Vous êtes sur la page 1sur 26

FACULTAD DE FILOSOFÍA

LA CRÍTICA DE ANTONIO NEGRI Y MICHAEL


HARDT A LA TEORÍA DE LA JUSTICIA DE JOHN
RAWLS

* Filosofa egresada de la Universidad Nacional de Colombia, Magistra en Estudiós Politicos de la Pontifica Universidad
Javeriana. Docente investigadora de la Facultad de Filosofia de la Universidad Libre.

97
UNIVERSIDAD LIBRE

“Existe siempre un punto en el que la decisión de lo nuevo y de lo fuerte irrumpe: ¡qué placer abandonar las filiaciones
de lo moderno, con los Rawls y los Habermas…! Qué entusiasmo reconocer con Maquiavelo (y todos los demás que
la lucha de clases, mutatis mutandis, gobernaba el pensamiento”1.

INTRODUCCIÓN

Actualmente la filosofía política de Antonio Negri y Michael Hardt se constituye en un


lugar común para aquellos que tienen la intención de explicar y comprender las vicisi-
tudes teóricas que en el marco de lo posmoderno se sugieren necesarias, requisito in-
soslayable para resignificar en el s. XXI la política, el trabajo, la subjetividad, lo social, lo
público, la soberanía, la democracia, el derecho, etc.; tratándose, entonces, de la puesta
en escena de una racionalidad que puede calificarse de subversiva, pues ofrece desde
el deconstructivismo y el constructivismo, herramientas metodológicas empleadas por
los pensadores en cuestión, la posibilidad de, siguiendo las propias palabras que utiliza
Antonio Negri al presentar su obra la fábrica de porcelana, establecer una nueva
gramática de la política2.
Negri y Hardt en su análisis asumen la metodología del materialismo histórico, por lo
que el conflicto social y la crisis que concurren en los procesos de producción del capi-
talismo son los factores que llevan a su diagnóstico de la justicia social en la sociedad
contemporánea, corporación en la que el fordismo y el posfordismo, el trabajo material
e inmaterial, son factores que revelan, según ellos, desde finales del siglo XX, exacta-
mente, a partir de los movimientos sociales que hacia 1980 se empiezan a dar en el
mundo y que tuvieron en las movilizaciones de 1968 su derrotero. Esta es la vía que
utilizan para asignar valores sociales a la situación del mundo actual, que registran como
posmoderna, lo que sigilosamente los lleva a determinar que seguramente el examen en
el campo político debe generar categorías diferentes a las plenamente aceptadas por la
modernidad, pilares que la Teoría de la Justicia de John Rawls incluye y que han tenido
un alto impacto en la filosofía política y el derecho, como es la temática del contrato
social, del formalismo, etc.
Surgen varias preguntas: ¿la filosofía política está obligada a generar otro engranaje
teórico, conceptual en razón a los procesos contemporáneos que la globalización ha ins-
taurado como senda para el pensamiento llamado por algunos posmoderno?, ¿cuáles
son los elementos que determinan en el campo de la filosofía política la distinción clara,
lo suficientemente consistente, de lo posmoderno frente a lo moderno?, ¿qué relación
se puede establecer entre los análisis de Negri y Hardt con la propuesta de John Rawls?
Las posibles respuestas a las inquietudes requieren que se asuma el riesgo,
dentro de tantos, que genera el ejercicio deconstructivo de pensar, como lo
proponen Negri y Hardt, con el miramiento de lo inmanente al orden político
actual dejando a la zaga el dictamen trascendente desde el cual la modernidad

1 NEGRI, Antonio. Guías cinco lecciones en torno a imperio. Barcelona: Paidós, 2005, p. 23.
2 NEGRI, Antonio. La fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política. Barcelona: Paidós, 2008.

98
FACULTAD DE FILOSOFÍA

Negri y Hardt sitúan la teoría de Rawls y que para el caso requiere que se so-

Así pues, el objetivo de este capítulo es el de presentar al público los aspectos más
relevantes del análisis crítico que despliegan Antonio Negri y Michael Hardt en su obra
el trabajo de Dionisos, capítulo II, a la Teoría de la Justicia de John Rawls, publicada en
1971. Para el caso, como se verá a lo largo de la exposición, el elemento teórico articu-
lador del análisis en cuestión serán los conceptos de inmanencia, trascendencia y subje-
tividad circunscritos al campo de la filosofía política a tono con la ontología encarnada.
La exposición de este capítulo se constituye en un recurso valioso para el lector que esté
interesado en asumir los trazos fundamentales de un pensamiento, el de Rawls, desde
la mirada crítica de Antonio Negri y Michael Hardt, con lo que se abona al esfuerzo de
retener las categorías modernas que tradicionalmente han sido la fuente de la reflexión
política, a la vez que revisa si es posible abrir un esquema teórico que asuma otras cate-
gorías para la filosofía política vinculada al contexto lo posmoderno.
El orden de exposición del presente capítulo está dado en razón a: una primera parte
titula “propedéutica conceptual”, un segundo aparte enunciado como “revisión crítica
de la Teoría de la Justicia”, y las conclusiones finales.
En el aparte de la “propedéutica conceptual” se relacionan los elementos teóricos de
fondo que dan forma a la crítica que hacen Antonio Negri y Michael Hardt a la teoría
de la justicia de John Rawls, como apelan al marco metodológico deconstructivista la
relación de la ontología con la política es fundamental para ubicar el lugar preponde-
rante que tiene la noción de subjetividad dentro del giro inmanente que la ontología
encarnada o roja defiende en relación con una ontología gris, que es la adjudicada al
pensamiento moderno en el que se vincula la teoría de John Rawls.
En la parte de la “revisión crítica de la Teoría de la Justicia” se presentan los propios
elementos teóricos que Rawls propone en su Teoría de la Justicia, nociones que son
contextualizadas de acuerdo a las observaciones críticas que hace Antonio Negri y Mi-
chael Hardt de la propuesta. Para ello se reconoce la teoría de tipo político que Rawls
está considerando, así como la circularidad argumentativa que lleva a afirmar el carácter
trascendente en el campo ontológico que su teoría formaliza atendiendo a la exposición
de corte hipotético de la propuesta rawlsiana; también se revisa el análisis que hace
Rawls de las revoluciones Francesa y de los Estados Unidos para confirmar plenamente
el proceso por el que se da una la desviación ontológica por la que la huella ontológica
de la subjetividad, de la producción de las fuerzas sociales se anula, situación que se
hace patente en la problemática que suscita la conjunción de los principios de justicia en
la idea de un Estado de bienestar, reflexión con la que se cierra este aparte.
Ya en las conclusiones se puntualizan los aspectos relevantes de la exposición de los
apartes anteriores, despliegue que se hace centrando los aspectos fundamentales de
los conceptos que se abordaron anteriormente reconociendo las características de lo
trascendente y lo inmanente bajo las formas de lo “Uno” en contraposición a lo “múlti-
ple” que configuran el constitucionalismo y el trabajo vivo respectivamente; dos pilares

99
UNIVERSIDAD LIBRE

contrapuestos en la medida en que el primero obedece al formalismo moderno en el


que Rawls se afirma, y el segundo referido a la subversión del pensamiento posmoderno
en el que se inscriben Antonio Negri y Michael. Hardt.

PROPEDÉUTICA CONCEPTUAL
Existe la posibilidad de que se piense que es inadecuado acercar dos discursos que, en
principio, parecen inconmensurables: por un lado, Antonio Negri y Michael Hardt asu-
men un comunismo que toma la forma de la multitud3 como contrapoder del imperio4,
dando sentido a la democracia absoluta que el pensamiento posmoderno radicaliza; por
el otro, John Rawls esgrime las fuentes de un constructivismo, un contractualismo y un
formalismo con los que sustenta los ejes de una justicia social que asume un liberalismo
dentro de un modelo de democracia coherente con el sistema teórico moderno.
Sin embargo, la disparidad entre las dos posturas, la de Negri y Hardt y la de John Rawls,
son un elemento de contrastación entre lo moderno y lo posmoderno que permite
identificar y entender lo propio de los conceptos y posturas de cada teoría respecto a
diversos tópicos; a su vez, el agenciamiento de la contrastación teórica de las partes
lleva al punto de encuentro entre las mismas en temas como la libertad, la igualdad y
de la justicia social, factores centrípetos de los discursos académicos respectivamente.

En este aparte se sientan las bases sobre las que debe entenderse el análisis que ade-
lantan Negri y Hardt de la Teoría de la Justicia de Rawls; básicamente se relacionan
aspectos ontológicos, lineamientos que la observancia posmoderna reconoce que no
están presentes en las teorías de la tradición moderna contemporánea, caso de Rawls;
adicionalmente, el siguiente recorrido precisa el deconstructivismo como la base meto-
dológica sobre la que se hacen las observaciones a la teoría de Rawls.

LA VÍA DECONSTRUCTIVA
Los imperativos conceptuales adscritos al tema de lo posmoderno y la posmodernidad,
no los ofrece John Rawls, sin embargo, asumiendo el impacto que ha tenido su obra
Teoría de la Justicia en el mundo contemporáneo, Antonio Negri y Michael Hardt con-
sideran que es necesario revisar algunos elementos de su teoría, para ello los referentes
metodológicos apropiados son la deconstrucción y la construcción5; así, se entiende que
el sentido de lo moderno da fundamento a lo posmoderno. Esto quiere decir que el es-
fuerzo teórico constructivista, formalista y contractualista de la teoría rawsliana tiene un
itinerario que debe ser develado, de esa manera se descubre la génesis que se instituye
en asidero de una manera de ver los procesos políticos.

