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Contrato social

Contrato social es una expresión que se utiliza en la filosofía, la ciencia


política y la sociología en alusión a un acuerdo real o hipotético realizado en el
interior de un grupo por sus miembros, como por ejemplo el que se adquiere en
un Estado en relación a los derechos y deberes del estado y de sus
ciudadanos. Se parte de la idea de que todos los miembros del grupo están de
acuerdo por voluntad propia con el contrato social, en virtud de lo cual admiten
la existencia de unas leyes a las que se someten. El pacto social es una
hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social.
El contrato social, como teoría política, explica, entre otras cosas, el origen y
propósito del Estado y de los derechos humanos. La esencia de la teoría (cuya
formulación más conocida es la propuesta por Jean-Jacques Rousseau) es la
siguiente: para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato
social implícito, que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la
libertad completa de la que dispondrían en estado de naturaleza. Siendo así,
los derechos y deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato
social. El Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del
mismo modo, quienes lo firman pueden cambiar los términos del contrato si así
lo desean; los derechos y deberes no son inmutables o naturales. Por otro lado,
un mayor número de derechos implica mayores deberes; y menos derechos,
menos deberes.

El concepto de contrato social de Thomas Hobbes

El primer filósofo moderno que articuló una teoría contractualista detallada


fue Thomas Hobbes (1588-1679). Hobbes escribió su obra
cumbre, Leviatán (1651), en un período de guerra civil en Inglaterra donde se
discutió quién debía ocupar la soberanía, el Rey o el Parlamento. En ella define
la necesidad de crear un contrato social para establecer la paz entre los
hombres.
Hobbes se plantea la cuestión del poder en términos muy generales, se
pregunta por qué debe existir y cómo ha de ser. Para responder a estos
interrogantes la figura del contrato social es clave, aunque Hobbes no use el
término “contrato” (que usará por primera vez Rousseau) para referirse a ese
pacto originario. Si para Aristóteles y, en general, para el pensamiento clásico
desde la Antigüedad, el orden político es una continuación del orden natural,
para Hobbes el orden político es, por el contrario, el resultado de un contrato, y
por lo tanto, de una convención, de una decisión tomada libremente por
quienes lo adoptan, y es eso lo único que puede fundamentar las bases del
poder civil.
En efecto, para Hobbes, desde el punto de vista de su naturaleza, todos los
seres humanos son iguales, pero lo más básico y más fundamental de la
naturaleza humana, aquello a lo que esta queda reducida, en último término, si
se eliminan todas las convenciones, es decir, si se reduce al hombre a su
mero estado de naturaleza es el instinto de conservación. La naturaleza
humana es un instinto de conservación que cada uno tiene derecho a
conservar; pero la consecuencia de ese derecho es un enfrentamiento entre los
hombres, es decir, la guerra.
Hubo una época (que Hobbes llama Estado de la naturaleza) en que estas
agrupaciones de individuos no disponían de un poder superior y estas
tendencias dominaban las relaciones entre las personas manteniéndolos en
una "guerra de todos contra todos":
"cada hombre es enemigo de cada hombre; los hombres viven sin otra
seguridad que sus propias fuerzas y su propio ingenio debe proveerlos de lo
necesario. En tal condición no hay lugar para la industria, pues sus productos
son inciertos; y, por tanto, no se cultiva la tierra, ni se navega, ni se usan las
mercancías que puedan importarse por mar, ni hay cómodos edificios, ni
instrumentos para mover aquellas cosas que requieran gran fuerza o
conocimiento de la faz de la tierra ni medida del tiempo, ni artes, ni letras, ni
sociedad; y lo que es peor que nada, hay un constante temor y peligro de
muerte violenta, y la vida del hombre es solitaria, pobre, grosera, brutal y
mezquina".*
En el Homo homini lupus de Hobbes no hay ningún rastro de maniqueísmo. Se
trata del miedo de la sociedad entera a sí misma porque se sabe capaz de
realizar atrocidades que en ningún modo desea. Por ello decide, en un acto de
egoísmo colectivo, sustraerse determinados derechos y entregarlos a una
instancia superior creada por ella, el Leviathan, para asegurarse su
supervivencia
Por tanto, ya que no hay norma que regule la convivencia entre los hombres,
es necesario crear un orden artificial. Para ello, nadie puede quedarse sin
ninguna partícula de libertad, entendida ésta como la posibilidad de hacer lo
que se quiera para conservarse, pues se volvería al orden natural.
Ahora bien, los pactos, sin la espada que imponga que se respeten, no sirven
para lograr el objetivo deseado. Por consiguiente, según Hobbes, es preciso
que todos los hombres encarguen a un único hombre (o a una asamblea) su
representación.
El pacto social no lo establecen los súbditos con su soberano, sino los súbditos
entre sí. El soberano permanece fuera del pacto, es el único depositario de las
renuncias a los derechos que poseían antes los súbditos y, por lo tanto, el
único que conserva todos los derechos originarios. Si también el soberano
entrase en el pacto, no podrían eliminarse las guerras civiles, ya que muy
pronto aparecerían diferentes enfrentamientos en la gestión del poder. El
poder del soberano (o de la asamblea) es indivisible y absoluto. Puesto
que el soberano no entra en el juego de los pactos, una vez que ha recibido en
sus manos todos los derechos de los ciudadanos, los detenta de manera
irrevocable.
Con respecto al miedo dice en De cive:
En suma, debemos concluir que el origen de todas las sociedades grandes y
estables ha consistido no en una mutua buena voluntad de unos hombres para
con otros, sino en el miedo mutuo de todos entre sí.
Hobbes pretende crear unas condiciones que evite ese enfrentamiento y que
alguien mande por la fuerza. En el estado de naturaleza no hay normas que
indiquen el bien y el mal que sí existen en el orden artificial, y para establecer
esas normas debe existir una autoridad que dirima sobre lo que está bien y lo
que está mal.

