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PREFACIO
CAPÍTULO UNO
LA TIENDA DE REUNIÓN
Y TODAS LAS OFRENDAS
Lectura bíblica: Gn. 1:1, 26-27; 50:26; Éx. 1:1; 40:34, 38; Lv. 1:1-17; 6:8-13; He.
10:5-7; 9:14a; Fil. 2:7-8
Para ver a Cristo como la realidad, lo más importante es comprender que Cristo
es la realidad con la cual adoramos a Dios. En el universo, la relación entre el
hombre y Dios es la adoración que el hombre le brinda a Dios. Todo lo que
somos, todo lo que hacemos y cualquier obra que llevemos a cabo, todo debe
servir para que adoremos a Dios. Así pues, cuando nos referimos a la adoración
a Dios, todas estas cosas están incluidas.
Tomar a Cristo como nuestra realidad significa tomar a Cristo como nuestro
mismo ser, como aquello que hacemos, como nuestro vivir y aun como nuestra
adoración a Dios. En cuanto a Cristo como la realidad, creo que conocemos algo
en forma general, pero no entendemos muchos de sus detalles. Por siglos esto
ha estado oculto en la Biblia y, a pesar de haber estado en las Escrituras, nunca
ha sido descubierto ni revelado en forma adecuada. Sin embargo, creo que en
estos últimos días más que nunca, este tema ha sido abierto, revelado y
descubierto delante de nosotros. Necesitamos tomar un tiempo para ver a Cristo
en cada página del Antiguo y del Nuevo Testamento. Por un lado, el Nuevo
Testamento es simple y breve, mientras que el Antiguo Testamento nos da un
cuadro lleno de detalles. Por ejemplo, en el libro de Levítico podemos ver todos
los detalles de Cristo como la realidad con la cual adoramos a Dios.
DIOS EN LA TIERRA
En Éxodo había una Tienda de Reunión que era la morada de Dios. Él no estaba
solamente en los cielos; Él estaba también en la tierra, en la Tienda de Reunión.
Cuando llegamos al libro de Levítico, encontramos que Dios hablaba desde la
Tienda de Reunión. En el monte de Sinaí Dios habló desde los cielos, pero desde
que tuvo una Tienda de Reunión en la tierra, Él habló desde allí. ¡Esto es
maravilloso! De todos los ataúdes Dios levantó un pueblo y lo sacó de Egipto
para edificarlos juntos, a fin de que llegasen a ser la Tienda de Reunión.
Después de la creación efectuada por Dios y de la caída del hombre, y por medio
de la redención, hay una Tienda de Reunión. ¡Para mí esto es muy maravilloso!
¡Estoy tan entusiasmado porque veo la Tienda de Reunión! Nunca debemos
sentirnos desalentados o derrotados, pues tenemos la Tienda de Reunión. La
Tienda de Reunión es una victoria gloriosa sobre todas las obras mortíferas de
Satanás. Dios es sumamente victorioso y exitoso. Todos debemos estar
entusiasmados y llenar de entusiasmo a otros. Miren a la gente en el mundo
actual. Todos tienen una cara tan triste y están tan decepcionados, pero
nosotros estamos contentos y animados. ¡Alabado sea el Señor, hoy en día en la
ciudad de Los Ángeles, en el distrito de Hollywood, hay una Tienda de Reunión!
¿Cómo puede Dios disfrutar a Cristo? Debe ser por medio de nuestra
cooperación. Aunque Dios tenga una Tienda de Reunión en la tierra y Cristo sea
todo para Dios como realidad, si no hubiese un hombre que ofreciese Cristo a
Dios, Él no tendría la cooperación humana. Por ejemplo, supongamos que la
cocina está abarrotada de alimentos en abundancia. ¿Qué más necesitaríamos?
Claro, lo que necesitamos ¡es un cocinero! Pero Dios no es el cocinero; ¡nosotros
lo somos! Nosotros debemos cocinar los alimentos, y Dios vendrá a comer junto
con nosotros. Generalmente en la familia sólo las esposas cocinan, y los maridos
simplemente vienen y comen junto con las esposas. Exactamente esto es lo
mismo que sucede con Dios y el hombre en la Tienda de Reunión.
¿Cuál es el alimento que preparamos para comer juntos con Dios? ¡Cristo es el
alimento! Podemos decir que Levítico es un libro de las reuniones de la iglesia y
también podemos decir que es un libro de recetas de cocina. Todas las esposas
que cocinan tienen un libro de recetas. Levítico es un libro de recetas que nos
dice cómo cocinar a Cristo. Nos dice cómo alimentar y satisfacer a Dios al
cocinar a Cristo. ¡Dios tiene hambre! Pero ¡alabado sea el Señor que Él ha
levantado iglesias locales como verdaderas cocinas! Ahora Dios está esperando
que todos nosotros cocinemos a Cristo de varias maneras, para satisfacerlo a Él
y también para satisfacernos a nosotros mismos. Necesitamos leer el libro de
Levítico una y otra vez, pues todo lo que se menciona allí tiene que ver con
Cristo. Por medio de este libro podemos aprender cómo cocinar a Cristo para
satisfacer a Dios.
EL CRISTO AGRANDADO
La Tienda de Reunión trae a Dios a la tierra. Dios ya no está en los cielos; Él está
en la Tienda de Reunión. El Cristo agrandado, quien es la Tienda de Reunión,
trae a Dios a la tierra. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y
el Verbo era Dios [...] Y el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros”
(Jn. 1:1, 14). En griego la palabra traducida “habitó” significa “fijó tabernáculo”.
El Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. Cristo como el Verbo
era Dios; y un día este Verbo se hizo carne para fijar tabernáculo entre nosotros
y traer a Dios desde los cielos a la Tienda de Reunión en la tierra. Hoy en día
Dios está en la Tienda de Reunión. Esto se ve claramente en 1 Corintios 14,
donde las personas que vienen a la Tienda de Reunión de la iglesia local
declaran “que verdaderamente Dios está entre vosotros” (v. 25). Hoy en día Dios
está en la Tienda de Reunión, y esta Tienda de Reunión es simplemente el Cristo
agrandado. El Cristo agrandado trae a Dios a la tierra.
Como el tabernáculo, Cristo es el medio por el cual Dios se une a nosotros. Sin
embargo, el tabernáculo no puede mezclarse con nosotros; sólo se une a
nosotros. Pero Cristo como las ofrendas sí puede mezclarse con nosotros. Todas
las ofrendas deben ser ingeridas y asimiladas por nosotros, puesto que por la
asimilación el alimento se mezcla con nosotros. Así pues, para que Cristo se
mezcle con nosotros necesitamos las ofrendas. Por medio de ellas tenemos más
experiencias subjetivas de Cristo. Además, Cristo no sólo está unido a nosotros,
sino mezclado y compenetrado con nosotros. Él dijo en Juan 6:57: “El que me
come, él también vivirá por causa de Mí”. Sabemos que llegamos a ser lo que
comemos. Después de comer un pollo, el pollo llega a ser parte nuestra. En
Levítico casi todas las ofrendas eran buenas para comer. Todo cuanto ofrecemos
a Dios es un alimento para Dios como también para nosotros. Ésta es la manera
como Cristo nos lleva a Dios.
Hoy en día Dios está buscando los verdaderos adoradores que lo adoren en
espíritu y con veracidad (Jn. 4:24). Cristo es la realidad de todos los presentes
que debemos ofrecerle a Dios. Por lo tanto, debemos alimentarnos de Cristo
todo el tiempo, y debemos comerle a fin de que Él se mezcle con nosotros. De
este modo seremos uno con Cristo, y Él se convertirá en el regalo mismo que le
presentamos a Dios. Esto satisfará a Dios y también nos satisfará a nosotros.
Entonces veremos las riquezas y la plenitud de la Tienda de Reunión. Es
exactamente de esta manera como deben ser las reuniones en la vida de iglesia.
CAPÍTULO DOS
Lectura bíblica: Lv. 1:1-10, 14-17; 6:8-13; 7:8; Sal. 20:3; Nm. 28:2
Nota: A fin de obtener una traducción fiel del lenguaje original, haremos ciertos
cambios en los versículos antes mencionados. Reemplazaremos la
palabra ofrecer por la palabra presentar con la excepción de Levítico 1:15,
donde debe decir: “El sacerdote la ofrecerá sobre el altar”. También
cambiar ofrenda al sustantivo presente o regalo. La palabra ofrendas debe
cambiarse por el sustantivo presentes, excepto cuando se hable del holocausto o
de la ofrenda por fuego.
En el mensaje anterior vimos dos cosas por medio de las cuales Dios se reúne
con nosotros y nosotros con Él. Dios se reúne con nosotros por medio del
tabernáculo, y nosotros nos reunimos con Dios por medio de las ofrendas. Estas
dos cosas son el Cristo que viene y el Cristo que va. Dios está en los cielos y
nosotros en la tierra. ¿Cómo puede Dios venir a nosotros? ¡Alabado sea el Señor
que lo hace a través de Cristo quien es el tabernáculo! ¿Y cómo nosotros
podemos ir a Dios? Es por medio del Cristo quien es todas las ofrendas.
El libro de Éxodo nos muestra un tabernáculo sobre la tierra, que consta de tres
partes. Estaba el atrio con una cerca de lino blanco alrededor del tabernáculo.
Dentro del atrio estaba el tabernáculo el cual se dividía en dos partes: el Lugar
Santo, que es la parte externa; y el Lugar Santísimo, que es la parte interna y el
lugar donde se encontraba el Arca. Estas tres partes componen la Tienda de
Reunión, la cual es un tipo del Cristo agrandado.
Dentro del tabernáculo, en casi todos los lados, había oro. Todas las tablas se
hallaban revestidas de oro en cada uno de sus cuatro lados. Él tabernáculo era
un lugar de oro, y el oro tipifica la naturaleza de Dios, la cual es santa. No sólo la
justicia de Dios es un requisito, sino también Su santidad. Si hemos de
reunirnos con Dios, debemos satisfacer el requisito de Su santidad y también el
de Su justicia.
Vemos además que en el cielo raso, esto es, en el techo del tabernáculo, estaban
los querubines. Los querubines en tipología representan la gloria de Dios. Esto
nos muestra que había otro requisito: la gloria de Dios. A fin de reunirnos con
Dios, debemos cumplir con estos tres requisitos divinos: el requisito de la
justicia divina, la santidad divina y la gloria divina. Hoy en día Dios está en el
tabernáculo, pero no piensen que está en la tierra de una manera descuidada. Él
se halla rodeado por Su justicia y santidad, y está cubierto por Su gloria.
Cristo, como la realidad del tabernáculo, trajo a Dios a la tierra; sin embargo,
sin Cristo como las ofrendas nosotros simplemente no podríamos cumplir los
requisitos de Dios. ¡Aleluya, Cristo es toda clase de ofrendas y en ellas cumple
con los requisitos del lino blanco, el oro y los querubines. Cristo como las
ofrendas tiene la capacidad, está calificado y equipado para cumplir todos los
requisitos de la justicia, la santidad y la gloria divinas. ¡Alabado sea el Señor que
tenemos a Cristo! ¿Y quién es Cristo? Cristo es la justicia de Dios, Cristo es la
santidad de Dios y Cristo es la gloria de Dios. Cuando tenemos a Cristo, tenemos
estos tres atributos de Dios y entonces somos capaces de cumplir con todos los
requisitos divinos, mas no por nosotros mismos sino en Cristo y por medio de
Cristo. ¡Aleluya, Cristo es nuestra justicia! ¡Cristo es nuestra santidad! ¡Cristo es
nuestra gloria! Todo cuanto Dios exige lo tenemos, porque tenemos a Cristo. Por
tanto, podemos entrar en la Tienda de Reunión con paz y gozo para reunirnos
con Dios.
Por un lado, Cristo es el tabernáculo para que Dios venga a nosotros, y por el
otro, Cristo es las ofrendas para que nosotros podamos ir a Dios. Él es el camino
para que Dios venga al hombre y Él también es el camino para que el hombre
vaya a Dios. Finalmente, Él es la Tienda de Reunión misma. Aquí nos reunimos
no sólo los unos con los otros, sino también con Dios. Esto se debe a que Cristo
trae a Dios a nosotros, y Cristo nos lleva a nosotros a Dios.
El Holocausto
La primera condición es que no somos para Dios. Por supuesto, antes de que
fuésemos salvos no éramos en lo absoluto para Dios. Ahora que somos salvos,
en cierto sentido somos para Dios, pero en otro sentido aún no lo somos. ¿Se
han entregado totalmente a Dios? Éste es el primer aspecto de nuestra
condición. Ya sea que seamos buenos o malos, o que hagamos lo correcto o lo
incorrecto, lo lastimoso es que realmente no somos para Dios. Usted puede
hacer el bien y no ser para Dios; de la misma manera otros pueden hacer el mal
y tampoco son para Dios. Así que sin importar si somos buenos o malos, no
somos para Dios en lo absoluto. Una persona puede ser un ladrón de bancos, y
la otra un caballero, pero ninguno de los dos es para Dios. Por tanto, en cierto
sentido todos somos iguales, así seamos ladrones o catedráticos. En ocasiones,
aun los maestros cristianos, los predicadores y los pastores no son para Dios.
Tal vez nuestra lectura de la Biblia no sea para Dios, de la misma manera que
cuando leemos una revista no lo hacemos para Dios.
El alimento de Dios
Fui cristiano por años antes de darme cuenta de que Dios necesitaba alimento.
No me percataba de que Dios estaba hambriento. Un día leí Números 28:2,
donde dice que el holocausto es el pan de Dios, es alimento para Dios. Dios tiene
hambre; Dios necesita algo que lo satisfaga, y este algo es el holocausto ofrecido
por Su pueblo. ¿Satisface usted a Dios día tras día? Dios ordenó a los hijos de
Israel que presentaran el holocausto todos los días, tanto por la mañana como
por la noche. Dios necesita este tipo de alimento. Muchos cristianos tal vez
hablen de glorificar a Dios, pero Dios les dirá que Él tiene hambre. Él necesita
comer. Usted podría decirle a Dios que irá al campo misionero para glorificar a
Dios, pero Él le dirá que lo que desea es que usted le dé de comer hoy, allí
mismo donde usted se encuentra.
Debemos saber cuál vida es la vida que es absoluta para Dios. Nuestra vida es
una vida que existe para el yo; no es una vida que existe para Dios. No importa
cuánto nos entrenemos para entregarnos a Dios, al final somos solamente para
nosotros mismos. En principio es similar a un mono que ha sido entrenado a
comer como hombre. No importa cuánto se le entrene a comer como los
humanos, finalmente el mono regresará a comer a su manera porque sólo tiene
la vida del mono. ¿Cómo un mono podría comportarse como hombre si no tiene
la vida humana? De la misma manera, nuestra vida es una vida para el yo y no
para Dios.
He escuchado a otros decir que cierta persona es muy egoísta. Tal vez usted
pueda decir que esa persona es egocéntrica, pero yo le preguntaría: “¿Y que tal
usted?”. A mí no me preocupa si aquella persona es egocéntrica o no, porque yo
soy igual que ella. En cierto sentido tal vez seamos más egocéntricos que la
persona de la cual estamos hablando. Supongamos que les pregunte a las
esposas si sus esposos son egocéntricos. Si ellas responden que sí, yo les
preguntaría si ellas no son así. Todos somos egocéntricos. No hay necesidad de
condenar a otros porque todos somos egocéntricos; todos somos iguales.
Pero, ¡aleluya!, existe otra vida que podemos experimentar. Podemos ser uno
con Cristo; podemos confiar en Él. Podemos ser uno con Cristo como nuestro
holocausto. Él es la vida en nosotros que es absoluta para Dios. Nuestra vida
puede ser egocéntrica, pero Su vida es “Dios-céntrica”.
La aplicación práctica
La cubierta de Cristo
Otro punto acerca del holocausto es que a los sacerdotes que presentaban el
holocausto no se les permitía comer ninguna parte del mismo, ya que el
holocausto era totalmente para Dios. No obstante, la piel era dada al sacerdote
que presentaba el holocausto. Si presentamos este sacrificio será quemado hasta
llegar a ser cenizas para Dios, pero la piel será para nosotros. Esto quiere decir
que cuanto más presentemos a Cristo como el holocausto, más seremos
cubiertos por Él. Dios disfruta a Cristo como el holocausto, y este Cristo llega a
ser nuestra cubierta. En otras palabras, cuanto más ofrecemos el holocausto a
Dios, más estaremos en Cristo. Simplemente estaremos cubiertos por Cristo.
Una persona puede decir que está en Cristo, pero muchas veces resulta difícil
ver a Cristo cubriéndolo. Pero cuanto más experimente a Cristo como el
holocausto, y lo presente a Dios en la Tienda de Reunión, más cubierto estará
con Cristo. Él estará bajo la cubierta de Cristo y participará de Su cubierta. Dios
participa del disfrute, y el sacerdote participa de la cubierta porque la piel es
suya.
Necesitamos traer estos puntos al Señor en oración. Debemos orar-leer los
versículos de Levítico 1 acerca del holocausto varias veces más. Entonces el
Señor nos mostrará algo. No estamos aquí para enseñar tipología o alguna
doctrina. Estamos aquí para obtener algo más profundo de Cristo, quien es la
realidad. Ésta es la manera no sólo de experimentar a Cristo como la realidad,
sino también de disfrutarlo como nuestra realidad. Entonces, muchos en las
reuniones podrán presentar a Cristo como holocausto a Dios y podrán
compartir la cubierta de Cristo.
CAPÍTULO TRES
Lectura bíblica: Dt. 12:8-14; Lv. 1:3, 7-10, 14, 16; 2 Co. 4:10-12, 16
Todas las diferentes ofrendas no solamente son para nuestro disfrute, sino
también para el deleite de Dios; es un disfrute mutuo. Dios disfruta de todas las
ofrendas, y nosotros también las disfrutamos. Las ofrendas son tipos de los
diferentes aspectos de Cristo. Cristo es tan rico; Él tiene muchos aspectos. Este
Cristo tan rico es un disfrute mutuo para Dios y para nosotros. Así que Levítico
no es solamente un libro acerca de la ley, sino que es un libro de disfrute.
Hay ocho puntos que debemos ver acerca del holocausto. El primero es que Dios
está esperando por Su alimento en la Tienda de Reunión. Dios no compra ni
produce Su propio alimento. Él está en la Tienda de Reunión esperando recibir
Su alimento. Si no hay nadie que labore en la buena tierra, ni nadie que presente
el excedente de las riquezas de la tierra en la Tienda de Reunión, Dios no puede
obtener Su alimento. ¡Dios depende mucho de nosotros y de nuestra labor en la
buena tierra! Él depende de que nosotros le presentemos el excedente de las
riquezas de la buena tierra para obtener alimento.
Debemos darnos cuenta de que por siglos Dios ha estado hambriento porque
muchos cristianos no han sabido laborar en Cristo como la buena tierra.
Simplemente ellos no sabían que cada vez que se reunieran debían traer a Dios
algo de Cristo. Ellos sabían cómo tener un buen servicio cristiano, pero no
supieron cómo traerle a Dios el excedente de las riquezas de Cristo como el
holocausto. Ellos sabían cómo ayunar y clamar a Dios por Su misericordia. Sus
oraciones fueron mayormente: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros y
envíanos un gran avivamiento”. Simplemente ellos no supieron cómo traer las
riquezas de Cristo a Dios como Su alimento.
Muchos cristianos siempre están tratando de obtener algo de Dios. Sin embargo,
en la Tienda de Reunión lo primero que debemos presentar es el holocausto,
pero no para nuestro disfrute sino para el disfrute de Dios. Debemos satisfacer a
Dios con el mismo Cristo en quien hemos laborado. Esto va mas allá del
concepto que tienen la mayoría de los cristianos. Ellos siempre están buscando a
Dios para que Él les dé algo, pero nunca tienen un alimento que ofrecerle a Dios.
Debemos laborar en Cristo para tener un excedente que podamos traer a Dios
cuando venimos a la Tienda de Reunión. Así le presentamos el holocausto como
Su alimento.
¿De qué tamaño es el Cristo que ha experimentado usted el día de hoy? ¿Lo
experimentó como una palomita o como un novillo? Debemos preguntarnos
cuál es el tamaño del Cristo que hemos experimentado y traído para presentarlo
delante de Dios en la Tienda de Reunión. En lo profundo de nuestro ser
sabemos cuál es la dimensión del Cristo que hemos experimentado. Así que
debemos orar: “Señor, concédenos Tu gracia para que nuestra experiencia de
Cristo aumente y para que siempre tengamos un novillo que presentar delante
de Ti”.
Tercero, debemos ver que para presentar el holocausto, o aun para presentar
cualquiera de las otras ofrendas, se requieren cuatro elementos. Necesitamos de
estos cuatro elementos a fin de ofrecer a Dios al Cristo que hemos disfrutado
apropiadamente. Sin estas cuatro cosas nos sería difícil presentar cualquiera de
las ofrendas.
Hoy en día los cristianos son muy libres; tienen mucho de donde elegir. Casi
todos tienen cierta iglesia conforme a su elección. La gente dice: “No me gusta
esa clase de reunión”, o: “Prefiero esta clase de reunión”. ¿Qué es esto? Esto es
su elección. Todos tenemos que preguntarle: “¿Señor, qué es lo que Tú escoges?
¿Cuál es el lugar que Tú has escogido? No me gusta lo que yo escojo. No quiero
hacer nada que a mí me parezca bien; sólo quiero hacer lo que esté bien delante
de Tus ojos. No quiero reunirme en el lugar de mi agrado; sólo quiero reunirme
en el lugar de Tú predilección”.
Hoy en día hay mucho de donde elegir. Usted tiene su gusto y yo el mío. Todos
tenemos nuestros propios gustos; finalmente estos gustos tan diversos causan
muchas divisiones. Pero hay sólo un gusto que es el apropiado, y sólo hay una
cosa que se puede escoger: lo que Dios ha escogido, que es el terreno único de la
unidad. Todos necesitamos estar en el terreno único de la unidad. No piensen
que esto es algo insignificante. Tal vez ustedes podrán ver el disfrute que hay en
nuestras reuniones y aun participar de tal disfrute, pero no traten de ir al lugar
donde se reúnen e imitar lo que vieron. Usted disfrutará cuando viene a nuestra
reunión, pero si va a otro lugar y trata de copiar las cosas, inmediatamente
perderá el disfrute. Esto se debe a que no está en el lugar único escogido por
Dios, que es el terreno genuino de la unidad. No deben reunirse con la iglesia en
su localidad debido a que concuerda con su propio gusto. Ya sea que les guste o
no, no importa. Lo que importa es que a Dios sí le gusta. Aunque digan que esta
noche todo fue de su agrado, tal vez mañana no lo sea. Debemos decir que esto
es lo que Dios escogió, y lo que Dios escogió es nuestro destino. No es poca cosa
estar en el lugar que Dios escogió, en el terreno de la unidad. Cientos de
nosotros podemos testificar que cuando estamos en el terreno de la unidad,
estamos en nuestro hogar. Nos sentimos en casa porque esto es lo que Dios
escogió.
La Tienda de Reunión
El altar
El cuarto punto es que al presentar el holocausto debemos ser uno con Cristo.
Por un lado, el holocausto es Cristo mismo. Sin embargo, por otro lado, si vamos
a presentar a Cristo como el holocausto, debemos ser uno con Él. Es por eso que
al presentar el holocausto el oferente debía poner las manos sobre el sacrificio.
Esto significa que el oferente era uno con el presente; el oferente era uno con la
ofrenda. Poner las manos sobre la cabeza del holocausto significa estar
identificado con la ofrenda.
Si durante el día, nunca hemos sido uno con Cristo, será difícil venir a la
reunión para presentar a Cristo como el holocausto. Si nuestra mano ha estado
alejada de Cristo y, sin embargo, venimos a la reunión y tratamos de presentarlo
como el holocausto, eso es realmente desagradable. Todos debemos estar
identificados con Cristo. Debemos ser uno con Cristo durante todo el día. A lo
largo del día, nuestras manos deben estar sobre la cabeza de Cristo. En otras
palabras, durante el día debemos ser uno con Cristo en nuestro espíritu.
Este Cristo en quien ponemos nuestras manos, no es uno que da muerte a otros.
Su vida no es una vida que mata, sino una que está dispuesta a morir.
Permítanme citar el ejemplo de un hermano y su esposa. Cuando este hermano
ha sido verdaderamente uno con Cristo, él sabe que Cristo no es Aquel que da
muerte, sino Aquel que está dispuesto a morir. Supónganse que cuando él llega
a su casa su esposa le causa un disgusto. Esto es darle muerte. Muchas veces las
esposas son los mejores matarifes. Pero tengo que ser justo y decirles que los
esposos también matan. Las esposas matan a los esposos, y los esposos a las
esposas. Así que ambas vidas son vidas que matan. No piensen que cierto
hermano es muy apacible, porque su vida es una vida que despedaza. Muchas
veces corta a su esposa en pedazos. Y su esposa tiene la misma clase de vida. Tal
vez ella, aún más, trata de cortarlo en pedazos.
Pero cuando su esposa o esposo esté cortándolo en pedazos, si usted es uno con
Cristo, estará dispuesto a ser cortado. La vida de Cristo dentro de nosotros está
tan dispuesta a ser despedazada. Por medio de esta vida, usted no peleará
jamás; nunca intercambiará palabras con su esposa, pues estará dispuesto a ser
cortado en pedazos. Así cuando venga a la reunión tendrá algo de Cristo que
ofrecer y presentar a Dios. Por otro lado, si usted discute un poco con su esposa
o argumenta con ella aun ligeramente, está acabado. Vendrá a la reunión con las
manos vacías. No tendrá nada de Cristo que ofrecer.
No piensen que sus enemigos son los que los matan. Muchas veces su esposa lo
matará; y a veces será un anciano en la iglesia el que lo mata. Todos éstos son
los cortes apropiados para usted.
ACOMODA EN ORDEN
LO QUE SE PONE SOBRE EL FUEGO
El séptimo punto que debemos ver acerca del holocausto, es que el aroma es
como incienso para Dios. En el hebreo la palabra traducida “hacer arder o
encender”, que se usa en este capítulo, significa quemar como incienso. El
holocausto era un incienso para Dios. El holocausto no denota un juicio o un
castigo, sino que es un incienso que se quema. No está bajo el castigo de Dios,
sino bajo la aceptación de Dios. No nos referimos a ser quemado en el lago de
fuego, sino a estar en el fuego del altar, como aquello que se quema sobre el
altar del incienso. Eso es tan dulce y fragante para Dios. Por esto nuestras
reuniones son tan fragantes. Cuando venimos a la reunión muchos de nosotros
percibimos el grato aroma del incienso. Esto se debe a que hay muchos, sobre
este dulce fuego, que tienen a Cristo como su holocausto. No es el fuego de un
fuerte castigo, sino el dulce incienso que se quema. Así que, esto emana una
grata fragancia.
