
en la Tienda de Reunión son hombres, y todos los hermanos que no funcionan
son mujeres. Ser hombre en las Escrituras quiere decir ser uno que es fuerte.
Cristo es el hombre sin mancha. Ser mujer es ser débil (1 P. 3:7). Los hombres
son los fuertes, y las mujeres son las débiles. A los ojos de Dios ser hombre
depende de si uno es fuerte o débil. Si en la Tienda de Reunión somos débiles,
somos mujeres. Pero si nos empeñamos en ejercer nuestra función, seremos
aquellos hombres que tienen la posición adecuada para alimentarse con esta
dieta.

Sólo se comía en la Tienda de Reunión

La ofrenda de harina debía comerse en el atrio de la Tienda de Reunión. No era


un alimento que se pudiera comer en casa. Estrictamente hablando, no
podemos disfrutar a Cristo como la ofrenda de harina estando en casa; debemos
estar en las reuniones de la iglesia. Ésta no es una dieta que seguimos en
nuestro hogar, sino una dieta que se sigue en la casa de Dios. Debemos ser
aquellos que sirven y trabajan activamente en la presencia de Dios en Su
morada; entonces tendremos la posición adecuada para disfrutar esta dieta.
Muchos podemos testificar que si bien disfrutamos algo de Cristo en nuestras
casas, nunca podremos disfrutarlo como lo hacemos en la reunión de la iglesia.
El disfrute que tenemos de Cristo en la reunión es más elevado, más rico y no
tiene comparación. Podremos preparar la ofrenda de harina en nuestra casa,
pero no podemos disfrutarla allí. A fin de disfrutarlo, debemos traer lo que
hemos preparado a la reunión de la iglesia. Esta dieta sólo se disfruta en el atrio
de la Tienda de Reunión.

Sin levadura ni miel

Cuando comemos de la ofrenda de harina, no debemos comerla con levadura ni


miel. La ofrenda de harina en sí misma no tiene levadura ni miel, y no debemos
comerla con ninguna de estas especias negativas. Para disfrutar a Cristo como la
ofrenda de harina, no debemos estar involucrados con nada de levadura o de
miel. A fin de disfrutar a Cristo de una manera elevada, debemos rechazar lo
que es naturalmente malo o bueno. Tenemos que ser salados. Las únicas
especias que podemos usar son el aceite, el olíbano y la sal, esto es, el Espíritu
divino, la vida de resurrección y la cruz que aniquila.

Santifica al que lo toca

El último punto acerca de comer la ofrenda de harina es que todo aquel que la
tocaba quedaba santificado, separado. Yo puedo testificar que esto es verdad.
Muchas veces después que hemos disfrutado a Cristo como la ofrenda de harina
en las reuniones, nos separamos más del mundo. Somos más apartados, más
santificados, porque hemos estado disfrutando del banquete de la ofrenda de
harina. Cuando disfrutemos verdaderamente al Señor Jesús como la ofrenda de
harina, seremos plenamente separados de todo lo mundano. Debido a que la
ofrenda de harina es tan santa, todo el que la toca es separado del mundo a fin
de ser santo para el Señor. Una vez que probamos al Señor Jesús de esta
manera, habrá un gran cambio en nuestra vida diaria. Él es tan santo que nos
santifica, nos separa y hace que seamos santos. Si nosotros decimos que
estamos comiéndole como la ofrenda de harina y sin embargo permanecemos
iguales, dudo que estemos comiéndolo como la ofrenda de harina. La verdadera
ofrenda de harina, que es la humanidad de Cristo, es santa. Todo el que la toca
queda separado, santificado y es hecho santo.

CAPÍTULO SEIS

LA HUMANIDAD DE JESÚS SEGÚN


EL EVANGELIO DE LUCAS

Lectura bíblica: Lv. 2:4-7; Lc. 2:40, 49, 51-52; 3:21-22; 4:1, 13-14, 18a, 22a, 28-
30; 5:15-16; 6:11-12; 9:55; 10:21; 11:53-54; 19:41, 47; 22:28, 44, 51, 61; 24:19

LOS DIFERENTES NIVELES DE APRECIO


EN LA OFRENDA DE HARINA

Antes de estudiar la humanidad de Jesús según el Evangelio de Lucas, considero


que aún debemos estudiar los diferentes niveles de la ofrenda de harina según el
aprecio de aquel que la ofrece. En el último capítulo mencionamos los diferentes
niveles del holocausto y la ofrenda de harina según nuestro aprecio por el Señor
Jesús. En cada una de estas ofrendas hay tres niveles diferentes. En el
holocausto están los novillos, las ovejas o las cabras, y las tórtolas o los
palominos. Esto no quiere decir que sólo hay tres clases de aprecio por nuestro
Señor Jesús como el holocausto; simplemente quiere decir que hay varios
niveles; algunos son más elevados, otros son más bajos y otros están en término
medio.

Con relación a la ofrenda de harina, también hay tres niveles de aprecio por
nuestro Señor Jesús. Hay algo que proviene del horno, de la cazuela o de la
sartén. Todos sabemos lo que es un horno; es un receptáculo completamente
hermético que sirve para cocinar u hornear. No es como la sartén, que es una
olla abierta en su parte superior; aunque es más profunda que la cazuela, que es
aún más abierta y más plana. Todos estos diferentes utensilios de cocina
representan diferentes niveles de sufrimiento. El sufrimiento en el horno es el
mayor; es más profundo y escondido. Aparentemente nada está sucediendo,
pero se sufre en secreto.

En la sartén los sufrimientos no están tan ocultos ni son muy profundos; más
bien, están abiertos a todos. La cazuela tiene aún menos profundidad. En estas
tres clases de utensilios de cocina vemos tres clases de sufrimientos. Sin
embargo, necesitamos ver que con el Señor Jesús no hay diferencia; la
diferencia es de acuerdo con nuestro aprecio por el Señor, y a la comprensión y
el entendimiento que tengamos de Sus sufrimientos. Cuánto aprecio tenemos
por Sus sufrimientos, depende de nuestro entendimiento acerca de los mismos.
El aprecio que mostremos resulta de nuestro entendimiento.

Las tortas y los hojaldres hechos en el horno son los que tienen la forma más
definida. En Gálatas 4:19 Pablo menciona que Cristo tiene que ser formado en
nosotros. Las tortas y los hojaldres tienen una forma definida. Sin embargo, en
la ofrenda de sartén la harina fina se empapaba y se mezclaba con aceite, y se
dividía en cuatro porciones. La forma que adquiere es inferior a la de las tortas y
hojaldres hechos en el horno, pero no es inferior en sustancia. La sustancia es la
misma que la de las tortas y hojaldres, pero la forma no es tan definida ni
perfecta. En la tercera categoría, la de la cazuela, la ofrenda de harina contiene
algo de harina fina y un poquito de aceite; y casi no tiene forma. Además, no
dice que la harina es amasada con aceite; sólo dice que era de flor de harina con
aceite.

Estos tres diferentes niveles no deben ser solamente doctrinas para nosotros. Al
contrario, debemos poner estas cosas en práctica. Creo que ya hemos traído algo
de Cristo como la ofrenda de harina a la Tienda de Reunión; pero ¿en qué nivel?
¿Lo que traemos a la reunión tiene una forma definida y procede del mayor de
los sufrimientos? ¿O es solamente un poquito de Cristo, sin forma definida con
sólo flor de harina y un poquito de aceite de la cazuela? Cuando era un creyente
nuevo, yo apreciaba mucho al Señor. Pero ahora cuando recuerdo esos días, me
doy cuenta de que mi aprecio por el Señor en aquel tiempo sólo era como la
ofrenda de harina cocida en cazuela. No tenía forma y provenía de un leve
sufrimiento. Por la misericordia del Señor, estoy convencido de que hoy en día
aprecio al Señor como las tortas y hojaldres hechos en el horno. Tal aprecio
tiene ahora una forma definida y está basado en un mayor sufrimiento.

LA ADORACIÓN APROPIADA Y CON VERACIDAD

Cada vez que venimos a las reuniones de la iglesia debemos venir con algo de
Cristo como la ofrenda de harina, y algunos de los hermanos más maduros
deben venir con una ofrenda de harina preparada en el horno. Algunos de los
jóvenes traerán algo de Cristo como la ofrenda preparada en cazuela, lo cual es
bueno. Todos debemos traer algo de Cristo como ofrenda de harina a las
reuniones, y de este modo podemos presentarlo como un regalo a Dios que
constituya la adoración apropiada que le brindamos.

Hablando estrictamente, entre los cristianos hoy en día existe el servicio, la


obra, la predicación y la enseñanza, pero hay muy poca adoración. La adoración
que Dios desea es que el pueblo de Dios le traiga al Cristo mismo que ellos han
experimentado en su vida diaria. Los libros de Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio tratan sobre la adoración a Dios, pero difícilmente hallamos una
palabra que nos muestre que debemos inclinarnos y postrarnos delante de Dios.

El único lugar de unidad

Dichos libros nos dicen que adoremos a Dios, primeramente acudiendo al único
lugar de unidad (Dt. 12:5-8, 14-15). No tenemos alternativa. Todo el pueblo de
Israel estaba destinado a adorar a Dios en Jerusalén. Jerusalén era el único
lugar escogido por Dios. Lo que Dios escogió debe ser nuestro destino; no
tenemos alternativa. Siempre y cuando estemos en Los Ángeles tenemos que
adorar a Dios en la iglesia en Los Ángeles. Dondequiera que vayamos, debemos
adorar a Dios en la iglesia de ese lugar. La iglesia local y el terreno apropiado de
la unidad son nuestro destino. Si pudiéramos escoger el lugar donde se debe
adorar, no sería la verdadera adoración. La verdadera adoración se rinde sobre
el terreno único de la unidad genuina. Todo el pueblo de Israel tenía que ir al
lugar único que Dios había escogido.

Las manos llenas del producto de la tierra

El segundo punto acerca de la adoración en estos cuatro libros es que todos


debían venir a Jerusalén con las manos llenas del producto de la buena tierra
(Dt. 16:16-17). Ninguno debía venir con las manos vacías. Todos tenían que traer
algo que ofrecerle a Dios, y esa ofrenda era la verdadera adoración a Dios. Hoy
en día en principio es exactamente lo mismo. Cada vez que nos congregamos en
las reuniones de la iglesia, lo importante es cuánto de Cristo traemos. En una
reunión de adoración apropiada todos los santos deben traer algo de Cristo;
pero no a Cristo en forma de una enseñanza o doctrina, sino a Cristo en
términos de sus experiencias.

El pueblo de Israel primero tenía que laborar en la buena tierra. Ellos tenían
que cultivar la tierra, sembrar la semilla, segar la cosecha y después tenían que
moler los granos a fin de obtener la harina para la ofrenda de harina. Entonces,
cuando se juntaban para adorar a Dios, ellos traían algo que podían presentar a
Dios como una adoración verdadera. Hoy en día el Señor ha de recobrar esta
adoración no sólo en espíritu, sino también con veracidad. La veracidad es
simplemente Cristo como las muchas clases de ofrendas.

Si viniéramos al Señor con manos vacías y nos inclinamos diciendo: “Oh Señor,
venimos a adorarte”, el Señor nos dirá que no desea esa clase de adoración. Él
prefiere que nos quedemos en casa y laboremos en Cristo, y entonces vengamos
con algo de Cristo en nuestras manos. Solamente Cristo constituye la verdadera
adoración a Dios. Todo lo demás es una clase de religión; no es adoración. A
Dios principalmente le interesa cuánto de Cristo traemos a las reuniones.

Cuando la mujer samaritana habló con el Señor, le dijo que los judíos insistían
en ir a adorar en Jerusalén, pero que sus padres adoraron a Dios en otro lugar.
El Señor Jesús contestó que la dispensación había sido cambiada y que la
verdadera adoración a Dios no era en ese lugar, sino en espíritu y con veracidad
(Jn. 4:20-24). La veracidad es Cristo como todas las ofrendas tipificadas en el
Antiguo Testamento. Debemos haber experimentado algo de Cristo que
podamos traer a la Tienda de Reunión, o sea, a las reuniones de la iglesia local.

CUATRO PUNTOS ACERCA DE LA HUMANIDAD


DEL SEÑOR EN EL EVANGELIO DE LUCAS

Ahora estudiaremos la humanidad de Cristo como se presenta en el Evangelio


de Lucas. A fin de experimentar la humanidad de Cristo, debemos orar-leer
todos los versículos de Lucas que se citan en la lectura bíblica. Ninguno de ellos
se halla en los otros Evangelios. Estos versículos son exclusivos del Evangelio de
Lucas porque este evangelio, más que cualquier otro, nos revela la humanidad
de Cristo.

La harina fina

Todos estos versículos de Lucas abarcan cuatro puntos principales.


Primeramente, todos ellos muestran a Jesús como la harina fina, Aquel que es
tan fino y balanceado. Lucas 2:40 dice: “El niño crecía y se fortalecía, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él”. Él crecía y también se
fortalecía en espíritu. A veces los jóvenes crecen físicamente, pero no son fuertes
en su espíritu. Jesús no sólo crecía en Su vida física, sino que también se
fortalecía en espíritu. Él fue tan equilibrado, aun en los cuatro puntos de este
versículo: Él creció y se fortaleció en espíritu, estaba lleno de sabiduría, y la
gracia de Dios estaba sobre Él. Así que tenía el crecimiento, un espíritu fuerte, la
sabiduría y la gracia de Dios. Él era verdaderamente balanceado y completo, no
sólo en dos o tres aspectos, sino en cuatro.

El mismo capítulo de Lucas nos dice que cuando Él tenía doce años de edad,
sabía cómo atender la voluntad de Su Padre y al mismo tiempo estar sujeto a
Sus padres naturales. Él reprendió a Sus padres y también se sujetó a ellos. Les
preguntó: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?”
(v. 49). Sin embargo, en el versículo 51 dice que descendió con ellos, y estaba
sujeto a ellos. ¿Ven ustedes el equilibrio? Algunos jóvenes pueden decir: “Yo soy
para Dios; a mí no me interesan mis padres”. Sí, ellos son para Dios, pero no son
equilibrados. Cuando son menores de edad, como lo era Jesús cuando tenía
doce años, deben ser para Dios; sin embargo, al mismo tiempo deben estar
sujetos a sus padres. Muchos jóvenes se entregan a Jesús, pero de forma tosca.
No son finos ni equilibrados.

Lucas 2:52 dice que el niño Jesús progresaba en la gracia delante de Dios y de
los hombres. Progresar en la gracia delante de Dios es una cosa, pero hallar
gracia delante de los hombres es otra cosa. Jesús era tan balanceado, fino y
equilibrado, pero nosotros somos tan desequilibrados. Tal vez seamos buenos,
pero de una manera desequilibrada; así que no somos harina fina, sino tosca.
Cuando el Señor Jesús era joven, Él estaba completamente entregado al Padre
celestial y, sin embargo, estaba dispuesto a ser ajustado.

En el Evangelio de Lucas vemos verdaderamente a Jesús como la harina fina. Él


se regocijó y también lloró. Temo que muchos de nosotros nunca han llorado, y
algunos en todos los años pasados nunca se han regocijado. No somos muy
equilibrados. Algunos son muy callados y necesitan hacer un poco de bullicio, y
otros son tan bulliciosos que necesitan estar más callados. Todos necesitamos
ser equilibrados. En Lucas 10:21 Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, pero no
lo hizo para Sí mismo; Él se regocijó en la voluntad de Dios. “En aquella misma
hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y
las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”. Él se regocijó
debido a que el Padre había revelado estas cosas a los niños. En Lucas 19:41
vemos que Él lloró sobre Jerusalén: “Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró
sobre ella”. Él no estaba llorando por causa de Sí mismo, sino por la situación de
Jerusalén.

Todos debemos ser equilibrados. Cuando necesitamos regocijarnos, debemos


regocijarnos. Cuando tenemos que llorar, debemos llorar. ¡Jesús, el hombre
balanceado, vive en nosotros hoy en día! El propio Jesús que es nuestra vida es
Aquel que se regocija y también Aquel que llora. Si nunca nos hemos regocijado
o nunca hemos llorado, eso simplemente prueba que no experimentamos al
hombre Jesús como nuestra vida. Si lo tomamos como nuestra vida, cuando Él
llora, nosotros lloramos; y cuando Él se regocija, nosotros nos regocijamos.

¡Cuánto necesitamos orar-leer estos versículos de Lucas para verdaderamente


poder ver a Jesús como la harina fina! Cuando Él envió a Sus discípulos a cierto
lugar de Samaria, el pueblo los rechazó. Así que los discípulos le dijeron: “Señor,
¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? Mas Él,
volviéndose, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois”
(9:54-55). Él era tan fino. Sea que la gente lo recibiera o no, Él siempre era el
mismo. Ningún rechazo lo podía irritar u ofender. Cuando la gente le daba la
bienvenida, Él se alejaba: “Su fama se extendía más y más; y se reunían grandes
multitudes para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas Él se
apartaba a los desiertos, y oraba” (5:15-16). Podemos pensar que cuando Su
fama creció, Él aprovecharía esa gran oportunidad para emprender algo. Pero Él
se apartaba y se iba al desierto a orar. Cuando la gente le daba la bienvenida, Él
se apartaba; y cuando la gente lo rechazaba, Él era paciente con ellos. Todos
estos versículos nos revelan una Persona que es como la harina fina. Él es muy
tierno, bondadoso, equilibrado, balanceado, amable y puro.
El aceite

Segundo, en estos versículos podemos ver algo del aceite. Jesús nació del
Espíritu, y el Espíritu hasta descendió sobre Él en forma de paloma. “Aconteció
que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando,
el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como
paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me
he complacido” (3:21-22). El Espíritu no descendió sobre Él en forma abstracta,
sino con una forma definida. Él estaba lleno del Espíritu, fue guiado por el
Espíritu y llevado en el poder del Espíritu: “Jesús, lleno del Espíritu Santo,
volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto [...] Y Jesús
volvió en el poder del Espíritu a Galilea” (4:1, 14). Él aun fue ungido por el
Espíritu: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto Me ha ungido...” (v.
18). En la humanidad de Jesús, como la harina fina, está el Espíritu como el
aceite que lo unge, se mezcla con Él y lo satura.

El olíbano

También podemos ver algo del olíbano fragante en estos versículos. Jesús era
tan fragante y dulce. Es muy difícil traducir esta palabra olíbano. Algunas
versiones traducen esto como algo que produce descanso y satisfacción. No es
sólo dulce y fragante, sino que proporciona descanso y paz. En estos versículos
vemos que Jesús es realmente el olíbano fragante. Él tiene la fragancia de la
resurrección. Cuando Jesús estaba siendo arrestado, Pedro fue osado y con su
espada le cortó la oreja a uno de los esclavos. Pero el Señor dijo a Pedro: “Basta
ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (22:51). Jesús detuvo la espada y restituyó
la oreja. Esto no fue algo natural; ésta es la fragancia de Su resurrección. En la
hora de Su mayor prueba, el Señor no aceptó ninguna protección; en vez de eso
Él cuidó del que estaba sufriendo.

La sal

En estos versículos podemos ver la harina fina, el aceite, el olíbano y también la


sal. Cuando la gente quería hacer de Jesús alguien grande, Él se apartaba.
Cuando lo rechazaron, no los reprendió. Él podía haber destruido a los que
llegaron a arrestarlo, al llamar a doce legiones de ángeles, pero no hizo nada
(Mt. 26:53). Es más, Él sano la oreja de uno que vino a arrestarlo. ¿Qué es esto?
Esto es poner a muerte al yo. En Él no había nada de corrupción ni
fermentación; Él estaba sazonado con sal todo el tiempo. No importa en qué
situación o circunstancia se encontrara, Él siempre estaba siendo muerto en Sus
acciones y palabras. En Su vivir humano estaba la sal verdadera. Así pues, en
Jesús vemos la harina fina, el aceite, el olíbano y la sal.

El Evangelio de Lucas es estratégico en mostrarnos la humanidad del Señor.


Ésta es la razón por la que no encontramos estos versículos en los demás
Evangelios. Estos versículos son únicos acerca de la humanidad de Jesús.
Necesitamos orar-leer estos versículos al menos tres o cuatro veces y después
ponerlos en práctica en nuestra vida diaria. Es sólo al alimentarnos de Su
humanidad, revelada en estos versículos, que experimentaremos Su humanidad
en nuestra vida diaria.
LA VERDADERA ADORACIÓN

Lo que el Señor está buscando hoy son las iglesias locales en donde los santos
adoren a Dios con sus experiencias de Cristo. Ésta es la verdadera ofrenda a
Dios. Necesitamos experimentar a Cristo en nuestro andar diario, y debemos
aprender a cocinar y preparar a Cristo para traerlo a las reuniones como un
presente para Dios. Todas las tortas, hojaldres y porciones de la ofrenda de
harina eran preparadas y cocidas en las casas, y después se traían a la Tienda de
Reunión. Sucede lo mismo con nosotros. Día tras día debemos laborar en Cristo,
es decir, experimentarlo, disfrutarlo, aprehenderlo y cocinarlo un poco.
Entonces tendremos algo que podemos traer a la reunión a fin de presentarlo a
Dios. Ésta es la verdadera adoración y éste es el verdadero recobro de la vida de
iglesia en todas las localidades. No se trata simplemente de reunirnos, sino de
reunirnos con Cristo como toda clase de ofrendas. Esto es lo que nos hace
permanecer en unidad, y es también por esto que ofrecemos nuestra adoración a
Dios. Esto es algo completamente distinto a lo que llaman servicio cristiano hoy
en día. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que le seamos fieles a
Él en este asunto.

CAPÍTULO SIETE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN LOS EVANGELIOS
DE MATEO, MARCOS Y JUAN

Lectura bíblica: Mt. 3:15; 4:4, 7, 10; 8:20; 11:29; 12:19-20; 17:27; 20:28; 21:27;
26:63-64; 27:12, 14; Mr. 1:35; 3:20-21; 6:31, 39-40; Jn. 6:12; 7:6, 46; 11:33, 35,
38; 13:4-5

Los cuatro Evangelios presentan un cuadro completo del Señor Jesús desde
cuatro perspectivas distintas. Creo que todos sabemos que Mateo revela al
Señor Jesús como el Rey. Marcos nos muestra un cuadro de Él como el Esclavo,
el Siervo de Dios. Lucas lo retrata como el hombre perfecto. El último Evangelio,
el de Juan, revela que Cristo es Dios mismo; Él es el Hijo de Dios. En estos
cuatro Evangelios tenemos cuatro palabras: Rey, Siervo, Hombre y Dios. ¡El
Señor Jesús es tantas cosas! Él es Rey, Él es Siervo, Él es Hombre y Él es Dios
mismo. Sin embargo, todo lo que Él es, en todas estas perspectivas y aspectos,
depende de Su humanidad. Ésa es la razón por la cual todos los Evangelios
contienen versículos que nos hablan de Su humanidad.

LA MADERA RECUBIERTA CON ORO

Permítanme ejemplificar esto de esta manera. Según la tipología del Antiguo


Testamento, el Arca fue construida con madera recubierta de oro. La madera, y
no el oro, constituía la estructura del Arca. El oro le daba belleza y valor, y lo
hacía preciado, pero no era la estructura. El oro era el decorado que se ponía
sobre la madera. El armazón y estructura básica principal era la madera que
servía de sostén y apoyo al oro. En la tipología la madera tipifica la humanidad;
por tanto, la madera del Arca representa la humanidad de Cristo. La humanidad
de Cristo es la estructura básica que soporta el oro del arca.
El tabernáculo fue edificado con cuarenta y ocho tablas de madera, las cuales
formaban el armazón del tabernáculo. Esto quiere decir que la humanidad de
Jesús es el armazón del tabernáculo. Si Él no fuese un hombre apropiado, Él
nunca podría ser el Rey, el Siervo y el Hombre perfecto. El Dios que se revela en
el Evangelio de Juan no es solamente Dios, sino un Dios-hombre; Él es Dios en
el hombre. Pero ¿si Él no fuese un hombre perfecto, cómo habría podido Dios
encarnarse en Él? Si Jesús no fuese perfecto y Dios se hubiera encarnado en Él,
Dios sería depreciado y perdería Su valor. Sin embargo, el valor divino estaba
complementado por una humanidad perfecta; era una humanidad cabal, sólida
y perfecta que pudo contener a Dios de una forma completa. Aun para que Jesús
sea Dios se requiere la humanidad de Jesús. Si Él no fuese un hombre perfecto,
jamás podría ser el Rey, el Siervo, el Hombre o el Dios mismo encarnado en un
hombre. Todos estos aspectos del Señor Jesús dependen de Su humanidad.

¡Cuánto necesitamos de esta humanidad hoy en día en la vida de iglesia! Ya


vimos que el Arca es un tipo de Cristo y que el tabernáculo es un tipo de la
iglesia. El tabernáculo es el agrandamiento del Arca, y de la misma manera, la
iglesia hoy en día es el agrandamiento de Cristo. Si es necesario que Cristo tenga
tal humanidad a fin de ser el testimonio de Dios, entonces nosotros como la
iglesia también necesitamos esta misma humanidad sólida y perfecta.

LA ESTRUCTURA BÁSICA

La madera constituía la estructura básica del Arca y también la estructura


principal del tabernáculo. Así que, la humanidad de Jesús es la estructura
principal de Cristo como el testimonio de Dios, y la humanidad de Jesús es la
estructura básica de la vida de iglesia. Si no tenemos tal humanidad, tipificada
por la madera de acacia, es imposible tener una iglesia apropiada como el
Cuerpo de Cristo. Para tener la verdadera edificación del Cuerpo de Cristo en
una localidad, todos necesitamos la humanidad de Jesús. Hay solamente una
clase de madera que es buena tanto para edificar el Arca como el tabernáculo, y
ésta es la madera de acacia. Hoy en día hay una sola clase de humanidad que es
buena para exhibir el testimonio de Dios en la iglesia local, y ésta es la
humanidad de Jesús.

Nuestra humanidad no es buena para el edificio de Dios. Muchos de nosotros


podemos ser buenos, pero no importa cuán buenos seamos, nuestra humanidad
no es útil. Puede ser útil para muchas cosas, pero no para la vida de iglesia. Para
la edificación del Arca y del tabernáculo solamente hay una clase de madera que
es útil, y es la madera de acacia, la humanidad de Jesús.

Muchos afirman que lo único que necesitamos es el bautismo del Espíritu Santo,
el derramamiento que viene de lo alto. Eso es maravilloso, pero considérense a
ustedes mismos: ¿qué clase de humanidad tiene usted? El Espíritu es tipificado
por el oro, pero ya dijimos que el oro no es la estructura básica. La estructura
básica es la madera. Supongamos que vamos a edificar un tabernáculo y que
tenemos toneladas de oro, pero la madera que usamos está deteriorada. Ese
tabernáculo no estaría bien edificado. No importa cuánto oro tengamos, si la
madera no es apropiada, nunca podremos edificar el tabernáculo. He visto a
personas que oran, buscan y claman por el bautismo del Espíritu Santo, y
finalmente lo recibieron. Pero lo que ellas edificaron se desmoronó, no debido al
oro, sino a la pobre calidad de la madera. Esto es lo que han descuidado en el
cristianismo actual. En la actualidad los cristianos prestan mucha atención al
bautismo del Espíritu Santo, pero ¿dónde está la humanidad apropiada? El
tabernáculo, que es un tipo de la iglesia, no solamente fue edificado con oro,
sino con madera como la estructura principal. El oro era solamente la
decoración; por supuesto, sin el recubrimiento de oro no tendría mucho valor ni
belleza, pues la madera en sí no tiene mucho valor. Sin embargo, pese a que el
valor está en el oro, el oro no es la estructura principal. El oro requiere algo
sólido que le sirva de sostén, y este sostén es la humanidad sólida, fuerte y
perfecta. ¿Tenemos nosotros tal humanidad? No, en nosotros mismos no la
tenemos, pero sí la tenemos en Cristo. Él es la humanidad perfecta dentro de
nosotros.

LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE MATEO

Si verdaderamente leemos-oramos los versículos en Mateo acerca de la


humanidad del Señor, veríamos qué clase de humanidad se requiere para ser un
rey. Hace muchos años un maestro cristiano discutió conmigo diciendo que
todos seríamos reyes cuando el Señor regrese. Yo le respondí: “Hermano,
mírese a usted mismo. ¿Cree que podría ser un rey?”. ¿Creen ustedes que ahora
podemos ser tan sueltos en nuestra humanidad, y aun así cuando el Señor Jesús
regrese inmediatamente nos hará reyes? Tal enseñanza no tiene sentido.

Sin excepción

Todo lo que el Señor es en Su persona depende de Su humanidad. Veamos estos


versículos de Mateo. Juan el Bautista estaba bautizando en el río Jordán.
Incluso él mismo vio que no era necesario que el Señor Jesús se bautizara. Él era
el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús dijo: “Permítelo por ahora, pues conviene
que cumplamos así toda justicia” (3:15). Debemos ser rectos con Dios en todo lo
que Él desee. A veces nosotros, y especialmente los hermanos y hermanas
jóvenes, podemos pensar que otros necesitan hacer ciertas cosas, pero nosotros
no. Sin embargo, lo que Jesús en realidad dijo a Juan fue: “No importa quién
sea Yo, mientras sea un hombre que vive en esta era, debo ser bautizado por ti.
Esto es lo que Dios está haciendo hoy en día. Siempre y cuando yo esté viviendo
en este día de la dispensación de Dios, debo ser uno con la justicia de Dios”. Ésta
es la humanidad de Jesús. Nunca debemos considerar que somos la excepción.
Nosotros necesitamos cumplir toda la justicia de Dios.

Se mantuvo en la posición de hombre

Después de Su bautismo, el hombre Jesús fue conducido al desierto para ser


tentado por el maligno. Satanás es muy sutil y le dijo: “Si eres Hijo de Dios...”.
Pero el Señor de inmediato contestó: “No sólo de pan vivirá el hombre...” (Mt.
4:3-4). En cierta forma, el Señor le dijo a Satanás: “No me pongas en la posición
de Hijo de Dios; Yo estoy aquí como hombre. Si estuviese aquí en la posición de
Hijo de Dios, ¿cómo podrías tentarme? Sólo puedo ser tentado porque soy un
hombre. No hay duda alguna de que soy el Hijo de Dios, pero no estoy aquí en
esa posición; estoy aquí en la posición de hombre”.
Entonces el sutil lo llevó al pináculo del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios,
échate abajo; porque escrito está: ‘A sus ángeles les encargará acerca de Ti, y, en
sus manos Te sostendrán, no sea que tropiece Tu pie contra una piedra’. Jesús le
dijo: Escrito está también: ‘No tentarás al Señor tu Dios’” (4:6-7). Jesús le dijo
que Él mismo, quien era un hombre, nunca tentaría a Dios. Finalmente, Satanás
intentó persuadir al Señor para que lo adorase, ofreciéndole los reinos del
mundo. Pero Jesús le contestó: “¡Vete, Satanás! Porque escrito está: ‘Al Señor tu
Dios adorarás, y a Él solo servirás’” (v. 10). El Señor siempre se mantuvo en la
posición de hombre.

Hay otro asunto interesante en estos versículos sobre la tentación en el desierto.


Satanás tentó al Señor usando el salmo 91. Satanás incluso puede citar la Biblia.
Pero el Señor le contestó: “Escrito está también”. No es simplemente un asunto
de citar un pasaje de la Escritura; debe haber otros versículos que lo confirmen.
Ésta es la humanidad de Jesús, Él citó la Escritura, pero no de forma aislada,
sino confirmándola.

Sin tener un lugar de descanso

Mateo 8:20 dice: “Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos; mas
el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza”. Como hombre, el Señor
no siempre tuvo comodidades. Apliquemos esto de esta manera. Supongamos
que cinco hermanos se mudan a un departamento de tres dormitorios. ¿Quién
de ellos tomaría una habitación para él solo? Si buscamos la manera de tener un
cuarto sólo para nosotros, significa que estamos tomando la humanidad de las
zorras, no la humanidad de Jesús. Si verdaderamente tomamos la humanidad
del Señor, no tendremos ningún deseo de tener nuestra propia habitación.
Muchas veces sólo seguimos a las zorras y a las aves del aire. La humanidad que
gusta de tener su propia madriguera no sirve en la vida de iglesia; sólo la vida
que está dispuesta a no tener dónde recostar su cabeza, es útil para la iglesia.
Ésta es la humanidad de Jesús y es la manera apropiada de edificar la morada
de Dios. Todos necesitamos tal humanidad.

Humilde de corazón

Después en Mateo el Señor Jesús dijo: “Tomad sobre vosotros Mi yugo, y


aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (11:29). Jesús no dijo
que era manso y humilde de apariencia, sino de corazón. Muchas veces nosotros
aparentamos ser mansos y humildes, pero interiormente somos altivos y
orgullosos. Esto nunca puede edificar la vida de iglesia. Nuestra propia vida sólo
puede aparentar, pero nosotros tenemos por dentro la humanidad de Jesús que
es mansa y humilde de corazón. No debemos imitarlo a Él; si lo hacemos,
fracasaremos. Simplemente debemos alimentarnos de Él como nuestra ofrenda
de harina. ¿No es esto maravilloso? Esta humanidad perfecta puede ser nuestro
alimento. Entonces viviremos por lo que comemos, y Su humanidad llegará a
ser nuestra persona.
Su amor por los débiles

Mateo 12:19-20 es una cita de Isaías: “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá
en las calles Su voz. La caña cascada no quebrará, y el pábilo humeante no
apagará, hasta que saque a victoria el juicio”. A mí me gustan mucho estos
versículos. La humanidad del Señor es tan fina; Él nunca contiende, ni vocifera
ni hace que su voz sea famosa en las calles. Muchas veces queremos que la gente
oiga nuestra voz; pero así no es la humanidad del Señor. Además, Él nunca
quebraría la caña cascada ni apagaría el pábilo humeante. Para entender esto
tenemos que ver algo del trasfondo del pueblo judío.

En los días del Antiguo Testamento, los niños judíos tocaban música con cañas
de paja. Pero cuando la caña estaba cascada, dejaba de producir una música
apropiada, y entonces la quebraban. Algunos de nosotros somos como cañas
cascadas que no producen música apropiada; pero ¡aleluya que el Señor Jesús
nunca quebrará esas cañas cascadas!

Además, en los tiempos del Antiguo Testamento los judíos usaban como
antorchas un pábilo de lino empapado en aceite, para alumbrarse en las noches.
Cuando se acababa el aceite, el pábilo ya no podía dar luz; sólo humeaba.
Entonces el que lo usaba los apagaba y los desechaba. Pero Jesús nunca hizo tal
cosa. Muchas veces algunos creyentes están “humeando”, porque se les acabó el
aceite, y nuestra tendencia es hacerlos a un lado; pero la humanidad de Jesús no
hace eso. ¡Cuánto necesitamos la humanidad de Jesús en la vida de iglesia!

Todos amamos la caña que produce música hermosa. Pero si alguno es como
una caña cascada que sólo produce malos sonidos, nosotros simplemente
decimos: “Quiébrenla”. A nosotros nos simpatiza cierto hermano porque es muy
brillante y resplandeciente, pero no nos gusta el otro porque “humea”. Ésta es la
razón por la que muchas veces no podemos conservar a los jóvenes ni a los
débiles. Verdaderamente necesitamos la humanidad de Jesús, para no quebrar
las cañas cascadas y no apagar el pábilo humeante. La humanidad del Señor
ama a todas las personas cascadas y a todos los que humean. Necesitamos Su
humanidad en la vida de iglesia. Al comer a Jesús, podemos participar de Su
humanidad.

Flexible

Todos estamos familiarizados con la historia de Mateo 17. Ya que Jesús era el
Hijo de Dios, estaba exento de pagar el impuesto para el templo de Dios, lo cual
dijo claramente a Pedro. Entonces Jesús añadió: “Sin embargo, para no
ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al
abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27).
Jesús era muy flexible. Él no tenía que pagarles el costo del impuesto, pero para
no ofenderles, lo pagó. Él hizo que Sus discípulos entendieran claramente la
situación, pero no insistió. Él estaba claro, pero procedió de una manera muy
flexible. Ésta es Su humanidad.

Nuestra humanidad es completamente diferente. Tanto los hermanos de más


edad como los jóvenes, siempre insisten en su propia manera de hacer las cosas.
Solamente la humanidad de Jesús puede ser flexible. Recientemente estuve en
cierto lugar donde me procuraron algunos hermanos de más edad y algunos
jóvenes. Los mayores dijeron que no podían tolerar a los jóvenes, porque eran
muy atrevidos, bulliciosos y salvajes. Tal vez los jóvenes, por supuesto, sean más
propensos a esto. Pero ¿saben lo que les dije a los mayores? Les dije: “Ustedes
pueden estar en lo correcto, y ellos equivocados, pero aun así el Señor Jesús los
ama. ¿No creen ustedes que es mucho mejor que ellos alaben al Señor de esta
manera a que se vayan a los cinemas?”. Tuvieron que aceptar que esto era
correcto desde esa perspectiva. Los alenté a ser un poco más flexibles y a clamar
varias veces junto con los jóvenes alocados: “Aleluya”.

Luego me volví a los jóvenes. Ellos me dijeron que los de más edad estaban muy
muertos; entonces les dije que ellos necesitaban a los mayores para
equilibrarlos. Sin los mayores ellos serían como un automóvil sin frenos. Ellos
también estuvieron de acuerdo en ser un poco más flexibles y en aceptar el
balance que les proveen los de más edad. No hace mucho recibí un informe de
ese lugar. Ahora la vida de iglesia allí es maravillosa. Me dijeron que hay una
coordinación maravillosa entre los jóvenes y los mayores. Ambos grupos han
aprendido a ser flexibles.

Ésta es la humanidad de Jesús. Como el Hijo de Dios era absolutamente


correcto que Él no pagara nada al templo; sin embargo, lo pagó. Y a fin de no
ofender a la gente, no sólo pagó por Sí mismo sino también por Pedro. En la
vida de iglesia debemos aprender a ser flexibles y nunca insistir en nada.
Entonces no ofenderemos a otros. Ésta es la humanidad de Jesús.

Una humanidad para servir

En Mateo 20:28 el Señor dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir”. Muchos de los jóvenes, especialmente aquellos que viven
juntos, quieren ser servidos, pero no quieren servir. No limpian la casa; no lavan
los trastos; no cuidan su ropa; no quieren hacer nada. Ellos sólo prefieren
dormir, descansar y disfrutar la vida que llevan entre los hermanos y hermanas.
Ésta no es la humanidad que se necesita en la vida de iglesia. La humanidad
para la vida de iglesia es una que sirve, y no una que es servida. Tenemos que
servir aun al costo de nuestra vida. Necesitamos tal espíritu para servir a otros.
Esto solamente puede proceder de la humanidad de Jesús.

Un hombre verdadero

Cuando el Señor Jesús vino a Jerusalén por última vez, los sacerdotes
principales y los ancianos le preguntaron de dónde había obtenido autoridad
para hacer las cosas que Él hacía. El Señor Jesús era un hombre apropiado y no
les contestó. A veces es mejor no contestar nada, sino más bien responder con
una pregunta; y esto fue lo que Jesús hizo. Él les preguntó si el bautismo de
Juan era del cielo o de los hombres. Si ellos le contestaban, Él también les
respondería de dónde había obtenido Su autoridad. Ellos entonces se pusieron a
discutir entre sí y se dieron cuenta de que si decían que el bautismo de Juan era
del cielo, Él les preguntaría por qué no le habían creído; y si decían que era de
los hombres, el pueblo los apedrearía, porque todos tenían a Juan por profeta.
Así que su mejor respuesta era mentir, y por tanto contestaron que no sabían. El
Señor también les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas
cosas” (21:27). Por medio de esto el Señor les indicó que no era que no sabían,
sino que ellos no querían contestarle. Ellos mintieron, pero Él no mentiría.
Puesto que no le contestaron, Él tampoco les contestó. Él tenía tal humanidad.

