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UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS

FACULTAD DE ARQUITECTURA E INGENIERIAS

ESCUELA DE FORMACION PROFESIONAL DE INGENIERIA CIVIL

FILOSOFIA MODERNA

CURSO:

FILOSOFIA

DOCENTE:

ROMERO QUINTANILLA, José Carlos.

ALUMNOS:

AYACUCHO – PERÚ

2017
A nuestros padres, hermanos y
profesores que a pesar que no
siempre están a nuestro lado
sabemos que podemos contar
con ellos para nuestra formación
ética y profesional académica.
INTRODUCCIÓN

Las diferentes etapas en las que es costumbre dividir la historia de la filosofía –que,
por otra parte, se ajustan a la división de la historia en general–, plantean la cuestión
de la especificidad característica de cada una de ellas, en el seno del denominador
común que es la filosofía en su historia o la historia de la filosofía. No se trata aquí
de volver sobre el dilema de la continuidad o discontinuidad en la historia de la
filosofía, sino más bien de poner de relieve las líneas de fuerza que vertebran la
especulación de un período determinado y permiten señalar unos rasgos distintivos
y peculiares que la diferencian y le proporcionan un perfil propio. Porque, por
encima de los matices y acentos –en ocasiones muy marcados– que perfilan el
filosofar de una época o periodo, es evidente que hay una clara unidad, que lleva
consigo un talante de fondo también común. Se puede hablar, por tanto, con mayor
motivo si nos limitamos al pensamiento occidental, de una continuidad fundamental,
que no es continuismo, definida por el deseo de saber que se concreta y manifiesta
en el preguntarse como actitud propiamente filosófica. Con independencia de que
la formulación de las preguntas adquiera tonalidades muy variadas, de acuerdo con
las circunstancias de cada lugar y momento histórico, hay una comunidad de fondo
en los temas que son objeto de la indagación filosófica, pues responden a
cuestiones intemporales que afectan a la esencia humana misma y trascienden
todo particularismo histórico.

FILOSOFIA MODERNA
La Filosofía Moderna corresponde a ese período que llamamos Edad Moderna en
la Historia Universal y que comienza en el Renacimiento y la Reforma Protestante.
Es verdaderamente una época nueva con un espíritu nuevo, tan distinto del espíritu
escolástico, que se le puede considerar como una revolución anti-escolástica.

1. En efecto, la Filosofía Medieval había conjugado en gran síntesis el


pensamiento pagano platónico - aristotélico con el pensamiento cristiano,
armonizando la razón y la fe, nuevas corrientes filosóficas proclamarían la
absoluta independencia de la razón o aún la pondrían en rebelión abierta
contra lo sobrenatural.
2. La nueva filosofía exaltaba el método matemático científico en detrimento del
espíritu metafísico que había dominado, no sólo a la Edad Media, sino
también entre los pensadores paganos. Naturalmente estas nuevas doctrinas
o corrientes de pensamiento correspondían a nuevas situaciones políticas,
culturales, sociales y religiosas; el Renacimiento, la seudo-reforma
protestante, el humanismo, el nacimiento de los estados modernos, el augde
las ciencias.
3. De ahí que también encontramos en la época moderna una tremenda
dispersión doctrinal que contrasta con la notable unidad del pensamiento
cristiano de la Edad Media; así como las naciones se diferencian, como los
pueblos se separan unos de otros, también se producen profundas divisiones
en el espíritu occidental y en su concepción unitaria del mundo, como
consecuencia o secuela del enfrentamiento entre la razón teorética y la razón
práctica, entre la ciencia y la fe, entre lo físico y lo metafísico, entre la política
y la moral, entre lo subjetivo y lo objetivo, pululan en tal abundancia los
problemas, los métodos, las soluciones que el espíritu vuelve a caer en el
escepticismo y llega hasta proclamar la superioridad del inconsciente sobre
la conciencia.

Lo cual no significa que estemos descalificando la Filosofía Moderna, al contrario,


hay que reconocer que, en los tiempos modernos, el espíritu humano se ha
mostrado tremendamente inquieto y dinámico, que se han profundizado muchos
temas como el conocimiento, que se ha agudizado el espíritu crítico, que se han
hecho esfuerzos colosales por dar respuestas adecuadas a antiguos y nuevos
interrogantes.
Sin embargo, el subrayas las nuevas tendencias y los nuevos métodos de la
Filosofía Moderna, el registrar una problemática diferente, no debe hacernos pensar
que los cambios se hicieron de repente y que se puede poner una muralla divisoria
entre el pensamiento medieval y el moderno. Los cambios culturales no suelen
sobrevenir tan bruscamente: los estratos de la cultura y del pensar humanos suelen
encajar unos con otros y mezclarse entre sí, de ordinario hay que buscar las raíces
de los cambios en capas más profundas de lo que parece a primera vista.
Concretamente en el campo de la filosofía podemos afirmar que mucho de la edad
moderna se encuentra en la Edad Media, particularmente en la Baja Escolástica, en
lo nominalistas, en Nicolás de Cusa y aún en Abelardo. De la misma manera,
muchos temas básicos de la filosofía medieval reviven en la época moderna.
Deberíamos empezar este tratado de Filosofía Moderna con un estudio siquiera
somero de la filosofía del Renacimiento: sabemos que este período se caracterizó
en todas sus manifestaciones culturales por su afán de regresar a lo antiguo, pero
se vuelve a lo antiguo descristianizándolo, haciendo lo contrario de lo que el Edad
Media y la Escolástica habían realizado.
Pero, aunque el Renacimiento produjo notables humanistas, pintores, escultores,
arquitectos geniales, hombres que fundaron la física moderna, en filosofía escasean
los verdaderos valores; es más bien un período de transición, un pórtico a través
del cual penetramos en el pensamiento moderno.
Algunos hombres como Maquiavelo, Giordano Bruño, Francisco Bacon merecerían
nuestro interés, pero la falta de tiempo nos obliga a limitarnos a los grandes valores
de la filosofía moderna.
Es a René Descartes a quien se le considera como el padre de ésta. Es el primero
de esos atrevidos pensadores del siglo XVII y XVIII.
Descartes, Leibniz, Spinoza, Locke, Hume que introducen nuevos y revolucionarios
estilos en la arquitectura del pensamiento, organizándolo según planos y diseños
ambiciosos y desconcertantes.
Si bien es cierto que Descartes se apoya todavía en la Escolástica, sin embargo,
por haber introducido en la filosofía la Duda Metódica, por su interpretación
mecanicista de la naturaleza y por su idealismo metafísico, se constituyó en la
fuente de todos los subsiguientes sistemas. Él exigió para el pensar filosófico una
absoluta autonomía de modo que vinieron a desarticularse la razón y la fe; por todo
ello Descartes se llama “Padre de la filosofía moderna”.
En las nuevas construcciones filosóficas podemos distinguir dos estilos principales,
ambos derivados del Cartesianismo, a saber: El Racionalismo que evoluciona en
idealismo y el Empirismo con su consectario el Positivismo.

RACIONALISMO Y EMPIRISMO

 René Descartes (1596-1650) Filósofo y matemático francés, se educó en el


colegio jesuita de La Fléche. El 10 de noviembre 1619, en el curso de tres
sueños sucesivos, René Descartes experimentó la famosa «revelación» que
lo condujo a la elaboración de su método. En 1637 apareció su famoso
Discurso del método, en él proponía una duda metódica, que sometiese a
juicio todos los conocimientos de la época, aunque, a diferencia de los
escépticos, la suya era una duda orientada a la búsqueda de principios
últimos sobre los cuales cimentar sólidamente el saber.

 John Locke (1632-1704). Se educó en Oxford. En 1658 se convirtió en tutor


y profesor de Griego y Retórica. Más tarde estudió medicina.
La fama de Locke como filósofo fue muy grande, prácticamente todo el
pensamiento posterior fue influenciado por su empirismo, hasta desembocar
en el escepticismo de Hume. Influyó de forma determinante en las ideas de
la Revolución Gloriosa y la Declaración de Derechos Británica de 1689.

 David Hume (1711-1776) fue un filósofo, economista e historiador escocés


y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de
la Ilustración Escocesa. Estuvo fuertemente influido por los empiristas Locke
y Berkeley, así com por Isaac Newton. Afirma que todo conocimiento deriva
en última instancia de la experiencia sensible, siendo esta su única fuente
válida y sin ella no se lograría saber alguno.