3 NEGRI, A., HARDT, M. Multitud. Barcelona: Random House Mondadori, 2006.


4 NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. Imperio. Barcelona: Paidós, 2005
5 NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. Imperio. Barcelona: Paidós, 2005, Capítulo 3.

100
FACULTAD DE FILOSOFÍA

La deconstrucción6 es un recurso de primera mano para el filósofo7, reconocido plena-


mente por Negri y Hardt para su causa. Para precisar lo que define a la deconstrucción
conviene recordar lo que el mismo Jacques Derrida manifestó en una de sus entrevistas
frente a la pregunta: ¿qué hace un filósofo en el parlamento de los escritores?, a lo que
respondió:
“No participo sólo como filósofo en el Parlamento. Sin duda soy un filósofo, mi profe-
sión es enseñar Filosofía, pero mis intereses también se extienden a otras áreas, como
la escritura literaria, los media, el espacio público o la vida cultural en general. Por otro
lado, lo que durante mucho tiempo me interesó en tanto que filósofo es aquello que
generalmente se denomina deconstrucción, lo que significa un conjunto de cuestiones
en el ámbito de la filosofía, acerca de su historia y de su origen. Y para formular tales
cuestiones se requiere una formación filosófica, aunque también hay que situarse en
un lugar que casi no es el filosófico, toda vez que los problemas «deconstructivos» se
despliegan en un terreno relativamente exterior al de la filosofía.
Estoy en el Parlamento como filósofo pero también como escritor, como ciudadano y
como persona que participa en la vida político-cultural a lo largo del mundo. Tengo sin
embargo que asumir en el interior del Parlamento mi cultura filosófica o mi interés por
la filosofía. El propio Parlamento propuso cuestiones de filosofía política: ¿qué es un ciu-
dadano?, ¿qué es un Estado?, ¿qué es la técnica?, ¿qué es la lengua?, ¿qué es la palabra?
Y seguramente todos los miembros del Parlamento, ante unas cuestiones provistas de
dimensión filosófica, tuvieron que hacer un verdadero esfuerzo filosófico”8.
La deconstrucción es un ejercicio que pone al límite el pensamiento y la comprensión
misma de la práctica, de la acción vista en un contexto determinado: rastreando las
huellas, el origen y el devenir de un concepto, en el que subyace una historiografía que
al ser revisada permite la aproximación a su explicación, a su comprensión, recorrido por
el que se da cuenta de la complejidad del mismo; es ahí donde se despoja el concepto
de los velos matizados, de las máscaras que la rutinización y la tradición han puesto a la
orden del día en el significado, en la práctica, para así ampliar el análisis, la emergencia
de síntesis, posibilitando el trance para revisar conceptos, análisis con el que de hecho
se abren caminos para nuevas interpretaciones.

La vía deconstructivista lía volver al origen, por lo que el trabajo académico se constituye
en un situarse en el límite de lo que es preciso para un contexto, para una práctica, pero

6 La otra herramienta metodológica mencionada uncialmente que es el enfoque constructivo ético- político, en el

un nuevo poder constitutivo a partir de una nueva racionalidad, no instrumentalizadora, entendiendo que no
existe una racionalidad dominante; la defensa de múltiples identidades y subjetividades, dirigiendo la mirada al
acontecimiento – a lo inmanente- en contraposición a la mirada de lo trascendente. Dado que el presente capítulo
no aborda este enfoque no se hará la exposición de los diferentes elementos que interactúan en el proceso del
enfoque constructivo. Véase, ibíd., p. 63.
7 Jacques Derrida puso a la orden del día la deconstrucción. Con el transcurrir del tiempo ha sido asumida como

necesariamente debía reducirse a esto, sino que su campo era más amplio.
8 FERNÁNDEZ, Elena. «A democracia é uma promessa» (la democracia como promesa). Entrevista con Jacques
Derrida, Jornal de Letras, Artes e Ideias, 12 de octubre, 1994, pp. 9-10. Edición digital de Derrida en castellano.
Disponible en: http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/democracia.htm

101
UNIVERSIDAD LIBRE

que necesariamente, por aquellos vicios que son propios del filósofo, debe ser critica-
do; así se entiende el origen, la diferencia y el contexto mismo, este es el camino de
la deconstrucción que traza el derrotero del trabajo que hace Antonio Negri y Michael
Hardt en su análisis, examinado los hilos que se entretejen en la lectura de la Teoría de
la Justicia de John Rawls, pues, como ellos lo expresan, la propuesta rawlsiana se cons-
tituye en “un proyecto político a la altura de los tiempos, consagrado a la forma de un
ordenamiento jurídico factible para la organización del Estado”; más aún, Negri y Hardt
harán la “…lectura política de Rawls” sacando “… a la luz las relaciones de poder que
se insinúan en su teoría en el contexto de las transformaciones políticas de las últimas
décadas”9.

1.2. ONTOLOGÍA Y POLÍTICA


La crítica que Antonio Negri y Michael Hardt hacen a la Teoría de la Justicia de John
Rawls establece que, desde la interpretación posmoderna “… Rawls nos proporciona
una simulación de la realidad social, un horizonte deshabitado, vaciado de todo con-
tenido social. La máquina que funciona por sí sola avanza a través de los simulacros
sociales”10; por consiguiente, la Teoría de la Justicia se proyecta como un sistema social
y político sin fundamentos, que por medio de un sujeto abstracto e impersonal recoge
el sentido de la justicia, producto del énfasis contractualista, sistemático y formalista en
el que el pensamiento de Rawls se mueve, sistema que suprime del ordenamiento jurí-
dico el tema de la producción, del trabajo; así es como “el genio del sistema [Rawls] se
deshace de todos los referentes ontológicos y logra una abstracción eficaz con respecto
al ser social, imponiendo en su lugar un puro Solle [un deber ser]”11.
Los vacios sociales que diagnostican Negri y Hardt en la propuesta de Rawls, llevan
al llamado franco, abierto, generoso, para que la filosofía política asuma que la de-
mocracia, independientemente del orden teórico al que un pensador se circunscriba,
reconozca la riqueza, la complejidad de la subjetividad como elemento fundamentador
y abarcante para el campo político, dando piso a la ontología social con la que se oferta
la complicada y necesaria comprensión del sujeto político que en los procesos diarios
gestiona la producción del ser desde y para lo social12.
Las transformaciones políticas son el referente inmediato para las mutaciones de la
sociedad, consecuencia de las propias de cada sujeto, de tal forma que la potencia, la
fuerza política que late en la crisis social son, para Negri y Hardt, el fondo que determi-
na la producción de ser que está dada en las singularidades y las subjetividades, en las

9 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 35.


10 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Madrid: Akal, 2003, p. 50.
11 Ibíd., p. 51.
12

Autónoma de México. Disponible en: http://books.google.com.co/books?id=CY73hAkofP4C&pg=PA24&lpg=PA


24&dq=ontologia+social&source=bl&ots=wUth8oCt1e&sig=9319X1km_uhAe6QhPAnL-nrUQ8c&hl=es&ei=-_r0
TMjbO8P48Abhuu2zBQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=3&ved=0CCMQ6AEwAg#v=onepage&q&f=
false. También: MALDONADO, Carlos Filosofía de la sociedad civil. Bogotá, D.C.: Siglo del Hombre Editores-
Universidad Libre, 2002, pp. 15 – 38.

102
FACULTAD DE FILOSOFÍA

diferentes maneras y formas de expresión material e inmaterial de las personas; de ahí


la ligazón entre la política y la ontología, en el marco de una ontología social que es el
referente del trabajo deconstructivo que ellos adelantan.
El objetivo del enfoque metodológico deconstructivista, que está ligado en el campo
de la investigación social a la orientación crítica, es “subvertir los lenguajes y las es-
tructuras sociales hegemónicos para revelar así una base ontológica alternativa que se
sustente en las prácticas creativas y productivas de la multitud”13; exactamente, se tra-
ta de descomponer las estructuras hegemónicas, el orden tradicionalmente aceptado,
para descubrir las reales posibilidades de un nuevo sujeto político. De esta manera se
presentan opciones para el análisis y la construcción del ser desde el ámbito político, a
la par que se diagnostica el drama ontológico que se ha dado pues la historia objetiva
heredada, ha resguardado los relatos de los vencedores, de los héroes, sin rastrear el
testimonio, el proceso de los otros, de los subalternos, de los muchos, de los singula-
res14; en consecuencia, el ordenamiento trascendente ha sido tradicionalmente, y no el
inmanente, el que ha sugerido el ser a partir de un deber ser; es decir, por contraste lo
ideal, lo imaginado es lo que ha determina lo real, el hecho, lo fáctico.

