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Universidad Nacional de Quilmes, Maestría en Ciencias Sociales con Mención en Política y Gestión Pública

Profesor: Gustavo Badia.

Estudiante: Roberto Diego Díaz

PROBLEMAS ACTUALES DE LA GESTIÓN

PÚBLICA

TRABAJO PRÁCTICO FINAL

Universidad Nacional de Quilmes

Maestría en Ciencias Sociales con Mención en Política y Gestión Pública

Profesor: Gustavo Badia.

Estudiante: Roberto Diego Díaz.

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Introducción:

A los fines de cumplimentar la consigna brindada. Este trabajo consistirá, en su

primera parte, en repasar algunos de los aspectos que consideramos importantes

que se plantean tanto en la Carta Iberoamericana de la Función Pública como en

la Carta de Iberoamericana de la Calidad en la Gestión Pública, al tiempo que se

intentará destacar elementos o componentes de los diferentes modelos que se

ven reflejados en ambas cartas.

Luego, en su segunda parte, intentaremos visualizar algunas problemáticas que

implica la instrumentación de conceptualizaciones con origen en el sector privado,

en el sector público. Para ello, problematizaremos algunas facetas de la calidad en

la función pública, tomando como referencia las Cartas Iberoamericanas

mencionadas y aportes de autores estudiados a lo largo de la materia.

Por último, procuraremos esbozar conclusiones sobre lo desarrollado.

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Desarrollo:

A los fines de iniciar el repaso mencionado arriba, consideramos importante como

punto de partida resaltar que ambas Cartas Iberoamericanas desatacan como uno

de los objetivos más importantes, el “poner de manifiesto un conjunto de bases

comunes, sobre las cuales debiera articularse el diseño y funcionamiento de los

diferentes sistemas nacionales de función pública en los países iberoamericanos”

citando a la Carta Iberoamericana de la Función Pública1, haciendo la salvedad de

que la Carta Iberoamericana de la Calidad en la Gestión Publica2 hace un planteo

general muy similar. Resaltamos esto porque si bien estas Cartas no son

vinculantes, fueron rubricadas por una buena cantidad de los países de nuestra

región, en un marco histórico en el cual la aplicación de las medidas neoliberales

ya habían mostrado sus falencias profundizando los problemas que habían

prometido solucionar y aun claramente señalando esto, en ambas Cartas se

incorporan numerosos términos y conceptos que, al menos en nuestra región,

tuvieron una marcada inserción durante la década de los 90.

Esto en principio podría marcar contradicciones, que desde algunas lecturas

políticas podrían ser consideradas como insalvables, pero analizando más

detenidamente estos aspectos encontramos que ambas cartas, a través de un

conjunto de bases comunes, intentan re significar e integrar aportes de diferentes

modelos de administración pública a la luz de una reinterpretación del rol del

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De ahora en adelante, CIFP.
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De ahora en adelante, CICFP.

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Estado, reconociendo que el mismo es “un instrumento indispensable para el

desarrollo económico, político y social de cualquier país” y que “tiene que

orientarse a la atención de tres grandes problemas: la consolidación de la

democracia, la necesidad de retomar el crecimiento económico y la reducción de

la desigualdad social, garantizando la inclusión social” (CICFP, 2008). Para ello se

debe adoptar “un nuevo modelo de gestión pública que recupere la capacidad de

las Administraciones Públicas iberoamericanas como instrumentos útiles y

efectivos al servicio del bien común o interés general de sus respectivas

sociedades”.

El recorrido realizado para llegar a la formulación de ambas cartas no está sin

dudas ajeno a la evolución que los diferentes modelos de administración pública

atravesaron a lo largo del tiempo y en diferentes contextos siempre acompañados

por la tensión inherente entre las dimensiones política y técnica. Humberto Falcao

Martins hace referencia a esto en su texto “Administración pública gerencial y

burocracia (1996)” cuando cita a Denhart (1990) diciendo: “De una manera

general, la trayectoria del pensamiento en el terreno de la administración pública

ha evolucionado en el sentido de crear, criticar y mejorar modelos y principios de

cambio organizacional planificado, en los niveles micro o macro organizacional,

desde un enfoque organizacional hacia un enfoque político-sociológico que

privilegia como punto central la tensión entre política y administración”. Al hacer

esto, Falcao Martins (1996) enfatiza la importancia de lograr la integración entre

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administración y política y no seguir reproduciendo la tradicional dicotomía entre

ambas.

