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Renzo Cavani
Vitor de Paula Ramos
(Coordinadores)
Prueba y
proceso judicial
Presentación de
Daniel Mitidiero
Prólogo de
Eugenia Ariano Deho
INSTITUTO
PACÍFICO
Coordinadores
Renzo Cavani
Vitor de Paula Ramos
Copyright 2015
© Instituto Pacífico S.A.C.
ISBN : 978-612-4265-05-1
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú N° : 2015-01390
Impresión a cargo de:
Pacífico Editores S.A.C.
Jr. Castrovirreyna N° 224 - Breña
Central: 330-3642
Danilo Knijnik
Sumario
1. La importancia del derecho probatorio.- 2. La prohibición de restricciones ocultas
para la garantía del acceso útil al Poder Judicial.- 3. La aplicación no conforme a la
Constitución Federal del art. 333º del CPC.- 4. La dinamización de la carga proba-
toria.- 5. La legitimidad de la teoría de la carga dinámica ante el derecho brasileño.-
6. La doctrina del sentido común.- 7. Conclusiones.- 8. Bibliografía.
14 Dall’Agnol Jr., Antonio Janyr. “Distribuição dos ônus probatórios”. In Revista dos Tri-
bunais, p. 93; en uno de los más bellos y precursores estudios respecto del asunto en el
derecho brasileño.
15 Múrias, Pedro Ferreira. Por uma distribuição fundamentada do ônus da prova, p. 51.
16 Las llamadas convenciones o contratos probatorios vienen a ser “estipulaciones rela-
tivas a las pruebas, autorizando o interdictando ciertos médios de pruebas (incluidas las
presunciones), tasándoles el valor, alterando el formalismo procesal aplicable, invirtiendo o
atenuando la carga probatoria” (Andrade, Manuel. Noções elementares de processo civil,
p. 212), variando de ordenamiento para ordenamiento su admisibilidad. En Brasil dichos
contratos están permitidos. Sobre el tema, cfr. Rangel, Rui Manuel Freitas. O ônus da prova no
processo civil, pp. 177 ss.
17 Art. 333º, inciso II, CPC.
18 Dall’Agnol Jr., Antonio Janyr. “Distribuição dos ônus probatórios”. In Revista dos Tribunais, p. 95.
ción de las reglas consagradas en el caput del art. 333º CPC también puede
llevar a la situación considerada por su párrafo único, inciso II.
Se coloca en debate, así, el problema de saber si la regla establecida
en el inciso I del párrafo único del art. 333º CPC (mitigación de la carga de la
prueba frente a la probatio diabolica) es también aplicable a las hipótesis de
los incisos I y II de su caput (reglas legales de la carga probatoria).
19 Se cree que “la acción publiciana fue usada para proteger a las personas que satisfacían
todos los requerimientos de la usucapión, excepto el relativo al paso completo del tiempo”,
buscándose precisamente apartar una probatio diabolica en lo que respecta al sucesor en la
posesión (cfr. Nichols, Douglas. “The publician Action”. In Tulane Law Review, pp. 2 ss.).
20 Rosenberg, Leo. La carga de la prueba, p. 86.
21 Ibídem, ídem.
22 Dinamarco, Cândido Rangel. A instrumentalidade do processo, p. 224.
23 Torres, Carlos Bernardo Medina. Pruebas en derecho comercial, 3.ª ed., p. 26.
24 Sobre el tema, cfr. Mattos, Sérgio Luís Wetzel de. Da iniciativa probatória do juiz no pro-
cesso civil, pp. 92 ss.
25 White, Inés Lépori. “Cargas probatorias dinámicas”. In: Cargas probatorias dinámicas, pp.
60 ss.
26 Rambaldo, Juan Alberto. “Cargas probatórias dinâmicas; un giro epistemológico”. In Car-
gas probatorias dinámicas, pp. 33 ss.