1.1. RENACIMIENTO Y REFORMA

Durante el Renacimiento surge un nuevo estilo de vida, más paganizado y libre,


vinculado a una crisis de los valores morales y de la teología, y que provoca una
rebelión contra la autoridad establecida y una mayor valoración del individuo, que
se convierte en centro de todas las miradas.
El Renacimiento también representa el incremento de los estudios sobre astrología
y alquimia, y también es la época de la Reforma y de la Contrarreforma de la Iglesia,
de las guerras de religión y la quema de herejes.
Uno de los hechos que más contribuye al cambio es la invención de la imprenta
(Gutenberg, 1448), que hizo posible la difusión de la cultura y la consiguiente
pérdida del monopolio intelectual por parte de la Iglesia y de las elites universitarias.
Los viajes abrieron nuevas rutas comerciales, y los avances técnicos y científicos
contribuyeron a mejorar notablemente las condiciones de vida En el ámbito político
el imperio estaba en decadencia y comenzaban a aparecer los estados. También la
unidad religiosa, en crisis desde el cisma de 1378, estaba a punto de romperse. El
golpe de gracia lo dio la denominada Reforma protestante, movimiento reformador
de la Iglesia, encabezado por Martín Lutero (1483-1546), que se inscribe
ideológicamente dentro del Renacimiento.
Por un lado, el mensaje de Lutero refleja una valoración del individuo y de su
conciencia frente a la estructura eclesial, y en esto es testimonio fiel de los nuevos
tiempos. La crítica a una Iglesia romana atrapada por el espíritu mercantilista de la
época llevó a que el reformador alemán reclamase la implantación de un
cristianismo más próximo a los orígenes, más puro, más humilde y más alejado de
la autoridad y del magisterio centralizado.
El mismo Lutero revisó y tradujo al alemán la Biblia para que el fiel tuviera acceso
directo a ella y pudiera interpretarla desde la propia conciencia. Esta negación de la
intermediación eclesiástica entre el individuo y Dios presenta inequívocamente la
huella renacentista.
Pero, por otro lado, la Reforma supone un enfrentamiento con el paganismo del
siglo XV, con el vitalismo natural del Renacimiento, y también con la presunción y
autosuficiencia del hombre renacentista.
El hombre ha de asumir radicalmente su pequeñez. Para Lutero, la restauración de
la bondad divina sobrepasa las fuerzas humanas y sólo es posible por la gracia
divina. El ser humano está radicalmente en las manos de Dios, y sólo de El depende
su salvación. En Lutero, la libertad humana ve muy limitado su papel, tal como le
reprochará, Erasmo de Rotterdam.
Esta limitación de la libertad será aún más acentuada para Juan Calvino (1509-
1564), para quien la vida futura, tanto para la salvación como para la condenación,
está absolutamente predestinada. El calvinismo acaba sacralizando la actividad
productiva del ser humano, y muchos autores lo vinculan estrechamente con el
nacimiento del capitalismo.

1.2. LA VINCULACIÓN DEL EMPIRISMO Y EL RACIONALISMO CON LA


REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

Desde un punto de vista ontológico la ciencia moderna nace en el Renacimiento y


se consolida con Galileo. Para la ciencia (y la filosofía) modernas, el «ser» de las
cosas, su esencia, reside en el concepto. Y por concepto entienden aquello que es
dado en el entendimiento, ya sea construido de modo puro por éste (racionalistas)
o mera huella de una sensación (empiristas). Esta distinta concepción va pareja con
una distinta concepción de la verdad. Verdad es, ahora, certeza. Hay certeza
cuando el entendimiento no puede dudar de sus propios contenidos.
Aunque la manera de establecer la certeza sea distinta para los racionalistas y para
los empiristas: para los racionalistas ésta se da cuando el entendimiento construye
sus contenidos sin recurrir a la experiencia; para los empiristas hay certeza cuando
el entendimiento se limita a recibir impresiones sin poner nada de su parte.
La concepción del ser como concepto y de la verdad como certeza, lleva a hacer de
las matemáticas la ciencia por excelencia. Efectivamente, las matemáticas son una
ciencia cuyo contenido se desarrolla a partir de una serie de «elementos simples»
dados en una intuición intelectual y de una serie de «definiciones», perfectamente
claros y distintos para el entendimiento, de modo que éste puede tener un
conocimiento cierto de ellos. A partir de esos elementos el propio entendimiento
puede construir todo el saber complejo de las matemáticas.
Pues bien, toda la filosofía y la ciencia modernas nacen del supuesto de que todo
lo real ha de poder ser traducido a expresión matemática, numérica. Incluso
aquellos científicos de los que, como Newton, se dice que son empiristas, no
pretenden otra cosa que describir los fenómenos del mundo en términos
matemáticos. La diferencia radica en que los empiristas prescriben ciertos límites
para la aplicación de las matemáticas (relación al mundo físico-mecánico), y los
racionalistas no.
Además, aunque toda la filosofía y toda la ciencia moderna coincidan en sostener
esta reductibilidad de lo real a matemáticas, a número, no todos conciben lo
matemático, lo numérico, de la misma manera. Así, para Descartes y Newton, la
matemática es, en primer lugar, geometría, y el número es entendido como
cantidad. Para Leibniz el número es, ante todo, relación, de modo que no todo
número sería reductible a extensión.
1.3. EL PROBLEMA DEL MÉTODO: LA IDEA DE SUSTANCIA EN
DESCARTES Y LA VERACIDAD DIVINA

Para Descartes todo el problema del conocimiento humano se reduce a la invención


de un Método, fundado en la unidad y simplicidad de la razón humana (bona mens,
bon sens) y que sea aplicable a todo el dominio del saber.
Este método lo descubre Descartes mediante la consideración del procedimiento
matemático (geometría y álgebra). La Filosofía, según Descartes, debe de
abandonar el clásico y atacado método medieval, el silogismo; además no se puede
aceptar el criterio de autoridad característico de la Escolástica. Para resolver
incógnitas nos puede valer el método algebraico: la X de una ecuación sólo es una
incógnita temporalmente para nosotros, pero al mismo tiempo representa un factor
conocido y determinado.
La idea central sobre la que descansa el método consiste en sostener que el
conocimiento es una unidad autárquica, que encierra en sí misma las premisas
generales y suficientes para resolver todos los problemas que se plantea sin
necesidad de recurrir a ninguna instancia externa. Para Descartes las ciencias
matemáticas ya han llegado a la posesión de este método, pero no se puede aplicar
al resto de las ciencias sin probar de antemano el valor universal del método. Por lo
tanto, hay que justificar el método y la posibilidad de su aplicación universal y, por
ello, el programa que Descartes nos propone es el siguiente:

 Formular las Reglas del Método


 Fundamentar el valor absoluto y universal del Método
 Demostrar la fecundidad del Método

a) LAS REGLAS DEL MÉTODO.


En las Regulae ad directonem ingenii enumera 21 reglas, pero después, en
la II parte del Discurso del Método las reduce a 4:
1. LA EVIDENCIA: se expresa mediante la Claridad y Distinción. El acto por el
cual el alma llega a la Evidencia es la INTUICIÓN.
2. EL ANÁLISIS: por medio de la intuición sólo podemos percibir con claridad
las ideas simples. Para poder concebir también las complejas, no evidentes,
basta con descomponerlas en sus elementos simples o ideas simples
(átomos de pensamiento), las cuales serán claras y evidentes por intuición.
3. LA SÍNTESIS: es volver a recomponer las ideas compuestas mediante las
simples a través de la percepción intuitiva de su encadenamiento: supone un
procedimiento ordenado propio de la geometría.
4. LA ENUMERACIÓN: “hacer en todo unos recuentos tan complejos y
revisiones tan generales, que estemos seguros de no omitir nada”. La
enumeración comprueba el análisis y la síntesis.
Como vemos, todas las Reglas se reducen al criterio cartesiano de Evidencia
lograda mediante la Intuición.
b) VALOR ABSOLUTO Y UNIVERSAL DEL MÉTODO.
Estas reglas no tienen en sí mismas su justificación. El hecho de que las
matemáticas se sirvan de ellas con éxito no constituye una comprobación.
Descartes debe de intentar su total justificación. El conocimiento, o ha de ser
absolutamente seguro o ha de ser abandonado. Encontrar el fundamento de un
método para todas las ciencias sólo es posible con una crítica radical de todo el
saber: es necesario dudar de todo y considerar como provisionalmente falso todo
aquello sobre lo que sea posible dudar. Si en esta postura de crítica radical –
DUDA METÓDICA- llegamos a un principio sobre el cual la duda ya no sea
posible, en este principio se encontrará la justificación del Método.
Descartes sostiene que ningún grado de conocimiento se sustrae de la Duda: se
puede y se debe dudar de los conocimientos sensibles, tanto porque los sentidos
a veces nos engañan, como porque se tienen durante el sueño conocimientos
semejantes a los de la vigilia. Incluso los conocimientos matemáticos pueden ser
ilusiones creadas por un Genio Maligno, o podemos haber sido creados por un
Deus Deceptor. Así, la Duda se extiende a todo y se convierte en absolutamente
universal, metódica e hiperbólica.
Pero en el carácter radical de esta duda se presenta el indicio de una primera
certeza: para dudar es necesario que yo, que pienso, sea algo y no sea nada: la
proposición COGITO ERGO SUM es absolutamente verdadera, pues la misma
duda la confirma. (Aunque existiese el Genio Maligno y me engañase yo tendría
que existir, porque de otro modo no podría ser engañado).
En la fórmula cartesiana Cogito significa “tengo conciencia”, lo que le otorga un
carácter intuitivo: el cogito es la intuición de un hecho inmediato de conciencia:
la existencia del yo que piensa. Sobre esta certeza se puede fundar la Regla de
Evidencia, ya que el cogito es la evidencia en su fundamento metafísico. (Similar
al “dubio ergo sum” de San Agustín).
Pero, en realidad, la última justificación del criterio de evidencia radica, según
Descartes, en la existencia de Dios (lo que será una prueba de la existencia
divina):
1. Dios es perfecto.
2. Por serlo tiene absoluta veracidad.
3. Por ser verídico no puede engañarme.
4. Dios es el autor de mis ideas claras y distintas.

