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EL TRASTORNO DE CONVERSIÓN: UNA DE

LAS FORMAS CORPÓREAS DE LOS


CONFLICTOS PSÍQUICOS (PRIMERA
PARTE) Oscar Lezama, Licenciatura en Psicología
Al mencionar la palabra “trastorno”, en ocasiones, puede que, entre los mismos profesionales
del ámbito de la salud, inmediatamente surjan algunas imágenes de hospitales psiquiátricos
con pacientes deambulando sin sentido alguno, o imaginen a una persona en un estado
depresivo ingiriendo medicamentos. No sería raro, ya que estas dos maneras pueden llegar a
suceder, pero eso no significa que sean algo generalizable porque cada persona vive y
experimenta su malestar físico y mental de manera única. No se debe dejar de lado la
singularidad.

Antes de abordar directamente a lo que se ha nombrado desde la psiquiatría como “Trastorno


de conversión”, es necesario comprender un poco más a las palabras “Trastorno“ y
“Conversión”, para que los prejuicios y la “habitualidad” que ha ocasionado la moda
“neuroquímica” no nos orille únicamente a la percepción de sólo la mirada psiquiátrica, desde
la cual predomina una alteración de lo neuroquímico, sino también, que se pueda tratar y
relacionar el tema desde la psicología o el psicoanálisis y tomar en cuenta otros factores. Este
trabajo trata sobre una intervención psicológica con una paciente con el diagnóstico de
“Trastorno de conversión” a la cual en un principio le habían suministrado fármacos por la
sintomatología que presentaba, pero no respondió a ninguno como esperaban los médicos (los
médicos emitieron el diagnóstico), sin embargo, respondió favorablemente a la intervención
psicológica. Me atrevería a decir, a una intervención que también en parte se llevó a cabo
desde una lectura psicoanalítica, ya que la mayor parte del material surgido en sesión se
relaciona estrechamente con la cuestión onírica y lo inconsciente, es decir, para este caso se
puede abordar la parte consciente e inconsciente. Una posible mirada desde la Psicología
como desde el Psicoanálisis.

A manera de introducción, según la Real Academia Española (RAE, 2018), hay tres maneras de
concebir la palabra trastorno: 1. Como acción y efecto de trastornar, 2. Como alteración leve
de la salud, 3. Como enajenación mental. Y desde la Psicología: “Perturbación de las funciones
psíquicas y del comportamiento”.

En el diccionario de psicología de Howard C. Warren, se puede encontrar que no está como tal
la palabra trastorno, pero sí están otras con las que se puede hacer referencia al trastorno de
conversión. La primera de ellas, como Trastornos psicógenos, que son “alteraciones de la
conducta que no se atribuyen a cambios fisiológicos, y en los que aparecen como causas
fundamentales los conflictos psíquicos, sugestiones y preocupaciones, por ej. la histeria”. La
segunda, como Trastornos somáticos, que son “alteraciones del cuerpo, con exclusión de los
del sistema nervioso”.

De todas las concepciones anteriores, se puede conjeturar que tienen algo en común: una
alteración o perturbación de la salud a causa de conflictos psíquicos. Si se relaciona esto con
un trastorno de conversión, se debe tener en cuenta, que no se encuentran explicaciones de
índole orgánica para justificar los síntomas somáticos, es decir, no hay una justificación de
causa predominantemente orgánica como sí sucede con el cáncer, la diabetes, con una
bacteria, un virus o una lesión cortical, etc. Por supuesto, en muchas otras condiciones
mentales y conductuales también puede haber un conflicto psíquico y no necesariamente ser
un “trastorno de conversión”, entonces, recuérdese que dicho trastorno es una de muchas
formas del malestar psíquico.

