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SANEAMIENTO POR VICIOS OCULTOS

Son vicios redhibitorios (en términos generales) aquellos defectos ocultos que afectan la cosa
vendida, que de haber sido conocidos por el comprador este no la habría adquirido o habría pagado un
precio menor. Dicho en otros términos, son los defectos ocultos de las cosas existentes al momento de
su venta que la hacen impropia para su destino o disminuyen de tal modo su uso que de haberlos
conocido el comprador, no la habría comprado o habría pagado menos por ella (Código Civil, artículo
1518).
La responsabilidad del vendedor por saneamiento por los vicios ocultos aparece enumerada en el
artículo 1486, se explica en el 1503 (ordinal 2) y se desarrolla entre los artículos 1518 y 1525 del Código
Civil. Estas disposiciones forman parte de la regulación del contrato de compraventa, aunque el
saneamiento por vicios ocultos es aplicable, en general, a todos los contratos traslativos a título oneroso.
Así, el saneamiento por vicios ocultos consiste en la obligación que tiene el vendedor de responder
frente al comprador por los vicios o defectos redhibitorios que tuviere la cosa al momento de la venta.
El vendedor no solamente debe procurar al comprador la posesión pacífica de la cosa vendida; debe
garantizar igualmente la posesión útil de la cosa. De allí que si la cosa adolece de vicios o defectos
ocultos que le impidan al comprador utilizarla en la forma que podría esperar legítimamente, es lógico
que surja responsabilidad por saneamiento a cargo del vendedor. En efecto, de nada le serviría al
comprador la entrega realizada si la cosa tiene defectos ocultos que hagan imposible o limiten, por
causas económicas, su utilización.
1. REQUISITOS.
Los requisitos que deben concurrir para la configuración de los vicios redhibitorios son: la existencia
de un vicio; que este sea grave, oculto, desconocido por el comprador y anterior al momento de
transmisión de propiedad. Pasamos a referirnos a cada uno de estos requisitos.
1. La existencia de un vicio.
i. Determinación. La determinación de lo que es o no un vicio ha sido objeto de discusión
por la doctrina.
Según la tesis clásica el vicio es un defecto anomalía de la cosa, es decir, para que el
vendedor quede obligado al saneamiento, no basta con que la cosa sea impropia para el
uso al que se determinó, sino que ha de tener un vicio o defecto.
Por su parte, según la tesis funcional existirá vicio cuando la cosa sea impropia para el
uso al que está destinada. A diferencia de la anterior tesis no se requiere establecer
primero la existencia de un vicio y luego que esto hace que no tenga utilidad para el
comprador. Así, bastara con que la persona no pueda servirse para lo que la cosa está
destinada para que se considere que existe un vicio. “Lo que es esencial para el
comprador no es la cosa misma sino la utilidad que espera obtener de ella”.
ii. Noción de vicio. La palabra vicio que se utiliza para definir la redhibición hace referencia
a un defecto que modifica, altera, afecta al objeto o que perjudica el cabal
funcionamiento del mismo para el uso al que se le destina. En caso de productos
naturales esto puede suceder por la presencia de elementos nocivos. En caso de
productos manufacturados el vicio, generalmente, consistirá en un defecto de diseño o
fabricación. Aunque no se requiere que se trate de un vicio material, el mismo tiene que
ser inherente a la cosa vendida lo que no excluye que el defecto solamente se ponga de
manifiesto por las condiciones de su utilización.
1. El vicio ha de afectar cualitativamente la cosa, no cuantitativamente. Si
solamente se trata de un defecto por la cantidad, tratándose de cosas
que se cuentan, pesan o miden, se podrá intentar acción resolutoria por
incumplimiento, pero no saneamiento por vicios ocultos.
2. El demandado no puede pretender excluir su responsabilidad
demostrando que el producto ha sido elaborado de conformidad con
las reglas técnicas. Es un principio de carácter general que la
autorización administrativa para realizar una actividad bajo ciertas
condiciones no es causa de justificación que pueda liberar al agente de
la obligación de reparar los daños que puedan sufrir terceros como
consecuencia de la actividad permitida. Por lo que las autorizaciones
administrativas no eximen a sus beneficiarios de la responsabilidad civil
que les incumba.
3. Muchas veces la utilización de la cosa amerita tener ciertas precauciones
si se quiere evitar que se produzca un daño en cuyo caso, si el producto
no es defectuoso, la responsabilidad en que pueda incurrir el vendedor
no sería a título de saneamiento por vicios ocultos, sino por no haber
advertido al comprador de manera suficiente y adecuada acerca de los
riesgos derivados de la utilización de la cosa.
