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Dolores del alma: Duelo, melancolía, depresión

Cuando muere un ser querido, al concluir una relación amorosa, al abandonar un


ideal o proyecto, después de una mudanza, frente a la cercanía de la jubilación,
etc. Toda vez que sufrimos alguna pérdida nos vemos ante la dolorosa tarea de
atravesar un duelo.
En su texto de 1917 “Duelo y melancolía” Freud dice:
“… El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona
amada, o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal,
etc …”
Es un proceso normal que se lleva adelante ante estas circunstancias no
deseadas, involucra toda la personalidad e incluso las relaciones con los
otros. Sumerge a la persona en una crisis vital que podrá concluir con su superación y
mayor crecimiento personal, o por el contrario puede debilitarlo y predisponerlo a todo
tipo de trastornos ya que no todas las personas disponen de recursos suficientes para
enfrentar y elaborar adecuadamente una pérdida.
Las causas desencadenantes de un duelo pueden ser múltiples, pero todas ellas tendrán
como base común la valoración afectiva que consciente e inconscientemente es
atribuida a aquello que se ha perdido. No se lo considera un estado patológico, pasado
cierto tiempo se lo supera, cosa que es bien distinta a lo que ocurre en la melancolía que
efectivamente constituye un estado patológico.
El primer médico que describió la melancolía fue Hipócrates en el siglo IVantes de
Cristo y se lo ha considerado el padre de la medicina
modernaoccidental. Posteriormente hubo muchos más desarrollos de este concepto,
entre ellos los de la psiquiatría alemana y francesa, actualmente se habla
de depresión.
Ante circunstancias similares algunas personas desencadenan un duelo, otras un
cuadro melancólico. En estas últimas hay una disposición para este tipo de reacción.
Tanto el duelo como la melancolía se caracterizan por un estado de desazón, dolor,
cancelación del interés por el afuera, pérdida de la capacidad de amar y la inhibición
de toda productividad. A lo que se agrega en la melancolía una perturbación en el
sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones.
Se trata de un enorme empobrecimiento del Yo, pues éste se menosprecia y enfurece
contra sí mismo. Este cuadro por lo general va acompañado de insomnio, repulsa del
alimento y un desfallecimiento de la pulsión que compele a todos los seres vivos
a aferrarse a la vida.
Etimológicamente el término duelo significa “dolor” y también “desafío o combate
entre dos”.
En su ya clásico artículo Freud destacó especialmente que, en contraste con la pérdida
conciente que caracteriza al que sufre un duelo normal, en la persona
melancólica parece que la pérdida fuese de un objeto inconciente.
En el duelo es el mundo quien ha quedado pobre y vacío mientras que en
la melancolía es la persona quien se siente de esa manera, es
decir empobrecido y despreciable, por eso lo riesgoso de un suicidio en estos casos.
El duelo demanda un trabajo que una vez cumplido, el yo se vuelve otra vez libre y
desinhibido.
Ese objeto ya no está, se trata de aceptar la ausencia, en esto consiste el trabajo del
duelo. Esta aceptación se va dando de manera lenta y prolongada en el tiempo, es un
reconocimiento, una asimilación paulatina de esa pérdida, aunque por un lapso de
tiempo dicho objeto continúa en lo psíquico.
Esta es una diferencia con la melancolía. No es que el melancólico no sabe que perdió
algo, lo sabe pero no lo quiere o no lo puede creer, por más que lo sepa no se entera,
no se anoticia de ese hecho traumático para él porque hay algo inconciente que atañe
a esa pérdida.
LO FATAL (Rubén Darío)
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos.
Si bien suena un poco melancólico, este poema pareciera hablarnos, entre otras cosas,
de la incertidumbre que es propia de la vida misma y del dolor de existir, que a
algunos se les torna tan insoportable que optan por el suicidio. El suicida es el que
desiste del dolor de existir.
Si la muerte se presenta como un interrogante al que se le pretende dar respuesta
desde la filosofía, la religión y las diferentes culturas, porque no tiene representación
psíquica, es inimaginable; el suicidiodeja abierto en los que quedan un eterno ¿por
qué? ya que se torna en un acontecimiento enigmático, es un acto
mudo. La respuesta será un secreto que guardará por siempre el que optó por darse
muerte. Los deudos quedan con un profundo sentimiento de desvalimiento y dolor.
El acto suicida expresa un sentimiento de vacío de sentido y la imposibilidad de
ensayar cualquier otra estrategia para la vida, se trata de una medida extrema.
No es lo mismo el suicidio consumado que el intento de suicidio que es fallido y oficia
como un llamado, un alerta, un pedido de ayuda al que hay que acudir.
Si frente al suicidio de un ser querido se opta por el silencio, se obstruye la posibilidad
de poner palabras al dolor, la bronca, la indignación, el sufrimiento y no es posible la
elaboración del duelo.
Desde el psicoanálisis se habla tanto de melancolía, como así también
