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¿Es realmente obligatorio el

Código de Ética del Abogado


en el Perú?
El autor analiza el carácter normativo del Código de Ética del Abogado en el
Perú.

¿Cuál es la naturaleza jurídica del Código de Ética del Abogado (el


“Código de Ética”) y del Reglamento del Procedimiento Disciplinario de
los Órganos de Control Deontológico de los Colegios de Abogados del
Perú” (el “Reglamento”), aprobados por el Colegio de Abogados de Lima
(“CAL”)? ¿Contienen únicamente postulados morales o verdaderas
normas jurídicas? ¿Son normas privadas que establecen relaciones entre
los abogados y el CAL o son normas de derecho público que trascienden
el ámbito privado? ¿Tienen rango legal o meramente reglamentario?
¿Basta su aprobación por el CAL para ser obligatorios o deben ser
publicados en el Diario Oficial El Peruano? Estas son algunas de las
inquietudes que buscamos dilucidar en este ensayo

En el Perú, suele considerarse equivocadamente que el Código de Ética


es un conjunto de meros postulados morales relacionados a cuestiones
abstractas que estudia la deontología del abogado, materia mucho más
cercana a la filosofía y a la moral que al Derecho. Además, con
frecuencia, no suele ser identificado en forma inmediata con las normas
de responsabilidad profesional que regulan la conducta de los abogados
y que, como explicaremos en este ensayo, constituyen verdaderos
mandatos jurídicos (al tener respaldo en la fuerza del Estado) aplicables
a situaciones concretas.

La relevancia del Código de Ética radica en que es la norma que


establece los parámetros bajo los cuales debe ejercerse la abogacía en el
Perú y cualquier abogado que patrocine procesos en el país (aún si fuera
extranjero) está en la obligación de cumplirlos. De allí que el tema que
abordamos sea esencial para comprender cómo se encuentra
actualmente regulado el control disciplinario de la abogacía en el Perú.[6]

1. Origen del Código de Ética y el Reglamento

El Código de Ética y su Reglamento vigentes fueron elaborados sobre la


base del Código Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado de la Red
Peruana de Universidades y del Proyecto de Código de Ética y
Responsabilidad del Profesional en Derecho.

Debe reconocerse en razón de justicia que la redacción actual de ambas


normas es en su mayor parte fruto de una iniciativa liderada por Beatriz
Boza para actualizar las normas del Código de Ética de 1997 que
involucró inicialmente la participación del sector académico, más
adelante, de las universidades de la Red Peruana de Universidades, de
diversos estudios jurídicos y finalmente del CAL.

En el año 2012, la Junta de Decanos, instancia cuya función es unificar


criterios, promulgó el Código de Ética y el Reglamento. El CAL, en una
decisión que desde la academia debemos aplaudir, los aprobó en el
2013, no obstante, no todos los demás colegios de abogados lo
hicieron, aparentemente bajo el entendido de que su promulgación por
la Junta de Decanos bastaba para su entrada en vigencia.

Entendemos que con la finalidad de conseguir su vigencia y aplicación


efectiva en todo el país, el Decreto Legislativo 1265 de 2016 dispuso
que “todos los colegios de abogados se encuentran en la obligación de
implementar un Código de Ética y un Tribunal de Honor”. Sin embargo,
hasta donde hemos podido averiguar aparentemente no se habría
realizado esta implementación del todo. Este es un asunto sin duda que
escapa a este ensayo y que sugerimos que las autoridades de los
colegios de abogados evalúen.
2.- El Código de Ética y el Reglamento como normas jurídicas

Consideramos que las normas contenidas en el Código de Ética y el


Reglamento son verdaderas normas jurídicas, ya que cumplen con los
requisitos de validez de estas: generalidad, origen público, estructura
normativa, son mandatos de conductas y respaldo en la fuerza del
Estado. A continuación, desarrollamos brevemente las características de
dichas normas:

a) Son mandatos generales (no tienen un destinatario específico)


y abstractos (no se refieren a acciones concretas). Ello, sin
perjuicio, de que su ámbito de aplicación personal está circunscrito a los
abogados que se colegian en el CAL, ya que este no tiene facultades
para crear normas que vinculen a terceros.

b) Tienen su origen en los poderes públicos otorgados por la


Constitución al CAL.La finalidad esencial del CAL, en tanto colegio de
abogados, es el control del ejercicio profesional de sus miembros. Al
derivar del ejercicio de potestades públicas, estas normas no tendrían
origen en la autonomía privada ni buscarían tutelar meros intereses
privados.

c) Tienen la estructura lógica propia de las normas jurídicas. Son


mandatos de conducta que establecen que ante cierto supuesto de
hecho, corresponderá una consecuencia jurídica. Si bien el Código de
Ética contiene diversos tipos de normas, en forma general, puede
afirmarse que contempla normas prohibitivas: si un abogado, incumple
el Código de Ética y se determina responsabilidad profesional, este será
sancionado con alguna de las sanciones establecidas en el Artículo 102
del Código de Ética.

d) Contienen mandatos destinados a regular la conducta de las


personas (los abogados). Los parámetros de conducta recogidos en
las normas del Código de Ética consideran aquello que, de acuerdo con
las características, principios y valores de la propia profesión, se
considera como correcto.
e) Están respaldados en la fuerza del Estado. Esto se evidencia en
el hecho de que el Estado cuenta con medios para garantizar la eficacia
de las sanciones impuestas en virtud de estas normas. Así, por ejemplo,
si un abogado desacata la sanción de suspensión podría ser denunciado
por el delito de ejercicio ilegal de la profesión contemplado en el Artículo
363 del Código Penal. nótese que en virtud de lo señalado por el Decreto
Legislativo No. 1265 las sanciones que imponen los colegios de
abogados son aplicables en todo el territorio nacional.

Es preciso indicar que las normas del Código de Ética y el Reglamento -


al igual que ocurre con otras normas jurídicas- recogen consideraciones
de carácter ético, particularmente, en este caso, de carácter
deontológico. Sin embargo, ello no desvirtúa que sean normas jurídicas,
puesto que tienen origen en procedimientos legalmente establecidos y
están respaldadas por la fuerza del Estado. Por eso, se distinguen de las
normas morales cuyo incumplimiento únicamente genera un
remordimiento o, en todo caso, una crítica social.