4. No debe confundirse vicio o defecto con la peligrosidad de la cosa. Una
cosa, sin ser defectuosa, puede ser peligrosa. Así, por el hecho de que
una bombona de gas explote, no puede inferirse que la explosión se
haya producido por un defecto de fabricación. Otras veces, un producto
sin ser peligroso puede generar un daño por un defecto de fabricación,
así, por ejemplo: un juguete.

2. Gravedad del vicio.


i. Determinación de la gravedad. El art. 1518 del Código Civil hace referencia a los vicios o
defectos que hagan la cosa impropia para el uso al que está destinada o que disminuyan
el uso de tal forma que si el comprador hubiere conocido de ellos no hubiera comprado o
habría ofrecido un precio menor. Por consiguiente no cualquier imperfección puede dar
lugar a las acciones edilicias. Defecto de la cosa ha de ser de importancia para que dé
lugar al saneamiento. Así, los defectos poco importantes que de haberse conocido no
hubieran siquiera cambiado el precio quedan fuera del concepto de vicios redhibitorios
(caso, por ejemplo, de la venta de una casa de quinientos millones de bolívares que tiene
una instalación deficiente en un baño, cuya reparación cuesta cien mil bolívares). A los
ojos de la ley el vicio es grave cuando incide de tal manera que torna la cosa inapropiada
o la hace menos útil para el fin al que está destinada. En ambas hipótesis debe tratarse
del uso específico al que la cosa esté destinada, pues puede ocurrir que el defecto la
haga inapropiada para otros usos pero en tal caso no será apropiado para que prosperen
las acciones edilicias.
Para determinar cuál es el uso específico se tomará en cuenta al uso especial
contemplado por las partes y, en su defecto, el uso normal que se le da a la cosa de
acuerdo con su naturaleza. Si a la cosa se le dará un uso no habitual corresponderá al
comprador demostrar la existencia de clausulas contractuales (o cualquier otro medio de
prueba idóneo) que adquirió la cosa vendida para destinarla a un uso que no es habitual
y que el vendedor conoció o debió haber conocido dicha circunstancia.
Por otra parte, no debe confundirse gravedad con irreparabilidad. Para poner en juego el
saneamiento no importa si el vicio es o no es eliminable, pues aunque lo sea ello
determina una disminución del valor en la medida del costo de reparación. Por lo que,
siempre que exista la impropiedad para el uso determinado de la cosa se puede calificar
como redhibitorio.
Cuando el vicio es de suficiente gravedad que imposibilita su uso (al que está destinado),
es una cuestión de hecho que no ofrece mayor dificultad para su determinación, en
cambio, si se trata de la disminución de la posibilidad de uso de la cosa, los jueces han de
valorar si el comprador con el conocimiento del vicio no la hubiera comprado o hubiera
ofrecido un precio menor, sin que su determinación sea censurable en Casación.
Al respecto, cabe notar que en la jurisprudencia francesa hay la tendencia de apreciar de
manera diferente la gravedad de un vicio, según si el comprador intenta acción
redhibitoria o estimatoria: la acción redhibitoria puede ser declarada sin lugar si el vicio
es fácilmente reparable; en cambio, si se intenta acción estimatoria el vicio puede ser
menos grave y, sin embargo, la pretensión puede prosperar. Esto se explica porque la
resolución del contrato planteado en la acción redhibitoria es una solución más drástica
y radical que la rebaja de precio.
Si el daño no es lo suficientemente grave para las acciones edilicias, sólo podrá reclamar
daños y perjuicios.
ii. Caso de la venta de animales. El Código Civil, en art. 1525 establece que la acción
redhibitoria no es procedente en caso de venta de animales salvo vicios establecidos en
la ley o por los usos locales.
Ahora, cuando esta disposición hace mención a “vicios establecidos por la ley” no se
refiere al art. 1518 sino a una ley que aún no ha sido dictada. Por lo que, en general los
criterios antes expuestos para decidir respecto a la gravedad del vicio como fundamento
de la acción redhibitoria no son aplicables. Así, en defecto de usos locales en el lugar de
la celebración del contrato o en el de su ejecución debe excluirse todo saneamiento por
parte del vendedor.
Si de acuerdo con las leyes sanitarias se prohíbe la venta de un animal que padece de
una enfermedad contagiosa, la venta en cuestión será absolutamente nula por ser
contraria a ley (adolece de objeto ilícito). Pero no se pondrá en juego el saneamiento
debido por el vendedor.