A su vez, Joan Subirats en su texto “Análisis de Políticas públicas y gestión

pública: Promesas y riesgos de una vida en común (1993)” da cuenta que el

estudio de la política y sus instituciones es de vieja data y se prolonga hasta el

presente, mientras “las llamadas ciencias del management hacen su aparición en

épocas más recientes”. Estas ciencias a las cuales se refiere el autor parecen

formular una promesa, la cual el autor expresa citando a Minogue (1983): “mejores

políticas y mejor administración de las mismas”. Pero es sabido que el modelo

gerencial tuvo diferentes momentos de desarrollo e implementación desde un

modelo “fuerte” o “puro” a uno que en Inglaterra fue llamado Public Service

Oriented (PSO) (Abrucio, 1997). Al respecto Subirats dice que “el elemento que

destaca en esta nueva aproximación, propia del public management sería la de no

aceptar la distinción entre formulación de políticas e implementación de las

mismas, o, si se quiere entre política y gestión” (Metcalfe-Richards, 1989, p.313

citados por Subirats).

La nueva gestión pública entonces surgió “tanto de la crisis de la aproximación

tradicional…como de los propios cambios que han ido convirtiendo las

administraciones en grandes empresas de servicios públicos”. De esta manera el

énfasis, como lo llama Subirats, “se traslada de una perspectiva básicamente

centrada en el cumplimiento de la legalidad y la regulación social a través de las

normas, hacia una correcta y eficiente prestación de servicios”.

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Los modelos y las realidades de cada Estado:

Otra cuestión que se suma a esta visión que expresan ambas Cartas, es que se

encargan de resaltar el hecho de que cada realidad nacional con sus respectivos

contextos son variables fundamentales a considerar en la posible aplicación de los

contenidos de las mismas. Consideramos que este punto implica una gran

diferencia con respecto a una marcada tradición “importadora” de herramientas,

conceptos y sistemas tanto de otros sectores como de otros países sin un

adecuado análisis de las realidades concretas de cada Estado y sus instituciones.

Es imprescindible tomar en cuenta lo que afirma Humberto Falcao Martins (1996)

cuando afirma que: ““Los paradigmas examinados y tantos otros venideros son

tipos ideales de administración pública”. Interpretamos que esta aseveración no

solo puede plantearse en el ámbito del desarrollo teórico, sino que también se

aplica a procesos de implementación.

Sobre la Calidad en la Gestión Pública:

Dentro de los modelos, estrategias y/o herramientas que se explayan en ambos

documentos, queremos ahondar más en lo que se refiere al concepto de Calidad.

Consideramos que su utilización en ámbito de la gestión pública es un caso

paradigmático de la implantación en el sector público de conjuntos de

herramientas anteriormente utilizadas y desarrolladas por el sector privado. Dado

esto, destacaremos diferentes aspectos vistos en clase y los relacionaremos con

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los autores estudiados siempre con la idea de que no se trata de agotar todas

posibilidades que existan en este sentido.

En primera instancia queda claro que hoy en día la calidad en el sector público es

un concepto al que se le atribuye suma importancia. Al menos desde el discurso

político la calidad siempre es mencionada como un conjunto de atributos a los que

se puede alcanzar y que deben estar presentes en todo accionar de gobierno.

Prueba además de la importancia que se le atribuye, es justamente la existencia

de una Carta Iberoamericana de la Calidad en la Función Pública firmada por

varios países, lo que implica un acuerdo político que su vez brinda un marco

también político a como la calidad debe ser entendida en el sector público.

De esta manera, el concepto de la calidad en la gestión pública de acuerdo a la

CICFP, “constituye una cultura transformadora que impulsa a la Administración

Pública a su mejora permanente para satisfacer cabalmente las necesidades y

expectativas de la ciudadanía con justicia, equidad, objetividad y eficiencia en el

uso de recursos públicos”.

El concepto de Calidad se enmarca así en un contexto muy distinto al de su origen

en el sector privado sujeto a las reglas del mercado y con clientes como

destinatarios. Tomemos como ejemplo de esto, lo que se refiere a "coherencia

estratégica", en el marco de los conceptos básicos sobre la función pública de la

CIFP, se afirma que es un "rasgo esencial de cualquier sistema de función

pública" y que esto implica que "la calidad de sus instrumentos e intervenciones no

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puede ser juzgada desde una supuesta normalización técnica o neutral, al margen

de su conexión con la estrategia perseguida en cada caso por la organización".

Creemos que aquí vemos reeditada la siempre existente tensión entre lo político y

lo técnico. La interpretación que hacemos es que los lineamientos estratégicos se

definen políticamente y lo técnico asiste a la consecución de los objetivos

delineados por la esfera política.

A su vez, consideramos que este planteamiento se complementa con lo se

desarrollado por Brugué en su texto “Modernizar la administración pública desde la

izquierda: burocracia, nueva gestión pública y administración deliberativa”, cuando

en la primera de las falacias que desarrolla deja claro que la administración es un

espacio “altamente politizado” y que “todos sabemos que los directores generales

y los gerentes no son simples ejecutores de políticas, sino que las definen y

condicionan”, lo que claramente muestra que “ la administración no es técnica,

técnica y más técnica” (Brugué, 2004).

