Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
sus deberes
CONTENIDO
PREFACIO
Este libro se compone de los mensajes presentados en chino por el hermano Witness
Lee en Anaheim, California, en una conferencia internacional de colaboradores y
ancianos del 1 al 3 de octubre de 1996.
CAPITULO UNO
(1)
BOSQUEJO
Oh Señor, tampoco nos olvidamos de Tu enemigo. Mientras Tú nos das la gracia, él nos
molesta. Señor, verdaderamente odiamos al maligno; lo acusamos delante de Ti.
Declaramos ante Ti que ya lo destruiste por medio de Tu muerte en la carne sobre la
cruz. Oramos para que destruyas a Tu enemigo Satanás, el maligno, entre nosotros los
que estamos en Tu recobro. Señor, libera a Tus hijos, libera Tu rica gracia e impártete
para que nosotros recibamos Tu suministro rico y abundante. Amén.
En esta conferencia queremos ver cómo ser colaboradores y ancianos y cómo cumplir
con nuestros deberes. La carga principal que tengo en estos mensajes se puede expresar
en las siguientes afirmaciones:
(1) El ministerio completo de Cristo se lleva a cabo en tres etapas para que se cumpla la
economía eterna de Dios.
(2) En la primera etapa, la encarnación, Dios es introducido en el hombre, para que éste
le exprese en la humanidad y para que se efectúe la redención jurídica.
Esta es una conferencia especial iniciada por los hermanos de Taiwán. Puesto que yo no
he regresado a Taiwán por muchos años, ellos han solicitado repetidas veces que yo
hable en chino en esta conferencia. Durante los últimos años no accedí, porque no
deben existir diferencias en cuanto a nacionalidad en el recobro del Señor. Aunque
todavía tenemos el problema del idioma que recibimos de Babel, guardamos la palabra
del Señor en cuanto a no tener diferencias nacionales. En el Cuerpo del Señor, no hay
lugar para nacionalidad ni raza, pues El lo es todo. En el nuevo hombre sólo existe
nuestro Señor, quien es todos los miembros y es el contenido de todos ellos. Puesto que
el Señor está en nosotros, no debemos tener diferencias nacionales. No obstante, ya que
todavía estamos en la carne, el idioma sigue siendo un gran problema. Por tanto,
aunque damos los mensajes en chino, esperamos que no haya diferencia en cuanto a
nacionalidades entre nosotros.
En los evangelios podemos ver claramente que Pedro, Jacobo y Juan eran los primeros
que seguían al Señor. Estuvieron al lado de Señor siguiéndole durante tres años y medio.
Al final, el Señor los llevó consigo a Jerusalén. Iba allí para morir, a fin de que se
cumpliera la economía de Dios, pero Sus seguidores disputaban en el camino en cuanto
a quién entre ellos era el mayor (Mr. 9:34; Lc. 22:24). Esto era verdaderamente algo
desagradable y vergonzoso. Habían seguido al Señor por tres años y medio; habían
estado junto a Él y habían recibido muchas revelaciones de Su parte. Luego, en camino a
Jerusalén el Señor les dijo repetidas veces que iba a Jerusalén a morir y que al tercer día
resucitaría (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:17-19). Aunque oyeron al Señor decir que iba a
morir, no oyeron que dijo que al tercer día resucitaría. La palabra resurrección era una
palabra extraña e incomprensible para ellos.
Oyeron que el Señor iba a morir, y también estaban a punto de entrar en Jerusalén. Pero
estaban junto al Señor y disputaban acerca de quién era el mayor entre ellos. Jacobo y
Juan eran primos del Señor, porque su madre era hermana de María, la madre del
Señor Jesús. Por tanto, pidieron a su madre que visitara al Señor Jesús, y ella fue y le
dijo al Señor: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y otro a Tu
izquierda en Tu reino”. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se indignaron por
los dos hermanos (Mt. 20:20-24). El hecho de que Jacobo y Juan se valieran de su
parentesco con el Señor fue un acto desagradable.
Entonces el Señor Jesús llamó a los discípulos y dijo: “El que quiera hacerse grande
entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro esclavo” (vs. 26b-27). Aquí esclavo no se refiere a un siervo empleado, sino a un
esclavo comprado. Según la ley romana, los esclavos no tenían derechos.
Nosotros como colaboradores y ancianos somos esta clase de esclavos. Pablo dijo:
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a
nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús” (2 Co. 4:5). Esto significa que los
creyentes no deben estimar demasiado a Pablo, ni a Pedro ni a otros por el simple hecho
de que eran apóstoles y evangelistas. En realidad, eran esclavos de los creyentes. Hoy
tampoco debemos considerarnos colaboradores ni ancianos; más bien, debemos
considerarnos esclavos de todos para servirles.
Mi carga más grande es ésta: espero que el Señor tenga misericordia de ustedes por
medio de mi comunión en amor para que sean convencidos y entiendan que ser
colaborador o anciano equivale a ser esclavo. En cuanto a esto, el Señor Jesús se nos
presentó como un buen ejemplo. Él era el Señor y el Maestro, pero se vació y ciñó Sus
lomos para lavar los pies de Sus discípulos, sirviéndoles como esclavo (Jn. 13:3-5). El
Señor también nos mandó hacer lo que El hizo (vs. 12-17). Nosotros los hermanos que
somos colaboradores y ancianos hemos cometido errores y debemos arrepentirnos. Digo
esto con un corazón afligido, porque siempre asumimos la posición de que nos
consideramos superiores a los demás, y no permitimos que digan que estamos
equivocados. Si alguien dice que estamos equivocados, le guardamos rencor en nuestro
corazón. Esta no es la actitud adecuada de un esclavo.
Por esta razón quisiéramos tener comunión primero en cuanto a cómo ser un
colaborador y cómo ser un anciano. Debemos saber que ser hijo de Dios no requiere
ningún aprendizaje. Después de ser regenerados, espontáneamente llegamos a ser hijos
de Dios, y por esto le damos gracias al Señor y le alabamos. Pero nadie es un
colaborador al momento de ser salvo, y nadie es un anciano al momento de ser
regenerado. Ser colaborador y ser anciano requiere mucho aprendizaje.
I. CONOCER A CRISTO
Primero, debemos saber particularmente que Cristo es tanto Dios como hombre. No
debemos pensar que ya sabemos esto. Necesitamos recordar constantemente que Cristo
es tanto Dios como hombre. El era Dios y se hizo hombre, así que es tanto Dios como
hombre. Por consiguiente, es un Dios-hombre.
En segundo lugar, necesitamos saber que puesto que Cristo es un Dios-hombre, posee
tanto divinidad como humanidad. Algunos tal vez digan: “Ya sabemos esto”. Es posible
que lo sepamos, pero no sabemos cómo comunicarlo. Debemos tener un conocimiento
completo de la divinidad y la humanidad de Cristo.
C. El en Su humanidad efectuó
la redención jurídica por medio de Su muerte
En cuarto lugar, también debemos saber que Cristo en Su divinidad lleva a cabo Su
salvación orgánica en Su resurrección. Necesitamos ver además que la obra redentora
de Cristo es diferente de Su obra salvadora. Romanos 5:10a dice que fuimos
“reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo”; esto se refiere a Su obra redentora.
Romanos 5:10b dice: “Mucho más... seremos salvos en Su vida”; esto se refiere a Su obra
salvadora. La salvación orgánica se lleva a cabo en la resurrección por Cristo en Su
divinidad. Esta es la nueva luz y el idioma nuevo que Dios nos dio. En Su divinidad y en
Su resurrección, El lleva a cabo Su obra salvadora orgánica en los creyentes. La
redención jurídica ya se efectuó, pero la salvación orgánica se está llevando a cabo.
Necesitamos conocer claramente estos cuatro aspectos. Entonces, no importa si somos
colaboradores o ancianos, cuando pastoreamos y enseñamos, podremos proclamar estos
asuntos de modo muy claro. Los colaboradores y los ancianos necesitan conocer a Cristo
específicamente en estos cuatro aspectos principales. No deben menospreciarlos. Quizás
piensen que ya conocen estos aspectos, pero cuando van a hablar a los demás, es posible
que no sepan cómo hacerlo ni cómo llamarles la atención a los puntos principales. Esto
requiere práctica. Las iglesias de Taiwán actualmente practican cuatro cosas: orar,
estudiar, recitar y hablar. Esta es la manera correcta. Todos los colaboradores y los
ancianos deben familiarizarse con estos cuatro aspectos relacionados con Cristo al orar-
leerlos, estudiarlos profundamente, recitarlos de memoria y hablarlos a fondo para
presentar de modo claro los puntos principales.
A. En la primera etapa,
Su encarnación, que va desde
Su nacimiento humano hasta Su muerte
El ministerio completo de Cristo tiene tres etapas divinas y místicas. La primera etapa,
Su encarnación, empezó cuando nació como ser humano y terminó cuando murió, e
incluye toda Su vida humana. Por tanto, Su nacimiento humano, Su paso por la vida
humana y Su muerte formaron la etapa de Su encarnación.
El ministerio de Cristo no sólo unió sino que también mezcló al Dios Triuno con el
hombre tripartito. Deberíamos decir a la gente claramente lo que significa estar unido y
lo que significa ser mezclado. Cuando dos piezas de madera se juntan, son unidas;
cuando dos cosas son desmenuzadas y se juntan, son mezcladas. Es fácil hablar de la
unión de Dios con el hombre, pero no es fácil hablar de la mezcla de Dios con el hombre.
Cuando predicamos estas verdades, necesitamos explicarlas en detalle.
3. Expresa en Su humanidad
al Dios generoso en Sus ricos atributos
mediante Sus virtudes aromáticas
El relato de los cuatro evangelios muestra que cuando algunas personas llevaron sus
niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara, los discípulos les regañaron.
Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a Mí; porque de los
tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:13-15). El Señor se conducía de modo diferente al
de los discípulos. Los discípulos no se conducían en conformidad con los atributos de
Dios. Dios escogió a los necios, a los débiles, a los innobles y a los menospreciados del
mundo (1 Co. 1:27-28). A través de las generaciones conforme a Su amor, Su
longanimidad y Su gracia perdonadora, El ha llamado, uno por uno, a los débiles que no
tienen nada, que son como niños. De este modo Cristo expresó los atributos de Dios en
Su humanidad.
Dios es generoso; por tanto, es rico en Sus atributos, Sus características. El Señor
expresó sólo algunos de los ricos atributos del Dios generoso en Su vida en la tierra, en
Su humanidad, y los hombres vieron sólo algunos como virtudes expresadas en Su
humanidad, pero estas virtudes exhalaban un dulce aroma. Cristo en Su vida humana
expresaba al Dios generoso principalmente en Sus ricos atributos, es decir, en las
inescrutables riquezas de lo que Dios es.
Además, Cristo en Su humanidad expresó a Dios por medio de Sus virtudes aromáticas,
por las cuales atraía y cautivaba a las personas. El relato de Mateo 4 nos muestra que
cuando el Señor Jesús andaba junto al mar de Galilea, vio a Pedro, a Juan y a Jacobo,
quienes estaban pescando o remendando las redes con sus respectivos padres. Luego El
los llamó diciendo: “Venid en pos de Mí”. Le siguieron inmediatamente, dejando las
redes, abandonando sus barcos y a sus padres (vs. 18-22). Todavía no llego a entender
por qué cuando El simplemente dijo: “Venid en pos de Mí”, los discípulos lo dejaron
todo y le siguieron. Verdaderamente creo que en aquel entonces el Señor debe de haber
exhibido un poder aromático en Su semblanza y en Su voz que realmente atraía y
cautivaba a las personas.
Ser atraído y cautivado es ser encantado. Muchas veces las personas nos preguntan:
“¿Quién te ha cautivado? ¡Despiértate!”. Una vez que estemos fascinados por el Señor,
estamos encantados para siempre, así que nos es difícil despertarnos. Esto se ve en el
ejemplo de un hombre y una mujer que se enamoran a primera vista; el hombre es
encantado por la mujer, y la mujer es atraída y cautivada por el hombre. Del mismo
modo, el Señor debió de haber poseído una dulzura indescriptible y un aroma que
emanaba de Él en Su humanidad. Si estuviéramos con el Señor en aquel entonces,
nosotros también habríamos estado “locamente” encantados por El.
Pedro fue encantado por el Señor hasta el extremo de que aunque el Señor lo reprendía
frecuentemente, continuó siguiéndole decididamente. Las frecuentes reprensiones del
Señor no pudieron hacerle desistir. Hoy día no me atrevo a usar palabras firmes con los
colaboradores y los ancianos. Si mi regaño es severo, temo que no puedan aceptarlo y
dimitan. Pero Pedro era insensible. El había sido regañado por el Señor muchas veces,
pero de todos modos le seguía. En la noche de Su traición, el Señor dijo a los discípulos:
“Todos vosotros tropezaréis por causa de Mí esta noche”. Pedro respondió: “Aunque
todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré” (Mt. 26:31-33). Y el Señor le dijo:
“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he
rogado por ti, que tu fe no falte”. Pedro dijo: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo
a la cárcel, sino también a la muerte”. Pero el Señor dijo: “Pedro, te digo que el gallo no
cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces” (Lc. 22:31-34). No sólo
Pedro no creyó esto, pero incluso dijo: “Aunque me sea necesario morir contigo, de
ninguna manera te negaré” (Mt. 26:35). Después, cuando Pedro estaba sentado en el
patio del sumo sacerdote una simple sirvienta vino a hacerle preguntas. Debido a sus
preguntas, Pedro negó al Señor. En esa ocasión el Señor se volvió y miró a Pedro, y
Pedro, acordándose de lo que el Señor le dijo, salió fuera y lloró amargamente (Lc.
22:54-62).
Después de que Pedro negó al Señor, el Señor pudo haberse olvidado de él. Pero no lo
hizo. En la mañana de la resurrección del Señor, un ángel dijo a varias mujeres: “Id,
decid a Sus discípulos, y a Pedro...” (Mr. 16:7). Además, el Señor le dijo personalmente a
María la magdalena: “Ve a Mis hermanos...” (Jn. 20:17). El Señor llamó a Sus discípulos
“hermanos” y específicamente mencionó el nombre de Pedro. De este modo le cautivó a
Pedro.