3. Carácter oculto del vicio.
i. Consagración legal. Para comprometer la responsabilidad del vendedor por saneamiento
no basta con que la cosa esté afectada por un vicio grave, así, el art. 1518 habla de que el
vendedor está obligado al saneamiento por los vicios ocultos, y el art. 1519 deduce de
ello que el vendedor no está obligado por los vicios aparentes y que el comprador podía
conocer por sí mismo.
ii. Determinación del carácter oculto del vicio. Se discute que se necesita para considerar a
un vicio como “oculto”. Algunos entienden que el vicio estará oculto cuando este no
pueda ser encontrado por una persona experta, puesto que el comprador, como buen
padre de familia, tiene el deber de hacerse asesorar por peritos/expertos para asegurar
el buen estado de la cosa.
Según otros, el vicio es oculto cuando mediante verificación elemental por una persona
sensata este no podría haber sido descubierto, entendiéndose así como vicio aparente
aquel que se revele a simple vista o mediante examen de un comprador serio.
Si bien existe la circunstancia de que el vicio sólo sea determinable por un experto no
significa esto que habrá que obligar al comprador a contratar a uno cada vez que ha de
realizar una compraventa. Sólo cuando se trata de cosas sumamente complejas o de
gran valor económico ha de existir la presencia de un perito/experto.
Como principio de carácter general podría afirmarse que un vicio no puede considerarse
como oculto cuando puede ser detectado por un examen que se valorará tomando en
cuenta la condición y cualidades del comprador, la cosa objeto de la compraventa y las
circunstancias que rodean el contrato. Jurisprudencia francesa ha presumido en algunos
el conocimiento del vicio por parte del comprador profesional cuando se desempeña en
la misma área que el vendedor (sobre la cosa en la que recae el negocio). Por otra parte,
nuestra jurisprudencia ha considerado que de ser el comprador un conocedor del objeto
del que se trate la compraventa los vicios que en el objeto se encuentren no pueden
considerarse ocultos sino aparentes. Pero parece ser que en ningún modo debería
considerarse como vicio aparente aquel que requiera de procedimientos especiales o
inusuales, pues sería exigir un nivel de diligencia mayor al realmente requerido al
comprador. La ley impone pues, implícitamente, el deber al comprador de verificar el
estado de la cosa que va a adquirir, sino no podrá quejarse después de los vicios
aparentes o fácilmente reconocibles de los que adolezca la cosa.
4. Desconocimiento del vicio por el comprador.
Se dice que el vicio no sólo debe ser oculto, sino que ha de ser ignorado por el
comprador. Es obvio que si la ley excluye la responsabilidad por vicios aparentes o
fácilmente reconocibles, no podría hacerse responsable al vendedor cuando el
comprador conoce de los mismos. Se considera que el comprador desconoce del vicio
tanto cuando ignora de la existencia del defecto como cuando ignora que el mismo
afecta el uso para el que estaba destinada la cosa.
Como la buena fe se presume el comprador no debe demostrar su desconocimiento del
vicio, esto se presume, quedando en manos del vendedor la prueba en contrario para
librarse de responder por estos. El saneamiento por vicios ocultos procede
independiente de la buena o mala fe del vendedor, si bien por la mala fe hay ciertos
efectos: el conocimiento que se tenga sobre los vicios ocultos extiende el saneamiento
debido a los daños y perjuicios sufridos por el comprador (artículo 1522 Código Civil);
impide convenir eficazmente la exclusión o atenuación de la garantía (artículo 1520
Código Civil).
5. Vicio anterior a la transmisión de propiedad.
i. Justificación. Aún cuando la ley no contempla expresamente este requisito, se trata de
uno lógico, puesto que luego de que se realiza la transmisión de la propiedad del bien la
cosa pasa a riesgo y peligro del comprador, por lo que todo vicio que sobrevenga a esto
tiene que soportarlo como caso fortuito. Si la venta recae sobre un cuerpo cierto la
transmisión de dominio se produce al perfeccionarse el contrato. En cambio, cuando se
trata de una cosa genérica, como la transmisión de propiedad existe al momento de la
individualización de la cosa, para poner en funcionamiento la garantía es necesario que
el vicio exista en ese momento, lo que generalmente coincide con la entrega de la cosa.
ii. Prueba de la preexistencia del vicio. Se plantea el problema de si el comprador ha de
demostrar que el defecto existía en el momento de la transferencia de propiedad o si,
por el contrario, basta con probar que existía al momento de la demanda puesto que
existe una presunción a su favor que lo releva de tener que probar la preexistencia del
vicio.
La doctrina extranjera se encuentra dividida al respecto.