Antes de Su crucifixión, cuando Él estaba siendo juzgado, el sumo sacerdote le


preguntó si Él era o no el Hijo de Dios. El Señor Jesús contestó: “Tú lo has
dicho; pero además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado
a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo” (26:64). Al comienzo del
Evangelio de Mateo el Señor tomó Su posición como hombre, y al final del
evangelio se mantuvo en la posición de hombre. Él dijo que el Hijo del Hombre
se sentaría en los cielos a la diestra de Dios y que el Hijo del Hombre vendría en
las nubes del cielo. Él será el Hijo del Hombre para siempre y nunca dejará esa
posición.

Más tarde, cuando fue acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos,
Él tampoco les contestó, de tal manera que se maravillaron. “Y siendo acusado
por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió [...] Pero Jesús
no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravilló
mucho” (27:12, 14). Muchas veces, si estuviésemos callados, otros se
maravillarían de nosotros. Nosotros nos rebajamos al hablar mucho. Cuanto
más hablamos, menos valor tenemos. Cuando no era necesario, el Hombre que
vemos en el Evangelio de Mateo no dijo nada. ¡Qué humanidad es ésta que
vemos en este libro!

LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE MARCOS

Diligente

Ahora veremos el Evangelio de Marcos, el cual nos dice claramente que Cristo es
el Siervo de Dios. Pero ¿qué clase de hombre es este siervo? Primero que todo es
un hombre muy diligente. Marcos 1 revela que Él era una persona
excesivamente ocupada. Yo creo que se acostaba bastante tarde; sin embargo,
en el versículo 35 dice: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro,
salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Muchas veces la gente se excusa
diciendo que no se levantan temprano porque se acuestan muy tarde. Ellos
sienten que sólo pueden atender el “servicio de las once de la mañana”. Pero la
humanidad que sólo es buena para el mentado servicio de las once de la mañana
nunca es buena para la vida de iglesia; sólo es buena para el servicio de las once
de la mañana. La vida de iglesia necesita una humanidad que sea diligente y
dinámica. A veces el Señor estaba tan ocupado que no tenía tiempo ni para
comer. Sus parientes decían que estaba fuera de Sí (3:20-21); pero a veces
necesitamos ser la clase de persona que está fuera de sí misma. Los que nunca
han estado fuera de sí son por lo general los ociosos. Si una persona es diligente
en las cosas del Señor, otros dirán que está fuera de sí.

Lo mismo ocurrió en Marcos 6. El Señor y Sus discípulos estaban muy


ocupados, y muchos iban y venían, de manera que ni siquiera tenían
oportunidad para comer: “Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto,
y descansad un poco” (v. 31). Aunque algunas veces estaba fuera de Sí, otras
veces se alejaba de todos. Él hizo esto no sólo para descansar en Su cuerpo, sino
también en Su espíritu. Era tan equilibrado. A veces debemos estar ocupados, y
otras veces necesitamos alejarnos para dar descanso a nuestro cuerpo y a
nuestro espíritu. Ésta es una humanidad verdaderamente balanceada.

Ordenado

Luego en Marcos 6 vemos algo más de la humanidad del Señor. Cuando Él


alimentaba a los cinco mil, mandó a los discípulos que hicieran recostar a todo
el pueblo por grupos. Ésta era Su sabiduría. Si aquellos no se hubiesen
recostado, los discípulos no hubieran podido distribuirles el pan. El Señor Jesús
no les dijo que se sentaran en una forma desordenada, sino de una forma muy
ordenada: “Y les mando que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba
verde. Y se sentaron por grupos de ciento en ciento, y de cincuenta en
cincuenta” (vs. 39-40). Todo estaba arreglado y en orden. Yo creo que Pedro y
los otros discípulos aprendieron, por medio de esto, a cómo dirigir grandes
números de personas. Por eso no les fue difícil dirigir a los tres mil que fueron
salvos el Día de Pentecostés (Hch. 2:41). Ellos aprendieron del Señor cómo
dirigir una multitud y cómo realizar los arreglos apropiados. Hacer tales
arreglos requiere la humanidad apropiada.

LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE JUAN

No era descuidado

El Evangelio de Juan también nos relata algo de la humanidad del Señor. Este
evangelio añade algo más acerca de la alimentación de los cinco mil. El Señor
Jesús les dijo a Sus discípulos que recogieran los pedazos que habían sobrado,
para que no se perdiera nada (6:12). Aquí vemos una humanidad muy sólida. No
hay nada suelto en Su conducta. La mayoría de nosotros nos olvidaríamos de los
fragmentos, pero el Señor fue cuidadoso de no dejar nada en desorden.

Limitado por el tiempo

En Juan 7:6 vemos que el Señor estaba siempre limitado por el tiempo:
“Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo
siempre está presto”. Todos nosotros, especialmente los jóvenes, necesitamos
aprender a no ser tan libres. Mucha libertad indica iniquidad; la libertad debe
estar siempre dentro de los límites de la ley. No debemos decir que nuestro
tiempo siempre está presto. La humanidad de Jesús no siempre era así; Su
humanidad no tenía mucha libertad. Si aprendemos a participar de Su
humanidad, sabremos que hay limitaciones.

Excepcional

Algo más de la humanidad de Jesús se ve en Juan 7:46. Los principales


sacerdotes y fariseos enviaron a los alguaciles a capturar al Señor, pero cuando
ellos regresaron, dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este
hombre!”. Ellos nunca habían visto un hombre como Jesús. Nosotros
necesitamos ser hombres así, que otros digan que nunca han visto a nadie como
nosotros. Debemos ser excepcionales, porque disfrutamos de esta humanidad
excepcional.

Sabía cuando llorar

Cuando Lázaro murió, leemos que Jesús se indignó en Su espíritu y lloró (11:33,
35). Muchas veces pensé que Jesús nunca podría llorar, pero en Su humanidad
había tiempo para llorar. No debemos ser tan fuertes que nunca podamos llorar.
Temo que si yo llorase delante de ustedes, pensarían que no soy muy fuerte.
Éste es un concepto religioso; a veces necesitamos llorar. Ésta es la verdadera
humanidad.

Humilde

Jesús no sólo servía, sino que también estaba dispuesto a lavar los pies de los
discípulos. Él “se levantó de la cena, y se quitó Su manto, y tomando una toalla,
se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los
discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (13:4-5). Jesús
tenía tal humanidad. Él estaba dispuesto a lavarles los pies a ellos, en vez de
esperar que ellos se los lavaran a Él. ¡Cuánto necesitamos esta humanidad en la
vida de iglesia! Está claro en estos Evangelios que la humanidad de Jesús es la
humanidad más alta. Ésta es la verdadera ofrenda de harina.

EL ALIMENTO PARA LOS SACERDOTES

De nuevo, debemos darnos cuenta de que la mayor parte de la ofrenda de harina


era el alimento de los sacerdotes. Si hemos de tener la vida sacerdotal, debemos
tomar a Jesús como la ofrenda de harina. Hay una verdadera escasez de
sacerdotes hoy en día debido a que no hay alimento para ellos. Si no se dispone
del alimento apropiado para el sacerdote, no puede haber sacerdocio. Esto no
puede ser sólo una doctrina entre nosotros. Necesitamos la vida del sacerdocio,
y la vida del sacerdocio puede ser sustentada solamente por esta clase de
alimento. Ésta no es una dieta ordinaria, sino una dieta extraordinaria que
requiere de mucha labor en Cristo. Debemos preparar algo de Cristo y traerlo a
la Tienda de Reunión para presentarlo a Dios como un memorial. Entonces lo
que sobra será nuestro alimento, y este alimento sustentará la vida del
sacerdocio.

CAPÍTULO OCHO

EL SUMINISTRO ILIMITADO
DE LA HUMANIDAD DE JESÚS

Lectura bíblica: Gn. 3:15; 22:18a; Gá. 3:16; Ro. 5:15b, 19; 1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5;
He. 2:9, 14-18; Ap. 1:13; Jn. 19:5
DOS EXTREMOS

En el cristianismo hay dos perspectivas extremistas acerca de la Persona de


Jesús. Los modernistas hablan mucho de Jesús como hombre. Ellos dicen que
Jesús era solamente un judío, niegan Su divinidad y no admiten que Él es el
Dios encarnado que se hizo hombre. En otras palabras, ellos no reconocen la
encarnación. Por supuesto que ésta no sólo es una enseñanza extremista, sino
también la herejía más grande de la tierra y del universo. La mayor herejía es no
reconocer que Jesús es Dios quien se encarnó para ser un hombre.

Posiblemente debido a la herejía de los modernistas, los cristianos


fundamentalistas se han ido al otro extremo. Ellos predican y enseñan
demasiado acerca de Cristo el Hijo de Dios, y esto no es incorrecto, pero pasan
por alto la humanidad de Cristo. Ellos enfatizan la divinidad de Cristo, pero
enseñan y predican muy poco acerca de Su humanidad. Ésta es la sutileza
escondida del enemigo. Por un lado él no permite que la gente crea que el Señor
Jesús es el Hijo de Dios, y por otro lado permite que les prediquemos sobre la
divinidad del Señor siempre y cuando Su humanidad sea desatendida. Debemos
darnos cuenta de que, aunque Cristo es el Hijo de Dios, todo lo que Él hizo y
todo lo que Él es hoy en día depende no sólo de Su divinidad, sino aún más de
Su humanidad.

Hemos mencionado que la estructura básica del Arca y del tabernáculo no era el
oro, sino la madera. Esto significa que lo que Cristo es y lo que ha hecho, no
depende tanto de la naturaleza divina como de la humana. La humanidad de
Cristo es la estructura principal. Si bien Él es Dios, todo lo que Él hizo y todo lo
que Él es requiere de Su humanidad.

UNA FUENTE DISTINTA

Sin embargo, debemos estar claros que la humanidad de Jesús no procede de la


misma fuente que la nuestra. La razón es que nosotros nacimos de hombres, y
Él nació de una mujer. Nosotros descendemos del varón, pero Él fue la simiente
de la mujer. Tanto Él como nosotros somos humanos, pero las fuentes son
distintas. Él es un hombre, pero de distinta categoría. Sin embargo, es
significativo y maravilloso que estas dos fuentes se relacionan mucho la una con
la otra. Sólo el Espíritu Santo puede hacer que entendamos este asunto. La
mujer también descendía de nuestra misma fuente, pero Jesús no vino de esa
fuente. Jesús vino de la mujer, pero de otra fuente. Esta otra fuente tiene algo
que ver con la nuestra; sin embargo, las dos son diferentes.

Él se vistió a Sí mismo de la humanidad, y esta humanidad es la estructura


principal mediante la cual Él pudo derrotar a la serpiente, el enemigo de Dios.
Es mediante esta estructura, esta humanidad, que Dios podía traer la bendición
a todas las naciones de la tierra. “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre
tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el
talón” (Gn. 3:15). “En tu simiente [la de Abraham] serán benditas todas las
naciones de la tierra” (22:18a). “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las
promesas, y a su descendencia. No dice: Y a los descendientes, como si hablase
de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo” (Gá. 3:16).
Satanás, la serpiente, fue herido y destruido por esta humanidad, y la bendición
de Dios vino a todas las naciones de la tierra por medio de esta humanidad. Aun
la gracia con todos sus dones abundó por medio de esta humanidad: “Porque si
por el delito de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los
muchos la gracia de Dios y el gratuito don en gracia de un solo hombre,
Jesucristo” (Ro. 5:15b).

SOMOS CONSTITUIDOS JUSTOS

También por este hombre fuimos constituidos justos. “Porque así como por la
desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo, los muchos serán constituidos justos”
(Ro. 5:19). Por medio de un hombre, Adán, todos fuimos constituidos
pecadores, pero por medio de otro hombre, Jesús, todos fuimos constituidos
justos. Simplemente por este único hombre todos fuimos hechos justos.

Apreciamos la obra y las enseñanzas de Martín Lutero. Él fue un pionero en el


recobro de Dios al recobrar la enseñanza de la justificación por la fe. En este
asunto él peleó la batalla contra la Iglesia Católica diciendo que si el hombre ha
de ser justificado por Dios, no será justificado por las obras, sino por la fe.
Aunque esto es correcto, hoy en día debemos decirle a la gente que la
justificación es Cristo. En la actualidad algunos pastores luteranos enseñan la
justificación por la fe, pero ellos mismos nunca han sido justificados. Ellos
tienen la doctrina, pero no están en Cristo. Quizás haya una persona que no sabe
nada acerca de la justificación por la fe y, sin embargo, cree en Cristo y dice:
“¡Aleluya, Jesús es mío, y yo soy de Él!”. ¿No creen que esta persona ya fue
justificada? Aun si usted ha leído en un diccionario importante una definición
de la justificación por la fe, si usted nunca ha disfrutado la Persona de Cristo
mismo, nunca podrá ser justificado. La justificación no es un asunto de
enseñanza, sino que es una Persona. Somos constituidos justos no por una
enseñanza, sino por una Persona. ¡Aleluya! Cristo es nuestra justificación. Al
recibirle a Él, nosotros somos constituidos justos.

LA RESURRECCIÓN VINO POR UN HOMBRE

En 1 Corintios 15:21 dice que por un hombre entró la muerte y que también por
un hombre entró la resurrección de los muertos. La resurrección entró por el
hombre Jesús. Ya hemos visto varios asuntos que ahora disfrutamos en virtud
de la humanidad de Jesús, esto es, la destrucción de la serpiente antigua, la
bendición que vino a todas las personas, la gracia abundante con todos sus
dones, el hecho de ser constituidos justos y la resurrección de los muertos.
Disfrutamos de todo esto gracias a la humanidad de Jesús.

SATANÁS ES DESTRUIDO

Por un lado, Satanás ha sido herido y destruido en la cruz; pero por otro, aún
sigue causando problemas. Como seres humanos estamos bajo la influencia
nociva de Satanás. ¿Cómo podríamos destruir esta serpiente perniciosa?
Solamente hay un camino, y ese camino es ¡alimentándonos de la humanidad de
Jesús! Si disfrutamos y nos alimentamos de Su humanidad, la serpiente será
destruida. En Juan 6:57 el Señor dice: “El que me come, él también vivirá por
causa de Mí”. En este versículo la palabra comeres muy singular; es muy
distinta de las otras palabras que se tradujeron “comer” en este mismo capítulo.
Una versión traduce esta palabra como “masticar”, que significa mascar con
delicadeza, comer poco a poco lenta y delicadamente. Debemos comer al Señor y
a veces debemos masticarlo; pero no debemos hacerlo de una manera ruda y
tosca sino poco a poco. Comer muy rápido afecta nuestra digestión. Por tanto,
debemos aprender a masticar la humanidad del Señor; si lo comemos de esta
manera, la antigua serpiente de nuevo será clavada en la cruz. Dicha
masticación herirá la cabeza de la serpiente. Debemos disfrutar a Jesús como
hombre al comer de Él.

LA BENDICIÓN QUE ALCANZA


A LOS QUE ESTÁN A NUESTRO ALREDEDOR

En Jesús todas las naciones son benditas, y a través de nosotros los cristianos y
la gente a nuestro alrededor deben ser bendecidas. Pero ¿es ésta nuestra
verdadera situación? Dios le dijo a Abraham que en Cristo todas las naciones
serían benditas. Así que, por ser cristianos debemos traer la bendición de Dios
sobre la gente que nos rodea; sin embargo, muchas veces la gente a nuestro
alrededor no son bendecidos sino maldecidos. ¿Es nuestra esposa o esposo
bendecido por medio de nosotros o es maldecido? Éste es el verdadero
problema. Si nos alimentamos de la humanidad de Jesús, ciertamente
traeremos la bendición de Dios a los que nos rodean.

En 1938 me contaron la historia de una hermana que verdaderamente amaba al


Señor. Su marido nos había acusado sobremanera porque ella, desde que se
convirtió al cristianismo, había descuidado a su familia. Ella estaba muy
ocupada “predicando a Cristo”. El marido, quien aún no era cristiano, era
catedrático en una de las universidades más grandes de la China. Me puse en
contacto con algunos hermanos y hermanas para indagar acerca de esta
hermana, y todos me dijeron lo mismo. La hermana les había dicho que ahora
ella vivía para Jesús, y no para su marido ni para sus hijos. Era claro que esta
hermana nunca había probado de la humanidad de Jesús. En ese tiempo yo aún
no había visto la verdad tocante al disfrute de la humanidad de Jesús, así que le
dije a la hermana que debía ser un poco más equilibrada. Ella debía ser tan
equilibrada como la harina fina. Pero si hoy en día me enfrentara a ese mismo
problema, les diría que se fueran a su casa a orar-leer todos los versículos de
Lucas relacionados con la humanidad de Jesús. Entonces ustedes sabrán qué
deben hacer y qué clase de esposa o esposo, madre o padre, deberán ser.

Por un lado, el Señor le dijo a Su madre que Él vivía totalmente para Su Padre
celestial; pero, por otro lado, Él fue con Sus padres y se sometió a ellos (Lc.
2:49-51). Ésta es la humanidad del Señor Jesús. Es por medio de esta
humanidad que el pueblo a nuestro alrededor puede ser bendecido. Temo que
los vecinos que viven a nuestro alrededor no son bendecidos porque nosotros
somos como “ángeles”; no tenemos la humanidad apropiada. Todos
necesitamos ser humanos, pero no humanos de una manera natural.
Necesitamos la humanidad de Jesús. Cuanto más nos comportemos como
ángeles, más maldecidas serán las personas a nuestro alrededor; pero cuanto
más vivamos como seres humanos apropiados, más bendecidos serán los que
nos rodeen.

En 1938, en China, otra hermana también vino a mí y me preguntó: “¿Qué


puedo hacer con mi marido? Él se niega a creer en el Señor Jesús. He orado por
él y le he hablado mucho del Señor; pero cuanto más le hablo, más se aleja”.
Después descubrí que ella era muy angelical, así que le dije que fuese un poco
más equilibrada y fuese una esposa normal para su marido. Le aseguré que si
ella era balanceada, su marido se salvaría. No mucho después de eso, recibí una
carta de esa hermana en la que me dijo que su esposo había sido salvo.

Dios no encomendó Su evangelio de gracia a los ángeles; sólo los seres humanos
están calificados para predicar el evangelio. El ángel pudo decirle a Cornelio que
hiciera venir a un hombre llamado Pedro, pero el ángel no pudo hablar una sola
palabra acerca del evangelio (Hch. 10:3-5). Los ángeles no están calificados para
predicar el evangelio; sólo el hombre está calificado. Debemos ser humanos
para predicar el evangelio, pero no debemos ser humanos de acuerdo con
nuestro ser natural; eso es diabólico. Necesitamos otra clase de humanidad, la
humanidad de Jesús. Por medio de esta humanidad podemos traer la bendición
de Dios sobre todos los que están alrededor nuestro. Si tenemos la humanidad
de Jesús, dondequiera que estemos, en la oficina, en las escuelas, en las
universidades, los vecindarios o con nuestras familias, podemos ser la causa de
que la gente sea muy bendecida. Entonces el evangelio será prevaleciente.

EL SUMINISTRO PROPIO DE LA HUMANIDAD DE JESÚS

Ahora debemos ver el suministro propio de la humanidad del Señor en Hebreos


2. “Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual
manera Él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte
al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que
por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a esclavitud.
Porque ciertamente no socorre a los ángeles, sino que socorre a la descendencia
de Abraham. Por lo cual debía ser en todo hecho semejante a Sus hermanos,
para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere,
para hacer propiciación por los pecados del pueblo. Pues en cuanto Él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (vs.
14-18).

El Señor Jesús participó de nuestra sangre y carne para destruir al diablo, quien
tiene el poder de la muerte. La liberación está aquí, la propiciación está aquí y el
socorro también está aquí, aun cuando la palabra socorrer no es la adecuada.
En griego esta palabra significa sostener, o sea, ofrendar cierta clase de ayuda o
suministrar. Si masticásemos la humanidad de Jesús todo el tiempo,
recibiremos cierta clase de ayuda, socorro y suministro. Cualquier cosa que
necesitemos, la recibiremos. Jesús es poderoso para socorrer a los que son
tentados.

Los cristianos hoy en día tienen el concepto religioso de que Jesús es el Dios
todopoderoso; sin embargo, no se dan cuenta que Él es tan humano, ni saben
cómo apreciar Su humanidad. Ahora bien, de todas las ofrendas, la ofrenda de
harina es la más importante. Sólo esta ofrenda puede satisfacer a Dios y ser una
especie de memorial para Él; además, sólo esta clase de ofrenda puede sustentar
la vida del sacerdocio. Necesitamos ver algo de Cristo como la ofrenda de
harina. Este asunto ha sido sumamente descuidado en el cristianismo actual.
Esperamos que el Señor recobre la humanidad de Jesús en forma apropiada;
pues es todo lo que necesitamos hoy en día. Muchos cristianos han orado para
recibir el poder de lo alto, pero miremos su situación. Tal vez hace cinco años
ellos recibieron el así llamado poder de lo alto, pero ¿cómo viven hoy en día? Ni
siquiera este poder los libró de su mal genio. Parece que cuanto más le pedimos
al Señor, como el Salvador Todopoderoso, que nos libre de nuestro mal genio,
más nos enojamos. El Señor Jesús casi nunca contesta esta clase de oración.
Pero si simplemente aprendemos a disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de
harina y masticamos Su humanidad durante todo el día, veremos lo que
sucederá con nuestro mal genio. Recibiremos el socorro, la ayuda, el sustento y
el suministro de la humanidad de Jesús.

DEFICIENTES DE LA HUMANIDAD APROPIADA

Los médicos dicen que si tenemos cierta clase de enfermedad, eso muestra que
estamos escasos del suministro de vida o de vitaminas. Si estamos escasos del
suministro de vida, ciertamente nos vendrá alguna enfermedad. En mi país
nativo había una aldea donde la gente parecía perder la vista en las noches. Esto
se debía a cierta enfermedad. Ellos no conocían nada de vitaminas, así que no
comprendían que tenían deficiencias en vitamina A. Pero ellos vivían en la playa
y pescaban una gran cantidad de cierta clase de peces. Cuando empezaron a
comer el hígado de esos peces, se sanaron. Por supuesto, ahora sabemos que el
hígado del pescado tiene un alto contenido de vitamina A. El punto es éste: si
tenemos una carencia de vitamina A y perdemos nuestra vista, y después nos
arrodillamos a pedirle al Salvador Todopoderoso que nos sane, no funcionará.
Cuanto más oremos de esa manera, más perderemos nuestra vista.
Simplemente necesitamos comer una gran cantidad de hígado de pescado. Para
nosotros en la actualidad, ¿qué es “el hígado de pescado”? Es la ofrenda de
harina, que representa la humanidad de Jesús.

Perder nuestra paciencia con facilidad es una especie de enfermedad que se


debe a nuestra escasez de la humanidad de Jesús. Si nosotros masticásemos la
humanidad de Jesús como la gente de esa aldea comía el hígado de pescado,
espontáneamente seremos sanados. La Biblia claramente establece que
necesitamos la humanidad del Señor como nuestra ofrenda de harina, pero no
hemos visto esto. Hemos leído las Escrituras por años y aún no hemos visto esto
porque simplemente estamos velados por nuestros conceptos naturales.
Debemos olvidarnos de nuestros conceptos naturales y venir a la Palabra pura
sin ninguna clase de conceptos religiosos. Si hacemos esto, veremos la
importancia de la humanidad de Cristo en la Biblia.

UN HOMBRE EN EL CIELO

En el pasado algunos cristianos trataron de discutir conmigo, diciéndome que es


erróneo decirle a la gente que Cristo está en el cielo como un hombre. Ellos
afirmaban que Cristo fue un hombre solamente hasta el momento en que fue
crucificado y que después que Él resucitó, ya no era un hombre. Ellos eran de los
predicadores que dicen creer en la Biblia palabra por palabra; así que les
pregunté: “¿Qué piensan de Hechos 7:55-56, cuando Esteban estaba siendo
apedreado y él puesto los ojos en el cielo vio a Jesús como el Hijo del Hombre en
los cielos? Mi Jesús según la Biblia sigue siendo un hombre en los cielos. Y qué
tal de cuando el sumo sacerdote estaba juzgando al Señor y le preguntó si era el
Hijo de Dios, y el Señor le contestó que él vería al Hijo del Hombre sentado a la
diestra de Dios en los cielos y que él también vería al Hijo de Hombre viniendo
en las nubes del cielo” (Mt. 26:63-64). Por supuesto que tales predicadores no
tenían nada que decir de estas Escrituras. Hoy debo añadir que por la eternidad
nosotros veremos al Hijo del Hombre. En la Nueva Jerusalén, Jesús estará allí
como el Cordero; pero para que el Señor sea el Cordero tiene que tener
humanidad. Si el Hijo de Dios no tuviese humanidad, nunca podría ser el
Cordero. Cuando llegó a ser carne y habitó entre nosotros, Él fue llamado el
Cordero de Dios. El Cordero siempre está relacionado con la encarnación. Si Él
no se hubiese encarnado como un hombre, ¿cómo podría ser el Cordero de
Dios? En la eternidad, por siempre, Él será el Hijo del Hombre.

EL HIJO DEL HOMBRE


EN MEDIO DE LAS IGLESIAS

En Apocalipsis 1:13 Juan recibió una visión del Hijo del Hombre que andaba en
medio de las iglesias locales: “En medio de los candeleros, a uno semejante al
Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el
pecho con un cinto de oro”. Después de la resurrección y ascensión del Señor,
Juan lo vio que andaba en medio de las iglesias locales como el Hijo del
Hombre. Todos necesitamos Su humanidad.

Tengo la plena certeza de que si nosotros usamos nuestro tiempo para disfrutar
a Cristo en Su humanidad, todas las iglesias locales serán brillantes y
resplandecientes así como verdaderas y reales. Cristo no se reveló a Juan como
el Hijo de Dios. Él es el Hijo de Dios, pero no vino así. Él vino en la forma del
Hijo del Hombre. Esto nos muestra que el Hijo del Hombre es para las iglesias
locales; y todas las iglesias locales necesitan la humanidad de Jesús. Todo el
tiempo debemos tomarlo a Él como nuestro alimento, disfrutarle y masticar Su
humanidad. Aun debemos orar: “Oh Señor Jesús, Tú eres el Hombre verdadero
y Tú eres el alimento del sacerdocio. Tú eres la harina fina con la que hacemos la
ofrenda de harina que traemos a la Tienda de Reunión como un regalo a Dios el
Padre”. Es preciso ver que hasta el hecho de orar una oración como ésta, hará
una gran diferencia, porque redundará en nutrición. Seremos nutridos con la
humanidad de Jesús, y este nutrimento absorberá todas nuestras debilidades.
La humanidad de Jesús nos hará espiritualmente saludables; si no me creen,
practíquenlo y verán. Cuando estén a punto de perder la paciencia, sólo digan:
“Oh Señor Jesús, tomo Tu humanidad. Voy a perder la paciencia, pero Señor,
tomo Tú humanidad”. Entonces verán lo que sucederá con el mal genio.

LA DIVINIDAD Y LA HUMANIDAD

Estoy seguro de que todos ya han visto la diferencia entre Hebreos 1 y 2. El


capítulo 1 nos muestra que Cristo es el Hijo de Dios; aun menciona que es Dios
mismo. Este capítulo nos habla de Su divinidad, pero el capítulo 2 habla de Su
humanidad. En el capítulo 1 Él es Dios, pero en el capítulo 2 Él es hombre. Es al
final del capitulo 2 que encontramos el socorro, la ayuda, el sustento, el auxilio y
el suministro. Esto no proviene principalmente de Jesús como el Hijo de Dios,
sino de la humanidad de Jesús. El hombre Jesús es Aquel que socorre, Aquel
que da ayuda, Aquel que presta auxilio, Aquel que sostiene y Aquel que
abastece. Nuestra ayuda y sostén vienen principalmente de Su humanidad.
Quizás Su divinidad baste para socorrer y suministrar a algunos ángeles, pero
para poder socorrernos y suministrarnos a nosotros, Él debe poseer Su
humanidad. Si vamos a disfrutar Su socorro, debemos alimentarnos de Su
humanidad. En esto consiste la ofrenda de harina.

Muchos de ustedes han estado en el cristianismo por años, pero según vuestro
sentir, ¿había alguna ofrenda de harina en el llamado servicio cristiano? En esos
servicios ¿había algo que nos alimentara con la humanidad de Jesús? Según mi
experiencia, puedo decir que no había nada sino palabras; no había ofrenda de
harina. Aun entre las iglesias locales siento que no hay suficiente ofrenda de
harina. Debemos buscar al Señor para que, por Su misericordia, a partir de
ahora en todas las reuniones, lo que presentemos a Dios sea principalmente la
ofrenda de harina. Debemos traer a las reuniones algo de lo que hemos
experimentado de la humanidad de Jesús. Entonces nuestras reuniones serán
enriquecidas, y nosotros seremos nutridos de una manera sacerdotal para
practicar el verdadero sacerdocio.

HE AQUÍ EL HOMBRE

Finalmente debo decir: “He aquí el Hombre”. Esto es lo que encontramos en


Juan 19:5: “Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y
Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!”. En ese entonces Jesús estaba coronado con
una corona de espinas, pero hoy lleva una corona de gloria. En ese tiempo tenía
un manto de púrpura, pero ahora lleva un manto sacerdotal. Él está coronado
de gloria y está vestido del manto sacerdotal para cuidar de todas las iglesias
locales. Así que: “¡He aquí el Hombre!”. Todos necesitamos ver a este Hombre,
porque este Hombre es nuestro socorro, nuestra ayuda, nuestro sostén, nuestro
suministro y nuestro todo. Este Hombre es el alimento que necesitamos en el
sacerdocio.

CAPÍTULO NUEVE

LA OFRENDA DE HARINA ES NECESARIA


PARA QUE LAS TABLAS ESTÉN DERECHAS

Lectura bíblica: Éx. 25:8, 9, 10a, 11; 26:15, 29; Jn 1:14a; Ap. 21:2, 3; 1 Ti. 3:15,
16; 1 P. 2:4, 5; Ef. 2:15; 4:24

Después de orar-leer los versículos mencionados arriba, podemos darnos cuenta


hasta qué grado la iglesia está constituida con el elemento humano. La iglesia
necesita de la humanidad apropiada. Muchos cristianos cuando hablan de la
iglesia solamente se refieren a la espiritualidad. Pero estos versículos nos
muestran cuán necesaria es la humanidad apropiada en la vida de iglesia.
EL ARCA DE MADERA DE ACACIA

Por los tipos de las Escrituras podemos ver que se necesita de una humanidad
apropiada para la vida de iglesia. Ya hemos visto lo que significa el Arca y el
tabernáculo: el Arca es Cristo, y el tabernáculo es el agrandamiento del Arca.
Por lo tanto, el tabernáculo significa el agrandamiento de Cristo, Su Cuerpo, el
cual es la iglesia como Su plenitud. Cuando Cristo, quien es el Arca, es
aumentado y agrandado, entonces llega a existir el tabernáculo, esto es, la
iglesia. Así como el tabernáculo es el agrandamiento del Arca, la iglesia es el
agrandamiento de Cristo.

Esto se puede comprobar por el hecho de que el Arca estaba construida de


madera de acacia revestida de oro por dentro y por fuera: “Harán también un
arca de madera de acacia [...] La recubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y
pondrás encima y alrededor de ella una cornisa de oro” (Éx. 25:10a, 11). Encima
del Arca, alrededor de los cuatro lados, el oro tenía la forma de una corona. Al
usar la palabra corona o cornisa, se entiende que el oro se usaba principalmente
como decoración. El Arca no era llamada el Arca de oro, sino el Arca de madera
de acacia, debido a que la estructura principal y básica del Arca era la madera.
La madera en la Biblia siempre representa a la humanidad, y la madera de
acacia tipifica la humanidad de Jesús. El oro, que en tipología representa la
naturaleza divina, recubría la madera, que representa la naturaleza humana. Así
pues, como el Arca, Cristo representa la naturaleza humana recubierta con la
naturaleza divina.

Al contemplar la vida de Jesús en los cuatro Evangelios, vemos a un hombre


genuino. Él nació de una madre; Él era un hombre físico, real y sólido. Sin
embargo, en los Evangelios alguien preguntó: “¿Quién es este hombre?”. Él era
un hombre verdadero, pero tenía algo extraordinario, y esto ciertamente era el
oro que lo recubría, es decir, Su divinidad. Él estaba revestido de la divinidad de
Dios. Él era humano, poseía humanidad, pero esta humanidad estaba revestida
de la divinidad. Un día en la cima de un monte Él se transfiguró, y entonces el
resplandor del oro se manifestó. Eso fue el resplandor de Su divinidad; no
obstante, aún poseía la humanidad. El hombre Jesús estaba allí con el brillo de
la naturaleza de Su divinidad. Jesús era el Arca hecha de madera de acacia y
recubierta de oro resplandeciente. El aspecto más interesante de este Jesús no
es el oro, sino la madera; no es principalmente Su divinidad, sino Su
humanidad. Éste es Jesús como el Arca.

LAS TABLAS DEL TABERNÁCULO

También debemos examinar el tabernáculo, el cual estaba compuesto


principalmente de cuarenta y ocho tablas. Estas tablas estaban hechas del
mismo material y de la misma manera que el Arca: “Harás además para el
Tabernáculo tablas de madera de acacia, que estén derechas [...] Recubrirás de
oro las tablas” (Éx. 26:15, 29a). El Arca estaba hecha de madera de acacia
recubierta de oro, y las tablas del tabernáculo también estaban hechas del
mismo material y de la misma manera; eran de madera de acacia recubiertas de
oro.
Sin embargo, debemos notar que en Éxodo 26:15 Dios dice que las tablas del
tabernáculo deben estar derechas. Sabemos que el oro es valioso, pesado y
brilla; pero en cierto sentido el oro por sí solo no puede estar derecho. A fin de
que las tablas del tabernáculo estén derechas, en el sentido de estar verticales,
se necesita la madera de acacia. La madera de acacia sí puede permanecer
derecha o erguida.

En cuanto al tabernáculo, una vez más vemos que la madera de acacia es la


estructura principal. Esto quiere decir que el agrandamiento de Cristo, que es la
iglesia, está compuesto principalmente de la humanidad de Jesús recubierta de
la divinidad. Necesitamos la humanidad y también la divinidad; pero es la
humanidad la que hace que la iglesia permanezca en pie. Al examinar la
situación actual, vemos que en muchos lugares las llamadas iglesias cristianas
no están derechas, sino que más bien se están cayendo, y algunas ya se han
caído. Ellas pueden decir que son espirituales, pero son espiritualmente
“caídas”, no derechas. Les hace falta la madera de acacia, la humanidad
apropiada de Jesús. Tanto el Arca como el tabernáculo tienen madera de acacia
como su sustancia principal. De la misma manera que Jesús se sostuvo por
medio de la humanidad apropiada, así también sólo Su humanidad puede hacer
que la iglesia permanezca derecha.

En Juan 1:14 la palabra que se tradujo “habitó” también puede ser traducida
como “fijó tabernáculo”: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre
nosotros”. El Verbo que era Dios llegó a ser carne y fijó tabernáculo entre
nosotros. No podemos separar el tabernáculo de la carne. Si Dios había de fijar
tabernáculo entre nosotros, Él necesitaba la carne. Así que Él se hizo carne y
luego fijó tabernáculo entre nosotros. Sin la carne, sería muy difícil para Dios
fijar tabernáculo entre nosotros. Por lo tanto, en cierto sentido la carne es el
tabernáculo y la carne es la humanidad. Claro, aquí la carne no quiere decir la
carne maligna, sino la carne apropiada, pura y elevada del Señor. Dios
necesitaba esta carne para fijar tabernáculo entre nosotros.

En Juan 1:14 vemos que Jesús es este tabernáculo. Si pasamos del libro de Juan
al de Apocalipsis, vemos que Jesús mismo no es solamente el tabernáculo, sino
que Él también es la iglesia, la Nueva Jerusalén. “Y vi la santa ciudad, la Nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para
su marido. Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos
serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos y será Su Dios” (Ap. 21:2-3).
La Nueva Jerusalén está compuesta principalmente de piedras preciosas, las
cuales fueron transformadas de entre la creación de Dios. Ciertamente esto
representa la humanidad. El tabernáculo máximo y final, la Nueva Jerusalén,
que es la consumación máxima y final de la iglesia, está edificada con la
humanidad apropiada, o sea, con la humanidad de Jesús.

DIOS MANIFESTADO EN LA CARNE

Leamos 1 Timoteo 3:15 y 16, dos versículos de las Escrituras que son
maravillosos y van mucho más allá de lo que podemos entender: “Pero si tardo,
escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las
naciones, creído en el mundo, llevado arriba en gloria”. La iglesia es la iglesia
del Dios viviente. La iglesia no es sólo la iglesia de Dios en los cielos o la iglesia
en doctrina, sino que es la iglesia del Dios viviente. La iglesia debe tener a Dios
viviendo en ella, y esta iglesia del Dios viviente es columna y fundamento de la
realidad.

En el tiempo que se escribió 1 Timoteo, imperaba la arquitectura griega, según


la cual se usan columnas o pilares que sostienen todo el edificio. La iglesia del
Dios viviente es como esas columnas con una base que sostiene a Cristo como la
realidad. La palabra verdad en el versículo 15 también se puede traducir
“realidad”. Así pues, para que la iglesia sea tal columna que sirve de sostén para
Cristo como la verdad, ella necesita tener la humanidad apropiada de Jesús.
Esto lo muestra el versículo 16, donde se nos dice que Dios fue manifestado en
la carne. Como hemos visto, la carne es simplemente la humanidad. Esto prueba
que para que la iglesia sea una columna apropiada que sostiene a Cristo como la
realidad, se requiere de la humanidad de Jesús.

Si leemos detenidamente 1 Timoteo 3:16, veremos que este versículo no se


refiere únicamente a Cristo. Este versículo dice que Dios fue manifestado en la
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las
naciones, creído en el mundo y llevado arriba en gloria. Aquí parece que el
apóstol Pablo cometió un error. ¿Fue Cristo llevado arriba en gloria antes o
después de ser predicado entre las naciones? Todos sabemos que Él ascendió
antes de ser predicado; sin embargo, este versículo nos dice claramente que
primero Cristo fue predicado, después creído y después llevado arriba en gloria.
Creo que ahora todos estamos claros. Este Cristo incluye no sólo la Cabeza, sino
también el Cuerpo. Como Cabeza Él fue llevado arribaantes de ser predicado a
las naciones; pero después que Él sea predicado, Su Cuerpo será llevado arriba
en gloria. Por esto podemos ver que la manifestación de Dios en Cristo no es
únicamente en Cristo la Cabeza, sino también en Su Cuerpo, que es la iglesia. En
Cristo Dios fue manifestado en la carne, y Dios está siendo manifestado en la
carne en la iglesia. Esta manifestación no sólo se refiere a la persona individual
de Cristo, sino que es la Persona de Cristo más el Cristo corporativo. En lo que
respecta a la Persona de Cristo, Él fue llevado arriba antes de ser predicado;
pero el Cristo corporativo será llevado arriba en gloria después de la
predicación. Por lo tanto, al juntar estos dos versículos, podemos ver lo que es la
iglesia. La iglesia es simplemente la manifestación de Dios en Cristo, y esto
depende sobremanera de la humanidad de Jesús.