Cristo expresaba Sus virtudes aromáticas por las cuales atraía y cautivaba a las
personas, al no vivir por Su vida humana en la carne sino por Su vida divina en la
resurrección. El estaba en la carne, pero no vivía por Su vida humana en Su carne; más
bien, vivía por Su vida divina en resurrección. Hoy nosotros como Dios-hombres ¿por
cuál vida vivimos? Sin duda, todos estamos en la carne. No obstante, podemos salir de la
esfera de la carne y entrar en la resurrección para vivir por la vida divina en
resurrección, es decir, en la esfera divina y mística.
Hoy la clase de vida que llevamos depende de la clase de vida por la cual vivimos en
nuestro cuerpo físico. Debemos vivir no por la vida humana sino por la vida divina.
Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Esto significa que no debemos
llevar la vida del viejo “yo”, sino la vida del nuevo “yo”. Queridos hermanos, no debemos
escuchar estos puntos detallados y simplemente pasarlos por alto. Que el Señor me
cubra. El Señor me guió a escribirlos sólo después de estudiarlos yo por varias décadas.
Ustedes necesitan realmente experimentar estos puntos.
4. A fin de efectuar
la redención jurídica que todo lo incluye
La redención jurídica de Cristo, una redención que todo lo incluye, tiene cinco aspectos.
Primero, puso fin a todo lo que pertenece a la vieja creación. En segundo lugar, redimió
todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado (He. 2:9; Col. 1:20). Puso
fin a todo lo que pertenece a la vieja creación por Cristo por medio de Su muerte.
Después de esto, redimió todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado.
En tercer lugar, creó (concibió) al nuevo hombre con Su elemento divino. Efesios 2:15
dice que en la cruz creó en Sí mismo de los creyentes, los judíos y los gentiles, un solo y
nuevo hombre. Esa creación fue una concepción. Cualquier concepción requiere un
elemento; sin el elemento, no puede haber una concepción. Cristo creó (concibió) al
nuevo hombre en Sí mismo, lo cual indica que El era el mismo elemento con el cual se
concibió el nuevo hombre. El concibió en Sí mismo como elemento de los dos pueblos
un solo y nuevo hombre. Mientras el Señor Jesús moría en la cruz, creaba al nuevo
hombre.
En cuarto lugar, cuando Cristo efectuó dicha redención, liberó Su vida divina de la
cáscara de Su humanidad. Juan 12:24 dice que el Señor Jesús era un grano de trigo. A
menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, su cáscara no se quebrará y la
vida que está en él no se liberará. Cristo tenía la vida divina, aunque estaba escondida en
la cáscara de Su humanidad. Por tanto, El necesitaba sufrir la muerte en la cruz para que
la cáscara de Su humanidad fuera quebrada a fin de liberar de Su cáscara humana la
vida divina.
En quinto lugar, al efectuar Su muerte jurídica, que todo lo incluye, Cristo también puso
el cimiento para la salvación orgánica y estableció el procedimiento para cumplir Su
ministerio en la etapa de inclusión. La redención jurídica es el cimiento de la salvación
orgánica. Cristo requiere un procedimiento en Su ministerio completo en la segunda
etapa, Su inclusión. Su redención jurídica es el procedimiento por el cual efectúa Su
ministerio en la etapa de la inclusión.
APRENDER A ENTRAR,
A HABLAR Y A EXPERIMENTAR
(2)
BOSQUEJO
B. En la segunda etapa,
Su inclusión, que va desde Su resurrección
hasta [que empezó] la degradación de la iglesia
La primera etapa del ministerio completo de Cristo fue la etapa de encarnación, que va
desde Su nacimiento y pasa por Su vida humana hasta llegar a Su muerte. La segunda
etapa es la etapa de inclusión, que va desde Su resurrección hasta [que empezó] la
degradación de la iglesia. Necesitamos ver por qué lo llamamos la etapa de inclusión. El
en Su primera etapa poseía sólo dos elementos: divinidad y humanidad. Esto era un
poco más complicado que lo El poseía antes de Su encarnación. Antes de Su
encarnación, en la eternidad pasada, poseía un sólo elemento, la divinidad. Desde el
momento de Su encarnación, cuando se puso la naturaleza humana, El adquirió la
humanidad, además de Su divinidad; por lo tanto, El tenía dos naturalezas. Después de
Su muerte y resurrección, se añadieron más elementos en Su resurrección. En Su
resurrección, el postrer Adán, Cristo en la etapa de encarnación, llegó a ser el Espíritu
vivificante. Este “llegar a ser” lo hizo el Cristo de la inclusión, que incluye el elemento
divino y el elemento humano, el elemento de Su muerte y la eficacia de ésta, y el
elemento de la resurrección y el poder de la misma. Por consiguiente, en el Antiguo
Testamento se encuentra el tipo del ungüento santo de la unción (Ex. 30:22-25). El
ungüento santo de la unción no era de aceite solo, el cual era uno de los ingredientes;
sino que era un compuesto de muchos ingredientes. El ungüento santo de la unción
tipifica el Espíritu vivificante compuesto, que es lo que Cristo llegó a ser en la etapa de
inclusión.
Esto no salió a la luz sino hasta 1954, cuando vimos claramente en el libro El Espíritu de
Cristo, escrito por Andrew Murray. En el capítulo cinco de dicho libro, Andrew Murray
afirma que hoy en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentra no solamente Su
naturaleza humana sino también Su muerte junto con la eficacia de ésta, y Su
resurrección junto con el poder de la misma. En 1954 estando en Hong Kong, di un
mensaje en el cual dije que en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentran el elemento
divino, el elemento humano, el elemento de Su muerte junto con la eficacia de ésta, y el
elemento de Su resurrección junto con el poder de la misma. Todos estos elementos
pueden asemejarse a los ingredientes de una dosis, la cual contiene un elemento
germicida, así como la eficacia de la muerte, y un elemento que suministra vida, así
como el poder de la resurrección. Los elementos contenidos en el Espíritu de Cristo son
abundantes y todo-inclusivos.
En la etapa de inclusión Cristo realizó tres actos notables. Primero, fue engendrado
como Hijo primogénito de Dios; segundo, se hizo el Espíritu vivificante; tercero,
regeneró a Sus creyentes con miras a Su Cuerpo. Aparentemente, estos actos notables
son bastante sencillos, pero en realidad son muy complejos.
Desde la eternidad pasada sin comienzo, Cristo era el Hijo unigénito de Dios. Como tal,
poseía sólo divinidad, mas no humanidad, ya que todavía no se había hecho carne, ni
había pasado por la muerte ni había entrado en la resurrección. En el Evangelio de Juan
el Señor dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25). En la eternidad pasada El ya era
tanto la resurrección como la vida, pero todavía no había entrado en la experiencia de la
resurrección. Por ejemplo, es posible que usted sea un profesor, aunque carezca de
experiencia. El Señor es la resurrección, y El lo ha sido desde la eternidad pasada, ya que
El es Dios, quien es la resurrección. Ser resucitado es vencer y transcender la muerte, o
sea, entrar en la muerte y salir de ella. Cristo como Hijo unigénito de Dios es la
resurrección desde la eternidad, pero no la había experimentado. No fue sino hasta que
El cumplió con Su ministerio completo en la carne y pasó por la muerte, que entró en la
resurrección.
Romanos 1:3-4 nos dice que mediante la muerte y resurrección Cristo en la carne, del
linaje de David, fue designado el Hijo primogénito de Dios. Antes de Su encarnación,
Cristo, el Ser divino, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:8; Ro. 8:3). Mediante la encarnación se
puso un elemento, la carne humana, que no tiene nada que ver con la divinidad; esa
parte de El necesitaba ser santificada y elevada al pasar por la muerte y la resurrección.
Mediante la resurrección, Su naturaleza humana fue santificada, elevada y
transformada. Así que, mediante la resurrección, El fue designado Hijo de Dios con Su
humanidad (Hch. 13:33; He. 1:5). Su resurrección fue Su designación. En el
entrenamiento del invierno próximo, tendremos un estudio más a fondo de la
cristalización de la Epístola a los Romanos, para ver más en cuanto a las naturalezas
humana y divina de Cristo y ver la manera en que fue designado Hijo primogénito de
Dios.
Juan 12:24 dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Llevar mucho fruto equivale a ser
vivificado, y esto tiene lugar al mismo tiempo que el grano muere. Por un lado, el grano
de trigo muere, pero por otro, se vivifica. Lo mismo se aplica a Cristo cuando estaba en
la cruz. Aunque Su humanidad, Su carne, Su cáscara exterior, fue crucificada en la cruz,
el Espíritu, la esencia de Su divinidad, fue activado considerablemente, para que Su
humanidad crucificada fuera vivificada en la resurrección. Más aún, cuando se vivificó
Su humanidad, ésta fue elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios. En otras
palabras, al resucitar, Su humanidad fue elevada a la filiación divina. Así que, El fue
engendrado como Hijo primogénito de Dios.
Ser Hijo unigénito de Dios no es lo mismo que ser Hijo primogénito. Ser Hijo unigénito
indica que sólo existe un hijo, mientras que ser Hijo primogénito denota la existencia de
por lo menos dos hijos. Los que fueron engendrados con Cristo en Su resurrección no
fueron dos, sino millones. Efesios 2:5 dice que Dios “nos dio vida juntamente con
Cristo”, y el versículo 6 dice que “juntamente con El nos resucitó”. Fuimos vivificados
cuando se nos dio vida juntamente con Cristo y luego, fuimos resucitados juntamente
con El. Cuando murió en la cruz, también nosotros morimos con El. Mientras moría en
la cruz, Su Espíritu de vida le estaba vivificando y también a nosotros nos estaba dando
vida. Por lo tanto, nos dio vida y nos resucitó con El. Su resurrección fue Su nacimiento,
en el cual fue engendrado como Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33). Nuestra
resurrección también fue nuestro nacimiento, donde fuimos engendrados como los
muchos hijos de Dios (1 P. 1:3). El es el Hijo primogénito, y nosotros, los muchos hijos
(Ro. 8:29).
El segundo acto notable que Cristo realizó en la segunda etapa de inclusión fue que llegó
a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En Su resurrección, no solamente fue
engendrado como Hijo primogénito de Dios, sino que también, Él como postrer Adán en
la carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Cristo al ser el postrer Adán significa que
después de El no existe más Adán. Adán terminó en Cristo. En la resurrección Cristo
como el postrer Adán en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante.
a. El postrer Adán [Cristo en la carne],
llegó a ser el Espíritu vivificante
En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho... el postrer Adán [Cristo en la carne], Espíritu
vivificante”. Primero, en Su encarnación, Cristo se hizo carne para llevar a cabo la
redención. Después, en Su resurrección, Cristo, el postrer Adán, se hizo el Espíritu
vivificante para impartir vida.
Juan 7:39 dice: “...pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún
glorificado”. En mi juventud, cuando leía esta porción de la Palabra, me preguntaba por
qué “aún no había el Espíritu”. ¿Acaso no existía ya el Espíritu de Dios desde hace
mucho? ¿No dice Génesis 1:2 que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas?
Además, en el Antiguo Testamento se menciona el Espíritu de Jehová, que es Dios en Su
relación con el hombre (Jue. 6:34; Is. 61:1). Al comienzo del Nuevo Testamento, el
Espíritu Santo vino en la concepción del Señor Jesús (Mt. 1:18, 20). Espíritu Santo en
griego también es “el Espíritu, el santo”. Aquí la palabra santo indica que el Espíritu
puede hacer santas a las personas comunes. Por lo tanto, María, una virgen común,
produjo un hijo, Jesús, a quien se le llamó “lo santo” (Lc. 1:35). Por lo tanto, conforme a
la santa Escritura y a los hechos, ¿no estaba allí el Espíritu Santo? ¿Por qué Juan 7 dice
que aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado, es decir, no
había sido aún resucitado?
Después de muchos años de estudio, entendí claramente que en efecto, Jesús fue
glorificado cuando resucitó (Lc. 24:26). Antes de que Cristo resucitara, es decir, antes de
que fuera glorificado, el Espíritu de Dios no era el Espíritu vivificante. Antes de la
resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios podía moverse sobre la faz de las aguas, podía
relacionarse con las personas y podía santificarlas, pero no podía impartirles vida,
porque El aún no era el Espíritu vivificante. Sólo se menciona el título Espíritu de vida
al llegar a Romanos 8:2. Así que, antes de la resurrección de Cristo, “aún no había el
Espíritu” significa que aún no había el Espíritu vivificante.
Además, Cristo, mediante Su muerte en la cruz, liberó la vida divina que estaba
encerrada en la cáscara de Su humanidad y la impartió en Sus creyentes, haciendo de
ellos los muchos miembros que constituyen Su Cuerpo (Jn. 12:24). Cuando Cristo estaba
en la carne, Su vida divina estaba restringida y encerrada en la cáscara de Su carne. Se
puede usar un grano de trigo como ejemplo. De cierto que si no se siembra el grano de
trigo en la tierra y no muere, la vida que se encuentra en el grano queda encerrada en la
cáscara. Pero cuando se siembra el grano en la tierra y muere, la cáscara del grano se
quiebra, y brota la vida que tiene por dentro.
d. El Espíritu vivificante
es el Cristo pneumático
El tercer acto notable que Cristo llevó a cabo en la etapa de inclusión fue que regeneró a
los creyentes con miras a Su Cuerpo (1 P. 1:3).
Cristo fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios y llegó a ser el Espíritu
vivificante, a fin de regenerar a los creyentes, para que lleguen a ser los muchos hijos de
Dios, nacidos de Dios junto con El en un solo alumbramiento universal. Por lo tanto, el
nacimiento de Cristo en resurrección fue, sin duda, un gran alumbramiento, uno en que
se da a luz a millones de hijos de Dios. El primero fue el Hijo primogénito, Cristo, y el
resto fueron los muchos hijos, todos los creyentes que pertenecen a Cristo. Esto tiene
como fin componer la casa de Dios, o sea la familia de Dios. Esto también tiene como fin
constituir el Cuerpo de Cristo como Su plenitud, Su expresión y Su expansión, para
consumar la expresión y la expansión eternas del Dios Triuno procesado y consumado.
