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El desarrollo de la administración pública está regido por las leyes del capitalismo. Las leyes
de la administración publica están sometidas a las leyes del modo de producción capitalista.
Las tres leyes de la administración publica explican, en suma, las condiciones históricas en
las cuales la administración publica se desenvuelve y le permiten identificarse como objeto
de estudio.
En Francia, a mediados del siglo XIX, encontramos el desarrollo más puro de la aparición de
la burguesía como clase dominante y hegemónica, el desarrollo típico del estado capitalista
como unidad de clase de las clases dominantes. En esta época, se muestra en forma
transparente como la centralización y la burocratización creada por el ancien regime se
encuentran entretejidas con los intereses de la burguesía, y como sus intereses políticos, al
chocar con los intereses de otras clases de la sociedad civil, tienden a promover el ejecutivo
– a la par que su centralización y burocratización – ampliando el carácter coercitivo y
represivo del Estado. En tal situación, el estado asume la unidad de las clases dominantes,
bajo la egida hegemónica de la burguesía.
La autonomía relativa del Estado no es, entonces, una bondadosa concesión de la burguesía
a la burocracia política que se personifica en el ejecutivo. El ejecutivo, fuerte, poderoso, que
ostenta y goza la autonomía del estado, brota de la dominación burguesa de clase, pero
pone al margen del gobierno a la propia burguesía. Para primero satisfacer sus intereses
políticos, y luego sus intereses económicos, la burguesía mantiene su unidad de clase y su
hegemonía en la medida en que crea las condiciones materiales para la promoción y el
ascenso del ejecutivo. Así, el auge y desarrollo del poder ejecutivo está entretejido a los
intereses económicos de la burguesía, a la par que esta hermanado a sus intereses
esenciales de clase; los intereses políticos.
El Estado, como ha sido definido, es la organización del ejercicio del poder de las clases
dominantes. Por Su parte régimen político es la suma de los centros de poder del Estado.
En el siglo XIX se dio una bipolaridad alterna de los centros de poder; pero, desde sus
orígenes en el siglo XVI, el Estado capitalista, en su fase como monarquía absoluta, destaco
el poder del ejecutivo regio como arma antifeudal, en detrimento del legislativo, hasta su
eclipse a finales del siglo XVIII. Con la revolución francesa el centro del poder fundamental
pasa al legislativo hasta que, a mediados del siglo XIX, el capitalismo crea las condiciones
del predominio del ejecutivo. Y de ahí hasta nuestros días. En síntesis, el régimen político
resume las relaciones de los centros de poder —el parlamento y el ejecutivo—, destacando
el predominio de uno de ellos.
El objeto de estudio de la Administración Publica es, por tanto, el ejecutivo, ya que este es
el gobierno como mediación: y es al mismo tiempo la administración pública, porque ella
es la mediación entre el Estado y la sociedad. Gobierno, administración publica y ejecutivo,
son lo mismo; el objeto de estudio es la administración pública –con minúscula-, el gobierno
y el ejecutivo, porque son idénticos. Como convención, en adelante nos referiremos al
ejecutivo como objeto de estudio de la Administración Publica, dando por supuesto que
implica al mismo tiempo gobierno y administración pública.
El ejecutivo, en suma, deberá ser estudiado como lo que es: una relación, la delegación del
Estado en la sociedad. Solo así se podrá, después, iniciar el estudio de la organización
interna del ejecutivo. Sin lo primero –el ejecutivo como relación-, el estudio de sus entrañas
orgánicas y su filosofía interna permanecerá en un círculo vicioso; el ejecutivo no se explica
por sí mismo: lo explica su papel mediador, político y social. Esto es lo que lo hace ser el
objeto de estudio de la Administración Publica.
Ahora bien ¿Cómo se ha desenvuelto el estudio del ejecutivo? ¿La Administración Publica
tiene una tradición académica; tiene antecedentes intelectuales? Si, los tiene. El capitalismo
al crear, en las condiciones materiales de existencia, las relaciones sociales que le son
correspondientes, ha creado también las formas intelectuales en que expresan esas mismas
relaciones.
Hemos visto en los capítulos I y II, que las categorías e ideas del pensamiento administrativo
postwilsoniano no corresponden a las relaciones sociales reales; estas, como materia de
análisis, y las ideas, como su expresión conceptual, están divorciadas en el estudio de la
Administración Pública. En contraste, la filosofía política prewilsoniana corresponde plena
y precisamente a las relaciones sociales que la incubaron. Las causas por las cuales la
Administración Publica de Wilson a la fecha esta divorciada del objeto, ya han sido tratadas
con suficiente extensión en los capítulos señalados; las razones por las cuales la filosofía
política anterior a Wilson si corresponde al objeto, serán tratadas a continuación.