Según nuestro concepto religioso, la palabra carne tiene una connotación


negativa. Siempre que hablamos de la carne nos referimos a algo que es
degradado. Por supuesto que nuestra carne no es buena, pero la carne de Jesús
es mucho mejor que la nuestra. Nosotros no apreciamos nuestra carne debido a
que es tan pobre y pecaminosa, pero tenemos otra carne. ¡La carne de Jesús es
maravillosa! Ésta es Su humanidad perfecta. Por tanto, para que la iglesia
manifieste a Dios, necesitamos la humanidad de Jesús. Necesitamos tomar Su
humanidad. Estoy tan contento de que este versículo no dice que Dios fue
manifestado en el Espíritu, sino que fue manifestado en la carne.
Dios manifestado en la carne es visto por los ángeles y predicado a los gentiles.
No sólo estamos predicando a Cristo, sino a Cristo con la iglesia. ¿Cómo
podemos predicar a la Cabeza sin el Cuerpo? ¿Alguna vez ha visto a una persona
sin su cuerpo? Si usted viniese a la reunión sin su cuerpo, sería un monstruo.
Pero esto es lo que muchos pobres cristianos están predicando hoy en día;
predican únicamente a Cristo la Cabeza. Nosotros predicamos a Cristo con Su
Cuerpo. Cristo y la iglesia son el gran misterio de Dios (Ef. 5:32). Esto es lo que
se debe predicar entre los gentiles. Finalmente este Cristo corporativo será
llevado arriba en gloria. Ésta es la vida de iglesia; sin embargo, para esta vida de
iglesia necesitamos la humanidad apropiada. Ninguna carne es buena para la
vida de iglesia, sea americana, china o japonesa; sólo la carne de Jesús es buena.
En la iglesia necesitamos la humanidad de Jesús.

Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad, es decir, Dios fue


manifestado en la carne. ¿Se imaginan esto: Dios está manifestado en la carne?
Dios no tiene la intención de manifestarse a Sí mismo en los ángeles. Dios no los
ama tanto, pues ellos son solamente Sus siervos. Debido a que Dios ama a la
iglesia, Él se manifestó en la carne. Esto es Cristo y la iglesia, el gran misterio de
Dios.

LA CASA ESPIRITUAL, EL SACERDOCIO

El siguiente punto que debemos ver se encuentra en 1 Pedro. Allí el apóstol


Pedro nos dice que Cristo es la piedra viva y que nosotros somos las piedras
vivas. “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios
escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como
casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (2:4-5). Sabemos que en la Biblia las
piedras representan el material para la edificación. Cristo es la piedra viva, y
nosotros somos las piedras vivas para ser edificados como casa espiritual. Esta
casa espiritual es el sacerdocio. Aprecio la versión en inglés King James en este
versículo, porque pone una coma después de “casa espiritual”, para mostrar que
la casa espiritual es el sacerdocio. “Vosotros también, como piedras vivas, sois
edificados como casa espiritual, sacerdocio santo [heb.]”. Esto prueba que el
sacerdocio es la casa espiritual y que la casa espiritual es el sacerdocio.

En 1966, cuando abarcamos el tema del sacerdocio (The Stream [El manantial],
del tomo 5, núm. 4 al tomo 6, núm. 4), señalamos que en el Nuevo Testamento
la palabra sacerdocio tiene dos significados diferentes. Primeramente se refiere
al servicio o ministerio sacerdotal, y en segundo lugar quiere decir cuerpo
sacerdotal o cuerpo de sacerdotes. En español sólo hay una palabra para
designar el sacerdocio, pero en el griego hay dos palabras con significados
distintos. En Hebreos 7 la palabra traducida “sacerdocio” significa servicio o
cargo sacerdotal, mientras que en 1 Pedro esta palabra significa cuerpo
sacerdotal o cuerpo de sacerdotes. La casa espiritual no es un servicio
sacerdotal, sino un cuerpo de sacerdotes; es una entidad corporativa. Los
sacerdotes edificados juntos son la casa espiritual. Éste es el significado de la
palabra sacerdocio en este pasaje.

En el Nuevo Testamento el sacerdocio es diferente del que se menciona en el


Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, los sacerdotes que son edificados
juntos son el tabernáculo; son la casa espiritual. En la tipología del Antiguo
Testamento es un poco difícil unir estos dos puntos, debido a que el tabernáculo
y los sacerdotes son dos entidades diferentes. Pero en realidad estos dos
tipifican una sola entidad con dos aspectos, esto es, el edificio de Dios que es el
tabernáculo de Dios, o sea, la casa de Dios. Esta casa está edificada con los
sacerdotes quienes son las piedras vivas. Nosotros somos el sacerdocio y somos
las piedras vivas. Cuando somos edificados juntos, llegamos a ser un cuerpo de
sacerdotes, el cual es el sacerdocio.

LA DIETA DEL SACERDOCIO

En Levítico vemos que los sacerdotes vivían principalmente de la ofrenda de


harina. Toda su existencia dependía principalmente de la ofrenda de harina. Los
sacerdotes son las tablas del tabernáculo que están derechas y subsisten al
alimentarse de la ofrenda de harina, la cual representa la humanidad fina de
Jesús. Como los sacerdotes de hoy en día, somos las tablas del tabernáculo, pero
para estar firmes debemos alimentarnos con la humanidad de Jesús. No basta
con alimentarnos de Jesús como el Cordero pascual o el maná celestial.
Alimentarnos del maná celestial sólo nos sustenta para mantenernos en el
desierto; pero para ser las tablas derechas del tabernáculo, necesitamos la
humanidad de Jesús como nuestro alimento diario.

Supongamos que ninguno de los israelitas ofreciera la ofrenda de harina y que


los sacerdotes no recibieran nada como ofrenda de harina. Esto haría que los
sacerdotes padecieran una dieta de hambre; pues no tendrían una alimentación
apropiada. El alimento de los sacerdotes no era ordinaria, sino extraordinaria;
su alimento era la ofrenda de harina. Si la iglesia no disfruta suficientemente la
humanidad de Jesús, la iglesia local será extremadamente débil. Si todos los
miembros disfrutan a Cristo solamente como el Cordero inmolado y como el
maná celestial, pero no lo disfrutan como la ofrenda de harina, todas las tablas
no permanecerán derechas, sino que se vendrán abajo.

Puede ser que poseamos cierto conocimiento bíblico y algunos dones, incluso
podemos tener cierta medida de espiritualidad, pero si no disfrutamos de la
humanidad de Jesús, estaremos simplemente caídos. No habrá nada que nos
sostenga. Lo único que puede mantenernos derechos es la humanidad de Jesús.
En el cristianismo esto se ha perdido y se ha desatendido por siglos. Sin
embargo, creo que el Señor lo va a recobrar. Esto es lo que necesitamos en la
vida de iglesia. El tabernáculo está compuesto principalmente de las tablas, y las
tablas son los sacerdotes, aquellos que solamente pueden existir al alimentarse
de la ofrenda de harina. Nosotros somos los sacerdotes, las tablas, los materiales
para la edificación de la iglesia local. Así que, tenemos que alimentarnos de algo
a fin de permanecer firmes, y este algo es la humanidad de Jesús que es la
ofrenda de harina.

Por ejemplo, supongamos que todos los israelitas hayan ofrecido los
holocaustos, las ofrendas de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la
transgresión, sin presentar la ofrenda de harina. Yo creo que los sacerdotes se
morirían de hambre. Ésta es la situación en que se encuentran los cristianos hoy
en día. Ellos aprecian la muerte del Señor en la cruz como la ofrenda por el
pecado y la ofrenda por la transgresión. Ellos disfrutan la paz con Dios por
medio de Cristo como la ofrenda de paz, pero no lo experimentan como la
ofrenda de harina. Ellos simplemente no tienen esta comprensión o
entendimiento. Por esto entre los creyentes actuales hay poca edificación de la
iglesia.

La iglesia es la casa de Dios; es el tabernáculo actual y está compuesto de tablas


derechas. Dichas tablas son los sacerdotes, quienes sólo pueden subsistir al
alimentarse de la ofrenda de harina. Esto quiere decir que si hemos de ser las
tablas que edifican el tabernáculo de Dios, debemos alimentarnos de la
humanidad de Cristo. Sin la ofrenda de harina, no habría manera de obtener las
tablas derechas para el tabernáculo, y todo el tabernáculo se vendría abajo. Ésta
es la situación actual. Tal vez presentemos el holocausto, la ofrenda de paz, la
ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión; pero si no presentamos la
ofrenda de harina, no tendremos nada con que alimentar a los sacerdotes,
quienes son las tablas derechas. El verdadero sostén es el alimento sacerdotal de
la ofrenda de harina. Sólo la humanidad de Jesús es el alimento sacerdotal que
puede sostener a los sacerdotes como las tablas derechas. Todos debemos orar
para que podamos experimentar y masticar la humanidad de Jesús. Entonces
tendremos algo de Su humanidad que podemos traer a la reunión y presentar a
Dios como una ofrenda de harina. Esta ofrenda de harina será la comida
sacerdotal para muchos de los sacerdotes entre nosotros, capacitándolos para
ser las tablas derechas. Es así que el tabernáculo será edificado y Dios tendrá
una morada.

UN SOLO Y NUEVO HOMBRE

Finalmente, en el libro de Efesios vemos al nuevo hombre. Para ver a este nuevo
hombre debemos leer tanto Efesios 2:15 como 4:24: “Aboliendo en Su carne la
ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Sí mismo de
los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz [...] Y os vistáis del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. La iglesia es
el nuevo hombre, y como hombre requiere una humanidad apropiada, una
humanidad nueva, la cual es simplemente Cristo. Debemos vestirnos del nuevo
hombre, es decir, debemos vestirnos de la humanidad de Jesús.

Efesios 2:15 dice que Cristo ya creó el nuevo hombre, y Efesios 4:24 nos dice que
nos vistamos del nuevo hombre. Permítanme darles un ejemplo. Cristo ya ha
cumplido la redención, pero debemos aplicarla a nosotros mismos. Esto quiere
decir que debemos vestirnos de Su redención; de no ser así la redención no
tendrá ningún efecto en nosotros. El principio es el mismo con el nuevo hombre.
El nuevo hombre ya fue creado, pero necesitamos vestirnos del nuevo hombre y
aplicar a nosotros mismos lo que Cristo ha creado en la cruz. La manera de
vestirnos del nuevo hombre es simplemente disfrutar la humanidad de Jesús. Al
participar de la humanidad de Jesús día tras día, nos revestimos del nuevo
hombre.

CAPÍTULO DIEZ

EL PODER QUE UNE


EN LA VIDA DE IGLESIA
Lectura bíblica: Éx. 26:26-29; Lc. 15:22; Ef. 1:13b; 4:2, 3; Hch. 16:6, 7

Hemos visto que el tabernáculo estaba compuesto de tablas de madera


recubiertas de oro. También vimos que lo que sostenía al tabernáculo no era el
oro, sino la madera. La madera era el elemento principal por el cual el
tabernáculo permanecía erguido; es más, la madera era el elemento principal
del tabernáculo. El oro le proveía el decorado, la belleza, el valor y la
preciosidad, pero la madera posee el poder que le permitía estar derecho o
erguido. La madera es un tipo de la humanidad de Jesús, y esto indica que el
poder que hace que la iglesia, el tabernáculo de hoy en día, esté derecha, es la
humanidad de Jesús. Si estamos escasos de la humanidad de Jesús, la iglesia
será muy débil y no tendrá poder para permanecer derecha. Para que la iglesia
tenga el poder para permanecer erguida, debe tener la madera de acacia, que es
la humanidad de Jesús.

LAS BARRAS QUE UNEN LAS TABLAS

El tabernáculo no sólo tenía tablas, sino también barras: “Harás también cinco
barras de madera de acacia para las tablas de un lado del Tabernáculo, cinco
barras para las tablas del otro lado del Tabernáculo y cinco barras para las
tablas del lado posterior del Tabernáculo, hacia el occidente. La barra central
pasará en medio de las tablas, de un extremo al otro. Recubrirás de oro las
tablas, y harás sus argollas de oro para meter por ellas las barras; también
recubrirás de oro las barras” (Éx. 26:26-29).

El tabernáculo tenía en un lado veinte tablas derechas y veinte al otro, y del lado
posterior, el lado occidental, había ocho tablas. En total el tabernáculo tenía
cuarenta y ocho tablas individuales y derechas. ¿Cómo podían todas estas tablas
ser una? ¿Cómo podían estar unidas? Ésa era precisamente la función de las
barras. Al disfrutar de la humanidad de Jesús, llegamos a ser como tablas
derechas y fuertes; pero tal vez no estemos unidos a las demás tablas. Tenemos
la capacidad de permanecer derechos, pero aún no estamos unidos a las otras
tablas. Es por eso que necesitamos las barras que unen. Las barras también
estaban hechas de madera de acacia recubiertas de oro, pero los anillos por
donde pasaban las barras eran de oro sólido.

Aunque las cuarenta y ocho tablas estaban derechas, eran las barras las que las
mantenían unidas. Éxodo 26:26-29 nos dice claramente que en cada uno de los
tres lados del tabernáculo había cinco barras, incluyendo la barra central que
pasaba de un extremo a otro. Entonces, si la barra central era una barra larga
que iba de un extremo a otro, ¿dónde iban colocadas las otras cuatro barras?
Seguramente la primera barra estaba más arriba de la barra central, pero
solamente llegaba hasta en medio. Y la segunda barra, colocada también más
arriba de la barra central, completaba la otra mitad. La cuarta barra debió estar
colocada muy por debajo de la barra central, extendiéndose hasta la mitad, y la
quinta, colocada al mismo nivel bajo, completaría la otra mitad. Por lo tanto
vemos que había cinco barras en cada lado, con la barra de en medio pasando de
un extremo al otro. Sabemos que estas cuatro barras deben haberse colocado de
esta manera, porque la barra central se extendía de un extremo al otro; de no ser
así, no habría habido una barra en medio. Por tanto, tenemos el número cinco,
ya que hay cinco barras, y tenemos el número tres, debido a que las barras
formaban tres líneas.

LAS ARGOLLAS DE ORO

A cada lado del tabernáculo, las barras unían las tablas. Pero no era suficiente
tener sólo las tablas y las barras; además se necesitan las argollas o anillos. Las
argollas de oro estaban adheridas al oro que recubría las tablas. Cada tabla
estaba recubierta de oro, y en cada una de las tablas había tres argollas de oro
sólido, adheridas al recubrimiento de oro. Así que habían por lo menos 144
anillos para las quince barras de los tres lados del tabernáculo. Cuando se
juntaban las tablas, las barras y las argollas, allí estaba la unidad. Cuando las
cuarenta y ocho tablas se unían y se juntaban, llegaban a ser una sola morada.

Según la tipología, las barras que unen simbolizan al Espíritu Santo, y los anillos
también representan al Espíritu Santo. Ambos son tipos del Espíritu Santo; pero
¿por qué se necesitan las barras y las argollas para tipificar al un solo Espíritu
Santo? Esto requiere la experiencia apropiada y también los versículos
apropiados que lo confirmen. La última parte de Efesios 1:13 dice: “En Él
habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Ésta es
la experiencia inicial que tenemos del Espíritu Santo. Una vez que una persona
cree en el Señor, ella es sellada con el Espíritu Santo. Sin embargo, en el mismo
libro, en Efesios 4:3, leemos: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz”. En este versículo no se usa la palabra Santo después de la
palabra Espíritu. Debemos guardar la unidad del Espíritu, y más adelante
veremos que existe una razón muy importante para esto. Por supuesto que
algunos dicen que aquí el Espíritu se refiere al Espíritu Santo, y estoy de
acuerdo. Pero no debemos pensar que el apóstol Pablo haya hablado de manera
descuidada. Hay una razón por la que él usó en Efesios 1:3 el término Espíritu
Santo y en 4:3 el término el Espíritu.

LA DIFERENCIA ENTRE LAS ARGOLLAS Y LAS BARRAS

¿Cuál es la diferencia entre el sello del Espíritu Santo y guardar la unidad del
Espíritu? Recibir el sello del Espíritu Santo es fácil. Cuando creemos, lo
recibimos. Pero guardar la unidad del Espíritu no es fácil. Después de recibir el
Espíritu, debemos guardar la unidad del Espíritu. Si yo les preguntase si tienen
el sello del Espíritu, ustedes me contestarían: “Amén”; pero ¿guardan la unidad
del Espíritu? Esto es otra cosa. Supongamos que hay tres hermanos que han
creído en el Señor Jesús; por ende, ellos están sellados con el Espíritu. Pero ellos
viven juntos en la misma casa y se pelean todo el tiempo; ¿creen que ellos están
guardando la unidad del Espíritu?

Los verbos que usa el apóstol Pablo en Efesios 1:13 están en tiempo pasado: “En
Él habiendo creído, fuisteis sellados”. Esto es un hecho cumplido. Pero en el
capítulo 4, él dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu”. Vemos que
estas personas tienen algo, pero también les hace falta algo. Han sido sellados
con el Espíritu Santo, pero les falta ser diligentes en guardar la unidad del
Espíritu. Entonces vemos que recibir el sello del Espíritu Santo es una
experiencia inicial, mientras que guardar la unidad del Espíritu es algo que
requiere crecimiento y perfeccionamiento. Todos hemos sido sellados con el
Espíritu. Esto ocurre al comienzo de nuestra vida cristiana; no tiene condiciones
ni términos, porque es un hecho consumado. Pero guardar la unidad del
Espíritu depende de ciertas condiciones. Tal vez usted la guarde y yo no. Quizás
yo la guarde ahora, pero no después. Quizás usted la guarde hoy, pero no
mañana.

Guardar la unidad del Espíritu es un gran avance, comparado a ser sólo sellados
con el Espíritu Santo. Es un solo Espíritu pero en dos etapas. En la primera
etapa de nuestra vida cristiana, el Espíritu Santo es el Espíritu que nos sella.
Pero debemos avanzar de la primera etapa a la segunda, a fin de experimentar al
Espíritu como las barras que unen.

En la primera etapa el Espíritu Santo es simplemente un anillo. En los tiempos


antiguos los anillos eran usados como un sello, y aún hay quienes siguen
usándolos así. Todos los objetos del tabernáculo en Éxodo tienen un significado
espiritual. Los anillos de oro sobre las tablas son un tipo del Espíritu que nos
sella. El Espíritu Santo es el anillo de oro que nos sella. Después de ser salvos,
fuimos sellados con el Espíritu Santo.

Esto lo podemos ver en Lucas 15, donde se relata el regreso del hijo pródigo:
“Pero el padre dijo a sus esclavos: Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle; y
poned un anillo en su mano” (v. 22). El padre puso un vestido sobre su hijo, que
representa a Cristo como nuestra justicia. Pero eso no es todo. También le puso
un anillo en su mano. Éste es el sello del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos
fue dado como un sello.

Todas las tablas del tabernáculo tenían anillos, pero no eran unidas sólo por
ellos. Necesitaban las barras que unen. Por ejemplo, dos hermanos pueden ser
salvos y tener el sello del Espíritu Santo, pero quizás discutan y actúen siempre
independientemente el uno del otro. Ellos necesitan humildad, mansedumbre y
longanimidad, y soportarse el uno alo otro en amor (Ef. 4:2), lo cual no puede
provenir de su humanidad; más bien, requiere otro tipo de humanidad. En lugar
de traducir “soportándoos los unos a los otros”, una versión tradujo “haciendo
provisión”. Ésta es la razón por la que necesitamos ser diligentes en guardar la
unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Si estos dos hermanos avanzaran de
la primera etapa del Espíritu a la segunda, podrían progresar. No solamente
experimentarían al Espíritu Santo como los anillos de oro, sino que también lo
experimentarían como la barra, como el vínculo que los une. En la primera
etapa el Espíritu Santo era solamente una argolla de oro puro; no tenía la
madera. Pero en la segunda etapa, algo le fue añadido. Ahora no sólo tiene el
oro, sino también la madera de acacia. En vez de un elemento, ahora hay dos.
Por consiguiente, para guardar la unidad, necesitamos la humanidad de Jesús.

EL ESPÍRITU DE JESÚS

Muchos cristianos hablan del Espíritu Santo o del Espíritu de Dios, pero ¿han
oído del Espíritu de Jesús? En toda la Biblia esta frase se usa sólo una vez, y la
versión King James, en inglés, no la tiene. La traducción apropiada de Hechos
16:6-7 es la siguiente: “Atravesaron la región de Frigia y Galacia, habiéndoles
prohibido el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia,
intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”.
Muchos cristianos nunca han oído que el Espíritu de Dios es ahora también el
Espíritu de un hombre. Esto se debe a que el Espíritu hoy no es solamente el
Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús. El nombre Jesús no es un
título divino, sino el nombre de un hombre. Hoy en día el Espíritu no es sólo el
Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús. El Espíritu de Dios sólo
tiene un elemento, que es la divinidad de la naturaleza divina; pero el Espíritu
de Jesús tiene otro elemento, que es la humanidad de Jesús. En este Espíritu
hay tanto divinidad como humanidad. Este Espíritu es el Espíritu de Dios
porque tiene la divinidad en Él, y Él es el Espíritu de Jesús porque también tiene
la humanidad dentro de Él.

Quiero citarles algunas oraciones del libro El Espíritu de Cristo, escrito por
Andrew Murray. En el capitulo 5, titulado: “El Espíritu del glorificado Jesús”, él
dice: “De Su naturaleza, que había sido glorificada en la resurrección y
ascensión, surgió Su Espíritu como el Espíritu de Su vida humana, la cual fue
glorificada en su unión con la vida divina, a fin de hacernos partícipes de todo lo
que Él personalmente había logrado y adquirido de Sí mismo y de Su vida
glorificada. En virtud de haber perfeccionado en Sí mismo una nueva y santa
naturaleza humana para nosotros, Él ahora podía comunicar lo que antes no
existía: una vida que a la vez es humana y divina. Y el Espíritu Santo pudo
descender como el Espíritu del Dios-hombre: quien es ciertamente el Espíritu
de Dios y, sin embargo, es genuinamente el espíritu del hombre”.

El Espíritu de Jesús hoy no sólo es el Espíritu de Su divinidad, sino también el


Espíritu de Su humanidad. Cuando recién fuimos salvos, experimentamos al
Espíritu únicamente como el Espíritu divino con Su divinidad, pero a medida
que crecemos, comenzamos a experimentarlo no sólo como el Espíritu de
divinidad, sino también como el Espíritu de humanidad. Es en el Espíritu de Su
humanidad donde se encuentra la barra que une. Como el Espíritu de divinidad,
Él es el anillo que nos sella, pero como el Espíritu de humanidad, Él es la barra
que nos une por los anillos.

LAS VIRTUDES HUMANAS ELEVADAS

Para que la vida de iglesia se mantenga derecha y unida, necesitamos la


humanidad de Jesús. Nunca había visto tan claramente la razón por la cual el
apóstol Pablo cita tantas virtudes humanas en Efesios 4:2-3. Él menciona la
humildad, la mansedumbre o la gentileza, la longanimidad, y el soportarnos los
unos a los otros en amor. Todas éstas son virtudes humanas y todas son
necesarias para poder guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
todas se relacionan con la unidad del Espíritu. Aquí no se menciona el Espíritu
Santo o el Espíritu de Dios, sino el Espíritu, que es el Espíritu del hombre o el
Espíritu de la humanidad. De hecho es el Espíritu de Dios, pero aquí se
menciona como el Espíritu de humanidad.

Necesitamos otro ejemplo para estar más claros. Supongamos que hay dos
hermanos que estaban enfermos. Uno de ellos tuvo cáncer hace tres años, y el
Señor lo sanó; el otro casi muere de una enfermedad, pero el Señor lo libró.
Ambos recibieron una sanidad milagrosa de parte del Señor. Pero ¿creen
ustedes que estos dos hermanos puedan algún día ser uno debido a tales
milagros? Me temo que cuanto más ellos hablen de sus milagros, más divididos
estarán. Ellos necesitan invocar: “Oh Señor Jesús, Tú eres tan humilde, tan
manso; Tú eras así cuando estuviste en la tierra y ahora, Señor Jesús, Tú eres
ese hombre en mí. ¡Oh Señor Jesús. Oh Señor Jesús!”. Si estos dos hermanos
aprenden a invocar al Señor de esta manera, espontáneamente serán uno. Esta
experiencia del Espíritu es la barra que los une, la cual está hecha de madera de
acacia, que representa la humanidad de Jesús. Mientras más hablen de sus
milagros, más individualistas serán. Pero cuanto más mastiquen la humanidad
del Señor Jesús, más espontáneamente serán uno con el Señor y con los demás.

Hoy en día el Señor Jesús es el Espíritu de humanidad; Él es el Espíritu de un


hombre. Su humanidad está en el Espíritu Santo, tal como Su divinidad está en
el Espíritu Santo. Todos tenemos los anillos de oro, pero aún no podemos ser
uno. Necesitamos las barras que nos vinculan, o sea, el Espíritu del hombre
Jesús. El gran poder de Jesús está en Su divinidad, pero Su humildad, Su
mansedumbre y todas Sus virtudes humanas se hallan en Su humanidad. Es
solamente en estas virtudes humanas que podemos guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz.

Debo repetir una vez más que la humildad, la mansedumbre y la gentileza no


son virtudes de la divinidad, sino de la humanidad. La longanimidad y el
soportarnos los unos a los otros en amor también son virtudes humanas. Todas
estas virtudes están en el Espíritu de un hombre. Puesto que Jesús ha elevado la
naturaleza humana, ¡ahora hay algo en el universo que no existía antes de Su
resurrección, esto es, la naturaleza humana elevada de Jesús! Esta humanidad
es ahora un elemento del Espíritu de Jesús. Si invocamos Su nombre y nos
alimentamos de Él, todas las virtudes de Su naturaleza humana elevada serán
nuestras, y por Su humanidad podremos ser uno. Es sólo al tener estas
experiencias que podemos guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

No necesitamos prestar mucha atención a los milagros o a la vida victoriosa,


pero sí necesitamos disfrutar a Jesús como un hombre. Cuanto más
mastiquemos a Jesús como un hombre, más disfrutaremos todas las virtudes de
Su humanidad. Entonces el Espíritu llegará a ser las barras que nos unen. No
importa cuánto los hermanos tomen ventaja de nosotros, nosotros lo
permitiremos; estaremos tan dispuestos a soportarnos los unos a los otros en
amor. Esto no proviene de las virtudes divinas, sino de las virtudes humanas. Es
al llevar esta clase de vida que espontáneamente somos uno. Entonces
estaremos unidos por las barras de madera de acacia recubiertas de oro.

CINCO BARRAS EN TRES LÍNEAS

Ahora regresamos a las cinco barras que formaban tres líneas a cada lado del
tabernáculo. El número cinco en la Biblia siempre se compone de cuatro más
uno. Si vemos nuestra mano, veremos que tenemos cuatro dedos más un pulgar.
Nunca contamos nuestros dedos como tres más dos, sino que siempre es cuatro
más uno. Si tuviésemos tres dedos y dos pulgares sería un poco raro. Más aún, si
tuviésemos sólo dedos o sólo pulgares, sería peor. La creación de Dios es
maravillosa. ¿Cómo alguien puede decir que no hay Dios? El mejor diseñador no
podría diseñar una mano de esta forma. En la Biblia el número cuatro denota a
las criaturas; hay cuatro seres vivientes en Apocalipsis 4:6, y el número uno
denota al único Dios. Así que, cuatro más uno denota al hombre más Dios.
Antes de ser salvos, no teníamos a Dios; pero ahora que somos regenerados,
somos el hombre más Dios. El número cinco representa al Dios que se añade al
hombre a fin de que tome responsabilidad. Estas cinco barras no sólo están allí
por el aspecto externo, sino que están puestas de tal forma que mantienen las
tablas unidas. Ésa es la responsabilidad de las barras.

Estas cinco barras están distribuidas en tres líneas. Tres significa resurrección.
Así pues, el Señor Jesús resucitó el tercer día. Somos el hombre más Dios, pero
en resurrección; no es en nuestra disposición natural, sino en resurrección. Y no
sólo hay tres hileras de barras, sino que el tabernáculo tiene también tres lados.
Esto representa al Dios Triuno. Así que, tenemos al hombre más Dios en
resurrección junto con las tres personas del Dios Triuno. Es así como somos
uno. Todas las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo estaban unidas de esta
manera. Ya que hoy en día somos dichas tablas, debemos estar totalmente
unidos al tomar la humanidad de Jesús en resurrección con el Dios Triuno.

El factor principal del poder que une en la vida de iglesia es la madera de acacia,
la cual está dentro del oro. La unidad proviene de la humanidad de Jesús, y esta
humanidad hoy se halla en el Espíritu. Cuando tenemos este Espíritu, tenemos
la humanidad de Jesús, la resurrección y el Dios Triuno. Todos estos asuntos
están relacionados con la humanidad de Jesús. Si nosotros simplemente
disfrutamos Su humanidad, tendremos la resurrección más el Dios Triuno.
Pongamos nuestros ojos en el Señor, para que todos estos asuntos sean puestos
en práctica en nuestra vida diaria.

CAPÍTULO ONCE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
Y LOS DONES DADOS AL CUERPO

Lectura bíblica: Sal. 68:18; Ef. 4:7-8, 11-16

Los siete capítulos anteriores sobre la ofrenda de harina abarcaron cinco puntos
principales. El primer punto fue acerca del significado de la ofrenda de harina.
Vimos que la ofrenda de harina era un regalo para Dios, que consiste de la
humanidad de Jesús que hemos experimentado, disfrutado y apreciado.
Segundo, la ofrenda de harina constituye una adoración a Dios. Tercero, la
ofrenda de harina constituye el alimento sacerdotal para el sacerdocio. Cuarto,
la ofrenda de harina no sólo constituye la adoración a Dios y el alimento para el
sacerdocio, sino que también produce las tablas derechas, que son la estructura
principal de la morada de Dios. Cuando nosotros los sacerdotes nos
alimentamos de la ofrenda de harina, todos llegamos a ser tablas derechas.
Quinto, la ofrenda de harina forma el tabernáculo en virtud de que une todas las
tablas.

LAS PERSONAS DOTADAS

El sexto punto es profundo y difícil de explicar. Es tal vez el aspecto más


profundo de la ofrenda de harina; se relaciona con la producción de los dones.
Los dones en Efesios 4 no son habilidades, sino personas dotadas, tales como
los apóstoles, profetas, evangelistas, y los pastores y maestros. No son destrezas
o habilidades, sino que son personas dotadas que poseen destrezas o
habilidades. Más aún, Efesios 4:11-16 revela que no sólo los apóstoles, profetas,
evangelistas, y pastores y maestros son dones dados al Cuerpo, sino que cada
miembro del Cuerpo es un don.

Consideren su propio cuerpo. Cada miembro de su cuerpo es un don a su


cuerpo. No piense que sólo el apóstol Pablo fue un don dado al Cuerpo y que
usted no lo es. Tal vez Pablo era un brazo, pero usted al menos puede ser un
meñique. El brazo es un don del Cuerpo; pero no importa cuán pequeños
seamos, aun menos que el más pequeño, seguimos siendo dones para el Cuerpo.
Efesios 4 habla de la eficaz operación de cada miembro en su medida. Cada uno
de nosotros es al menos uno de los muchos miembros, y todos los miembros son
dones.

SER CONSTITUIDOS COMO DONES

Ahora debemos ver cómo es que los dones son producidos o constituidos.
Cuando Pablo era Saulo de Tarso no era un don; él era un perseguidor, un
enemigo, del Cuerpo. Sin embargo, después que fue salvo, él llegó a ser un don.
Pero la frase llegar a ser no es muy adecuada; es mejor decir que después que él
fue salvo, fue constituido en un don. Él era un rebelde, un enemigo y
perseguidor del Cuerpo, pero fue constituido un apóstol. Ser constituido un
apóstol significa ser conformado o transfigurado con nuevos elementos que nos
han sido añadidos. Si estos elementos no nos son añadidos, no seremos
constituidos de ellos. Pablo era un rebelde, pero el elemento nuevo que le fue
añadido a este rebelde destruyó sus gérmenes rebeldes. Otros elementos
también le fueron añadidos, con los cuales fue edificado como un apóstol.

El punto que debemos ver es que el elemento principal con el que Pablo fue
constituido un apóstol es la humanidad de Jesús. Para probar esto, debemos
leer una mejor traducción de Salmos 68:18: “Subiste a lo alto, tomaste cautivos.
/ Tomaste dones de los hombres, / también de los rebeldes, / para que habite
entre ellos Jah Dios”. Cristo ascendió a lo alto y, habiendo conquistado a todos
Sus enemigos, llevó cautivo un séquito corporativo de enemigos vencidos, que
incluía a Pablo, el apóstol. Entonces, el Señor recibió dones en el hombre y para
el hombre, aun para el hombre rebelde. Él recibió los dones en
Su humanidad para nuestra humanidad rebelde. Así que, en este versículo
vemos dos clases de humanidades: la humanidad de Jesús, por medio de la cual
Él recibió los dones, y nuestra humanidad rebelde, para quienes Él recibió los
dones.

DE REBELDE A APÓSTOL

Creo que todos sabemos cómo Cristo hizo que un rebelde como Saulo de Tarso
fuera un apóstol. Saulo había perseguido a Esteban y a otros en Jerusalén y, no
satisfecho con esto, fue a los sumos sacerdotes y obtuvo autoridad para ir a
Damasco a encarcelar a todos los que invocaban el nombre del Señor. Mientras
Saulo iba de camino, una luz resplandeció del cielo, y él cayó a tierra. El Señor le
preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Cuando Saulo le preguntó
quién era, el Señor le contestó que Él era Jesús a quien él perseguía. Desde ese
momento, algo del Jesús ascendido entró en ese rebelde. Saulo era tan
inteligente y podía verlo todo; pero después que Jesús entro en él, fue cegado.
No podía ver nada. Muchos de nosotros necesitamos ser cegados. Cuando
verdaderamente Jesús entra en nosotros, ya no podemos ver más. Al principio
Saulo era el que guiaba a otros, y ahora otros lo guiaban a él (Hch. 9).

El proceso por el que Saulo fue constituido un apóstol, continúa desde aquel día
hasta llegar al capítulo 13 de Hechos. Jesús hizo de este rebelde un apóstol, y
llegó a ser uno de los apóstoles más notables. Pero no piensen que llegó a ser un
apóstol de la noche a la mañana. Tener la constitución de un apóstol requiere un
periodo largo de tiempo; se requiere un largo proceso para que todos los
elementos del Jesús ascendido le fuesen añadidos a Saulo. Jesús lo hizo un
apóstol, forjando todos Sus propios elementos en él. Jesús ha recibido del Padre
a todas las personas salvas, y todas ellas, incluyendo a Saulo, llegaron
finalmente a ser dones. Cristo recibió estos dones en Su humanidad, y después
dio todos estos salvos a Su Cuerpo para el perfeccionamiento del mismo.

EN EL HOMBRE

Para hacer y constituir una persona dotada se requiere la humanidad de Jesús.


Jesús no llevó a cabo esto en Su divinidad, sino en Su humanidad. Él recibió los
dones en el hombre. La Nueva Traducción de Darby usa la frase en hombre. El
Señor recibió los dones como un hombre, en la condición y posición de hombre.
Después de Su ascensión, Él no recibió los dones en la posición de Hijo de Dios,
sino en la posición de hombre. El hecho de que Él recibiera los dones, significa
que Él los hizo dones.

Cristo nos recibió del Padre cuando fuimos salvos. Fuimos llamados y escogidos
por Dios en la eternidad, así que le pertenecíamos al Padre. Pero después el
Padre nos dio a Jesús. El Padre dio y el Hijo recibió. Después que el Hijo nos
recibió, nos envió, por ejemplo, a la iglesia en Los Ángeles, donde llegamos a ser
dones para la edificación de la iglesia. Primero fuimos escogidos, predestinados
y llamados por el Padre, y después fuimos dados a Su Hijo Jesús. Finalmente
Jesús nos dio como dones a la iglesia en Los Ángeles. Sin embargo, si todos los
que fueron escogidos, predestinados, llamados y dados serán o no dones
adecuados, depende de que la humanidad de Jesús se haya forjado en ellos y
forme parte de su constitución. El factor determinante es cuánto de la
humanidad de Jesús ha sido forjada en nuestro ser. Así pues, el Señor no nos
recibió en Su divinidad, sino en Su humanidad. Esto es muy significativo.

En el pasado hemos hablado mucho acerca de que necesitamos que la vida y la


naturaleza divinas se forjen en nosotros. No obstante, si pasamos más tiempo
orando-leyendo la Palabra, veremos que Dios tiene la intención de forjar Su vida
divina en nosotros con una naturaleza humana. Dios desea forjar a Cristo en
nosotros, y Cristo no es sólo el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre.
Dios intenta forjar a una Persona en nosotros que tiene la vida de Dios y la
naturaleza de hombre.
Recuerdo algunos misioneros que conocí hace años en el Lejano Oriente.
Algunos tenían estudios de doctorado y eran excelentes predicadores, pero no
eran muy útiles. Sin embargo, otros no eran eruditos ni tenían un grado
universitario, pero el Señor los usaba sobremanera. En ese tiempo no entendía
la razón de esto, pero ahora sí sé la razón. Los que eran más útiles en las manos
del Señor, eran los que disfrutaban la humanidad de Jesús. Tal vez ellos no
conocían esta terminología; sin embargo, participaban de la humanidad del
Señor. Algunos misioneros no podían ni predicar ni enseñar bien; pero debido a
que ellos experimentaban la humanidad de Jesús, trajeron un buen número de
personas al Señor.

He visto muchas clases de cristianos: los formales, los fundamentalistas, los


pentecostales y los de la vida interior. No sólo he visto estas diferentes clases de
cristianos, sino que, bajo la soberanía del Señor, estuve entre muchos de ellos.
Debo decirles que todos ellos experimentaban muy poco la humanidad de Jesús.
Se supone que los pentecostales son poderosos y que los fundamentalistas
conocen bien la Biblia, pero a la postre no son muy útiles al Señor porque
carecen de la humanidad de Jesús. Ellos son dones dados al Cuerpo, pero están
carentes de la humanidad de Jesús.

“JESUSMENTE” HUMANOS

Por favor, no me malentiendan cuando les hablo de la humanidad apropiada.


Me doy cuenta de que algunos piensan que simplemente debemos ser humanos;
así que dicen: “Seamos humanos. Dios no quiere ángeles; quiere seres humanos.
Vamos a la playa, juguemos deportes y miremos televisión”. Eso será muy
humano, pero no es ser “Jesusmente” humanos. Nosotros debemos ser
“Jesusmente” humanos, y no sólo humanamente humanos. Tampoco me refiero
a nuestra humanidad natural y caída. No debemos traer nada natural a la esfera
de Jesús. Ya tenemos suficiente de esa clase de humanidad. Necesitamos otra
categoría de humanidad, una naturaleza nueva, santa, como la menciona
Andrew Murray en su libro El Espíritu de Cristo. Jesús no perfeccionó Su
naturaleza humana de manera natural, sino de manera divina. Es humanidad y,
sin embargo, es también divina.

Jesús es un hombre, pero Su humanidad tiene una fuente distinta a la nuestra.


Por medio de Su muerte y resurrección Él elevó esta humanidad. Ahora Su
humanidad no es solamente nueva y santa, sino también elevada. Nuestra
humanidad natural nunca puede corresponder a Su humanidad. Es difícil poder
discernir la diferencia entre estas dos mediante nuestras palabras, pero en
nuestra experiencia hay una gran diferencia. Nuestra humanidad en el mejor de
los casos es sólo una sombra; la humanidad de Jesús es la realidad. Una flor
verdadera y una artificial se ven iguales en tamaño, color y forma. Si no se tiene
el discernimiento, podríamos decir que son idénticas; pero no lo son en lo más
mínimo. Una procede de la vida; la otra no tiene el elemento de vida.