Por otro lado, la palabra conversión, de acuerdo con la RAE también tiene tres maneras de
concebirla y dice que: 1. es la acción y efecto de convertir o convertirse, 2. Mutación del frente,
de una fila, girando sobre uno de sus extremos y 3. Repetición de una o varias palabras al final
de una cláusula o de varios versos o frases, como en “se levanta tarde”, “va a palacio tarde”,
“viene de allá tarde”. Nuevamente, de parte del diccionario de Psicología de Howard C.
Warren, éste tiene cinco formas de concebir la palabra conversión, de las cuales solamente se
tendrá en cuenta la siguiente que es de corte psicoanalítico, ya que las otras no devienen a una
relación estrecha con el tema, entonces se tiene que: 1.es la transformación de un estado
mental o afecto reprimido, en manifestación física, como en los casos de parálisis histérica,
cuya manifestación constituye un síntoma de conversión.

Al final, se puede vislumbrar que entonces, el Trastorno conversivo viene a ser “una
transformación o perturbación psíquica en la que pueden encontrarse afectos reprimidos
manifestándose de manera física”. El objetivo del profesional de la mentalidad (psicoanalista
o psicólogo), tendría que encargarse de causar una transformación psíquica en la que esos
afectos reprimidos puedan manifestarse, pero ahora de manera verbal con las
puntualizaciones pertinentes de acuerdo con el caso para que devengan conscientes y no sigan
fluctuando de manera predominantemente corporal.

Habría que preguntarse ¿Se pueden transformar los afectos reprimidos? Rotundamente, sí.
¿Cómo? Ese es precisamente el trabajo, lo bello de la práctica de la psicología o el
psicoanálisis, para eso, se requiere seriamente de práctica y estudio teórico, ya que
seguramente surgirán en el camino algunas dificultades, como dijo Jean Martín Charcot (uno
de los maestros de Sigmund Freud): “La teoría es buena, pero eso no impide que las cosas sean
como son”. Y de eso tratará la segunda parte de este trabajo, donde expondré el caso de
manera breve articulándolo con saberes de la psicología y el psicoanálisis. Primero era
necesario abordar algunas cuestiones respecto a las palabras “trastorno” y “conversión”, para
que así, se pueda dirigir la mirada lectora hacia los aspectos psíquicos y no neuroquímicos.

Referencias:

Freud, S. (2012). Obras completas: Presentación autobiográfica: Inhibición, síntoma y angustia:


¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? y otras obras.1925-1926. Argentina: Amorrortu
editores.

Real Academia Española. (2018). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Consultado el 10
de septiembre de 2018 en http://www.rae.es/.

Warren, H. (2010). Diccionario de Psicología. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.