Finalmente el último punto acerca del holocausto son las cenizas puestas “hacia
el oriente” (Lv. 1:16). Las cenizas eran todo lo que quedaba del cuerpo muerto y
quemado. Fue un cuerpo vivo, pero fue muerto y quemado hasta ser cenizas.
Hablando en términos humanos, cuando algo viviente llega a ser ceniza, ése es
el fin, la verdadera terminación. Pero con Cristo como el holocausto, las cenizas
no son el fin, sino sólo el comienzo. Las cenizas no eran puestas en el occidente,
donde se pone el sol, sino en el oriente donde se levanta el sol. Ciertamente el
sol saldrá. Las cenizas significan que Cristo ha sido puesto en la muerte,
mientras que el oriente significa la resurrección. Después de la muerte sigue la
resurrección. Pablo dice que llevamos la muerte de Jesús para que la vida de
Jesús pueda también ser manifestada en nosotros. Ésta es la resurrección.
Cuanto más llegamos a ser cenizas con Cristo, más seremos puestos hacia el
oriente. Y en el oriente tenemos la certeza de que el sol saldrá. ¡Aleluya, por el
alba de la resurrección!
CAPÍTULO CUATRO
LA HUMANIDAD DE JESÚS:
LA OFRENDA DE HARINA
Hemos señalado que existen cinco clases de ofrendas, debido a que nos
hallamos en cinco condiciones diferentes delante de Dios. Nuestra primera
condición es que no somos para Dios, y debido a eso necesitamos el holocausto.
El holocausto es Cristo, Aquel que es exclusivamente para Dios. Nuestra
segunda condición delante de Dios es que no somos perfectos ni finos. Fino
implica que no hay nada áspero, ni tosco y también significa que no le falta nada
ni le sobra nada. Algunas veces exageramos en ciertas cosas y en otras nos falta
lo que es necesario. Debido a que no somos perfectos ni finos necesitamos la
segunda clase de ofrenda, esto es, la ofrenda de harina, que es hecha de harina
fina.
LA DIFERENCIA ENTRE EL HOLOCAUSTO
Y LA OFRENDA DE HARINA
¿Por qué la ofrenda de harina seguía después del holocausto? Para entender
esto tenemos que ver cuáles son las diferencias entre estas dos. El holocausto es
algo que proviene de la vida animal; a saber, ganado vacuno u ovejuno, o una
tórtola. La ofrenda de harina, en cambio, pertenece totalmente a otro reino; no
pertenece al reino animal, sino al reino vegetal. La flor de harina es hecha de
trigo. El Señor Jesús es descrito como una persona que posee dos clases de vida:
la vida animal y la vida vegetal. La vida animal sirve para la redención, porque
ésta requiere el derramamiento de sangre; sin el derramamiento de sangre no
hay redención. La vida vegetal sirve para generar o para producir.
El Evangelio de Juan nos muestra al Señor como Aquel que posee tanto la vida
animal como la vida vegetal. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo!”. Juan 12:24 dice: “Si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Como el Cordero,
Él pertenece al reino animal, y como el grano de trigo, al reino vegetal. En estos
dos capítulos del Evangelio de Juan nos damos cuenta de que el Cordero, la vida
animal, sirve para redimir, y el grano de trigo, la vida vegetal, sirve para
producir. Un grano produce muchos granos. El Señor Jesús es el Cordero y
también es el grano de trigo. Él pertenece a la vida animal y también a la vida
vegetal; Él es el Redentor y también el Productor.
LA DIFERENCIA ENTRE
LA OFRENDA DE HARINA Y EL MANÁ
Isaías 4:2 nos dice por un lado que el Señor Jesús es “el renuevo de Jehová”, lo
cual habla de Su divinidad. Pero por otro lado, nos dice que Él es “el fruto de la
tierra”, lo cual alude a Su humanidad. En lo que respecta a Su naturaleza divina
Él es el renuevo de Jehová, y en lo que respecta a Su naturaleza humana Él es el
fruto de la tierra. Isaías 53 habla del Señor como un “renuevo” que brotó de la
“tierra seca”. Él es el fruto de la tierra y es un renuevo que brota de la tierra seca.
Para la ofrenda de harina no necesitamos la divinidad del Señor Jesús;
necesitamos Su humanidad. Para ser perfeccionados necesitamos Su
humanidad; y ésta no fue mandada del cielo, sino que creció aquí en la tierra.
Muchos cristianos jamás pensarían que algo terrenal pueda ser mejor que algo
celestial; sin embargo, la ofrenda de harina es mejor que el maná.
Además, el maná era necesario para poder vivir en el desierto, mientras que la
ofrenda de harina es necesaria para vivir en el lugar donde Dios mora. El maná
sólo podía sustentar la vida en el desierto, pero la ofrenda de harina puede
sustentar la vida en el lugar donde Dios mora. ¿Dónde prefiere estar, en el
desierto o en la morada de Dios? Todos debemos preferir la ofrenda de harina y
debemos olvidarnos del maná. La ofrenda de harina nos basta para llevar una
vida que sirve a Dios en Su presencia y en Su morada. Por lo tanto, cesamos de
vagar y simplemente moramos con Dios en Su casa.
Hay un punto adicional acerca del maná y la ofrenda de harina. Para obtener el
maná no se necesita realizar ninguna labor humana, pero para obtener la
ofrenda de harina sí se requiere de mucha labor humana. Debemos laborar en la
buena tierra, cultivando la tierra, sembrando la semilla, regando las plantas y
segando la cosecha. Debemos atender a tantas cosas a fin de obtener la harina
fina; aun después de recoger la cosecha, necesitamos ir a moler y hornear. Todo
esto no se hace en la Tienda de Reunión, sino en el hogar. Todo lo que se
requería para obtener el maná era salir a recogerlo; pero la ofrenda de harina
requiere mucha más labor que el maná.
Muchos jóvenes hoy en día son sueltos y descuidados. Varias veces he querido ir
a visitar las casas de los jóvenes, pero mi esposa me decía que primero debía
llamarlos. Mas si lo hacía, ya no habría habido necesidad de ir. Mi intención era
ver el estado en que mantenían sus dormitorios y la cocina. Muchos de ellos
claman: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Pero a mí me gustaría ir a ver sus
dormitorios. Temo que muchos de ellos no hayan tendido sus camas el día de
hoy. De ser así, entonces ciertamente eso no es la harina fina. Me gusta oír a los
jóvenes decir: “¡Aleluya!”; pero ¿por qué razón exclaman: “Aleluya”? A veces me
gustaría ir a sus recámaras, para ver cómo laboran en Cristo y cómo cultivan la
tierra al tender sus camas.
Las personas ociosas ni siquiera pueden salir a recoger el maná. Aunque eso no
represente mucha labor, aun así uno debe levantarse temprano y salir “fuera del
campamento” a recogerlo. Dios es misericordioso; pero no le otorgará mucha
gracia si usted es perezoso. Dios envía el maná fuera del campamento, pero no
lo envía a nuestro dormitorio ni lo pone dentro de nuestra boca. Más bien, a fin
de recoger el maná, debemos levantarnos temprano, salir de la cama, dejar el
dormitorio y salir fuera del campamento. Luego debemos cocinarlo un poco
antes de poder comerlo.
LA HARINA FINA
Pero el Señor Jesús en Su humanidad es tan fino, tan balanceado, tierno y dócil.
Cuando era tiempo de alegrarse, Él se alegraba (Jn. 11:15). Cuando había que
llorar, Él lloraba (v. 35). Como hombre era finamente balanceado. A veces fue
muy firme al reprender a los malvados, pero no era áspero (Mt. 21:12-13;
23:33); aun en eso era fino y equilibrado. Ésta es la harina fina. No tengo las
expresiones apropiadas para hablar de la perfecta humanidad de Cristo. Sería
más conveniente orar-leer una vez más los cuatro Evangelios teniendo esto en
mente. Entonces veremos la fineza con la cual Cristo se condujo siempre en Su
vivir humano.
No nos sorprende que Dios sea perfecto, pero que un hombre sea perfecto si es
un hecho asombroso. ¡Alabado sea el Señor que en la tierra, entre el linaje
humano, hubo un hombre tan perfecto, tan balanceado, tan fino y tan tierno! Él
era así como la harina fina. Ésta es la humanidad de Jesús. Éste es el hombre
Jesús. En la Tienda de Reunión ningún presente puede ser tan querido y
precioso para Dios como la humanidad de Jesús. Nuestro presente a Dios debe
ser el hombre Jesús a quien apreciamos, disfrutamos y experimentamos
durante todo el día.
Aquí en Los Ángeles hemos estado disfrutando mucho a Cristo, y creo que al
experimentarle más y más, tendremos en nuestras reuniones de la iglesia un
regalo tan querido para Dios. Esto llegará a ser un memorial eterno para Dios y
también para nosotros. Estoy convencido de que aun en la eternidad
recordaremos el disfrute que tuvimos de la humanidad de Jesús en el salón de la
calle Elden en Los Ángeles. Esto sobrepasa a la satisfacción.
Debemos ver que la ofrenda de harina es principalmente para nosotros. Era sólo
un puñado lo que se ofrecía a Dios como memorial; el resto, la mayor parte, era
de los sacerdotes. “Lo que resta de la ofrenda [...] será de Aarón y de sus hijos”
(Lv. 2:3). Ésta era la dieta de los sacerdotes. Los sacerdotes se alimentaban de
Cristo como la ofrenda de harina día tras día. Hoy nosotros somos los
sacerdotes, así que debemos comer a Cristo como la ofrenda de harina, la cual es
nuestra dieta sacerdotal.
El Señor Jesús en Juan 6:57 dijo: “El que me come, él también vivirá por causa
de Mí”. Si comemos de la ofrenda de harina, viviremos por causa de esta
ofrenda. Somos lo que comemos; lo que comemos finalmente llega a constituir
nuestro ser. Si día tras día comemos a Cristo como nuestra ofrenda de harina,
finalmente llegaremos a ser Cristo. “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21).
Ésta es la clase de vida que es adecuada para servir a Dios en el sacerdocio.
Dios no espera que los ángeles le sirvan como sacerdotes; Él desea seres
humanos. Por tanto, no debemos servir a Dios como ángeles, sino como
hombres. Que el hombre le sirva a Dios es ciertamente maravilloso; sin
embargo, necesitamos alimentarnos a fin de servir a Dios en Su presencia. Para
estar en la presencia de Dios sirviéndole, debemos tener una dieta
extraordinaria, y esta dieta es Cristo como la ofrenda de harina. Cuanto más
disfrutemos a Cristo como nuestra dieta, más seremos nutridos, calificados,
fortalecidos y sostenidos para servir a Dios como sacerdotes. Por esto
necesitamos diariamente experimentar a este Jesús.
CAPÍTULO CINCO
Jesús es un hombre; sin embargo, está mezclado y ungido con el Espíritu divino.
El Espíritu divino no sólo está mezclado con la humanidad de Jesús, sino que
también unge Su humanidad. La mezcla es más profunda que la unción, pero la
unción es más visible. Por ejemplo, en Levítico 2 la harina fina del sartén debía
mezclarse con el aceite. Después adquiría una forma que se podía dividir en
trozos. Una vez partida en trozos, se echaba aceite sobre ella. “Pero si presentas
una ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite.
La partirás en trozos y echarás aceite sobre ella. Es una ofrenda” (vs. 5-6).
Aunque está amasada o mezclada con el aceite, aún necesita ser ungida. La
mezcla toma lugar por dentro, interiormente, mientras que la unción se cumple
por fuera, exteriormente.
Desde Su nacimiento Jesús estaba mezclado con el Espíritu Santo. Jesús nació
del Espíritu Santo; esto significa que Su humanidad ya estaba mezclada con el
Espíritu divino. Pero cuando fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él
en forma de paloma (Mt. 3:16). Él no sólo estaba mezclado interiormente con el
Espíritu divino, sino que también fue ungido por fuera con el Espíritu divino en
forma de paloma. No fue meramente ungido en una forma abstracta, sino que
fue ungido por el Espíritu en una forma definida, como una paloma. Así pues,
vemos que el aceite, como una especia de la ofrenda de harina, estaba mezclado
con la harina fina y también se usaba para ungir la harina fina. Como nuestra
ofrenda de harina, Jesús estaba mezclado con el Espíritu divino y fue ungido por
Él.
EL OLÍBANO
SAL
Al leer la biografía de Jesús en los cuatro Evangelios, vemos que todas las
actividades que Él realizó en la tierra perduran por siempre. Las eras cambiaron
y los siglos pasaron, pero la vida de Jesús sigue presente aquí. Verdaderamente
posee un poder perdurador. En la vida, actividades y conducta del Señor Jesús
hay una constante perpetuidad. Sus actividades no son como las actividades del
hombre natural. Algunas actividades de los hombres eran buenas en el segundo
siglo, pero ahora ya no lo son. Algunas eran buenas hace treinta años, pero
ahora nadie estaría interesado en ellas. Todas se acabaron pero lean de nuevo
los cuatro Evangelios. Cada página es tan fresca y nueva. Todo lo que el Señor
hizo sigue siendo tan refrescante. Nada podía dañar Sus actividades, porque en
ellas no existe el elemento de corrupción. Ningún elemento corrupto puede
existir junto con la sal celestial que hay en la vida de Jesús; así que la vida del
Señor Jesús perdurará por la eternidad. Estoy convencido de que en la Nueva
Jerusalén frecuentemente recordaremos las páginas de los cuatro Evangelios.
Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros. Si nos alimentamos
de la ofrenda de harina, finalmente seremos lo que comemos. Vivimos por lo
que comemos, y gradualmente lo que comemos llega a ser lo que somos. La
ofrenda de harina incluye la humanidad de Jesús, la divinidad de Jesús, la cruz
de Jesús y la resurrección de Jesús. En la ofrenda de harina hay harina fina,
aceite, olíbano y sal; pero no hay cabida para nada de levadura ni de miel. En la
vida que Jesús llevó como hombre, no había lugar para ninguna clase de
impureza o corrupción. Si nos alimentamos de este Jesús, tendremos la harina
fina, el aceite, la sal y el olíbano, sin nada de levadura ni de miel.
Levítico 2 también revela los diferentes niveles de aprecio que tenemos por
Cristo como la ofrenda de harina. Ya hemos visto esto en el holocausto. Se usaba
el becerro, el cordero o la cabra, y el palomino o la tórtola. En la ofrenda de
harina también habían tres clases o niveles de aprecio: “Cuando presentes una
ofrenda cocida al horno, será de tortas de flor de harina sin levadura, amasadas
con aceite, y de hojaldres sin levadura, untadas con aceite. Pero si presentas una
ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite [...] Si
presentas una ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina con aceite”
(vs. 4-5, 7).
Las tortas y hojaldres cocidas en el horno tenían una forma más definida. Cada
torta y cada hojaldre tenía cierta forma. La experiencia y aprecio que tenemos
de Jesús de esta manera profunda tiene una forma más definida. Aquí la palabra
hebrea traducida “tortas” quiere decir tortas perforadas o agujereadas,
refiriéndose a una torta que estaba perforada y llena de orificios. Cuando leemos
los cuatro Evangelios, vemos que Jesús fue perfecto, pero no permaneció entero.
Era perfecto, pero fue perforado y traspasado. Temo que a muchos de nosotros
ni siquiera se nos ha hecho un solo orificio. No somos perfectos y además
estamos tan enteros. Ser perfecto está bien, pero no deberíamos permanecer tan
enteros. En la vida de iglesia cuantos más orificios tengamos, mejor es. No
debemos quedarnos tan enteros, al punto que nunca seamos quebrantados,
perforados y traspasados. La vida de Jesús según los Evangelios fue una vida
que fue traspasada una y otra vez. Es por eso que podemos alimentarnos de Él
con facilidad. Es tan fácil comer las tortas perforadas y traspasadas.
Aparte de estos tres niveles de aprecio, también hay un aprecio por la ofrenda de
las primicias. “Si presentas a Jehová una ofrenda de primicias, tostarás al fuego
las espigas verdes y ofrecerás el grano desmenuzado como ofrenda de tus
primicias” (Lv. 2:14). El grano nuevo se obtenía de las espigas verdes. Esto alude
a un aprecio extraordinario por Cristo. El aprecio que regularmente tenemos
por Cristo está en tres niveles, pero además de ello, hay un aprecio
extraordinario por la humanidad de Jesús. En algunas ocasiones tenemos
nuevas experiencias de Cristo como nuestra ofrenda de harina. Otras veces en
las reuniones, al escuchar el testimonio de cierto hermano, percibimos algo muy
verde, algo nuevo y fresco. Sin embargo, todo eso es aún la ofrenda de harina.
Necesitamos tener más y más experiencias de Cristo. ¿Cómo podríamos tener
las espigas verdes y frescas si no tenemos una cosecha? Debemos laborar en la
buena tierra con la expectativa de que un día tendremos una cosecha nueva con
muchas espigas verdes. Entonces podemos traer eso a la Tienda de Reunión
como una clase de ofrenda de harina extraordinaria.
Otro punto es que la ofrenda de harina era sólo para los hombres. “Todos los
hombres entre los hijos de Aarón comerán de ella”. Esto no quiere decir que las
hermanas no tienen una porción. Todas las hermanas que ejercen una función
en la Tienda de Reunión son hombres, y todos los hermanos que no funcionan
son mujeres. Ser hombre en las Escrituras quiere decir ser uno que es fuerte.
Cristo es el hombre sin mancha. Ser mujer es ser débil (1 P. 3:7). Los hombres
son los fuertes, y las mujeres son las débiles. A los ojos de Dios ser hombre
depende de si uno es fuerte o débil. Si en la Tienda de Reunión somos débiles,
somos mujeres. Pero si nos empeñamos en ejercer nuestra función, seremos
aquellos hombres que tienen la posición adecuada para alimentarse con esta
dieta.
El último punto acerca de comer la ofrenda de harina es que todo aquel que la
tocaba quedaba santificado, separado. Yo puedo testificar que esto es verdad.
Muchas veces después que hemos disfrutado a Cristo como la ofrenda de harina
en las reuniones, nos separamos más del mundo. Somos más apartados, más
santificados, porque hemos estado disfrutando del banquete de la ofrenda de
harina. Cuando disfrutemos verdaderamente al Señor Jesús como la ofrenda de
harina, seremos plenamente separados de todo lo mundano. Debido a que la
ofrenda de harina es tan santa, todo el que la toca es separado del mundo a fin
de ser santo para el Señor. Una vez que probamos al Señor Jesús de esta
manera, habrá un gran cambio en nuestra vida diaria. Él es tan santo que nos
santifica, nos separa y hace que seamos santos. Si nosotros decimos que
estamos comiéndole como la ofrenda de harina y sin embargo permanecemos
iguales, dudo que estemos comiéndolo como la ofrenda de harina. La verdadera
ofrenda de harina, que es la humanidad de Cristo, es santa. Todo el que la toca
queda separado, santificado y es hecho santo.
CAPÍTULO SEIS
Lectura bíblica: Lv. 2:4-7; Lc. 2:40, 49, 51-52; 3:21-22; 4:1, 13-14, 18a, 22a, 28-
30; 5:15-16; 6:11-12; 9:55; 10:21; 11:53-54; 19:41, 47; 22:28, 44, 51, 61; 24:19
Con relación a la ofrenda de harina, también hay tres niveles de aprecio por
nuestro Señor Jesús. Hay algo que proviene del horno, de la cazuela o de la
sartén. Todos sabemos lo que es un horno; es un receptáculo completamente
hermético que sirve para cocinar u hornear. No es como la sartén, que es una
olla abierta en su parte superior; aunque es más profunda que la cazuela, que es
aún más abierta y más plana. Todos estos diferentes utensilios de cocina
representan diferentes niveles de sufrimiento. El sufrimiento en el horno es el
mayor; es más profundo y escondido. Aparentemente nada está sucediendo,
pero se sufre en secreto.
En la sartén los sufrimientos no están tan ocultos ni son muy profundos; más
bien, están abiertos a todos. La cazuela tiene aún menos profundidad. En estas
tres clases de utensilios de cocina vemos tres clases de sufrimientos. Sin
embargo, necesitamos ver que con el Señor Jesús no hay diferencia; la
diferencia es de acuerdo con nuestro aprecio por el Señor, y a la comprensión y
el entendimiento que tengamos de Sus sufrimientos. Cuánto aprecio tenemos
por Sus sufrimientos, depende de nuestro entendimiento acerca de los mismos.
El aprecio que mostremos resulta de nuestro entendimiento.
Las tortas y los hojaldres hechos en el horno son los que tienen la forma más
definida. En Gálatas 4:19 Pablo menciona que Cristo tiene que ser formado en
nosotros. Las tortas y los hojaldres tienen una forma definida. Sin embargo, en
la ofrenda de sartén la harina fina se empapaba y se mezclaba con aceite, y se
dividía en cuatro porciones. La forma que adquiere es inferior a la de las tortas y
hojaldres hechos en el horno, pero no es inferior en sustancia. La sustancia es la
misma que la de las tortas y hojaldres, pero la forma no es tan definida ni
perfecta. En la tercera categoría, la de la cazuela, la ofrenda de harina contiene
algo de harina fina y un poquito de aceite; y casi no tiene forma. Además, no
dice que la harina es amasada con aceite; sólo dice que era de flor de harina con
aceite.
Estos tres diferentes niveles no deben ser solamente doctrinas para nosotros. Al
contrario, debemos poner estas cosas en práctica. Creo que ya hemos traído algo
de Cristo como la ofrenda de harina a la Tienda de Reunión; pero ¿en qué nivel?
¿Lo que traemos a la reunión tiene una forma definida y procede del mayor de
los sufrimientos? ¿O es solamente un poquito de Cristo, sin forma definida con
sólo flor de harina y un poquito de aceite de la cazuela? Cuando era un creyente
nuevo, yo apreciaba mucho al Señor. Pero ahora cuando recuerdo esos días, me
doy cuenta de que mi aprecio por el Señor en aquel tiempo sólo era como la
ofrenda de harina cocida en cazuela. No tenía forma y provenía de un leve
sufrimiento. Por la misericordia del Señor, estoy convencido de que hoy en día
aprecio al Señor como las tortas y hojaldres hechos en el horno. Tal aprecio
tiene ahora una forma definida y está basado en un mayor sufrimiento.
Cada vez que venimos a las reuniones de la iglesia debemos venir con algo de
Cristo como la ofrenda de harina, y algunos de los hermanos más maduros
deben venir con una ofrenda de harina preparada en el horno. Algunos de los
jóvenes traerán algo de Cristo como la ofrenda preparada en cazuela, lo cual es
bueno. Todos debemos traer algo de Cristo como ofrenda de harina a las
reuniones, y de este modo podemos presentarlo como un regalo a Dios que
constituya la adoración apropiada que le brindamos.
Dichos libros nos dicen que adoremos a Dios, primeramente acudiendo al único
lugar de unidad (Dt. 12:5-8, 14-15). No tenemos alternativa. Todo el pueblo de
Israel estaba destinado a adorar a Dios en Jerusalén. Jerusalén era el único
lugar escogido por Dios. Lo que Dios escogió debe ser nuestro destino; no
tenemos alternativa. Siempre y cuando estemos en Los Ángeles tenemos que
adorar a Dios en la iglesia en Los Ángeles. Dondequiera que vayamos, debemos
adorar a Dios en la iglesia de ese lugar. La iglesia local y el terreno apropiado de
la unidad son nuestro destino. Si pudiéramos escoger el lugar donde se debe
adorar, no sería la verdadera adoración. La verdadera adoración se rinde sobre
el terreno único de la unidad genuina. Todo el pueblo de Israel tenía que ir al
lugar único que Dios había escogido.
El pueblo de Israel primero tenía que laborar en la buena tierra. Ellos tenían
que cultivar la tierra, sembrar la semilla, segar la cosecha y después tenían que
moler los granos a fin de obtener la harina para la ofrenda de harina. Entonces,
cuando se juntaban para adorar a Dios, ellos traían algo que podían presentar a
Dios como una adoración verdadera. Hoy en día el Señor ha de recobrar esta
adoración no sólo en espíritu, sino también con veracidad. La veracidad es
simplemente Cristo como las muchas clases de ofrendas.
Si viniéramos al Señor con manos vacías y nos inclinamos diciendo: “Oh Señor,
venimos a adorarte”, el Señor nos dirá que no desea esa clase de adoración. Él
prefiere que nos quedemos en casa y laboremos en Cristo, y entonces vengamos
con algo de Cristo en nuestras manos. Solamente Cristo constituye la verdadera
adoración a Dios. Todo lo demás es una clase de religión; no es adoración. A
Dios principalmente le interesa cuánto de Cristo traemos a las reuniones.
Cuando la mujer samaritana habló con el Señor, le dijo que los judíos insistían
en ir a adorar en Jerusalén, pero que sus padres adoraron a Dios en otro lugar.
El Señor Jesús contestó que la dispensación había sido cambiada y que la
verdadera adoración a Dios no era en ese lugar, sino en espíritu y con veracidad
(Jn. 4:20-24). La veracidad es Cristo como todas las ofrendas tipificadas en el
Antiguo Testamento. Debemos haber experimentado algo de Cristo que
podamos traer a la Tienda de Reunión, o sea, a las reuniones de la iglesia local.
La harina fina
El mismo capítulo de Lucas nos dice que cuando Él tenía doce años de edad,
sabía cómo atender la voluntad de Su Padre y al mismo tiempo estar sujeto a
Sus padres naturales. Él reprendió a Sus padres y también se sujetó a ellos. Les
preguntó: “¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar?”
(v. 49). Sin embargo, en el versículo 51 dice que descendió con ellos, y estaba
sujeto a ellos. ¿Ven ustedes el equilibrio? Algunos jóvenes pueden decir: “Yo soy
para Dios; a mí no me interesan mis padres”. Sí, ellos son para Dios, pero no son
equilibrados. Cuando son menores de edad, como lo era Jesús cuando tenía
doce años, deben ser para Dios; sin embargo, al mismo tiempo deben estar
sujetos a sus padres. Muchos jóvenes se entregan a Jesús, pero de forma tosca.
No son finos ni equilibrados.
Lucas 2:52 dice que el niño Jesús progresaba en la gracia delante de Dios y de
los hombres. Progresar en la gracia delante de Dios es una cosa, pero hallar
gracia delante de los hombres es otra cosa. Jesús era tan balanceado, fino y
equilibrado, pero nosotros somos tan desequilibrados. Tal vez seamos buenos,
pero de una manera desequilibrada; así que no somos harina fina, sino tosca.
Cuando el Señor Jesús era joven, Él estaba completamente entregado al Padre
celestial y, sin embargo, estaba dispuesto a ser ajustado.