1.2.1. LA SUBJETIVIDAD Y EL GIRO INMANENTE


Varias acotaciones sobre la subjetividad son relevantes en esta fase de exposición teó-
rica: en primera instancia, lo subjetivo, desde una perspectiva lógica formal, se vincula,
siguiendo los análisis que sugirió la filosofía medieval, como el ser del sujeto de una
proposición, tratándose entonces del, “esse subjectivum”; en segunda instancia, desde
una perspectiva ontológica lo subjetivo tiene como asidero lo substancial, entendiendo
que se trata de la realidad, del ser del que emergen propiedades que le son inherentes,
que no le son adjudicadas externamente; así pues, lo subjetivo corresponde al ser real,
que no se reduce a lo que es meramente representado o “esse objectivum”; en tercera
instancia, el análisis contemporáneo de la subjetividad es consonante con el estudio
fenomenológico que Heidegger esgrime para dar respuesta a la pregunta por el ser,
entendiendo que la máxima que estipula su proceder es: “¡a las cosas mismas!”; enton-
ces, el procedimiento requiere comprometerse con la comprensión de la existencia, del
dasein, del ser ahí; más aún, se trata de asumir que “una cosa es contar cuentos de los
entes y otra es apresar el ser de los entes, frente a todas las construcciones en el aire, a
todos los descubrimientos causales, frente a la adopción de conceptos rigurosos, frente
a las cuestiones aparentes que se extienden con frecuencia a través de generaciones
como problemas” 15.
¿Cómo aprehensar la subjetividad que está dada en la mundanidad, en la cotidianidad?
La vía que Negri y Hardt consideran son los procesos sociales, políticos, económicos,
eventos en los que la acción del sujeto marca un derrotero en respuesta a temas como
la vida, la justicia, la igualdad, la libertad, el trabajo; éstas son las fuentes, el contexto
13 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. Imperio, Op. Cit., p. 68.
14 Ibid. p. 67.
15 HEIDEGGER, Martin. Ser y tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 38.

103
UNIVERSIDAD LIBRE

en el que el sujeto político, se configura y reconfigura, el sujeto en tanto que realidad


primera, en tanto que ser se hace y se reproduce, este es el sentido de la subjetividad
política que la propuesta Rawlsiana pone, según nuestros autores, en consideración del
público desde una mirada trascendente, y que ellos acusiosamente critican desde una
mirada inmanente que responde a la observancia fenomenológica y deconstructivista.
Justamente, el giro hacia lo inmanente está dado en razón a que:
“Vivimos en una ruptura entre un antes y un después, una quiebra entre la modernidad
y la posmodernidad que ya no es sólo histórica: vivimos también una descompensación
entre lo que ya ha tenido lugar y lo que aún no logramos expresar. Sentimos cómo
apremia una nueva realidad común a la que no sabemos dar forma. No se trata, sin
embargo, del momento de la representación –de eso estamos totalmente seguros si por
representación entendemos “dar forma” a la voluntad y los deseos según una medida
preexistente-; ha llegado el momento de la expresión puesto que se trata de construir
simultáneamente la medida y la representación (…) Debemos decidir una nueva produc-
ción de subjetividad. Debemos elegir un mundo nuevo. Hay momentos en los cuales
la elección prevalece sobre la lógica tradicional, sobre el sistema de medidas que asedia
(…) Así pues este gesto, este nuevo régimen ontológico de la elección constituye el eje
en torno al que cual debe girar toda reflexión filosófica y, en particular, la filosofía polí-
tica (porque este contexto ontológico es el único que puede ofrecer una explicación)”16.
Así pues, desmontar las estructuras tradicionales con las que se ha hecho la filosofía
política, como es el contractualismo, el constructivismo, el formalismo, el Constituciona-
lismo, etc., trazos del talante trascendental moderno que suspende la teoría de Rawls,
es la fórmula recurrente con la que se abre la posibilidad para la “constitución de nuevos
sujetos políticos”, complexión a la que corresponde una dimensión ontológica que privi-
legia la “elección singular de una nueva experiencia ontológica”17.

1.2.2. LA ONTOLOGÍA ROJA O ENCARNADA


La cuestión ontológica en el marco de la filosofía política debe estudiarse con miras a
entender la voluntad anudada a las formas de vida contemporáneas, que bajo las expre-
siones: diversidad, red de individuos, los múltiples, aplicando a un “conjunto de singula-
ridades contingentes”18 son el referente inmediato que se tiene a mano. Los múltiples
no pueden ser reducidos a una voluntad general, pues el argüid del asunto está en que
la elección, que es producto del ejercicio racional individual, que tiene unas implicacio-
nes ontológicas que son las propias de la decisión, las que, finalmente, se resumen en la
potencia y el acto de irrumpir, que corresponden al acontecimiento singular por medio
del cual produce la subjetividad19.

16 NEGRI, Antonio. Decidir un nuevo sujeto. En Logos, anales del Seminario de la Metafísica, p. 10, 2001,
Disponible en: http://revistas.ucm.es/fsl/15756866/articulos/ASEM0101110009A.PDF.
17 Ibíd., p. 11.
18 VIRNO, Paolo. Multitud y principio de individuación. Disponible en: http://www.sindominio.net/arkitzean/
multitudes/virno_multitud.html
19 NEGRI, Antonio. Decidir un nuevo sujeto. Op. Cit., pp. 12 - 15.

104
FACULTAD DE FILOSOFÍA

La ontología que respalda la elección individual, la subjetividad, el acontecimiento sin-


gular se centra en la inmanencia, es decir, en lo que acaece en los seres en consonancia
con su propia naturaleza, en el aquí, en el momento presente, no por la acción, la deter-
minación de algo externo a ellos mismos; así lo inmanente, niega el virtuosismo con el
que se ha visto a lo trascendente, entendido como aquello que oscila, que pasa límites
espaciales, por lo que adquiere un significado de estar más allá, de sobresalir, de ser
superior, todo ello en un marcado tejido metafísico.
El contexto de lo posmoderno asimila la ontología desde lo inmanente, desde la “onto-
logía encarnada o roja” como la denominan Negri y Hardt, reflexión en la que la que la
pasión por la vida, la elección, la decisión “acerca del ser que decide en el ser”20 son las
variables sintomáticas de la subjetividad que produce ser desde sí misma y de manera
natural; en contraste con una “ontología gris” en la que la elección individual es “sub-
sumida en la medida y en la forma (…) en cualquier caso no hay elección absoluta, libre
(…) Aquí, en el trascendentalismo (sea cual sea la forma en que se conjugue) la produc-
ción de subjetividad no puede ser más que fenoménica y estar así dispuesta a perderse
en la penumbra gris de las sombras que representan lo real…”21, la representación en
este caso, es lo trascendente, está dada justamente desde una propuesta del deber ser,
del marco deontológico con el que se prescribe lo que es la justicia, la libertad, la demo-
cracia, la política, el ser, la subjetividad, etc.

REVISIÓN CRÍTICA DE LA TEORÍA DE LA JUSTICIA


Sugiere el título del capítulo en el que Antonio Negri y Michael Hardt se ocupan de
la Teoría de la Justicia de John Rawls, el derecho posmoderno y el marchitamiento de
la sociedad civil22, que asistimos a un análisis sesudo de la propuesta en cuestión. La
crítica puede presentarse dentro de los siguientes términos dicotómicos: modernidad vs
posmodernidad, objetividad vs subjetividad, trascendencia vs inmanencia; las primeras
partes de las parejas corresponden a los diferentes elementos que nuestros autores
identifican en la teoría de Rawls; mientras que las segundas partes, que son la otra cara
de la moneda, conciernen al giro ontológico que marca el derrotero para el análisis
contemporáneo de la política de Negri y Hardt, que de manera rigurosa aplican a su
crítica, asumiendo que la propuesta de Rawls en principio podría pensarse como una
revolución circunscrita a la tradición moderna, lastre que se esfuerza por legitimar un
orden trascendental que oriente el ámbito político real, queriendo que la teoría moral
establezca el sentido de la justicia y la filosofía política en general.
Justamente en lo que sigue se revisan las diferentes directrices del planteamiento de
Rawls enfatizando el análisis crítico que los autores en cuestión adelantan, para lo que
se asimila la importancia de la subjetividad en los procesos democráticos, en la teoría
del Estado de bienestar, denotando el carácter de la fuerza social que debe orientar el
orden inmanente para el campo de la filosofía política.

20 Ibíd., p. 13.
21 Ibíd., p. 13.
22 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. pp. 31 – 85.

105
UNIVERSIDAD LIBRE

LA TEORÍA DEL JUSTICIA DE RAWLS COMO TEORIA POLITICA


La obra de Rawls consiste en un proyecto de renovación y “articulación de una funda-
mentación razonable y formal de la Teoría de la Justicia y de la democracia, de tal forma
que la validez de sus afirmaciones descansa únicamente sobre las conexiones necesarias
que articulan el despliegue de una teoría moral ideal, de una geometría moral23”.
La idea de Rawls es examinar para rechazar o aceptar la propuesta “de la estructura bá-
sica justa de la sociedad, pensando en la coherencia filosófica y la necesidad moral del
momento contractual fundador y del procedimiento que este pone en marcha”24. Sin
embargo, lo que realmente le interesa a nuestros autores del proyecto de Rawls es “su
pasión por la libertad y la igualdad, una pasión que a menudo se pierde en los pasajes
abstractos de la argumentación”25, por lo que es fundamental revisar la Teoría de la Jus-
ticia de Rawls como un proyecto político con miras a un ordenamiento positivo- jurídico
con posibilidad de hacerse efectivo en el Estado actual.
Dentro del contexto político Negri y Hardt expresan que la Teoría de la Justicia ha sido,
generalmente analizada bajo tres aspectos: primero, es claro que la propuesta de Rawls
trasladada al ámbito de la política presenta serios equívocos, por lo que se ostentan
diferentes puntos de vista para su exégesis, en consecuencia, no se le puede atribuir el
carácter de una unidad y de “un todo geométricamente ordenado”, que Rawls pone
a consideración en su obra; segundo, atendiendo a la tradición crítica posmoderna se
piensa que la teoría de Rawls determina un orden jurídico estatal que es ajeno a los
conflictos sociales, tratándose entonces de la puesta en escena de un “Estado escaso”;
y tercero, desde una interpretación comunitarista se piensa que la teoría de Rawls
determina un “Estado fuerte” por tratarse de un orden administrativo que atiende los
conflictos y demandas sociales.
Las siguientes consideraciones presentan elementos que colindan con las observaciones
que se acaban de mencionar, enfatizando en la metodología argumentativa construc-
tivista hipotética en la que Rawls ofrece , desde el comienzo el subterfugio, con el que
anula la fuerza ontológica que las subjetividades, la fuerza social productiva, deben
configurar en el marco de una teoría de la democracia.

