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* Filosofa egresada de la Universidad Nacional de Colombia, Magistra en Estudiós Politicos de la Pontifica Universidad
Javeriana. Docente investigadora de la Facultad de Filosofia de la Universidad Libre.
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“Existe siempre un punto en el que la decisión de lo nuevo y de lo fuerte irrumpe: ¡qué placer abandonar las filiaciones
de lo moderno, con los Rawls y los Habermas…! Qué entusiasmo reconocer con Maquiavelo (y todos los demás que
la lucha de clases, mutatis mutandis, gobernaba el pensamiento”1.
INTRODUCCIÓN
1 NEGRI, Antonio. Guías cinco lecciones en torno a imperio. Barcelona: Paidós, 2005, p. 23.
2 NEGRI, Antonio. La fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política. Barcelona: Paidós, 2008.
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Negri y Hardt sitúan la teoría de Rawls y que para el caso requiere que se so-
Así pues, el objetivo de este capítulo es el de presentar al público los aspectos más
relevantes del análisis crítico que despliegan Antonio Negri y Michael Hardt en su obra
el trabajo de Dionisos, capítulo II, a la Teoría de la Justicia de John Rawls, publicada en
1971. Para el caso, como se verá a lo largo de la exposición, el elemento teórico articu-
lador del análisis en cuestión serán los conceptos de inmanencia, trascendencia y subje-
tividad circunscritos al campo de la filosofía política a tono con la ontología encarnada.
La exposición de este capítulo se constituye en un recurso valioso para el lector que esté
interesado en asumir los trazos fundamentales de un pensamiento, el de Rawls, desde
la mirada crítica de Antonio Negri y Michael Hardt, con lo que se abona al esfuerzo de
retener las categorías modernas que tradicionalmente han sido la fuente de la reflexión
política, a la vez que revisa si es posible abrir un esquema teórico que asuma otras cate-
gorías para la filosofía política vinculada al contexto lo posmoderno.
El orden de exposición del presente capítulo está dado en razón a: una primera parte
titula “propedéutica conceptual”, un segundo aparte enunciado como “revisión crítica
de la Teoría de la Justicia”, y las conclusiones finales.
En el aparte de la “propedéutica conceptual” se relacionan los elementos teóricos de
fondo que dan forma a la crítica que hacen Antonio Negri y Michael Hardt a la teoría
de la justicia de John Rawls, como apelan al marco metodológico deconstructivista la
relación de la ontología con la política es fundamental para ubicar el lugar preponde-
rante que tiene la noción de subjetividad dentro del giro inmanente que la ontología
encarnada o roja defiende en relación con una ontología gris, que es la adjudicada al
pensamiento moderno en el que se vincula la teoría de John Rawls.
En la parte de la “revisión crítica de la Teoría de la Justicia” se presentan los propios
elementos teóricos que Rawls propone en su Teoría de la Justicia, nociones que son
contextualizadas de acuerdo a las observaciones críticas que hace Antonio Negri y Mi-
chael Hardt de la propuesta. Para ello se reconoce la teoría de tipo político que Rawls
está considerando, así como la circularidad argumentativa que lleva a afirmar el carácter
trascendente en el campo ontológico que su teoría formaliza atendiendo a la exposición
de corte hipotético de la propuesta rawlsiana; también se revisa el análisis que hace
Rawls de las revoluciones Francesa y de los Estados Unidos para confirmar plenamente
el proceso por el que se da una la desviación ontológica por la que la huella ontológica
de la subjetividad, de la producción de las fuerzas sociales se anula, situación que se
hace patente en la problemática que suscita la conjunción de los principios de justicia en
la idea de un Estado de bienestar, reflexión con la que se cierra este aparte.
Ya en las conclusiones se puntualizan los aspectos relevantes de la exposición de los
apartes anteriores, despliegue que se hace centrando los aspectos fundamentales de
los conceptos que se abordaron anteriormente reconociendo las características de lo
trascendente y lo inmanente bajo las formas de lo “Uno” en contraposición a lo “múlti-
ple” que configuran el constitucionalismo y el trabajo vivo respectivamente; dos pilares
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PROPEDÉUTICA CONCEPTUAL
Existe la posibilidad de que se piense que es inadecuado acercar dos discursos que, en
principio, parecen inconmensurables: por un lado, Antonio Negri y Michael Hardt asu-
men un comunismo que toma la forma de la multitud3 como contrapoder del imperio4,
dando sentido a la democracia absoluta que el pensamiento posmoderno radicaliza; por
el otro, John Rawls esgrime las fuentes de un constructivismo, un contractualismo y un
formalismo con los que sustenta los ejes de una justicia social que asume un liberalismo
dentro de un modelo de democracia coherente con el sistema teórico moderno.