Segundo, en estos versículos podemos ver algo del aceite. Jesús nació del
Espíritu, y el Espíritu hasta descendió sobre Él en forma de paloma. “Aconteció
que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando,
el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como
paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me
he complacido” (3:21-22). El Espíritu no descendió sobre Él en forma abstracta,
sino con una forma definida. Él estaba lleno del Espíritu, fue guiado por el
Espíritu y llevado en el poder del Espíritu: “Jesús, lleno del Espíritu Santo,
volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto [...] Y Jesús
volvió en el poder del Espíritu a Galilea” (4:1, 14). Él aun fue ungido por el
Espíritu: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto Me ha ungido...” (v.
18). En la humanidad de Jesús, como la harina fina, está el Espíritu como el
aceite que lo unge, se mezcla con Él y lo satura.
El olíbano
También podemos ver algo del olíbano fragante en estos versículos. Jesús era
tan fragante y dulce. Es muy difícil traducir esta palabra olíbano. Algunas
versiones traducen esto como algo que produce descanso y satisfacción. No es
sólo dulce y fragante, sino que proporciona descanso y paz. En estos versículos
vemos que Jesús es realmente el olíbano fragante. Él tiene la fragancia de la
resurrección. Cuando Jesús estaba siendo arrestado, Pedro fue osado y con su
espada le cortó la oreja a uno de los esclavos. Pero el Señor dijo a Pedro: “Basta
ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (22:51). Jesús detuvo la espada y restituyó
la oreja. Esto no fue algo natural; ésta es la fragancia de Su resurrección. En la
hora de Su mayor prueba, el Señor no aceptó ninguna protección; en vez de eso
Él cuidó del que estaba sufriendo.
La sal
Lo que el Señor está buscando hoy son las iglesias locales en donde los santos
adoren a Dios con sus experiencias de Cristo. Ésta es la verdadera ofrenda a
Dios. Necesitamos experimentar a Cristo en nuestro andar diario, y debemos
aprender a cocinar y preparar a Cristo para traerlo a las reuniones como un
presente para Dios. Todas las tortas, hojaldres y porciones de la ofrenda de
harina eran preparadas y cocidas en las casas, y después se traían a la Tienda de
Reunión. Sucede lo mismo con nosotros. Día tras día debemos laborar en Cristo,
es decir, experimentarlo, disfrutarlo, aprehenderlo y cocinarlo un poco.
Entonces tendremos algo que podemos traer a la reunión a fin de presentarlo a
Dios. Ésta es la verdadera adoración y éste es el verdadero recobro de la vida de
iglesia en todas las localidades. No se trata simplemente de reunirnos, sino de
reunirnos con Cristo como toda clase de ofrendas. Esto es lo que nos hace
permanecer en unidad, y es también por esto que ofrecemos nuestra adoración a
Dios. Esto es algo completamente distinto a lo que llaman servicio cristiano hoy
en día. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que le seamos fieles a
Él en este asunto.
CAPÍTULO SIETE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN LOS EVANGELIOS
DE MATEO, MARCOS Y JUAN
Lectura bíblica: Mt. 3:15; 4:4, 7, 10; 8:20; 11:29; 12:19-20; 17:27; 20:28; 21:27;
26:63-64; 27:12, 14; Mr. 1:35; 3:20-21; 6:31, 39-40; Jn. 6:12; 7:6, 46; 11:33, 35,
38; 13:4-5
Los cuatro Evangelios presentan un cuadro completo del Señor Jesús desde
cuatro perspectivas distintas. Creo que todos sabemos que Mateo revela al
Señor Jesús como el Rey. Marcos nos muestra un cuadro de Él como el Esclavo,
el Siervo de Dios. Lucas lo retrata como el hombre perfecto. El último Evangelio,
el de Juan, revela que Cristo es Dios mismo; Él es el Hijo de Dios. En estos
cuatro Evangelios tenemos cuatro palabras: Rey, Siervo, Hombre y Dios. ¡El
Señor Jesús es tantas cosas! Él es Rey, Él es Siervo, Él es Hombre y Él es Dios
mismo. Sin embargo, todo lo que Él es, en todas estas perspectivas y aspectos,
depende de Su humanidad. Ésa es la razón por la cual todos los Evangelios
contienen versículos que nos hablan de Su humanidad.
LA ESTRUCTURA BÁSICA
Muchos afirman que lo único que necesitamos es el bautismo del Espíritu Santo,
el derramamiento que viene de lo alto. Eso es maravilloso, pero considérense a
ustedes mismos: ¿qué clase de humanidad tiene usted? El Espíritu es tipificado
por el oro, pero ya dijimos que el oro no es la estructura básica. La estructura
básica es la madera. Supongamos que vamos a edificar un tabernáculo y que
tenemos toneladas de oro, pero la madera que usamos está deteriorada. Ese
tabernáculo no estaría bien edificado. No importa cuánto oro tengamos, si la
madera no es apropiada, nunca podremos edificar el tabernáculo. He visto a
personas que oran, buscan y claman por el bautismo del Espíritu Santo, y
finalmente lo recibieron. Pero lo que ellas edificaron se desmoronó, no debido al
oro, sino a la pobre calidad de la madera. Esto es lo que han descuidado en el
cristianismo actual. En la actualidad los cristianos prestan mucha atención al
bautismo del Espíritu Santo, pero ¿dónde está la humanidad apropiada? El
tabernáculo, que es un tipo de la iglesia, no solamente fue edificado con oro,
sino con madera como la estructura principal. El oro era solamente la
decoración; por supuesto, sin el recubrimiento de oro no tendría mucho valor ni
belleza, pues la madera en sí no tiene mucho valor. Sin embargo, pese a que el
valor está en el oro, el oro no es la estructura principal. El oro requiere algo
sólido que le sirva de sostén, y este sostén es la humanidad sólida, fuerte y
perfecta. ¿Tenemos nosotros tal humanidad? No, en nosotros mismos no la
tenemos, pero sí la tenemos en Cristo. Él es la humanidad perfecta dentro de
nosotros.
LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE MATEO
Sin excepción
Mateo 8:20 dice: “Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos; mas
el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza”. Como hombre, el Señor
no siempre tuvo comodidades. Apliquemos esto de esta manera. Supongamos
que cinco hermanos se mudan a un departamento de tres dormitorios. ¿Quién
de ellos tomaría una habitación para él solo? Si buscamos la manera de tener un
cuarto sólo para nosotros, significa que estamos tomando la humanidad de las
zorras, no la humanidad de Jesús. Si verdaderamente tomamos la humanidad
del Señor, no tendremos ningún deseo de tener nuestra propia habitación.
Muchas veces sólo seguimos a las zorras y a las aves del aire. La humanidad que
gusta de tener su propia madriguera no sirve en la vida de iglesia; sólo la vida
que está dispuesta a no tener dónde recostar su cabeza, es útil para la iglesia.
Ésta es la humanidad de Jesús y es la manera apropiada de edificar la morada
de Dios. Todos necesitamos tal humanidad.
Humilde de corazón
Mateo 12:19-20 es una cita de Isaías: “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá
en las calles Su voz. La caña cascada no quebrará, y el pábilo humeante no
apagará, hasta que saque a victoria el juicio”. A mí me gustan mucho estos
versículos. La humanidad del Señor es tan fina; Él nunca contiende, ni vocifera
ni hace que su voz sea famosa en las calles. Muchas veces queremos que la gente
oiga nuestra voz; pero así no es la humanidad del Señor. Además, Él nunca
quebraría la caña cascada ni apagaría el pábilo humeante. Para entender esto
tenemos que ver algo del trasfondo del pueblo judío.
En los días del Antiguo Testamento, los niños judíos tocaban música con cañas
de paja. Pero cuando la caña estaba cascada, dejaba de producir una música
apropiada, y entonces la quebraban. Algunos de nosotros somos como cañas
cascadas que no producen música apropiada; pero ¡aleluya que el Señor Jesús
nunca quebrará esas cañas cascadas!
Además, en los tiempos del Antiguo Testamento los judíos usaban como
antorchas un pábilo de lino empapado en aceite, para alumbrarse en las noches.
Cuando se acababa el aceite, el pábilo ya no podía dar luz; sólo humeaba.
Entonces el que lo usaba los apagaba y los desechaba. Pero Jesús nunca hizo tal
cosa. Muchas veces algunos creyentes están “humeando”, porque se les acabó el
aceite, y nuestra tendencia es hacerlos a un lado; pero la humanidad de Jesús no
hace eso. ¡Cuánto necesitamos la humanidad de Jesús en la vida de iglesia!
Todos amamos la caña que produce música hermosa. Pero si alguno es como
una caña cascada que sólo produce malos sonidos, nosotros simplemente
decimos: “Quiébrenla”. A nosotros nos simpatiza cierto hermano porque es muy
brillante y resplandeciente, pero no nos gusta el otro porque “humea”. Ésta es la
razón por la que muchas veces no podemos conservar a los jóvenes ni a los
débiles. Verdaderamente necesitamos la humanidad de Jesús, para no quebrar
las cañas cascadas y no apagar el pábilo humeante. La humanidad del Señor
ama a todas las personas cascadas y a todos los que humean. Necesitamos Su
humanidad en la vida de iglesia. Al comer a Jesús, podemos participar de Su
humanidad.
Flexible
Todos estamos familiarizados con la historia de Mateo 17. Ya que Jesús era el
Hijo de Dios, estaba exento de pagar el impuesto para el templo de Dios, lo cual
dijo claramente a Pedro. Entonces Jesús añadió: “Sin embargo, para no
ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al
abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27).
Jesús era muy flexible. Él no tenía que pagarles el costo del impuesto, pero para
no ofenderles, lo pagó. Él hizo que Sus discípulos entendieran claramente la
situación, pero no insistió. Él estaba claro, pero procedió de una manera muy
flexible. Ésta es Su humanidad.
Luego me volví a los jóvenes. Ellos me dijeron que los de más edad estaban muy
muertos; entonces les dije que ellos necesitaban a los mayores para
equilibrarlos. Sin los mayores ellos serían como un automóvil sin frenos. Ellos
también estuvieron de acuerdo en ser un poco más flexibles y en aceptar el
balance que les proveen los de más edad. No hace mucho recibí un informe de
ese lugar. Ahora la vida de iglesia allí es maravillosa. Me dijeron que hay una
coordinación maravillosa entre los jóvenes y los mayores. Ambos grupos han
aprendido a ser flexibles.
En Mateo 20:28 el Señor dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir”. Muchos de los jóvenes, especialmente aquellos que viven
juntos, quieren ser servidos, pero no quieren servir. No limpian la casa; no lavan
los trastos; no cuidan su ropa; no quieren hacer nada. Ellos sólo prefieren
dormir, descansar y disfrutar la vida que llevan entre los hermanos y hermanas.
Ésta no es la humanidad que se necesita en la vida de iglesia. La humanidad
para la vida de iglesia es una que sirve, y no una que es servida. Tenemos que
servir aun al costo de nuestra vida. Necesitamos tal espíritu para servir a otros.
Esto solamente puede proceder de la humanidad de Jesús.
Un hombre verdadero
Cuando el Señor Jesús vino a Jerusalén por última vez, los sacerdotes
principales y los ancianos le preguntaron de dónde había obtenido autoridad
para hacer las cosas que Él hacía. El Señor Jesús era un hombre apropiado y no
les contestó. A veces es mejor no contestar nada, sino más bien responder con
una pregunta; y esto fue lo que Jesús hizo. Él les preguntó si el bautismo de
Juan era del cielo o de los hombres. Si ellos le contestaban, Él también les
respondería de dónde había obtenido Su autoridad. Ellos entonces se pusieron a
discutir entre sí y se dieron cuenta de que si decían que el bautismo de Juan era
del cielo, Él les preguntaría por qué no le habían creído; y si decían que era de
los hombres, el pueblo los apedrearía, porque todos tenían a Juan por profeta.
Así que su mejor respuesta era mentir, y por tanto contestaron que no sabían. El
Señor también les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas
cosas” (21:27). Por medio de esto el Señor les indicó que no era que no sabían,
sino que ellos no querían contestarle. Ellos mintieron, pero Él no mentiría.
Puesto que no le contestaron, Él tampoco les contestó. Él tenía tal humanidad.
Más tarde, cuando fue acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos,
Él tampoco les contestó, de tal manera que se maravillaron. “Y siendo acusado
por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió [...] Pero Jesús
no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravilló
mucho” (27:12, 14). Muchas veces, si estuviésemos callados, otros se
maravillarían de nosotros. Nosotros nos rebajamos al hablar mucho. Cuanto
más hablamos, menos valor tenemos. Cuando no era necesario, el Hombre que
vemos en el Evangelio de Mateo no dijo nada. ¡Qué humanidad es ésta que
vemos en este libro!
LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE MARCOS
Diligente
Ahora veremos el Evangelio de Marcos, el cual nos dice claramente que Cristo es
el Siervo de Dios. Pero ¿qué clase de hombre es este siervo? Primero que todo es
un hombre muy diligente. Marcos 1 revela que Él era una persona
excesivamente ocupada. Yo creo que se acostaba bastante tarde; sin embargo,
en el versículo 35 dice: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro,
salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Muchas veces la gente se excusa
diciendo que no se levantan temprano porque se acuestan muy tarde. Ellos
sienten que sólo pueden atender el “servicio de las once de la mañana”. Pero la
humanidad que sólo es buena para el mentado servicio de las once de la mañana
nunca es buena para la vida de iglesia; sólo es buena para el servicio de las once
de la mañana. La vida de iglesia necesita una humanidad que sea diligente y
dinámica. A veces el Señor estaba tan ocupado que no tenía tiempo ni para
comer. Sus parientes decían que estaba fuera de Sí (3:20-21); pero a veces
necesitamos ser la clase de persona que está fuera de sí misma. Los que nunca
han estado fuera de sí son por lo general los ociosos. Si una persona es diligente
en las cosas del Señor, otros dirán que está fuera de sí.
Ordenado
LA HUMANIDAD DE JESÚS
SEGÚN EL EVANGELIO DE JUAN
No era descuidado
El Evangelio de Juan también nos relata algo de la humanidad del Señor. Este
evangelio añade algo más acerca de la alimentación de los cinco mil. El Señor
Jesús les dijo a Sus discípulos que recogieran los pedazos que habían sobrado,
para que no se perdiera nada (6:12). Aquí vemos una humanidad muy sólida. No
hay nada suelto en Su conducta. La mayoría de nosotros nos olvidaríamos de los
fragmentos, pero el Señor fue cuidadoso de no dejar nada en desorden.
En Juan 7:6 vemos que el Señor estaba siempre limitado por el tiempo:
“Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo
siempre está presto”. Todos nosotros, especialmente los jóvenes, necesitamos
aprender a no ser tan libres. Mucha libertad indica iniquidad; la libertad debe
estar siempre dentro de los límites de la ley. No debemos decir que nuestro
tiempo siempre está presto. La humanidad de Jesús no siempre era así; Su
humanidad no tenía mucha libertad. Si aprendemos a participar de Su
humanidad, sabremos que hay limitaciones.
Excepcional
Cuando Lázaro murió, leemos que Jesús se indignó en Su espíritu y lloró (11:33,
35). Muchas veces pensé que Jesús nunca podría llorar, pero en Su humanidad
había tiempo para llorar. No debemos ser tan fuertes que nunca podamos llorar.
Temo que si yo llorase delante de ustedes, pensarían que no soy muy fuerte.
Éste es un concepto religioso; a veces necesitamos llorar. Ésta es la verdadera
humanidad.
Humilde
Jesús no sólo servía, sino que también estaba dispuesto a lavar los pies de los
discípulos. Él “se levantó de la cena, y se quitó Su manto, y tomando una toalla,
se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los
discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (13:4-5). Jesús
tenía tal humanidad. Él estaba dispuesto a lavarles los pies a ellos, en vez de
esperar que ellos se los lavaran a Él. ¡Cuánto necesitamos esta humanidad en la
vida de iglesia! Está claro en estos Evangelios que la humanidad de Jesús es la
humanidad más alta. Ésta es la verdadera ofrenda de harina.
CAPÍTULO OCHO
EL SUMINISTRO ILIMITADO
DE LA HUMANIDAD DE JESÚS
Lectura bíblica: Gn. 3:15; 22:18a; Gá. 3:16; Ro. 5:15b, 19; 1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5;
He. 2:9, 14-18; Ap. 1:13; Jn. 19:5
DOS EXTREMOS
Hemos mencionado que la estructura básica del Arca y del tabernáculo no era el
oro, sino la madera. Esto significa que lo que Cristo es y lo que ha hecho, no
depende tanto de la naturaleza divina como de la humana. La humanidad de
Cristo es la estructura principal. Si bien Él es Dios, todo lo que Él hizo y todo lo
que Él es requiere de Su humanidad.
También por este hombre fuimos constituidos justos. “Porque así como por la
desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo, los muchos serán constituidos justos”
(Ro. 5:19). Por medio de un hombre, Adán, todos fuimos constituidos
pecadores, pero por medio de otro hombre, Jesús, todos fuimos constituidos
justos. Simplemente por este único hombre todos fuimos hechos justos.
En 1 Corintios 15:21 dice que por un hombre entró la muerte y que también por
un hombre entró la resurrección de los muertos. La resurrección entró por el
hombre Jesús. Ya hemos visto varios asuntos que ahora disfrutamos en virtud
de la humanidad de Jesús, esto es, la destrucción de la serpiente antigua, la
bendición que vino a todas las personas, la gracia abundante con todos sus
dones, el hecho de ser constituidos justos y la resurrección de los muertos.
Disfrutamos de todo esto gracias a la humanidad de Jesús.
SATANÁS ES DESTRUIDO
Por un lado, Satanás ha sido herido y destruido en la cruz; pero por otro, aún
sigue causando problemas. Como seres humanos estamos bajo la influencia
nociva de Satanás. ¿Cómo podríamos destruir esta serpiente perniciosa?
Solamente hay un camino, y ese camino es ¡alimentándonos de la humanidad de
Jesús! Si disfrutamos y nos alimentamos de Su humanidad, la serpiente será
destruida. En Juan 6:57 el Señor dice: “El que me come, él también vivirá por
causa de Mí”. En este versículo la palabra comeres muy singular; es muy
distinta de las otras palabras que se tradujeron “comer” en este mismo capítulo.
Una versión traduce esta palabra como “masticar”, que significa mascar con
delicadeza, comer poco a poco lenta y delicadamente. Debemos comer al Señor y
a veces debemos masticarlo; pero no debemos hacerlo de una manera ruda y
tosca sino poco a poco. Comer muy rápido afecta nuestra digestión. Por tanto,
debemos aprender a masticar la humanidad del Señor; si lo comemos de esta
manera, la antigua serpiente de nuevo será clavada en la cruz. Dicha
masticación herirá la cabeza de la serpiente. Debemos disfrutar a Jesús como
hombre al comer de Él.
En Jesús todas las naciones son benditas, y a través de nosotros los cristianos y
la gente a nuestro alrededor deben ser bendecidas. Pero ¿es ésta nuestra
verdadera situación? Dios le dijo a Abraham que en Cristo todas las naciones
serían benditas. Así que, por ser cristianos debemos traer la bendición de Dios
sobre la gente que nos rodea; sin embargo, muchas veces la gente a nuestro
alrededor no son bendecidos sino maldecidos. ¿Es nuestra esposa o esposo
bendecido por medio de nosotros o es maldecido? Éste es el verdadero
problema. Si nos alimentamos de la humanidad de Jesús, ciertamente
traeremos la bendición de Dios a los que nos rodean.
Por un lado, el Señor le dijo a Su madre que Él vivía totalmente para Su Padre
celestial; pero, por otro lado, Él fue con Sus padres y se sometió a ellos (Lc.
2:49-51). Ésta es la humanidad del Señor Jesús. Es por medio de esta
humanidad que el pueblo a nuestro alrededor puede ser bendecido. Temo que
los vecinos que viven a nuestro alrededor no son bendecidos porque nosotros
somos como “ángeles”; no tenemos la humanidad apropiada. Todos
necesitamos ser humanos, pero no humanos de una manera natural.
Necesitamos la humanidad de Jesús. Cuanto más nos comportemos como
ángeles, más maldecidas serán las personas a nuestro alrededor; pero cuanto
más vivamos como seres humanos apropiados, más bendecidos serán los que
nos rodeen.
Dios no encomendó Su evangelio de gracia a los ángeles; sólo los seres humanos
están calificados para predicar el evangelio. El ángel pudo decirle a Cornelio que
hiciera venir a un hombre llamado Pedro, pero el ángel no pudo hablar una sola
palabra acerca del evangelio (Hch. 10:3-5). Los ángeles no están calificados para
predicar el evangelio; sólo el hombre está calificado. Debemos ser humanos
para predicar el evangelio, pero no debemos ser humanos de acuerdo con
nuestro ser natural; eso es diabólico. Necesitamos otra clase de humanidad, la
humanidad de Jesús. Por medio de esta humanidad podemos traer la bendición
de Dios sobre todos los que están alrededor nuestro. Si tenemos la humanidad
de Jesús, dondequiera que estemos, en la oficina, en las escuelas, en las
universidades, los vecindarios o con nuestras familias, podemos ser la causa de
que la gente sea muy bendecida. Entonces el evangelio será prevaleciente.
El Señor Jesús participó de nuestra sangre y carne para destruir al diablo, quien
tiene el poder de la muerte. La liberación está aquí, la propiciación está aquí y el
socorro también está aquí, aun cuando la palabra socorrer no es la adecuada.
En griego esta palabra significa sostener, o sea, ofrendar cierta clase de ayuda o
suministrar. Si masticásemos la humanidad de Jesús todo el tiempo,
recibiremos cierta clase de ayuda, socorro y suministro. Cualquier cosa que
necesitemos, la recibiremos. Jesús es poderoso para socorrer a los que son
tentados.
Los cristianos hoy en día tienen el concepto religioso de que Jesús es el Dios
todopoderoso; sin embargo, no se dan cuenta que Él es tan humano, ni saben
cómo apreciar Su humanidad. Ahora bien, de todas las ofrendas, la ofrenda de
harina es la más importante. Sólo esta ofrenda puede satisfacer a Dios y ser una
especie de memorial para Él; además, sólo esta clase de ofrenda puede sustentar
la vida del sacerdocio. Necesitamos ver algo de Cristo como la ofrenda de
harina. Este asunto ha sido sumamente descuidado en el cristianismo actual.
Esperamos que el Señor recobre la humanidad de Jesús en forma apropiada;
pues es todo lo que necesitamos hoy en día. Muchos cristianos han orado para
recibir el poder de lo alto, pero miremos su situación. Tal vez hace cinco años
ellos recibieron el así llamado poder de lo alto, pero ¿cómo viven hoy en día? Ni
siquiera este poder los libró de su mal genio. Parece que cuanto más le pedimos
al Señor, como el Salvador Todopoderoso, que nos libre de nuestro mal genio,
más nos enojamos. El Señor Jesús casi nunca contesta esta clase de oración.
Pero si simplemente aprendemos a disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de
harina y masticamos Su humanidad durante todo el día, veremos lo que
sucederá con nuestro mal genio. Recibiremos el socorro, la ayuda, el sustento y
el suministro de la humanidad de Jesús.
Los médicos dicen que si tenemos cierta clase de enfermedad, eso muestra que
estamos escasos del suministro de vida o de vitaminas. Si estamos escasos del
suministro de vida, ciertamente nos vendrá alguna enfermedad. En mi país
nativo había una aldea donde la gente parecía perder la vista en las noches. Esto
se debía a cierta enfermedad. Ellos no conocían nada de vitaminas, así que no
comprendían que tenían deficiencias en vitamina A. Pero ellos vivían en la playa
y pescaban una gran cantidad de cierta clase de peces. Cuando empezaron a
comer el hígado de esos peces, se sanaron. Por supuesto, ahora sabemos que el
hígado del pescado tiene un alto contenido de vitamina A. El punto es éste: si
tenemos una carencia de vitamina A y perdemos nuestra vista, y después nos
arrodillamos a pedirle al Salvador Todopoderoso que nos sane, no funcionará.
Cuanto más oremos de esa manera, más perderemos nuestra vista.
Simplemente necesitamos comer una gran cantidad de hígado de pescado. Para
nosotros en la actualidad, ¿qué es “el hígado de pescado”? Es la ofrenda de
harina, que representa la humanidad de Jesús.
UN HOMBRE EN EL CIELO
En Apocalipsis 1:13 Juan recibió una visión del Hijo del Hombre que andaba en
medio de las iglesias locales: “En medio de los candeleros, a uno semejante al
Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el
pecho con un cinto de oro”. Después de la resurrección y ascensión del Señor,
Juan lo vio que andaba en medio de las iglesias locales como el Hijo del
Hombre. Todos necesitamos Su humanidad.
Tengo la plena certeza de que si nosotros usamos nuestro tiempo para disfrutar
a Cristo en Su humanidad, todas las iglesias locales serán brillantes y
resplandecientes así como verdaderas y reales. Cristo no se reveló a Juan como
el Hijo de Dios. Él es el Hijo de Dios, pero no vino así. Él vino en la forma del
Hijo del Hombre. Esto nos muestra que el Hijo del Hombre es para las iglesias
locales; y todas las iglesias locales necesitan la humanidad de Jesús. Todo el
tiempo debemos tomarlo a Él como nuestro alimento, disfrutarle y masticar Su
humanidad. Aun debemos orar: “Oh Señor Jesús, Tú eres el Hombre verdadero
y Tú eres el alimento del sacerdocio. Tú eres la harina fina con la que hacemos la
ofrenda de harina que traemos a la Tienda de Reunión como un regalo a Dios el
Padre”. Es preciso ver que hasta el hecho de orar una oración como ésta, hará
una gran diferencia, porque redundará en nutrición. Seremos nutridos con la
humanidad de Jesús, y este nutrimento absorberá todas nuestras debilidades.
La humanidad de Jesús nos hará espiritualmente saludables; si no me creen,
practíquenlo y verán. Cuando estén a punto de perder la paciencia, sólo digan:
“Oh Señor Jesús, tomo Tu humanidad. Voy a perder la paciencia, pero Señor,
tomo Tú humanidad”. Entonces verán lo que sucederá con el mal genio.
LA DIVINIDAD Y LA HUMANIDAD
Muchos de ustedes han estado en el cristianismo por años, pero según vuestro
sentir, ¿había alguna ofrenda de harina en el llamado servicio cristiano? En esos
servicios ¿había algo que nos alimentara con la humanidad de Jesús? Según mi
experiencia, puedo decir que no había nada sino palabras; no había ofrenda de
harina. Aun entre las iglesias locales siento que no hay suficiente ofrenda de
harina. Debemos buscar al Señor para que, por Su misericordia, a partir de
ahora en todas las reuniones, lo que presentemos a Dios sea principalmente la
ofrenda de harina. Debemos traer a las reuniones algo de lo que hemos
experimentado de la humanidad de Jesús. Entonces nuestras reuniones serán
enriquecidas, y nosotros seremos nutridos de una manera sacerdotal para
practicar el verdadero sacerdocio.
