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SÍNTESIS HISTÓRICA DEL PUEBLO DE ISRAEL Y SU PEREGRINACIÓN

Nuestro primer protagonista es Abraham (1800-1500 a.C.), un nombre que significa


apropiadamente "padre de muchos pueblos", nacido en la ciudad de Ur, en Mesopotamia, muy
cerca de la desembocadura del río Éufrates. Cuando Abraham tiene setenta y cinco años Yavé, el
dios hebreo, habla a Abraham, que era la décima generación descendiente de Noé , el hombre al
que Yavé había elegido para salvarlo a él y a su familia del Diluvio Universal. Yavé se dirige a
Abraham con estas palabras que recoge el Génesis "Sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de
tu padre y vete al país que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré
tu nombre, el cual será una bendición."(Génesis 12,1-3) Abraham iba a convertirse en el patriarca
del pueblo elegido, Israel.
El país que Yavé prometió a Abraham era la tierra de Canaán , que estaba en lo que hoy son tierras
ocupadas por Israel, Jordania, Siria y las franjas de Gaza y Cisjordania, y hacía ella partió en
compañía de su esposa Sara , su sobrino Lot y a la familia de este. Abraham no tiene descendencia
y por su avanzada edad piensa que morirá sin herederos, pero Yavé le asegura que tendrá heredero
y que de su sangre surgirá un pueblo "Levanta tus ojos al cielo y cuenta si puedes las estrellas. Así
será tu descendencia" (Génesis 15,5-6) Pero Sara era ya anciana y segura de no poder dar un hijo a
su esposo le ofreció su esclava egipcia llamada Agar para que yaciera con ella y tuviera
descendencia. De esta forma Abraham tuvo con Agar a Ismael, que se convertiría en el patriarca de
los pueblos ismaelitas, origen de los árabes. Años después, cuando Abraham contaba ya cien años,
engendraría con Sara, que tenía noventa, al único hijo del matrimonio, al que pondrían por nombre
Isaac. Abraham no creía que aquello fuera posible "¿A un hombre de cien años le podrá nacer un
hijo, y Sara a los noventa años podrá ser madre?" Y Dios le dijo "Ciertamente Sara, tu mujer te dará
un hijo y tú le llamarás Isaac. Yo estableceré con él mi alianza, como una alianza perpetua, para ser
su Dios y el de su descendencia después de él"(Génesis 17, 17-20) Nació Isaac, nombre que significa
"Hará reír" porque su nacimiento provocó la risa de su madre Sara, que ya nonagenaria no podía
creer que aún pudiera dar a luz un hijo. A los cuarenta años Isaac se casó con Rebeca y con ella
tendría dos hijos gemelos, Esaú y Jacob. Aunque Esaú era el primogénito, valiéndose de la astucia
Jacob logró adquirir la primogenitura y también recibir la bendición de su padre Isaac en detrimento
de su hermano.
Después de múltiples vicisitudes el Génesis nos cuenta que Jacob mantuvo una lucha con un
hombre misterioso durante toda una noche hasta que al despuntar el alba el combate concluye "Y
el hombre dijo a Jacob "Suéltame, que raya ya el alba; y Jacob respondió "No te soltaré si antes no
me bendices" Él le preguntó "¿Cuál es tu nombre?" "Jacob" respondió este. Y añadió el hombre "No
será ya Jacob tu nombre, sino Israel, porque has peleado contra Dios y contra los hombres y has
vencido" (Génesis 32, 27-30). Jacob, ahora Israel, tendría en total doce hijos. Con su primera esposa,
Lea, tuvo a Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. Con su esposa favorita, Raquel, engendraría
a José y Benjamín, con Zilpa, sierva de Lea, tendría otros dos hijos, Gad y Aser, y lo mismo sucedería
con una de las siervas de Raquel, Bilha, que sería la madre de Dan y Neftalí. Estos doce hijos serían
el origen de las doce tribus de Israel. Los descendientes de Jacob y sus doce hijos se establecieron
en Canaán. Pero los hebreos terminarían siendo un pueblo cautivo en Egipto, y tuvo que ser otro
de los patriarcas bíblicos, Moisés, el que les condujera de nuevo a la Tierra Prometida, Canaán,
después de vagar cuarenta años por el desierto tal y como relata otro de los libros del Antiguo
Testamento, el Éxodo. Esto podría haber sucedido hacia el 1200 a. C y fue entonces cuando Yavé,
habría establecido una nueva alianza con el pueblo de Israel sellada con las tablas que contenían
los Diez Mandamientos custodiadas en el interior del Arca de la Alianza. Dos siglos después, Saúl,
uno de los descendientes de la tribu de Benjamín, se convertiría en el primer rey de un Israel
unificado. Las doce tribus se hallaban ahora gobernadas por un único soberano que debió reinar
hacia el 1030 y hasta el 1010 a.C.