El contrato social en la obra de John Locke

John Locke (1632-1704) recoge su visión del contrato social en su principal


obra, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690). La idea de naturaleza
humana en Locke es cristiana: el hombre es una criatura de Dios, por lo que el
hombre no puede destruir su vida ni la de los demás hombres pues no le
pertenece, sino que le pertenece a Dios. El hombre tiene el derecho y el deber
de conservar su vida. Así mismo, el hombre no es súbdito de ningún otro
hombre, sino que es libre.
Si la naturaleza humana lleva inserta el derecho y el deber de preservar su
vida, ¿para qué hace falta una comunidad? Para Locke puede darse que nadie
cumpliera ese derecho y ese deber, y en caso de conflicto en su cumplimiento
la naturaleza humana no cuenta con la existencia de una autoridad que lo
dirimiera, por lo que la comunidad trata de suplir esas carencias del estado de
naturaleza: la existencia de una autoridad que juzgue en caso de conflicto. Se
trata pues de hacer un contrato que funde un orden social o civil que atienda
exclusivamente a suplir esas carencias del estado de naturaleza, es decir,
aplicar una justicia o una autoridad que diga, en caso de choque entre dos
individuos, qué se debe hacer.
Por consiguiente, siempre que cierta cantidad de hombres se unen en una
sociedad, renunciando cada uno de ellos al poder ejecutivo que les otorga la
ley natural en favor de la comunidad, allí y sólo allí habrá una sociedad política
o civil.
Locke, Segundo ensayo sobre el gobierno civil, en J.L., Dos ensayos sobre el
gobierno civil. Traducción castellana de Espasa-Calpe. Madrid, 1991. Página
266color
El pacto social es en sí bastante limitado, tratándose de lograr el
establecimiento de un juez que dirima las controversias que vienen de la
propia ley natural. Se dictan unas normas que sean la continuidad de las leyes
naturales y que consistirán en el reconocimiento de los fines de la naturaleza
de hombres libres e iguales, a asegurar los derechos de la libertad, la igualdad,
la vida y la propiedad.
Sólo una sociedad será civil o política cuando cada uno de los individuos
renuncia al poder de ejecutar la ley natural. Lo ejecutará la comunidad y los
órganos de la comunidad. En el estado de naturaleza es cada individuo quien
juzga las leyes de la naturaleza. En la sociedad civil, por el contrario, es una
autoridad, un juez, quien las juzga y quien dictamina quién se ha saltado las
leyes. Y esa autoridad ha de ser un parlamento que represente al conjunto (no
se entienda parlamento en su sentido moderno, sino como un conjunto de
representantes de la comunidad). Como crítica principal a Hobbes, si hubiera
un poder absoluto por encima de la comunidad, para Locke, realmente no se
habría salido del estado de naturaleza, pues en la monarquía absoluta, al
confundirse los poderes, no hay imparcialidad por parte de éste y no hay
manera de apelar o recurrir su sentencia, con lo que su existencia es
incompatible con la existencia de una sociedad civil. Para que haya sociedad
civil tiene que haber un juez separado del poder ejecutivo (al considerarse
todos los hombres como iguales, se entiende como el poder de ejecutar de
cada uno de los individuos, considerándose al monarca absoluto como otro
ejecutor más de poder) que sea imparcial respecto a los mitigantes.
De lo cual se puede deducir que la monarquía absoluta, que algunos
consideran como única forma de gobierno posible, es, de hecho, incompatible
con la sociedad civil, y, por tanto, que no es una forma de gobierno civil
absoluto. El fin de la sociedad civil es evitar y remediar los inconvenientes del
estado de naturaleza que se siguen precisamente cuando cada hombre es juez
y parte en sus propios asuntos, y ese remedio lo busca en la instauración de
una autoridad reconocida, a la que cualquiera pueda recurrir cuando sufre una
