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El ruiseñor aceptó el sacrificio. Y luego voló por el jardín y ahí vio al joven que
permanecía llorando sobre el césped. Y le dijo Sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con
notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón, solo te
pido que seas un verdadero enamorado, él joven estudiante lo escuchó y no comprendió,
y se dijo el ruiseñor comprenderá los sentimientos, me temo que no y entró a su
habitación.
El árbol que lo entendió todo, le pidió al ruiseñor que le cantase su última canción,
y el ruiseñor cantó su última canción. Cuando la luna alumbraba el ruiseñor voló desde
su árbol al rosal y apoyo su pecho sobre las espinas y empezó a cantar, en lo más alto
del rosal apareció una rosa pálida; apriétate más le dijo el rosal, y el ruiseñor se apretó
más, y empezó a enrojecer la rosa; pero no era suficiente, las espinas no habían llegado
al corazón del ruiseñor. Apriétate más le volvió a decir el rosal, o amanecerá antes de
terminar de hacer la rosa. Y el ruiseñor se aprieto más, hasta llegar las espinas a su
corazón y cuanto mayor era su dolor, más fuerte cantaba y lentamente moría y la rosa
enrojeció como la rosa de bengala.
Al día siguiente, al mediodía el joven abrió su ventana y vio una rosa roja que
jamás en su vida había visto, lo cogió y se lo llevó a su amada; ésta la despreció porque
solo era una simple rosa y no tenía valor, como el regalo de joyas que le regalo el sobrino
del chambelán. Él joven le dijo ingrata, arrojó la rosa en un arroyo y un pesado carro lo
aplastó, y se regresó a su casa, y cogiendo un libro se puso a leer.
El gesto del ruiseñor fue olvidado, con una frialdad total, y mucho peor fue
infravalorado.