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Ciudad Hojaldre.

Visiones urbanas del siglo XXI.


Carlos García Vázquez.
Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2004, págs. 137-140.

Fenomenológia y psicoanálisis:
“ciudad de los sentidos” y “ciudad interior”

El camino que llega hasta el cuerpo vivido arranca en la Escuela Fenomenológica, un grupo
de pensadores agrupados en torno a la figura de Edmund Husserl que, a principios del siglo
XX, comenzó a reivindicar el papel que desempeñaban los sentidos corporales en la
comprensión del entorno. La fenomenológia entendía que las fuentes del conocimiento
personal estaban en el cuerpo (“yo soy mi cuerpo”, afirmaría Maurice Merleu-Ponty), por lo
que se intereso por la recepción del medio exterior a través de los sentidos.

Este interés se traslado a la teoría urbana. Al ser percibida por los ojos, la nariz, los oídos, la
boca y las manos, y al responder a ella con esos mismos órganos, la ciudad que intuía la
fenomenológia estaba íntimamente ligada a la experiencia vivida por el cuerpo. La “ciudad
de los sentidos” ponía en crisis el espacio urbano abstracto que intentaron construir los
arquitectos del movimiento moderno, herederos del pensamiento platónico-cartesiano y
convencidos de habitar en un entorno mental donde las sensaciones físicas no contaban,
convencimiento que se plasmo en formas urbanas sensorialmente neutras.

Consciente del empobrecimiento de la experiencia personal que ello suponía, la


fenomenológia optó por construir un discurso urbano alternativo. Fue Kevin Lynch quien, en
1960, marcó todo un hito en dicho empeño gracias a La imagen de la ciudad, 22 un libro que
trataba sobre el aspecto de las ciudades, es decir, sobre como eran percibidas por los
habitantes a través de los sentidos, con especial incidencia en la vista. Pero La imagen de la
ciudad también era un libro sobre la representación intelectual que los ciudadanos
elaboraban a partir de sus vivencias cotidianas, lo que traspasaba la mera visualidad para
enlazar con la memoria colectiva, es decir, traspasaba el cuerpo para conectar con la mente.
Paradójicamente, el interés fenomenológico condujo a Lynch a concepciones de claro
enfoque culturalista que postulaba a la ciudad histórica como paradigma del “buen” espacio
urbano.

Actualmente, la fenomenológia parece haber retornado a la esencia de su discurso. A


diferencia de lo que planteo Lynch, trata de poner en valor los sentidos que tradicionalmente
fueron segregados por la cultura occidental, es decir, todos menos la vista. María Ángeles
Durán,23 catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, ha puesto de
manifiesto cómo éstos pueden dotar de nuevos significados a la ciudad. Existen percepciones
sensoriales que son indeslindables de la identidad de algunas de ellas, como la sonora (la
lluvia en Dublín o el viento en Chicago), la olfativa (el azahar de Sevilla o las especies de Fez),
o la táctil (el color de Bagdad o la humedad en la Habana). El paradigma histórico de la
ciudad de los sentidos es la ciudad islámica, donde las corrientes del aire, los flujos de agua,
el color del territorio, el aroma de las plantas, etc., formaban parte del diseño urbano. Como
22
LYNCH, Kevin, The Image of the City, The MIT Press, Cambridge (Mass.), 1960; (versión castellana: La imagen de la ciudad,
Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 19983).
23
DURÁN, María Ángeles, La ciudad compartida. Conocimiento, afecto y uso, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de
España, Madrid, 1998, págs, 129-158.
todo ello se traduce en calidad de vida, Durán se cuestiona: ¿porque no rescatarlo para la
ciudad contemporánea?

Este reto ha preocupado principalmente a los arquitectos japoneses, que han tendido a
asociar fenomenológia con nuevas tecnologías. Arata Isozaki 24 declara haber descubierto su
interés por la primera un atardecer en Park Avenue, cuando se sintió fascinado por los
reflejos que manaban de los muros cortina de los rascacielos neoyorquinos, por los destellos
fluorescentes de su interior, por la tradición brillante que inundaba el espacio urbano... En ese
instante, los objetos materiales perdieron peso, la ciudad se convirtió en ingrávida y el
mundo se hizo traslucido. Isozaki reconoce haber disfrutado de una intensa experiencia
urbana cuyo protagonista había sido su propio cuerpo, a través del cual se había filtrado la
ciudad. A partir de ese momento comenzó a investigar como reproducir artificialmente la
magia de ese espacio tan particular, lo que le condujo hacia nuevas tecnologías y el uso casi
alucinatorio que el comercialismo hace de ellas.

