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En “la mujer” caben muchos sentidos que vienen solos y sin que uno haga ningún
esfuerzo. Después de haber arrastrado durante decenas de siglos un espíritu de inferior
calidad que el masculino, de lo primero que nos empoderamos las mujeres es de nuestra
propia multiplicidad. Somos mujeres que podemos ser muy, pero muy distintas unas de
otras, y al mismo tiempo en cada una de nosotras caben muchas maneras de ser una
mujer. Así que para empezar, primero el plural.
Estos académicos de la RAE se encolumnaron detrás de Ignacio Bosque, que fue quien
elaboró el informe. La RAE salió, una vez más, al choque de una avanzada de género
promovida desde hace años por muchos colectivos feministas, que elaboran guías sobre
el sexismo en el lenguaje. El nudo de la cuestión es que las feministas protestan porque
el lenguaje no se adapta a la realidad de las mujeres que hoy circulan como nunca antes
en la historia por el mundo público.
Naturalmente, se trata de la pulseada entre algo vivo y algo muerto. La RAE no admite
que es inherente a la lengua el mismo estado de evolución de aquello que esa lengua
designa. Los sectores que se van sintiendo incómodos con la lengua la van modificando,
en un movimiento natural de precisión y especificidad. La lingüista da un ejemplo de su
vida cotidiana: si después de decir tres veces a diferentes personas “este año en el curso
tengo unos excelentes alumnos rusos”, y verse obligada a aclarar que entre esos
“alumnos” hay “alumnas”, es comprensible que busque maneras alternativas de
expresión que se ajusten a lo que quiere decir, de modo que a la cuarta vez le dirá a
alguien: “Este año en el curso tengo un excelente alumnado ruso” o “este año en el
curso tengo un grupo excelente de alumnas y alumnos rusos”.
La RAE se queja de que las guías “contravienen las normas de la lengua”. Del otro lado
se le responde que la lengua ha sido usada desde hace siglos como el soporte de las
estrategias patriarcales en relación con las mujeres, que la lengua no ha sido ni es un
espíritu santo, sino más bien un fondo negro que lleva inscriptas y ocultas las relaciones
de poder. No sólo las feministas salieron al cruce de la RAE esta semana. Otros
sectores, académicos, políticos, lingüísticos, los que sostienen precisamente que las
lenguas nunca fueron neutrales ni están esterilizadas, encontraron una oportunidad para
volver a poner eso en debate. Luis Martín Cabrera –profesor de Literatura
Latinoamericana en la Universidad de San Diego–, en un artículo titulado “Me he vuelto
loca, sólo puedo escribir en femenino”, afirma que rasgarse las vestiduras porque las
guías no han sido elaboradas por lingüistas es un argumento disciplinario y autoritario.
“Es el mismo argumento que utilizan historiadores como Santos Juliá, que piensan que
la memoria es un asalto a su disciplina; ni la historia les pertenece exclusivamente a los
historiadores ni el lenguaje es patrimonio de los lingüistas, no son sus minifundios
ideológicos. Por otro lado, no es sorprendente que no les hayan pedido ayuda, pues la
RAE es históricamente una de las instituciones más sexistas y misóginas del mundo.
Todavía recuerdo al anterior director de la RAE, don Víctor García de la Concha, que
por desgracia fue mi profesor, diciendo que ‘la literatura no tiene la regla’, provocando
carcajadas generales y reproduciendo esa nefasta complicidad entre hombrecitos. Se
puede discutir si existe una literatura femenina, pero no con argumentos sexistas.”