de depresiones y afectos o rasgos depresivos, que se presentan de manera diferente
según la estructura del sujeto; no es lo mismo una depresión en la neurosis que en la
psicosis. Al hablar de estructura hago referencia a los tres grandes grupos, neurosis,
psicosis y perversión.
Hay una variedad de manifestaciones, lo que importa es la particularidad de cada
caso. Detrás de esta variedad se encuentra algo inherente a la condición humana, a
lo que somos como sujetos y que tiene que ver con lo que Lacan, quien fue un psiquiatra
y psicoanalista francés, continuador de la obra de Freud, nombraba como el “dolor de
existir” que nos muestra la vida como vacía de sentido, es el dolor propio a la existencia
humana.
Hay quienes no pueden hacer otra cosa que quedarse instalados en este dolor ya que
se complacen, sin saberlo, en el sufrimiento mortífero. Esto opera a nivel
inconciente.
Lo opuesto es el camino del deseo, es decir la posibilidad de atravesar este dolor. A
esto conduce un tratamiento psicoanalítico.
Miguel Hernández, en su poema, “El rayo que no cesa”, habla del dolor de existir con
absoluta claridad.
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena en mi paz y pena en mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!
Las depresiones contemporáneas no solo se producen por una falta del objeto de amor,
es decir por una pérdida o ausencia, sino que además ocurren por una excesiva
presencia del objeto de goce. Son depresiones del confort, de la rutina, que surgen
del empuje maníaco del mundo actual, de la banalidad de nuestra cultura del
entretenimiento y el consumismo.
Otra forma que toma la depresión hoy en día tiene que ver con el aburrimiento, con
la falta de proyectos, el no saber que hacer con la propia vida.
La otra cara de la melancolía es la manía. En la actualidad, desde la psiquiatría se
habla de trastornos bipolares. Esto es, en un polo la depresión o melancolía y en el
otro la manía. Antes se lo conocía como enfermedad maníaco depresiva.
La manía presenta los síntomas opuestos a la melancolía, que
son inhibición y depresión.
Se caracteriza por un estado de euforia y desinhibición. Es una fase de triunfo del Yo
sobre el objeto perdido que se libera y por lo tanto queda disponible para sí el monto
de energía (libido) que estaba puesta en el sufrimiento melancólico.
No toda melancolía gira hacia el polo maníaco, solo algunos casos muestran esa
alternancia, son cuadros cíclicos que con un tratamiento adecuado logran estabilizarse.
Frente a este síntoma de lo contemporáneo el psicoanálisis ofrece la posibilidad de
tratar el dolor de existir de manera distinta a la que ofrece el discurso imperante en
nuestra sociedad, una forma de tratamiento que no va por la vía de las recetas fáciles
ni de los manuales ni de la mecanización tecnológica sino por la vía de restituir la
palabra y la dignidad del sujeto.
Al dolor de existir se contrapone la alegría de vivir que algunos sienten por el solo
hecho de estar vivos, levantarse por las mañanas, aunque cueste y ver salir el sol, aunque
esté nublado. Por estar sanos o luchando contra alguna enfermedad, por estar peleando
para salir de alguna crisis o duelo, o sencillamente por lo maravilloso de honrar la
vida, como dice Eladia Blázquez.
Hay muchas personas que, atravesando un duelo logran ponerse en actividad,
ocuparse de sí mismas, de sus cosas, poner la energía en proyectos, estar en
compañía de sus afectos, leer, distraerse; en fin, crean otros paraísos ya que el que
tenían lo perdieron para siempre.
Hacen todo eso en lugar de entregarse a la depresión, que es como entregarse a la
muerte.
No evitan el dolor ya que es inevitable y no hay analgésicos para el alma, solo algunos
antidepresivos que atenúan un poco el malestar. Llevan el dolor con dignidad que no
es poca cosa, pueden llorar por lo perdido y es preferible hacerlo ya que el agua al
estar estancada se pudre. Es así como se liberan del martirio de agregarle más dolor al
inherente a un duelo.
No se trata de negar lo acontecido ni hacer de cuenta que “acá no pasó nada”, no
estoy hablando de eso. Tampoco es cuestión de hacer un esfuerzo por olvidar,
eso viene como resultado de la elaboración realizada y del paso del tiempo, que junto
a esa elaboración van cerrando las heridas. El dolor cede, no será eterno, aunque
mientras se lo siente parece que así lo fuera.
Luchar para no morir en vida, no es tarea sencilla, implica un esfuerzo enorme,
aunque bien vale la pena intentarlo ya que conecta con el propio deseo y aleja de la
muerte.
La resiliencia es un concepto que viene de la física, se refiere a la capacidad de
resistencia elástica de algunos materiales para soportar un choque y volver a
recuperar la forma inicial o aún lograr una forma mejor.
Es decir que se trata de la cualidad de mejorar que tienen algunos elementos al ser
sometidos a condiciones extremas. La psicología ha adoptado este término para
describir la capacidad que tienen algunas personas de enfrentar experiencias
adversas, sobreponerse y salir fortalecidos o transformados para bien

