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Sobre un antiguo emplazamiento prerromano, tal vez de origen celta, se situó la

primera infraestructura urbana de la ciudad romana de Segovia, siguiendo la


forma habitual de un asentamiento militar, sobre la calzada que luego uniría
Mérida y Zaragoza, y ante el lugar que actualmente ocupa el edificio del Alcázar.
Situada en el escalón somontano de Guadarrama, en la orilla izquierda del río
Eresma, su importancia estratégica explica la antigüedad de su población, que
data de época de los íberos, que la utilizaron como plaza militar con la misión de
controlar el acceso al valle del Duero.
De los tiempos de ocupación romana, el único resto que hay, y uno de los
más importantes legados del Imperio Romano en la Península, es el
acueducto de Segovia. Esta importantísima obra arquitectónica fue levantada
por los romanos, según algunos historiadores (entre ellos Menéndez Pidal), en
tiempos de Augusto; otros piensan que se edificó en la segunda mitad del siglo I,
en época de Claudio; por último hay quien opina que su construcción se puede
incluir dentro de las obras realizadas en Hispania por mandato del emperador
Trajano. Últimos estudios sitúan la fecha de construcción del Acueducto de
Segovia en el siglo II de nuestra era, a partir de los años 112 y 116, se
produjo o bien al final del gobierno de Trajano, o en el gobierno de Adriano.
Sea como fuere, la construcción del acueducto implicó la creación de una obra
ciclópea urbana que se integra en su marco natural adaptándose rítmicamente al
terreno, y que confiere al paisaje urbano una grandiosidad y monumentalidad
indescriptibles. Su función era la de llevar agua desde el río Acebeda hasta la
parte alta de la ciudad, salvando el Vado de los Clamores y culminando en la
Plaza del Azoguejo, con veintinueve metros de altura, recogiendo agua de una
presa que distaba unos trece kilómetros.

Construcción del Acueducto de Segovia


Medidas y arquitectura del acueducto de Segovia
El acueducto de Segovia tiene una longitud de unos 728 metros y una altura
máxima de 28,5 metros, a los que hay que añadir cerca de seis metros de
cimientos en el tramo principal. Consta de una doble arquería, la inferior
formada por 119 arcos de medio punto de diferente luz, dependiendo del tramo y
las adaptaciones al perfil del terreno, y la superior, de 44 arcos que constituyen el
núcleo central del acueducto. En su estructura longitudinal se distinguen cuatro
tramos a partir del desarenador o decantador de las aguas: la primera alineación
está formada por seis arcos de medio punto de tosca construcción y una altura
creciente que llega hasta los dos metros y medio en la parte superior. Sobre una
cornisa que se apoya en las claves de los arcos aparece el ático de manipostería,
que contiene el canal conductor del agua, que se mantiene en toda la obra con
una sección en forma de U. La segunda alineación está formada por veinticinco
arcadas que, en gran parte, fue reconstruida en época de los Reyes Católicos; la
tercera tiene un total de 44 arcadas, de las que están reformadas las 1 ó primeras.
El último tramo corresponde a la zona principal del acueducto y está formado por
44 arcadas superpuestas en dos pisos, salvo las dos de los extremos. En el piso
superior los arcos tienen una luz de unos cinco metros, algo mayor que los arcos
inferiores, y los pilares son de menor altura y grosor. Este piso se remata con el
ático por donde discurre el canal, adaptándose el piso inferior a los desniveles del
terreno. Aquí, los arcos tienen una luz que oscila alrededor de los cinco metros, y
los pilares disminuyen su grosor de manera escalonada, de abajo a arriba: en la
coronación hay una sección de dimensiones medias (1,80 x 2,50 m), mientras que
en la base estas aumentan (2,40 x 3 m).
Para su construcción se utilizó piedra berroqueña, granito de grano gordo y color
cárdeno, siendo los sillares tallados a propósito para el lugar que ocupan,
labrados de forma tosca, unidos sin ningún tipo de argamasa y colocados a hueso.

Acueducto de Segovia, Canal de agua


El acueducto de Segovia como monumento
Se cuentan sobre el Acueducto de Segovia dos leyendas. La primera dice que
fue Hércules Egipcio quien lo levantó con sus propias manos. La segunda
cuenta que el diablo fue su constructor, para así comprar el alma de una
joven que cruzaba diariamente la vaguada. Pero la virgen se interpuso,
aprovechándose finalmente de la obra. Irritado por la derrota, el diablo
confundiría a todos aquellos que intentaran contar el número de sus arcos. En
recuerdo de estas dos leyendas, podemos encontrar dos imágenes escultóricas a
lo largo del acueducto. Desde el punto de vista monumental, los romanos crearon
una estética particular a partir de la combinación del muro con el hueco. Esta
asociación crea una imagen que fue fundamento de la utilizada en puentes y otras
construcciones del Imperio en la que se equilibran el arco y el dintel, lo dinámico
y lo estático, la idea de macizo y vano, de claro y oscuro que tan fructífera será
para las culturas futuras.
El magnífico monumento se ha mantenido en buen estado de conservación, sin
grandes transformaciones, debido en cierto modo a la sobrecogedora y misteriosa
grandeza de la estructura, que impone respeto, y al hecho de que aún en nuestros
días, continúa ejerciendo su función original.
La primera gran obra de reconstrucción debió realizarse, en tiempos de los Reyes
Católicos: el prior del monasterio de los Jerónimos del Parral, don Pedro de
Mesa, fue encargado de administrar las obras de reconstrucción entre los años
1484 al 1489, cuando se reedificaron 36 arcos respetando al máximo la obra
original, aunque algunos arcos tienen una leve tendencia a la forma apuntada y
una labra menos tosca que la de los sillares romanos. En el siglo XVI se reponen
en los nichos del pilar central las estatuas de la patrono de Segovia, la Virgen de
la Fuencisla, y de San Sebastián.
En el año 1985 el acueducto fue declarado Patrimonio de la Humanidad,
debido a que es una de las más grandiosas obras de ingeniería hidráulica del
Imperio Romano. Pero en la actualidad el estado de deterioro de la piedra
debido a la contaminación atmosférica ha sido tan alarmante que el Estado, con
la ayuda de otros organismos nacionales e internacionales, ha tenido que
protegerlo mediante un minucioso proceso de restauración.

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