Unas veces se considera que el comprador se haya exonerado de probar la existencia del
vicio al tiempo de la venta si intenta la acción dentro del lapso legal y demuestra que el
vicio existe aún al momento de interponer la demanda. Es decir: la existencia actual del
vicio hace presumir la existencia al momento de la celebración del contrato. Otras veces
se afirma que el comprador tiene el deber de probar la existencia del vicio desde el
momento de la celebración del contrato, pues no existe norma que lo releve de dicha
carga.
Se comparte la última tesis: el comprador tiene la carga de probar la preexistencia del
vicio. Esto como consecuencia del principio de que el que alega un hecho tiene la carga
de probarlo (Código de Procedimiento Civil, artículo 506).
2. ACCIONES EDILICIAS.
Si concurren los requisitos para el establecimiento de la existencia de vicios redhibitorios el
comprador puede a su elección ejercer cualquiera de las acciones edilicias, es decir, puede optar por
devolver la cosa y hacerse restituir el precio (acción redhibitoria) o conservarla y hacerse restituir parte
del precio determinado por expertos (acción estimatoria o “quanti minoris”).
Se deben hacer varias acotaciones:
 El derecho que tiene el comprador a elegir cualquiera de estas acciones no está
condicionado por la mayor o menor gravedad de los vicios que afectan la cosa. Es decir, el
comprador podrá interponer indistintamente cualquiera de las dos. Puede valerse de la
acción redhibitoria o la quanti minoris en el caso en el que el vicio sea de suficiente gravedad
que de haberlo sabido no la hubiera comprado, como en la hipótesis de que sean de menor
importancia, esto es, que de haberlo conocido habría comprado de todas maneras pero por
un precio menor. No puede obligarse al comprador a quedarse con la cosa so pretexto de
que sus defectos, como no son tan graves, pueden ser compensados.
 El derecho de elección del comprador no desaparece por el hecho de haber ejercido
judicialmente una de las dos acciones siempre que no haya sentencia definitivamente firme
al respecto. El actor puede válidamente desistir de la acción intentada si estima que la otra
es más conveniente. Ahora si la demanda hubiera sido declarada sin lugar por falta de
cualquiera de las condiciones que sirven de fundamento (inexistencia del vicio, ausencia de
gravedad, etc.) y el comprador intentara la acción alternativa, el vendedor podría oponer la
cuestión previa de la cosa juzgada.
 Hay casos en los que el comprador carece de la facultad para elegir que acción ejercer, así
por ejemplo cuando el comprador haya enajenado o consumido la cosa, no puede intentar
ya la acción redhibitoria que supone la devolución de la cosa al vendedor. Una situación
diferente se da en caso de perecimiento de la cosa, cuando esto es por consecuencia de los
vicios, ya que si bien no se puede devolver la cosa se puede intentar la acción redhibitoria y
obtener la devolución del precio, puesto que el perecimiento obedece a un hecho del
vendedor por el cual la ley obliga a responder.
 El derecho de opción es indivisible, por lo que en el caso de varios accionantes no pueden
unas ir por la acción redhibitoria y otras por la estimatoria; todos han de decidirse,
conjuntamente, por una sola. De no ponerse de acuerdo procedería sólo la acción
estimatoria, pues siendo el objeto de esta el pago de una suma de dinero, esta se puede
dividir entre los accionantes.
1. Redhibitoria
Mediante la acción redhibitoria se persigue dejar sin efecto el contrato en razón del vicio que
afecta la cosa. En virtud de su ejercicio exitoso, por un lado, el comprador queda obligado a restituir la
cosa y por el otro lado el vendedor debe devolver el precio si el comprador ya lo ha pagado. Si aún no lo
ha pagado éste quedará liberado de su obligación de hacerlo. La devolución es total cuando la cosa es
indivisible; si la cosa es divisible, la redhibición afectará únicamente la parte defectuosa de la cosa y el
vendedor estará obligado a restituir una parte del precio.
Cuando se venden dos o más cosas, sea por un solo precio o con indicación del precio de cada
una de ellas el vicio redhibitorio de una afecta solamente a esta y no a la de las restantes, salvo que se
demuestre que el comprador no hubiera comprado la cosa sana sin la que tuviere vicios. El hecho de que
las cosas sanas no se hubieran comprado sin la defectuosa puede resultar de la prueba que aporte el
comprador o bien de la naturaleza misma de la venta, como por ejemplo, cuando se compra un juego de
comedor y luego resulta que la madera de la mesa está dañada, por lo que evidentemente queda
también sin efecto la compra de las sillas y del seibó. Si se trata de la compra de una cosa con accesorios,
los vicios de la cosa principal permiten la redhibición de las segundas. Pero los vicios de las cosas
accesorias no afectan a las principales. La mayoría de los autores considera que la acción redhibitoria, en
cuanto permite al comprador obtener la restitución del precio mediante la entrega de la cosa es una
aplicación del art. 1167 del Código Civil, es decir, que produce la resolución del contrato. Otros dicen que
se trata de una acción resolutoria con efectos propios puesto que su ejercicio exitoso determina la
terminación del contrato de compraventa válidamente contraído, con eficacia retroactiva, como si la
compraventa nunca hubiera ocurrido, pero sus efectos solo se dan entre las partes contratantes.