Las relaciones sociales, los hechos que producen las relaciones humanas, son engendrados
por el desarrollo de las fuerzas productivas. La producción de los medios de vida por parte
de los hombres, genera al mismo tiempo las relaciones que los integran socialmente. La
producción material implica un determinado avance de las fuerzas productivas; por tanto,
las relaciones sociales que engendran los hombres al entrar en contacto en su productividad
materia, existen por cuanto son correspondientes a un determinado grado de desarrollo de
las fuerzas productivas. La existencia de determinadas relaciones sociales depende, por
tanto, del desarrollo de las fuerzas productivas; hay una correspondencia. Las relaciones
sociales existen en un momento histórico determinado, en la medida en que corresponden
al desarrollo de las fuerzas productivas. En cuanto las relaciones sociales dejan de
corresponder al desarrollo de las fuerzas productivas, dejan de existir y son sustituidas por
otras engendradas por el nuevo modo de producción. El desarrollo de las fuerzas
productivas y de las facultades productivas del hombre, su trabajo, ha engendrado los
progresivos modos de producir –el asiático, el antiguo, el feudal y el capitalista- y las
sociedades civiles y Estados políticos que les son correspondientes. Cada modo de
producción, por su relación de dependencia respecto al desarrollo de las fuerzas
productivas, ha tenido una existencia histórica especifica; la sociedad y el Estado,
engendrados por la productividad material, han existido bajo las mismas condiciones. Las
ideas, las categorías que expresan abstractamente esas mismas relaciones, también han
tenido una vigencia determinada.
Si las fuerzas productivas determinan las relaciones sociales, estas mismas establecen sus
expresiones abstractas, las categorías y conceptos que se forman en el pensamiento del
hombre y que no son sino la manifestación ideal de sus relaciones reales. Las categorías que
expresan las relaciones sociales reales, por engendrarse en la especificidad de cada modo
de producción, de cada sociedad y Estado concretos, son tan finitas y perecederas como las
propias realidades que idealmente representan; estas categorías no son leyes universales,
eternas, sino leyes históricas. Por tanto, no solo las categorías de la economía política están
sujetas a una validez histórica; también las categorías de la sociología, de la ciencia política
y, por tanto, de la Administración Publica, están sujetas a la determinación histórica. Los
conceptos de las ciencias sociales son leyes históricas relativas a cada modo de producción
particular.
Los conceptos de la Administración Publica, como todos aquellos conceptos de las ciencias
sociales, tienen una validez y un criterio de verdad enlazado, por tanto, a las relaciones
sociales de cada modo de producción especifico. La Administración Publica, como estudio
del ejecutivo, es una disciplina que nace en el modo de producción capitalista hacia finales
del siglo XIX; existen antecedentes en la filosofía política prewilsoniana y es con Wilson
cuando ella asume un carácter académico. Con Wilson, por primera vez en 1887, se intenta
definir el objeto, estudio y método de la Administración Pública. Por tanto, la
Administración Publica es una disciplina creada por el capitalismo y que expresa relaciones
sociales capitalistas. El conocimiento acumulado acerca de la Administración Publica,
consiste en el estudio de la administración publica capitalista. Esto no quiere decir que en
los modos de producción precapitalista no se disertara acerca de la Administración Publica;
simplemente afirma una verdad: si bien es cierto que el capitalismo no inventa la
administración pública, también lo es que en él es donde asume un carácter sustancial,
diferenciado y, por este hecho, su expresión abstracta como disciplina social.
Po tanto, más importante que la soberanía como elemento común, es la diferencia entre lo
propiamente común y lo propiamente privado. Pero tal distinción no es solamente
importante para la Republica, el Estado, sino también para la sociedad; es importante para
la sociedad distinguir lo suyo, lo privado, de aquello otro, lo público. Pero esta distinción
implica a su vez el reconocimiento, por parte del Estado, de un poder interno, privado, que,
aunque está sujeto a su autoridad, se ejerce en el seno de la familia, la corporación y el
colegio.
La obra de Bodino, escrita en 1576, se encuentra situada en la etapa formativa del Estado
capitalista, es decir, la monarquía absoluta, cuando está empezando a manifestarse la
división del Estado y la sociedad; cuando las clases sociales se están acabando de
desembarazar de las máscaras medievales, de los estamentos y de los gremios. La parte que
nos interesa se encuentra situada en el libro III, donde Bodino explica la formación del
funcionariado de la monarquía absoluta sobe la base de la autonomía del Estado.
