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Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con

sus deberes
CONTENIDO

1. Cómo ser un colaborador y un anciano (1)


2. Cómo ser un colaborador y un anciano (2)
3. Cómo ser un colaborador y un anciano (3)
4. Cómo cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos (1)
5. Cómo cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos (2)
6. Cómo cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos (3)

PREFACIO

Este libro se compone de los mensajes presentados en chino por el hermano Witness
Lee en Anaheim, California, en una conferencia internacional de colaboradores y
ancianos del 1 al 3 de octubre de 1996.
CAPITULO UNO

COMO SER UN COLABORADOR


Y UN ANCIANO

(1)

BOSQUEJO

I. Conocer a Cristo (Fil. 3:10), y específicamente saber que:


A. El es tanto Dios como hombre.
B. El posee tanto divinidad como humanidad.
C. El en Su humanidad efectuó la redención jurídica por medio de Su muerte.
D. El en Su divinidad lleva a cabo Su salvación orgánica en Su resurrección.
II. Experimentar y disfrutar a Cristo (ganarlo, Fil. 3:8) en Su ministerio completo,
en Sus tres etapas divinas y místicas:
A. En la primera etapa, Su encarnación, que va desde Su nacimiento humano
hasta Su muerte:
1. Introduce al Dios infinito en el hombre finito.
2. Une y mezcla al Dios Triuno con el hombre tripartito.
3. Expresa en Su humanidad al Dios generoso en Sus ricos atributos
mediante Sus virtudes aromáticas:
a. Cristo expresó al Dios generoso en Su vida humana.
b. Expresó a Dios principalmente en Sus ricos atributos, es
decir, en las inescrutables riquezas de lo que Dios es.
c. Por medio de las virtudes por cuyo aroma El atraía y
cautivaba a la gente:
1. 1) No vive por Su vida humana en la carne.
2. 2) Sino que vive por Su vida divina en resurrección.
4. A fin de efectuar la redención jurídica que todo lo incluye:
a. Pone fin a todo lo que pertenece a la vieja creación.
b. Redime todas las cosas que Dios creó y que habían caído en
el pecado—He. 2:9; Col. 1:20.
c. Crea (concibe) al nuevo hombre con Su elemento divino—Ef.
2:15.
d. Libera Su vida divina de la cáscara de Su humanidad—Jn.
12:24.
e. Pone el cimiento para la salvación orgánica y establece el
procedimiento para cumplir Su ministerio en la etapa de
inclusión.
Oración: Señor, gracias por traernos a Tu recobro para que seamos esclavos de Tus
hijos. Nosotros como colaboradores y ancianos somos esclavos en Tu casa. Señor, sólo
Tú eres el Señor, el Amo soberano; te adoramos, te servimos, te predicamos y te
impartimos en las personas. Por Ti estamos dispuestos a ser los esclavos de Tu casa para
servirte y cuidar a Tus hijos. Oh Señor, danos una palabra clara una vez más en estas
seis reuniones; háblanos algo que no nos hayas dicho antes y que no hayamos oído.
Parece que ya hemos oído muchas cosas, pero no las recibimos. Oh Señor, oramos para
que nos des un comienzo glorioso; glorifícate, glorifica al Padre y glorifica al Espíritu.
Oh Señor, somos Tus esclavos, y sólo podemos inclinarnos y adorar delante de Ti,
acudiendo a Ti para que nos concedas un buen comienzo.

Oh Señor, tampoco nos olvidamos de Tu enemigo. Mientras Tú nos das la gracia, él nos
molesta. Señor, verdaderamente odiamos al maligno; lo acusamos delante de Ti.
Declaramos ante Ti que ya lo destruiste por medio de Tu muerte en la carne sobre la
cruz. Oramos para que destruyas a Tu enemigo Satanás, el maligno, entre nosotros los
que estamos en Tu recobro. Señor, libera a Tus hijos, libera Tu rica gracia e impártete
para que nosotros recibamos Tu suministro rico y abundante. Amén.

En esta conferencia queremos ver cómo ser colaboradores y ancianos y cómo cumplir
con nuestros deberes. La carga principal que tengo en estos mensajes se puede expresar
en las siguientes afirmaciones:

(1) El ministerio completo de Cristo se lleva a cabo en tres etapas para que se cumpla la
economía eterna de Dios.

(2) En la primera etapa, la encarnación, Dios es introducido en el hombre, para que éste
le exprese en la humanidad y para que se efectúe la redención jurídica.

(3) En la segunda etapa, la inclusión, El es engendrado como Hijo primogénito de Dios,


llega a ser el Espíritu vivificante y regenera a los creyentes con miras a Su Cuerpo.

(4) En la tercera etapa, la intensificación, El intensifica la salvación orgánica, produce


los vencedores y lleva la Nueva Jerusalén a su consumación.

Esta es una conferencia especial iniciada por los hermanos de Taiwán. Puesto que yo no
he regresado a Taiwán por muchos años, ellos han solicitado repetidas veces que yo
hable en chino en esta conferencia. Durante los últimos años no accedí, porque no
deben existir diferencias en cuanto a nacionalidad en el recobro del Señor. Aunque
todavía tenemos el problema del idioma que recibimos de Babel, guardamos la palabra
del Señor en cuanto a no tener diferencias nacionales. En el Cuerpo del Señor, no hay
lugar para nacionalidad ni raza, pues El lo es todo. En el nuevo hombre sólo existe
nuestro Señor, quien es todos los miembros y es el contenido de todos ellos. Puesto que
el Señor está en nosotros, no debemos tener diferencias nacionales. No obstante, ya que
todavía estamos en la carne, el idioma sigue siendo un gran problema. Por tanto,
aunque damos los mensajes en chino, esperamos que no haya diferencia en cuanto a
nacionalidades entre nosotros.

NO ASUMIR UNA POSICION


SINO SERVIR COMO ESCLAVOS

Quisiera hablarles francamente. Según mi observación durante muchos años, el


problema más grande entre los colaboradores y los ancianos es que muchos estiman
mucho su posición como colaborador o como anciano. En realidad, nosotros los
colaboradores y los ancianos no tenemos ninguna posición. Según el amor y la gracia de
Dios, todos somos Sus hijos y pertenecemos a la misma especie. En este sentido, no
podemos decir que no tenemos posición. Según nuestra posición pertenecemos a la
especie de Dios y somos Sus hijos. Dios, según Su economía, quiere, a partir del linaje
humano que El creó en la tierra, obtener la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, y con el
tiempo quiere obtener la Nueva Jerusalén para que se cumpla Su economía eterna. En el
proceso se necesita mucho trabajo y mucho servicio, por eso son necesarios los
colaboradores y los ancianos.

En los evangelios podemos ver claramente que Pedro, Jacobo y Juan eran los primeros
que seguían al Señor. Estuvieron al lado de Señor siguiéndole durante tres años y medio.
Al final, el Señor los llevó consigo a Jerusalén. Iba allí para morir, a fin de que se
cumpliera la economía de Dios, pero Sus seguidores disputaban en el camino en cuanto
a quién entre ellos era el mayor (Mr. 9:34; Lc. 22:24). Esto era verdaderamente algo
desagradable y vergonzoso. Habían seguido al Señor por tres años y medio; habían
estado junto a Él y habían recibido muchas revelaciones de Su parte. Luego, en camino a
Jerusalén el Señor les dijo repetidas veces que iba a Jerusalén a morir y que al tercer día
resucitaría (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:17-19). Aunque oyeron al Señor decir que iba a
morir, no oyeron que dijo que al tercer día resucitaría. La palabra resurrección era una
palabra extraña e incomprensible para ellos.

Oyeron que el Señor iba a morir, y también estaban a punto de entrar en Jerusalén. Pero
estaban junto al Señor y disputaban acerca de quién era el mayor entre ellos. Jacobo y
Juan eran primos del Señor, porque su madre era hermana de María, la madre del
Señor Jesús. Por tanto, pidieron a su madre que visitara al Señor Jesús, y ella fue y le
dijo al Señor: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y otro a Tu
izquierda en Tu reino”. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se indignaron por
los dos hermanos (Mt. 20:20-24). El hecho de que Jacobo y Juan se valieran de su
parentesco con el Señor fue un acto desagradable.
Entonces el Señor Jesús llamó a los discípulos y dijo: “El que quiera hacerse grande
entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro esclavo” (vs. 26b-27). Aquí esclavo no se refiere a un siervo empleado, sino a un
esclavo comprado. Según la ley romana, los esclavos no tenían derechos.

Nosotros como colaboradores y ancianos somos esta clase de esclavos. Pablo dijo:
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a
nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús” (2 Co. 4:5). Esto significa que los
creyentes no deben estimar demasiado a Pablo, ni a Pedro ni a otros por el simple hecho
de que eran apóstoles y evangelistas. En realidad, eran esclavos de los creyentes. Hoy
tampoco debemos considerarnos colaboradores ni ancianos; más bien, debemos
considerarnos esclavos de todos para servirles.

Mi carga más grande es ésta: espero que el Señor tenga misericordia de ustedes por
medio de mi comunión en amor para que sean convencidos y entiendan que ser
colaborador o anciano equivale a ser esclavo. En cuanto a esto, el Señor Jesús se nos
presentó como un buen ejemplo. Él era el Señor y el Maestro, pero se vació y ciñó Sus
lomos para lavar los pies de Sus discípulos, sirviéndoles como esclavo (Jn. 13:3-5). El
Señor también nos mandó hacer lo que El hizo (vs. 12-17). Nosotros los hermanos que
somos colaboradores y ancianos hemos cometido errores y debemos arrepentirnos. Digo
esto con un corazón afligido, porque siempre asumimos la posición de que nos
consideramos superiores a los demás, y no permitimos que digan que estamos
equivocados. Si alguien dice que estamos equivocados, le guardamos rencor en nuestro
corazón. Esta no es la actitud adecuada de un esclavo.

Por esta razón quisiéramos tener comunión primero en cuanto a cómo ser un
colaborador y cómo ser un anciano. Debemos saber que ser hijo de Dios no requiere
ningún aprendizaje. Después de ser regenerados, espontáneamente llegamos a ser hijos
de Dios, y por esto le damos gracias al Señor y le alabamos. Pero nadie es un
colaborador al momento de ser salvo, y nadie es un anciano al momento de ser
regenerado. Ser colaborador y ser anciano requiere mucho aprendizaje.

I. CONOCER A CRISTO

Para ser un colaborador o un anciano, primero debemos conocer a Cristo. En Filipenses


3:10 Pablo habló de conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, configurándose a Su
muerte. Conocer a Cristo no es algo sencillo. Quiero tener comunión con ustedes en
cuanto a conocer a Cristo principalmente en cuatro aspectos. Los colaboradores y los
ancianos deben conocer estos aspectos. No sólo deben conocerlos, sino que también
deben estudiarlos a fondo y ser capaces de comunicarlos. Conocer a Cristo no significa
conocerle de modo común, sino conocerle de modo particular. Las riquezas de lo que es
Cristo son inescrutables (Ef. 3:8), pero entre ellas se encuentran los cuatro aspectos
siguientes, los cuales debemos conocer en particular.

A. El es tanto Dios como hombre

Primero, debemos saber particularmente que Cristo es tanto Dios como hombre. No
debemos pensar que ya sabemos esto. Necesitamos recordar constantemente que Cristo
es tanto Dios como hombre. El era Dios y se hizo hombre, así que es tanto Dios como
hombre. Por consiguiente, es un Dios-hombre.

B. El posee tanto divinidad como humanidad

En segundo lugar, necesitamos saber que puesto que Cristo es un Dios-hombre, posee
tanto divinidad como humanidad. Algunos tal vez digan: “Ya sabemos esto”. Es posible
que lo sepamos, pero no sabemos cómo comunicarlo. Debemos tener un conocimiento
completo de la divinidad y la humanidad de Cristo.

C. El en Su humanidad efectuó
la redención jurídica por medio de Su muerte

En tercer lugar, debemos saber que Cristo en Su humanidad efectuó la redención


jurídica por medio de Su muerte. Para conocer a Cristo, tenemos que discernir
claramente que es una cosa que El esté en Su humanidad y es otra que esté en Su
divinidad. En cuanto a la obra redentora de Cristo, se dice generalmente que Cristo era
un hombre de sangre y carne, así que podía morir por nosotros en Su carne. Pero es más
profundo decir que Cristo efectuó la redención en Su humanidad. No debemos
limitarnos al dicho general; esto indica que nuestro conocimiento en cuanto a Cristo no
es lo suficientemente profundo. Debemos penetrar en lo más profundo de la verdad
divina para ver el significado intrínseco de Cristo en Su humanidad.

D. El en Su divinidad lleva a cabo


Su salvación orgánica en Su resurrección

En cuarto lugar, también debemos saber que Cristo en Su divinidad lleva a cabo Su
salvación orgánica en Su resurrección. Necesitamos ver además que la obra redentora
de Cristo es diferente de Su obra salvadora. Romanos 5:10a dice que fuimos
“reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo”; esto se refiere a Su obra redentora.
Romanos 5:10b dice: “Mucho más... seremos salvos en Su vida”; esto se refiere a Su obra
salvadora. La salvación orgánica se lleva a cabo en la resurrección por Cristo en Su
divinidad. Esta es la nueva luz y el idioma nuevo que Dios nos dio. En Su divinidad y en
Su resurrección, El lleva a cabo Su obra salvadora orgánica en los creyentes. La
redención jurídica ya se efectuó, pero la salvación orgánica se está llevando a cabo.
Necesitamos conocer claramente estos cuatro aspectos. Entonces, no importa si somos
colaboradores o ancianos, cuando pastoreamos y enseñamos, podremos proclamar estos
asuntos de modo muy claro. Los colaboradores y los ancianos necesitan conocer a Cristo
específicamente en estos cuatro aspectos principales. No deben menospreciarlos. Quizás
piensen que ya conocen estos aspectos, pero cuando van a hablar a los demás, es posible
que no sepan cómo hacerlo ni cómo llamarles la atención a los puntos principales. Esto
requiere práctica. Las iglesias de Taiwán actualmente practican cuatro cosas: orar,
estudiar, recitar y hablar. Esta es la manera correcta. Todos los colaboradores y los
ancianos deben familiarizarse con estos cuatro aspectos relacionados con Cristo al orar-
leerlos, estudiarlos profundamente, recitarlos de memoria y hablarlos a fondo para
presentar de modo claro los puntos principales.

II. EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR A CRISTO


(GANARLO) EN SU MINISTERIO COMPLETO,
EN SUS TRES ETAPAS DIVINAS Y MISTICAS

Para ser un colaborador o un anciano, también debemos experimentar y disfrutar a


Cristo (ganarlo, Fil. 3:8) en Su ministerio completo, en Sus tres etapas divinas y
místicas. ¿Cómo podemos ser colaboradores y ancianos? Primero necesitamos conocer a
Cristo; en segundo lugar, necesitamos experimentarlo y disfrutarlo, es decir, ganarlo, en
Su ministerio completo. Primero tenemos el conocimiento, luego tenemos la experiencia
y el disfrute. Experimentar y disfrutar a Cristo es ganarlo. En Filipenses 3:8 Pablo dijo:
“...Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo”. “Tener” no es suficiente; necesitamos “ganar”. Ganar a Cristo
requiere que se pague un precio. Ganar a Cristo es experimentar, disfrutar y tomar
posesión de todas Sus inescrutables riquezas al pagar un precio. Esto no es sencillo. Por
tanto, después Pablo dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido
perfeccionado; sino que prosigo... no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago:
olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta”
(vs. 12-14a). No es fácil ganar un juego, ni tampoco es fácil ganar la victoria en una
guerra. Es necesario que prosigamos, olvidando lo que queda atrás y extendiéndonos a
lo que está delante. Del mismo modo, necesitamos ganar a Cristo experimentándole y
disfrutándole en Su ministerio completo.

A. En la primera etapa,
Su encarnación, que va desde
Su nacimiento humano hasta Su muerte

El ministerio completo de Cristo tiene tres etapas divinas y místicas. La primera etapa,
Su encarnación, empezó cuando nació como ser humano y terminó cuando murió, e
incluye toda Su vida humana. Por tanto, Su nacimiento humano, Su paso por la vida
humana y Su muerte formaron la etapa de Su encarnación.

1. Introduce al Dios infinito en el hombre finito

Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, la encarnación, introdujo al Dios


infinito en el hombre finito. Algunos tal vez piensen que este punto es muy sencillo. Pero
quizás usted sólo pueda decir que Cristo en Su encarnación introdujo a “Dios en el
hombre”; no puede decir que introdujo “al Dios infinito en el hombre finito”. Este es
nuestro idioma nuevo. Dios es infinito, y nosotros los seres humanos somos finitos.
Cristo, en Su ministerio completo en la etapa de la encarnación, introdujo al Dios
infinito en el hombre finito. Uno es infinito, y el otro es finito; ¿cómo pueden estos dos
llegar a ser uno? De todos modos, Cristo llevó esto a cabo en Su ministerio. Esto es
verdaderamente maravilloso.

En general, la mayoría de los cristianos sabe que en Navidad se celebra el nacimiento de


Cristo nuestro Salvador. Pero no han visto nada del aspecto místico del ministerio
completo de Cristo en la etapa de Su encarnación. Me preocupa y temo que tal vez
muchos colaboradores y ancianos en el recobro del Señor no hayan entrado en estos
asuntos significativos y profundos. Por eso, los demás no ven nada interesante en lo que
usted dice, e incluso lo consideran algo trillado, algo que hasta los que no son cristianos
han oído. Pero si usted usa el idioma nuevo para hablar de los asuntos vistos en la
cultura nueva, diciendo que Cristo, en Su ministerio completo en la etapa de Su
encarnación, introdujo al Dios infinito en el hombre finito, se entusiasmarán y tendrán
interés en escucharle, porque esto es algo que no se encuentra en la cultura vieja, sino en
la cultura nueva en la esfera divina y mística.

2. Une y mezcla al Dios Triuno


con el hombre tripartito

Cristo en Su ministerio completo en la primera etapa, Su encarnación, también se unió y


se mezcló con el hombre tripartito. El Dios Triuno es misterioso, y es difícil de entender
el hombre tripartito. Si simplemente decimos que Cristo unió y mezcló a Dios con el
hombre, esto es sencillo. Pero conforme al nuevo idioma de la nueva cultura en la esfera
divina y mística, debemos decir que Cristo unió y mezcló al Dios Triuno con el hombre
tripartito. En cuanto al Dios Triuno, el Padre es la fuente, el Hijo es la expresión, y el
Espíritu es la entrada. En cuanto al hombre tripartito, el espíritu es la parte más
profunda, el alma está en medio, y el cuerpo está afuera. No es fácil explicar esto con
claridad. No obstante, necesitamos conocer estos asuntos. Si no tenemos el
conocimiento, no podemos experimentarlo ni disfrutarlo. Si no experimentamos ni
disfrutamos a Cristo, simplemente no podemos ganarlo. Entonces cuando hablemos, no
tendremos nada que decir ni tendremos las palabras adecuadas, y nos faltarán palabras
para expresarnos. Aun si nos forzamos a hablar, lo que decimos será superficial, sencillo
y trillado.

A veces algunos colaboradores y ancianos me dicen: “No me atrevo a hablar de estas


verdades elevadas, porque los creyentes a quienes sirvo no pueden entenderlas debido a
su condición espiritual actual”. Yo respondería: “No es que ellos no entiendan, sino que
usted no puede presentar las cosas claramente”. Podemos hablar, conforme al idioma
nuevo del recobro del Señor, en cuanto a este Cristo que hemos ganado, sólo después de
conocer a Cristo, experimentarlo y ganarlo. Tenemos que aprender a usar el idioma
nuevo para hablar de la cultura nueva en la esfera divina y mística. Entonces las
personas nos escucharán con mucho placer, y sin duda entenderán lo que decimos. Sólo
así seremos aptos para ser colaboradores y ancianos. De otro modo, seremos anticuados
en cuanto al mover del Señor en la edad presente.

El ministerio de Cristo no sólo unió sino que también mezcló al Dios Triuno con el
hombre tripartito. Deberíamos decir a la gente claramente lo que significa estar unido y
lo que significa ser mezclado. Cuando dos piezas de madera se juntan, son unidas;
cuando dos cosas son desmenuzadas y se juntan, son mezcladas. Es fácil hablar de la
unión de Dios con el hombre, pero no es fácil hablar de la mezcla de Dios con el hombre.
Cuando predicamos estas verdades, necesitamos explicarlas en detalle.

3. Expresa en Su humanidad
al Dios generoso en Sus ricos atributos
mediante Sus virtudes aromáticas

Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, la encarnación, también expresó


en Su humanidad al Dios generoso en Sus ricos atributos mediante Sus virtudes
aromáticas. Nadie puede negar que las virtudes humanas de Cristo eran aromáticas;
incluso cuando los incrédulos leen los cuatro evangelios, perciben que el Jesús descrito
en estos libros era una persona que emanaba un dulce aroma, cuyas virtudes eran
aromáticas. Esto se debe a que expresó en Su humanidad al Dios generoso en Sus ricos
atributos.

Nuestros atributos son característicos de lo que somos. Por ejemplo, enojarse


fácilmente, querer hablar primero, hablar descuidada e irresponsablemente, conducirse
livianamente son atributos humanos. Sin embargo, conducirse cuidadosamente, hablar
razonadamente, obrar decisivamente y no conducirse irresponsable o descuidadamente
también son atributos humanos. Nuestro Dios tiene Sus atributos, y Sus atributos son
ricos, porque El es grandioso y generoso. El es amor, luz, santidad y justicia. Estos ricos
atributos fueron expresados por el Señor Jesús en Su humanidad para llegar a ser las
virtudes aromáticas de Su humanidad.

El relato de los cuatro evangelios muestra que cuando algunas personas llevaron sus
niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara, los discípulos les regañaron.
Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a Mí; porque de los
tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:13-15). El Señor se conducía de modo diferente al
de los discípulos. Los discípulos no se conducían en conformidad con los atributos de
Dios. Dios escogió a los necios, a los débiles, a los innobles y a los menospreciados del
mundo (1 Co. 1:27-28). A través de las generaciones conforme a Su amor, Su
longanimidad y Su gracia perdonadora, El ha llamado, uno por uno, a los débiles que no
tienen nada, que son como niños. De este modo Cristo expresó los atributos de Dios en
Su humanidad.

Dios es generoso; por tanto, es rico en Sus atributos, Sus características. El Señor
expresó sólo algunos de los ricos atributos del Dios generoso en Su vida en la tierra, en
Su humanidad, y los hombres vieron sólo algunos como virtudes expresadas en Su
humanidad, pero estas virtudes exhalaban un dulce aroma. Cristo en Su vida humana
expresaba al Dios generoso principalmente en Sus ricos atributos, es decir, en las
inescrutables riquezas de lo que Dios es.