Obsérvese, en cambio, que el Código Voluntario de Buenas Prácticas del


Abogado no contiene normas jurídicas. Tal como pone en evidencia su
propio nombre, es de cumplimiento voluntario y, por ello, no prevé algún
tipo de sanción. Los estudios de abogados que se comprometen a
cumplirlo ponen en juego su reputación ante sus empleados, clientes y
la opinión pública. Ello, sin perjuicio, de que en virtud de la autonomía
privada podrían incorporar sus normas en sus contratos para ofrecer un
estándar más elevado de actuación distinguiéndose así entre sus
competidores.

Lo expuesto nos lleva a preguntarnos si el Código de Ética más que un


código de “ética” profesional es, en realidad, un código disciplinario. Si
bien ambos aluden a un conjunto de postulados referidos al ejercicio de
una profesión -a manera de guías o directrices de conducta-, el primero
carece de coerción mientras que el segundo está respaldado en el poder
sancionatorio del Estado y, por tanto, su aplicación debe ofrecer las
garantías propias al ejercicio del ius puniendi.Si bien admitimos que esta
cuestión puede dar lugar a más de una interpretación, nos inclinamos a
pensar que es un código disciplinario, pues tiene origen en
una “institución autónoma con personería de derecho público” a la cual
la ley le reconoce potestades sancionadoras sobre sus miembros sujetas
al control del Estado. Dicho ello, cabría preguntarnos lo siguiente: ¿qué
rango normativo tiene el Código de Ética?

3. Rango normativo del Código de Ética y el Reglamento

Las normas contempladas en el Código de Ética y el Reglamento son


normas jurídicas muy particulares, ya que tienen origen en el CAL
(persona jurídica no estatal de derecho público) que, como hemos
explicado en otro ensayo, en este caso actuaría como administración
pública corporativa. Por ello, tendemos a pensar que constituyen
auténticos reglamentos administrativos.

Nótese que la Constitución, al garantizar a los colegios de abogados


autonomía normativa, buscaría que estos establezcan los parámetros
que regulan la actuación de los abogados. Sin embargo, observamos que
esta no les delega facultades para legislar y, por eso, descartamos que
el Código de Ética y el Reglamento tengan rango legal

Reconocemos que la cuestión que analizamos admitiría otras


interpretaciones, sin embargo, obsérvese que lo expuesto tiene sustento
también en una interpretación literal del numeral 4 del Artículo 200 de la
Constitución, ya que dicha norma no incluye a las emitidas por las
organizaciones que tienen autonomía constitucional entre las normas
que tienen rango de ley.

Ahora bien, el hecho de que el Código de Ética y el Reglamento tengan


rango reglamentario tiene consecuencias relevantes. La más importante,
sin duda, es que están subordinados a la ley. Por ello, no podrían regular
en forma contraria a lo dispuesto por las leyes. Así, por ejemplo, no
podrían restringir la libre competencia o imponer restricciones a la
realización de publicidad que contravengan el marco legal.
Cabe mencionar que a la misma conclusión habría llegado el TC al
señalar que la autonomía normativa de los colegios de abogados se
materializa en su “capacidad para elaborar y aprobar sus propios
estatutos, evidentemente, dentro del marco constitucional
y legal establecido” (énfasis agregado), añadiendo que su autonomía
(administrativa, económica y normativa) “no puede devenir en
autarquía”.

En consecuencia, dado que el Código de Ética y el Reglamento son


normas reglamentarias, si sus disposiciones infringieran la Constitución o
la ley, pensamos que cabría la posibilidad de interponer un recurso de
acción popular, según lo establecido en el inciso 5 del Artículo 200 de la
Constitución. Tratándose, entonces, de normas reglamentarias, ¿cómo
deberían publicitarse el Código de Ética y su Reglamento?

4. La necesidad de publicación de las normas que regulan el


ejercicio de la abogacía

Un aspecto que merece especial atención en el análisis que hacemos es


si el Código de Ética y el Reglamento deben ser publicados para ser de
obligatorio cumplimiento y, de ser ese el caso, cómo debería efectuarse
dicha publicación.

Al respecto, debe tenerse en cuenta el Artículo 51 de la Constitución,


que señala que “La publicidad es esencial para la vigencia de toda norma
del Estado”, y el Artículo 109 del mismo cuerpo normativo, que dispone
que “La ley es obligatoria desde el día siguiente de su publicación en el
diario oficial, salvo disposición contraria de la misma ley que posterga su
vigencia en todo o en parte”.

Considerando lo establecido en dichas normas, pensamos que cabrían al


menos las siguientes interpretaciones:

 Dado que el Código de Ética del Abogado y su


Reglamento no fueron publicados en el diario oficial El
Peruano no serían normas obligatorias
El TC ha concluido en reiteradas oportunidades que es necesaria la
publicación en el Diario Oficial el Peruano de una norma de rango
reglamentario que establece sanciones. Desde nuestro punto de vista, el
siguiente párrafo resume muy bien los argumentos del TC:

“Si bien dicho precepto constitucional [refiriéndose al Artículo


51] establece que es la “ley” la que tiene que ser publicada, el Tribunal
Constitucional considera que en dicha frase debe entenderse, prima
facie, a cualquier fuente formal del derecho y, en especial, aquellas que
tienen una vocación de impersonalidad y abstracción. A juicio de este
Colegiado, la publicación de las normas en el diario oficial El Peruano es
un requisito esencial de la eficacia de las leyes y de toda norma jurídica,
a tal extremo que, una norma no publicada, no puede considerarse
obligatoria […] La Constitución no deja al ámbito de la
discrecionalidad del legislador reglamentario la regulación de esa
efectiva oportunidad de conocer las normas jurídicas. Exige, por
el contrario, y mínimamente, que éstas tengan que ser
publicadas en el diario oficial”. (Énfasis agregado)

Como se observa, el razonamiento del TC resultaría trasladable al caso


que analizamos por la naturaleza reglamentaria y sancionadora del
Código de Ética y el Reglamento. En consecuencia, bajo dicho criterio, el
Código de Ética y su Reglamento no serían exigibles y serían obligatorios
únicamente a partir del día siguiente al de su publicación en el Diario
Oficial El Peruano.