Si estas ideas no fuesen verdaderas Dios me engañaría y dejaría de ser verídico


y perfecto.
A partir del Cogito, Descartes deduce que hay tres tipos de realidades o
sustancias.
En los Principios de la filosofía, Descartes define la sustancia como «una cosa
que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para existir».
Como él mismo señala, la definición sólo es aplicable en propiedad a Dios
(sustancia infinita), pues solo Él es independiente y existe por sí mismo, solo Él
es causa sui. Descartes extiende el término sustancia a la res cogitans
(sustancia pensante) y a la res extensa (sustancia extensa) entendiendo que
designa cosas que sólo necesitan del concurso de Dios para existir. De ahí que
diferencie entre sustancia infinita (Dios) y sustancias finitas (el pensamiento y la
extensión).
Las sustancias tienen un atributo, que es su esencia y se identifica con ella, y
unos modos, que son las maneras en que aparece. Cuando dice Descartes «sé
que soy, pero ¿qué soy?», la respuesta es que soy un sujeto, una cosa o
sustancia que piensa (res cogitans). Se afirma de este modo la existencia de
una sustancia cuyo atributo es el pensamiento y sus modos, todo aquello que es
objeto de conciencia: pensar, dudar, querer, imaginar, incluso sentir, sin el más
mínimo de los atributos de la sustancia corpórea (de los que no necesita para su
subsistencia). La sustancia extensa se corresponde con el mundo que
percibimos con los sentidos, su atributo es la extensión y sus modos, la figura
(formada por los límites de la extensión) y el movimiento.
Uno de los grandes problemas derivados del proceso de la duda metódica es
que se incurre en el denominado solipsismo subjetivista: sólo podemos estar
seguros de nuestra propia existencia, de nuestra conciencia subjetiva, porque
yo pienso, luego yo existo. No se puede demostrar ni la existencia de otras
conciencias ni, mucho menos, la existencia del mundo exterior a mi mente.
Solucionará el problema recurriendo a Dios.
En la res cogitans, en el sujeto pensante, encuentra Descartes ideas o
pensamientos. Entre ellas figura la idea de Dios como «sustancia infinita, eterna,
inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente», creador universal de
todas las cosas que están fuera de Él. La idea de Dios sólo puede ser una idea
innata, no la hemos creado nosotros ni procede del exterior. Descartes
demuestra a priori (a partir de la idea misma de Dios) la existencia necesaria de
Dios: el hombre, sujeto finito, no puede haber producido esa idea de un ser
infinito; por tanto, Dios existe necesariamente: Yo, sujeto finito, no puedo haber
creado la idea de un ser perfecto; en última instancia, mi existencia se debe a
un ser infinito y omnipotente que es causa de sí mismo y de todo lo que existe
fuera de Él. Pone a Dios -a su veracidad e inmutabilidad- como garantía de la
verdad de las evidencias adquiridas por la res cogitans.
De este modo, podemos afirmar también la realidad del mundo exterior, de la
naturaleza como una res extensa.
FENOMENÍSMO Y CAUSALIDAD EN HUME

Para Hume hay que estudiar el alcance y validez del conocimiento humano,
analizando la naturaleza de las ideas que empleamos, a través del método
experimental; sólo la experiencia y la experimentación son válidas para el
entendimiento: “no podemos ir más allá de la experiencia”.

Divide el contenido del conocimiento en dos clases:

 Impresiones: conocimiento por medio de los sentidos.


 Ideas: representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento.
Tanto unas como otras pueden ser simples (no admiten distinción) o
complejas (podemos dividirlas en partes).Entre las impresiones y las ideas
encontramos que hay una semejanza: toda percepción de la mente aparece
a la vez como impresión y como idea simple. En cuanto a su origen es
evidente que la idea tiene su origen en la impresión. Por lo tanto una idea es
verdadera si procede de una impresión. Hume diferencia dos tipos de
conocimiento:
 Por relaciones entre ideas (por ejemplo: el todo es mayor que la parte), sin
tener conocimiento directo por impresiones.
 Conocimiento de hechos: basado en las impresiones.

Así, el límite de nuestro conocer está en la impresión, que es criterio de verdad


acerca de nuestro conocimiento. Pero el punto fundamental de la Filosofía de Hume
es su crítica a la idea de CAUSALIDAD: Según Hume nuestro conocimiento queda
reducido a las impresiones, bien sean actuales o pasadas; por lo tanto no podemos
tener conocimiento de hechos futuros; sin embargo nuestra vida normal se basa en
estos hechos: principio de causalidad, en el que afirmamos la existencia de un
nexo causal. Si nuestro conocimiento se reduce a impresiones de hechos no
podemos tener impresiones del futuro. Sólo podemos observar una sucesión
constante entre un fenómeno y otro, pero no podemos afirmar que haya entre un
hecho y otro una relación necesaria. Del futuro sólo podemos afirmar una creencia,
cuya certeza proviene de la costumbre: por lo tanto no podemos afirmar el principio
de causalidad, sólo hay una unión de impresión a impresión. (Toda creencia en
realidades o hechos en cuanto resultado de un hábito es un sentimiento o instinto,
no un acto de razón; por ello carece de necesidad racional y es sólo un conocimiento
probable).

La crítica a la causalidad tiene un impacto muy grande en la ciencia. Las ciencias,


y en general todas las cuestiones de hecho, se basan en el principio de causalidad
para establecer sus conclusiones, con lo que ahora la ciencia es altamente
probable, pero no completamente segura.
El hecho de que el sol haya salido regularmente todas las mañanas hasta hoy no
hace seguro el hecho de que mañana volverá a salir. Se establece una ciencia que
ahora es mutable, más abierta y que permite la crítica.
Respecto a Dios, el Mundo y el Yo, Hume no acepta la definición de sustancia, ya
que como sustancias, no corresponden a impresión alguna; sólo les llamamos así
porque nos hemos acostumbrado a encontrar juntas una serie de impresiones.

Crítica a la idea de mundo. Hume critica a la idea de mundo porque cree que aún
dado el hecho de que nosotros recibimos una serie de impresiones, eso no puede
probar de manera absoluta que exista un mundo exterior que sea el que las
produzca en nosotros.

Crítica a la idea de yo: Hume no acepta la idea del yo o del alma. Según él, no
existe un yo único, este es solo un conjunto de impresiones que se extienden en el
tiempo guardadas en nuestra memoria que nosotros unimos de manera artificial
para formar lo que llamamos yo.
Además el yo no es una impresión por sí misma, es un referente dentro del conjunto
de nuestras impresiones que nos hemos habituado a encontrar allí.
Crítica a la idea de Dios. Hume critica la idea de Dios porque no existe nada en la
naturaleza de lo que podamos haber obtenido una verdadera impresión de la
omnisciencia, de lo absoluto, de lo infinito… También descarta el razonamiento de
filósofos como Aristóteles o St. Tomás de Aquino de Dios como causa primera,
puesto que rechaza el principio de causalidad. Esto llevará a Hume a declararse
agnóstico y a afirmar que no podemos tener un conocimiento de Él.
Por lo tanto: la realidad es puramente fenoménica: sólo existe lo que aparece: el
fenómeno, y no sabemos nada más.

LA IDEA DEL “ESTADO DE NATURALEZA” COMO FUNDAMENTO


IDEOLÓGICO DEL NUEVO ESTADO BURGUÉS: LA TEORÍA DEL CONTRATO
SOCIAL EN LOCKE

No todo el pensamiento de esta época parte de una visión negativa y egoísta del
ser humano como la que nos proponía Thomas Hobbes en su obra Leviatán: la
necesidad de un pacto social que compense los abusos cometidos por el hombre
en un hipotético estado de naturaleza.
En sus obras sobre el Gobierno Civil, Locke nos expone una visión distinta del ser
humano y de la sociedad más próxima a los ideales de la Ilustración. Locke
desarrolla, como Hobbes, la ficción de un estado previo a la sociedad, pero, a
diferencia de Hobbes, nos presenta a un individuo dotado de razón y de conciencia,
y no una simple máquina dominada por sus pasiones. El ser humano, para Locke,
está dirigido por sus pasiones y deseos, pero es capaz por medio de la ley natural
(moral) de establecer por sí mismo pautas de convivencia con los demás.
En el estado de naturaleza los hombres pueden vivir y trabajar usando los bienes
naturales, pero esta situación no es fácil de mantener. El estado natural no permite
el progreso humano, porque los derechos de los individuos y sus posesiones no
tienen la estabilidad necesaria. La necesidad de imponer las instituciones de
propiedad que permitan el progreso humano hace que los hombres decidan
libremente unirse en sociedad.
Teoría de la propiedad.

Locke entiende que la base del progreso humano está en la propiedad, porque sólo
el interés en preservar y aumentar esa propiedad hace que los hombres trabajen
para conseguirlo.
La teoría de la propiedad de Locke se basa en una teoría contraria a la de la Edad
Media. En un mundo dominado por el poder religioso el individuo no tenía más
derechos que los que Dios le concedía: Dios dejó en manos de los seres humanos
(en común) la tierra y sus bienes; esa propiedad común deslegitimaba el afán de
posesión de propiedades que es la base del capitalismo. El surgimiento del
mercantilismo y del capitalismo precisaba fundamentarse en una teoría de la
propiedad distinta: Locke toma el mismo punto de partida, considerando que la tierra
y sus bienes son otorgados por Dios a los seres humanos, pero sus conclusiones
van a ser distintas. Comienza por afirmar que la primera propiedad de una persona
es la propiedad de sí misma y, por lo tanto, de su propio trabajo. Nadie fuera de uno
mismo tiene derecho sobre él, sobre el trabajo de su cuerpo y sobre las obras que
ese trabajo produce. Este trabajo se realiza sobre la base común de los bienes
terrenales, de manera que los individuos se apropian de parte de lo que es común,
con las únicas limitaciones de dejar alguna parte de estos bienes para los demás
(ya que todos los individuos tienen derecho a su conservación), y de no
desaprovechar ninguno den estos bienes. La aparición del dinero produce que ese
desaprovechamiento que limitaba la apropiaciónnque los individuos pudiesen hacer
de los bienes naturales no tenga límites. En condiciones premercantiles la persona,
según Locke, no tiene deseos de apropiarse de más bienes que los necesarios para
sobrevivir, pero, tras la aparición del dinero, ese deseo de aprovisionarse de todo lo
necesario se amplía con la previsión de las necesidades futuras, de forma que los
hombres comenzaron a acaparar bienes. El objeto del dinero no es sólo facilitar el
intercambio de productos, sino que su objetivo fundamental es servir de capital.
La postura de Locke inaugura la forma de pensar capitalista: un individuo es libre
de usar sus propiedades, incluso su trabajo, como quiera, incluso puede venderlas
o cambiarlas. El derecho sobre la propiedad reside en el esfuerzo que se puso al
conseguirla, y en la posibilidad de disponer de ella libremente. De esta manera, el
individuo es responsable en exclusiva de su calidad de vida, sin que pueda pedir a
otros (ni al Estado) ninguna responsabilidad a este respecto. Este es el principio del
modo de vida capitalista: el derecho a alienar el propio trabajo.

