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PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA
CAPÍTULO I. INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I.
INTRODUCCIÓN
El Ello nunca deja de buscar su descarga, y sus impulsos tratan de lograr una
satisfacción parcial mediante algunas evacuaciones derivativas (o retoños) y
regresivas. El Yo, para calmar las exigencias del Superyó tiene que desfigurar
incluso esos derivativos instintuales para que aparezcan de alguna forma
disimulada, cuyo carácter de instinto apenas sea reconocible.
Nosotros también podemos sufrir los efectos de las teorías que aplicamos.
Una teoría clínica puede distorsionar la correspondiente observación y
llevarla por un camino erróneo, y efectivamente ocurre. Es por tal razón que
debe valorarse y fomentarse nuestro sentido crítico, y evitar que en el campo
de observación interfieran indebidamente ciertas teorías, cosa que puede
lograrse de varias maneras. Una de ellas es extraer la menor cantidad de
inferencias posibles; otra, no olvidarnos de limpiar el cristal de nuestros
anteojos.
Se pide al paciente que trate dentro de lo posible de dejar venir las cosas y de
decirlas sin importarle la lógica ni el orden; ha de comunicar incluso lo que le
parezca trivial, vergonzoso o descortés, etc. Dejando que las cosas le vengan
a la mente, se produce una regresión al servicio del Yo y tienden a salir a la
superficie los derivados del Yo inconsciente, el Ello y el Superyó. La tarea del
analista consiste en analizar esos derivados por el paciente.
Hay una necesidad (una, tan solo) que se podrá gratificar en el paciente y en
el terapeuta. Es la función sintéticaque adopta la forma de una necesidad
de comprender y ser comprendido. Sin embargo esa comprensión no tiene
nada que ver con el tipo de “comprensión” que se reduce, en última
instancia, a aprobar, aceptar o exonerar al otro. Comprender las experiencias
de otra persona significa conocerlas (ser-con-el otro): reconstruirlas y
enunciarlas claramente. Adquirir conocimiento de factores circunstanciales y
supuestamente casuales es parte de ese proceso de comprensión, ya que
dicho conocimiento puede resultar inestimable para reconstruir y enunciar
con claridad esas experiencias. Saber el Porqué de las cosas suele ser un paso
importante para averiguar el Qué y el Cómo.
Buena parte de las transacciones por lo común tienen que ver con aspectos
no intelectuales de la conducta. A la vez, sin embargo, las transacciones en sí
tienen lugar fundamentalmente en términos verbales y cognitivos. Cuando el
paciente se muestre enojado, triste o alegre, se le alienta a que hable de
estos afectos. Así se fomenta a que el paciente experimente una amplia
gama de sentimientos durante la sesión: puede reír o llorar, sentirse
regocijado o desesperanzado, dejarse llevar por la ira, el deseo o lo que
fuera. Pero no debe actuarlos sino verbalizar. La meta final es adquirir cierto
grado de control sobre los afectos. Pero esto no significa sofocarlos o
inhibirlos; en efecto el proceso analítico, muy a menudo, conduce a
una liberación de afectos, una desinhibición o descarga de emociones,
liberadas del yugo cognitivo o del temor inconsciente. Por ejemplo, la
mayoría de las afecciones psicosomáticas se curan con una terapia analítica.
Una agresividad sana (poder defenderse y reclamar sus derechos), pero no la
violencia, tiene efectos positivos sobre la salud mental. El paciente aprende a
ser libre, a adquirir una autonomía relativamente mayor durante las sesiones
terapéuticas.
Los caracteres orales guiados por sus impulsos, que dominan malamente, y
necesitados de satisfacciones rápidas hallan la situación psicoanalítica en
extremo difícil de sostener, y son propensos a interrumpir el tratamiento por
medio de alguna actuación.