LA CIRCULARIDAD ARGUMENTATIVA: OPERATIVIDAD DE LO


TRASCENDENTE
Los diferentes elementos que constituyen los pilares de la Teoría de la Justicia de Rawls:
principios de la justicia, velo de ignorancia, el contractualismo, entre otros; tienen un
desarrollo argumentativo cuyo fundamento es su carácter hipotético, y la mutua impli-
cación de cada uno en relación con el otro, en ese orden de ideas, cabe destacar, la
marcada circularidad argumentativa, que es sin duda el trazo fundamental de la teo-
ría en cuestión. Justamente, a continuación se presentarán algunos de los elementos
23 Ibíd., p. 50.
24 Ibíd.
25 Ibíd., p. 33.

106
FACULTAD DE FILOSOFÍA

que conlleva este procedimiento de corte formal, constructivista, hipotético con el que
Rawls da forma a la idea de la justicia social; así como el análisis que Negri y Hardt hacen
del itinerario teórico, uno que se caracteriza primordialmente por ser ajeno a la mirada
inmanente con la que se puede generar el puente entre ontología y política como es su
deseo, dando fuerza a la tradición trascendente moderna.

TRAYECTORIA TEÓRICA DE LA TEORÍA DE LA JUSTICIA


El proyecto de Rawls configura una revolución de la teoría de la justicia en tanto que,
como él lo expresa, elabora una alternativa viable a las doctrinas filosóficas que tradi-
cionalmente en el campo de la filosofía han abordado el tema26. En ese orden de ideas,
el conjunto de principios que reúne la Teoría de la Justicia de Rawls desde la tradición
moderna, tomando las ideas de la libertad, la igualdad y la fraternidad, vinculadas a
la concepción propia de la democracia: la libertad, como primer principio; la igualdad,
entendida dentro de la idea de la igualdad que corresponde a la de la libertad que se
establece a partir de la “justa igualdad de oportunidades”; y la fraternidad, en relación
con el principio de la diferencia, con el que se asume que desde una posición particular
se deben juzgar “las desigualdades económicas y sociales de la estructura básica”27
determinando que se requiere un marco de instituciones oficiales que hagan efectiva la
libertad y la justa igualdad de oportunidades.
Ahora, Rawls concibe a la sociedad como una “empresa cooperativa para obtener
beneficios comunes”28 caracterizada por “un conflicto como por una identidad de
intereses”29, en la que de entrada se reconoce que existen miembros que están mejor
situados. Es en este contexto que la propuesta de Rawls lleva a la defensa de una idea
intuitiva de la justicia que determina cómo “el orden social no ha de establecer y ase-
gurar las perspectivas más atractivas de los mejor situados a menos que el hacerlo vaya
en beneficio de los menos afortunados”30; luego, la estructura social debe reconocer
y contener varias posiciones sociales, por lo que dispone “…que los hombres nacidos
en posiciones sociales diferentes tienen diferentes expectativas de vida, determinadas,
en parte por el sistema político como por las circunstancias económicas y sociales”31;
así pues, la idea de justicia constituida de manera intuitiva genera claridades sobre las
diferentes situaciones que efectivamente se dan en la sociedad, de estas manera Rawls
respalda la idea de que “una sociedad bien ordenada”32, en tanto que organización y
sistema social se encarga de “una concepción pública de la justicia”.
Así mismo, en la Teoría de la Justicia se sostiene que el objetivo que se persigue es el
de “presentar una concepción de justicia que generalice y lleve a un superior nivel de
abstracción la conocida teoría del contrato social tal como se encuentra, digamos, en

26 Véase: RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica (FCE), 2006, p. 17.
27 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 34.
28 RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica (FCE), 2006, p. 18.
29 Ibid.
30 Ibíd., p. 81.
31 Ibíd., pp. 20 - 21.
32 Ibíd.

107
UNIVERSIDAD LIBRE

Locke, Rousseau y Kant”33. Un elemento que sin duda deja ver el espíritu revolucionario
y visionario de Rawls para el orden jurídico y político de la sociedad contemporánea34.
El avance que logra Rawls del contractualismo respecto de los clásicos modernos con-
siste en establecer que el contrato social no se reduce al paso formal, un requisito para
entrar al estado civil, pasando del estado de naturaleza al orden social y jurídico en aras
de establecer una forma de gobierno, la representación de un gobernante, un orden
institucional, etc.
La propuesta de Rawls ofrece en materia del contrato social un esquema base sobre el
que debe darse el contrato mismo, estos ejes los denomina los “principios de la justicia
para la estructura básica de la sociedad”, principios que serán “el objeto del acuerdo
original”35. En este contexto Rawls presenta su idea de la “la justicia como imparciali-
dad”, modelo que se circunscribe a la capacidad imaginativa, al supuesto sobre el que
se defiende la cooperación social, dado que estos principios son el fundamento para la
asignación de derecho y deberes básicos, así como de los beneficios sociales; proceso
que está mediado por una reflexión racional fundada en las decisiones que propendan
por lo que es justo.
Los principios de la justicia proyectarán lo que a las personas les interesa reconocer en
una forma de gobierno, las instituciones y los gobernantes; por ello serán éstos princi-
pios elementos vinculantes para la cooperación social, siendo los elementos ideales que
regularán los acuerdos que a futuro se puedan generar en la sociedad.
Ahora, los principios de la justicia para la cooperación social se escogen tras lo que llama
Rawls “velo de ignorancia”, situación en la que se hace abstracción de la real condición
social de cada una de los tratantes, de esta manera se garantiza que las partes, los in-
dividuos, no operen con base a sus ventajas y desventajas personales, cumpliendo con
el cometido de la “justicia como imparcialidad”36. Se trata, entonces, de una situación
hipotética de igual libertad en la que la elección que los hombres racionales, llevará a
una solución, como es fijar los principios de la justicia37.
Rawls sostiene que en la situación inicial, que es anterior al estado civil, al contrato
mismo, las personas escogerán dos principios: el primero es el de la igualdad respecto
a la “repartición de derechos y deberes básicos”; el segundo es el de las desigualdades
sociales y económicas, entendiendo que “las desigualdades de riqueza y autoridad, sólo
son justas si producen beneficios compensadores para todos y, en particular, para los
miembros menos aventajados de la sociedad”38.
El esfuerzo y el proceso teórico de Rawls se constituye en una especie de badil imagina-
rio que se afianza en un orden trascendente, ¡ese es el pecado original de la Teoría de la
Justicia!, pues, finalmente, como lo reconoce el propio Rawls, en tanto que la posición
original está dada como hipótesis se sustrae de la realidad, exactamente, “se considera

33 Ibíd., p. 24.
34 Ibíd.
35 Ibíd.
36 Ibíd., p. 25.
37 Ibíd.
38 Ibíd., p. 27.

108
FACULTAD DE FILOSOFÍA

como una situación puramente hipotética caracterizada de tal modo conduce a que
cierta concepción de justicia” 39. Estamos, entonces bajo la forma, bien delimitada, de
una teoría ideal de la justicia en la que se establece un marco para descubrir “el papel
que tiene la justicia en la cooperación social”40, para lo que se necesita la explicación de
la “estructura básica de la sociedad”41 que es presentada a través de la “idea principal
de la justicia como imparcialidad”, que, según las palabras de Rawls, se trata de una
“teoría que generaliza y lleva a un más alto nivel de abstracción la concepción tradicio-
nal del contrato social”42.

EL PROCESO ARGUMENTATIVO HIPOTÉTICO


Varias acotaciones respecto al procedimiento argumentativo de Rawls que sucintamen-
te se acaba de reseñar. Negri y Hardt afirman que Rawls se mueve en el marco de las
soluciones fundacionalistas que tradicionalmente revisan el tema en cuestión al eludir,
aparentemente, “…tanto la fundación empírica basada en la constitución material de
la sociedad como la fundación trascendental basada en los preceptos de la razón”43,
en cambio Rawls procede apoyándose en un engranaje de “procedimientos razonable
y circular”44, de ninguna manera lineal, lo que, finalmente, lleva a un resultado, a la
construcción de un “sistema formal autónomo a la vez que práctico”45.
¿En qué sentido Negri y Hardt refieren la circularidad procedimental que Rawls desa-
rrolla en la Teoría de la Justicia? La respuesta exige la observación de algunos aspectos
fundamentales del orden jurídico en el contexto rawlsiano, para lo que se anudan la re-
flexión y el equilibrio como cimientos de la mirada sistémica que se puede hacer del ám-
bito jurídico y político. A continuación se caracterizan los elementos a tener en cuenta.

a) El soporte de la autonomía del sistema jurídico formal rawlsiano es resuelto por:


el sentido de justicia que ha sido revelado, como se indicó anteriormente, a cada
persona de manera intuitiva; y las concepciones maduradas que todos podemos
tener sobre la ecuanimidad, recurriendo a la idea del “equilibrio reflexivo” para
llegar a la noción de reflexión sistémica.