El liberalismo político.

Locke entiende, al contrario que Hobbes, que el individuo no renuncia a todos sus
derechos individuales al pasar a formar parte de la sociedad. Mientras que para
Hobbes los derechos sólo existían como concesiones del Estado, para Locke el
fundamento del Estado está en el conjunto de la sociedad, y esta puede, cuando no
cumple con su misión de proteger los derechos naturales del individuo, retirarle el
poder, incluso por la fuerza.
La finalidad principal que tienen los individuos para situarse bajo la autoridad de un
gobierno es la conservación de sus propiedades. La visión que tiene Locke del
Estado es similar a la de una sociedad anónima: todos los socios deben
considerarse propietarios. Locke considera que todos los individuos son miembros
de una sociedad, pero sólo aquellos que tienen propiedades son miembros de pleno
derecho. En este sentido, respecto a los individuos que sólo poseen su fuerza de
trabajo, dice que están sometidos por la ley, pero la representación del poder político
recaerá sobre unos órganos de representación formados por individuos
propietarios, sin los cuales la sociedad no podría subsistir. Estos representantes son
elegidos por los demás propietarios por el sistema de la mayoría. Ante la voluntad
de la mayoría deben de desaparecer los intereses individuales y también los de
aquellos que no intervinieron en la decisión (los no propietarios). Locke propone una
teoría de la democracia representativa como modelo de gobierno.
Pero es una democracia restringida sólo a un sector de la sociedad, mientras que
el resto únicamente será objeto de derechos y nunca sujeto activo de los mismos.
Una de las razones que llevan a Locke a proponer esta democracia restringida es
la sospecha de que si todos los miembros de una sociedad participaran en el poder
político, no habría garantías de que se mantuvieran las instituciones de propiedad
existentes.
Por supuesto, Locke fue el primero en asumir que un Estado dedicado a proteger a
sus miembros de esta manera tiene un coste elevado, y que todos los miembros
deberían ayudar a sufragarlo contribuyendo en proporción a sus propiedades.
Las teorías políticas de Hobbes y de Locke, y su formulación del contrato social, del
liberalismo y del individualismo, van a conformar el pensamiento político de los
siglos siguientes y tendrán mucha influencia no sólo en pensadores posteriores
como los ilustrados franceses (Rousseau, Diderot) o en los utilitaristas (Mill), sino
también en los cambios sociales como la Revolución Francesa o la constitución de
los Estados Unidos de América. Muchos de los principios que diseñaron acerca de
cómo deberían de comportarse las instituciones políticas y cómo se definían y
garantizaban los derechos individuales y colectivos, están presentes en la
actualidad en nuestras teorías políticas.

1. EL RACIONALISMO: concuerda todavía con la Escolástica en su afán de


sistematizar; también la problemática es sustancialmente idéntica, pero se agudiza
la oposición entre la esfera de los subjetivo y lo objetivo, entre la Res cogitans y la
Res extensa. Concertar las dos será el gran problema del Idealismo Alemán. (mas
adelante se harán nuevos comentarios.)

El Racionalismo organiza la Teoría del conocimiento en sistemas que parten de


principios a priori sin tener en cuenta la realidad concreta, todo es mirado desde el
punto de vista de su racionalidad con descuido de lo fáctico. Es en este aspecto del
apriorismo del conocimiento en el que más profundiza el racionalismo. Y a pesar de
sus yerros y exageraciones realiza un aporte considerable a la filosofía.
2. EL EMPIRISMO: es la corriente totalmente opuesta al racionalismo y
representa la ruptura total con la tradición metafísica platónica - aristotélica
de la Escolástica. Ahí está la verdadera revolución del pensamiento
moderno; el empirismo no puede hacer metafísica pues para él no cuentan
las verdades inmutables y eternas; mientras que para el racionalismo la
experiencia sensible no es sino la materia del conocimiento (científico), esto
es su punto de partida y dicho conocimiento se perfecciona únicamente en la
esfera de la inteligencia; para los empiristas la experiencia lo es todo, y como
ha de estar siempre abierta a nuevas observaciones no pueden existir
verdades inmutables y eternas.
Kant intenta una síntesis entre el racionalismo y empirismo, pero al pretender salvar
la metafísica cae en un agnosticismo destructor de todo valor metafísico. Sus
discípulos hunden sistemas atrevidos y complicados tratando de salvar los valores
de verdad, moralidad y religión comprometidos por el escepticismo empirista y el
agnosticismo Kantiano.
La filosofía moderna puede ser caracterizada como una filosofía que hace del sujeto
y de la subjetividad su centro de reflexión y de interés. Esta afirmación constituye
una de las tesis centrales, o mejor dicho, un punto de vista jamás abandonado por
la filosofía moderna. Se podría decir que a medida que avanza la Modernidad esta
idea es cada vez más explicitada y se extraen de ella consecuencias culturales y
filosóficas sin precedentes en la cultura occidental. De hecho, ya sea el racionalismo
que se desarrolló sobre todo en Europa continental, como el empirismo cultivado de
modo principal por filósofos británicos, tienen esta raíz común, es decir el punto de
vista del sujeto como temática filosófica radical. Esta dimensión común no significa,
sin embargo, que racionalismo y empirismo se reduzcan a ser filosofías del sujeto;
tampoco se puede afirmar que uno y otro sean dos aspectos de una misma filosofía.
Racionalismo y empirismo son diversos en razón de sus desarrollos teóricos y de
las tesis que se derivan del uno y del otro. También difieren en algunos intereses
filosóficos, aunque ambas escuelas terminarán por dar lugar, a finales del siglo
XVIII, a una síntesis de notable profundidad especulativa como es la de Kant. El
siglo XVII es el siglo de Descartes y de Bacon, pero también es el siglo de Galileo.
Para esta época, la ciencia moderna comienza a tener una importancia suficiente
como para dar un sello característico al periodo que estamos estudiando. El
descubrimiento del método matemático aplicable al estudio de la naturaleza está en
sintonía con el espíritu de la época. La filosofía racionalista crece y se desarrolla
fundamentalmente dentro de un espíritu sistemático, y, como tal, análogo al método
matemático; por su parte, la filosofía empirista pone el acento de su investigación
en la observación de los datos de hecho. Estos dos aspectos son también
momentos de la ciencia empírica: sistema, método, observación, experiencia. Por
este motivo, el diálogo entre la filosofía y la ciencia tiene una intensidad notable, y
se produce un intercambio constante de tesis referidas sobre todo al mundo de la
naturaleza y al conocimiento humano.
Otro elemento constitutivo de la filosofía de este periodo es el interés religioso que
muestran los distintos filósofos de estos siglos. Así como es difícil encontrar entre
la Edad Media y la Modernidad un punto cronológico en el que se pueda comprobar
la ruptura que indica el cambio de época, y en cambio es fácil observar una clara
continuidad de elementos históricos, filosóficos y culturales, también se puede
afirmar que el interés teológico medieval no desaparece con la llegada de la
Modernidad. Lo que hay es un cambio de perspectiva, pero no un olvido. Autores
como Descartes, Pascal, Malebranche, Spinoza y Leibniz son pensadores en el que
el problema de Dios se presenta como una fuerza notable y encuentra en ellos una
expresión especulativa importante. El pensamiento empirista inglés es en general
menos metafísico, y por ende el problema de Dios aparece desde una óptica
diversa, aunque está también presente. Serán otros movimientos culturales, como
el libertinismo y algunas corrientes de la Ilustración, los que se calificarán de ateos.
Pero lo que está claro es que la filosofía moderna no se identifica ni con el
libertinismo ni con el ateísmo de algunas corrientes de la Ilustración.
La filosofía política presenta también un campo en el que la filosofía moderna ha
aportado grandes novedades. Una de las nociones centrales que vemos aparecer
en diversos autores -ya hemos visto el caso de Hobbes- es la del contrato social.
Tal noción manifiesta la búsqueda de un principio dinámico de organización de la
sociedad, y por otro lado hace patente una antropología que refleja una concepción
del hombre tendencialmente individualista, coherente con la conciencia moderna de
la autonomía de lo humano. En este periodo se consolidan los estados modernos,
las monarquías absolutas encontrarán su fin después de los acontecimientos
revolucionarios, y nacerán las primeras formas de democracia moderna. Estas
primeras formas de democracia tendrán una inspiración fuertemente individualista.
Junto con los primeros pasos de la teoría del contrato social nace, en el siglo XVII,
la cuestión de la tolerancia: se trata, en realidad, de una cuestión político-religiosa
debida a la presencia en el ámbito geográfico europeo de religiones distintas. Hasta
inicios del siglo XVI la única religión existente en Europa occidental era el
catolicismo; a partir de la reforma luterana y calvinista y del cisma anglicano,
aparece el problema de la coexistencia de creencias religiosas diversas: las guerras
de religión crean una situación política que lleva a algunos pensadores a proponer
la tolerancia como una forma de convivencia pacífica.
Las dos corrientes filosóficas más importantes de los siglos XVII y XVIII son el
racionalismo continental y el empirismo británico. Ambas corrientes ponen al sujeto
cognoscente en el centro de la especulación filosófica. En este sentido, el
racionalismo y el empirismo son corrientes de pensamiento esencialmente
modernas, si bien como actitudes intelectuales son constantes a lo largo de la
historia de la filosofía occidental. Las diferencias entre una y otra son de carácter
metafísico y gnoseológico. Sin embargo, racionalismo y empirismo no constituyen
fronteras insuperables. En Hobbes, por ejemplo, encontramos un vas acto uso del
método de Galileo, Locke recibe el influjo de Descartes, Berkeley el de
Malebranche.