Mapa con la distribución de las doce tribus de Israel, descendientes de los hijos de Jacob y que formarían el Reino
de Israel cuando fueron unificadas por el primer rey de Israel, Saúl, a finales del siglo XI a.C, al que luego sucederían
los reinados de David y su hijo Salomón, cuando el reino de Israel alcanzó su máximo esplendor coincidiendo con
la construcción del Templo de Jerusalén donde se custodiaban los objetos más sagrados de los hebreos, entre ellos
el Arca de la Alianza

Saúl luchó y derrotó a numerosos pueblos que disputaban a los hebreos aquellas tierras, moabitas,
amonitas y filisteos entre otros. Después de duras campañas, hacía 1020 a. C Saúl consiguió unificar
todas aquellas tierras bajo su poder, aunque al mismo tiempo que su poder se incrementaba perdía
el favor de Yavé por su desobediencia. Finalmente, Yavé concedió su favor a David, de la tribu de
Judá. Saúl moriría luchando contra los filisteos y le sucedió en el trono David (hacia 1040-970 a.C),
el segundo rey de Israel, que conquistaría la ciudad de Jerusalén, convirtiéndola en la capital del
reino. Tras la muerte de David hacia 970 a.C, le sucedería su hijo Salomón, que reinará entre 970 y
930 a.C, quién se haría célebre por su sabiduría y riqueza conduciendo bajo su gobierno a Israel a
la época de máximo esplendor tal y como le había prometido Yavé "Te doy un corazón sabio y
perspicaz, tal que antes de ti no haya habido otro como tú, ni después de ti aparezca otro semejante.
Pero además añado lo que no has pedido: así riquezas como gloria; y tales que no habrá en tus días
rey alguno como tú" 1 Reyes 3:11,12
En este mapa podemos ver la evolución del reino de Israel bajo los reinados de sus tres primeros monarcas, Saúl
entre 1030 y 1010 a.C, David, entre 1010 y 970 a.C y Salomón, entre 970 y 930 a.C. Sería durante el reinado de
Salomón cuando Israel vivió su época de mayor esplendor y riqueza y , según el Antiguo Testamento, esa riqueza
habría conducido al pueblo de Israel hacia un creciente materialismo y codicia que sería objeto de crítica de los
profetas y también la causa de que fuera abandonado por Yavé iniciándose la decadencia justo después de la
muerte de Salomón, cuando Israel se dividiría en dos reinos, debilitándose frente a los enemigos externos

Pero cuando Salomón muere el reino de Israel se divide en dos reinos, el reino de Israel, con capital
en la ciudad de Samaria, y el reino de Judá, con capital en Jerusalén, lo que debilita a ambos reinos.
En el reino de Israel habitaban diez de las tribus descendientes de los hijos de Jacob, las tribus de
Zabulón, Isacar, Aser, Neftalí, Dan, Manasés, Efarín, Rubén, Simeón y Gad. Durante doscientos años
el reino de Israel pudo mantener su independencia, hasta que el rey asirio Sargón II (720 a.C), lo
invadió y llevó a los habitantes del reino cautivos a la capital asiria, Nínive.
Mapa con los dos reinos surgidos de la división del Reino de Israel tras la muerte de Salomón en 930 a.C , naciendo
el Reino de Israel, también denominado Reino del Norte, con capital en Samaria y que agrupaba a diez de las doce
tribus de Israel, y el Reino de Judá o Reino del Sur, con capital en Jerusalén, habitaba por las dos tribus restantes.
Sería el reino de Israel el primero en perder su independencia cuando en el siglo VIII a. C fue conquistado por los
asirios gobernados por Sargón II y sus habitantes deportados a territorio asirio y divididos por los territorios del
Imperio. Esta diáspora sería el origen de las tribus perdidas de Israel.