La fenomenológia no ha sido la única que ha construido un modelo de comprensión de la


ciudad a partir del cuerpo vivido. También el psicoanálisis se ocupo de ello, si bien desde
presupuestos diferentes: no apelo a los sentidos corporales sino al subconsciente mental. En
este sentido, se ha acusado a la fenomenológia de centrarse en cuerpos anónimos y órganos
sensomotores, y olvidarse de los cuerpos individuales y el pensamiento. Estos últimos
alimentaron el discurso de la “ciudad interior”, una apuesta alternativa cuya base se asienta
sobre la evidencia de que la percepción de la ciudad esta condicionada por nuestros deseos,
nuestras emociones, nuestros sentimientos, lo cual supone un giro radical con respecto a la
tradición urbanística, que siempre entendió que la materia prima de su disciplina eran los
objetos arquitectónicos y las formas geométricas.

Los orígenes de la narración urbana psicoanalítica se remontan a las últimas décadas del
siglo XIX, cuando algunos especialistas se preocuparon por la naturaleza del espacio urbano
como proyección de las neurosis y las fobias del ciudadano. De esta manera, forma urbana y
psicología fueron puestas en contacto como si de realidades íntimamente entrelazadas se
tratara, lo que significaba entender que la ciudad no era un espacio neutro, sino una
proyección subjetiva. Entrando el siglo XX, Sigmund Freud transformo la conexión psicología-
espacio en una teoría general de la experiencia humana: el psicoanálisis. Pero, tal como
explica Anthony Vidler25 en su repaso por la intersección del pensamiento espacial con el
pensamiento psicoanalítico, serian otros autores los que explotarían la conexión psicología-
ciudad. Ningún proyecto fue más explicito en este sentido que el que Walter Benjamin
planteó, aun dejándolo inacabado: hacer una reconstrucción psicológica de Paris.

Recientemente nuevos conocimientos sobre el mundo del deseo, la memoria y lo subjetivo


han venido a incidir en la conexión ciudad-psicología. En esta nueva etapa de la ciudad vivida
como ciudad interior se detecta un retorno a temas como la represión del deseo o la ciudad
como espacio de ansiedad y placer. Todo ello nos remite, una vez más, a Gilles Deleuze y
Félix Guattari, quienes coinciden con Walter Benjamin en calificar a la ciudad como un
instrumento de dominio en manos del sistema capitalista. En ella, la autoridad se ejerce
mediante “maquinas sociales”, configuraciones artificiales que descodifican sus flujos
naturales para reconducirlos según los intereses del poder. Los monumentos, instantes
supremos de la estructura urbana de la ciudad de la disciplina, son algunas de esas
maquinas sociales, en su momento denunciadas por George Bataille por su autoritarismo
implícito: “Los grandes monumentos son erigidos como diques, oponen la lógica y la

24
ISOZAKI, Arata, “Corporal-real and hyper 1999” en GA Architect (Arata Isozaki 1991-2000), 15, vol. 3, ADA Edita, Tokio, 2000.
25
VIDLER, Anthony, Warped Space. Art, Architecture and Anxiety in Modern Culture, The MIT Press, Cambridge (Mass.), 2000.
majestad de la autoridad a los elementos molestos; es en la forma de la catedral o el palacio
donde la iglesia o el Estado habla a las multitudes e impone silencio sobre ellas”. 26