En cuanto a la constitución del Cuerpo de Cristo, 1 Corintios 12:13 dice que en un solo
Espíritu todos los creyentes fueron bautizados en un solo Cuerpo. Este “solo Espíritu” es
Cristo mismo. En El, quien es un solo Espíritu, fuimos todos bautizados en un solo
Cuerpo. Al mismo tiempo, a todos los creyentes que fueron bautizados en un solo
Espíritu se les dieron a beber de este Espíritu.
Ser bautizado es entrar en el mismo Espíritu, mientras que beber de un mismo Espíritu
es recibirlo. En China, las personas de la región del río bajo de Yangtzé, tenían la
costumbre de ir por las mañanas a tomar té en la casa de té, e iban por las noches a
bañarse en el balneario. Por la mañana bebían hasta llenarse y por la noche se
sumergían en el balneario. Decían que sumergirse en el balneario era lo mismo que
dejar que “el agua envolviera el cuerpo”, y beber hasta llenarse era hacer que “el cuerpo
envolviera el agua”; es decir, había agua tanto afuera como adentro. Esta debería ser
nuestra condición actual, ya que fuimos bautizados en el Espíritu y se nos dio a beber de
un solo Espíritu. Fuimos bautizados en Cristo como Espíritu vivificante, esto es, “el
Espíritu que nos envuelve”. Además, se nos dio a beber del Espíritu, esto es, “nosotros
envolvemos al Espíritu”. Como resultado, tenemos el Espíritu por fuera y por dentro. Así
que, en este Espíritu todos llegamos a ser una entidad orgánica, el Cuerpo de Cristo.
Cristo regeneró a los creyentes con miras a Su Cuerpo, para que todos los creyentes de
Cristo puedan ser edificados como morada de Dios en el espíritu de ellos, donde vive Él
como Espíritu (Ef. 2:22). Aquí ser edificados equivale a estar constituidos juntos. Somos
edificados como morada de Dios en nuestro espíritu, donde vive Él como Espíritu.
Finalmente, esta morada será la Nueva Jerusalén (Ap. 21:3). La Nueva Jerusalén es una
ciudad, una morada grande y corporativa. La morada de una sola persona es una casa; la
morada de una multitud es una ciudad. Todos los creyentes de Cristo serán edificados,
constituidos, para ser llenos por fuera y por dentro del Espíritu, a fin de llegar a ser la
morada de Dios. La consumación de tal morada es una ciudad grande, la Nueva
Jerusalén.
Si ustedes aprenden todo lo que hemos comentado, estoy seguro de que tendremos un
gran avivamiento. Primero, ustedes necesitan saber que Cristo es tanto Dios como
hombre. Segundo, necesitan saber que Cristo posee tanto divinidad como humanidad.
Tercero, necesitan saber que Cristo, en Su humanidad, llevó a cabo la redención jurídica
mediante Su muerte. Cuarto, ustedes necesitan saber que Cristo, en Su divinidad, lleva a
cabo en Su resurrección la salvación orgánica. En dicha salvación, El produjo los
muchos hijos de Dios, los muchos hermanos de Cristo. Los muchos hijos de Dios
constituyen la casa de Dios, Su morada; los muchos hermanos de Cristo constituyen los
miembros de Su Cuerpo, cuya consumación es la Nueva Jerusalén.
Para poder hablar detallada y claramente de estas cosas, ustedes deben aprenderlas. Si
quieren saber cómo ser ancianos y colaboradores, deben conocer a Cristo y
experimentarle, disfrutarle y ganarlo conforme a todo lo que El llevó a cabo y lo que está
realizando en las tres etapas de Su ministerio completo. No sigan hablando de las cosas
viejas que se han dicho a lo largo de los años. La gente ya ha oído bastante de esas cosas.
¿Dónde está la vitalidad de los grupos vitales? La vitalidad de dichos grupos reside en el
conocimiento, el disfrute y la experiencia de Cristo. Ustedes deben estar capacitados
para proclamar detalladamente todos los puntos cruciales de los logros de Cristo en Sus
tres etapas. No podrán hacer esto en poco tiempo, pero espero que dediquen mucho
tiempo y energía a esto. Si usan medio año para aprender a proclamar los cuatro puntos
en detalle, especialmente los últimos dos, en cuanto a nuestra necesidad de conocer
particularmente a Cristo, yo creo que tendrán un avivamiento. No discutan ni se aferran
más a sus propias opiniones. Todos nosotros necesitamos esforzarnos por conocer a
Cristo de una manera particular.
Al contrario, cuando hablé con determinación acerca de la nueva manera en los Estados
Unidos y en Taiwán, surgieron algunas oposiciones y rebeliones. Pero hoy ¿dónde están
los opositores y los rebeldes? El Señor dijo que debemos conocer cada árbol por su fruto
(Lc. 6:44). No me gusta criticar, pero quisiera dar la alarma. Lo que el Señor nos ha
mostrado en Su recobro es el mejor camino. Estamos en la esfera divina y mística,
viendo la cultura divina y mística, y tenemos que hablar de todas estas cosas con el
lenguaje divino y místico. Espero que todos ustedes aprendan de nuevo. Desde ahora en
adelante, para ser colaboradores o ancianos, tienen que hacer esto. Aparte de esto no
podemos seguir adelante. Espero que no conduzcan una reunión grande en la cual una
persona hable y los demás escuchen. Esta es el camino del cristianismo, que lo ha
practicado por veinte siglos, pero aún no ha producido lo que el Señor quiere.
En la actualidad existe una inmensa necesidad en el recobro del Señor. Esta es la razón
por la cual nos empeñamos en aumentar nuestro entrenamiento. Al principio del
entrenamiento completo en Anaheim, sólo teníamos de setenta a ochenta personas en el
primer semestre. Gracias al Señor que en este semestre tenemos doscientos treinta y
nueve personas. Además, estamos construyendo una comunidad de diecinueve casas en
“Jardines de Gracia”, para alojar a los hermanos que están en el entrenamiento. Con
diez personas en cada casa, podemos alojar a casi doscientas personas. Esperamos que
los que recibieron el entrenamiento de tiempo completo puedan ser enviados para
satisfacer el mover actual del Señor.
CAPITULO TRES
(3)
BOSQUEJO
Oración: Oh Señor, agachamos nuestra cabeza en adoración a Ti, porque todo depende
de Tu misericordia. Tú tienes misericordia de quien quieres tener misericordia. Te
adoramos porque en Tu recobro, durante más de setenta años hasta el presente no has
cesado de hablar. Incluso nos has dado luz sin precedente para que veamos cómo llevas
a cabo Tu ministerio en las tres etapas de la edad del Nuevo Testamento. Te adoramos
por estas tres etapas Tuyas: la de llegar a ser carne, la de llegar a ser el Espíritu
vivificante y la de llegar a ser el Espíritu siete veces intensificado. Gracias por
mostrarnos los actos específicos que efectuaste en cada etapa. Oh Señor, has sido muy
paciente al esperar hasta hoy que estemos listos en esta última edad para que veamos Tu
ministerio en estas tres etapas. Oh Señor, háblanos una palabra clara una vez más esta
mañana. Además, oramos para que tranquilices nuestro corazón y abras nuestro espíritu
a fin de que seamos puros de corazón y pobres en espíritu para que estemos dispuestos a
recibir Tu palabra. Oramos para que estés con nosotros. También acusamos a Tu
enemigo, lo condenamos, lo atamos y lo destruimos. Amén.
En cuanto a cómo ser un colaborador y un anciano, hay dos puntos preciosos: primero,
conocer a Cristo y segundo, experimentarle y disfrutarle en Su ministerio completo en
Sus tres etapas divinas y místicas. Conocer a Cristo es algo muy general. Cristo es muy
rico, y Sus riquezas son inescrutables, así que, ¿cómo podemos conocerle? En los
mensajes anteriores vimos que hay muchos aspectos en cuanto a todo lo que es Cristo,
pero necesitamos conocer cuatro en particular. Primero, debemos saber específicamente
que El es tanto Dios como hombre. Hace más de cuarenta años, un colaborador entre
nosotros dijo que Cristo era un hombre hasta que fue a la cruz, y que después de Su
resurrección ya no era hombre, porque al pasar por la muerte se quitó Su humanidad.
Esto es totalmente erróneo. El Nuevo Testamento nos dice claramente que después de
resucitar, Cristo en Su ascensión es el Hijo del Hombre que está sentado a la diestra del
Poder (Mt. 26:64). Esteban, durante su martirio, vio a Cristo como Hijo del Hombre de
pie a la diestra de Dios (Hch. 7:56). El Señor también nos dijo personalmente que como
Hijo del Hombre El vendrá en las nubes del cielo (Mt. 26:64). Además, Apocalipsis nos
dice que Cristo es el Hijo del Hombre como Sumo Sacerdote que cuida de los candeleros
de Dios (1:13). También nos muestra que como Hijo del Hombre que está sentado en
una nube El regresará a segar la mies (14:14). Además, el Evangelio de Juan nos dice
que en la eternidad Cristo como escalera es el Hijo del Hombre, en quien los ángeles de
Dios ascienden y descienden (1:51). Esto nos muestra que por la eternidad Cristo seguirá
siendo el Hijo del Hombre. Por tanto, es una gran herejía negar que el Señor Jesús es el
Hijo del Hombre o decir que fue el Hijo del Hombre sólo hasta Su muerte.
En segundo lugar, debemos saber específicamente que Cristo posee tanto divinidad
como humanidad. Debemos saber esto a fin de poder interpretar lógicamente el Nuevo
Testamento. El libro de Hebreos dice que Cristo, como nuestro gran Sumo Sacerdote,
puede compadecerse de nuestras debilidades, porque El fue tentado en todo igual que
nosotros (4:15). Si sólo tuviera divinidad y no humanidad, ¿cómo podría haber sido
tentado? ¿Quién puede tentar a Dios? Por tanto, negar que Cristo posea tanto divinidad
como humanidad no es bíblico.
En 2 Timoteo Pablo también exhortó a Timoteo a que trace bien la palabra de la verdad
(2:15), lo cual significa exponer la palabra de Dios en sus varias partes de manera recta y
exacta, sin distorsión, así como un carpintero traza la madera perfectamente bien, sin
torcerse. Hoy día algunos intérpretes de la Biblia trazan la palabra de la Escritura
distorcionadamente. Esto también es una indicación de que la iglesia se está
degradando. Por ejemplo, la Biblia habla de que el espíritu y el alma del hombre son dos
partes distintas (1 Ts. 5:23; He. 4:12), pero algunas personas dicen erróneamente que el
espíritu y el alma son idénticos. Otro ejemplo consiste en el hecho de que la Biblia dice
que Cristo llegó a ser el Espíritu en Su resurrección (1 Co. 15:45), pero algunos afirman
que el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas separadas y que por tanto Cristo no es el
Espíritu. Esto es no trazar bien la palabra de la verdad.
Pablo también dijo que uno debe seguir “con los que de corazón puro invocan al Señor”
(2 Ti. 2:22). Al no tener un corazón puro y al no invocar al Señor también se indica que
la iglesia se está degradando.
Finalmente, Pablo dijo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”
(4:22). La degradación de la iglesia consiste en no tener la experiencia de que el Señor
esté con nuestro espíritu y en perder así la presencia de la gracia. Necesitamos prestar
atención a eso. Nuestro disfrute y experiencia más elevado consiste en que nuestro
Señor esté con nuestro espíritu. El Señor, quien es el Creador del cielo y de la tierra, el
Señor soberano de todos, está con nuestro espíritu. Esto es maravilloso. El hecho de que
el Señor esté con nosotros no significa que está en nuestra mente ni en nuestros
pensamientos; Él como Espíritu está con nuestro espíritu. Hace más de treinta años vine
a los Estados Unidos con la carga específica de hablar de los dos espíritus, el Espíritu
divino y nuestro espíritu humano. En aquellos días muchos santos estadounidenses
dijeron que no sabían que el hombre tenía espíritu. Gracias a Dios que hemos estado
luchando aquí durante treinta y cuatro años, y ahora es más corriente que los cristianos
hagan referencia al espíritu humano. Recientemente el Señor también nos mostró que el
secreto de experimentar la obra salvadora orgánica de Dios es “el Espíritu junto con
nuestro espíritu” (Ro. 8:16). Hoy Cristo es el Espíritu, y si queremos experimentarle y
disfrutarle, tenemos que estar en nuestro espíritu. Puedo testificar que según mi edad, si
el Espíritu no estuviera con mi espíritu, no podría llevar la carga del recobro del Señor y
las iglesias. Algunos me han aconsejado que no debo participar en tantas actividades,
pero le doy gracias al Señor y le alabo porque Él como Espíritu que está conmigo me
capacita para participar en estas actividades. Al levantarme, digo: “Señor, me levanto
contigo”. En el momento que toco el suelo, digo: “Oh Señor, no sólo ando por Ti, sino
que ando contigo. Tú me sostienes mientras yo camino”. Si el Señor no fuera el Espíritu,
sino que estuviera muy lejos en los cielos, ¿qué tendría que ver conmigo? Gracias al
Señor que hoy El es el Espíritu, y nosotros podemos disfrutarle en el espíritu. Esta es
una bendición sumamente grande. Disfrutar del hecho de que el Espíritu del Señor esté
en nuestro espíritu es tener la gracia con nosotros. Cuando esto se pierda, la
degradación de la iglesia viene.
Cristo, con miras a realizar Su ministerio en la etapa de inclusión, llegó a ser el Espíritu
vivificante, el Cristo pneumático, para llevar a cabo la salvación orgánica a fin de
producir la iglesia y edificar Su Cuerpo, cuya consumación será la Nueva Jerusalén. Pero
durante Su ministerio en la etapa de Su inclusión, antes de cumplir Su propósito, la
iglesia se degradó, lo cual frustró el cumplimiento de la economía eterna de Dios. Por
consiguiente, Cristo como el Espíritu vivificante fue intensificado siete veces para llegar
a ser los siete Espíritus de Dios (Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 3:1).
El libro de Apocalipsis hace referencia a los siete Espíritus de Dios. Los siete Espíritus
no son siete Espíritus individuales, sino un solo Espíritu que se intensificó siete veces.