Fue la primera diáspora del pueblo judío, a la que sucederían muchas más a lo largo de la historia
judía, y aquellas tribus jamás regresarían de nuevo a Israel y terminarían desapareciendo de la
historia, probablemente absorbidas por la cultura asiria después de generaciones de cautiverio y
de ser dispersadas por todo el reino asirio. Desde entonces serían conocidas como las tribus
perdidas de Israel. Así relata el Segundo Libro de Reyes del Antiguo Testamento las causas de la
desaparición del reino de Israel y de sus diez tribus "Tal sucedió, porque los hijos de Israel habían
pecado contra Yavé., su Dios, el que los había sacado de la tierra de Egipto, debajo el poder del
Faraón, rey de Egipto, y habían venerado a dioses extranjeros" (Reyes II 17,7-8). El otro reino en el
que había quedado dividido Israel, Judá, sería ocupado por el rey de Babilonia, Nabucodonosor II
(586 – 538 a.C), que destruiría el gran Templo construido bajo el reinado de Salomón en Jerusalén
donde se custodiaba el Arca de la Alianza que contenía las tablas con los Diez Mandamientos que
Yavé había dictado a Moisés según siempre el Antiguo Testamento (2 reyes 25).
Uniéndose bajo la dirección de un gran gobernante, Ciro —posteriormente llamado "el Grande", la
alianza medo-persa se volvió hacia Babilonia. Al caer el imperio babilónico bajo los golpes de Ciro
este iba a influir profundamente sobre la historia de la casa de Israel y del mundo. Un historiador
destacó la importancia de este hombre:
"Ciro el Grande surgió en la historia en el año 559 a. C. como gobernador de la pequeña provincia
de Ansán, distrito al noroeste de Elam, justamente al sur de Media y al este de los montes Zagros.
Ansán estaba entonces bajo el yugo de Media. Cuando Ciro se rebeló contra su señor Astyages, el
ejército medo se pasó al bando de Ciro en su totalidad, y entregó como prisionero a Astyages. Ciro
aparentemente era el elegido de los medos para ser su rey. La capital del imperio, Ecbatana, con
todo su tesoro, pasó a manos de Ciro prácticamente sin lucha alguna. Así, en diez años Ciro se
convirtió en el señor del Imperio Medo que comprendía los siguientes territorios: la Persia
moderna, el norte de Asiria, Armenia, el Asia Menor hasta el Río Halis (véase sección de mapas).
"Después de dos años dedicados a la organización del imperio, Ciro se dirigió hacia el occidente,
decidido a la conquista. Después de conquistar el norte de la Mesopotamia, atacó y venció a Creso,
rey de Lidia, renombrado por su enorme riqueza. El reino de éste se extendía desde el Río Halis [en
Turquía] hasta el Mar Egeo [en Grecia]…
"Volviendo en el año 539 a. C., Ciro avanzó contra Babilonia, la cual le abrió sus puertas sin
presentarle batalla. [De acuerdo con Daniel, Belsasar vio la escritura en la pared que anunciaba la
caída de Babilonia la noche antes de que Ciro entrara en la ciudad y diera fin al imperio (véase
Daniel 5).] En verdad, [Ciro] parece haber sido bien recibido por el pueblo como amigo y benefactor.
De esta manera Ciro llegó a ser amo de toda el Asia occidental.
"La caída de Babilonia marcó el fin del poder mundial semita. Con el triunfo de Ciro, una nueva
raza, la indo-europea, se apoderó del dominio mundial y el destino político del mundo estuvo,
desde entonces, en manos de esa raza. Por lo tanto, este acontecimiento marca un momento
decisivo en la historia bíblica.
"Ciro nació para ser líder entre los hombres. Introdujo una nueva norma en el trato de los pueblos
conquistados. En lugar de tiranizarlos y mantenerlos en sujeción mediante la fuerza bruta, trató
con consideración a sus vasallos y se los ganó como amigos. Fue particularmente considerado con
las religiones de los pueblos conquistados. Las consecuencias de esta conducta serían que sus
súbditos se unirían a él con una lealtad tal que haría de su reino una era de paz." (Elmer W. K.
Mould, Essentials of Bible History, págs. 348-49.)
Esta revolución en la política iba a afectar profundamente la histona del mundo, particularmente
la historia judía, pues cuando Ciro entró a Babilonia, los judíos todavía estaban exiliados allí.
