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1. Para todos los fieles que buscan la patria, este mundo es lo mismo que
el desierto para el pueblo de Israel. Ciertamente los israelitas andaban
aún errantes en busca de la patria; pero teniendo a Dios por guía no
podían extraviarse. El mandato de Dios se constituyó en su camino. En
efecto, de todos es conocido que el mismo trayecto que, con rodeos,
recorrieron durante cuarenta años, se hace en poquitas etapas. Si
tardaron tanto se debe a que Dios los probaba, no a que los hubiera
abandonado. Así, pues, lo que Dios nos promete es una dulzura
inenarrable y un bien -como dice la Escritura y con frecuencia me habéis
oído recordarlo- que ni el ojo vio ni el oído oyó ni subió al corazón del
hombre1. Ahora bien, las fatigas temporales nos ejercitan y las pruebas de
la vida presente nos instruyen. Pero si no queréis morir de sed en este
desierto, bebed la caridad. Es la fuente que Dios quiso poner aquí para
que no desfallezcamos en el camino; fuente de que beberemos más
abundantemente aún, cuando lleguemos a la patria.
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LA VICTORIA DEL CRISTIANO ES DEBIDA A DIOS
3. Ellos son del mundo. ¿Quiénes? Los anticristos. Ya habéis oído quiénes
son. Y, si vosotros no sois de ellos, los conocéis; en cambio quien es él eso
mismo, no los conoce. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo
y el mundo los escucha7. ¿Quiénes son los que hablan según el mundo?
Fijaos: los que hablan contra la caridad. Habéis oído que el Señor dice: Si
perdonáis sus pecados a los hombres, también vuestro Padre del cielo
perdonará los vuestros; pero si no se los perdonáis, tampoco vuestro Padre
os perdonará los vuestros8. Lo ha afirmado la Verdad, o, si no es la Verdad
la que habla, osa decir lo contrario. Si eres cristiano y crees a Cristo, Él
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mismo dijo: Yo soy la Verdad9. Lo afirmado es verdadero e inamovible.
Escucha ya a los hombres que hablan según el mundo: «¿Y no te vas a
vengar, y va él a pregonar que te hizo eso? Al contrario, hazle ver que
tiene que vérselas con un hombre». Son palabras que se pronuncian a
diario. Quienes así hablan, lo hacen según el mundo y el mundo los
escucha. Son cosas que sólo dicen y escuchan quienes aman el mundo. Y,
como habéis oído, quien ama el mundo y descuida la caridad niega que
Jesús haya venido en la carne. ¿Acaso hizo el mismo Señor, cuando vino en
la carne, lo que ellos sugieren? ¿Acaso quiso vengarse cuando le
abofetearon? Cuando pendía de la cruz, ¿no dijo: Padre perdónales, porque
no saben lo que hacen?10 Así, pues, si no amenazaba quien tenía poder,
¿por qué amenazas tú? ¿Por qué te hinchas tú, puesto bajo autoridad
ajena? Él, que murió porque quiso, no amenazaba; tú, que ignoras cuándo
has de morir, ¿amenazas?
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oyésemos de la voz del Espíritu de Dios esta misma cosa, que Dios es
amor, nada más deberíamos buscar.
5. Ved ya que obrar contra el amor es obrar contra Dios. Que nadie diga:
«Cuando dejo de amar a mi hermano peco contra un hombre;-estad
atentos- con tal de no pecar contra Dios, no daré importancia a pecar
contra un hombre». ¿Cómo que no pecas contra Dios, si pecas contra el
amor? Dios es amor13. ¿Y soy acaso yo quien lo dice? Si fuera yo quien
dijese que Dios es amor, quizá se escandalizaría alguno de vosotros y
comentaría: «Pero ¿qué ha dicho?, ¿qué quiso decir al afirmar que Dios es
amor?». Ved, hermanos, que se trata de la Escritura de Dios. Esta carta es
canónica, se lee en todos los pueblos, la acepta como autoridad el orbe de
la tierra, ella misma lo ha edificado. En ella escuchas que el Espíritu de
Dios dice: Dios es amor. Ahora, si te atreves, obra contra Dios y no ames a
tu hermano.