27 Aún persiste controvertida la cuestión de saber se rige, en el proceso civil, un propio y
verdadero deber general de verdad: “la cuestión del deber de decir la verdad (también mu-
chas veces designada por la forma negativa de prohibición de falsas alegaciones) es de
las materias más discutidas en la ciencia procesalista”, siendo “innumerables los estudios
y las investigaciones que en la doctrina extranjera abordan el tema del deber de decir la
verdad” (Soares, Luso. A responsabilidade processual civil, p. 169). Sin embargo, parece
cierto que el derecho brasileño tiende a configurar, en su límite máximo, la existencia del
deber de colaboración y revelación de la verdad (art. 14°, inciso I, CPC). Otrosí, no se
puede desconocer, como bien lo nota Carlos Alberto Alvaro de Oliveira, que, en el pro-
ceso contemporáneo “se recupera así el valor esencial del diálogo judicial en la formación
del juicio, fruto de la colaboración y cooperación de las partes con el órgano judicial y de
este con las partes, según las reglas formales del proceso” (“A garantia do contraditório”.
In Garantias constitucionais do processo civil, p. 137).
dad de las partes en bases materiales. Sobre ello, Inês Lépori White enseña
que, “muchas veces, este ideal [de igualdad] no se alcanza cuando las partes
que son beneficiadas por él no se encuentran en igualdad de condiciones”,28
es por ello que “la aplicación de la doctrina en examen presupone una situa-
ción de desigualdad. Desigualdad que (…) deber ser trascendente en relación
a las posibilidades probatorias. Una parte se posiciona con un poder dominan-
te de presentación de pruebas frente a otra que, siendo inferior, está impedida
de producirla”,29 como, por ejemplo, se da con los errores quirúrgicos, en los
que el paciente está, inclusive, anestesiado en el curso de los acontecimien-
tos después introducidos en el proceso.30-31
Otra orden de fundamentación radica en los deberes de lealtad y cola-
boración de las partes, o sea, en el “deber que las partes tienen de conducirse
con lealtad en el proceso, probidad y buena fe, en el deber de colaborar entre
sí para desentrañar la verdad de los hechos y en el deber de cooperación para
con el órgano jurisdiccional, para averiguar cómo ocurrieron los hechos para
que el juez pueda dictar una sentencia justa”,32 observándose, es claro, que
nadie puede ser compelido a producir prueba contra sí.33
28 White, Inés Lépori. “Cargas probatorias dinámicas”. In Cargas probatorias dinámicas, p. 65.
29 Barberio, Sergio José. “Cargas probatorias dinámicas: ¿qué debe probar el que no pue-
de probar?”. In Cargas probatórias dinámicas, p. 105.
30 Pero la teoría también puede recoger otras situaciones derivadas del comportamiento ex-
traprocesal de las partes. En ese sentido, piénsese en la demanda presentada en el último
día del plazo prescriptivo, en situación de venire contra factum proprium, cuando, para
el demandado, sean inalcanzables las pruebas otrora disponibles. En ese caso, parece
legítimo redistribuir la carga, a partir de la imposibilidad impuesta al demandante ante el
comportamiento de la otra parte.
31 Así, por ejemplo, el Superior Tribunal de Justicia (STJ) decidió: “Responsabilidad civil. Médico.
Clínica. Culpa. Prueba. No viola la regla sobre la prueba la decisión de segundo grado que,
además de aceptar implícitamente el principio de la carga dinámica de la prueba, examina el
conjunto probatorio y concluye por la comprobación de la culpa de los demandados (…).
Inexistencia de ofensa a la ley y divergencia no demostrada. Recurso especial no conoci-
do” (REsp 69.309/SC, Rel. Ministro Ruy Rosado de Aguiar, 4.ª Sala del STJ).
32 Airasca, Ivana María. “Reflexiones sobre la doctrina de las cargas probatorias dinámi-
cas”. In Cargas probatórias dinámicas, p. 141.