Efectos. Las obligaciones del vendedor varían según si media buena o mala fe, esto es, si conocía o
no el vicio. Si bien en ambos casos el vendedor tiene que restituir el precio recibido, en cuanto a los
daños la ley se aparta de las reglas generales que gobiernan el incumplimiento de las obligaciones
contractuales y solamente otorga al comprador la indemnización por daños y perjuicios cuando el
vendedor actúa de mala fe.
Así, la responsabilidad por saneamiento se rige por principios diferentes al régimen ordinario de
responsabilidad contractual: la buena o mala fe es decisiva para determinar la procedencia de
indemnización por daños y perjuicios. El vendedor de mala fe debe pagar daños y perjuicios, mientras
que el vendedor de buena fe no debe hacerlo debido a que el ordenamiento jurídico considera que su
conducta es excusable.
Como la buena fe se presume, el comprador ha de probar la mala fe del vendedor para que proceda
la indemnización.
Vendedor de mala fe. En caso de mala fe la restitución debe ser integra: tiene que restituir todo lo
recibido, es decir, el precio y todos sus accesorios. Por lo cual está obligado a restituir el precio con sus
intereses desde el día que los recibió. Además está obligado al pago de daños y perjuicios, aplicándose
las reglas de la responsabilidad civil contractual, a tales efectos, hay que recordar que la culpa grave se
equipara al dolo. El monto de indemnización comprende no solo las reparaciones sino todos los daños
que le produjo al comprador el menor valor de la cosa, por ejemplo, si una maquina defectuosa ha
creado productos igualmente defectuosos que han sido devueltos por los clientes del comprador de la
cosa, generando un daño, esto ha de ser resarcido, asimismo los daños corporales sufridos por el
comprador, etc.
La jurisprudencia francesa establece una presunción de mala fe cuando el vendedor es el fabricante
de la cosa o un comerciante del ramo. Se presume que el que vende un producto que ha sido fabricado
por él, conoce sus defectos y debe, por lo tanto, indemnizar al comprador por los daños y perjuicios
causados a tenor del artículo 1522 del Código Civil. Se afirma que esta presunción es absoluta e
irrefragable, por lo tanto, no se admite prueba en contrario. Debe el fabricante responder por los vicios
ocultos aunque los haya ignorado. Su buena fe es inexcusable pues se trata de una culpa profesional
grave. La doctrina francesa extiende esta presunción a los vendedores profesionales, dígase, los que
comercian habitualmente con mercancías semejantes a la cosa defectuosa.
Ahora bien, en lo que concierne al derecho venezolano, el comprador tiene la carga de probar la
mala fe del vendedor si quiere obtener una indemnización por daños y perjuicios. Esto es consecuencia
del principio de que la buena fe siempre se presume y quien alega mala fe tiene que probarla. Desde
luego, el hecho de que la cosa defectuosa haya sido vendida por el fabricante puede hacer nacer una
presunción de mala fe toda vez que los conocimientos técnicos del vendedor profesional difícilmente
pueden dejar al mismo en la ignorancia de los vicios de la cosa que vende, pero se tratará siempre de
una presunción que quedará sometida al prudente arbitrio del juez (Código Civil, artículo 1399).
Vendedor de buena fe. Si el vendedor actuó de buena fe, es decir, ignorando la existencia de los
vicios a la fecha de la venta, queda obligado solo a restituir la cosa y a reembolsar al comprador los
gastos hechos con ocasión de la venta (Código Civil, artículo 1523).
La restitución del precio se rige por las mismas reglas que gobiernan la obligación de restitución de
precio que acobijan al vendedor de mala fe.
Por lo que respecta a los gastos hechos con ocasión a la venta, hay que mencionar aquí a los gastos
de escritura, de transporte y demás accesorios de la venta; los honorarios profesionales pagados por la
redacción del contrato, derechos de autenticación y registro de la venta, etc.
Durante mucho tiempo la jurisprudencia francesa amplió la responsabilidad del vendedor para
obligarlo a pagar por todos los gastos efectuados por el comprador como consecuencia de la venta, lo
que incluía, en la práctica, la indemnización de toda pérdida sufrida por el comprador exceptuando
únicamente el lucro cesante. Sin embargo, en fecha más reciente se ha abandonado esta interpretación
por otra más cónsona con la letra de la ley.