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Señor está también en poder del malo, pues de los tales se dijo: Quien lo
come y bebe indignamente come y bebe su propia condenación17. También
el malo puede llevar el nombre de Cristo, es decir, también el malo puede
llamarse cristiano. De los tales se ha dicho: Mancillan el nombre de Dios18.
En conclusión, también el malo puede poseer todos los ritos y símbolos
sagrados, pero lo que no puede es ser malo y poseer la caridad. Éste es,
pues, el don propio, exclusivo; es la fuente particular. El Espíritu de Dios
os exhorta a beber de ella, a beberle a Él.
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hombre, sino con qué espíritu e intención lo hace. En una misma acción
hallamos que interviene Dios Padre y Judas. Al Padre le bendecimos, a
Judas lo detestamos. ¿Por qué bendecimos al Padre y detestamos a Judas?
Lo que bendecimos es la caridad, lo que detestamos es la iniquidad. En
efecto, ¿cuán beneficiosa resultó para el género humano la entrega de
Cristo? ¿Acaso Judas pensó en ello como motivo para entregar a
Jesucristo? Dios pensó en nuestra salvación, razón por la que fuimos
redimidos; Judas tenía en mente el precio por el que vendió al Señor. El
Hijo mismo pensó en el precio que entregó por nosotros, Judas pensó en
el precio que recibió por venderle. Así, pues, la diversa intención hizo que
fuesen diversas las acciones. Aun tratándose de un único hecho, si le
aplicamos el metro de las diversas intenciones, advertimos que hay que
amar a uno y que condenar a otro; que uno merece ser glorificado y otro
ser detestado. ¡Tanto vale la caridad! Ved que ella sola discierne, ella sola
distingue las acciones de los hombres.
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Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros le hayamos amado, sino en
que Él nos amó.No fuimos nosotros quienes le amamos a Él antes, pues Él
nos amó precisamente para que le amemos. Y envió a su Hijo como víctima
de propiciación por nuestros pecados; como víctima de propiciación, como
oferente de un sacrificio. Él ofreció un sacrificio por nuestros pecados.
¿Dónde halló la ofrenda, la víctima pura que quería ofrecer? Al no hallar
ninguna otra, se ofreció a sí mismo. Amadísimos, si Dios nos amó de esa
manera, nosotros debemos amarnos unos a otros22. Pedro, le dice, ¿me
amas? Y él le respondió: Te amo. Apacienta mis ovejas23.
10.A Dios nadie le ha visto nunca24. Dios es un ser invisible. No hay que
buscarlo con los ojos, sino con el corazón. Pero de igual manera que si
quisiéramos ver el sol físico, limpiaríamos el ojo corporal que nos permite
poder ver la luz, de igual manera, si queremos ver a Dios, hemos de
purificar el ojo con que podemos verle. ¿Dónde se halla este ojo? Escucha
el evangelio: Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios25.
Pero que nadie piense en Dios al dictado de la concupiscencia de los ojos.
Ésta o crea para sí una forma inmensa, o extiende espacialmente una
magnitud inconmensurable, como quien aumenta cuanto puede por los
anchos campos esta luz que ve con los ojos del cuerpo, o se lo representa
como un anciano de aspecto venerable. No pienses nada de eso. Tienes
otra cosa en qué pensar si quieres ver a Dios. Dios es amor.¿Qué rostro
tiene el amor? ¿Qué forma, qué estatura, qué pies, qué manos tiene? Nadie
lo puede decir. Y, sin embargo, tiene pies, pues son ellos los que conducen
a la Iglesia; tiene manos, pues son ellas las que dan al pobre; tiene ojos,
pues con ellos se mira por el necesitado. Dichoso, dice, el que mira por el
necesitado y el pobre26. Tiene oídos, refiriéndose a los cuales dice el
Señor: Quien tenga oídos para oír que oiga27. No son miembros
diversificados espacialmente; no, el que tiene caridad, lo ve todo y a la vez
con la inteligencia. Habita en ella y ella habitará en ti; permanece en ella y
ella permanecerá en ti.