33 En ese sentido, Luso Soares (A responsabilidade processual civil, p. 169) indaga: “pero
¿será que la exigencia de la verdad puede ir al punto de colocar a alguien a alegar contra sí
mismo? ¿Perdieron significado los brocardos nemo tenetur edera contra se y nemo tenetur se
detegere u otros semejantes?”. Respondiendo, asevera el tratadista portugués: “aún hoy exis-
ten sectores doctrinales que defienden la actualidad del principio de que nadie es obligado a
articular la verdad contra sí mismo –por ejemplo, Jaeger, Bellavista, Alsina. Pero la tesis pare-
ce no sustentarse. Estoy, efectivamente, con Castillo y Gómez, en cuanto afirma que la lógica
del sistema procesal impone un amplio (yo diría casi pleno) deber de verdad. La conclusión
es, por cierto, para nosotros, muchísimo más clara frente a los n. 3 de los arts. 264º y 456º del
Código de Proceso Civil: el litigante tiene que decir la verdad, aún cuando ella sea contra
sí mismo”. Luso Soares informa, por otro lado, que la jurisprudencia del Supremo Tribu-
nal de Justicia portugués reconocería dicho deber, con excepción apenas de los casos en
que la parte admitiría un hecho torpe, el cual, siendo tal, no tendría por qué ser confesado.
Así, “se condena como litigante de mala fe el investigado que negó las relaciones con la madre
de la investigada, que vinieron a probarse”, decidió aquella Corte. En ese sentido, por ejemplo,
decidió el Tribunal de Justicia de Rio Grande do Sul (TJRS), en la Ap. N. 70009824251, Rel.
Des. Luis Felipe Brasil Santos, 7ª Cámara Civil, que “la conducta del investigado que se niega
a realizar el examen pericial, sabiendo de la relevancia de ese medio de prueba para el des-
cubrimiento de la verdad, y que, después, viene a invocar en su favor la deficiencia probatoria,
está caracterizando una deslealtad procesal que es tipificada como mala fe, pues a nadie le
es lícito beneficiarse de su propia torpeza”.
34 Alvaro de Oliveira, Carlos Alberto. Do formalismo no processo civil, p. 66.
35 Cortés, Julio César Galán. Responsabilidad civil médica, p. 131.
36 Con base en el favor probationis, véase el Ag. n. 70013615687, 14ª Cámara Civil del
TJRS, Rel. Des. Isabel de Borba Lucas, verbis: “La institución financiera está obligada a la
exhibición del contrato celebrado entre las partes, así como los recibos relativos a la relación
contractual sub judice, ante el principio de la carga dinámica de la prueba. Exégesis de los
artículos 6º, VIII, del CDC, 355º y 381º del CPC”. En el mismo sentido: Ap. Civ., n. 599306537,
Rel. Des. Mara Larsen Chechi, 9ª Cámara Civil del TJRS: “(…) Principio de la carga dinámica
de la prueba. En las relaciones médico-paciente es normalmente el médico quien dispone de
una mayor y de mejores datos sobre el hecho, de allí su deber procesal de llevarlos al proceso,
haciendo la prueba de la corrección de su comportamiento (…)”; Ap. Civ. n. 70005145578,
Rel. Des. Adão Cassiano, 9ª Cámara Civil del TJRS: “(...) Independientemente de la inver-
sión de la carga de la prueba con base en el CDC, se debe aplicar naturalmente el princi-
pio procesal de la carga dinámica de la prueba, de modo a imputar la carga respectiva a
aquel que está en mejores condiciones de realizar la prueba (…)”.
37 En ese orden de ideas, la teoría de la carga dinámica de la prueba se combina con el fun-
damento normalmente adoptado para atribuir, al juez, iniciativas probatorias que en rigor no se
condirían con la aplicación estática del art. 333º del CPC. Si se puede afirmar que “la iniciativa
probatoria del magistrado, en busca de la verdad real, con realización de pruebas de oficio,
es amplísima, porque es hecha en el interés público de efectividad de la justicia” (AgRg en el
REsp 738.576/DF, Rel. Ministra Nancy Andrighi, 3ª Sala del STJ), lo mismo se podría decir en
lo relativo a la carga de producir prueba a ser atribuido, en el proceso, por el juez.
38 Barberio, Sergio José. “Cargas probatorias dinámicas: ¿qué debe probar el que no pue-
de probar?”. In Cargas probatorias dinámicas, p. 101.