MIEMBROS ÚTILES

Para edificar la iglesia local hoy en día, es menester que las tablas derechas, las
barras que unen y todos los miembros sean los dones apropiados, al tener como
su elemento constitutivo la humanidad de Jesús. No sólo debemos estar
derechos y unidos, sino que además debemos ser útiles. Cada miembro entre
nosotros debe ser útil. Todos somos dones dados al Cuerpo, así que debemos ser
útiles y ejercer nuestra función. ¿Cómo podemos hacer esto? Solamente al estar
constituidos de la humanidad de Jesús.

Hace años no podía hablar de esta manera, debido a que no había recibido esta
luz. No estaba claro, aunque sí tenía cierta experiencia. ¡Alabado sea el Señor,
pues ahora vemos que necesitamos la humanidad de Jesús! En el pasado
pensábamos que si recibiésemos ciertos dones o manifestaciones del bautismo
en el Espíritu Santo, si tuviésemos cierta clase de conocimiento bíblico con el
entrenamiento apropiado, ciertamente seríamos útiles. Y todo esto puede ser
útil; pero finalmente lo que podemos hacer sin la humanidad de Jesús, lo
derribaremos con lo que somos. El hermano Watchman Nee solía decirnos que
algunos hermanos edifican doce pulgadas por lo que hacen y derriban catorce
con lo que son. Esto quiere decir que ellos derriban más de lo que edifican; por
eso es mejor que no hagan nada. Podemos edificar algo con nuestra doctrina y
conocimiento bíblicos, pero hacemos más daño de lo que edificamos debido a
nuestra carencia de la humanidad de Jesús. En la vida de iglesia necesitamos la
humanidad de Jesús mucho más que los dones, mucho más que el llamado
bautismo o el conocimiento de la Biblia.

PERFECCIONAR Y EQUIPAR

Efesios 4:11-12 dice que las personas dotadas no edifican la iglesia directamente
sino indirectamente. “Él mismo dio a unos como apóstoles, a otros como
profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
Cuerpo de Cristo”. Todas las personas dotadas existen para perfeccionar a otros,
a fin de equiparlos para que sean miembros útiles. Perfeccionar y equipar a los
santos es simplemente ayudarles a crecer en vida. Perfeccionar y equipar a los
santos es alimentarlos con la ofrenda de harina, la humanidad de Jesús.

Supongamos que tenemos un bebé normal con todos sus órganos y todos sus
miembros apropiados. Muchos de los miembros del pequeño bebé aún no
funcionan adecuadamente, porque les falta crecimiento y madurez. El bebé
tiene dos pies y dos piernas, pero no puede pararse o caminar porque aún no ha
crecido en vida; así que la madre deberá perfeccionarlo y equiparlo. Ella no lo
hace poniendo sobre él muchos objetos de buena calidad. Si la madre va al
supermercado y compra muchos víveres, y los amontona sobre el bebé, no lo
ayudaría. Sólo hay una manera en que la madre puede perfeccionar al bebé a fin
de que madure; a saber: alimentarlo. Si el bebé recibe el alimento adecuado,
crecerá en vida. Todos sus órganos y miembros se desarrollarán y manifestarán
su función.

Todos hemos nacido sacerdotes; nacimos de la familia sacerdotal. Pero somos


sacerdotes “bebés” que necesitan crecer en vida. El alimento principal que nos
ayudará a crecer para ser sacerdotes maduros es la ofrenda de harina, que
representa la humanidad de Jesús. Esta ofrenda de harina resulta de la labor
que realizan aquellos que tienen mayor madurez. En la vida de iglesia debe
haber hermanos maduros que laboren en la buena tierra para producir el grano
requerido en la elaboración de la ofrenda de harina. Ellos deben traer esta
ofrenda a la Tienda de Reunión y presentarla al Padre. Lo que sobre será el
alimento que sirve para alimentar a la familia sacerdotal.

EL ALIMENTO APROPIADO

Hoy en día el Señor Jesús está haciendo que ciertos miembros de Su Cuerpo
sean constituidos dones apropiados para el Cuerpo, y lo hace con Su propia
humanidad. Él ha recibido dones en el hombre y en la posición de hombre. Por
lo tanto, la manera más rápida de crecer es alimentarse de la humanidad de
Jesús. No se trata de tener dones o más conocimiento bíblico, aunque tampoco
es mi propósito estar en contra de estas cosas. La manera más rápida en que los
cristianos pueden crecer es alimentándose de la humanidad de Jesús. Cuanto
más mastiquemos a Jesús, más rápido creceremos.

Muchos entre los cristianos actuales son maduros, pero no son maduros en vida.
Son maduros en términos del conocimiento, la enseñanza o los dones, pero en lo
que respecta a la vida, ellos son bebés. No importa qué clase de don tengamos,
es sumamente fácil ser llevados, sacudidos y zarandeados por los vientos de
enseñanza. En la actualidad los cristianos poseen todas estas cosas, pero no son
estables; les es fácil cambiar. Esto se debe a que carecen del crecimiento en vida
apropiado.

No piensen que estoy criticando a los cristianos. Simplemente les presento los
hechos propios del cristianismo actual. En Lucas 24:49 el Señor comparó el
bautismo del Espíritu Santo a una vestidura. Se les dijo a los discípulos que
esperasen hasta que fuesen investidos de poder desde lo alto. ¿Puede alguien
crecer por ser investido? Sabemos que las vestiduras no sirven para crecer, sino
para cubrir. Lo que falta hoy en día es la comida apropiada para los cristianos.
Los dones no nos pueden alimentar, el conocimiento no nos puede alimentar, ni
aun la mejor capacitación nos puede alimentar. Podemos hacer muchas cosas,
pero las ocupaciones no nos pueden alimentar. Es por eso que en la actualidad
muchos cristianos son tan pobres. Ellos tienen la vestidura, el conocimiento y la
capacidad, pero no tienen alimento. El alimento proviene solamente de la
humanidad de Jesús, y la humanidad de Jesús es el alimento principal de los
sacerdotes.

Los que toman responsabilidades en una iglesia local no deben demandar


mucho de los jóvenes. Más bien, ellos mismos deben laborar en la tierra,
producir el grano, moler la harina y preparar la ofrenda de harina, para luego
presentarla en la Tienda de Reunión. Entonces lo que quede será para que todos
los sacerdotes se alimenten. Así, todos los sacerdotes infantes crecerán y
llegarán a ser dones útiles para el Cuerpo. La verdadera necesidad de la iglesia
hoy en día no es las enseñanzas, sino la humanidad de Jesús. Efesios 4:15 nos
dice que debemos asirnos a la verdad, esto es, asirnos a la realidad: “Sino que
asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza,
Cristo”. La realidad está principalmente en la humanidad de Jesús. Jesús es la
realidad, y nosotros debemos crecer en Él en todo. En nuestra vida cotidiana
debemos crecer en todo en aquel que es la Cabeza, al asirnos a la humanidad de
Jesús. Que Cristo reciba dones en el hombre, quiere decir que debemos asirnos
a Su humanidad a fin de que podamos disfrutar la realidad y crecer hasta ser
dones útiles para el Cuerpo. Al crecer podemos desempeñar nuestra función.
Por esto Efesios 4:16 dice que a partir de la Cabeza todo el Cuerpo, bien unido y
entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de
cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación
de sí mismo en amor.

Ésta es la edificación de la iglesia. Todos debemos poner nuestros ojos en el


Señor a fin de ver cómo son producidas las tablas derechas, las barras que unen
y cómo son constituidos los dones. Esto sólo se logra si nos alimentamos de la
humanidad de Jesús. Es de este modo que creceremos en vida y seremos hechos
los dones apropiados para la edificación del Cuerpo.

CAPÍTULO DOCE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA QUE LA VIDA FLUYA

Lectura bíblica: Jn. 7:37-39; Fil. 1:19

En el último capítulo vimos la importancia que tiene la humanidad de Jesús en


el proceso que edifica y produce las personas dotadas. Cristo, en Su posición de
hombre y como Cabeza de la iglesia, recibió del Padre a todas las personas útiles
y dotadas. Esto simplemente quiere decir que Él, en Su humanidad, se impartió
a Sí mismo en aquellos que eran rebeldes a fin de hacerlos personas útiles y
dotadas.

Ahora venimos al séptimo punto, que es revelado en Juan 7:37-39: “En el último
y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno
tiene sed, venga a Mí y beba. Él que cree en Mí, como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir
los que creyesen en Él; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había
sido aún glorificado”.

Esta porción de la Palabra guarda una relación muy estrecha con la humanidad
de Jesús. Todos conocemos bien estos versículos; creo que muchos hasta
podemos recitarlos. En estos versículos centramos nuestra atención sobre todo
en el asunto del agua viva; y tenemos claro que el agua viva es simplemente el
Espíritu. Pero tal vez nunca hemos visto que en este pasaje, el Espíritu está muy
relacionado con la humanidad de Jesús. Este Espíritu, quien es el agua viva que
fluye de nosotros, está constituido de la humanidad de Jesús. Sin la humanidad
de Jesús, no podría haber tal Espíritu. El versículo 39 aclara que aún no había el
Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado. Esto comprueba que el
Espíritu está constituido con la humanidad glorificada de Jesús. Debemos
darnos cuenta de que, al llegar a este punto, las Escrituras están hablando de
una humanidad resucitada.

EL ESPÍRITU DE JESÚS

El Espíritu mencionado aquí es diferente al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios


ya existía. Nunca podremos decir que aún no había el Espíritu de Dios. Sin
embargo, aquí aún no había el Espíritu al que se refería el Señor Jesús. Así que,
este Espíritu debe ser algo nuevo y diferente del Espíritu de Dios. El Espíritu de
Dios estaba constituido solamente con la esencia divina de Dios; pero después
de la resurrección de Cristo, el Espíritu fue constituido con algo más. Él no sólo
tenía la esencia divina, sino también la esencia humana. Originalmente, el
Espíritu de Dios estaba constituido sólo con la esencia de Dios, pero ahora el
Espíritu de Jesús no sólo estaba constituido con la esencia de Dios, sino también
con la esencia de un hombre. Antes el Espíritu tenía un solo elemento, el divino;
pero ahora el Espíritu de Jesús tiene dos elementos, el divino y el humano. De
esta manera, antes que Jesús fuese glorificado, o sea, antes de Su resurrección,
aún no había el Espíritu de Jesús. El Espíritu con la esencia divina estaba allí,
pero aún no había el Espíritu que posee la esencia divina y la esencia humana.

Sin la esencia humana el Espíritu de Dios no podía ser el agua de vida que fluye.
Para que Dios fuese un río fluyente de agua de vida, Él debía ser constituido de
la naturaleza humana de Jesús. Por ejemplo, usted no puede servir té sin agua.
Si desea servir té, debe añadir té al agua. Antes que Jesús resucitara, el Espíritu
de Dios era poderoso, pero no podía ser la vida que fluye en el hombre. Si Él iba
a fluir en el hombre, la naturaleza humana de Jesús debía ser añadida dentro de
Su ser. Si el Espíritu de Dios debía ser la vida que fluye en los ángeles,
posiblemente no necesitaría la humanidad de Jesús. Pero para ser la vida que
fluye al hombre, Él necesita el elemento humano; necesita la naturaleza humana
de Jesús.

UNA CONFIRMACIÓN POR ANDREW MURRAY

Hace dieciocho o veinte años atrás comenzamos a ver este asunto en Juan 7:37-
39. En ese tiempo comenzamos a ministrar según lo que habíamos visto y
experimentado. Sin embargo, siempre vacilaba un poco en decir que el Espíritu
de Jesús contiene no sólo el elemento divino, sino también la esencia humana.
Decir esto no es algo insignificante. Sabíamos que al afirmar que la esencia
humana se hallaba ahora en el Espíritu Santo, algunos nos podían acusar de
enseñar herejías. ¿Cómo puede tener el Espíritu Santo un elemento humano?
Sin embargo, conforme a la luz que habíamos recibido del Señor y a las
experiencias que habíamos tenido en el pasado, vimos que tal afirmación era
absolutamente la verdad. Hoy en día el Espíritu de Jesús contiene el elemento
humano.

Un día, al leer el capítulo 5 del libro El Espíritu de Cristo, por Andrew Murray,
obtuve una fuerte confirmación. Este capítulo ha estado allí por años, pero para
muchos es algo completamente nuevo. Veamos lo que Andrew Murray dice:

Sabemos cómo es que el Hijo, quien había estado con el Padre desde
la eternidad, entró a una nueva etapa de existencia cuando llegó a ser
carne. Cuando regresó al cielo, Él seguía siendo el mismo Unigénito
de Dios; sin embargo, no era del todo igual. Porque ahora como el
Hijo del Hombre, también era el Primogénito de entre los muertos,
vestido de esa humanidad glorificada que Él había perfeccionado y
santificado para Sí mismo. Así pues, cuando fue derramado en
Pentecostés, el Espíritu de Dios era ciertamente algo nuevo. Cuando
fue derramado en Pentecostés, Él vino como el Espíritu del
glorificado Jesús, el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y
exaltado; Aquel que ahora tiene y nos transmite, o comunica, no sólo
la vida de Dios como tal, sino esa vida que había sido entretejida con
la naturaleza humana en la persona de Cristo Jesús.
Cristo no sólo vino para liberar al hombre de la ley y su maldición,
sino que también trajo de nuevo la comunión entre la naturaleza
humana misma y la vida divina, a fin de hacernos participantes de la
naturaleza divina. Él pudo hacer esto, no por el ejercicio del Poder
Divino sobre el hombre, sino solamente en virtud de un desarrollo
humano libre, moral y muy real. Así pues, Él tenía que santificar esa
carne y lo hizo en Su propia persona, haciéndose carne. Luego, de Su
naturaleza, que había sido glorificada mediante la resurrección y
ascensión, surgió Su Espíritu, o sea, el Espíritu de Su vida humana,
que fue glorificada al entrar en una unión con la vida divina, a fin de
hacernos partícipes de todo lo que Él había logrado y adquirido
personalmente de Sí mismo y de Su vida glorificada. En virtud de la
expiación realizada por Cristo, el hombre ahora tenía como nunca
antes el derecho legal y el título de propiedad para participar de la
plenitud del Espíritu divino, y para que habitara en él el Espíritu
mismo. Además, en virtud de haber perfeccionado en Sí mismo una
nueva y santa naturaleza humana para nosotros, Él ahora podía
comunicar lo que antes no existía, a saber, una vida que a la vez es
humana y divina.
Cristo ha entrado en el Lugar Santísimo vestido de nuestra
naturaleza humana, en nuestra carne. En nuestro lugar y por
nosotros, Él como hombre y como Cabeza del hombre fue admitido
allí en la plena gloria del Ser Divino, y Su naturaleza humana vino a
ser el receptáculo e impartidor del Espíritu Divino. El Espíritu Santo
pudo descender como el Espíritu del Dios-hombre, siendo
ciertamente el Espíritu de Dios como verdaderamente el espíritu del
hombre. Él podía venir como el Espíritu del glorificado Jesús a fin de
morar en todos los que creyesen en Jesús, es decir, como el Espíritu
de Su propia vida y Presencia y, al mismo tiempo, el Espíritu de la
vida del creyente. De la manera que en Jesús se efectuó la unión
perfecta de Dios y el hombre, la cual finalmente culminó cuando
Jesús se sentó en el trono y entró a una nueva etapa de existencia, a
una gloria que hasta ese momento no había conocido, así también
ahora mediante la vida y la obra del Espíritu había comenzado una
nueva era. Ahora Él podía venir a testificar de la perfecta unión de lo
divino y lo humano y, al llegar a ser nuestra vida, hacernos partícipes
de ella. Ahora tenemos el Espíritu del glorificado Jesús; Él ha
derramado tal Espíritu; y nosotros le hemos recibido como una
corriente que fluye dentro de nosotros, a través de nosotros y brota
desde nosotros en ríos de bendición.
Debemos procurar conocer esta nueva vida, la vida de la gloria y el
poder divinos que está en la naturaleza humana, de la cual el
Espíritu del glorificado Jesús debe ser el Testigo y Portador.
Tenemos un interés personal muy acentuado por conocer y entender
qué significa que Jesús sea glorificado, que la naturaleza humana
comparte la vida y la gloria de Dios, y por qué aún no había el
Espíritu cuando Jesús no era glorificado. De esto hablaba Jesús
cuando dijo que no tendremos sed jamás y que de nuestro interior
correrían ríos de agua viva. Esto es lo único que satisface la sed de
nuestra alma sedienta y hace de nosotros una fuente que vivifica a
otros: el propio Espíritu Santo que, al morar en nuestro interior, nos
revela la presencia del glorificado Jesús.
DE UNA FORMA MÁS BAJA A UNA MÁS ALTA

Dicho de forma simple y breve, Jesús era el Dios encarnado que se hizo hombre,
y después fue crucificado y resucitado. Mediante Su crucifixión y Su
resurrección Él fue transfigurado de una forma baja a una más alta. Por
ejemplo, supongamos que tenemos una semilla que posee cierta vida. Aunque
su forma es baja, si se siembra la semilla en la tierra, al pasar por la
descomposición y la muerte, crecerá de este nivel bajo a uno más alto (véase 1
Co. 15:37, 42, 43). Antes era una semilla, pero ahora ha llegado a ser una flor. La
forma de la semilla es más baja, mientras que la etapa de la flor es mucho más
alta. Esto mismo sucedió con Jesús cuando estaba en la carne, antes de Su
crucifixión. Mediante Su muerte y Su resurrección, la forma baja que Él había
tomado fue elevada; sin embargo, Su naturaleza permaneció igual. Su esencia y
Su naturaleza eran las mismas, pero Su forma era diferente. Él era carne antes
de la crucifixión y seguía siendo carne aún después de la crucifixión (Lc. 24:39),
pero la forma había cambiado. Él no abandonó Su carne cuando pasó por la
muerte y la resurrección; aún tenía la carne, pero de una forma más alta y
resucitada. Entonces, desde este Jesús resucitado y ascendido vino el Espíritu
de Jesús. Todo lo que está en Jesús y todo cuanto Él ha obtenido y conseguido,
todo está ahora en el Espíritu de Jesús.

Supongamos que tenemos una tetera llena de té de la cual servimos una taza de
té. Obviamente lo que contiene la tetera será exactamente igual al contenido de
la taza. El té que contiene la taza es igual que el que está en la tetera. El Espíritu
de Jesús provino del Jesús resucitado y ascendido, con lo cual entendemos que
hoy en día el Espíritu de Jesús no sólo tiene la esencia divina, sino también la
esencia humana de Jesús; no sólo contiene la divinidad, sino también la
humanidad. Debemos considerar quién es este “Mí” revelado en las palabras de
Jesús: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Este “Mí” no solamente alude a
la Persona divina, sino también a un hombre. Así que, cuando acudimos a Jesús
para beber de Él, acudimos a este Hombre. No sólo bebemos de Su divinidad,
sino más aún de Su humanidad. El té contiene una gran cantidad de agua, pero
no lo llamamos agua sino té.

EL CONCEPTO NATURAL

Me temo que cuando muchos de nosotros venimos a Jesús para beber de Él, aún
pensemos que sólo le bebemos como una Persona divina. Pocos cristianos hoy
en día saben que al beber de Jesús, no sólo beben de una Persona divina, sino
también de un ser humano. Ellos no sólo están bebiendo de la divinidad de
Jesús, sino aún más de Su humanidad.

He visto a muchos que han recibido la llamada experiencia pentecostal y la


manifestación de los dones; pero lo extraño era que en su vida diaria no fluía la
vida. Ellos frecuentemente hablaban en lenguas y ejercitaban muchos de los
dones en las reuniones, pero cuando estaban en sus hogares no tenían el fluir de
vida. Por muchos años estuve observando esta situación. Por supuesto, es
normal que quienes aman al mundo y no se preocupan por los intereses del
Señor, no tengan el fluir de vida; pero ¿cuál es la razón por la que los que están
tan entregados a la manifestación de los dones no lo tengan? Estoy convencido
de que la respuesta está en Juan 7. Para tener el fluir de vida, todos debemos
beber de la humanidad del Señor Jesús. Debemos beber no sólo del Espíritu de
Dios, sino del Espíritu de una Persona exaltada, el Espíritu de un Hombre
exaltado. Nuestro entendimiento es que sólo bebemos del Espíritu de Dios, pero
esto no es adecuado. Si bebemos sólo agua, todavía hace falta el té. Hoy en día
tenemos que beber “té”; o sea, debemos beber de la humanidad de Jesús.
Tenemos que beber de Jesús, el hombre resucitado y ascendido; Él no sólo es el
Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús. Además, la abundante
suministración que recibimos no procede del Espíritu de Dios, sino del Espíritu
de Jesucristo (Fil. 1:19).

CRISTIANOS NORMALES

Ahora apliquemos todo esto de manera práctica. A muchos cristianos les


gustaría ser ángeles, y todos anhelamos ser poderosos, espirituales y celestiales.
Tal vez usted nunca deseó ser un ángel, pero sí deseaba ser una persona
espiritual con poder y capaz de hacer muchos milagros. Pero entre los millones
de cristianos hoy en día, ¿dónde está tal hombre? Siempre nos llegan informes
exagerados, pero cuando vamos a constatarlos, resulta que no era nada. En la
actualidad, la economía de Dios no es así, puesto que Su propósito es que
bebamos de Su humanidad elevada. Dios no tiene la intención de hacernos
ángeles, sino de hacernos cristianos normales que tienen una humanidad
normal. Ciertamente no quiero dar a entender que debemos ser humanamente
naturales, sino que debemos ser “Jesusmente” humanos. No necesitamos más
de nuestra humanidad pobre y caída. Nuestra humanidad no es adecuada para
que se la presentemos a Dios Padre como una ofrenda de harina. Ella sólo es
buena para el lago de fuego.

Si hemos de ser personas apropiadas, debemos aprender a tomar la humanidad


de Jesús. Si bajo la soberanía de Dios usted es un joven, debe conducirse como
un joven apropiado, o sea, no según la norma del mundo sino según la
humanidad de Jesús. Si bajo la soberanía de Dios usted es una esposa, un
esposo, un padre o madre, usted no debe ser uno que se rige por su propia
norma, sino por la norma de Dios. La intención de Dios es que tengamos una
familia apropiada, pero no por medio de nuestra humanidad sino por la
humanidad de Jesús. Debemos ser distintos de los demás esposos o esposas, ya
sean buenos o malos; la norma de ellos no es la nuestra. Nuestra norma es
mucho más alta y más práctica que la de ellos: nuestra norma es la humanidad
de Jesús.

¿Dónde se halla la humanidad de Jesús hoy en día? Ya hemos visto que la


humanidad de Jesús está en el Espíritu de Jesús. Si bebemos el Espíritu de
Jesús, obtendremos el elemento de Su humanidad. Si usted es un esposo, la
humanidad del Señor lo fortalecerá para que usted sea un esposo que está
completamente en acorde con la economía de Dios, y no conforme a ninguna
norma cristiana o social. Ni el cristianismo ni la sociedad deben ser el patrón de
nuestra vida humana. Nuestro vivir cristiano debe estar conformado a la norma
de la humanidad de Jesús.

Los jóvenes me han preguntado si los cristianos deben hacer algún ejercicio
físico para estar saludables. Necesitamos ejercicio, pero hacer ejercicio como el
mundo lo hace no está bien. Aun en el asunto del ejercicio corporal necesitamos
la humanidad de Jesús. Algunos jóvenes que buscaban seguir al Señor me
dijeron que ellos nunca podrían hacer ejercicio con los incrédulos; y les dije que
estaban ciento por ciento en lo correcto. No creo que ningún cristiano, que es
uno con el Señor, pueda jugar ciertos juegos o formar parte de ciertos equipos.
Yo hago ejercicios corporales, pero no según mi humanidad natural sino según
la humanidad de Jesús. No es un asunto de si hacemos ejercicios o no; esto es
algo que depende absolutamente de qué clase de humanidad estamos usando. Si
usted ejercita su propia humanidad, está equivocado. Todos debemos ser uno
con Jesús en todo lo que hacemos, tomándolo a Él como nuestra humanidad. Si
no podemos tomar Su humanidad en nuestra línea de conducta, es mejor no
hacer nada. No les estoy diciendo que no seamos seres humanos. Debemos ser
los mejores seres humanos, pero no por nuestra propia humanidad.
Necesitamos la humanidad de Jesús, y esta humanidad se halla en el Espíritu de
Jesús.

LA VIDA QUE FLUYE Y SATISFACE

Es en la humanidad de Jesús que tenemos la vida, el crecimiento en vida y el


fluir de vida, y este fluir es el que satisface a otros. Si bebemos diariamente del
Espíritu de Jesús, todo lo que seamos será un fluir de vida que nos satisfará no
sólo a nosotros, sino también a los demás. Tal fluir de vida no es algo que se
relacione con el hablar en lenguas o la manifestación de dones, y tampoco se
relaciona con el poder, el conocimiento o la enseñanza; más bien, es una vida en
la que siempre bebemos de Jesús. Esta vida no se manifiesta de forma
milagrosa, divina o celestial, sino de una forma muy humana.

Por ejemplo, ser madre es un asunto muy humano. Pero usted no debe ser una
madre que actúa por su propia humanidad, sino por la humanidad de Jesús. Yo
no quiero decir que si antes usted no cuidaba de su familia adecuadamente
como madre, ahora debería ser más humana para cuidar mejor de su familia.
Ésta no es la revelación que recibimos del Señor, sino la cultura de la sociedad
humana. Lo que quiero decir es que usted debe ser una madre según la
humanidad de Jesús. Y todas las esposas necesitan ser una esposa que vive por
la humanidad de Jesús.

Debemos ser seres humanos apropiados, pero no por medio de nuestra


humanidad sino por la humanidad del Señor. Si somos una esposa, debemos
serlo por medio de la humanidad del Señor; si somos un esposo, también
debemos serlo por medio de Su humanidad; los estudiantes deben ser
estudiantes por medio de la humanidad de Jesús. Finalmente todos seremos
muy distintos, y sin embargo tan humanos. Seremos aquellas esposas, esposos,
estudiantes, padres, hijos y maestros por medio de la humanidad de Jesús. Si
somos tales personas, tendremos el fluir de vida que satisfará a otros. Estoy
seguro de que si todos los hermanos y hermanas que son maestros fuesen esta
clase de personas, habría un verdadero fluir de vida en las escuelas. Tanto los
otros maestros como los estudiantes se darán cuenta de que hay algo en ustedes
que les satisface, que es viviente y fluye dentro de ustedes. Tal vez ellos no serán
capaces de explicarlo, pero lo podrán percibir.

Si usted es un hermano que bebe de Jesús, disfrutando de Su humanidad,


aunque quizás parezca que no tiene poder, el fluir de vida dentro de usted
satisfará, convencerá, atraerá y finalmente convertirá a otros. Así es como se
esparce el evangelio en la vida de iglesia. Esta clase de predicación del evangelio
no depende mucho del poder, sino de la vida que disfruta de la humanidad de
Cristo.

La humanidad de Jesús no sólo tiene mucho que ver con la constitución de las
personas dotadas, sino que además produce el fluir de la vida interior que
satisface a otros. No podemos tener este fluir de vida a menos que disfrutemos
de la humanidad de Jesús, al beber del Espíritu de Jesús todo el tiempo.
Debemos tener un verdadero cambio de concepto. Cada vez que oremos
debemos orar con este concepto en mente. Cada vez que estemos bebiendo del
Espíritu, debemos estar bebiendo con este nuevo concepto. No estamos
bebiendo del Espíritu para tener poder, fuerza o hacer milagros, sino que
estamos bebiendo del Espíritu de Jesús para recibir la humanidad de Jesús.
Como dijo Andrew Murray, esto no se logra con el ejercicio del poder divino,
sino con el verdadero desarrollo humano. En nuestra vida humana necesitamos
la humanidad apropiada, y esta humanidad apropiada no es la nuestra, sino la
de Jesús. Su humanidad no es solamente pura, sino que también ha sido
resucitada y elevada. Su humanidad ha sido transfigurada de una etapa más
baja a una más alta. Ahora, en nuestra vida humana, debemos beber de esta
humanidad que es más alta y elevada. Que el Señor nos conceda Su gracia para
que podamos poner todas estas cosas en práctica.

CAPÍTULO TRECE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN LA GUERRA ESPIRITUAL

Lectura bíblica: Gn. 3:15; 1 Jn. 4:2-3; Mt. 4:3-4; 8:29; 2 Co. 10:1-4; 2 Ti. 1:7; 1
Ts. 4:3-4; 1 Co. 6:15, 18-19

En los últimos capítulos hemos visto seis puntos principales acerca de la


ofrenda de harina: 1) la ofrenda de harina constituye la adoración apropiada a
Dios; 2) proporciona la dieta apropiada para el sacerdocio; 3) produce las tablas
derechas; 4) forma la casa de Dios al unir las tablas; 5) produce los dones
apropiados; y 6) produce el fluir de vida. Ahora en este capítulo debemos ver
que la humanidad de Jesús es absolutamente necesaria para la guerra espiritual.

LA SIMIENTE DE LA MUJER

La guerra espiritual que hay entre el enemigo y los santos se relaciona


principalmente con la humanidad de Jesús. Según la Biblia, la guerra espiritual
es entre Satanás y Dios; sin embargo, Dios nunca pelearía la batalla por Sí
mismo. Esto se debe a que Satanás es una criatura de Dios y, más aún, es una
criatura caída. Dios es el Creador. El Creador nunca pelearía con Su criatura; si
lo hiciera, degradaría Su posición. Ésta es la razón por la que el hombre es
necesario, como también la razón por la que fue creado. En la guerra espiritual,
Dios necesita que otra criatura luche con la criatura caída.

En Génesis 1 Dios dijo que le confiaba Su dominio al hombre para que éste
pudiera subyugar la tierra. La palabra subyugarincluye el significado de pelear.
Es imposible subyugar a alguien sin librar cierta clase de lucha. Dios se ha
propuesto que el hombre pelee contra Satanás para así subyugar la tierra
rebelde. Pero sabemos que el hombre fue arruinado por Satanás. Satanás sabía
que el hombre tenía una función estratégica en la guerra espiritual; y por lo
tanto hizo que éste cayera.

¡Alabado sea el Señor por Génesis 3:15! Aquí Dios prometió que Cristo vendría
como la simiente de la mujer. Esta simiente de la mujer es un hombre, pero es
un hombre diferente a cualquier otro. La Biblia dice que Cristo es el segundo
hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre fracasó, y entonces Dios envió al
segundo hombre. Cristo se hizo hombre para pelear la batalla por Dios. Él
participó de sangre y carne para destruir al diablo por medio de la muerte (He.
2:14). Estos versículos revelan que Cristo como un hombre con Su humanidad
peleó contra Satanás.

EL HIJO DE HOMBRE

La tentación en el desierto fue la primera confrontación entre Satanás y el Señor


Jesús. Allí el diablo retó al Señor diciéndole: “Si eres Hijo de Dios...”. Éste no
sólo fue un reto, sino también un ataque muy sutil. Si el Señor Jesús hubiera
reconocido en ese tiempo que era el Hijo de Dios, habría sido derrotado. Pero
Jesús conocía las artimañas del enemigo, por lo que respondió: “No sólo de pan
vivirá el hombre”. En otras palabras, Él estaba diciendo: “Delante de ti, Satanás,
Yo no estoy en la posición de Hijo de Dios, sino en la posición de hombre. No
estoy luchando contra ti como Hijo de Dios, sino como hombre”.

Ésta es la razón por la que los demonios, al encontrarse con Jesús, clamaban
que Él era el Hijo de Dios. No se atrevían a confesar que Jesús era el Hijo de
Hombre, pues de haberlo hecho, habrían sido derrotados. Sin embargo, el Señor
los hizo callar. Por esto mismo, en 1 Juan 4:2-3 dice que todo espíritu que no
confiese que Jesucristo ha venido en la carne, no es del Espíritu de Dios. Esto
quiere decir que todos debemos confesar que el Señor Jesús vino en la carne. Él
vino en la carne no sólo para redimirnos, sino también para derrotar a Satanás.

Los cristianos hoy en día tienen el concepto equivocado de que, para pelear la
batalla, necesitamos un poder espiritual con algo celestial y divino. Pero
escuchen lo que Pablo dijo en 2 Corintios 10:1: “Mas yo Pablo os ruego por la
mansedumbre y ternura de Cristo”. El ruego de Pablo era la verdadera pelea. La
guerra espiritual entre el enemigo y los santos se lleva a cabo no tanto en el
poder divino como en la humanidad apropiada. En la guerra espiritual se
necesita la humanidad de Jesús. Para luchar la batalla contra el enemigo,
debemos echar mano de la humanidad de Jesús en nuestro andar diario.
Nuestra vida familiar necesita de la humanidad de Jesús. Entre los santos que
conformamos la iglesia se necesita la humanidad de Jesús. En otras palabras, si
nuestra humanidad no es apropiada, será imposible derrotar a Satanás; de
hecho, ya nos habrá derrotado. Mientras no tengamos la humanidad apropiada
y normal, seremos derrotados.

LAS TÁCTICAS DE SATANÁS

Ahora quiero hablarles en forma más práctica. Y mientras lo hago, alzo mis ojos
al Señor para que nos cubra con Su sangre prevaleciente mientras pongo al
descubierto las tácticas del enemigo. Nosotros somos seres tripartitos, con un
espíritu, un alma y un cuerpo. Bajo la soberanía de Dios, Él mismo trazó una
línea divisoria a fin de preservar el espíritu humano para Su propósito. Sin
embargo, Satanás todavía puede hacer que el espíritu humano quede sumido en
la muerte, por medio de la conciencia. Si nuestra conciencia está contaminada,
nuestro espíritu caerá en la muerte. Si hay alguna contaminación en nuestra
conciencia, no podremos avivar nuestro espíritu. Por tanto, para vivificar
nuestro espíritu, necesitamos una conciencia pura. Por esta razón necesitamos
la purificación de la sangre. La sangre redentora de Cristo limpia nuestra
conciencia a fin de que nuestro espíritu sea vivificado.

Si bien Dios ha puesto una línea divisoria a fin de guardar el espíritu humano
para Su propósito, Satanás ha hecho y hace aún muchas cosas para dañar el
alma y el cuerpo del hombre. Lo único que puede hacerle a nuestro espíritu es
amortecerlo por medio de la conciencia. ¡Alabado sea el Señor que sólo puede
hacer eso! Sin embargo, según la revelación de la Biblia, Satanás tiene libertad
de hacer lo que pueda para dañar nuestra mentalidad (la parte principal del
alma es la mente) y nuestro cuerpo. Ésta es la sutileza del enemigo.

No sabemos cuántos casos psiquiátricos hay en la sociedad humana actual; son


innumerables. Dicha condición no es sólo una clase de enfermedad mental, sino
que además es el trabajo sutil de Satanás. Los expertos opinan que en la historia
de la humanidad nunca ha habido tantos casos de trastornos mentales como
ahora. Según nuestra experiencia, es fácil tratar con la posesión demoníaca,
pero es verdaderamente muy difícil para cualquier cristiano tratar con alguien
que sufre un trastorno mental. Satanás es muy sutil en estos días. Él está
haciendo todo lo posible para dañar la mentalidad del hombre.

EL BLANCO DE SATANÁS

Hoy en día el blanco principal de Satanás son los jóvenes. Entre los jóvenes
ahora hay más casos de alteraciones mentales como jamás lo hubo antes. A
Satanás no le interesan mucho las generaciones adultas, ya que busca destruir a
la juventud. Los jóvenes han creado muchos conceptos y diferentes clases de
movimientos; pero la fuente de todos estos conceptos y movimientos es Satanás,
quien adoctrina a la generación joven inculcándoles todas estas cosas.
Necesitamos orar contra esta tendencia satánica que hoy se ha generalizado
entre los jóvenes, pues ellos no conocen el riesgo en el que se exponen ni el
peligro que corren. Al considerar cómo ellos han cambiado desde 1965 hasta
ahora, podemos ver cuán grande es la labor que realiza el enemigo. Satanás es
muy sutil. Él inyecta todos sus conceptos e ideas malignas, satánicas y
diabólicas en la mentalidad joven y fresca de la generación joven. Éste es su
blanco primario; él se ha propuesto dañar la mentalidad humana. Por esto la
Biblia habla mucho de tener una mente sobria. ¿Creen que la mentalidad de la
juventud actual es sobria? Yo diría que no es nada saludable; su manera de
pensar es absolutamente alarmante. Todos los hermanos y hermanas jóvenes en
la vida de iglesia deben entender bien que Satanás es la fuente de todos los
daños inferidos a la mentalidad juvenil. Todos los jóvenes en la iglesia deben
repudiar los conceptos que han abrigado en el pasado. No importa qué clase de
conceptos hayan tenido antes de venir a la vida de iglesia; cualquiera que sea,
deben abandonarlo. Temo que sea algo instigado por Satanás para dañar
vuestra mentalidad.

El primer resultado: la fornicación

El resultado de este deterioro mental es de tres categorías. El primero de ellos es


la fornicación. En los últimos cinco o seis años he oído mucho acerca de esto.
Entre los jóvenes de hoy en día, especialmente los “hippies”, hay innumerables
casos de fornicación. Ellos viven tal como los animales. Ni siquiera les interesa
la palabra fornicación. Yo creo que en su diccionario no tienen esta palabra,
pues todo lo hacen sin vergüenza. En toda la Biblia, el peor y más grave acto
pecaminoso a los ojos de Dios es la adoración de ídolos; y el segundo es la
fornicación. La idolatría es un insulto a Dios, y la fornicación es un daño a la
humanidad. Dios creó la humanidad para Su propósito divino, pero Satanás
corrompe esta humanidad por medio de la fornicación.

En diversas ocasiones, el Señor Jesús derribó todos los ritos y ordenanzas del
Antiguo Testamento, pero nunca anuló la ley acerca de la fornicación; antes
bien, la reforzó aún más. Cuando los fariseos le hablaron del divorcio, Él les
afirmó que Moisés les había permitido divorciarse por la dureza de sus
corazones; pero que en el principio no fue así (Mt. 19:3-9). El Señor mandó
cumplir los mandamientos acerca de la fornicación mucho más que en los
tiempos del Antiguo Testamento (5:27-28). Esto se debe a que nada daña tanto
nuestra humanidad como la fornicación. Pablo nos dice que cualquier acto que
cometamos está fuera del cuerpo, pero que la fornicación daña nuestro cuerpo
(1 Co. 6:18). ¡Oh, el enemigo es tan sutil! Primeramente, él inyecta muchos
conceptos diabólicos en la mente de los jóvenes, y lo primero que resulta de esto
es la fornicación.

Ahora quiero darles una palabra a los jóvenes. No les expreso mis propias ideas,
sino algo que procede de la Palabra divina. Ustedes, hermanos y hermanas
jóvenes, no deben contraer matrimonio con tanta rapidez, ligereza y facilidad.
Deben saber que el matrimonio es una relación muy santa (He. 13:4) y que
ningún matrimonio debe disolverse (Mt. 19:6, 9). Cualquiera que rompa el
vínculo matrimonial, es sumamente pecaminoso a los ojos de Dios. Deben traer
este asunto ante el Señor con mucha solemnidad, pues una vez que se casen,
nunca deben divorciarse. Nada ofende tanto al Señor como un matrimonio
desacertado, y nada daña más a la humanidad que la fornicación. Esto no sólo
tiene que ver con la moralidad, sino con el deterioro de la humanidad que Dios
creó para Su propósito.

Creo que muchos de ustedes están familiarizados con la cloaca de fornicación


que existe hoy entre tantos jóvenes. Hace tres años cuando estaba en San
Francisco escuché muchos informes detallados acerca de esta situación;
simplemente no pude soportarlo. Eso para mí, no es la vida humana sino la vida
animal.