1. ¿Estructura o síntoma?

Desde un punto de vista de la nosología psiquiátrica la depresión se


considera una entidad clínica definida. Se conceptualiza por un
conjunto de manifestaciones observables que las agrupa como una
entidad clínica diagnóstica. En el psicoanálisis estructural la
depresión es vista de otra forma. Se considera un síntoma que se
instala en la estructura clínica inconsciente de un sujeto en particular.
La depresión no es una estructura inconsciente por sí misma. Por lo
tanto, podemos tener síntomas depresivos en estructuras
inconscientes neuróticas de tipo histéricas, obsesivas,
psicosomáticas o en las psicosis propiamente dichas. Existen una
serie de estados mentales similares que tienen algunos razgos en
común con el síntoma <depresión>, pero que sin embargo son
diferentes unos de otros. Me refiero a la diferencia que existe entre la
depresión y el duelo, el vacio, el goce y finalmente entre la depresión
y el acto suicida, que son cosas diferentes.

2. Depresión y duelo
El duelo es un estado afectivo normal producido por la pérdida de un
objeto de amor o su equivalente metafórico (la libertad o los ideales).
Se caracteriza por la presencia de tristeza, llanto, dolor psíquico y
retraimiento. En el proceso del duelo, el Yo del sujeto tiene que hacer
un doloroso trabajo de aceptar la pérdida del objeto amado. Esto
significa lograr paulatinamente el retiro de la investidura libidinal
(catexias) que están colocadas en el objeto perdido. A su debido
tiempo, cuando el duelo sigue un curso normal, el sujeto podrá hacer
investidura de catexia libidinal en un nuevo objeto de amor. Por esta
vía termina el duelo y el sujeto sigue adelante con su vida. Este
proceso normal de duelo se puede patologizar por diversas razones.

3. Las pérdidas necesarias

A lo largo de la vida el sujeto tendrá que enfrentar progresivamente


la separación y pérdida del objeto de amor. Asi el bebé se tendrá
inevitablemente que separar del pecho alimenticio (o el biberón) para
seguir su desarrollo. Se separará de la madre (o substituta) de quién
está apegado/a para lograr adaptarse al pre/escolar. Y asi
susesivamente a lo largo de toda su vida. La dificultad o incapacidad
para aceptar y tolerar las pérdidas necesarias solo tendrán como
consecuencia la detención del desarrollo y la permanencia de un
estado mental infantil.

4. El duelo patológico

Cuando la relación previa con el objeto perdido ha sido


predominantemente ambivalente producida por la presencia de
intensas pasiones de amor y odio, el sentimiento inconsciente de
culpabilidad hacia el objeto perdido, va a dificultar o entorpecer
gravemente el proceso del duelo normal. Se establecen mecanismos
de autocastigo y de penitencias autoimpuestas para calmar los
sentimientos inconscientes de culpabilidad. Entramos así, en lo que
podemos llamar –patología del proceso del duelo (Freud, 1917).
Como todos sabemos, la clínica de un duelo patológico varía según
el principio del caso por caso.