39 Ibídem, p. 104.
40 Rangel, Rui Manuel de Freitas. O ônus da prova no processo civil, pp. 182 ss.
41 En lo que se refiere a la prueba documental, el art. 359º, inciso I, CPC, determina que “el juez
admitirá como verdaderos los hechos que por medio de documento o de la cosa, la parte pre-
tendía probar (I) si el requerido no efectuase la exhibición ni hiciese ninguna declaración en el
plazo del art. 357”, de allí porque ya se decidió que “eventual extravío o incineración de parte
de los documentos autoriza el reconocimiento de la incidencia del art. 359º, I, CPC” (Ap. Civ.
n. 70010648103, Rel. Des. Alexandre Mussoi Moreira, 17ª Cámara Civel del TJRS).
42 En ese sentido, Lopes do Rêgo, apud Rangel, Rui Manuel de Freitas. O ônus da prova
no processo civil, p. 184.
Pontes de Miranda: “siempre que se tenga que investigar la culpa del profesional, deben
ser oídos profesionales. Solo la atenta consideración de las normas técnicas, que deben ser
cumplidas por ellos, puede, en la mayoría de los casos, esclarecer las circunstancias en todo
su delicado significado” (Tratado de direito privado, vol. 54, p. 28), y ello porque “la regla téc-
nica crea situaciones que el análisis de las relaciones induce reglas jurídicas. Podemos decir
que las profesiones generan a cada momento, con las invenciones, los enunciados de cautela
profesional, de pericia ejecutoria, de previsión, elementos de las reglas jurídicas latentes:
cuando se tiene que verificar la culpa, tales emanaciones espontáneas de la vida y de la
evolución industrial aparecen como subsuelo del derecho” (Ibídem, p. 116).
52 Ap. 70005125430, Rel. Des. Clarindo Favretto, 5ª Cámara Civil do TJRS.
53 En ese sentido, vale citar el voto vencido, proferido por la ilustre Des. Marga Inge Barth
Tessler en los EIAC n. 199904010712170, 2ª Sección del Tribunal Regional Federal de la
4ª Región. Se discutía la configuración de la culpa de un piloto en la realización de una
maniobra evasiva en razón de una falla de la aeronave. La mayoría del Tribunal empleó
la doctrina del sentido común, atribuyendo la caída de la aeronave a la falla del motor. Sin
embargo, el voto vencido llamó la atención sobre la imposibilidad de emplearse el sentido
común: “no tenemos ese sentido práctico aeronáutico, pues la conducción de un avión
exige un conocimiento y un adiestramiento mucho mayor y específico. Se trata del sentido
común práctico de los aeronautas, porque una falla no causa siempre una caída del avión,
así como una falla de un automóvil no es causa necesaria de un accidente. Reconozco
que la falla de un automóvil no es causa necesaria de un accidente. Reconozco que la falla
puede ser clasificada como un fortuito interno, es un riesgo que está siempre presente.
Ningún aeronauta, como ningún conductor, puede ignorar la posibilidad de una falla. Solo
que ella debe conducir el vehículo de modo a no causar un siniestro, a no colisionar en la
ocurrencia de una falla del motor. Ese es el sentido práctico común al dirigir un automóvil.
Sé que si estuviese en exceso de velocidad y una llanta se revienta, no conseguiría man-
tener el control del vehículo. Eso me dice que existen reglas de conducción de aeronaves
y que estas nos deben ser bien explicadas para que podamos entender perfectamente lo
que ocurrió (…). A mi modo ver, este proceso debe bajar para hacerse la pericia”.
54 En esos términos, Dinamarco, Cândido Rangel. Instituições de direito processual civil,
vol. III, 3.ª ed, p. 122, señala que “es indispensable la prueba técnica cuando el hecho
dependiese de conocimientos especializados y más profundos, como el propio art. 335
observa y el art. 145 exige”.
55 King, Joseph. The Law of medical Malpractice, p. 110.
56 Las common knowledge situations indican circunstancias en las que “la culpa es com-
prensible para el hombre común, sin la indicación de una prueba técnica”, que podría, por
tanto, ser dispensada. El juez “está autorizado a basarse en su conocimiento común para
evaluar la conducta del demandado”.
