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Aunque el dogma de la Asunción de María proclamado solemnemente por el Papa Pío XII
se limita a declarar que María fue asunta a la gloria celeste en cuerpo y alma, existen diversas
posturas teológicas que interpretan ésta fórmula. Nuestra línea de investigación se inclina a un
planteamiento en el que María por diversos privilegios ordenados a la salvación se nos
presenta como modelo y primicia eclesiológica y de una escatología realizada.
4
CAPITULO I. NOCIONES PRELIMINARES AL ESTUDIO DEL DOGMA DE LA
ASUNCIÓN DE MARÍA
INTRODUCCIÓN
Con este primer capítulo, pretendemos delimitar nuestro campo de investigación y a la vez
encontrar un punto de partida para poder desarrollar el dogma de la Asunción de María. Es de
interés personal guiar al lector paso a paso en la explicación de los conceptos claves, con el fin
de permitirle una mejor comprensión del tema.
Si bien lo que se ha profesado acerca de María muchas veces ha sido motivo de debate,
también ha servido como punto de encuentro entre lo que las distintas tradiciones teológicas
han reflexionado. Por ello, la última parte de este capítulo tiene como objetivo mencionar la
función de la Mariología y de la persona de María en el diálogo ecuménico e interreligioso,
puesto que el papel de María no solo se limita a la teología católica, sino que está presente en
las otras confesiones cristianas e incluso en algunas religiones no cristianas.
5
1.1 LA MARIOLOGÍA COMO CIENCIA TEOLÓGICA
1.1.1 La teología: tratado sobre la fe
Para poder ubicar la Mariología dentro de la teología, primero debemos entender qué es la
teología; tomando en cuenta su raíz etimológica, podemos decir que la teología es la ciencia o
el estudio sobre Dios. Santo Tomás de Aquino define a la doctrina sagrada como ciencia de
Dios1, y San Agustín dice en su obra Ciudad de Dios: ―vocablo griego que significa discurso o
tratado sobre la divinidad‖2. Ahora bien, ya que esta definición es muy amplia, debemos
especificar que nuestro estudio es una investigación sobre el Dios uno y trino que se nos ha
revelado por medio de Jesucristo.
1
Cfr. SANTO TOMÁS de AQUINO, S. Theol. I, q.1 a.2.
2
AGUSTÍN (San), Civ. Dei VIII, I.
6
Es importante distinguir la teología natural —que podemos también llamar teodicea y a la
cual podemos acceder por medio de la luz natural de la razón— de la teología sobrenatural,
que es ―la exposición científica de las verdades acerca de Dios, en cuanto éstas son conocibles
por la luz de la revelación divina”3. Según Santo Tomás, la teología es una ciencia, ya que
parte de principios absolutamente ciertos que son las verdades reveladas; y a partir de estas
verdades adquiere nuevos conocimientos aplicando un método científico para argumentar sus
tesis y, por último, las concentra en un sistema organizado. Sin embargo, es una ciencia
supeditada, porque sus principios no son intrínsecamente evidentes para nosotros, sino que son
comunicados por revelación de la ciencia divina4.
El Doctor Angélico también nos enseña que la doctrina sagrada (teología) ―es una ciencia
más especulativa que práctica porque trata principalmente más de lo divino que de lo humano;
pues cuando trata de lo humano lo hace en cuanto que el hombre, por su obrar, se encamina al
perfecto conocimiento de Dios‖5. Según el santo dominico, el hombre para poder salvarse
necesitaba conocer esta ciencia y la única forma de poder acceder a ella es por medio de la
revelación divina (lo que Dios nos ha dado a conocer de sí mismo), ya que nuestra razón por sí
sola no tiene la capacidad de acceder a dichas verdades trascendentales; así que esta ciencia es
superior a todas las demás, tanto especulativas como prácticas, por la certeza de su contenido y
la dignidad de la materia que maneja.
Aunque la teología es una sola ciencia, para su estudio o según los diversos fines que se
proponga, se divide en distintas disciplinas o especialidades; esta división puede variar según
el autor que la proponga, pero a continuación enumeramos una lista de ramas en las que puede
dividirse la teología, y a su vez identificar la teología sistemática: 1. Teología bíblica, 2.
Teología histórica, 3. Teología sistemática y 4. Teología práctica.
3
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática, Herder, Barcelona, 1998, p.25.
4
Cfr. S. Theol. I, q.1 a.2.
5
S. Theol. I, q.1 a.4.
7
puedan integrarse al depósito común y general. Para esta tarea, la teología sistemática se
auxilia de las siguientes disciplinas teológicas: 1. Teología fundamental, 2. Teología
dogmática, 3. Teología moral, 4. Doctrina social cristiana, 5. Derecho canónico y 6.
Propedéutica filosófico-teológica6.
6
Cfr. B.WOLFGANG, ―Teología‖, en Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona, 1999, p. 677.
7
Gerhard LUDWIG, Dogmática, teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona, 1998, p. 36.
8
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática, Herder, Barcelona, 1998, p. 29.
8
No debemos separar estos dos métodos; al contrario, siempre deben encontrar cierta armonía;
esto lo propone el Papa Pío XI en laConstitución Apostólica Deus scientiarumDominus(1931).
9
R. LATOURELLE, ―Dogma‖, en R. FISICHELLA y S. PIÉ-NINOT (dirs.), Diccionario de teología
fundamental, San Pablo, Madrid, 1990, p. 338.
9
humana y su capacidad de creatividad10. Menciono este tipo de críticas con el propósito de
dejar en claro que nos estaremos moviendo en un ámbito que implica necesariamente la fe.
Son válidas estas críticas si queremos aplicar los mismos métodos de investigación a toda
clase de conocimiento, pero debemos tomar en cuenta que la teología es una ciencia que
cuenta con métodos de investigación distintos a las ciencias exactas o a cualquier otro tipo de
ciencia; su propio terreno de investigación requiere procesos distintos, más no significa que
sean falsos o menos científicos que otras ciencias. Por la naturaleza de la fe religiosa, el dogma
es un camino válido para formular una definición que resuma una enseñanza doctrinal.
Cuando el magisterio declara una nueva enseñanza, recurre a diversos tipos de documentos
según el propósito de la verdad promulgada; por ejemplo, existen las Constituciones
Apostólicas que es la promulgación doctrinal con mayor rango emitida por el Vicario de
Cristo. Las Constituciones pueden ser dogmáticas o pastorales y se publican por medio de una
bula papal11 debido a su forma solemne y pública.
Otro tipo de documento son las Encíclicas, que son cartas con contenido doctrinal enviadas
por el Papa a la cristiandad en general. A diferencia de las Constituciones, las Encíclicas
guardan un carácter más personal y es el segundo documento más importante expuesto por el
Papa; algunas Encíclicas son clasificadas de manera informal como ―exhortaciones
apostólicas‖, por ser dirigidas a un público más amplio que el de los obispos12.
10
Cfr. L. PACOMIO, ―Dogma‖, en Fr. ARDUSSO, G. FERRETI, G. GHIBERTI, G. MOIOLI, D. MOSSO, G.
PIANA Y L. SERENTHÁ (dirs.), Diccionario teológico interdisciplinar I-II, Sígueme, Salamanca, 1985, p. 852.
11
Las bulas son documentos que expresan diversos mandatos en materia de ordenanzas y constituciones,
condenaciones doctrinales, concesión de beneficios, juicios de la Iglesia, decretos de indulgencias, de señoríos
eclesiásticos, etcétera.
12
Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_enciclica.
10
1.2 LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO DOGMÁTICO
Hasta este punto hemos ubicado a la Mariología dentro de la teología, de tal manera que
podamos poco a poco delimitar nuestro campo de investigación y dejar en claro conceptos
claves, que nos den una visión más profunda del punto central de nuestro estudio que es el
dogma de la Asunción de María. Iniciamos este apartado diciendo que la Mariología es
―aquella parte de la Teología que estudia a María como Madre de Dios y Madre de los
hombres, según los principios de la Revelación divina‖13.
Hay diversos autores que han puesto en tela de juicio el tratado teológico sobre María, ya
que hemos mencionado que la teología se ocupa sobre Dios y su obra salvífica. Es insuficiente
argumentar que la Sagrada Escritura habla sobre ella ya que también la Biblia habla sobre la
acción de muchos otros personajes y no por este motivo existe un tratado teológico sobre cada
uno de ellos. Lo mismo podemos decir de sus privilegios que son muy importantes, pero en
última instancia son dones personales. Con este par de argumentos sólo se justificaría una
biografía sobre María o una hagiografía por su santidad y la corresponsabilidad con las gracias
recibidas.
13
Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Curso de Teología: La Santísima Virgen María, Minos, México, 2007, p. 27.
14
Ibíd. p. 20.
11
En la Cristología y la Soteriología María juega un papel especialísimo por cuanto la
Encarnación se llevó a cabo en sus entrañas purísimas. María manifiesta la verdad de la
humanidad de Cristo y colabora con su Hijo como Corredentora, Mediadora y Dispensadora
universal de todas las gracias15.
Al igual que los otros tratados, la Mariología se alimenta de las fuentes bíblicas,
particularmente en la obra lucana, el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles. Un
15
Ibíd. p. 31.
16
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 481.
12
desarrollo más amplio se centra en la persona de María, motivo por el que se ha llegado a
concluir que una de las fuentes de este autor fue ella misma17, particularmente por los detalles
relatados de la infancia de Jesús. No se excluye el Evangelio de Juan, pues según la tradición,
el Apóstol convivió con la Santísima Virgen desde que le fue encomendada por el mismo
Señor en el suplicio de la cruz hasta sus últimos días. Y aunque en el resto de losEvangelios y
de los escritos del Nuevo Testamento encontramos poca información, no dejan de ser
importantes los datos que por ser revelación divina ya implican una base segura de
conocimiento.
Los Evangelios son los escritos bíblicos que nos hablan de María como la mujer Virgen
que, desposada con José, concibió por obra del Espíritu Santo al Hijo de Dios. A pesar de que
en otras partes de la Biblia su mención es indirecta como en San Pablo cuando escribe: ―Pero,
al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley‖(Gal 4, 4), los primeros cristianos así como encontraron en el Antiguo Testamento
prefiguraciones cristológicas o pasajes que de alguna manera revelaban el misterio de Dios
realizado en la persona de Jesús, también hicieron lo mismo con la persona de María.
En la Iglesia naciente la persona de María está íntimamente vinculada con lo que se afirma
de Cristo y poco a poco la liturgia incluye himnos y alabanzas a la madre del Creador. María
ha sido tema constante de espiritualidad y reflexión a lo largo de la era cristiana, ya que de
manera analógica concentra en su persona la figura del pueblo de Israel y la Iglesia de Cristo.
Aunque existen diversos e importantes documentos sobre María, es evidente que la vida de
la Iglesia ha colaborado en gran medida para la elaboración de la doctrina mariana, y es uno de
los sectores de pensamiento en donde observamos un trabajo en conjunto entre las Sagradas
Tradiciones (oral y escrita). Sin duda alguna, la Mariología no queda aislada ni marginada en
ningún sentido; se entiende como parte de un todo e incluso funge como puente entre diversas
ramas de estudio dentro de la teología.
17
Cfr. Joseph RATZINGER, La infancia de Jesús, Planeta, Barcelona, 2012, p. 23.
13
Diversos autores como Ireneo, Tertuliano, Victorino de Petovio, Gregorio Nacianceno,
encontraron en María la Nueva Eva, ya que por su obediencia nos ha llegado la solución de las
desgracias desatadas a partir de la acción de Eva. La profecía de Is 7,14 sobre la virgen que
dará a luz tuvo rápidamente asociación con la concepción virginal de María como nos lo
enseña Eusebio de Cesarea. El monte Sion, constantemente mencionado en el Antiguo
Testamento, fue para San Efrén de Siria un símbolo mariano al ser el lugar donde Dios puso su
morada como aconteció en la Encarnación del Verbo. San Ambrosio compara la ―Puerta
cerrada‖ del oráculo de Ezequiel con María a causa de su virginidad; y así sucesivamente
muchos Padres de la Iglesia no escatimaron esfuerzos en tratar de ensalzar los dones y virtudes
de María con diversas figuras bíblicas. Los distintos géneros literarios (proféticos, históricos,
apocalípticos, poéticos, etcétera) han revelado importantes verdades acerca de la Madre del
Creador directa o indirectamente.
Tanto la liturgia como la piedad popular se han inspirado en María por medio de cantos,
himnos, alabanzas, oraciones, letanías y devociones para elevar el grado de espiritualidad de
los fieles de todos los tiempos. Con el axioma Lexorandi, lexcredendidesignamos el valor
dogmático de la liturgia; es decir, lo que nosotros creemos lo hemos expresado en breves
oraciones que resumen toda una doctrina y que la celebramos dentro de un rito específico. En
particular, la liturgia oriental guarda una importante tradición litúrgica sobre María; así recita
un himno ruso: ―Habitando en el cielo en estado glorioso, la Virgen sigue siendo la Madre del
género humano. Ella santifica la totalidad del mundo natural, en ella y por ella el universo
llega a la gloriosa transformación‖18.
Otro de los tratados con los que también se relaciona la Mariología es la escatología o
tratado de las postrimerías, ya que el dogma de la Asunción de Maríaaporta nuevos enfoques a
la visión teológica sobre la vida eterna y es anticipo de la resurrección de los muertos en el día
del juicio final.
18
Citado por Hugo RAHNER, María y la Iglesia, Cristiandad, Madrid, 2002, p. 173.
14
1.2.2 Los dogmas marianos
Otro detalle que podemos rescatar es el desarrollo histórico y controversial por el que han
atravesado las verdades de fe. No sólo son el resultado de una revelación mística, sino el fruto
de una fatigosa lucha por sacar a flote la verdad divina.