Es útil aclarar que la patología del proceso del duelo se puede


originar por otras razones, diferentes a la producida por los
sentimientos inconscientes de culpabilidad. Me refiero a los casos en
que la relación con el objeto amado (relación self/objeto) ha tenido
características simbióticas o de fusión con el objeto. En esos casos
el sujeto sobreviviente, siente que la pérdida del objeto de amor es
intolerable. Siente que el mundo se acaba, que ya no tiene piso sobre
el cual pararse. Desean morirse y desaparecer junto al objeto de
amor. Cuando el objeto de intensa dependencia o de relación
simbiótica ha desaparecido, el sujeto abandonado siente que sin ese
objeto, sencillamente ya no le es posible vivir. La experiencia muestra
que luego de un breve período, el sujeto establece bastante rápido,
una nueva relación simbiótica que va a permitir la sobrevivencia.

5. El estado depresivo

Como dije anteriormente se trata de un síntoma que se instala en la


estructura neurótica o psicótica cuando se cumplen cuatro requisitos:
(a) cuando previamente en la historia del sujeto existe <un
predominio> del vínculo de odio con el objeto (b) Va devenir
posteriormente en odio a si mismo. (c) cuando este odio al objeto va
unido a la aparición azarosa de una experiencia de fracaso y (d) La
pérdida de la esperanza.

(a) Sobre la lógica del odio

El odio al objeto es algo inevitable en el ser humano. Es inevitable


porque la relación temprana del niño pequeño con su madre implica
la doble experiencia con el pecho: de satisfacción y frustración (Klein,
M. 1932, 1952). La experiencia de satisfacción va a producir la
introyección de un objeto amado (objeto bueno) y la experiencia de
frustración con lleva la introyección del objeto odiado (objeto malo).
Esta dialéctica es inexorable inevitable. Por lo tanto si todos nosotros
tenemos en mayor o menor grado un vínculo de amor/odio con el
objeto, teoricamente todos tenemos la posibilidad de instalar un
síntoma depresivo. Lo cual es cierto. Pero, para que se instale en
forma patológica, se necesita que previamente exista un predominio
del vínculo de odio, sobre el vínculo de amor. Además se necesita
del desencadenante de la experiencia de fracaso.

(b) El odio a si mismo

El predominio del odio al objeto en el infante, va a provocar excesivas


introyecciones identificatorias con el objeto odiado, provocando una
disminución del amor o de la estima por sí mismo, o si se quiere una
disminución de la autoestima en el sujeto. Cuando el odio al objeto
se convierte en odio a sí mismo, se da inicio a las manifestaciones
sintomáticas de un estado depresivo. Si la historia del desarrollo
temprano del sujeto ha mostrado dificultades adicionales, es posible
que este tipo de sujeto funcione con un predominio de mecanismos
mentales primitivos con serias dificultades en la capacidad de
discriminación del sujeto con el objeto (discriminación self/objeto).
Esto lleva a la pérdida de la capacidad de alteridad y a la tendencia
a la fusión objetal, lo cual unido a la ausencia o disminución de la
autoestima, nos explica la intensidad y fijeza de algunos estados
depresivos.

(c) La experiencia del fracaso

Las experiencias ulteriores de la vida, que incluyen las experiencias


subjetivas de éxito y de fracaso en cualquiera de sus formas: fracaso
escolar, amoroso, profesional, familiar, financiero, pérdida de la
belleza, pérdida y mutilación de órganos, que introduce en la escena,
la ficción de la castración imaginaria. El fracaso vivido (experiencia
subjetiva) puede contribuir a desencadenar la presencia del odio que
ya pre-existe en el sujeto. Por vía de la envidia y de los celos el sujeto
va a odiar al objeto. En mi opinión la energía para el odio, que en
último caso puede provocar la muerte del sujeto, proviene de la
pulsión de vida y no de la pulsión de muerte. Por lo tanto siempre me
encuentro en desacuerdo con el cliché repetido una y otra vez, de
que un acto suicida no es más que la pura expresión de la pulsión de
muerte.

(d) La desesperanza

La desesperanza refiere a la renuncia del sujeto de ser amado por el


otro. Si el odio al otro, que debido al mecanismo del regreso de lo
proyectado, termina siendo odio y desprecio a sí mismo, y este
mecanismo coincide o es simultáneo con el sujeto en estado de
desesperanza, que refiere como hemos visto a la renuncia de ser
amado por el otro, este odio a sí mismo, va a ofrecer la energía
necesaria para mantener este estado depresivo. El sujeto que
renunció a ser querido por el otro y el otro como objeto odiado (objeto
internalizado) mantiene esta dialéctica de desesperanza.