Esta es la interpretación adecuada de la Palabra. Cristo llegó a ser los siete Espíritus, no
siete Espíritus separados sino un solo Espíritu intensificado siete veces. Esta es nuestra
interpretación al trazar bien la palabra de la verdad bajo la dirección y la revelación
divinas. Cristo llegó a ser el Espíritu siete veces intensificado para intensificar siete
veces la salvación orgánica que Dios efectúa a fin de que sea edificado el Cuerpo de
Cristo, que lleva a su consumación la meta eterna de Dios, a saber: la Nueva Jerusalén.
Debido a la degradación de la iglesia, casi todos los creyentes de Cristo han sido
derrotados en su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. Por tanto, se
necesitan los vencedores. Hoy día son muy pocos los creyentes que no son derrotados en
su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. La mayoría ha sido
derrotada y ha llegado a ser creyentes derrotados. Observe el catolicismo y el
protestantismo actuales, en medio de los cuales hay millares de creyentes, pero ¿dónde
están los vencedores? Hay muy pocos. Los Estados Unidos, el mayor representante del
cristianismo hoy, tiene más cristianos que cualquier otro país. Pero, hablando en
términos generales, conforme al contenido de las conversaciones de la gente y la manera
en que se viste y se adorna en el trabajo, uno no puede distinguir quiénes son cristianos.
Muchos santos me han dicho que en su trabajo, cuando las personas regresan el lunes
después de un fin de semana, sus conversaciones son demasiado sucias. ¿Cómo podría
uno determinar quiénes son los cristianos genuinos?
La teología reformada actual enseña que Dios nos predestinó, y si creemos, Su salvación
se llevará a cabo en nosotros. Por tanto, una vez que somos salvos, cualquier cosa que
hagamos está bien. Fuimos escogidos por Dios y creímos en El. De ahora en adelante
podemos tener paz y estar libres de preocupaciones; podemos bailar, apostar o hacer lo
que nos plazca. Hasta cierto punto, los teólogos reformados conocen la Biblia. Ven que
fuimos escogidos por Dios en la eternidad pasada y que la elección y el llamamiento de
Dios son eternamente irrevocables (Ro. 11:28-29). No obstante, pasan por alto el reino,
pues piensan que una vez que una persona crea, ya no tiene problemas; es eternamente
salva e irá al cielo después de morir. Por esto después de ser salvos, muchos llevan una
vida entregada a la lujuria.
Puesto que esta lamentable situación ha prevalecido durante casi dos mil años, el
llamamiento que el Señor hace en Apocalipsis a vencer sigue vigente hoy. Los cristianos
leen la Biblia, pero pasan por alto completamente el hecho de que en el último libro ella
utiliza dos capítulos extensos para llamar a los vencedores siete veces, al decir que el que
venza será recompensado (Ap. 2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 21). Apocalipsis también nos
advierte que si no vencemos, sufriremos el daño de la segunda muerte (2:11), la cual
consiste en ser echado en el lago de fuego para sufrir el tormento eterno (20:11-15).
Ninguno que sea verdaderamente salvo sufrirá la segunda muerte; no se le echará al
lago de fuego para que sufra el tormento eterno. Pero si los creyentes son vencidos en
esta edad, sufrirán el daño causado por el lago de fuego en la edad venidera. Esto es lo
que significa sufrir el daño de la segunda muerte. El hermano Nee, en su libro El
evangelio de Dios, dijo claramente que sufrir el daño de la segunda muerte es sufrir el
daño del lago de fuego. Sin duda, nuestra salvación es eternamente segura. Sin embargo,
si no vencemos en esta edad, un día sufriremos el daño del lago de fuego. Esta es la
revelación clara de la Palabra, pero muchos cristianos la pasan por alto. ¿También
nosotros vamos a ignorar la advertencia de la Biblia y el llamamiento del Señor por los
vencedores? ¿También vamos a permanecer indiferentes a ellos?
Recientemente me he arrepentido a menudo y orado diciendo: “Señor, estoy en temor y
temblor al pensar que desde el pasado hasta el presente, todavía no sea un vencedor.
Señor, oro para que me des unos años más y me concedas otro tiempo en el cual me
pueda ejercitar para llegar a ser un vencedor”. Hoy no nos atrevemos a decir quiénes son
vencedores y quiénes no. Sólo podemos esperar el regreso del Señor cuando estemos
delante de Su tribunal, y El juzgue si hemos vencido o hemos sido derrotados (2 Co.
5:10; Ro. 14:10). Los vencedores entrarán en el reino con Él para regir como reyes; los
derrotados irán a las tinieblas de afuera para ser castigados durante mil años (Mt. 25:21,
23, 30). Tarde o temprano todos tenemos que madurar. Si no maduramos en esta edad,
seremos echados a las tinieblas en la edad venidera para ser castigados a fin de que
lleguemos a la madurez. Después de los mil años, todos los creyentes habrán llegado a la
madurez como los vencedores (Ap. 21:7), quienes estarán aptos para participar en la
Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén en la edad del reino será una miniatura, pues sólo
consta de los vencedores de esta edad. Después de que termine la era del reino, después
de que la mayoría de los creyentes derrotados haya sufrido el castigo en las tinieblas,
habrá llegado a la madurez y estará capacitada para participar en la Nueva Jerusalén en
su consumación. Esta es la revelación pura de la Palabra santa.
Cristo en las siete epístolas dirigidas a las iglesias degradadas llama a los creyentes
derrotados a vencer por Él como Espíritu siete veces intensificado para que
experimenten la salvación orgánica que El da en Su intensificación séptuple. Puedo
testificar que ésta es una realidad. No fue sino hasta años recientes, especialmente los
últimos tres, que he llegado a conocer de modo profundo lo que es la obra salvadora
orgánica de Dios. Además, esta salvación me fortalece en mi interior. En esta salvación
orgánica siete veces intensificada podemos llegar a ser vencedores por Cristo como el
Espíritu siete veces intensificado.
En el recobro del Señor, ¿cuál es nuestra meta? ¿Consiste acaso en ser personas santas?
Hoy entre los cristianos en general casi nadie tiene una meta apropiada. Procuran ser
espirituales, ser santos, predicar el evangelio para ganar almas y establecer seminarios
para enseñar teología y la Biblia, pero casi nadie puede decir que hace esto para llevar la
Nueva Jerusalén a su consumación. Todos han echado a un lado la meta apropiada.
En la degradación de la iglesia, por el lado negativo, tenemos los obstáculos de Satanás,
el pecado, el mundo y la carne. Por otro lado, muchas cosas positivas y correctas que
han reemplazado la meta eterna de Dios. Dios tiene una sola meta, a saber, la Nueva
Jerusalén. Este es un asunto muy claro y definido en la Biblia. La Biblia con sus sesenta
y seis libros empieza con la frase: “En el principio... Dios...”. Al comienzo de la Biblia
sólo existía Dios, y nada más. En aquel entonces Dios tenía un solo aspecto triuno:
Padre, Hijo y Espíritu. Por tanto, Dios se refiere a Sí mismo con las palabras hagamos y
nuestra. En Génesis 1:26 El dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza”. Esto indica que Dios es tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y por
tanto tiene el aspecto de tres. No existía nada más. Sin embargo, al final de la Biblia
llegamos a la Nueva Jerusalén. Entre el comienzo y el final, se encuentra el transcurso
de una larga historia que contiene muchas edades, incluyendo la edad de los patriarcas,
la edad de la ley dada a los hijos de Israel y la edad de la gracia del Nuevo Testamento.
En ellas ocurren muchas cosas y Dios trabaja mucho. Pero no importa cuántas edades
hayan existido ni cuánto haya trabajado Dios, El tiene una sola meta. Al principio de la
Biblia existe un solo Dios, y al final se ve un gran Dios corporativo, es decir, la Nueva
Jerusalén.
Del mismo modo que la Biblia comienza con Dios, también termina con El. Al principio
El es un Dios sencillo, un Dios triuno; al final aparece una ciudad, y ella es el Dios
corporativo. La Nueva Jerusalén es el agrandamiento y la expansión de Dios, Su
expresión en la eternidad, la cual es el Dios corporativo. Los que participan en la Nueva
Jerusalén son los hijos de Dios, quienes pertenecen a Su especie. Yo tengo unos
cuarenta descendientes. Pero los hijos de Dios son innumerables. ¡Imagínense cuántos
estarán en la Nueva Jerusalén! Todos ellos son dioses; todos pertenecen a la especie de
Dios. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén es el Dios corporativo.
A pesar de que la Palabra santa contiene esta revelación clara, la mayoría de los lectores
de la Biblia pasa por alto la Nueva Jerusalén. Algunos dicen que la Nueva Jerusalén es
“el cielo”, adonde los cristianos irán después de morir, y donde hay una calle de oro,
puertas de perla y un muro de jaspe. Otros dicen que como Apocalipsis es un libro
misterioso, nadie puede entender lo que es la Nueva Jerusalén, así que no vale la pena
prestarle mucha atención. Piensan que ya que uno no es teólogo, no tiene que
estudiarlo. Actualmente, la mayoría de los cristianos pasa por alto la Nueva Jerusalén, el
árbol de la vida y el río de agua de vida. De hecho ellos reemplazan la Nueva Jerusalén
con muchas otras cosas buenas. Pero el recobro del Señor no es así. Hoy establecemos
las iglesias, edificamos a los santos, ponemos en práctica los grupos vitales, y visitamos
a las personas tocando a sus puertas, pero nuestro fin, nuestra meta, es llevar la Nueva
Jerusalén a su consumación.
La degradación de la iglesia se debe principalmente a que casi todos los obreros
cristianos se distraen con otras metas que no son la Nueva Jerusalén. Por tanto, en la
degradación de la iglesia, para ser vencedores que responden al llamado del Señor,
necesitamos vencer no sólo las cosas negativas, sino aún más, las cosas positivas que
reemplazan la Nueva Jerusalén como meta. No queremos la clase de predicación del
evangelio que tiene como meta ganar almas. La meta de predicar el evangelio tiene que
ser la Nueva Jerusalén.
Por eso, dije que no deben confiar en las grandes campañas evangélicas. El Señor no
obra así. En la creación, en la naturaleza, acerca de la multiplicación del hombre Dios no
dispuso que tuviera centenares de hijos en un solo alumbramiento, ni doce en un año. El
dispuso que tuviera un alumbramiento en nueve meses y, en general, un niño en cada
parto. Esto es lo que Dios dispuso. Génesis 1 dice que Dios creó al hombre, lo bendijo y
le dijo que fructificara, se multiplicara y llenara la tierra (v. 28). Pero Dios dispuso que
se hiciera lentamente. Es un nacimiento a la vez, con sólo un embarazo cada año, y cada
preñez dura nueve meses. De este modo, después de seis mil años, la tierra está llena de
seres humanos. Por lo tanto, necesitamos predicar el evangelio conforme al principio
ordenado por Dios. No confíen en celebrar grandes reuniones para predicar el
evangelio; esto no será eficaz. Ya aprendimos la lección. Tal vez algunos digan:
“Hermano Lee, hace más de cuarenta años, ¿no celebró usted grandes reuniones para
predicar el evangelio?”. Sí, pero había preparado a algunas personas para que
continuaran la labor. Después de aquellas reuniones grandes, les di todas las listas de
nombres a los hermanos y hermanas para que visitaran a esas personas una por una. Así
que, ya no debemos celebrar grandes reuniones; necesitamos poner en práctica los
grupos vitales y salir a visitar a las personas una por una, tocando a sus puertas.
Supongamos que su iglesia tiene sólo doscientos cincuenta personas y que todas ponen
en práctica los grupos vitales; entonces, al engendrar cada uno una persona, el año que
sigue tendrán quinientas. Supongamos que el recobro del Señor tiene doscientos
cincuenta mil miembros por toda la tierra y que todos ponen en práctica los grupos
vitales. Después de un año habrá quinientos mil y después de otro año, un millón.
Aparentemente es lento; en realidad, es muy rápido. La manera apropiada de obrar es
poner en práctica los grupos vitales. No es necesario establecer seminarios ni celebrar
grandes reuniones.
Para ser vencedores debemos interesarnos por la meta de la economía eterna de Dios, la
Nueva Jerusalén, como nuestra meta única. Todos necesitamos tener presente esta
meta. Nuestra meta no es ayudar a las personas a ser espirituales ni santas sino
dirigirlas hacia la Nueva Jerusalén para llevar ésta a su consumación. ¿Cómo haremos
esto? Al beber del Espíritu y comer a Cristo para recibir Su suministro rico y fresco. De
este modo, adornamos la Nueva Jerusalén y la llevamos a su consumación con Dios el
Padre como su base de oro, Dios el Hijo como sus puertas de perla y Dios el Espíritu
como su muro de piedras preciosas. Esto no concuerda con la voluntad de usted, ni se
produce al emplear su método, ni con usted como elemento y esencia; se produce con
Dios como esencia, Cristo como elemento y el Espíritu como camino. Necesitamos beber
diariamente al Dios que fluye, al Espíritu, como nuestro río de agua de vida;
necesitamos comer del León-Cordero vencedor como el árbol de la vida para que sea
nuestro suministro fresco y rico; y necesitamos tomar al Dios Triuno como la esencia, el
elemento y el camino a fin de edificar la Nueva Jerusalén y llevarla a su consumación.
Esta es la consumación del ministerio completo de Cristo.
CAPITULO CUATRO
(1)
BOSQUEJO
En los tres capítulos anteriores, vimos el ministerio completo del Señor. Su ministerio
no es pobre ni fragmentario sino pleno. Aunque este Cristo, quien es único en la
historia, hizo muchas cosas en la tierra, parece que muchas personas realmente no le
conocen. El cristianismo da a la gente una impresión muy superficial al decir
simplemente que Cristo es Dios, el Creador de todas las cosas y que un día se hizo carne
para ser el Salvador de los hombres. Hoy cualquier persona que haya recibido un poco
de educación y que haya estudiado algo de la historia mundial, seguramente ha
aprendido algo acerca de Jesucristo. Algunos dicen que sólo El es el Dios verdadero, y
que El creó todas las cosas, y que se hizo un hombre como Salvador de los hombres.
Estas cosas son verdaderas, pero no profundas.
Entre nosotros, el hermano Nee tomó la iniciativa al amar la Biblia y al seguir la verdad.