¿Quién, hermanos míos, ama lo que no ve? Sin embargo, ¿por qué os
ponéis en pie, aclamáis y alabáis, cuando os alabo la caridad? ¿Qué os he
descubierto? ¿Os he presentado algunos colores? ¿Os he puesto ante los
ojos oro y plata? ¿He desenterrado piedras preciosas de un tesoro? ¿He
mostrado a vuestros ojos algo semejante? ¿Acaso se modificó mi
fisonomía al hablar? Sigo teniendo carne, sigo siendo igual que entré,
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como vosotros seguís siendo igual que vinisteis; se alaba la caridad y
comenzáis a gritar. Sin duda no veis nada. Pero ¡ojalá os agrade para
conservarla en el corazón, como os agrada cuando la alabáis! Prestad
atención a lo que voy a decir, hermanos; en cuanto me lo concede el
Señor, os exhorto a buscar un gran tesoro. Suponed que se os muestra un
pequeño jarrón cincelado, dorado, cuidadosamente labrado, que
cautivase vuestros ojos y arrastrase tras de sí la mirada de vuestro
corazón, agradándoos las manos hábiles del artista, la cantidad de plata y
el brillo del metal, ¿no diría cada uno de vosotros: ¡si yo tuviera ese
jarrón!? Y carecería de sentido decirlo, pues no estaría a vuestro alcance
poseerlo. O, si alguno quisiera hacerse con él, tendría que pensar en
robarlo de casa ajena. En vuestra presencia se alaba la caridad; si os
agrada, tenedla, poseedla; no tenéis necesidad de robarla a nadie, ni
tenéis que pensar en comprarla: se ofrece gratuitamente. Retenedla,
abrazadla; nada hay más dulce que ella. Si, cuando se la menciona, resulta
dulce, ¿cómo resultará cuando se la posea?
LA CARIDAD NO ES INACTIVA
11. Si, tal vez, queréis guardar en el corazón la caridad, hermanos, por
encima de cualquier otra cosa, no penséis que es cosa lánguida e inactiva;
no penséis que se la guarda con cierto tipo de mansedumbre que, más que
mansedumbre, es dejadez y negligencia. No es así como se la guarda. No
pienses que amas a tu siervo cuando no le pegas, o a tu hijo cuando no lo
disciplinas, o que amas a tu vecino cuando no lo corriges: esto no es
caridad, sino dejadez. Muéstrese ferviente la caridad en el corregir y en el
enmendar. Las costumbres buenas han de producir satisfacción; si son
malas hay que enmendarlas y corregirlas. No ames en el hombre el error,
sino el hombre, pues al hombre lo hizo Dios y al error lo hizo el hombre
mismo. Ama lo que hizo Dios, no ames lo que hizo el hombre mismo. Amar
aquello implica destruir esto; amar aquello supone corregir esto. Y le
amas incluso si alguna vez te muestras duro con él porque amas verle
corregido.
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someterlo a disciplina. Como dije antes, el que intenta seducir se muestra
afable para lograr su objetivo de vender; el padre castiga sin hiel para
conseguir la corrección del hijo. Sea ése vuestro comportamiento con
todos. Advertid, hermanos, una gran lección, una gran regla: Todo hombre
tiene hijos o desea tenerlos; o si resolvió no tener en absoluto hijos según
la carne, al menos desea tenerlos espirituales. ¿Qué padre no corrige a su
hijo? ¿Qué hijo hay a quien su padre no somete a disciplina?29 Y, sin
embargo, da la impresión de ensañarse con él. Es el amor, es la caridad la
que se ensaña. Se ensaña en cierto modo, pero sin hiel; como la paloma,
no como el cuervo.