Por una parte, el equilibrio reflexivo para Rawls, desde una mirada formal y
procedimental se constituye en ese mecanismo que opera cuando no se genera
un conjunto significativo de principios que sea validado por los miembros de la
sociedad y la sociedad misma. Por lo que se requiere de premisas razonables que
permitan llegar a una noción de justicia y principios cercanos a las personas; éste
acto está mediado por la elección moral, por la revisión de los juicios existentes,
por un ajuste entre los miembros de la sociedad por medio del cual se define la
situación inicial, es decir el status quo que se había tomado como referente para

39 Ibíd., p. 25.
40 Ibíd.
41 Ibíd., p. 17.
42 Ibíd.
43 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 40.
44 Ibíd.
45 Ibíd.

109
UNIVERSIDAD LIBRE

los acuerdos fundamentales en razón de una justicia social, de una sociedad justa;
así pues, el equilibrio reflexivo valida la idea de equilibrio “…porque finalmente
nuestros principios y juicios coinciden; y es reflexivo puesto que sabemos a qué
principios se ajustan nuestros juicios reflexivos y conocemos las premisas de su
derivaciones”46.

Por otra parte, el equilibrio reflexivo permite la dinamización del orden jurídico
mismo, pues aunque ofrece un momento de estabilidad a partir del acuerdo
recíproco logrado, está dada la posibilidad, la necesidad, de generar cambios en
los mismos dado “…el ulterior examen de las condiciones que debieran imponerse
a la situación contractual y por casos particulares que pudieran llevarnos a revisar
nuestros juicios”47, proceso se basa en un orden instituciones públicas que habilitan
la situación misma.

Conformemente, la noción de equilibrio reflexivo es la que habilita el análisis que


se hace de la teoría de Rawls desde un marco jurídico, en el que por peso propio,
explican Negri y Hardt, se confiere a Rawls la valoración de “genio del sistema”48.
Rawls, utilizando el orden racional en el que se debe operar para generar los
principios de justicia, se forja un proceso circular que la reflexión legitima, así es
como “circularidad y reflexión dan al esquema formal [de Rawls] una profundidad
y una estabilidad que sirven para relegar los problemas de la fundación del sistema
y de las fuentes de la producción normativa”49; luego, en tanto que el proceso es
circular es posible la estabilidad del sistema jurídico, sin más fundamento para el
equilibrio que el proceso mismo; entonces, la genialidad de Rawls está dada por
una estabilidad sin fundamento por un “procedimiento sin movimiento que relega
materialmente los antagonismos sociales y el conflicto al exterior del ordenamiento
institucional”50.

El resultado final de todo el bagaje procedimental, formal, que se desarrolla de


manera circular en el sistema es la nulidad de temas como la producción, el trabajo,
las fuerzas sociales productivas, del orden normativo, de esa manera “la circulación
viene a reemplazar a la producción como centro de la teoría jurídica, creando un
sistema de soportes por superposición que garantiza así la seguridad de un régimen
democrático bien ordenado”51.

b) La argumentación de Rawls en vista de una geometría moral confirma el orden


circular con el que opera la Teoría de la Justicia: “la argumentación se despliega
en un orden asombrosamente complejo. Rawls comienza con una serie de
proposiciones experimentales que paulatinamente van perdiendo su provisionalidad
mediante un proceso de adecuación o ajuste hasta que estas mismas proposiciones,

46 RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. Op. Cit., p. 32.


47 Ibíd.
48
Véase: NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. pp. 45 – 50.
49 Ibíd., p. 45.
50 Ibíd.
51 Ibíd.

110
FACULTAD DE FILOSOFÍA

una vez superado su estatuto conjetural, constituyen las conclusiones de la


argumentación”52, de esa manera se van configurando unas “redes de hipótesis
que quedan demostradas por su colaboración mutua”53.

La afirmación que se acaba de hacer se confirma al revisar el orden expositivo de


los dos principios de justicia presentados por Rawls, éstos son formulados antes
de hacer una revisión fáctica de los mismos54, luego, se establece la situación en
la que la elección de los principios podría darse, además de los razonamientos
en los que es válida su aplicación55. En ese orden de ideas, la Teoría de la Justicia
no defiende un orden argumentativo lineal, sino circular de autorreferencia, de
carácter hipotético.

Otro caso que confirma la circularidad de la argumentación con la que Rawls


presenta su teoría de la moral está dada a partir del tema del contrato social. Sí,
el punto de partida del procedimiento contractual es básicamente hipotético,
de esta manera queda excluida la pluralidad de singularidades en la teorización
de la posición original. Así, se anula el conflicto social del marco de referencia,
específicamente en el procedimiento: el contrato social es un método, las personas
no asisten realmente a un proceso de negociación, de pacto, por lo que no es un
contrato social en el sentido tradicional moderno.

Precisando lo indicado anteriormente el contractualismo de Rawls no salvaguarda un


acuerdo real o incluso hipotético, sino que enfatiza en un requisito de orden teórico
que habilita la discusión sobre los principios de la justicia, por lo que, finalmente,
sobreviene un único sujeto, no una multiplicidad de sujetos, de singularidades, de
los muchos; así el formalismo es requisito de unidad que la propuesta contractualista
genera y presupone en la Teoría de la Justicia.

Finalmente, la base metodológica circular que garantiza la estabilidad del


sistema normativo en Rawls, los diferentes momentos expositivos lo confirman.
Ciertamente, los principios de la justicia, la situación inicial, el equilibrio
reflexivo, la idea de una sociedad bien ordenada, son instantes, precisiones de
un procedimiento argumentativo que se presenta hipotéticamente, donde cada
una de las nociones abarca a las otras, de ahí la circularidad y el equilibrio que se
ha estado mencionando. Efectivamente, para hablar de principios de la justicia
colateralmente y simultáneamente está todo el engranaje de la situación inicial,
de la idea de una sociedad bien ordenada, etc.; ocurre de igual manera si se
tomará otro de los referentes teóricos como puede ser el equilibrio reflexivo. De
esta manera, “el movimiento circular de la autorreferencia concede al sistema un
equilibrio perfecto, de tal forma que la idea de un contrato social queda reducida
a una tautología”56, pues todos los elementos argumentativos se someten a un

52 Ibíd.
53 Ibíd.
54 Véase: RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. Op. Cit. Parágrafos 11 - 12, pp. 62 - 71.
55 Ibíd., parágrafos 20 - 30, pp. 119 – 186.
56 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 50.

111
UNIVERSIDAD LIBRE

mismo pensamiento, a una misma idea, “la justicia como imparcialidad”, la que de
hecho es expresada de diferentes formas y de manera hipotética.

Resumiendo, el recorrido que se acaba de hacer por los pilares de la doctrina de la justi-
cia de Rawls, en tanto que elementos de orden hipotético, imaginario, se constituyen en
el marco trascendente de una teoría que en principio para Negri y Hardt está punteada
por la pasión, por la libertad y la igualdad, y que con el transcurrir argumentativo, de
esta manera lo que está dado pasionalmente y que es por su misma condición inma-
nente, finalmente es sobrecogido por lo trascendente, vicio que agenció la teoría polí-
tica desde la modernidad. Ciertamente, los imaginarios del contrato social, de pueblo,
nación, partido político, etc., y las hipótesis que se ciernen a su alrededor conciben y
consiguen que la realidad, con sus múltiples manifestaciones en el campo político, de
antemano ya sean una unidad, un orden homogéneo, regulado, sistemático y sistémi-
co; concepciones que no encuentran un correlato en la realidad de ese arquetipo; lo
contrario acontece pues lo sistémico, lo regulado y homogéneo no asiste en el mundo
contemporáneo flagrado por los procesos de la globalización donde la incertidumbre y
la indeterminación se constituyen en un factor importante a tener en cuenta.

RAWLS Y LAS REVOLUCIONES


La crítica a los mecanismos teóricos con los que Rawls establece la unidad política cuyo
garante es un sujeto político unificado, producto del modelo de justicia que reconoce
un pluralismo a partir de las doctrinas comprensivas, pero que tendrá un fin ontológico
dispuesto por el aparato formal, ideal, trascendente cuyo resultado será la unidad que
el método contractualista establece, es asistida por las apreciaciones que Negri y Hardt
hacen de dos momentos de la exposición que genera Rawls en la parte I y II de la Teoría
de la Justicia, los que están marcados por la caracterización que el estadounidense hace
de los dos hechos revolucionarios fundamentales para la historia universal moderna, la
Revolución Francesa y la Revolución de los Estados Unidos.
Por una parte, la Revolución Francesa es el referente de la posición original que Rawls
propone, situación en la que la elección racional está presente, sin embargo, se asocia
un elemento formal intuicionista “una epifanía de la justicia social”; en ese orden de
ideas, la revolución de 1789 es vista en razón a la teoría ideal de la justicia.
Por otro lado, la Revolución de los Estados Unidos, Rawls la revisa desde cuatro etapas
que respaldan la Constitución de la nación: primera, la posición original está dada por
el establecimiento de los principios de la Declaración de Independencia y la Carta de De-
rechos; segunda, se convoca a la asamblea constituyente, los participantes establecen
cuales son los principios de justicia y la Constitución que los contemple; tercera, la etapa
legislativa que está marcada por disposiciones políticas, económicas y sociales para una
justicia social; cuarta, se aplica la normatividad a los casos particulares, donde los jueces
y los funcionarios públicos son los pilares de los diferentes procesos.