¿Cómo quedarían entonces las sanciones impuestas por el CAL a sus


agremiados? ¿Podrían los abogados sancionados cuestionar la falta de
publicación del Código de Ética y su Reglamento? Pasemos a analizar la
otra interpretación.

 El Código de Ética del Abogado y su Reglamento son


obligatorios a pesar de no haber sido publicados en el
diario oficial El Peruano
La publicidad de las normas exigida por la Constitución busca evitar que
se sancione a las personas por infringir normas que no estuvieron en la
posibilidad de conocer. Esto aparentemente no habría sucedido con el
Código de Ética y el Reglamento, ya que asumimos que el CAL (y los
demás colegios de abogados) las han difundido adecuadamente
(¡tendrían que haberlo hecho!), por ejemplo, a través de su página web,
por correo electrónico y en forma física.

La jurisprudencia del TC ha venido reconociendo de manera uniforme la


necesidad de publicación de las normas en el diario oficial El Peruano
para ser obligatorias. La exigencia de dicha formalidad es ciertamente
una garantía para los ciudadanos y más en un país en el que la
población conoce muy poco sobre sus derechos.

A pesar de ello, pensamos que la regla mencionada no debería


entenderse en forma irrestricta sino susceptible de modulación en
supuestos muy específicos. En el caso particular, el CAL es una persona
jurídica a la cual los abogados se incorporan –si bien como un requisito
obligatorio para patrocinar-. Esta es una característica que distinguiría a
sus normas respecto de la mayor parte de las que integran el
ordenamiento jurídico peruano y sugeriría una evaluación diferente.

En efecto, cuando los abogados se incorporan al CAL aceptan su


sometimiento a sus Estatutos, el Código de Ética y su Reglamento. Así,
con motivo de su incorporación, los abogados juran “observar fielmente
las disposiciones del Estatuto y el Código de Ética del Colegio [de
Abogados de Lima]” luego de asistir a un curso y una charla informativa
en los que toman conocimiento sobre estos.

Además, no se ha establecido alguna formalidad específica para que las


modificaciones que hace la asamblea extraordinaria del CAL a su
Estatuto, el Código de Ética y su Reglamento surtan efectos frente a sus
miembros. Por ello, para que sea dicha modificación sea exigible para
sus miembros bastaría que provenga de un acuerdo válido y que sea
puesto en conocimiento.
Cabría agregar que en nuestro ordenamiento jurídico rige el principio
según el cual la ley se presume conocida por todos.[53] Por ello, no cabría
que los abogados aleguen el desconocimiento del Código de Ética y su
Reglamento para cuestionar sanciones impuestas por su incumplimiento.
Como resaltó el Tribunal Supremo español en un caso en el que se
discutía la necesidad de publicación del Estatuto General de la Abogacía,
este principio debería entenderse aplicable con mayor razón a los
abogados con relación a las normas de su profesión.

6. Conclusión

A partir de lo expuesto, podemos decir que, considerando su origen,


contenido, y los mecanismos con los que cuenta el Estado para
conseguir su cumplimiento, el Código de Ética y su Reglamento
contienen verdaderas normas jurídicas con lo cual en el Perú, al igual
que ocurrió en otras jurisdicciones, se habría producido
una juridificación de la ética profesional del abogado.

Existen sólidos argumentos para defender que la falta de publicación del


Código de Ética y su Reglamento en El Peruano no desvirtúan su
obligatoriedad. Bajo dichos argumentos, no cabría que se revoquen las
sanciones impuestas en su aplicación (sería vergonzoso que algo así
ocurriera); sin embargo, pensamos que el CAL debería disponer de todas
formas su publicación en el diario oficial en pro de una mejor publicidad.

En el Perú, el Código de Ética constituiría la principal fuente normativa


que define cuáles son los estándares de conducta y, por ende, las
“reglas de juego” que debe respetar todo abogado al ejercer la
profesión. Se trata entonces de la principal norma que deben respetar
quienes conocen las leyes mejor que nadie y tienen la loable misión de
ayudar a los ciudadanos a entenderlas, cumplirlas y defender sus
derechos.

Finalmente, nótese que la conclusión a la que llegamos en este ensayo,


motiva una serie de cuestiones adicionales: ¿cuándo la conducta de los
abogados está sujeta a las normas del Código de Ética del
Abogado (Código de Ética)? ¿están sujetos a dichas normas aun cuando
no ejercen la abogacía? ¿están todos los abogados sujetos a las mismas
reglas del Código de Ética? Resulta preciso analizar estas cuestiones
para contribuir a definir una institucionalidad acorde con las demandas
que nuestra sociedad (la de hoy) impone a la abogacía.

El autor agradece los valiosos comentarios de la profesora Beatriz Boza,


coordinadora del curso de Ética y Responsabilidad Profesional del
Abogado en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica
del Perú. Además, deja constancia de que las opiniones expresadas en
este ensayo, así como cualquier error u omisión, son de su
exclusiva responsabilidad y que, de ninguna manera, comprometen la
opinión de las organizaciones que conforma. Cualquier crítica,
sugerencia o comentario con relación al contenido del presente ensayo
puede ser dirigido al correo electrónico alexis.lujan@pucp.pe.

Valga aclarar que en este ensayo no analizamos el nivel de


cumplimiento del Código de Ética y su Reglamento, las razones de su
incumplimiento o temas similares, aspectos que ameritan una
investigación de otra naturaleza.

Como bien explica Savater, “En todas las disciplinas y profesiones, en


cualquier trabajo u oficio, existe una especie de ética privada o particular
que la pedantería académica llama Deontología […] que quiere decir lo
conveniente, lo apropiado para una profesión determinada”. SAVATER,
Fernando. Ética para la empresa. Barcelona. Conecta. 2014, p. 67-68.

La tesis de Alonso Acosta y Adriana Tapia confirma con fuentes


objetivas que en el Perú algunas importantes facultades de Derecho no
contemplan un curso obligatorio de ética y responsabilidad del abogado,
que otras ofrecen un curso electivo (léase voluntario), y que, entre las
que lo hacen, algunas no enseñan las instituciones del Código de Ética
como son el secreto profesional, la lealtad con el cliente, el patrocinio
debido, el cuidado de los bienes del cliente o la responsabilidad
profesional. Cfr. Acosta, Otto y Tapia, Adriana. La enseñanza del Código
de Ética en las facultades del derecho del Perú. Tesis de licenciatura en
Derecho. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de
Derecho. 2016.