Además, Cristo en Su humanidad expresó a Dios por medio de Sus virtudes aromáticas,
por las cuales atraía y cautivaba a las personas. El relato de Mateo 4 nos muestra que
cuando el Señor Jesús andaba junto al mar de Galilea, vio a Pedro, a Juan y a Jacobo,
quienes estaban pescando o remendando las redes con sus respectivos padres. Luego El
los llamó diciendo: “Venid en pos de Mí”. Le siguieron inmediatamente, dejando las
redes, abandonando sus barcos y a sus padres (vs. 18-22). Todavía no llego a entender
por qué cuando El simplemente dijo: “Venid en pos de Mí”, los discípulos lo dejaron
todo y le siguieron. Verdaderamente creo que en aquel entonces el Señor debe de haber
exhibido un poder aromático en Su semblanza y en Su voz que realmente atraía y
cautivaba a las personas.

Ser atraído y cautivado es ser encantado. Muchas veces las personas nos preguntan:
“¿Quién te ha cautivado? ¡Despiértate!”. Una vez que estemos fascinados por el Señor,
estamos encantados para siempre, así que nos es difícil despertarnos. Esto se ve en el
ejemplo de un hombre y una mujer que se enamoran a primera vista; el hombre es
encantado por la mujer, y la mujer es atraída y cautivada por el hombre. Del mismo
modo, el Señor debió de haber poseído una dulzura indescriptible y un aroma que
emanaba de Él en Su humanidad. Si estuviéramos con el Señor en aquel entonces,
nosotros también habríamos estado “locamente” encantados por El.
Pedro fue encantado por el Señor hasta el extremo de que aunque el Señor lo reprendía
frecuentemente, continuó siguiéndole decididamente. Las frecuentes reprensiones del
Señor no pudieron hacerle desistir. Hoy día no me atrevo a usar palabras firmes con los
colaboradores y los ancianos. Si mi regaño es severo, temo que no puedan aceptarlo y
dimitan. Pero Pedro era insensible. El había sido regañado por el Señor muchas veces,
pero de todos modos le seguía. En la noche de Su traición, el Señor dijo a los discípulos:
“Todos vosotros tropezaréis por causa de Mí esta noche”. Pedro respondió: “Aunque
todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré” (Mt. 26:31-33). Y el Señor le dijo:
“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he
rogado por ti, que tu fe no falte”. Pedro dijo: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo
a la cárcel, sino también a la muerte”. Pero el Señor dijo: “Pedro, te digo que el gallo no
cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces” (Lc. 22:31-34). No sólo
Pedro no creyó esto, pero incluso dijo: “Aunque me sea necesario morir contigo, de
ninguna manera te negaré” (Mt. 26:35). Después, cuando Pedro estaba sentado en el
patio del sumo sacerdote una simple sirvienta vino a hacerle preguntas. Debido a sus
preguntas, Pedro negó al Señor. En esa ocasión el Señor se volvió y miró a Pedro, y
Pedro, acordándose de lo que el Señor le dijo, salió fuera y lloró amargamente (Lc.
22:54-62).

Después de que Pedro negó al Señor, el Señor pudo haberse olvidado de él. Pero no lo
hizo. En la mañana de la resurrección del Señor, un ángel dijo a varias mujeres: “Id,
decid a Sus discípulos, y a Pedro...” (Mr. 16:7). Además, el Señor le dijo personalmente a
María la magdalena: “Ve a Mis hermanos...” (Jn. 20:17). El Señor llamó a Sus discípulos
“hermanos” y específicamente mencionó el nombre de Pedro. De este modo le cautivó a
Pedro.

El Señor Jesús debe de haber poseído algunas virtudes aromáticas en Su humanidad


que podían atraer y cautivar a las personas. De otro modo, no le habrían seguido tantas
personas. Entre ellos había incluso unas mujeres nobles a quienes sólo les interesaba el
Señor y que simplemente le siguieron durante tres años y medio (Lc. 8:1-3). A veces
cuando el Señor profería ciertas palabras que estaban en otra esfera, la esfera divina y
mística, Sus discípulos no le podían entender y no las podían captar porque no habían
entrado en esa esfera. No entendieron lo que el Señor les había dicho (Jn. 16:13; cfr.
2:22) sino hasta después de la resurrección del Señor, cuando fueron regenerados.

Cristo expresaba Sus virtudes aromáticas por las cuales atraía y cautivaba a las
personas, al no vivir por Su vida humana en la carne sino por Su vida divina en la
resurrección. El estaba en la carne, pero no vivía por Su vida humana en Su carne; más
bien, vivía por Su vida divina en resurrección. Hoy nosotros como Dios-hombres ¿por
cuál vida vivimos? Sin duda, todos estamos en la carne. No obstante, podemos salir de la
esfera de la carne y entrar en la resurrección para vivir por la vida divina en
resurrección, es decir, en la esfera divina y mística.

Hoy la clase de vida que llevamos depende de la clase de vida por la cual vivimos en
nuestro cuerpo físico. Debemos vivir no por la vida humana sino por la vida divina.
Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Esto significa que no debemos
llevar la vida del viejo “yo”, sino la vida del nuevo “yo”. Queridos hermanos, no debemos
escuchar estos puntos detallados y simplemente pasarlos por alto. Que el Señor me
cubra. El Señor me guió a escribirlos sólo después de estudiarlos yo por varias décadas.
Ustedes necesitan realmente experimentar estos puntos.

4. A fin de efectuar
la redención jurídica que todo lo incluye

Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, Su encarnación, realizó cuatro


actos notables. Primero, introdujo al Dios infinito en el hombre finito; segundo, unió y
mezcló al Dios Triuno con el hombre tripartito; tercero, expresó al Dios generoso en Sus
ricos atributos por medio de Sus virtudes aromáticas; cuarto y último, efectuó la
redención jurídica que todo lo incluye. Los primeros dos actos estaban relacionados con
Su nacimiento, el tercero, con Su vida humana, y el cuarto, con Su muerte. Después de
pasar por Su vida humana, fue a la cruz a morir para efectuar la redención jurídica que
todo lo incluye.

La redención jurídica de Cristo, una redención que todo lo incluye, tiene cinco aspectos.
Primero, puso fin a todo lo que pertenece a la vieja creación. En segundo lugar, redimió
todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado (He. 2:9; Col. 1:20). Puso
fin a todo lo que pertenece a la vieja creación por Cristo por medio de Su muerte.
Después de esto, redimió todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado.
En tercer lugar, creó (concibió) al nuevo hombre con Su elemento divino. Efesios 2:15
dice que en la cruz creó en Sí mismo de los creyentes, los judíos y los gentiles, un solo y
nuevo hombre. Esa creación fue una concepción. Cualquier concepción requiere un
elemento; sin el elemento, no puede haber una concepción. Cristo creó (concibió) al
nuevo hombre en Sí mismo, lo cual indica que El era el mismo elemento con el cual se
concibió el nuevo hombre. El concibió en Sí mismo como elemento de los dos pueblos
un solo y nuevo hombre. Mientras el Señor Jesús moría en la cruz, creaba al nuevo
hombre.

En cuarto lugar, cuando Cristo efectuó dicha redención, liberó Su vida divina de la
cáscara de Su humanidad. Juan 12:24 dice que el Señor Jesús era un grano de trigo. A
menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, su cáscara no se quebrará y la
vida que está en él no se liberará. Cristo tenía la vida divina, aunque estaba escondida en
la cáscara de Su humanidad. Por tanto, El necesitaba sufrir la muerte en la cruz para que
la cáscara de Su humanidad fuera quebrada a fin de liberar de Su cáscara humana la
vida divina.

En quinto lugar, al efectuar Su muerte jurídica, que todo lo incluye, Cristo también puso
el cimiento para la salvación orgánica y estableció el procedimiento para cumplir Su
ministerio en la etapa de inclusión. La redención jurídica es el cimiento de la salvación
orgánica. Cristo requiere un procedimiento en Su ministerio completo en la segunda
etapa, Su inclusión. Su redención jurídica es el procedimiento por el cual efectúa Su
ministerio en la etapa de la inclusión.

APRENDER A ENTRAR,
A HABLAR Y A EXPERIMENTAR

En cuanto a todos los puntos cruciales mencionados, necesitamos aprenderlos de modo


detallado y penetrante y dedicar tiempo a estudiarlos diligentemente. He hablado de
algunos de estos puntos cruciales antes, y ustedes también los han oído. No obstante,
necesitan aprender a entrar en ellos, a hablarlos y a permitir que sean parte de su
experiencia.
CAPITULO DOS

COMO SER UN COLABORADOR


Y UN ANCIANO

(2)

BOSQUEJO

II. Experimentar y disfrutar a Cristo (ganarlo, Fil. 3:8) en Su ministerio completo,


en Sus tres etapas divinas y místicas:
B. En la segunda etapa, Su inclusión, que va desde Su resurrección hasta [que
empezó] la degradación de la iglesia:
1. Es engendrado como Hijo primogénito de Dios:
a. Desde la eternidad pasada sin comienzo, Cristo era el Hijo
unigénito de Dios:
1. 1) Poseía sólo divinidad, más no humanidad.
2. 2) No había pasado por la muerte ni había entrado en
la resurrección.
b. En la encarnación el Hijo unigénito de Dios se hizo carne
para ser Dios-hombre, un hombre que tenía tanto la
naturaleza divina como la humana.
c. Mediante la muerte y la resurrección Cristo en la carne, del
linaje de David, fue designado el Hijo primogénito de Dios:
1. 1) En la muerte Su humanidad fue crucificada.
2. 2) En la resurrección Su humanidad crucificada fue
vivificada por el Espíritu de Su divinidad y elevada a
la filiación de Hijo unigénito de Dios.
3. 3) Por lo tanto, El fue engendrado por Dios en Su
resurrección como Hijo primogénito de Dios.
2. Llega a ser el Espíritu vivificante:
a. En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho... el postrer Adán
[Cristo en la carne], Espíritu vivificante”.
b. “Aún no había” el Espíritu vivificante antes de la
resurrección de Cristo, antes de Su glorificación—Jn. 7:39.
c. Cristo, el Hijo de Dios, el segundo de la Trinidad Divina,
después de completar Su ministerio en la tierra llegó a ser (se
transfiguró) el Espíritu vivificante en Su resurrección:
1. 1) Este Espíritu vivificante está representado por el
agua que brotó del costado traspasado de Jesús en la
cruz—Jn. 19:34.
2. 2) Libera la vida divina que estaba encerrada en la
cáscara, la cual es la humanidad, de Cristo y la
imparte en Sus creyentes, haciéndolos así los muchos
miembros que constituyen Su Cuerpo—Jn. 12:24.
d. Al Espíritu vivificante, quien es el Cristo pneumático,
también se le llama:
1. 1) El Espíritu de vida—Ro. 8:2.
2. 2) El Espíritu de Jesús—Hch. 16:7.
3. 3) El Espíritu de Cristo—Ro. 8:9.
4. 4) El Espíritu de Jesucristo—Fil. 1:19.
5. 5) El Señor Espíritu—2 Co. 3:18.
3. Regenera a los creyentes con miras a Su Cuerpo—1 P. 1:3:
a. El Cristo pneumático llegó a ser el Hijo primogénito de Dios
y el Espíritu vivificante, que regenera a los creyentes,
haciéndolos los muchos hijos de Dios, nacidos de Dios junto
con El en un solo alumbramiento universal:
1. 1) Para componer la casa de Dios, la familia de Dios.
2. 2) Para constituir el Cuerpo de Cristo, que es la
plenitud de Él, Su expresión y extensión, a fin de
llevar a su consumación la expresión y la extensión
eternas del Dios Triuno procesado y consumado:
1. a) Todos los creyentes de Cristo, quienes están
en este solo Espíritu fueron bautizados en el
Cuerpo de Cristo—1 Co. 12:13a.
2. b) Se les dio a beber de este mismo Espíritu a
todos los creyentes que son bautizados en El—1
Co. 12:13b.
b. Al hablar las palabras de Dios, el Cristo que está en
resurrección se da sin medida a Sí mismo como el Espíritu
vivificante todo- inclusivo—Jn. 3:34.
c. Todos los creyentes de Cristo son edificados como morada de
Dios en el espíritu de ellos, donde vive Él como Espíritu—Ef.
2:22:
1. 1) Mediante la santificación de nuestro carácter—Ro.
15:16.
2. 2) Mediante la renovación—Tit. 3:5.
3. 3) Mediante la transformación—2 Co. 3:18.
4. 4) Mediante la conformación—Ro. 8:29.
Oración: Oh Señor, gracias que Tú eres el Señor quien habla y quien nos da el Espíritu,
incluso el Espíritu ilimitado. Nosotros creemos que hablarás esta noche aquí, y nos
darás el Espíritu ilimitado. No somos elocuentes, no sabemos hablar y no sabemos cómo
recibir. Tus palabras han sido promulgadas, pero no las entendemos; has derramado
aquí Tu Espíritu, pero no lo podemos recibir. De hecho, estamos en una condición
completamente lamentable. Sin embargo, Tu misericordia es rica y Tu gracia es
abundante. Contamos con Tu rica misericordia y Tu abundante gracia. Aparte de esto,
no podemos seguir adelante. Oh Señor, somos un grupo de personas dignas de
conmiseración que se reúnen ante Tus pies y esperan Tu misericordia. Amén.

En el mensaje anterior vimos que como colaboradores y ancianos, primero debemos


conocer a Cristo en cuatro aspectos particulares. Después de conocerle, tenemos que
experimentarle y disfrutarle para poder ganarlo. Pero ¿cómo le experimentamos, le
disfrutamos y lo ganamos? Le experimentamos, le disfrutamos y lo ganamos (Fil. 3:8)
conforme a Su ministerio completo, que consta de Sus tres etapas divinas y místicas, es
decir, conforme a todo lo que Él ha hecho y sigue haciendo en Sus tres etapas.

B. En la segunda etapa,
Su inclusión, que va desde Su resurrección
hasta [que empezó] la degradación de la iglesia

La primera etapa del ministerio completo de Cristo fue la etapa de encarnación, que va
desde Su nacimiento y pasa por Su vida humana hasta llegar a Su muerte. La segunda
etapa es la etapa de inclusión, que va desde Su resurrección hasta [que empezó] la
degradación de la iglesia. Necesitamos ver por qué lo llamamos la etapa de inclusión. El
en Su primera etapa poseía sólo dos elementos: divinidad y humanidad. Esto era un
poco más complicado que lo El poseía antes de Su encarnación. Antes de Su
encarnación, en la eternidad pasada, poseía un sólo elemento, la divinidad. Desde el
momento de Su encarnación, cuando se puso la naturaleza humana, El adquirió la
humanidad, además de Su divinidad; por lo tanto, El tenía dos naturalezas. Después de
Su muerte y resurrección, se añadieron más elementos en Su resurrección. En Su
resurrección, el postrer Adán, Cristo en la etapa de encarnación, llegó a ser el Espíritu
vivificante. Este “llegar a ser” lo hizo el Cristo de la inclusión, que incluye el elemento
divino y el elemento humano, el elemento de Su muerte y la eficacia de ésta, y el
elemento de la resurrección y el poder de la misma. Por consiguiente, en el Antiguo
Testamento se encuentra el tipo del ungüento santo de la unción (Ex. 30:22-25). El
ungüento santo de la unción no era de aceite solo, el cual era uno de los ingredientes;
sino que era un compuesto de muchos ingredientes. El ungüento santo de la unción
tipifica el Espíritu vivificante compuesto, que es lo que Cristo llegó a ser en la etapa de
inclusión.
Esto no salió a la luz sino hasta 1954, cuando vimos claramente en el libro El Espíritu de
Cristo, escrito por Andrew Murray. En el capítulo cinco de dicho libro, Andrew Murray
afirma que hoy en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentra no solamente Su
naturaleza humana sino también Su muerte junto con la eficacia de ésta, y Su
resurrección junto con el poder de la misma. En 1954 estando en Hong Kong, di un
mensaje en el cual dije que en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentran el elemento
divino, el elemento humano, el elemento de Su muerte junto con la eficacia de ésta, y el
elemento de Su resurrección junto con el poder de la misma. Todos estos elementos
pueden asemejarse a los ingredientes de una dosis, la cual contiene un elemento
germicida, así como la eficacia de la muerte, y un elemento que suministra vida, así
como el poder de la resurrección. Los elementos contenidos en el Espíritu de Cristo son
abundantes y todo-inclusivos.

En la etapa de inclusión Cristo realizó tres actos notables. Primero, fue engendrado
como Hijo primogénito de Dios; segundo, se hizo el Espíritu vivificante; tercero,
regeneró a Sus creyentes con miras a Su Cuerpo. Aparentemente, estos actos notables
son bastante sencillos, pero en realidad son muy complejos.

1. Es engendrado como Hijo primogénito de Dios

a. Desde la eternidad pasada sin comienzo,


Cristo era el Hijo unigénito de Dios

Desde la eternidad pasada sin comienzo, Cristo era el Hijo unigénito de Dios. Como tal,
poseía sólo divinidad, mas no humanidad, ya que todavía no se había hecho carne, ni
había pasado por la muerte ni había entrado en la resurrección. En el Evangelio de Juan
el Señor dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25). En la eternidad pasada El ya era
tanto la resurrección como la vida, pero todavía no había entrado en la experiencia de la
resurrección. Por ejemplo, es posible que usted sea un profesor, aunque carezca de
experiencia. El Señor es la resurrección, y El lo ha sido desde la eternidad pasada, ya que
El es Dios, quien es la resurrección. Ser resucitado es vencer y transcender la muerte, o
sea, entrar en la muerte y salir de ella. Cristo como Hijo unigénito de Dios es la
resurrección desde la eternidad, pero no la había experimentado. No fue sino hasta que
El cumplió con Su ministerio completo en la carne y pasó por la muerte, que entró en la
resurrección.

b. En la encarnación el Hijo unigénito de Dios


se hizo carne para ser Dios-hombre, un hombre
que tenía tanto la naturaleza divina como la humana.

En la encarnación el Hijo unigénito de Dios se hizo carne para ser Dios-hombre, un


hombre que tenía tanto la naturaleza divina como la humana.
c. Mediante la muerte y la resurrección Cristo
en la carne, del linaje de David, fue designado
el Hijo primogénito de Dios

Romanos 1:3-4 nos dice que mediante la muerte y resurrección Cristo en la carne, del
linaje de David, fue designado el Hijo primogénito de Dios. Antes de Su encarnación,
Cristo, el Ser divino, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:8; Ro. 8:3). Mediante la encarnación se
puso un elemento, la carne humana, que no tiene nada que ver con la divinidad; esa
parte de El necesitaba ser santificada y elevada al pasar por la muerte y la resurrección.
Mediante la resurrección, Su naturaleza humana fue santificada, elevada y
transformada. Así que, mediante la resurrección, El fue designado Hijo de Dios con Su
humanidad (Hch. 13:33; He. 1:5). Su resurrección fue Su designación. En el
entrenamiento del invierno próximo, tendremos un estudio más a fondo de la
cristalización de la Epístola a los Romanos, para ver más en cuanto a las naturalezas
humana y divina de Cristo y ver la manera en que fue designado Hijo primogénito de
Dios.

1) En la muerte Su humanidad fue crucificada

En la muerte de Cristo Su humanidad fue crucificada. Cuando Cristo fue crucificado en


la cruz, Su humanidad fue crucificada ahí. En 1 Pedro 3:18 dice: “Cristo... siendo muerto
en la carne, pero vivificado en el Espíritu”. Aquí podemos ver que cuando El murió, fue
Su carne la que fue crucificada. Su divinidad no fue crucificada; más bien, se hizo muy
activa. No es fácil para los lectores de la Biblia ver que cuando Cristo estaba en la cruz,
mientras que Su carne estaba siendo muerta, Su divinidad estaba trabajando
activamente.

2) En la resurrección Su humanidad crucificada


fue vivificada por el Espíritu de Su divinidad
y elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios

Luego, en la resurrección de Cristo, Su humanidad crucificada fue vivificada por el


Espíritu de Su divinidad y fue elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios. Por
ejemplo, un grano de trigo cae en la tierra y muere. Esa muerte hace que la cáscara del
grano se quiebre y se destruya; no obstante, al mismo tiempo se activa la vida que se
encuentra en el grano. La cáscara exterior se quiebra y muere, pero se activa la vida y
comienza a germinar y a crecer. Esta germinación, este crecimiento, es la resurrección.
En Himnos #200 los primeros dos versos de la primera estrofa dicen: “En la cruz estoy
con Cristo / Y me libertó la cruz”; luego los primeros dos versos de la tercera estrofa
dicen: “El secreto de la siega, / Muerto el grano vida da”. Cuando se entierra un grano de
trigo, el grano ¿muere o vive? Si el grano de trigo simplemente moría, ningún labrador
querrá sembrar semilla alguna. Todos los que siembran saben que aunque el grano
muera cuando se le siembra, produce treinta granos, sesenta granos o incluso cien
granos.

Juan 12:24 dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Llevar mucho fruto equivale a ser
vivificado, y esto tiene lugar al mismo tiempo que el grano muere. Por un lado, el grano
de trigo muere, pero por otro, se vivifica. Lo mismo se aplica a Cristo cuando estaba en
la cruz. Aunque Su humanidad, Su carne, Su cáscara exterior, fue crucificada en la cruz,
el Espíritu, la esencia de Su divinidad, fue activado considerablemente, para que Su
humanidad crucificada fuera vivificada en la resurrección. Más aún, cuando se vivificó
Su humanidad, ésta fue elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios. En otras
palabras, al resucitar, Su humanidad fue elevada a la filiación divina. Así que, El fue
engendrado como Hijo primogénito de Dios.

3) Por lo tanto, El fue engendrado por Dios


en Su resurrección como Hijo primogénito de Dios

Ser Hijo unigénito de Dios no es lo mismo que ser Hijo primogénito. Ser Hijo unigénito
indica que sólo existe un hijo, mientras que ser Hijo primogénito denota la existencia de
por lo menos dos hijos. Los que fueron engendrados con Cristo en Su resurrección no
fueron dos, sino millones. Efesios 2:5 dice que Dios “nos dio vida juntamente con
Cristo”, y el versículo 6 dice que “juntamente con El nos resucitó”. Fuimos vivificados
cuando se nos dio vida juntamente con Cristo y luego, fuimos resucitados juntamente
con El. Cuando murió en la cruz, también nosotros morimos con El. Mientras moría en
la cruz, Su Espíritu de vida le estaba vivificando y también a nosotros nos estaba dando
vida. Por lo tanto, nos dio vida y nos resucitó con El. Su resurrección fue Su nacimiento,
en el cual fue engendrado como Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33). Nuestra
resurrección también fue nuestro nacimiento, donde fuimos engendrados como los
muchos hijos de Dios (1 P. 1:3). El es el Hijo primogénito, y nosotros, los muchos hijos
(Ro. 8:29).

