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A inicios de julio se dan a conocer los audios del Consejo Nacional de la Magistratura
(órgano encargado de elegir, renovar, ascender y remover a los jueves y fiscales), una serie
de grabaciones que pusieron al descubierto toda la red de corrupción incrustada en el poder
judicial. Audios que involucraban a políticos como el congresista Héctor Becerril, y la
mención de una tal “señora K”, todo apunta a que se trataría de Keiko Fujimori. Ante este
contexto el presidente aprovecha la oportunidad y toma una postura de liderar la lucha
contra la corrupción.
Poco más de una semana después el primer ministro, Javier Villanueva, junto al
presidente entregaron al congreso los proyectos de ley que contienen las reformas
mencionadas durante el mensaje a la nación. Dichas reformas contienen 4 puntos:
Bicameralidad, la no reelección sucesiva de congresistas, la regulación en la financiación
de los partidos, y la reforma del Consejo Nacional de la Magistratura.
Para que se lleve a cabo el referéndum, primero el congreso debe aprobar los
proyectos de ley enviados por el ejecutivo. El fujimorismo cuenta con una mayoría absoluta
para aprobar dichos proyectos, como a su vez también de mejorarlos, hacerlos más
perfectibles, ya que estos cuentan con carencias. Por ejemplo, no se habla de la mal usada
inmunidad parlamentaria, o de un mayor debate en torno a la configuración de los futuros
senadores y diputados, etc. En eso se debió concentrar el fujimorismo, en ampliar la
reforma, mejorarla, fortalecerla y no en obstaculizarla.
El desarrollo de este proceso de referéndum permite ver las taras del país. Posturas
polarizadas y extremistas que muestran la continua y tradicional cultura política peruana
basada en el “anti”, en la descalificación a priori de toda postura o propuesta que no venga
del sector que uno representa o con el que simpatiza. Sin duda, en su dimensión de
realpolitik, la política es el enfrentamiento de intereses, de la demostración de poder; pero
también la política es conciliar, buscar o negociar puntos medios que permitan un grado de
cooperación en pro del bienestar del país. Un enfrentamiento Ejecutivo-Congreso, no
beneficia a nadie. El desgaste de tal enfrentamiento debe ser canalizado en la mutua
fiscalización de ambos poderes, que permitan un fortalecimiento de la democracia, y de un
estado donde prime el respeto por las normas.