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Introducción a la Kabalá (1)

Para tener una noción básica de la Kabalá, imaginemos que entramos en el salón de una
casa, muy adornado y lujoso y que en el centro hay una mesa muy grande sobre la cual
hay folios blancos y un tintero con tinta. En el salón también hay una ventana y de
repente, una ráfaga de viento abre la ventana y vuelca la tinta del tintero sobre los folios
blancos. Al acercarnos vemos que se escribió una poesía de Pablo Neruda, el Ulises de
Joyce y también un cuento de Kafka. Todo eso lo hizo el viento al volcar la tinta… ¿Puede
suceder algo así? Estadísticamente quizá, pero para todos nosotros es algo inconcebible.

Lo poco que podemos ver y entender de la naturaleza que nos rodea, nos alcanza al menos
para percibir la armonía, la plenitud y la perfección que hay en ella. Suponer que la
armonía en la naturaleza surgió porque sí, de la misma forma que el viento tiró la tinta
sobre los folios y salió el Ulises de Joyce, etc, a nadie se le ocurriría pensar que fue así. Y
menos aún cuando vemos la complejidad del organismo humano; no podemos pensar que
se hizo porque se juntaron todo tipo de partículas.

Entonces debemos pensar que hay una Fuerza – independientemente de cómo se defina –
una Fuerza que tiene el pensamiento de la Creación. Por lo tanto, si partimos de la base de
que hay un pensamiento, también habrá un objetivo. Podríamos decir que es una
obligación entender quiénes somos y qué parte de ese pensamiento ocupamos.

¿Qué es la Kabalá? Es el orden de orígenes, de raíces que se ramifican en forma de causa


y consecuencia por medio de leyes inmutables desde HaShem hacia todo lo creado. Esas
ramificaciones que se bifurcan en forma de causa y consecuencia lo hacen hasta que llegan
a su objetivo: lehitiv lenibraav – beneficiar a Sus criaturas. Son raíces que se ramifican de
manera racional mediante leyes y forman un sistema completamente medido y perfecto. El
objetivo específico de la Kabalá es descubrir la divinidad de HaShem a las criaturas en este
mundo.

Orden implica que hay un pensamiento; ese pensamiento debe llegar a su objetivo. ¿Qué
orden? Orden de raíces; como todo hijo tiene padres y todo árbol tiene raíz. La Causa de
todas las causas la podemos llamar orígenes o raíces que se van ramificando. En la semilla
del árbol podemos ver todo el árbol en potencia; cuando brota, sale a la luz, se va alejando
cada vez más la rama de esa semilla hasta que se convierte en una prolongación con hojas
y frutos, y ya no puede volver a ser raíz porque ha tomado una forma específica; pero sí
que estará siempre recibiendo vitalidad de esa raíz pues todo lo que necesitan la rama, la
hoja, y el fruto, proceden de la raíz. La diferencia entre la raíz y la ramificación es que se
van alejando una de la otra.

La Causa de todas las causas: raíces que se ramifican, evolucionan y se desarrollan


mediante causa y consecuencia; cada causa conducirá a una consecuencia exacta, y la
consecuencia a su vez se transformará en causa de una nueva consecuencia y así
sucesivamente se van ramificando. Todo esto obedece a un orden, a un pensamiento y a
un objetivo; de la misma manera que nosotros activamos el pensamiento para dirigirnos a
donde queremos llegar. En este caso, el objetivo es descubrir la divinidad de HaShem, que
conozcamos al Creador. ¿Dónde? en este mundo material en el que vivimos. Por lo tanto,
para descubrir a HaShem debemos estudiar el orden de las ramificaciones.

Hemos visto que el mundo no ha sido creado al azar, que todo obedece a un plan preciso,
cuyo objetivo es descubrir a HaShem para asemejarnos a su forma de actuar con nosotros.
El primer paso es entender el Pensamiento de la Creación: Ein Sof.

Introducción a la Kabalá (2)


¿Cómo se estudia el orden de las ramificaciones? Estas raíces también se activan de forma
particular, este es el caso del tzadík-justo en cada generación, que llega a descubrir al
Creador en todo lo creado en este mundo. Por lo menos hay un tzadík en cada generación
que puede llegar a ese nivel de desarrollo y percibe completamente todo lo que se puede
conocer en la Creación.