HE AQUÍ EL HOMBRE
CAPÍTULO NUEVE
Lectura bíblica: Éx. 25:8, 9, 10a, 11; 26:15, 29; Jn 1:14a; Ap. 21:2, 3; 1 Ti. 3:15,
16; 1 P. 2:4, 5; Ef. 2:15; 4:24
Por los tipos de las Escrituras podemos ver que se necesita de una humanidad
apropiada para la vida de iglesia. Ya hemos visto lo que significa el Arca y el
tabernáculo: el Arca es Cristo, y el tabernáculo es el agrandamiento del Arca.
Por lo tanto, el tabernáculo significa el agrandamiento de Cristo, Su Cuerpo, el
cual es la iglesia como Su plenitud. Cuando Cristo, quien es el Arca, es
aumentado y agrandado, entonces llega a existir el tabernáculo, esto es, la
iglesia. Así como el tabernáculo es el agrandamiento del Arca, la iglesia es el
agrandamiento de Cristo.
En Juan 1:14 la palabra que se tradujo “habitó” también puede ser traducida
como “fijó tabernáculo”: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre
nosotros”. El Verbo que era Dios llegó a ser carne y fijó tabernáculo entre
nosotros. No podemos separar el tabernáculo de la carne. Si Dios había de fijar
tabernáculo entre nosotros, Él necesitaba la carne. Así que Él se hizo carne y
luego fijó tabernáculo entre nosotros. Sin la carne, sería muy difícil para Dios
fijar tabernáculo entre nosotros. Por lo tanto, en cierto sentido la carne es el
tabernáculo y la carne es la humanidad. Claro, aquí la carne no quiere decir la
carne maligna, sino la carne apropiada, pura y elevada del Señor. Dios
necesitaba esta carne para fijar tabernáculo entre nosotros.
En Juan 1:14 vemos que Jesús es este tabernáculo. Si pasamos del libro de Juan
al de Apocalipsis, vemos que Jesús mismo no es solamente el tabernáculo, sino
que Él también es la iglesia, la Nueva Jerusalén. “Y vi la santa ciudad, la Nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para
su marido. Y oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos
serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos y será Su Dios” (Ap. 21:2-3).
La Nueva Jerusalén está compuesta principalmente de piedras preciosas, las
cuales fueron transformadas de entre la creación de Dios. Ciertamente esto
representa la humanidad. El tabernáculo máximo y final, la Nueva Jerusalén,
que es la consumación máxima y final de la iglesia, está edificada con la
humanidad apropiada, o sea, con la humanidad de Jesús.
Leamos 1 Timoteo 3:15 y 16, dos versículos de las Escrituras que son
maravillosos y van mucho más allá de lo que podemos entender: “Pero si tardo,
escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las
naciones, creído en el mundo, llevado arriba en gloria”. La iglesia es la iglesia
del Dios viviente. La iglesia no es sólo la iglesia de Dios en los cielos o la iglesia
en doctrina, sino que es la iglesia del Dios viviente. La iglesia debe tener a Dios
viviendo en ella, y esta iglesia del Dios viviente es columna y fundamento de la
realidad.
En 1966, cuando abarcamos el tema del sacerdocio (The Stream [El manantial],
del tomo 5, núm. 4 al tomo 6, núm. 4), señalamos que en el Nuevo Testamento
la palabra sacerdocio tiene dos significados diferentes. Primeramente se refiere
al servicio o ministerio sacerdotal, y en segundo lugar quiere decir cuerpo
sacerdotal o cuerpo de sacerdotes. En español sólo hay una palabra para
designar el sacerdocio, pero en el griego hay dos palabras con significados
distintos. En Hebreos 7 la palabra traducida “sacerdocio” significa servicio o
cargo sacerdotal, mientras que en 1 Pedro esta palabra significa cuerpo
sacerdotal o cuerpo de sacerdotes. La casa espiritual no es un servicio
sacerdotal, sino un cuerpo de sacerdotes; es una entidad corporativa. Los
sacerdotes edificados juntos son la casa espiritual. Éste es el significado de la
palabra sacerdocio en este pasaje.
Puede ser que poseamos cierto conocimiento bíblico y algunos dones, incluso
podemos tener cierta medida de espiritualidad, pero si no disfrutamos de la
humanidad de Jesús, estaremos simplemente caídos. No habrá nada que nos
sostenga. Lo único que puede mantenernos derechos es la humanidad de Jesús.
En el cristianismo esto se ha perdido y se ha desatendido por siglos. Sin
embargo, creo que el Señor lo va a recobrar. Esto es lo que necesitamos en la
vida de iglesia. El tabernáculo está compuesto principalmente de las tablas, y las
tablas son los sacerdotes, aquellos que solamente pueden existir al alimentarse
de la ofrenda de harina. Nosotros somos los sacerdotes, las tablas, los materiales
para la edificación de la iglesia local. Así que, tenemos que alimentarnos de algo
a fin de permanecer firmes, y este algo es la humanidad de Jesús que es la
ofrenda de harina.
Por ejemplo, supongamos que todos los israelitas hayan ofrecido los
holocaustos, las ofrendas de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la
transgresión, sin presentar la ofrenda de harina. Yo creo que los sacerdotes se
morirían de hambre. Ésta es la situación en que se encuentran los cristianos hoy
en día. Ellos aprecian la muerte del Señor en la cruz como la ofrenda por el
pecado y la ofrenda por la transgresión. Ellos disfrutan la paz con Dios por
medio de Cristo como la ofrenda de paz, pero no lo experimentan como la
ofrenda de harina. Ellos simplemente no tienen esta comprensión o
entendimiento. Por esto entre los creyentes actuales hay poca edificación de la
iglesia.
Finalmente, en el libro de Efesios vemos al nuevo hombre. Para ver a este nuevo
hombre debemos leer tanto Efesios 2:15 como 4:24: “Aboliendo en Su carne la
ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Sí mismo de
los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz [...] Y os vistáis del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. La iglesia es
el nuevo hombre, y como hombre requiere una humanidad apropiada, una
humanidad nueva, la cual es simplemente Cristo. Debemos vestirnos del nuevo
hombre, es decir, debemos vestirnos de la humanidad de Jesús.
Efesios 2:15 dice que Cristo ya creó el nuevo hombre, y Efesios 4:24 nos dice que
nos vistamos del nuevo hombre. Permítanme darles un ejemplo. Cristo ya ha
cumplido la redención, pero debemos aplicarla a nosotros mismos. Esto quiere
decir que debemos vestirnos de Su redención; de no ser así la redención no
tendrá ningún efecto en nosotros. El principio es el mismo con el nuevo hombre.
El nuevo hombre ya fue creado, pero necesitamos vestirnos del nuevo hombre y
aplicar a nosotros mismos lo que Cristo ha creado en la cruz. La manera de
vestirnos del nuevo hombre es simplemente disfrutar la humanidad de Jesús. Al
participar de la humanidad de Jesús día tras día, nos revestimos del nuevo
hombre.
CAPÍTULO DIEZ
El tabernáculo no sólo tenía tablas, sino también barras: “Harás también cinco
barras de madera de acacia para las tablas de un lado del Tabernáculo, cinco
barras para las tablas del otro lado del Tabernáculo y cinco barras para las
tablas del lado posterior del Tabernáculo, hacia el occidente. La barra central
pasará en medio de las tablas, de un extremo al otro. Recubrirás de oro las
tablas, y harás sus argollas de oro para meter por ellas las barras; también
recubrirás de oro las barras” (Éx. 26:26-29).
El tabernáculo tenía en un lado veinte tablas derechas y veinte al otro, y del lado
posterior, el lado occidental, había ocho tablas. En total el tabernáculo tenía
cuarenta y ocho tablas individuales y derechas. ¿Cómo podían todas estas tablas
ser una? ¿Cómo podían estar unidas? Ésa era precisamente la función de las
barras. Al disfrutar de la humanidad de Jesús, llegamos a ser como tablas
derechas y fuertes; pero tal vez no estemos unidos a las demás tablas. Tenemos
la capacidad de permanecer derechos, pero aún no estamos unidos a las otras
tablas. Es por eso que necesitamos las barras que unen. Las barras también
estaban hechas de madera de acacia recubiertas de oro, pero los anillos por
donde pasaban las barras eran de oro sólido.
Aunque las cuarenta y ocho tablas estaban derechas, eran las barras las que las
mantenían unidas. Éxodo 26:26-29 nos dice claramente que en cada uno de los
tres lados del tabernáculo había cinco barras, incluyendo la barra central que
pasaba de un extremo a otro. Entonces, si la barra central era una barra larga
que iba de un extremo a otro, ¿dónde iban colocadas las otras cuatro barras?
Seguramente la primera barra estaba más arriba de la barra central, pero
solamente llegaba hasta en medio. Y la segunda barra, colocada también más
arriba de la barra central, completaba la otra mitad. La cuarta barra debió estar
colocada muy por debajo de la barra central, extendiéndose hasta la mitad, y la
quinta, colocada al mismo nivel bajo, completaría la otra mitad. Por lo tanto
vemos que había cinco barras en cada lado, con la barra de en medio pasando de
un extremo al otro. Sabemos que estas cuatro barras deben haberse colocado de
esta manera, porque la barra central se extendía de un extremo al otro; de no ser
así, no habría habido una barra en medio. Por tanto, tenemos el número cinco,
ya que hay cinco barras, y tenemos el número tres, debido a que las barras
formaban tres líneas.
A cada lado del tabernáculo, las barras unían las tablas. Pero no era suficiente
tener sólo las tablas y las barras; además se necesitan las argollas o anillos. Las
argollas de oro estaban adheridas al oro que recubría las tablas. Cada tabla
estaba recubierta de oro, y en cada una de las tablas había tres argollas de oro
sólido, adheridas al recubrimiento de oro. Así que habían por lo menos 144
anillos para las quince barras de los tres lados del tabernáculo. Cuando se
juntaban las tablas, las barras y las argollas, allí estaba la unidad. Cuando las
cuarenta y ocho tablas se unían y se juntaban, llegaban a ser una sola morada.
Según la tipología, las barras que unen simbolizan al Espíritu Santo, y los anillos
también representan al Espíritu Santo. Ambos son tipos del Espíritu Santo; pero
¿por qué se necesitan las barras y las argollas para tipificar al un solo Espíritu
Santo? Esto requiere la experiencia apropiada y también los versículos
apropiados que lo confirmen. La última parte de Efesios 1:13 dice: “En Él
habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Ésta es
la experiencia inicial que tenemos del Espíritu Santo. Una vez que una persona
cree en el Señor, ella es sellada con el Espíritu Santo. Sin embargo, en el mismo
libro, en Efesios 4:3, leemos: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz”. En este versículo no se usa la palabra Santo después de la
palabra Espíritu. Debemos guardar la unidad del Espíritu, y más adelante
veremos que existe una razón muy importante para esto. Por supuesto que
algunos dicen que aquí el Espíritu se refiere al Espíritu Santo, y estoy de
acuerdo. Pero no debemos pensar que el apóstol Pablo haya hablado de manera
descuidada. Hay una razón por la que él usó en Efesios 1:3 el término Espíritu
Santo y en 4:3 el término el Espíritu.
¿Cuál es la diferencia entre el sello del Espíritu Santo y guardar la unidad del
Espíritu? Recibir el sello del Espíritu Santo es fácil. Cuando creemos, lo
recibimos. Pero guardar la unidad del Espíritu no es fácil. Después de recibir el
Espíritu, debemos guardar la unidad del Espíritu. Si yo les preguntase si tienen
el sello del Espíritu, ustedes me contestarían: “Amén”; pero ¿guardan la unidad
del Espíritu? Esto es otra cosa. Supongamos que hay tres hermanos que han
creído en el Señor Jesús; por ende, ellos están sellados con el Espíritu. Pero ellos
viven juntos en la misma casa y se pelean todo el tiempo; ¿creen que ellos están
guardando la unidad del Espíritu?
Los verbos que usa el apóstol Pablo en Efesios 1:13 están en tiempo pasado: “En
Él habiendo creído, fuisteis sellados”. Esto es un hecho cumplido. Pero en el
capítulo 4, él dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu”. Vemos que
estas personas tienen algo, pero también les hace falta algo. Han sido sellados
con el Espíritu Santo, pero les falta ser diligentes en guardar la unidad del
Espíritu. Entonces vemos que recibir el sello del Espíritu Santo es una
experiencia inicial, mientras que guardar la unidad del Espíritu es algo que
requiere crecimiento y perfeccionamiento. Todos hemos sido sellados con el
Espíritu. Esto ocurre al comienzo de nuestra vida cristiana; no tiene condiciones
ni términos, porque es un hecho consumado. Pero guardar la unidad del
Espíritu depende de ciertas condiciones. Tal vez usted la guarde y yo no. Quizás
yo la guarde ahora, pero no después. Quizás usted la guarde hoy, pero no
mañana.
Guardar la unidad del Espíritu es un gran avance, comparado a ser sólo sellados
con el Espíritu Santo. Es un solo Espíritu pero en dos etapas. En la primera
etapa de nuestra vida cristiana, el Espíritu Santo es el Espíritu que nos sella.
Pero debemos avanzar de la primera etapa a la segunda, a fin de experimentar al
Espíritu como las barras que unen.
Esto lo podemos ver en Lucas 15, donde se relata el regreso del hijo pródigo:
“Pero el padre dijo a sus esclavos: Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle; y
poned un anillo en su mano” (v. 22). El padre puso un vestido sobre su hijo, que
representa a Cristo como nuestra justicia. Pero eso no es todo. También le puso
un anillo en su mano. Éste es el sello del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos
fue dado como un sello.
Todas las tablas del tabernáculo tenían anillos, pero no eran unidas sólo por
ellos. Necesitaban las barras que unen. Por ejemplo, dos hermanos pueden ser
salvos y tener el sello del Espíritu Santo, pero quizás discutan y actúen siempre
independientemente el uno del otro. Ellos necesitan humildad, mansedumbre y
longanimidad, y soportarse el uno alo otro en amor (Ef. 4:2), lo cual no puede
provenir de su humanidad; más bien, requiere otro tipo de humanidad. En lugar
de traducir “soportándoos los unos a los otros”, una versión tradujo “haciendo
provisión”. Ésta es la razón por la que necesitamos ser diligentes en guardar la
unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Si estos dos hermanos avanzaran de
la primera etapa del Espíritu a la segunda, podrían progresar. No solamente
experimentarían al Espíritu Santo como los anillos de oro, sino que también lo
experimentarían como la barra, como el vínculo que los une. En la primera
etapa el Espíritu Santo era solamente una argolla de oro puro; no tenía la
madera. Pero en la segunda etapa, algo le fue añadido. Ahora no sólo tiene el
oro, sino también la madera de acacia. En vez de un elemento, ahora hay dos.
Por consiguiente, para guardar la unidad, necesitamos la humanidad de Jesús.
EL ESPÍRITU DE JESÚS
Muchos cristianos hablan del Espíritu Santo o del Espíritu de Dios, pero ¿han
oído del Espíritu de Jesús? En toda la Biblia esta frase se usa sólo una vez, y la
versión King James, en inglés, no la tiene. La traducción apropiada de Hechos
16:6-7 es la siguiente: “Atravesaron la región de Frigia y Galacia, habiéndoles
prohibido el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia,
intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”.
Muchos cristianos nunca han oído que el Espíritu de Dios es ahora también el
Espíritu de un hombre. Esto se debe a que el Espíritu hoy no es solamente el
Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús. El nombre Jesús no es un
título divino, sino el nombre de un hombre. Hoy en día el Espíritu no es sólo el
Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesús. El Espíritu de Dios sólo
tiene un elemento, que es la divinidad de la naturaleza divina; pero el Espíritu
de Jesús tiene otro elemento, que es la humanidad de Jesús. En este Espíritu
hay tanto divinidad como humanidad. Este Espíritu es el Espíritu de Dios
porque tiene la divinidad en Él, y Él es el Espíritu de Jesús porque también tiene
la humanidad dentro de Él.
Quiero citarles algunas oraciones del libro El Espíritu de Cristo, escrito por
Andrew Murray. En el capitulo 5, titulado: “El Espíritu del glorificado Jesús”, él
dice: “De Su naturaleza, que había sido glorificada en la resurrección y
ascensión, surgió Su Espíritu como el Espíritu de Su vida humana, la cual fue
glorificada en su unión con la vida divina, a fin de hacernos partícipes de todo lo
que Él personalmente había logrado y adquirido de Sí mismo y de Su vida
glorificada. En virtud de haber perfeccionado en Sí mismo una nueva y santa
naturaleza humana para nosotros, Él ahora podía comunicar lo que antes no
existía: una vida que a la vez es humana y divina. Y el Espíritu Santo pudo
descender como el Espíritu del Dios-hombre: quien es ciertamente el Espíritu
de Dios y, sin embargo, es genuinamente el espíritu del hombre”.
Necesitamos otro ejemplo para estar más claros. Supongamos que hay dos
hermanos que estaban enfermos. Uno de ellos tuvo cáncer hace tres años, y el
Señor lo sanó; el otro casi muere de una enfermedad, pero el Señor lo libró.
Ambos recibieron una sanidad milagrosa de parte del Señor. Pero ¿creen
ustedes que estos dos hermanos puedan algún día ser uno debido a tales
milagros? Me temo que cuanto más ellos hablen de sus milagros, más divididos
estarán. Ellos necesitan invocar: “Oh Señor Jesús, Tú eres tan humilde, tan
manso; Tú eras así cuando estuviste en la tierra y ahora, Señor Jesús, Tú eres
ese hombre en mí. ¡Oh Señor Jesús. Oh Señor Jesús!”. Si estos dos hermanos
aprenden a invocar al Señor de esta manera, espontáneamente serán uno. Esta
experiencia del Espíritu es la barra que los une, la cual está hecha de madera de
acacia, que representa la humanidad de Jesús. Mientras más hablen de sus
milagros, más individualistas serán. Pero cuanto más mastiquen la humanidad
del Señor Jesús, más espontáneamente serán uno con el Señor y con los demás.
Ahora regresamos a las cinco barras que formaban tres líneas a cada lado del
tabernáculo. El número cinco en la Biblia siempre se compone de cuatro más
uno. Si vemos nuestra mano, veremos que tenemos cuatro dedos más un pulgar.
Nunca contamos nuestros dedos como tres más dos, sino que siempre es cuatro
más uno. Si tuviésemos tres dedos y dos pulgares sería un poco raro. Más aún, si
tuviésemos sólo dedos o sólo pulgares, sería peor. La creación de Dios es
maravillosa. ¿Cómo alguien puede decir que no hay Dios? El mejor diseñador no
podría diseñar una mano de esta forma. En la Biblia el número cuatro denota a
las criaturas; hay cuatro seres vivientes en Apocalipsis 4:6, y el número uno
denota al único Dios. Así que, cuatro más uno denota al hombre más Dios.
Antes de ser salvos, no teníamos a Dios; pero ahora que somos regenerados,
somos el hombre más Dios. El número cinco representa al Dios que se añade al
hombre a fin de que tome responsabilidad. Estas cinco barras no sólo están allí
por el aspecto externo, sino que están puestas de tal forma que mantienen las
tablas unidas. Ésa es la responsabilidad de las barras.
Estas cinco barras están distribuidas en tres líneas. Tres significa resurrección.
Así pues, el Señor Jesús resucitó el tercer día. Somos el hombre más Dios, pero
en resurrección; no es en nuestra disposición natural, sino en resurrección. Y no
sólo hay tres hileras de barras, sino que el tabernáculo tiene también tres lados.
Esto representa al Dios Triuno. Así que, tenemos al hombre más Dios en
resurrección junto con las tres personas del Dios Triuno. Es así como somos
uno. Todas las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo estaban unidas de esta
manera. Ya que hoy en día somos dichas tablas, debemos estar totalmente
unidos al tomar la humanidad de Jesús en resurrección con el Dios Triuno.
El factor principal del poder que une en la vida de iglesia es la madera de acacia,
la cual está dentro del oro. La unidad proviene de la humanidad de Jesús, y esta
humanidad hoy se halla en el Espíritu. Cuando tenemos este Espíritu, tenemos
la humanidad de Jesús, la resurrección y el Dios Triuno. Todos estos asuntos
están relacionados con la humanidad de Jesús. Si nosotros simplemente
disfrutamos Su humanidad, tendremos la resurrección más el Dios Triuno.
Pongamos nuestros ojos en el Señor, para que todos estos asuntos sean puestos
en práctica en nuestra vida diaria.
CAPÍTULO ONCE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
Y LOS DONES DADOS AL CUERPO
Los siete capítulos anteriores sobre la ofrenda de harina abarcaron cinco puntos
principales. El primer punto fue acerca del significado de la ofrenda de harina.
Vimos que la ofrenda de harina era un regalo para Dios, que consiste de la
humanidad de Jesús que hemos experimentado, disfrutado y apreciado.
Segundo, la ofrenda de harina constituye una adoración a Dios. Tercero, la
ofrenda de harina constituye el alimento sacerdotal para el sacerdocio. Cuarto,
la ofrenda de harina no sólo constituye la adoración a Dios y el alimento para el
sacerdocio, sino que también produce las tablas derechas, que son la estructura
principal de la morada de Dios. Cuando nosotros los sacerdotes nos
alimentamos de la ofrenda de harina, todos llegamos a ser tablas derechas.
Quinto, la ofrenda de harina forma el tabernáculo en virtud de que une todas las
tablas.
Ahora debemos ver cómo es que los dones son producidos o constituidos.
Cuando Pablo era Saulo de Tarso no era un don; él era un perseguidor, un
enemigo, del Cuerpo. Sin embargo, después que fue salvo, él llegó a ser un don.
Pero la frase llegar a ser no es muy adecuada; es mejor decir que después que él
fue salvo, fue constituido en un don. Él era un rebelde, un enemigo y
perseguidor del Cuerpo, pero fue constituido un apóstol. Ser constituido un
apóstol significa ser conformado o transfigurado con nuevos elementos que nos
han sido añadidos. Si estos elementos no nos son añadidos, no seremos
constituidos de ellos. Pablo era un rebelde, pero el elemento nuevo que le fue
añadido a este rebelde destruyó sus gérmenes rebeldes. Otros elementos
también le fueron añadidos, con los cuales fue edificado como un apóstol.
El punto que debemos ver es que el elemento principal con el que Pablo fue
constituido un apóstol es la humanidad de Jesús. Para probar esto, debemos
leer una mejor traducción de Salmos 68:18: “Subiste a lo alto, tomaste cautivos.
/ Tomaste dones de los hombres, / también de los rebeldes, / para que habite
entre ellos Jah Dios”. Cristo ascendió a lo alto y, habiendo conquistado a todos
Sus enemigos, llevó cautivo un séquito corporativo de enemigos vencidos, que
incluía a Pablo, el apóstol. Entonces, el Señor recibió dones en el hombre y para
el hombre, aun para el hombre rebelde. Él recibió los dones en
Su humanidad para nuestra humanidad rebelde. Así que, en este versículo
vemos dos clases de humanidades: la humanidad de Jesús, por medio de la cual
Él recibió los dones, y nuestra humanidad rebelde, para quienes Él recibió los
dones.
DE REBELDE A APÓSTOL
Creo que todos sabemos cómo Cristo hizo que un rebelde como Saulo de Tarso
fuera un apóstol. Saulo había perseguido a Esteban y a otros en Jerusalén y, no
satisfecho con esto, fue a los sumos sacerdotes y obtuvo autoridad para ir a
Damasco a encarcelar a todos los que invocaban el nombre del Señor. Mientras
Saulo iba de camino, una luz resplandeció del cielo, y él cayó a tierra. El Señor le
preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Cuando Saulo le preguntó
quién era, el Señor le contestó que Él era Jesús a quien él perseguía. Desde ese
momento, algo del Jesús ascendido entró en ese rebelde. Saulo era tan
inteligente y podía verlo todo; pero después que Jesús entro en él, fue cegado.
No podía ver nada. Muchos de nosotros necesitamos ser cegados. Cuando
verdaderamente Jesús entra en nosotros, ya no podemos ver más. Al principio
Saulo era el que guiaba a otros, y ahora otros lo guiaban a él (Hch. 9).
El proceso por el que Saulo fue constituido un apóstol, continúa desde aquel día
hasta llegar al capítulo 13 de Hechos. Jesús hizo de este rebelde un apóstol, y
llegó a ser uno de los apóstoles más notables. Pero no piensen que llegó a ser un
apóstol de la noche a la mañana. Tener la constitución de un apóstol requiere un
periodo largo de tiempo; se requiere un largo proceso para que todos los
elementos del Jesús ascendido le fuesen añadidos a Saulo. Jesús lo hizo un
apóstol, forjando todos Sus propios elementos en él. Jesús ha recibido del Padre
a todas las personas salvas, y todas ellas, incluyendo a Saulo, llegaron
finalmente a ser dones. Cristo recibió estos dones en Su humanidad, y después
dio todos estos salvos a Su Cuerpo para el perfeccionamiento del mismo.
EN EL HOMBRE
Cristo nos recibió del Padre cuando fuimos salvos. Fuimos llamados y escogidos
por Dios en la eternidad, así que le pertenecíamos al Padre. Pero después el
Padre nos dio a Jesús. El Padre dio y el Hijo recibió. Después que el Hijo nos
recibió, nos envió, por ejemplo, a la iglesia en Los Ángeles, donde llegamos a ser
dones para la edificación de la iglesia. Primero fuimos escogidos, predestinados
y llamados por el Padre, y después fuimos dados a Su Hijo Jesús. Finalmente
Jesús nos dio como dones a la iglesia en Los Ángeles. Sin embargo, si todos los
que fueron escogidos, predestinados, llamados y dados serán o no dones
adecuados, depende de que la humanidad de Jesús se haya forjado en ellos y
forme parte de su constitución. El factor determinante es cuánto de la
humanidad de Jesús ha sido forjada en nuestro ser. Así pues, el Señor no nos
recibió en Su divinidad, sino en Su humanidad. Esto es muy significativo.
“JESUSMENTE” HUMANOS
MIEMBROS ÚTILES
Para edificar la iglesia local hoy en día, es menester que las tablas derechas, las
barras que unen y todos los miembros sean los dones apropiados, al tener como
su elemento constitutivo la humanidad de Jesús. No sólo debemos estar
derechos y unidos, sino que además debemos ser útiles. Cada miembro entre
nosotros debe ser útil. Todos somos dones dados al Cuerpo, así que debemos ser
útiles y ejercer nuestra función. ¿Cómo podemos hacer esto? Solamente al estar
constituidos de la humanidad de Jesús.