El racionalismo desarrolla una auténtica metafísica, que en buena medida se


relaciona con la gran tradición metafísica antigua y medieval. No se trata de una
simple continuidad, sino de un nuevo intento de comprensión del hombre, del mundo
y de Dios. El punto de partida cartesiano, es decir el cogito, constituye también un
punto de vista metafísico. Después de Descartes, con Malebranche, Spinoza y
Leibniz, la filosofía tiene una plataforma común, es decir la temática cartesiana. La
búsqueda de la certeza, las ideas claras y distintas, los problemas derivados de la
separación de la sustancia extensa y pensante, serán los temas más característicos
del desarrollo metafísico racionalista. Además de lo que acabamos de señalar, hay
que añadir que Descartes es en cierto sentido el creador -con algunos precedentes
en la escolástica del siglo XVI- del espíritu de sistema que recorrerá toda la
metafísica moderna: la verdad como coherencia lógica, método deductivo y
matemático, claridad y distinción, unidad, son conceptos básicos que forman parte
de la idea de sistema filosófico. Y junto a esto, un cierto desprecio y distanciamiento
de la experiencia vivida y de la experiencia sensible; el metafísico racionalista es
más deductivo que observador, le interesan más las definiciones exactas y precisas
que la descripción del fenómeno real. El empirismo, en cambio, se interesa no tanto
de los problemas metafísicos clásicos, sino de los problemas gnoseológicos,
aunque comparte con los racionalistas la búsqueda de la certeza. El primer
problema que se plantea el filósofo empirista no es el del ser, sino el de como a
partir de la experiencia se puede llegar al conocimiento de la realidad. Esta
investigación es realizada con un gran espíritu analítico, que tiene como objeto la
experiencia humana del conocer y de la afectividad. De todas maneras, la filosofía
empirista queda siempre ligada a un tipo de experiencia, o sea a la sensible, en
cuanto que considera que toda idea debe apoyarse siempre en un dato sensible.
Con este planteamiento desaparece la consideración de la dimensión metafísica de
la capacidad intelectual, en cuanto toda abstracción es juzgada por el empirismo
como un mero producto de la imaginación separada de la experiencia. Las ideas
empiristas, que no son sino imágenes, representaciones o reflejos del fenómeno
sensible, son siempre particulares. La universalidad -los empiristas prefieren hablar
más bien de generalidad-, coherentemente con el nominalismo que se encuentra en
la base del empirismo, es la propia de los nombres, de los términos, pero nunca de
las ideas o conceptos. Lógicamente, el método de los empiristas no podrá ser el
mismo que el de los racionalistas. En vez de deducción matemática, el empirismo
sostiene que la inducción es el método científico y filosófico privilegiado. Si, por lo
tanto, el racionalismo posee un claro espíritu de sistema, el empirismo tiene un
espíritu analítico y observador de la experiencia y de sus presupuestos
gnoseológicos. El empirismo emprende la tarea de juzgar la capacidad cognoscitiva
del hombre a partir de una concepción reduccionista de la misma experiencia
cognoscitiva. Este intento queda como una posibilidad teórica que será retomada
por Kant. Por su parte, el racionalismo metafísico, en oposición al empirismo,
presupone que la capacidad cognoscitiva humana es apta para conocer la verdad
objetiva en modo deductivo, sin poner en discusión su propia racionalidad. Esta
actitud teórica le valió el nombre de dogmatismo metafísico.
La artificiosidad de los sistemas racionalistas, la falta de contacto con la experiencia
sensible, el atenerse a las definiciones arbitrarias más que a la realidad propuesta
por el sentido común, todos estos elementos serán objeto de la crítica de los
ilustrados. Sobre todo Condillac y Voltaire acusarán al racionalismo de ser una
construcción imaginaria y artificial. La Ilustración del siglo XVIII mirará más bien,
aunque no únicamente, hacia la filosofía británica de corte empirista. Pero esta
dirección del pensamiento terminaba en el escepticismo: la metafísica como
conocimiento último de la realidad de las cosas será sólo una quimera; la teología
como ciencia, una contradicción; la moral objetiva se convertirá en una ética
hedonista y utilitarista.

I. Racionalismo de Descartes

Descartes es uno de los padres de la filosofía moderna y el principal valedor del


racionalismo. Su aportación a esta etapa de la historia de la filosofía que conocemos
bajo el nombre de modernidad (s. XVI-XVIII) resulta relevante a un doble nivel:

a) Metodológico: la mayor preocupación filosófica cartesiana pasaba por elaborar


un nuevo método del pensar. Un método que clarificara científica y racionalmente
el saber filosófico. A este nuevo método, el cual recuperaba la ciencia matemática
como modelo del saber racional, lo llamó “duda metódica”. El rendimiento de la duda
metódica debía comprender los campos epistemológico y ontológico; así,
epistemológicamente, la duda

metódica resultaba útil en la medida en que nos permitiría agrandar el espacio


del pensar: “Mediante la palabra pensar entiendo todo aquello que acontece en
nosotros de tal forma que nos apercibimos inmediatamente de ello; así pues, no
sólo entender, querer, imaginar, sino también sentir es considerado aquí lo mismo
que pensar”1. A nivel ontológico, la duda tendría que servir para hallar las verdades
fundamentales sobre las que asentar nuestro conocimiento; y la primera de esas
verdades era la expresión existencial del cogito: “pienso, luego existo”, diría
Descartes.

b) Metafísico: la aportación del método debe centrarse en la redefinición de


los conceptos fundamentales de la metafísica

(como los de sustancia, atributo, verdad, etc.) para asentar las verdades indudables
a partir de las cuales construir el edificio del conocimiento humano. La primera de
esas verdades, y con la cual Descartes hubo de cambiar el rumbo de la metafísica,
había de ser la afirmación del “Cogito”. Así, Descartes hacía pasar el pensamiento
metafísico del objetivismo medieval al subjetivismo moderno: lo importante, ahora,
no es el conocimiento del objeto, sino su conocimiento a través del conocimiento
del sujeto. Ahora bien, la filosofía cartesiana pone mucho cuidado en no caer en un
subjetivismo propiciado por la exaltación de los sentidos o de la imaginación, sino
que es una afirmación racional de la subjetividad. Es la confianza en la razón,
una razón trazada matemáticamente, la que nos permite dar cuenta de la radicalidad
del cogito: puedo dudar de todo, menos de que dudo; por tanto, si no puedo dudar
de que dudo, no podré dudar de que estoy pensando y de que en dicho acto me
constituyo como ser humano. Repetimos: pienso, luego existo.

Por otro lado, la metafísica cartesiana es la expresión de una nueva teoría de las
ideas y una nueva concepción general del universo dominada por el mecanicismo.

Por tanto, podemos evaluar el racionalismo cartesiano teniendo en cuenta sus


principales rasgos: la expresión de un nuevo método racional del pensar, la llamada
duda metódica; la afirmación de la subjetividad (cogito) como primera verdad; una
nueva teoría del concepto de idea en general y de la idea de substancia en
particular; finalmente, el mecanicismo como paradigma o concepción general del
orden y funcionamiento del universo.

II. El Método Cartesiano

 Aspecto científico: la matematización


Descartes quería hacer de la filosofía un conocimiento científico del yo y del mundo.
Para ello, necesitaba dotar a la investigación filosófica de un método científico y, por
esa razón, nada mejor que confiar en la matemática, pues en aquella época ya se
consideraba a la matemática como ciencia segura; además, la matemática había de
aportar grandes dosis de deducción y atención a la razón. Descartes opinaba, pues,
que la filosofía debía copiar el modelo metodológico de la matemática.

Sin embargo, esta confianza en la matemática no era exclusiva de

Descartes: por un lado, en la Grecia Antigua, tanto Pitágoras como Platón eran
partidarios del saber matemático; en el caso de Platón, el pensamiento matemático
(dianoia) servía para conocer los objetos matemáticos, antesala de las ideas. Por
otro lado, los contemporáneos de Descartes, también confiaban plenamente en
el poder de la racionalidad matemática para conocer la realidad; entre ellos,
Galileo, quien aseguraba que la naturaleza estaba escrita en el lenguaje de las
matemáticas, Leibniz, quien hubo de elaborar toda una filosofía de la matemática
que ha llegado hasta nuestro días y, también, Spinoza, quien pretendía ordenar
geométricamente la razón ética.