Puedo testificar firmemente que yo seguí al hermano Nee simplemente a causa de estas
características que vi en él. Desde el momento que fui salvo, empecé a amar la Palabra y
a buscar la verdad, así que, con regularidad leía publicaciones espirituales. Entre estas
publicaciones de las cuales yo leía, había una que contenía en casi todos los números los
escritos del hermano Nee. Cuando leí sus escritos, sentí que eran únicos. En aquellos
tiempos, se puede decir que todos los escritos cristianos que existían en toda la China
provenían de aquella publicación. Sin embargo, aunque muchos habían contribuido a
ella, sólo unos cuantos eran únicos. Por lo tanto, comencé a tener comunión con el
hermano Nee por correspondencia.
Por la autoridad soberana del Señor, un día El me llevó a donde estaba el hermano Nee.
En el momento que le vi, me atrajo su extraordinaria forma de hablar. El era sólo dos
años mayor que yo. Nos conocimos por primera vez cuando él vino a mi pueblo natal.
Considere esto: su pueblo natal estaba en Fucheu (al sur de China) y la mía estaba en
Chifú, Shantong (al norte de China). Por lo tanto, si no hubiera sido por el arreglo de la
soberanía del Señor, ¿cómo habríamos podido reunirnos? Más tarde, me pidió que
trabajara con él, así que juntos trabajamos para el Señor por un total de dieciocho años.
Más y más me doy cuenta de que verdaderamente él era un gran revolucionario de la
Biblia; su interpretación de la Biblia era diferente de los demás. Quizás usted se
pregunte si él entendía las interpretaciones de otras personas. El sí las entendía. El
había leído lo que enseñaban los padres de la iglesia, lo que enseñaban los que buscaban
con diligencia al Señor en los días subseguidos a los padres de la iglesia y antes del
Concilio de Nicea en 325 a. de C., y las enseñanzas de Martín Lutero, de los místicos, de
los que se dedicaban a la vida interior y de la Asamblea de los Hermanos. Me contó toda
esta historia con el fin de perfeccionarme. Sin duda, para mí, él era un buen pastor.
Puesto que recibí tal pastoreo, tal amoldamiento y tal perfeccionamiento de él, se
desarrolló un entendimiento mutuo entre él y yo. En 1950 estábamos juntos en Hong
Kong. El salió de la China continental y me pidió que fuese de Taiwán a Hong Kong.
Estuvimos juntos por un mes y medio, desde mediados de febrero hasta principios de
abril. Después de eso, con un entendimiento mutuo, nos separamos en Hong Kong.
De 1950 a 1996, por cuarenta y seis años, dediqué mucho más tiempo y energía a la
Palabra. En 1950, que fue un año después de que empecé a laborar en Taiwán, tenía yo
una gran determinación de edificar sobre el fundamento que el hermano Nee había
puesto. Gracias al Señor que por cuarenta y seis años, casi todos los años me lleva a ver
algo nuevo.
En los capítulos uno, tres, cuatro y ocho de Juan hay ejemplos que nos demuestran que
Cristo como Hijo del Hombre vino para cuidar a la gente con ternura y como Hijo de
Dios vino para sustentar a la gente. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios!”. Vino
como el Hijo del Hombre, para ser el Cordero que quita el pecado del mundo. El
versículo 32 dice: “...al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció
sobre El”. Aquí, El es una paloma, el Espíritu, lo cual indica que El es el Hijo de Dios. El
Hijo del Hombre redime de los pecados, mientras que el Hijo de Dios da vida y
transforma.
Juan 3:14 y 15 dice: “...Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el
Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”.
El fue levantado como la serpiente de bronce; esto demuestra que El es el Hijo del
Hombre. “Para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”, nos dice que El es el
Hijo de Dios. El versículo 34 dice: “Porque el que Dios envió, habla las palabras de Dios;
pues no da el Espíritu por medida”. Esto también demuestra que El es el Hijo de Dios.
En el capítulo cuatro el Señor vino al pozo que estaba en Sicar, una ciudad de Samaria y
conoció a una mujer que vino a sacar agua. Esto nos muestra que El es el Hijo del
Hombre. Sin embargo, El podía dar de beber a la mujer agua viva. El Hijo de Dios es el
que puede dar de beber a la gente agua viva.
En el capítulo ocho la mujer que fue sorprendida en adulterio fue llevada a Jesús (vs. 3-
11), que era sin duda el Hijo del Hombre. El se inclinó hacia el suelo para escribir en la
tierra, y cuando los fariseos y los escribas le insistieron en que confrontara a la mujer, se
enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la
piedra contra ella”. Entonces, salieron uno a uno, comenzando por los más viejos. Más
tarde, el Señor preguntó a la mujer: “¿Ninguno te condenó?”. Ella dijo: “Ninguno,
Señor”. E inmediatamente el Señor le dijo: “Ni Yo te condeno”. El que hablaba era el
Hijo del Hombre. Entonces dijo: “Vete, y no peques más”. Sólo el Hijo de Dios puede
hacer que el hombre no peque más. Luego el Señor dijo: “Porque si no creéis que Yo soy,
en vuestros pecados moriréis” (v. 24). Sin duda, el gran “Yo soy” es el Hijo de Dios. Esto
es lo que se quiere decir estudiar el Evangelio de Juan según la manera de cristalización.
¡Cuán diferente es esto del estudio general de la Biblia!
En años recientes el Señor ha estado dándonos nuevos mensajes, y los más nuevos son
los primeros tres mensajes que di en esta conferencia internacional de colaboradores y
de ancianos. El título de estos tres mensajes “Cómo ser un colaborador y un anciano”
parece muy sencillo, pero el contenido es muy elevado y profundo, y no se comprende
fácilmente. Los primeros tres mensajes nos muestran principalmente las tres etapas del
ministerio de Cristo. En el mundo muchos saben que hace dos mil años Jesucristo vino a
la tierra, pero muy pocos saben lo que El realizó en la tierra. Por ejemplo, el Nuevo
Testamento revela claramente que este Cristo, quien era Dios que llegó a ser un hombre,
no era solamente Dios hecho carne, sino el postrer Adán que llegó a ser el Espíritu
vivificante. Luego en Apocalipsis, el último libro de la Biblia, se nos muestra que El
llegó a ser los siete Espíritus. La teología cristiana enseña incorrectamente que Cristo
sólo tuvo un “llegar a ser”, y que no tenía un segundo “llegar a ser” ni mucho menos un
tercero. Tal enseñanza viene de la teología atrasada del cristianismo degradado y
deformado. Hasta hoy aún tenemos en nosotros rastros de estos errores. Algunos se han
desviado tanto que dicen que el Señor Jesús se hizo hombre sólo por treinta y tres años y
medio, y que después de Su muerte y resurrección dejó de ser un hombre, sino que
regresó a Su condición original de Dios único. ¡Es absurdo decir esto!
El Nuevo Testamento nos demuestra claramente que tres veces nuestro Señor llegó a ser
algo. Primero, como Dios, se hizo carne; es decir, como el Dios infinito, llegó a ser el
hombre finito. Después, como el postrer Adán, un hombre en la carne, llegó a ser el
Espíritu vivificante. Tercero, como el Espíritu vivificante, el Cristo pneumático, llegó a
ser los siete Espíritus. Vemos en el Nuevo Testamento que Cristo pasa por estas tres
etapas. La mayoría de los cristianos sólo han visto una era, la era del Nuevo Testamento;
ellos no han visto que hay tres etapas dentro de esta era. En la primera etapa, El era el
Hijo del Hombre en la carne; ésta es la etapa de encarnación, que se encuentra en los
cuatros evangelios. En la segunda etapa, El es del todo el Espíritu; ésta es la etapa de
inclusión, que va desde Hechos hasta Judas, los veintidós libros que hablan del Espíritu
vivificante. En la tercera etapa, el Espíritu vivificante llega a ser los siete Espíritus, el
Espíritu siete veces intensificado; ésta es la etapa de intensificación, que vemos en
Apocalipsis. Estas son los tres “llegar a ser” de Cristo en Sus tres etapas. Su primer llegar
a ser se halla en la etapa de encarnación, Su segundo llegar a ser se halla en la etapa de
inclusión, y Su tercer llegar a ser, en la etapa de intensificación. Esto es el Nuevo
Testamento.
Les ruego, colaboradores y ancianos, que desde hoy ustedes dejen a un lado sus
conocimientos del pasado en cuanto al Nuevo Testamento y lo estudien de nuevo desde
la perspectiva de estos tres mensajes, como lo están haciendo los hermanos de Taiwán.
Ellos han aprendido la clave de orar-leer y estudiar los bosquejos, memorizarlos y
recitarlos, y luego, hablarlos. Después de pasar por este ejercicio, todos ellos pueden
decir desde lo profundo de su ser que estos mensajes son la enseñanza de los apóstoles
del Nuevo Testamento.
Hermanos, por favor, dejen a un lado todo lo que han aprendido en el pasado. Desde
hoy empiecen de nuevo y aprendan esta nueva cultura y nuevo lenguaje. No crean que
ya lo saben todo. Me temo que no lo saben realmente. No pueden entender estas cosas
sólo con escucharlas una vez, ni pueden entenderlas en nueve días. Necesitan por lo
menos nueve meses, el tiempo que se requiere para que un niño nazca; ésta es la ley de
Dios. Para cualquier clase de aprendizaje se necesita tiempo. Espero que ustedes
dediquen mucho tiempo y energía a orar, estudiar, memorizar y hablar, de manera que
entren en la realidad de estos mensajes.
Ahora vayamos al mensaje de este capítulo. En los tres mensajes siguientes, veremos
cómo cumplen con los deberes de colaboradores y de ancianos.
A. La ambición
Primero, debemos tener cuidado con la ambición. La ambición es una cosa terrible. Por
supuesto, todas las personas tienen ambiciones. Una persona que no sea ambiciosa no
es humana. Sin embargo, cuando usted viene a servir como colaborador o anciano, no
debe venir con su ambición. Cuando uno llega a ser profesor, quiere ser un profesor
prominente; cuando uno se dedica a los negocios, seguramente quiere que su negocio
sea el más destacado; y cuando uno abre un banco, definitivamente quiere abrir el banco
más grande. Esto es ambición. Cuando criamos a nuestros hijos les animamos incluso
desde muy pequeños a que tengan ambiciones. Sin ambición, nuestros hijos no
estudiarían ni podrían graduarse. Les enseñamos que después de graduarse en la
escuela primaria, deben tener la ambición de ir a la escuela secundaria, a la universidad
y luego a la escuela para graduados. De esta manera les infunden la ambición. Sin
embargo, para cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos, usted no debe
traer su ambición. La ambición anula sus deberes como colaboradores y ancianos. Una
vez que usted tenga ambición, está acabado.
Para cumplir con los deberes de colaborador o de anciano, usted necesita tener un
corazón puro, que sea purificado de toda ambición sutil en su intención, su propósito, su
motivo, y su acción en el recobro del Señor. Por más de sesenta años, conforme con mi
observación, entiendo y percibo la sutileza en lo que la gente dice. Algunos hermanos
que son útiles en la iglesia se comportan por fuera de una manera muy humilde, pero en
el corazón son soberbios. Eso es la ambición sutil, y eso es una pequeña zorra que les
impide tener progreso alguno. El Señor no dará más a tal persona, porque si lo hace,
más soberbio será. Sólo los que son humildes y no tienen ambición pueden ser utilizados
por el Señor, recibir el don de Dios y la encomienda del ministerio del Señor.
Nunca debemos buscar ser el primero en ningún aspecto de la obra del Señor. En la
iglesia a veces necesitamos asignar a ciertas personas que tomen responsabilidades. Tal
vez los que no reciben encomienda actúen como si no les importara, manifestando nada
en el tono de sus voces ni en sus expresiones, sin embargo, están deprimidos y tristes
por dentro. Esta es la obra insidiosa de la ambición oculta que compite con otros por ser
el primero.
Para esta conferencia tengo una carga doble. Por un lado, quiero mostrarles la visión
elevada, que es el contenido de los primeros tres mensajes, los cuales incluyen un
extracto del entero Nuevo Testamento. Por otro lado, quiero exponer las cosas viles que
están en nuestra naturaleza, tales como amar o querer ser el primero. Espero que
seamos iluminados para ver nuestra condición verdadera.
3. Como colaborador, nunca considere
que está por encima de los ancianos
ni trate de nombrar ancianos
Como colaborador, usted nunca debe considerar que está por encima de los ancianos ni
tratar de nombrar ancianos; nombrar ancianos requiere la madurez en vida, estar
equipado adecuadamente de la verdad y no ser demasiado joven.
Conforme a las santas Escrituras, los apóstoles son colaboradores, y los apóstoles son
los que nombran ancianos. De este modo, algunos colaboradores jóvenes se consideran
apóstoles que están por encima de los ancianos. Esta clase de consideración es errónea y
absurda. De hecho, no todos los que son colaboradores pueden nombrar ancianos. Sin
duda yo sé que algunos colaboradores han ido a ciertas localidades y allí intentaron
nombrar ancianos, pero fueron rechazados por las personas de esas localidades. No es
apropiado ni es adecuado que uno intente nombrar ancianos simplemente por el hecho
de que ha llegado a ser un colaborador. Nombrar ancianos requiere la madurez en vida y
estar equipado adecuadamente de la verdad.
El hermano Nee dijo que un apóstol debe estar capacitado para decidir el significado de
las doctrinas a fin de determinar si cierta verdad concuerda con las santas Escrituras.
Decidir cuál es el significado de las doctrinas y nombrar ancianos no son asuntos
sencillos. Para esto se requiere que la persona esté equipada adecuadamente y que no
sea demasiado joven. Supongamos que una persona joven de veintiséis años nombre
como anciano a una persona de cincuenta y ocho años; esto estaría fuera de tono. Por lo
tanto, no piense que sin usted no se puede nombrar ancianos. Es mejor que no se
nombre ningún anciano que dejar que una persona joven lleve a cabo el nombramiento.
Este problema debe evitarse entre nosotros.
B. El orgullo
1. El orgullo es de nacimiento
un atributo de nuestra naturaleza caída
Aun en el caso de Pablo, el Señor se preocupó porque no se exaltara en exceso, así que le
dejó un aguijón en la carne de parte de Satanás (2 Co. 12:7). En cuanto a este aguijón,
Pablo rogó al Señor tres veces que le fuese quitado. Pero el Señor le dijo: “Bástate Mi
gracia” (v. 9). Parece que el Señor estuviera diciendo: “Pablo, no te quitaré el aguijón,
porque Mi gracia te basta. Te daré gracia suficiente”. ¿Por qué podría Pablo enaltecerse?