2. Llega a ser el Espíritu vivificante

El segundo acto notable que Cristo realizó en la segunda etapa de inclusión fue que llegó
a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En Su resurrección, no solamente fue
engendrado como Hijo primogénito de Dios, sino que también, Él como postrer Adán en
la carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Cristo al ser el postrer Adán significa que
después de El no existe más Adán. Adán terminó en Cristo. En la resurrección Cristo
como el postrer Adán en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante.
a. El postrer Adán [Cristo en la carne],
llegó a ser el Espíritu vivificante

En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho... el postrer Adán [Cristo en la carne], Espíritu
vivificante”. Primero, en Su encarnación, Cristo se hizo carne para llevar a cabo la
redención. Después, en Su resurrección, Cristo, el postrer Adán, se hizo el Espíritu
vivificante para impartir vida.

b. “Aún no había” el Espíritu vivificante


antes de la resurrección de Cristo,
antes de Su glorificación

Juan 7:39 dice: “...pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún
glorificado”. En mi juventud, cuando leía esta porción de la Palabra, me preguntaba por
qué “aún no había el Espíritu”. ¿Acaso no existía ya el Espíritu de Dios desde hace
mucho? ¿No dice Génesis 1:2 que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas?
Además, en el Antiguo Testamento se menciona el Espíritu de Jehová, que es Dios en Su
relación con el hombre (Jue. 6:34; Is. 61:1). Al comienzo del Nuevo Testamento, el
Espíritu Santo vino en la concepción del Señor Jesús (Mt. 1:18, 20). Espíritu Santo en
griego también es “el Espíritu, el santo”. Aquí la palabra santo indica que el Espíritu
puede hacer santas a las personas comunes. Por lo tanto, María, una virgen común,
produjo un hijo, Jesús, a quien se le llamó “lo santo” (Lc. 1:35). Por lo tanto, conforme a
la santa Escritura y a los hechos, ¿no estaba allí el Espíritu Santo? ¿Por qué Juan 7 dice
que aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado, es decir, no
había sido aún resucitado?

Después de muchos años de estudio, entendí claramente que en efecto, Jesús fue
glorificado cuando resucitó (Lc. 24:26). Antes de que Cristo resucitara, es decir, antes de
que fuera glorificado, el Espíritu de Dios no era el Espíritu vivificante. Antes de la
resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios podía moverse sobre la faz de las aguas, podía
relacionarse con las personas y podía santificarlas, pero no podía impartirles vida,
porque El aún no era el Espíritu vivificante. Sólo se menciona el título Espíritu de vida
al llegar a Romanos 8:2. Así que, antes de la resurrección de Cristo, “aún no había el
Espíritu” significa que aún no había el Espíritu vivificante.

c. En la resurrección, Cristo se transfiguró


en el Espíritu vivificante

Cristo, el Hijo de Dios, el segundo de la Trinidad Divina, después de completar Su


ministerio en la tierra llegó a ser (se transfiguró) el Espíritu vivificante en Su
resurrección. En la etapa previa Cristo era un hombre en la carne, pero después de que
entró en la resurrección, se transfiguró en el Espíritu vivificante.
El Espíritu vivificante está representado por el agua que brotó del costado traspasado de
Jesús en la cruz (Jn. 19:34). Los cuatro evangelios presentan un relato de la muerte del
Señor Jesús, pero sólo Juan nos dice que brotaron sangre y agua del costado traspasado
del Señor Jesús. La sangre representa redención, y el agua denota impartir vida. El agua
representa a Cristo como el Espíritu vivificante.

Además, Cristo, mediante Su muerte en la cruz, liberó la vida divina que estaba
encerrada en la cáscara de Su humanidad y la impartió en Sus creyentes, haciendo de
ellos los muchos miembros que constituyen Su Cuerpo (Jn. 12:24). Cuando Cristo estaba
en la carne, Su vida divina estaba restringida y encerrada en la cáscara de Su carne. Se
puede usar un grano de trigo como ejemplo. De cierto que si no se siembra el grano de
trigo en la tierra y no muere, la vida que se encuentra en el grano queda encerrada en la
cáscara. Pero cuando se siembra el grano en la tierra y muere, la cáscara del grano se
quiebra, y brota la vida que tiene por dentro.

d. El Espíritu vivificante
es el Cristo pneumático

Al Espíritu vivificante, quien es el Cristo pneumático, también se le llama el Espíritu de


vida (Ro. 8:2), el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7), el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu
de Jesucristo (Fil. 1:19) y el Señor Espíritu (2 Co. 3:18).

Aquí nos referimos al Cristo pneumático y no al Cristo espiritual. El Cristo pneumático


indica que El es el Espíritu. Cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos,
comencé a hablar de Cristo como Espíritu. Eso suscitó una intensa oposición por parte
de algunos que están en el cristianismo, y me llamaron predicador de herejías. Sin
embargo, hasta hoy todavía estoy hablando de esto, y cuanto más hablo, más tengo de
que decir. De modo que ya no pueden decir que predico herejías, puesto que ésta es una
verdad importante que se halla en la Biblia, y que nadie puede refutar.

En la actualidad, se ha difundido la verdad acerca del Cristo pneumático en muchos


países del mundo, de los cuales Rusia es el más prevaleciente. Los hermanos de Rusia
me dijeron que en el pasado día del Señor, todos los santos se reunieron para participar
de la mesa del Señor en Moscú y asistieron más de setecientas personas. En esa reunión,
decidieron deliberadamente que ni los hermanos estadounidenses ni los hermanos
chinos harían ni dirían nada. En dicha reunión desde el comienzo hasta el final, los
santos rusos sirvieron en todos los aspectos, grandes y pequeños. En pocos años,
después de que el recobro del Señor empezó a difundirse en Rusia en 1991, los santos
rusos han crecido en vida y en la verdad. Un hermano, después de ver la reunión que
tuvieron, dijo: “Son exactamente iguales a todas las personas del recobro del Señor”.
Ciertamente esto es obra del Señor.
El Cristo pneumático, que es el Espíritu de vida, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de
Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu del Señor, nos suple todas nuestras
necesidades, para que podamos crecer en Su vida y naturaleza gradualmente, hasta
llegar a la madurez.

3. Regenera a los creyentes


con miras a Su Cuerpo

El tercer acto notable que Cristo llevó a cabo en la etapa de inclusión fue que regeneró a
los creyentes con miras a Su Cuerpo (1 P. 1:3).

a. Regenera a los creyentes,


haciendo de ellos los muchos hijos de Dios

Cristo fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios y llegó a ser el Espíritu
vivificante, a fin de regenerar a los creyentes, para que lleguen a ser los muchos hijos de
Dios, nacidos de Dios junto con El en un solo alumbramiento universal. Por lo tanto, el
nacimiento de Cristo en resurrección fue, sin duda, un gran alumbramiento, uno en que
se da a luz a millones de hijos de Dios. El primero fue el Hijo primogénito, Cristo, y el
resto fueron los muchos hijos, todos los creyentes que pertenecen a Cristo. Esto tiene
como fin componer la casa de Dios, o sea la familia de Dios. Esto también tiene como fin
constituir el Cuerpo de Cristo como Su plenitud, Su expresión y Su expansión, para
consumar la expresión y la expansión eternas del Dios Triuno procesado y consumado.

En cuanto a la constitución del Cuerpo de Cristo, 1 Corintios 12:13 dice que en un solo
Espíritu todos los creyentes fueron bautizados en un solo Cuerpo. Este “solo Espíritu” es
Cristo mismo. En El, quien es un solo Espíritu, fuimos todos bautizados en un solo
Cuerpo. Al mismo tiempo, a todos los creyentes que fueron bautizados en un solo
Espíritu se les dieron a beber de este Espíritu.

Ser bautizado es entrar en el mismo Espíritu, mientras que beber de un mismo Espíritu
es recibirlo. En China, las personas de la región del río bajo de Yangtzé, tenían la
costumbre de ir por las mañanas a tomar té en la casa de té, e iban por las noches a
bañarse en el balneario. Por la mañana bebían hasta llenarse y por la noche se
sumergían en el balneario. Decían que sumergirse en el balneario era lo mismo que
dejar que “el agua envolviera el cuerpo”, y beber hasta llenarse era hacer que “el cuerpo
envolviera el agua”; es decir, había agua tanto afuera como adentro. Esta debería ser
nuestra condición actual, ya que fuimos bautizados en el Espíritu y se nos dio a beber de
un solo Espíritu. Fuimos bautizados en Cristo como Espíritu vivificante, esto es, “el
Espíritu que nos envuelve”. Además, se nos dio a beber del Espíritu, esto es, “nosotros
envolvemos al Espíritu”. Como resultado, tenemos el Espíritu por fuera y por dentro. Así
que, en este Espíritu todos llegamos a ser una entidad orgánica, el Cuerpo de Cristo.

b. Da el Espíritu sin medida

Al hablar de las palabras de Dios, Cristo en Su resurrección se dio sin medida a Sí


mismo como el Espíritu vivificante todo-inclusivo (Jn. 3:34). Hoy las personas que están
en el movimiento pentecostés afirman que si uno ha recibido el bautismo del Espíritu,
uno debe de hablar en lenguas. Sin embargo, la Biblia dice que cuando usted recibe las
palabras de Dios y éstas entran en usted, usted tiene el Espíritu. En Juan 6:63 el Señor
nos dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Una vez que
recibimos las palabras de Dios, ellas son espíritu y vida en nosotros. Por lo tanto, cuando
el Señor nos habla, nos da vida y el Espíritu sin medida. Verdaderamente puedo
testificar que cuanto más recibo las palabras del Señor, más me lleno del Espíritu, o sea
lo recibo sin medida.

c. Todos los creyentes de Cristo son edificados


como morada de Dios en el espíritu de ellos,
donde vive Él como Espíritu

Cristo regeneró a los creyentes con miras a Su Cuerpo, para que todos los creyentes de
Cristo puedan ser edificados como morada de Dios en el espíritu de ellos, donde vive Él
como Espíritu (Ef. 2:22). Aquí ser edificados equivale a estar constituidos juntos. Somos
edificados como morada de Dios en nuestro espíritu, donde vive Él como Espíritu.
Finalmente, esta morada será la Nueva Jerusalén (Ap. 21:3). La Nueva Jerusalén es una
ciudad, una morada grande y corporativa. La morada de una sola persona es una casa; la
morada de una multitud es una ciudad. Todos los creyentes de Cristo serán edificados,
constituidos, para ser llenos por fuera y por dentro del Espíritu, a fin de llegar a ser la
morada de Dios. La consumación de tal morada es una ciudad grande, la Nueva
Jerusalén.

Tal constitución, tal edificio, llega a la consumación mediante la santificación de nuestro


carácter (Ro. 15:16), la renovación (Tit. 3:5), la transformación (2 Co. 3:18) y la
conformación (Ro. 8:29). Después de regenerarnos, Dios nos santifica en nuestro
carácter, nos renueva en nuestra creación vieja y transforma todo nuestro ser. Además,
nos conforma a la imagen de Su Hijo primogénito para que todos nosotros podamos ser
hijos de Dios en vida y naturaleza, y lleguemos a ser, junto con el Hijo primogénito, el
hijo corporativo de Dios, Su expresión, Su expansión. La Nueva Jerusalén es la
expresión, la expansión y el agrandamiento corporativo de Dios. La Biblia comienza con
“en el principio creó Dios...” (Gn. 1:1). En aquel tiempo, Dios estaba “solo”. Sin embargo,
al final de la Biblia se menciona una ciudad, la Nueva Jerusalén. Esta ciudad no es
sencilla; se requiere que la Biblia con sus sesenta y seis libros la explique. Esto se debe a
que la ciudad, la Nueva Jerusalén, es el Dios agrandado. Los sesenta y seis libros de la
Biblia explican lo que es el Dios agrandado, la Nueva Jerusalén.

EL MOVER Y NECESIDAD ACTUAL DEL SEÑOR

Si ustedes aprenden todo lo que hemos comentado, estoy seguro de que tendremos un
gran avivamiento. Primero, ustedes necesitan saber que Cristo es tanto Dios como
hombre. Segundo, necesitan saber que Cristo posee tanto divinidad como humanidad.
Tercero, necesitan saber que Cristo, en Su humanidad, llevó a cabo la redención jurídica
mediante Su muerte. Cuarto, ustedes necesitan saber que Cristo, en Su divinidad, lleva a
cabo en Su resurrección la salvación orgánica. En dicha salvación, El produjo los
muchos hijos de Dios, los muchos hermanos de Cristo. Los muchos hijos de Dios
constituyen la casa de Dios, Su morada; los muchos hermanos de Cristo constituyen los
miembros de Su Cuerpo, cuya consumación es la Nueva Jerusalén.

Para poder hablar detallada y claramente de estas cosas, ustedes deben aprenderlas. Si
quieren saber cómo ser ancianos y colaboradores, deben conocer a Cristo y
experimentarle, disfrutarle y ganarlo conforme a todo lo que El llevó a cabo y lo que está
realizando en las tres etapas de Su ministerio completo. No sigan hablando de las cosas
viejas que se han dicho a lo largo de los años. La gente ya ha oído bastante de esas cosas.
¿Dónde está la vitalidad de los grupos vitales? La vitalidad de dichos grupos reside en el
conocimiento, el disfrute y la experiencia de Cristo. Ustedes deben estar capacitados
para proclamar detalladamente todos los puntos cruciales de los logros de Cristo en Sus
tres etapas. No podrán hacer esto en poco tiempo, pero espero que dediquen mucho
tiempo y energía a esto. Si usan medio año para aprender a proclamar los cuatro puntos
en detalle, especialmente los últimos dos, en cuanto a nuestra necesidad de conocer
particularmente a Cristo, yo creo que tendrán un avivamiento. No discutan ni se aferran
más a sus propias opiniones. Todos nosotros necesitamos esforzarnos por conocer a
Cristo de una manera particular.

En la conferencia del Día de conmemoración que se llevó a cabo en mayo de 1991 en


Anaheim, cuando hablé en cuanto a la situación mundial y al mover del recobro del
Señor, les dije que en nuestra propagación a Rusia necesitamos prestar atención a seis
aspectos: primero, predicar el evangelio elevado; segundo, hablar de las verdades
profundas; tercero, vivir en Cristo mediante Su muerte y resurrección; cuarto, practicar
la nueva manera; quinto, poner en práctica la unanimidad, y sexto, tener el
entrenamiento de tiempo completo. Hemos estado laborando en Rusia apenas cinco
años; no obstante, además de las dos iglesias grandes establecidas en Moscú y en San
Petersburgo, existen por lo menos treinta y cinco iglesias. En otras palabras,
actualmente existen por lo menos treinta y siete iglesias en Rusia. Aparte de éstas,
existen innumerables grupos sectarios que han tocado la luz y la verdad del recobro del
Señor. Ellos han dejado las sectas y desean reunirse en sus localidades respectivas.
Están esperando a que algunos de nosotros vayamos y les ayudemos a establecerse como
iglesias. Al final de este año, habrá probablemente unas cincuenta iglesias establecidas
en Rusia. Nunca se ha oído de semejante resultado en la historia del recobro del Señor.

Al contrario, cuando hablé con determinación acerca de la nueva manera en los Estados
Unidos y en Taiwán, surgieron algunas oposiciones y rebeliones. Pero hoy ¿dónde están
los opositores y los rebeldes? El Señor dijo que debemos conocer cada árbol por su fruto
(Lc. 6:44). No me gusta criticar, pero quisiera dar la alarma. Lo que el Señor nos ha
mostrado en Su recobro es el mejor camino. Estamos en la esfera divina y mística,
viendo la cultura divina y mística, y tenemos que hablar de todas estas cosas con el
lenguaje divino y místico. Espero que todos ustedes aprendan de nuevo. Desde ahora en
adelante, para ser colaboradores o ancianos, tienen que hacer esto. Aparte de esto no
podemos seguir adelante. Espero que no conduzcan una reunión grande en la cual una
persona hable y los demás escuchen. Esta es el camino del cristianismo, que lo ha
practicado por veinte siglos, pero aún no ha producido lo que el Señor quiere.

En la actualidad existe una inmensa necesidad en el recobro del Señor. Esta es la razón
por la cual nos empeñamos en aumentar nuestro entrenamiento. Al principio del
entrenamiento completo en Anaheim, sólo teníamos de setenta a ochenta personas en el
primer semestre. Gracias al Señor que en este semestre tenemos doscientos treinta y
nueve personas. Además, estamos construyendo una comunidad de diecinueve casas en
“Jardines de Gracia”, para alojar a los hermanos que están en el entrenamiento. Con
diez personas en cada casa, podemos alojar a casi doscientas personas. Esperamos que
los que recibieron el entrenamiento de tiempo completo puedan ser enviados para
satisfacer el mover actual del Señor.
CAPITULO TRES

COMO SER UN COLABORADOR


Y UN ANCIANO

(3)

BOSQUEJO

II. Experimentar y disfrutar a Cristo (ganarlo, Fil. 3:8) en Su ministerio completo,


en Sus tres etapas divinas y místicas:
C. En la tercera etapa, Su intensificación, que va desde [que empezó] la
degradación de la iglesia hasta la consumación de la Nueva Jerusalén:
1. Intensifica la salvación orgánica:
a. Con miras a Su ministerio en la etapa de Su inclusión, Cristo
llegó a ser el Espíritu vivificante, el Cristo pneumático, para
llevar a cabo la salvación orgánica a fin de producir la iglesia
y edificar Su Cuerpo, cuya consumación será la Nueva
Jerusalén.
b. Durante el ministerio de Cristo en la etapa de Su inclusión, la
iglesia se degradó y frustró el cumplimiento de la economía
eterna de Dios.
c. Por consiguiente, Cristo como el Espíritu vivificante llegó a
ser los siete Espíritus de Dios—Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 3:1:
1. 1) No son siete Espíritus individuales.
2. 2) Sino que es un solo Espíritu que se ha intensificado
siete veces.
3. 3) Para intensificar siete veces la salvación orgánica
que Cristo efectúa a fin de que sea edificado el Cuerpo
de Cristo, que lleva a su consumación la meta eterna
de Dios, a saber: la Nueva Jerusalén.
2. Produce los vencedores:
a. Debido a la degradación de la iglesia, casi todos los creyentes
de Cristo fueron derrotados en su viejo hombre por Satanás,
el pecado, el mundo y la carne.
b. Cristo en las siete epístolas dirigidas a las iglesias degradadas
llama a los creyentes derrotados a vencer por Él como
Espíritu siete veces intensificado para que experimenten la
salvación orgánica que El da en Su intensificación séptuple.
3. Lleva la Nueva Jerusalén a su consumación:
a. Según la revelación completa del Nuevo Testamento, la única
meta de la obra cristiana debe ser la Nueva Jerusalén, que es
la meta final de la economía eterna de Dios.
b. La degradación de la iglesia se debe principalmente a que
casi todos los obreros cristianos se distraen con otras metas
que no son la Nueva Jerusalén.
c. Por eso, bajo la degradación de la iglesia, para ser vencedores
que responden al llamado del Señor, necesitamos vencer no
sólo las cosas negativas, sino aún más, las cosas positivas que
reemplazan la Nueva Jerusalén como meta.
d. La meta de un vencedor debe ser única y exclusivamente la
economía eterna de Dios: la Nueva Jerusalén.

Oración: Oh Señor, agachamos nuestra cabeza en adoración a Ti, porque todo depende
de Tu misericordia. Tú tienes misericordia de quien quieres tener misericordia. Te
adoramos porque en Tu recobro, durante más de setenta años hasta el presente no has
cesado de hablar. Incluso nos has dado luz sin precedente para que veamos cómo llevas
a cabo Tu ministerio en las tres etapas de la edad del Nuevo Testamento. Te adoramos
por estas tres etapas Tuyas: la de llegar a ser carne, la de llegar a ser el Espíritu
vivificante y la de llegar a ser el Espíritu siete veces intensificado. Gracias por
mostrarnos los actos específicos que efectuaste en cada etapa. Oh Señor, has sido muy
paciente al esperar hasta hoy que estemos listos en esta última edad para que veamos Tu
ministerio en estas tres etapas. Oh Señor, háblanos una palabra clara una vez más esta
mañana. Además, oramos para que tranquilices nuestro corazón y abras nuestro espíritu
a fin de que seamos puros de corazón y pobres en espíritu para que estemos dispuestos a
recibir Tu palabra. Oramos para que estés con nosotros. También acusamos a Tu
enemigo, lo condenamos, lo atamos y lo destruimos. Amén.

CONOCER A CRISTO ESPECIFICAMENTE


EN CUATRO ASPECTOS

En cuanto a cómo ser un colaborador y un anciano, hay dos puntos preciosos: primero,
conocer a Cristo y segundo, experimentarle y disfrutarle en Su ministerio completo en
Sus tres etapas divinas y místicas. Conocer a Cristo es algo muy general. Cristo es muy
rico, y Sus riquezas son inescrutables, así que, ¿cómo podemos conocerle? En los
mensajes anteriores vimos que hay muchos aspectos en cuanto a todo lo que es Cristo,
pero necesitamos conocer cuatro en particular. Primero, debemos saber específicamente
que El es tanto Dios como hombre. Hace más de cuarenta años, un colaborador entre
nosotros dijo que Cristo era un hombre hasta que fue a la cruz, y que después de Su
resurrección ya no era hombre, porque al pasar por la muerte se quitó Su humanidad.
Esto es totalmente erróneo. El Nuevo Testamento nos dice claramente que después de
resucitar, Cristo en Su ascensión es el Hijo del Hombre que está sentado a la diestra del
Poder (Mt. 26:64). Esteban, durante su martirio, vio a Cristo como Hijo del Hombre de
pie a la diestra de Dios (Hch. 7:56). El Señor también nos dijo personalmente que como
Hijo del Hombre El vendrá en las nubes del cielo (Mt. 26:64). Además, Apocalipsis nos
dice que Cristo es el Hijo del Hombre como Sumo Sacerdote que cuida de los candeleros
de Dios (1:13). También nos muestra que como Hijo del Hombre que está sentado en
una nube El regresará a segar la mies (14:14). Además, el Evangelio de Juan nos dice
que en la eternidad Cristo como escalera es el Hijo del Hombre, en quien los ángeles de
Dios ascienden y descienden (1:51). Esto nos muestra que por la eternidad Cristo seguirá
siendo el Hijo del Hombre. Por tanto, es una gran herejía negar que el Señor Jesús es el
Hijo del Hombre o decir que fue el Hijo del Hombre sólo hasta Su muerte.

En segundo lugar, debemos saber específicamente que Cristo posee tanto divinidad
como humanidad. Debemos saber esto a fin de poder interpretar lógicamente el Nuevo
Testamento. El libro de Hebreos dice que Cristo, como nuestro gran Sumo Sacerdote,
puede compadecerse de nuestras debilidades, porque El fue tentado en todo igual que
nosotros (4:15). Si sólo tuviera divinidad y no humanidad, ¿cómo podría haber sido
tentado? ¿Quién puede tentar a Dios? Por tanto, negar que Cristo posea tanto divinidad
como humanidad no es bíblico.

En tercer lugar, debemos saber específicamente que Cristo en Su humanidad efectuó la


redención jurídica por medio de Su muerte. Es cierto que el cristianismo enseña a las
personas que Cristo efectuó la redención por nosotros. No obstante, las personas
comunes y corrientes del cristianismo no pueden decir que Cristo, en Su humanidad,
efectuó la redención jurídica por medio de Su muerte. En esta afirmación, los
modificadores tales como “en Su humanidad”, “jurídica” y “por medio de Su muerte”
son muy importantes. Tales expresiones muestran que conocemos de modo profundo la
obra redentora de Cristo.