¿Cómo se consigue? Hay dos sistemas que son paralelos, son iguales, como dos gotas de
agua; el primero actúa de arriba hacia abajo, desde la plenitud hacia la carencia, desde Ein
Sof, infinito, hasta nuestro mundo, Olam haAsiá que es el único mundo material. Ese
primer sistema empieza en la Creación de todos los mundos y se va ramificando mediante
leyes específicas hasta llegar a este mundo. Dentro de este sistema vemos los
cinco Olamót-mundos que son completamente espirituales y elevados, y una ínfima parte
del mundo menos elevado, el único material que sería nuestro mundo, Olam haAsiá. Este
también incluye todo el cosmos: las galaxias y todo lo que no conocemos que es material.

Por material entendemos todo aquello que puede ser percibido por medio de nuestros
cinco sentidos. Por lo tanto, sin un desarrollo adicional, estos no pueden captar nada que
sea espiritual. Lo material ocupa espacio y lo espiritual no; lo material ocupa tiempo, lo
espiritual es eterno, carece de tiempo; lo material tiene cambios de forma mientras que lo
espiritual no cambia nunca.
Si por ejemplo nos acercamos a la mesa que mencionamos al principio, donde había
aquéllos libros escritos en folios y no nos gustaron y decidimos quemarlos, quedarán sólo
cenizas: eso nos demuestra que es material. En lo espiritual no hay cambio de forma.

Los cinco mundos se dividen en Partzufím, sistemas que están incluidos en cada uno de los
mundos, también hay diez sefirót que son la base de todo esquema.

En resumen, el primer sistema que va de arriba hacia abajo, desde Ein Sof, desde el
principio de toda la Creación, está compuesto por Olamót, Partzufím, diez sefirót, entre
otros.

El segundo sistema va de abajo hacia arriba. Abajo significa el punto más bajo de la
Creación que es nuestro mundo, el mundo material y desde ahí el segundo sistema se
eleva hasta Ein Sof. Lo hace exactamente a través de los mismos caminos que aparecieron
en el primer sistema.

Vemos como desde el origen de la Creación se van desarrollando caminos específicos por
los que hay ramificaciones que llegan a este mundo. El segundo sistema empieza en cada
uno de nosotros, y mediante un trabajo espiritual de pensamiento, habla y acciones
durante la vida vamos refinándonos, por medio de la Torá y las mitzvót, y elevándonos
hasta Ein Sof.

Si todo fue creado para el ser humano, y a este planeta apenas lo conocemos, ni tampoco
a su galaxia, y aún menos sabemos de las otras galaxias, ¿cómo puede ser que también los
mundos espirituales, que ni siquiera tenemos conciencia de que existen, fueran creados
para el ser humano, un punto diminuto en el planeta?

El trabajo del ser humano es elevarse por unos caminos que ya están perfectamente
trazados y estructurados hasta el nivel máximo de su objetivo que es descubrir al Creador
en este mundo. La sabiduría de la Kabalá, que abarca todas las sabidurías del mundo,
posibilita al hombre el entendimiento claro del funcionamiento de todos los mundos
espirituales y de este mundo material.

Introducción a la Kabalá (3)


Tomemos como ejemplo un animal, cuyo objetivo es mantener la supervivencia de la raza,
algo tan simple como subsistir, desarrollarse y asegurar la continuidad de la especie;
vemos que aunque sea muy pequeño, va a exigir un cuerpo dotado de miles de funciones,
algunas de las cuales conocemos pero la mayoría aún no. Todavía hay muchas preguntas
que la ciencia no puede responder; y hay muchas más en la Creación que ni siquiera las
podemos formular porque no somos capaces de imaginarlas.