Porque nadie ha visto una visión y revelación tan elevada como la que tuvo Pablo. El no
solamente estuvo en el mundo, sino que también estuvo en el Paraíso del Hades e
incluso estuvo en el tercer cielo. Puesto que las visiones y las revelaciones que Pablo
recibió eran tan prominentes, tan grandiosas y tan numerosas, el Señor, al estar
preocupado, permitió que se le dejara un aguijón en su cuerpo.
Ahora también temo que las visiones que yo he recibido sean demasiada elevadas, de
manera que diariamente oro: “Oh Señor, me humillo ante Tus pies; yo soy un esclavo, y
Tú eres el Señor soberano. Señor, verdaderamente estoy en temor y temblor”. Tengo
temor y tiemblo de que yo me pueda enaltecer. Algunas veces cuando recibo numerosas
cartas de agradecimiento, también tengo temor de que la gente me estime demasiado.
Por lo tanto, tengan cuidado; no alaben a la gente descuidadamente. Sus elogios pueden
dañarlos.
Por lo tanto, el apóstol Pablo enseñó que un recién convertido no debe ser uno que vigile
la iglesia, no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación preparada para el
diablo (1 Ti. 3:6). El recién convertido, literalmente recién plantado, denota una
persona que ha recibido recientemente la vida del Señor pero que aún no ha crecido ni
se ha desarrollado en dicha vida. Cegado por el orgullo literalmente significa nublado
con humo. Aquí el orgullo es asemejado al humo que nubla la mente, así cegándola. Este
es un asunto serio. Cuando una persona es orgullosa, sigue a Satanás y,
consecuentemente, es juzgada con él al sufrir el juicio que Dios tiene preparado para él.
A menudo estamos en rivalidad con las personas que están en la obra del Señor. Por
ejemplo, cierto lugar comenzó con treinta personas reunidas y ahora han alcanzado a
ciento treinta. Su localidad comenzó con cuarenta personas, pero ahora sólo tiene
sesenta. Puesto que usted no puede soportar que alguien haya tenido más éxito que
usted, la rivalidad surge en su corazón. En el mundo, la competición trae progreso. Pero
en el recobro del Señor, la rivalidad no debe existir; pues ésta mata. Necesitamos decir
humildemente al Señor: “Oh Señor, soy un esclavo inútil. Aunque haya más personas
reunidas aquí conmigo que con el otro hermano, sigo siendo un servidor inútil”. En el
Evangelio de Lucas, el Señor nos dijo que después de que un esclavo del Señor hace
muchas tareas durante el día y vuelve a casa por la tarde, aún tiene que decir a su amo:
“Esclavo inútil soy” (17:10). Todos nosotros tenemos que admitir que somos esclavos
inútiles. No debemos compararnos ni competir con otros. Si hay aumento en la iglesia
donde estamos sirviendo, se debe exclusivamente a la misericordia del Señor.
Pablo nos dijo que si deseamos llevar la vida del Cuerpo de Cristo, no debemos tener
más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener (Ro. 12:3). Nunca se
valore demasiado; es prudente rebajarse. Tener más alto concepto de sí que el que se
debe es otro indicio del orgullo.
Cristo en Su humanidad se humilló a Sí mismo y lavó los pies de Sus discípulos (Jn.
13:3-5), lo cual nos da un buen modelo de cómo humillarnos a nosotros mismos para
poder escapar del orgullo.
En la iglesia discutir sobre quién es el mayor (Mr. 9:34) es un aspecto desagradable del
orgullo.
12. Desear ser grande y no querer ser un siervo,
y desear ser el primero y no un esclavo,
también son indicios del orgullo
Tener señorío sobre los miembros de la iglesia que está bajo su pastoreo es una
evidencia de su orgullo. Con frecuencia los ancianos tienen el problema de considerar
que “yo soy un anciano, y usted debe escucharme”. Debido a esto Pedro dijo
firmemente: “...los ancianos que están entre vosotros... no como teniendo señorío sobre
lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño” (1 P. 5:1-3).
El apóstol Pablo no solamente predicó a Cristo como Señor sino también a sí mismo
como esclavo de los creyentes por causa del Señor (2 Co. 4:5). También testificó que si
alguno era débil, él también era débil, y que él se hacía débil a los débiles con el fin de
ganar a los débiles (2 Co. 11:29; 1 Co. 9:22). Pablo era humilde. Cuando alguien era
débil, él no pensaba que él era el único fuerte y que la otra persona era débil. Para servir
al Señor y para ministrar a la gente él era un modelo.
Además, debemos ver que la jactancia personal, la auto exaltación, la auto glorificación y
la concupiscencia de la vanagloria son expresiones bajas y viles del orgullo (Gá. 5:26).
C. La autojustificación
La tercera cosa con la cual los colaboradores y los ancianos deben tener cuidado es la
autojustificación, o sea el justificarse a sí mismo.
Todos los que se autojustifican siempre condenan a los demás y se exaltan a sí mismos.
En Juan 3:17 el Señor dijo: “Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él”. El Señor no vino para
condenar a los hombres sino para salvarlos, al perdonar (olvidando) sus pecados.
(2)
BOSQUEJO
En este capítulo quisiéramos pasar a ver las cosas con las cuales debemos tener cuidado
al cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos. En el capítulo anterior ya
abarcamos, en el lado negativo, tres asuntos acerca de los cuales debemos estar alertas,
a saber, la ambición, el orgullo y la autojustificación. En este capítulo veremos que
debemos tener cuidado con ciertas cosas positivas. La Biblia menciona gran número de
cosas positivas. Además, lo que se menciona en los libros del hermano Nee y en los míos
son las cosas positivas mencionadas en la Biblia. He dado entre tres mil y cuatro mil
mensajes en los Estados Unidos que abarcan estas cosas positivas. Lo que debemos
atender es el “no” relacionado con estas cosas positivas. Hay demasiado “no” en
nosotros. Ciertamente, la Biblia habla de muchas cosas positivas, y el hermano Nee y yo
también hemos hablado de estas cosas durante varias décadas. Pero, pocos son los que
ponen en práctica lo que han oído, y muchos los que no lo hacen.
Algunos tal vez digan: “Hermano Lee, ¿significa esto que no amamos al Señor?”.
Muchas personas que están en el recobro del Señor verdaderamente aman al Señor y
están dispuestas a pagar el precio; ellas también han visto la luz y la revelación, de modo
que conocen la economía de Dios y, más aún, el recobro del Señor; además, están
llevando la vida de iglesia en el recobro del Señor y están aprendiendo a edificar el
Cuerpo de Cristo. Por esto adoro al Señor. No obstante, cuando observo
cuidadosamente, me doy cuenta de que la obra que los colaboradores llevan a cabo y la
condición de las iglesias que están bajo el pastoreo de los ancianos, no nos son
satisfactorias. No estamos satisfechos porque no ponemos en práctica lo que hemos
visto. Las muchas revelaciones que hemos visto en la Biblia las hemos expresado e
imprimido en libros; también se han escrito muchos himnos. Pero frecuentemente me
pregunto primero si yo vivo conforme a esta luz y revelación de la Biblia o no. Admito
ante el Señor que aunque El me ha inspirado a dar estos mensajes y a componer estos
buenos himnos, yo no vivo estrictamente conforme a la revelación ni a la inspiración
que el Señor me ha dado.
La primera estrofa de Himnos, #215 dice: “Oh Cristo, mi buen Salvador, / En verdad,
radiante y divino; / El infinito, eterno Dios, / Finito en tiempo, se humanó”. El Dios
infinito que estaba en la eternidad llegó a ser un hombre finito en el tiempo. ¿En dónde
El llega a ser un hombre finito? El como hombre finito está en nosotros. ¿Tenemos la
experiencia de estos dos versos? El Señor, quien es la corporificación del gran Dios, era
el Dios infinito en la eternidad, pero entró en nosotros los seres humanos, quienes
somos muy pequeños, a fin de ser un hombre finito. Alabado sea el Señor, porque para
nosotros el vivir es Aquel que es el Dios infinito, el Dios de la eternidad. Aunque somos
hombres finitos en el tiempo, El vive en nosotros. Debemos aprender a aplicar la verdad
de este modo. De no ser así, aunque tengamos una Biblia y un himnario muy buenos, no
los podremos aplicar a nosotros.
El coro de este himno dice: “¡Oh, Cristo del gran Dios: la expresión! / ¡Abundante, muy
rico es El! / Dios mezclado con humanidad / Vive en mí, mi todo es El”. Necesitamos
aprender a aplicar estas palabras en nuestra vida cotidiana.
La estrofa 2 dice: “En Ti mora la plenitud / Del gran Dios y expresas Su gloria; / Hiciste
en carne redención, / Y como Espíritu la unión”. Estos versos son sumamente buenos,
pero no debemos simplemente apreciarlos. Necesitamos preguntarnos si ésta es la vida
que llevamos nosotros. La gloria de Dios se manifestó en El, pero ¿está El manifestado
en nosotros hoy? Además, ¿es el Espíritu uno conmigo hoy? Ustedes esposos, cuando
hablan con sus cónyuges, ¿es Cristo uno con ustedes? Tal vez en la experiencia sólo
puedan decir: “Hiciste en carne redención”, pero no pueda decir: “Y como Espíritu la
unión”. Por consiguiente, aunque cantemos este himno, no tenemos su realidad.
La estrofa 3 dice: “El Padre Su todo te dio, / En Espíritu te tomamos, / Por el Espíritu en
mí, / Yo te experimento así”. Esta es una estrofa excelente. Todo lo que el Padre tiene
fue recibido por el Hijo, y todo lo que el Hijo es fue dado al Espíritu. Este Espíritu entra
en el nuestro para llegar a ser nuestra realidad, a fin de que el Espíritu todo-inclusivo
sea nuestra experiencia. ¿Han llegado estas palabras a ser nuestra experiencia?
¿Tenemos esta realidad en nuestra vida? Si analizamos nuestra condición, tenemos que
decir que no tenemos tal experiencia.
Aunque cantemos un buen himno, los cónyuges aún discuten. No dejamos que el
Espíritu haga que el Señor sea real en nosotros para que experimentemos al Señor. En
nuestra experiencia, en vez de dejar que el Espíritu haga que el Señor nos sea real,
dejamos que nuestro enojo y nuestro carácter nos lo sean. Cuando cantamos este himno,
debemos cantarlo con lágrimas, diciendo al Señor: “Señor, el Padre Su todo te dio, en
Espíritu te tomamos, por el Espíritu en mí, yo te experimento así. Perdóname, Señor,
porque yo no soy así. Necesito que Tu Espíritu te me haga real, a fin de que Tú llegues a
ser mi experiencia”. Necesitamos llorar mientras cantamos. Esto es lo que debemos
tener, incluso diariamente. El cristianismo es pobre; la luz que tenemos es rica. Pero
raras veces aplicamos estas riquezas a nuestra vida cotidiana. Como resultado, muy
poco de las riquezas de Cristo se manifiesta en nuestro vivir. Por eso, la carga que reposa
sobre mí hoy es muy pesada. Estoy muy contento de que podemos tener esta reunión.
Muchos ancianos y colaboradores del recobro del Señor por todo el mundo están aquí.
Quisiera aprovechar la oportunidad para dar una palabra de amor. Hermanos,
¡despierten! Tenemos los mensajes y los himnos, pero nuestra vida práctica no llega a
este nivel.
La estrofa 4 de este mismo himno dice: “Es por Tu Palabra eficaz / Que el Espíritu me
da vida; / Tocándola recibiré / Tu misma esencia en mi ser”. En nuestra vida diaria,
¿dejamos que el Espíritu haga que el Señor sea real en nosotros mediante Su palabra
viviente? ¿Tocamos al Espíritu y recibimos la palabra del Señor a cada instante para
recibirle como nuestro suministro?
Si comparamos las palabras poéticas de este himno con nuestra vida, encontraremos
que hay mucha discrepancia. Tenemos este himno, pero tenemos muy poco de la
realidad de lo que expresa. Cuán pobre es nuestra vida cuando la comparamos con las
inescrutables riquezas de Cristo. Pablo dijo que él anunciaba a los gentiles el evangelio
de las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8). Si deseamos anunciar a las personas las
inescrutables riquezas de Cristo, necesitamos experimentarle ricamente en nuestra vida.
Las riquezas de Cristo son inescrutables, pero ¿cuánto de la realidad tenemos en nuestro
interior? Por consiguiente, ésta es una advertencia; es algo con lo cual debemos tener
cuidado.
Del mismo modo, un esposo y una esposa no deben condenarse; al contrario, deben
siempre pedirse el uno al otro disculpas. De este modo tanto el esposo como la esposa
son la muerte de Cristo y la expresan en su vida. Todos los que les vean serán edificados.
La Biblia nos dice que incluso al disciplinar a nuestros hijos, no debemos provocarlos a
ira (Ef. 6:4). Disciplinar a nuestros hijos sin provocarlos a ira es algo que simplemente
no podemos hacerlo en nuestro hombre natural. Podemos hacer esto sólo al
configurarnos a la muerte de Cristo y al vivirle. A menos que nos hayamos configurado a
la muerte de Cristo todo lo que tenemos es carne, orgullo y discusiones. Si usted no se
configura a la muerte de Cristo, esto significa que no niega (no hace morir) su yo, su
hombre natural, el carácter que tiene de nacimiento, su carne, sus preferencias ni su
ambición (Fil. 3:10b; Mt. 16:24; Gá. 2:20; 5:24). Esto es algo con lo cual debemos tener
cuidado.
E. No andar estrictamente
conforme al espíritu mezclado
Nuestra mente siempre es una “criatura extraña” que nos domina. Si usted no puede
dormir, se debe a esa criatura extraña. Si su corazón está turbado y ansioso, también se
debe a ella. La Escritura dice que no debemos estar ansiosos en nada, pero ¿somos así?