Precisamos que la naturaleza humana ha sido creada por Dios y que ésta se transmite por
la unión de los gametos (masculino y femenino). Pero María, como lo constata la Sagrada
Escritura, concibió sin concurso de varón. Es decir, la corporalidad de Jesús se realizó de
manera extraordinaria o milagrosa por obra del Espíritu Santo que descendió sobre María
Virgen; sin embargo, es solo la segunda persona de la Santísima Trinidad quien se encarnó en
su seno. Toda esta doctrina sobre la maternidad divina la podemos encontrar en los escritos de
19
Alejandro de Alejandría (antecesor de San Atanasio) es el primero de los Santos Padres en el cual hallamos el
título de Theotokos.Conviene señalar que fue el Concilio de Éfeso el que la proclamó con este título. Al
cumplirse el XV centenario del Concilio se estableció la fiesta de la Maternidad divina el 11 de octubre.
15
San Cirilo de Alejandría contra los Nestorianos en donde concluye: ―Si alguno no confiesa que
Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la santa Virgen es madre de Dios (pues dio
a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema‖20 y en muchos otros Padres de
la Iglesia que iluminaron la fe en el Emmanuel, concepto cristológico que encierra las dos
naturalezas de Cristo como nos enseña San Ireneo:―y los que le proclamaron Emmanuel (cf.
Is7,14), nacido de una virgen, demostraron la unión del verbo de Dios con su obra, porque el
Verbo se haría carne y el Hijo de Dios se haría hijo del hombre‖ 21. La maternidad divina es la
más alta expresión de la receptividad humana visitada por la gracia. Sin duda alguna el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios permite a María gozar de una excelente dignidad y
plenitud de gracia a causa de su maternidad.
Mientras que San Justino es el primero en llamar a María como La Virgen en un sentido
prototípico, San Ignacio afirma que la virginidad de la Madre es un signo del libre designio
divino de salvación y Orígenes en su comentario al Evangelio de Juan denuncia la falta de
20
DH 252.
21
Guillermo PONS, Textos marianos de los primeros siglos, Ciudad Nueva, Madrid, 1994, p. 30.
22
Se constata que en el griego común, la palabra griega traducida ―hermanos‖, basada en el semítico, significa e
incluye los parientes de sangre, como primo o hermanos, cfr. Mc 3, 31-35.
16
verdad en aquellos que no creen en la virginidad de María. San Jerónimo escribe un tratado
sobre la Virginidad de María y este mismo tema inspira la obra lírica de San Efrén de Siria en
sus himnos marianos; en fin, menciono esto para señalar el común criterio entre los grandes
teólogos y la tradición que de ellos hemos recibido hasta nuestros días. Concluyo con una cita
del célebre maestro Agustín de Hipona en la controversia acerca de la virginidad después del
parto que dice: ―el sepulcro nuevo en el que nadie había sido sepultado es como el seno
virginal de María, donde, ni antes ni después, ningún mortal había de nacer por inseminación
de varón‖23.
A pesar de que la Iglesia siempre afirmó la virginidad perpetua de María, por el año 500 d.
C. el monofisismo amenazaba con provocar una fuerte ruptura en el interior de la Iglesia,
convenciendo cada vez más a los creyentes de que en Jesús sólo estaba presente la naturaleza
divina, pero no la humana; es decir, aunque existen en Cristo dos naturalezas, los monofisitas
pensaban que la naturaleza divina absorbía a la humana, hasta el punto de llegarla a divinizar.
En tal controversia cristológica también quedaba en entredicho todo lo relacionado con el
origen de Jesús. Para aclarar esta confusión iniciada por Eutiques, el Papa Vigilio y el
emperador Justiniano I acordaron convocar a un Concilio ecuménico el cual se celebró en
Constantinopla en el año 553 y del que se desprendieron las siguientes afirmaciones
doctrinales incluidas la formulación dogmática sobre la virginidad de María:
Si alguno no confiesa que hay dos nacimientos de Dios Verbo, uno del Padre, antes de los
siglos, sin tiempo e incorporalmente; otro en los últimos días, cuando Él mismo bajó de los
cielos, y se encarnó de la santa gloriosa madre de Dios y siempre Virgen María, y nació de
ella; ese tal sea anatema24.
23
AGUSTÍN (San), De Trin, IV, 5.9.
24
DH 422.
17
definiendo una verdad cristológica, se reafirma una verdad mariana la cual se vio consagrada
en las siguientes palabras del Concilio25:
Si alguno no confiesa junto con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre
de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos
tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y
verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente lo
engendró, permaneciendo ella, aún después del parto, en su virginidad indisoluble, sea
condenado26.
A lo largo de los siglos se hicieron varios planteamientos: Ireneo de Lyon propuso la idea
de una purificación en María en el momento de la Anunciación y Encarnación del Verbo;
diversos teólogos hablaron de una santificación en el seno de su madre; teólogos bizantinos
propusieron una liberación del pecado original en el momento de su concepción (pasiva); sin
embargo, hablar de una purificación, liberación o santificación del pecado original no es
exactamente la doctrina de la preservación, que hunde sus raíces en la teología de la gracia y el
pecado original28.
Debemos tener claro que sólo la persona es sujeto de la gracia, pero la interrogante es a
partir de qué momento comienza a existir un ser humano. La concepción de un ser humano
tiene dos momentos: el primero es cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide del
25
Fue un sínodo, el primer o segundo sínodo lateranense pero también es llamado Concilio.
26
DH 503.
27
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, María, evangelizada y evangelizadora, CEM, México, 1989, p. 296.
28
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. Cit. pp. 506-507.
18
varón; a este momento lo llamamos ―concepción activa‖; el segundo momento es cuando Dios
infunde el alma humana a este nuevo ser, momento que conocemos como ―concepción
pasiva‖.Es en la concepción pasiva cuando podemos decir que existe un nuevo ser humano
como persona y sujeto de la gracia; es a esta concepción a que se refiere el dogma de la
inmaculada concepción en María29.
Los primeros siglos del cristianismo tuvieron su propio ritmo y sus propias interrogantes
sobre la fe que poco a poco iban aceptando y viviendo; esta fe se centra como debe ser en la
persona de Jesús; sin embargo, la estrecha relación entre el Señor y su Madre lleva a todo
creyente a interrogarse sobre la figura materna de María. Profesar que María fue concebida sin
pecado original no es una idea primaria en el cristianismo como lo fue la maternidad divina o
la virginidad perpetua, que están contempladas en los Evangelios y que expresan verdades ya
asimiladas por los primeros cristianos.
Y he aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha escuchado y
atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra.
Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea
hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los
días de su vida.Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín tu marido
viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole:
Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana
concebirá en su seno30.
29
Cfr. Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Curso de Teología. La Santísima Virgen María,Minos, México, 1992, p.
94.
30
http://escrituras.tripod.com/Textos/ProtEvSantiago.htm
19
Antes del siglo IV no encontramos afirmaciones claras sobre la santidad perfecta de María.
Es entre los teólogos del Oriente cristiano en donde sale a relucir este tema, como en San
Epifanio o en los himnos Carmina Nisibena de San Efrén, que, dirigiéndose al Señor, dice:
―Tú solo y tu madre sois hermosos en todos los aspectos; en ti no hay pecado alguno y
ninguna mancha en tu madre”31.Recordemos que la santidad de María no es a base de sus
esfuerzos ascéticos como lo sostienen los pelagianos; sino que su santidad proviene como
privilegio de la gracia cristológica, como lo enseña San Agustín.
Entre los teólogos del medioevo y los modernos existían opiniones encontradas respecto a
este tema; personas como San Bernardo, San Buenaventura, San Alberto Magno, Santo
Tomás, entre otros, aunque confesaron firmemente la santidad perfecta de María, ―no hallaron
el modo de armonizar la inmunidad mariana del pecado original con la universalidad de dicho
pecado y con la indigencia de redención que tienen todos los hombres‖32.
A continuación citaremos la definición del dogma por el Papa Pío IX en su bula Ineffabilis
Deus, del 8 de diciembre de 1854:
Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de
Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la
autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y
con la nuestra declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la
beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios
y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles33.
31
Carlos Ignacio GONZALEZ, Op. cit.p. 227.
32
Ludwig OTT, Manual de Teología dogmática,Herder, Barcelona, 1968, p.317.
33
DH 2803.
20
El dogma de la Inmaculada Concepción será desarrollado con mayor detenimiento en
el segundo capítulo, ya que consideraremos que la Asunción de María es un dogma
consecuente con su privilegiada elección.
La reflexión sobre el final terrenal de la Madre de Dios es una preocupación que inicia
en los ambientes de fe más sencillos hasta convertirse en tema de estudio de los más
destacados teólogos. Menciono esto porque buscaremos citar los autores más sobresalientes
respecto al tema y su argumentación para concluir que María fue asunta al cielo en cuerpo y
alma.
Un tema que también se discutió, pero que en la promulgación del dogma no se trató,
es la muerte en María. Hay quienes sostienen que María murió pero resucitó a ejemplo de su
Hijo; hay quienes, basándose en la profecía de Simeón, concluyen que María fue mártir por
causa del evangelio pero sin conocer la corrupción del cuerpo; hay quienes dicen que fue una
dormición en el sentido bíblico; hay quienes sostienen que no murió porque según San Pablo
la paga al pecado es la muerte y como ella nunca pecó no estuvo sometida a la muerte.
Los primeros relatos sobre el término de la vida terrena de la Virgen María los
encontramos en escritos apócrifos. Son relatos que no fueron incluidos en el canon bíblico,
sino que circularon en ambientes de devoción personal y a menudo se consideraban falsos
documentos caracterizados por tener un género literario sensacionalista. Posterior al Concilio
de Éfeso, surgió un escrito con el título TransitusMariaecomo respuesta al dogma proclamado
en ese Concilio. Por supuesto estos relatos carecen de valor histórico y son más piadosos que
teológicos; sin embargo, debemos rescatar el valor que tiene la fe popular de aquel momento y
21
de alguna forma reconocer que son las primeras indagaciones sobre lo que posteriormente
sería una solemne verdad de fe.
A lo largo de la historia del cristianismo han acontecido diversos cismas, que son
divisiones dentro de la misma comunidad de creyentes. La Sagrada Escritura menciona las
advertencias de Pablo sobre sus comunidades respecto a la infiltración de nuevas ideas
contrarias a la predicación apostólica; estas fragmentaciones han existido siempre a mayor o
menor escala. Las dos divisiones que han causado mayor impacto a la cristiandad son las
separaciones conocidas como: el cisma de Oriente y el cisma de Occidente.
El primero aconteció entre los siglos IX y XI. La negación del primado romano y la
procedencia del Espíritu Santo fueron los temas más debatidos, ya que mientras la teología de
la Iglesia católica reconoce en el sucesor de Pedro una supremacía en la fe y en la jurisdicción
de la institución eclesial, la teología de las Iglesias ortodoxas reconocen en el ministerio
petrino una superioridad honorífica pero no de jurisdicción. Ellas argumentan que Roma es
una sede apostólica como también lo han sido Alejandría, Jerusalén, Constantinopla y
Antioquía desde los primeros siglos del cristianismo y defienden la autonomía de sus
patriarcados.
A grandes rasgos, a partir del siglo XI podemos distinguir por un lado a los orientales
conocidos como ortodoxos del Oriente y por otro lado los católicos. Como un simple dato,
debemos saber que dentro de la Iglesia católica existen distintos ritos que difieren ya sea por
su liturgia, disciplina eclesiástica o patrimonio espiritual. El más difundido en Occidente es el
rito latino al que nosotros pertenecemos. Están encomendados por igual al gobierno pastoral
del Romano Pontífice; por tales motivos también hay católicos de ritos orientales.
El cisma de Occidente se produjo entre los años 1378 y 1417 cuando diversos papas se
disputaban la autoridad pontificia. Particularmente fue un problema entre el reino de Francia y
el papado; incluso algunos historiadores llaman a éste el cisma de Aviñón porque la sede
petrina se trasladó a Aviñón por problemas políticos en Roma. Esta serie de fracturas
generaron cada vez más conflictos al interior de la Iglesia católica; por tal motivo, no es de
extrañar que cada ruptura implicara una visión diferente de las cosas. Más adelante, en el siglo
XVI surge en Alemania un movimiento religioso cristiano al que se le denominó
protestantismo que buscaba la restauración de un cristianismo primitivo idealizado.
23
Ante un cristianismo constantemente resquebrajado, se inició un movimiento que ha
buscado la restauración de la unidad de los cristianos. Es un movimiento reciente que ha
surgido lentamente, pero llevando a cabo encuentros y diálogos significativos. Dejamos en
claro que el término ecumenismo sólo se utiliza para el diálogo entre Iglesias que profesan la
fe en un solo Dios en tres personas y reconocen a Jesucristo como Dios y salvador.
Recordemos que en este diálogo entre Iglesias cristianas, existe una jerarquía en las verdades
de fe; es decir, en este orden son prioridad las verdades que fundamentan la fe cristiana
respecto a su fin (a saber, temas sobre la Santísima Trinidad, sobre Jesucristo, sobre el Reino
de Dios o la justificación, etcétera) y en un segundo grado se encuentran las verdades
concernientes a los medios (por ejemplo: los sacramentos, la Iglesia, los santos y también los
temas que se refieren a la Santísima Virgen María). De este modo, los diálogos ecuménicos
sobre la Virgen María son de segundo orden. No obstante, siguen siendo importantes en el
sentido que pueden ser causa de unión o de mayor ruptura entre las diversas Iglesias cristianas.