Por último, se admite que si la cosa ha experimentado un aumento de valor durante el período
comprendido entre la fecha de la venta y la redhibición como consecuencia de gastos necesarios o útiles
efectuados por el comprador, éste tiene derecho del reembolso de esos gastos. Como el vendedor se va
a enriquecer por esta plusvalía al volver a tener la cosa, de no proceder este reembolso ocurriría un
enriquecimiento sin causa a favor del vendedor y a expensas del comprador.
Obligaciones del comprador. El comprador debe restituir la cosa con todos sus accesorios, sea que
estos se hayan incorporado a la cosa antes de la venta, o que lo hayan hecho mientras esta se
encontraba en su poder. Así, está obligado a restituir la cosa con los aumentos que hubiere
experimentado por accesión o aluvión, por cuanto dichas incorporaciones son inseparables de la cosa.
Además, debe devolver la cosa en el mismo estado que se encontraba cuando la recibió, salvo el
deterioro normal de la cosa. Si el deterioro es por causa del vicio oculto, el mismo corre a cargo del
vendedor; no así los deterioros por caso fortuito, que corren a cargo del comprador (por aplicación
analógica del artículo 1524 del Código Civil para el caso del perecimiento de la cosa). Por lo que de existir
deterioro por caso fortuito o hecho del comprador, éste conserva la posibilidad de ejercer acción
redhibitoria pero el vendedor puede deducir del pago a realizar la pérdida de valor causada por el
deterioro.
El comprador además está obligado a restituir la cosa con sus frutos y productos que haya percibido
desde la fecha en que el vendedor se la entregó. Desde luego, el comprador puede detraer de los frutos
que debe reintegrar al vendedor los gastos que haya realizado para la percepción de dichos frutos.
Surge la duda de si podría compensarse los frutos de la cosa con los intereses del precio. La doctrina
extranjera se encuentra dividida al respecto. Según algunos tratadistas, por razones de orden práctico
debe admitirse la compensación. Se evita así el problema de determinar el monto de los frutos
percibidos durante el periodo en el que el comprador tuvo la cosa. Otros opinan lo contrario, que no ha
de proceder dicha compensación, porque ningún texto legal lo autoriza. Por lo cual el vendedor debe
restituir los intereses del precio recibido y el comprador los frutos pendientes y el valor de los percibidos
mientras la cosa estuvo en su poder, sin poder invocarse la compensación.
A nuestro modo de ver, ni el comprador debe restituir los frutos ni el vendedor los intereses del
precio. Esto por razones de equidad, puesto que de permitirse, el monto a restituirse dependerá bien de
la suerte o de la habilidad de uno de los contratantes para colocar sus capitales o hacer fructificar sus
bienes. Además, si el vendedor fuera de mala fe, la restitución de los frutos naturales o civiles sería una
especie de recompensa por su mala conducta.
Si bien se llega hasta esa conclusión, no puede pensarse que es así porque los frutos se compensan
con los intereses: la compensación sólo opera en cantidades líquidas y exigibles (Código Civil, artículo
1333) y sólo hasta su concurrencia (artículo 1332 eiusdem).
Si ordenada la restitución de la cosa mediante sentencia que declare con lugar la redhibición el
vendedor se rehusara a aceptarla, el comprador podrá solicitar su entrega mediante el procedimiento de
oferta real y depósito (artículo 1308 del Código Civil) y en su caso, hacer vender la cosa de acuerdo con el
procedimiento establecido en el artículo 142 del Código de Comercio.
Efectos frente a terceros. Puede suceder que el comprador haya constituido derechos reales sobre
la cosa (hipoteca, servidumbre, etc) sobre la cosa defectuosa antes de ejercer acción redhibitoria, por lo
que nace la interrogante de qué sucedería con estos derechos adquiridos por terceros.
Por supuesto, si el comprador ha establecido dichos derechos posteriormente a haber descubierto
los vicios esto implica que ha renunciado tácitamente al ejercicio de la acción redhibitoria y que desea
conservar la cosa, pudiendo intentar sólo la acción estimatoria.
Con respecto a los derechos establecidos antes de haber descubierto los vicios hay posiciones
discordantes, según algunos autores, en razón del efecto resolutorio que produce la redhibición, la cosa
vuelve a poder del vendedor libre de todos los gravámenes y cargas, que se extinguen ipso iure por
efecto de la sentencia, así, como quiera que se ha resuelto el contrato de forma retroactiva, el vendedor
ha de recibir la cosa como la entregó: libre de gravámenes impuestos por el comprador, no pudiendo los
terceros oponer al vendedor los derechos que el comprador haya puesto a su favor.