injuria, o se ve envuelto en una disputa, y a la que todos los miembros de la
sociedad deben respetar. Allí donde existan personas que no disponen de una
autoridad a la que apelar para que decida en cualquier diferencia que pueda
surgir entre ellos, nos encontramos todavía en el estado de naturaleza. Y eso
es, precisamente, lo que ocurre con cualquier príncipe absoluto en relación a
aquellos que están bajo su dominio.
Hobbes distingue dos aspectos de la naturaleza humana: las pasiones, que le
inclinan hacia la guerra y la paz; y la razón.
“Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte;
el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable; y la
esperanza de obtenerlas por su industria”. (Leviatán, XIII)
El hecho de que haya pasiones que inclinan, de forma natural, al ser humano
hacia la paz permite pensar que hay algunos aspectos en la naturaleza
humana que posibilitan el acuerdo entre los hombres para la consecución de
dicha paz; Hobbes cree que esas pasiones están reguladas por leyes de la
naturaleza que pueden ser descubiertas por la razón, y proveen al ser humano
de un conjunto de normas de egoísta prudencia (no morales, ni metafísicas),
que hacen posible la propia conservación y seguridad.
“Una ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o regla general
encontrada por la razón, por la cual se le prohíbe al hombre hacer aquello que
sea destructivo para su vida, o que le arrebate los medios de preservar la
misma, y omitir aquello con lo que cree puede mejor preservarla, pues aunque
los que hablan de este tema confunden a menudo ius y lex, derecho y ley,
éstos debieran, sin embargo, distinguirse, porque el derecho consiste en la
libertad de hacer o no hacer, mientras que la ley determina y ata a uno de los
dos, con lo que la ley y el derecho difieren tanto como la obligación y la libertad,
que en una y la misma materia son incompatibles”. (Leviatán, XIV)
Tales leyes, por lo demás, son eternas:
“Las leyes de naturaleza son inmutables y eternas, pues la injusticia, la
ingratitud, la arrogancia, el orgullo, la iniquidad, el favoritismo de personas y
demás no pueden nunca hacerse legítimos, porque no puede ser que la guerra
preserve la vida y la paz la destruya" (Leviatán, XV). Estas leyes de naturaleza
a las que se refiera Hobbes son similares a las de la física, y establecen las
formas en que, de hecho, actúan los egoístas, la forma en que su psicología les
hace actuar. Hobbes, obstante, considera que las fundamentales son las
siguientes:
Primera ley de naturaleza. La búsqueda y el seguimiento de la paz mientras
puedan obtenerse. Y defenderse por todos los medios que le fueran posible.
“Y es por consiguiente un precepto, por regla general de la razón, que todo
hombre debiera esforzarse por la paz, en la medida en que espere obtenerla, y
que cuando no pueda obtenerla, pueda entonces buscar y usar toda la ayuda y
las ventajas de la guerra, de cuya regla la primera rama contiene la primera y
fundamental ley de naturaleza, que es buscar la paz, y seguirla, la segunda, la
suma del derecho natural, que es defendernos por todos los medios que
podamos”. (Leviatán, XIV)
Segunda ley de naturaleza. La capacidad de renunciar a sus propios derechos,
a ceder, por un cálculo racional, una parte de aquel derecho a cambio de una
cesión similar por parte de los demás. (Lo que abre la posibilidad de establecer
un contrato con otros seres humanos).
“De esta ley fundamental de naturaleza, por la que se ordena a los hombres
que se esfuerce por la paz, se deriva esta segunda ley: que un hombre esté
dispuesto, cuando otros también lo están tanto como él, a renunciar a su
derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia que considere
necesaria, y se contente con tanta libertad contra otros hombres como
consentiría a otros hombres contra el mismo”. (Leviatán, XV)

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