7. La clínica del vacio

La experiencia analítica actual nos muestra repetidas veces la


existencia de nuevas patologías. Es común escuchar el síntoma de
la presencia de un vacio interior. Un algo indefinible, un vacio en el
pecho acompañado de un malestar sin nombre, a veces con angustia
y con la sensación de no tener un propósito en la vida. A veces estos
pacientes se preguntan ¿para qué vivir? Algunos pacientes lo
califican espontáneamente como un problema depresivo crónico. El
estudio de este síntoma, cada vez más frecuente, nos ha llevado a
interesantes descubrimientos.

El sujeto en cuestión, es capaz de establecer relaciones objetales


significativas y establece transferencia con el analista, lo cual nos
deja ver que no se trata de un nucleo autista neurótico (Tustin, F.
1965). Sin embargo en estos casos que presentan una clínica del
vacio, encontramos que a pesar de establecer vínculos de amor y
odio y tener una vida familiar y profesional activa, refieren la
presencia a lo largo de toda su vida de este vacio interior y de la
sensación de no tener un propósito en la vida. Lo que han hecho y
tienen, lo han logrado pasivamente empujados por los ideales y
propósitos de la familia. Es importante mencionar que estos
analizandos no presentan una disminución de la autoestima, ni una
dialéctica intensa de odio a si mismos. La esperanza aparece
cuetionada. No hay una clínica depresiva verdadera.

8. Lógica del vacio

En el estudio de la historia infantil de estos sujetos encontramos


sujetos muy inteligentes, capaces de luchar por la supervivencia,
pero con una particular dificultad en la relación temprana con la
madre. Madres presentes, pero frías y distantes. Más que la
presencia de un objeto materno odiado, encontramos la presencia de
un objeto ausente. Así la psique de estos sujetos se constituye con
un hueco estructural. Un hueco que puede variar de dimensiones
según haya sido la magnitud de la percepción subjetiva de la
ausencia del objeto materno. Entran en la relación triangular con el
padre e instalan un complejo de edipo. En algunos casos un edipo
positivo y en otros un edipo negativo. Así encuentro casos de mujeres
casadas y con hijos, que disfrutan hasta cierto punto su vida erótica
heterosexual, pero que anhelan el amor de una mujer (la madre
ausente). Igualmente a veces encuentro una clínica del vacio en
mujeres bulimicas. Los hombres con una clínica de vacio muchas
veces buscan llenar el hueco constitutivo con actividades
compulsivas como la seducción y el donjuanismo, o el juego y el
alcohol. Todos estos síntomas <que tienen la intensión> de aliviar el
vacio interior, serán intentos fallidos, porque la sensación del vacio
corresponde con un hueco estructural, que puede ser aliviado con un
artificio de la vida: el síntoma. Pero, el hueco en sí, no puede ser
curado. Es parte constitutiva del sujeto. Hay que aprender a vivir con
eso.

9. Lógica del sufrimiento

La teoría del goce es introducida en psicoanálisis por Jaques Lacan


en la década del sesenta en su famoso seminario de la Etica (Lacan,
J. 1960). Esta innovación representa una contribución muy
importante al psicoanálisis, ya que nos va a permitir avanzar en el
estudio del sufrimiento psíquico. Recordemos que Sigmund Freud ya
había introducido en 1905 y luego en 1924 amplió su teoría del
masoquismo humano (Freud, S. 1905, 1924). Allí Freud distinguió
tres tipos de masoquismos: el masoquismo sexual, el moral y el
femenino. En esta teoría, el masoquismo es producto de un conflicto
inconsciente de culpabilidad, del cual naturalmente el sujeto no tiene
consciencia. Este conflicto de culpabilidad inconsciente, empuja
irremediablemente al sujeto a buscar formas de sufrir (expiación
inconsciente). La paradoja nos muestra como este sufrimiento
representa a la vez un alivio para el sujeto. Es necesario precisar que
en esta clínica del masoquismo no encontramos ninguno de los
elementos de la lógica depresiva. No existe un desencadenante de
fracaso, ni existe un predominio de vínculo de odio con el objeto, ni
una autoestima disminuida, ni la desesperanza. Al contrario el
masoquista muchas veces muestra su gran autoestima, su posición
de afirmación en la vida y su capacidad de tolerar (disfrutar) el dolor
y el sufrimiento. Esta claro que son dos tipos de clínicas diferentes.
La lógica masoquista es una cosa y la depresiva es otra.