Marcial Rubio explica que este rasgo diferencia a la norma jurídica de


otras como las normas morales que tienen un respaldo confesional,
social o incluso individual o las normas de uso social. Rubio, Marcial. El
sistema jurídico: Introducción al derecho (10th ed.). Lima, Perú: Fondo
Editorial, Pontifica Universidad Católica del Perú. 2009, 84.

La naturaleza jurídica y no moral de las normas del Código de Ética del


CAL de 1982 (versión anterior al Código de Ética de 1997) fue
brevemente analizada por el profesor cusqueño Ferdinand Cuadros. Al
respecto, señaló: “El código de ética profesional, debiera ser normativa
del carácter estrictamente moral. Sin embargo, por las sanciones que
conlleva se convierte en norma jurídica. La diferencia generalizada entre
moral y derecho es que mientras la moral no tiene sino el contralor [sic]
de la conciencia del propio individuo, el derecho lleva consigo la sanción.
Esto es que la coercibilidad diferencia ambas normas. Mientras el
derecho es coercible, la moral no lo es”. Ferdinand Cuadros Villena,
Carlos. Ética de la abogacía y deontología forense. Editora Fecat. Lima.
1994. p. 336.

Liderada por Facultad de Derecho de la PUCP e integrada también por


las Facultades de Derecho (y Ciencias Políticas) de las siguientes
universidades: Universidad Nacional de Trujillo, Universidad Nacional de
San Antonio Abad del Cusco, Universidad Nacional de San Agustín de
Arequipa, Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga de
Ayacucho, Universidad Católica de Santa María de Arequipa, Universidad
Nacional de la Amazonía Peruana, Universidad Nacional Hermilio
Valdizán de Huánuco, Universidad Nacional de Cajamarca y Universidad
Nacional de Piura.

Versión anterior al Código Voluntario de Buenas Prácticas del Abogado


de la Red Peruana de Universidades que resumía los aportes recabados
en la consulta pública liderada por Beatriz Boza profesora de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.

Para la revisión y elaboración del Proyecto de Código participaron 95


abogados en un esfuerzo coordinado por los doctores Jorge Avendaño
Valdez, Mario Pasco Cosmópolis y Javier de Belaúnde López de Romaña
contándose además con la participación del Grupo de Estudio sobre
Temas de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado dirigido por
Beatriz Boza, así como las siguientes asociaciones de estudiantes de
Derecho: Círculo de Derecho Administrativo, Derecho virtual, Foro
Académico, IUS ET VERITAS, Ius Inter Gentes y Themis, así como de las
gerencias legales de las principales empresas del país y el Vance Center
del Colegio de Abogados de Nueva York. Además, para la redacción final
del Código de Ética y el Reglamento participaron los miembros de la
Comisión Encargada de la Redacción del Código de Ética del Abogado de
la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú, la Directora
de Ética profesional y Presidenta del Consejo de Ética del Colegio de
Abogados de Lima y algunos estudios de abogados: Barrios & Fuentes
Abogados; Benítez, Forno, Ugas & Ludowieg, Andrade; Estudio Grau;
Estudio Olaechea; Estudio Osterling; García Sayán Abogados; Hernández
& Cía. Abogados; Miranda & Amado; Muñiz, Ramírez, Pérez-Taiman &
Olaya; Payet, Rey, Cauvi; Rodrigo, Elías & Medrano; Rubio Leguía
Normand y Escalante Abogados.

Se señala por ello que “el Código de Ética del Abogado, es el fiel reflejo
del trabajo de varios años de docentes y estudiantes de Derecho de las
universidades del país y el aporte de los decanos miembros de la Junta
de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú y los estudios de
abogados del país”. Cfr.: Documento “Fuentes para la redacción del
Código de Ética del abogado” de la Comisión Encargada de la Redacción
del Código de Ética del Abogado de 24 de febrero de 2012.

Por Asambleas Generales Extraordinarias de Delegados del Ilustre


Colegio de Abogados de Lima, de fechas 15 de junio de 2013 y 06 de
julio de 2013, se aprobaron ambas disposiciones, así como la adecuación
a la nueva normativa de los procesos disciplinarios en trámite.

Decimos esto, ya que, pudimos corroborar que en las páginas web de


dichas instituciones fueron publicadas dichas normas indicándose como
vigentes sin indicación del acuerdo de asamblea mediante el cual se
incorporó al respectivo colegio de abogados.

Consideramos que, conforme al marco legal vigente, la obligatoriedad y


efectiva aplicación de dichas normas para los abogados agremiados a un
colegio de abogados depende de que estos las aprueben de acuerdo con
lo dispuesto por sus Estatutos. Ello, puesto que entre las competencias
que le fueron asignadas por Ley a la Junta de Decanos no existiría
alguna que le habilite a aprobar normas de carácter obligatorio para los
colegios de abogados o sus miembros.

La exposición de motivos de dicho decreto legislativo señala: “dicha


disposición otorga fuerza de ley al Código de Ética del Abogado,
aprobado mediante Resolución de Presidencia de Junta de Decanos No.
001-2012-JDCAP-P, de fecha 12 de abril de 2012 la cual establece que
todos los colegios de abogados deben de contar con un Consejo de Ética
y un Tribunal de Honor, y deben de cumplir de forma obligatoria con el
Código de Ética del Abogado”.

No obtuvimos una respuesta oficial al cierre de la elaboración de este


artículo. Sin embargo, el personal de los colegios de abogados de
Arequipa, Cusco, Loreto, Tacna, Piura y Puno que nos respondió por vía
telefónica no tenía conocimiento sobre la aprobación del Código de Ética
a nivel de la asamblea del colegio de abogados respectivo.

Como explica el profesor Neves Mujica, “mientras los productos


normativos constituyen reglas generales y abstractas, es decir,
universales en lo referente al destinatario y a la acción,
respectivamente; los no normativos forman decisiones particulares y
concretas, esto es, singulares en ambos casos”. Neves Mujica, Javier.
Introducción al Derecho del Trabajo. Pontificia Universidad Católica del
Perú. Lima. 2009. P. 27.