No debemos confundir las Iglesias cristianas que se han desprendido del seno de la Iglesia
católica (luteranos, calvinistas y anglicanos), con los movimientos religiosos que comúnmente
son denominados sectas, que tienen un origen relativamente reciente y que fundamentan sus
creencias incluso en herejías de los primeros siglos. Con este tipo de confesiones es mayor el
esfuerzo que se debe realizar por ser menores los puntos doctrinales de encuentro.
Una vez aclarado en qué consiste el diálogo ecuménico, agrosso modo hablaremos sobre la
Mariología en el diálogo interreligioso. El Papa Pablo VI instituyó en el año de 1964 un
secretariado para los no cristianos con el fin de promover estudios adecuados y relaciones
amistosas con miembros de religiones no cristianas; actualmente este secretariado es conocido
como el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y mantiene relaciones diplomáticas
con el mundo del Islam, del budismo y del hinduismo34.
Es evidente que con estas religiones no podemos ni siquiera hablar sobre la Asunción de
María, porque el acercamiento con ellos es de otra índole y no precisamente doctrinal; sin
embargo, hemos tenido a bien mencionar el diálogo interreligioso en este apartado porque
queremos dejar en claro en qué consiste esta relación.
34
Cfr.http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_pro_20051996_s
p.html
35
Cfr. Sura 19.
25
ascendencia noble de la estirpe sacerdotal de Aarón y sostienen que María y su hijo son los
únicos que escaparon a la acción del demonio y permanecieron sin pecado.
Hasta este punto, detenemos nuestro estudio preliminar con el fin de adentrarnos al
desarrollo histórico y doctrinal del dogma de la Asunción de María; con este apartado
concluido, se pretende tener las herramientas necesarias para hacer un análisis serio que nos
permita una mayor comprensión del tema.
26
CAPÍTULO II. DESARROLLO HISTÓRICO Y DOGMÁTICO DE LA ASUNCIÓN
DE MARÍA
INTRODUCCIÓN
Este segundo capítulo tiene como objetivo mostrar el desarrollo histórico y doctrinal del
dogma de la Asunción de María, desde sus antecedentes más remotos hasta los estudios más
recientes sobre el tema. En el primer capítulo hemos tenido a bien dejar en claro algunos
conceptos que en los siguientes capítulos se utilizarán, con el fin de aclararlas ideas que
llevaron a concluir que María fue asunta al cielo en cuerpo y alma.
Toda verdad de fe tiene como fundamento las Sagradas Escrituras, pero éstas no dan un
testimonio explícito sobre el hecho de que María al terminar su vida terrenal fue asunta al cielo
como lo presenta el libro de Hechos de los Apóstolessobre la ascensión de Jesús; sin embargo,
la Iglesia a través de los siglos encontró en diversos pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento narraciones que analógica y alegóricamente reforzaban la creencia de que en
efecto María ya gozaba de la vida eterna en un cuerpo glorificado.
En los primeros ocho siglos del cristianismo surgieron en el seno de la Iglesia diversos
personajes que ilustraron las verdades divinas y que en la actualidad conocemos como Padres
de la Iglesia. Retomaremos algunos de sus escritos con el fin de enriquecer nuestra
investigación, conocer la reflexión teológica de su momento y analizar el desarrollo dogmático
de la Iglesia primitiva respecto a la figura de María en lo que respecta al final de su vida
terrenal y su Asunción a los cielos. Tomemos en cuenta que los primeros siglos tuvieron su
27
propia problemática doctrinal con herejías principalmente de orden cristológico y el debate
sobre el acontecimiento que nos concierne sólo tuvo relevancia del siglo IV en adelante en la
Iglesia de Oriente.
Una vez analizados los antecedentes históricos, los argumentos bíblicos y la teología
mariana de los santos Padres sobre la Asunción de María, concluiremos el segundo capítulo
con algunos aportes de los teólogos medievales como Tomás de Aquino y Bernardo de
Claraval que son figuras sobresalientes por su doctrina y su influjo en épocas posteriores.
Aunque el segundo capítulo es propiamente una recopilación del desarrollo doctrinal, es
importante ir formando un criterio en base a dichos datos con miras a tener una base sólida
para sostener dogmáticamente lo que hoy celebramos en la liturgia.
Los cristianos de los primeros siglos se esforzaron por defender las verdades de fe
referidas a Jesucristo, fuertemente cuestionadas y debatidas. La persona de María, tan
estrechamente unida a su Hijo, sufrió las consecuencias de acaloradas discusiones en diversos
aspectos, ya que lo afirmado o negado sobre Jesús, directa o indirectamente concernía a María
y viceversa. Es así que los temas sobre la maternidad divina y la virginidad perpetua de María
ocuparon las primeras reflexiones de la teología mariana.
En el año 600 encontramos un hecho relevante que oficializaba lo que de alguna manera el
pueblo de Dios creía y celebraba de manera particular: cuando el emperador bizantino
Mauricio promulgó en todo su imperio la celebración de la dormición de María. Esta
solemnidad sustituyó a la fiesta de la Theotokos (Madre de Dios), celebrada en Jerusalén desde
el siglo V en la fecha del 15 de agosto, aunque no existía una idea clara de lo que se celebraba
(su muerte, resurrección o asunción). Aproximadamente en el año 650, esta fiesta fue
transmitida a la Iglesia de Occidente con el nombre de Dormición de María:
El testimonio más antiguo sobre el tema se lo debemos a Epifanio, que por una
preocupación pastoral y por instruir a sus fieles sobre el final terrenal de la Madre de Dios,
escribió alrededor de los años 374-377 un texto donde expresa que no existía ninguna
tradición palestina que hablara al respecto y llegó a la formulación de tres conclusiones,
primera: María simplemente murió como cualquier ser humano, incluso como su propio Hijo;
segunda, María acaeció mártir en base al texto evangélico de Lc 2, 34 y, la tercera y última,
María fue asunta al cielo sin haber muerto, afirmación basada en el texto de Apocalipsis 12.
Otro testimonio es el sermón de Timoteo, sacerdote de Jerusalén, que cita una posible
tradición que sostiene la Asunción de la Madre del Señor, y otras referencias son las
enseñanzas de los gnósticos que pretendían enseñar que María se encontraba en estado
inmortal, pero escondida en algún lugar de la tierra37.
Lo que sí se puede afirmar es que para el siglo V, la Iglesia de Oriente ya celebraba tres
grandes fiestas marianas: la Anunciación, la Purificación (Hipapanté) y la Dormición. Hay
quienes sostienen que el origen de la tradición de la dormición de María remonta hasta los
tiempos apostólicos: ―La fiesta de la Asunción de la Virgen María es la más antigua y solemne
de las festividades marianas. Se cree que comenzó a celebrarse en Jerusalén en los tiempos
apostólicos, y luego se extendió por el resto de Oriente y en Occidente‖ 38; otros proponen una
fecha posterior: ―tenemos que fijarnos sobre todo en el hecho históricamente comprobado de
la celebración de ésta última fiesta (Dormición) hacia el año 380‖39, pero un consenso más
general nos lleva a concluir que la fiesta surgió entre los siglos IV o V aproximadamente.
29
Jerónimo cuestiona el hecho de si María fue asunta con o sin el cuerpo y, por último, un
escrito del martirologio de Usuardoalababa el silencio de la Iglesia respecto al tema, porque
fácilmente podría tomarse como una leyenda. Sin embargo, a partir del siglo XII apareció un
tratado que fue adjudicado a San Agustín40 que tiene a bien defender el hecho de que María
fue asunta corporalmente al cielo; posteriormente diversos papas tendieron a defender dicha
verdad, como el Papa Pío V que sustituyó del breviario la lectura del pseudo-Jerónimopor
otras que estaban a favor y el Papa Benedicto XIV que apreció dicha doctrina41.
Entre los siglos IV y VI surgieron diversos textos apócrifos que narran cómo aconteció la
muerte y asunción de María; estos relatos pretenden explicar el misterio de la participación de
María en la gloria de Cristo resucitado, al mismo tiempo que de su muerte y sepultura. Aunque
históricamente carecemos de datos sobre el final de la vida de la Madre de Dios, los textos
apócrifos constituyen una expresión particular sobre una reflexión popular que pretendía
alimentar la fe de los creyentes, aunque constantemente presentan teologías confusas y
deficientes en sus contenidos42.
A pesar de las carencias históricas de los relatos, los libros apócrifos que hablan de la
Asunción de María conservan un valor antropológico y cultural, expresan a nivel popular la
idea que se tenía de la muerte y de lo acontecido más allá de la vida terrena. Todos ellos
mantienen entre sí elementos comunes que tienen como trasfondo la muerte y resurrección de
Jesús, así como la intervención de un ángel en paralelismo con la anunciación de Lucas, pero
que ahora anuncia su pascua, la concentración de los apóstoles que representan la
universalidad de la Iglesia y que acompañan a María en su tránsito, el cortejo fúnebre
violentado por los judíos y el final extraordinario de su cuerpo. Por la manera libre de la
narración de los hechos, es evidente que no existía ningún control por alguna autoridad
eclesiástica.
40
Hasta la fecha no se ha aclarado si el texto pertenece realmente a San Agustín.
41
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. p. 329.
42
Cfr. Gonzalo ARANDA y Jacinto GONZÁLEZ, Dormición de la Virgen, relatos de la tradición copta, Ciudad
Nueva, Madrid, 1995, p. 16.
30
Entre los diversos relatos apócrifos, los más destacados son: el relato del pseudo-Melitón,
atribuido al obispo Melitón de Sardes y por el cual fue cambiado el concepto de Dormición a
Asunción, y que tuvo una fuerte influencia en la teología y en la liturgia de su tiempo.
Paralelos a este texto, en Occidente fueron muy conocidos los escritos atribuidos a un pseudo-
Dionisio (s. VI), las narraciones de Juan de Tesalónica (s.VII) y una homilía de San Juan
Damasceno.
Respecto a la Asunción, las narraciones apócrifas sobre el tránsito, difundidas entre los
coptos, la enseñan expresamente, admitiendo su gloriosa resurrección, sucedida el 9 de
agosto, doscientos seis días después de su muerte. La narración siriaca y la etiópica
dependen del pseudo-Juan, mientras que la arábiga admite de modo bastante claro la
resurrección de la Virgen43.
Para cultivar el recuerdo de su muerte y pasión […] surge un género peculiar: las
passiones. Quizá fue ese el contexto en el que se iniciaría el relato de la muerte de la
Virgen, unido en el origen, y desarrollado posteriormente, al hilo del reconocimiento
del lugar de su tumba, tema siempre presente en todos los textos44.
En torno al Concilio de Éfeso celebrado en el año 431, donde se declara solemnemente que
María es Madre de Dios, se inicia una importante propaganda de textos que hablan sobre la
Dormición de la Virgen. Su intención es ubicar a María dentro del proyecto de salvación por
medio de narraciones y creencias populares.
43
Gabriel ROSCHINI, La Madre de Dios. Según la fe y la teología, Apostolado de la prensa, Madrid, 1954, p.
144.
44
Ibíd. 38-39.
31
decreto señalaba que el libro se rechazaba en cuanto falsamente era atribuido a Melitón, y no
sobre el hecho mismo de la Asunción.
Las Sagradas Escrituras no contienen un testimonio explícito y directo acerca de que María
haya sido asunta en cuerpo y alma al cielo; sin embargo, desde el Antiguo Testamento
encontramos pasajes en donde ciertos personajes tuvieron un final especial o distinto al
finalizar su peregrinaje por esta vida. Uno de esos ejemplos es el narrado en el libro de
Génesis 5, 24: ―Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó‖, y el conocido
caso del profeta Elías: ―Iban caminando y hablando, y de pronto un carro de fuego con
caballos de fuego los separó el uno del otro. Elías subió al cielo en la tempestad‖ (1 Rey 2,
11).
Andrés de Creta retoma éste mismo pasaje sobre Elías para embellecer el relato apócrifo
donde los apóstoles son arrebatados desde el lugar donde se encontraban para asistir a la
Virgen María en sus últimos momentos y del comentario que realiza al relato apócrifo
atribuido a Dionisio el Areopagita que retoma el pasaje bíblico de Daniel 14, 33-39:
Nada tiene de extraño que, habiendo el Espíritu divino arrebatado a Elías, cual celeste
auriga en un carro de fuego, ahora también, por obra del Espíritu y por medio de una
nube, en un breve momento, los discípulos se encontraran reunidos. Todo, en efecto, es
fácil para el poder de Dios, como se nos manifiesta en el caso de Habacuc y Daniel45.
Otros pasajes del Antiguo Testamento resultaron propicios para interpretarse en clave
mariológica y dar un poco más de sustento al acontecimiento de la Asunción. Uno de ellos es
el de la zarza ardiente que Moisés contempló en el desierto, según el libro del Éxodo, y que
Modesto de Jerusalén interpreta como figura de la incorrupción de María:
Así pues, esta zarza ardiente de la divinidad, que estaba entre los mortales, pasando
como de gloria en gloria, ha sido trasplantada a la tierra de los vivientes, para que
45
ANDRÉS de CRETA, Homilías marianas, Ciudad Nueva, Madrid, 1995, pp. 137-138.
32
resplandezca junto a la persona de Cristo Dios, al que real y verdaderamente llevó en
su seno y por el cual ella, la bienaventurada Virgen y Madre de Dios, como caso único
entre todas las mujeres, fue preservada de la combustión46.
Consideramos que el pasaje del primer libro de Reyes donde aparece Salomón y su madre
Betsabé puede también interpretarse con esta misma clave. Recordemos el texto que
literalmente dice: ―Betsabé entró donde el rey Salomón para interceder a favor de Adonías. El
rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella, y tomó luego asiento en su trono.
Dispuso un trono para la madre del rey, que tomó asiento a su derecha‖ (1 Rey2, 19). Salomón
es figura de Jesucristo Rey del universo que hace entrar a su Madre Virginal a su presencia y
una vez preparado un trono especial desde toda la eternidad la hace sentar a su derecha, en
donde ella intercede por la salvación de todos los hombres.