Sin embargo, la disparidad entre las dos posturas, la de Negri y Hardt y la de John Rawls,
son un elemento de contrastación entre lo moderno y lo posmoderno que permite
identificar y entender lo propio de los conceptos y posturas de cada teoría respecto a
diversos tópicos; a su vez, el agenciamiento de la contrastación teórica de las partes
lleva al punto de encuentro entre las mismas en temas como la libertad, la igualdad y
de la justicia social, factores centrípetos de los discursos académicos respectivamente.
En este aparte se sientan las bases sobre las que debe entenderse el análisis que ade-
lantan Negri y Hardt de la Teoría de la Justicia de Rawls; básicamente se relacionan
aspectos ontológicos, lineamientos que la observancia posmoderna reconoce que no
están presentes en las teorías de la tradición moderna contemporánea, caso de Rawls;
adicionalmente, el siguiente recorrido precisa el deconstructivismo como la base meto-
dológica sobre la que se hacen las observaciones a la teoría de Rawls.
LA VÍA DECONSTRUCTIVA
Los imperativos conceptuales adscritos al tema de lo posmoderno y la posmodernidad,
no los ofrece John Rawls, sin embargo, asumiendo el impacto que ha tenido su obra
Teoría de la Justicia en el mundo contemporáneo, Antonio Negri y Michael Hardt con-
sideran que es necesario revisar algunos elementos de su teoría, para ello los referentes
metodológicos apropiados son la deconstrucción y la construcción5; así, se entiende que
el sentido de lo moderno da fundamento a lo posmoderno. Esto quiere decir que el es-
fuerzo teórico constructivista, formalista y contractualista de la teoría rawsliana tiene un
itinerario que debe ser develado, de esa manera se descubre la génesis que se instituye
en asidero de una manera de ver los procesos políticos.
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La vía deconstructivista lía volver al origen, por lo que el trabajo académico se constituye
en un situarse en el límite de lo que es preciso para un contexto, para una práctica, pero
6 La otra herramienta metodológica mencionada uncialmente que es el enfoque constructivo ético- político, en el
un nuevo poder constitutivo a partir de una nueva racionalidad, no instrumentalizadora, entendiendo que no
existe una racionalidad dominante; la defensa de múltiples identidades y subjetividades, dirigiendo la mirada al
acontecimiento – a lo inmanente- en contraposición a la mirada de lo trascendente. Dado que el presente capítulo
no aborda este enfoque no se hará la exposición de los diferentes elementos que interactúan en el proceso del
enfoque constructivo. Véase, ibíd., p. 63.
7 Jacques Derrida puso a la orden del día la deconstrucción. Con el transcurrir del tiempo ha sido asumida como
necesariamente debía reducirse a esto, sino que su campo era más amplio.
8 FERNÁNDEZ, Elena. «A democracia é uma promessa» (la democracia como promesa). Entrevista con Jacques
Derrida, Jornal de Letras, Artes e Ideias, 12 de octubre, 1994, pp. 9-10. Edición digital de Derrida en castellano.
Disponible en: http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/democracia.htm
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que necesariamente, por aquellos vicios que son propios del filósofo, debe ser critica-
do; así se entiende el origen, la diferencia y el contexto mismo, este es el camino de
la deconstrucción que traza el derrotero del trabajo que hace Antonio Negri y Michael
Hardt en su análisis, examinado los hilos que se entretejen en la lectura de la Teoría de
la Justicia de John Rawls, pues, como ellos lo expresan, la propuesta rawlsiana se cons-
tituye en “un proyecto político a la altura de los tiempos, consagrado a la forma de un
ordenamiento jurídico factible para la organización del Estado”; más aún, Negri y Hardt
harán la “…lectura política de Rawls” sacando “… a la luz las relaciones de poder que
se insinúan en su teoría en el contexto de las transformaciones políticas de las últimas
décadas”9.
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16 NEGRI, Antonio. Decidir un nuevo sujeto. En Logos, anales del Seminario de la Metafísica, p. 10, 2001,
Disponible en: http://revistas.ucm.es/fsl/15756866/articulos/ASEM0101110009A.PDF.
17 Ibíd., p. 11.
18 VIRNO, Paolo. Multitud y principio de individuación. Disponible en: http://www.sindominio.net/arkitzean/
multitudes/virno_multitud.html
19 NEGRI, Antonio. Decidir un nuevo sujeto. Op. Cit., pp. 12 - 15.
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20 Ibíd., p. 13.