 Aspecto metodológico: las cuatro reglas

Ahora bien, ¿en qué consiste el principio de matematización de la investigación


filosófica, tarea que lleva a cabo Descartes? Principalmente en ordenar dicha
investigación según un método que contiene cuatro reglas y que expone en su libro
titulado Discurso del Método:

 Evidencia: afirmar como verdadero sólo aquello que se revele


evidentemente como tal al pensamiento. Es evidente aquello que ya
no admite duda alguna porque ha sido “visto” clara y distintamente.
 Análisis: reducir lo complejo a sus partes más simples para
conocerlo correctamente.
 Deducción: otorgar a la operación racional deductiva el peso de la
investigación; así, hallaremos las verdades complejas por deducción
a partir de las simples.
 Comprobación: comprobar si lo descubierto por la razón ha sido
hallado de acuerdo a las reglas anteriores.

En el texto que reproducimos a continuación se puede ver expresamente la


presentación de las reglas del método: “Nada diré sobre la filosofía, sino que, viendo
que ha sido cultivada por los ingenios más relevantes que han existido desde hace
siglos y que, sin embargo, nada hay en ella que no sea aún objeto de disputa y, por
lo tanto, dudoso, no tenía yo la suficiente presunción para esperar alcanzar en ella
algo mejor que los otros [...] Tal fue la causa por la que pensé que había que buscar
algún otro método que, reuniendo las ventajas de los otros tres, estuviera exento de
sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes a menudo sirve de excusa para los
vicios [...] estimé que tendría suficiente con las cuatro siguientes [...] El primero
consistía en no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido
con evidencia que así era [...] El segundo, en dividir cada una de las dificultades a
examinar en tantas partes como fuera posible y necesario para su mejor solución.
El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos
más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco,
gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos [...] Y el último, en hacer
en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan amplias, que llegase a estar
seguro de no haber omitido nada [...] Pero lo que más me satisfacía de este método
era que, por su medio, estaba seguro de usar en todo mi razón, si no de modo
perfecto, al menos de la mejor forma que me fuera posible [...] Y como existen
hombres que se equivocan al razonar, incluso en las más sencillas cuestiones de
geometría, y cometen paralogismos, juzgando que estaba expuesto a equivocarme
como cualquier otro, rechacé como falsos todos los razonamientos que había
tomado antes por demostraciones [...] Pero, inmediatamente después, advertí que,
mientras quería pensar de ese modo que todo es falso, era absolutamente
necesario que yo, que lo pensaba, fuera alguna cosa. Y observando que esta
verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las más
extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de socavarla, juzgué
que podía admitirla como el primer principio de la filosofía que buscaba” (René
DESCARTES: Discurso del método; fragmentos, segunda y cuarta partes).
 Aspecto epistemológico: la duda metódica

El nuevo método cartesiano tiene como misión convertir a la filosofía en un


camino racional hacia la verdad. Y, para ello, tiene que resolver el problema del
principio del conocimiento y su certeza: en la filosofía antigua y medieval, el principio
del conocimiento era el objeto, y la verdad consistía en la adecuación de las
proposiciones (lo que decimos) a las cosas (lo que existe). A dicha adecuación,
Aristóteles la llamaba correspondencia entre el lenguaje y la realidad. Por supuesto,
la razón era el mecanismo adecuado para lograr esta correspondencia, pero eso
no suponía excluir a los sentidos de la tarea del conocimiento verdadero pues los
sentidos nos ponen en contacto con la realidad, si exceptuamos a Platón, quien
dividía la realidad en dos partes (mundo sensible y mundo inteligible) que se
correspondían a su vez con los dos géneros de conocimiento: opinión
(conocimiento procedente de los sentidos) y episteme o ciencia (conocimiento
procedente de la razón).

Pero, con la aparición de la filosofía moderna, cuyo padre es Descartes, el principio


del conocimiento deja de ser el objeto y pasa a ser el sujeto y el lugar en el que
quedan los sentidos como criterios de conocimiento es de clara inferioridad y
desprestigio. Tanto es así que el método cartesiano comienza expresando su
desconfianza hacia los sentidos como instrumentos válidos para conocer. De ahí
que la expresión del método cartesiano sea la duda: en sus famosas Meditaciones
Metafísicas, Descartes escribe que podemos dudar de todo aquello que
conozcamos a través de los sentidos, pues estos no distinguen entre el sueño y la
vigilia; en cambio, decía Descartes, no puedo dudar de aquello que consiga
conocer racionalmente, porque esto lo habré hallado de acuerdo a un método
estrictamente racional.

Y eso de lo que no puedo dudar es de que dudo, es decir, no puedo dudar de mi


propio pensamiento. Puedo dudar del contenido de lo pensado, pero no así del
pensamiento mismo; por eso, puedo afirmar tajantemente que “pienso, luego
existo”. Como se observa fácilmente, es el sujeto el principio de todo conocimiento
racional, pues es el pensamiento como tal y no lo pensado el punto de partida.
El método cartesiano, que desde este momento se llamará “duda metódica”, es el
esfuerzo por ofrecer autonomía al entendimiento frente a los sentidos y la
imaginación. Es tarea del entendimiento hallar las verdades evidentes y primeras
que van a servir de base para la construcción del conocimiento humano. En efecto,
la duda metódica cartesiana pretende erigirse en modo de hallar la certeza y, dentro
de ella, la certeza absoluta: el sujeto pensante. Dicho sujeto se convertirá, de
inmediato, en el primer principio del conocimiento, en su criterio más cierto y
fundamental. Esta verdad indubitable, a la que llamamos cogito, será el primer
principio de la filosofía.

Debido a que la finalidad de la duda es conducirnos hasta las primeras y


fundamentales verdades de nuestro conocimiento, no podemos confundir la duda
cartesiana con el escepticismo: Descartes no desea dudar de todo, sino sólo de
aquello que no se presente de manera evidente como verdadero a mi
entendimiento. Descartes nunca había de dudar de la razón y de su capacidad para
hallar la verdad.

III. Las consecuencias ontológicas del método cartesiano: afirmación de la


primera verdad: “pienso, luego existo ”

Teniendo en cuenta que lo que persigue la duda metódica es afirmar el sujeto


pensante o cogito como base sobre la que construir todo el conocimiento
racional, podemos decir que la filosofía del método es, en realidad, una filosofía del
sujeto, según la cual, el hombre existe como ser pensante, el mundo es conocido a
partir de la evidencia del pensamiento: es el cogito, y no el mundo, la primera
verdad.

La llegada al cogito o pensamiento se efectúa por vía intuitiva: es la evidencia la


que nos revela que el pensar, y más concretamente, que “yo pienso”, es una idea
clara y distinta, es decir, una idea de la que no cabe dudar.

Desde este punto de vista, el cogito no es tanto un resultado o punto de llegada


como un punto de partida. Lo que quiere indicarnos Descartes es que la
subjetividad, el “pienso, luego existo” es el comienzo de toda reflexión filosófica,
porque es indubitable que yo existo pensando, que existo como pensamiento: no
puedo dudar de mi existencia y de que ésta se desarrolla pensando. La llegada al
cogito no se hace como resultado de deducción alguna, pues eso supondría que
hay otros principios anteriores y más ciertos al propio pensamiento, sino que se
efectúa intuitivamente. Por esto mismo, al “pienso” va unido necesariamente el
“existo”:

“En tanto que rechazamos de esta forma todo aquello de lo que podemos dudar e
incluso llegamos a fingir que es falso, fácilmente suponemos que no hay Dios, ni
cielo, ni tierra... y que no tenemos cuerpo; pero no podríamos suponer de igual
forma que no somos mientras estamos dudando de la verdad de todas estas cosas,
pues es tal la repugnancia que advertimos al concebir que lo que piensa no es
verdaderamente al mismo tiempo que piensa, que, a pesar de las más
extravagantes suposiciones, no podríamos impedirnos creer que esta conclusión
YO PIENSO, LUEGO SOY, sea verdadera y, en consecuencia, la primera y la
más cierta que se presenta ante quien conduce sus pensamientos por orden”. (René
DESCARTES: Los principios de la filosofía I, 7)

Por tanto, el “pienso, luego existo” es el esfuerzo cartesiano por construir toda la
explicación de la realidad a partir de la única evidencia de mi propia existencia como
ser pensante. Definitivamente, pues, la filosofía del método es una filosofía de la
subjetividad.

La afirmación de la primera verdad, “pienso, luego existo”, ha colocado a la filosofía


moderna y a la del propio Descartes en una situación particular, porque la filosofía
cartesiana a pesar de que ya no separa existencia y pensamiento, seguirá
mostrando un dualismo metafísico a la hora de concebir la realidad: para Descartes,
la existencia del mundo no puede darse de la misma manera que la existencia del
cogito, por dos razones:

o Éste, el cogito, se caracteriza por el pensamiento, mientras el mundo es


extensión. Seguirá, pues, habiendo un dualismo entre pensamiento y
extensión. Pero estos no serán simplemente modos de percibir, sino que
serán constatados como modos de ser. Por eso, como veremos más
adelante, Descartes hablará del pensamiento y de la extensión en tanto que
sustancias. Aquí, el racionalismo cartesiano es dualista, como en el caso de
Platón.
o El mundo existe para la conciencia: el cogito es la primera verdad; sólo a
partir de la existencia del cogito puedo concebir la existencia del mundo. Por
tanto, en este sentido, el racionalismo cartesiano es puramente subjetivista.
Será este subjetivismo el que lleve a Descartes a afirmar que es más fácil
conocer el alma (o pensamiento) que el cuerpo (o extensión), porque que
pienso se revela de manera inmediata y necesaria: dude de lo que dude, no
podré dudar de que dudo o pienso.