46
Guillermo PONS, Op. cit. p. 235.
33
hacia tu reposo, ven con el arca de tu poder!‖; este salmo recordaba precisamente el traslado
del arca al Templo de Jerusalén, así como la ascensión del Señor a su morada en el cielo en
donde traía consigo a su madre, arca de la nueva alianza.
La literatura lírica del Cantar de los cantares ha sido interpretada en varios de sus pasajes
como figuras mariológicas. En lo que se refiere a la Asunción de María hay uno que dice:
―¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el
sol, imponente como un ejército en formación?‖ (Cant 6, 10). Otro pasaje más adelante en el
versículo 10 dice: ―¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado?‖. El autor
sagrado en su inspiración divina no alcanza a vislumbrar la figura de esta mujer que brilla
como el sol porque no existe mancha alguna que la opaque, una mujer que se eleva del
desierto (lugar de peregrinaje hacia la tierra prometida) no por sus propios medios, sino
apoyada en la gracia que solo proviene del Amado.
El texto del evangelio de San Mateo sugiere la probabilidad de la Asunción cuando dice:
―se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y saliendo de los
sepulcros después de la resurrección de Él, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a
muchos‖ (Mt 27, 52-53). Una interpretación muy antigua explica que se trata de una referencia
a la resurrección como lo sugiere la traducción citada de la Biblia de Jerusalén. De alguna
manera, esta idea de una resurrección y glorificación corporal ya se encuentra en la conciencia
de los fieles, que conocen desde el Antiguo Testamento testimonios de justos que consiguieron
la salvación retrospectivamente por los mérito de Jesucristo, único redentor del género
humano.
Otro texto evangélico que se retomó principalmente en la teología escolástica para explicar
la Asunción de María es el de Lucas 1, 28: ―Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo‖.
Esta plenitud de gracia con la que cuenta María, es el testimonio bíblico que la preserva de la
triple maldición del pecado prescrita en el libro de Génesis 3, 16-19 e incluso de volver al seno
de la tierra.
34
Pablo tratando el tema sobre la resurrección de la carne escribe: ―Pues del modo que en
Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo
como primicias; luego los de Cristo en su venida‖ (1 Cor 15, 22-23). Ludwig Ott comenta que
este pasaje no niega la posibilidad de una asunción corporal antes de la parusía de Cristo, ya
que la muerte de Jesucristo consumó la redención47; el libro del Génesis nos enseña que Dios
hizo caer en un profundo sueño a Adán y que de su costado formó a una mujer, que era hueso
de sus huesos y carne de su carne; retomando esta imagen podemos decir que Cristo es el
nuevo Adán y que en el profundo sueño de su muerte dio vida eterna a una mujer: María, la
nueva Eva según los Padres de la Iglesia. Cristo, que es hueso y carne de María en su
naturaleza humana, ahora hace partícipe a su Madre de su glorificación. Santo Tomás afirma
que:
Cuando algo está más cerca del principio en cualquier género de cosa, tanto más
participa de los efectos de dicho principio […]. Ahora bien, la Santísima Virgen María
gozó de la suprema proximidad a Cristo según la humanidad, puesto que de ella recibió
la naturaleza humana. Y por tanto, debió obtener de Cristo una plenitud de gracia
superior a la de los demás48.
Es así, que por la proximidad de María a Cristo, su rango o turno dentro de la resurrección
tenía que ser muy próximo al de su Hijo, la glorificación de su cuerpo y de su alma debía ser
antes que cualquier creatura, pero después de la mayor de las primicias que es Cristo.
Muchos otros textos bíblicos han sido citados para seguir iluminando el misterio de la
Asunción de María, pero consideramos que los antes mencionados son los más destacados por
su hermenéutica mariológica. Por último, mencionamos que ante la proclamación del dogma
de la Inmaculada Concepción, del pasaje paulino que afirma: ―la paga al pecado es la muerte‖
(Rom 6, 23), se entiende que María por predestinación divina y preservada de cualquier tipo
de pecado no fue reo de muerte o, por lo menos, no de una muerte como nosotros la
conocemos o experimentamos.
47
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. p. 327.
48
S. Theol. III q.27 a.5.
35
2.4. REFERENCIAS PATRÍSTICAS
Del Concilio de Éfeso hasta el final de la época patrística (s. V-IX) surgen diversos
predicadores y autores de homilías como Gregorio de Tours, Teotecno de Livia, San Modesto
de Jerusalén, San Germán de Constantinopla, San Andrés de Creta, San Juan Damasceno y
Epifanio el monje entre otros, que retomando las primeras ideas básicas sobre María (la
maternidad divina, la virginidad perpetua y su imagen como segunda Eva) incorporan otras
verdades como la Inmaculada Concepción, su función de Mediadora, su dignidad como Reina
del universo y su Asunción a los cielos.
Siendo uno de los pioneros en la materia, nos interesa mencionar primero a Epifanio de
Salamina que nació en el año 315 en Palestina; fundó un monasterio en su tierra natal y por su
fama de santidad fue electo metropolita de Chipre. Su constante lucha contra las herejías le
permitió crear una obra literaria, que hoy en día es considerada la más grande obra patrística
que describe las herejías de aquel entonces. Entre sus textos encontramos uno concerniente al
término de la vida terrena de María que pretendía orientar la devoción a la Madre de Jesús, ya
que por un lado existían las coliridianas, que era una secta religiosa gnóstica en el siglo IV,
integrada en su mayoríapor mujeres en la región de Arabiay que adoraban el cuerpo incorrupto
de María ofreciéndolepanes como si se tratara de una divinidad femenina como las de Fenicia,
de allí que les venga el nombre de coliridianas(pan que en griego se dice: collyris) y por el
otro existían los antidicomarianitas, otra sectaque floreció entre los siglos III y V también en
Arabia y que rechazaba toda veneración a la Virgen, negaba el dogma de su virginidad
perpetua y que diversos autores contestaron a sus creencias como Tertuliano, Orígenes o el
mismo Epifanio quien fue el autor de dicho término para referirse a ellos. Con el fin de instruir
a sus fieles en la fe, Epifanio escribe:
49
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 115.
36
Gregorio de Tours nació alrededor del año 538 y, gracias a la curación de una enfermedad
quepadecía, reunió una serie de relatos milagrosos que testimonian la devoción popular de su
tiempo. Entre estos mismos escritos que llevan por nombre La gloria de los mártires,
sobresale un relato que nos habla de la Asunción de María, y que en teoría sería el primer
testimonio en occidente referente al misterio mariano que nos concierne. El relato que
Gregorio nos transmite contiene en general los mismos datos de las antiguas narraciones que
circulaban en Oriente un siglo antes; sin embargo, hay ciertas peculiaridades que son
importantes de señalar. Por ejemplo, cuando Jesús vino en persona al lecho de su madre,
Gregorio escribe que el Señor tomó su alma y se la entregó al Arcángel Miguel y se retiró.
Esta versión difiere de otras. Por un lado, en que es Miguel quien interviene en su funeral y no
el Arcángel Gabriel, que comúnmente se le relaciona con la Virgen desde la Anunciación; por
otro lado, si entendemos como muerte la separación de alma y cuerpo, entonces estamos
hablando en esta versión de que María efectivamente falleció como cualquier ser humano, sólo
que el hecho extraordinario que le acompaña es la inmediata resurrección de su cuerpo sin
esperar el Juicio Final, que María sólo espera como hija de la Iglesia, esto es, aguarda que todo
el Cuerpo místico de Cristo resucite50.
Teotecno, obispo de Livia; vivió a finales del siglo VI y es otro de los personajes
importantes que nos han transmitido un testimonio escrito que apoya el argumento de que
María fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Para Teotecno, la dignidad de tan alto misterio se
50
Cfr. Guillermo PONS, Op. cit. pp. 208-209.
51
Ibíd. p. 213.
37
genera de la ya celebrada maternidad divina, de su virginidad perpetua y de su santidad
insigne. Como muchos otros autores, tiende a apoyarse en el método de conveniencia, el cual
pretende armonizar los misterios divinos que proceden del Hijo, aplicándolos a la Madre:
Era conveniente que su cuerpo santísimo, que había llevado y contenido dentro de sí a
Dios, cuerpo divinizado, incorruptible, iluminado por la luz divina y lleno de gloria,
fuese transportado por los apóstoles, en compañía de los ángeles, y puesto por poco
tiempo en tierra, fuese alzado gloriosamente al cielo, junto con su alma agradable a
Dios52.
Teotecno cita el pasaje evangélico de Juan 14, 2 que dice: ―me voy para prepararos un
lugar‖, y comenta que habrá un lugar especial preparado para Aquella que le dio a luz. Sin
duda alguna, creemos que Teotecno ha tocado un punto relevante, María en principio es
modelo perfecto de esas moradas, ya que María ha sido morada del Eterno, concibió dentro de
sí al que contiene y sostiene todas las cosas.Ahora goza de experimentar en cuerpo y alma ser
templo glorioso del Altísimo; María es el prototipo de morada hecha por Dios y que ya
inaugura la residencia celestial. Como templo vivo del Espíritu Santo, María ―después de
haber subido al cielo ha venido a ser, para el género humano, una fortaleza inexpugnable,
intercediendo por nosotros ante su divino Hijo‖53.
Aunque sea de manera breve, también citamos en esta lista de autores a Juan de
Tesalónica, quien también compuso una homilía sobre la Dormición de la Virgen. Juan retoma
un escrito del siglo IV, pero tiene el cuidado de filtrar el texto y eliminar las partes más
fantasiosas y confusas. En dicho texto destaca la labor maternal de María dentro del colegio
apostólico y su servicio eclesial como mediadora universal. Juan estaba tan convencido de este
misterio que se atrevió a prometer una serie de bendiciones a quienes celebrasen tan excelsa
fiesta, incluyendo la remisión de los pecados y la gracia y misericordia de Nuestro Señor
Jesucristo54.
52
Ibíd. p. 220.
53
Ibíd. p. 221.
54
Cfr. Ibíd. 231.
38
Otro pastor preocupado por sus fieles tanto en el sentido material (mermado por la
invasión de los persas), como en el sentido doctrinal y dogmático, fue Modesto, patriarca de la
ciudad santa de Jerusalén que vivió hasta el año 630. Se conservan tres homilías referentes a la
Asunción de María, la más citada es una homilía que guarda un valor importante por ser la
predicación bizantina más antigua que se conserva de la Dormición de la Virgen y, aunque se
ha puesto en duda su autenticidad por utilizar términos dogmáticos posteriores a su época, el
escrito sigue siendo atribuido a San Modesto. Dicho sermón tiene la cualidad de hablar sobre
el misterio de la Dormición de María con argumentos más teológicos que con bases apócrifas
asuncionistas. Modesto utiliza la imagen bíblica de la vid verdadera en la que Dios Padre es el
labrador y el Espíritu Santo el cultivador, el fruto incorrupto de dicho campo es Cristo. María
obtiene la vida eterna deleitándose en el pan celestial vivificante. Modesto concuerda con la
idea de que María obtuvo la inmediata vida eterna en razón de ser de su maternidad divina.
Otra imagen que utiliza es la de la zarza ardiente, figura de la incorrupción de María que fue
preservada de la combustión y que arde permanentemente como lo hemos citado
anteriormente55.
55
Cfr. Ibíd. p. 235.
56
El texto citado por los autores en lo que respecta a Modesto de Jerusalén es el Sermón sobre la Dormición¸ 2;
PG86, 3284.
57
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, María en los Padres griegos, CELAM, México, 1993, p. 185.
39
El misterio de la Asunción es para Modesto no sólo acción del Hijo sino obra de la
Trinidad. De la misma forma en que actuó en el misterio de la Encarnación del Verbo, así
actúa en la glorificación de la Reina del cielo. Utilizando la teología esponsal, Modesto
pretende explicar también el misterio de la Asunción. Retomando su idea, pensamos que es
acertada dicha analogía; porque María es el tálamo nupcial en donde se llevaron a cabo las
nupcias entre el género humano y la divinidad encarnada que es el Hijo. Ese tálamo virginal
ahora se localiza en la Jerusalén celestial, en el seno de la Trinidad, en el sentido en que sigue
realizando las bodas del Cordero. Por último, Modesto comenta que Cristo, supremo
legislador, realiza el precepto de honrar a sus Padres, primero asumiendo la condición humana
para honrar a su Padre Eterno y ahora asumiendo a su inmaculada Madre.
Otro ilustre teólogo es Germán de Constantinopla, que vivió aproximadamente del año 640
al 730, y por su origen noble se involucró muy de cerca en la vida política del imperio
bizantino; Germán ocupó la sede episcopal de Santa Sofía por cuarenta años y se distinguió
por su instrucción en las Sagradas Escrituras y sus constantes intervenciones diplomáticas. El
emperador Anastasio lo promovió a la sede patriarcal de Constantinopla en el año 715. Se le
atribuyen diversas obras entre las cuales encontramos siete homilías marianas. Tres de ellas
hablan de la Asunción de María al cielo.Mostraremos algunos fragmentos para enriquecer
nuestro estudio:
Es evidente que, cuando emigraste de la tierra, ascendiste a los cielos, pero antes de
que subieras ya participabas de los bienes celestiales. Y después de tu Asunción no te
desligaste de las cosas terrenales, pues al incorporarte a las más altas jerarquías del
cielo, te mostraste como la más excelsa entre las creaturas de la tierra58.