El petróleo se conoce desde hace muchos años, pero la tecnología para extraer los
plásticos de éste es algo relativamente reciente. Como la tecnología no había llegado a ese
punto de desarrollo, aún no existían los kelím-instrumentos apropiados. Nadie podría
entonces haberse imaginado que los plásticos y derivados del petróleo serían realidad. De
la misma forma, nosotros percibimos la realidad de hoy sin imaginarnos el provecho que
podríamos obtener de cada elemento en el mundo. Y eso es porque todavía no hemos
logrado llegar ese nivel de imaginación.
Si un animal tiene un organismo compuesto por miles de funciones complejas y precisas,
sólo para que pueda vivir y reproducirse, imaginemos cuál será la complejidad del ser
humano que tiene que descubrir al Creador en el entramado de tantas ramificaciones que
constantemente están en movimiento y en desarrollo. Podríamos preguntarnos por qué el
objetivo lleva tanto tiempo, miles de años. Si sólo existen el Creador y la criatura, ¿por qué
tardamos tanto en desarrollarnos y alcanzar el nivel en que podamos conocer al Creador?

Eso se debe a que hay una gran diferencia en cómo se percibe lo material y lo espiritual; lo
material se percibe en un instante; cuando una persona da un objeto al prójimo, en ese
mismo momento lo ha recibido. En lo espiritual hay leyes un poco distintas, porque lo que
se recibe se puede percibir en cien años después. Se recibe cuando el nivel refinado de la
persona pueda captar lo que ya existe. Y el tiempo que vamos a tardar en desarrollarnos
hasta que lleguemos al objetivo, está relacionado con el nivel de nuestro refinamiento.

Hay personas que pueden subir las escaleras de los niveles espirituales muy deprisa y a
otros les puede llevar mucho tiempo; no depende de los pies, sino del corazón, del deseo,
de la potencia de éste ¿Con cuánta fuerza queremos llegar al objetivo? Se pueden adquirir
niveles en un día o en 1.248 años. No depende de Quien da, sino de quien recibe. Es decir
hay que considerar el desarrollo de cada cual.

El primer sistema, que va de arriba, Ein Sof, hacia abajo, está para dar un espacio a todos
los niveles posibles que haya adquirido el ser humano, para que por medio del segundo
sistema, que va de abajo, Olam HaAsiá, hacia arriba, el hombre empiece a elevarse y
encuentre su lugar. Todos los eslabones están dispuestos para que el ser humano pase por
ellos. En el momento que acceda a un eslabón, tendrá todo lo necesario para subsistir en
ese nivel y le darán la fuerza necesaria para que acceda a un nivel más alto; en ese nuevo
nivel pasará lo mismo, y así sucesivamente. Hay muchísimos niveles, quizá por eso se
necesita tanto tiempo.

Subir despacio o rápido depende del corazón de cada uno pero es imposible saltar niveles,
hay que pasarlos todos. El camino es uno y único y ya está preparado. Para llegar a un
nivel determinado, sólo hay una opción: pasar por el nivel anterior a ese, y así
sucesivamente.

Hemos dicho que el primer sistema está compuesto por olamót-mundos, pero olám en
hebreo también quiere decir heelém/oculto, significa que la plenitud va ocultándose a
medida que desciende y llega a este mundo donde no se percibe absolutamente nada
espiritual. El or-luz del olám se va ocultando para que pueda también ser recibido por
quien tiene un nivel menos elevado. Hay quien puede recibir el or en un nivel muy potente,
pero otros tienen que protegerse. No se puede mirar al sol sin un filtro especial. Para que
el or nos llegue a todos, se oculta de forma gradual y esa es la estructura de los olamót.
Cada uno determina un nivel específico de or.

Introducción a la Kabalá (4)