Hace años no podía hablar de esta manera, debido a que no había recibido esta
luz. No estaba claro, aunque sí tenía cierta experiencia. ¡Alabado sea el Señor,
pues ahora vemos que necesitamos la humanidad de Jesús! En el pasado
pensábamos que si recibiésemos ciertos dones o manifestaciones del bautismo
en el Espíritu Santo, si tuviésemos cierta clase de conocimiento bíblico con el
entrenamiento apropiado, ciertamente seríamos útiles. Y todo esto puede ser
útil; pero finalmente lo que podemos hacer sin la humanidad de Jesús, lo
derribaremos con lo que somos. El hermano Watchman Nee solía decirnos que
algunos hermanos edifican doce pulgadas por lo que hacen y derriban catorce
con lo que son. Esto quiere decir que ellos derriban más de lo que edifican; por
eso es mejor que no hagan nada. Podemos edificar algo con nuestra doctrina y
conocimiento bíblicos, pero hacemos más daño de lo que edificamos debido a
nuestra carencia de la humanidad de Jesús. En la vida de iglesia necesitamos la
humanidad de Jesús mucho más que los dones, mucho más que el llamado
bautismo o el conocimiento de la Biblia.
PERFECCIONAR Y EQUIPAR
Efesios 4:11-12 dice que las personas dotadas no edifican la iglesia directamente
sino indirectamente. “Él mismo dio a unos como apóstoles, a otros como
profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
Cuerpo de Cristo”. Todas las personas dotadas existen para perfeccionar a otros,
a fin de equiparlos para que sean miembros útiles. Perfeccionar y equipar a los
santos es simplemente ayudarles a crecer en vida. Perfeccionar y equipar a los
santos es alimentarlos con la ofrenda de harina, la humanidad de Jesús.
Supongamos que tenemos un bebé normal con todos sus órganos y todos sus
miembros apropiados. Muchos de los miembros del pequeño bebé aún no
funcionan adecuadamente, porque les falta crecimiento y madurez. El bebé
tiene dos pies y dos piernas, pero no puede pararse o caminar porque aún no ha
crecido en vida; así que la madre deberá perfeccionarlo y equiparlo. Ella no lo
hace poniendo sobre él muchos objetos de buena calidad. Si la madre va al
supermercado y compra muchos víveres, y los amontona sobre el bebé, no lo
ayudaría. Sólo hay una manera en que la madre puede perfeccionar al bebé a fin
de que madure; a saber: alimentarlo. Si el bebé recibe el alimento adecuado,
crecerá en vida. Todos sus órganos y miembros se desarrollarán y manifestarán
su función.
EL ALIMENTO APROPIADO
Hoy en día el Señor Jesús está haciendo que ciertos miembros de Su Cuerpo
sean constituidos dones apropiados para el Cuerpo, y lo hace con Su propia
humanidad. Él ha recibido dones en el hombre y en la posición de hombre. Por
lo tanto, la manera más rápida de crecer es alimentarse de la humanidad de
Jesús. No se trata de tener dones o más conocimiento bíblico, aunque tampoco
es mi propósito estar en contra de estas cosas. La manera más rápida en que los
cristianos pueden crecer es alimentándose de la humanidad de Jesús. Cuanto
más mastiquemos a Jesús, más rápido creceremos.
Muchos entre los cristianos actuales son maduros, pero no son maduros en vida.
Son maduros en términos del conocimiento, la enseñanza o los dones, pero en lo
que respecta a la vida, ellos son bebés. No importa qué clase de don tengamos,
es sumamente fácil ser llevados, sacudidos y zarandeados por los vientos de
enseñanza. En la actualidad los cristianos poseen todas estas cosas, pero no son
estables; les es fácil cambiar. Esto se debe a que carecen del crecimiento en vida
apropiado.
No piensen que estoy criticando a los cristianos. Simplemente les presento los
hechos propios del cristianismo actual. En Lucas 24:49 el Señor comparó el
bautismo del Espíritu Santo a una vestidura. Se les dijo a los discípulos que
esperasen hasta que fuesen investidos de poder desde lo alto. ¿Puede alguien
crecer por ser investido? Sabemos que las vestiduras no sirven para crecer, sino
para cubrir. Lo que falta hoy en día es la comida apropiada para los cristianos.
Los dones no nos pueden alimentar, el conocimiento no nos puede alimentar, ni
aun la mejor capacitación nos puede alimentar. Podemos hacer muchas cosas,
pero las ocupaciones no nos pueden alimentar. Es por eso que en la actualidad
muchos cristianos son tan pobres. Ellos tienen la vestidura, el conocimiento y la
capacidad, pero no tienen alimento. El alimento proviene solamente de la
humanidad de Jesús, y la humanidad de Jesús es el alimento principal de los
sacerdotes.
CAPÍTULO DOCE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA QUE LA VIDA FLUYA
Ahora venimos al séptimo punto, que es revelado en Juan 7:37-39: “En el último
y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno
tiene sed, venga a Mí y beba. Él que cree en Mí, como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir
los que creyesen en Él; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había
sido aún glorificado”.
Esta porción de la Palabra guarda una relación muy estrecha con la humanidad
de Jesús. Todos conocemos bien estos versículos; creo que muchos hasta
podemos recitarlos. En estos versículos centramos nuestra atención sobre todo
en el asunto del agua viva; y tenemos claro que el agua viva es simplemente el
Espíritu. Pero tal vez nunca hemos visto que en este pasaje, el Espíritu está muy
relacionado con la humanidad de Jesús. Este Espíritu, quien es el agua viva que
fluye de nosotros, está constituido de la humanidad de Jesús. Sin la humanidad
de Jesús, no podría haber tal Espíritu. El versículo 39 aclara que aún no había el
Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado. Esto comprueba que el
Espíritu está constituido con la humanidad glorificada de Jesús. Debemos
darnos cuenta de que, al llegar a este punto, las Escrituras están hablando de
una humanidad resucitada.
EL ESPÍRITU DE JESÚS
Sin la esencia humana el Espíritu de Dios no podía ser el agua de vida que fluye.
Para que Dios fuese un río fluyente de agua de vida, Él debía ser constituido de
la naturaleza humana de Jesús. Por ejemplo, usted no puede servir té sin agua.
Si desea servir té, debe añadir té al agua. Antes que Jesús resucitara, el Espíritu
de Dios era poderoso, pero no podía ser la vida que fluye en el hombre. Si Él iba
a fluir en el hombre, la naturaleza humana de Jesús debía ser añadida dentro de
Su ser. Si el Espíritu de Dios debía ser la vida que fluye en los ángeles,
posiblemente no necesitaría la humanidad de Jesús. Pero para ser la vida que
fluye al hombre, Él necesita el elemento humano; necesita la naturaleza humana
de Jesús.
Hace dieciocho o veinte años atrás comenzamos a ver este asunto en Juan 7:37-
39. En ese tiempo comenzamos a ministrar según lo que habíamos visto y
experimentado. Sin embargo, siempre vacilaba un poco en decir que el Espíritu
de Jesús contiene no sólo el elemento divino, sino también la esencia humana.
Decir esto no es algo insignificante. Sabíamos que al afirmar que la esencia
humana se hallaba ahora en el Espíritu Santo, algunos nos podían acusar de
enseñar herejías. ¿Cómo puede tener el Espíritu Santo un elemento humano?
Sin embargo, conforme a la luz que habíamos recibido del Señor y a las
experiencias que habíamos tenido en el pasado, vimos que tal afirmación era
absolutamente la verdad. Hoy en día el Espíritu de Jesús contiene el elemento
humano.
Un día, al leer el capítulo 5 del libro El Espíritu de Cristo, por Andrew Murray,
obtuve una fuerte confirmación. Este capítulo ha estado allí por años, pero para
muchos es algo completamente nuevo. Veamos lo que Andrew Murray dice:
Sabemos cómo es que el Hijo, quien había estado con el Padre desde
la eternidad, entró a una nueva etapa de existencia cuando llegó a ser
carne. Cuando regresó al cielo, Él seguía siendo el mismo Unigénito
de Dios; sin embargo, no era del todo igual. Porque ahora como el
Hijo del Hombre, también era el Primogénito de entre los muertos,
vestido de esa humanidad glorificada que Él había perfeccionado y
santificado para Sí mismo. Así pues, cuando fue derramado en
Pentecostés, el Espíritu de Dios era ciertamente algo nuevo. Cuando
fue derramado en Pentecostés, Él vino como el Espíritu del
glorificado Jesús, el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y
exaltado; Aquel que ahora tiene y nos transmite, o comunica, no sólo
la vida de Dios como tal, sino esa vida que había sido entretejida con
la naturaleza humana en la persona de Cristo Jesús.
Cristo no sólo vino para liberar al hombre de la ley y su maldición,
sino que también trajo de nuevo la comunión entre la naturaleza
humana misma y la vida divina, a fin de hacernos participantes de la
naturaleza divina. Él pudo hacer esto, no por el ejercicio del Poder
Divino sobre el hombre, sino solamente en virtud de un desarrollo
humano libre, moral y muy real. Así pues, Él tenía que santificar esa
carne y lo hizo en Su propia persona, haciéndose carne. Luego, de Su
naturaleza, que había sido glorificada mediante la resurrección y
ascensión, surgió Su Espíritu, o sea, el Espíritu de Su vida humana,
que fue glorificada al entrar en una unión con la vida divina, a fin de
hacernos partícipes de todo lo que Él había logrado y adquirido
personalmente de Sí mismo y de Su vida glorificada. En virtud de la
expiación realizada por Cristo, el hombre ahora tenía como nunca
antes el derecho legal y el título de propiedad para participar de la
plenitud del Espíritu divino, y para que habitara en él el Espíritu
mismo. Además, en virtud de haber perfeccionado en Sí mismo una
nueva y santa naturaleza humana para nosotros, Él ahora podía
comunicar lo que antes no existía, a saber, una vida que a la vez es
humana y divina.
Cristo ha entrado en el Lugar Santísimo vestido de nuestra
naturaleza humana, en nuestra carne. En nuestro lugar y por
nosotros, Él como hombre y como Cabeza del hombre fue admitido
allí en la plena gloria del Ser Divino, y Su naturaleza humana vino a
ser el receptáculo e impartidor del Espíritu Divino. El Espíritu Santo
pudo descender como el Espíritu del Dios-hombre, siendo
ciertamente el Espíritu de Dios como verdaderamente el espíritu del
hombre. Él podía venir como el Espíritu del glorificado Jesús a fin de
morar en todos los que creyesen en Jesús, es decir, como el Espíritu
de Su propia vida y Presencia y, al mismo tiempo, el Espíritu de la
vida del creyente. De la manera que en Jesús se efectuó la unión
perfecta de Dios y el hombre, la cual finalmente culminó cuando
Jesús se sentó en el trono y entró a una nueva etapa de existencia, a
una gloria que hasta ese momento no había conocido, así también
ahora mediante la vida y la obra del Espíritu había comenzado una
nueva era. Ahora Él podía venir a testificar de la perfecta unión de lo
divino y lo humano y, al llegar a ser nuestra vida, hacernos partícipes
de ella. Ahora tenemos el Espíritu del glorificado Jesús; Él ha
derramado tal Espíritu; y nosotros le hemos recibido como una
corriente que fluye dentro de nosotros, a través de nosotros y brota
desde nosotros en ríos de bendición.
Debemos procurar conocer esta nueva vida, la vida de la gloria y el
poder divinos que está en la naturaleza humana, de la cual el
Espíritu del glorificado Jesús debe ser el Testigo y Portador.
Tenemos un interés personal muy acentuado por conocer y entender
qué significa que Jesús sea glorificado, que la naturaleza humana
comparte la vida y la gloria de Dios, y por qué aún no había el
Espíritu cuando Jesús no era glorificado. De esto hablaba Jesús
cuando dijo que no tendremos sed jamás y que de nuestro interior
correrían ríos de agua viva. Esto es lo único que satisface la sed de
nuestra alma sedienta y hace de nosotros una fuente que vivifica a
otros: el propio Espíritu Santo que, al morar en nuestro interior, nos
revela la presencia del glorificado Jesús.
DE UNA FORMA MÁS BAJA A UNA MÁS ALTA
Dicho de forma simple y breve, Jesús era el Dios encarnado que se hizo hombre,
y después fue crucificado y resucitado. Mediante Su crucifixión y Su
resurrección Él fue transfigurado de una forma baja a una más alta. Por
ejemplo, supongamos que tenemos una semilla que posee cierta vida. Aunque
su forma es baja, si se siembra la semilla en la tierra, al pasar por la
descomposición y la muerte, crecerá de este nivel bajo a uno más alto (véase 1
Co. 15:37, 42, 43). Antes era una semilla, pero ahora ha llegado a ser una flor. La
forma de la semilla es más baja, mientras que la etapa de la flor es mucho más
alta. Esto mismo sucedió con Jesús cuando estaba en la carne, antes de Su
crucifixión. Mediante Su muerte y Su resurrección, la forma baja que Él había
tomado fue elevada; sin embargo, Su naturaleza permaneció igual. Su esencia y
Su naturaleza eran las mismas, pero Su forma era diferente. Él era carne antes
de la crucifixión y seguía siendo carne aún después de la crucifixión (Lc. 24:39),
pero la forma había cambiado. Él no abandonó Su carne cuando pasó por la
muerte y la resurrección; aún tenía la carne, pero de una forma más alta y
resucitada. Entonces, desde este Jesús resucitado y ascendido vino el Espíritu
de Jesús. Todo lo que está en Jesús y todo cuanto Él ha obtenido y conseguido,
todo está ahora en el Espíritu de Jesús.
Supongamos que tenemos una tetera llena de té de la cual servimos una taza de
té. Obviamente lo que contiene la tetera será exactamente igual al contenido de
la taza. El té que contiene la taza es igual que el que está en la tetera. El Espíritu
de Jesús provino del Jesús resucitado y ascendido, con lo cual entendemos que
hoy en día el Espíritu de Jesús no sólo tiene la esencia divina, sino también la
esencia humana de Jesús; no sólo contiene la divinidad, sino también la
humanidad. Debemos considerar quién es este “Mí” revelado en las palabras de
Jesús: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Este “Mí” no solamente alude a
la Persona divina, sino también a un hombre. Así que, cuando acudimos a Jesús
para beber de Él, acudimos a este Hombre. No sólo bebemos de Su divinidad,
sino más aún de Su humanidad. El té contiene una gran cantidad de agua, pero
no lo llamamos agua sino té.
EL CONCEPTO NATURAL
Me temo que cuando muchos de nosotros venimos a Jesús para beber de Él, aún
pensemos que sólo le bebemos como una Persona divina. Pocos cristianos hoy
en día saben que al beber de Jesús, no sólo beben de una Persona divina, sino
también de un ser humano. Ellos no sólo están bebiendo de la divinidad de
Jesús, sino aún más de Su humanidad.
CRISTIANOS NORMALES
Los jóvenes me han preguntado si los cristianos deben hacer algún ejercicio
físico para estar saludables. Necesitamos ejercicio, pero hacer ejercicio como el
mundo lo hace no está bien. Aun en el asunto del ejercicio corporal necesitamos
la humanidad de Jesús. Algunos jóvenes que buscaban seguir al Señor me
dijeron que ellos nunca podrían hacer ejercicio con los incrédulos; y les dije que
estaban ciento por ciento en lo correcto. No creo que ningún cristiano, que es
uno con el Señor, pueda jugar ciertos juegos o formar parte de ciertos equipos.
Yo hago ejercicios corporales, pero no según mi humanidad natural sino según
la humanidad de Jesús. No es un asunto de si hacemos ejercicios o no; esto es
algo que depende absolutamente de qué clase de humanidad estamos usando. Si
usted ejercita su propia humanidad, está equivocado. Todos debemos ser uno
con Jesús en todo lo que hacemos, tomándolo a Él como nuestra humanidad. Si
no podemos tomar Su humanidad en nuestra línea de conducta, es mejor no
hacer nada. No les estoy diciendo que no seamos seres humanos. Debemos ser
los mejores seres humanos, pero no por nuestra propia humanidad.
Necesitamos la humanidad de Jesús, y esta humanidad se halla en el Espíritu de
Jesús.
Por ejemplo, ser madre es un asunto muy humano. Pero usted no debe ser una
madre que actúa por su propia humanidad, sino por la humanidad de Jesús. Yo
no quiero decir que si antes usted no cuidaba de su familia adecuadamente
como madre, ahora debería ser más humana para cuidar mejor de su familia.
Ésta no es la revelación que recibimos del Señor, sino la cultura de la sociedad
humana. Lo que quiero decir es que usted debe ser una madre según la
humanidad de Jesús. Y todas las esposas necesitan ser una esposa que vive por
la humanidad de Jesús.
La humanidad de Jesús no sólo tiene mucho que ver con la constitución de las
personas dotadas, sino que además produce el fluir de la vida interior que
satisface a otros. No podemos tener este fluir de vida a menos que disfrutemos
de la humanidad de Jesús, al beber del Espíritu de Jesús todo el tiempo.
Debemos tener un verdadero cambio de concepto. Cada vez que oremos
debemos orar con este concepto en mente. Cada vez que estemos bebiendo del
Espíritu, debemos estar bebiendo con este nuevo concepto. No estamos
bebiendo del Espíritu para tener poder, fuerza o hacer milagros, sino que
estamos bebiendo del Espíritu de Jesús para recibir la humanidad de Jesús.
Como dijo Andrew Murray, esto no se logra con el ejercicio del poder divino,
sino con el verdadero desarrollo humano. En nuestra vida humana necesitamos
la humanidad apropiada, y esta humanidad apropiada no es la nuestra, sino la
de Jesús. Su humanidad no es solamente pura, sino que también ha sido
resucitada y elevada. Su humanidad ha sido transfigurada de una etapa más
baja a una más alta. Ahora, en nuestra vida humana, debemos beber de esta
humanidad que es más alta y elevada. Que el Señor nos conceda Su gracia para
que podamos poner todas estas cosas en práctica.
CAPÍTULO TRECE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN LA GUERRA ESPIRITUAL
Lectura bíblica: Gn. 3:15; 1 Jn. 4:2-3; Mt. 4:3-4; 8:29; 2 Co. 10:1-4; 2 Ti. 1:7; 1
Ts. 4:3-4; 1 Co. 6:15, 18-19
LA SIMIENTE DE LA MUJER
En Génesis 1 Dios dijo que le confiaba Su dominio al hombre para que éste
pudiera subyugar la tierra. La palabra subyugarincluye el significado de pelear.
Es imposible subyugar a alguien sin librar cierta clase de lucha. Dios se ha
propuesto que el hombre pelee contra Satanás para así subyugar la tierra
rebelde. Pero sabemos que el hombre fue arruinado por Satanás. Satanás sabía
que el hombre tenía una función estratégica en la guerra espiritual; y por lo
tanto hizo que éste cayera.
¡Alabado sea el Señor por Génesis 3:15! Aquí Dios prometió que Cristo vendría
como la simiente de la mujer. Esta simiente de la mujer es un hombre, pero es
un hombre diferente a cualquier otro. La Biblia dice que Cristo es el segundo
hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre fracasó, y entonces Dios envió al
segundo hombre. Cristo se hizo hombre para pelear la batalla por Dios. Él
participó de sangre y carne para destruir al diablo por medio de la muerte (He.
2:14). Estos versículos revelan que Cristo como un hombre con Su humanidad
peleó contra Satanás.
EL HIJO DE HOMBRE
Ésta es la razón por la que los demonios, al encontrarse con Jesús, clamaban
que Él era el Hijo de Dios. No se atrevían a confesar que Jesús era el Hijo de
Hombre, pues de haberlo hecho, habrían sido derrotados. Sin embargo, el Señor
los hizo callar. Por esto mismo, en 1 Juan 4:2-3 dice que todo espíritu que no
confiese que Jesucristo ha venido en la carne, no es del Espíritu de Dios. Esto
quiere decir que todos debemos confesar que el Señor Jesús vino en la carne. Él
vino en la carne no sólo para redimirnos, sino también para derrotar a Satanás.
Los cristianos hoy en día tienen el concepto equivocado de que, para pelear la
batalla, necesitamos un poder espiritual con algo celestial y divino. Pero
escuchen lo que Pablo dijo en 2 Corintios 10:1: “Mas yo Pablo os ruego por la
mansedumbre y ternura de Cristo”. El ruego de Pablo era la verdadera pelea. La
guerra espiritual entre el enemigo y los santos se lleva a cabo no tanto en el
poder divino como en la humanidad apropiada. En la guerra espiritual se
necesita la humanidad de Jesús. Para luchar la batalla contra el enemigo,
debemos echar mano de la humanidad de Jesús en nuestro andar diario.
Nuestra vida familiar necesita de la humanidad de Jesús. Entre los santos que
conformamos la iglesia se necesita la humanidad de Jesús. En otras palabras, si
nuestra humanidad no es apropiada, será imposible derrotar a Satanás; de
hecho, ya nos habrá derrotado. Mientras no tengamos la humanidad apropiada
y normal, seremos derrotados.
Ahora quiero hablarles en forma más práctica. Y mientras lo hago, alzo mis ojos
al Señor para que nos cubra con Su sangre prevaleciente mientras pongo al
descubierto las tácticas del enemigo. Nosotros somos seres tripartitos, con un
espíritu, un alma y un cuerpo. Bajo la soberanía de Dios, Él mismo trazó una
línea divisoria a fin de preservar el espíritu humano para Su propósito. Sin
embargo, Satanás todavía puede hacer que el espíritu humano quede sumido en
la muerte, por medio de la conciencia. Si nuestra conciencia está contaminada,
nuestro espíritu caerá en la muerte. Si hay alguna contaminación en nuestra
conciencia, no podremos avivar nuestro espíritu. Por tanto, para vivificar
nuestro espíritu, necesitamos una conciencia pura. Por esta razón necesitamos
la purificación de la sangre. La sangre redentora de Cristo limpia nuestra
conciencia a fin de que nuestro espíritu sea vivificado.
Si bien Dios ha puesto una línea divisoria a fin de guardar el espíritu humano
para Su propósito, Satanás ha hecho y hace aún muchas cosas para dañar el
alma y el cuerpo del hombre. Lo único que puede hacerle a nuestro espíritu es
amortecerlo por medio de la conciencia. ¡Alabado sea el Señor que sólo puede
hacer eso! Sin embargo, según la revelación de la Biblia, Satanás tiene libertad
de hacer lo que pueda para dañar nuestra mentalidad (la parte principal del
alma es la mente) y nuestro cuerpo. Ésta es la sutileza del enemigo.
EL BLANCO DE SATANÁS
Hoy en día el blanco principal de Satanás son los jóvenes. Entre los jóvenes
ahora hay más casos de alteraciones mentales como jamás lo hubo antes. A
Satanás no le interesan mucho las generaciones adultas, ya que busca destruir a
la juventud. Los jóvenes han creado muchos conceptos y diferentes clases de
movimientos; pero la fuente de todos estos conceptos y movimientos es Satanás,
quien adoctrina a la generación joven inculcándoles todas estas cosas.
Necesitamos orar contra esta tendencia satánica que hoy se ha generalizado
entre los jóvenes, pues ellos no conocen el riesgo en el que se exponen ni el
peligro que corren. Al considerar cómo ellos han cambiado desde 1965 hasta
ahora, podemos ver cuán grande es la labor que realiza el enemigo. Satanás es
muy sutil. Él inyecta todos sus conceptos e ideas malignas, satánicas y
diabólicas en la mentalidad joven y fresca de la generación joven. Éste es su
blanco primario; él se ha propuesto dañar la mentalidad humana. Por esto la
Biblia habla mucho de tener una mente sobria. ¿Creen que la mentalidad de la
juventud actual es sobria? Yo diría que no es nada saludable; su manera de
pensar es absolutamente alarmante. Todos los hermanos y hermanas jóvenes en
la vida de iglesia deben entender bien que Satanás es la fuente de todos los
daños inferidos a la mentalidad juvenil. Todos los jóvenes en la iglesia deben
repudiar los conceptos que han abrigado en el pasado. No importa qué clase de
conceptos hayan tenido antes de venir a la vida de iglesia; cualquiera que sea,
deben abandonarlo. Temo que sea algo instigado por Satanás para dañar
vuestra mentalidad.
En diversas ocasiones, el Señor Jesús derribó todos los ritos y ordenanzas del
Antiguo Testamento, pero nunca anuló la ley acerca de la fornicación; antes
bien, la reforzó aún más. Cuando los fariseos le hablaron del divorcio, Él les
afirmó que Moisés les había permitido divorciarse por la dureza de sus
corazones; pero que en el principio no fue así (Mt. 19:3-9). El Señor mandó
cumplir los mandamientos acerca de la fornicación mucho más que en los
tiempos del Antiguo Testamento (5:27-28). Esto se debe a que nada daña tanto
nuestra humanidad como la fornicación. Pablo nos dice que cualquier acto que
cometamos está fuera del cuerpo, pero que la fornicación daña nuestro cuerpo
(1 Co. 6:18). ¡Oh, el enemigo es tan sutil! Primeramente, él inyecta muchos
conceptos diabólicos en la mente de los jóvenes, y lo primero que resulta de esto
es la fornicación.
Ahora quiero darles una palabra a los jóvenes. No les expreso mis propias ideas,
sino algo que procede de la Palabra divina. Ustedes, hermanos y hermanas
jóvenes, no deben contraer matrimonio con tanta rapidez, ligereza y facilidad.
Deben saber que el matrimonio es una relación muy santa (He. 13:4) y que
ningún matrimonio debe disolverse (Mt. 19:6, 9). Cualquiera que rompa el
vínculo matrimonial, es sumamente pecaminoso a los ojos de Dios. Deben traer
este asunto ante el Señor con mucha solemnidad, pues una vez que se casen,
nunca deben divorciarse. Nada ofende tanto al Señor como un matrimonio
desacertado, y nada daña más a la humanidad que la fornicación. Esto no sólo
tiene que ver con la moralidad, sino con el deterioro de la humanidad que Dios
creó para Su propósito.
LA HUMANIDAD APROPIADA
Pablo también nos dice que cada uno de nosotros debe saber cómo poseer su
propio vaso en santificación y honor (1 Ts. 4:4). Sabemos que nuestro “vaso”
significa nuestro cuerpo. Todos debemos guardar nuestro cuerpo en
santificación y honor, debido a que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu
Santo y un miembro de Cristo (1 Co. 6:15-16, 18-19). No debemos usar mal
nuestro cuerpo.
CAPÍTULO CATORCE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN EL SERVICIO DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: 1 Ti. 2:8-10; 3:2-3, 8, 11, 14-15; 4:12; 5:1-2; 2 Ti. 4:22
En todos los años que llevo en mi vida y obra cristianas, he visto muchas
personas con gran aptitud, con dones milagrosos y con poder. Pero finalmente
lo que ellos eran y lo que hicieron llegó a ser tal distracción que finalmente dañó
la edificación de la iglesia local. A la larga, la iglesia local sólo puede ser
edificada por personas como las que Pablo describe en este capítulo. Mediante
tales personas la iglesia será gradualmente edificada de una forma sólida. Creo
que muchos de nosotros hemos visto personas de gran aptitud con dones
poderosos y milagrosos; sin embargo, no fueron de beneficio para la edificación
de la iglesia. Eran personas capaces, pero no tenían los requisitos mencionados
por el apóstol Pablo en 1 Timoteo 3. Ellos quizás puedan edificar doce pulgadas
usando sus aptitudes espirituales, pero finalmente derribarán catorce pulgadas
debido a lo que ellos mismos son. Edifican algo con lo que hacen, pero derriban
más de lo que hacen, con lo que son.