El patriarca Germán instruye a sus fieles respecto a María con un estilo casi poético, como
quien canta las proezas que Dios ha realizado en la más excelsa de sus criaturas. Es interesante
destacar el argumento que utiliza Germán para demostrar la Asunción de María: en su lógica,
la encarnación del Verbo es motivo suficiente para la glorificación de María, ya que si el Hijo
ha tomado su carne inmaculada para darse a conocer al mundo, esta misma carne la ha elevado
con su resurrección: ―La carne con la que Cristo se revistió la tomó de ti, oh Madre de Dios, y
58
GERMÁN de CONSTANTINOPLA, Homilías mariológicas, Ciudad Nueva, Madrid, 1991, p. 113.
40
con ella no sólo apareció y fue reconocido por la fe en el presente mundo, sino que con la
misma carne se ha de manifestar en el futuro, cuando venga a juzgar a los vivos y a los
muertos‖59.
Otro destacado teólogo mariano es San Andrés de Creta (llamado así por haber ejercido el
ministerio episcopal en este lugar) o de Jerusalén (por haber habitado por varios años como
monje en la ciudad santa). Nació en Damasco en el año 660. Es autor de diversas obras
teológicas que abarcan temas cristológicos, litúrgicos y mariológicos. Se conservan ocho
homilías marianas de las cuales tres hacen referencia a la Asunción de la Virgen. La primera
homilía es un comentario al relato apócrifo de la dormición atribuido a Dionisio el Areopagita.
En la segunda homilía el santo analiza el sentido teológico del misterio de la Asunción, y la
tercera homilía es un himno triunfal que acompaña al sagrado tránsito de la Madre de Dios.
59
Ibíd. 121.
60
Ibíd. 135.
41
Andrés de Creta también opta por el tránsito mortal de María, ya que considera que nuestra
inmortalidad proviene por gracia y no por naturaleza. Así que la muerte también se entiende
como dormición, como lo enseña un proverbio sapiencial: ―La muerte es un descanso para el
hombre‖ (Sir 38, 24). Andrés extiende el discipulado de las almas que han muerto al
seguimiento fiel a Cristo, más allá del tránsito. Hay que seguir al Maestro incluso a los
infiernos, como lo atestigua la primera carta del apóstol San Pedro (cfr. 1 Pe 3, 19), El motivo
de este descenso de las almas al lugar de la muerte es para que puedan comprender mejor el
misterio de la salvación.
Hay una pauta importante dentro de los escritos de Andrés de Creta sobre la forma en que
debemos entender la muerte de María: ―No podemos ignorar que ella haya experimentado la
muerte natural […], a través de un sueño extático al estilo de aquel que tuvo el primer hombre,
cuando le fue quitada una costilla, para concluir la creación de la especie humana, recibiendo a
cambio su complemento‖61.
En Andrés de Creta aparece la idea de que María gozó siempre de una corporeidad
superior a la de cualquier criatura. Su argumento es simple: dicho cuerpo ha sido fuente de la
misma Vida y comienzo de una vida divina para el resto de los mortales, como San Pablo dice
a los romanos: ―Si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las
ramas‖ (Rom 11, 16). Siguiendo esta misma lógica, la divina Providencia ha predestinado a
María para el plan salvífico, proveyéndola de todas las gracias necesarias para tan alta
empresa. Andrés lo expresa con la siguiente frase: ―El cuerpo de María es […] primicia
escogida de entre la descendencia de Adán y elevada divinamente en Cristo […], libro
espiritual que contiene la admirable descripción de la obra salvadora de Dios a favor
nuestro‖62. Muchos autores posteriores han formulado una vía soteriológica para explicar el
misterio de la Asunción, y otros más han hallado en el dogma de la Inmaculada Concepción
una clave singular para explicar el hecho de que María ha sido asunta al cielo en cuerpo y
alma.
61
ANDRÉS de CRETA, Homilías marianas, Ciudad nueva, Madrid, 1995, pp. 125-126.
62
Ibíd. 139.
42
Pasando a otro Padre de la Iglesia, recordemos a San Juan Damasceno que es considerado
como el último de los Padres griegos. Nació hacia el año 675 en medio de un ambiente hostil
para los cristianos por la invasión de los musulmanes. A los treinta años se retiró al desierto de
Judea para iniciar una vida monacal en donde tuvo la oportunidad de producir diversas obras
teológicas, de las cuales predicó una homilía sobre la dormición de la Virgen en el lugar donde
se consideraba que había sido sepultado su cuerpo. Fue nombrado doctor de la Iglesia en el
año de 1890 por el Papa León XIII63. Su testimonio es citado por el Papa Pío XII en la bula
Munificentissimus Deus que proclama el dogma de la Asunción de María.
Basándose en el texto de Prov 10, 7 que dice: ―La memoria de los justos se hace con
alabanzas‖ y del Salmo (116, 15) que proclama: ―Hermosa es ante el Señor la muerte de sus
santos‖,San Juan Damasceno justifica y promueve la fiesta que celebra el final de los días de
la Llena de gracia. Para el santo doctor, María es una criatura predestinada por el Padre,
santificada y purificada por el Espíritu Santo, y el Hijo la habitó para asumir la naturaleza
humana, ya que lo que no ha sido asumido tampoco ha sido sanado. Retomando el ya citado
argumento de conveniencia, Juan Damasceno explica:
Juan Damasceno retoma también la figura del Arca de la alianza para referirse a María
asunta al cielo; concuerda con la misma interpretación que arriba hemos señalado de la cita del
libro del Apocalipsis (cfr. Ap 11, 19), pero complementa dicha reflexión con el pasaje que
narra el traslado del Arca de la alianza en el Antiguo Testamento (cfr. 2 Sam 6). La Iglesia
celebra el traslado del arca viviente al Templo de Dios, y David, que representa a los justos del
63
Cfr. Guillermo PONS, Op. cit. p. 274.
64
Gustavo RUIZ y Alberto VEGA, Op. cit. p. 125.
43
Antiguo Testamento, danza frente a ella y todos los coros angelicales entonan himnos de
gloria. Así como en algún momento fue expulsada del paraíso aquella que escuchó las palabras
de la antigua serpiente, ahora se abren de nuevo las puertas del nuevo Edén a quien inclinó el
oído de su corazón a la Palabra de Dios hecha carne.
Para Juan Damasceno, el sepulcro de María es después de la sepultura del Señor el más
santo. El Damasceno pronunció un sermón en este mismo lugar, diciendo: ―en ti estuvo
aquella de quien nació el Autor de la vida, y fue como una fuente de donde después dimanó la
resurrección […] ¿En dónde está el cuerpo virginal de la Madre de Dios, tan hermoso, tan
puro y tan amable? Mas ¿Para qué buscáis en el sepulcro a la que vive en lo más alto de los
cielos a donde ha sido elevada?‖65.
Es interesante la reflexión que hace Juan Damasceno sobre la muerte de María, porque por
un lado sostiene que ella como Hija de Adán acató la condena del Padre, la misma condena a
la que el Hijo no se sustrajo; pero por otro lado comenta: ―viéndola, la muerte se espanta.
Porque cuando asaltó a su Hijo, aprendió de lo que sufrió, y enseñada por la experiencia se
hizo más prudente. Ella no pisó los horrendos escalones del Hades, sino se le preparó una
senda fácil, llana y ligera hacia el cielo‖66. En otras palabras podemos decir que María no
rehuyó a la muerte; sino que la muerte huyó de ella, porque al herir la carne de Cristo,
entendió lo que sucedería si tocaba la carne inmaculada de la progenitora del que es la Vida
misma. Así que Juan Damasceno apoya la idea de quienes sostienen que María como fiel y
perfecta discípula de Cristo lo siguió e imitó hasta el hecho de la muerte; sin embargo, la
muerte no pudo tocar el cuerpo de aquella que estaba revestida de toda gracia.
65
Sentencias de los santos Padres, Tomo II, Apostolado mariano, Sevilla, 1990, p. 209.
66
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 763.
44
ella, así ella es asumida a aquella tienda mejor y más perfecta, al mismo cielo‖ 67, tenemos la
oportunidad de entender el mismo concepto con un significado más hondo, es decir, podemos
entender la palabra Asunción también como asumir algo, en este caso una nueva condición.
Continuando con la lista de autores que han aportado algo sobre la Asunción, citamos a
Epifanio de Constantinopla, autor de la primera biografía de la Santísima Virgen y a quien se
le atribuye un breve relato sobre la Asunción de María; fue un monje bizantino que vivió entre
los siglos VIII y IX y ejerció el ministerio presbiteral, poco usual entre los monjes, según lo
atestigua él mismo en la obra que escribe sobre la vida de San Andrés. El texto que nos
interesa es una narración de los acontecimientos sucedidos cuando la Madre del Señor llegó al
final de sus días en la tierra. En él podemos encontrar un par de datospeculiares—pues
ciertamente no sabemos de dónde los retoma—que Epifanio tiene a bien mencionar, como la
edad en la que murió la Virgen María y el encuentro con su Hijo, quien acude personalmente
para conducirla a la gloria celestial:
La santa Madre de Dios, quince días antes anunció su muerte y tres días antes vino el
ángel Gabriel y le dio a conocer su tránsito y la venida del Señor. Ella, enviando
recado, convocó a todos los apóstoles y muchas personas vinieron junto a ella […], y
cuando llegó su hora Cristo se apareció a todos. Por causa del resplandor de su luz,
todos cayeron en tierra, por el espanto, y quedaron como muertos y Él les dijo:‗la paz
sea con vosotros‘, y todos, por el gozo, se recobraron. Mientras al principio, los ángeles
cantaban himnos, los hombres permanecían mudos, después cantaron himnos los
apóstoles. Ella como en un dulce sueño, abierta la boca, entregó su espíritu a su Hijo y
su Dios, teniendo setenta y dos años68.
Con este autor damos por terminado el desarrollo histórico y dogmático de lo que se aportó
en la época patrística. Consideramos que es de suma importancia retomar las reflexiones de los
Padres para impulsar nuevas hipótesis que den un sustentocada vez más sólido a lo que la
Iglesia cree y celebra. Debemos concentrar esfuerzos por unificar criterios que ilustren de
manera más clara las gracias que Dios ha concedido a María como figura de la perfección
cristiana.
67
Ibíd. 772.
68
EPIFANIO el MONJE, Vida de María, Ciudad Nueva, Madrid, 1990, pp. 133-136.
45
2.5. REFERENCIAS EN LA EDAD MEDIA
En la Escolástica la doctrina asuncionista era común entre los teólogos como Pedro de
Poitiers, San Buenaventura, San Anselmo, San Pedro Damián, San Bernardo, y otros; sin
embargo, sobresalen los aportes de Santo Tomás de Aquino quien, hablando sobre el
sacramento de la Eucaristía, hace un interesante planteamiento que concierne a nuestro trabajo
de investigación.
Santo Tomás en su Suma teológica explica por qué el cuerpo eucarístico es fraccionado en
tres partes y no en cinco, ya que en la pasión, el cuerpo de Cristo fue abierto en los cinco
69
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 146.
70
Ibíd. 147.
71
Citado por Gregorio ALASTRUEY, Tratado de la Virgen Santísima, BAC, Madrid, 1956, p. 495.
46
lugares de las llagas. Recordemos que en la Eucaristía celebramos la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, y los actos litúrgicos que realizamos son signos eficaces de este
misterio; por lo tanto, sabemos que durante el rito sacramental el cuerpo se divide en tres
partes: la parte introducida en el cáliz, la parte que se comulga y la parte que se reserva72.
Citando al Papa Sergio para explicar la primera fracción donde una parte de la hostia
consagrada es introducida al cáliz por el sacerdote, Santo Tomás escribe lo siguiente: ―El
cuerpo del Señor puede encontrarse en tres condiciones. La parte de la hostia introducida en el
cáliz significa el cuerpo del Señor ya resucitado, o sea, el mismo Cristo, la Santísima Virgen y
los santos que estén ya en la gloria con su cuerpo‖73. De esto se deduce un sutil planteamiento:
Cristo asumió74 directamente la carne de María en la Encarnación; cuando Cristo resucita,
asume una nueva condición; es decir, goza de un cuerpo glorioso del que la Virgen María
necesitaba también asumir, no solo por compartir la misma carne con su Hijo, sino por formar
parte también de su cuerpo místico que es la Iglesia, en este caso la Iglesia triunfante. Por lo
tanto, como afirma Tomás de Aquino: debemos entender por cuerpo resucitado de Cristo al
mismo Cristo, a la bienaventurada Virgen María y a los santos que conforman el cuerpo
glorioso.
María en la teología de Tomás goza de una glorificación plena en alma y cuerpo, condición
que no es completa en aquellos que sus cuerpos yacen en los sepulcros y sus almas en otro
lugar: ―La parte que permanece en el altar hasta el final de la misa significa el cuerpo de Cristo
yacente en el sepulcro, porque hasta el final de los tiempos los cuerpos de los santos estarán en
el sepulcro, mientras que sus almas estarán en el purgatorio o en el cielo‖75.
72
Anteriormente la parte que permanecía en el altar hasta el fin de la Misa.
73
S. Theol. III, q.83 a.5.8.
74
Entre los Padres de la Iglesia la palabra ―asunción‖ era utilizada indistintamente para referirse al misterio de la
Encarnación.
75
S. Theol. III, q.83 a.5.8.
47
asumió la resurrección de su madre con la cual compartía la misma carne, en este mismo
contexto me atrevo a decir que la glorificación de Jesús es ya la glorificación de María.
76
BERNARDO (San), La Virgen Madre, Rialp, Madrid, 1957, pp. 164-165.
77
Ibíd. 182.
78
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 149.
48
CAPÍTULO III. ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
MUNIFICENTISSIMUS DEUS DE SS PÍO XII
INTRODUCCIÓN
El dogma de la Asunción corporal de María a los cielos fue proclamado por el Papa Pío
XII el 1° de noviembre de 1950 a través de la Constitución Apostólica Munificentissimus
Deus; dicho documento lleva por título este nombre por la tradición de nombrar los
documentos eclesiásticos por las primeras palabras que dan inicio al texto, en este caso: ―El
munificentísimo Dios‖.