El TC ha señalado, respecto de los colegios profesionales, que “se trata


de entidades creadas para tutelar intereses públicos, cuyos fines
guardan estrecha relación, o están directamente conectados, con los
intereses profesionales propios de sus integrantes. Puede afirmarse
entonces que su finalidad esencial, pero no la única, es el control del
ejercicio profesional de sus miembros. […] En síntesis, para el Tribunal
Constitucional queda claro que, si bien la actividad de los colegios
profesionales persigue la promoción de los legítimos intereses de los
profesionales titulados que las componen, también busca,
esencialmente, controlar la formación y actividad de aquellos para que la
práctica de la profesión colegiada responda a los parámetros
deontológicos y de calidad exigidos por la sociedad a la que sirven”.
(Énfasis agregado) Cfr. Fundamentos 8 y 12 de la sentencia recaída en
el Expediente No. 3954-2006-PA/TC.

Nótese que la autonomía que la Constitución garantiza al CAL se


traduce, para tales efectos, en la potestad de aprobar el Código de Ética
y el Reglamento. Cfr.: Fundamento 9 de la Sentencia recaída en el
Expediente No. 3954-2006-PA/TC. Desde nuestro punto de vista al
aprobar dichas normas actuaría como Administración Pública. Sobre este
asunto, nos remitimos a lo que hemos señalado en un artículo anterior.
Luján, Alexis. El Colegio de Abogados de Lima como Administración
Pública: A propósito de la Comisión Odebrecht y la resolución de la
Comisión de Barreras Burocráticas del Indecopi. Portal jurídico enfoque-
derecho. 14 de julio de 2017. Disponible
en: <https://www.enfoquederecho.com/2017/07/14/el-colegio-de-
abogados-de-lima-como-administracion-publica-a-proposito-de-la-
comision-odebrecht-y-la-resolucion-de-la-comision-de-barreras-
burocraticas-del-indecopi/> Consulta al: 05.03.2018.

Tan claro es que no tutelan únicamente intereses privados que el


Reglamento admite que la Dirección de Ética del CAL realice
investigaciones de oficio (inciso 2 del Artículo 9 del Reglamento) y
somete los acuerdos conciliatorios entre el denunciante y denunciado a
la aprobación del Consejo de Ética del CAL.

Cumplen, por tanto, con el esquema lógico de toda norma jurídica


(supuesto de hecho, nexo lógico y consecuencia) reconocido en la
doctrina. Cfr.: Rubio Correa, Marcial. Op. cit. p. 76.

Así, por ejemplo, cuando el Artículo 6 del Código de Ética señala como
deber fundamental del abogado “actuar con sujeción a los principios de
lealtad, probidad, veracidad, honradez, eficacia y buena fe; así como del
honor y dignidad propios de la Profesión” más que recoger una “regla”
estaría estableciendo una serie de “principios”. Cabe recordar que, a
diferencia de las reglas, los principios pueden cumplirse progresivamente
y no como las reglas que pueden se acatan o no, además tienen una
dimensión de peso o ponderación y se valoran en casos concretos en
relación con otros principios. Cfr.: Cárdenas Gracia, Jaime. Introducción
al estudio del derecho. Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Universidad Autónoma de México. México. 2009, p. 110.

Por otro lado, es preciso mencionar que el Código de Ética contiene


también normas que tienen un estándar aspiracional; es decir, que
buscan servir como un recordatorio para los abogados sobre la
importancia de ciertas conductas, aunque no habilitarían por sí solas a
los colegios de abogados para sancionarlos. A manera de ejemplo,
pueden verse las siguientes normas:

Artículo 8º.- Probidad e integridad

El abogado debe inspirar con sus actuaciones la confianza y el respeto


de la ciudadanía por la profesión de abogado. Debe abstenerse de toda
conducta que pueda desprestigiar la profesión.

Artículo 7º.- Obediencia de la ley


El abogado […]. Debe promover la confianza del público en que la
justicia puede alcanzarse con el cumplimiento de las reglas del Estado de
Derecho.

Artículo 10º.- Puntualidad

Es deber del abogado ejercitar la puntualidad en el cumplimiento de sus


actividades profesionales.

Artículo 13º.- Confianza recíproca

“[…] Es recomendable que el abogado mantenga un registro actualizado


de clientes, para efectos de poder cumplir a cabalidad con lo regulado en
el presente Código”.

Artículo 15º.- Alcance del encargo

[…] Es recomendable que el abogado establezca por escrito al inicio de la


relación el alcance del encargo. […]

Artículo 51°.- Transparencia

El abogado debe ser transparente frente al cliente, al proponer al inicio


de la relación profesional, sus honorarios y gastos, los mismos que se
recomienda sean pactados por escrito al inicio de la relación.

Artículo 78°.- Responsabilidad Social del Abogado

Con el objeto de facilitar el acceso a la justicia y la representación legal


efectiva, el abogado podrá prestar servicios gratuitos a personas de
escasos recursos, ya sea de manera directa o a través de programas
sociales.

Que en su Artículo 11 reitera que el abogado debe actuar en todo


momento, conforme a lo establecido en el mismo.
El Artículo 102 del Código de Ética señala lo siguiente:

“En caso de determinarse responsabilidad disciplinaria del denunciado,


las medidas disciplinarias que pueden imponerse son las siguientes:

1. a) Amonestación escrita, la cual quedará registrada en los


archivos por un periodo de tres (03) meses.
2. b) Amonestación con multa, la que quedará registrada en los
archivos por un periodo de seis (06) meses. La multa no podrá
exceder de 10 Unidades de Referencia Procesal.
3. c) Suspensión en el ejercicio profesional hasta por dos (2) años.
4. d) Separación del Colegiado hasta por cinco (5) años.
5. e) Expulsión definitiva del Colegio Profesional.

Estas sanciones rigen en todo el territorio nacional y son de observancia


obligatoria para todos los Colegios de Abogados del Perú”

Por su parte el Artículo 109 del Código de Ética señala que “Las
sanciones deberán ser estrictamente acatadas por los abogados. Su no
acatamiento constituye falta grave que dará lugar a la imposición de la
sanción más severa y, de ser el caso, la denuncia penal
correspondiente”.