EL TRASTORNO DE CONVERSIÓN: UNA DE
LAS FORMAS CORPÓREAS DE LOS
CONFLICTOS PSÍQUICOS (SEGUNDA
PARTE)
Bien, de acuerdo con la primera parte ya publicada de este artículo, ahora se pasará a explicar la
forma en que fue surgiendo la dinámica del caso de dicha paciente, que surgió al compás de su
discurso y no como principal causa mi parte por querer “exterminar” de inmediato sus síntomas.
Es muy importante saber esperar y escuchar el discurso, pues este, va a ir marcando los tiempos
de intervención–puntualización e interpretación.
Quiero aclarar que esto es desde la experiencia de lo singular, no se debe tomar como una receta,
como un instructivo o como algo que se generalice a modo de intervención para todos los pacientes
que presenten síntomas similares. Esto solamente es un caso.
Se trata de una mujer de cuarenta y seis años de edad, que ingresaron al piso de medicina interna,
con los siguientes síntomas: parálisis en ambas piernas (“no podía caminar”), náuseas, tartamudeo,
disfonía, dificultad en la articulación de las palabras, paresia y sensación de hormigueo en ambos
brazos y manos, además de dolores de cabeza. Lo último que recuerda, es estar haciendo la limpieza
en su casa (las sensaciones de hormigueo y náuseas las menciona cuando ya pudo hablar y articular
la palabra durante la sesión). Se desmayó, llegaron su mamá y hermana que fueron las que llamaron
a la ambulancia.
Posteriormente, ya en el hospital, los médicos realizaron una serie de pruebas para VER si
encontraban una causa de índole orgánica, pero no fue así, después, medicamentos sin efecto
alguno. Intentaron conversar con ella, pero no respondía (¿desde un discurso médico?). No hubo
explicación orgánica para sus síntomas, así que me llamaron para una intervención (yo me
encontraba en el departamento de psicología), no sin antes mostrarme su historial clínico para ver si
había información que pudiera ser de utilidad. Aún así, estaban valorando la situación clínica de la
paciente para ver si realizaban otros estudios y descartar un daño a nivel cortical difícil de localizar.
Al entrar, observé a la paciente con ambas piernas y pies contraídos (los pies doblados en dirección
hacia ella como si fueran zapatos de duende), ambos brazos cruzados rígidamente, la cabeza hacia
un lado y con una mirada de alerta. Me presenté ante ella, le pregunté su nombre y respondió
emitiendo un sonido intentando hablar, pero no era comprensible. Era un sonido como si estuviera
amordazada (“mm mm”). Ante eso, me pregunté lo siguiente: ¿Cómo voy a llevar a cabo la
intervención si no puede hablar? Pero pensé ¿Y si esto que estoy escuchando a manera de un
“simple” sonido también quiere decir algo? ¿Tendrá un significado? Tal vez… así que seguí
escuchando.
Cuando ella terminaba de emitir esos sonidos (recuérdese “amordazada”) yo seguía haciéndole
preguntas como si entendiera todo, como si estuviera conversando con una pequeña niña.
Aproximadamente a los diez minutos, ella, poco a poco, comenzó a articular palabras (era como si se
encontrara en una regresión a un hito del desarrollo infantil respecto al lenguaje en edad de un año a
los dos años); pero lo sorprendente, fue que ella no se había dado cuenta de ese cambio en su forma
de expresión, siguió hablando hasta llegar a una especie de verborrea. Devino la catarsis con llanto
acompañado de expresión a modo de tristeza. En ese momento, los dedos de sus pies comenzaron a
moverse y ella tampoco se había dado cuenta, estaba re – cobrando su movimiento. ¿Libertad de
movimiento a través del habla?
Conforme comenzó a hablar, iba recuperando el movimiento en su cuerpo, primero desapareciendo
el tartamudeo, después los dedos de sus pies, los pies, las manos, sus piernas, el movimiento de su
cuello y cabeza y finalmente todo su cuerpo. Si se pone atención en esta secuencia, se verá que
interesante – mente el orden en que fue recuperando su movimiento, fue oscilando de arriba a
abajo, abajo hacia arriba, o también se puede ver como de un lado hacia otro, es decir:
Tartamudeo-boca – dicha localización en el cuerpo es en la parte de arriba.
Dedos de los pies y en sí todo el pie – en la parte de abajo.
Manos – en la parte de arriba.
Piernas – parte de abajo.
Cuello-Cabeza – arriba, y finalmente todo el cuerpo.
A lo largo de la sesión que tuvo una duración de dos horas con unos quince minutos, los temas de los
que ella más hablaba , eran: “mi pareja me dice que no sirvo para nada”, “no me deja ver a mis hijos
(hijos que tuvo con otra pareja)”, “hago la limpieza de la casa pero él dice que se ve igual de sucia”,
“quiere que lo trate como si yo fuera su mamá”, “es muy celoso”, “ya no me quiere”, “dice que estoy
loca, que para qué me maquillo”, “no he sido una buena pareja para él”, “no quiero quedarme sola”.

Otros temas de los que hablaba: “me preocupa que ya no fui a arreglarme mis dientes”, “ya no he ido
a trabajar”, “se van a ir mis clientes”, “el dentista se va a enojar conmigo”. Se sentía muy triste,
preocupada y estresada.

