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En los últimos años se ha incrementado la comisión de delitos en México generando

inseguridad, temor, indignación, coraje y deseos de venganza en la sociedad que


reclama a las autoridades su intervención efectiva para prevenir los delitos y
sancionar a los delincuentes. En particular, la comisión de delitos graves como el
homicidio calificado y el secuestro han provocado una creciente corriente de opinión
en favor de la pena de muerte, postura que parecía encontrar el sustento jurídico
necesario en el anterior párrafo 4º del art. 22 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, en el cual se establecía:
“Artículo 22... Queda también prohibida la pena de muerte por delitos
políticos, y en cuanto a los demás, sólo podrá imponerse al traidor a la
Patria en guerra extranjera, al parricida, al homicida con alevosía,
premeditación o ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador de
caminos, al pirata y a los reos de delitos graves del orden militar”
Cada día, los Estados ejecutan a alguien como castigo por una variedad de delitos,
a veces por actos que no deberían estar castigados. En algunos países puede ser
por su sexualidad; en otros, este castigo se reserva para los actos de terrorismo o
asesinato.

Métodos de ejecución

Hoy en día existen múltiples y variados tipos de ejecución en distintos lugares del
mundo. Estos son algunos de ellos:

 decapitación
 electrocución
 ahorcamiento
 inyección letal
 disparo en la nuca por pelotón de fusilamiento

CITLALI MARTINEZ FLORES.


La pena de muerte es la privación de un bien jurídico que el poder público, a través
de sus instituciones impone a un individuo que ha cometido una acción perturbadora
del orden jurídico.
Al principio de la historia la pena fue el impulso de la defensa o de la venganza, es
decir, la consecuencia de que un ataque injusto. Actualmente la pena de muerte ha
pasado a ser un medio con el que cuenta el Estado para preservar la estabilidad
social.
El concepto de pena ha tenido varias definiciones.
Para Raúl Carrancá y Trujillo, es "un tratamiento que el Estado impone a un sujeto
que ha cometido una acción antisocial o que representa una peligrosidad social,
pudiendo ser o no ser un mal para el sujeto", para el famoso jurista Carrara, citado
por el mismo Raúl Carrancá, la …"pena es de todas suertes un mal que se inflinge
al delincuente, es un castigo; y como tal, atiende a la moralidad del acto; al igual
que el delito, la pena es el resultado de dos fuerzas: la física y la moral, ambas
subjetivas y objetivas…"
Para Edmundo Mezger, la pena en sentido general, dentro de la que se incluye la
pena de muerte…"es una privación de bienes jurídicos que recaen sobre el autor
del ilícito, con arreglo al acto culpable; imposición de un mal adecuado al acto".
Para Franz Von Lizt, "es el mal que el juez inflinge al delincuente a causa de un
delito, para expresar la reprobación social respecto al actor y al autor".
Fernando Castellanos Tena dice que "es castigo legalemente impuesto por el
Estado al delincuente, para conservar el orden juridico"; para Constancio Bernardo
Quiroz, citado por Castellanos Tena, la pena es "la reacción social jurídicamente
organizada contra el delito".
Para Ignacio Villalobos, es "un castigo impuesto por el poder publico, al delincuente,
con base en la ley, para mantener el orden jurídico".
De lo anterior podemos establecer que Edmundo Mezger, Von Lizt, Ignacio
Villalobos, asi como Castellanos Tena, estaban de acuerdo en que la pena es un
castigo, un deterioro o mal contra el delincuente. Para estos autores el castigo tiene
varias causas inmediatas; para Castellanos Tena y Mezger, es la misma ley para
mantener con ello el mismo orden juridico establecido, para el último la pena se
impone como una retribución y es consecuencia del acto, adecuada al mismo; para
Von Lizt, esta se aplica en base a la reprobación social del acto.
Constancia Bernoldo Quiroz no considera a la pena como un mal, sino que lo enfoca
como dialéctica, pues la considera como la antitesis de la conducta y el delito, lo
cual debe ser legal.
Raul Carranca y Trujillo, no consideran a la pena como un castigo, sino como una
medida de readaptación. De todo lo anterior se puede concluir que los autores

CITLALI MARTINEZ FLORES.