Es importante observar que no solo puede dar lugar a una sanción


disciplinaria el incumplimiento de aquellas disposiciones del Código de
Ética que son expresas en señalar que una conducta constituye una
“falta” (Ver Artículos 59 sobre aconsejar litigios innecesarios y 60 sobre
abuso de medios procesales) o “falta grave” (Ver Artículos 55 sobre
denuncia maliciosa, falsedad, difamación, daño indebido contra
autoridad, 56 sobre soborno a autoridad, 109 sobre no acatamiento de
sanciones y 110 sobre reincidencia) a la ética profesional sino, en
general, el incumplimiento por parte de un abogado de cualquiera de sus
disposiciones.

Nótese que de acuerdo con lo señalado en los Artículos 103 y 104, las
sanciones de amonestación, suspensión por 2 años o separación por 2
años se aplicarán teniendo en consideración la gravedad del hecho y el
perjuicio causado, mientras que la sanción de expulsión se aplicará: (i)
en los casos en que se incurra o promuevan violaciones de los
derechos y libertades fundamentales, sea cual fuere el cargo que
desempeñe el abogado; y, (ii) en los casos de hechos ilícitos o
delictivos.

Esta característica es fundamental para decir que una norma es una


norma jurídica. Explica Marcial Rubio que “la norma jurídica es un
mandato, es decir, la enunciación de una conducta que debe ser seguida
por las personas que conforman el pueblo del Estado respectivo (en
nuestro caso el Estado Peruano) o que residen en él, pero perteneciendo
al pueblo de otros estados (por ejemplo, un turista extranjero que está
de paso por el Perú)”. Rubio Correa, Marcial y Arce, Elmer. Teoría
esencial del ordenamiento jurídico peruano. Colección lo esencial del
Derecho. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Lima. 2017. P. 49-50.

En forma particular, el Código de Ética contiene normas sistematizadas


en los siguientes capítulos: (i) principios generales [de la actuación del
abogado]; (ii) la relación del abogado con sus clientes; (iii) la relación
del abogado con las autoridades; (iv) la relación del abogado con otros
colegas y terceros; y, (v) la responsabilidad del abogado.

El Artículo 363 del Código Penal sanciona el ejercicio ilegal de la


profesión. El Poder Judicial confirmó sanciones por este delito, por
ejemplo, en las ejecutorias supremas de 22 de setiembre de 1998 y de 4
de diciembre de 1997, a un bachiller que prestaba asesoramiento legal,
confeccionaba escritos y asistía a diligencias judiciales y al practicante
de un Juzgado de Paz Letrado. Cfr. SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos
contra la Administración Pública. Editora y Librería Jurídica Grijley EIRL.
Lima. 2014. P. 63.

El Artículo 363 del Código Penal titulado “Ejercicio ilegal de profesión”


señala lo siguiente: “El que ejerce profesión sin reunir los
requisitos legales requeridos, será reprimido con pena privativa de
libertad no menor de dos ni mayor de cuatro años. El que ejerce
profesión con falso título, será reprimido con pena privativa de libertad
no menor de cuatro ni mayor de seis años. La pena será no menor de
cuatro ni mayor de ocho años, si el ejercicio de la profesión se da en el
ámbito de la función pública o prestando servicios al Estado bajo
cualquier modalidad contractual”. (Énfasis agregado)

Publicado el 16 de diciembre de 2016.

De acuerdo con lo dispuesto en el Código de Ética y el Reglamento las


sanciones que pueden imponerse a un abogado son de amonestación
escrita, amonestación con multa, suspensión hasta por dos años,
separación hasta por 5 años y expulsión definitiva del colegio
profesional.

De la Torre, Javier. Deontología de Abogados, Jueces y Fiscales.


Biblioteca Comillas. Universidad Pontificia Comillas. Madrid. 2008. P.
103.

Se explica, por ello, que “La responsabilidad propiamente deontológica


es la relativa a reglas básicas de la profesión, sin que su incumplimiento
genere por sí mismo una responsabilidad profesional disciplinaria, a
menos que en forma adicional se establezca expresamente el sistema
sancionatorio para su determinación”. Sandoval, Helber, Ceballos, Berta
y López Germán. El régimen disciplinario del abogado en Colombia.
Universidad Cooperativa de Colombia. Colombia. 2007. P. 31. O, en todo
caso, ésta tiene naturaleza privada.

Piénsese, por ejemplo, en los regímenes disciplinarios aplicados a ciertos


funcionarios públicos por su pertenencia a una determinada
organización. Cabe mencionar que en la doctrina se explica que la
potestad disciplinaria implica lo siguiente: “a) una organización pública,
b) la facultad de imponer sanciones, c) que el sujeto pasivo de la
sanción sea miembro de la organización, y d) que los deberes infringidos
se deriven de la pertenencia a la organización”. Ver. Rojas Rodríguez,
Fidel. Op. Cit. P. 57-58.

En ese entendido, se ha pronunciado Fidel Rojas, explicando que, entre


un grupo de casos que la doctrina identifica excepcionalmente como
derecho disciplinario público, aplicado sobre no-funcionarios, se
apreciaría a las sanciones disciplinarias aplicadas a profesionales
titulados a través de sus colegios profesionales, como los colegios de
abogados. Señala, por ello, que “esta manifestación del derecho
sancionador en nuestro país puede ser identificada como una
manifestación del ius puniendi, pues no se trata de una expresión
privada del derecho sancionador. Nótese cómo sus sanciones pueden
inhabilitar a un profesional de la misma manera como lo hace el Derecho
administrativo sancionador, el Derecho disciplinario o incluso el Derecho
Penal. No se trata pues de sanciones que tengan un efecto al interior del
gremio profesional, sino que trasciendan a la esfera de lo público. Por las
mismas razones, estas sanciones deben estar sujetas a las garantías del
ius puniendi”. Op. Cit., p. 63-64.

En ese sentido se ha pronunciado Rojas Rodríguez señalando, además,


que “el Estado otorga a favor de los gremios una suerte de delegación
de facultades sancionadoras, sobre la base de su necesidad de
establecer garantías para los ciudadanos (sobre el correcto ejercicio
profesional de los titulados) y en virtud de la competencia deontológica
de los colegios profesionales, que evidentemente no puede ser ejercida
directamente por el Estado”. Ver. Rojas Rodríguez, Fidel. Fundamentos
del derecho administrativo sancionador. Instituto Pacífico. Primera
Edición. Lima. 2015. P. 62-63.