Enfatizando la dirección en la que se apunta en ambas cartas, la CIFP incluye

dentro de los criterios que inspiran sus enunciados, lo siguiente: "la

profesionalidad de los recursos humanos al servicio de las administraciones

públicas, como garantía de la mayor calidad de los servicios públicos prestados a

los ciudadanos". Explícitamente vemos aquí mención a la calidad relacionada

directamente con los servicios públicos y la profesionalidad e los recursos

humanos, y además aclara a quien están dirigidos estos servicios, al “ciudadano”.

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Esto marca una gran diferencia que va desde una visión concreta del rol del

Estado hasta como son conceptualizados los destinatarios de las políticas

públicas.

La medición de la calidad:

Un asunto que consideramos sumamente importante e ilustrativo de los desafíos

que plantea el concepto de la calidad en la gestión pública es el de la medición. La

Aunque hoy nos pueda sonar obvio, una medición de la calidad de un producto o

servicio en el ámbito del sector privado tiene características muy distintas a las

que puede haber en el sector público, y fue mediante varios procesos de

implementación de herramientas de modelos de tipo gerencialistas que se llegó a

este aprendizaje.

De acuerdo a la CICFB, “La calidad en la gestión pública debe medirse en función

de la capacidad para satisfacer oportuna y adecuadamente las necesidades y

expectativas de los ciudadanos, de acuerdo a metas preestablecidas alineadas

con los fines y propósitos superiores de la Administración Pública y de acuerdo a

resultados cuantificables que tengan en cuenta el interés y las necesidades de la

sociedad”.

Con respecto a las “metas preestablecidas” y los “resultados cuantificables” nos

interesa elaborar un poco más. De acuerdo a Subirats (1993), desde una visión

general del management, “uno de los elementos clave que aparecen como

esenciales para poder gerencializar las administraciones públicas es una clara y

específica determinación de objetivos”. Como la calidad proviene del menú de

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conceptualizaciones del sector privado, claramente necesita que este “elemento

clave” se cumpla para poder tener algún tipo de efecto transformador. Pero he

aquí que como dice también Subirats (1993): “…las organizaciones públicas no

acostumbran a tener objetivos definidos en forma unitaria y concreta. Predomina la

ambigüedad y la inconcreción”. La complejidad de escenarios en la que se

desenvuelven las administraciones públicas con la correspondiente pluralidad de

actores intervinientes, hacen siempre difícil la determinación de objetivos y no sólo

eso sino también mantener esos mismos objetivos a lo largo del tiempo.

De esta forma, aún hoy se puede escuchar como desde algunos sectores se culpa

a la política por los problemas que surgen de la gestión. “Se convierte en irracional

o pernicioso lo que tiene que ver con la política, y en racional o positivo lo que

tiene que ver con la gestión. Si es la gestión la que puede ofrecer buenos

resultados, sería la política la que frustraría esa posibilidad”, expresa Subirats

(1993) para ilustrar el punto de vista desde el “campo del management”.

La calidad, entonces enfrentaría estas dificultades como concepto o herramienta

en su implementación en el sector público, sobre todo si no hacemos una

apropiada lectura de las posibilidades que cada modelo de gestión pública puede

brindarnos.

Con respecto a estas posibilidades, es de destacar lo que afirma también Subirats

(1993) al referirse a que “la gestión pública (como paradigma emergente que

acepta la politización del marco en que se desarrolla), y el análisis de políticas

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(entendido desde su versión más laica, y más orientada a facilitar la consecución

de resultados que a ofrecer las respuestas racionales ante cada problema social),

son partners naturales”. Por lo tanto, no solo es posible una articulación de

componentes o elementos de diferentes modelos, sino que esta sería natural

aunque podemos intuir que falta recorrer todavía un largo trecho para lograr una

articulación satisfactoria. Esto, por supuesto, incluye el desarrollo de la calidad en

la gestión pública.

Es en el nivel “micro” como dice Subirats (1993) donde “la capacidad de imitación

del sector privado podría ser mayor” por tratarse de la “gestión de una

organización o servicio concreto” y es donde en general vemos más seguido, por

lo menos en Argentina, un mayor desarrollo de la calidad en la gestión pública. A

su vez, en el nivel “macro” es donde las diferencias con el sector privado son

mayores. Al respecto, este autor afirma: “no se trata tanto en este nivel de hacer

cosas a través de las personas que componen la organización, como de lograr

articular y conseguir la cooperación entre organizaciones en pos de uno o varios

objetivos estratégicos definidos como comunes (Subirats, 1993)”.