(J-2) Ciro fue levantado por el Señor para liberar a los judíos
Babilonia cayó ante Ciro en el año 539 a. C. Poco después, tal como aparece en 2 Crónicas 36:22-
23 y Esdras 1:1-11, Ciro decretó en su imperio que todo cautivo judío en Babilonia que tuviera el
deseo de retornar a Jerusalén para reconstruir el templo podía hacerlo. También permitió que los
utensilios de oro y plata robados por las tropas de Nabucodonosor se devolvieran.
¿Qué lo impulsó a hacer una proclama tan liberal? Aunque Ciro tal vez haya sido impulsado por la
religión de sus dioses (véase Esdras 1:7), incluyendo el emergente zoroastrismo, a tener respeto
por el Dios de Judá, parece que fue motivado por el Espíritu del Señor a enviar de vuelta a los judíos
a su tierra natal. El antiguo historiador Josefo nos dice:
"En el primer año del reinado de Ciro, que era el septuagésimo desde el día en que nuestro pueblo
fue sacado de su propia tierra y llevado a Babilonia, Dios se apenó del cautiverio y la calamidad de
este pobre pueblo, de acuerdo con lo que había anunciado mediante Jeremías el profeta, antes de
la destrucción de la ciudad, de que después de haber servido a Nabucodo no sor y a su posteridad,
y después de haber soportado esa servidumbre durante setenta años, los restauraría a la tierra de
sus padres, y que ellos edificarían su templo y gozarían de su antigua prosperidad. Estas cosas Dios
les concedió, pues El inspiró a Ciro y lo llevó a escribir esto a través de toda Asia: 'Así dice Ciro el
rey: Puesto que Dios Todopoderoso me ha hecho rey de la tierra habitable, creo que Él es aquel
Dios a quien adora la nación de los israelitas, pues en verdad anunció mi nombre mediante los
profetas, y que yo le edificaría una casa en Jerusalén, en el país de Judea.'
"Esto era conocido por Ciro porque había leído el libro que Isaías dejó con sus profecías, pues este
profeta dijo que Dios le había hablado en una visión secreta: 'Es mi voluntad que Ciro, a quien he
señalado por rey sobre muchas grandes naciones, envíe de vuelta a mi pueblo a su propia tierra, y
edifique mi templo'. Esto fue predicho por Isaías ciento cuarenta años antes que el templo fuera
demolido. En conformidad, cuando Ciro leyó esto y admiró el poder divino, lo sobrecogió un intenso
deseo y ambición de cumplir lo que así estaba escrito; de manera que convocó a los más eminentes
judíos que estaban en Babilonia y les dijo que les daba permiso de volver a su propia tierra y
reedificar la ciudad de Jerusalén, y el templo de Dios, para lo cual les ofreció su ayuda, y que
escribiría a los mandatarios y gobernadores que estaban en las proximidades del país de ellos,
Judea, para que contribuyeran con oro y plata para la edificación del templo, y además que dieran
animales para los sacrificios." (Flavio Josefa, Antigüedades judaicas, libro 11, cap. 1, párrs. 1-2;
traducción libre.)
La profecía de Isaías, mencionada por Josefa e implícita en Esdras 1:2, se encuentra en el último
versículo de Isaías 44 y en el primero del capítulo 45.
Con un ejército compuesto por unos cuarenta mil hombres y el firme propósito de liberar las
ciudades griegas sometidas por los persas, Alejandro atravesó el Helesponto en la primavera de
334 a.C., iniciando su marcha contra el Imperio persa y dejando su reino en manos de Antípatro.
Precisamente la composición de su ejército, unida a su indiscutible talento como estratega y a la
hábil elección de hombres capacitados y de confianza como generales, constituyó la clave de sus
victorias.
Encaminándose hacia el norte de Siria, en el otoño del año 333 a.C. llegó a enfrentarse con el propio
rey aqueménida, Darío III, en Issos. En esta batalla infligió una nueva derrota a las tropas persas,
obligando al gran rey a retirarse más allá del Éufrates y quedando a su merced el campamento en
el que se encontraba la familia real: la esposa, los hijos y la madre de Darío.