El segundo resultado: el suicidio

El segundo resultado de que la juventud sea adoctrinada con ideas diabólicas es


cometer suicidio. Si estudian las estadísticas apropiadas, verán que el número
de suicidios ahora es mucho mayor que lo que era cinco años atrás. En los
primeros años de mi ministerio casi nunca oí decir a alguien que deseaba
quitarse la vida, pero en estos últimos años varios jóvenes creyentes han venido
a mí y expresaron esa intención. ¿De dónde proviene esta clase de pensamiento?
No hay duda que Satanás ha adoctrinado a los jóvenes poniendo tales ideas en
su mente. Todos debemos orar y estar firmes contra tal sutileza del enemigo.
Todo lo que Satanás se propone es dañar la humanidad a fin de que no sea útil
para el propósito de Dios.

El tercer resultado: trastornos mentales

El tercer resultado de adoctrinar con tales conceptos diabólicos son los


trastornos mentales. Si verificamos con las generaciones más jóvenes del
presente, veremos que muchos de ellos no tienen una mente poderosa. Su
manera de pensar y sus conceptos son totalmente infundados y enfermizos.
Pablo dice en 2 Timoteo 1:7 que Dios nos ha dado un espíritu de cordura.
Nuestra manera de pensar debe ser excesivamente saludable, y debemos tener
conceptos e ideas sanas. Necesitamos una mente sana.

LA HUMANIDAD APROPIADA

Pablo también nos dice que cada uno de nosotros debe saber cómo poseer su
propio vaso en santificación y honor (1 Ts. 4:4). Sabemos que nuestro “vaso”
significa nuestro cuerpo. Todos debemos guardar nuestro cuerpo en
santificación y honor, debido a que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu
Santo y un miembro de Cristo (1 Co. 6:15-16, 18-19). No debemos usar mal
nuestro cuerpo.

Debemos mantener una mente sana y nuestro cuerpo en santificación. Esto


significa que estamos en una batalla. La vida de iglesia es una verdadera vida de
batalla; mas no estamos luchando contra seres humanos, sino contra el enemigo
sutil, Satanás. Si no tenemos una mente sobria ni mantenemos nuestro cuerpo
en santificación, ya fuimos derrotados. A fin de pelear la batalla, necesitamos
una humanidad apropiada; y una humanidad apropiada posee no sólo un
espíritu fuerte y viviente, sino que además posee una mente sana y un cuerpo en
santificación. Ésta es la humanidad a la que Satanás le teme mucho. Consideren
la sociedad actual; ¿creen poder encontrar tales seres humanos en el linaje
humano? Yo no lo creo. Incluso dudo que en el cristianismo actual los cristianos
tengan tal humanidad. Muchos de ellos están muertos en sus espíritus, y su
manera de pensar es enfermiza; sus mentes no son sanas. Es más,
vergonzosamente, aun entre los cristianos hay fornicación. Satanás parece haber
ganado la victoria sobre toda la humanidad.
Pero ¡alabado sea el Señor! La iglesia aquí tiene la humanidad de Jesús. Tal
humanidad posee un espíritu fuerte y viviente; una mente clara, sana y sobria; y
un cuerpo que es guardado en santificación. Ésta es la humanidad que hoy en
día está calificada para pelear la batalla por Dios. Anhelamos ver que todas las
iglesias locales lleven la vida de iglesia con tal humanidad. Hasta cierto grado,
podemos decir que entre nosotros la vida de iglesia es así. No obstante, siento la
carga de compartirles que la vida de iglesia no es sólo una vida de iglesia, sino
una vida de batallas. No luchamos contra carne y sangre ni contra ningún ser
humano, sino contra los principados, las potestades y las tinieblas en el aire.

Si no tenemos la humanidad apropiada, habremos perdido nuestra base.


Algunos dirán que nuestra base es la sangre preciosa. Estoy de acuerdo que la
sangre nos cubre; pero aún necesitamos la humanidad apropiada acompañada
de un espíritu viviente; así como una mente clara y sobria; y un cuerpo santo,
separado por Dios para Su propósito. Si erramos en cualquiera de estos tres
asuntos, seremos vencidos en la guerra espiritual. Simplemente no tendremos
base alguna para pelear la batalla.

Alabado sea el Señor que la humanidad de Jesús no sólo es necesaria y


suficiente para producir las tablas derechas, las barras que unen, los dones
apropiados y el fluir de vida, sino que es aún más necesaria y más que suficiente
para la guerra espiritual. Para que la iglesia libre la guerra espiritual, todos
necesitamos la humanidad apropiada. Por nosotros mismos no podemos ser
tales personas, pero Él es tal Persona en nosotros, y Su humanidad es la
humanidad apropiada para la guerra espiritual. La ofrenda de harina que
presentamos a Dios está compuesta de tal humanidad. Ésta es la humanidad
que constituye la verdadera adoración a Dios, proporciona la dieta sacerdotal y
produce las tablas derechas; además de ello, forma el edificio de Dios al unir las
barras que unen, produce los dones adecuados, nos da el fluir de vida y pelea la
batalla por nosotros. Todos debemos ser valientes en la humanidad de Jesús,
para que así podamos pelear la batalla por el reino de Dios.

CAPÍTULO CATORCE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN EL SERVICIO DE LA IGLESIA

Lectura bíblica: 1 Ti. 2:8-10; 3:2-3, 8, 11, 14-15; 4:12; 5:1-2; 2 Ti. 4:22

LA DEFINICIÓN DEL SERVICIO

En la iglesia local el principal rasgo distintivo es el servicio. Pero cuando


hablamos de “servicio”, no nos referimos a cierta clase de reunión cristiana,
porque eso no es nuestro servicio. Cuando nos referimos al “servicio de la
iglesia”, nos referimos a servir en la iglesia de manera práctica por medio de
muchas funciones. Por ejemplo, el servicio de la iglesia incluye las funciones de
los ancianos, quienes cuidan de muchas cosas al llevar la responsabilidad de la
iglesia, y la función de los diáconos, quienes se encargan del aspecto
administrativo y de los asuntos de la iglesia.
Todos los que conocen la Biblia coinciden en que las dos epístolas escritas por el
apóstol Pablo a Timoteo abarcan el tema del servicio de la iglesia. Estos libros
nos ayudan a conocer la manera en que debemos comportarnos en la iglesia;
esto es algo muy práctico. Pablo dijo que escribió estas cosas para que sepamos
cómo debemos conducirnos en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
viviente. Esto nos muestra que las dos epístolas dirigidas a Timoteo
simplemente nos revelan cómo debemos en realidad comportarnos en la iglesia.

Si oramos-leemos los versículos mencionados arriba, que fueron seleccionados


de las epístolas a Timoteo, veremos que todos se relacionan con la humanidad.
En el cristianismo actual, la mayoría de los buscadores centran su atención en el
aspecto espiritual. Ellos dicen que necesitamos el poder, la manifestación de los
dones y las obras milagrosas. Reconozco que en la economía del Señor hay lugar
para los milagros; yo mismo he experimentado algunos milagros en mi vida
cristiana. Pero en estos dos libros a Timoteo, que fueron escritos para que los
servidores sepan cómo deben conducirse en la iglesia, no hay nada milagroso.
Más bien, estas dos epístolas están muy relacionadas con la humanidad
apropiada.

REQUISITOS PARA SER ANCIANOS

En 1 Timoteo 3 Pablo nos presenta los requisitos de un anciano. Él no dice que


para ser un anciano adecuado uno debe tener poder y todos los dones y actos
milagrosos. No, cuando nos escribe acerca de los requisitos de un anciano, ni
siquiera menciona estas cosas. Escuchen lo que él dice: “Es, pues, necesario que
el que vigila sea irreprensible, marido de una sola mujer, moderado, sensato,
decoroso, hospitalario, apto para enseñar; no dado al vino; no pendenciero, sino
apacible; no contencioso; no amador del dinero” (vs. 2-3). Todos estos
calificativos son las virtudes humanas que se necesitan para ser un anciano.
Pablo no dijo ni una palabra acerca del poder ni de los dones.

En todos los años que llevo en mi vida y obra cristianas, he visto muchas
personas con gran aptitud, con dones milagrosos y con poder. Pero finalmente
lo que ellos eran y lo que hicieron llegó a ser tal distracción que finalmente dañó
la edificación de la iglesia local. A la larga, la iglesia local sólo puede ser
edificada por personas como las que Pablo describe en este capítulo. Mediante
tales personas la iglesia será gradualmente edificada de una forma sólida. Creo
que muchos de nosotros hemos visto personas de gran aptitud con dones
poderosos y milagrosos; sin embargo, no fueron de beneficio para la edificación
de la iglesia. Eran personas capaces, pero no tenían los requisitos mencionados
por el apóstol Pablo en 1 Timoteo 3. Ellos quizás puedan edificar doce pulgadas
usando sus aptitudes espirituales, pero finalmente derribarán catorce pulgadas
debido a lo que ellos mismos son. Edifican algo con lo que hacen, pero derriban
más de lo que hacen, con lo que son.

La edificación de una iglesia local verdaderamente requiere la humanidad


apropiada; o sea, que ésta no depende tanto de lo que hagamos como de nuestra
humanidad. Ser moderado, sensato y comprensivo no es algo insignificante.
Una iglesia local no necesita ancianos poderosos, porque tarde o temprano ellos
la derribaran. La iglesia necesita ancianos apacibles y comprensivos que no
estén entregados a nada más que a la humanidad de Jesús. No considero
necesario describir todas estas cualidades. Todos sabemos lo que quiere decir
ser moderado y tener dominio propio, y lo que es ser comprensivo, apacible,
paciente y condescendiente con los demás. Se requiere de una humanidad
apropiada para darle espacio a otros. De todo esto resulta la verdadera
edificación. Ciertamente debemos tener la humanidad apropiada para que la
iglesia local sea edificada.

Estoy tan contento con el último versículo de estos dos libros: “El Señor esté con
tu espíritu. La gracia sea con vosotros” (2 Ti. 4:22). Si no tuviésemos este
versículo, tendríamos solamente buenas enseñanzas, pero nunca podríamos
cumplirlas. ¿Quién puede ser esta clase de anciano? No hay ni uno así entre
nosotros. Sólo el Señor Jesucristo tiene tal humanidad. ¡Alabado sea el Señor
que Él está en nuestro espíritu! Debemos aprender a volvernos a nuestro
espíritu para recibir la humanidad de Jesús. Él está en nuestro espíritu; y donde
está el Señor Jesús, allí está la gracia. De hecho, Él mismo es la gracia. Todo lo
que necesitamos para la edificación de la iglesia es la humanidad de Jesús.
Necesitamos todas las virtudes de Su humanidad. Yo no puedo ser tal persona,
pero al disfrutar Su humanidad en mi espíritu sí puedo. ¡Esto no es un deber,
sino que es mi disfrute!

DIÁCONOS Y DIACONISAS

También vemos algo acerca de los diáconos y diaconisas en estos dos libros. En
1 Timoteo 3:8 dice: “Los diáconos asimismo deben ser honorables, sin doblez,
no dados a mucho vino, no codiciosos de viles ganancias”. La primera virtud que
deben tener los diáconos es ser honorables. Esto significa que deben ser de
peso; no deben ser frívolos. Todos debemos ser honorables en lo que decimos y
hacemos. Debe haber cierto peso en todo lo que expresemos, y debemos ser sin
doblez. Esto verdaderamente requiere la humanidad de Jesús.

Luego Pablo menciona algo acerca de las esposas o las diaconisas: “Las mujeres
asimismo sean honorables, no calumniadoras, sino moderadas, fieles en todo”
(v. 11). No solamente los hermanos que sirven deben ser honorables, sino
también las hermanas. Ellas deben ser de peso, no calumniadoras. Calumniar es
decir algo de una manera ligera. Nuestras bocas no deben estar cerradas en las
reuniones; ni tampoco deben abrirse demasiado cuando hablemos. Si somos
muy sueltos al hablar, podemos calumniar a otros o hablar de ellos a la ligera. El
Señor Jesús nunca dijo una calumnia; nunca dijo nada con ligereza. Nosotros sí
necesitamos la humanidad de Jesús.

TODOS LOS HERMANOS Y HERMANAS

No sólo los diáconos y las diaconisas deben tener estas virtudes, sino también
todos los hermanos y hermanas. Pablo dice: “Quiero, pues, que los hombres
oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda (1 Ti. 2:8).
Cada vez que tenemos ira o contienda, estamos acabados en lo que respecta a la
oración. Cuando dejamos la ira atrás y desechamos toda contienda, entonces
estamos listos para orar; pero no podemos hacer esto por nosotros mismos.
Necesitamos que el Señor Jesús, quien está en nuestro espíritu, sea nuestra
humanidad. Entonces habrá un servicio adecuado en la iglesia.
Esto nos lleva a 1 Timoteo 2:9-10, versículos que son dirigidos a las hermanas:
“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y cordura;
no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con
buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan reverencia a Dios”. Las
hermanas deben ataviarse con ropa apropiada. La palabra griega traducida
“decorosa” significa aquello que se arregla en una forma apropiada y digna,
donde todo está muy bien arreglado. Hoy en día vemos dos extremos. Algunas
mujeres necesitan dos o tres horas para vestirse; ése es un extremo. El otro
extremo es que algunas no se interesan por su apariencia en lo absoluto; se
visten de una manera descuidada, desaliñada. En ambos extremos falta la
humanidad apropiada. Ninguna de estas dos formas de vestirse es apropiada.
Por esta razón, Pablo dice que las mujeres deben ataviarse de ropa decorosa,
con pudor.

Al traducir la palabra pudor, la versión King James usa las palabras “con
vergüenza” lo cual en realidad significa tener un sentido de vergüenza. Las
hermanas necesitan tener tal sentir. Las mujeres en el mundo no tienen el
sentido de vergüenza. Según la creación de Dios y según Su ley natural, las
mujeres deben tener un sentir de vergüenza; Dios las creó de esa manera.
Satanás en su sutileza ha alentado a las mujeres a no tener vergüenza. El mundo
proclama que es una gloria no tener vergüenza. Pero una jovencita sin pudor y
sin un sentido de vergüenza ha perdido toda salvaguardia. Un sentir de
vergüenza es una clase de protección para las jovencitas. Por eso Pablo declara
que las hermanas deben ataviarse con pudor, o sea, con un sentir de vergüenza.

La manera como algunas mujeres se visten hoy en día ciertamente no manifiesta


sensatez. Algunas jovencitas llevan vestidos muy cortos, mientras que otras los
usan muy largos. Yo creo que ninguna de estas formas manifiesta cordura. Si las
hermanas tomaran la humanidad de Jesús, esta humanidad les armaría de un
entendimiento muy sobrio en cuanto a la manera en que deben vestirse. No hay
un solo versículo que nos diga cuán cortos o cuán largos debieran ser los
vestidos, pero está 1 Timoteo 2:9 que les dice a las hermanas que se atavíen de
ropa decorosa, con pudor. No les estoy dando regulaciones; solamente les
ministro algo acerca de la humanidad de Jesús. Si verdaderamente estamos
dispuestos a tomar a Jesús como nuestra humanidad, Él nos dirá cómo
debemos vestirnos.

Ahora quisiera mencionarles un versículo del Antiguo Testamento.


Deuteronomio 22:5 dice: “No vestirá la mujer traje de hombre ni el hombre
vestirá ropa de mujer; porque es abominable para Jehová, tu Dios, cualquiera
que esto hace”. Apenas la semana pasada, mientras viajaba con un hermano en
su automóvil, este hermano me preguntó si ciertas personas, que estaban en la
calle, eran varones o mujeres. Contesté que simplemente no lo sabía; no pude
ver la diferencia entre ellos. Esto no es una broma; más bien es una
abominación al Señor. Esa clase de atuendo redunda en mucha fornicación.

Les digo de nuevo que no les estoy dando regulaciones para la vida de iglesia. Mi
carga es ministrar la humanidad de Jesús en forma real, genuina y apropiada.
No creo que la humanidad de Jesús le permitiera a ninguna hermana vestirse
como hombre, o a un hermano que se arreglara como mujer. El Señor nos dice
en Su Palabra que esto es abominable para Él. No es un pequeño error o una
equivocación, sino una abominación para el Señor. Estamos luchando por el
reino; si perdemos terreno, ¿cómo podríamos pelear la batalla? El enemigo se
reiría de nosotros porque ya estaríamos en sus manos.

MATERIAL SÓLIDO

Todos debemos ser hombres y mujeres sólidos que poseen una humanidad
apropiada. En la Nueva Jerusalén no habrá ni un poquito de barro; todos los
materiales serán piedras preciosas, muy sólidas y fuertes. Ésta es la humanidad
del Señor. Debemos estar sólidamente constituidos de la humanidad del Señor.
No debemos permanecer como barro, sino que debemos ser transformados por
la humanidad del Señor en materiales preciosos para el edificio de Dios. El
elemento transformador en la obra del Espíritu Santo es la humanidad del
Señor Jesús. Si somos livianos y descuidados, y no tenemos conciencia de la
humanidad de Jesús en nuestro andar cotidiano, la vida de iglesia no tendrá una
base sólida y el testimonio del Señor no podrá propagarse. Para mantener la
norma del reino del Señor y poder propagar la iglesia local, todos debemos ser
muy sólidos. Entonces la iglesia será extremadamente fuerte para pelear la
batalla.

El futuro del recobro del Señor hoy en día —si permanece o cae— no depende
tanto de los hermanos y hermanas mayores, sino que depende de los jóvenes.
Cuanto se propague y cuanto prevalezca la vida de iglesia, depende de la clase de
humanidad que manifiesten los jóvenes en la vida de iglesia. Si todos ellos
toman la humanidad de Jesús, puedo asegurarles que un salón de reunión tras
otro serán añadidos a la iglesia local en Los Ángeles. No sólo seremos un fuerte
testimonio a la sociedad humana, sino que también seremos una sólida protesta
contra los principados y potestades en los lugares celestiales. Más aún, quizás
esto no sólo redunde en la extensión de la vida de iglesia en Los Ángeles, sino
también en el rescate de los Estados Unidos. Satanás ha tratado de destruir este
país durante los últimos cinco o seis años, porque sabe que el Señor lo necesita
para Su recobro. Pero estoy persuadido de que el Señor en Su soberanía
preservará este país para recobrar y extender la vida de iglesia por todo el
mundo.

TENER UNA CABEZA DE PLAYA


SOBRE LA TIERRA

No tengo la intención de impartir solamente algunas enseñanzas sobre las cinco


clases de ofrendas mencionadas en Levítico. Les he dado muchos mensajes
acerca de la humanidad de Jesús, ya que mi carga es por el recobro del Señor.
Debemos ejercer la autoridad del Señor para controlar la situación mundial. La
situación del mundo no está en las manos del enemigo, sino en las manos de
Cristo. Y nosotros somos Su Cuerpo. Debemos afirmar y declarar que Jesucristo
es el Señor de toda la tierra. El Señor necesita cooperación. Él necesita una
cabeza de playa sobre la tierra, o sea, un lugar donde poner Sus pies, y nosotros
debemos aprender a cooperar con el Señor tomando Su humanidad. No
debemos ser como muchos cristianos derrotados que dicen que es imposible
tener la vida de iglesia apropiada. Esto es una vergüenza para el Señor y una
victoria para el enemigo. Debemos decirle al enemigo que aun antes de que el
Señor regrese, algo sólido será establecido aquí en la tierra. Todos necesitamos
orar: “Oh Señor, antes de que regreses, debes hacer algo para avergonzar a Tu
enemigo, incluso aquí mismo en la ciudad que es famosa por Hollywood, el
centro de las tinieblas. Alabado seas, Señor, porque Tú edificarás una iglesia
fuerte en esta ciudad, lo cual ciertamente avergonzará al enemigo”.

Los jóvenes en la iglesia son muy importantes hoy en día. Es muy importante
para el recobro del Señor la medida en que ellos experimenten la humanidad de
Jesús. La iglesia hoy no necesita enseñanzas; lo que falta es una verdadera
comprensión acerca de la humanidad de Jesús. Así que, por Su gracia, los
jóvenes deben levantarse para satisfacer los requisitos del Señor tomando Su
humanidad. La sutileza diabólica del enemigo está haciendo que la juventud
actual se corrompa. Cada uno de los jóvenes en la iglesia debe ser otra clase de
persona, con una humanidad diferente. No debemos sentir interés por la
corriente de este mundo, sino que debemos aprender a experimentar al Señor
como nuestra propia humanidad. Esto edificará algo sólido sobre la tierra antes
que el Señor regrese.

CAPÍTULO QUINCE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN NUESTRO ANDAR DIARIO

Lectura bíblica: Tit. 2:2-6; Gá. 5:22-23; Fil. 2:15; 4:8; Mt. 5:13-16

Hemos visto que la humanidad de Jesús es necesaria para la guerra espiritual y


para el servicio de la iglesia. Si hemos de pelear la guerra espiritual por el reino
de Dios, necesitamos la humanidad apropiada. Dios necesita un hombre para
eliminar a Su enemigo, Satanás, y este hombre es Jesús. Solamente un hombre
está calificado para pelear la batalla, y este hombre es también nuestra persona.
Ya que Él es nuestra persona interior, Su humanidad es también nuestra
humanidad a fin de que peleemos la batalla por el reino de Dios.

Más aún, para servir a Dios en la iglesia de una manera adecuada, necesitamos
la humanidad de Jesús. Pablo, en sus dos epístolas a Timoteo, abarcó tres clases
de servidores. Primero mencionó a los ancianos, esto es, los que vigilan o los
obispos (que son diferentes designaciones para la misma persona). Ellos son los
que toman la delantera en la iglesia. Después se refirió a los diáconos y
diaconisas, que son los hermanos y hermanas que sirven en la iglesia. La
palabra diácono proviene de la palabra griega que significa “uno que sirve”.
Pablo también se dirigió a los siervos del Señor, tales como Timoteo. Por tanto,
hay tres clases de servidores en la iglesia: los ancianos, los diáconos y
diaconisas, y los obreros del Señor. Todos estos servidores necesitan la
humanidad apropiada; esto es básico. De la manera que la madera de acacia era
el elemento por el cual las tablas del tabernáculo permanecían derechas (Éx.
26:15), así también la humanidad de Jesús es el elemento por el cual todas las
cosas espirituales se mantienen firmes. Si estamos en la lucha espiritual o en el
servicio de la iglesia, necesitamos la humanidad apropiada.

En este capítulo debemos ver que la humanidad de Jesús es necesaria también


en nuestro andar cotidiano. La humanidad de Jesús es necesaria para pelear,
para servir y también para vivir. Si no tenemos la humanidad apropiada,
nuestro andar diario no será apropiado.

NUESTRA HUMANIDAD QUEDA AL DESCUBIERTO

La mayoría de los hermanos de mayor edad ya han experimentado el hecho de


que cuanto más tratamos de valernos por nuestra humanidad, más nos damos
cuenta de nuestra incapacidad. Algunos jóvenes todavía no creen que su
humanidad no valga nada. Pero cuanta más edad se tiene, más se reconoce la
perversidad de su propia humanidad. Antes de que cumpliésemos los dieciséis
años de edad, teníamos cierta confianza en nuestra humanidad; pero después
que los cumplimos, comenzamos a darnos cuenta de que no teníamos
esperanza. Más tarde, después que nos graduamos de la universidad,
comprendimos que teníamos aún menos solución; y después de casarnos,
estuvimos completamente convencidos de que nuestra humanidad no tenía
remedio. Antes de casarse muchas hermanas jóvenes pensaban que eran
maravillosas; pero el matrimonio verdaderamente las puso al descubierto.
Después de casarse, aunque muchas de ellas aún culpan al marido, reconocieron
su verdadera condición.

Ahora estamos en la iglesia, en la cual no hay tinieblas; todo está bajo la luz y
todo es transparente. No hay nada que nos ponga más al descubierto que la
iglesia. Mientras estamos en las reuniones de la iglesia, estamos bajo los rayos X
celestiales. Nuestra humanidad queda expuesta, para que podamos ver que
necesitamos una humanidad apropiada. No obstante, cuando quedamos
expuestos a la luz celestial, inmediatamente debemos aplicar la sangre.
Necesitamos orar: “Oh Señor, limpia todo mi pasado con Tu sangre. Cúbreme
con Tu sangre”.

BAJO LA SANGRE

Sin embargo, a veces somos un poco necios. Antes de ser iluminados en la


iglesia, quizás no admitíamos que estábamos equivocados; no admitíamos que
había alguna maldad o corrupción en nosotros mismos. No obstante, después
que somos iluminados, nunca debemos contarles nuestros fracasos a otros. Eso
es un error. Más bien, debemos aplicar la sangre del Señor, y todo nuestro
pasado quedará bajo la sangre. Nunca debemos remover nada de lo que ha
quedado bajo la sangre y mostrárselo a otros, especialmente en las reuniones.
Esto es absolutamente malsano e infructuoso, y no es bíblico. Por un lado
necesitamos que la luz divina nos ponga al descubierto, pero por otro lado,
después de quedar al descubierto, tenemos la cobertura de la sangre redentora.
Dios no tiene la intención de avergonzarnos y ponernos al descubierto delante
de otros; Él sólo desea que veamos cuán inútiles y desahuciados somos en
términos de nuestra humanidad, para que aprendamos a tomar Su humanidad.
Después que hemos visto esto, tenemos la sangre que nos cubre y nos limpia. La
exposición de la luz divina es siempre seguida por la sangre que nos limpia y nos
cubre. No debemos hablar más de nosotros mismos ni de nuestro pasado, pues
una vez que todo sale a la luz, queda bajo la cubierta de la sangre. Olvidémonos
de todos nuestros fracasos del pasado, porque Dios cuando perdona, olvida. A
veces tratamos de recordarle a Dios las cosas que Él ya ha perdonado; pero Dios
simplemente no tiene memoria para estas cosas. Una vez que Él perdona,
olvida. ¡Alabado sea el Señor por la sangre que nos cubre y nos limpia!

LA HUMANIDAD APROPIADA
PARA TODAS LAS EDADES

Todos los versículos mencionados anteriormente se relacionan con nuestro


andar cotidiano. Pablo ordenó a Tito que ayudara a los santos de todas las
edades. “Que los ancianos sean moderados, honorables, sensatos, sanos en la fe,
en el amor, en la perseverancia. Las ancianas asimismo sean en su porte cual
conviene a quienes se ocupan de las cosas sagradas; no calumniadoras, no
esclavas del vino, maestras del bien, para que eduquen a las mujeres jóvenes a
amar a sus maridos y a sus hijos, a ser sensatas, puras, hacendosas, buenas,
sujetas a sus propios maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean sensatos” (Tit. 2:2-6).

Estoy tan contento que Pablo mencionó a los ancianos y las ancianas, y a los
varones y mujeres jóvenes; pero éstos no son los ancianos y los diáconos, sino
los hermanos y hermanas mayores en la iglesia. Sin estos versículos, podríamos
pensar que sólo los ancianos y diáconos deben tener la humanidad apropiada, y
que ésta no es necesaria para los demás. Pero lo que Pablo dijo a los ancianos,
también dijo a los hermanos y hermanas. En los capítulos anteriores enfaticé el
hecho de que los jóvenes son las personas claves para el recobro del Señor, pero
en este capítulo vemos que los mayores deben ir delante de los jóvenes. Pablo no
instruye primero a los jóvenes, sino a los mayores. Ellos son los que deben
tomar la delantera en este asunto de la humanidad.

Todos sabemos que 1 y 2 Timoteo y la Epístola a Tito se escribieron en las


postrimerías del ministerio de Pablo, es decir, que cuando las escribió él tenía
más experiencia. Por tanto, lo que escribió en estos tres libros se basa más en su
experiencia. Estos libros son distintos de los de Romanos, 1 Corintios, Gálatas y
los otros libros que escribió al principio de su ministerio. Por ejemplo, en 1
Corintios 7 Pablo les dijo a los creyentes, especialmente a las hermanas, que era
mejor no casarse. Pero cuando escribió 1 Timoteo 5, su actitud cambió; allí dijo
que todas las viudas jóvenes deberían casarse. ¿Por qué hizo esto? Porque
después de tantos años Pablo tenía más experiencia. En estos tres libros él no
habla mucho de doctrinas; más bien hace énfasis en la humanidad apropiada.
En sus otros libros no enfatiza tanto la humanidad como en estos tres. Si leemos
una vez más 1 y 2 Timoteo y Tito, veremos que el punto central y básico del que
habla Pablo es la humanidad. Esto se debe a que él había aprendido por
experiencia que, a la larga, la iglesia requiere de la humanidad apropiada mucho
más que cualquier otra cosa.

LAS VIRTUDES HUMANAS


PARA UNA ERA DEGRADADA

Cuando Pablo escribió estos tres libros, la iglesia se había degradado. Bajo tal
degradación lo que principalmente se necesita no son las enseñanzas o los
dones, sino las virtudes humanas. Creo que el mensaje de estos tres libros
encaja muy bien con la situación actual. Nosotros estamos bajo tanta
degradación. ¿Cuál es la cura apropiada para esta era? ¿Cuál es la dosis
apropiada para esta generación? La respuesta es la humanidad apropiada que
proviene del hombre Jesús. La humanidad apropiada constituye el único poder
curativo para la generación actual. Tengo confianza en que el Señor usará la
iglesia como un remedio contra esta generación torcida y perversa. El remedio
que necesita dicha generación es una iglesia con la humanidad apropiada.
Tengo la plena certeza de que si los jóvenes en la iglesia toman la humanidad de
Jesús, ellos mismos serán el remedio adecuado para esta generación.

No es un asunto de sólo exclamar: “¡Aleluya, Jesús es el Señor!”. Necesitamos


que la humanidad de Jesús respalde nuestros gritos. Entonces la humanidad de
Jesús será manifestada en las escuelas, en los trabajos y dondequiera que estén
los hermanos y hermanas. El resplandor de la humanidad de Jesús iluminará
las tinieblas de esta generación.

Pablo menciona algo tocante a la humanidad en todos estos tres libros, y


también habla de las virtudes humanas en Filipenses 4:8: “Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si
alguna alabanza, a esto estad atentos”. Es claro que todas éstas son virtudes
humanas. Él también nos dice en este libro que somos hijos de Dios y que
resplandecemos como luminares en el mundo en medio de una generación
torcida y perversa (2:15).

EL FRUTO DEL ESPÍRITU

En Gálatas 5:22-23 Pablo habla del fruto del Espíritu. El Espíritu aquí se refiere
al Espíritu de la humanidad de Jesús. Pablo no está hablando del fruto del
Espíritu de Dios o el fruto del Espíritu Santo, sino del Espíritu de Jesús, puesto
que todos los puntos mencionados son virtudes humanas. “Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”. Las cosas que se
mencionan en estos versículos no son poderes divinos o milagrosos, sino que
son características propias de la humanidad, mas no de la nuestra. Estas cosas
provienen únicamente de la humanidad de Jesús.

Supongamos que tenemos a dos hermanos ante nosotros. Uno de ellos tiene un
don maravilloso de sanidad, mientras que el otro toma la humanidad de Jesús a
fin de ser apacible, manso, gozoso y rebosar de dominio propio y longanimidad.
¿Cuál de estos dos hermanos preferiría usted? Me temo que muchos cristianos
prestarían poca atención al hermano cuya humanidad es apropiada. Todos
admiraríamos al que tiene el don de sanidad, y hasta le haríamos propaganda en
los periódicos. Nunca he visto un anuncio en el periódico diciendo que un
hermano exhibe una humanidad apropiada.

Pablo no dijo que el fruto del Espíritu es sanidad divina. La sanidad es algo que
se efectúa externamente, pero ser apacible, manso y tener dominio propio son
parte de uno mismo, parte de nuestro ser. Nuestro ser es mucho más
importante que nuestro hacer. Hudson Taylor, el fundador de la Misión al
Interior de China, dijo una vez que Dios presta más atención a lo que somos que
a lo que hacemos. Pero muchos cristianos prestan mucha más atención a lo que
la gente hace, y no a lo que son.

Creo firmemente que hoy en la vida de iglesia el Señor va a recobrar Su


humanidad. Nosotros no sólo necesitamos Su poder; necesitamos Su
humanidad. No sólo necesitamos lo que Él puede hacer; necesitamos lo que Él
es. No puedo creer que los dones milagrosos sean el remedio que necesita la
generación actual. Pero la humanidad apropiada que resplandece a través de los
hermanos y hermanas jóvenes, sí será un fuerte testimonio y un remedio
potente para esta era presente. Y esta humanidad también hará que nuestra vida
de iglesia sea más fuerte que nunca. El fruto del Espíritu es simplemente la
expresión de la humanidad de Jesús.

LA SAL DE LA TIERRA
Y LA LUZ DEL MUNDO

El Señor Jesús nos dijo en Mateo 5 que somos la sal de la tierra y la luz del
mundo. La función de la sal es matar los elementos que corrompen las cosas a
fin de preservarlas. En el mundo actual hay mucha corrupción; dondequiera que
uno vaya hay gérmenes de corrupción. ¡Cuánto necesitamos la sal! Y el elemento
básico de la sal no es otra cosa que la humanidad de Jesús. La humanidad de
Jesús manifestada en nuestro andar cotidiano es la sal celestial. Mientras más
vivamos por la humanidad de Jesús, más salados seremos. Esta humanidad
tiene el poder para matar todos los gérmenes de corrupción. Cuanto más
apliquemos la humanidad de Jesús y cuanto más la experimentemos y vivamos
por ella, más seremos la sal para esta generación corrupta y que corrompe. Con
esto podemos ver la responsabilidad que tenemos. No basta con gritar: “¡Jesús
es el Señor!”, sino que debemos ser la sal con el poder de salar. Todos
necesitamos una verdadera transformación, la cual experimentamos al aplicar la
humanidad de Jesús a nuestra vida cotidiana.

Más aún, el problema actual no sólo tiene que ver con la corrupción, sino
también con las tinieblas. ¡Cuántas tinieblas hay hoy en día! Yo no me atrevo a
leer los periódicos. Toda la situación está en tinieblas. Pero ¡aleluya que la
iglesia es un candelero y que nosotros estamos en la luz! Sin embargo, podemos
estar en la luz sólo si tomamos la humanidad de Jesús.

Ahora es evidente la importancia que tiene la ofrenda de harina en el libro de


Levítico. Allí vemos que las tres últimas ofrendas se basan en las primeras dos.
El holocausto y la ofrenda de harina son las ofrendas básicas, y todas las demás
ofrendas se edifican sobre ellas. Pero de todas las ofrendas, la ofrenda de harina
es la más importante; es aún más básica que el holocausto.

En todos los asuntos espirituales la humanidad de Jesús es la estructura básica.


Ya hemos visto nueve o diez asuntos que produce la humanidad del Señor. Si el
tabernáculo no tuviese las tablas derechas, estaría en desorden. La estructura
básica de todos los asuntos espirituales es la humanidad de Jesús. Esta
humanidad es la sal celestial y la luz divina. Sin esta humanidad, la sal pierde su
sabor. Quiera el Señor ser misericordioso con nosotros, a fin de que Su
humanidad sea forjada en nuestro andar cristiano y nuestra vida cotidiana.
CAPÍTULO DIECISÉIS

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA EL RECOBRO DEL SEÑOR

Lectura bíblica: 2 Ti. 3:1-5, 16-17; 2:21-22; 1:7; 4:22

El onceavo punto acerca de la humanidad de Jesús es que ésta es necesaria en el


recobro del Señor. Debemos darnos cuenta de que las epístolas de Pablo a
Timoteo y a Tito fueron escritas con miras a un recobro, debido a que en ese
tiempo la degradación de la vida de iglesia ya existía. La historia nos dice que la
decadencia del Imperio Romano comenzó al mismo tiempo que la decadencia
de la vida de iglesia, y esto sucedió durante la última parte del primer siglo. Al
leer 2 Timoteo 3, podemos ver la situación que imperaba al final del primer
siglo. Pablo dijo que en los días postreros vendrían tiempos difíciles, y no pasó
mucho tiempo antes que su profecía se cumpliera. La historia nos dice que al
final del primer siglo había mucha corrupción y ruina en la sociedad del Imperio
Romano.

LA SITUACIÓN ACTUAL

Hoy en día la situación es exactamente igual a la de la iglesia primitiva. En aquel


entonces la iglesia se había degradado y la sociedad se había corrompido, y es
evidente que la situación actual es la misma. Por tanto, debemos darnos cuenta
de que estamos en una situación que requiere la humanidad de Jesús por causa
de Su recobro. Debe haber un grupo de personas que permanezcan firmes en
contra de la corriente de esta era. Pero ¿de qué manera debemos permanecer
firmes? ¿Es por el poder divino? Es difícil encontrar el poder divino en estos tres
libros. Estas epístolas son el producto del ministerio final de Pablo, el cual tiene
mucho que ver con la humanidad de Jesús.

Como mencionamos anteriormente, en estos libros vemos que la humanidad de


Jesús es necesaria para el servicio de la iglesia, en el cual participan los
colaboradores, los ancianos, los diáconos y las diaconisas; y todos los versículos
que atañen a estos servidores mencionan algo en cuanto a las virtudes de una
humanidad apropiada. Pablo no le dice a Timoteo que debía ser un ejemplo en
poder, sino en amor, en palabra y en conducta; todo lo cual se relaciona con la
humanidad. Todos los requisitos para el servicio de la iglesia aluden a las
virtudes humanas. El mismo principio se aplica a nuestro andar cristiano. Para
relacionarse con los hermanos y hermanas, sean mayores o jóvenes, se necesita
la humanidad elevada de Jesús.

Está plenamente demostrado en estos tres libros que necesitamos una


humanidad fuerte, idónea y apropiada para mantener el recobro del Señor en un
tiempo de tanta degradación. Para estar firmes en una era tan degradada, no
necesitamos tanto el poder divino como la humanidad de Jesús. Estar firme es
el poder de la madera de acacia. Si seguimos la corriente de la era presente,
seremos como las medusas, que no tienen columna vertebral. Las medusas
siempre siguen la corriente de la marea. Nosotros necesitamos una columna
fuerte, a fin de estar firmes en contra de la corriente de esta era por causa del
recobro del Señor; y esta columna vertebral sólo puede ser producida por la
humanidad de Jesús. El trasfondo de estos tres libros (la degradación de la
iglesia y la corrupción de la sociedad) es exactamente igual a la situación actual.
Por tanto, estos tres libros en realidad deben ser aplicados a nosotros hoy en
día.

VEINTIÚN PUNTOS

Los primeros cinco versículos de 2 Timoteo 3 nos muestran la situación que


existía en aquel entonces: “Pero debes saber esto: que en los postreros días
vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos,
amadores del dinero, vanagloriosos, soberbios, injuriadores, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores,
intemperantes, salvajes, aborrecedores del bien, traidores, impetuosos, cegados
por el orgullo, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia
de piedad, pero negarán la eficacia de ella; de éstos apártate”.

En estos versículos hay exactamente veintiún puntos. El primero de ellos son los
amadores de sí mismos. Creo que todos ya sabemos que la humanidad es un
asunto de amor. Los seres humanos no son máquinas, sino seres que aman. Si
no hubiese amor, la humanidad desaparecería. Supongamos que todos los
miembros de una familia no se aman. ¿Qué clase de familia sería esa? Así pues,
el primer aspecto de la humanidad es el amor. Pero el amor se debe practicar de
una forma apropiada; si se practica equivocadamente, el amor llega a ser
sumamente peligroso. Sin embargo, el empleo adecuado del amor requiere de la
humanidad apropiada. Por consiguiente, la primera causa de la corrupción de la
sociedad es disponer mal del amor. Pablo nos dice que los hombres serán
amadores de sí mismos.