Según viene siendo interpretado por el TC, las sanciones impuestas por
los colegios de abogados a sus agremiados por el incumplimiento de las
normas que regulan su conducta están sujetas al control de la
jurisdicción contencioso administrativa, así como al de la jurisdicción
constitucional ante la cual cabe recurrir ante la vulneración de derechos
o principios constitucionales con motivo de la actuación de los colegios
de abogados (como, por ejemplo, la adecuada motivación de las
resoluciones) más no así para cuestionar el fondo de una controversia.
Cfr.: las sentencias del TC recaídas en los Expedientes No. 5691-2008-
AA/TC; 3285-2010-PA/TC; y, 3954-2006-PA/TC.

[37]
Luján, Alexis. Op. Cit. Loc. Cit.

[38]
Nótese que el origen de estas normas en una persona jurídica no
estatal pone a prueba la clásica distinción entre Ley y reglamento.
Reconocemos que esta cuestión exige un análisis más extenso, sin
embargo, parecería razonable categorizarlos como reglamentos extra
legem. El TC ha señalado sobre los denominados reglamentos extra
legem, independientes, organizativos o normativos son “los que se
encuentran destinados a reafirmar, mediante la autodisposición, la
autonomía e independencia que la ley o la propia Constitución asignan a
determinados entes de la Administración, o, incluso, a normar dentro los
alcances que el ordenamiento legal les concede, pero sin que ello
suponga desarrollar directamente una ley”. Cfr. Fundamento 15 de la
Sentencia recaída en los Expedientes Acumulados No. 0001/0003-2003-
AI/TC.

Bajo nuestro entendimiento, la autonomía garantizada a los colegios de


abogados permitiría una delimitación de competencias (la formulación de
dichos parámetros deontológicos quedaría, en principio, fuera de la
competencia de los poderes del Estado) más no de jerarquía normativa
(la Constitución no estaría delegando los colegios de abogados la
potestad de emitir normas con rango de Ley).

Nótese que el Artículo 104 de la Constitución señala que el


Congreso “puede delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de legislar
[…]” no contemplándose en este precepto el caso de una delegación a
organizaciones autónomas como son los colegios de abogados.

De ello se derivaría que el Código de Ética y el Reglamento requieren


ser compatibles con las normas con rango de Ley como, por ejemplo, las
normas sobre publicidad, libre competencia y represión de la
competencia desleal sin que ello suponga, por supuesto, dejar sin efecto
la autonomía con la que cuentan los colegios de abogados para delimitar
los parámetros deontológicos que regulan la actuación de los abogados.

Pensamos que en la medida que el CAL apruebe y aplique el Código de


Ética y el Reglamento de conformidad con lo establecido en su Estatuto,
estará actuando en armonía con lo dispuesto en la Constitución. Por ello,
no cabría alegar que la tipificación de sanciones en el Código de Ética del
CAL incumpla el principio de legalidad en materia sancionatoria.

Como explica Abruña refiriéndose al reglamento en general, “el


Reglamento se sujeta completamente a la Ley: está dotado únicamente
de una presunción iuris tantum de legalidad y es controlable por el Poder
Judicial”. ABRUÑA, Antonio. Delimitación jurídica de la Administración
Pública en el ordenamiento peruano. Colección Jurídica: Universidad de
Piura. Palestra Editores. Lima. 2010. P. 104.

A la misma concluyó llegó Ana Piñeyro en el 2008 sosteniendo incluso la


sujeción de los colegios de abogados a normas de rango distinto al legal.
Al respecto, sostiene: “El Código de Ética solo puede desenvolverse
dentro de los límites impuestos por la Constitución, las leyes, los
reglamentos y toda otra norma de mayor jerarquía, más si de derechos
fundamentales se trata. Recordemos que no pocas veces el Tribunal
Constitucional ha sostenido que ‘en nuestro sistema constitucional, los
derechos fundamentales vinculan tanto al Estado como a los
particulares’”. Piñeyro, Ana. ¿Pueden los abogados hacer publicidad?
Análisis a la regulación profesional de la publicidad y sus efectos. Tesis
para obtener el título de abogado. Pontificia Universidad Católica del
Perú. 2008. P. 80-85.

Cfr. Fundamento 6 de la Sentencia recaída en el Expediente No. 3954-


2006-PA/TC.
El artículo 200 de la Constitución señala lo siguiente: “Son garantías
constitucionales: […] 5. La Acción Popular, que procede, por infracción
de la Constitución y de la ley, contra los reglamentos, normas
administrativas y resoluciones y decretos de carácter general, cualquiera
sea la autoridad de la que emanen”.

Podría pensarse que esta cuestión es trivial dado que anteriormente el


TC se ha pronunciado con relación a la aplicación de sanciones por el
incumplimiento del Código de Ética de 1997 asumiendo que se trataba
de una norma eficaz obligatoria; sin embargo, es relevante porque en
dichos casos no se discutió la necesidad de su publicación. Cabría
agregar que no tenemos conocimiento de algún caso en el que el TC se
haya pronunciado ya con relación al Código de Ética y Reglamento
vigentes.

Solo como referencia, cabe mencionar que el Tribunal Supremo español


sostuvo que si bien es innegable que las normas deben ponerse en
conocimiento fácil, preciso y exacto de sus destinatarios la constitución
española no exigiría que sean publicadas en el diario oficial sino que
tengan publicidad.

De esto da cuenta Nielson Sánchez refiriéndose a la Sentencia del


Tribunal supremo, Sala tercera, Sección Sexta de 9 de Julio de 2001
(Ponente señor Gonzales Navarro), Aranzadi 2001/8005.

Al respecto, explica que la Constitución española sólo consagra “la


publicidad de las normas” (artículo 9.3) pero no señala el medio por el
que debe darse cumplimiento a ese requisito y los términos “publicidad y
publicación” no son sinónimos.