112
FACULTAD DE FILOSOFÍA

La exploración que hace Rawls de las dos revoluciones es un intento, insuficiente por
cierto, para vincular una teoría ideal, formal con hechos políticos reales. El punto de
quiebre se da pues los procesos históricos, lo conflictos sociales, son vistos desde una
estructura formal, por lo que el armazón ontológico que es el corazón del conflicto se
desdibuja, se pierde, pues “las dislocaciones históricas impulsadas por el dinamismo de
las fuerzas prácticas quedan comprendidas o subsumidas en el interior de una serie de
pasos formales: en pocas palabras, el poder constituyente de la revolución queda nor-
malizado dentro de un procedimiento ideal”57. A partir de ese formalismo, la revolución,
el conflicto social ya no es un acontecimiento, dejando de ser el referente de la crisis
social de la que deviene la necesidad de revalorar las subjetividades constituyentes para
el ámbito de lo político, en aras de hacer efectiva una justicia social desde lo inmanente.
El elemento procedimental del contrato, del consenso traslapado, socaba con la fuerza,
la pasión por la libertad y la igualdad que son recurrentes en la teoría de Rawls, y que
interesan tanto a Negri y Hardt. En efecto, la puesta en marcha de un proceso neta-
mente formal lleva a que ya no haya “…una explosión de antagonismo, sino, que por
el contrario, los conflictos sociales quedan subsumidos dentro de un orden de un equi-
librio estable. Rawls destemporaliza las rupturas de las fuerzas innovadoras y creativas,
formalizándolas en un procedimiento contractual hipotético o ideal: un paso exento de
crisis”58; entonces, el poder constituyente fundamento de todo el proceso democrático,
la diversidad y multiplicidad de singularidades, la asamblea constituyente, ya no es “un
poder social real que formula la constitución y libera la sociedad, sino una dinámica for-
mal de procedimientos, una asamblea constituyente desierta: éste es el lugar en el que
se da forma a las instituciones”59 en la teoría de Rawls.
Es desolador el panorama que está dado ahora para la valoración y revisión de la Teoría
de la Justicia de Rawls, anulados los contenidos materiales de los procesos revolucio-
narios históricos relevantes para la humanidad, como son la Revolución Francesa y la
Revolución de los Estados Unidos, lo real, el movimiento de los agentes que en principio
determinan el norte de la sociedad y de la justicia social, queda abolido; así pues, “los
mecanismos formales del procedimiento constitucional sirven para domesticar las ener-
gías salvajes de la revolución y ponerlas a trabajar”60.

LA AUSENCIA DE LA HUELLA ONTOLÓGICA


El riguroso procedimentalismo y formalismo son el referente que tienen en cuenta Negri
y Hardt para su crítica, aparece en el horizonte argumentativo la mirada nostálgica por
la inmanencia que incumbe a la subjetividad que le correspondería en sentido estricto
dar sentido a los procesos políticos, a los principios e la justicia. A continuación se
presenta la crítica que en este sentido se le hace a Rawls, centrada en una noción de
subjetividad que siguiendo la directriz del materialismo histórico, que es la de Negri y
Hardt, se constituye en el epicentro de proceso social, económico y político, en tanto
que como fuerza social productiva está vinculada como forma estructural del trabajo

57 Ibid., pp. 34 – 35.


58 Ibíd., p. 35
59 Ibíd., p. 35.
60 Ibíd., p. 35.

113
UNIVERSIDAD LIBRE

vivo, en cualquiera de sus modalidades, material o inmaterial, al ordenamiento de una


la justicia social que el Estado estimula, que es anulada en los planteamientos de Rawls.

SUBJETIVIDAD Y PRODUCCION DE LAS FUERZAS SOCIALES


Antonio Negri y Michael Hardt aluden la figura de Dionisos para resignificar lo que
representa el trabajo para la vida de los hombres, situándolo como el “dios del trabajo
vivo”, de ahí que el prefacio de su obra el trabajo de Dionisos exprese la fuerza de lo
que sigue al asumir una ontología de la inmanencia, de la producción de subjetividades,
del ser, del afecto, del deseo para la conservación y perseverancia en el ser en la posmo-
dernidad: “Este libro tiene como objetivo la propuesta de práctica de la alegría: alegría
entendida como la potencia cada vez mayor de un sujeto social expansivo. El trabajo
vivo de este sujeto es su alegría, la afirmación de su propia potencia. «El trabajo es el
fuego vivo, formador», escribió Marx, «la transitoriedad de las cosas, su temporalidad,
así como su modelación por el tiempo vivo». En este sentido, la afirmación del trabajo
es la afirmación de la vida misma”61.
El sentido del término trabajo puede asumirse desde dos perspectivas. La primera, vista
con base al vocablo work: obrar, ocuparse, emplearse, contexto en el que la repetición,
el aburrimiento y el tedio son asociados, o el dolor y la miseria, según sea el caso par-
ticular que conlleve el capitalismo en sus diferentes modalidades, todas finalmente se
“presentan como una prisión que esclaviza nuestra potencia, hurtando sigilosamente
nuestro tiempo”62, el tiempo restante, el del ocio es visto y vivido como el de la pasivi-
dad y de la improductividad. La segunda perspectiva corresponde a la interpretación
del trabajo como labor, que es el “trabajo vivo que produce la vida y constituye la so-
ciedad en un tiempo que no respeta la división que establece la jornada laboral”63, es
decir, la labor se constituye en una actividad constante, permanente, una productividad
de subjetividad que no puede ser circunscrita a una jornada laboral, tratándose de toda
producción inmaterial que permite la afirmación del ser.
Con la distinción aludida entre work y labor se hace el paralelo entre lo que representa
la producción de subjetividades desde las subjetividades, desde los individuos mismos
para los individuos mismos. Sin duda, el momento culmen de la existencia humana, su
realización está en la producción y reproducción del ser, ésta es la categoría que respal-
da Negri y Hardt para dar manivela a la distinción que debe existir entre trabajo en su
sentido auténtico, consciente, enriquecedor, positivo, como labor, frente a la produc-
ción material que el trabajo especializado puso a andar.
Otro elemento directriz para introducir el tema del trabajo se relaciona con la idea de
que todo proceso social implica la producción, sea material o inmaterial, por parte de
los sujetos: la realización material responde a todos los asuntos de producción denomi-
nados fordista cuya característica es la producción en cadena debidamente organizada
y especializada, que a comienzos del s. XX tomo forma en los Estados Unidos para la
producción de carros y que posteriormente se asumió como modelo para otros campos

61 Ibíd., p. 7.
62 Ibíd.
63 Ibíd.

114
FACULTAD DE FILOSOFÍA

de producción económica; mientras que la elaboración inmaterial está representada por


la comunicación, la información, los sentimientos, la cooperación, los valores culturales,
que corresponden a la producción que hoy corresponde a la noción de posfordismo;
luego , las características de los productos de cada proceso lleva a la distinción entre
trabajo material y trabajo inmaterial respectivamente.
Las distinciones referidas disponen claridades sobre el análisis que hace Negri y Hardt de
Rawls; ciertamente, la reflexión sobre el tema de la justicia social, la producción teórica,
académica es un ejemplo del trabajo inmaterial, asumiendo que es aquí donde “yace la
fuerza retórica que se trasluce en los llamamientos de Rawls a las reformas sociales, a la
libertad y a la igualdad”64, fuerza con la que se dinamiza una “revolución democrática”
que es el epicentro de la teoría de Rawls. Justamente, ese dinamismo teórico se cons-
tituye en la imagen que fundamenta “la estructura de su sistema formal” que permite
que los “argumentos racionalistas de derecho” tengan una incidencia garantizando
que las aspiraciones democráticas no estén vacías, así se da la “subsunción del poder
constituyente de las fuerzas sociales en el poder constituido del sistema jurídico”65.
En el derecho, en el sistema jurídico, queda subsumido el poder constituyente, las sin-
gularidades que configuran la democracia, de esa manera pareciera que el consenso
traslapado permite visionar “una solución inmanente al problema jurídico tradicional de
las fuentes del derecho”66; así los rasgos inmanentistas están dados en la medida en
que la Teoría de la Justicia no se ampara en una “fuente trascendental de la producción
normativa”67 como podría ser el imperativo categórico kantiano. Efectivamente, en la
propuesta de Rawls no aparece una norma fundamental abstracta que legitima el dere-
cho y sus procesos normativos; no obstante, se llega, como lo expresan Negri y Hardt,
a una “referencia genérica y formalizada de las fuerzas sociales creativas, Rawls formula
un sistema de derecho con una fuente de producción inmanente. El sistema procedi-
mental comprende de suyo la dinámica productiva y, por lo tanto, la hace desaparecer
dentro de su estructura formal”68.
Así pues, en la teoría de Rawls en el tema de la producción de las fuerzas sociales, se
entrecruzan elementos inmanentes y trascendentes, de lo que resultan planteamien-
tos problemáticos. A primera vista, se da un énfasis del primer tipo, inmanente, pues
existen fuerzas creativas sociales que llevan a la producción del derecho; la dificultad,
el contrasentido, radica en que esas fuerzas creativas están formalizadas, procedimen-
talmente hablando por el contractualismo en el que enfatiza Rawls. Así la subjetividad
tiene como referente, la unidad, que como se ha referido anteriormente, es propuesta
hipotéticamente para la puesta en marcha de los principios de la justicia. Ahora, este
tipo de formalización deroga en el contexto del derecho a la propia fuerza social, a las
subjetividades políticas; éstas son las que deben tener el poder constituyente que se
restituye acudiendo a la fuerza ontológica del trabajo vivo, que es elemento que pro-
piamente interesa a la mirada materialista de Negri y Hardt que dimensiona cómo los
procesos económicos, el trabajo material e inmaterial de las personas, de los individuos,

64 Ibíd., p. 35.
65 Ibíd., p. 36.
66 Ibíd.
67 Ibíd.,
68 Ibíd.

115
UNIVERSIDAD LIBRE

en la sociedad son los que efectivamente tienen la potestad como poder constituyente
de abrir la normatividad para que se haga efectiva la justicia social, lo que de hecho
requiere de la observancia inmanente de las subjetividades .