Según otros, los derechos establecidos por el comprador de esta forma no quedan borrados por la
redhibición, esto pues la redhibición no es una resolución retroactiva de la venta. Redhibere es una
operación inversa a la venta, no una resolución retroactiva, por lo tanto, solo debe limitarse esta a las
partes del contrato, no afectando los derechos de los terceros.
Por último, un sector de la doctrina considera que la acción redhibitoria se ejerce en beneficio
exclusivo del comprador. No es justo ni equitativo dejar en sus manos a los terceros con quienes él ha
contratado y que han contado con el ingreso de la cosa vendida en su patrimonio. La suerte de estos
terceros no puede quedar a merced del comprador, de ahí que éste deba librarla de todo gravamen
antes de intentar acción redhibitoria. Esta es la opción más justa.
2. Estimatoria
La acción estimatoria, también llamada “quanti minoris” tiene por objeto obtener del vendedor
una restitución de una porción del precio correspondiente a la disminución del valor del objeto producto
del vicio del que adolece. La compraventa se mantiene válida y con todos sus efectos, sólo que con un
precio reducido. Si el comprador pagó el precio no sólo en dinero sino en parte en dinero y parte en
cosas fungibles, para la restitución del pago ha de tomarse en cuenta ambas cosas de forma
proporcional, y no sólo a una de ellas.
Según una parte de la doctrina, la acción estimatoria no es más que una resolución “parcial” del
contrato. Según otra parte de la doctrina, siendo que la acción afecta sólo al precio y no su
contraprestación, esto es, el bien vendido se mantiene íntegramente en manos del comprador, la misma
no se trata de una resolución parcial del contrato, sino una forma limitada y especial de resarcimiento
del daño; limitada por cuanto solamente da lugar al resarcimiento de una parte del interés contractual
negativo; especial pues porque procede incluso cuando no media culpa por parte del vendedor.
Mediante su ejercicio exitoso se logra restablecer el equilibrio contractual alterado por la existencia de
vicios desconocidos por el comprador al momento del perfeccionamiento del contrato.
Efectos. Para determinar los efectos hay que determinar primero si el vendedor actuó de buena
o mala fe.
Vendedor de buena fe. El comprador sólo tiene derecho a obtener una devolución parcial del
precio y de los gastos hechos con ocasión de la venta (Código Civil, artículo 1523). El Código Civil no
explica cómo se fija el monto que ha de ser restituido al comprador sino que se limita a señalar que su
determinación se hará por medio de expertos (artículo 1521 eiusdem). Por lo cual, cuando no exista
acuerdo entre las partes sobre el monto de la rebaja, su determinación corresponderá al juez a la vista
del dictamen de expertos. Según parte de la doctrina, en su dictamen los expertos han de tomar en
cuenta, para fijar la cuantía de la reducción del precio, el costo de reparaciones necesarias para dejar la
cosa en el estado en que debió ser entregada por el vendedor. Pero esto realmente carece de apoyo en
los términos en que está redactado el artículo 1521 del Código Civil ya que la finalidad de la acción
estimatoria no es la de condenar al vendedor al pago del importe de las reparaciones necesarias para
dejar la cosa vendida en perfecto estado, sino la de rebajar el precio, de modo que este corresponda a lo
que la cosa realmente valía en el mercado con los vicios que la afectaban al tiempo de celebrarse el
contrato.
Ahora, para la determinación del monto del precio que se debe restituir pueden seguirse tres
criterios:
1) Restituir al comprador un monto igual a la disminución del valor de la cosa (si la cosa sin vicio
vale 1000 Bs, pero con el vicio se determina que cuesta 800 Bs, procederá restitución por
200 Bs independientemente del precio efectivamente pagado por el comprador).
2) Restituir una cantidad igual a la diferencia entre el precio pagado y el valor que la cosa debía
tener al momento de la venta sin el defecto (si la cosa vale 1000 Bs sin el defecto, con el
defecto vale 800 Bs, pero sólo se pagó 900 Bs, la restitución procederá sólo por 100 Bs).
3) Restituir una parte proporcional del precio pagado teniendo en cuenta el valor real de la
cosa sin el vicio (si la cosa se vende a 1000 Bs, pero vale 1200 Bs y tiene un vicio que se ha
determinado disminuye su valor en un tercio del valor real, el comprador sólo tiene derecho
a reclamar 333.333 Bs que equivale a una tercera parte del precio pagado y no 400 Bs,
equivalentes a una tercera parte del valor real de la cosa). Parece esta solución la más justa
de todas porque de no hacerse así sucedería un enriquecimiento sin causa a favor del
comprador, a expensas del vendedor. Lo mismo debe aplicarse si el valor pagado fue mayor
al valor real (si el comprador pagó en lugar de 1000 Bs, 1500 Bs, se le habría que restituir 500
Bs, respectivos a un tercio del precio, evitándose que sea así el vendedor el favorecido).