¿Ponemos nuestra mente en el espíritu (Ro. 8:5-6)? No separe su mente de su espíritu;
más bien, deje que su espíritu llegue a ser el espíritu de su mente (Ef. 4:23). Este
espíritu de la mente es un espíritu que renueva. Ser renovados significa que somos
renovados en el espíritu de nuestra mente. Cuando nuestro espíritu y nuestra mente se
mezclan, podemos alabar sin preocupación; podemos estar llenos de paz sin ansiedad;
podemos descansar sin agitación. De otro modo, tendremos insomnio, preocupaciones,
ansiedades, pensamientos incontrolados e imaginaciones sin freno. Nuestra mente es
como un caballo salvaje. Tenemos que poner riendas a nuestra mente y ponerla en
nuestro espíritu para que esté bajo el control de éste. Hermanos y hermanas, ¿tenemos
la práctica de poner nuestra mente en el espíritu mezclado diariamente?
Lo que hablamos en este capítulo es semejante a las muchas enfermedades que están en
nuestro cuerpo. Hoy necesitamos tener cuidado con la alta presión arterial, los ataques
cardíacos y muchas otras enfermedades. Una pulga no significa nada. Una pequeña
zorra que corre por el jardín también es insignificante. Pero si todo nuestro cuerpo está
enfermo, eso es fatal. Por tanto, debemos tener cuidado. Si nuestras reuniones no son
vivas, frescas, elevadoras ni ricas, se debe principalmente a que nosotros los
colaboradores y ancianos que somos responsables descuidamos estos asuntos cruciales,
y no tenemos cuidado con ellos.
Los colaboradores y los ancianos también deben tener cuidado no sea que no vivan con
Cristo ni anden ni obren ni actúen con El. Muchas personas andan, pero no con Cristo;
obran, pero no con El; y actúan, mas no con El. Reconocen que Cristo mora en ellos.
Ciertamente, Cristo mora en nosotros, pero muchas veces no le hacemos caso. No sé
cuántas veces he confesado mis pecados al Señor diciendo: “Señor, acabo de hacer una
llamada telefónica, pero no la hice contigo”. Lo apropiado es decir: “Señor, ahora voy a
hacer una llamada telefónica. Deseo que Tú hagas esta llamada telefónica conmigo y que
yo haga esta llamada telefónica contigo”. ¡Cuán hermoso sería esto! A veces tengo la
impresión de que mi esposa cometió cierto error. Entonces oro: “Señor, quiero tener
comunión con ella. Por favor ven conmigo. Si no vienes conmigo, esto significa que no
quieres que yo vaya; entonces no lo haré. Si quieres que lo haga, tienes que hacerlo
conmigo”. Esta es mi experiencia de vivir a Cristo en mi vida personal.
Además, necesitamos tener cuidado no sea que impidamos que Cristo haga Su hogar en
nuestro corazón ni que el Padre fortalezca nuestro hombre interior mediante el Espíritu
con poder, según la gloria del Padre para llegar a ser la plenitud (la expresión) del Dios
Triuno (Ef. 3:16-21). Esto es muy elevado. Dios el Padre fortalece nuestro hombre
interior, nuestro espíritu, conforme a Su gloria con poder mediante Su Espíritu. Cuando
somos fortalecidos de esta manera, Cristo puede hacer Su hogar en nuestro corazón,
paso a paso, fácilmente y sin impedimentos. Si queremos dejar que Cristo haga Su hogar
en nuestro corazón, tenemos que darle lugar para que haga Su hogar en nuestra mente,
nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Así llegaremos a ser Su morada. Somos
totalmente ocupados por El y saturados de Él para llegar a ser la plenitud del Dios
Triuno. No sólo somos llenos de Dios sino que también llegamos a ser Su misma
plenitud. La plenitud de Dios es Su agrandamiento. En Génesis 1 Dios era simplemente
Dios sin Su plenitud, pero ahora ha obtenido muchos hijos. Cuando estos hijos sean
ocupados por Él y le permitan hacer Su hogar en cada parte de ellos, llegarán a ser la
plenitud de Él. Esta plenitud es la expresión de Dios. Cuando nos reunimos, debemos
expresar a Dios. Cuando las personas vienen a nuestros hogares, todo lo que ven debe
ser una expresión de Dios.
Hemos hablado claramente y hemos dado muchos mensajes acerca de dejar que Cristo
haga Su hogar en nosotros. Pero cuando observo la condición de los santos en el recobro
del Señor, realmente me dan suspiros. Por un lado, le doy gracias al Señor porque ha
extendido Su recobro a muchos lugares por todo el mundo; por otro, la verdadera
condición de los santos me entristece porque nos hace falta la realidad. Hoy Dios está
confinado por nosotros y no puede hacer Su hogar en nosotros. El está con nosotros en
nuestro espíritu, pero allí es frustrado y encerrado y no lo dejamos extenderse a cada
parte de nuestro corazón, el cual incluye nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra
voluntad. Le tenemos en nuestro espíritu pero no en nuestra mente, nuestra parte
emotiva ni nuestra voluntad. Dentro de nosotros El está verdaderamente frustrado.
Después de que Pablo habla de las verdades transcendentes en los capítulos uno y dos
de Efesios, en el capítulo tres se arrodilla en oración al Padre para que les conceda a los
santos de Efeso el ser fortalecidos a fin de que dejen que Cristo haga Su hogar en su
corazón para que llegue a ser la plenitud de Dios. Hoy estamos escasos de esto entre
nosotros; esto es lo que me entristece. Por un lado, adoro al Señor y le doy gracias
porque amamos al Señor y conocemos Su camino en Su recobro. Pero todavía
necesitamos que el Señor tenga misericordia de nosotros, porque nuestra vida práctica
está lejos de lo que acabamos de describir.
Si tenemos cuidado de los seis “no”, es decir, si nos configuramos a la muerte de Cristo,
andamos y existimos estrictamente conforme al espíritu mezclado, ponemos nuestra
mente en el espíritu mezclado, magnificamos a Cristo viviéndole mediante la abundante
suministración del Espíritu de Jesucristo, vivimos, andamos, obramos y actuamos con
Cristo, y dejamos que haga Su hogar en nuestro corazón y que el Padre fortalezca
nuestro hombre interior mediante el Espíritu con poder según Su gloria para llegar a ser
la plenitud, la expresión, del Dios Triuno, entonces podremos llegar al último aspecto, el
cual consiste en llevar a cabo nuestra salvación.
Filipenses 2:12 dice: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Cuando yo
era joven, no entendía este versículo. Martín Lutero recalcaba que no somos salvos por
obras, sino que somos justificados por la fe. ¿Por qué dice este versículo de Filipenses 2
que necesitamos llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor? Después vi que
aunque la justificación por la fe y la elección de Dios en la eternidad, recalcadas en la
teología reformada, son correctas, son sólo verdades parciales. La Biblia nos dice que
aunque recibimos la salvación, de todos modos tenemos que expresarla en nuestra vida
práctica. Cuando vivimos nuestra salvación, esto lleva a cabo nuestra salvación.
Recibimos la salvación orgánica de Dios, pero cuando observamos la actitud de los
esposos para con las esposas y la respuesta de las esposas a ellos, vemos que lo que se
expresa en la vida no es la salvación. Esto significa que no llevamos a cabo nuestra
salvación. Por tanto, debemos estar en temor y temblor para llevar a cabo nuestra
salvación. El temor es el motivo interno; el temblor es la actitud externa. Para llevar a
cabo nuestra salvación debemos estar en temor por dentro y en temblor por fuera.
En Filipenses 2:13 Pablo dijo: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer
como el hacer, por Su beneplácito”. Este es el Dios Triuno, el mismo Dios que es Cristo y
el Espíritu vivificante. Es este Dios quien opera en nosotros para que el querer nuestro
por dentro y el hacer nuestro por fuera estén en conformidad con Su beneplácito. Esto
nos hace aptos para vivir la salvación de Dios. Vivir la salvación de Dios de este modo
requiere que tengamos lo anteriormente mencionado. Si tenemos cuidado con estos seis
asuntos, estaremos en temor y temblor para vivir la salvación orgánica que recibimos.
Espero que los aspectos mencionados en este capítulo lleguen a ser la vida práctica en
los hogares de nuestros hermanos y hermanas y la vida práctica de las iglesias. Las obras
que hacemos para el Señor deben producir este resultado. Si nuestras obras no
producen este resultado, no será satisfactoria ni para Dios ni para el hombre. Cuando
fuimos bautizados, entramos en la muerte del Señor y fuimos sepultados. Morimos con
Cristo y ya no vivimos nosotros. Esta es la actitud que debemos tener en nuestra vida
para poder llevar a cabo la obra salvadora de Dios.
CAPITULO SEIS
(3)
BOSQUEJO
II. Labore con Dios (1 Co. 3:9) para llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos a fin de que se realice la economía eterna de Dios:
A. Establezca y pastoree las iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es
el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica.
B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete
veces intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
C. Atavíe y lleve a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre
como su fundamento de oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y
con Dios el Espíritu que obra para producir su muro de piedras preciosas,
bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios Triuno, el río de agua de
vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence, el árbol de
la vida con Su suministro rico y fresco.
Damos gracias al Señor porque en esta conferencia creo que hemos tocado los puntos
principales y hemos abarcado lo que el Señor quiere que abarquemos. Por eso, lo
adoramos a Él. En los dos capítulos anteriores vimos que al cumplir con nuestros
deberes de colaboradores y de ancianos, debemos tener cuidado con ciertas cosas que
pueden frustrarnos y dañarnos. En este capítulo de conclusión tengo sólo una carga, la
cual es clara y sencilla, que quiero tener comunión con ustedes. Esta se relaciona con la
manera de obrar con Dios al cumplir con nuestros deberes siendo colaboradores y
ancianos, a fin de llevar a cabo la edificación divina.
II. LABORE CON DIOS PARA LLEVAR A CABO
SU EDIFICACION DIVINA EN TRES ASPECTOS A FIN
DE QUE SE REALICE LA ECONOMIA ETERNA DE DIOS
No obstante, durante estos setenta años entre los que estamos en el recobro del Señor,
Dios nos ha dado una interpretación y un análisis cabales de la Nueva Jerusalén. En
nuestro himnario tenemos por lo menos tres himnos escritos en 1963 acerca de la Nueva
Jerusalén. Cuando usted los lea, verá que su contenido es casi igual a la luz actual, pero
no son tan trasparentes como lo que vemos hoy. No tengo que ser modesto ni orgulloso;
simplemente estoy afirmando un hecho. En cuanto a la Nueva Jerusalén, todos los
puntos y aspectos han llegado a ser claros y han sido revelados delante de mis ojos hasta
el punto de que son totalmente trasparentes. ¿Qué es la calle de oro puro? ¿Qué son las
puertas de perla? ¿Y qué es el muro de piedras preciosas? El Señor nos ha mostrado que
estos revelan que los elementos básicos de la ciudad simplemente son el Dios Triuno:
Dios el Padre es la base de oro puro, Dios el Hijo es las doce puertas de perla, y Dios el
Espíritu es el muro de piedras preciosas. La Nueva Jerusalén se edifica con estos tres
elementos divinos.
Los tres aspectos del edificio divino de Dios son la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva
Jerusalén. Para obrar con Dios, para llevar a cabo la edificación divina de Dios en sus
tres aspectos, los colaboradores y ancianos debemos primero establecer y pastorear las
iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante. Debemos
edificar las iglesias por el Cristo pneumático. La edificación de la iglesia es el ministerio
de Cristo en Su segunda etapa. En Su primera etapa sólo se menciona la iglesia (Mt.
16:18; 18:17); no había todavía en la actualidad la edificación de la iglesia. En la primera
etapa, El realizó sólo la redención jurídica al redimir al pueblo escogido de Dios, para
que fuera el material a fin de edificar de la iglesia. El no edifica la iglesia en el ministerio
de Su encarnación; el Cristo pneumático como Espíritu efectúa la edificación de la
iglesia en el ministerio de llegar a ser el Espíritu.
Es posible que construir no sea algo orgánico; una casa es un edificio y es inorgánica.
Por otro lado, constituir es algo orgánico; nuestro cuerpo es constituido orgánicamente.
Es posible que la edificación no se relacione con la vida, pero la constitución sí se
relaciona con la vida. En la esfera divina y mística, la edificación y la constitución se
refieren a la misma acción; podemos llamarla edificación-constitución. Este es nuestro
idioma nuevo. Debemos edificar y constituir el Cuerpo de Cristo con vida. Para saber
cómo edificar el Cuerpo de Cristo, tenemos que estudiar a fondo los capítulos dos y tres.
Antes de empezar a edificar el Cuerpo de Cristo, debemos conocer la iglesia. Por lo
tanto, debemos empezar con la segunda etapa y luego entrar en la tercera. Después de
entrar en la tercera etapa, no debemos retroceder, sino que debemos permanecer en la
tercera etapa y experimentar diariamente la intensificación séptuple a fin de que
edifiquemos y constituyamos el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces
intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
Las expresiones usadas en las santas Escrituras son muy preciosas. Ustedes han leído
Apocalipsis muchas veces, pero ¿han notado la palabra ataviada? He leído la Biblia por
muchos años, pero sólo esta vez, cuando estaba escribiendo los bosquejos para los
mensajes, descubrí que la Nueva Jerusalén necesita no sólo ser llevada a su
consumación sino también ataviarse (Ap. 21:19). Es ataviada con oro puro, perlas y
piedras preciosas, es decir, con el Dios Triuno como elemento.
En 1 Corintios 3:9 Pablo dijo: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Luego
en el versículo 10 dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica”. Lo que Pablo quería decir era: “Ya puse un fundamento; nadie más
necesita poner otro cimiento. Lo único que se debe hacer es edificar sobre lo que ya está
puesto. Pero deben tener cuidado. Si edifican sobre el fundamento con madera, heno y
hojarasca, harán daño al edificio de Dios. Necesitan edificar con oro, plata y piedras
preciosas”. Por ejemplo, tenemos un edificio que ha de ser edificado con oro, plata y
piedras preciosas. Pero usted pone unas piezas de madera sobre él, y pone un montón
de heno y hojarasca encima. Esto no es ataviar el edificio, sino hacerle daño. En 1
Corintios 3:17 se nos advierte que no destruyamos el templo de Dios. La palabra griega
que se traduce destruir significa “arruinar, corromper, contaminar, hacer daño”.