Bodino explica una doble diferenciación: entre oficiales y comisarios y entre magistrados y
ministros. Los oficiales son permanentes y los comisarios extraordinarios y removibles; los
magistrados tienen mando y los ministros son agentes ejecutivos. Tanto los oficiales como
los comisarios pueden ser magistrados y ministros, indistintamente, de acuerdo con la
categoría y la jerarquía que asuman. Lo importante de esta clasificación dual yace en el
realce de la administración pública, por primera vez en la filosofía política, como un
fenómeno que tiende a concretarse a partir de su desembarazo de las formas patrimoniales
y colegiales del feudalismo; del mismo modo es igualmente importante, porque estas
categorías reflejan relaciones sociales reales: en concreto, la formación de la administración
pública capitalista. Bodino es el primer pensador que trata por separado la administración
pública, poniendo énfasis en problemas que hoy nos resultan familiares:
Hobbes concibe al hombre como individuo y al individuo como ser natural y, por tanto,
igual. Si los hombres nacieron iguales, corporal y espiritualmente, tres causas de discordia
los enfrentan: la competencia, la desconfianza y la gloria. Por tanto, la primera ley del
hombre se relaciona con su condición misma de individuo: la libertad; pero esta no implica
sino el uso irrestricto del poder de cada hombre frente a su semejante. La sociedad civil,
por tanto, es un mundo de rivalidades, es el campo de guerra del hombre contra el hombre;
en una situación tal, no hay lugar para la paz, la producción, la sociedad misma. De aquí que
los hombres, como los individuos, pacten la creación de un poder común, el Leviatán, el
Estado, que los libere de sus conflictos y establezca la paz. La creación del Estado tiene como
objeto, sin embargo –con la limitación de la libertad y el poder de cada individuo-, la
protección del derecho a poseer, es decir, el derecho a la propiedad privada. En un estado
de guerra entre individuos iguales igualmente en cuerpo y espíritu, en bienes
instrumentales (riqueza, reputación, amistades), el conflicto hace peligrar la existencia de
la sociedad civil y, por tanto, la existencia misma de los individuos. El Leviatán tiene como
objeto, al darles seguridad, garantizar su existencia como individuos y, con ello, asegurar la
existencia de la sociedad civil como algo distinto al propio Estado. La sociedad civil no puede
gobernarse por sí misma; si así fuera no habría Estado alguno, pero tampoco sociedad civil
alguna; porque esta no existe sino como expresión de la individualidad, y la individualidad
no supone sino la universalidad, el Estado. Por esto, frente a la sociedad civil “natural”,
Hobbes opone un Estado político “artificial”. Sociedad “natural” porque para Hobbes lo
natural, lo real, lo existente, es el individuo; el hombre natural es un individuo propietario,
libre de poseer frente a los demás individuos. Estado “artificial”, porque para Hobbes el
Estado es algo ajeno al individuo, la negación de su libertad, algo externo a la sociedad pero
que, para asegurar su existencia, es constituido negando la naturalidad individual. El Estado
“artificial” es tal porque lo universal, lo político, como diferente de lo civil, no puede
pactarse sino negando la naturalidad del individuo; es algo no natural, artificial porque no
es humano, no está apoyado en la naturaleza y, por tanto, en lo que es natural: la libertad.
Finalmente, es de especial importancia la claridad con que Hobbes observa el carácter del
ministro público, sobre todo cuando hace énfasis en el doble aspecto de la administración
publica como administración y como política; esto queda expresado transparentemente en
su definición delos ministros públicos como ministros y como públicos: “ministros porque
sirven a la persona del representante, y nada pueden hacer contra su mandato, ni su
autorización; públicos porque les sirven en su capacidad política”.
Bodino y Hobbes, como lo hemos observado, tuvieron una idea muy clara de la
administración pública; explicaron con precisión las características que iba tomando
conforme se consolidaba la monarquía absoluta. Sus obras reflejan la etapa formativa de la
organización administrativa del Estado, la fase inicial en la cual el legislativo y el ejecutivo
comparten estelares en la escena política de los siglos XVI y XVII. La burguesía y la nobleza
real están disfrutando su triunfo sobre el feudalismo y reinan en santa paz; dos siglos
después, a fines del siglo XIX, Francia y Estados Unidos crearan los primeros gobiernos
republicanos burgueses en los cuales domina el legislativo. El equilibrio ha sido roto. Las
obras de Tocqueville, La democracia en América y El antiguo régimen y la revolución
(escrito más de medio siglo después de la Revolución Francesa), así como la de Hamilton,
Madison y Jay, El federalismo, son un testimonio de estos hechos.
El federalismo, elaborado inicialmente como una colección periodística de ensayos, salió a
la luz bajo esta forma entre 1787 y 1788; un año después de la promulgación de la
mencionada constitución. Su objetivo general se encamina a exponer la opinión de
Hamilton, Jay y Madison, acerca de la nueva república, su forma federal de gobierno y la
división y el balance de poderes. Destaca en especial –y es lo que nos interesa- el análisis
del ejecutivo realizado por Hamilton, por cuanto nos permite acercarnos al estudio de las
relaciones entre el legislativo y el ejecutivo.