57 Ibídem, p. 112.
58 En ese sentido, en Laws v. Harter, 534, S. W., 2d., según el cual el olvido de un objeto en
el cuerpo del paciente se constituye en prueba de la culpa per se.
59 Boumil, Marcia. The Law of medical Malpractice, p. 44.
60 King, Joseph. The Law of medical Malpractice, p. 113.
61 Boumil, Marcia. The Law of medical Malpractice, p. 46.
62 Correspondió a Stein, en una obra de 1893, enunciar el concepto, consagrado como
verdadera norma de sobrederecho procesal por el CPC. Siguiendo las consideraciones
del citado autor, el juez, en todos los casos, se depara con afirmaciones respecto de un
hecho en relación al cual se impone un juicio, una reflexión. Inclusive el testigo más con-
fiable exige del juez la formulación de una estructura de raciocinio en donde una máxima
de la experiencia es aplicada. De ahí que Stein diga que los juicios fácticos son siempre
el resultado de una conclusión que nunca puede faltar, conclusión que se vale de pre-
misas mayores (p. ej., el testigo probo dice la verdad; ese testigo dice “x”; por tanto, “x”
ocurrió). Esas premisas son máximas de experiencia, en su mayoría, tesis hipotéticas que
expresan lo que es esperable ante ciertas ocurrencias; previsiones, a las que se llega por
la inducción de innumerables casos particulares, pero que no se vinculan a ningún caso
en especial. A decir del autor, “son definiciones o juicios hipotéticos de contenido general,
desvinculados de los casos individuales decididos en el proceso, procedentes de la expe-
7. Conclusiones
En conclusión, la doctrina de la carga dinámica es legítima ante el dere-
cho brasileño en los casos en que la aplicación estática del art. 333º, incisos I
y II, CPC, se revele desconforme frente a la Constitución Federal, acarreando
la inutilidad de la acción judicial y la prohibición oculta de acceso efectivo al
Poder Judicial. Ocurriendo ello, debe aplicarse al caput del art. 333º, CPC, su
párrafo único, inciso II, dinamizando, por tanto, la carga probatoria.
Son presupuestos para su aplicación que la incidencia de la carga es-
tática redunde en una probatio diabolica, estando el litigante estáticamente
no afectado por la carga en una posición privilegiada en cuanto al episodio
controvertido, sea por detentar conocimiento especial, sea por detentar las
pruebas relevantes. Asimismo, la dinamización podrá tener lugar si la prueba
se vuelva inaccesible para la parte con la carga estática, sea por fuerza de
riencia e independientes de los casos particulares que fueron observados y que aspiraban
a tener validez para otros nuevos casos” (Stein, Friedrich. El conocimiento privado del
juez, p. 22).
63 Carpenter, Charles. “The Doctrine of res ipsa loquitur”. In The University of Chicago Law
Review, p. 519.
64 Ibídem, ídem, p. 520. El autor también menciona como presupuesto de la teoría de la
inexistencia de una acción voluntaria del demandado, tendiente a causar el daño, porque,
lógicamente, en ese caso, estará probado inclusive el dolo.
65 REsp. n. 196.306/SP, Rel. Min. Fernando Gonçalves, 4ª Sala del STJ.
una conducta culposa, sea por violación de los deberes de colaboración por
la parte adversa.
La teoría tiene por límite la configuración de una probatio diabolica rever-
tida, siendo que, desde el punto de vista formal, exige decisión previa y funda-
mentada, facultándose la producción de la prueba a la luz de ese presupuesto
para cautelar a las partes de los peligros inherentes a su aplicación y como un
postulado de seguridad jurídica.
Asimismo, no debe confundirse la teoría de la carga dinámica con la doc-
trina del sentido común. Mientras que la primera opera en el plano del art. 333º,
caput, CPC, la segunda trabaja en el ámbito de los arts. 131º y 335º del mismo
Código, o sea, directamente en el plano de la valoración de las pruebas.
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