Edificar con los materiales despreciables como madera, heno y hojarasca es destruir el
templo de Dios. Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Según he
observado, nadie que dañe el Cuerpo de Cristo obtiene beneficios. Durante estos setenta
años he visto claramente que los que han dañado al Cuerpo de Cristo sufrieron las
consecuencias y fueron destruidos por Dios. Esto es un asunto serio.
Hoy estamos aquí no para destruir el Cuerpo de Cristo sino para adornarlo. No me
atrevo a llevar mi carne conmigo a edificar la Nueva Jerusalén; eso sería destruir la
Nueva Jerusalén. No me atrevo a llevar mis opiniones, mi viejo yo, mis preferencias ni
mis puntos de vista a edificar la Nueva Jerusalén. Simplemente quiero estar en temor y
temblor para decorar el edificio divino con Dios el Padre como oro puro, Dios el Hijo
como perla y Dios el Espíritu como el muro de piedras preciosas. Todos debemos tener
esta actitud en nuestra vida.
¿Cómo sostenemos esta vida? En este edificio, en medio de esta ciudad, fluye un río de
agua de vida para que bebamos de él, y en el río crece el árbol de la vida para que
comamos de él. Lo que bebemos y lo que comemos son el Espíritu y Cristo, es decir, el
Dios Triuno. El Espíritu es el fluir del Dios Triuno; Cristo es la corporificación del Dios
Triuno. Si como y bebo al Dios Triuno, soy sostenido; tengo oro, perlas y piedras
preciosas. Si no como a Dios ni bebo al Señor, no tengo oro ni perlas ni piedras
preciosas; sólo tengo madera, heno y hojarasca. Esto no quiere decir que sólo el hecho
de enojarnos sea considerado madera, heno y hojarasca. En realidad, es posible que
nuestra mansedumbre e incluso nuestro servicio diligente no sean el Dios Triuno sino
madera, heno y hojarasca.
Anteriormente había un cuadro grande en mi estudio en el cual estaban escritas las
siguientes palabras: “...él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego” (1 Co.
3:15). Si uno edifica el templo de Dios con oro, plata y piedras preciosas, recibirá un
galardón. Pero si edifica con madera, heno y hojarasca, la obra será consumida, pero
uno mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego. Esto es semejante a un
terreno que está en llamas, y la madera, el heno y la hojarasca que haya ahí se queman.
El terreno mismo no se consume, pero pasa por el incendio. Colgué esa porción de 1
Corintios en la pared de mi casa para recordar siempre: “Hombre, ten cuidado; no trates
de edificar el Cuerpo de Cristo ni la Nueva Jerusalén con tu naturaleza, tu manera de
ser, tu viejo yo, la vieja creación, el ego, tus inclinaciones y tus preferencias. Si lo haces,
destruirás el Cuerpo de Cristo”. Cuando tocamos la meta eterna de Dios, o sea, la Nueva
Jerusalén, necesitamos ser muy puros; no debemos ser descuidados.
En resumen, en este mensaje vemos que debemos laborar con Dios para que El obtenga
Su edificio divino en tres aspectos: la iglesia, el Cuerpo y la santa ciudad. El edificio de
Dios es primero una asamblea como la iglesia, luego un Cuerpo, y finalmente una
ciudad. Siendo exactos, la Nueva Jerusalén se lleva a su consumación no sólo al ser
edificada sino al ser adornada con oro puro como base, con perlas como sus puertas y
con piedras preciosas como su muro. Esta es la morada eterna de Dios, Su
agrandamiento, expansión y expresión eternos.
Espero que aprendan a memorizar, recitar y hablar estos mensajes. Cuando yo estaba
aprendiendo del hermano Nee, nunca usaba artimañas. Sólo hablaba de la manera que
él hablaba, e incluso usaba las mismas expresiones. Después, otros me criticaban,
diciendo que yo decía las mismas cosas que el hermano Nee, y que incluso mis gestos al
hablar eran los mismos que los de él. Una vez cierto pastor se burló de mí diciendo:
“Sólo sabes imitar las palabras del hermano Nee; lo que él dice, tú lo dices”. Dije: “Esa es
mi gloria”. Dije para mis adentros: “Francamente si usted trata de imitarle, no podrá
hacerlo”. Poder imitar es una bendición; poder recitar es una bendición. No traten de
inventar palabras nuevas. Espero que todos nosotros entremos en la realidad de estos
mensajes.
CAPITULO SEIS
(3)
BOSQUEJO
II. Labore con Dios (1 Co. 3:9) para llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos a fin de que se realice la economía eterna de Dios:
A. Establezca y pastoree las iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es
el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica.
B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete
veces intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
C. Atavíe y lleve a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre
como su fundamento de oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y
con Dios el Espíritu que obra para producir su muro de piedras preciosas,
bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios Triuno, el río de agua de
vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence, el árbol de
la vida con Su suministro rico y fresco.
Damos gracias al Señor porque en esta conferencia creo que hemos tocado los puntos
principales y hemos abarcado lo que el Señor quiere que abarquemos. Por eso, lo
adoramos a Él. En los dos capítulos anteriores vimos que al cumplir con nuestros
deberes de colaboradores y de ancianos, debemos tener cuidado con ciertas cosas que
pueden frustrarnos y dañarnos. En este capítulo de conclusión tengo sólo una carga, la
cual es clara y sencilla, que quiero tener comunión con ustedes. Esta se relaciona con la
manera de obrar con Dios al cumplir con nuestros deberes siendo colaboradores y
ancianos, a fin de llevar a cabo la edificación divina.
II. LABORE CON DIOS PARA LLEVAR A CABO
SU EDIFICACION DIVINA EN TRES ASPECTOS A FIN
DE QUE SE REALICE LA ECONOMIA ETERNA DE DIOS
No obstante, durante estos setenta años entre los que estamos en el recobro del Señor,
Dios nos ha dado una interpretación y un análisis cabales de la Nueva Jerusalén. En
nuestro himnario tenemos por lo menos tres himnos escritos en 1963 acerca de la Nueva
Jerusalén. Cuando usted los lea, verá que su contenido es casi igual a la luz actual, pero
no son tan trasparentes como lo que vemos hoy. No tengo que ser modesto ni orgulloso;
simplemente estoy afirmando un hecho. En cuanto a la Nueva Jerusalén, todos los
puntos y aspectos han llegado a ser claros y han sido revelados delante de mis ojos hasta
el punto de que son totalmente trasparentes. ¿Qué es la calle de oro puro? ¿Qué son las
puertas de perla? ¿Y qué es el muro de piedras preciosas? El Señor nos ha mostrado que
estos revelan que los elementos básicos de la ciudad simplemente son el Dios Triuno:
Dios el Padre es la base de oro puro, Dios el Hijo es las doce puertas de perla, y Dios el
Espíritu es el muro de piedras preciosas. La Nueva Jerusalén se edifica con estos tres
elementos divinos.
Los tres aspectos del edificio divino de Dios son la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva
Jerusalén. Para obrar con Dios, para llevar a cabo la edificación divina de Dios en sus
tres aspectos, los colaboradores y ancianos debemos primero establecer y pastorear las
iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante. Debemos
edificar las iglesias por el Cristo pneumático. La edificación de la iglesia es el ministerio
de Cristo en Su segunda etapa. En Su primera etapa sólo se menciona la iglesia (Mt.
16:18; 18:17); no había todavía en la actualidad la edificación de la iglesia. En la primera
etapa, El realizó sólo la redención jurídica al redimir al pueblo escogido de Dios, para
que fuera el material a fin de edificar de la iglesia. El no edifica la iglesia en el ministerio
de Su encarnación; el Cristo pneumático como Espíritu efectúa la edificación de la
iglesia en el ministerio de llegar a ser el Espíritu.
Es posible que construir no sea algo orgánico; una casa es un edificio y es inorgánica.
Por otro lado, constituir es algo orgánico; nuestro cuerpo es constituido orgánicamente.
Es posible que la edificación no se relacione con la vida, pero la constitución sí se
relaciona con la vida. En la esfera divina y mística, la edificación y la constitución se
refieren a la misma acción; podemos llamarla edificación-constitución. Este es nuestro
idioma nuevo. Debemos edificar y constituir el Cuerpo de Cristo con vida. Para saber
cómo edificar el Cuerpo de Cristo, tenemos que estudiar a fondo los capítulos dos y tres.
Antes de empezar a edificar el Cuerpo de Cristo, debemos conocer la iglesia. Por lo
tanto, debemos empezar con la segunda etapa y luego entrar en la tercera. Después de
entrar en la tercera etapa, no debemos retroceder, sino que debemos permanecer en la
tercera etapa y experimentar diariamente la intensificación séptuple a fin de que
edifiquemos y constituyamos el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces
intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
Las expresiones usadas en las santas Escrituras son muy preciosas. Ustedes han leído
Apocalipsis muchas veces, pero ¿han notado la palabra ataviada? He leído la Biblia por
muchos años, pero sólo esta vez, cuando estaba escribiendo los bosquejos para los
mensajes, descubrí que la Nueva Jerusalén necesita no sólo ser llevada a su
consumación sino también ataviarse (Ap. 21:19). Es ataviada con oro puro, perlas y
piedras preciosas, es decir, con el Dios Triuno como elemento.
En 1 Corintios 3:9 Pablo dijo: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Luego
en el versículo 10 dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica”. Lo que Pablo quería decir era: “Ya puse un fundamento; nadie más
necesita poner otro cimiento. Lo único que se debe hacer es edificar sobre lo que ya está
puesto. Pero deben tener cuidado. Si edifican sobre el fundamento con madera, heno y
hojarasca, harán daño al edificio de Dios. Necesitan edificar con oro, plata y piedras
preciosas”. Por ejemplo, tenemos un edificio que ha de ser edificado con oro, plata y
piedras preciosas. Pero usted pone unas piezas de madera sobre él, y pone un montón
de heno y hojarasca encima. Esto no es ataviar el edificio, sino hacerle daño. En 1
Corintios 3:17 se nos advierte que no destruyamos el templo de Dios. La palabra griega
que se traduce destruir significa “arruinar, corromper, contaminar, hacer daño”.
Edificar con los materiales despreciables como madera, heno y hojarasca es destruir el
templo de Dios. Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Según he
observado, nadie que dañe el Cuerpo de Cristo obtiene beneficios. Durante estos setenta
años he visto claramente que los que han dañado al Cuerpo de Cristo sufrieron las
consecuencias y fueron destruidos por Dios. Esto es un asunto serio.
Hoy estamos aquí no para destruir el Cuerpo de Cristo sino para adornarlo. No me
atrevo a llevar mi carne conmigo a edificar la Nueva Jerusalén; eso sería destruir la
Nueva Jerusalén. No me atrevo a llevar mis opiniones, mi viejo yo, mis preferencias ni
mis puntos de vista a edificar la Nueva Jerusalén. Simplemente quiero estar en temor y
temblor para decorar el edificio divino con Dios el Padre como oro puro, Dios el Hijo
como perla y Dios el Espíritu como el muro de piedras preciosas. Todos debemos tener
esta actitud en nuestra vida.
¿Cómo sostenemos esta vida? En este edificio, en medio de esta ciudad, fluye un río de
agua de vida para que bebamos de él, y en el río crece el árbol de la vida para que
comamos de él. Lo que bebemos y lo que comemos son el Espíritu y Cristo, es decir, el
Dios Triuno. El Espíritu es el fluir del Dios Triuno; Cristo es la corporificación del Dios
Triuno. Si como y bebo al Dios Triuno, soy sostenido; tengo oro, perlas y piedras
preciosas. Si no como a Dios ni bebo al Señor, no tengo oro ni perlas ni piedras
preciosas; sólo tengo madera, heno y hojarasca. Esto no quiere decir que sólo el hecho
de enojarnos sea considerado madera, heno y hojarasca. En realidad, es posible que
nuestra mansedumbre e incluso nuestro servicio diligente no sean el Dios Triuno sino
madera, heno y hojarasca.
Anteriormente había un cuadro grande en mi estudio en el cual estaban escritas las
siguientes palabras: “...él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego” (1 Co.
3:15). Si uno edifica el templo de Dios con oro, plata y piedras preciosas, recibirá un
galardón. Pero si edifica con madera, heno y hojarasca, la obra será consumida, pero
uno mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego. Esto es semejante a un
terreno que está en llamas, y la madera, el heno y la hojarasca que haya ahí se queman.
El terreno mismo no se consume, pero pasa por el incendio. Colgué esa porción de 1
Corintios en la pared de mi casa para recordar siempre: “Hombre, ten cuidado; no trates
de edificar el Cuerpo de Cristo ni la Nueva Jerusalén con tu naturaleza, tu manera de
ser, tu viejo yo, la vieja creación, el ego, tus inclinaciones y tus preferencias. Si lo haces,
destruirás el Cuerpo de Cristo”. Cuando tocamos la meta eterna de Dios, o sea, la Nueva
Jerusalén, necesitamos ser muy puros; no debemos ser descuidados.
En resumen, en este mensaje vemos que debemos laborar con Dios para que El obtenga
Su edificio divino en tres aspectos: la iglesia, el Cuerpo y la santa ciudad. El edificio de
Dios es primero una asamblea como la iglesia, luego un Cuerpo, y finalmente una
ciudad. Siendo exactos, la Nueva Jerusalén se lleva a su consumación no sólo al ser
edificada sino al ser adornada con oro puro como base, con perlas como sus puertas y
con piedras preciosas como su muro. Esta es la morada eterna de Dios, Su
agrandamiento, expansión y expresión eternos.
Espero que aprendan a memorizar, recitar y hablar estos mensajes. Cuando yo estaba
aprendiendo del hermano Nee, nunca usaba artimañas. Sólo hablaba de la manera que
él hablaba, e incluso usaba las mismas expresiones. Después, otros me criticaban,
diciendo que yo decía las mismas cosas que el hermano Nee, y que incluso mis gestos al
hablar eran los mismos que los de él. Una vez cierto pastor se burló de mí diciendo:
“Sólo sabes imitar las palabras del hermano Nee; lo que él dice, tú lo dices”. Dije: “Esa es
mi gloria”. Dije para mis adentros: “Francamente si usted trata de imitarle, no podrá
hacerlo”. Poder imitar es una bendición; poder recitar es una bendición. No traten de
inventar palabras nuevas. Espero que todos nosotros entremos en la realidad de estos
mensajes.