El segundo punto se relaciona con los amadores del dinero. No creo que antes el
dinero haya sido tan atractivo como en nuestros días. El tercer punto se
relaciona con los vanagloriosos. ¡Cómo se jactan los jóvenes hoy en día! El
cuarto punto se relaciona con los soberbios. No sólo son orgullosos, sino
arrogantes. El quinto punto se relaciona con los injuriadores. Vemos mucho de
esto en nuestros días. El sexto punto se relaciona con los que desobedecen a sus
padres. Esto es muy prevaleciente en la actualidad. Parece que la ética humana
ha cambiado, pues algunos hasta dicen que es bueno ser desobedientes a los
padres. Esto viene directamente del diablo. Toda desobediencia proviene de
Satanás, el rebelde; él es la fuente de toda rebelión.

El séptimo punto se relaciona con las personas ingratas. La tendencia hoy en día
es que las personas son malagradecidas, esto es, son malagradecidas con sus
padres, con sus abuelos, con sus hermanos y hermanas, y hasta con el país. Éste
es un cuadro real de la generación actual. Y la presente generación sólo siega lo
que sembró la generación anterior. El octavo punto se relaciona con los impíos.
La gente hoy en día simplemente aborrece ser santa. El noveno punto es que la
gente no tiene afecto natural. Hoy en día son muchos los que no tienen afecto
natural y hasta se jactan de ello.

El décimo punto atañe a los que son implacables. Esto quiere decir que ellos no
quieren hacer la paz con otros. No les gusta perdonar a otros, ni les gusta
reconciliarse con otros. Cuanto más problemas puedan causar, mejor se sienten.
Cuanto más agitación y más tumultos hayan, más contentos están. Ésta es una
profecía que se cumplió al final de primer siglo y que también se cumplirá al
final de esta era. En la Biblia las profecías siempre tienen un cumplimiento
doble: uno es en el tiempo presente y el otro en el futuro. Creo que lo que
estamos viendo hoy en día es parte de este cumplimiento. A la gente
simplemente no le gusta hacer la paz. Hablan de hacer la paz, pero actúan en
forma contraria.

El undécimo punto se refiere a los calumniadores. Esta gente siempre critica los
buenos informes que oye acerca de otros, pero propaga los malos.
Continuamente levantan toda clase de informes falsos. El duodécimo punto es
ser intemperante. Hoy en día muchos han desechado toda restricción. El
decimotercero punto se relaciona con los salvajes. Ellos son como las bestias
salvajes; no sólo son feroces, sino también salvajes. El decimocuarto punto se
refiere a los que aborrecen el bien. En el mundo actual la gente maligna y
diabólica enseña a otros a aborrecer todo lo bueno. En vez de ser amadores del
bien, son aborrecedores del bien. El decimoquinto punto se relaciona con los
traidores; ellos siempre están traicionando a los demás. El decimosexto atañe a
los impetuosos. El decimoséptimo se refiere a los que están cegados por el
orgullo; el decimoctavo son los amadores de los deleites, y el decimonoveno
atañe a los que no aman a Dios.

Los últimos dos puntos se pueden ver en la frase “tendrán apariencia de piedad,
pero negarán la eficacia de ella”. El vigésimo es la apariencia de piedad. Esto se
puede referir a los que van a la iglesia los domingos. Aunque podemos decir que
ellos tienen apariencia de piedad, niegan el poder de la misma, que es el punto
veintiuno. ¿Cuál es el poder de la piedad? Es Jesucristo. Muchos cristianos
tienen la forma de la piedad, pero no les interesa nada de Cristo. Tienen una
apariencia religiosa, pero no tienen a Cristo.

Casi todos los veintiún puntos se relacionan con las virtudes humanas. Debemos
amar de una manera apropiada. Debemos estar bien con Dios, con nuestros
padres y con otros, e incluso con nosotros mismos. Son muchos los que en estos
días no están bien consigo mismos. Ellos están mal con Dios, con sus padres,
con otros y aun consigo mismos. En cierto sentido, no son humanos; no tienen
la humanidad apropiada. Su humanidad ha sido arruinada hasta lo sumo.

UNA OBRA DE RECOBRO

El Señor está haciendo una obra de recobro, en la cual Él necesita un pueblo que
conozca y se apropie de Su humanidad. En medio de la degradación de las
iglesias y la corrupción de la sociedad, nosotros estamos aquí para el recobro del
Señor. Pero para esto necesitamos una humanidad fuerte y apropiada; no es
suficiente sólo exclamar: “¡Aleluya!” o “¡Jesús es el Señor!”. No es suficiente
hacer sanidades divinas o tener lo que llaman el poder de lo alto. Debemos
mostrar a esta generación y aun a todo el universo, incluyendo al diablo y todos
sus demonios, que estamos tomando la humanidad apropiada para cumplir el
propósito de Dios. Debemos declarar y aun proclamar a este universo que
estamos aquí como hombres genuinos; estamos aquí como un hombre
corporativo que toma a Jesús como su humanidad. Esto aterrorizará al enemigo.
El tentador vino al Señor Jesús y le dijo: “Si eres Hijo de Dios...”. Pero el Señor
Jesús le contestó refiriéndose a Sí mismo como un hombre (Mt. 4:3-4). Eso
aterrorizó al enemigo. Debemos ser “Jesusmente” humanos. Cada miembro de
la iglesia en el recobro del Señor debe ser un hombre apropiado, aun un hombre
de “acacia”. Esto será un testimonio fuerte y esto cerrará la boca del enemigo.

Sé que muchos están esperando el momento para criticar a las iglesias locales.
Cada vez que ellos se equivocan, lo justifican; pero si nosotros nos equivocamos
en cualquier cosa, lo divulgan a todos. Sólo hay una manera de cerrarles la boca,
y ésta consiste en expresar la humanidad de Jesús. Su conciencia tendrá que
estar de acuerdo con la humanidad apropiada. Muchos de los que se oponen
están esperando que la iglesia fracase. Ellos esperan que cometamos una falla,
lo cual es realmente un sufrimiento para nosotros. Muchos de nosotros jamás
han tenido tanta oposición ni tanta crítica como cuando vinieron a la iglesia
local. Estar en la iglesia local equivale a recibir muchas críticas del cristianismo.
Sin embargo, esto en realidad no es sólo criticas; más bien, es algo del campo de
batalla. Pero sin tener la humanidad apropiada del Señor Jesús, nosotros no
podemos pelear la batalla. La humanidad apropiada que es para el recobro del
Señor ciertamente cerrará las bocas opositoras que nos critican.

EL CAMINO APROPIADO

Entonces, ¿cómo podemos disfrutar tal humanidad? En los versículos antes


mencionados podemos ver cinco puntos principales, los cuales nos dejan ver el
pensamiento del apóstol Pablo acerca de la manera en que debemos tomar la
humanidad de Jesús. El primer punto es invocar el nombre del Señor Jesús con
un corazón puro. “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el
amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor” (2 Ti. 2:22). Al
invocar el nombre del Señor, verdaderamente recibimos Su humanidad dentro
de nosotros. Después Pablo se refirió a las Escrituras: “Toda la Escritura es dada
por el aliento de Dios” (3:16). Toda la Escritura ha sido exhalada por Dios para
hacernos hombres de Dios genuinos y apropiados. No sólo necesitamos invocar
el nombre del Señor, sino que también debemos inhalar cada palabra de las
Escrituras. Esto es simplemente orar-leer la Palabra. ¡Qué importante son estas
dos cosas en lo que se refiere a tomar la humanidad del Señor! Debemos invocar
al Señor y debemos inhalar Su Palabra.

El tercer punto es la vida del Cuerpo. Pablo no dijo que debíamos invocar al
Señor a solas, sino que lo hiciésemos “con los que” (2:22). Ésta es una vida
corporativa. Disfrutamos la humanidad del Señor con aquellos que de corazón
puro invocan al Señor. En cuarto lugar, Pablo nos dice que debemos ejercitar
nuestro espíritu. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de cordura” (1:7). El quinto punto es que tenemos una Persona
maravillosa en nuestro espíritu: “El Señor esté con tu espíritu” (4:22).

Tenemos que practicar estos cinco puntos: invocar al Señor, inhalar las
Escrituras, tener la vida del Cuerpo, ejercitar nuestro espíritu y hacer real el
hecho de que el Señor Jesús está en nuestro espíritu. Esto nos revela el concepto
que tenía el apóstol Pablo. ¿Cómo podemos disfrutar de la humanidad de Jesús?
Simplemente por medio de estas cinco cosas. Debemos invocar al Señor,
debemos inhalar la Palabra y debemos hacer todo esto en el principio del
Cuerpo, en la vida de iglesia. Para esto contamos con un factor que fortalece
nuestro espíritu, a saber: el Señor Jesús, quien es la verdadera humanidad, está
en nuestro espíritu. Simplemente disfrutamos de Su humanidad al ejercitar
nuestro espíritu para invocarlo a Él e inhalar la Palabra de forma corporativa.

Supongamos que soy un joven de diecisiete años de edad. Si ejercito mi espíritu


para invocar al Señor y orar-leer la Palabra con los hermanos y hermanas,
¿creen ustedes que yo podría ser desobediente a mis padres? No lo creo. No
necesitaría que nadie me diga que obedezca a mis padres. Espontáneamente
sería obediente a ellos porque tengo la humanidad de Jesús dentro de mí. Y si
he estado practicando estas cosas en la vida de iglesia, ¿creen ustedes que
podría ser jactancioso o arrogante? ¡Jamás! Si tengo la humanidad apropiada
dentro de mí, jamás podría comportarme de esa manera. Esto no resulta de las
enseñanzas, sino que es el resultado de alimentarnos del Señor Jesús. El
disfrute apropiado de la humanidad de Jesús absorbe todas las cosas negativas y
las reemplaza con las positivas.

Debemos orar por la situación del recobro del Señor a fin de que todos los
hermanos y hermanas en las iglesias locales puedan tener el disfrute pleno de la
humanidad de Jesús. Entonces seremos las tablas de acacia, derechas y firmes
en contra de la corriente de esta era maligna. Éste será un testimonio fuerte, y
esto introducirá el recobro de la vida de iglesia local en todas las ciudades
principales.

CAPÍTULO DIECISIETE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA EL REINO DE DIOS

Lectura bíblica: Gn. 1:26, 28; Ez. 1:26; Dn. 7:13-14; Mt. 19:28; Jn. 5:27; Ro.
14:17; 1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:3-5; Ap. 20:4

IMAGEN Y POTESTAD

En este último capítulo sobre la ofrenda de harina, veremos cómo es que la


humanidad de Jesús es necesaria para el reino. En los versículos del encabezado
vemos que, desde Génesis 1 hasta el final de Apocalipsis, la humanidad tiene
mucho que ver con el reino de Dios. En el principio, Dios creó al hombre no sólo
para que fuera según Su imagen, sino también para que ejerciera potestad.
“Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a
Nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, sobre las aves de
los cielos y sobre las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se
arrastra sobre la tierra’ [...] Los bendijo Dios y les dijo: ‘Fructificad y
multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del
mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra’” (Gn.
1:26, 28, [heb.]).

La imagen tiene que ver con la expresión. Dios creó al hombre a Su propia
imagen para que éste le expresara. La imagen de Dios es para la expresión de
Dios. Pero el hombre también fue creado para que ejerciera potestad sobre toda
la tierra, lo cual alude al reino. La palabra sobre se usa cinco veces en Génesis
1:26: una vez con respecto a los seres vivientes en el aire y tres veces con
respecto a los seres vivientes en la tierra. Además, se menciona especialmente
que el hombre debe ejercer potestad sobre todo lo que se arrastra. Satanás, que
es llamado la serpiente antigua, es la cabeza de todo lo que se arrastra; por
tanto, esto indica que el hombre debe tener potestad sobre Satanás, el rebelde.
La intención de Dios es que el hombre controle la tierra.

Luego, en Génesis 1:28, el Señor dice que el hombre debe someter o conquistar
la tierra. Si no hubiese rebelión alguna sobre la tierra, no habría necesidad de
someterla; pero debido a la rebelión de Satanás, existe la necesidad de someter
la tierra. Dios no hará esto por Sí mismo, aunque puede hacerlo; si Él tratara
con una criatura rebelde, degradaría Su posición como Creador. Por lo tanto,
Dios necesita que otra criatura, un hombre, someta a la criatura rebelde. Esto
tiene que ver con el reino de Dios.

EL REINO, EL PODER Y LA GLORIA

El Señor, al final de Su oración, dijo: “Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por


todos los siglos” [Mt. 6:13]. Aquí vemos el reino, el poder y la gloria. Sin el reino
es imposible ejercer el poder, y sin el poder no hay gloria. La gloria depende del
poder, y el poder se ejerce solamente en el reino. Así que, Dios necesita un reino
sobre la tierra en donde Él pueda ejercer Su poder y manifestar Su gloria. La
intención de Dios es edificar un reino en la tierra, y en este reino Dios tendrá la
libertad de ejercer Su autoridad y Su poder. Es en esta esfera de la autoridad de
Dios en el reino que Él puede expresar Su gloria. La gloria es simplemente la
manifestación de Dios mismo. Cuando Dios se manifiesta, eso es gloria.

Por ejemplo, la gloria de la luz eléctrica es simplemente la manifestación de la


electricidad, que es invisible. La gloria y la luz de la electricidad es la
manifestación de la electricidad misma. Cuando la electricidad se manifiesta,
aparece la gloria mediante la luz. Dios es un misterio; Él está escondido y es
invisible. Tal como el misterio de la electricidad, que cuando la electricidad se
manifiesta podemos ver la luz así también cuando Dios se manifiesta, podemos
ver Su gloria. Sin embargo, para que la gloria de Dios sea expresada se necesita
una esfera donde Dios pueda ejercer Su autoridad y Su poder. Dicho ámbito de
autoridad y poder es el reino de Dios.

En cierto sentido, la iglesia en la tierra es hoy el reino de Dios. Esto se muestra


en Romanos 14:17: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Romanos 12 habla del Cuerpo, que es
la iglesia. Pero después Pablo, en el capítulo 14, se refiere a la iglesia como el
reino de Dios, y no como el Cuerpo. Al juntar estos capítulos, podemos ver que
el reino de Dios mencionado en Romanos 14 es simplemente la iglesia. La iglesia
no es sólo la casa de Dios o el Cuerpo de Cristo, sino que también es el reino de
Dios. En el reino de Dios los factores principales son la autoridad de Dios, el
reinado de Dios y el gobierno de Dios. El reino de Dios no necesita ángeles;
necesita al hombre. Lo que requiere es la humanidad.
UN HOMBRE EN EL TRONO

Leamos Ezequiel 1:26: “Sobre la bóveda que estaba sobre sus cabezas se veía la
figura de un trono que parecía de piedra de zafiro, y sobre la figura del trono
había una semejanza, como de hombre sentado en él”. Ezequiel vio la visión de
un trono en el firmamento claro, y sobre el trono había uno sentado que tenía la
semejanza del hijo de hombre. Nosotros diríamos que Dios debería estar
sentado en el trono, pero ¡Ezequiel vio a un hombre! En este libro, el Señor
llamó a Ezequiel hijo de hombre noventa y tres veces. El pensamiento completo
de este libro en cuanto a la visión divina de Dios, está totalmente enfocado en el
hombre. Dios necesita un hombre. Nuestro concepto es que en el trono de todo
el universo está Dios, pero aquí este versículo nos dice que el que está sentado
en el trono es un hombre.

Hablando en términos humanos, es fácil para Dios establecer un reino por Sí


mismo; pero para Satanás eso sería menospreciable. Podemos ver el
menosprecio de Satanás en el libro de Job. Satanás le dijo a Dios que Job le
temía simplemente porque lo bendecía, pero cuando Dios le quitara todas las
bendiciones, Job no le temería. Satanás pensaba que Dios había comprado a Job
con las bendiciones que le había dado. Pero ¡qué gloria para Dios porque Job
seguía temiéndole cuando le quitó todas las bendiciones! Satanás fue
verdaderamente avergonzado. Cuando Dios despojó a Job de tantas cosas
buenas, él seguía amando a Dios. No lo amaba por las bendiciones recibidas,
sino por Dios mismo.

Dios nunca establecería un reino por Sí mismo; Él sabe lo que Satanás diría si lo
hiciese. Por lo tanto, Dios creó al hombre y dejó a este hombre en un huerto sin
valla. Dios hizo esto a propósito, de modo que Satanás pudiera usar cualquier
medio de su elección para que intentara frustrar el plan de Dios. Y después que
Satanás dañó al hombre, la sabiduría de Dios se manifestó aún más. Dios había
creado a un hombre bueno y perfecto, pero éste fue dañado por Satanás, quien
le hizo rebelde y pecador. Sin embargo, Dios planeaba regenerar al hombre y así
haría un nuevo hombre. De toda la destrucción causada por Satanás, Dios
edificaría algo nuevo. ¡Alabado sea el Señor que Dios lo hizo!

UNA NUEVA HUMANIDAD

Antes de ser salvos éramos solamente un esbozo de la destrucción. Pero aun


cuando estábamos en tal destrucción, Dios nos regeneró y llegamos a ser una
nueva humanidad. Esto es una gloria para Dios y una vergüenza para Satanás.
Mientras la iglesia tenga la humanidad apropiada, Dios puede decirle a Satanás:
“Aun en Los Ángeles, la capital cinematográfica del mundo, he edificado una
humanidad en contra tuya. No lo he hecho ni con ángeles ni por Mí mismo, sino
con los seres humanos que tú dañaste. He edificado una nueva humanidad”.
¡Qué gloria para Dios es poder decirle a Satanás esto! Aun Satanás se dará
cuenta de que cuanto más dañe al hombre, más gloria obtendrá Dios.

Mi carga es que el velo sea quitado, a fin de que podamos conocer el propósito
final de Dios. Él no se propone meramente que todos podamos ir al cielo; Su
máximo propósito consiste en edificar un reino en la tierra con Su humanidad.
No piensen que yo era una buena persona antes de ser salvo, pues ciertamente
no lo era. Sin embargo, estoy aquí ministrándoles algo de Cristo a todos ustedes.
Esto es una gloria para el Señor y una vergüenza para Satanás. Todo lo que
Satanás puede decir es que este hombre insignificante que él había dañado,
ahora está ministrando a Cristo.

Este mismo principio se aplica a todos nosotros. Algunos de los jóvenes que
conforman la iglesia anteriormente eran “hippies”. Sólo el Señor sabe qué clase
de vida llevaban. El hecho de que todos estos “ex-hippies” tomen la humanidad
del Señor para tener una vida humana apropiada, es la mayor vergüenza para
Satanás. Satanás tendrá que decir: “Cinco años atrás dañé muchísimo a estos
jóvenes, pero hoy en día tienen una humanidad tan apropiada. No tengo base
alguna para quedarme en Los Ángeles”. Éste es el reino de Dios.

UNA HUMANIDAD EQUILIBRADA

Consideren la corrupción y la iniquidad características de la situación actual,


especialmente en la generación joven. Los jóvenes anhelan ser liberados y ser
libres en todo. Quieren ser liberados del yugo de sus padres, del yugo de las
escuelas, del yugo de la policía, del yugo del vecindario y también del yugo de la
constitución del país. El concepto que tienen es que cuanto más bárbaros sean,
más libres son. Ellos no quieren ser restringidos en nada. Pero ¿se han dado
cuenta de que este concepto procede de Satanás, la fuente de la iniquidad? Él es
la fuente de toda rebelión en contra de la autoridad, debido a que él aborrece el
reino de Dios.

Para que Dios tenga un reino en la tierra entre la generación joven, es necesario
que un grupo de personas sean redimidas y regeneradas a fin de que puedan
tomar la humanidad de Jesús. Por medio de esta humanidad, ellos serán
equilibrados en todo. Por ejemplo, no hace mucho estaban de moda las corbatas
estrechas, pero ahora están más anchas que nunca. Se asemejan a un gran
abanico. ¿No creen que esto es extremo? Claro que las regulaciones externas no
son efectivas; pero si tomamos la humanidad de Jesús, yo creo que no caeremos
en los extremos. Si tomamos la humanidad del Señor, nunca dejaremos de ser
equilibrados. Debemos estar sujetos al gobierno celestial de Dios. Si nos
sometemos a este gobierno, aun nuestras corbatas manifestarán nuestra
cordura. Nuestros zapatos y nuestra manera de vestir les darán a otros la
impresión de que somos personas absolutamente normales, sanas y sensatas.
Somos sensatos y equilibrados, y todo tiene una proporción apropiada. Sabemos
qué clase de zapatos debemos ponernos; aun sabemos cuánto debemos gastar al
ir a comprar zapatos. Seremos muy equilibrados, muy moderados, muy sensatos
y muy sanos. Debemos ser capaces de declarar esto a todo el universo. Todos los
demonios conocen mucho mejor que nosotros cuál es la verdadera situación. Si
hacemos tal declaración, ellos tal vez critiquen nuestro cabello. Nuestro cabello
puede ser un indicio de que no somos tan sensatos. Es posible que nos señalen
el par de zapatos que compramos la semana pasada. Podemos decir que somos
equilibrados, pero tal vez no lo seamos; y sólo estemos siguiendo la tendencia
moderna de esta generación maligna, pues cuando ellos usan algo raro, nosotros
también lo hacemos. Sólo la gente desequilibrada hace esto. A esto se debe que
haya tantos casos de trastornos mentales. Sin embargo, nosotros estamos bajo
la cubierta de la sangre prevaleciente del Señor. Por Su gracia vencedora
podemos declararle a Satanás con toda confianza que nosotros no somos uno de
esos casos mentales y que somos moderados en todo. Sin embargo, esto no se
debe a nosotros mismos, sino que se debe a la humanidad de Jesús. Sólo
disfrutamos Su humanidad en nuestro andar cotidiano.

EL QUE JUZGA ES UN HOMBRE

El Hijo del Hombre estaba sentado en el trono, no sólo según el libro de


Ezequiel, sino también según Daniel 7:13-14: “Miraba yo en la visión de la
noche, y vi que con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre; vino
hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado
dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo
sirvieran; Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará; y Su reino es uno
que nunca será destruido”. Daniel vio esta visión en la que el Hijo del Hombre
venía hasta el Anciano de días para recibir el reino. Sabemos que éste es Señor
Jesús. El Señor Jesús mismo nos dijo del tiempo en que el Hijo del Hombre se
sentaría en el trono (Mt. 19:28), y en Juan 5:27 dice que Dios le dio autoridad de
hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. Como hombre Él está calificado
para ejecutar el juicio de Dios.

LAS VIRTUDES HUMANAS


SON NECESARIAS PARA EL REINO

Los versículos de 1 Corintios 6:9-10, Gálatas 5:19-21 y Efesios 5:3-5 nos


muestran la humanidad que no es útil para el reino de Dios. Ni siquiera me
gusta mencionar todas estas cosas, porque son el lado negativo de las virtudes
humanas. Estos versículos nos dicen que si no tenemos las virtudes humanas
adecuadas, estamos acabados con respecto al reino de Dios. Si verdaderamente
queremos participar en el reino de Dios, debemos tener las virtudes humanas
apropiadas. Es imposible tener estas virtudes por nosotros mismos. Pero demos
gracias a Dios por Aquel que mora en nuestro espíritu, el cual es el único
Hombre apropiado. Este Hombre con todas Sus virtudes humanas apropiadas,
está en nosotros para ser nuestra humanidad. En Efesios 5 Pablo dice que no
debemos permitir que estas cosas negativas ni aun se nombre entre nosotros,
como conviene a santos (v. 3). Debemos darnos cuenta de que somos santos, y
como tales somos seres humanos santos. Nuestras bocas no deberían usarse, ni
siquiera una sola vez, para decir algo inmundo. Sí, necesitamos esta virtud
humana. Nunca debemos mencionar nuestros fracasos sórdidos del pasado.
Dios los ha olvidado; así que olvidémoslo nosotros también. Nunca debemos
hablar de tales cosas; más bien, debemos decir: “¡Alabado sea el Señor!”, y dar
gracias a Dios.

Todas estas virtudes nos muestran que para participar en el reino de Dios
necesitamos las virtudes humanas apropiadas, y para tener estas virtudes
humanas apropiadas, necesitamos la humanidad de Jesús. Cuando tengamos
esta humanidad no sólo estaremos en el reino de Dios, sino que seremos el reino
de Dios. La iglesia en Los Ángeles es el reino de Dios en Los Ángeles. Satanás ha
estado engañando a la iglesia por muchas generaciones, y lo hace alejando a los
cristianos de los asuntos espirituales, o haciéndoles que centren su atención sólo
en el aspecto divino de los asuntos espirituales, descuidando así su propia
humanidad. Pero el Señor está recobrando la humanidad de Jesús. Éste es otro
elemento que el Señor ha recobrado a fin de fortalecer el recobro de la vida de
iglesia. Sin la humanidad apropiada, es imposible tener una vida de iglesia local
apropiada.

En todas las iglesias locales, la gente debe ver la gloria de Dios expresada en los
seres humanos. La manera en que éstos se comportan, se visten, se relacionan
entre ellos, y cómo se conducen en su vida familiar y en su andar cotidiano, todo
ello debe ser verdaderamente humano y a la vez manifestar la gloria de Dios.
Ésta es la vida apropiada de iglesia.

Finalmente, cuando llegamos al final de la Biblia, vemos a los vencedores que


reinarán con Cristo por mil años. “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que
recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del
testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y los que no habían adorado a la
bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus
manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Ap. 20:4). ¿Cómo fueron
calificados para reinar con Cristo todos estos vencedores? Estoy convencido de
que fue porque la humanidad de Jesús se forjó en ellos.

Que el Señor nos ayude a entender cuánto necesitamos de Su humanidad.


Necesitamos todas las virtudes humanas a fin de avergonzar a Satanás. Cada
pequeña área de nuestro andar diario debe conformarse a la humanidad del
Señor, quien mora en nuestro espíritu. Si la humanidad del Señor está en
desacuerdo con lo que estamos haciendo, debemos decir: “Señor, en cuanto a
este asunto nunca estaré en contra de Tu humanidad que está en mi interior.
Simplemente renunciaré a ello”. Si hacemos esto, todos tendremos una vida
cotidiana apropiada en la humanidad de Jesús. Entonces tendremos una vida
apropiada de iglesia, y esta vida de iglesia será hoy el reino de Dios en la tierra.
Esto será una verdadera vergüenza para Satanás y una verdadera gloria para
Dios.

CAPÍTULO DIECIOCHO

EXPERIMENTAR A CRISTO
COMO NUESTRA OFRENDA DE PAZ

Lectura bíblica: Lv. 3:1-17; 7:11-21, 29-34; Nm. 10:10; Dt. 27:7; Col. 1:20-22a;
Ro. 5:1; Lc. 15:23

En los pasados catorce capítulos abarcamos el tema de la ofrenda de harina, y


creo que a través de ellos el Señor nos ha mostrado algo en cuanto a la
humanidad de Jesús. Ahora llegamos a la ofrenda de paz. Al leer los versículos
antedichos, vemos claramente que el oferente tenía que poner sus manos sobre
la ofrenda de paz. “Si su ofrenda es un sacrificio de paz, y lo que ha de ofrecer es
de ganado vacuno, ofrecerá delante de Jehová un macho y una hembra sin
defecto. Pondrá su mano sobre la cabeza de su ofrenda, la degollará a la puerta
de la Tienda de Reunión [heb.], y después los hijos de Aarón, los sacerdotes,
rociarán su sangre en el altar, por todos sus lados” (Lv. 3:1-2). Si usted pone sus
manos sobre la ofrenda, significa que usted se identifica con lo que ofrece. Esto
quiere decir que declara su unidad con la ofrenda que le presenta a Dios. Y este
presente que se le ofrece a Dios es el Señor Jesucristo.

SER UNO CON ÉL EN REALIDAD

¿Cómo podemos ser uno con el Señor? ¿Es éste un asunto de posición o es
posible ser uno con Él en realidad? Si es así, ¿cómo podríamos ser uno con Él?
¿Cómo podemos poner nuestras manos sobre Cristo, sobre el presente que
ofrecemos a Dios? La manera es mediante el ejercicio del espíritu. Poner
nuestras manos en la ofrenda, que es Cristo, es una figura, y ejercitar nuestro
espíritu hoy es el cumplimiento de tal figura. El ejercicio de nuestro espíritu
verdaderamente nos hace uno con Cristo. Cuando presentamos a Cristo delante
de Dios como la ofrenda de paz, debemos ejercitar nuestro espíritu para
declarar que somos uno con Cristo. Así que no es simplemente un asunto de
posición, sino que también es un asunto práctico. En realidad somos uno con
Cristo en nuestro espíritu: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él” (1
Co. 6:17). Así que, cuando venimos a la Tienda de Reunión y le ofrecemos a Dios
a Cristo como una clase de regalo, necesitamos ejercitar nuestro espíritu a fin de
ser uno con Él. Éste es el primer punto acerca de la ofrenda de paz.

SÓLO EN LA TIENDA DE REUNIÓN

El segundo punto es que la ofrenda de paz debía presentarse y disfrutarse


únicamente en la Tienda de Reunión. No debía disfrutarse en el hogar, sino que
debía llevarse a la puerta de la Tienda de Reunión. Sabemos que hoy en día la
Tienda de Reunión equivale a las reuniones de la iglesia local. Es difícil para
cualquiera de nosotros disfrutar a Cristo como la ofrenda de paz en nuestro
hogar. A fin de tener la posición adecuada para disfrutar a Cristo como la
ofrenda de paz, debemos estar en la reunión de la iglesia.

Por supuesto, comprendo que algunos dirán que el Señor es omnipresente; Él


está en todas partes, y por tanto podemos disfrutarle en cualquier lugar. Yo no
digo que no podamos disfrutarle en cualquier lugar, pero estoy seguro de que no
le podemos disfrutar como la ofrenda de paz en cualquier lugar. Tal vez usted
pueda disfrutar al Señor en otros aspectos, pero no puede disfrutarlo como la
ofrenda de paz excepto en la Tienda de Reunión. Esto es sumamente vital. No se
puede disfrutar la ofrenda de paz en la casa, sino solamente en la Tienda de
Reunión.

LA SANGRE ROCIADA ALREDEDOR DEL ALTAR

El tercer punto es acerca del derramamiento de la sangre. La persona que


presentaba la ofrenda la degollaba sobre el altar, y después el sacerdote rociaba
la sangre alrededor del altar. Todos sabemos que el altar simboliza la cruz y que
la degollación de la ofrenda representa la muerte del Señor. Pero la sangre de la
ofrenda de paz no debía ser introducida en el Lugar Santísimo, sino que debía
rociarse alrededor del altar, en donde se disfrutaba la ofrenda de paz. Esta
ofrenda no era para Dios, sino para el oferente, porque cuando él miraba la
sangre, inmediatamente tenía paz.
Sabemos que Satanás, el acusador, siempre está ocupado; nunca duerme.
Dondequiera que estemos, allí está, y aun ahora está entre nosotros. Siempre
está acusando el corazón y la mente de los santos. A veces nos dice: “¿Qué estás
haciendo aquí en esta reunión? ¿No te acuerdas cómo te enojaste esta mañana?
¿No te acuerdas lo que hiciste el día de hoy? No tienes el derecho de estar acá”.
¿Qué haremos cuando el acusador venga y nos acuse de esta manera? ¡Alabado
sea el Señor por la sangre! No sólo debemos aplicar la sangre, sino que también
debemos mostrarle la sangre al enemigo. Debemos decirle: “¡Satanás, mira la
sangre! ¡Tú me pides que mire mis fracasos, pero yo te digo que mires la
sangre!”. Cuando hacemos esto, hay verdadera paz.

Pero a veces no somos muy valientes. Inmediatamente después de que Satanás


nos acusa, nosotros oramos: “Oh Señor, ten misericordia de mí y perdóname”.
¿Creen que está bien hacer esto, o no? ¡Es absolutamente un error! No oren ni
confiesen, sino declárenle a Satanás que la sangre está presente. “¡Satanás, mira
la sangre! ¡Tú me pides que mire mis fracasos y mi pecaminosidad, pero yo te
ordeno que mires la sangre!”. Esto verdaderamente nos da paz. Tenemos la
sangre de Cristo, y la sangre nos da paz. ¡Aleluya! Tenemos un altar para el
derramamiento de la sangre, y tenemos la sangre rociada alrededor del altar.
Ésta es la ofrenda de paz.

¿Cuántas veces han aplicado la sangre de esta manera? Me temo que


demasiadas veces hemos aplicado la sangre con ruegos, y no a modo de
declaración y proclamación. Además, no necesitamos clamar; simplemente
debemos proclamar: “¡Satanás, mira la sangre!”. ¿Nos atreveremos a hacerlo? Si
practicamos esto, tendremos paz.

LAS DOS COLUMNAS


DE LA OFRENDA DE PAZ

El cuarto punto acerca de la ofrenda de paz es que estaba edificada sobre los
sacrificios previos. “Los hijos de Aarón harán arder todo esto en el altar, sobre el
holocausto que estará sobre la leña que habrá encima del fuego. Es una ofrenda
de olor grato para Jehová [...] Si se ofrece en acción de gracias, se ofrecerá,
además del sacrificio de acción de gracias, tortas sin levadura amasadas con
aceite, hojaldres sin levadura untadas con aceite, y flor de harina frita en tortas
amasadas con aceite. Con tortas de pan leudado presentará su ofrenda en el
sacrificio de acción de gracias y de paz” (Lv. 3:5; 7:12-13).

La ofrenda de paz está edificada sobre estas dos columnas, el holocausto y la


ofrenda de harina. Estas dos ofrendas son la base de la ofrenda de paz. Debemos
darnos cuenta de que pese a que hay cinco ofrendas, sólo dos son la base: el
holocausto y la ofrenda de harina; éstas son las dos ofrendas básicas sobre las
cuales se edificaban las otras ofrendas. Según Levítico 3:5, la ofrenda de paz
debía arder sobre el holocausto. Si no tenemos el holocausto, no habrá un lugar
donde arda la ofrenda de paz. El holocausto es la base sobre la cual se quemaba
la ofrenda de paz. Más adelante, Levítico 7:12-13 nos muestra que la ofrenda de
harina también es necesaria para poder presentar la ofrenda de paz.
¿Qué significa esto? Simplemente significa que primero debemos experimentar
a Cristo como el holocausto y después como la ofrenda de harina; y entonces
basados en estas experiencias, podemos experimentar a Cristo como la ofrenda
de paz. Si queremos ofrecer a Cristo como la ofrenda de paz, debemos tener
muchas experiencias de Cristo como la ofrenda de harina. Cuanto más lo
experimentemos como una ofrenda de harina al disfrutar de Su humanidad,
más le disfrutaremos como la ofrenda de paz. Por consiguiente, la experiencia
que tenemos de la ofrenda de paz se basa principalmente en el holocausto y en
la ofrenda de harina.

UNA FIESTA DE GOZO

El quinto punto es que la ofrenda de paz se caracteriza por el gozo: “En vuestros
días de alegría, como en vuestras solemnidades y principios de mes, tocaréis las
trompetas sobre vuestros holocaustos y sobre los sacrificios de paz, y os servirán
de memorial delante de vuestro Dios. Yo, Jehová, vuestro Dios”. “Sacrificarás
ofrendas de paz, comerás allí y te alegrarás delante de Jehová, tu Dios” (Nm.
10:10; Dt. 27:7). La ofrenda de paz denota gozo y fiesta. Difiere un poco del
holocausto y la ofrenda de harina, ya que es totalmente un asunto de alegría y de
banquete.

En 1 Corintios 10:18 se hace referencia a la ofrenda de paz, al mencionar que el


pueblo de Israel comía de los sacrificios y eran partícipes del altar. Y basados en
los versículos subsiguientes, en este mismo capítulo, vemos que hoy presentar a
Cristo como una ofrenda de paz a Dios equivale a venir a la mesa del Señor.
Cuando venimos a la mesa del Señor es cuando debemos presentarle a Dios a
Cristo como nuestra ofrenda de paz. La mesa del Señor es una fiesta de gran
gozo. Siempre que venimos a la mesa del Señor, venimos a disfrutar una fiesta.
Posteriormente veremos más de esto.

LA COMUNIÓN DE CINCO ENTIDADES

Dios mismo

El sexto punto es que la ofrenda de paz es la comunión que el pueblo de Dios


tiene con Dios y unos con otros. Levítico 3 y 7 nos dice claramente cuántas
entidades tienen el derecho de disfrutar la ofrenda de paz. La primera entidad
que disfruta la ofrenda de paz es Dios. Toda la grosura, las entrañas con los
riñones y el lóbulo del hígado le correspondían a Dios; todas estas partes tiernas
eran la porción de Dios. Estos versículos nos dicen claramente que esas partes
eran el alimento de Dios. Él es la primera entidad que disfruta la ofrenda de paz.

El sacerdote que sirve

La segunda entidad que disfruta la ofrenda de paz es el sacerdote que sirve, que
es el que rocía la sangre y ofrece la grosura a Dios. El sacerdote que sirve
disfruta de la espaldilla anterior derecha (la pierna derecha) y de las tortas de la
ofrenda de harina, una de cada clase. A estas porciones se les llamaba la ofrenda
elevada, que representa al Cristo ascendido. La palabra elevarsignifica ascender.
El Cristo ascendido es la ofrenda elevada, y éste es el disfrute más alto que
podemos tener de Cristo. El sacerdote que sirve disfruta a Cristo en estas
porciones como Aquel que ha ascendido.

El sacerdocio

La tercera entidad que disfruta la ofrenda de paz es el sacerdocio. Aarón y sus


hijos recibían el pecho como su porción. La pierna (la espaldilla) significa la
fuerza para andar y el pecho representa el amor que nos abraza. Los sacerdotes
disfrutan de este amor acogedor que está implícito en la ofrenda de paz. A esto
se le llama la ofrenda mecida, la cual representa a Cristo en resurrección. Todos
estos puntos son muy significativos.

El oferente

La cuarta entidad que disfruta la ofrenda de paz es el oferente. El que presenta


la ofrenda disfruta de la carne. De hecho, aquel que ofrece la ofrenda de paz
disfruta de toda la carne.

Todos los limpios

Hay también una quinta entidad. Todos aquellos de entre el pueblo de Dios que
estaban limpios, también tenían derecho a disfrutar la ofrenda de paz. “La
persona que, estando impura, coma la carne del sacrificio de paz, el cual es de
Jehová, será eliminada de su pueblo. Además, la persona que toque alguna cosa
inmunda, ya sea inmundicia de hombre, o animal inmundo o cualquier
abominación inmunda, y coma la carne del sacrificio de paz, el cual es de
Jehová, esa persona será eliminada de su pueblo” (Lv. 7:20-21). Todos los
limpios de entre el pueblo de Dios tienen derecho a disfrutar la ofrenda de paz.
Esta ofrenda es Cristo en la reunión de la mesa del Señor. En la mesa del Señor,
Cristo es nuestra ofrenda de paz.

Venir a la mesa del Señor es declarar a todo el universo que tenemos paz con
Dios. También es una declaración de que tenemos paz con todos los santos. Si
no tengo paz con cierto hermano, difícilmente podré venir a la reunión de la
mesa en una manera genuina. Tomar la mesa del Señor es declarar que tenemos
paz con Dios y unos con otros. Tenemos paz con todo el sacerdocio y también
tenemos paz con nosotros mismos. Tenemos paz con todos los santos, así que
estamos en una fiesta disfrutando a Cristo como nuestra ofrenda de paz. Aquí
hay una porción para Dios, otra para los que sirven, otra para los sacerdotes, y
también hay una gran porción para el oferente y hay una porción para todos los
santos. Ésta es nuestra verdadera comunión. Nuestra comunión es simplemente
Cristo como la ofrenda de paz, quien es el disfrute de Dios, de los que sirven, de
los sacerdotes, así como nuestro disfrute y el disfrute de todos los santos.