En cuarto lugar, debemos saber específicamente que Cristo, en Su divinidad, lleva a


cabo la salvación orgánica en Su resurrección. La redención jurídica fue efectuada,
mientras que la salvación orgánica se lleva a cabo ahora. Necesitamos conocer a Cristo
específicamente en estos cuatro aspectos.

DIEZ ACTOS NOTABLES QUE CRISTO REALIZO EN


SU MINISTERIO COMPLETO EN TRES ETAPAS

No es suficiente meramente conocer a Cristo; necesitamos experimentarle y disfrutarle


para ganarlo. No es fácil experimentarle, disfrutarle y ganarlo. Podemos hacerlo sólo al
estar en Su ministerio completo en Sus tres etapas divinas y místicas, como se explicó en
los primeros tres capítulos de este libro. En realidad, ¿cuáles fueron los actos realizados
por Cristo en Su ministerio completo en tres etapas? En términos sencillos, en la
primera etapa, Su encarnación, realizó cuatro actos notables. Primero, introdujo a Dios
en el hombre; segundo, unió y mezcló a Dios con el hombre; tercero, expresó a Dios en
Su humanidad y expresó los atributos de Dios en Su vida humana como Sus virtudes
humanas; y cuarto, efectuó la redención jurídica.

Cristo, en la segunda etapa de Su ministerio, Su inclusión, realizó tres actos notables.


Primero, fue engendrado como Hijo primogénito de Dios; segundo, llegó a ser el
Espíritu vivificante; y tercero, regeneró a los creyentes para constituir Su Cuerpo. Estos
tres actos parecen sencillos, pero sus detalles son muy complejos. Esto es parecido a
nuestro cuerpo, el cual parece sencillo, pero cuando se le analiza y se le estudia en el
laboratorio es muy complejo.

En la tercera etapa de Su ministerio, Su intensificación, Cristo realiza tres actos


notables. Primero, intensifica la salvación orgánica; segundo, produce los vencedores; y
tercero, lleva la Nueva Jerusalén a su consumación. En resumen, Cristo, en las tres
etapas de Su ministerio completo, realiza diez actos notables. El Nuevo Testamento
habla de estos diez actos. Este es el idioma nuevo que expresa una cultura nueva que
tenemos en el recobro del Señor, la cual nunca se ha visto en el cristianismo.

C. En la tercera etapa, Su intensificación, que va desde [que empezó] la


degradación de la iglesia hasta la consumación de la Nueva Jerusalén

Ahora quisiéramos ver la tercera etapa del ministerio completo de Cristo, Su


intensificación, que va desde [que empezó] la degradación de la iglesia hasta la
consumación de la Nueva Jerusalén. Pablo en sus epístolas, especialmente en 2
Timoteo, habló a fondo de la degradación de la iglesia. Dijo que todos los que estaban en
Asia le volvieron la espalda (2 Ti. 1:15). Esto indica que las iglesias establecidas por
Pablo en Asia le volvieron la espalda. Los santos de aquellas iglesias no abandonaron a
Pablo como persona, sino que volvieron la espalda a su ministerio neotestamentario, la
enseñanza de los apóstoles que predicaba. Ellos abandonaron por completo lo que Pablo
les había predicado, lo que les había suministrado, lo que les había enseñado y lo que les
había mostrado. Lo que pasó primero en la degradación de la iglesia fue que volvieron la
espalda a la enseñanza de los apóstoles. Si a todos los que estamos en el recobro del
Señor hoy no nos interesara la enseñanza de los apóstoles predicada por el hermano
Watchman Nee y por mí, la iglesia y el recobro del Señor se degradarían. Permanecer en
la enseñanza de los apóstoles es una gracia enorme.

En cuanto a la degradación de la iglesia, Pablo dijo que Alejandro el calderero le había


causado muchos males (4:14). Alejandro probablemente era una persona que había
tenido una estrecha relación con Pablo, pero cuando la iglesia se degradó, le causó
muchos males a Pablo y se opuso a la enseñanza de los apóstoles.

En 2 Timoteo Pablo también exhortó a Timoteo a que trace bien la palabra de la verdad
(2:15), lo cual significa exponer la palabra de Dios en sus varias partes de manera recta y
exacta, sin distorsión, así como un carpintero traza la madera perfectamente bien, sin
torcerse. Hoy día algunos intérpretes de la Biblia trazan la palabra de la Escritura
distorcionadamente. Esto también es una indicación de que la iglesia se está
degradando. Por ejemplo, la Biblia habla de que el espíritu y el alma del hombre son dos
partes distintas (1 Ts. 5:23; He. 4:12), pero algunas personas dicen erróneamente que el
espíritu y el alma son idénticos. Otro ejemplo consiste en el hecho de que la Biblia dice
que Cristo llegó a ser el Espíritu en Su resurrección (1 Co. 15:45), pero algunos afirman
que el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas separadas y que por tanto Cristo no es el
Espíritu. Esto es no trazar bien la palabra de la verdad.

Pablo también dijo que uno debe seguir “con los que de corazón puro invocan al Señor”
(2 Ti. 2:22). Al no tener un corazón puro y al no invocar al Señor también se indica que
la iglesia se está degradando.

Finalmente, Pablo dijo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”
(4:22). La degradación de la iglesia consiste en no tener la experiencia de que el Señor
esté con nuestro espíritu y en perder así la presencia de la gracia. Necesitamos prestar
atención a eso. Nuestro disfrute y experiencia más elevado consiste en que nuestro
Señor esté con nuestro espíritu. El Señor, quien es el Creador del cielo y de la tierra, el
Señor soberano de todos, está con nuestro espíritu. Esto es maravilloso. El hecho de que
el Señor esté con nosotros no significa que está en nuestra mente ni en nuestros
pensamientos; Él como Espíritu está con nuestro espíritu. Hace más de treinta años vine
a los Estados Unidos con la carga específica de hablar de los dos espíritus, el Espíritu
divino y nuestro espíritu humano. En aquellos días muchos santos estadounidenses
dijeron que no sabían que el hombre tenía espíritu. Gracias a Dios que hemos estado
luchando aquí durante treinta y cuatro años, y ahora es más corriente que los cristianos
hagan referencia al espíritu humano. Recientemente el Señor también nos mostró que el
secreto de experimentar la obra salvadora orgánica de Dios es “el Espíritu junto con
nuestro espíritu” (Ro. 8:16). Hoy Cristo es el Espíritu, y si queremos experimentarle y
disfrutarle, tenemos que estar en nuestro espíritu. Puedo testificar que según mi edad, si
el Espíritu no estuviera con mi espíritu, no podría llevar la carga del recobro del Señor y
las iglesias. Algunos me han aconsejado que no debo participar en tantas actividades,
pero le doy gracias al Señor y le alabo porque Él como Espíritu que está conmigo me
capacita para participar en estas actividades. Al levantarme, digo: “Señor, me levanto
contigo”. En el momento que toco el suelo, digo: “Oh Señor, no sólo ando por Ti, sino
que ando contigo. Tú me sostienes mientras yo camino”. Si el Señor no fuera el Espíritu,
sino que estuviera muy lejos en los cielos, ¿qué tendría que ver conmigo? Gracias al
Señor que hoy El es el Espíritu, y nosotros podemos disfrutarle en el espíritu. Esta es
una bendición sumamente grande. Disfrutar del hecho de que el Espíritu del Señor esté
en nuestro espíritu es tener la gracia con nosotros. Cuando esto se pierda, la
degradación de la iglesia viene.

1. Intensifica la salvación orgánica

Lo primero que Cristo hace en la tercera etapa, Su intensificación, es intensificar la


salvación orgánica. La salvación orgánica, llevada a cabo por El como el Cristo
pneumático en la segunda etapa, Su inclusión, es lo suficientemente fuerte. No obstante,
en la etapa de Su intensificación El intensifica la salvación orgánica siete veces.

Cristo, con miras a realizar Su ministerio en la etapa de inclusión, llegó a ser el Espíritu
vivificante, el Cristo pneumático, para llevar a cabo la salvación orgánica a fin de
producir la iglesia y edificar Su Cuerpo, cuya consumación será la Nueva Jerusalén. Pero
durante Su ministerio en la etapa de Su inclusión, antes de cumplir Su propósito, la
iglesia se degradó, lo cual frustró el cumplimiento de la economía eterna de Dios. Por
consiguiente, Cristo como el Espíritu vivificante fue intensificado siete veces para llegar
a ser los siete Espíritus de Dios (Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 3:1).

El libro de Apocalipsis hace referencia a los siete Espíritus de Dios. Los siete Espíritus
no son siete Espíritus individuales, sino un solo Espíritu que se intensificó siete veces.
Esta es la interpretación adecuada de la Palabra. Cristo llegó a ser los siete Espíritus, no
siete Espíritus separados sino un solo Espíritu intensificado siete veces. Esta es nuestra
interpretación al trazar bien la palabra de la verdad bajo la dirección y la revelación
divinas. Cristo llegó a ser el Espíritu siete veces intensificado para intensificar siete
veces la salvación orgánica que Dios efectúa a fin de que sea edificado el Cuerpo de
Cristo, que lleva a su consumación la meta eterna de Dios, a saber: la Nueva Jerusalén.

2. Produce los vencedores

Lo segundo que hace Cristo en la tercera etapa, Su intensificación, es producir los


vencedores. Nosotros no podemos llegar a ser vencedores por nuestra cuenta. Los
vencedores son producidos, pero no por sus propios medios. Son producidos por Cristo
en la tercera etapa, Su intensificación.

Debido a la degradación de la iglesia, casi todos los creyentes de Cristo han sido
derrotados en su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. Por tanto, se
necesitan los vencedores. Hoy día son muy pocos los creyentes que no son derrotados en
su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. La mayoría ha sido
derrotada y ha llegado a ser creyentes derrotados. Observe el catolicismo y el
protestantismo actuales, en medio de los cuales hay millares de creyentes, pero ¿dónde
están los vencedores? Hay muy pocos. Los Estados Unidos, el mayor representante del
cristianismo hoy, tiene más cristianos que cualquier otro país. Pero, hablando en
términos generales, conforme al contenido de las conversaciones de la gente y la manera
en que se viste y se adorna en el trabajo, uno no puede distinguir quiénes son cristianos.
Muchos santos me han dicho que en su trabajo, cuando las personas regresan el lunes
después de un fin de semana, sus conversaciones son demasiado sucias. ¿Cómo podría
uno determinar quiénes son los cristianos genuinos?

La teología reformada actual enseña que Dios nos predestinó, y si creemos, Su salvación
se llevará a cabo en nosotros. Por tanto, una vez que somos salvos, cualquier cosa que
hagamos está bien. Fuimos escogidos por Dios y creímos en El. De ahora en adelante
podemos tener paz y estar libres de preocupaciones; podemos bailar, apostar o hacer lo
que nos plazca. Hasta cierto punto, los teólogos reformados conocen la Biblia. Ven que
fuimos escogidos por Dios en la eternidad pasada y que la elección y el llamamiento de
Dios son eternamente irrevocables (Ro. 11:28-29). No obstante, pasan por alto el reino,
pues piensan que una vez que una persona crea, ya no tiene problemas; es eternamente
salva e irá al cielo después de morir. Por esto después de ser salvos, muchos llevan una
vida entregada a la lujuria.

Puesto que esta lamentable situación ha prevalecido durante casi dos mil años, el
llamamiento que el Señor hace en Apocalipsis a vencer sigue vigente hoy. Los cristianos
leen la Biblia, pero pasan por alto completamente el hecho de que en el último libro ella
utiliza dos capítulos extensos para llamar a los vencedores siete veces, al decir que el que
venza será recompensado (Ap. 2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 21). Apocalipsis también nos
advierte que si no vencemos, sufriremos el daño de la segunda muerte (2:11), la cual
consiste en ser echado en el lago de fuego para sufrir el tormento eterno (20:11-15).
Ninguno que sea verdaderamente salvo sufrirá la segunda muerte; no se le echará al
lago de fuego para que sufra el tormento eterno. Pero si los creyentes son vencidos en
esta edad, sufrirán el daño causado por el lago de fuego en la edad venidera. Esto es lo
que significa sufrir el daño de la segunda muerte. El hermano Nee, en su libro El
evangelio de Dios, dijo claramente que sufrir el daño de la segunda muerte es sufrir el
daño del lago de fuego. Sin duda, nuestra salvación es eternamente segura. Sin embargo,
si no vencemos en esta edad, un día sufriremos el daño del lago de fuego. Esta es la
revelación clara de la Palabra, pero muchos cristianos la pasan por alto. ¿También
nosotros vamos a ignorar la advertencia de la Biblia y el llamamiento del Señor por los
vencedores? ¿También vamos a permanecer indiferentes a ellos?
Recientemente me he arrepentido a menudo y orado diciendo: “Señor, estoy en temor y
temblor al pensar que desde el pasado hasta el presente, todavía no sea un vencedor.
Señor, oro para que me des unos años más y me concedas otro tiempo en el cual me
pueda ejercitar para llegar a ser un vencedor”. Hoy no nos atrevemos a decir quiénes son
vencedores y quiénes no. Sólo podemos esperar el regreso del Señor cuando estemos
delante de Su tribunal, y El juzgue si hemos vencido o hemos sido derrotados (2 Co.
5:10; Ro. 14:10). Los vencedores entrarán en el reino con Él para regir como reyes; los
derrotados irán a las tinieblas de afuera para ser castigados durante mil años (Mt. 25:21,
23, 30). Tarde o temprano todos tenemos que madurar. Si no maduramos en esta edad,
seremos echados a las tinieblas en la edad venidera para ser castigados a fin de que
lleguemos a la madurez. Después de los mil años, todos los creyentes habrán llegado a la
madurez como los vencedores (Ap. 21:7), quienes estarán aptos para participar en la
Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén en la edad del reino será una miniatura, pues sólo
consta de los vencedores de esta edad. Después de que termine la era del reino, después
de que la mayoría de los creyentes derrotados haya sufrido el castigo en las tinieblas,
habrá llegado a la madurez y estará capacitada para participar en la Nueva Jerusalén en
su consumación. Esta es la revelación pura de la Palabra santa.

Cristo en las siete epístolas dirigidas a las iglesias degradadas llama a los creyentes
derrotados a vencer por Él como Espíritu siete veces intensificado para que
experimenten la salvación orgánica que El da en Su intensificación séptuple. Puedo
testificar que ésta es una realidad. No fue sino hasta años recientes, especialmente los
últimos tres, que he llegado a conocer de modo profundo lo que es la obra salvadora
orgánica de Dios. Además, esta salvación me fortalece en mi interior. En esta salvación
orgánica siete veces intensificada podemos llegar a ser vencedores por Cristo como el
Espíritu siete veces intensificado.

3. Lleva la Nueva Jerusalén a su consumación

Lo tercero que Cristo hace en la tercera etapa, Su intensificación, es llevar la Nueva


Jerusalén a su consumación. Según la revelación completa del Nuevo Testamento, la
única meta de la obra cristiana debe ser la Nueva Jerusalén, que es la meta final de la
economía eterna de Dios. Algunos predican el evangelio con la meta de ganar almas.
Otros establecen seminarios con la meta de enseñar teología. Otros procuran ser
espirituales con la meta de llevar una vida espiritual. Hay otros cuya meta es ser santos.

En el recobro del Señor, ¿cuál es nuestra meta? ¿Consiste acaso en ser personas santas?
Hoy entre los cristianos en general casi nadie tiene una meta apropiada. Procuran ser
espirituales, ser santos, predicar el evangelio para ganar almas y establecer seminarios
para enseñar teología y la Biblia, pero casi nadie puede decir que hace esto para llevar la
Nueva Jerusalén a su consumación. Todos han echado a un lado la meta apropiada.
En la degradación de la iglesia, por el lado negativo, tenemos los obstáculos de Satanás,
el pecado, el mundo y la carne. Por otro lado, muchas cosas positivas y correctas que
han reemplazado la meta eterna de Dios. Dios tiene una sola meta, a saber, la Nueva
Jerusalén. Este es un asunto muy claro y definido en la Biblia. La Biblia con sus sesenta
y seis libros empieza con la frase: “En el principio... Dios...”. Al comienzo de la Biblia
sólo existía Dios, y nada más. En aquel entonces Dios tenía un solo aspecto triuno:
Padre, Hijo y Espíritu. Por tanto, Dios se refiere a Sí mismo con las palabras hagamos y
nuestra. En Génesis 1:26 El dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza”. Esto indica que Dios es tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y por
tanto tiene el aspecto de tres. No existía nada más. Sin embargo, al final de la Biblia
llegamos a la Nueva Jerusalén. Entre el comienzo y el final, se encuentra el transcurso
de una larga historia que contiene muchas edades, incluyendo la edad de los patriarcas,
la edad de la ley dada a los hijos de Israel y la edad de la gracia del Nuevo Testamento.
En ellas ocurren muchas cosas y Dios trabaja mucho. Pero no importa cuántas edades
hayan existido ni cuánto haya trabajado Dios, El tiene una sola meta. Al principio de la
Biblia existe un solo Dios, y al final se ve un gran Dios corporativo, es decir, la Nueva
Jerusalén.

Del mismo modo que la Biblia comienza con Dios, también termina con El. Al principio
El es un Dios sencillo, un Dios triuno; al final aparece una ciudad, y ella es el Dios
corporativo. La Nueva Jerusalén es el agrandamiento y la expansión de Dios, Su
expresión en la eternidad, la cual es el Dios corporativo. Los que participan en la Nueva
Jerusalén son los hijos de Dios, quienes pertenecen a Su especie. Yo tengo unos
cuarenta descendientes. Pero los hijos de Dios son innumerables. ¡Imagínense cuántos
estarán en la Nueva Jerusalén! Todos ellos son dioses; todos pertenecen a la especie de
Dios. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén es el Dios corporativo.

A pesar de que la Palabra santa contiene esta revelación clara, la mayoría de los lectores
de la Biblia pasa por alto la Nueva Jerusalén. Algunos dicen que la Nueva Jerusalén es
“el cielo”, adonde los cristianos irán después de morir, y donde hay una calle de oro,
puertas de perla y un muro de jaspe. Otros dicen que como Apocalipsis es un libro
misterioso, nadie puede entender lo que es la Nueva Jerusalén, así que no vale la pena
prestarle mucha atención. Piensan que ya que uno no es teólogo, no tiene que
estudiarlo. Actualmente, la mayoría de los cristianos pasa por alto la Nueva Jerusalén, el
árbol de la vida y el río de agua de vida. De hecho ellos reemplazan la Nueva Jerusalén
con muchas otras cosas buenas. Pero el recobro del Señor no es así. Hoy establecemos
las iglesias, edificamos a los santos, ponemos en práctica los grupos vitales, y visitamos
a las personas tocando a sus puertas, pero nuestro fin, nuestra meta, es llevar la Nueva
Jerusalén a su consumación.
La degradación de la iglesia se debe principalmente a que casi todos los obreros
cristianos se distraen con otras metas que no son la Nueva Jerusalén. Por tanto, en la
degradación de la iglesia, para ser vencedores que responden al llamado del Señor,
necesitamos vencer no sólo las cosas negativas, sino aún más, las cosas positivas que
reemplazan la Nueva Jerusalén como meta. No queremos la clase de predicación del
evangelio que tiene como meta ganar almas. La meta de predicar el evangelio tiene que
ser la Nueva Jerusalén.

Por eso, dije que no deben confiar en las grandes campañas evangélicas. El Señor no
obra así. En la creación, en la naturaleza, acerca de la multiplicación del hombre Dios no
dispuso que tuviera centenares de hijos en un solo alumbramiento, ni doce en un año. El
dispuso que tuviera un alumbramiento en nueve meses y, en general, un niño en cada
parto. Esto es lo que Dios dispuso. Génesis 1 dice que Dios creó al hombre, lo bendijo y
le dijo que fructificara, se multiplicara y llenara la tierra (v. 28). Pero Dios dispuso que
se hiciera lentamente. Es un nacimiento a la vez, con sólo un embarazo cada año, y cada
preñez dura nueve meses. De este modo, después de seis mil años, la tierra está llena de
seres humanos. Por lo tanto, necesitamos predicar el evangelio conforme al principio
ordenado por Dios. No confíen en celebrar grandes reuniones para predicar el
evangelio; esto no será eficaz. Ya aprendimos la lección. Tal vez algunos digan:
“Hermano Lee, hace más de cuarenta años, ¿no celebró usted grandes reuniones para
predicar el evangelio?”. Sí, pero había preparado a algunas personas para que
continuaran la labor. Después de aquellas reuniones grandes, les di todas las listas de
nombres a los hermanos y hermanas para que visitaran a esas personas una por una. Así
que, ya no debemos celebrar grandes reuniones; necesitamos poner en práctica los
grupos vitales y salir a visitar a las personas una por una, tocando a sus puertas.
Supongamos que su iglesia tiene sólo doscientos cincuenta personas y que todas ponen
en práctica los grupos vitales; entonces, al engendrar cada uno una persona, el año que
sigue tendrán quinientas. Supongamos que el recobro del Señor tiene doscientos
cincuenta mil miembros por toda la tierra y que todos ponen en práctica los grupos
vitales. Después de un año habrá quinientos mil y después de otro año, un millón.
Aparentemente es lento; en realidad, es muy rápido. La manera apropiada de obrar es
poner en práctica los grupos vitales. No es necesario establecer seminarios ni celebrar
grandes reuniones.