IV. La teoría cartesiana de las ideas y la idea de Sustancia

Para Descartes la sustancia existe de tal manera que no tiene necesidad de otra
cosa para existir. Pero, según esta definición, sólo Dios podría ser considerado
como sustancia; en cambio, Descartes afirma la existencia de tres sustancias: la
sustancia finita pensante (cogito), la sustancia extensa (mundo) y el propio Dios, en
tanto que sustancia infinita pensante. Son tres sustancias, pero sólo dos modos de
ser sustancia: el pensamiento y la extensión o materia.

Todo este confusionismo en la teoría cartesiana de la sustancia procede de que


Descartes confunde el concepto de sustancia con los atributos de la misma. En
efecto, como dirá Spinoza, contemporáneo de Descartes, este último cataloga como
sustancias lo que sólo son atributos de la misma, a saber: el pensamiento y la
extensión.

Si bien Descartes no ha hablado con propiedad en el tema de la sustancia, sí resulta


relevante el término cartesiano de sustancia si lo traducimos con el concepto de
idea. Para Descartes, la sustancia finita pensante es la existencia de la idea de yo
como sujeto pensante; la sustancia extensa es, en realidad, la idea de mundo como
objeto de conocimiento; en cuanto a Dios, es la garantía que nuestro entendimiento
necesita para hallar un acuerdo natural entre su pensamiento y las cosas.
Aunque el sistema cartesiano que explica la sustancia no sea lógico, sí resulta
rentable, porque al reducir el concepto de sustancia al de idea Descartes ya ha
logrado su doble propósito:

 colocar al pensamiento, y con él a la subjetividad, en la base de la


construcción del conocimiento humano.
 Diferenciar y priorizar claramente esta base, ofreciéndole un tratamiento
distinto y privilegiado. Por ello Descartes insistirá en el esquema dualista de
la realidad; existen, según la filosofía de Descartes, dos modos de ser: el
pensamiento (yo y Dios) y la extensión (el mundo), pero únicamente el
pensamiento, el sujeto o yo, puede comprender la existencia del mundo.

El dualismo cartesiano no sólo tiene un carácter metafísico, sino también


antropológico. Es decir, no sólo podemos clasificar la realidad en sustancia
pensante y sustancia extensa o material, sino que también podemos clasificar la
realidad humana en dos: alma o espíritu (pensamiento, en cualquier caso) y
cuerpo (extensión o materia).

De todos modos, hemos de advertir con claridad la estrategia “idealista” de


Descartes: hacer pasar a la sustancia de su realidad objetiva (ser tratada como
cosa) a su tratamiento subjetivo, es decir, como idea. Por tanto, la teoría cartesiana
de la sustancia se encuentra incluida en una teoría de las ideas, mucho más amplia
e importante.

¿Qué es, pues, la idea para Descartes? Una representación del mundo o de un
objeto del mundo. En realidad, dirá Descartes, el conocimiento humano no conoce
las cosas en sí mismas, sino las ideas de las cosas, es decir, el modo en que éstas
se ofrecen a la mente.

La idea, según Descartes, tiene un doble aspecto: objetivo, porque representa un


objeto del mundo; y formal, puesto que la idea tiene sentido en sí misma, es decir,
una vez formada no necesita la presencia de la cosa que la originó para seguir
existiendo.

Existen, en opinión de Descartes, tres tipos de ideas:


a) facticias: proceden de la imaginación y la voluntad. Su procedencia es
subjetiva o interior.

b) Adventicias: son aquellas donadas por los sentidos. Su procedencia es


del mundo exterior u objetivo.

c) Innatas: se encuentran impresas en nuestra mente. Estas ideas innatas


son tres: la idea de Yo (primera verdad), la idea de Dios y la idea de Mundo.

Verdaderamente, la metafísica cartesiana gira en torno al concepto de idea (y,


concretamente, el de idea innata) en vez de hacerlo en torno al de sustancia. Este
posicionamiento subjetivista supuso el gran giro que Descartes hubo de
proporcionar al pensamiento metafísico, hasta entonces preso de la objetividad de
las cosas. No es tanto el término ser como el de representación el que adquiere
importancia a partir de este momento, con lo que habrá de ser el sujeto, en vez del
objeto, el principio de toda relación de conocimiento.

V. Mecanicismo

La observación que Descartes lleva a cabo de la naturaleza ya no la hace desde los


paradigmas antiguos: geocentrismo ni teocentrismo. Descartes, inmerso en un
proceso de modernización de la ciencia al que contribuyó notablemente desde las
matemáticas, trataba de explicar la realidad física en función de un nuevo
esquema de comprensión o paradigma: el mecanicismo.

La naturaleza, en la que se pensaba incluido el cuerpo humano2, era considerada


como una especie de máquina. Su funcionamiento automático, sometido a estrictas
leyes mecánicas que le aportaban regularidad y posibilitaban su conocimiento a
través de la física, hacía de ella un objeto sometido a explicación matemática,
aunque también estaba sometido a indagación metafísica, porque, para Descartes,
la comprensión de la naturaleza o realidad física no era más que la presencia de la
extensión en tanto que atributo (modo de ser) de la sustancia: si el yo era
reconocible como pensamiento, el mundo era reconocible como extensión.
Extensión quiere decir que todo cuerpo ocupa un lugar en el espacio, es decir, es
extenso; y la extensión es objeto de tratamiento matemático: resulta medible,
cuantificable y predecible. Descartes, junto con Galileo, pensaban efectivamente
que la naturaleza estaba escrita en el lenguaje de las matemáticas.

Esta dualidad (pensamiento/extensión) sería trasladada también a la antropología


y, así, Descartes concebía al hombre como un conjunto de pensamiento (alma) y
extensión (cuerpo).

La naturaleza, ese universo mecánico, estaría “llena de materia”: la física cartesiana


no aceptaba la existencia del vacío. Tampoco aceptaba la indivisibilidad de la
materia: ni vacío, ni átomo (unidad indivisible). Según Descartes, la extensión
presentaba una estructura infinitamente divisible.

Por tanto, Descartes explicaba la naturaleza en función de sólo dos componentes:


la materia y el movimiento.

Ahora bien, si la materia quedaba explicada en función de la idea de espacio y de


máquina, cómo explicar la existencia del movimiento. En este punto, el mecanicismo
cartesiano ya no resulta coherente consigo mismo, pues recurre a la
fundamentación teológica de la física. Veamos: según Descartes, Dios es la primera
causa de movimiento (esquema escolástico, al modo de Aquino). En los Principios
de Filosofía, Descartes admite que Dios ha creado la materia con movimiento y
reposo y que Dios conserva la cantidad de materia y movimiento siempre igual.

Sin embargo, el anhelo de la ciencia moderna por explicar la realidad a través de la


matemática y la observación científica, hizo que el propio Descartes no se
conformara con esta explicación teológica del movimiento y, así, impulsara la
formulación de una serie de leyes de la naturaleza que harían de la física un intento
científico por explicar el mundo. Descartes adelantó hipótesis que después Newton
certificaría y formularía en leyes físicas; por ejemplo:

a) el principio de inercia: según Descartes, la primera ley de la naturaleza es


que cada cosa permanece en el estado en que se encuentra si nada la
cambia.
b) el movimiento rectilíneo: una segunda ley de la naturaleza es la que aduce
que todo cuerpo en movimiento tiende a continuar su movimiento en línea
recta.

c) el principio de conservación del movimiento: la tercera ley de la naturaleza


hace referencia a la estabilidad de los cuerpos en movimientos. Según
Descartes, si un cuerpo que se mueve encuentra otro más fuerte que él, no
pierde nada de su movimiento, y si encuentra otro más débil que pueda ser
movido por él, perderá tanto movimiento como transmita. Así pues, el
movimiento, finalmente, no se pierde, sino que se transmite.

ISAAC NEWTON

Isaac Newton (1643–1727) fue uno de los más grandes científicos de todos los
tiempos. De hecho para algunos, como es el caso de Isaac Asimov, el más grande.
Newton representó, no solo la culminación científica de los siglos XVI y XVII, sino la
transformación intelectual que creó la ciencia moderna y que ha llegado a configurar
incluso la vida del mundo tal y como la concebimos hoy día. Científico, físico,
filósofo, alquimista y matemático, y autor, entre otras obras, de los Philosophiae
Naturalis Principia Mathematica, donde describió la ley de la gravitación universal y
estableció las bases de la Mecánica Clásica mediante las leyes que llevan su
nombre.

PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE ISAAC NEWTON

Reconocido en el mundo, como uno de los científicos más valiosos de la


Historia, Isaac Newton también destacó por su pensamientos filosófico y teológico,
a través de los cuales buscaba comprender a Dios y su obra, proclamando sobre
todo que creía en la existencia de un solo Dios, rechazando fehacientemente la idea
de la trinidad, asunto que plasmó en sus numerosos trabajos escritos.

En este sentido, en una época en donde la Iglesia lo hubiese acusado de hereje,


Isaac Newton estudió en secreto la Alquimia y también hizo fuertes análisis que
trataban de demostrar cómo la Iglesia católica mentía sobre las escrituras, haciendo
creer el concepto de la Trinidad, cuando en realidad Dios era un ser único y
universal, Newton buscó la forma de ocultar las cientos de páginas que escribió al
respecto, por lo que creó un seudónimo: Jeova Sanctud Unus, expresión en latín,
que puede traducirse como “Jehová único santo”, y que es interpretada por los
investigadores como un declarado manifiesto anti-trinitario, por parte de Newton.