21 Ibíd., p. 13.
22 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. pp. 31 – 85.
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que conlleva este procedimiento de corte formal, constructivista, hipotético con el que
Rawls da forma a la idea de la justicia social; así como el análisis que Negri y Hardt hacen
del itinerario teórico, uno que se caracteriza primordialmente por ser ajeno a la mirada
inmanente con la que se puede generar el puente entre ontología y política como es su
deseo, dando fuerza a la tradición trascendente moderna.
26 Véase: RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica (FCE), 2006, p. 17.
27 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 34.
28 RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. México: Fondo de Cultura Económica (FCE), 2006, p. 18.
29 Ibid.
30 Ibíd., p. 81.
31 Ibíd., pp. 20 - 21.
32 Ibíd.
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Locke, Rousseau y Kant”33. Un elemento que sin duda deja ver el espíritu revolucionario
y visionario de Rawls para el orden jurídico y político de la sociedad contemporánea34.
El avance que logra Rawls del contractualismo respecto de los clásicos modernos con-
siste en establecer que el contrato social no se reduce al paso formal, un requisito para
entrar al estado civil, pasando del estado de naturaleza al orden social y jurídico en aras
de establecer una forma de gobierno, la representación de un gobernante, un orden
institucional, etc.
La propuesta de Rawls ofrece en materia del contrato social un esquema base sobre el
que debe darse el contrato mismo, estos ejes los denomina los “principios de la justicia
para la estructura básica de la sociedad”, principios que serán “el objeto del acuerdo
original”35. En este contexto Rawls presenta su idea de la “la justicia como imparciali-
dad”, modelo que se circunscribe a la capacidad imaginativa, al supuesto sobre el que
se defiende la cooperación social, dado que estos principios son el fundamento para la
asignación de derecho y deberes básicos, así como de los beneficios sociales; proceso
que está mediado por una reflexión racional fundada en las decisiones que propendan
por lo que es justo.
Los principios de la justicia proyectarán lo que a las personas les interesa reconocer en
una forma de gobierno, las instituciones y los gobernantes; por ello serán éstos princi-
pios elementos vinculantes para la cooperación social, siendo los elementos ideales que
regularán los acuerdos que a futuro se puedan generar en la sociedad.
Ahora, los principios de la justicia para la cooperación social se escogen tras lo que llama
Rawls “velo de ignorancia”, situación en la que se hace abstracción de la real condición
social de cada una de los tratantes, de esta manera se garantiza que las partes, los in-
dividuos, no operen con base a sus ventajas y desventajas personales, cumpliendo con
el cometido de la “justicia como imparcialidad”36. Se trata, entonces, de una situación
hipotética de igual libertad en la que la elección que los hombres racionales, llevará a
una solución, como es fijar los principios de la justicia37.
Rawls sostiene que en la situación inicial, que es anterior al estado civil, al contrato
mismo, las personas escogerán dos principios: el primero es el de la igualdad respecto
a la “repartición de derechos y deberes básicos”; el segundo es el de las desigualdades
sociales y económicas, entendiendo que “las desigualdades de riqueza y autoridad, sólo
son justas si producen beneficios compensadores para todos y, en particular, para los
miembros menos aventajados de la sociedad”38.
El esfuerzo y el proceso teórico de Rawls se constituye en una especie de badil imagina-
rio que se afianza en un orden trascendente, ¡ese es el pecado original de la Teoría de la
Justicia!, pues, finalmente, como lo reconoce el propio Rawls, en tanto que la posición
original está dada como hipótesis se sustrae de la realidad, exactamente, “se considera
33 Ibíd., p. 24.
34 Ibíd.
35 Ibíd.
36 Ibíd., p. 25.
37 Ibíd.
38 Ibíd., p. 27.
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como una situación puramente hipotética caracterizada de tal modo conduce a que
cierta concepción de justicia” 39. Estamos, entonces bajo la forma, bien delimitada, de
una teoría ideal de la justicia en la que se establece un marco para descubrir “el papel
que tiene la justicia en la cooperación social”40, para lo que se necesita la explicación de
la “estructura básica de la sociedad”41 que es presentada a través de la “idea principal
de la justicia como imparcialidad”, que, según las palabras de Rawls, se trata de una
“teoría que generaliza y lleva a un más alto nivel de abstracción la concepción tradicio-
nal del contrato social”42.