Para ser vencedores debemos interesarnos por la meta de la economía eterna de Dios, la
Nueva Jerusalén, como nuestra meta única. Todos necesitamos tener presente esta
meta. Nuestra meta no es ayudar a las personas a ser espirituales ni santas sino
dirigirlas hacia la Nueva Jerusalén para llevar ésta a su consumación. ¿Cómo haremos
esto? Al beber del Espíritu y comer a Cristo para recibir Su suministro rico y fresco. De
este modo, adornamos la Nueva Jerusalén y la llevamos a su consumación con Dios el
Padre como su base de oro, Dios el Hijo como sus puertas de perla y Dios el Espíritu
como su muro de piedras preciosas. Esto no concuerda con la voluntad de usted, ni se
produce al emplear su método, ni con usted como elemento y esencia; se produce con
Dios como esencia, Cristo como elemento y el Espíritu como camino. Necesitamos beber
diariamente al Dios que fluye, al Espíritu, como nuestro río de agua de vida;
necesitamos comer del León-Cordero vencedor como el árbol de la vida para que sea
nuestro suministro fresco y rico; y necesitamos tomar al Dios Triuno como la esencia, el
elemento y el camino a fin de edificar la Nueva Jerusalén y llevarla a su consumación.
Esta es la consumación del ministerio completo de Cristo.
CAPITULO CUATRO

COMO CUMPLIR CON LOS DEBERES


DE COLABORADORES Y DE ANCIANOS

(1)

BOSQUEJO

I. Tenga cuidado con:


A. La ambición:
1. Para cumplir con los deberes de colaborador o de anciano usted
necesita tener un corazón puro, que sea purificado de toda
ambición sutil en su intención, su propósito, su motivo y su acción
en el recobro del Señor.
2. Nunca busque ser el primero en ningún aspecto de la obra del
Señor.
3. Como colaborador, nunca considere que está por encima de los
ancianos ni trate de nombrar ancianos; nombrar ancianos requiere
la madurez en vida, estar equipado adecuadamente de la verdad y
no ser demasiado joven.
B. El orgullo:
1. El orgullo es de nacimiento un atributo de nuestra naturaleza caída.
2. Aun en el caso de Pablo, el Señor se preocupó porque no se exaltara
en exceso, así que le dejó un aguijón en la carne de parte de
Satanás—2 Co. 12:7.
3. Por lo tanto, el apóstol Pablo enseñó que un recién convertido no
debe ser uno que vigile la iglesia, no sea que, cegado por el orgullo,
caiga en la condenación preparada para el diablo—1 Ti. 3:6.
4. Recuerde siempre que la humildad le salva de toda clase de
destrucción y atrae la gracia de Dios—Jac. 4:6.
5. El orgullo le hace el peor de los insensatos.
6. La rivalidad en la obra del Señor no sólo es un indicio de ambición
sino también de orgullo.
7. Preocuparse por su prestigio y descuidar la dignidad de los demás
son un indicio de su ambición sutil.
8. Hablar de la capacidad, el éxito, la perfección y la virtud de uno, es
ser orgulloso de una manera imprudente.
9. Tener más alto concepto de sí que el que se debe es otro indicio del
orgullo—Ro. 12:3.
10. Cristo en Su humanidad se humilló a Sí mismo y lavó los pies de
Sus discípulos, lo cual nos da un buen modelo de cómo humillarnos
para escapar del orgullo—Jn. 13:3-5.
11. Discutir sobre quién es el mayor es un aspecto desagradable del
orgullo—Mr. 9:34.
12. Desear ser grande y no querer ser un siervo, y desear ser el primero
y no un esclavo, también son indicios del orgullo—Mt. 20:26-27.
13. Tener señorío sobre los miembros de la iglesia que está bajo su
pastoreo es una evidencia de su orgullo—1 P. 5:3.
14. El modelo del apóstol Pablo:
a. Predicó a Cristo como Señor y a sí mismo como esclavo de
los creyentes por causa del Señor—2 Co. 4:5.
b. Testificó que si alguno era débil, él también era débil, y que
él se hacía débil a los débiles con el fin de ganar a los
débiles—2 Co. 11:29; 1 Co. 9:22.
15. Restaurar con mansedumbre (una expresión de gentileza y
humildad) a un hermano que se encuentra enredado en alguna
falta, también nos protege, para que no seamos tentados—Gá. 6:1.
16. La jactancia personal, la auto exaltación, la auto glorificación y la
concupiscencia de la vanagloria son expresiones bajas y viles del
orgullo—Gá. 5:26.
C. La autojustificación:
1. La autojustificación indica que uno condena a los demás y se exalta
a sí mismo.
2. El Señor no vino para condenar a los hombres sino para salvarlos,
al perdonar (olvidando) sus pecados—Jn. 3:17.
3. La iglesia no es una comisaría de policía donde se arresta a la gente,
ni un tribunal donde se juzga a la gente, sino un hogar donde se
cultivan los creyentes, un hospital donde los creyentes son sanados
y se recuperan, y una escuela donde se enseñan y se edifican los
creyentes.

Oración: Oh, Señor, te alabamos porque Tu misericordia abundante es nuestra canción


diaria; al hablar de ella nunca podemos agotarla. Incluso esta noche, el hecho de que
estemos sentados aquí se debe a Tu misericordia abundante. Sin Tu misericordia, somos
las personas más miserables. Oh Señor, ten misericordia de nosotros, de cada uno de
nosotros. Por más de setenta años, has estado cuidándonos y teniendo misericordia de
Tu recobro, y has estado hablándonos hasta hoy. Oh, Señor, con Tus palabras, danos sin
medida Tu Espíritu y derrámalo ricamente sobre nosotros para que podamos estar
llenos de Tus Palabras y de Tu Espíritu, es decir, de Tu revelación y luz. Amén.
EL AVANCE DE LA REVELACION DIVINA
EN EL RECOBRO DEL SEÑOR

En los tres capítulos anteriores, vimos el ministerio completo del Señor. Su ministerio
no es pobre ni fragmentario sino pleno. Aunque este Cristo, quien es único en la
historia, hizo muchas cosas en la tierra, parece que muchas personas realmente no le
conocen. El cristianismo da a la gente una impresión muy superficial al decir
simplemente que Cristo es Dios, el Creador de todas las cosas y que un día se hizo carne
para ser el Salvador de los hombres. Hoy cualquier persona que haya recibido un poco
de educación y que haya estudiado algo de la historia mundial, seguramente ha
aprendido algo acerca de Jesucristo. Algunos dicen que sólo El es el Dios verdadero, y
que El creó todas las cosas, y que se hizo un hombre como Salvador de los hombres.
Estas cosas son verdaderas, pero no profundas.

Entre nosotros, el hermano Nee tomó la iniciativa al amar la Biblia y al seguir la verdad.
Puedo testificar firmemente que yo seguí al hermano Nee simplemente a causa de estas
características que vi en él. Desde el momento que fui salvo, empecé a amar la Palabra y
a buscar la verdad, así que, con regularidad leía publicaciones espirituales. Entre estas
publicaciones de las cuales yo leía, había una que contenía en casi todos los números los
escritos del hermano Nee. Cuando leí sus escritos, sentí que eran únicos. En aquellos
tiempos, se puede decir que todos los escritos cristianos que existían en toda la China
provenían de aquella publicación. Sin embargo, aunque muchos habían contribuido a
ella, sólo unos cuantos eran únicos. Por lo tanto, comencé a tener comunión con el
hermano Nee por correspondencia.

Por la autoridad soberana del Señor, un día El me llevó a donde estaba el hermano Nee.
En el momento que le vi, me atrajo su extraordinaria forma de hablar. El era sólo dos
años mayor que yo. Nos conocimos por primera vez cuando él vino a mi pueblo natal.
Considere esto: su pueblo natal estaba en Fucheu (al sur de China) y la mía estaba en
Chifú, Shantong (al norte de China). Por lo tanto, si no hubiera sido por el arreglo de la
soberanía del Señor, ¿cómo habríamos podido reunirnos? Más tarde, me pidió que
trabajara con él, así que juntos trabajamos para el Señor por un total de dieciocho años.
Más y más me doy cuenta de que verdaderamente él era un gran revolucionario de la
Biblia; su interpretación de la Biblia era diferente de los demás. Quizás usted se
pregunte si él entendía las interpretaciones de otras personas. El sí las entendía. El
había leído lo que enseñaban los padres de la iglesia, lo que enseñaban los que buscaban
con diligencia al Señor en los días subseguidos a los padres de la iglesia y antes del
Concilio de Nicea en 325 a. de C., y las enseñanzas de Martín Lutero, de los místicos, de
los que se dedicaban a la vida interior y de la Asamblea de los Hermanos. Me contó toda
esta historia con el fin de perfeccionarme. Sin duda, para mí, él era un buen pastor.
Puesto que recibí tal pastoreo, tal amoldamiento y tal perfeccionamiento de él, se
desarrolló un entendimiento mutuo entre él y yo. En 1950 estábamos juntos en Hong
Kong. El salió de la China continental y me pidió que fuese de Taiwán a Hong Kong.
Estuvimos juntos por un mes y medio, desde mediados de febrero hasta principios de
abril. Después de eso, con un entendimiento mutuo, nos separamos en Hong Kong.

De 1950 a 1996, por cuarenta y seis años, dediqué mucho más tiempo y energía a la
Palabra. En 1950, que fue un año después de que empecé a laborar en Taiwán, tenía yo
una gran determinación de edificar sobre el fundamento que el hermano Nee había
puesto. Gracias al Señor que por cuarenta y seis años, casi todos los años me lleva a ver
algo nuevo.

En 1951 publiqué en Taiwán una publicación mensual titulada El ministerio de la


Palabra. Todos los mensajes que yo había dado fueron publicados en ella. Esa
publicación duró más de treinta años. En 1960 el Señor comenzó a confirmar
gradualmente, tanto en las circunstancias como en mí, que necesitaba tornarme del
mundo de habla china al mundo anglohablante, es decir, a los Estados Unidos. Vine por
primera vez a los Estados Unidos en 1958. En aquella ocasión me invitaron a dos
lugares, Londres, en el Reino Unido y Copenhague, en Dinamarca, para que tuviera
comunión con ellos y diera conferencias. Cuando hice el viaje a esos dos lugares, pasé
por los Estados Unidos en abril y me quedé casi hasta octubre antes de irme a Londres.
Cuando estuve en los Estados Unidos por cuatro o cinco meses, durante aquel tiempo
tuve una profunda impresión en cuanto a la necesidad de los Estados Unidos. Después
de un año, regresé una vez más. Luego, al final de 1961, volví otra vez. En 1962 me
establecí en los Estados Unidos. Al final de aquel año, comencé mi trabajo formal en los
Estados Unidos al dar la primera conferencia, en la cual di una serie de mensajes
basados en Deuteronomio 8:7-9 referente a la buena tierra, los cuales se encuentran en
El Cristo todo-inclusivo. No asistió mucha gente a las reuniones. Entre ellos había unos
cuantos estadounidenses que recibieron los mensajes.

Luego empecé a recibir invitaciones de diferentes lugares. Desde entonces he estado


trabajando en los Estados Unidos por más de treinta y tres años, y los mensajes que he
dado, que son de tres mil a cuatro mil, han sido publicados como libros. En estos treinta
y tres años, todos los años el Señor me ha guiado a ver nueva luz y a entrar en ella. Le
alabo porque en estos dos o tres últimos años, desde que escribí el nuevo himno:
“¡Milagro tal! ¡Misterio es! / ¡Que Dios y el hombre uno son!” (Himnos, #500), mis
palabras han entrado a una esfera más elevada. Sabía que Satanás me atacaría, y al
mismo tiempo, también sabía que necesitaba tal ataque, el cual sería para mi cuerpo un
aguijón, para que no me enorgulleciera. Si usted ha prestado atención, habrá notado que
desde aquel tiempo, mis mensajes han cambiado y se han renovado. Espero que todos
ustedes, hermanos, se pongan al día en cuanto a estos nuevos mensajes.
En el entrenamiento de verano de este año, por ejemplo, tuvimos doce mensajes sobre el
estudio de cristalización del Evangelio de Juan, y en el pasado ya se habían dado
cincuenta y un mensajes del Estudio-vida de Juan. Además de esos cincuenta y un
mensajes, se dieron en otras ocasiones varios mensajes sobre el Evangelio de Juan.

Todos los miércoles, en mi comunión en el entrenamiento de tiempo completo, tengo un


mensaje que quiero dar a los que están en el entrenamiento en cuanto a Cristo como
Hijo del Hombre que nos cuida con ternura en Su humanidad y a Cristo como Hijo de
Dios que nos sustenta en Su divinidad. Efesios 5 dice que Cristo sustenta y cuida la
iglesia con ternura (v. 29). Cuidar con ternura es alegrar a la gente y hacerles sentir bien.
Suponga que cuando un niño está inquieto y se niega a comer, la madre intenta
entretenerle para que esté contento; esto es cuidar con ternura. Después de que el niño
está contento, la madre le pone la comida en su boca; esto es sustentar. Cristo vino como
Hijo del Hombre para cuidarnos con ternura, alegrarnos, y después, como Hijo de Dios,
nos sustenta para que estemos satisfechos en Su vida.

En los capítulos uno, tres, cuatro y ocho de Juan hay ejemplos que nos demuestran que
Cristo como Hijo del Hombre vino para cuidar a la gente con ternura y como Hijo de
Dios vino para sustentar a la gente. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios!”. Vino
como el Hijo del Hombre, para ser el Cordero que quita el pecado del mundo. El
versículo 32 dice: “...al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció
sobre El”. Aquí, El es una paloma, el Espíritu, lo cual indica que El es el Hijo de Dios. El
Hijo del Hombre redime de los pecados, mientras que el Hijo de Dios da vida y
transforma.

Juan 3:14 y 15 dice: “...Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el
Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”.
El fue levantado como la serpiente de bronce; esto demuestra que El es el Hijo del
Hombre. “Para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”, nos dice que El es el
Hijo de Dios. El versículo 34 dice: “Porque el que Dios envió, habla las palabras de Dios;
pues no da el Espíritu por medida”. Esto también demuestra que El es el Hijo de Dios.

En el capítulo cuatro el Señor vino al pozo que estaba en Sicar, una ciudad de Samaria y
conoció a una mujer que vino a sacar agua. Esto nos muestra que El es el Hijo del
Hombre. Sin embargo, El podía dar de beber a la mujer agua viva. El Hijo de Dios es el
que puede dar de beber a la gente agua viva.

En el capítulo ocho la mujer que fue sorprendida en adulterio fue llevada a Jesús (vs. 3-
11), que era sin duda el Hijo del Hombre. El se inclinó hacia el suelo para escribir en la
tierra, y cuando los fariseos y los escribas le insistieron en que confrontara a la mujer, se
enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la
piedra contra ella”. Entonces, salieron uno a uno, comenzando por los más viejos. Más
tarde, el Señor preguntó a la mujer: “¿Ninguno te condenó?”. Ella dijo: “Ninguno,
Señor”. E inmediatamente el Señor le dijo: “Ni Yo te condeno”. El que hablaba era el
Hijo del Hombre. Entonces dijo: “Vete, y no peques más”. Sólo el Hijo de Dios puede
hacer que el hombre no peque más. Luego el Señor dijo: “Porque si no creéis que Yo soy,
en vuestros pecados moriréis” (v. 24). Sin duda, el gran “Yo soy” es el Hijo de Dios. Esto
es lo que se quiere decir estudiar el Evangelio de Juan según la manera de cristalización.
¡Cuán diferente es esto del estudio general de la Biblia!

LAS TRES ETAPAS DE CRISTO


EN EL NUEVO TESTAMENTO

En años recientes el Señor ha estado dándonos nuevos mensajes, y los más nuevos son
los primeros tres mensajes que di en esta conferencia internacional de colaboradores y
de ancianos. El título de estos tres mensajes “Cómo ser un colaborador y un anciano”
parece muy sencillo, pero el contenido es muy elevado y profundo, y no se comprende
fácilmente. Los primeros tres mensajes nos muestran principalmente las tres etapas del
ministerio de Cristo. En el mundo muchos saben que hace dos mil años Jesucristo vino a
la tierra, pero muy pocos saben lo que El realizó en la tierra. Por ejemplo, el Nuevo
Testamento revela claramente que este Cristo, quien era Dios que llegó a ser un hombre,
no era solamente Dios hecho carne, sino el postrer Adán que llegó a ser el Espíritu
vivificante. Luego en Apocalipsis, el último libro de la Biblia, se nos muestra que El
llegó a ser los siete Espíritus. La teología cristiana enseña incorrectamente que Cristo
sólo tuvo un “llegar a ser”, y que no tenía un segundo “llegar a ser” ni mucho menos un
tercero. Tal enseñanza viene de la teología atrasada del cristianismo degradado y
deformado. Hasta hoy aún tenemos en nosotros rastros de estos errores. Algunos se han
desviado tanto que dicen que el Señor Jesús se hizo hombre sólo por treinta y tres años y
medio, y que después de Su muerte y resurrección dejó de ser un hombre, sino que
regresó a Su condición original de Dios único. ¡Es absurdo decir esto!

El Nuevo Testamento nos demuestra claramente que tres veces nuestro Señor llegó a ser
algo. Primero, como Dios, se hizo carne; es decir, como el Dios infinito, llegó a ser el
hombre finito. Después, como el postrer Adán, un hombre en la carne, llegó a ser el
Espíritu vivificante. Tercero, como el Espíritu vivificante, el Cristo pneumático, llegó a
ser los siete Espíritus. Vemos en el Nuevo Testamento que Cristo pasa por estas tres
etapas. La mayoría de los cristianos sólo han visto una era, la era del Nuevo Testamento;
ellos no han visto que hay tres etapas dentro de esta era. En la primera etapa, El era el
Hijo del Hombre en la carne; ésta es la etapa de encarnación, que se encuentra en los
cuatros evangelios. En la segunda etapa, El es del todo el Espíritu; ésta es la etapa de
inclusión, que va desde Hechos hasta Judas, los veintidós libros que hablan del Espíritu
vivificante. En la tercera etapa, el Espíritu vivificante llega a ser los siete Espíritus, el
Espíritu siete veces intensificado; ésta es la etapa de intensificación, que vemos en
Apocalipsis. Estas son los tres “llegar a ser” de Cristo en Sus tres etapas. Su primer llegar
a ser se halla en la etapa de encarnación, Su segundo llegar a ser se halla en la etapa de
inclusión, y Su tercer llegar a ser, en la etapa de intensificación. Esto es el Nuevo
Testamento.

Les ruego, colaboradores y ancianos, que desde hoy ustedes dejen a un lado sus
conocimientos del pasado en cuanto al Nuevo Testamento y lo estudien de nuevo desde
la perspectiva de estos tres mensajes, como lo están haciendo los hermanos de Taiwán.
Ellos han aprendido la clave de orar-leer y estudiar los bosquejos, memorizarlos y
recitarlos, y luego, hablarlos. Después de pasar por este ejercicio, todos ellos pueden
decir desde lo profundo de su ser que estos mensajes son la enseñanza de los apóstoles
del Nuevo Testamento.

Hermanos, por favor, dejen a un lado todo lo que han aprendido en el pasado. Desde
hoy empiecen de nuevo y aprendan esta nueva cultura y nuevo lenguaje. No crean que
ya lo saben todo. Me temo que no lo saben realmente. No pueden entender estas cosas
sólo con escucharlas una vez, ni pueden entenderlas en nueve días. Necesitan por lo
menos nueve meses, el tiempo que se requiere para que un niño nazca; ésta es la ley de
Dios. Para cualquier clase de aprendizaje se necesita tiempo. Espero que ustedes
dediquen mucho tiempo y energía a orar, estudiar, memorizar y hablar, de manera que
entren en la realidad de estos mensajes.

Ahora vayamos al mensaje de este capítulo. En los tres mensajes siguientes, veremos
cómo cumplen con los deberes de colaboradores y de ancianos.

I. TENGA CUIDADO CON:

Para cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos, primero necesitamos


tener cuidado con ciertas cosas. La palabra cuidado nos dice que ciertas cosas están
contra nosotros y nos perjudican; por lo tanto, necesitamos estar alerta y tener cuidado
con lo que sigue.

A. La ambición

Primero, debemos tener cuidado con la ambición. La ambición es una cosa terrible. Por
supuesto, todas las personas tienen ambiciones. Una persona que no sea ambiciosa no
es humana. Sin embargo, cuando usted viene a servir como colaborador o anciano, no
debe venir con su ambición. Cuando uno llega a ser profesor, quiere ser un profesor
prominente; cuando uno se dedica a los negocios, seguramente quiere que su negocio
sea el más destacado; y cuando uno abre un banco, definitivamente quiere abrir el banco
más grande. Esto es ambición. Cuando criamos a nuestros hijos les animamos incluso
desde muy pequeños a que tengan ambiciones. Sin ambición, nuestros hijos no
estudiarían ni podrían graduarse. Les enseñamos que después de graduarse en la
escuela primaria, deben tener la ambición de ir a la escuela secundaria, a la universidad
y luego a la escuela para graduados. De esta manera les infunden la ambición. Sin
embargo, para cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos, usted no debe
traer su ambición. La ambición anula sus deberes como colaboradores y ancianos. Una
vez que usted tenga ambición, está acabado.

1. Para cumplir con los deberes de


colaborador o de anciano,
usted necesita tener un corazón puro

Para cumplir con los deberes de colaborador o de anciano, usted necesita tener un
corazón puro, que sea purificado de toda ambición sutil en su intención, su propósito, su
motivo, y su acción en el recobro del Señor. Por más de sesenta años, conforme con mi
observación, entiendo y percibo la sutileza en lo que la gente dice. Algunos hermanos
que son útiles en la iglesia se comportan por fuera de una manera muy humilde, pero en
el corazón son soberbios. Eso es la ambición sutil, y eso es una pequeña zorra que les
impide tener progreso alguno. El Señor no dará más a tal persona, porque si lo hace,
más soberbio será. Sólo los que son humildes y no tienen ambición pueden ser utilizados
por el Señor, recibir el don de Dios y la encomienda del ministerio del Señor.

2. Nunca busque ser el primero


en ningún aspecto de la obra del Señor

Nunca debemos buscar ser el primero en ningún aspecto de la obra del Señor. En la
iglesia a veces necesitamos asignar a ciertas personas que tomen responsabilidades. Tal
vez los que no reciben encomienda actúen como si no les importara, manifestando nada
en el tono de sus voces ni en sus expresiones, sin embargo, están deprimidos y tristes
por dentro. Esta es la obra insidiosa de la ambición oculta que compite con otros por ser
el primero.

Para esta conferencia tengo una carga doble. Por un lado, quiero mostrarles la visión
elevada, que es el contenido de los primeros tres mensajes, los cuales incluyen un
extracto del entero Nuevo Testamento. Por otro lado, quiero exponer las cosas viles que
están en nuestra naturaleza, tales como amar o querer ser el primero. Espero que
seamos iluminados para ver nuestra condición verdadera.
3. Como colaborador, nunca considere
que está por encima de los ancianos
ni trate de nombrar ancianos

Como colaborador, usted nunca debe considerar que está por encima de los ancianos ni
tratar de nombrar ancianos; nombrar ancianos requiere la madurez en vida, estar
equipado adecuadamente de la verdad y no ser demasiado joven.

Conforme a las santas Escrituras, los apóstoles son colaboradores, y los apóstoles son
los que nombran ancianos. De este modo, algunos colaboradores jóvenes se consideran
apóstoles que están por encima de los ancianos. Esta clase de consideración es errónea y
absurda. De hecho, no todos los que son colaboradores pueden nombrar ancianos. Sin
duda yo sé que algunos colaboradores han ido a ciertas localidades y allí intentaron
nombrar ancianos, pero fueron rechazados por las personas de esas localidades. No es
apropiado ni es adecuado que uno intente nombrar ancianos simplemente por el hecho
de que ha llegado a ser un colaborador. Nombrar ancianos requiere la madurez en vida y
estar equipado adecuadamente de la verdad.

El hermano Nee dijo que un apóstol debe estar capacitado para decidir el significado de
las doctrinas a fin de determinar si cierta verdad concuerda con las santas Escrituras.
Decidir cuál es el significado de las doctrinas y nombrar ancianos no son asuntos
sencillos. Para esto se requiere que la persona esté equipada adecuadamente y que no
sea demasiado joven. Supongamos que una persona joven de veintiséis años nombre
como anciano a una persona de cincuenta y ocho años; esto estaría fuera de tono. Por lo
tanto, no piense que sin usted no se puede nombrar ancianos. Es mejor que no se
nombre ningún anciano que dejar que una persona joven lleve a cabo el nombramiento.
Este problema debe evitarse entre nosotros.