PENSAMIENTO RELIGIOSO DE NEWTON

No obstante, su pensamiento anti-trinitario o sus posturas contra la Iglesia no


significaban que Newton fuese un hombre alejado del pensamiento de un Dios. Por
el contrario, era un hombre que basó su trabajo científico en comprender la obra y
la naturaleza de Dios. Así mismo, se dedicó a un análisis pormenorizado de la Bíblia,
dedicándole –según algunas fuentes- incluso más tiempo que al estudio de la
Ciencia, desarrollando un pensamiento teológico, considerado de gran influencia en
la Filosofía occidental. De hecho, era tanto su interés por este tema, que su obra
escrita, en base a su pensamiento teológico llegó a abarcar muchas más páginas
que el legado escrito que dejó para la Ciencia.

FILOSOFÍA NATURAL

Sin embargo, no se puede llegar a pensar que Newton podía entender en ese
momento la Ciencia separada del estudio de Dios. Por el contrario, él pensaba en
la unidad, desarrollando entonces un sistema de trabajo, en donde sus distintos
aspectos, simplemente constituían diferentes formas de abordar un mismo
conocimiento. De esta forma, las distintas facetas que tenía su trabajo, es decir,
científico, alquímico o teológico, eran caras de la misma intención clara de estudiar
a Dios y el cómo este ser se relacionaba directamente con su creación.

A este sistema de estudio, Newton le llamó Filosofía Natural, y de acuerdo a lo que


se puede leer, incluso en uno de sus primeros trabajos, Ciertas cuestiones de
Filosofía (1664-1665), Newton estaba convencido de que el sistema más idóneo
para abarcar el estudio de Dios y su creación.

TEOLOGÍA NATURAL

Igualmente, Newton se interesó por el florecimiento de la teología


natural, movimiento que trataba de precisar las propiedades de Dios, a través del
estudio de los atributos que tenía su creación. Algunos de sus textos más
sobresalientes al respecto lo constituye Sobre la gravitación y el equilibrio de los
fluidos, escrito a medias en 1660, plantea una interesante discusión sobre la
naturaleza del espacio, en relación con la naturaleza del cuerpo. Así mismo, Newton
llegó a afirmar por ejemplo que el espacio, en sí no era una sustancia, sino un
“efecto emanativo de Dios”, que al igual que su productor era eterno y necesario
para la existencia de cualquier ser. También ve en la creación, la voluntad divina de
Dios.
APORTES CIENTIFICOS

1- LAS TRES LEYES DE NEWTON QUE SENTARON LAS BASES DE LA


MECÁNICA CLÁSICA

Newton desarrolló las tres leyes de movimiento: inercia, F = ma y acción-reacción.


Las tres aparecen en su obra “Principia” y describen la relación entre un cuerpo y
las fuerzas que actúan sobre él. Es decir, cuando dichas fuerzas actúan sobre un
cuerpo y producen movimiento.

Estas leyes sentaron las bases de la mecánica clásica y son fundamentales en el


estudio tanto en matemáticas como en física.

2-LEY DE GRAVITACIÓN

En Principia, Newton también formuló la ley de Gravitación Universal. Esta ley


establece que cada masa atrae a otras masas por una llamada “gravedad” y se
formula de la siguiente manera:

Newton usó esta fórmula para explicar las trayectorias de los cometas, las mareas,
la precesión de los equinoccios y otros fenómenos astrofísicos.
Además eliminó por completo el modelo heliocéntrico que sostenía que el sol estaba
en el centro del Universo.

La ley de gravitación universal de Newton fue reemplazada por la teoría de la


relatividad general de Einstein, pero sigue siendo utilizada como una excelente
aproximación a los efectos de la gravedad.

3- PRINCIPIA ES UNA DE LAS OBRAS MÁS IMPORTANTES DE LA HISTORIA


DE LA CIENCIA

El 5 de julio de 1687 se publicó por primera vez el “Philosophiæ Naturalis Principia


Mathematica de Newton”, conocido simplemente como Principia.

Además de las leyes y principios que ya mencioné, el libro fue fundamental para el
surgimiento de la Revolución Industrial.

Se considera no sólo como la obra más importante de Newton sino también como
el trabajo fundamental para toda la ciencia moderna.

4-ISAAC NEWTON INVENTÓ EL CÁLCULO

Newton también creó el cálculo como una respuesta a las insuficiencias en


matemáticas de la época en que vivió.

Al principio lo llamó fluxiones, y le sirvió para resolver problemas complejos sobre


órbitas, curvas y otros temas que la geometría clásica no podía resolver.

El cálculo es en extremo útil para esto, ya que produce información sobre las cosas
que están cambiando continuamente, por ejemplo la velocidad de un objeto que
cae.
5- LA VERDADERA FORMA DE LA TIERRA

El físico inglés también predijo que la Tierra estaba formada como una esfera que
experimentó aplanamiento en los polos. Esta teoría, como se sabe, fue más tarde
verificada por distintas mediciones.

¿Por qué es tan importante? Porque Newton descubrió que la Tierra no es


perfectamente redonda. Por esto, la distancia del centro de la Tierra hasta el nivel
del mar es aproximadamente 21 kilómetros más grande en el ecuador que en los
polos.

6- INVENTÓ EL PRIMER TELESCOPIO REFLECTOR

En 1668, Newton inventó el primer telescopio reflector, que ahora se conoce como
el telescopio newtoniano.

Hasta ese momento, los telescopios eran grandes y molestos, pero el genio de
Newton utilizó espejos en vez de lentes. Los espejos son instrumentos más
poderosos y diez veces más pequeños que un telescopio tradicional.

7- NEWTON REVOLUCIONÓ EL MUNDO DE LA ÓPTICA

Sir Isaac Newton tenía sobre su mesa un montón de papeles en los que escribía
cálculos que le habían llevado veinte hacer. Una noche, salió de la habitación por
unos minutos, y cuando volvió encontró que su perrito “Diamond” había derrumbado
una vela y prendido fuego a los papeles, de los que no quedaba más que un montón
de cenizas. Fue entonces cuando exclamó: “¡Oh Diamond, Diamond, poco sabes
qué mal has hecho!” Historia publicada en la vida de sir Isaac Newton por David
Brewster (1833)

A finales de la década de 1660 y principios de la de 1670, Newton determinó que la


luz blanca era una mezcla de colores que se pueden separar con un prisma.
También demostró que el espectro multicolor producido por un prisma puede ser
recompuesto en luz blanca con una lente y un segundo prisma.

De esta manera, Newton fue capaz de contrarrestar a los que creían que la luz era
simple y homogénea. A partir de entonces, la heterogeneidad de la luz se convirtió
en la base de la óptica física.

8- OTRAS GRANDES APORTACIONES DE ISAAC NEWTON

Además de todo esto, Newton también formuló una ley empírica sobre el
enfriamiento, estudió la velocidad del sonido e introdujo la noción de “fluido
newtoniano”.

Más allá de su trabajo en matemáticas, óptica y física, Newton también dedicó una
cantidad significativa de tiempo estudiando la cronología bíblica y la alquimia, pero
la mayor parte de su trabajo en estas áreas permaneció inédita hasta mucho
después de su muerte.

9- SIR ISAAC NEWTON FUE EL SEGUNDO CIENTÍFICO EN SER CABALLERO

En 1696, Newton fue nombrado Guardián de la Casa de la Moneda Real. También


sirvió como miembro del Parlamento de Inglaterra en 1689-1690 y 1701-1702. Fue
elegido presidente de la Royal Society en 1703.

Como líder de la Real Casa de la Moneda, Newton utilizó su poder para castigar a
los falsificadores y en 1717, con la “Ley de la Reina Ana”, movió la libra esterlina del
patrón de plata al patrón oro.

En 1705, Newton fue nombrado caballero por la reina Ana. De ese modo, Sir Isaac
Newton fue el segundo científico que fue nombrado caballero, después de Sir
Francis Bacon.

10- SU INSPIRACIÓN A OTROS GRANDES CIENTÍFICOS


Newton fue un científico que dedicó su vida a la ciencia e investigación. Sus
descubrimientos y esfuerzo fueron admirados por otros grandes científicos
porteriores, como Albert Einstein y Stephen Hawking.

Galileo Galilei, Newton, Einstein y Hawking son posiblemente los tres científicos
más destacados de la historia y la inspiración de muchos otros no tan conocidos
pero que se han esforzado y dado su vida por la ciencia.

FUNDAMENTOS DE LAS LEYES DE NEWTON

La base teórica que permitió a newton establecer sus leyes están también precisada
en sus philosophiae naturalis principia mathematica.

El primer concepto que se maneja es el de la masa cuya importancia de esta


precisión está en que le permite prescindir de toda cualidad que no sea física-
matemática a la hora de tratar la dinámica de los cuerpos.

El segundo concepto es que la cantidad de movimiento es el del resultado del


producto de la masa por la velocidad y define dos tipos de fuerza la vis ínsita que
es la proporcionalidad de la masa que refleja la inercia de la materia; y la vis impresa
que es la acción que cambia el estado de un cuerpo se produce por choque o
presión y esto puede verse a la vis centrípeta la cual lleva al cuerpo algún punto
determinado. en este newton distingue tres tipos de cantidades de fuerza que son
la absoluta, la aceleradora y la motora.

El tercer concepto distingue en lo absoluto o relativo, siempre que se hable de


tiempo, espacio, lugar o movimiento.

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