El documento inicia invocando a ―Dios que todo lo puede y cuyos planes providentes
están hechos con sabiduría‖, palabras que nos ayudan a comprender que la Asunción de
María es obra de la Divina Providencia que desde su eternidad preparó su Inmaculada
Concepción para su misión como Madre del Redentor. María goza de la gloria junto con su
Hijo por la gracia que Dios ha obrado en ella y que le ha hecho tener incontables méritos
delante de él. Por tal motivo es importante detenernos en el tema de la predestinación de los
elegidos para comprender mejor el proyecto soteriológico en donde María tiene un papel
preponderante.
Posteriormente se describe el proceso que se llevó a cabo, el cual inició con una serie
de peticiones por parte de –según el texto— ―fieles particulares, representantes de naciones,
provincias eclesiásticas y Padres conciliares‖ (MD 7), hasta culminar con la proclamación
solemne del dogma. Antes de que el Santo Padre proclamara esta verdad de fe sobre María,
convocó a todos los episcopados por medio de una encuesta oficial a través de la carta
DeiparaeVirginisMariae a que se pronunciaran sobre el tema, un acto eclesial y colegial
que sólo reforzaría lo que el Pueblo de Dios ya creía y celebraba desde tiempos antiguos.
El consentimiento unánime de toda la Iglesia se manifestó por el hecho de que es una
―verdad revelada por Dios contenida en el depósito divino‖ (MD12), celebrada en la
liturgia, afianzada por los santos Padres y los ilustres doctores, y de que innumerables
argumentos se desarrollaron por parte de santos y teólogos como Antonio de Padua,
49
Alberto Magno, Buenaventura y Francisco Suárez. Una vez presentados los testimonios de
los diversos teólogos, el documento explica que fuera del consentimiento unánime esta
verdad se sostiene con las Sagradas Escrituras, se confirma en el culto eclesiástico, está en
concordancia con el resto de las verdades reveladas y que, con la autoridad vicaria del
Santo Padre, quien es asistido infaliblemente por el Espíritu Santo en cuestiones que se
refieren a dogma, es sin duda alguna verdad revelada que María fue asunta al cielo en
cuerpo y alma.
Este último capítulo tiene como objetivo rescatar algunos puntos esenciales dentro del
documento y desarrollarlos para tener una mayor comprensión del tema que estamos
tratando. Iniciaremos retomando la antropología cristiana que nos plantea la naturaleza
humana y espiritual del hombre, así como su origen y destino, realizado en María de modo
privilegiado.
Por este privilegio particular en María, es necesario estudiar la redención que Dios obró
en ella, desde su predestinación como Madre de Dios, su preparación por medio de su
Inmaculada Concepción y el tema más debatido sobre su destino al final de su vida. Estos
temas nos conducen a explorar en el campo de la escatología para indagar realidades más
allá de la vida terrena como la resurrección de la carne, el cielo y la gloria destinada para
los elegidos.
Por último, rescataremos los aspectos eclesiológicos que nos presenta la Constitución
Apostólica, particularmente sobre el magisterio de la Iglesia y la Infalibilidad papal, así
como lo referente a la liturgia y su aportación a la fe ya celebrada desde siglos remotos, la
importancia de esta verdad sobre la vida pastoral de la Iglesia y su dimensión espiritual que
alimenta la esperanza de ―cielos nuevos y tierra nueva, en los que habite la justicia‖ (2 Pe 3,
13).
50
3.1. ANTROPOLOGÍA CRISTIANA
Por revelación sabemos que el hombre fue creado por Dios y afirmamos que todo el
género humano procede de una sola pareja. El magisterio de la Iglesia nos enseña que ―los
componentes de la primer pareja humana: Adán y Eva, fueron los protoparentes de todo el
género humano‖79. Todo ser humano consta esencialmente de dos partes: un cuerpo
material y un alma espiritual. Esta alma es racional y es la forma sustancial del cuerpo.
Cada persona posee un alma individual e inmortal. Sobre el origen del alma hay diversidad
de opiniones; sin embargo, existe un consenso común en afirmar que el origen del alma
está vinculado a la generación natural y que cada alma es creada directamente por Dios de
la nada en el instante mismo de la unión de los gametos.
Por voluntad divina, el hombre fue elevado a un estado sobrenatural. Este estado
sobrenatural presupone la naturaleza creada en donde pueda sustentarse y actuar, realiza
una perfecta unión con la naturaleza y la perfecciona elevándola al orden divino del ser y
del obrar. El mismo Dios ha indicado al hombre un fin último sobrenatural que consiste ―en
la participación del conocimiento que Dios tiene de sí mismo, fin cuya consecución
redunda en gloria sobrenatural de Dios y en dicha sobrenatural para el hombre‖80.
Antes del pecado original, el hombre estaba dotado de una gracia santificante y de
ciertos dones preternaturales, a saber: el don de rectitud o integridad que consiste en el
dominio perfecto del libre albedrío sobre toda tendencia sensitiva o espiritual; el don de la
inmortalidad corporal como posibilidad de no morir y no como imposibilidad de morir
según enseña San Agustín81; el don de impasibilidad, es decir, la inmunidad de sufrimiento
ya que la Sagrada Escritura considera el dolor y el sufrimiento como consecuencia del
pecado y, por último, el don de ciencia, es decir, el conocimiento infundido por Dios de
muchas verdades naturales y sobrenaturales82.
79
Ludwig OTT, Op. cit. p. 164.
80
Ibíd. 174.
81
Cfr. De Gen. adlitt. VI, 25. 36.
82
Cfr. Ludwig OTT, Op. cit. pp. 172-180.
51
El magisterio nos enseña que nuestros primeros Padres pecaron gravemente en el
paraíso cuando trasgredieron el precepto que Dios había impuesto para probarles en la fe.
Como consecuencia de esta transgresión perdieron el estado de gracia santificante: ―perdió
inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió […] en la ira
e indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado‖83.
Sostenemos por la fe, que el pecado de Adán se transmite a todos sus descendientes por
generación natural y no por imitación y que es inherente a cada individuo. Como
consecuencia del pecado original, el hombre fue privado de la gracia santificante así como
de los dones preternaturales de la integridad.
3.2.1.La predestinación
Uno de los atributos de Dios en cuanto a sus operaciones es el gobierno de todas las
cosas haciendo un influjo real sobre ellas. El gobierno divino abarca la conservación del
mundo, su providencia y la predestinación de los hombres en orden a la salvación84. Sobre
la predestinación San Pablo escribe: ―Pues a los que de antemano conoció, también los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo […] y a los que predestinó, a esos también los
llamó; y a los que llamó, a esos también los justificó; a los que justificó, a esos también los
glorificó‖ (Rom 8, 29-30).
Santo Tomás, citando y explicando a San Agustín, enseña que: ―La predestinación es la
presciencia de los beneficios de Dios. Pero la presciencia no está en lo previamente
conocido, sino en quien previamente conoce. Luego tampoco la predestinación está en el
predestinado, sino en quien predestina‖85. Nos interesa recalcar en este punto que María ha
recibido de la Providencia divina todos los privilegios que convienen a su persona, y por
eso la Munificentissimus Deus precisa, antes de proclamar el dogma, que son un don
otorgado por Dios omnipotente en honor a su Hijo.
83
DH 1511.
84
Cfr. Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 219.
85
S. Theol. I, q.23 a.2.
52
La predestinación tiene una finalidad y en base a esta finalidad son ordenadas todas las
cosas. El fin del hombre es la salvación, pero alcanzar la vida eterna está por encima de sus
propias fuerzas y sobrepasa la naturaleza de seres creados. María está prevista en la mente
eterna de Dios, considerada para ser la Madre del único Mediador, Cristo, el primero de los
predestinados. María misma necesita la redención de su Hijo, y la Asunción es el sello de
su salvación.
86
Gerhard LUDWIG, Op. cit. p. 221.
87
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 181.
53
citando a Francisco Suárez, precisa que por un ―mismo decreto‖ de predestinación y en
razón de su estrecha relación con su Hijo, la Asunción es la coronación de todos sus
privilegios (MD 40).
Recordemos que tanto Adán como Eva tuvieron una vida humana por medio de una vía
sobrenatural, ya que ambos fueron formados directamente por la mano de Dios. Fue Caín,
según el relato del Génesis, el primero en venir al mundo por vía natural: ―Adán se unió a
Eva, su mujer; ella concibió, dio luz a Caín y dijo: ‗He procreado a un hombre con el favor
del Señor‘‖ (Gen 4, 1). Sin embargo, Caín ya poseía en su carne el aguijón del pecado
original, el cual sus Padres poseían por la desobediencia al mandato divino, mismo hecho
que nos une a nosotros con nuestros primeros Padres: ―todos pecaron y se hallan privados
del conocimiento de Dios‖ (Rom 3, 23).
Si hemos dicho que por un lado María conservó este don otorgado al hombre desde el
origen de los tiempos y por el otro que lo ha obtenido por la sangre redentora de su Hijo, no
debemos encontrar contradicción alguna entre estas dos afirmaciones, ya que ―todo fue
creado por Él y para Él y todo se mantiene en Él‖ (Col 1, 16); es decir, que todo cuanto
existe, sus creaturas y sus procesos fueron creados por Dios, para Dios y hallan su lógica en
Él mismo, San Pablo lo refiere en sus cartas cuando dice: ―También a vosotros os ha
reconciliado Cristo por la muerte de su carne para haceros santos e inmaculados ante sus
ojos‖ (Col 1, 22); y en otro pasaje repite: ―Ya Cristo nos escogió antes de la fundación del
mundo, para que seamos santos e inmaculados en su presencia‖ (Ef 1, 4).
María transita por el camino original trazado por Dios. Posee tanto la vida divina—la
gracia santificante—como los dones preternaturales: ―el cuerpo humano, revestido de la
gloria de Dios, era inmortal y estaba exento de enfermedades y otras penalidades‖ 89. El
hombre perdió los dones preternaturales por el pecado original, pero María que fue exenta
de esta mancha conserva desde el momento de su Inmaculada Concepción la posibilidad de
no morir.
J.B. Carol, comentando sobre la plenitud de gracia en María, explica que ―la
preservación del pecado original no pudo tener lugar sin la infusión de la gracia de su
alma‖90; es decir, cuando Dios infundió el alma al óvulo fecundado del cual nacería María,
también infundió todas las gracias necesarias para su misión como Madre de Dios;
siguiendo este argumento afirmamos que María estuvo llena de gracia desde el primer
momento de su existencia.
88
Hugo RAHNER, María y la Iglesia, Cristiandad, Madrid, 2002, p. 38.
89
Michael SCHMAUS, Teología dogmática II. Dios creador, Rialp, Madrid, 1959, p. 132.
90
J. B. CAROL, Mariología, BAC, Madrid, 1964, p. 685.
55
Algunos teólogos afirman que la Virgen María recibió el bautismo, diverjo en dicha
opinión, ya que considero que María desde su Inmaculada Concepción ya es redimida en
razón de su Maternidad Divina y que su Asunción es solamente fruto de esta peculiar
redención. Pío XII en el número 4 de la Constitución argumenta: ―Ella, por privilegio del
todo singular, venció al pecado con su Concepción Inmaculada‖. Pío XII extiende su
argumento cuando afirma:
Cristo, con su muerte, venció la muerte y el pecado; y sobre el uno y sobre la otra
reporta también la victoria en virtud de Cristo todo aquel que ha sido regenerado
sobrenaturalmente por el bautismo. Pero por ley general, Dios no quiere conceder a los
justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte, sino cuando haya llegado el fin de los
tiempos. Por eso también los cuerpos de los justos se disuelven después de la muerte, y sólo
en el último día volverá a unirse cada uno con su propia alma gloriosa (MD 4).
Tengamos claro que el pecado tiene dos vertientes: el mal de culpa y el mal de pena; el
pecado original originado, como todo pecado, tiene mal de culpa y mal de pena. El mal de
culpa se borra con las aguas del bautismo, la pena es el fomes peccati, del cual casi no
puede librarse el hombre. El pecado original originante es el de Adán y Eva. También tiene
mal de culpa que fue borrado por la muerte de Cristo y mal de pena, pues Adán y Eva
todavía aguardan la resurrección final y su descendencia fue hecha masa damnata. El
hombre ha vencido a la muerte por los mérito de Jesucristo, pero nuestra victoria será
palpable hasta el último día, ya que las consecuencias que provienen del pecado original
siguen presentándose en nosotros mismos aún después del bautismo.
La mayoría de los teólogos se inclinan por la primera postura, en donde se afirma que
―como los demás fue incorporada a la muerte, resurrección y ascensión de su Hijo‖ 93. Pío
XII, hablando sobre el consentimiento unánime de los fieles, escribe: ―Igualmente no
encontraron dificultad en admitir que María haya muerto del mismo modo que su
Unigénito‖ (MD 14).
91
Hilario MARIN, Doctrina pontificia IV. Documentos marianos, BAC, Madrid, 1954, p. 163.
92
Cfr. Antonio ROYO MARIN, La Virgen María. Teología y espiritualidad marianas, BAC, Madrid, 1958, p.
204.
93
Michael SCHMAUS, Teología dogmática III. Dios redentor, Rialp, Madrid, 1959, p. 432.
57
Antonio Royo Marín, citando a Garriguet, escribe de manera poética el deceso de la
Santísima Virgen, sin embargo, advierte en sus líneas que María no experimenta la misma
muerte que el resto de los seres humanos marcados por las consecuencias del pecado, y por
eso lo asimila a un sueño, producto de un reposo en que la vida no cesa, sino que transita
apaciblemente:
María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin
sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una
hermosa tarde, fue como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la
aurora de una existencia mejor. Para designarla la Iglesia encontró una palabra
encantadora: la llama sueño (o dormición) de la Virgen94.