B. El orgullo

1. El orgullo es de nacimiento
un atributo de nuestra naturaleza caída

Para cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos, primero necesitamos


tener cuidado con la ambición y, segundo, necesitamos tener cuidado con el orgullo. El
orgullo es de nacimiento un atributo de nuestra naturaleza caída. Dios tiene Sus
atributos, y nosotros tenemos los nuestros. Somos seres humanos caídos y, como tales,
el primer atributo que tenemos es el orgullo. ¿Quién no es orgulloso? Quien no sea
orgulloso no sirve para nada. Sin embargo, en la obra del Señor, necesitamos hacer lo
posible por protegernos del orgullo.
2. Aun en el caso de Pablo, el Señor se preocupó porque no se exaltara en
exceso, así que le dejó
un aguijón en la carne de parte de Satanás

Aun en el caso de Pablo, el Señor se preocupó porque no se exaltara en exceso, así que le
dejó un aguijón en la carne de parte de Satanás (2 Co. 12:7). En cuanto a este aguijón,
Pablo rogó al Señor tres veces que le fuese quitado. Pero el Señor le dijo: “Bástate Mi
gracia” (v. 9). Parece que el Señor estuviera diciendo: “Pablo, no te quitaré el aguijón,
porque Mi gracia te basta. Te daré gracia suficiente”. ¿Por qué podría Pablo enaltecerse?
Porque nadie ha visto una visión y revelación tan elevada como la que tuvo Pablo. El no
solamente estuvo en el mundo, sino que también estuvo en el Paraíso del Hades e
incluso estuvo en el tercer cielo. Puesto que las visiones y las revelaciones que Pablo
recibió eran tan prominentes, tan grandiosas y tan numerosas, el Señor, al estar
preocupado, permitió que se le dejara un aguijón en su cuerpo.

Ahora también temo que las visiones que yo he recibido sean demasiada elevadas, de
manera que diariamente oro: “Oh Señor, me humillo ante Tus pies; yo soy un esclavo, y
Tú eres el Señor soberano. Señor, verdaderamente estoy en temor y temblor”. Tengo
temor y tiemblo de que yo me pueda enaltecer. Algunas veces cuando recibo numerosas
cartas de agradecimiento, también tengo temor de que la gente me estime demasiado.
Por lo tanto, tengan cuidado; no alaben a la gente descuidadamente. Sus elogios pueden
dañarlos.

3. Un recién convertido no debe ser uno


que vigile la iglesia, no sea que,
cegado por el orgullo, caiga en
la condenación preparada para el diablo

Por lo tanto, el apóstol Pablo enseñó que un recién convertido no debe ser uno que vigile
la iglesia, no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación preparada para el
diablo (1 Ti. 3:6). El recién convertido, literalmente recién plantado, denota una
persona que ha recibido recientemente la vida del Señor pero que aún no ha crecido ni
se ha desarrollado en dicha vida. Cegado por el orgullo literalmente significa nublado
con humo. Aquí el orgullo es asemejado al humo que nubla la mente, así cegándola. Este
es un asunto serio. Cuando una persona es orgullosa, sigue a Satanás y,
consecuentemente, es juzgada con él al sufrir el juicio que Dios tiene preparado para él.

4. Recuerde siempre que la humildad


le salva de toda clase de destrucción
y atrae la gracia de Dios
El orgullo representa la destrucción. Una vez que usted se vuelva orgulloso, su familia
estará destrozada; una vez que se vuelva orgulloso, su vida matrimonial será destruida, y
de igual manera sucederá con su trabajo. Recuerde siempre que la humildad le salva de
toda clase de destrucción y atrae la gracia de Dios (Jac. 4:6). Dios resiste a los soberbios,
pero da gracia a los humildes. Si usted es humilde, la gracia vendrá. Si usted es soberbio
u orgulloso, la gracia se irá; usted ha impedido que la gracia venga.

5. El orgullo le hace el peor de los insensatos

Este es mi entendimiento en cuanto al orgullo. Una persona orgullosa es el peor de los


insensatos, y la persona humilde es la persona más sabia de todas. Ser orgulloso es ser el
más insensato.

6. La rivalidad en la obra del Señor


no sólo es un indicio de ambición
sino también de orgullo

A menudo estamos en rivalidad con las personas que están en la obra del Señor. Por
ejemplo, cierto lugar comenzó con treinta personas reunidas y ahora han alcanzado a
ciento treinta. Su localidad comenzó con cuarenta personas, pero ahora sólo tiene
sesenta. Puesto que usted no puede soportar que alguien haya tenido más éxito que
usted, la rivalidad surge en su corazón. En el mundo, la competición trae progreso. Pero
en el recobro del Señor, la rivalidad no debe existir; pues ésta mata. Necesitamos decir
humildemente al Señor: “Oh Señor, soy un esclavo inútil. Aunque haya más personas
reunidas aquí conmigo que con el otro hermano, sigo siendo un servidor inútil”. En el
Evangelio de Lucas, el Señor nos dijo que después de que un esclavo del Señor hace
muchas tareas durante el día y vuelve a casa por la tarde, aún tiene que decir a su amo:
“Esclavo inútil soy” (17:10). Todos nosotros tenemos que admitir que somos esclavos
inútiles. No debemos compararnos ni competir con otros. Si hay aumento en la iglesia
donde estamos sirviendo, se debe exclusivamente a la misericordia del Señor.

En mi oración lo que más me deleita es alabar al Señor por Su misericordia abundante.


El tendrá misericordia del que tenga misericordia, y se compadecerá del que se
compadezca. Usted tiene muchas personas en su localidad; esto se debe a la
misericordia que el Señor tiene para con usted. Yo tengo muy pocas personas en el lugar
donde yo estoy; esto tal vez se deba a que soy orgulloso delante de Dios; así que necesito
la misericordia de Dios. Recuerde siempre la misericordia y la bendición del Señor. El
hermano Watchman Nee dijo que no debemos tener temor de cometer errores, sino de
no tener la bendición del Señor. Si tenemos la bendición del Señor, aunque hayamos
cometido un error, de todos modos recibiremos la bendición.
7. Preocuparse por su prestigio y descuidar la dignidad de los demás
son un indicio de su ambición sutil

Preocuparse por su prestigio y descuidar la dignidad de los demás son un indicio de su


ambición sutil. Los colaboradores y los ancianos de más edad son más propensos a
cometer el error de preocuparse mucho por su prestigio. A menudo tal persona dice que
ha laborado por el Señor muchos años, que ha establecido iglesias en ciertos lugares y
que ha sustentado ciertas localidades. Siempre se preocupa de su prestigio. Toda
persona tiene su dignidad, así que usted no debe reprender a ninguna persona
descuidadamente. Si lo hace, da a entender que está exhibiendo su prestigio
descuidando la dignidad de la otra persona. Esto también es un indicio de la ambición
sutil.

8. Hablar de la capacidad, el éxito,


la perfección y la virtud de uno,
es ser orgulloso de una manera imprudente

Hablar de la capacidad, el éxito, la perfección y la virtud de uno, es ser orgulloso de una


manera imprudente. No hable descuidadamente de su éxito, su capacidad, su perfección
y su virtud. Más bien, diga siempre al Señor: “Señor, no quiero tener capacidad alguna
ni éxito alguno en Tu obra. Además, no tengo perfección alguna; todo lo que tengo es
imperfección. Tampoco tengo virtud alguna; todo lo que tengo es fracaso”. Esto le
preservará de llegar a enorgullecerse.

9. Tener más alto concepto de sí que


el que se debe es otro indicio del orgullo

Pablo nos dijo que si deseamos llevar la vida del Cuerpo de Cristo, no debemos tener
más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener (Ro. 12:3). Nunca se
valore demasiado; es prudente rebajarse. Tener más alto concepto de sí que el que se
debe es otro indicio del orgullo.

10. El modelo de Cristo

Cristo en Su humanidad se humilló a Sí mismo y lavó los pies de Sus discípulos (Jn.
13:3-5), lo cual nos da un buen modelo de cómo humillarnos a nosotros mismos para
poder escapar del orgullo.

11. Discutir sobre quién es el mayor


es un aspecto desagradable del orgullo

En la iglesia discutir sobre quién es el mayor (Mr. 9:34) es un aspecto desagradable del
orgullo.
12. Desear ser grande y no querer ser un siervo,
y desear ser el primero y no un esclavo,
también son indicios del orgullo

El Señor en Su viaje a Jerusalén dijo explícitamente a Sus discípulos que El sufriría y


moriría, y que después, resucitaría. Sin embargo, los discípulos discutían sobre quién
era el mayor y no les importó lo que el Señor dijo en cuanto a Su muerte y resurrección.
El Señor les enseñó diciéndoles: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo” (Mt.
20:26-27). Desear ser grande y no querer ser un siervo, y desear ser el primero y no un
esclavo, también son indicios del orgullo.

13. Tener señorío sobre los miembros


de la iglesia que está bajo su pastoreo
es una evidencia de su orgullo

Tener señorío sobre los miembros de la iglesia que está bajo su pastoreo es una
evidencia de su orgullo. Con frecuencia los ancianos tienen el problema de considerar
que “yo soy un anciano, y usted debe escucharme”. Debido a esto Pedro dijo
firmemente: “...los ancianos que están entre vosotros... no como teniendo señorío sobre
lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño” (1 P. 5:1-3).

14. El modelo del apóstol Pablo

El apóstol Pablo no solamente predicó a Cristo como Señor sino también a sí mismo
como esclavo de los creyentes por causa del Señor (2 Co. 4:5). También testificó que si
alguno era débil, él también era débil, y que él se hacía débil a los débiles con el fin de
ganar a los débiles (2 Co. 11:29; 1 Co. 9:22). Pablo era humilde. Cuando alguien era
débil, él no pensaba que él era el único fuerte y que la otra persona era débil. Para servir
al Señor y para ministrar a la gente él era un modelo.

15. Restaurar con mansedumbre


(una expresión de gentileza y humildad)
a un hermano que se encuentra enredado
en alguna falta, también nos protege,
para que no seamos tentados

A veces cuando usted va a restaurar a una persona, sabiendo que ha cometido un


pecado, usted no tiene una actitud de humildad y de gentileza; más bien, ocultamente
está orgulloso. Consecuentemente, después de unos días, es posible que usted sea
tentado con el mismo pecado que esa persona cometió. Por lo tanto, restaurar con
mansedumbre (una expresión de gentileza y humildad) a un hermano que se encuentra
enredado en alguna falta, también nos protege, para que no seamos tentados (Gá. 6:1).
16. La jactancia personal, la autoexaltación,
la autoglorificación y la concupiscencia
de la vanagloria son expresiones bajas y viles del orgullo

Además, debemos ver que la jactancia personal, la auto exaltación, la auto glorificación y
la concupiscencia de la vanagloria son expresiones bajas y viles del orgullo (Gá. 5:26).

C. La autojustificación

La tercera cosa con la cual los colaboradores y los ancianos deben tener cuidado es la
autojustificación, o sea el justificarse a sí mismo.

1. La autojustificación indica que uno


condena a los demás y se exalta a sí mismo

Todos los que se autojustifican siempre condenan a los demás y se exaltan a sí mismos.

2. El Señor no vino para condenara los hombres sino para salvarlos,


al perdonar (olvidando) sus pecados

En Juan 3:17 el Señor dijo: “Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él”. El Señor no vino para
condenar a los hombres sino para salvarlos, al perdonar (olvidando) sus pecados.

3. La iglesia no es una comisaría de policía


donde se arresta a la gente, ni un tribunal
donde se juzga a la gente, sino un hogar donde
se cultivan los creyentes, un hospital donde
los creyentes son sanados y se recuperan,
y una escuela donde se enseñan y se edifican los creyentes

La iglesia no es una comisaría de policía donde se arresta a la gente a fin de encontrar


sus errores. Tampoco es un tribunal donde se juzga a la gente, a fin de decidir si son
culpables o no lo son, sino que, es un hogar donde se cultivan los creyentes, a fin de que
lleguen a su pleno desarrollo. Además, la iglesia es un hospital donde los creyentes son
sanados y se recuperan. Cuando el Señor estaba en la tierra, El comía con los
recaudadores de impuestos y los pecadores, y por esto fue criticado por los fariseos. El
Señor dijo a los fariseos: “Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos” (Mt. 9:12). Parece que el Señor dice: “Ustedes los fariseos no me necesitan.
Vine como Médico para establecer un hospital, a fin de recibir y sanar a los enfermos”.
La iglesia también es una escuela donde se enseñan y se edifican los creyentes.

Nosotros los colaboradores y los ancianos necesitamos estudiar cuidadosamente los


puntos mencionados, para que podamos evitar estos errores comunes.
CAPITULO CINCO

COMO CUMPLIR CON LOS DEBERES


DE COLABORADORES Y DE ANCIANOS

(2)

BOSQUEJO

I. Tenga cuidado con:


D. No configurarse a la muerte de Cristo, o sea, no negar (hacer morir) su yo,
su hombre natural, el carácter que tiene de nacimiento, su carne, sus
preferencias y su ambición—Fil. 3:10b; Mt. 16:24; Gá. 2:20; 5:24.
E. No andar ni existir estrictamente conforme al espíritu mezclado—Ro. 8:4.
F. No poner la mente en el espíritu mezclado—Ro. 8:5-6.
G. No magnificar a Cristo viviéndole mediante la abundante suministración
del Espíritu de Jesucristo—Fil. 1:19-21.
H. No vivir con Cristo ni andar ni obrar ni actuar con El.
I. No dejar que Cristo haga Su hogar en su corazón ni que el Padre fortalezca
su hombre interior mediante el Espíritu con poder, según la gloria del
Padre para llegar a ser la plenitud (la expresión) del Dios Triuno—Ef. 3:16-
21.
J. No llevar a cabo su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que
en ustedes realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito—Fil.
2:12-13.

En este capítulo quisiéramos pasar a ver las cosas con las cuales debemos tener cuidado
al cumplir con los deberes de colaboradores y de ancianos. En el capítulo anterior ya
abarcamos, en el lado negativo, tres asuntos acerca de los cuales debemos estar alertas,
a saber, la ambición, el orgullo y la autojustificación. En este capítulo veremos que
debemos tener cuidado con ciertas cosas positivas. La Biblia menciona gran número de
cosas positivas. Además, lo que se menciona en los libros del hermano Nee y en los míos
son las cosas positivas mencionadas en la Biblia. He dado entre tres mil y cuatro mil
mensajes en los Estados Unidos que abarcan estas cosas positivas. Lo que debemos
atender es el “no” relacionado con estas cosas positivas. Hay demasiado “no” en
nosotros. Ciertamente, la Biblia habla de muchas cosas positivas, y el hermano Nee y yo
también hemos hablado de estas cosas durante varias décadas. Pero, pocos son los que
ponen en práctica lo que han oído, y muchos los que no lo hacen.

Algunos tal vez digan: “Hermano Lee, ¿significa esto que no amamos al Señor?”.
Muchas personas que están en el recobro del Señor verdaderamente aman al Señor y
están dispuestas a pagar el precio; ellas también han visto la luz y la revelación, de modo
que conocen la economía de Dios y, más aún, el recobro del Señor; además, están
llevando la vida de iglesia en el recobro del Señor y están aprendiendo a edificar el
Cuerpo de Cristo. Por esto adoro al Señor. No obstante, cuando observo
cuidadosamente, me doy cuenta de que la obra que los colaboradores llevan a cabo y la
condición de las iglesias que están bajo el pastoreo de los ancianos, no nos son
satisfactorias. No estamos satisfechos porque no ponemos en práctica lo que hemos
visto. Las muchas revelaciones que hemos visto en la Biblia las hemos expresado e
imprimido en libros; también se han escrito muchos himnos. Pero frecuentemente me
pregunto primero si yo vivo conforme a esta luz y revelación de la Biblia o no. Admito
ante el Señor que aunque El me ha inspirado a dar estos mensajes y a componer estos
buenos himnos, yo no vivo estrictamente conforme a la revelación ni a la inspiración
que el Señor me ha dado.

La primera estrofa de Himnos, #215 dice: “Oh Cristo, mi buen Salvador, / En verdad,
radiante y divino; / El infinito, eterno Dios, / Finito en tiempo, se humanó”. El Dios
infinito que estaba en la eternidad llegó a ser un hombre finito en el tiempo. ¿En dónde
El llega a ser un hombre finito? El como hombre finito está en nosotros. ¿Tenemos la
experiencia de estos dos versos? El Señor, quien es la corporificación del gran Dios, era
el Dios infinito en la eternidad, pero entró en nosotros los seres humanos, quienes
somos muy pequeños, a fin de ser un hombre finito. Alabado sea el Señor, porque para
nosotros el vivir es Aquel que es el Dios infinito, el Dios de la eternidad. Aunque somos
hombres finitos en el tiempo, El vive en nosotros. Debemos aprender a aplicar la verdad
de este modo. De no ser así, aunque tengamos una Biblia y un himnario muy buenos, no
los podremos aplicar a nosotros.

El coro de este himno dice: “¡Oh, Cristo del gran Dios: la expresión! / ¡Abundante, muy
rico es El! / Dios mezclado con humanidad / Vive en mí, mi todo es El”. Necesitamos
aprender a aplicar estas palabras en nuestra vida cotidiana.

La estrofa 2 dice: “En Ti mora la plenitud / Del gran Dios y expresas Su gloria; / Hiciste
en carne redención, / Y como Espíritu la unión”. Estos versos son sumamente buenos,
pero no debemos simplemente apreciarlos. Necesitamos preguntarnos si ésta es la vida
que llevamos nosotros. La gloria de Dios se manifestó en El, pero ¿está El manifestado
en nosotros hoy? Además, ¿es el Espíritu uno conmigo hoy? Ustedes esposos, cuando
hablan con sus cónyuges, ¿es Cristo uno con ustedes? Tal vez en la experiencia sólo
puedan decir: “Hiciste en carne redención”, pero no pueda decir: “Y como Espíritu la
unión”. Por consiguiente, aunque cantemos este himno, no tenemos su realidad.
La estrofa 3 dice: “El Padre Su todo te dio, / En Espíritu te tomamos, / Por el Espíritu en
mí, / Yo te experimento así”. Esta es una estrofa excelente. Todo lo que el Padre tiene
fue recibido por el Hijo, y todo lo que el Hijo es fue dado al Espíritu. Este Espíritu entra
en el nuestro para llegar a ser nuestra realidad, a fin de que el Espíritu todo-inclusivo
sea nuestra experiencia. ¿Han llegado estas palabras a ser nuestra experiencia?
¿Tenemos esta realidad en nuestra vida? Si analizamos nuestra condición, tenemos que
decir que no tenemos tal experiencia.

En un capítulo anterior vimos que la degradación de la iglesia se debe a que no


disfrutamos al Cristo que está en nuestro espíritu. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor
esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”. Para vencer el cristianismo degradado
de hoy, necesitamos disfrutar a Cristo en nuestro espíritu como nuestra porción para
que El sea nuestra gracia abundante. Hermanos, necesitamos agachar nuestra cabeza y
confesar que no hemos alcanzado esto. Entre nosotros, tenemos la luz presentada en los
libros y en los himnos, pero hemos pasado por alto la experiencia práctica en nuestra
vida.

Aunque cantemos un buen himno, los cónyuges aún discuten. No dejamos que el
Espíritu haga que el Señor sea real en nosotros para que experimentemos al Señor. En
nuestra experiencia, en vez de dejar que el Espíritu haga que el Señor nos sea real,
dejamos que nuestro enojo y nuestro carácter nos lo sean. Cuando cantamos este himno,
debemos cantarlo con lágrimas, diciendo al Señor: “Señor, el Padre Su todo te dio, en
Espíritu te tomamos, por el Espíritu en mí, yo te experimento así. Perdóname, Señor,
porque yo no soy así. Necesito que Tu Espíritu te me haga real, a fin de que Tú llegues a
ser mi experiencia”. Necesitamos llorar mientras cantamos. Esto es lo que debemos
tener, incluso diariamente. El cristianismo es pobre; la luz que tenemos es rica. Pero
raras veces aplicamos estas riquezas a nuestra vida cotidiana. Como resultado, muy
poco de las riquezas de Cristo se manifiesta en nuestro vivir. Por eso, la carga que reposa
sobre mí hoy es muy pesada. Estoy muy contento de que podemos tener esta reunión.
Muchos ancianos y colaboradores del recobro del Señor por todo el mundo están aquí.
Quisiera aprovechar la oportunidad para dar una palabra de amor. Hermanos,
¡despierten! Tenemos los mensajes y los himnos, pero nuestra vida práctica no llega a
este nivel.

La estrofa 4 de este mismo himno dice: “Es por Tu Palabra eficaz / Que el Espíritu me
da vida; / Tocándola recibiré / Tu misma esencia en mi ser”. En nuestra vida diaria,
¿dejamos que el Espíritu haga que el Señor sea real en nosotros mediante Su palabra
viviente? ¿Tocamos al Espíritu y recibimos la palabra del Señor a cada instante para
recibirle como nuestro suministro?
Si comparamos las palabras poéticas de este himno con nuestra vida, encontraremos
que hay mucha discrepancia. Tenemos este himno, pero tenemos muy poco de la
realidad de lo que expresa. Cuán pobre es nuestra vida cuando la comparamos con las
inescrutables riquezas de Cristo. Pablo dijo que él anunciaba a los gentiles el evangelio
de las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8). Si deseamos anunciar a las personas las
inescrutables riquezas de Cristo, necesitamos experimentarle ricamente en nuestra vida.
Las riquezas de Cristo son inescrutables, pero ¿cuánto de la realidad tenemos en nuestro
interior? Por consiguiente, ésta es una advertencia; es algo con lo cual debemos tener
cuidado.

D. No configurarse a la muerte de Cristo

Pablo dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus


padecimientos, configurándome a Su muerte” (Fil. 3:10). Configurarse a la muerte de
Cristo significa recibir Su muerte como el molde de la vida. En la vida de usted, la
muerte de Cristo ha obrado en usted hasta el punto de que usted es simplemente la
muerte de Cristo. Ha sido moldeado según Su muerte; usted es simplemente la forma de
la muerte de Cristo. Si un colaborador o un anciano llega tarde a la reunión y avanza
ostentosamente a la primera fila y se sienta allí, ¿es esto la forma de la muerte de Cristo?
Puesto que usted llegó tarde, debe ser humilde y no sentarse allí; está bien que se siente
atrás. Mientras que está sentado humildemente atrás, debe agachar la cabeza y orar al
Señor diciendo: “Perdóname, Señor, por llegar tarde a la reunión”. Esta es la forma de la
muerte de Cristo. Mientras que está sentado allí, usted es simplemente la forma de la
muerte de Cristo. Entonces en el momento apropiado, puede ponerse de pie y decir:
“Hermanos y hermanas, siempre les he animado a llegar temprano a las reuniones,
incluso por lo menos cinco minutos antes de la hora designada. Hoy me siento
avergonzado porque llegué cinco minutos tarde. Me siento verdaderamente
avergonzado; no soy digno de sentarme al frente. Me sentaré atrás. Les ruego a todos
que me perdonen”. Esta es la forma de la muerte de Cristo. Usted simplemente es la
muerte de Cristo expresada. Si llega tarde y se sienta en la primera fila de modo altivo,
eso no es la muerte de Cristo; ésa es una grotesca forma de orgullo.