Deleuze y Guattari 27 plantean estrategias de rebelión contra la inclinación totalitaria y


fascista demostrada por la maquinas sociales en su intento de reterritorializar los flujos
urbanos. Uno de ellas son las “maquinas deseantes”, construcciones encargadas de crear
líneas de fuga que desaten el deseo y arrasen los códigos que intentan cortarle el paso. A
esta idea corresponde la noción de “acontecimiento urbano”, piezas arquitectónicas cuya
función no es consagrar gloriosas memorias colectivas, sino desmantelar la ideológicamente
interesada construcción social de la ciudad de los monumentos. Una arquitectura como
acontecimiento es una arquitectura que inventa espacios y tiempos ajenos al poder. Es lo que
hace el Jüdische Museum de Berlín o el Centro de Convenciones de Columbus al irrumpir de
manera extraña y brutal en los indiferenciados espacios urbanos que los rodean. Estos
edificios no son “monumentos-maquinas sociales” sino acontecimientos maquinas
deseantes que instan a la reflexión.

Numerosos autores de la visión organicista se han sentido atraídos por la propuesta de


rebelión de Deleuze y Guattari, pues en ella han intuido un discurso urbano alternativo al
impuesto por la globalización. Siguiendo el ejemplo de Benjamin, para materializar el
concepto de maquina deseante han recurrido a la memoria de la ciudad, una forma de
reconstruir, en el presente, los deseos ocultos en la mente urbana. La noción de memoria que
reclaman los acontecimientos es radicalmente diferente a la Memoria (con mayúscula) que
alimenta a los monumentos. Como lo ha definido María Ángeles Durán, 28 aquellos reivindican
una memoria imperfecta, ya que no alude a un pasado “real”, sino a reconstrucciones
personales del mismo; una memoria inestable, ya que está sometida a continuos procesos
de borrado y ampliación; una memoria incompleta, ya que elige unos recuerdos y olvida
otros; y una memoria no lineal, ya que esta plagada de rupturas y conflictos. Toda apelación
a la memoria como forma de desatar el deseo en la ciudad interior, por tanto, ha de contar
con su condición de imperfecta, inestable, incompleta y no lineal.

Nadie como Peter Eisenman29 ha recurrido de manera tan implícita a la secuencia


deseo/memoria/máquina deseante como estrategia proyectual. Sus “ciudades de
excavación artificial” se componen de una acumulación de capas en las que está depositada
la memoria de la ciudad. Lo que Eisenman le interesa son los fragmentos y las
yuxtaposiciones que conforman este mundo imperfecto e incompleto para, mediante
superposiciones y conexiones extrañas entre los diferentes estratos temporales, redefinir los
lugares urbanos como acontecimientos. Su propuesta para el Monumento a las Víctimas del
Holocausto Judío (1996) pretendía inscribir en la Judenplatz de Viena una serie de planos
históricos relacionados con el tema. En un primer estrato, a tres metros bajo el nivel del suelo
y ocupando toda la plaza, una reproducción de las plantas de los guetos judíos vieneses
destruidos en 1421 y 1678. En un segundo estrato, definido por planchas de acero verticales
a tres metros sobre el nivel del suelo, un mapa de Alemania y Austria unificadas por el
Anschulss de 1938. Y en un tercer estrato, esbozado mediante luces, la hiperordenada
retícula del campo de concentración de Auschwitz. Estos tres trazados superpuestos estaban
conectados entre si por otra serie de referencias históricas hasta completar un
acontecimiento que, mas que generar significados, surgía del análisis de las causas que
condujeron al holocausto judío. El resultado era una máquina deseante que intentaba
26
BATAILLE, George, citado en LARUP, Lars, After the city, The MIT Press, Cambridge (Mass.), 2000, pág. 35.
27
BOGUE, Ronald, Deleuze and Guattari, Routledge, Nueva York, 1990.
28
DURÁN, María Ángeles, op. cit, págs. 39-88.
29
EISENMAN Peter, “Eleven Points on Knowledge and Wisdom”, en DAVISION, Cyinthia D. (ed.), Anywise, Anyone Corporation,
Nueva York/The MIT Press, Cambridge (Mass.), 1996, págs. 49-53.
desarticular las patrañas tejidas por el poder austriaco para eludir su responsabilidad en el
mismo, una maquina deseante que se postula como alternativa al rígido determinismo
histórico que caracteriza la utilización de la memoria por parte de la visión culturalista de la
ciudad.

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