Las ciudades fenicias de la costa, desde Arados a Sidón, se entregaron sin presentar oposición
alguna ante el irrefrenable avance del macedonio. Simultáneamente, Alejandro rehusaba las
ventajosas propuestas de Darío III, que le ofrecía los territorios asiáticos al otro lado del Éufrates,
así como una de sus hijas en matrimonio y diez mil talentos, a cambio de la paz y de la liberación
de su familia (cuyos integrantes sí que restituyó al rey persa). Empeñado en su campaña de
conquista, llegó ante las puertas de la ciudad de Tiro, cuya larga resistencia se reveló inútil, siendo
castigada su población de forma ejemplar, al igual que la de Gaza. En el invierno del año 332 a.C.
había culminado ya la conquista de Palestina y se dirigía hacia Egipto.
Roma incrementa su supremacía, Pompeyo el Grande, un héroe para el pueblo romano
Ya en el 63 a.e.c., marcha hacia el sur e impone la supremacía de sus legiones en Fenicia, Celesiria
y Judea, las ciudades más helenizadas de todo el territorio y particularmente de las más
importantes ciudades de la Decápolis. A finales de ese año, captura la ciudad de Jerusalén. En esa
época Judea estaba en guerra civil entre los hermanos Hircano II y Aristóbulo II, de la dinastía
asmónea, el primero apoyado por los fariseos y el segundo por los saduceos.
Pompeyo toma partido por Hircano II
Unidas las fuerzas judías seguidoras de Hircano con las legiones romanas del general más invicto
de Roma asediaron Jerusalén durante más de tres meses. El número total de muertos en el bando
de Aristóbulo fue de, aproximadamente, 12.000 judíos tal y como cuenta Flavio Josefo en su obra
Antiquitates Judaicae, libro XIV, capítulo IV: «De los judíos cayeron doce mil, pero de los romanos
muy pocos... y no se cometieron daños insignificantes en el templo en sí, que, en épocas anteriores,
había sido inaccesible y visto por nadie; pues Pompeyo entró, y no pocos de aquellos que estaban
con él fueron también, y vieron lo que era ilícito que viera cualquier otro hombre distinto a los
sumos sacerdotes. En aquel templo estaban la mesa dorada, el sagrado candelabro, y los
recipientes para libaciones, y una gran cantidad de especias; y además de estos había tesoros dos
mil talentos de dinero sagrado: pero Pompeyo no tocó nada de todo esto, debido a su
consideración hacia la religión; y en este punto también actuó de una manera que era merecedora
de su virtud. Al día siguiente dio la orden a aquellos que estaban a cargo del templo que lo limpiaran
y que llevasen las ofrendas que la ley exigía a Dios; y restauró el sumo sacerdocio de Hircano, tanto
porque le había resultado útil en otros aspectos, y porque dificultó que los judíos del país dieran
ayuda a Aristóbulo en su guerra contra él».
Durante la campaña contra Judea muere Mitrídates VI. Pompeyo vuelve victorioso a Roma
Las ciudades griegas del Euxino septentrional abandonaron a su suerte al ejercito del Ponto que se
unió en bloque al príncipe Farnaces tras lo cual Mitrídates se suicidó. Tígranes de Armenia se
convirtió en el gran amigo y aliado de Roma y de esa forma, los nuevos territorios romanos se
fueron extendiendo hacia el Este llegando hasta el mar Negro y el Cáucaso. Aristóbulo fue hecho
prisionero y, encadenado junto a todos sus hijos, fue conducido a Roma para ser mostrados como
parte del Triunfo de Pompeyo. Hircano fue nombrado, de nuevo, como Sumo Sacerdote. El tributo
conseguido por el General romano como botín de guerra fue de 20.000 talentos de oro y plata así
como el fruto de elevados impuestos anuales al pueblo judío que quedó subordinado a la autoridad
administrativa y militar romana de la nueva provincia de Siria; a pesar de ello, permitió que Hircano
II gobernara, con importantes limitaciones, eso sí, en las nuevas provincias de Judea, Perea y
Galilea.
INDICACIONES DE LA ACTIVIDAD
1. Leer el material
2. Subrayar los aspectos más importantes de cada subtema en relación al tema principal
3. Al final realice un resumen del tema

Recuerde que el estudio se trata del nacimiento del pueblo de Israel con Abraham, su
peregrinación, y cautividad.

BUENA LECTURA Dios le bendiga

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