Del mismo modo, un esposo y una esposa no deben condenarse; al contrario, deben
siempre pedirse el uno al otro disculpas. De este modo tanto el esposo como la esposa
son la muerte de Cristo y la expresan en su vida. Todos los que les vean serán edificados.
La Biblia nos dice que incluso al disciplinar a nuestros hijos, no debemos provocarlos a
ira (Ef. 6:4). Disciplinar a nuestros hijos sin provocarlos a ira es algo que simplemente
no podemos hacerlo en nuestro hombre natural. Podemos hacer esto sólo al
configurarnos a la muerte de Cristo y al vivirle. A menos que nos hayamos configurado a
la muerte de Cristo todo lo que tenemos es carne, orgullo y discusiones. Si usted no se
configura a la muerte de Cristo, esto significa que no niega (no hace morir) su yo, su
hombre natural, el carácter que tiene de nacimiento, su carne, sus preferencias ni su
ambición (Fil. 3:10b; Mt. 16:24; Gá. 2:20; 5:24). Esto es algo con lo cual debemos tener
cuidado.

E. No andar estrictamente
conforme al espíritu mezclado

Tenemos en nosotros el espíritu mezclado. El espíritu mezclado es el Espíritu de Dios, es


decir, el Espíritu del Señor, unido a nuestro espíritu como uno solo. El espíritu
mencionado en Romanos 8:4-6 se refiere al espíritu mezclado. En nuestra vida debemos
estar alerta no sea que no andemos ni existamos estrictamente conforme al espíritu
mezclado (Ro. 8:4).

F. No poner la mente en el espíritu mezclado

Nuestra mente siempre es una “criatura extraña” que nos domina. Si usted no puede
dormir, se debe a esa criatura extraña. Si su corazón está turbado y ansioso, también se
debe a ella. La Escritura dice que no debemos estar ansiosos en nada, pero ¿somos así?
¿Ponemos nuestra mente en el espíritu (Ro. 8:5-6)? No separe su mente de su espíritu;
más bien, deje que su espíritu llegue a ser el espíritu de su mente (Ef. 4:23). Este
espíritu de la mente es un espíritu que renueva. Ser renovados significa que somos
renovados en el espíritu de nuestra mente. Cuando nuestro espíritu y nuestra mente se
mezclan, podemos alabar sin preocupación; podemos estar llenos de paz sin ansiedad;
podemos descansar sin agitación. De otro modo, tendremos insomnio, preocupaciones,
ansiedades, pensamientos incontrolados e imaginaciones sin freno. Nuestra mente es
como un caballo salvaje. Tenemos que poner riendas a nuestra mente y ponerla en
nuestro espíritu para que esté bajo el control de éste. Hermanos y hermanas, ¿tenemos
la práctica de poner nuestra mente en el espíritu mezclado diariamente?

G. No magnificar a Cristo viviéndole

Además, necesitamos tener cuidado no sea que no magnifiquemos a Cristo ni le vivamos


mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19-21). La
abundante suministración es un misterio, y el Espíritu de Jesucristo también es un
misterio. El Espíritu de Jesucristo no es meramente el Espíritu de Dios, sino también el
Espíritu de Aquel que se encarnó, experimentó la vida humana, murió y resucitó. El
Espíritu de Jesucristo tiene una suministración abundante. ¿Necesita usted paciencia?
El es la paciencia. ¿Necesita la calma? El es la calma. El es todo lo que uno necesite. El
es la abundante suministración.
A menudo en vez de vivir a Cristo nos vivimos a nosotros mismos, y en vez de
magnificarle, le menospreciamos. Somos los siervos de Cristo, pero llevamos una vida
en que nos preocupamos, echamos la culpa a los demás, criticamos a los demás, no
estamos satisfechos y murmuramos. Si no vivimos a Cristo ni lo magnificamos, ¿cómo
podemos servir a Dios y ministrar a las iglesias?

Queridos hermanos y hermanas, no debemos meramente leer estos puntos y olvidarnos


de ellos. Necesitamos considerarlos, uno por uno, y tener cuidado con ellos. No
solamente debemos tener cuidado con la ambición, el orgullo y la autojustificación, los
cuales no matan sino que son pequeñas zorras y pulgas. Más aún, necesitamos tener
cuidado con los puntos presentados en este capítulo, todos los cuales matan.

Lo que hablamos en este capítulo es semejante a las muchas enfermedades que están en
nuestro cuerpo. Hoy necesitamos tener cuidado con la alta presión arterial, los ataques
cardíacos y muchas otras enfermedades. Una pulga no significa nada. Una pequeña
zorra que corre por el jardín también es insignificante. Pero si todo nuestro cuerpo está
enfermo, eso es fatal. Por tanto, debemos tener cuidado. Si nuestras reuniones no son
vivas, frescas, elevadoras ni ricas, se debe principalmente a que nosotros los
colaboradores y ancianos que somos responsables descuidamos estos asuntos cruciales,
y no tenemos cuidado con ellos.

H. No vivir con Cristo

Los colaboradores y los ancianos también deben tener cuidado no sea que no vivan con
Cristo ni anden ni obren ni actúen con El. Muchas personas andan, pero no con Cristo;
obran, pero no con El; y actúan, mas no con El. Reconocen que Cristo mora en ellos.
Ciertamente, Cristo mora en nosotros, pero muchas veces no le hacemos caso. No sé
cuántas veces he confesado mis pecados al Señor diciendo: “Señor, acabo de hacer una
llamada telefónica, pero no la hice contigo”. Lo apropiado es decir: “Señor, ahora voy a
hacer una llamada telefónica. Deseo que Tú hagas esta llamada telefónica conmigo y que
yo haga esta llamada telefónica contigo”. ¡Cuán hermoso sería esto! A veces tengo la
impresión de que mi esposa cometió cierto error. Entonces oro: “Señor, quiero tener
comunión con ella. Por favor ven conmigo. Si no vienes conmigo, esto significa que no
quieres que yo vaya; entonces no lo haré. Si quieres que lo haga, tienes que hacerlo
conmigo”. Esta es mi experiencia de vivir a Cristo en mi vida personal.

En un himno recientemente escrito se encuentran los siguientes dos versos: “No


solamente vivo yo mas vive Dios conmigo hoy”. Nuestra vida diaria debe ser: “Vive Dios
conmigo hoy”. No podemos sencillamente decir esto en nuestras oraciones y cantarlo ya
que está en nuestros himnos sin vivir con Dios de día en día. Somos demasiado libres en
nuestras acciones. Si queremos hacer una llamada telefónica, lo hacemos al instante. Si
queremos escribir una carta, lo hacemos inmediatamente. Estamos escasos de la
experiencia de vivir con Cristo. A menudo, tan pronto como me levantaba de mi silla
para hacer algo, tenía que sentarme porque iba solo sin el Señor; tenía que pedirle
perdón por actuar solo. Considere cuántas cosas usted como cristiano ha hecho por sí
solo sin el Señor. Para ser un colaborador todo lo que haga en la obra lo debe hacer con
el Señor; para ser un anciano tiene que hacer todo lo relacionado con los ancianos en
compañía con el Señor; incluso para pastorear a los hermanos y hermanas tiene que
hacerlo todo con el Señor. El Señor es el Príncipe de los pastores y es nuestro gran
Pastor. Tiene que ser Él quien nos inste a pastorear a los demás. Si el Señor no pastorea,
¿cómo podemos nosotros ser pastores? Hay diferencia cuando vamos a visitar a un
hermano, y el Señor va con nosotros.

Cuando usted va a visitar a un hermano, debe llevar al Señor consigo. No debe ir


simplemente porque tiene la carga y está dispuesto a ir. Si va de este modo, su visitación
será fútil. No tiene al Espíritu, la vida, ni al Señor; actúa por sí solo. Antes de ir, debe
orar al Señor diciendo: “Señor, oro para que me des una carga verdadera de visitar a este
hermano. Estoy en temor y temblor delante de Ti, Señor. Tengo miedo de llevarme a mí
mismo allí al visitarle. Ten misericordia de mí, Señor. Si Tú no vas conmigo, no iré.
Tienes que ir conmigo. Capacítame para hablar contigo, y Tú tienes que hablar conmigo.
Aunque soy un pastor para este hermano, quiero tomarte a Ti como mi Pastor. Si Tú no
me pastoreas, ¿cómo puedo yo pastorearle a él?”. Si hace esto, es uno que vive
completamente con Cristo. No está en la vieja creación sino en la nueva, en resurrección.
Por tanto, cuando va, la sensación, el gusto y el ambiente que usted le lleva son
simplemente Cristo. Esto es ministrar a Cristo, impartirlo. De otro modo, impartir a
Cristo y ministrarlo llegan a ser meras palabras que se encuentran en nuestros mensajes
e himnos, pero que raras veces se ven en nuestra vida diaria.

I. No dejar que Cristo


haga Su hogar en nuestro corazón

Además, necesitamos tener cuidado no sea que impidamos que Cristo haga Su hogar en
nuestro corazón ni que el Padre fortalezca nuestro hombre interior mediante el Espíritu
con poder, según la gloria del Padre para llegar a ser la plenitud (la expresión) del Dios
Triuno (Ef. 3:16-21). Esto es muy elevado. Dios el Padre fortalece nuestro hombre
interior, nuestro espíritu, conforme a Su gloria con poder mediante Su Espíritu. Cuando
somos fortalecidos de esta manera, Cristo puede hacer Su hogar en nuestro corazón,
paso a paso, fácilmente y sin impedimentos. Si queremos dejar que Cristo haga Su hogar
en nuestro corazón, tenemos que darle lugar para que haga Su hogar en nuestra mente,
nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Así llegaremos a ser Su morada. Somos
totalmente ocupados por El y saturados de Él para llegar a ser la plenitud del Dios
Triuno. No sólo somos llenos de Dios sino que también llegamos a ser Su misma
plenitud. La plenitud de Dios es Su agrandamiento. En Génesis 1 Dios era simplemente
Dios sin Su plenitud, pero ahora ha obtenido muchos hijos. Cuando estos hijos sean
ocupados por Él y le permitan hacer Su hogar en cada parte de ellos, llegarán a ser la
plenitud de Él. Esta plenitud es la expresión de Dios. Cuando nos reunimos, debemos
expresar a Dios. Cuando las personas vienen a nuestros hogares, todo lo que ven debe
ser una expresión de Dios.

Hemos hablado claramente y hemos dado muchos mensajes acerca de dejar que Cristo
haga Su hogar en nosotros. Pero cuando observo la condición de los santos en el recobro
del Señor, realmente me dan suspiros. Por un lado, le doy gracias al Señor porque ha
extendido Su recobro a muchos lugares por todo el mundo; por otro, la verdadera
condición de los santos me entristece porque nos hace falta la realidad. Hoy Dios está
confinado por nosotros y no puede hacer Su hogar en nosotros. El está con nosotros en
nuestro espíritu, pero allí es frustrado y encerrado y no lo dejamos extenderse a cada
parte de nuestro corazón, el cual incluye nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra
voluntad. Le tenemos en nuestro espíritu pero no en nuestra mente, nuestra parte
emotiva ni nuestra voluntad. Dentro de nosotros El está verdaderamente frustrado.

Después de que Pablo habla de las verdades transcendentes en los capítulos uno y dos
de Efesios, en el capítulo tres se arrodilla en oración al Padre para que les conceda a los
santos de Efeso el ser fortalecidos a fin de que dejen que Cristo haga Su hogar en su
corazón para que llegue a ser la plenitud de Dios. Hoy estamos escasos de esto entre
nosotros; esto es lo que me entristece. Por un lado, adoro al Señor y le doy gracias
porque amamos al Señor y conocemos Su camino en Su recobro. Pero todavía
necesitamos que el Señor tenga misericordia de nosotros, porque nuestra vida práctica
está lejos de lo que acabamos de describir.

J. No llevar a cabo nuestra salvación

Si tenemos cuidado de los seis “no”, es decir, si nos configuramos a la muerte de Cristo,
andamos y existimos estrictamente conforme al espíritu mezclado, ponemos nuestra
mente en el espíritu mezclado, magnificamos a Cristo viviéndole mediante la abundante
suministración del Espíritu de Jesucristo, vivimos, andamos, obramos y actuamos con
Cristo, y dejamos que haga Su hogar en nuestro corazón y que el Padre fortalezca
nuestro hombre interior mediante el Espíritu con poder según Su gloria para llegar a ser
la plenitud, la expresión, del Dios Triuno, entonces podremos llegar al último aspecto, el
cual consiste en llevar a cabo nuestra salvación.

Filipenses 2:12 dice: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Cuando yo
era joven, no entendía este versículo. Martín Lutero recalcaba que no somos salvos por
obras, sino que somos justificados por la fe. ¿Por qué dice este versículo de Filipenses 2
que necesitamos llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor? Después vi que
aunque la justificación por la fe y la elección de Dios en la eternidad, recalcadas en la
teología reformada, son correctas, son sólo verdades parciales. La Biblia nos dice que
aunque recibimos la salvación, de todos modos tenemos que expresarla en nuestra vida
práctica. Cuando vivimos nuestra salvación, esto lleva a cabo nuestra salvación.
Recibimos la salvación orgánica de Dios, pero cuando observamos la actitud de los
esposos para con las esposas y la respuesta de las esposas a ellos, vemos que lo que se
expresa en la vida no es la salvación. Esto significa que no llevamos a cabo nuestra
salvación. Por tanto, debemos estar en temor y temblor para llevar a cabo nuestra
salvación. El temor es el motivo interno; el temblor es la actitud externa. Para llevar a
cabo nuestra salvación debemos estar en temor por dentro y en temblor por fuera.

En Filipenses 2:13 Pablo dijo: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer
como el hacer, por Su beneplácito”. Este es el Dios Triuno, el mismo Dios que es Cristo y
el Espíritu vivificante. Es este Dios quien opera en nosotros para que el querer nuestro
por dentro y el hacer nuestro por fuera estén en conformidad con Su beneplácito. Esto
nos hace aptos para vivir la salvación de Dios. Vivir la salvación de Dios de este modo
requiere que tengamos lo anteriormente mencionado. Si tenemos cuidado con estos seis
asuntos, estaremos en temor y temblor para vivir la salvación orgánica que recibimos.

Espero que los aspectos mencionados en este capítulo lleguen a ser la vida práctica en
los hogares de nuestros hermanos y hermanas y la vida práctica de las iglesias. Las obras
que hacemos para el Señor deben producir este resultado. Si nuestras obras no
producen este resultado, no será satisfactoria ni para Dios ni para el hombre. Cuando
fuimos bautizados, entramos en la muerte del Señor y fuimos sepultados. Morimos con
Cristo y ya no vivimos nosotros. Esta es la actitud que debemos tener en nuestra vida
para poder llevar a cabo la obra salvadora de Dios.
CAPITULO SEIS

COMO CUMPLIR CON LOS DEBERES


DE COLABORADORES Y DE ANCIANOS

(3)

BOSQUEJO

II. Labore con Dios (1 Co. 3:9) para llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos a fin de que se realice la economía eterna de Dios:
A. Establezca y pastoree las iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es
el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica.
B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete
veces intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
C. Atavíe y lleve a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre
como su fundamento de oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y
con Dios el Espíritu que obra para producir su muro de piedras preciosas,
bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios Triuno, el río de agua de
vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence, el árbol de
la vida con Su suministro rico y fresco.

Oración: Dios nuestro, Señor nuestro, verdaderamente te adoramos, te loamos y te


alabamos. Tú eres el Dios que siempre es nuevo; nunca envejeces ni te marchitas.
Permite que recibamos de Ti la renovación constante y diaria. Señor, sálvanos de la
vejez, de la vieja creación, de nuestro viejo yo, de nuestro viejo hombre y de todo lo que
sea viejo. Señor, haz que seamos como Tu apóstol Pablo, que nos olvidamos de lo que
queda atrás, dejando todo lo viejo y procurando proseguir para alcanzar el premio del
llamamiento a lo alto, el cual eres Tú mismo. Gracias por guiarnos en las cinco
reuniones previas. En esta última reunión oramos para que nos des una conclusión
sencilla y clara, la mejor conclusión. Danos las palabras adecuadas. Amén.

Damos gracias al Señor porque en esta conferencia creo que hemos tocado los puntos
principales y hemos abarcado lo que el Señor quiere que abarquemos. Por eso, lo
adoramos a Él. En los dos capítulos anteriores vimos que al cumplir con nuestros
deberes de colaboradores y de ancianos, debemos tener cuidado con ciertas cosas que
pueden frustrarnos y dañarnos. En este capítulo de conclusión tengo sólo una carga, la
cual es clara y sencilla, que quiero tener comunión con ustedes. Esta se relaciona con la
manera de obrar con Dios al cumplir con nuestros deberes siendo colaboradores y
ancianos, a fin de llevar a cabo la edificación divina.
II. LABORE CON DIOS PARA LLEVAR A CABO
SU EDIFICACION DIVINA EN TRES ASPECTOS A FIN
DE QUE SE REALICE LA ECONOMIA ETERNA DE DIOS

Primero, nosotros como colaboradores y ancianos debemos entender que estamos


laborando con Dios (1 Co. 3:9). Laborar con Dios no es insignificante; es un asunto
divino. ¿Qué significa laborar con Dios? Es llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos, que son: la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Esto es el edificio
divino y universal de Dios. Todo lo que Dios hace en el universo se lleva a cabo teniendo
esto como centro, como delineamiento y como meta, a fin de que se realice Su economía
eterna.

La meta de la economía de Dios, la cual es eterna, es Su edificio divino. Este edificio


divino tiene tres aspectos: el primer aspecto es la iglesia, la cual es fácil de entender; el
segundo aspecto es el Cuerpo de Cristo, el cual es divino y misterioso, y por tanto no es
fácil de entender; y el tercer aspecto es la Nueva Jerusalén, la cual es todavía más difícil
de entender. La Biblia ha estado entre nosotros por dos mil años, pero todos los que la
leen están perplejos en cuanto a la Nueva Jerusalén, y nadie ha podido explicarla.
Gerhard Tersteegen, un hermano alemán, hizo referencia a la Nueva Jerusalén, pero de
modo parcial. El hermano T. Austin-Sparks la mencionó más que Tersteegen, pero
todavía era difícil de entender.

No obstante, durante estos setenta años entre los que estamos en el recobro del Señor,
Dios nos ha dado una interpretación y un análisis cabales de la Nueva Jerusalén. En
nuestro himnario tenemos por lo menos tres himnos escritos en 1963 acerca de la Nueva
Jerusalén. Cuando usted los lea, verá que su contenido es casi igual a la luz actual, pero
no son tan trasparentes como lo que vemos hoy. No tengo que ser modesto ni orgulloso;
simplemente estoy afirmando un hecho. En cuanto a la Nueva Jerusalén, todos los
puntos y aspectos han llegado a ser claros y han sido revelados delante de mis ojos hasta
el punto de que son totalmente trasparentes. ¿Qué es la calle de oro puro? ¿Qué son las
puertas de perla? ¿Y qué es el muro de piedras preciosas? El Señor nos ha mostrado que
estos revelan que los elementos básicos de la ciudad simplemente son el Dios Triuno:
Dios el Padre es la base de oro puro, Dios el Hijo es las doce puertas de perla, y Dios el
Espíritu es el muro de piedras preciosas. La Nueva Jerusalén se edifica con estos tres
elementos divinos.

¿Cómo se sostiene la ciudad? Al comer y al beber sustentamos nuestra vida. Comer y


beber son igualmente importantes para nosotros. A veces podemos vivir sin comer
durante varios días, pero no podemos sobrevivir por mucho tiempo sin beber. Del
mismo modo, tenemos un beber divino, es decir, tenemos que beber del Dios que fluye.
Nuestro Dios siempre es nuevo; también es un Dios que fluye, que siempre fluye. El
Padre es la fuente, y cuando la fuente brota, llega a ser un manantial, que es el Hijo.
Cuando el manantial fluye, llega a ser un río, que es el Espíritu. Por consiguiente, el Dios
Triuno es el Dios que fluye, compuesto por el Padre como fuente, el Hijo como
manantial y el Espíritu como río. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu como la
fuente, el manantial y el río— nos da a beber de El diariamente.

En un capítulo anterior dijimos que en un solo Espíritu fuimos bautizados en un solo


Cuerpo, y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu. El Señor Jesús también dijo:
“Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo
le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:14). Esta vida
es la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no sólo existe el Dios Triuno como nuestro
río de agua de vida, sino también el árbol de la vida que está en el río. El árbol de la vida
es el León-Cordero. Cristo como el Cordero redentor y el León vencedor resolvió el
problema de nuestro pecado y el enemigo de Dios, Satanás. Este León-Cordero como
nuestro árbol de vida tiene frutos frescos como nuestro suministro. De este modo la
Nueva Jerusalén se sostiene.

A. Establezca y pastoree las iglesias

Los tres aspectos del edificio divino de Dios son la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva
Jerusalén. Para obrar con Dios, para llevar a cabo la edificación divina de Dios en sus
tres aspectos, los colaboradores y ancianos debemos primero establecer y pastorear las
iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante. Debemos
edificar las iglesias por el Cristo pneumático. La edificación de la iglesia es el ministerio
de Cristo en Su segunda etapa. En Su primera etapa sólo se menciona la iglesia (Mt.
16:18; 18:17); no había todavía en la actualidad la edificación de la iglesia. En la primera
etapa, El realizó sólo la redención jurídica al redimir al pueblo escogido de Dios, para
que fuera el material a fin de edificar de la iglesia. El no edifica la iglesia en el ministerio
de Su encarnación; el Cristo pneumático como Espíritu efectúa la edificación de la
iglesia en el ministerio de llegar a ser el Espíritu.

Por consiguiente, necesitamos establecer y pastorear las iglesias por el Cristo


pneumático, quien es el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica. Debemos
establecer y pastorear las iglesias no sólo por Cristo, quien es el Espíritu vivificante, sino
también al aplicar Su salvación orgánica.

B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo

El segundo aspecto de la edificación divina es el Cuerpo de Cristo. Necesitamos edificar


y constituir el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces intensificado con
Su salvación orgánica siete veces intensificada. Esto nos lleva a la tercera etapa del
ministerio completo de Cristo, la cual es Su intensificación. La edificación de la iglesia
no se llevó a cabo en la primera etapa y, hablando estrictamente, tampoco en la segunda,
porque no se llevó a cabo con éxito. En la segunda etapa Dios estaba edificando la
iglesia. Pero, en vez de avanzar, la iglesia declinaba y se degradaba hasta que llegó a ser
una iglesia derrotada. Por tanto, en Apocalipsis, Cristo llegó a ser el Espíritu siete veces
intensificado para edificar y constituir el Cuerpo de Cristo de modo siete veces
intensificado.