La manera apropiada de tomar la mesa del Señor no consiste simplemente en


cantar himnos, alabar y orar mientras tomamos el pan y el vino, sino que
depende totalmente de que estas cinco entidades tengan el disfrute pleno. Es
menester que haya un disfrute para Dios, así como para los que sirven, para el
sacerdocio, para el oferente y para todos los presentes que están limpios. En
otras palabras, la reunión de la mesa del Señor es un asunto de disfrute, así que
es una fiesta llena de alegría.

TOCAR LA TROMPETA

Números 10:10 dice que se debía tocar la trompeta sobre el sacrificio de la


ofrenda de paz. ¿Qué significa tocar la trompeta? Simplemente significa
declarar y proclamar. La trompeta era un cuadro, y el cumplimiento es la
proclamación misma. Debemos proclamar a todo el universo: “¡Miren, todos
ustedes ángeles, demonios e incluso el diablo! ¡Miren el disfrute apacible que
tenemos aquí! Por ser los redimidos tenemos paz con Dios, tenemos paz unos
con otros y aun tenemos paz con nosotros mismos. ¡Estamos disfrutando a
Cristo en la presencia de Dios y unos con otros!”.

No creo que muchos cristianos hayan comprendido hasta este punto lo que
significa la mesa del Señor. Todos debemos entender que la mesa del Señor es
una fiesta en donde Cristo es la ofrenda de paz que disfrutan todas estas cinco
entidades: Dios está aquí, los servidores están aquí, los sacerdotes están aquí y
los oferentes junto con todos los hijos de Dios también están aquí. Al
congregarnos todas las cinco entidades, no nos sentamos pasivamente, sino que
tocamos la trompeta y proclamamos al universo: “¡Qué Cristo tenemos!”. Él es
nuestra paz, no sólo objetivamente sino como nuestro disfrute. Estamos
disfrutando la paz, y esta paz es Cristo.

Cristo como la ofrenda de paz no es semejante al maná que fue enviado desde
los cielos; más bien, ésta es una ofrenda que debemos traer a la Tienda de
Reunión. Lo que traemos a la reunión es el Cristo que hemos experimentado
como holocausto y como ofrenda de harina. Después que experimentemos a
Cristo así, tendremos algo de Él que podemos traer a la reunión y presentarlo a
Dios como la ofrenda de paz para el disfrute mutuo de las cinco entidades. Es así
como ofrecemos y disfrutamos la ofrenda de paz, lo cual es un cuadro completo
de la mesa del Señor.

LA PORCIÓN DE DIOS

La porción de la ofrenda de paz que le correspondía a Dios, era la parte


escondida. Él recibía las entrañas o partes internas junto con la grosura y los
dos riñones. Esto es muy significativo. Nosotros no podemos entender las
“entrañas” de Cristo; podremos ofrecerlas pero no podemos apreciarlas de una
manera profunda. Las entrañas de Cristo son algo que sólo puede ser entendido,
aprehendido y apreciado por Dios mismo; son muy profundas, muy ocultas y
muy misteriosas para nosotros. Sin embargo, ¡alabado sea el Señor que
podemos presentarlas! No podemos apreciarlas a profundidad ni comprender el
misterio que encierran, pero podemos presentarlas a Dios y dejar que Dios
disfrute esta parte escondida.

¿Qué es lo que Cristo piensa dentro de Sí mismo? ¿Qué es lo que considera en lo


profundo de Su ser? Ninguno puede entender Sus profundidades; por ende,
nadie puede disfrutar de esta parte Suya. Nosotros no estamos calificados, pero
Dios sí; por lo tanto, ésta es Su porción. La parte escondida y misteriosa de
Cristo es sólo para Dios, y ésta es Su alimento. Dios está satisfecho con las
entrañas del Cristo que nosotros le ofrecemos. Cada vez que tenemos la mesa
del Señor, ella es también una mesa en donde Dios come. Algunos de nosotros
nos hemos estado reuniendo en la iglesia local y hemos disfrutado de la mesa
del Señor por años, pero dudo que muchos se hayan percatado de que la mesa
del Señor es también una mesa de comedor para Dios. No sólo los santos vienen
a comer, sino que Dios también viene y come. Es aquí donde venimos y
presentamos algo a Dios que es tan escondido y profundo que ni siquiera lo
podemos comprender; ¡pero Dios sí! Éstas son las entrañas de Cristo, que es la
parte más tierna y preciosa de Su ser interior. Toda la grosura de las entrañas y
todas las partes tiernas, gratas y preciosas de Su ser interior son porciones que
sólo Dios puede apreciar y disfrutar. Levítico 3 menciona repetidas veces que
éste es el alimento de Dios.

LA PORCIÓN DE LOS SERVIDORES

Los servidores disfrutan la espaldilla derecha, que sería la pierna derecha. Esto
quiere decir que cuanto más servimos en este camino, más fuerza tenemos para
andar como Cristo anda. Él simplemente se convierte en la pierna derecha con
la cual se anda. Los que sirven también tienen derecho a tomar una torta de
cada clase. La pierna derecha y todas las tortas constituyen la ofrenda elevada,
la cual representa a Cristo en Su ascensión. La pierna, como ya hemos señalado,
denota la fuerza para andar, y las diferentes clases de tortas significan el rico
nutrimento y la satisfacción. En la próxima reunión de la mesa del Señor
algunos de ustedes servirán en la reunión y mientras sirven se darán cuenta de
que ustedes disfrutan a Cristo en Su ascensión. Cristo es la fuerza que les
permite andar, su rico nutrimento y su plena satisfacción.

El pecho, que es la fuerza que nos abraza en amor, se daba a los sacerdotes.
Todos los sacerdotes tienen derecho a disfrutar el amor del Cristo que nos
abraza en resurrección.

La carne de la ofrenda le tocaba al oferente y a todo el pueblo en la Tienda de


Reunión que estaba limpio. Por lo tanto, si somos servidores, no sólo tenemos el
derecho particular de disfrutar la pierna derecha y una torta de cada clase, sino
que debido a que estamos en el sacerdocio, también tenemos el derecho de
disfrutar el pecho. Además de todo esto, ya que somos aquellos que están
limpios de entre el pueblo de Dios, tenemos derecho a disfrutar la carne. Los
que sirven tienen derecho a disfrutar todo, excepto la porción de Dios, que es
muy profunda y misteriosa para ellos. Sin embargo, ellos tienen el pleno
derecho de disfrutar todas las demás porciones.

A veces venimos a la Tienda de Reunión estando limpios, pero no presentamos


nada; o tal vez podemos ser un oferente, pero no somos un sacerdote. Según
nuestra posición, todos somos sacerdotes; pero en la iglesia algunos no
funcionan como sacerdotes. Únicamente los que ejercen su función en la
reunión constituyen el sacerdocio; los demás sólo son asistentes. Así que, en
cierto sentido es posible estar limpios y no formar parte del sacerdocio. Quizás
formemos parte del sacerdocio; sin embargo, no somos tan activos como los
servidores. No sólo debemos ser personas limpias, sino que además debemos
ser oferentes, sacerdotes y servidores. Entonces tendremos el pleno derecho de
disfrutar a Cristo como la ofrenda de paz en muchas formas.

LOS IMPUROS

Además de estas cinco entidades, hay otra más, a saber: los que eran eliminados
de entre su pueblo. “La persona que, estando impura, coma la carne del
sacrificio de paz, el cual es de Jehová, será eliminada de su pueblo” (Lv. 7:20).
Los impuros eran eliminados. El cumplimiento de esto se ve en 1 Corintios 5:9-
11: “Os he escrito por carta, que no os mezcléis con los fornicarios; no
absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros y los que
viven de rapiña, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del
mundo. Pero ahora os he escrito que no os mezcléis con ninguno que,
llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o
borracho, o viva de rapiña; con el tal ni aun comáis”.

Los impuros debían ser eliminados de la comunión de la iglesia, y ése es el


significado de la palabra excomulgar. Los miembros impuros de la iglesia deben
ser excomulgados de la comunión de la iglesia. Con esto podemos ver que es
algo serio venir a la comunión de la mesa del Señor. Por un lado es una fiesta de
mucho gozo; pero por otro lado, la mesa del Señor es algo muy santo. Cada vez
que venimos a participar en la comunión de la mesa del Señor, debemos darnos
cuenta de que es algo muy santo. No solamente tenemos comunión con los
demás, sino que también tenemos comunión con Dios. No solamente el hombre
disfruta de esta mesa, sino que también Dios la disfruta. Dios está teniendo este
banquete con nosotros; así que, ¿cómo podría una persona inmunda participar
de la ofrenda de paz? Esto sería un insulto para Dios. Por tanto, los impuros
deben ser eliminados hasta que estén limpios de nuevo.

NECESITAMOS EXPERIENCIAS A DIARIO

Hemos visto por medio de las ofrendas de paz el verdadero significado de la


mesa del Señor. La mesa del Señor es una fiesta en la iglesia que se establece
delante de Dios y delante de los santos, en donde Cristo es la ofrenda de paz que
todas las entidades involucradas pueden disfrutar. Pero hay algo que debemos
enfatizar. La ofrenda de paz que traemos a las reuniones de la iglesia y
presentamos a Dios, es algo que se relaciona con nuestras experiencias
cotidianas de Cristo como el holocausto y la ofrenda de harina. Para la reunión
de la mesa del Señor, necesitamos más y más experiencias apropiadas y
adecuadas de Cristo en estos dos aspectos, especialmente en cuanto a la
humanidad de Jesús. Es precisamente por esto que pasamos mucho tiempo
considerando la ofrenda de harina. La humanidad de Jesús es sumamente
básica en nuestra experiencia a fin de que podamos traer una ofrenda de paz a la
mesa del Señor.

CAPÍTULO DIECINUEVE

LA OFRENDA DE PAZ
Y LA MESA DEL SEÑOR
Lectura bíblica: Lv. 7:14-21, 29-34; 1 Co. 10:16-18, 21; 5:11-13

LA NECESIDAD DE SER LIMPIADOS

En la ofrenda de paz siempre se menciona el rociar de la sangre. Como ya hemos


explicado, la sangre no se rociaba en el Lugar Santísimo sino alrededor del altar,
en donde la gente disfrutaba y participaba de la ofrenda de paz. Esto se debe a
que necesitamos ser rociados con la sangre cuando disfrutamos a Cristo. Los
hijos de Israel no tenían derecho a disfrutar del cordero pascual sin antes haber
untado la sangre en el exterior de las casas (Éx. 12:7-8). Esto significa que el
disfrute de Cristo está bajo la cobertura de la sangre. Cada vez que venimos a la
mesa del Señor, debemos darnos cuenta de que necesitamos ser cubiertos por la
sangre, la cual nos redime y nos limpia. No tenemos ningún mérito de venir a la
mesa del Señor aparte de Su sangre.

Al leer detalladamente 1 Corintios 10, vemos que la intención del apóstol Pablo
era mostrarnos que el altar de los tiempos antiguos era un tipo de la mesa del
Señor en los tiempos neotestamentarios. El pueblo de Israel tenía el altar, y hoy
en día tenemos la mesa. Ellos tenían comunión alrededor del altar, y nosotros
tenemos comunión alrededor de la mesa. Nuestra mesa es el altar, y el altar de
ellos era la mesa. Según la tipología del altar, vemos claramente que la sangre
era rociada alrededor de los cuatro lados del altar. Mientras ellos disfrutaban lo
que había sobre el altar, podían ver la sangre rociada desde cualquier lado.

Hoy en día el principio es el mismo. Cada vez que venimos a nuestro altar, que
es la mesa del Señor, para disfrutar y participar del Señor, debemos darnos
cuenta de que necesitamos que Su sangre sea rociada. Muchas veces los santos
me han preguntado por qué cuando alabo al Señor en Su mesa, siempre
menciono la sangre. Me han hecho esta pregunta no sólo en este país, sino
también en otros. Si ustedes me hiciesen la misma pregunta, entonces
entenderé que ustedes no se han dado cuenta de cuánto necesitamos que la
sangre nos limpie. No hay duda que ya hemos sido limpiados, pero necesitamos
ser lavados todo el tiempo. Aún estamos en la carne, y nuestra carne es caída.
No importa cuán buena, amable, pura o limpia consideren que es su carne, sigue
siendo inmunda y caída. Aun si no estamos conscientes de que somos
inmundos, la carne sigue siendo inmunda. Ninguna carne puede ser justificada
por el Dios santo. Por lo tanto, cada vez que venimos a tener contacto con el
Señor, necesitamos la sangre que nos limpia.

Algunos dirán que han sido victoriosos por muchos meses y que en todo este
tiempo no se han enojado ni una sola vez; por lo cual ellos pueden pensar que
están muy limpios y puros. Pero no importa qué tan buenos pensemos que
somos; todos necesitamos que la sangre nos limpie a fin de poder disfrutar a
Cristo. Por consiguiente, cada vez que venimos a la mesa del Señor, necesitamos
aplicar la sangre. Venir a la mesa del Señor es completamente diferente de
cuando tomamos una mesa en un restaurante. Lo que se pone sobre la mesa de
un restaurante son cosas comunes, pero lo que se pone sobre la mesa del Señor
son cosas santas. Por otro lado, nosotros somos muy sucios. A fin de tener
contacto con estas cosas santas, necesitamos que la sangre nos limpie. Cada vez
que venimos a la mesa del Señor, debemos aplicar la sangre limpiadora para
poder disfrutar al Señor.
LA DIFERENCIA EN EL APRECIO

Otro punto sobre la ofrenda de paz es que hay diferencias en el aprecio que
sentimos por el Señor. Esto se ve en los diferentes tamaños de las ofrendas.
Algunos ofrecían una vaca, o sea, una ofrenda grande; otros traían un cordero,
que es más pequeño; y otros incluso podían ofrecer una cabra. Todos sabemos
que en la Biblia las cabras no denotan algo bueno. Las ovejas son buenas, pero
las cabras no (Mt. 25:32-33). Entonces, ¿por qué la Biblia presenta algo que no
es bueno como un tipo de Cristo? Es obvio que Cristo siempre es bueno; pero a
veces, los que traemos a Cristo como un presente no somos buenos. No somos
como un cordero, sino que más bien somos como una cabra con dos cuernos.
Además, la cabra es algo más silvestre; no es tan domesticada como el cordero.
A veces nos hemos percatado de que los amados hermanos que ofrecen a Cristo
como la ofrenda de paz a Dios, son un poco salvajes. Nos parece que el oferente
es como una cabra salvaje. No es apacible como un cordero; más bien es como
una cabra.

Cristo en Sí mismo siempre permanece igual; Él es el mismo ayer, hoy y por los
siglos. Pero puede haber una diferencia en la forma en que presentamos y
apreciamos a Cristo. Él se ve diferente en la ofrenda, pero no porque sea
diferente en Sí mismo, sino debido a nosotros. A veces apreciamos a Cristo
como una vaca grande, y otras veces como un pequeño corderito. Pero temo que
la mayoría del tiempo nuestro aprecio por Cristo sea muy silvestre, salvaje, tal
como una cabra. Así que necesitamos mejorar. El Señor no necesita mejorar,
pero nosotros sí.

Existe una verdadera diferencia en la comprensión, experiencia y aprecio que


nosotros tenemos de Cristo. Por tanto, hay una diferencia en la forma en que se
presenta a Cristo. Lo que ofrecemos en las reuniones de la iglesia depende
mucho de nuestra experiencia cotidiana de Cristo. Si experimentamos a Cristo
en nuestra vida cotidiana de cierta manera, ciertamente cuando venimos a la
reunión de la iglesia, presentaremos a Cristo de esa manera. Si lo
experimentamos de una manera apacible, ciertamente presentaremos a Cristo
en la reunión de forma apacible. Pero si lo experimentamos de una manera
impetuosa, por supuesto que de la misma manera presentaremos a Cristo en la
reunión. Lo que presentemos en las reuniones depende de lo que disfrutemos y
experimentemos en nuestra vida diaria. Si disfrutamos más a Cristo, más lo
presentaremos. Si lo disfrutamos menos, lo presentaremos menos.

Todos sabemos que en el cristianismo la mayor parte de los así llamados


servicios, no dependen del oferente. En cierto sentido, tal vez no tengan ningún
oferente. Los servicios principalmente tienen los miembros que se sientan en las
bancas. Puesto que ellos no tienen oferentes, sus reuniones no dependen de los
miembros, sino del orador. Si tienen un buen orador, ellos consideran que
tienen un buen servicio. Pero si el orador es deficiente, ése es un servicio
deficiente. Pero la reunión de la iglesia es diferente. Las reuniones de la iglesia
no dependen de un orador, sino que dependen por completo de los oferentes.
Aun si tenemos un orador malo, la iglesia puede tener la mejor reunión, ya que
en la iglesia todos los oferentes son ricos. Ahora sabemos que la reunión de la
iglesia no es como el servicio del cristianismo, sino una deleitable fiesta
compuesta de todos los que aprehenden, experimentan y aprecian a Cristo. Ellos
traen a su reunión al Cristo que han experimentado para ofrecerlo a Dios, y esta
porción es el alimento de Dios.

EL PECHO MECIDO Y LA ESPALDILLA ELEVADA

En la ofrenda de paz también está el pecho mecido y la espaldilla elevada. La


espaldilla aquí, como hemos mencionado antes, denota la pierna. El pecho es la
parte que proporciona amor, y la pierna es la parte que da fuerza. La pierna no
sólo sirve para andar, sino también para estar firmes, para permanecer de pie.
La fuerza con la que podemos pararnos depende de nuestras dos piernas. Si
estamos débiles, simplemente no podemos pararnos. Pero mientras podamos
pararnos, seremos sanos y fuertes. Por esto la ofrenda elevada es tan
trascendente y poderosa.

El pecho representa la ofrenda mecida en resurrección. El amor de Cristo es


verdaderamente viviente y poderoso. Tenemos el pecho como la parte amorosa
de Cristo y la espaldilla como la parte fortalecedora de Cristo. La espaldilla se
daba solamente al sacerdote que ministra, mientras que el pecho se daba a todo
el sacerdocio. El pecho mecido es amoroso y tierno, pero no es tan fuerte como
la pierna. Es por eso que la pierna es dada al sacerdote que ministra. Luego, al
oferente se le daba la carne de la ofrenda de paz, y también se le daba una
porción que éste compartía con todos los que estaban limpios.

SACERDOTES EN LA PRÁCTICA,
NO EN DOCTRINA

Supongamos que nosotros somos el pueblo de Israel y que tenemos una fiesta
en la Tienda de Reunión. Algunos serán los oferentes y, por supuesto, algunos
deben ser los sacerdotes. En los tiempos del Antiguo Testamento, algunos eran
los sacerdotes y otros eran el pueblo; pero ahora en la iglesia todos somos
sacerdotes, aunque quizás esto sea sólo algo doctrinal, y no práctico. En
doctrina todos somos sacerdotes, pero en la práctica tal vez sólo dos de cada
diez sean los verdaderos sacerdotes. Algunos vienen a ser como el pueblo común
de Israel, ya que no ejercen su función en la reunión de la iglesia. Temo que
muchos de ellos asisten a la reunión con el deseo y la expectativa de recibir algo.
Escuchan el mensaje y los testimonios, pero nunca se dan cuenta de que deben
servir en las reuniones y funcionar como sacerdotes.

Sin embargo, hay muchas hermanas y hermanos que ponen el hombro bajo el
arca de las reuniones de la iglesia. Ellos oran y tienen carga por las reuniones
todo el día, y cuando llega la hora de la reunión, su carga crece más y más. Por
tanto, cuando llegan a la reunión, vienen para llevar la carga de algo, y no sólo
con la expectativa de recibir algo. Cuando la reunión parece declinar, ellos
inmediatamente oran ejercitando su espíritu a fin de que el Señor levante la
reunión. Ellos están ministrando al llevar esta responsabilidad; así que ellos son
el sacerdocio en función. Cada vez que haya una ofrenda en la reunión, estos
preciosos hermanos ciertamente disfrutarán el pecho, por cuanto son el
sacerdocio. Ellos disfrutarán la parte amorosa y tierna.
Luego entre los servidores activos, quienes son el verdadero sacerdocio, habrá
dos o tres que ministrarán como lo estoy haciendo yo ahora. Ahora yo soy quien
está sirviendo, quemando la grosura al Señor, y soy el que rocía la sangre sobre
el altar. Por lo tanto, tengo derecho a disfrutar el pecho, la espaldilla y las
porciones extras de las diferentes tortas. Tengo derecho a disfrutar de la ofrenda
mecida y de la ofrenda elevada. Como miembro del sacerdocio disfruto el pecho
mecido, y como servidor también puedo disfrutar la espaldilla elevada y las
tortas elevadas. Cuanto más servimos, más disfrutamos. Cuanto menos
servimos, menos disfrutamos. Si ustedes no participan en el sacerdocio,
solamente serán uno más del pueblo y perderán el derecho de disfrutar el pecho
mecido. Obviamente, si no están sirviendo ahora, no tendrán derecho a
disfrutar la espaldilla elevada y las tortas elevadas.

Así que, todos debemos ser aquellos que asisten a la reunión con una ofrenda.
Todos debemos traer algo como una ofrenda de paz a la fiesta de la iglesia. No es
posible pedir prestado la ofrenda de otro. Lo que traemos depende por completo
de la experiencia y el aprecio que tenemos de Cristo en nuestra vida cotidiana.
Día tras día, hora tras hora, debemos pasar mucho tiempo laborando en Cristo a
fin de tener una verdadera cosecha de Cristo. Entonces cuando venimos a la
reunión, tendremos algo de Cristo que podemos presentar a Dios como una
ofrenda de paz. Las partes escondidas de la ofrenda son sólo para la satisfacción
de Dios. La parte amorosa se da a los fuertes; la parte que fortalece se da a los
servidores; y la mayor parte es de todos los que están limpios. Si todos somos
fieles de esta manera, cuán ricas y elevadas serán nuestras reuniones y cuán
diferentes serán a las reuniones del cristianismo actual. Pido al Señor que todas
nuestras reuniones en las iglesias locales sean así.

LA DIFERENCIA EN EL MOTIVO Y EL SENTIMIENTO

Ahora debemos ver algo más acerca de la ofrenda de paz. En cuanto al aprecio
que le tenemos a Cristo, hay otra clase de diferencia. No sólo hay diferencia en
tamaño, sino también en sentimiento. Algunas ofrendas de paz se ofrecen en
acción de gracias, y otras se ofrecen debido a un voto voluntario. “De toda la
ofrenda se tomará una parte como ofrenda elevada a Jehová [heb.], la cual será
del sacerdote que haya rociado la sangre de los sacrificios de paz. La carne del
sacrificio de paz en acción de gracias se comerá el mismo día que sea ofrecida;
no dejarán de ella nada para el día siguiente. Pero si el sacrificio de la ofrenda es
debido a un voto o es una ofrenda voluntaria, será comido el mismo día en que
se ofrezca el sacrificio, y lo que de él quede lo comerán al día siguiente” (Lv.
7:14-16).

Los que ofrecen el sacrificio de paz en acción de gracias están muy agradecidos
con el Señor. El Señor ha sido muy bueno con ellos, y ellos están agradecidos y
llenos de acción de gracias para con el Señor; por lo que traen una ofrenda de
paz en agradecimiento. Pero permítanme hacerles una pregunta: ¿Piensan
ustedes que esta clase de ofrenda conlleva un sentimiento muy fuerte? Yo creo
que la mayoría de ustedes respondería que sí; pero yo digo que no. Éste es el
sentimiento más débil. Si yo traigo una ofrenda de paz al Señor por que Él ha
sido muy bueno conmigo, es más o menos como hacer un trato con Él. Cuando
Jacob era joven, él hizo tratos como éstos con el Señor. Le dijo al Señor que si le
proveía para su sustento, su vestidura, su vivienda y protección, entonces él
haría ciertas cosas para el Señor (Gn. 28:20-22). Es fácil estar agradecido al
Señor cuando es bueno con uno. Pero si Él no fuere tan bueno con usted, ¿cómo
se sentiría usted entonces? Puede ser que algunos logren obtener un mejor
trabajo, otros una casa mejor, otros un mejor carro y otros un mayor grado
universitario. Todo les mejora todo el tiempo; así que ellos se sienten muy
agradecidos con el Señor y vienen a la reunión con una ofrenda de paz como
muestras de su agradecimiento. Hay cierto sentimiento en su ofrenda, pero no
es un sentimiento muy fuerte.

Ahora supónganse que buscan una casa mejor, pero finalmente obtienen una
que es aun peor. Buscan un trabajo mejor, y no lo encuentran; más bien pierden
su trabajo actual. ¿Qué harían entonces? ¿Podrían aún venir a la reunión con
una ofrenda de paz? No lo creo. Simplemente no tendrán paz. Pero hay otra
clase de ofrenda de paz: la ofrenda de paz como voto voluntario. Los que hacen
esta ofrenda no les importa si el Señor les da una casa mejor o no; de hecho, no
les importa si el Señor les da algo o no. Ellos están aquí por el recobro del Señor,
lo cual es un voto para ellos. Los cielos y la tierra pueden desvanecerse, pero
ellos siguen firmes en pro del recobro del Señor. Sin duda esta clase de
sentimiento es muy fuerte.

Muchas veces en las reuniones percibimos estas dos clases de ofrendas de paz.
Unos presentan una ofrenda de paz en agradecimiento diciendo: “Alabado sea el
Señor; Él es muy bueno conmigo. Yo esperaba obtener un trabajo con una paga
de $400 al mes, pero ahora tengo uno que paga $550 al mes”. Por otro lado, a
veces escuchamos a algunos de los santos decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el
Señor! ¡No nos interesa ni esto ni aquello! ¡Estamos aquí sólo para el recobro
del Señor! Señor, qué misericordia que podemos estar aquí atentos sólo a Ti”.
Éste es un voto y es voluntario. Podemos perder nuestro trabajo; podemos
perder muchas cosas; sin embargo, somos muy fuertes.

La ofrenda de paz por agradecimiento se podía comer sólo por un día. No


duraba más; inmediatamente se hacía vieja. “Aleluya, tengo un mejor
automóvil, y el Señor me dio una buena casa. No le pedí tanto, pero me lo dio”.
Esta clase de ofrenda sólo está fresca en la reunión del día de hoy; mañana será
vieja. Después que le dijimos a la iglesia cómo el Señor nos dio tan buen trabajo,
no podemos repetirlo mañana. Si lo hacemos de nuevo, nadie lo escuchará.
Tendrá mal olor porque es muy vieja. Pero la ofrenda de paz hecha por un voto
duraba hasta tres días. Podemos repetir esta ofrenda al día siguiente, y al
subsiguiente repetirla de nuevo.

Así pues, la ofrenda de paz en acción de gracias es mucho más débil que la
ofrenda de paz ofrecida debido a un voto voluntario. El voto voluntario es más
fuerte y perdura más. Esta diferencia radica en nuestros motivos y sentimientos.
¿Qué motivos tenemos cuando traemos a Cristo a la reunión? ¿Nos motiva sólo
el agradecimiento, o lo hacemos porque nos motiva un voto? Todos debemos
aprender a traer a Cristo a la reunión debido a un voto. No nos debe interesar si
Él hace algo por nosotros o no; seguimos siendo para Él. Aun si nos pone en la
prisión, como lo hizo con Juan el Bautista, lo seguiremos alabando. Juan fue
muy fuerte al testificar por Cristo, pero cuando fue encarcelado, envió a sus
discípulos para que preguntaran al Señor si verdaderamente Él era el Cristo. En
otras palabras, estaba diciendo que si Jesús era verdaderamente el Cristo, que lo
sacara de la prisión. Pero el Señor les pidió a los discípulos de Juan que le
dijesen que Él hacía muchas cosas por los ciegos y los cojos, pero que no iba a
hacer nada por Juan. Añadió que Juan sería bienaventurado si no se ofendía. Si
nos ofendemos cuando el Señor nos disciplina de esta forma, entonces sólo
podemos ofrecer ofrendas de paz por agradecimiento. Nunca podremos ofrecer
una ofrenda de paz por causa de un voto.

Supongamos que una hermana joven espera tener un bebé, un varoncito que ha
anhelado por años, y que finalmente tiene el “Isaac”. Probablemente, esta joven
madre traiga una ofrenda de paz en acción de gracias a la reunión. Pero
supongamos que después de seis meses, el Señor se llevara a su “Isaac”. ¿Traerá
aún esta hermana una ofrenda de paz en acción de gracias a la reunión? Me
temo que sería una ofrenda de lágrimas. Si estamos aquí solamente para que el
Señor haga algo por nosotros, sólo haremos ofrendas de paz en acción de
gracias. En cambio, si estamos aquí por el Señor, habiendo hecho un voto
voluntario debido a Su propósito, sí tendremos un motivo poderoso para traer
una ofrenda de paz a la reunión. Esta ofrenda siempre perdurará mucho más.

Junto con este punto hay otro aspecto. Al presentar la ofrenda de paz, siempre
tenemos que ofrecer algo nuevo y fresco. No debemos presentar la ofrenda de
paz que presentamos ayer. Necesitamos algo nuevo para el día de hoy; cada día
necesitamos nuevas experiencias de Cristo. Todos debemos darnos cuenta de
que no es muy bueno hacer uso de nuestro viejo aprecio por Cristo. Es tan pobre
que hoy apliquemos lo que experimentamos hace dos meses, y tampoco es
bueno aplicar algo que experimentamos ayer. Siempre necesitamos ofrendas de
paz frescas y nuevas.

LA OFRENDA DE PAZ ES SANTA

Ahora llegamos al último punto. La ofrenda de paz es santa. Por consiguiente, la


mesa del Señor es verdaderamente una comunión santa. Todos debemos ser
santos; si estamos inmundos, seremos cortados de la comunión del Cuerpo. La
ofrenda de paz era un tipo, y la comunión alrededor de la mesa del Señor es el
cumplimiento de este tipo. En 1 Corintios 10 se nos dice que la mesa del Señor
es el cumplimento del disfrute de la ofrenda de paz, y en el capítulo 5 del mismo
libro, Pablo nos dice que todas las personas inmundas deben ser eliminadas de
la comunión de la iglesia.

¿Quiénes son las personas inmundas? Pablo deja en claro que los primeros
entre éstos son los fornicarios. Nada es tan sucio y abominable a los ojos de Dios
como la fornicación. Ésta causa daño y confusión a la humanidad apropiada, y
es verdaderamente inmunda a los ojos de Dios. Los que están involucrados en
fornicación deben ser quitados de la comunión a menos que se arrepientan y
regresen verdaderamente al Señor, aplicando Su sangre preciosa que los limpia
de toda inmundicia. De otro modo, tales personas inmundas nunca deben tomar
la mesa del Señor. Pablo es aún más enfático; él dice que no debemos estar en
compañía de tales personas. Ciertamente, no nos agrada tener regulaciones
externas, pero muchas veces cuando he venido a la mesa del Señor, he orado
mucho para que el Señor cuide de Su mesa. Él es el único que conoce quiénes
son verdaderamente inmundos. Pero todos somos responsables ante el Señor.
No es algo insignificante el hecho de contaminar la mesa del Señor.
Todos debemos llevar este asunto delante del Señor con mucha seriedad. Si nos
hemos involucrado en alguna clase de inmundicia, el Señor es misericordioso y
lleno de gracia; Él está dispuesto a perdonar y a limpiarnos, pero necesitamos
arrepentirnos. Necesitamos tornarnos al Señor para ser verdaderamente
juzgados por Él y aplicar la sangre del Señor sobre nuestra inmundicia. De otro
modo, seguiremos siendo inmundos. Si venimos a la mesa del Señor estando
inmundos, no tendremos comunión internamente. En lo profundo de nuestro
ser, en nuestro espíritu, ya hemos sido cortados, debido a que somos inmundos
o hemos tocado algo inmundo o a que hay alguna inmundicia en nosotros.
Nosotros mismos podemos estar limpios; mas la Palabra dice que si tocamos
algo o a alguien inmundo, nos contaminamos. Por lo tanto, necesitamos
arrepentirnos, confesar y aplicar la sangre del Señor. Cuando algunos hermanos
y hermanas caen en fornicación, y nosotros conversamos con ellos al respecto
detalladamente, nosotros también nos contaminamos. Entonces debemos
someternos a una limpieza completa al aplicar la sangre del Señor.

Pablo dijo en 1 Corintios 10:21: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de
los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los
demonios”. La palabra que se tradujo “demonios” en este versículo quiere decir
diablos, demonios. No podemos participar de la mesa del Señor y al mismo
tiempo de algo de los demonios.

Es tan bueno tener las reuniones de la iglesia como una fiesta en la que todos
nosotros le podemos ofrecer algo a Dios. Pero hay otro aspecto que reviste
mucha seriedad; a saber, nunca debemos venir a la mesa del Señor cuando
estamos inmundos. Debemos ser lavados por la sangre del Señor y tener un
arrepentimiento total, y ser cabalmente disciplinados por el Señor.

En 1 Corintios 5 Pablo habla de seis cosas que nos contaminan, y en el capítulo


siguiente menciona de nuevo varias cosas inmundas. Él dice: “Esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados [...] en el nombre del Señor Jesucristo, y en
el Espíritu de nuestro Dios (6:11). Muchos de nosotros éramos muy
pecaminosos, pero ya hemos sido lavados; ya fuimos limpiados por Su sangre
preciosa, en Su nombre poderoso y por Su Espíritu. Pero si todavía seguimos
viviendo en alguna de estas cosas inmundas sin arrepentirnos de verdad y sin
ser disciplinados por el Señor, entonces somos inmundos y no merecemos venir
a la mesa del Señor. ¡Que el Señor tenga misericordia de todos nosotros!

CAPÍTULO VEINTE

LA EXPERIENCIA DE CRISTO
COMO NUESTRA OFRENDA POR EL PECADO

Lectura bíblica: Lv. 4: 1-15, 22-28, 32; 6:25-30; 2 Co. 5:21a; Ro. 8:3b; He. 9:12;
13:11-12

CINCO OFRENDAS

En este capítulo abarcaremos la cuarta ofrenda, que es la ofrenda por el pecado.


Cuando hablamos de la primera ofrenda, mencionamos la razón por la cual
necesitamos cinco clases de ofrendas. Esto se debe a que en la presencia del
Señor, estamos en cinco clases de situaciones o condiciones. Fuimos hechos
para Dios, pero no nos entregamos a Dios. Por lo tanto, necesitamos a Cristo
como nuestro holocausto, como Aquel que se entrega a Dios de manera
absoluta. Además, en nuestra humanidad no somos finos, ni perfectos ni
apropiadamente equilibrados. Por lo tanto, necesitamos a Cristo como la
ofrenda de harina, como Aquel que es tan fino, perfecto y equilibrado en Su
humanidad. Tampoco tenemos paz con Dios ni con otros. En todo el universo no
hay paz; ni tampoco hay paz entre los seres humanos. No hay paz en las
escuelas, ni en la sociedad ni entre las naciones. Aunque tenemos las Naciones
Unidas, aún no hay paz. En los hogares no hay paz entre esposos y esposas, ni
entre hijos y padres. No tenemos paz con Dios, ni tenemos paz unos con otros.
Así que necesitamos a Cristo como nuestra ofrenda de paz.

Además, somos pecaminosos; y aparte de eso, somos pecado. Somos el pecado


mismo; así que necesitamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado.
Debido a que somos pecado, estamos llenos de errores y equivocaciones; no hay
nada correcto en nosotros. Estamos mal con nuestros padres, con nuestro
esposo, con nuestra esposa, con nuestros hermanos, con nuestras hermanas,
con nuestros hijos; ¡estamos mal con todos! Aun erramos en la manera de
cortarnos el pelo y en la forma de vestirnos. Estamos equivocados en todo
aspecto. En una ocasión, necesitaba tomar medidas con respecto a ciertas cosas
con el Señor y pensé que una hora sería suficiente tiempo para hacerlo. Pero
pronto descubrí que yo estaba mal en todo; no había nada en lo que estuviese
correcto. Así que, necesitamos a Cristo como la ofrenda por las transgresiones.

Ésta es nuestra condición delante de Dios. No nos entregamos a Dios; no somos


finos ni perfectos; no tenemos paz con Dios ni con el hombre; somos el pecado
mismo, y estamos llenos de errores y equivocaciones. Esto describe las cinco
condiciones en que nos hallamos; por tanto, necesitamos cinco clases de
ofrendas. Pero ¡alabado sea el Señor! Esto significa que podemos aplicar a
Cristo al menos en cinco aspectos. Él es precisamente a quien nosotros
necesitamos. Nosotros no nos entregamos a Dios, pero Él sí. Nosotros no somos
perfectos, pero Él sí. No tenemos paz, pero Él es paz. Somos pecaminosos y
somos pecado, pero Él es la ofrenda por el pecado, la expiación, para tomar
medidas con respecto a nuestro pecado. Además, estamos llenos de errores,
pero Él es nuestra ofrenda por la transgresión. ¡Aleluya! Tenemos a tal Cristo
que cubre todas nuestras situaciones delante de Dios.

No deberíamos considerar que somos personas tan maravillosas. Ninguno de


nosotros es maravilloso; de hecho, somos personas que dan lástima. No nos
entregamos a Dios; sólo nos interesamos en nosotros mismos. En el capítulo
anterior hablamos acerca del agradecimiento y del voto. Nos gusta hacer acción
de gracias, pero no un voto. Esto indica que solamente nos interesamos en
nosotros mismos y que Dios no nos interesa. Tampoco somos perfectos ni finos,
y en verdad no tenemos paz. Nuestra mente no se inclina hacia Dios; más bien,
es una mente propicia para el pecado. Cuanto más nos veamos a nosotros
mismos en la luz, más hallaremos que no somos nada más que pecado. Pero
¡alabado sea el Señor que, pese a nuestra condición tan negativa, Cristo es
sumamente positivo! Todo lo que nosotros no somos, Él es. Podemos disfrutar a
Cristo como el holocausto y como la ofrenda de harina; éstas son las dos
ofrendas básicas. Entonces, basados en estas ofrendas, podemos disfrutarle
como la ofrenda de paz.

EL PECADO

Hay algo más que debemos ver. El día que nos arrepentimos y tomamos al
Señor Jesús como nuestro Salvador, no vimos que éramos tan pecaminosos. Tal
vez nos hayamos dado cuenta de que no éramos tan buenos y que habíamos
cometido muchas equivocaciones, pero no nos dimos cuenta de que éramos el
pecado mismo. Ya sea que tuviésemos la intención de hacer algo pecaminoso o
no, sólo éramos pecado. Consecuentemente, en Levítico 4 se usa la
palabra involuntariamente: “Habló Jehová a Moisés y le dijo: Habla a los hijos
de Israel y diles: Cuando alguna persona peque involuntariamente contra
alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, y
hace alguna de ellas: Si el que peca es el sacerdote ungido, haciendo así culpable
al pueblo, ofrecerá a Jehová, por el pecado que ha cometido, un becerro sin
defecto, como expiación” (Lv. 4:1-3).