Un pensador, posterior a Hamilton, Alexis de Tocqueville, fue testigo del paralelo de los
acontecimientos en Francia y Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XIX. Sus
obras, la democracia en América y el antiguo régimen y la revolución, son una ventana al
través de la cual puede observarse el eclipse del legislativo en Europa y la terquedad del
poder legislativo norteamericano por no dejase desplazar. El auge del ejecutivo en Francia,
ejemplo típico en Europa, ha sido tratado con suficiencia en el apartado anterior. Aquí solo
estudiaremos el caso norteamericano, como ilustración del poder ejecutivo como objeto
del estudio de la Administración Publica.
Otro filosofo político, John Stuart Mill, escribió en su obra Consideraciones sobre el
gobierno representativo (1861) un notable capitulo –el IV-, en el que se encuentra el primer
tratamiento de las características del ejecutivo moderno y del servicio civil de carrera,
problemas que van de la mano. En lo referente al ejecutivo, Mill está preocupado por cinco
materias:
1) La unidad de mando
2) La responsabilidad oficial
3) La decisión unipersonal
4) El carácter consultivo de los consejos
5) El tipo de nombramiento
Debe mencionarse con énfasis, que Mill no solo trasmite la experiencia inglesa, sino
también el caso colonial de la India. La obra de Mill nos sitúa en el momento mismo en el
cual el ejecutivo ingles se ha consolidado y, a la par, ha comenzado por establecer una
burocracia de carrera.
Los sistemas colegiales, por su parte, no deben desaparecer, sino asumir su carácter
meramente consultivo con respecto del ministro. Las decisiones de este, como autoridad
responsable, contrastan completamente con las antiguas juntas en el sentido en que las
decisiones son unipersonales y , por tanto, de su responsabilidad personal, Por esto mismo,
los hombres que laboran con el ministro serán nombrados y removidos directamente por
el, en la misma forma en que él ha sido designado por el jefe de Estado.
Con respecto al ser vicio civil, Mill está interesado por tres problemas:
1) El sistema de méritos.
2) El Ingreso por examen.
3) Las formas de promoción.
La Administración Publica tiene una tradición de estudio que se remonta a Bodino; incluye
a Hobbes, Rousseau, Paine, Hamilton, Hegel, Marx, Tocqueville y Mill. Las aportaciones de
estos pensadores deben servir como fuente al replanteamiento de la Administración
Publica. Su obra habrá de servir para hacer de la Administración Publica una disciplina de la
realidad, no un estudio teológico y celestial, contribuirá a poner nuestra disciplina sobre
cimientos de acero, no en los pies de barro en los que ahora se encuentra.
La obra de juan Bodino, Tomas Hobbes, Juan Jacobo Rousseau, Tomas Paine, Alejandro
Hamilton, Jorge Guillermo Federico Hegel, Carlos Marx, Alexis de Tocqueville y John Stuart
Mill, así como la de otros científicos sociales que muy probablemente sean fuente
importante de conocimiento, está esperando a los estudiosos de la Administración Publica.
Ningún publiadministrativista, ningún politólogo, puede seguir prescindiendo de aquellos
pensadores si desea estudiar realmente –es decir, dentro de la realidad- la Administración
Publica como un campo de conocimientos de hechos. Vale la pena que los estudiosos de la
Administración Publica nos asomemos a la obra de Bodino y Tocqueville, de Hegel y Mill, de
Hamilton y Hobbes, de Rousseau y Paine, de Marx; encontraremos en su lectura, sobre la
administración pública, un camino sólido y prometedor para estudiar el fenómeno social
más abandonado, más tergiversado, más deformado, más calumniado. La invitación sigue
abierta.
Sin embargo, Bodino, Hobbes, Rousseau, Paine, Hamilton, Hegel, Marx, Tocqueville y Mill
no constituyen sino el principio del camino; marcan el sendero, pero no son todo el sendero.
Toca al estudioso, después de seguir sus pasos, desarrollar y producir sus tesis, sus ideas,
sus aportaciones, para crear nuevo conocimiento. Aquellos son la tradición en el estudio de
la Administración Pública capitalista; son el testimonio de la Administración Pública como
disciplina con sus propias fuentes de conocimiento, como un campo con tradición y
antecedentes. La Administración Pública no necesita “importar” profetas y santones de la
administración privada, ni de “grandes” de otras disciplinas. La Administración Pública tiene
sus propias raíces, sus propios cimientos, puestos en tierra de la realidad; ya que es tiempo
que los publiadministrativistas se olviden de la teología administrativa y comiencen por
situar la Administración Pública sobre bases reales. Estamos muy a tiempo, hay que
comenzar.