LAS DIVERGENCIAS DE LA TEORÍA DE LA JUSTICIA RAZÓN DE LA


IDEA DEL ESTADO DE BIENESTAR
Las anteriores observaciones generan las siguientes preguntas: ¿es preciso pensar que
Rawls necesariamente ha anulado, suprimido, las fuerzas sociales del trabajo vivo, del
orden jurídico, pensando en un proyecto liberal? o ¿el Estado en tanto que estructura
que domestica la potencia del trabajo vivo puede consolidarse, asumiendo un Estado de
bienestar? Este tipo de interrogantes, que sintetizan la problemática que Negri y Hardt
anudan a la teoría de Rawls en el campo de lo político, que es dimensionada desde el
materialismo histórico se constituye en la viga sobre la que estos autores edifican su
análisis.
Básicamente Negri y Hardt revisan la crisis, los conflictos sociales, que en los años 80 del
siglo XX se dieron particularmente en Europa, hallando que la tendencia común para
ese momento fue la de hacer desaparecer el trabajo vivo y el poder constituyente del
orden jurídico, situación que desde su punto de vista es lo más sintomático de la teoría
de Rawls pues “¿cómo es posible en nuestros días que una teoría del derecho como
la de Rawls, que no hace referencia alguna al trabajo y la producción, no sólo consiga
aceptación sino que incluso se torne hegemónica?”69.
La remembranza sobre las dificultades y las inconsistencias que sobrevienen a los plan-
teamientos del Teoría de la Justicia de Rawls que son expuestos por Negri y Hardt bajo
el título el derecho posmoderno y el fantasma del trabajo en la constitución70; de
manera introductoria, si se quiere intuitiva, explican que el trabajo como acto creativo,
material e inmaterial, se sustrae, se torna en una visión imaginativa, quimérica, una
figuración fantasiosa y disfraza que es subsumida bajo la formas jurídicas y normativas
que la Constitución haya forjado; situación que es la real responsable de la crisis de la
subjetividad a la que los procesos revolucionarios, hoy esgrimidos bajo las formas de los
nuevos movimientos sociales, responden estipulando los sumarios que conllevan a la
ontología encarnada o roja que los críticos explican, y que con la siguiente exposición
toma más forma.
La Teoría de la Justicia ha sido entendida como una defensa de los principios del Estado
de bienestar en el ámbito político; empero, los análisis que se hacen de la misma en
este contexto ofrecen elementos que arrojan una serie de imprecisiones; exactamente,
en lo que concierne a las dificultades que surgen cuando se busca la justa reparación
de los desequilibrios que en la sociedad se dan. Pese a esto es claro que el esfuerzo de
Rawls por esgrimir razones de peso políticas y morales para el ámbito público, atiende
al imperativo de hacer “una defensa filosófica de los principios políticos de asistencia
social organizados por el Estado”71.

69 Ibíd., p. 39.
70 Ibíd., pp. 37 - 44.
71 Pp., p. 37.

116
FACULTAD DE FILOSOFÍA

Ahora, para entender el discurso que tradicionalmente se anuda a la idea de la justicia


en el contexto del Estado de bienestar dentro de la propuesta de Rawls, además de las
nociones que anteriormente se han estudiado debe sumarse la que corresponde a los
bienes primarios.
Los bienes primarios los relaciona Rawls con las cosas que necesita todo ser racional
para vivir, haciendo parte del “plan racional de vida de una persona” 72, bienes que es-
tán a disposición en la sociedad. En sentido estricto, los bienes primarios son: derechos,
libertades, oportunidades, ingreso, riqueza y el respeto a sí mismo. A la par, sincróni-
camente, Rawls menciona dentro de los bienes primarios a los bienes naturales que son
“la salud y el vigor, la inteligencia y la imaginación”73, requerimientos que están origina-
riamente influidos por la estructura básica social en la que se encuentra toda persona y
que no están directamente bajo su control. En esta materia cabe hacer la observación
de que cada persona en la situación original puede estar en relación de desigualdad
respecto a otras, por lo que el acuerdo original buscará que los bienes sociales primarios
puedan ser distribuidos igualitariamente entre todos; no obstante, se debe reconocer
que persistirán las inequidades; ciertamente se admiten las desigualdades pensando en
que los de peor condición puedan ser favorecidos por efecto de las mismas.
Así pues, el Estado en tanto que organismo administrativo fundamental establece me-
canismos para que se pueda generar una distribución igualitaria, estandarización de su
función distributiva, pese a que la inequidad social persista; así pues, la función funda-
mental del Estado será la de armonizar las carencias que en lo que respecta a los bienes
primarios pueden darse al interior de la sociedad. Una gestión de este tipo respalda la
tendencia que tiene la Teoría de la Justicia de establecer al Estado de Bienestar para el
ámbito político como el fortín del Estado mismo, dado que históricamente esta forma
de Estado se centra en la construcción de sistemas de asistencia social, pública.
Ahora, la marcada función pública, social del Estado de bienestar revela la relación entre
moral y política, siendo la directriz política la que se encarga de elevar “…al plano tras-
cendental” la teoría moral, pues como lo señalan Negri y Hardt, finalmente, “… el papel
del Estado en los sistemas de distribución no se basa en una elección política situada
en un contexto histórico particular, sino una elección política basada en un principio
filosófico”74, primacía dada por la idea de la “ justicia como imparcialidad” y todos los
principios morales y filosóficos requeridos que se anudan en la estructura básica de la
sociedad, todo esto pensando en el Estado como el encargado de asegurar los proce-
dimientos que en la cotidianidad necesariamente deben llevarse a cabo en materia de
justicia social.
Además de la clara función distributiva que es asignada al Estado de bienestar, debe
sumarse el papel fundamental de interventor en la esfera de la producción, piénsese en
las estructuras y la normatividad que requieren los procesos del trabajo material que se
desarrollan en un sistema económico como es el capitalista. El desarrollo social por
el que el Estado de bienestar asigna toda una infraestructura que fue inaugurada des-
pués de la crisis de 1929, con el New Deal, así como las orientaciones que John Keynes

72 RAWLS, John. Teoría de la Justica, Op. Cit., p. 69.


73 Ibíd., p. 69.
74 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 37.

117
UNIVERSIDAD LIBRE

propuso atendiendo a la necesidad de observar una estabilidad del desarrollo social y


económico, son el referente cardinal por el que debe quedar claro que la producción,
es el eje de la “constitución económica y política de la sociedades capitalistas”75, que
con el trascurrir del tiempo las Constituciones lo abordaron, de esa manera el Estado de
bienestar fue desarrollándose progresivamente como Estado social.
La normatividad del Estado en relación con el trabajo, es decir su constitucionalización
determina que, efectivamente, los procesos de producción, las fuerzas de producción
y los antagonismos que pueden darse en éste ámbito son inevitablemente un factor
determinante para la constitución jurídica del Estado social, circunscrito a la idea del
Estado de Bienestar.
Sin duda, la constitucionalización del trabajo Rawls no la recoge en su propuesta, con-
formemente, el Estado no tendrá como tarea fundamental la revisión de los diferentes
tópicos que el trabajo promueve, igual acontece con el tema de la producción; en con-
secuencia, pierde sentido configurar elementos que agencien la intervención efectiva
del Estado.
Así, el recurrente vacío social que prospera dentro del formalismo puede ser ilustrado de
la siguiente manera: si se coloca en los extremos de una balanza el temario del trabajo
y el de la distribución, entendiendo que el segundo es central en la Teoría de la Justicia
de Rawls sin duda la balanza se inclinará a su favor76; así pues, la desidia de Rawls es
preocupante pues, paradójicamente en un Estado que promueve el desarrollo social,
como es el Estado de Bienestar, se olvida, se anula “… por igual la producción eco-
nómica de mercancías y la producción jurídica de normas y derechos”77.
¿Qué significa para el campo de la política que Rawls excluya de su teoría el trabajo y
la producción, pese a que oferta una serie de elementos filosóficos para la distribución
que colindan con la idea de Estado de bienestar? Definitivamente, cuando Rawls “ig-
nora la base productiva viola no sólo uno de los principales preceptos de la economía
política tradicional, sino también el principio fundamental del ordenamiento político
del Estado de bienestar: socaba y mistifica la teoría liberal de la distribución al omitir su
fuente productiva”78. Entonces, la Teoría de la Justicia vista como una teoría política es
utópica, ¿cómo hablar de justicia social, de distribución, sino se asumen los procesos de
producción de la fuerza del trabajo que marcan en un sistema capitalista la diferencia-
ción económica, el orden del consumo, la desigualdad, las clases sociales y el conflicto
social en pleno s. XX y el s. XXI?
Asistimos a la puesta en escena de un relato teórico, el de Rawls, en el que los protago-
nistas están ausentes, un total y absoluto contrasentido. Deslindar la realidad, el hecho
económico vigente, las subjetividades asociadas al trabajo que son el orden inmanente
hace inoperante para el campo de la política, del Estado y sus instituciones, la base
75 Ibid., p. 38.
76 Rawls
a la hora de concentrar de lleno su interés en la estructura de la producción de la economía en vez de centrarse

producción, Rawls oculta las verdaderas raíces de esa distribución” Robert Paul Wolff, citado por NEGRI Antonio
y HARD, Michael. El trabajo de Dionisos, p. 38.
77 Ibíd.
78 Ibíd., p. 39.

