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indígena
Iván Pérez Téllez
Entre los nahuas, por ejemplo, se considera que las personas, al morir, inician
otra forma de existencia donde el alma —tonali— adquiere un nuevo modo
de vida en el inframundo, en el Miktlan. A diferencia del mundo
judeocristiano, la muerte no es un momento para el descanso eterno y ocioso;
por el contrario, se trata de un cambio de existencia en el que los difuntos
trabajarán del mismo modo en que los vivos lo hacen para reproducir el
cosmos indígena. Por ejemplo, los chamanes se transforman en fenómenos
pluviales —personas rayo, personas neblina, personas relámpago— al morir
y a partir de entonces trabajarán trayendo la lluvia y colaborando con sus
pares humanos en favor de la fertilidad agraria y la prosperidad. Las personas
nahuas que no se casaron, es decir que no contribuyeron a reproducir, del
modo más evidente y pragmático, la vida, tendrán que cargar temporalmente
el mundo —Tlalpikpak—; cuando uno de estos adultos solteros muere, se
produce un movimiento telúrico pues cambia de hombro con alguien más.
Así, los temblores son la evidencia de este hecho.