Actualmente entre los teólogos hay una mayor insistencia en la consumación pascual
del destino humano en el misterio de la muerte corporal que aumenta entre los creyentes el
deseo de no excluir a María de semejante trance humano y espiritual95. La postura por la
que se inclina nuestra investigación consiste en afirmar junto con la mayoría de los
mariólogos que María sí murió, empero, no hay que perder de vista que María, a diferencia
del resto de los seres humanos, no cometió ningún pecado ni llevaba la mancha del pecado
original. En efecto, la muerte como castigo por el pecado es la separación del cuerpo y del
alma, y esta separación no es natural para el hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
La Iglesia latina habló del TransitusMariæ porque su muerte, en el caso de que la hubiera
experimentado, sería más un tránsito, una elevación, más que una separación. Además de
que tampoco el Apóstol entiende la transformación escatológica de 1 Cor 15 como
separación del alma y el cuerpo. Por lo tanto, el tránsito como el de María es lo que
originalmente Dios quiso para el hombre sin la anomalía del pecado original, pues ―Dios no
hizo la muerte ni se alegra de la perdición de los mortales, pues todo lo creó para que
exista‖ (Sab 1, 13-14).
94
Antonio ROYO MARIN, Op. cit. p. 208, que cita el teólogo Garriguet, [obra y lugar].
95
Cfr. Philippe FERLAY, María, madre de los hombres. Orar a María en la Iglesia, Sal Terrae, Santander, 1987,
p. 163.
58
Si murió, fue asumida al cielo antes que su sagrado cuerpo experimentara la corrupción‖96.
Sin embargo, la fórmula dogmática enuncia que María fue asunta ―en cuerpo y alma‖,
obviamente unidos, pues no hay asunción de la muerte ni de lo muerto, y al momento en
que acontece la separación del alma y del cuerpo, sin una intervención milagrosa, no hay
causa alguna para la incorrupción del cuerpo.
3.3. ESCATOLOGÍA
96
Lawrence P. EVERETT, citado por J. B. CAROL, Mariología, BAC, Madrid, 1964, pp. 844-845.
97
Michael SCHMAUS, Teología dogmática II. Dios creador, Rialp, Madrid, 1959, p. 132.
59
sembrado hizo brotar toda clase de bienes. Y no fue el cuerpo de María lo que tuvo que ser
enterrado, sino su semilla que con su brote de resurrección ofreció a su Madre un cuerpo
conveniente, es decir, un cuerpo glorioso. La muerte de Cristo es ya la muerte de María;
por eso, no hubo necesidad de experimentar la muerte en carne propia, porque el fruto de su
carne ya la había antecedido.
Continúa San Pablo diciendo: ―¡Miren! les revelo un misterio: No moriremos todos,
mas todos seremos transformados‖ (1 Cor 15, 51). Podría considerarse un atrevimiento
encontrar en esta frase una relación con el dogma de la Asunción, pero en el fondo no es
una idea absurda. En primer lugar, la Asunción tiene una estrecha relación con el tema
escatológico de la resurrección, contexto en el cual está citado este pasaje. Tanto la
afirmación de Pablo como la proclamación del dogma pertenecen a un mismo contenido
doctrinal de revelación divina. En segundo lugar, no hay una interpretación oficial de la
Iglesia sobre esta cita bíblica que nos limite a considerar esta frase en un solo sentido. Y
tercero, el presente es un trabajo de investigación que requiere de un esfuerzo especulativo
para poder iluminar las ideas de teólogos precedentes.
Eugen Walter, comentando ese pasaje bíblico, dice: ―la gracia de esta transformación
supera o sustituye en cierto modo a la muerte‖98. Es común la opinión de que en el
momento del acontecimiento final de la segunda venida de Cristo, los que estén en vida
experimentarán esta transformación; desde mi punto de vista, esta doble realidad
escatológica, la muerte y la transformación encuentran su plena realización en la carne que
compartían Jesús y su progenitora: la carne de Jesús experimenta la muerte y la carne de
María la transformación. Del mismo modo, el cuerpo místico experimentará en unos la
muerte y en otros (testigos actuales de la parusía) la transformación en vista de la
resurrección final.
98
Eugen WALTER, El Nuevo Testamento y su mensaje. Primera carta a los Corintios, Herder, Barcelona, 1977,
p. 317.
60
transformados. Nos parece que Pablo distingue esta doble clase: los que resucitan y los que
son transformados sin pasar por la muerte‖99. Concordamos con éste comentario que
efectivamente habrá quienes serán transformados sin pasar por la muerte, y María como
modelo eclesiológico es prefiguración de quienes se presentarán al juicio final mediante
esta vía. No obstante, el Apóstol nos lo advierte: es un misterio.
Hemos dicho que María, al ser preservada del pecado original, conservaba el don
preternatural de la inmortalidad, es decir, la facultad de poder no morir. La inmortalidad
corporal en María se muestra como signo de su estrecha cercanía con Dios. María goza del
privilegio de la Asunción por su condición de Madre de los hombres y como anuncio de la
salvación universal. Tal vez este aspecto quedara subrayado por el hecho de que el Papa
Pío XII no promulgara este dogma el 15 de agosto, fiesta de la Asunción, sino el día de
Todos los Santos, el 1 de noviembre100.
Las almas de los justos, si en el instante de la muerte se hallan libres de toda culpa y
pena de pecado, entran en el cielo. A lo largo de la historia el concepto del cielo ha tomado
diversos tintes. En los libros más remotos el Antiguo Testamento se habla únicamente del
seolcomo el lugar en donde las almas de los difuntos descienden después de la muerte; no
obstante, la teología bíblica del Antiguo Testamento fue desarrollando la idea de que las
almas de los justos no tenían la misma suerte que los impíos y en los libros más recientes se
fue vislumbrando la idea de una retribución en el más allá. En el libro escatológico de
Daniel encontramos que ―muchos de los que descansan en el polvo de la tierra se
99
Juan LEAL et al,. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento Vol. II: Hechos de los apóstoles y cartas de S.
Pablo, BAC, Madrid, 1965, p. 470.
100
Cfr. Philippe FERLAY, María, madre de los hombres, Sal Terrae, Santander, 1987, pp. 162-163.
61
despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos‖ (Dn 12, 2), así
como los mártires Macabeos que obtienen consuelo y esperanza en la vida eterna (2 Mac 7,
29).
Ludwig Ott define el concepto de cielo como: ―un lugar y estado de perfecta felicidad
sobrenatural, la cual tiene su razón de ser en la visión de Dios y en el perfecto amor a Dios
que de ella resulta‖101. Las propiedades que componen el cielo son la eternidad y la
igualdad. La primera propiedad nos indica que la felicidad del cielo dura por toda la
eternidad como lo afirma el Papa Benedicto XII en la Benedictus Deus: ―la misma visión y
fruición es continua sin intermisión alguna de dicha visión y fruición, y se continuará hasta
el juicio final y desde entonces hasta la eternidad‖102. La segunda propiedad se entiende
como identidad consigo mismo, por lo que cada bienaventurado tiene la felicidad acorde a
sus méritos103. Y por ello su estado es pleno y satisfecho consigo mismo. María ya goza de
la felicidad eterna y es entre las creaturas la que posee el mayor grado de felicidad celestial.
María fue llevada al cielo porque el cielo es el sitio más congruente con el estado
glorioso. Así lo mostró Jesús al entrar él mismo en el santuario del cielo y sentarse a la
derecha del Padre. Y si la cabeza de la Iglesia había llevado a la gloria celeste nuestra
humanidad asumida, con toda verdad era conveniente que María fuera llevada al cielo con
su cuerpo del que había tomado carne el Hijo de Dios.
101
Ludwig OTT, Op. cit. p. 699.
102
DH 1000.
103
Cfr. DH 1304-1305.
62
La dóxa, que comúnmente conocemos como ―gloria‖, la entendemos por nuestra
limitada comprensión desde un ámbito racional y no empírico, como es el caso de María;
no es lo mismo la gloria de Dios que la alabanza de los hombres: ―la verdadera gloria de
María consiste en participar de esta gloria de Dios; en haber sido envuelta por ésta y en
haberse abandonado en ella. La gloria de María significa estar ya ahora llena de la total
plenitud de Dios (cfr. Ef 3, 19)‖104.
Por otra parte, es interesante que el concepto como tal de Asunción fuese utilizado por
los Padres de la Iglesia (Severiano de Gabala, San Gregorio de Nisa, San Juan de
Constantinopla, Cirilo de Alejandría, y otros) en sus escritos desde su sentido original de
asumir; incluso diversos textos hablan de la ―asunción de la carne‖ como sinónimo de la
encarnación o de asumir una nueva realidad existencial. Por tal motivo, cuando decimos
que María fue asunta, en el fondo estamos afirmando que María asumió en su cuerpo y en
su alma una nueva realidad existencial que es la de gozar de un cuerpo glorificado a
semejanza de su Hijo.
104
Raniero CANTALAMESSA, María espejo de la Iglesia, Áncora, Milano, 1989. p. 259.
105
Cfr. Antonio ROYO MARIN, Op. cit. pp. 213-214.
63
3.4. ECLESIOLOGÍA
La Iglesia reconoce a Jesucristo como el único Mediador entre Dios y los hombres
según lo enseña el Apóstol (cfr. 1 Tim 2, 5-6) y la misión de María en favor de la Iglesia
solo devela su eficacia. El Concilio Vaticano II, citando a San Ambrosio, afirma: ―La
Madre de Dios es tipo de la Iglesia, a saber, en el orden de la fe, de la caridad y de la
perfecta unión con Cristo‖(LG 63). A semejanza de María, la Iglesia también ha sido
constituida como ―Madre‖, ya que por la predicación y el sacramento del bautismo
engendra nuevos hijos para la vida eterna y por gracia y don divino; ―imitando a la Madre
de su Señor […], conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera
caridad‖ (LG 64).
En sentido analógico podríamos decir que si Cristo, que es la cabeza de la Iglesia nació
del seno virginal de María, la Iglesia que es su cuerpo, encuentra su origen también en
María,ya que al ser constituida Cuerpo Místico de Cristo la Iglesia se acoge a la protección
maternal de María. No obstante, María a la vez que es Madre de la Iglesia, también se
considera Hija, ya que es un miembro insigne de ella. Gabriel Roschini, citando a San Luis
Ma. Grignon de Monfort, deduce que:
106
Gabriel ROSCHINI, Op. cit. p. 201.
64
un nuevo pueblo según el pentecostés de San Juan en la cruz; más aún, es asunta al cielo
para mostrarnos el camino de salvación esperando únicamente al último predestinado para
resucitar junto al Cuerpo Místico de Cristo que es su Iglesia; por tal motivo:
―contemplamos a María en la gloria porque ella es la imagen y la prenda de lo que un día
será toda la Iglesia‖107.
Existen ciertas condiciones para que una definición sea ex cathedra; a saber: debe
tratarse sobre cuestiones de fe o de moral, cuando su declaración es en su papel de pastor y
107
Raniero CANTALAMESSA, Op. cit. p. 259.
108
Pedro PEREZ, Celebraciones de la Virgen María, PPC, Salamanca, 1969, p. 142.
65
maestro de todos los fieles y no a título personal y cuando lo declara como acto definitivo.
La misma Constitución Munificentissimus Deus en su párrafo 4 retoma otros dogmas
marianos para sustentar la nueva verdad de fe: ―Este privilegio resplandeció con nuevo
fulgor desde que nuestro predecesor Pío IX, de inmortal memoria, definió solemnemente el
dogma de la Inmaculada Concepción de la augusta Madre de Dios‖.
Lo que recalcamos de este aspecto es su desarrollo progresivo que inició como una
devoción popular en los lugares de peregrinación donde se creía que María había sido
sepultada antes de ser asunta al cielo; posteriormente algunos sacerdotes por motivos
pastorales orientaban a sus feligreses sobre esta creencia. La sencilla fe del pueblo progresó
hasta convertirse en un acto litúrgico. Esta celebración alcanzó un grado mayor en las
verdades de fe profesadas sobre la Virgen María. El constante fervor llevó a diferentes
estratos eclesiales a pedir a la Sede Apostólica que lo que la Iglesia celebraba se definiera
oficialmente:
3.5. LITURGIA
109
Ángel Luis IGLESIAS, Reina y Madre, grandes temas marianos, vol. I, Covarrubias, Madrid, 1988, p.471.
110
José M. MARTIN, José María ROVIRA, Luis MALDONADO, La Palabra de Dios, hoy, PPC, Salamanca,
1974, pp. 163-164.
66
diversos pontífices como Adriano I, San Sergio I, San León IV y San Nicolás I, así como su
repercusión en diversas liturgias tanto de rito occidental como oriental. El mismo texto nos
demuestra que esta fiesta ha sido adornada con diversos actos litúrgicos como la procesión
estacional, su vigilia y octava e incluso en determinado momento el precepto del ayuno
obligatorio (Cfr. MD 19).La fiesta de la Asunción de María conservó su fecha celebrativa
el 15 de agosto, teniendo el grado de solemnidad.