Es importante decir que, yo iba haciendo puntualizaciones en ciertos temas y palabras para que ella
elaborara lo que subyace ante cada una de ellas y así ir navegando en toda esa cadena compleja
asociativa, específicamente en relación con su pareja, ya que comenzaba a evitar ese tema y tuve
que orillarla hacia eso de una manera sutil. Aquí lo expongo muy resumidamente, ya que es muy
extenso detallar toda la sesión y las puntualizaciones específicas. Por otro lado, ella también hablaba
de un sueño recurrente de sus últimas dos semanas: “sueño que estoy en medio de una plaza de
toros, yo estoy en el centro. No hay gente, solo estoy yo y veo a mi alrededor, de repente veo
que aparece un toro muy grande de color negro con unos cuernos muy grandes, me quiere
hacer daño. Yo comienzo a correr para que no me alcance, corro y corro, y SIENTO QUE
GRITO PERO NO ME ESCUCHO, –¿mm mm, amordazada?– pero llega un momento en el
que me alcanza y…”. Aquí, en este punto, ella de inmediato me dice: “doctor, ya sé qué significa
mi sueño… el toro representa todo esto que he dicho… yo trataba y trataba de huir, pero no
pude más y me alcanzó… ahora estoy así, sin poder moverme más, ya no puedo huir…”.
A mi sorpresa, específicamente en ese punto, esta paciente ya se encontraba hablando con gran
normalidad y moviéndose “bien”, haciendo ademanes y hablando con entusiasmo. Claro, eso fue
surgiendo con su hablar, y noté que iba ocurriendo un cambio, así que no interrumpí la mayor parte
del tiempo y dejé que hablara (con puntualizaciones mías en el transcurso).

Es como dice Freud en Conferencias de introducción al psicoanálisis (Partes I y II) (1915-1916).


Tomo XV:
El paciente habla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presentes, se queja, confiesa sus
deseos y sus mociones afectivas. El médico escucha, procura dirigir las ilaciones de pensamiento del
paciente, exhorta, empuja su atención en ciertas direcciones, le da esclarecimientos y observa las
reacciones de comprensión o rechazo que de ese modo provoca en el enfermo. Esas comunicaciones
tocan lo más íntimo de su vida anímica, todo lo que él como persona socialmente autónoma tiene
que ocultar a los otros y, además, todo lo que como personalidad unitaria no quiere confesarse a sí
mismo (p.15).

Así, se llega a conjeturar que, aquella represión estaba efectuando una dinámica entre lo consciente y
lo preconsciente, entre lo preconsciente y lo inconsciente, desplazándose a través de un cuerpo
(soma) y al mismo tiempo en lo psíquico. Una cadena de palabras y asociaciones inherentes a una
carga de significaciones y afectos que se mantenían fluctuando a manera de los síntomas que
presentaba. Véase que, en un principio, llegó la OBSERVACIÓN MÉDICA, pero no fue desde esta
que se desarticuló el síntoma, sino desde una ESCUCHA DE LO SINGULAR, se pasó de la
observación a la escucha (no cualquier escucha), sin aplicación de pruebas psicométricas o
proyectivas, sin aplicación rígida de una serie de preguntas de rutina, sin llevar a cabo protocolos de
intervención para el tal “trastorno de conversión”. Se dejó que asociara en su discurso, esperando a
que se asomaran poco a poco algunas formaciones del inconsciente.
Se transformó un estado de su mentalidad o afecto reprimido a otro en el que la manifestación
sintomática cediera y la paciente fuera “consciente” de eso que estaba hablando con su cuerpo. Ella
se sorprendió.

Este resumen del caso puede llegar a interpretarse desde el psicoanálisis todavía como una cuestión
pre – psicoanalítica, ya que faltan muchos elementos a describir. Pero aquí la intención principal es
mostrar un poco de lo que sucede cuando se escucha desde otra posición subjetiva, desde un
dispositivo psicoanalítico.

Referencias bibliográficas:
Freud, S. (2012). Obras completas: Conferencias de introducción al psicoanálisis (Partes I y II)
(1915-1916). Argentina: Amorrortu editores.

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