Es posible que construir no sea algo orgánico; una casa es un edificio y es inorgánica.
Por otro lado, constituir es algo orgánico; nuestro cuerpo es constituido orgánicamente.
Es posible que la edificación no se relacione con la vida, pero la constitución sí se
relaciona con la vida. En la esfera divina y mística, la edificación y la constitución se
refieren a la misma acción; podemos llamarla edificación-constitución. Este es nuestro
idioma nuevo. Debemos edificar y constituir el Cuerpo de Cristo con vida. Para saber
cómo edificar el Cuerpo de Cristo, tenemos que estudiar a fondo los capítulos dos y tres.
Antes de empezar a edificar el Cuerpo de Cristo, debemos conocer la iglesia. Por lo
tanto, debemos empezar con la segunda etapa y luego entrar en la tercera. Después de
entrar en la tercera etapa, no debemos retroceder, sino que debemos permanecer en la
tercera etapa y experimentar diariamente la intensificación séptuple a fin de que
edifiquemos y constituyamos el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces
intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.

C. Atavíe y lleve a su consumación


la Nueva Jerusalén

La Nueva Jerusalén es el tercer aspecto de la edificación divina. Debemos ataviar y


llevar a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre como su fundamento de
oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y con Dios el Espíritu que obra para
producir su muro de piedras preciosas, bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios
Triuno, el río de agua de vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence,
el árbol de la vida con Su suministro rico y fresco. Ya hablamos de la edificación y el
atavío de la Nueva Jerusalén en muchos mensajes. Apocalipsis 21:2 dice que la Nueva
Jerusalén estaba “dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. “Ataviarse” es
ponerse bonita. Este término no se puede usar con hombres; sólo se puede aplicar a las
mujeres. Sólo las mujeres se atavían.

Las expresiones usadas en las santas Escrituras son muy preciosas. Ustedes han leído
Apocalipsis muchas veces, pero ¿han notado la palabra ataviada? He leído la Biblia por
muchos años, pero sólo esta vez, cuando estaba escribiendo los bosquejos para los
mensajes, descubrí que la Nueva Jerusalén necesita no sólo ser llevada a su
consumación sino también ataviarse (Ap. 21:19). Es ataviada con oro puro, perlas y
piedras preciosas, es decir, con el Dios Triuno como elemento.

En 1 Corintios 3:9 Pablo dijo: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Luego
en el versículo 10 dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica”. Lo que Pablo quería decir era: “Ya puse un fundamento; nadie más
necesita poner otro cimiento. Lo único que se debe hacer es edificar sobre lo que ya está
puesto. Pero deben tener cuidado. Si edifican sobre el fundamento con madera, heno y
hojarasca, harán daño al edificio de Dios. Necesitan edificar con oro, plata y piedras
preciosas”. Por ejemplo, tenemos un edificio que ha de ser edificado con oro, plata y
piedras preciosas. Pero usted pone unas piezas de madera sobre él, y pone un montón
de heno y hojarasca encima. Esto no es ataviar el edificio, sino hacerle daño. En 1
Corintios 3:17 se nos advierte que no destruyamos el templo de Dios. La palabra griega
que se traduce destruir significa “arruinar, corromper, contaminar, hacer daño”.
Edificar con los materiales despreciables como madera, heno y hojarasca es destruir el
templo de Dios. Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Según he
observado, nadie que dañe el Cuerpo de Cristo obtiene beneficios. Durante estos setenta
años he visto claramente que los que han dañado al Cuerpo de Cristo sufrieron las
consecuencias y fueron destruidos por Dios. Esto es un asunto serio.

Hoy estamos aquí no para destruir el Cuerpo de Cristo sino para adornarlo. No me
atrevo a llevar mi carne conmigo a edificar la Nueva Jerusalén; eso sería destruir la
Nueva Jerusalén. No me atrevo a llevar mis opiniones, mi viejo yo, mis preferencias ni
mis puntos de vista a edificar la Nueva Jerusalén. Simplemente quiero estar en temor y
temblor para decorar el edificio divino con Dios el Padre como oro puro, Dios el Hijo
como perla y Dios el Espíritu como el muro de piedras preciosas. Todos debemos tener
esta actitud en nuestra vida.

¿Cómo sostenemos esta vida? En este edificio, en medio de esta ciudad, fluye un río de
agua de vida para que bebamos de él, y en el río crece el árbol de la vida para que
comamos de él. Lo que bebemos y lo que comemos son el Espíritu y Cristo, es decir, el
Dios Triuno. El Espíritu es el fluir del Dios Triuno; Cristo es la corporificación del Dios
Triuno. Si como y bebo al Dios Triuno, soy sostenido; tengo oro, perlas y piedras
preciosas. Si no como a Dios ni bebo al Señor, no tengo oro ni perlas ni piedras
preciosas; sólo tengo madera, heno y hojarasca. Esto no quiere decir que sólo el hecho
de enojarnos sea considerado madera, heno y hojarasca. En realidad, es posible que
nuestra mansedumbre e incluso nuestro servicio diligente no sean el Dios Triuno sino
madera, heno y hojarasca.
Anteriormente había un cuadro grande en mi estudio en el cual estaban escritas las
siguientes palabras: “...él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego” (1 Co.
3:15). Si uno edifica el templo de Dios con oro, plata y piedras preciosas, recibirá un
galardón. Pero si edifica con madera, heno y hojarasca, la obra será consumida, pero
uno mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego. Esto es semejante a un
terreno que está en llamas, y la madera, el heno y la hojarasca que haya ahí se queman.
El terreno mismo no se consume, pero pasa por el incendio. Colgué esa porción de 1
Corintios en la pared de mi casa para recordar siempre: “Hombre, ten cuidado; no trates
de edificar el Cuerpo de Cristo ni la Nueva Jerusalén con tu naturaleza, tu manera de
ser, tu viejo yo, la vieja creación, el ego, tus inclinaciones y tus preferencias. Si lo haces,
destruirás el Cuerpo de Cristo”. Cuando tocamos la meta eterna de Dios, o sea, la Nueva
Jerusalén, necesitamos ser muy puros; no debemos ser descuidados.

En resumen, en este mensaje vemos que debemos laborar con Dios para que El obtenga
Su edificio divino en tres aspectos: la iglesia, el Cuerpo y la santa ciudad. El edificio de
Dios es primero una asamblea como la iglesia, luego un Cuerpo, y finalmente una
ciudad. Siendo exactos, la Nueva Jerusalén se lleva a su consumación no sólo al ser
edificada sino al ser adornada con oro puro como base, con perlas como sus puertas y
con piedras preciosas como su muro. Esta es la morada eterna de Dios, Su
agrandamiento, expansión y expresión eternos.

Espero que aprendan a memorizar, recitar y hablar estos mensajes. Cuando yo estaba
aprendiendo del hermano Nee, nunca usaba artimañas. Sólo hablaba de la manera que
él hablaba, e incluso usaba las mismas expresiones. Después, otros me criticaban,
diciendo que yo decía las mismas cosas que el hermano Nee, y que incluso mis gestos al
hablar eran los mismos que los de él. Una vez cierto pastor se burló de mí diciendo:
“Sólo sabes imitar las palabras del hermano Nee; lo que él dice, tú lo dices”. Dije: “Esa es
mi gloria”. Dije para mis adentros: “Francamente si usted trata de imitarle, no podrá
hacerlo”. Poder imitar es una bendición; poder recitar es una bendición. No traten de
inventar palabras nuevas. Espero que todos nosotros entremos en la realidad de estos
mensajes.
CAPITULO SEIS

COMO CUMPLIR CON LOS DEBERES


DE COLABORADORES Y DE ANCIANOS

(3)

BOSQUEJO

II. Labore con Dios (1 Co. 3:9) para llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos a fin de que se realice la economía eterna de Dios:
A. Establezca y pastoree las iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es
el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica.
B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete
veces intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.
C. Atavíe y lleve a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre
como su fundamento de oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y
con Dios el Espíritu que obra para producir su muro de piedras preciosas,
bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios Triuno, el río de agua de
vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence, el árbol de
la vida con Su suministro rico y fresco.

Oración: Dios nuestro, Señor nuestro, verdaderamente te adoramos, te loamos y te


alabamos. Tú eres el Dios que siempre es nuevo; nunca envejeces ni te marchitas.
Permite que recibamos de Ti la renovación constante y diaria. Señor, sálvanos de la
vejez, de la vieja creación, de nuestro viejo yo, de nuestro viejo hombre y de todo lo que
sea viejo. Señor, haz que seamos como Tu apóstol Pablo, que nos olvidamos de lo que
queda atrás, dejando todo lo viejo y procurando proseguir para alcanzar el premio del
llamamiento a lo alto, el cual eres Tú mismo. Gracias por guiarnos en las cinco
reuniones previas. En esta última reunión oramos para que nos des una conclusión
sencilla y clara, la mejor conclusión. Danos las palabras adecuadas. Amén.

Damos gracias al Señor porque en esta conferencia creo que hemos tocado los puntos
principales y hemos abarcado lo que el Señor quiere que abarquemos. Por eso, lo
adoramos a Él. En los dos capítulos anteriores vimos que al cumplir con nuestros
deberes de colaboradores y de ancianos, debemos tener cuidado con ciertas cosas que
pueden frustrarnos y dañarnos. En este capítulo de conclusión tengo sólo una carga, la
cual es clara y sencilla, que quiero tener comunión con ustedes. Esta se relaciona con la
manera de obrar con Dios al cumplir con nuestros deberes siendo colaboradores y
ancianos, a fin de llevar a cabo la edificación divina.
II. LABORE CON DIOS PARA LLEVAR A CABO
SU EDIFICACION DIVINA EN TRES ASPECTOS A FIN
DE QUE SE REALICE LA ECONOMIA ETERNA DE DIOS

Primero, nosotros como colaboradores y ancianos debemos entender que estamos


laborando con Dios (1 Co. 3:9). Laborar con Dios no es insignificante; es un asunto
divino. ¿Qué significa laborar con Dios? Es llevar a cabo Su edificación divina en tres
aspectos, que son: la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Esto es el edificio
divino y universal de Dios. Todo lo que Dios hace en el universo se lleva a cabo teniendo
esto como centro, como delineamiento y como meta, a fin de que se realice Su economía
eterna.

La meta de la economía de Dios, la cual es eterna, es Su edificio divino. Este edificio


divino tiene tres aspectos: el primer aspecto es la iglesia, la cual es fácil de entender; el
segundo aspecto es el Cuerpo de Cristo, el cual es divino y misterioso, y por tanto no es
fácil de entender; y el tercer aspecto es la Nueva Jerusalén, la cual es todavía más difícil
de entender. La Biblia ha estado entre nosotros por dos mil años, pero todos los que la
leen están perplejos en cuanto a la Nueva Jerusalén, y nadie ha podido explicarla.
Gerhard Tersteegen, un hermano alemán, hizo referencia a la Nueva Jerusalén, pero de
modo parcial. El hermano T. Austin-Sparks la mencionó más que Tersteegen, pero
todavía era difícil de entender.

No obstante, durante estos setenta años entre los que estamos en el recobro del Señor,
Dios nos ha dado una interpretación y un análisis cabales de la Nueva Jerusalén. En
nuestro himnario tenemos por lo menos tres himnos escritos en 1963 acerca de la Nueva
Jerusalén. Cuando usted los lea, verá que su contenido es casi igual a la luz actual, pero
no son tan trasparentes como lo que vemos hoy. No tengo que ser modesto ni orgulloso;
simplemente estoy afirmando un hecho. En cuanto a la Nueva Jerusalén, todos los
puntos y aspectos han llegado a ser claros y han sido revelados delante de mis ojos hasta
el punto de que son totalmente trasparentes. ¿Qué es la calle de oro puro? ¿Qué son las
puertas de perla? ¿Y qué es el muro de piedras preciosas? El Señor nos ha mostrado que
estos revelan que los elementos básicos de la ciudad simplemente son el Dios Triuno:
Dios el Padre es la base de oro puro, Dios el Hijo es las doce puertas de perla, y Dios el
Espíritu es el muro de piedras preciosas. La Nueva Jerusalén se edifica con estos tres
elementos divinos.

¿Cómo se sostiene la ciudad? Al comer y al beber sustentamos nuestra vida. Comer y


beber son igualmente importantes para nosotros. A veces podemos vivir sin comer
durante varios días, pero no podemos sobrevivir por mucho tiempo sin beber. Del
mismo modo, tenemos un beber divino, es decir, tenemos que beber del Dios que fluye.
Nuestro Dios siempre es nuevo; también es un Dios que fluye, que siempre fluye. El
Padre es la fuente, y cuando la fuente brota, llega a ser un manantial, que es el Hijo.
Cuando el manantial fluye, llega a ser un río, que es el Espíritu. Por consiguiente, el Dios
Triuno es el Dios que fluye, compuesto por el Padre como fuente, el Hijo como
manantial y el Espíritu como río. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu como la
fuente, el manantial y el río— nos da a beber de El diariamente.

En un capítulo anterior dijimos que en un solo Espíritu fuimos bautizados en un solo


Cuerpo, y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu. El Señor Jesús también dijo:
“Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo
le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:14). Esta vida
es la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no sólo existe el Dios Triuno como nuestro
río de agua de vida, sino también el árbol de la vida que está en el río. El árbol de la vida
es el León-Cordero. Cristo como el Cordero redentor y el León vencedor resolvió el
problema de nuestro pecado y el enemigo de Dios, Satanás. Este León-Cordero como
nuestro árbol de vida tiene frutos frescos como nuestro suministro. De este modo la
Nueva Jerusalén se sostiene.

A. Establezca y pastoree las iglesias

Los tres aspectos del edificio divino de Dios son la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la Nueva
Jerusalén. Para obrar con Dios, para llevar a cabo la edificación divina de Dios en sus
tres aspectos, los colaboradores y ancianos debemos primero establecer y pastorear las
iglesias por el Cristo pneumático, el Cristo que es el Espíritu vivificante. Debemos
edificar las iglesias por el Cristo pneumático. La edificación de la iglesia es el ministerio
de Cristo en Su segunda etapa. En Su primera etapa sólo se menciona la iglesia (Mt.
16:18; 18:17); no había todavía en la actualidad la edificación de la iglesia. En la primera
etapa, El realizó sólo la redención jurídica al redimir al pueblo escogido de Dios, para
que fuera el material a fin de edificar de la iglesia. El no edifica la iglesia en el ministerio
de Su encarnación; el Cristo pneumático como Espíritu efectúa la edificación de la
iglesia en el ministerio de llegar a ser el Espíritu.

Por consiguiente, necesitamos establecer y pastorear las iglesias por el Cristo


pneumático, quien es el Espíritu vivificante, con Su salvación orgánica. Debemos
establecer y pastorear las iglesias no sólo por Cristo, quien es el Espíritu vivificante, sino
también al aplicar Su salvación orgánica.

B. Edifique y constituya el Cuerpo de Cristo

El segundo aspecto de la edificación divina es el Cuerpo de Cristo. Necesitamos edificar


y constituir el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces intensificado con
Su salvación orgánica siete veces intensificada. Esto nos lleva a la tercera etapa del
ministerio completo de Cristo, la cual es Su intensificación. La edificación de la iglesia
no se llevó a cabo en la primera etapa y, hablando estrictamente, tampoco en la segunda,
porque no se llevó a cabo con éxito. En la segunda etapa Dios estaba edificando la
iglesia. Pero, en vez de avanzar, la iglesia declinaba y se degradaba hasta que llegó a ser
una iglesia derrotada. Por tanto, en Apocalipsis, Cristo llegó a ser el Espíritu siete veces
intensificado para edificar y constituir el Cuerpo de Cristo de modo siete veces
intensificado.

Es posible que construir no sea algo orgánico; una casa es un edificio y es inorgánica.
Por otro lado, constituir es algo orgánico; nuestro cuerpo es constituido orgánicamente.
Es posible que la edificación no se relacione con la vida, pero la constitución sí se
relaciona con la vida. En la esfera divina y mística, la edificación y la constitución se
refieren a la misma acción; podemos llamarla edificación-constitución. Este es nuestro
idioma nuevo. Debemos edificar y constituir el Cuerpo de Cristo con vida. Para saber
cómo edificar el Cuerpo de Cristo, tenemos que estudiar a fondo los capítulos dos y tres.
Antes de empezar a edificar el Cuerpo de Cristo, debemos conocer la iglesia. Por lo
tanto, debemos empezar con la segunda etapa y luego entrar en la tercera. Después de
entrar en la tercera etapa, no debemos retroceder, sino que debemos permanecer en la
tercera etapa y experimentar diariamente la intensificación séptuple a fin de que
edifiquemos y constituyamos el Cuerpo de Cristo por Cristo como el Espíritu siete veces
intensificado con Su salvación orgánica siete veces intensificada.

C. Atavíe y lleve a su consumación


la Nueva Jerusalén

La Nueva Jerusalén es el tercer aspecto de la edificación divina. Debemos ataviar y


llevar a su consumación la Nueva Jerusalén con Dios el Padre como su fundamento de
oro, con Dios el Hijo como sus puertas de perlas y con Dios el Espíritu que obra para
producir su muro de piedras preciosas, bebiendo el Espíritu, quien es el fluir del Dios
Triuno, el río de agua de vida y comiendo a Cristo, quien es el León-Cordero que vence,
el árbol de la vida con Su suministro rico y fresco. Ya hablamos de la edificación y el
atavío de la Nueva Jerusalén en muchos mensajes. Apocalipsis 21:2 dice que la Nueva
Jerusalén estaba “dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. “Ataviarse” es
ponerse bonita. Este término no se puede usar con hombres; sólo se puede aplicar a las
mujeres. Sólo las mujeres se atavían.

Las expresiones usadas en las santas Escrituras son muy preciosas. Ustedes han leído
Apocalipsis muchas veces, pero ¿han notado la palabra ataviada? He leído la Biblia por
muchos años, pero sólo esta vez, cuando estaba escribiendo los bosquejos para los
mensajes, descubrí que la Nueva Jerusalén necesita no sólo ser llevada a su
consumación sino también ataviarse (Ap. 21:19). Es ataviada con oro puro, perlas y
piedras preciosas, es decir, con el Dios Triuno como elemento.

En 1 Corintios 3:9 Pablo dijo: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Luego
en el versículo 10 dice: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica”. Lo que Pablo quería decir era: “Ya puse un fundamento; nadie más
necesita poner otro cimiento. Lo único que se debe hacer es edificar sobre lo que ya está
puesto. Pero deben tener cuidado. Si edifican sobre el fundamento con madera, heno y
hojarasca, harán daño al edificio de Dios. Necesitan edificar con oro, plata y piedras
preciosas”. Por ejemplo, tenemos un edificio que ha de ser edificado con oro, plata y
piedras preciosas. Pero usted pone unas piezas de madera sobre él, y pone un montón
de heno y hojarasca encima. Esto no es ataviar el edificio, sino hacerle daño. En 1
Corintios 3:17 se nos advierte que no destruyamos el templo de Dios. La palabra griega
que se traduce destruir significa “arruinar, corromper, contaminar, hacer daño”.
Edificar con los materiales despreciables como madera, heno y hojarasca es destruir el
templo de Dios. Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Según he
observado, nadie que dañe el Cuerpo de Cristo obtiene beneficios. Durante estos setenta
años he visto claramente que los que han dañado al Cuerpo de Cristo sufrieron las
consecuencias y fueron destruidos por Dios. Esto es un asunto serio.

Hoy estamos aquí no para destruir el Cuerpo de Cristo sino para adornarlo. No me
atrevo a llevar mi carne conmigo a edificar la Nueva Jerusalén; eso sería destruir la
Nueva Jerusalén. No me atrevo a llevar mis opiniones, mi viejo yo, mis preferencias ni
mis puntos de vista a edificar la Nueva Jerusalén. Simplemente quiero estar en temor y
temblor para decorar el edificio divino con Dios el Padre como oro puro, Dios el Hijo
como perla y Dios el Espíritu como el muro de piedras preciosas. Todos debemos tener
esta actitud en nuestra vida.

¿Cómo sostenemos esta vida? En este edificio, en medio de esta ciudad, fluye un río de
agua de vida para que bebamos de él, y en el río crece el árbol de la vida para que
comamos de él. Lo que bebemos y lo que comemos son el Espíritu y Cristo, es decir, el
Dios Triuno. El Espíritu es el fluir del Dios Triuno; Cristo es la corporificación del Dios
Triuno. Si como y bebo al Dios Triuno, soy sostenido; tengo oro, perlas y piedras
preciosas. Si no como a Dios ni bebo al Señor, no tengo oro ni perlas ni piedras
preciosas; sólo tengo madera, heno y hojarasca. Esto no quiere decir que sólo el hecho
de enojarnos sea considerado madera, heno y hojarasca. En realidad, es posible que
nuestra mansedumbre e incluso nuestro servicio diligente no sean el Dios Triuno sino
madera, heno y hojarasca.
Anteriormente había un cuadro grande en mi estudio en el cual estaban escritas las
siguientes palabras: “...él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego” (1 Co.
3:15). Si uno edifica el templo de Dios con oro, plata y piedras preciosas, recibirá un
galardón. Pero si edifica con madera, heno y hojarasca, la obra será consumida, pero
uno mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego. Esto es semejante a un
terreno que está en llamas, y la madera, el heno y la hojarasca que haya ahí se queman.
El terreno mismo no se consume, pero pasa por el incendio. Colgué esa porción de 1
Corintios en la pared de mi casa para recordar siempre: “Hombre, ten cuidado; no trates
de edificar el Cuerpo de Cristo ni la Nueva Jerusalén con tu naturaleza, tu manera de
ser, tu viejo yo, la vieja creación, el ego, tus inclinaciones y tus preferencias. Si lo haces,
destruirás el Cuerpo de Cristo”. Cuando tocamos la meta eterna de Dios, o sea, la Nueva
Jerusalén, necesitamos ser muy puros; no debemos ser descuidados.

En resumen, en este mensaje vemos que debemos laborar con Dios para que El obtenga
Su edificio divino en tres aspectos: la iglesia, el Cuerpo y la santa ciudad. El edificio de
Dios es primero una asamblea como la iglesia, luego un Cuerpo, y finalmente una
ciudad. Siendo exactos, la Nueva Jerusalén se lleva a su consumación no sólo al ser
edificada sino al ser adornada con oro puro como base, con perlas como sus puertas y
con piedras preciosas como su muro. Esta es la morada eterna de Dios, Su
agrandamiento, expansión y expresión eternos.

Espero que aprendan a memorizar, recitar y hablar estos mensajes. Cuando yo estaba
aprendiendo del hermano Nee, nunca usaba artimañas. Sólo hablaba de la manera que
él hablaba, e incluso usaba las mismas expresiones. Después, otros me criticaban,
diciendo que yo decía las mismas cosas que el hermano Nee, y que incluso mis gestos al
hablar eran los mismos que los de él. Una vez cierto pastor se burló de mí diciendo:
“Sólo sabes imitar las palabras del hermano Nee; lo que él dice, tú lo dices”. Dije: “Esa es
mi gloria”. Dije para mis adentros: “Francamente si usted trata de imitarle, no podrá
hacerlo”. Poder imitar es una bendición; poder recitar es una bendición. No traten de
inventar palabras nuevas. Espero que todos nosotros entremos en la realidad de estos
mensajes.

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