Para determinar la cuantía de la reducción del precio en razón a los vicios, los expertos han de
actuar conforme a criterios objetivos de valoración. Por lo cual el monto de rebaja debe fijarse no en
función del precio que el comprador habría pagado si hubiere conocido el defecto, puesto que esto es un
dato subjetivo de imposible verificación, sino con base al valor real de la cosa defectuosa sin el vicio,
conforme a lo antes expuesto.
Además el comprador tiene derecho a obtener del vendedor de buena fe el reembolso parcial de
los gastos hechos con ocasión de la venta. Reembolso ha de ser proporcional.
Vendedor de mala fe. Debe, al igual que el vendedor de buena fe, restituir proporcionalmente a
la desvalorización de la cosa el precio, conforme a las reglas antes indicadas. Además está obligado a
pagarle los daños y perjuicios producidos por la cosa defectuosa.
¿Tiene el comprador el derecho de exigir al vendedor la reparación de la cosa o su sustitución
por otra sin defectos?.
La ley da la opción de ejercer cualquiera de las acciones edilicias establecidas al comprador que
se ve afectado por los vicios ocultos, a saber, acción redhibitoria y acción estimatoria. Ahora, se plantea
la interrogante de si en lugar de estas dos acciones se puede exigir el cumplimiento del contrato,
obligando al vendedor a que repare o reemplace la cosa defectuosa.
La doctrina se encuentra dividida en esta cuestión. Algunos afirman que si se puede, pues existe
un principio general del derecho de que en los contratos bilaterales si una de las partes no ejecuta su
obligación, la otra puede, a su elección, pedir la resolución del contrato o su ejecución, lo que puede
lograrse mediante la reparación de la cosa defectuosa o la sustitución de la misma por otra sin defectos.
Además el vendedor contrae por ley la obligación de garantizar al comprador la posesión pacífica de la
cosa vendida (artículo 1503 del Código Civil). Por consiguiente, si esto se puede lograr mediante la
reparación o reemplazo de la cosa, el vendedor está obligado a ello.
Otra parte de la doctrina considera que sólo se puede ejecutar la acción redhibitoria o
estimatoria y no puede exigirle al vendedor que repare la cosa o que la sustituya por otra sin vicios. Así,
el Código Civil establece claramente cuáles son los efectos del saneamiento, pudiendo el comprador
elegir entre la acción redhibitoria o estimatoria, no tiene el comprador otros derechos ni el vendedor
otros derechos sino los inherentes al ejercicio de estas acciones.
Por último, un sector de la doctrina más moderna considera que realmente no existe razón
alguna por la que negar al comprador la acción de cumplimiento del contrato con el objeto de que
obtenga la entrega del objeto debido sin vicios siempre que ello sea posible. Para determinar si el
comprador puede exigir al vendedor que retome la cosa defectuosa y la sustituya por otra idéntica pero
sin vicios habrá que distinguir si la venta tiene por objeto un objeto un cuerpo cierto o una cosa in
genere. 1) Si la venta recae sobre una cosa cierta y determinada hay imposibilidad del cumplimiento del
contrato mediante la entrega de una cosa sin defectos. Tampoco puede exigir la reparación, pues la
obligación es de dar, y no puede convertirse en una de hacer porque se trataría de una prestación
extraña al contenido típico de las obligaciones derivadas de la compraventa. Sería obligar al vendedor a
una obligación de hacer que nunca contrajo. Si bien el vendedor podría ofrecerse por sí mismo a la
reparación, siendo esto no otra cosa que el ofrecimiento del cumplimiento en especie de la obligación. 2)
Si la venta tiene por objeto un cuerpo in genere, o una cosa determinada únicamente en especie como,
por ejemplo, cien kilos de papas, no se ve la razón por la cual el comprador no pudiera reclamar
mediante la acción de cumplimiento del contrato la sustitución de las cosas con vicios por otras que no
los tengan.
En el campo internacional la Convención de Viena sobre la Compraventa Internacional de
Mercaderías contempla la reparación del defecto como solución normal para hacer efectivos los
derechos del comprador en caso de falta de conformidad de las mercaderías vendidas con el contenido
del contrato. Hay igualmente la tendencia de reconocer al comprador la acción para exigir la sustitución
de la cosa defectuosa.

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