Estoy tan contento con el último versículo de estos dos libros: “El Señor esté con
tu espíritu. La gracia sea con vosotros” (2 Ti. 4:22). Si no tuviésemos este
versículo, tendríamos solamente buenas enseñanzas, pero nunca podríamos
cumplirlas. ¿Quién puede ser esta clase de anciano? No hay ni uno así entre
nosotros. Sólo el Señor Jesucristo tiene tal humanidad. ¡Alabado sea el Señor
que Él está en nuestro espíritu! Debemos aprender a volvernos a nuestro
espíritu para recibir la humanidad de Jesús. Él está en nuestro espíritu; y donde
está el Señor Jesús, allí está la gracia. De hecho, Él mismo es la gracia. Todo lo
que necesitamos para la edificación de la iglesia es la humanidad de Jesús.
Necesitamos todas las virtudes de Su humanidad. Yo no puedo ser tal persona,
pero al disfrutar Su humanidad en mi espíritu sí puedo. ¡Esto no es un deber,
sino que es mi disfrute!
DIÁCONOS Y DIACONISAS
También vemos algo acerca de los diáconos y diaconisas en estos dos libros. En
1 Timoteo 3:8 dice: “Los diáconos asimismo deben ser honorables, sin doblez,
no dados a mucho vino, no codiciosos de viles ganancias”. La primera virtud que
deben tener los diáconos es ser honorables. Esto significa que deben ser de
peso; no deben ser frívolos. Todos debemos ser honorables en lo que decimos y
hacemos. Debe haber cierto peso en todo lo que expresemos, y debemos ser sin
doblez. Esto verdaderamente requiere la humanidad de Jesús.
Luego Pablo menciona algo acerca de las esposas o las diaconisas: “Las mujeres
asimismo sean honorables, no calumniadoras, sino moderadas, fieles en todo”
(v. 11). No solamente los hermanos que sirven deben ser honorables, sino
también las hermanas. Ellas deben ser de peso, no calumniadoras. Calumniar es
decir algo de una manera ligera. Nuestras bocas no deben estar cerradas en las
reuniones; ni tampoco deben abrirse demasiado cuando hablemos. Si somos
muy sueltos al hablar, podemos calumniar a otros o hablar de ellos a la ligera. El
Señor Jesús nunca dijo una calumnia; nunca dijo nada con ligereza. Nosotros sí
necesitamos la humanidad de Jesús.
No sólo los diáconos y las diaconisas deben tener estas virtudes, sino también
todos los hermanos y hermanas. Pablo dice: “Quiero, pues, que los hombres
oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda (1 Ti. 2:8).
Cada vez que tenemos ira o contienda, estamos acabados en lo que respecta a la
oración. Cuando dejamos la ira atrás y desechamos toda contienda, entonces
estamos listos para orar; pero no podemos hacer esto por nosotros mismos.
Necesitamos que el Señor Jesús, quien está en nuestro espíritu, sea nuestra
humanidad. Entonces habrá un servicio adecuado en la iglesia.
Esto nos lleva a 1 Timoteo 2:9-10, versículos que son dirigidos a las hermanas:
“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y cordura;
no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con
buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan reverencia a Dios”. Las
hermanas deben ataviarse con ropa apropiada. La palabra griega traducida
“decorosa” significa aquello que se arregla en una forma apropiada y digna,
donde todo está muy bien arreglado. Hoy en día vemos dos extremos. Algunas
mujeres necesitan dos o tres horas para vestirse; ése es un extremo. El otro
extremo es que algunas no se interesan por su apariencia en lo absoluto; se
visten de una manera descuidada, desaliñada. En ambos extremos falta la
humanidad apropiada. Ninguna de estas dos formas de vestirse es apropiada.
Por esta razón, Pablo dice que las mujeres deben ataviarse de ropa decorosa,
con pudor.
Al traducir la palabra pudor, la versión King James usa las palabras “con
vergüenza” lo cual en realidad significa tener un sentido de vergüenza. Las
hermanas necesitan tener tal sentir. Las mujeres en el mundo no tienen el
sentido de vergüenza. Según la creación de Dios y según Su ley natural, las
mujeres deben tener un sentir de vergüenza; Dios las creó de esa manera.
Satanás en su sutileza ha alentado a las mujeres a no tener vergüenza. El mundo
proclama que es una gloria no tener vergüenza. Pero una jovencita sin pudor y
sin un sentido de vergüenza ha perdido toda salvaguardia. Un sentir de
vergüenza es una clase de protección para las jovencitas. Por eso Pablo declara
que las hermanas deben ataviarse con pudor, o sea, con un sentir de vergüenza.
Les digo de nuevo que no les estoy dando regulaciones para la vida de iglesia. Mi
carga es ministrar la humanidad de Jesús en forma real, genuina y apropiada.
No creo que la humanidad de Jesús le permitiera a ninguna hermana vestirse
como hombre, o a un hermano que se arreglara como mujer. El Señor nos dice
en Su Palabra que esto es abominable para Él. No es un pequeño error o una
equivocación, sino una abominación para el Señor. Estamos luchando por el
reino; si perdemos terreno, ¿cómo podríamos pelear la batalla? El enemigo se
reiría de nosotros porque ya estaríamos en sus manos.
MATERIAL SÓLIDO
Todos debemos ser hombres y mujeres sólidos que poseen una humanidad
apropiada. En la Nueva Jerusalén no habrá ni un poquito de barro; todos los
materiales serán piedras preciosas, muy sólidas y fuertes. Ésta es la humanidad
del Señor. Debemos estar sólidamente constituidos de la humanidad del Señor.
No debemos permanecer como barro, sino que debemos ser transformados por
la humanidad del Señor en materiales preciosos para el edificio de Dios. El
elemento transformador en la obra del Espíritu Santo es la humanidad del
Señor Jesús. Si somos livianos y descuidados, y no tenemos conciencia de la
humanidad de Jesús en nuestro andar cotidiano, la vida de iglesia no tendrá una
base sólida y el testimonio del Señor no podrá propagarse. Para mantener la
norma del reino del Señor y poder propagar la iglesia local, todos debemos ser
muy sólidos. Entonces la iglesia será extremadamente fuerte para pelear la
batalla.
El futuro del recobro del Señor hoy en día —si permanece o cae— no depende
tanto de los hermanos y hermanas mayores, sino que depende de los jóvenes.
Cuanto se propague y cuanto prevalezca la vida de iglesia, depende de la clase de
humanidad que manifiesten los jóvenes en la vida de iglesia. Si todos ellos
toman la humanidad de Jesús, puedo asegurarles que un salón de reunión tras
otro serán añadidos a la iglesia local en Los Ángeles. No sólo seremos un fuerte
testimonio a la sociedad humana, sino que también seremos una sólida protesta
contra los principados y potestades en los lugares celestiales. Más aún, quizás
esto no sólo redunde en la extensión de la vida de iglesia en Los Ángeles, sino
también en el rescate de los Estados Unidos. Satanás ha tratado de destruir este
país durante los últimos cinco o seis años, porque sabe que el Señor lo necesita
para Su recobro. Pero estoy persuadido de que el Señor en Su soberanía
preservará este país para recobrar y extender la vida de iglesia por todo el
mundo.
Los jóvenes en la iglesia son muy importantes hoy en día. Es muy importante
para el recobro del Señor la medida en que ellos experimenten la humanidad de
Jesús. La iglesia hoy no necesita enseñanzas; lo que falta es una verdadera
comprensión acerca de la humanidad de Jesús. Así que, por Su gracia, los
jóvenes deben levantarse para satisfacer los requisitos del Señor tomando Su
humanidad. La sutileza diabólica del enemigo está haciendo que la juventud
actual se corrompa. Cada uno de los jóvenes en la iglesia debe ser otra clase de
persona, con una humanidad diferente. No debemos sentir interés por la
corriente de este mundo, sino que debemos aprender a experimentar al Señor
como nuestra propia humanidad. Esto edificará algo sólido sobre la tierra antes
que el Señor regrese.
CAPÍTULO QUINCE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN NUESTRO ANDAR DIARIO
Lectura bíblica: Tit. 2:2-6; Gá. 5:22-23; Fil. 2:15; 4:8; Mt. 5:13-16
Más aún, para servir a Dios en la iglesia de una manera adecuada, necesitamos
la humanidad de Jesús. Pablo, en sus dos epístolas a Timoteo, abarcó tres clases
de servidores. Primero mencionó a los ancianos, esto es, los que vigilan o los
obispos (que son diferentes designaciones para la misma persona). Ellos son los
que toman la delantera en la iglesia. Después se refirió a los diáconos y
diaconisas, que son los hermanos y hermanas que sirven en la iglesia. La
palabra diácono proviene de la palabra griega que significa “uno que sirve”.
Pablo también se dirigió a los siervos del Señor, tales como Timoteo. Por tanto,
hay tres clases de servidores en la iglesia: los ancianos, los diáconos y
diaconisas, y los obreros del Señor. Todos estos servidores necesitan la
humanidad apropiada; esto es básico. De la manera que la madera de acacia era
el elemento por el cual las tablas del tabernáculo permanecían derechas (Éx.
26:15), así también la humanidad de Jesús es el elemento por el cual todas las
cosas espirituales se mantienen firmes. Si estamos en la lucha espiritual o en el
servicio de la iglesia, necesitamos la humanidad apropiada.
Ahora estamos en la iglesia, en la cual no hay tinieblas; todo está bajo la luz y
todo es transparente. No hay nada que nos ponga más al descubierto que la
iglesia. Mientras estamos en las reuniones de la iglesia, estamos bajo los rayos X
celestiales. Nuestra humanidad queda expuesta, para que podamos ver que
necesitamos una humanidad apropiada. No obstante, cuando quedamos
expuestos a la luz celestial, inmediatamente debemos aplicar la sangre.
Necesitamos orar: “Oh Señor, limpia todo mi pasado con Tu sangre. Cúbreme
con Tu sangre”.
BAJO LA SANGRE
LA HUMANIDAD APROPIADA
PARA TODAS LAS EDADES
Estoy tan contento que Pablo mencionó a los ancianos y las ancianas, y a los
varones y mujeres jóvenes; pero éstos no son los ancianos y los diáconos, sino
los hermanos y hermanas mayores en la iglesia. Sin estos versículos, podríamos
pensar que sólo los ancianos y diáconos deben tener la humanidad apropiada, y
que ésta no es necesaria para los demás. Pero lo que Pablo dijo a los ancianos,
también dijo a los hermanos y hermanas. En los capítulos anteriores enfaticé el
hecho de que los jóvenes son las personas claves para el recobro del Señor, pero
en este capítulo vemos que los mayores deben ir delante de los jóvenes. Pablo no
instruye primero a los jóvenes, sino a los mayores. Ellos son los que deben
tomar la delantera en este asunto de la humanidad.
Cuando Pablo escribió estos tres libros, la iglesia se había degradado. Bajo tal
degradación lo que principalmente se necesita no son las enseñanzas o los
dones, sino las virtudes humanas. Creo que el mensaje de estos tres libros
encaja muy bien con la situación actual. Nosotros estamos bajo tanta
degradación. ¿Cuál es la cura apropiada para esta era? ¿Cuál es la dosis
apropiada para esta generación? La respuesta es la humanidad apropiada que
proviene del hombre Jesús. La humanidad apropiada constituye el único poder
curativo para la generación actual. Tengo confianza en que el Señor usará la
iglesia como un remedio contra esta generación torcida y perversa. El remedio
que necesita dicha generación es una iglesia con la humanidad apropiada.
Tengo la plena certeza de que si los jóvenes en la iglesia toman la humanidad de
Jesús, ellos mismos serán el remedio adecuado para esta generación.
En Gálatas 5:22-23 Pablo habla del fruto del Espíritu. El Espíritu aquí se refiere
al Espíritu de la humanidad de Jesús. Pablo no está hablando del fruto del
Espíritu de Dios o el fruto del Espíritu Santo, sino del Espíritu de Jesús, puesto
que todos los puntos mencionados son virtudes humanas. “Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”. Las cosas que se
mencionan en estos versículos no son poderes divinos o milagrosos, sino que
son características propias de la humanidad, mas no de la nuestra. Estas cosas
provienen únicamente de la humanidad de Jesús.
Supongamos que tenemos a dos hermanos ante nosotros. Uno de ellos tiene un
don maravilloso de sanidad, mientras que el otro toma la humanidad de Jesús a
fin de ser apacible, manso, gozoso y rebosar de dominio propio y longanimidad.
¿Cuál de estos dos hermanos preferiría usted? Me temo que muchos cristianos
prestarían poca atención al hermano cuya humanidad es apropiada. Todos
admiraríamos al que tiene el don de sanidad, y hasta le haríamos propaganda en
los periódicos. Nunca he visto un anuncio en el periódico diciendo que un
hermano exhibe una humanidad apropiada.
Pablo no dijo que el fruto del Espíritu es sanidad divina. La sanidad es algo que
se efectúa externamente, pero ser apacible, manso y tener dominio propio son
parte de uno mismo, parte de nuestro ser. Nuestro ser es mucho más
importante que nuestro hacer. Hudson Taylor, el fundador de la Misión al
Interior de China, dijo una vez que Dios presta más atención a lo que somos que
a lo que hacemos. Pero muchos cristianos prestan mucha más atención a lo que
la gente hace, y no a lo que son.
LA SAL DE LA TIERRA
Y LA LUZ DEL MUNDO
El Señor Jesús nos dijo en Mateo 5 que somos la sal de la tierra y la luz del
mundo. La función de la sal es matar los elementos que corrompen las cosas a
fin de preservarlas. En el mundo actual hay mucha corrupción; dondequiera que
uno vaya hay gérmenes de corrupción. ¡Cuánto necesitamos la sal! Y el elemento
básico de la sal no es otra cosa que la humanidad de Jesús. La humanidad de
Jesús manifestada en nuestro andar cotidiano es la sal celestial. Mientras más
vivamos por la humanidad de Jesús, más salados seremos. Esta humanidad
tiene el poder para matar todos los gérmenes de corrupción. Cuanto más
apliquemos la humanidad de Jesús y cuanto más la experimentemos y vivamos
por ella, más seremos la sal para esta generación corrupta y que corrompe. Con
esto podemos ver la responsabilidad que tenemos. No basta con gritar: “¡Jesús
es el Señor!”, sino que debemos ser la sal con el poder de salar. Todos
necesitamos una verdadera transformación, la cual experimentamos al aplicar la
humanidad de Jesús a nuestra vida cotidiana.
Más aún, el problema actual no sólo tiene que ver con la corrupción, sino
también con las tinieblas. ¡Cuántas tinieblas hay hoy en día! Yo no me atrevo a
leer los periódicos. Toda la situación está en tinieblas. Pero ¡aleluya que la
iglesia es un candelero y que nosotros estamos en la luz! Sin embargo, podemos
estar en la luz sólo si tomamos la humanidad de Jesús.
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA EL RECOBRO DEL SEÑOR
LA SITUACIÓN ACTUAL
VEINTIÚN PUNTOS
En estos versículos hay exactamente veintiún puntos. El primero de ellos son los
amadores de sí mismos. Creo que todos ya sabemos que la humanidad es un
asunto de amor. Los seres humanos no son máquinas, sino seres que aman. Si
no hubiese amor, la humanidad desaparecería. Supongamos que todos los
miembros de una familia no se aman. ¿Qué clase de familia sería esa? Así pues,
el primer aspecto de la humanidad es el amor. Pero el amor se debe practicar de
una forma apropiada; si se practica equivocadamente, el amor llega a ser
sumamente peligroso. Sin embargo, el empleo adecuado del amor requiere de la
humanidad apropiada. Por consiguiente, la primera causa de la corrupción de la
sociedad es disponer mal del amor. Pablo nos dice que los hombres serán
amadores de sí mismos.
El segundo punto se relaciona con los amadores del dinero. No creo que antes el
dinero haya sido tan atractivo como en nuestros días. El tercer punto se
relaciona con los vanagloriosos. ¡Cómo se jactan los jóvenes hoy en día! El
cuarto punto se relaciona con los soberbios. No sólo son orgullosos, sino
arrogantes. El quinto punto se relaciona con los injuriadores. Vemos mucho de
esto en nuestros días. El sexto punto se relaciona con los que desobedecen a sus
padres. Esto es muy prevaleciente en la actualidad. Parece que la ética humana
ha cambiado, pues algunos hasta dicen que es bueno ser desobedientes a los
padres. Esto viene directamente del diablo. Toda desobediencia proviene de
Satanás, el rebelde; él es la fuente de toda rebelión.
El séptimo punto se relaciona con las personas ingratas. La tendencia hoy en día
es que las personas son malagradecidas, esto es, son malagradecidas con sus
padres, con sus abuelos, con sus hermanos y hermanas, y hasta con el país. Éste
es un cuadro real de la generación actual. Y la presente generación sólo siega lo
que sembró la generación anterior. El octavo punto se relaciona con los impíos.
La gente hoy en día simplemente aborrece ser santa. El noveno punto es que la
gente no tiene afecto natural. Hoy en día son muchos los que no tienen afecto
natural y hasta se jactan de ello.
El décimo punto atañe a los que son implacables. Esto quiere decir que ellos no
quieren hacer la paz con otros. No les gusta perdonar a otros, ni les gusta
reconciliarse con otros. Cuanto más problemas puedan causar, mejor se sienten.
Cuanto más agitación y más tumultos hayan, más contentos están. Ésta es una
profecía que se cumplió al final de primer siglo y que también se cumplirá al
final de esta era. En la Biblia las profecías siempre tienen un cumplimiento
doble: uno es en el tiempo presente y el otro en el futuro. Creo que lo que
estamos viendo hoy en día es parte de este cumplimiento. A la gente
simplemente no le gusta hacer la paz. Hablan de hacer la paz, pero actúan en
forma contraria.
El undécimo punto se refiere a los calumniadores. Esta gente siempre critica los
buenos informes que oye acerca de otros, pero propaga los malos.
Continuamente levantan toda clase de informes falsos. El duodécimo punto es
ser intemperante. Hoy en día muchos han desechado toda restricción. El
decimotercero punto se relaciona con los salvajes. Ellos son como las bestias
salvajes; no sólo son feroces, sino también salvajes. El decimocuarto punto se
refiere a los que aborrecen el bien. En el mundo actual la gente maligna y
diabólica enseña a otros a aborrecer todo lo bueno. En vez de ser amadores del
bien, son aborrecedores del bien. El decimoquinto punto se relaciona con los
traidores; ellos siempre están traicionando a los demás. El decimosexto atañe a
los impetuosos. El decimoséptimo se refiere a los que están cegados por el
orgullo; el decimoctavo son los amadores de los deleites, y el decimonoveno
atañe a los que no aman a Dios.
Los últimos dos puntos se pueden ver en la frase “tendrán apariencia de piedad,
pero negarán la eficacia de ella”. El vigésimo es la apariencia de piedad. Esto se
puede referir a los que van a la iglesia los domingos. Aunque podemos decir que
ellos tienen apariencia de piedad, niegan el poder de la misma, que es el punto
veintiuno. ¿Cuál es el poder de la piedad? Es Jesucristo. Muchos cristianos
tienen la forma de la piedad, pero no les interesa nada de Cristo. Tienen una
apariencia religiosa, pero no tienen a Cristo.
Casi todos los veintiún puntos se relacionan con las virtudes humanas. Debemos
amar de una manera apropiada. Debemos estar bien con Dios, con nuestros
padres y con otros, e incluso con nosotros mismos. Son muchos los que en estos
días no están bien consigo mismos. Ellos están mal con Dios, con sus padres,
con otros y aun consigo mismos. En cierto sentido, no son humanos; no tienen
la humanidad apropiada. Su humanidad ha sido arruinada hasta lo sumo.
El Señor está haciendo una obra de recobro, en la cual Él necesita un pueblo que
conozca y se apropie de Su humanidad. En medio de la degradación de las
iglesias y la corrupción de la sociedad, nosotros estamos aquí para el recobro del
Señor. Pero para esto necesitamos una humanidad fuerte y apropiada; no es
suficiente sólo exclamar: “¡Aleluya!” o “¡Jesús es el Señor!”. No es suficiente
hacer sanidades divinas o tener lo que llaman el poder de lo alto. Debemos
mostrar a esta generación y aun a todo el universo, incluyendo al diablo y todos
sus demonios, que estamos tomando la humanidad apropiada para cumplir el
propósito de Dios. Debemos declarar y aun proclamar a este universo que
estamos aquí como hombres genuinos; estamos aquí como un hombre
corporativo que toma a Jesús como su humanidad. Esto aterrorizará al enemigo.
El tentador vino al Señor Jesús y le dijo: “Si eres Hijo de Dios...”. Pero el Señor
Jesús le contestó refiriéndose a Sí mismo como un hombre (Mt. 4:3-4). Eso
aterrorizó al enemigo. Debemos ser “Jesusmente” humanos. Cada miembro de
la iglesia en el recobro del Señor debe ser un hombre apropiado, aun un hombre
de “acacia”. Esto será un testimonio fuerte y esto cerrará la boca del enemigo.
Sé que muchos están esperando el momento para criticar a las iglesias locales.
Cada vez que ellos se equivocan, lo justifican; pero si nosotros nos equivocamos
en cualquier cosa, lo divulgan a todos. Sólo hay una manera de cerrarles la boca,
y ésta consiste en expresar la humanidad de Jesús. Su conciencia tendrá que
estar de acuerdo con la humanidad apropiada. Muchos de los que se oponen
están esperando que la iglesia fracase. Ellos esperan que cometamos una falla,
lo cual es realmente un sufrimiento para nosotros. Muchos de nosotros jamás
han tenido tanta oposición ni tanta crítica como cuando vinieron a la iglesia
local. Estar en la iglesia local equivale a recibir muchas críticas del cristianismo.
Sin embargo, esto en realidad no es sólo criticas; más bien, es algo del campo de
batalla. Pero sin tener la humanidad apropiada del Señor Jesús, nosotros no
podemos pelear la batalla. La humanidad apropiada que es para el recobro del
Señor ciertamente cerrará las bocas opositoras que nos critican.
EL CAMINO APROPIADO
El tercer punto es la vida del Cuerpo. Pablo no dijo que debíamos invocar al
Señor a solas, sino que lo hiciésemos “con los que” (2:22). Ésta es una vida
corporativa. Disfrutamos la humanidad del Señor con aquellos que de corazón
puro invocan al Señor. En cuarto lugar, Pablo nos dice que debemos ejercitar
nuestro espíritu. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de cordura” (1:7). El quinto punto es que tenemos una Persona
maravillosa en nuestro espíritu: “El Señor esté con tu espíritu” (4:22).
Tenemos que practicar estos cinco puntos: invocar al Señor, inhalar las
Escrituras, tener la vida del Cuerpo, ejercitar nuestro espíritu y hacer real el
hecho de que el Señor Jesús está en nuestro espíritu. Esto nos revela el concepto
que tenía el apóstol Pablo. ¿Cómo podemos disfrutar de la humanidad de Jesús?
Simplemente por medio de estas cinco cosas. Debemos invocar al Señor,
debemos inhalar la Palabra y debemos hacer todo esto en el principio del
Cuerpo, en la vida de iglesia. Para esto contamos con un factor que fortalece
nuestro espíritu, a saber: el Señor Jesús, quien es la verdadera humanidad, está
en nuestro espíritu. Simplemente disfrutamos de Su humanidad al ejercitar
nuestro espíritu para invocarlo a Él e inhalar la Palabra de forma corporativa.
Debemos orar por la situación del recobro del Señor a fin de que todos los
hermanos y hermanas en las iglesias locales puedan tener el disfrute pleno de la
humanidad de Jesús. Entonces seremos las tablas de acacia, derechas y firmes
en contra de la corriente de esta era maligna. Éste será un testimonio fuerte, y
esto introducirá el recobro de la vida de iglesia local en todas las ciudades
principales.
CAPÍTULO DIECISIETE
LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA PARA EL REINO DE DIOS
Lectura bíblica: Gn. 1:26, 28; Ez. 1:26; Dn. 7:13-14; Mt. 19:28; Jn. 5:27; Ro.
14:17; 1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:3-5; Ap. 20:4
IMAGEN Y POTESTAD
La imagen tiene que ver con la expresión. Dios creó al hombre a Su propia
imagen para que éste le expresara. La imagen de Dios es para la expresión de
Dios. Pero el hombre también fue creado para que ejerciera potestad sobre toda
la tierra, lo cual alude al reino. La palabra sobre se usa cinco veces en Génesis
1:26: una vez con respecto a los seres vivientes en el aire y tres veces con
respecto a los seres vivientes en la tierra. Además, se menciona especialmente
que el hombre debe ejercer potestad sobre todo lo que se arrastra. Satanás, que
es llamado la serpiente antigua, es la cabeza de todo lo que se arrastra; por
tanto, esto indica que el hombre debe tener potestad sobre Satanás, el rebelde.
La intención de Dios es que el hombre controle la tierra.
Luego, en Génesis 1:28, el Señor dice que el hombre debe someter o conquistar
la tierra. Si no hubiese rebelión alguna sobre la tierra, no habría necesidad de
someterla; pero debido a la rebelión de Satanás, existe la necesidad de someter
la tierra. Dios no hará esto por Sí mismo, aunque puede hacerlo; si Él tratara
con una criatura rebelde, degradaría Su posición como Creador. Por lo tanto,
Dios necesita que otra criatura, un hombre, someta a la criatura rebelde. Esto
tiene que ver con el reino de Dios.
Leamos Ezequiel 1:26: “Sobre la bóveda que estaba sobre sus cabezas se veía la
figura de un trono que parecía de piedra de zafiro, y sobre la figura del trono
había una semejanza, como de hombre sentado en él”. Ezequiel vio la visión de
un trono en el firmamento claro, y sobre el trono había uno sentado que tenía la
semejanza del hijo de hombre. Nosotros diríamos que Dios debería estar
sentado en el trono, pero ¡Ezequiel vio a un hombre! En este libro, el Señor
llamó a Ezequiel hijo de hombre noventa y tres veces. El pensamiento completo
de este libro en cuanto a la visión divina de Dios, está totalmente enfocado en el
hombre. Dios necesita un hombre. Nuestro concepto es que en el trono de todo
el universo está Dios, pero aquí este versículo nos dice que el que está sentado
en el trono es un hombre.
Dios nunca establecería un reino por Sí mismo; Él sabe lo que Satanás diría si lo
hiciese. Por lo tanto, Dios creó al hombre y dejó a este hombre en un huerto sin
valla. Dios hizo esto a propósito, de modo que Satanás pudiera usar cualquier
medio de su elección para que intentara frustrar el plan de Dios. Y después que
Satanás dañó al hombre, la sabiduría de Dios se manifestó aún más. Dios había
creado a un hombre bueno y perfecto, pero éste fue dañado por Satanás, quien
le hizo rebelde y pecador. Sin embargo, Dios planeaba regenerar al hombre y así
haría un nuevo hombre. De toda la destrucción causada por Satanás, Dios
edificaría algo nuevo. ¡Alabado sea el Señor que Dios lo hizo!