118
FACULTAD DE FILOSOFÍA

moral que la Teoría de la Justicia ha edificado asombrosamente pero que se circunscribe


fehacientemente a lo trascendente.

CONCLUSIONES
La exposición de los lineamientos generales de la crítica que hacen Antonio Negri y
Michael Hardt a la teoría de la justicia de John Rawls, desde la obra que lleva este título,
requiere de una serie de precisiones finales, que para efectos de organización serán
propuestos dentro pautas conceptuales que integren la ontología con la política, dando
las características propias a la subjetividad y los procesos sociales que pervivan tanto en
el teoría de la justicia de Rawls, como originalmente se plantea, como en la propuesta
de Negri y Hardt.

a) La teoría de Rawls registra el orden trascendente como la senda teórica que


genera el marco por excelencia para su teoría de la justicia. En estricto sentido,
lo trascendente hace parte de todo el bagaje que los pensadores políticos de la
modernidad interiorizaron en sus propuestas, siendo entonces la base, el cimiento,
sobre el que se erigen las propuestas de Locke, de Hobbes, de Rousseau. En efecto,
nociones como pueblo, nación, soberanía y voluntad general, son referentes del
procedimentalismo que la idea del contrato social conjugó para el campo de la
política, entendiendo que el contractualismo cumple con una función ordenadora
que partiendo de la mediatez de la racionalidad humana, progresivamente va
consolidando y legitimando una única visión de la sociedad, del mundo, cimiente de
la unidad organizadora para el orden social y político. De esa manera se ejecuta el
constructivismo teórico, mecanismo por medio del cual la multiplicidad de individuos,
de singularidades, los miembros de la sociedad, la multitud, es subsumida como
unidad formal, “Uno”, que se reduce a un momento del procedimiento abstracto
que aplica la filosofía política hasta Rawls.

En este tópico conviene precisar con exactitud el sentido de la unidad que puede
ser criticado al orden trascendente. Dice Antonio Negri: “Es importante marcar la
diferencia sobre este punto entre la unidad vista como proceso de unificación y la
unidad concebida como un bloque abstracto, es decir, «Uno». Cuando se concibe
la unidad como acción es, una práctica ontológica. La unidad es un proceso que,
como cualquier acción, implica un lenguaje; que, como todo lenguaje, implica una
multiplicidad; que, como toda multiplicidad, implica un «común». Por lo tanto, la
unidad no es lo contrario a la multiplicidad, lo es el Uno. El Uno es el principio de
toda alienación y se da como negación. La negación no es la acción, es un hueco,
una nada, es un principio de sustracción”79.

b) La consecuencia es la estigmatización de la teoría de la justica; efectivamente, la


propuesta en cuestión por no soportar elementos ontológicos que efectivamente
vinculen a los sujetos políticos que viven los procesos de transformación social
como son las crisis, las revoluciones y los movimientos sociales, entre otros, sustrae

79 NEGRI, Antonio. Del retorno. Abecedario biopolítico. Barcelona: Debate, 2003, pp. 157 – 158.

119
UNIVERSIDAD LIBRE

la real pasión por la vida, la libertad, la justicia y la igualdad, desocupando de los


ejes fundamentadores a una teoría de ésta índole, de ahí la necesidad de hacer un
giro ontológicamente hablando hacia lo inmanente, hacia las singularidades, que
se acercan para la construcción de una acción común, que no es más que el trabajo
vivo que no se reduce a la producción material en línea que el fordismo verificó y
propagó, sino de la consolidación de toda producción del ser, de las singularidades,
en procesos inmateriales, posfordistas, cuyos límites no existen en la producción
social de información, comunicación, afectos, cultura, etc.

c) Existe una problemática dentro del marco del constitucionalismo que Rawls
presenta: por una parte, el trabajo vivo es poder constituyente de la sociedad,
el espacio para lo vital, una manufactura en constante movimiento, dinámica, de
montos y cánones; y por otra parte, al mismo tiempo el trabajo vivo, el poder
constituyente, adelanta una “crítica de todo poder constituido, de todo orden
constitucional fijo”80, de esta manera se desestabilizan “las estructuras muertas de
la sociedad”, aniquilando la normas que puedan validar formas y normas jurídicas
anquilosadas, por lo tanto, “…en tanto que fuente jurídica el trabajo vivo es, en
su esencia misma, la crítica radical del derecho”81. Ahora bien, la respuesta del
constitucionalismo a ese espíritu crítico no convencional, trabajo vivo desde y para
lo social, será la domesticación de la “actividad social creativa como una fuerza,
una bestia poderosa y feroz”82.

d) Referir los procesos formales que Rawls esgrime en su teoría como elementos para
la domesticación, para el “Uno”, deja ver que la crítica de Negri y Hardt cumple
con un cometido funcional que es el de rastrear los factores determinantes que los
procesos normativos establecen bajo las diversas formas de la sociedad de control,
constituyendo mecanismos de biopoder que hacen que la pasión por la vida, sea
reducida a un orden instrumental, anulando la acción de la multiplicidad, del poder
constituyente democrático.

e) Así mismo, el carácter hipotético de la argumentación moral que Rawls despliega


en la Teoría de la Justicia, se constituye en el orden trascendente que válida un
orden sistémico circular y equilibrado. Como el mismo Rawls lo presenta se
trata del intento de acomodar, dentro de un bosquejo, las condiciones filosóficas
razonables sobre los principios, como nuestros juicios acerca de la justicia. Sólo así
es posible llegar al planteamiento de una situación inicial, sin apelar la evidencia
que la tradición había conservado. Por eso los principios de la justicia propuestos
no serán verdades absolutas, incuestionables; todo lo contrario83 para justificar una
teoría de la justicia se requiere del mutuo apoyo de diferentes puntos de vista, de
distintos referentes, los que pueden ser ajustados bajo una argumentación racional
de manera coherente. Justamente, esa búsqueda de mutuos acuerdos deja ver los
trazos pluralistas que la propuesta de Rawls está anudando.

80 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 50.


81 Ibíd.
82 Ibíd.
83 RAWLS, John. Teoría de la Justica, Op. Cit., p. 33.

120
FACULTAD DE FILOSOFÍA

f) La condición revolucionaria que puede asociarse a la teoría de Rawls no se pierde,


pese a las críticas que puedan hacérsele a su teoría. Efectivamente, los principios
bases de su propuesta visionan un orden formal necesario para el campo ético,
jurídico y político pensado en el orden social, en la justicia como imparcialidad, una
fuerza teórica que en sí misma, de manera circular deductiva se autorreferencia y,
en ese orden de ideas, se legitima desde una perspectiva trascendente importante
para la historia de la filosofía política.

121
UNIVERSIDAD LIBRE

BIBLIOGRAFÍA

FERNÁNDEZ, Elena, Entrevista con Elena con Jacques Derrida «A democracia é uma
promessa» (la democracia como promesa) Jornal de Letras, Artes e Ideias, 12 de octu-
bre, 1994. Edición digital de Derrida en castellano. Disponible en: http://www.jacques-
derrida.com.ar/textos/democracia.htm
MALDONADO, Carlos Filosofía de la sociedad civil. Bogotá, D.C.: Siglo del Hombre
Editores- Universidad Libre, 2002.
NEGRI, Antonio. La fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política. Barce-
lona: Paidós, 2008.
NEGRI, Antonio. Decidir un nuevo sujeto. En Logos, anales del Seminario de la Me-
tafísica, 2001, pp. 9 -21. Disponible en: http://revistas.ucm.es/fsl/15756866/articulos/
ASEM0101110009A.PDF.
NEGRI, Antonio. Del retorno. Abecedario biopolítico. Barcelona: Debate, 2003.
NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. Imperio. Barcelona: Paidós, 2005.
NEGRI, Antonio y HARDT, Michael. Multitud. Barcelona: Random House Mondadori,
2006.
RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica (FCE),
2006.
VIRNO, Paolo. Multitud y principio de individuación. Disponible en: http://www.sindo-
minio.net/arkitzean/multitudes/virno_multitud.html

122

Vous aimerez peut-être aussi