En lugar de la palabra involuntariamente se puede usar “indeliberadamente”,


“ignorantemente”, “inconscientemente” o “inadvertidamente”. Esto es sólo un
cuadro, y nos muestra que mientras disfrutamos al Señor como nuestro
holocausto, ofrenda de harina y ofrenda de paz, solamente somos pecado. Así
tengamos la intención de odiar a otros o no, finalmente los vamos a odiar. Sea
que queramos perder la calma o no, simplemente la perderemos. Tal vez ni nos
agrada ser orgullosos, pero ciertamente lo seremos. De esto hablaba Pablo en
Romanos 7, cuando dijo que lo que él aborrecía, eso hacía. Él no quería hacer
esas cosas, pero las hacía. Puede ser que en la mañana tomamos la decisión de
no chismear durante el día; pero ese día chismeamos más que nunca. Tal vez
tomamos la decisión de no criticar a otros jamás; sin embargo, una hora más
tarde criticamos severamente a alguien. Pablo dice en Romanos 7:17: “De
manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí”. No
soy yo, sino el pecado. En Gálatas 2:20 tenemos las palabras “ya no vivo yo, más
vive Cristo en mí”. Romanos 7 nos dice que no soy yo, sino el pecado. Es otra
persona, al igual que en Gálatas 2:20, pero el nombre de esta persona no es
Cristo, como en Gálatas; el nombre de esta persona es pecado. Su nombre es
pecado, su segundo nombre es pecado y su apellido también es pecado. ¡Pecado!
¡Pecado! ¡Pecado! “Ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en
mí”.

Tal vez pensábamos que lo que hacíamos era maravilloso, y al final descubrimos
que lo que hacíamos era terrible. En el momento en que lo hicimos, pensamos
que era maravilloso, pero en realidad era algo horrible. ¿Qué nos prueba esto?
Que simplemente hay algo en nosotros que se llama pecado, y este pecado es
simplemente nosotros mismos.

LA FUENTE

A la gente le es muy difícil entender Levítico 4. Cuando era un cristiano joven,


por muchos años traté de entender este capítulo, pero fracasé. Primeramente,
dice que si un sacerdote hace algo indebido involuntariamente, debe presentar
una ofrenda por el pecado. Después dice que si la congregación del pueblo del
Señor peca involuntariamente, también tiene que traer una ofrenda por el
pecado. Después dice que si uno de los jefes del pueblo hace algo malo
involuntariamente, debe ofrecer una ofrenda por el pecado. Aun menciona que
si alguna persona hace algún mal involuntariamente, debe ofrecer la ofrenda
por el pecado. Por medio de este cuadro, vemos que ésta es una congregación
que adora y sirve a Dios, y esto es exactamente lo que nosotros estamos
haciendo hoy en día. Somos simplemente una congregación que adora a Dios al
disfrutar a Cristo como el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz.
Tal vez podamos pensar que nos estamos desenvolviendo muy bien. Estamos en
el recobro de la vida de iglesia; así que lo que hagamos debe estar bien. Sin
embargo, aunque todo parece andar bien hoy, tres semanas después podemos
descubrir que lo que hicimos tres semanas antes fue horrible.

Este capítulo menciona primeramente que el que toma el liderazgo en el servicio


puede hacer algo malo y, aun así, puede pensar que está cien por cien en lo
correcto. Él hace algo inconscientemente y, después de cierto tiempo, descubre
que se equivocó. ¿Qué es esto? Más que una equivocación es algo que emana de
nuestro ser interior. Nuestro ser interior es solamente pecado; por ende, de allí
no puede proceder nada correcto. Este capítulo continúa diciendo que toda la
congregación o uno de los líderes de la congregación o cualquier persona de la
congregación, todos pueden hacer algo malo; todos hacen algo equivocado
involuntariamente. Este cuadro nos muestra que dentro de nosotros hay algo
que siempre hace que estemos equivocados. Este capítulo no se centra en los
errores o las malas obras que cometemos, sino en la fuente de nuestros errores.

¿Cuál es la fuente de nuestros errores? Podremos decir que es el pecado, pero


ésta puede ser solamente una respuesta doctrinal. Es preciso ver que nosotros
mismos somos la fuente de todos nuestros errores. Si no hubiese nadie en la
iglesia local, ciertamente nunca se cometerían errores. Pero cuantos más
hermanos y hermanas tengamos, más errores habrá. Si sólo tuviésemos diez
hermanos y hermanas reuniéndose, ciertamente los errores no serían tantos
como los que tenemos hoy en día; en la actualidad tenemos casi mil fuentes de
equivocaciones. Este capítulo no se centra en los errores, sino en la fuente de
nuestros errores; y esa fuente es nuestro mismo yo. Nosotros somos solamente
pecado. Por lo tanto, necesitamos que Cristo sea nuestra ofrenda por el pecado.
Dentro de cada gota de nuestra sangre y cada fibra de nuestros músculos hay
pecado. Simplemente estamos constituidos de pecado. Debido a que somos
pecado, necesitamos una ofrenda por el pecado. ¡Alabado sea el Señor que
Cristo es nuestra ofrenda por el pecado! En 2 Corintios 5:21 dice que Cristo fue
hecho pecado por nosotros.

“EN CUANTO AL PECADO”

Después de ser cristiano, por muchos años no podía entender cómo fue que
Cristo quitó mis pecados. Yo era pecaminoso y había cometido muchos pecados;
sin embargo, Jesús quitó mis pecados al morir en la cruz. Finalmente, al paso de
los años comencé a entender algo acerca de cómo Cristo llevó nuestros pecados.
Sin embargo, eso fue aún mucho antes de que pudiese entender cómo fue que
Cristo fue hecho pecado. Él no solamente llevó nuestros pecados, sino que
también fue hecho pecado. Dios lo hizo pecado por nosotros. Cuando murió en
la cruz, Él no sólo llevó nuestros pecados, sino que estaba allí como el pecado
mismo. Él allí fue condenado y crucificado como pecado. Esto lo vemos en
Romanos 8:3: “Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en
cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. La frase en cuanto al
pecado se podría traducir adecuadamente como “una ofrenda por el pecado”.
Esto quiere decir que Cristo se hizo una ofrenda por el pecado para condenar al
pecado. Cuando Cristo fue crucificado en la cruz, Él fue crucificado no sólo como
nuestro Redentor, sino también como el pecado mismo. Sé que es un poco difícil
comprender esto, pero el cuadro de la serpiente de bronce nos da una buena
ilustración.

La serpiente de bronce

El Señor Jesús le dijo a Nicodemo que Él sería la serpiente de bronce que


Moisés levantó en un asta (Jn. 3:14). Simplemente no podemos entenderlo. Él
fue levantado en la cruz y a nuestros ojos Él era Jesús, nuestro Redentor; pero a
los ojos de Dios, Él estaba allí como la serpiente. Por supuesto que era serpiente
sólo en forma; no tenía la naturaleza de la serpiente. La serpiente de bronce era
una serpiente sólo en forma; no tenía veneno. Romanos 8:3 dice que Dios envió
a Su Hijo en la semejanza o en la forma de la carne de pecado. Él tenía la forma
de la carne de pecado, mas Él mismo no tenía pecado. Debemos darnos cuenta
de que Cristo fue hecho pecado por nosotros. Nosotros no sólo tenemos muchos
pecados, sino que más aún somos el pecado mismo. Por lo tanto, Cristo no sólo
llevó nuestros pecados, sino que también se hizo pecado por nosotros. Cuando
se hizo carne, Él llegó a ser pecado. En la Biblia la carne prácticamente significa
pecado. Cuando Cristo se hizo carne, Él se hizo pecado. Debido a que llegó a ser
carne, Él pudo llegar a ser nuestra ofrenda por el pecado para anularnos a
nosotros como pecado. Él no sólo quitó nuestros pecados, sino que también nos
quitó a nosotros que éramos pecado.

LA SANGRE DE LA OFRENDA POR EL PECADO

La ofrenda por el pecado debía ser degollada por el oferente sobre el altar y en la
presencia de Dios. En esta ofrenda, el detalle más importante que se menciona
es la sangre. “Llevará el becerro a la puerta de la Tienda de Reunión delante de
Jehová, pondrá su mano sobre la cabeza del becerro y lo degollará delante de
Jehová. Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del becerro y la
traerá a la Tienda de Reunión. Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y
rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del
santuario. El sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del
incienso aromático, que está en la Tienda de Reunión delante de Jehová, y
echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a
la puerta de la Tienda de Reunión” (Lv. 4:4-7, [heb.]).

Primeramente la sangre era derramada; después el sacerdote traía la sangre al


Lugar Santo y rociaba la sangre siete veces delante del velo. Esto quiere decir
que la rociaba siete veces delante de Dios, quien estaba detrás del velo. No hay
duda que el propósito de esto era satisfacer la demanda y el requisito de Dios.
Entonces, después de rociar la sangre en la presencia de Dios, el sacerdote ponía
algo de la sangre sobre los cuatro cuernos del altar del incienso. Sabemos que el
altar del incienso estaba inmediatamente delante del velo, en el Lugar Santo.
Detrás del velo, en el Lugar Santísimo, estaba la presencia de Dios. La sangre
era puesta en los cuatro cuernos del altar del incienso para que fuésemos
aceptos a Dios. La sangre se rociaba siete veces para la satisfacción de Dios, y se
rociaba sobre los cuatro cuernos del altar del incienso por nuestra aceptación.
Esto significa que cada vez que venimos a tener comunión con Dios, debemos
hacerlo por el mérito de esta sangre. Es por medio de esta sangre que nuestras
oraciones y comunión son aceptas a Dios.

Luego, el resto de la sangre era derramada al pie del altar, a la vista del oferente.
Para entonces el que presentaba la ofrenda estaba en paz, por cuanto sabía que
la sangre había sido rociada delante de Dios, había sido puesta en los cuernos
del altar del incienso y había sido derramada al pie del altar. Cuando éste veía la
sangre, se daba cuenta de que había sido redimido y plenamente acepto a Dios.
Todas las demandas y requisitos de Dios habían sido cumplidos por Cristo. Así
que el oferente estaba en completa paz. Debido a esta sangre, él ya no tiene
ningún temor. Dios estaba completamente satisfecho, y le había aceptado
plenamente. Así que, la sangre era rociada siete veces para la satisfacción de
Dios, y ésta era derramada al pie del altar por causa del oferente.

Hebreos 9:12 nos dice que cuando Cristo ascendió a los cielos, Él trajo Su sangre
al lugar celestial santo y roció allí la sangre. “No por sangre de machos cabrios
ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el
Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”.

DOS CLASES DE OFRENDAS


POR EL PECADO

Hay dos clases de ofrendas por el pecado: la que se ofrece por el sacerdote que
hacía algo malo involuntariamente como por toda la congregación que también
erraba involuntariamente. En esta ofrenda la sangre tenía que traerse al
santuario. En cambio, la sangre de la ofrenda por el pecado que cometía un jefe
o una de las personas comunes, no necesitaba traerse al santuario. Esa sangre
sólo se ponía en las cuatro esquinas del altar del holocausto para mostrar el
poder y la eficacia de la sangre, como también su poder redentor y limpiador; y
después, el resto de la sangre era derramada al pie del altar. ¿Por qué hay esta
diferencia entre estas dos ofrendas por el pecado? En la primera ofrenda por el
pecado, la sangre debía traerse al santuario para ser rociada en la presencia de
Dios; pero en la segunda, esto no era necesario; sólo debían poner la sangre
sobre los cuatro cuernos del altar del holocausto. Esto se debe a que la primera
ofrenda era la de una congregación, pero la segunda era la de un individuo. Una
congregación, a diferencia de un individuo, necesita algo de una naturaleza más
formal. Ningún sacerdote tenía derecho a comer de la primera clase de ofrenda
por el pecado; toda esta ofrenda era únicamente para Dios. Pero ellos sí podían
comer de la segunda clase de ofrenda por el pecado.
EL CUERPO DE LA OFRENDA
POR EL PECADO

Ahora debemos ver algo del cuerpo de la ofrenda por el pecado. “Luego tomará
del becerro de la ofrenda por el pecado [heb.] toda su grasa, la que cubre los
intestinos y la que está sobre las entrañas, los dos riñones y la grasa que está
sobre ellos y sobre los ijares; con los riñones le quitará la grasa que cubre el
hígado, de la manera que se le quita al buey del sacrificio de paz, y el sacerdote
la hará arder sobre el altar del holocausto. Pero la piel del becerro, toda su
carne, con su cabeza, sus piernas, sus intestinos y su estiércol, en fin, todo el
becerro, lo sacará fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echan las
cenizas, y lo quemará al fuego sobre la leña. Será quemado donde se echan las
cenizas” (Lv. 4:8-12).

Estos versículos nos dicen claramente que la grasa debía arder sobre el altar del
holocausto como un fragante incienso a Dios. Ésta es para la satisfacción de
Dios. Entonces todo el cuerpo, incluyendo la piel, las entrañas y el estiércol, se
sacaba fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echaban las cenizas.
Allí toda la ofrenda por el pecado era quemada. La grosura se quemaba sobre el
altar del holocausto, pero el resto del cuerpo se quemaba fuera del campamento
en un lugar limpio, donde se echaban las cenizas. La diferencia que hay entre la
grosura y el resto del cuerpo, es que la grosura es sólo para la satisfacción de
Dios; por lo tanto, debía arder sobre el altar. Pero el cuerpo debía someterse al
justo juicio de Dios; así que se quemaba en un lugar de juicio, fuera del
campamento.

El cuerpo de la ofrenda por el pecado de la congregación era en su totalidad la


porción de Dios; nadie más tenía parte en ella. Pero en cuanto a la ofrenda por
el pecado de los individuos, sí había una parte para el sacerdote que ministraba.
Esto nos muestra que Cristo es muy suficiente; Él es suficiente para llenar todas
las necesidades de la congregación, y es aún más suficiente cuando se trata de
satisfacer las necesidades de los individuos. Como individuos nunca podremos
agotar la suficiencia de Cristo; por eso sobra una porción para los sacerdotes. Si
la ofrenda es por el pecado de la congregación, toda la ofrenda es únicamente
para Dios. Pero si es una ofrenda por el pecado de algunos individuos, debido a
que ellos no pueden agotar a Cristo, sobra una parte que otros pueden disfrutar.

LA MANERA DE DISFRUTAR
LA OFRENDA POR EL PECADO

¿Cómo era que los sacerdotes que ministraban, podían disfrutar la ofrenda por
el pecado? Esto se ve claramente en Levítico 6:25-27a: “Diles a Aarón y a sus
hijos que: ésta es la ley de la ofrenda por el pecado: En el lugar donde se
degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de
Jehová. Es cosa santísima. La comerá el sacerdote que la ofrezca por el pecado;
en lugar santo será comida, en el atrio de la Tienda de Reunión. Todo lo que
toque su carne quedará santificado” [heb.]. Primeramente, es claro que ninguno
podía disfrutar su porción de la ofrenda por el pecado en sus hogares; debían
comerla en el atrio de la Tienda de Reunión. Esta clase de disfrute de Cristo le
corresponde al Cuerpo, a la iglesia; no es un asunto individual. Usted por sí
mismo puede disfrutar a Cristo en cierto sentido, pero nunca podrá disfrutar al
Cristo que para Dios es la ofrenda por el pecado. Esto sólo se disfruta en el atrio
de la Tienda de Reunión, y se tenía que disfrutar de una forma santa.

QUEBRADA, FREGADA Y LAVADA

Ahora debemos ver algo en cuanto a la vasija que se usaba para hervir la ofrenda
por el pecado. “La vasija de barro en que sea cocida, será quebrada, y si es
cocida en vasija de bronce, ésta será fregada y lavada con agua” (Lv. 6:28). La
vasija de barro debía ser quebrada, pero si la vasija era de cobre o bronce, debía
ser fregada y lavada con agua. Nosotros somos la vasija de barro; ése es nuestro
ser natural. Fuimos hechos de tierra; así que somos vasos de barro. El cobre o el
bronce en tipología representa el juicio de Dios, lo cual significa que esta clase
de vasija ha pasado por el juicio de Dios. Tanto el altar del holocausto como el
lavacro eran hechos de bronce (Éx. 27:2; 30:18). La vasija de bronce representa
nuestro ser regenerado. Nuestro ser natural es un vaso de barro, mientras que
nuestro ser regenerado es una vasija de bronce o cobre. Nuestro ser natural
debe ser quebrantado, y nuestro ser regenerado debe ser fregado y lavado con
agua. Ésta es el agua de la Palabra mencionada en Efesios 5:26. La acción de
fregar representa las circunstancias naturales dispuestas por Dios para
tallarnos. Dios usa las circunstancias para fregarnos y Su palabra para lavarnos.
La parte natural debe ser quebrada, y nuestra parte regenerada debe ser fregada
y lavada.

UN ALIMENTO PARA LOS VARONES

Entre los sacerdotes, sólo los varones tenían derecho a comer de la ofrenda por
el pecado. Los varones siempre representan a aquellos que son más fuertes.
Aarón tenía hijas, pero ellas no tenían el privilegio de comer de la ofrenda por el
pecado. Esto indica que sólo los que son fuertes en la vida de iglesia, tienen el
privilegio de comer a Cristo como la ofrenda por el pecado. Cuando ministramos
a Cristo como la ofrenda por el pecado a otros, eso es una predicación del
evangelio. Cuando hacemos esto, somos un sacerdote que ministra; así que
tenemos el privilegio de disfrutar una porción de Cristo como la ofrenda por el
pecado. Aquellos que son más débiles en la iglesia, que no ministran a Cristo a
otros como la ofrenda por el pecado, no tienen derecho a disfrutarlo como la
ofrenda por el pecado. Solamente los que ministran a Cristo a otros de esa
manera son los fuertes; por tanto, ellos tienen el derecho y la posición de
disfrutar a Cristo como la ofrenda por el pecado. Por ser los más fuertes en la
vida de iglesia, ellos, sean hermanos o hermanas, son los varones entre los
sacerdotes.

DIFERENCIAS EN EL TAMAÑO

Además, debemos ver que había diferencias en el tamaño de las ofrendas por el
pecado. Un becerro es mucho más fuerte y vigoroso que una cabra. La ofrenda
por el pecado del sacerdote o la de la congregación era un becerro. Esto significa
que Cristo es muy vigoroso y está lleno de fuerza, ya que puede ser la ofrenda
por el pecado de toda una congregación. Después se menciona un macho cabrío,
que es mucho más débil, y una cabra, que es aún más débil. Finalmente, había
una cordera, que es la más débil. La ofrenda por el pecado puede ser más débil o
más fuerte. Por tanto, al igual que las otras ofrendas, hay diferentes grados en
términos del aprecio y la comprensión que tenemos de Cristo como la ofrenda
por el pecado.

LA SANGRE Y LAS CENIZAS

De la ofrenda por el pecado, dos cosas permanecerán como un testimonio fuerte


para nosotros: la sangre y las cenizas. La sangre está al pie del altar, y las cenizas
están en un lugar limpio. La sangre es una prueba de que el requisito exigido
por Dios ha sido plenamente satisfecho y que ahora estamos bajo la aceptación
de Dios. Las cenizas declaran que todo el juicio, al cual estábamos sometidos, ha
concluido. Las cenizas son lo que queda después que se quema algo. Cristo fue
quemado y completamente juzgado por nosotros. Él ya pasó por todo el juicio;
así que lo que queda son las cenizas. Cuando vemos las cenizas, sabemos que el
juicio ha pasado. ¡Aleluya por tal ofrenda por el pecado! La sangre y las cenizas
tienen mucho significado para nosotros.

FUERA DEL CAMPAMENTO

Hay un asunto más. Hebreos 13:11-12 nos dice que Jesús, como la ofrenda por el
pecado, fue quemado fuera del campamento: “Porque los cuerpos de aquellos
animales cuya sangre es introducida a causa del pecado en el Lugar Santísimo
por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual
también Jesús, para santificar al pueblo mediante Su propia sangre, padeció
fuera de la puerta”. Ya que Jesús padeció fuera del campamento, aquellos que lo
disfrutan como la ofrenda por el pecado, también deben hallarse fuera de la
puerta. Debemos seguirlo fuera del mundo y de cualquier ámbito religioso.
Debemos estar fuera de cualquier organización religiosa y de cualquiera de las
organizaciones que hay en el mundo. Cristo fue juzgado allí, y ése también es
nuestro lugar. Cuanto más estemos fuera de la puerta, más nos hallaremos en el
lugar donde Jesús fue quemado y echo cenizas. Entonces verdaderamente le
disfrutaremos y le alabaremos por la sangre y las cenizas. Nuestra posición es la
de las cenizas. Somos los seguidores de Cristo, quien dejó el campamento. No
estamos en ninguna clase de organización religiosa o mundana; el Jesús
Redentor nos ha llevado a salir de todas esas cosas. Ahora no vemos nada más
que sangre y cenizas. Los que siguen a Jesús fuera del campamento también
llegan a ser cenizas. Nosotros no somos otra cosa sino cenizas que siguen a
Jesús. Éste es el pleno disfrute que tenemos de Cristo como la ofrenda por el
pecado.

CAPÍTULO VEINTIUNO

LA EXPERIENCIA DE CRISTO COMO


LA OFRENDA POR LA TRANSGRESIÓN

Lectura bíblica: Lv. 5:1-19; 6:1-7; 7:7; 1 P. 2:24; Is. 53:6b, 10a, 11b
LA OFRENDA POR EL PECADO
Y LA OFRENDA POR LA TRANSGRESIÓN

La última de las cinco ofrendas es la ofrenda por la transgresión. Podemos tener


problemas al tratar de entender la diferencia entre la ofrenda por el pecado y la
ofrenda por la transgresión. Son muchos los que se han confundido al leer
Levítico 4 y 5, ya que el capítulo 5 se refiere a la ofrenda por la transgresión,
pero menciona varias veces la ofrenda por el pecado.

Examinemos algunos de los versículos de Levítico 5: “Para su expiación


[ofrenda por la transgresión] presentará a Jehová, como ofrenda por expiación
por el pecado [ofrenda por el pecado] que cometió, una hembra de los rebaños,
una cordera o una cabra. Y así le hará el sacerdote expiación por su pecado. Y si
no tiene lo suficiente para un cordero, presentará a Jehová como expiación
[ofrenda por la transgresión] por el pecado que cometió, dos tórtolas o dos
palominos, uno para ofrenda para la expiación [ofrenda por el pecado] y el otro
para un holocausto” (Lv. 5:6-7). Ésta es una ofrenda por la transgresión, pero
parte de esta ofrenda se presenta como ofrenda por el pecado. Al final del
versículo 9 dice: “Es ofrenda por el pecado” (o, “es un sacrificio de expiación”).
Esto quiere decir que estas dos ofrendas están relacionadas íntimamente la una
con la otra.

Levítico 4 habla de que si alguno hace el mal involuntariamente, necesita una


ofrenda por el pecado. El capítulo 5 habla de la ofrenda por la transgresión, pero
los versículos 17 y 18 dicen: “Finalmente, si una persona peca, o hace alguna de
todas aquellas cosas que por mandamiento de Jehová no se han de hacer, aun
sin hacerlo a sabiendas, es culpable y llevará su pecado. Llevará, pues, al
sacerdote para la ofrenda por la transgresión [heb.], según tú lo estimes, un
carnero sin defecto de los rebaños; y el sacerdote le hará expiación por el pecado
que cometió por ignorancia, y será perdonado”. Aunque se habla de una ofrenda
por la transgresión, ésta es igual a la ofrenda por el pecado.

¿Cuál es la diferencia entre un manzano y una manzana? Podría decirse que el


uno es la semilla y la otra es el fruto. En cierto sentido hay una diferencia, pero
por otro lado casi no la hay. Cuando se siembra un grano de trigo en la tierra,
produce muchos granos. Los muchos granos son el fruto del un solo grano.
Finalmente cada grano del fruto es igual que la semilla. Sucede lo mismo con la
ofrenda por la transgresión y la ofrenda por el pecado. Ellas se parecen, pero
también hay una diferencia.

LA NATURALEZA Y LAS OBRAS

En 1 Pedro 2:24 dice que el propio Señor Jesús llevó nuestros pecados en Su
cuerpo sobre el madero; pero en 2 Corintios 5:21 dice que Él fue hecho pecado
por nosotros. Él fue hecho pecado por nosotros y también llevó nuestros
pecados. Los pecados son las transgresiones, iniquidades y ofensas que hemos
cometido. Pero el pecado es diferente. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre el
pecado y los pecados? El pecado mora en nuestra naturaleza, pero los pecados
son nuestras acciones y hechos. En la ilustración de la semilla y el fruto vemos
los dos aspectos: el primero es la semilla en nuestra naturaleza, y el segundo es
el fruto en nuestros hechos. En otras palabras, el pecado se refiere a nuestra
naturaleza pecaminosa, y los pecados, a nuestros hechos pecaminosos. El uno
alude a la naturaleza, y el otro es el hecho.

Todos somos iguales en naturaleza, pero en nuestros hechos podemos ser muy
diferentes. Usted puede odiar a la gente, y yo amarla; usted puede ser orgulloso,
y yo humilde. Usted puede haber matado a muchas personas, y yo a nadie.
Somos muy diferentes en nuestras acciones, pero en nuestra naturaleza somos
exactamente iguales. ¿Cree que usted tiene una mejor naturaleza que la de un
ladrón de bancos? ¿Cree usted que su naturaleza es mejor que los que han
cometido los crímenes más viles? En lo que respecta a nuestra naturaleza, no
hay diferencia; todos somos idénticos en naturaleza seamos buenos o malos,
morales o inmorales. Pero podemos ser muy diferentes los unos de los otros en
cuanto a nuestros hechos y acciones. Así que tenemos dos problemas: el
problema del pecado en nuestra naturaleza y el problema de los pecados en
nuestras acciones y conducta.

Supongamos que un hombre es orgulloso y está lleno de odio, y que ha hecho


mucho daño a su familia y amigos. Sin embargo, hay otro hombre que es muy
bueno; desde el día que nació hasta el presente casi no ha hecho ningún mal; él
es una persona muy buena. Todos sabemos que la persona mala necesita la
sangre de Jesús. Jesús murió en la cruz por todos los pecados que ella cometió;
y después que ella confía en Jesús, aprecia mucho Su sangre. Pero ¿la persona
buena necesitará la sangre del Cordero de Dios? La sangre tiene como fin el
perdón de los pecados, y parece que esta persona casi no tiene pecados.
Aparentemente ella es perfecta y fina; ¿por qué necesitaría la sangre de Jesús?
No obstante, debemos darnos cuenta de que tal persona es fina y perfecta sólo
externamente, a los ojos de los hombres; interiormente sólo es pecado. No
importa si la gente es buena o mala, interiormente todos somos terribles. Todos
necesitamos a Jesús, porque Jesús no sólo llevó nuestros pecados, sino que
también fue hecho pecado por nosotros.

EL PECADO Y LOS PECADOS

Tenemos que entender que no sólo hemos cometido pecados, sino que también
somos pecado. Aunque nunca hayamos hecho nada malo, interiormente somos
pecado. No importa si un árbol de manzano da manzanas o no, sigue siendo un
manzano. ¡Alabado sea el Señor! Por un lado Él fue hecho pecado por nosotros,
y por otro Él llevó todos nuestros pecados. Él es la ofrenda por el pecado y
también es la ofrenda por la transgresión. Al final la ofrenda por la transgresión
es también la ofrenda por el pecado.

En todas vuestras experiencias como cristianos, ¿cuántas veces se han dado


cuenta de que el Señor Jesús es su ofrenda por el pecado? Él no sólo es nuestra
ofrenda por la transgresión, sino que también es nuestra ofrenda por el pecado.
Me temo que muchos de nosotros nunca nos hemos percatado del pecado que
está en nosotros; sólo nos hemos percatado de nuestros pecados. Aún no hemos
disfrutado a Cristo como la ofrenda por el pecado, aunque muchas veces lo
hemos disfrutado como la ofrenda por nuestros pecados y le decimos: “Oh
Señor, soy tan pecaminoso, pero Tú moriste en la cruz por mis pecados”. Éste es
el disfrute que tenemos del Señor como la ofrenda por las transgresiones. Pero
no sólo somos pecaminosos, sino que también somos pecado.

Quizás una persona buena no haya cometido muchos males, pero aún tiene que
confesar a Dios y aplicarse a sí misma la sangre de Cristo. Esto no es por las
transgresiones externas, sino por el pecado interno. No es por lo que ella haga,
sino por lo que ella es; lo que es, es pecado, y lo que hace, son pecados. Jesús fue
hecho pecado por nosotros y también llevó nuestros pecados.

LA OFRENDA POR EL PECADO REVISTE MÁS SERIEDAD

Al avanzar más profundamente con el Señor en términos de la vida interior,


entenderemos por qué en Levítico se menciona la ofrenda por el pecado antes
que la ofrenda por la transgresión. Esto se debe a que el pecado es más serio que
las transgresiones. El pecado es la semilla, la raíz, la fuente; las transgresiones
son sólo los frutos externos, y no son tan serios. Lo más serio a los ojos de Dios
es el pecado en nuestra naturaleza. Lo que somos es mucho más serio que lo que
hacemos. Por eso primero necesitamos la ofrenda por el pecado, y después la
ofrenda por la transgresión.

En la ofrenda por el pecado se usaba un becerro joven y vigoroso, pero en la


ofrenda por la transgresión no se menciona ningún becerro. El animal más
fuerte que se usaba en la ofrenda por la transgresión era una cordera, lo cual nos
muestra que no necesitamos presentar una ofrenda fuerte para tratar con
nuestras transgresiones. Pero sí necesitamos un becerro fuerte y vigoroso para
tratar con nuestro pecado. Para una ofrenda por la transgresión es suficiente
una tórtola frágil o un palomino joven; pero según el capítulo 4, el animal más
débil que se usaba en la ofrenda por el pecado es un cordero. Además, se usaba
algo más débil como ofrenda por la transgresión: una décima parte de un efa de
flor de harina. No es ni siquiera un efa completo de flor de harina, sino una
décima parte. Esto prueba que la ofrenda por la transgresión no reviste tanta
seriedad como la ofrenda por el pecado.

Cuando fui salvo, el mensaje que escuché no fue sobre el pecado, sino sobre el
mundo. Escuché que faraón es el rey de este mundo y que todas las personas
están bajo su dominio. Por consiguiente, me arrepentí por estar ocupado por el
mundo. En ese tiempo, yo no estaba muy consciente de mis pecados y, aunque
fui ganado por el Señor y le dije que abandonaría el mundo por Él, no me
arrepentí mucho por mis pecados. Yo diría que en tipología disfruté a Cristo
como mi ofrenda por la transgresión, sólo como una décima de un efa de flor de
harina; sin embargo, fui salvo. Tal vez Jesús como la ofrenda por la transgresión
fue real para usted como un gran carnero el día que usted fue salvo, pero en mi
experiencia no fue sino hasta años después que comencé a disfrutar al Señor
Jesús como el becerro de la ofrenda por el pecado. A veces como sacerdote he
cometido errores. Por experiencias como éstas me di cuenta de que había algo
malo en mi naturaleza que era muy serio. Necesitaba al Jesús fuerte, al becerro
joven, y no solamente una décima parte de un efa de flor de harina. Esto quiere
decir que he aprendido a apreciar y a disfrutar al Señor como mi ofrenda por el
pecado y como mi ofrenda por la transgresión, mucho más que hace cincuenta
anos atrás.
Si juntamos todos los aspectos de las ofrendas reveladas en Levítico 4 y 5,
tenemos el becerro, el carnero, la cabra, el cordero, la tórtola, los palominos y la
décima parte de un efa de flor de harina, y todos estos aspectos nos dejan ver
que los sacrificios de la ofrenda por el pecado son más fuertes y que los de la
ofrenda por la transgresión son más débiles. Pero no importa cuán débil sea la
ofrenda, siempre y cuando usted la toque, será salvo.

Debemos darnos cuenta de que lo que hacemos no es tan serio como lo que
somos. Nuestras acciones externas no revisten tanta seriedad como nuestro ser
interior mismo. Nuestras acciones externas sólo son transgresiones e
iniquidades, pero nuestro ser interno es pecado. Por lo tanto, la Biblia por un
lado nos dice, en 2 Corintios 5:21, cómo Jesús fue hecho pecado por nosotros, y
por otro lado hay varios versículos, como 1 Pedro 2:24, que nos muestran que
Jesús llevó nuestros pecados. Isaías 53 también nos dice que en la cruz Jesús fue
hecho por Dios una ofrenda por la transgresión, para llevar nuestras
iniquidades, transgresiones y pecados. En el versículo 10 de este capítulo, la
frase que se tradujo “expiación por el pecado”, debería traducirse “ofrenda por
la transgresión”. Por lo tanto, podemos leer este versículo de la siguiente
manera: “Jehová quiso quebrantarlo; sujetándolo a padecimiento. Cuando haya
puesto su vida en ofrenda por la transgresión...”. Esto nos muestra que en Isaías
53, Jesús es la ofrenda por la transgresión.

DOS NECESIDADES

Después de ver todo esto sabemos que tenemos dos necesidades. La primera es
que debemos darnos cuenta de que somos pecado. Cada vez que venimos a la
presencia de Dios, sea que hayamos hecho algo malo o no, somos solamente
pecado. Aun si no hemos hecho nada malo, aun así necesitamos a Jesús como
nuestra ofrenda por el pecado. La segunda necesidad se debe a que tenemos
muchos pecados. Tenemos que estar bien con Dios y con los hombres, y esto es
lo que nos dice Levítico 5 y 6. Pero nosotros estamos mal tanto con Dios como
con los hombres; hemos cometido muchos pecados. La ofrenda por la
transgresión trata con el hecho de que estamos mal con Dios y con los hombres.
El capítulo 5 nos dice que si estamos mal con Dios, necesitamos una ofrenda por
la transgresión. Después el capítulo 6 dice que si estamos mal con otros,
también necesitamos la ofrenda por la transgresión.

El capítulo 4 habla solamente de que un sacerdote, una congregación, un jefe o


una persona común, hace algo involuntariamente contra Dios. En este capítulo
no hay nada definido. Pero los capítulos 5 y 6 son muy específicos. Por ejemplo,
si un israelita le daba a Dios solamente nueve por ciento de su cosecha, en vez
de diez, él está mal con Dios porque le debe uno por ciento. Éste es un asunto
bien específico, que no es igual al que menciona el capítulo 4. Esto se debe a que
el pecado en nuestra naturaleza no es algo tan específico como lo son los
pecados que cometemos con nuestras acciones.

HACER RESTITUCIÓN

Cuando le debemos algo a Dios, primero debemos ofrecer nuestra ofrenda por la
transgresión y después hacer restitución. Pero cuando le debemos algo al
hombre, debemos primero hacer restitución y después ofrecer la ofrenda por la
transgresión. Además, cuando hacemos restitución, ya sea a Dios como al
hombre, debemos añadir una quinta parte. ¿Qué quiere decir añadir una quinta
parte? El número cinco en la Biblia siempre significa responsabilidad. Debido a
que hicimos mal, no cumplimos con nuestra responsabilidad apropiadamente;
por lo tanto, debemos añadir algo más. Esto quiere decir que debemos tomar
más responsabilidad. Si debemos algo a otros, primeramente tenemos que
restituir lo que debemos, y luego debemos ofrecer a Dios la ofrenda por la
transgresión. Pero si le debemos algo a Dios, primero debemos ofrecerle una
ofrenda por la transgresión y después hacer restitución.

Todas estas porciones de la Palabra nos muestran cuán rectos debemos ser en la
Tienda de Reunión. Debemos darnos cuenta de que somos pecado y que
necesitamos a Jesús como nuestra ofrenda por el pecado. Después, debemos ser
rectos con Dios de manera categórica. No basta con decir que somos
pecaminosos; debemos examinar nuestra vida cotidiana y ver si estamos en
deuda con Dios. Si estamos escasos en algo, entonces nuestra posición no es
recta delante de Dios. Esto quiere decir que si en cualquier cosa estamos mal
con Dios, o estamos en deuda con Dios, debemos hacer restitución. Si el Señor
nos ilumina, temo que veremos muchas cosas en las que no somos rectos con
Dios. En muchos casos, en esto y lo otro, le debemos algo a Dios. Así que
debemos aplicar a Jesús como la ofrenda por la transgresión a todas nuestras
deficiencias, en la presencia de Dios, y también tenemos que ser prácticos y
hacer restitución.

En 1933, cuando estaba en Shanghái, el hermano Nee publicó un libro sobre


Levítico 6 titulado: La restitución de la ofrenda por la transgresión. En este
libro el hermano Nee dijo que ya que somos el pueblo del Señor, debemos estar
bien con todos; no debemos deber nada a nadie. Muchos de nosotros fuimos
iluminados por esa palabra. Cuando comenzamos a buscar en nuestras
pertenencias, encontramos muchas cosas en nuestra posesión que no nos
pertenecían. Muchos de nosotros comenzamos a hacer restitución. Algunos
hallaron libros que habían pedido prestado hacía muchos años y que nunca
habían devuelto. Finalmente todos descubrimos que no éramos justos en
muchas cosas. Algunos de nosotros incluso devolvimos grandes cantidades de
dinero al gobierno, lo cual llegó a ser un testimonio firme. Esto no es un asunto
legal, sino el hecho de estar dispuestos a estar bien en todo con Dios y con los
demás, para lo cual uno debe ir a su casa y analizar asunto por asunto. Temo
que encontrarán al menos cinco asuntos en los que tendrán que hacer
restitución.

El principio es el mismo en Mateo 5:23-24: “Por tanto, si estás presentando tu


ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano,
y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Sin restitución, nuestra ofrenda no será
aceptable a Dios. Esto se debe a que Dios es justo y recto. Debemos ser rectos
con Él y debemos ser rectos con otros. Él no aceptará que Su pueblo sea injusto.
Sin embargo, digo de nuevo que esto no es un asunto legal, sino algo que
depende totalmente de Su gracia.
DESCANSO Y LIBERACIÓN

Cuando seamos absolutamente rectos con Dios y con los demás, ése será un
tiempo de verdadero descanso, liberación y disfrute, y diremos: “¡Aleluya, estoy
bien con Dios y estoy bien con todos los demás! ¡Qué liberación! ¡Qué descanso!
¡Qué gozo!”. No piensen que esto es algo insignificante. Si comprendemos que
no sólo somos pecaminosos, sino que también somos pecado, si aplicamos a
Jesús no sólo como la ofrenda por el pecado, sino también como la ofrenda por
la transgresión, y si somos totalmente rectos con Dios y con otros, entonces
seremos muy vivientes, muy prevalecientes y totalmente liberados. Todo
depende de si estamos dispuestos a ser absolutamente rectos por dentro y por
fuera. Levítico 4, 5 y 6 son capítulos muy prácticos en cuanto al diario andar del
pueblo de Dios.

¡Alabado sea el Señor que Él es nuestra ofrenda por el pecado y también es


nuestra ofrenda por la transgresión! Siempre debemos tomarlo como nuestra
ofrenda por el pecado, y siempre debemos aplicarlo como nuestra ofrenda por la
transgresión a fin de mantener una buena relación con Dios y con los hombres.
Cuando somos restaurados, tenemos liberación, gozo, descanso y paz, pues el
pecado ha sido eliminado, y somos rectos con Dios y con todos los demás. Tales
personas son muy victoriosas. Ésta es la iglesia. La iglesia es esta clase de
personas que han sido restauradas y están llenas de tranquilidad, paz y gozo, y
cuyo pecado ha sido anulado por medio de Jesús como la ofrenda por el pecado
y cuyas transgresiones han sido eliminadas en virtud de Jesús como la ofrenda
por la transgresión. Ya no hay nada que nos moleste ni por dentro ni por fuera;
nuestro pecado interno ha sido quitado por Cristo como la ofrenda por el pecado
y todas nuestras iniquidades, pecados y transgresiones externas han sido
quitados por el Señor como la ofrenda por la transgresión. Hemos sido
completamente liberados. ¡Aleluya! Ya no estamos enredados con el pecado, ni
tampoco hay culpa alguna por algún pecado. Somos tan rectos ante la presencia
de Dios y de los hombres. Éste será un testimonio firme para todo el universo.
Apliquemos a Cristo continuamente como la ofrenda por el pecado y como la
ofrenda por la transgresión.

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