mencionados consideran a la pena como dos direccionales: como un castigo y como
un medio para alcanzar otros fines determinados.
(LA PENA DE MUERTE EN MEXICO Autor: JUAN FEDERICO ARRIOLA Editorial: TRILLAS)

Imagínese que usted vive en alguno de esos países que tienen legalizada la pena
de muerte para castigar ciertos delitos. Ahora piense que usted se encuentra
recluido en un centro penitenciario por haber sido condenado a esa pena capital.
Seguro que ahora está pensando que nunca estaría en este sitio, porque jamás
delinquiría. Entonces puede pensar usted que fue condenado a muerte siendo
inocente. Suena peor todavía.

Cuando una persona es condenada a muerte no sabe exactamente la fecha de su


ejecución. Suele pillar al preso muchas veces por sorpresa. En cualquier momento
pueden tocarle a su puerta y decirle que se vaya preparando para el gran día. Debe
ser tortuoso que a uno le condenen a la silla eléctrica, por ejemplo; pero todavía
más si esa persona desconoce cuándo se ejecutará ese brutal castigo. Seguro que
no habrá noche en la que un reo no se imagine sus últimos segundos.

Las ejecuciones suelen seguir un procedimiento que está regulado en una norma.
Por ejemplo, si usted estuviera en Florida sabría que lo van a ejecutar cuando un
día uno de los funcionarios de prisiones le lea la orden de ejecución. Es el anuncio
de que le quedan cuatro semanas de vida. A partir de este momento una guardia
de la muerte le vigilará día y noche. Esta vigilancia especial pretende evitar que
usted se suicide, dado que le quitaría al Estado el privilegio de aplicarle el castigo
de quitarle la vida.

En esas últimas cuatro semanas a usted se le conduciría a un departamento


especial que podríamos llamar la celda de la muerte al lado de la sala de
ejecuciones. En muchas ocasiones a las personas se las encierra allí en solitario,
con la finalidad de aumentar su sensación de aislamiento durante sus últimos días
de vida. Les puede parecer una pesadilla, pero esto está pasando en el mundo real.

Sabrá que le quedan cuatro días antes de su ejecución, por si usted a esas alturas
ya hubiera perdido la noción del tiempo y del espacio, cuando un funcionario de la
prisión acampe delante de su celda. Ahora empiezan los últimos preparativos, los

CITLALI MARTINEZ FLORES.


de la muerte. Le quitarían todas sus pertenencias y le cogerían medidas para
confeccionarle el traje que usted llevará cuando sea apartado de la circulación, es
decir, cuando le maten.

Los últimos trámites son mera burocracia. Se prepara un certificado de defunción,


en este caso sería el suyo, indicando como causa de la muerte “ejecución legal por
electrocución”, aunque también se usan otros métodos, como el ahorcamiento, el
fusilamiento, la inyección letal, la decapitación y la lapidación, según qué países.

A las 4:30 horas de la madrugada le servirían su última comida, aunque no sé si


para esos momentos alguien tiene el estómago como para echarse algo dentro. Un
rato después vendría alguien a afeitarle la cabeza y la pierna derecha. Ello suele
suceder entre las 5 y las 6 de la mañana. Ahora estaría usted listo y preparado para
ser electrocutado. Las ejecuciones se llevan a cabo a las 7. Si su abogado
consiguiera un aplazamiento de la ejecución, cuando le llegara otra vez su día, se
repetiría todo este ritual.

Seguro que si se ha imaginado todo esto paso a paso le habrá parecido una
auténtica tortura. Y es que defender la pena de muerte es fácil, de palabra; pero
cuando uno se encuentra en estas situaciones, cualquier argumento que le hayan
esgrimido en vida a favor de esta pena capital, se cae por su propio peso.

Desde mi punto de vista este castigo es inhumano, degradante, tortuoso y vulnera


los más elementales derechos humanos de cualquier ciudadano. Es ineficaz. Los
países que la aplican y la ejecutan, no sólo no han conseguido disminuir la
delincuencia, sino que además tienen sociedades especialmente violentas. El
Estado no tiene legitimidad para castigar un homicidio, si él mismo mata y tortura
impunemente.

CITLALI MARTINEZ FLORES.

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