El TC declaró fundadas diversas demandas de amparo contra sanciones


impuestas a cadetes de la escuela de Chorrillos sustentadas en un
reglamento disciplinario no publicado que contenía disposiciones que
sustentaron tanto la sanción como el procedimiento para su aplicación.
Así, por ejemplo, pueden verse las Sentencias recaídas en el Expediente
No. 06402-2007-PA/TC (sobre la sanción a un cadete por haberse
apropiado supuestamente de un equipo celular), No. 3901-2007-AA/TC
(sobre la sanción a una cadete por mantener relaciones amorosas fuera
de la escuela militar de Chorrillos) y No. 02098-2010-AA/TC (sobre una
sanción por mantener relaciones amorosas dentro y fuera de la escuela
militar de Chorrillos).

Entre otros argumentos -usados indistintamente-, en dichas sentencias


el TC sostuvo que “una norma no publicada es por definición una norma
no vigente, no existente, y, por lo tanto, no genera ningún efecto”.
Además, indicó que el principio de publicidad de las normas es uno de
los principios que garantizan presupuestos que todo procedimiento debe
satisfacer para ser considerado como constitucional. Por ello, concluyó
que la falta de publicación del reglamento en cuestión afectó el debido
proceso de los demandantes.

Nos referimos a la Sentencia recaída en el Expediente No. 2050-2002-


AA/TC en la que el TC declaró inaplicable la resolución mediante la cual
se resolvió pasar a un policía de la situación de actividad a la de retiro
por medida disciplinaria, ya que el reglamento que contemplaba el
régimen disciplinario bajo el cual fue sancionado no fue publicado en el
diario oficial El Peruano sino únicamente la norma que lo aprobó. Algo
similar ocurrió en las Sentencias recaídas en los Expedientes No. 10287-
2005-PA/TC y No.00017-2005-AI en las que, aunque no llegó a explicar
con claridad la diferencia entre “existencia”, “constitución”, “vigencia”,
“validez” y “eficacia”, el TC no reconoció como obligatorias las normas
contenidas en ordenanzas municipales cuyo texto íntegro no fue
publicado sino únicamente la norma que las aprobó.

En la Sentencia recaída en el Expediente No. 02098-2010-AA/TC el TC


concluyó que la falta de publicación del reglamento conforme al cual se
sancionó a un cadete, por mantener relaciones amorosas dentro y fuera
de la escuela militar de Chorrillos, afectó el debido proceso del
demandante. El vocal César Landa al emitir su voto en discordia sostuvo,
refiriéndose a la regla que exige la publicación de las normas en el diario
oficial, que “existen casos concretos que pueden constituir una
modulación”. Señala como ejemplo el caso analizado en dicha
resolución, pues la demandante no podía desconocer el reglamento
disciplinario, ya que al ingresar a estudiar se puso este en su
conocimiento junto con otras normas de importancia en el desarrollo de
su actividad académica militar.

Según señala el Artículo 3 del Reglamento de Incorporaciones del


Ilustre Colegio De Abogados de Lima en ceremonia solemne se presta el
juramento o promesa siguiente: “JURO CUMPLIR LA CONSTITUCION Y
EL ORDENAMIENTO JURIDICO DE LA NACION, RESPETAR Y DEFENDER
LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, OBSERVAR FIELMENTE LAS
DISPOSICIONES DEL ESTATUTO Y EL CODIGO DE ETICA, ASI COMO
OBSERVAR LOS DEBERES PROFESIONALES CON MORALIDAD, HONOR,
LEALTAD Y DILIGENCIA PARA LOS FINES SUPERIORES DE LA JUSTICIA”.

Este principio ha sido reconocido por el Tribunal Constitucional, por


ejemplo, en el Fundamento 6 de la sentencia emitida en el Expediente
No. 06859-2008-PAITC publicada el 26.04.2010.

El Tribunal Supremo español considerando que el Código Civil de dicho


estado consagra el principio de que la ignorancia de las leyes no excusa
de su cumplimiento, sostuvo que“ello sí que es predicable sin excusa
alguna de un profesional del derecho y más todavía respecto de las
normas que son específicas de su profesión, como es el Estatuto General
de la Abogacía […]”. De esto da cuenta Nielson Sánchez refiriéndose a la
Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Primera de 29 de
septiembre de 1989, Ponente señor Jiménez Hernández, Aranzadi
1989/6723.

Además, según explica dicho autor en otra sentencia (Sala tercera,


Sección Sexta de 9 de Julio de 2001 (Ponente señor Gonzales Navarro),
Aranzadi 2001/8005) el Tribunal Supremo español sostuvo que si bien
es innegable que las normas deben ponerse en conocimiento fácil,
preciso y exacto de sus destinatarios la constitución española no exigiría
expresamente que sean publicadas en el diario oficial (como sí ocurre en
Perú, como ya hemos adelantado) sino que tengan publicidad. Al
respecto, explica que la Constitución española sólo consagra “la
publicidad de las normas” (artículo 9.3) pero no señala el medio por el
que debe darse cumplimiento a ese requisito y los términos “publicidad y
publicación” no son sinónimos. Nielson Sánchez Stewart, Nielson. La
Profesión del Abogado (Deontología, Valores y Colegios de Abogados).
Tomo I. Difusión Jurídica. Madrid. 2008. 208-2014

Haciendo referencia al régimen legal español Darnaculleta y Gardella


explica que “[…] incumbe a los Colegios Profesionales la determinación
que regula la actividad de sus colegiados. En este campo sí que se ha
producido, debido a la naturaleza de Corporaciones de Derecho Público,
una juridificación de la ética profesional. Los códigos de conducta
profesional son aprobados en forma de reglamentos y las sanciones
disciplinarias que se imponen por su incumplimiento son, a pesar de su
contenido, sanciones administrativas. En principio, pues, la ética
profesional es fruto de la regulación pública y no, como ocurre en otros
modelos de derecho comparado, de la autorregulación. […] Esta
afirmación es predicable, obviamente, de las profesiones colegiadas”.
Cfr.: DARNACULLETA y GARDELLA, Ma Merce. Autorregulación y derecho
público: la autorregulación regulada. Marcial Pons, ediciones jurídicas y
sociales. Madrid. 2005. P. 272-273.

Código de Ética del Abogado – Aprobado por Asambleas Generales


Extraordinarias de Delegados del Ilustre Colegio de Abogados de Lima,
de fechas 5 de junio de 2013 y 06 de julio de 2013.

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