Por una parte, el equilibrio reflexivo para Rawls, desde una mirada formal y
procedimental se constituye en ese mecanismo que opera cuando no se genera
un conjunto significativo de principios que sea validado por los miembros de la
sociedad y la sociedad misma. Por lo que se requiere de premisas razonables que
permitan llegar a una noción de justicia y principios cercanos a las personas; éste
acto está mediado por la elección moral, por la revisión de los juicios existentes,
por un ajuste entre los miembros de la sociedad por medio del cual se define la
situación inicial, es decir el status quo que se había tomado como referente para
39 Ibíd., p. 25.
40 Ibíd.
41 Ibíd., p. 17.
42 Ibíd.
43 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 40.
44 Ibíd.
45 Ibíd.
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los acuerdos fundamentales en razón de una justicia social, de una sociedad justa;
así pues, el equilibrio reflexivo valida la idea de equilibrio “…porque finalmente
nuestros principios y juicios coinciden; y es reflexivo puesto que sabemos a qué
principios se ajustan nuestros juicios reflexivos y conocemos las premisas de su
derivaciones”46.
Por otra parte, el equilibrio reflexivo permite la dinamización del orden jurídico
mismo, pues aunque ofrece un momento de estabilidad a partir del acuerdo
recíproco logrado, está dada la posibilidad, la necesidad, de generar cambios en
los mismos dado “…el ulterior examen de las condiciones que debieran imponerse
a la situación contractual y por casos particulares que pudieran llevarnos a revisar
nuestros juicios”47, proceso se basa en un orden instituciones públicas que habilitan
la situación misma.
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52 Ibíd.
53 Ibíd.
54 Véase: RAWLS, John. La Teoría de la Justicia. Op. Cit. Parágrafos 11 - 12, pp. 62 - 71.
55 Ibíd., parágrafos 20 - 30, pp. 119 – 186.
56 NEGRI, Antonio; HARTD, Michael. El trabajo de Dionisos. Op. Cit. p. 50.
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mismo pensamiento, a una misma idea, “la justicia como imparcialidad”, la que de
hecho es expresada de diferentes formas y de manera hipotética.
Resumiendo, el recorrido que se acaba de hacer por los pilares de la doctrina de la justi-
cia de Rawls, en tanto que elementos de orden hipotético, imaginario, se constituyen en
el marco trascendente de una teoría que en principio para Negri y Hardt está punteada
por la pasión, por la libertad y la igualdad, y que con el transcurrir argumentativo, de
esta manera lo que está dado pasionalmente y que es por su misma condición inma-
nente, finalmente es sobrecogido por lo trascendente, vicio que agenció la teoría polí-
tica desde la modernidad. Ciertamente, los imaginarios del contrato social, de pueblo,
nación, partido político, etc., y las hipótesis que se ciernen a su alrededor conciben y
consiguen que la realidad, con sus múltiples manifestaciones en el campo político, de
antemano ya sean una unidad, un orden homogéneo, regulado, sistemático y sistémi-
co; concepciones que no encuentran un correlato en la realidad de ese arquetipo; lo
contrario acontece pues lo sistémico, lo regulado y homogéneo no asiste en el mundo
contemporáneo flagrado por los procesos de la globalización donde la incertidumbre y
la indeterminación se constituyen en un factor importante a tener en cuenta.
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La exploración que hace Rawls de las dos revoluciones es un intento, insuficiente por
cierto, para vincular una teoría ideal, formal con hechos políticos reales. El punto de
quiebre se da pues los procesos históricos, lo conflictos sociales, son vistos desde una
estructura formal, por lo que el armazón ontológico que es el corazón del conflicto se
desdibuja, se pierde, pues “las dislocaciones históricas impulsadas por el dinamismo de
las fuerzas prácticas quedan comprendidas o subsumidas en el interior de una serie de
pasos formales: en pocas palabras, el poder constituyente de la revolución queda nor-
malizado dentro de un procedimiento ideal”57. A partir de ese formalismo, la revolución,
el conflicto social ya no es un acontecimiento, dejando de ser el referente de la crisis
social de la que deviene la necesidad de revalorar las subjetividades constituyentes para
el ámbito de lo político, en aras de hacer efectiva una justicia social desde lo inmanente.
El elemento procedimental del contrato, del consenso traslapado, socaba con la fuerza,
la pasión por la libertad y la igualdad que son recurrentes en la teoría de Rawls, y que
interesan tanto a Negri y Hardt. En efecto, la puesta en marcha de un proceso neta-
mente formal lleva a que ya no haya “…una explosión de antagonismo, sino, que por
el contrario, los conflictos sociales quedan subsumidos dentro de un orden de un equi-
librio estable. Rawls destemporaliza las rupturas de las fuerzas innovadoras y creativas,
formalizándolas en un procedimiento contractual hipotético o ideal: un paso exento de
crisis”58; entonces, el poder constituyente fundamento de todo el proceso democrático,
la diversidad y multiplicidad de singularidades, la asamblea constituyente, ya no es “un
poder social real que formula la constitución y libera la sociedad, sino una dinámica for-
mal de procedimientos, una asamblea constituyente desierta: éste es el lugar en el que
se da forma a las instituciones”59 en la teoría de Rawls.