La oración de la Iglesia es la síntesis doctrinal de lo que cree, profesa y celebra. María
no sólo ha celebrado la liturgia con la comunidad primitiva, sino que sigue participando de
la liturgia celestial junto a la Iglesia triunfante en la comunión de los santos; la oración es el
canal ideal en donde la Iglesia militante, purgante y triunfante unen sus voces en una sola y
única alabanza; los libros litúrgicos nos ofrecen las oraciones marianas con mayor
contenido teológico y espiritual. Basta detenernos en el prefacio de la fiesta de la Asunción
para apreciar su riqueza doctrinal. Dicho prefacio afirma:
Porque hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios; ella es figura y
primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu
pueblo todavía peregrino en la tierra. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la
corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al
autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro…
La liturgia de las horas, oración de la Iglesia entera que santifica el tiempo y nos anima
en nuestra jornada diaria, contempla en su estructura fija diversos momentos para orar de la
mano de la Santísima Virgen, particularmente en el cántico del Magnificat en las vísperas y
la antífona mariana que concluye tanto el rezo de completas como la jornada de oración y
trabajo.
Un detalle interesante es que todas estas oraciones nos invitan a contemplar a María
como la mujer glorificada; a saber, el Salve Regina eleva una súplica a la Madre del
Salvador que dice: ―después de este destierro muéstranos a Jesús‖; la oración nos habla de
la vida más allá de la muerte, donde ella ya goza de la gloria celeste. La antífona Alma
Redemptoris Mater describe a María como: ―Puerta del cielo siempre abierta‖. Ya hemos
dicho que María continúa ejerciendo su apostolado desde el cielo al interceder
67
constantemente por nosotros ante su Hijo. Por último, la antífona del Ave, Regina cælorum
ubica a María gozando de la plenitud de sus privilegios al ser saludada: ―Salve, reina de los
cielos y señora de los ángeles‖. Esta antífona se canta en el día de la Asunción.
Los dos misterios más importantes para la vida litúrgica de la Iglesia giran en torno al
nacimiento y muerte de Cristo que culmina con su resurrección. María no sólo está presente
en estos grandes acontecimientos salvíficos, sino que participa con ellos en el origen de su
sacramentalidad. El cuerpo místico de Cristo celebra este triunfo de manera parcial, ya que
sólo la cabeza ha atravesado las barreras de la muerte; el resto del cuerpo continúa con el
estigma de la separación que produce el pecado, seguimos marcados por la muerte que
separa el cuerpo del alma. Por eso nuestra acción de gracias aún no es plena; sin embargo,
María es el único miembro de éste cuerpo que por su Inmaculada Concepción y por su
Asunción corporal a la gloria celestial completa esta alabanza dando gracias a Dios en
cuerpo y alma.
La persona de María debe ser un elemento que contribuya a la construcción del Reino de
Dios, cuyo Reino ha surgido entre los hombres por medio de su Hijo Jesucristo. María coloca
la primera piedra—la piedra angular—de dicha construcción con su maternidad divina; no
obstante, es modelo de escucha permanente de la Palabra de Dios, de su anuncio y de
experimentar en carne propia la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y este testimonio
de vida habla más que las miles de palabras pronunciadas por los más imponentes
predicadores de la historia.
68
La Constitución Dogmática exhorta a todos los cristianos a tener una mayor devoción a
María: ―Es de esperar, además, que todos aquellos que mediten los gloriosos ejemplos de
María se persuadan cada vez más del valor de la vida humana […] que la fe en la Asunción
corporal de María al cielo haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección‖ (MD 42).
Aquel que ha venido a darnos vida en abundanciaha tenido a bien hacerlo por medio de María,
ya que es la ―medianera de todas las gracias‖.Si María fuese realmente conocida,
entenderíamos que sus acciones siempre nos conducen al Hijo: ―Hagan lo que él les diga‖ (Jn
2, 5).
La pastoral litúrgica celebra los misterios de Cristo, cuyos misterios fueron contemplados
y celebrados en primer lugar por la Esposa del Espíritu Santo. Debemos a María la escucha
atenta de la Palabra eterna del Padre hecha carne; es modelo de diaconía al estar al servicio del
Sumo Sacerdote y participa del sacerdocio común desde su Inmaculada Concepción;
proporciona a la Iglesia la fuente de Agua Viva para los sacramentos, que es Jesucristo; invoca
con toda la Iglesia la efusión del Espíritu Santo que acontece en cada sacramento como lo
69
atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles en Pentecostés; es más, entrega su propia
carne en el Hijo para ser ofrecida en la Eucaristía, que es ofrenda es perfecta y agradable al
Padre.
Iniciamos este apartado diciendo que la teología espiritual ―es una disciplina teológica que,
basada en los principios de la revelación, estudia la experiencia espiritual cristiana, describe su
desarrollo progresivo y da a conocer sus estructuras y sus leyes‖112. Al mencionar que es una
disciplina teológica, considera necesariamente los aportes de la Mariología y a su vez la nutre
con nuevos conocimientos; ambas disciplinas tienen su fundamento en la revelación en donde
Dios en su voluntad infinita ha querido manifestarse al mundo a través de María.
111
José ALDAZÁBAL, María: la primera cristiana, Emaús II, Barcelona, 1992, p. 9.
112
Charles André BERNARD, Teología espiritual. Hacia la plenitud de la vida en el espíritu, Sígueme,
Salamanca, 2007, p. 88.
70
El objeto material de la teología espiritual es la vida cristiana, cuyo modelo y prototipo
después de Jesucristo es su Santísima Madre quien, movida por el Espíritu Santo y por medio
de un acto de fe, acoge humildemente el proyecto de Dios y participa de la vida divina a través
de su gloriosa maternidad de tal forma que su profunda experiencia religiosa se funda
precisamente en estos dos elementos decisivos: la fe y la comunicación de la vida divina.
En María convergen todas las gracias espirituales procedentes del Espíritu Santo como
privilegios que adornan su santidad. Junto con los Padres del desierto podemos decir que
María es por antonomasia la Madre espiritual de los hombres ya que es capaz de sondear los
secretos de los corazones de sus hijos113. La misma Constitución anima a todos los fieles a
tener una mayor devoción a la que llama Madre celestial y pide ―el aumento del propio amor
hacia Aquella que tiene entrañas maternales para todos los miembros de aquel Cuerpo
augusto‖ (MD 42).
El Concilio Vaticano II nos aclara que María es nuestra Madre en el orden de la gracia
desde su asentimiento en la Anunciación hasta la consumación perfecta de todos los elegidos
(Cfr. LG 61-62). La Asunción de María a los cielos trajo consigo un mayor número de gracias
a sus hijos espirituales ya que en esta vida terrena ―no conocía como Cristo a cada una de las
ovejas del rebaño […] los había amado en su Hijo con un amor universal, pero indistinto. En
la visión beatífica los conoce individual y personalmente, con un conocimiento amoroso y
concreto‖114 y por tal motivo intercede por ellos con un amor más personal.
María nos enseña a dejarnos conducir por el Espíritu Santo en el proyecto divino sin
reserva alguna, a dar vida en cualquier vocación a la que Dios nos ha llamado; su Asunción a
los cielos es prenda segura de la fe que tenemos en Jesús que por sus méritos nos ha preparado
una morada en la casa del Padre, nos cuida y protege como el Buen Pastor que es, nos conduce
al Padre y se gloría en sus elegidos.
113
Cfr. Ibíd. 27.
114
AA. VV. Iniciación teológica. Vol. III. La economía de la redención, Herder, Barcelona, 1964, p. 238.
71
Uno de los argumentos que los Padres de la Iglesia citaron para fundamentar la Asunción
de María fue el precepto divino: ―Honra a tu padre y a tu madre‖. Consideraban que convenía
que ―el Hijo diera ejemplo de cómo se honra a su madre, ya que él mismo, en cuanto Verbo,
era autor del precepto‖115. Si hemos hablado de la maternidad espiritual de María, por ende,
también podemos citar una filiación espiritual de nosotros hacia ella que nos obliga a cumplir
el mandato divino; si hemos de contarnos entre los discípulos del Maestro, es deber del
discípulo imitar al maestro; por tanto, a ejemplo de Él honremos a la Virgen glorificada.
115
Carlos Ignacio GONZÁLEZ, Op. cit. p. 323.
72
CONCLUSIONES
2. Una de las figuras más significativas es la del Arca de la Alianza, que une los
dos Testamentos, Antiguo y Nuevo. Los cristianos vieron en María la Nueva
Arca de la Alianza, por ser ella el tabernáculo de madera incorruptible que
contenía la nueva ley y la presencia real de Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero hombre. En el Antiguo Testamento, el Salmista canta: ―¡Levántate
Señor, hacia tu reposo, ven con el arca de tu poder!‖ (132, 8). Y en el Nuevo
Testamento el Apocalipsis revela: ―Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y
apareció el arca de su alianza en el Santuario…‖ (11,19).
10. Esta carne es el cuerpo que hace a la Iglesia, pues no sólo la Iglesia hace la
Eucaristía, sino que la Eucaristía hace a la Iglesia. De este modo, la Iglesia ama a
su cuerpo, que es el cuerpo de Cristo. Por eso se preocupa por él. De allí que en
torno a la especulación sobre el final terreno de María, hayan sido los fieles los
principales en expresar su preocupación, deseo y devoción acerca de una
definición sobre este asunto.
75
ANEXO:
DESARROLLO HISTÓRICO DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA
374-377 Peregrinaciones a Tierra Santa, en donde se predican los primeros sermones sobre
el fin de la vida terrena de la Santísima Virgen, en el lugar donde la tradición creía que
había sido enterrado el cuerpo de la Madre del Señor, Epifanio el monje, es uno de los
autores más antiguos que expone diversos planteamientos sobre este acontecimiento.
Año 600 El Emperador Mauricio hace de la fiesta de la dormición, una fiesta oficial y
solemne en todo su imperio.
S. IX-XI Surge una controversia teológica sobre la asunción corporal de la Virgen María a
los cielos, dos escritos encabezaban dicha discusión, por un lado el escrito del Pseudo
Agustín que se proclamaba a favor y por el otro el texto del Pseudo Jerónimo que se
manifestaba contrario a dicha sentencia.
76
S. XII El tratado del Pseudo Agustín prevalece sobre su rival haciéndose cada vez más,
sentencia común el hecho de que María fue asunta corporalmente al cielo y la comunidad
cristiana celebra con mayor fervor dicha verdad.
1 de noviembre de 1950 Tras una encuesta mundial en donde toda la cristiandad se mostró
a favor, el Papa Pío XII declara por medio de la Constitución apostólica Munificentissimus
Deus el dogma de la Asunción de María a los cielos.
77
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES
Sentencias de los santos Padres Tomo II, Apostolado mariano, Sevilla, 1990.
DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
AA. VV, Iniciación teológica. Vol. III. La economía de la redención, Herder, Barcelona,
1964.
FERLAY Philippe, María, madre de los hombres, Sal Terrae, Santander, 1987.
78
GARCÍA José, Mariología, BAC, Madrid, 2005.
GONZÁLEZ Carlos Ignacio, María en los padres griegos, CELAM, México, 1993.
IGLESIAS Ángel Luis, Reina y Madre, grandes temas marianos, vol. I, Covarrubias, Madrid,
1988.
LEAL Juan et al,. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento Vol. II: Hechos de los apóstoles y
cartas de S. Pablo, BAC, Madrid, 1965.
MARIN Hilario, Doctrina pontificia IV. Documentos marianos, BAC, Madrid, 1954.
MARTIN José, ROVIRA José María, MALDONADO Luis, La Palabra de Dios, hoy, PPC,
Salamanca, 1974.
PIZARIELLO Esther, Amigos de Dios y de los hombres, Claretiana, Buenos Aires, 1984.
PONS Guillermo, Textos marianos de los primeros siglos, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1994.
RUIZ Gustavo y VEGA Alberto, Curso de Teología. La Santísima Virgen María, Minos,
México, 1992.
79
WALTER Eugen,El Nuevo Testamento y su mensaje. Primera carta a los Corintios,Herder,
Barcelona, 1977.
VOCES DE DICCIONARIOS
INTERNET
http://augustinus.it/
http://es.wikipedia.org/wiki/Carta_enciclica.
http://escrituras.tripod.com/Textos/ProtEvSantiago.htm
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_pro
_20051996_sp.html.
80
ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN 4
INTRODUCCIÓN 5
1.1 LA MARIOLOGÍA COMO CIENCIA TEOLÓGICA 6
1.1.1 La teología: tratado sobre la fe 6
1.1.2 La teología dogmática 8
1.2 LA MARIOLOGÍA COMO TRATADO DOGMÁTICO 11
1.2.1 La mariología y su relación con otras disciplinas teológicas 12
1.2.2 Los dogmas marianos 15
1.2.2.1 La Maternidad divina de María 15
1.2.2.2 La Virginidad perpetua de María 16
1.2.2.3 La Inmaculada Concepción de María 18
1.2.2.4 La Asunción de María 21
1.3 LA MARIOLOGÍA EN EL DIÁLOGO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO 22
INTRODUCCIÓN 27
2.1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS 28
2.2 TEXTOS APÓCRIFOS SOBRE LA ASUNCIÓN DE MARÍA 30
2.3. REFERENCIAS BÍBLICAS 32
2.4. REFERENCIAS PATRÍSTICAS 36
2.5. REFERENCIAS EN LA EDAD MEDIA 46
81
CAPÍTULO III. ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
MUNIFICENTISSIMUS DEUS DE SS PÍO XII
INTRODUCCIÓN 49
3.1. ANTROPOLOGÍA CRISTIANA 51
3.2. LA REDENCIÓN EN MARÍA 52
3.2.1. La predestinación 52
3.2.2. La Inmaculada Concepción 54
3.2.3. La muerte de María 57
3.3. ESCATOLOGÍA 59
3.3.1. La resurrección de los muertos 59
3.3.2. El cielo y la gloria 61
3.3.3. El término asunción 63
3.4. ECLESIOLOGÍA 63
3.5. LITURGIA 66
3.6. TEOLOGÍA PASTORAL 68
3.7. TEOLOGÍA ESPIRITUAL 70
CONCLUSIONES 73
BIBLIOGRAFÍA 78
ÍNDICE GENERAL 81
82