10. Clínica del Goce

Pero resulta que en la clínica psicoanalítica actual existen sujetos que


no pueden escapar de la necesidad de sufrir (Lacan, J. 1960, Lander,
R. 1996). Es más, para mantener su equilibrio psíquico, necesitan
sufrir. Al estudiar estos casos encontramos que no corresponden al
masoquismo clásico freudiano. No encontramos indicios de
sentimientos inconscientes de culpabilidad. Sin embargo la
permanente búsqueda de sufrimiento se mantiene presente. Lacan
introduce su teoría del goce como un fenómeno estructural del cual
ningún ser humano puede escapar. Siguiendo a Freud, Lacan
plantea que es un algo implícito en la lógica de la pulsión. Se ubica
en un más allá del principio del placer freudiano (Freud, S. 1920).
Toda persona tendría un montante de goce en su vida cotidiana. Este
goce, está más allá del placer, es decir se plantea como una forma
especial de regodeo en el sufrimiento. A esto se le llama goce.
Cuando el montante de goce es elevado, el analizando se nos
presenta con una clínica similar a la depresiva: una situación de vida
que inevitablemente le conduce al sufrimiento, una incapacidad de
resolver la situación (porque en el fondo no desea resolverla), la
paradoja nos muestra un deseo de no seguir viviendo de esa forma
(ya que se encuentra atrapado), una cierta desesperanza a veces
con llanto (otras veces no) y una ausencia de la alegría de vivir. La
historia de infancia revela la presencia de serias dificultades en los
primeros años de viva. Así encontramos historia de abandonos,
carencias y pérdidas graves. Historia de guerra, muerte, pobreza.
Separaciones traumáticas de los padres con abandono afectivo.
Drogadicciones y patología mental grave de los padres. Este
panorama patológico de la temprana infancia, introduce un montante
cotidiano de sufrimiento que queda inscrito en la estructuración de la
personalidad. Otros sujetos tienen en su historia un monto de
sufrimiento menor. Lo importante es que este goce (sufrimiento) es
necesario para el equilibrio psíquico de estos sujetos. Por lo tanto no
puede ser <curado>. Muchos de estos analizandos durante el
proceso analítico aumentan el conocimiento que tienen de si mismos.
Abren nuevas oportunidades para vivir mejor, rescatan mucha de la
capacidad de placer ubicada en su vida sexual, pero no logran
deshacerse de su necesidad de sufrir. Su necesidad de goce es parte
de su ser, necesaria para su equilibrio psíquico. Es útil aclarar que
estos analizandos no presentan una dinámica de odio al objeto, ni a
sí mismos. No presentan una disminución de la autoestima. Asi pués
el estado de goce, no es un estado depresivo per se, ni un estado
masoquista.

Depresión y acto suicida

El suicidio es un acto, pero no todo acto suicida surge de un sujeto


con clínica depresiva. La lógica del acto suicida nos permite
diferenciar al menos dos tipos fundamentales de acto suicida. (a) el
acto suicida como síntoma (b) el acto suicida radical. No voy a
presentar en este trabajo la lógica del acto suicida. Solo voy a hacer
ciertos enunciados que pueden ser profundizados en mi trabajo
titulado <Lógica del acto suicida>.
Abordaré el estudio del acto suicida desde dos vértices diferentes.
Primero el acto suicida que se origina en un acting out del sujeto. Me
refiero específicamente al <acto suicida como síntoma>. Segundo, el
acto suicida originado en un pasaje al acto. Aquí me refiero al
<suicidio radical>. La ética y la estética de ambos actos estarán
determinadas por la dinámica del odio y la del sacrificio y los ideales.
Fundamento la diferencia de estos dos actos suicidas en los
conceptos psicoanalíticos del <acting out> y del <pasaje al acto>.

(a) El suicidio como síntoma

Provoca una muerte equivocada. Se trata de una muerte que no ha


debido ocurrir. El sujeto potencialmente suicida, en medio de un serio
conflicto neurótico o psicótico puede poner en escena su violencia
suicida <sin saber> con claridad el motivo por el cual busca la muerte.
Es una escena donde alguien resulta muerto sin saber las razones
de su propia muerte.

(b) Acto suicida radical y heroico

Lo llamo así porque en este acto suicida existe una buena razón para
morir. No se encuentra la clínica de la desesperanza, ni el vínculo
dramático de odio al otro y a sí mismo. El deseo de ser el deseo del
otro está intacto. El deseo de ser amado está satisfecho. No hay
desesperanza, ni desvalorización personal. Incluso puede existir una
intensa catexia objetal libidinal con vínculo de amor al objeto. Sin
embargo el sujeto tiene un claro deseo de morir y una lógica de la
muerte.

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