Es desolador el panorama que está dado ahora para la valoración y revisión de la Teoría
de la Justicia de Rawls, anulados los contenidos materiales de los procesos revolucio-
narios históricos relevantes para la humanidad, como son la Revolución Francesa y la
Revolución de los Estados Unidos, lo real, el movimiento de los agentes que en principio
determinan el norte de la sociedad y de la justicia social, queda abolido; así pues, “los
mecanismos formales del procedimiento constitucional sirven para domesticar las ener-
gías salvajes de la revolución y ponerlas a trabajar”60.
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61 Ibíd., p. 7.
62 Ibíd.
63 Ibíd.
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64 Ibíd., p. 35.
65 Ibíd., p. 36.
66 Ibíd.
67 Ibíd.,
68 Ibíd.
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en la sociedad son los que efectivamente tienen la potestad como poder constituyente
de abrir la normatividad para que se haga efectiva la justicia social, lo que de hecho
requiere de la observancia inmanente de las subjetividades .
69 Ibíd., p. 39.
70 Ibíd., pp. 37 - 44.
71 Pp., p. 37.
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producción, Rawls oculta las verdaderas raíces de esa distribución” Robert Paul Wolff, citado por NEGRI Antonio
y HARD, Michael. El trabajo de Dionisos, p. 38.
77 Ibíd.
78 Ibíd., p. 39.
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CONCLUSIONES
La exposición de los lineamientos generales de la crítica que hacen Antonio Negri y
Michael Hardt a la teoría de la justicia de John Rawls, desde la obra que lleva este título,
requiere de una serie de precisiones finales, que para efectos de organización serán
propuestos dentro pautas conceptuales que integren la ontología con la política, dando
las características propias a la subjetividad y los procesos sociales que pervivan tanto en
el teoría de la justicia de Rawls, como originalmente se plantea, como en la propuesta
de Negri y Hardt.
En este tópico conviene precisar con exactitud el sentido de la unidad que puede
ser criticado al orden trascendente. Dice Antonio Negri: “Es importante marcar la
diferencia sobre este punto entre la unidad vista como proceso de unificación y la
unidad concebida como un bloque abstracto, es decir, «Uno». Cuando se concibe
la unidad como acción es, una práctica ontológica. La unidad es un proceso que,
como cualquier acción, implica un lenguaje; que, como todo lenguaje, implica una
multiplicidad; que, como toda multiplicidad, implica un «común». Por lo tanto, la
unidad no es lo contrario a la multiplicidad, lo es el Uno. El Uno es el principio de
toda alienación y se da como negación. La negación no es la acción, es un hueco,
una nada, es un principio de sustracción”79.
79 NEGRI, Antonio. Del retorno. Abecedario biopolítico. Barcelona: Debate, 2003, pp. 157 – 158.
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c) Existe una problemática dentro del marco del constitucionalismo que Rawls
presenta: por una parte, el trabajo vivo es poder constituyente de la sociedad,
el espacio para lo vital, una manufactura en constante movimiento, dinámica, de
montos y cánones; y por otra parte, al mismo tiempo el trabajo vivo, el poder
constituyente, adelanta una “crítica de todo poder constituido, de todo orden
constitucional fijo”80, de esta manera se desestabilizan “las estructuras muertas de
la sociedad”, aniquilando la normas que puedan validar formas y normas jurídicas
anquilosadas, por lo tanto, “…en tanto que fuente jurídica el trabajo vivo es, en
su esencia misma, la crítica radical del derecho”81. Ahora bien, la respuesta del
constitucionalismo a ese espíritu crítico no convencional, trabajo vivo desde y para
lo social, será la domesticación de la “actividad social creativa como una fuerza,
una bestia poderosa y feroz”82.
d) Referir los procesos formales que Rawls esgrime en su teoría como elementos para
la domesticación, para el “Uno”, deja ver que la crítica de Negri y Hardt cumple
con un cometido funcional que es el de rastrear los factores determinantes que los
procesos normativos establecen bajo las diversas formas de la sociedad de control,
constituyendo mecanismos de biopoder que hacen que la pasión por la vida, sea
reducida a un orden instrumental, anulando la acción de la multiplicidad, del poder
constituyente democrático.
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