Si leemos lo que dice la CICFP en referencia a la medición de la calidad a la luz

de lo que desarrolla Subirats (1993) sobre los niveles “micro” y “macro” podríamos

identificar el nivel micro cuando habla de “resultados cuantificables que tengan en

cuenta el interés y las necesidades de la sociedad” y el nivel “macro” cuando se

refiere a “metas preestablecidas alineadas con los fines y propósitos superiores de

la Administración Pública”. Esto no parece ser casualidad, sino que por el

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contrario, podríamos inferir que tanto Subirats y la CICFP apuntan a la

mencionada articulación necesaria entre modelos, buscando superar los marcos

tradicionales que estos proponen. De esta manera lo que afirma Subirats (1993)

sobre que “el control de lo conseguido no podrá basarse sólo en parámetros de

eficacia y eficiencia, sino también deberá tener en cuenta las influencias y efectos

no esperados, así como la posible relación con los valores que se tuvieron o no en

cuenta en el proceso de formación de políticas” puede constituir un marco que

deberá continuamente desarrollarse a los fines de poder no sólo medir

correctamente la calidad en la función pública y sino apuntalar su propia evolución

con su especificidad diferente a la que podemos encontrar en el sector privado.

Claro está que la CICFP abunda en consideraciones que generan un marco de

actuación para desarrollar e implementar la calidad en la gestión pública. Pero de

entre ellas el denominado principio de acceso universal nos parece un excelente

ejemplo de la diferencia entre una compresión de la calidad desde el mercado y

desde el rol del Estado al que aspira la carta.

Estamos acostumbrados a que cuando desde el sector privado se habla de

calidad, se haga hincapié en la satisfacción del cliente y a las variables y

herramientas que contribuyen a la medición de esta satisfacción. Sin embargo,

hay un aspecto que es clave al momento de la evaluación del rendimiento de una

empresa y este es la rentabilidad. Un principio como el de acceso universal

contempla una dimensión que no puede ser entendida en términos de rentabilidad

como se la entiende desde el sector privado, esto es la “rentabilidad económica”.

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Incorpora como prioritario lo social, sin dejar de afirmar a lo largo de la carta, la

importancia de la racionalización en la utilización de los recursos. Por supuesto,

mencionamos esto en este apartado, por el impacto que tiene en la medición de la

calidad un criterio como este.

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Conclusiones:

Tanto la CIFP como la CICFP plantean un desafío en gran escala para los

Estados Iberoamericanos. Si ya para el desarrollo teórico de nuevos paradigmas

de administración pública se encuentran muchas dificultades, más aún pueden

surgir obstáculos para la implementación de los mismos.

Consideramos que el proceso de reformas esbozado en los principios de ambas

cartas tienen la característica especial de intentar aproximarse a un modelo de

administración pública el cual aspectos propios del modelo burocrático y del

modelo gerencialista pueden y deben desarrollarse integrándose y

retroalimentándose. Lo que nos acercaría lo que plantea Humberto Falco Martins

(1996) cuando resalta sobre la necesidad de superar la dicotomía entre política y

administración y a lo que le sumariamos lo que afirma Les Metcalfe (1996) cuando

expresa que “el objetivo convencional de búsqueda de un modelo de eficacia

deber ser reemplazado por modelos basados en la lógica del aprendizaje, la cual

se hace responsable del contexto plural de la gestión pública y acepta el reto

integrador de constituir una cooperación interorganizacional conjuntamente con el

cambio estructural”.

La lógica del aprendizaje es lo que hace posible el paso de la imitación a la

innovación. Pero para que surja una verdadera innovación, el aprendizaje debe

darse dando cuenta de los contextos institucionales de cada Estado. De esta

manera conceptos como la calidad pueden ser reinterpretados convirtiéndose en

verdaderas herramientas en pos de la resolución de los problemas a que deben

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apuntar los Estados y que se encuentran expresados en ambas cartas en el marco

de una revalorización del rol de los mismos.

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Bibliografía:

 Subirats, Joan. Análisis de Póliticas Públicas y Gestión Pública: Promesas y

riesgos de una vida en común. Ekonomiaz, núm. 26, 2° cuatrimestre 1993,

Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz.

 Metcalfe, Les. Gestión Pública: de la Imitación a la Innovación. Lecturas de

Gestión Pública. Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 1996.

 Falcao Martins, Humberto. Administración pública gerencial y burocracia. La

persistencia de la dicotomía entre lo político y administración. Revista del

CLAD Reforma y Democracia N°9, Caracas, 1997.

 Brugué, Quim. Modernizar la administración desde la izquierda: burocracia,

nueva gestión pública y administración deliberativa. Revista del CLAD

Reforma y Democracia N°29. Caracas, 2004.

 Abrucio, Fernando Luiz. O impacto do modelo gerencial na Administração

Pública. Um breve estudo sobre a experiência internacional recente”.

Cadernos ENAP No. 10. Brasilia.

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