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Lucas 6:46-49
Para tener una idea más completa de esta parábola tenemos que
leer también la versión de Mateo (7:24-27). En la versión de Lucas
parece que la riada no viene a cuento; tal vez es porque Lucas no era
natural de Palestina, y no tenía una idea muy clara de la escena;
mientras que Mateo, que sí era de Palestina, la conocía muy bien. En
verano, muchos valles presentan el lecho arenoso totalmente seco;
pero en invierno, después de las lluvias de septiembre, vuelve el
torrente con toda su fuerza. Puede ser que alguien que estaba
buscando dónde hacerse la casa vio ese espacio libre y se decidió a
construir en él, descubriendo para su mal cuando llegó la época de las
lluvias que el río también volvía a su cauce, y se llevaba la casa. Un
hombre sensato habría buscado la roca, para lo cual habría tenido que
realizar más trabajo; pero, cuando llegara el invierno, se vería que no
había sido en vano, porque la casa permanecería segura en su sitio.
En cualquiera de las dos versiones queda clara la enseñanza de que
es importante que nuestra vida tenga una cimentación firme. Y la única
que lo es de verdad es la obediencia a las enseñanzas de Jesús.
¿Qué le hizo al segundo hombre escoger tan insensatamente el sitio
para su casa?
(i) Quería ahorrarse trabajo. No quería molestarse en cavar hasta
encontrar la roca. La arena era mucho más atractiva y menos
trabajosa. Puede que sea más fácil seguir nuestro camino que el de
Jesús, pero al final acabaremos en la ruina. El camino de Jesús es el
de la seguridad aquí y en el más allá.
(ii) No tenía previsión. No se le ocurrió pensar cómo estaría aquel
lugar seis meses después. En todas las decisiones de la vida hay un
corto plazo y un largo plazo. Feliz el que no se juega el bien futuro por
el placer presente. Feliz el que ve las cosas, no a la luz del momento,
sino a la luz de la eternidad.
Cuando aprendemos que lo que cuesta más suele ser lo que más
vale la pena, y que la previsión es mejor que la improvisación,
descubrimos que lo mejor es construir la vida sobre el cimiento firme
de las enseñanzas de Jesús, porque no habrá adversidad que la haga
vacilar.
Las parábolas y las palabras que las preceden no dejan la menor duda
de que el sermón de la montaña debe ponerse en práctica. La salud o
la perdición depende de que se practiquen o no las palabras de este
discurso. Las palabras finales: El desastre de aquella casa fue
completo, van más allá de la imagen para pasar a la realidad. El que
oye las palabras, pero no las practica sufre gran catástrofe en el juicio
final.