Toda la Creación está compuesta por cinco olamot-mundos, el primero de los cuales se
llama Adám Kadmón, bajo éste está Atzilút, después viene Briá, y le
siguen Ietzirá y Asiá. Cada mundo está compuesto por diez sefirót, que son como los
ladrillos de la construcción de los mundos espirituales; por donde emana el or.
Sefirá, viene de la palabra en hebreo sapír-zafiro, que alumbra. La más elevada se
llama Kéter-corona; un rey sin corona no es rey, pero la corona no es parte del
rey. Kéter es tan elevada que sólo es la raíz de las sefirót que vendrán después. Le sigue
la sefirá de Jojmá-sabiduría; los jajamím nos dicen ¿quién es sabio?, “aquél que ve lo que
va a nacer”; quiere decir que percibe un objeto e inmedietamente detecta todas las causas
y consecuencias ligadas a éste hasta llegar al objetivo. Biná-entendimiento es la forma de
interpretar mediante el análisis asociativo, llegando a conclusiones exactas por las cuales
se puede conseguir el objetivo mismo. Debajo de ésta, está Jésed que es bondad. A
continuación está Gvurá que es coraje, necesario para poder ir a contracorriente, para
poder hacer lo que hay que hacer, no lo que hace la mayoría. Le sigue Tiféret-belleza, que
es un equilibrio perfecto entre Jésed y Gevurá. Nétzaj-victoria, significa que ante cada
desafío que se presente, sabremos salir victoriosos. Hod es agradecer a HaShem. Iesódes
la base de toda la estructura y Maljút es el kli en el que se canalizará todo el or que
empieza en Kéter.

Cada uno de los cinco olamót se vuelve a dividir en Partzufím, sistemas que están dentro
del olám y que se denominan: Galgalta-cráneo, pues es el hueso más elevado del
cuerpo; A”V, SA”G, M”A y BA”N que son valores numéricos de nombres específicos. El
valor numérico se da por medio de las letras. En el idioma hebreo no existen los números,
estos son las letras mismas; álef es 1, bet, 2, guímel, 3… hasta el 9; luego van las letras
que son las decenas, centenas, miles, decenas de mil, etc.

A”V equivale a 72, cada valor numérico representa un nombre que hace referencia a cada
sistema específico; cada uno de los cinco partzufim se divide en diez sefirót y a su vez
estas se vuelven a subdividir en diez sefirót y así sucesivamente. Por ejemplo, alguien que
quiere estudiar reflexología o iridiología que son tratamientos procedentes de la división de
otros sistemas, y por lo tanto va a estar siempre compuestos por diez sefirót, podrá ver
reflejado, en la planta del pie o en el iris del ojo, todo el cuerpo; también en el oído o
incluso en un pelo. Sólo tenemos que saber mirar para entender cómo se reflejan las
diez sefirót, y saber a qué órgano del cuerpo se refiere cada una de ellas y en qué estado
se encuentran.

Todo lo existente está compuesto por diez sefirót, y al entenderlas podremos comprender
todo el sistema. ¿Cómo y a qué nivel de entendimiento?, como hemos visto,
los olamot, las sefirót y los partzufím tienen nombres específicos. Cuando entendemos el
nombre de cada olám, de cada sefiráo el nombre de cada persona o animal, esto significa
que quien dio ese nombre había llegado a entender la esencia de ese ser u objeto
determinado, pues en el nombre mismo están incluidos todos los datos de ese ser u
objeto.

Introducción a la Kabalá (5)


El nombre es el puente para poder comprender al máximo el tema con el que nos estamos
relacionando. Cuando una persona no puede concebir algo, no tiene palabras para
definirlo. La filosofía habla de cosas que no son percibidas; dicen que los filósofos son un
grupo de enterradores, porque cada uno que llega, entierra la teoría del precedente.
La Kabalá se aparta de la filosofía, no tiene nada que ver con ella. La filosofía trata de
ideas abstractas y la Kabalá sólo habla de lo que percibimos y sólo lo hace cuando se
percibe perfectamente. La Kabalá no es mística, es el nivel más profundo de
comprensión de la Torá, y la Torá son las leyes eternas que rigen a todos los
mundos. Am Israel recibió la Torá en Har Sinaí, cuando el pueblo se refinó y llegó al nivel
adecuado, porque la Torá sólo se puede recibir si refinamos nuestras cualidades.

Por consiguiente, el Creador no tiene nombre, pero sin embargo, nombramos al Or que
emana de El, y como es un sistema muy complejo, hay muchos nombres que definen Su
luz.