Mi carga es que el velo sea quitado, a fin de que podamos conocer el propósito
final de Dios. Él no se propone meramente que todos podamos ir al cielo; Su
máximo propósito consiste en edificar un reino en la tierra con Su humanidad.
No piensen que yo era una buena persona antes de ser salvo, pues ciertamente
no lo era. Sin embargo, estoy aquí ministrándoles algo de Cristo a todos ustedes.
Esto es una gloria para el Señor y una vergüenza para Satanás. Todo lo que
Satanás puede decir es que este hombre insignificante que él había dañado,
ahora está ministrando a Cristo.
Este mismo principio se aplica a todos nosotros. Algunos de los jóvenes que
conforman la iglesia anteriormente eran “hippies”. Sólo el Señor sabe qué clase
de vida llevaban. El hecho de que todos estos “ex-hippies” tomen la humanidad
del Señor para tener una vida humana apropiada, es la mayor vergüenza para
Satanás. Satanás tendrá que decir: “Cinco años atrás dañé muchísimo a estos
jóvenes, pero hoy en día tienen una humanidad tan apropiada. No tengo base
alguna para quedarme en Los Ángeles”. Éste es el reino de Dios.
Para que Dios tenga un reino en la tierra entre la generación joven, es necesario
que un grupo de personas sean redimidas y regeneradas a fin de que puedan
tomar la humanidad de Jesús. Por medio de esta humanidad, ellos serán
equilibrados en todo. Por ejemplo, no hace mucho estaban de moda las corbatas
estrechas, pero ahora están más anchas que nunca. Se asemejan a un gran
abanico. ¿No creen que esto es extremo? Claro que las regulaciones externas no
son efectivas; pero si tomamos la humanidad de Jesús, yo creo que no caeremos
en los extremos. Si tomamos la humanidad del Señor, nunca dejaremos de ser
equilibrados. Debemos estar sujetos al gobierno celestial de Dios. Si nos
sometemos a este gobierno, aun nuestras corbatas manifestarán nuestra
cordura. Nuestros zapatos y nuestra manera de vestir les darán a otros la
impresión de que somos personas absolutamente normales, sanas y sensatas.
Somos sensatos y equilibrados, y todo tiene una proporción apropiada. Sabemos
qué clase de zapatos debemos ponernos; aun sabemos cuánto debemos gastar al
ir a comprar zapatos. Seremos muy equilibrados, muy moderados, muy sensatos
y muy sanos. Debemos ser capaces de declarar esto a todo el universo. Todos los
demonios conocen mucho mejor que nosotros cuál es la verdadera situación. Si
hacemos tal declaración, ellos tal vez critiquen nuestro cabello. Nuestro cabello
puede ser un indicio de que no somos tan sensatos. Es posible que nos señalen
el par de zapatos que compramos la semana pasada. Podemos decir que somos
equilibrados, pero tal vez no lo seamos; y sólo estemos siguiendo la tendencia
moderna de esta generación maligna, pues cuando ellos usan algo raro, nosotros
también lo hacemos. Sólo la gente desequilibrada hace esto. A esto se debe que
haya tantos casos de trastornos mentales. Sin embargo, nosotros estamos bajo
la cubierta de la sangre prevaleciente del Señor. Por Su gracia vencedora
podemos declararle a Satanás con toda confianza que nosotros no somos uno de
esos casos mentales y que somos moderados en todo. Sin embargo, esto no se
debe a nosotros mismos, sino que se debe a la humanidad de Jesús. Sólo
disfrutamos Su humanidad en nuestro andar cotidiano.
Todas estas virtudes nos muestran que para participar en el reino de Dios
necesitamos las virtudes humanas apropiadas, y para tener estas virtudes
humanas apropiadas, necesitamos la humanidad de Jesús. Cuando tengamos
esta humanidad no sólo estaremos en el reino de Dios, sino que seremos el reino
de Dios. La iglesia en Los Ángeles es el reino de Dios en Los Ángeles. Satanás ha
estado engañando a la iglesia por muchas generaciones, y lo hace alejando a los
cristianos de los asuntos espirituales, o haciéndoles que centren su atención sólo
en el aspecto divino de los asuntos espirituales, descuidando así su propia
humanidad. Pero el Señor está recobrando la humanidad de Jesús. Éste es otro
elemento que el Señor ha recobrado a fin de fortalecer el recobro de la vida de
iglesia. Sin la humanidad apropiada, es imposible tener una vida de iglesia local
apropiada.
En todas las iglesias locales, la gente debe ver la gloria de Dios expresada en los
seres humanos. La manera en que éstos se comportan, se visten, se relacionan
entre ellos, y cómo se conducen en su vida familiar y en su andar cotidiano, todo
ello debe ser verdaderamente humano y a la vez manifestar la gloria de Dios.
Ésta es la vida apropiada de iglesia.
CAPÍTULO DIECIOCHO
EXPERIMENTAR A CRISTO
COMO NUESTRA OFRENDA DE PAZ
Lectura bíblica: Lv. 3:1-17; 7:11-21, 29-34; Nm. 10:10; Dt. 27:7; Col. 1:20-22a;
Ro. 5:1; Lc. 15:23
¿Cómo podemos ser uno con el Señor? ¿Es éste un asunto de posición o es
posible ser uno con Él en realidad? Si es así, ¿cómo podríamos ser uno con Él?
¿Cómo podemos poner nuestras manos sobre Cristo, sobre el presente que
ofrecemos a Dios? La manera es mediante el ejercicio del espíritu. Poner
nuestras manos en la ofrenda, que es Cristo, es una figura, y ejercitar nuestro
espíritu hoy es el cumplimiento de tal figura. El ejercicio de nuestro espíritu
verdaderamente nos hace uno con Cristo. Cuando presentamos a Cristo delante
de Dios como la ofrenda de paz, debemos ejercitar nuestro espíritu para
declarar que somos uno con Cristo. Así que no es simplemente un asunto de
posición, sino que también es un asunto práctico. En realidad somos uno con
Cristo en nuestro espíritu: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él” (1
Co. 6:17). Así que, cuando venimos a la Tienda de Reunión y le ofrecemos a Dios
a Cristo como una clase de regalo, necesitamos ejercitar nuestro espíritu a fin de
ser uno con Él. Éste es el primer punto acerca de la ofrenda de paz.
El cuarto punto acerca de la ofrenda de paz es que estaba edificada sobre los
sacrificios previos. “Los hijos de Aarón harán arder todo esto en el altar, sobre el
holocausto que estará sobre la leña que habrá encima del fuego. Es una ofrenda
de olor grato para Jehová [...] Si se ofrece en acción de gracias, se ofrecerá,
además del sacrificio de acción de gracias, tortas sin levadura amasadas con
aceite, hojaldres sin levadura untadas con aceite, y flor de harina frita en tortas
amasadas con aceite. Con tortas de pan leudado presentará su ofrenda en el
sacrificio de acción de gracias y de paz” (Lv. 3:5; 7:12-13).
El quinto punto es que la ofrenda de paz se caracteriza por el gozo: “En vuestros
días de alegría, como en vuestras solemnidades y principios de mes, tocaréis las
trompetas sobre vuestros holocaustos y sobre los sacrificios de paz, y os servirán
de memorial delante de vuestro Dios. Yo, Jehová, vuestro Dios”. “Sacrificarás
ofrendas de paz, comerás allí y te alegrarás delante de Jehová, tu Dios” (Nm.
10:10; Dt. 27:7). La ofrenda de paz denota gozo y fiesta. Difiere un poco del
holocausto y la ofrenda de harina, ya que es totalmente un asunto de alegría y de
banquete.
Dios mismo
La segunda entidad que disfruta la ofrenda de paz es el sacerdote que sirve, que
es el que rocía la sangre y ofrece la grosura a Dios. El sacerdote que sirve
disfruta de la espaldilla anterior derecha (la pierna derecha) y de las tortas de la
ofrenda de harina, una de cada clase. A estas porciones se les llamaba la ofrenda
elevada, que representa al Cristo ascendido. La palabra elevarsignifica ascender.
El Cristo ascendido es la ofrenda elevada, y éste es el disfrute más alto que
podemos tener de Cristo. El sacerdote que sirve disfruta a Cristo en estas
porciones como Aquel que ha ascendido.
El sacerdocio
El oferente
Hay también una quinta entidad. Todos aquellos de entre el pueblo de Dios que
estaban limpios, también tenían derecho a disfrutar la ofrenda de paz. “La
persona que, estando impura, coma la carne del sacrificio de paz, el cual es de
Jehová, será eliminada de su pueblo. Además, la persona que toque alguna cosa
inmunda, ya sea inmundicia de hombre, o animal inmundo o cualquier
abominación inmunda, y coma la carne del sacrificio de paz, el cual es de
Jehová, esa persona será eliminada de su pueblo” (Lv. 7:20-21). Todos los
limpios de entre el pueblo de Dios tienen derecho a disfrutar la ofrenda de paz.
Esta ofrenda es Cristo en la reunión de la mesa del Señor. En la mesa del Señor,
Cristo es nuestra ofrenda de paz.
Venir a la mesa del Señor es declarar a todo el universo que tenemos paz con
Dios. También es una declaración de que tenemos paz con todos los santos. Si
no tengo paz con cierto hermano, difícilmente podré venir a la reunión de la
mesa en una manera genuina. Tomar la mesa del Señor es declarar que tenemos
paz con Dios y unos con otros. Tenemos paz con todo el sacerdocio y también
tenemos paz con nosotros mismos. Tenemos paz con todos los santos, así que
estamos en una fiesta disfrutando a Cristo como nuestra ofrenda de paz. Aquí
hay una porción para Dios, otra para los que sirven, otra para los sacerdotes, y
también hay una gran porción para el oferente y hay una porción para todos los
santos. Ésta es nuestra verdadera comunión. Nuestra comunión es simplemente
Cristo como la ofrenda de paz, quien es el disfrute de Dios, de los que sirven, de
los sacerdotes, así como nuestro disfrute y el disfrute de todos los santos.
TOCAR LA TROMPETA
No creo que muchos cristianos hayan comprendido hasta este punto lo que
significa la mesa del Señor. Todos debemos entender que la mesa del Señor es
una fiesta en donde Cristo es la ofrenda de paz que disfrutan todas estas cinco
entidades: Dios está aquí, los servidores están aquí, los sacerdotes están aquí y
los oferentes junto con todos los hijos de Dios también están aquí. Al
congregarnos todas las cinco entidades, no nos sentamos pasivamente, sino que
tocamos la trompeta y proclamamos al universo: “¡Qué Cristo tenemos!”. Él es
nuestra paz, no sólo objetivamente sino como nuestro disfrute. Estamos
disfrutando la paz, y esta paz es Cristo.
Cristo como la ofrenda de paz no es semejante al maná que fue enviado desde
los cielos; más bien, ésta es una ofrenda que debemos traer a la Tienda de
Reunión. Lo que traemos a la reunión es el Cristo que hemos experimentado
como holocausto y como ofrenda de harina. Después que experimentemos a
Cristo así, tendremos algo de Él que podemos traer a la reunión y presentarlo a
Dios como la ofrenda de paz para el disfrute mutuo de las cinco entidades. Es así
como ofrecemos y disfrutamos la ofrenda de paz, lo cual es un cuadro completo
de la mesa del Señor.
LA PORCIÓN DE DIOS
Los servidores disfrutan la espaldilla derecha, que sería la pierna derecha. Esto
quiere decir que cuanto más servimos en este camino, más fuerza tenemos para
andar como Cristo anda. Él simplemente se convierte en la pierna derecha con
la cual se anda. Los que sirven también tienen derecho a tomar una torta de
cada clase. La pierna derecha y todas las tortas constituyen la ofrenda elevada,
la cual representa a Cristo en Su ascensión. La pierna, como ya hemos señalado,
denota la fuerza para andar, y las diferentes clases de tortas significan el rico
nutrimento y la satisfacción. En la próxima reunión de la mesa del Señor
algunos de ustedes servirán en la reunión y mientras sirven se darán cuenta de
que ustedes disfrutan a Cristo en Su ascensión. Cristo es la fuerza que les
permite andar, su rico nutrimento y su plena satisfacción.
El pecho, que es la fuerza que nos abraza en amor, se daba a los sacerdotes.
Todos los sacerdotes tienen derecho a disfrutar el amor del Cristo que nos
abraza en resurrección.
LOS IMPUROS
Además de estas cinco entidades, hay otra más, a saber: los que eran eliminados
de entre su pueblo. “La persona que, estando impura, coma la carne del
sacrificio de paz, el cual es de Jehová, será eliminada de su pueblo” (Lv. 7:20).
Los impuros eran eliminados. El cumplimiento de esto se ve en 1 Corintios 5:9-
11: “Os he escrito por carta, que no os mezcléis con los fornicarios; no
absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros y los que
viven de rapiña, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del
mundo. Pero ahora os he escrito que no os mezcléis con ninguno que,
llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o
borracho, o viva de rapiña; con el tal ni aun comáis”.
CAPÍTULO DIECINUEVE
LA OFRENDA DE PAZ
Y LA MESA DEL SEÑOR
Lectura bíblica: Lv. 7:14-21, 29-34; 1 Co. 10:16-18, 21; 5:11-13
Al leer detalladamente 1 Corintios 10, vemos que la intención del apóstol Pablo
era mostrarnos que el altar de los tiempos antiguos era un tipo de la mesa del
Señor en los tiempos neotestamentarios. El pueblo de Israel tenía el altar, y hoy
en día tenemos la mesa. Ellos tenían comunión alrededor del altar, y nosotros
tenemos comunión alrededor de la mesa. Nuestra mesa es el altar, y el altar de
ellos era la mesa. Según la tipología del altar, vemos claramente que la sangre
era rociada alrededor de los cuatro lados del altar. Mientras ellos disfrutaban lo
que había sobre el altar, podían ver la sangre rociada desde cualquier lado.
Hoy en día el principio es el mismo. Cada vez que venimos a nuestro altar, que
es la mesa del Señor, para disfrutar y participar del Señor, debemos darnos
cuenta de que necesitamos que Su sangre sea rociada. Muchas veces los santos
me han preguntado por qué cuando alabo al Señor en Su mesa, siempre
menciono la sangre. Me han hecho esta pregunta no sólo en este país, sino
también en otros. Si ustedes me hiciesen la misma pregunta, entonces
entenderé que ustedes no se han dado cuenta de cuánto necesitamos que la
sangre nos limpie. No hay duda que ya hemos sido limpiados, pero necesitamos
ser lavados todo el tiempo. Aún estamos en la carne, y nuestra carne es caída.
No importa cuán buena, amable, pura o limpia consideren que es su carne, sigue
siendo inmunda y caída. Aun si no estamos conscientes de que somos
inmundos, la carne sigue siendo inmunda. Ninguna carne puede ser justificada
por el Dios santo. Por lo tanto, cada vez que venimos a tener contacto con el
Señor, necesitamos la sangre que nos limpia.
Algunos dirán que han sido victoriosos por muchos meses y que en todo este
tiempo no se han enojado ni una sola vez; por lo cual ellos pueden pensar que
están muy limpios y puros. Pero no importa qué tan buenos pensemos que
somos; todos necesitamos que la sangre nos limpie a fin de poder disfrutar a
Cristo. Por consiguiente, cada vez que venimos a la mesa del Señor, necesitamos
aplicar la sangre. Venir a la mesa del Señor es completamente diferente de
cuando tomamos una mesa en un restaurante. Lo que se pone sobre la mesa de
un restaurante son cosas comunes, pero lo que se pone sobre la mesa del Señor
son cosas santas. Por otro lado, nosotros somos muy sucios. A fin de tener
contacto con estas cosas santas, necesitamos que la sangre nos limpie. Cada vez
que venimos a la mesa del Señor, debemos aplicar la sangre limpiadora para
poder disfrutar al Señor.
LA DIFERENCIA EN EL APRECIO
Otro punto sobre la ofrenda de paz es que hay diferencias en el aprecio que
sentimos por el Señor. Esto se ve en los diferentes tamaños de las ofrendas.
Algunos ofrecían una vaca, o sea, una ofrenda grande; otros traían un cordero,
que es más pequeño; y otros incluso podían ofrecer una cabra. Todos sabemos
que en la Biblia las cabras no denotan algo bueno. Las ovejas son buenas, pero
las cabras no (Mt. 25:32-33). Entonces, ¿por qué la Biblia presenta algo que no
es bueno como un tipo de Cristo? Es obvio que Cristo siempre es bueno; pero a
veces, los que traemos a Cristo como un presente no somos buenos. No somos
como un cordero, sino que más bien somos como una cabra con dos cuernos.
Además, la cabra es algo más silvestre; no es tan domesticada como el cordero.
A veces nos hemos percatado de que los amados hermanos que ofrecen a Cristo
como la ofrenda de paz a Dios, son un poco salvajes. Nos parece que el oferente
es como una cabra salvaje. No es apacible como un cordero; más bien es como
una cabra.
Cristo en Sí mismo siempre permanece igual; Él es el mismo ayer, hoy y por los
siglos. Pero puede haber una diferencia en la forma en que presentamos y
apreciamos a Cristo. Él se ve diferente en la ofrenda, pero no porque sea
diferente en Sí mismo, sino debido a nosotros. A veces apreciamos a Cristo
como una vaca grande, y otras veces como un pequeño corderito. Pero temo que
la mayoría del tiempo nuestro aprecio por Cristo sea muy silvestre, salvaje, tal
como una cabra. Así que necesitamos mejorar. El Señor no necesita mejorar,
pero nosotros sí.
SACERDOTES EN LA PRÁCTICA,
NO EN DOCTRINA
Supongamos que nosotros somos el pueblo de Israel y que tenemos una fiesta
en la Tienda de Reunión. Algunos serán los oferentes y, por supuesto, algunos
deben ser los sacerdotes. En los tiempos del Antiguo Testamento, algunos eran
los sacerdotes y otros eran el pueblo; pero ahora en la iglesia todos somos
sacerdotes, aunque quizás esto sea sólo algo doctrinal, y no práctico. En
doctrina todos somos sacerdotes, pero en la práctica tal vez sólo dos de cada
diez sean los verdaderos sacerdotes. Algunos vienen a ser como el pueblo común
de Israel, ya que no ejercen su función en la reunión de la iglesia. Temo que
muchos de ellos asisten a la reunión con el deseo y la expectativa de recibir algo.
Escuchan el mensaje y los testimonios, pero nunca se dan cuenta de que deben
servir en las reuniones y funcionar como sacerdotes.
Sin embargo, hay muchas hermanas y hermanos que ponen el hombro bajo el
arca de las reuniones de la iglesia. Ellos oran y tienen carga por las reuniones
todo el día, y cuando llega la hora de la reunión, su carga crece más y más. Por
tanto, cuando llegan a la reunión, vienen para llevar la carga de algo, y no sólo
con la expectativa de recibir algo. Cuando la reunión parece declinar, ellos
inmediatamente oran ejercitando su espíritu a fin de que el Señor levante la
reunión. Ellos están ministrando al llevar esta responsabilidad; así que ellos son
el sacerdocio en función. Cada vez que haya una ofrenda en la reunión, estos
preciosos hermanos ciertamente disfrutarán el pecho, por cuanto son el
sacerdocio. Ellos disfrutarán la parte amorosa y tierna.
Luego entre los servidores activos, quienes son el verdadero sacerdocio, habrá
dos o tres que ministrarán como lo estoy haciendo yo ahora. Ahora yo soy quien
está sirviendo, quemando la grosura al Señor, y soy el que rocía la sangre sobre
el altar. Por lo tanto, tengo derecho a disfrutar el pecho, la espaldilla y las
porciones extras de las diferentes tortas. Tengo derecho a disfrutar de la ofrenda
mecida y de la ofrenda elevada. Como miembro del sacerdocio disfruto el pecho
mecido, y como servidor también puedo disfrutar la espaldilla elevada y las
tortas elevadas. Cuanto más servimos, más disfrutamos. Cuanto menos
servimos, menos disfrutamos. Si ustedes no participan en el sacerdocio,
solamente serán uno más del pueblo y perderán el derecho de disfrutar el pecho
mecido. Obviamente, si no están sirviendo ahora, no tendrán derecho a
disfrutar la espaldilla elevada y las tortas elevadas.
Así que, todos debemos ser aquellos que asisten a la reunión con una ofrenda.
Todos debemos traer algo como una ofrenda de paz a la fiesta de la iglesia. No es
posible pedir prestado la ofrenda de otro. Lo que traemos depende por completo
de la experiencia y el aprecio que tenemos de Cristo en nuestra vida cotidiana.
Día tras día, hora tras hora, debemos pasar mucho tiempo laborando en Cristo a
fin de tener una verdadera cosecha de Cristo. Entonces cuando venimos a la
reunión, tendremos algo de Cristo que podemos presentar a Dios como una
ofrenda de paz. Las partes escondidas de la ofrenda son sólo para la satisfacción
de Dios. La parte amorosa se da a los fuertes; la parte que fortalece se da a los
servidores; y la mayor parte es de todos los que están limpios. Si todos somos
fieles de esta manera, cuán ricas y elevadas serán nuestras reuniones y cuán
diferentes serán a las reuniones del cristianismo actual. Pido al Señor que todas
nuestras reuniones en las iglesias locales sean así.
Ahora debemos ver algo más acerca de la ofrenda de paz. En cuanto al aprecio
que le tenemos a Cristo, hay otra clase de diferencia. No sólo hay diferencia en
tamaño, sino también en sentimiento. Algunas ofrendas de paz se ofrecen en
acción de gracias, y otras se ofrecen debido a un voto voluntario. “De toda la
ofrenda se tomará una parte como ofrenda elevada a Jehová [heb.], la cual será
del sacerdote que haya rociado la sangre de los sacrificios de paz. La carne del
sacrificio de paz en acción de gracias se comerá el mismo día que sea ofrecida;
no dejarán de ella nada para el día siguiente. Pero si el sacrificio de la ofrenda es
debido a un voto o es una ofrenda voluntaria, será comido el mismo día en que
se ofrezca el sacrificio, y lo que de él quede lo comerán al día siguiente” (Lv.
7:14-16).
Los que ofrecen el sacrificio de paz en acción de gracias están muy agradecidos
con el Señor. El Señor ha sido muy bueno con ellos, y ellos están agradecidos y
llenos de acción de gracias para con el Señor; por lo que traen una ofrenda de
paz en agradecimiento. Pero permítanme hacerles una pregunta: ¿Piensan
ustedes que esta clase de ofrenda conlleva un sentimiento muy fuerte? Yo creo
que la mayoría de ustedes respondería que sí; pero yo digo que no. Éste es el
sentimiento más débil. Si yo traigo una ofrenda de paz al Señor por que Él ha
sido muy bueno conmigo, es más o menos como hacer un trato con Él. Cuando
Jacob era joven, él hizo tratos como éstos con el Señor. Le dijo al Señor que si le
proveía para su sustento, su vestidura, su vivienda y protección, entonces él
haría ciertas cosas para el Señor (Gn. 28:20-22). Es fácil estar agradecido al
Señor cuando es bueno con uno. Pero si Él no fuere tan bueno con usted, ¿cómo
se sentiría usted entonces? Puede ser que algunos logren obtener un mejor
trabajo, otros una casa mejor, otros un mejor carro y otros un mayor grado
universitario. Todo les mejora todo el tiempo; así que ellos se sienten muy
agradecidos con el Señor y vienen a la reunión con una ofrenda de paz como
muestras de su agradecimiento. Hay cierto sentimiento en su ofrenda, pero no
es un sentimiento muy fuerte.
Ahora supónganse que buscan una casa mejor, pero finalmente obtienen una
que es aun peor. Buscan un trabajo mejor, y no lo encuentran; más bien pierden
su trabajo actual. ¿Qué harían entonces? ¿Podrían aún venir a la reunión con
una ofrenda de paz? No lo creo. Simplemente no tendrán paz. Pero hay otra
clase de ofrenda de paz: la ofrenda de paz como voto voluntario. Los que hacen
esta ofrenda no les importa si el Señor les da una casa mejor o no; de hecho, no
les importa si el Señor les da algo o no. Ellos están aquí por el recobro del Señor,
lo cual es un voto para ellos. Los cielos y la tierra pueden desvanecerse, pero
ellos siguen firmes en pro del recobro del Señor. Sin duda esta clase de
sentimiento es muy fuerte.
Muchas veces en las reuniones percibimos estas dos clases de ofrendas de paz.
Unos presentan una ofrenda de paz en agradecimiento diciendo: “Alabado sea el
Señor; Él es muy bueno conmigo. Yo esperaba obtener un trabajo con una paga
de $400 al mes, pero ahora tengo uno que paga $550 al mes”. Por otro lado, a
veces escuchamos a algunos de los santos decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el
Señor! ¡No nos interesa ni esto ni aquello! ¡Estamos aquí sólo para el recobro
del Señor! Señor, qué misericordia que podemos estar aquí atentos sólo a Ti”.
Éste es un voto y es voluntario. Podemos perder nuestro trabajo; podemos
perder muchas cosas; sin embargo, somos muy fuertes.
Así pues, la ofrenda de paz en acción de gracias es mucho más débil que la
ofrenda de paz ofrecida debido a un voto voluntario. El voto voluntario es más
fuerte y perdura más. Esta diferencia radica en nuestros motivos y sentimientos.
¿Qué motivos tenemos cuando traemos a Cristo a la reunión? ¿Nos motiva sólo
el agradecimiento, o lo hacemos porque nos motiva un voto? Todos debemos
aprender a traer a Cristo a la reunión debido a un voto. No nos debe interesar si
Él hace algo por nosotros o no; seguimos siendo para Él. Aun si nos pone en la
prisión, como lo hizo con Juan el Bautista, lo seguiremos alabando. Juan fue
muy fuerte al testificar por Cristo, pero cuando fue encarcelado, envió a sus
discípulos para que preguntaran al Señor si verdaderamente Él era el Cristo. En
otras palabras, estaba diciendo que si Jesús era verdaderamente el Cristo, que lo
sacara de la prisión. Pero el Señor les pidió a los discípulos de Juan que le
dijesen que Él hacía muchas cosas por los ciegos y los cojos, pero que no iba a
hacer nada por Juan. Añadió que Juan sería bienaventurado si no se ofendía. Si
nos ofendemos cuando el Señor nos disciplina de esta forma, entonces sólo
podemos ofrecer ofrendas de paz por agradecimiento. Nunca podremos ofrecer
una ofrenda de paz por causa de un voto.
Supongamos que una hermana joven espera tener un bebé, un varoncito que ha
anhelado por años, y que finalmente tiene el “Isaac”. Probablemente, esta joven
madre traiga una ofrenda de paz en acción de gracias a la reunión. Pero
supongamos que después de seis meses, el Señor se llevara a su “Isaac”. ¿Traerá
aún esta hermana una ofrenda de paz en acción de gracias a la reunión? Me
temo que sería una ofrenda de lágrimas. Si estamos aquí solamente para que el
Señor haga algo por nosotros, sólo haremos ofrendas de paz en acción de
gracias. En cambio, si estamos aquí por el Señor, habiendo hecho un voto
voluntario debido a Su propósito, sí tendremos un motivo poderoso para traer
una ofrenda de paz a la reunión. Esta ofrenda siempre perdurará mucho más.
Junto con este punto hay otro aspecto. Al presentar la ofrenda de paz, siempre
tenemos que ofrecer algo nuevo y fresco. No debemos presentar la ofrenda de
paz que presentamos ayer. Necesitamos algo nuevo para el día de hoy; cada día
necesitamos nuevas experiencias de Cristo. Todos debemos darnos cuenta de
que no es muy bueno hacer uso de nuestro viejo aprecio por Cristo. Es tan pobre
que hoy apliquemos lo que experimentamos hace dos meses, y tampoco es
bueno aplicar algo que experimentamos ayer. Siempre necesitamos ofrendas de
paz frescas y nuevas.
¿Quiénes son las personas inmundas? Pablo deja en claro que los primeros
entre éstos son los fornicarios. Nada es tan sucio y abominable a los ojos de Dios
como la fornicación. Ésta causa daño y confusión a la humanidad apropiada, y
es verdaderamente inmunda a los ojos de Dios. Los que están involucrados en
fornicación deben ser quitados de la comunión a menos que se arrepientan y
regresen verdaderamente al Señor, aplicando Su sangre preciosa que los limpia
de toda inmundicia. De otro modo, tales personas inmundas nunca deben tomar
la mesa del Señor. Pablo es aún más enfático; él dice que no debemos estar en
compañía de tales personas. Ciertamente, no nos agrada tener regulaciones
externas, pero muchas veces cuando he venido a la mesa del Señor, he orado
mucho para que el Señor cuide de Su mesa. Él es el único que conoce quiénes
son verdaderamente inmundos. Pero todos somos responsables ante el Señor.
No es algo insignificante el hecho de contaminar la mesa del Señor.
Todos debemos llevar este asunto delante del Señor con mucha seriedad. Si nos
hemos involucrado en alguna clase de inmundicia, el Señor es misericordioso y
lleno de gracia; Él está dispuesto a perdonar y a limpiarnos, pero necesitamos
arrepentirnos. Necesitamos tornarnos al Señor para ser verdaderamente
juzgados por Él y aplicar la sangre del Señor sobre nuestra inmundicia. De otro
modo, seguiremos siendo inmundos. Si venimos a la mesa del Señor estando
inmundos, no tendremos comunión internamente. En lo profundo de nuestro
ser, en nuestro espíritu, ya hemos sido cortados, debido a que somos inmundos
o hemos tocado algo inmundo o a que hay alguna inmundicia en nosotros.
Nosotros mismos podemos estar limpios; mas la Palabra dice que si tocamos
algo o a alguien inmundo, nos contaminamos. Por lo tanto, necesitamos
arrepentirnos, confesar y aplicar la sangre del Señor. Cuando algunos hermanos
y hermanas caen en fornicación, y nosotros conversamos con ellos al respecto
detalladamente, nosotros también nos contaminamos. Entonces debemos
someternos a una limpieza completa al aplicar la sangre del Señor.
Pablo dijo en 1 Corintios 10:21: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de
los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los
demonios”. La palabra que se tradujo “demonios” en este versículo quiere decir
diablos, demonios. No podemos participar de la mesa del Señor y al mismo
tiempo de algo de los demonios.
Es tan bueno tener las reuniones de la iglesia como una fiesta en la que todos
nosotros le podemos ofrecer algo a Dios. Pero hay otro aspecto que reviste
mucha seriedad; a saber, nunca debemos venir a la mesa del Señor cuando
estamos inmundos. Debemos ser lavados por la sangre del Señor y tener un
arrepentimiento total, y ser cabalmente disciplinados por el Señor.
CAPÍTULO VEINTE
LA EXPERIENCIA DE CRISTO
COMO NUESTRA OFRENDA POR EL PECADO
Lectura bíblica: Lv. 4: 1-15, 22-28, 32; 6:25-30; 2 Co. 5:21a; Ro. 8:3b; He. 9:12;
13:11-12
CINCO OFRENDAS
EL PECADO
Hay algo más que debemos ver. El día que nos arrepentimos y tomamos al
Señor Jesús como nuestro Salvador, no vimos que éramos tan pecaminosos. Tal
vez nos hayamos dado cuenta de que no éramos tan buenos y que habíamos
cometido muchas equivocaciones, pero no nos dimos cuenta de que éramos el
pecado mismo. Ya sea que tuviésemos la intención de hacer algo pecaminoso o
no, sólo éramos pecado. Consecuentemente, en Levítico 4 se usa la
palabra involuntariamente: “Habló Jehová a Moisés y le dijo: Habla a los hijos
de Israel y diles: Cuando alguna persona peque involuntariamente contra
alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, y
hace alguna de ellas: Si el que peca es el sacerdote ungido, haciendo así culpable
al pueblo, ofrecerá a Jehová, por el pecado que ha cometido, un becerro sin
defecto, como expiación” (Lv. 4:1-3).
Tal vez pensábamos que lo que hacíamos era maravilloso, y al final descubrimos
que lo que hacíamos era terrible. En el momento en que lo hicimos, pensamos
que era maravilloso, pero en realidad era algo horrible. ¿Qué nos prueba esto?
Que simplemente hay algo en nosotros que se llama pecado, y este pecado es
simplemente nosotros mismos.
LA FUENTE
Después de ser cristiano, por muchos años no podía entender cómo fue que
Cristo quitó mis pecados. Yo era pecaminoso y había cometido muchos pecados;
sin embargo, Jesús quitó mis pecados al morir en la cruz. Finalmente, al paso de
los años comencé a entender algo acerca de cómo Cristo llevó nuestros pecados.
Sin embargo, eso fue aún mucho antes de que pudiese entender cómo fue que
Cristo fue hecho pecado. Él no solamente llevó nuestros pecados, sino que
también fue hecho pecado. Dios lo hizo pecado por nosotros. Cuando murió en
la cruz, Él no sólo llevó nuestros pecados, sino que estaba allí como el pecado
mismo. Él allí fue condenado y crucificado como pecado. Esto lo vemos en
Romanos 8:3: “Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en
cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. La frase en cuanto al
pecado se podría traducir adecuadamente como “una ofrenda por el pecado”.
Esto quiere decir que Cristo se hizo una ofrenda por el pecado para condenar al
pecado. Cuando Cristo fue crucificado en la cruz, Él fue crucificado no sólo como
nuestro Redentor, sino también como el pecado mismo. Sé que es un poco difícil
comprender esto, pero el cuadro de la serpiente de bronce nos da una buena
ilustración.
La serpiente de bronce
La ofrenda por el pecado debía ser degollada por el oferente sobre el altar y en la
presencia de Dios. En esta ofrenda, el detalle más importante que se menciona
es la sangre. “Llevará el becerro a la puerta de la Tienda de Reunión delante de
Jehová, pondrá su mano sobre la cabeza del becerro y lo degollará delante de
Jehová. Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del becerro y la
traerá a la Tienda de Reunión. Mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y
rociará con aquella sangre siete veces delante de Jehová frente al velo del
santuario. El sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del
incienso aromático, que está en la Tienda de Reunión delante de Jehová, y
echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a
la puerta de la Tienda de Reunión” (Lv. 4:4-7, [heb.]).
Luego, el resto de la sangre era derramada al pie del altar, a la vista del oferente.
Para entonces el que presentaba la ofrenda estaba en paz, por cuanto sabía que
la sangre había sido rociada delante de Dios, había sido puesta en los cuernos
del altar del incienso y había sido derramada al pie del altar. Cuando éste veía la
sangre, se daba cuenta de que había sido redimido y plenamente acepto a Dios.
Todas las demandas y requisitos de Dios habían sido cumplidos por Cristo. Así
que el oferente estaba en completa paz. Debido a esta sangre, él ya no tiene
ningún temor. Dios estaba completamente satisfecho, y le había aceptado
plenamente. Así que, la sangre era rociada siete veces para la satisfacción de
Dios, y ésta era derramada al pie del altar por causa del oferente.
Hebreos 9:12 nos dice que cuando Cristo ascendió a los cielos, Él trajo Su sangre
al lugar celestial santo y roció allí la sangre. “No por sangre de machos cabrios
ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el
Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”.
Hay dos clases de ofrendas por el pecado: la que se ofrece por el sacerdote que
hacía algo malo involuntariamente como por toda la congregación que también
erraba involuntariamente. En esta ofrenda la sangre tenía que traerse al
santuario. En cambio, la sangre de la ofrenda por el pecado que cometía un jefe
o una de las personas comunes, no necesitaba traerse al santuario. Esa sangre
sólo se ponía en las cuatro esquinas del altar del holocausto para mostrar el
poder y la eficacia de la sangre, como también su poder redentor y limpiador; y
después, el resto de la sangre era derramada al pie del altar. ¿Por qué hay esta
diferencia entre estas dos ofrendas por el pecado? En la primera ofrenda por el
pecado, la sangre debía traerse al santuario para ser rociada en la presencia de
Dios; pero en la segunda, esto no era necesario; sólo debían poner la sangre
sobre los cuatro cuernos del altar del holocausto. Esto se debe a que la primera
ofrenda era la de una congregación, pero la segunda era la de un individuo. Una
congregación, a diferencia de un individuo, necesita algo de una naturaleza más
formal. Ningún sacerdote tenía derecho a comer de la primera clase de ofrenda
por el pecado; toda esta ofrenda era únicamente para Dios. Pero ellos sí podían
comer de la segunda clase de ofrenda por el pecado.
EL CUERPO DE LA OFRENDA
POR EL PECADO
Ahora debemos ver algo del cuerpo de la ofrenda por el pecado. “Luego tomará
del becerro de la ofrenda por el pecado [heb.] toda su grasa, la que cubre los
intestinos y la que está sobre las entrañas, los dos riñones y la grasa que está
sobre ellos y sobre los ijares; con los riñones le quitará la grasa que cubre el
hígado, de la manera que se le quita al buey del sacrificio de paz, y el sacerdote
la hará arder sobre el altar del holocausto. Pero la piel del becerro, toda su
carne, con su cabeza, sus piernas, sus intestinos y su estiércol, en fin, todo el
becerro, lo sacará fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echan las
cenizas, y lo quemará al fuego sobre la leña. Será quemado donde se echan las
cenizas” (Lv. 4:8-12).
Estos versículos nos dicen claramente que la grasa debía arder sobre el altar del
holocausto como un fragante incienso a Dios. Ésta es para la satisfacción de
Dios. Entonces todo el cuerpo, incluyendo la piel, las entrañas y el estiércol, se
sacaba fuera del campamento a un lugar limpio, donde se echaban las cenizas.
Allí toda la ofrenda por el pecado era quemada. La grosura se quemaba sobre el
altar del holocausto, pero el resto del cuerpo se quemaba fuera del campamento
en un lugar limpio, donde se echaban las cenizas. La diferencia que hay entre la
grosura y el resto del cuerpo, es que la grosura es sólo para la satisfacción de
Dios; por lo tanto, debía arder sobre el altar. Pero el cuerpo debía someterse al
justo juicio de Dios; así que se quemaba en un lugar de juicio, fuera del
campamento.
LA MANERA DE DISFRUTAR
LA OFRENDA POR EL PECADO
¿Cómo era que los sacerdotes que ministraban, podían disfrutar la ofrenda por
el pecado? Esto se ve claramente en Levítico 6:25-27a: “Diles a Aarón y a sus
hijos que: ésta es la ley de la ofrenda por el pecado: En el lugar donde se
degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de
Jehová. Es cosa santísima. La comerá el sacerdote que la ofrezca por el pecado;
en lugar santo será comida, en el atrio de la Tienda de Reunión. Todo lo que
toque su carne quedará santificado” [heb.]. Primeramente, es claro que ninguno
podía disfrutar su porción de la ofrenda por el pecado en sus hogares; debían
comerla en el atrio de la Tienda de Reunión. Esta clase de disfrute de Cristo le
corresponde al Cuerpo, a la iglesia; no es un asunto individual. Usted por sí
mismo puede disfrutar a Cristo en cierto sentido, pero nunca podrá disfrutar al
Cristo que para Dios es la ofrenda por el pecado. Esto sólo se disfruta en el atrio
de la Tienda de Reunión, y se tenía que disfrutar de una forma santa.
Ahora debemos ver algo en cuanto a la vasija que se usaba para hervir la ofrenda
por el pecado. “La vasija de barro en que sea cocida, será quebrada, y si es
cocida en vasija de bronce, ésta será fregada y lavada con agua” (Lv. 6:28). La
vasija de barro debía ser quebrada, pero si la vasija era de cobre o bronce, debía
ser fregada y lavada con agua. Nosotros somos la vasija de barro; ése es nuestro
ser natural. Fuimos hechos de tierra; así que somos vasos de barro. El cobre o el
bronce en tipología representa el juicio de Dios, lo cual significa que esta clase
de vasija ha pasado por el juicio de Dios. Tanto el altar del holocausto como el
lavacro eran hechos de bronce (Éx. 27:2; 30:18). La vasija de bronce representa
nuestro ser regenerado. Nuestro ser natural es un vaso de barro, mientras que
nuestro ser regenerado es una vasija de bronce o cobre. Nuestro ser natural
debe ser quebrantado, y nuestro ser regenerado debe ser fregado y lavado con
agua. Ésta es el agua de la Palabra mencionada en Efesios 5:26. La acción de
fregar representa las circunstancias naturales dispuestas por Dios para
tallarnos. Dios usa las circunstancias para fregarnos y Su palabra para lavarnos.
La parte natural debe ser quebrada, y nuestra parte regenerada debe ser fregada
y lavada.
Entre los sacerdotes, sólo los varones tenían derecho a comer de la ofrenda por
el pecado. Los varones siempre representan a aquellos que son más fuertes.
Aarón tenía hijas, pero ellas no tenían el privilegio de comer de la ofrenda por el
pecado. Esto indica que sólo los que son fuertes en la vida de iglesia, tienen el
privilegio de comer a Cristo como la ofrenda por el pecado. Cuando ministramos
a Cristo como la ofrenda por el pecado a otros, eso es una predicación del
evangelio. Cuando hacemos esto, somos un sacerdote que ministra; así que
tenemos el privilegio de disfrutar una porción de Cristo como la ofrenda por el
pecado. Aquellos que son más débiles en la iglesia, que no ministran a Cristo a
otros como la ofrenda por el pecado, no tienen derecho a disfrutarlo como la
ofrenda por el pecado. Solamente los que ministran a Cristo a otros de esa
manera son los fuertes; por tanto, ellos tienen el derecho y la posición de
disfrutar a Cristo como la ofrenda por el pecado. Por ser los más fuertes en la
vida de iglesia, ellos, sean hermanos o hermanas, son los varones entre los
sacerdotes.
DIFERENCIAS EN EL TAMAÑO
Además, debemos ver que había diferencias en el tamaño de las ofrendas por el
pecado. Un becerro es mucho más fuerte y vigoroso que una cabra. La ofrenda
por el pecado del sacerdote o la de la congregación era un becerro. Esto significa
que Cristo es muy vigoroso y está lleno de fuerza, ya que puede ser la ofrenda
por el pecado de toda una congregación. Después se menciona un macho cabrío,
que es mucho más débil, y una cabra, que es aún más débil. Finalmente, había
una cordera, que es la más débil. La ofrenda por el pecado puede ser más débil o
más fuerte. Por tanto, al igual que las otras ofrendas, hay diferentes grados en
términos del aprecio y la comprensión que tenemos de Cristo como la ofrenda
por el pecado.
Hay un asunto más. Hebreos 13:11-12 nos dice que Jesús, como la ofrenda por el
pecado, fue quemado fuera del campamento: “Porque los cuerpos de aquellos
animales cuya sangre es introducida a causa del pecado en el Lugar Santísimo
por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual
también Jesús, para santificar al pueblo mediante Su propia sangre, padeció
fuera de la puerta”. Ya que Jesús padeció fuera del campamento, aquellos que lo
disfrutan como la ofrenda por el pecado, también deben hallarse fuera de la
puerta. Debemos seguirlo fuera del mundo y de cualquier ámbito religioso.
Debemos estar fuera de cualquier organización religiosa y de cualquiera de las
organizaciones que hay en el mundo. Cristo fue juzgado allí, y ése también es
nuestro lugar. Cuanto más estemos fuera de la puerta, más nos hallaremos en el
lugar donde Jesús fue quemado y echo cenizas. Entonces verdaderamente le
disfrutaremos y le alabaremos por la sangre y las cenizas. Nuestra posición es la
de las cenizas. Somos los seguidores de Cristo, quien dejó el campamento. No
estamos en ninguna clase de organización religiosa o mundana; el Jesús
Redentor nos ha llevado a salir de todas esas cosas. Ahora no vemos nada más
que sangre y cenizas. Los que siguen a Jesús fuera del campamento también
llegan a ser cenizas. Nosotros no somos otra cosa sino cenizas que siguen a
Jesús. Éste es el pleno disfrute que tenemos de Cristo como la ofrenda por el
pecado.
CAPÍTULO VEINTIUNO
Lectura bíblica: Lv. 5:1-19; 6:1-7; 7:7; 1 P. 2:24; Is. 53:6b, 10a, 11b
LA OFRENDA POR EL PECADO
Y LA OFRENDA POR LA TRANSGRESIÓN
En 1 Pedro 2:24 dice que el propio Señor Jesús llevó nuestros pecados en Su
cuerpo sobre el madero; pero en 2 Corintios 5:21 dice que Él fue hecho pecado
por nosotros. Él fue hecho pecado por nosotros y también llevó nuestros
pecados. Los pecados son las transgresiones, iniquidades y ofensas que hemos
cometido. Pero el pecado es diferente. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre el
pecado y los pecados? El pecado mora en nuestra naturaleza, pero los pecados
son nuestras acciones y hechos. En la ilustración de la semilla y el fruto vemos
los dos aspectos: el primero es la semilla en nuestra naturaleza, y el segundo es
el fruto en nuestros hechos. En otras palabras, el pecado se refiere a nuestra
naturaleza pecaminosa, y los pecados, a nuestros hechos pecaminosos. El uno
alude a la naturaleza, y el otro es el hecho.
Todos somos iguales en naturaleza, pero en nuestros hechos podemos ser muy
diferentes. Usted puede odiar a la gente, y yo amarla; usted puede ser orgulloso,
y yo humilde. Usted puede haber matado a muchas personas, y yo a nadie.
Somos muy diferentes en nuestras acciones, pero en nuestra naturaleza somos
exactamente iguales. ¿Cree que usted tiene una mejor naturaleza que la de un
ladrón de bancos? ¿Cree usted que su naturaleza es mejor que los que han
cometido los crímenes más viles? En lo que respecta a nuestra naturaleza, no
hay diferencia; todos somos idénticos en naturaleza seamos buenos o malos,
morales o inmorales. Pero podemos ser muy diferentes los unos de los otros en
cuanto a nuestros hechos y acciones. Así que tenemos dos problemas: el
problema del pecado en nuestra naturaleza y el problema de los pecados en
nuestras acciones y conducta.
Tenemos que entender que no sólo hemos cometido pecados, sino que también
somos pecado. Aunque nunca hayamos hecho nada malo, interiormente somos
pecado. No importa si un árbol de manzano da manzanas o no, sigue siendo un
manzano. ¡Alabado sea el Señor! Por un lado Él fue hecho pecado por nosotros,
y por otro Él llevó todos nuestros pecados. Él es la ofrenda por el pecado y
también es la ofrenda por la transgresión. Al final la ofrenda por la transgresión
es también la ofrenda por el pecado.
Quizás una persona buena no haya cometido muchos males, pero aún tiene que
confesar a Dios y aplicarse a sí misma la sangre de Cristo. Esto no es por las
transgresiones externas, sino por el pecado interno. No es por lo que ella haga,
sino por lo que ella es; lo que es, es pecado, y lo que hace, son pecados. Jesús fue
hecho pecado por nosotros y también llevó nuestros pecados.
Cuando fui salvo, el mensaje que escuché no fue sobre el pecado, sino sobre el
mundo. Escuché que faraón es el rey de este mundo y que todas las personas
están bajo su dominio. Por consiguiente, me arrepentí por estar ocupado por el
mundo. En ese tiempo, yo no estaba muy consciente de mis pecados y, aunque
fui ganado por el Señor y le dije que abandonaría el mundo por Él, no me
arrepentí mucho por mis pecados. Yo diría que en tipología disfruté a Cristo
como mi ofrenda por la transgresión, sólo como una décima de un efa de flor de
harina; sin embargo, fui salvo. Tal vez Jesús como la ofrenda por la transgresión
fue real para usted como un gran carnero el día que usted fue salvo, pero en mi
experiencia no fue sino hasta años después que comencé a disfrutar al Señor
Jesús como el becerro de la ofrenda por el pecado. A veces como sacerdote he
cometido errores. Por experiencias como éstas me di cuenta de que había algo
malo en mi naturaleza que era muy serio. Necesitaba al Jesús fuerte, al becerro
joven, y no solamente una décima parte de un efa de flor de harina. Esto quiere
decir que he aprendido a apreciar y a disfrutar al Señor como mi ofrenda por el
pecado y como mi ofrenda por la transgresión, mucho más que hace cincuenta
anos atrás.
Si juntamos todos los aspectos de las ofrendas reveladas en Levítico 4 y 5,
tenemos el becerro, el carnero, la cabra, el cordero, la tórtola, los palominos y la
décima parte de un efa de flor de harina, y todos estos aspectos nos dejan ver
que los sacrificios de la ofrenda por el pecado son más fuertes y que los de la
ofrenda por la transgresión son más débiles. Pero no importa cuán débil sea la
ofrenda, siempre y cuando usted la toque, será salvo.
Debemos darnos cuenta de que lo que hacemos no es tan serio como lo que
somos. Nuestras acciones externas no revisten tanta seriedad como nuestro ser
interior mismo. Nuestras acciones externas sólo son transgresiones e
iniquidades, pero nuestro ser interno es pecado. Por lo tanto, la Biblia por un
lado nos dice, en 2 Corintios 5:21, cómo Jesús fue hecho pecado por nosotros, y
por otro lado hay varios versículos, como 1 Pedro 2:24, que nos muestran que
Jesús llevó nuestros pecados. Isaías 53 también nos dice que en la cruz Jesús fue
hecho por Dios una ofrenda por la transgresión, para llevar nuestras
iniquidades, transgresiones y pecados. En el versículo 10 de este capítulo, la
frase que se tradujo “expiación por el pecado”, debería traducirse “ofrenda por
la transgresión”. Por lo tanto, podemos leer este versículo de la siguiente
manera: “Jehová quiso quebrantarlo; sujetándolo a padecimiento. Cuando haya
puesto su vida en ofrenda por la transgresión...”. Esto nos muestra que en Isaías
53, Jesús es la ofrenda por la transgresión.
DOS NECESIDADES
Después de ver todo esto sabemos que tenemos dos necesidades. La primera es
que debemos darnos cuenta de que somos pecado. Cada vez que venimos a la
presencia de Dios, sea que hayamos hecho algo malo o no, somos solamente
pecado. Aun si no hemos hecho nada malo, aun así necesitamos a Jesús como
nuestra ofrenda por el pecado. La segunda necesidad se debe a que tenemos
muchos pecados. Tenemos que estar bien con Dios y con los hombres, y esto es
lo que nos dice Levítico 5 y 6. Pero nosotros estamos mal tanto con Dios como
con los hombres; hemos cometido muchos pecados. La ofrenda por la
transgresión trata con el hecho de que estamos mal con Dios y con los hombres.
El capítulo 5 nos dice que si estamos mal con Dios, necesitamos una ofrenda por
la transgresión. Después el capítulo 6 dice que si estamos mal con otros,
también necesitamos la ofrenda por la transgresión.
HACER RESTITUCIÓN
Cuando le debemos algo a Dios, primero debemos ofrecer nuestra ofrenda por la
transgresión y después hacer restitución. Pero cuando le debemos algo al
hombre, debemos primero hacer restitución y después ofrecer la ofrenda por la
transgresión. Además, cuando hacemos restitución, ya sea a Dios como al
hombre, debemos añadir una quinta parte. ¿Qué quiere decir añadir una quinta
parte? El número cinco en la Biblia siempre significa responsabilidad. Debido a
que hicimos mal, no cumplimos con nuestra responsabilidad apropiadamente;
por lo tanto, debemos añadir algo más. Esto quiere decir que debemos tomar
más responsabilidad. Si debemos algo a otros, primeramente tenemos que
restituir lo que debemos, y luego debemos ofrecer a Dios la ofrenda por la
transgresión. Pero si le debemos algo a Dios, primero debemos ofrecerle una
ofrenda por la transgresión y después hacer restitución.
Todas estas porciones de la Palabra nos muestran cuán rectos debemos ser en la
Tienda de Reunión. Debemos darnos cuenta de que somos pecado y que
necesitamos a Jesús como nuestra ofrenda por el pecado. Después, debemos ser
rectos con Dios de manera categórica. No basta con decir que somos
pecaminosos; debemos examinar nuestra vida cotidiana y ver si estamos en
deuda con Dios. Si estamos escasos en algo, entonces nuestra posición no es
recta delante de Dios. Esto quiere decir que si en cualquier cosa estamos mal
con Dios, o estamos en deuda con Dios, debemos hacer restitución. Si el Señor
nos ilumina, temo que veremos muchas cosas en las que no somos rectos con
Dios. En muchos casos, en esto y lo otro, le debemos algo a Dios. Así que
debemos aplicar a Jesús como la ofrenda por la transgresión a todas nuestras
deficiencias, en la presencia de Dios, y también tenemos que ser prácticos y
hacer restitución.
Cuando seamos absolutamente rectos con Dios y con los demás, ése será un
tiempo de verdadero descanso, liberación y disfrute, y diremos: “¡Aleluya, estoy
bien con Dios y estoy bien con todos los demás! ¡Qué liberación! ¡Qué descanso!
¡Qué gozo!”. No piensen que esto es algo insignificante. Si comprendemos que
no sólo somos pecaminosos, sino que también somos pecado, si aplicamos a
Jesús no sólo como la ofrenda por el pecado, sino también como la ofrenda por
la transgresión, y si somos totalmente rectos con Dios y con otros, entonces
seremos muy vivientes, muy prevalecientes y totalmente liberados. Todo
depende de si estamos dispuestos a ser absolutamente rectos por dentro y por
fuera. Levítico 4, 5 y 6 son capítulos muy prácticos en cuanto al diario andar del
pueblo de Dios.