Es así que entendemos cómo HaShem supervisa la Creación. Mientras unas personas
sufren enfermedades, otras están sanas; vemos que hay gente que lo tiene todo y siempre
está deprimida, y por el contrario otros que no tienen nada están siempre alegres; hay
gente sabia y otra que no lo es tanto, etc. A cada forma de percepción le podríamos dar
un nombre. Unos ven misericordia y otros crueldad; unos ven jésed-bondad y otros din-
juicio o rigor. Hay muchas ramificaciones. Al final todos veremos que todo está para un
solo y único objetivo, es por eso que a cada ramificación le damos un nombre específico,
para entender cuál es la causa y cuál es la consecuencia que nos conducen al objetivo.

En este mundo y en especial en esta generación estamos acostumbrados a que lo que no


vemos no existe, pero vamos a comprobar que a pesar de eso, sí que creemos en lo que
no vemos. Por ejemplo vamos al médico y nos receta ciertos medicamentos y aunque no
sepamos lo que son, los tomamos; creemos al médico. Hoy todos los estudiantes saben lo
que son los átomos y cómo están compuestos; hablan del tema con una familiaridad
pasmosa aunque nunca los hayan visto; nosotros tampoco; sabemos que están, pero no
los percibimos.

¿Es suficiente con estudiar algo que no se puede percibir? La respuesta es sí. ¿Por qué
tenemos cinco dedos en la mano?, ¿alguien se lo ha preguntado o se ha lamentado por no
tener seis? Goliat tenía seis dedos, pero no podemos asegurar que se hiciera esta
pregunta, ya que todo lo que nos da la Supervisión divina es perfectamente suficiente para
el trabajo que tenemos que hacer. Si nos han creado con dos brazos, nadie pensará que
carece de tres. Tenemos todo lo que necesitamos, lo podemos ver en la naturaleza; por
ejemplo, cada pájaro tiene exactamente lo que necesita: el alimento y el entorno, y el ser
humano es el único que puede llegar a modificarlo. Hace cientos de años había un ave en
Madagascar que ya no existe debido a la acción del hombre. Pero si el hombre no
interviene de forma negativa, todo lo que viene de la Supervisión es suficiente para nuestra
vida. Aunque no lo percibamos, aunque sólo lo entendamos mentalmente, también nos
valdrá y nos ayudará a elevarnos.

Hemos dicho que hay raíces y ramificaciones que van desarrollándose de arriba hasta
abajo y ahí vemos el lenguaje, pues cada ramificación y cada causa tienen su nombre
específico que determina su lugar particular. El principio del estudio de la Kabalá es
estudiar el primer sistema y conocerlo a la perfección, porque tenemos que elevarnos por
ahí y debemos conocer el camino con exactitud. El estudio mismo ya nos eleva, nos
conecta con lo que estudiamos; luego llegaremos a otro nivel más elevado y después que
conozcamos todo el sistema de arriba hacia abajo tendremos que entender y estudiar
cómo se practica la elevación de abajo hacia arriba.

Desde luego que el refinamiento y la elevación se consiguen por medio del cumplimiento
de la Torá y las mitzvót. Aquél que quiera escalar el Everest necesita un equipo apropiado;
también el que quiere subir a mundos o niveles espirituales más elevados deberá ir
equipado como conviene.

Esto también podemos verlo reflejado en el lenguaje hebreo, que es un lenguaje sagrado-
lashón hakodesh, donde está todo el sistema de ramificaciones, o sea todas las causas y
consecuencias posibles. La esencia de todo nombre en el lenguaje sagrado, expone ante
nuestra mente todos los significados necesarios. Quien entiende lashón hakodesh, sólo
leyendo el nombre de un animal entenderá como es éste sin necesidad de ir al zoológico,
porque podrá comprender su esencia. Los otros idiomas son conjuntos de letras, con
imaginación y sentido que el ser humano construyó a un nivel social. Por ejemplo, porqué
se llama así el fruto ananás o el rio Niágara, vemos que son denominaciones imaginadas,
no hacen referencia a la esencia de la cosa. Un ejemplo en hebreo es el animal jamor-
asno, que quiere decir que procede de la materia- jomer, y en la Torá, montar sobre el
asno significa estar por encima de todo lo material. Este es un significado pero no es la
mera esencia del jamor.

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