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Esta relación existente entre el guerrero japonés y el arte nos deja, cuando nos lo
delicadeza y refinamiento del otro. Siempre resulta paradójico. Es cierto que debemos
recordar que la clase samurai no era un grupo homogéneo, sino que formaba una
sociedad paralela que mantenía unas jerarquías internas propias de toda institución
militar, potenciadas por las impuestas por una sociedad tan jerárquica como la japonesa.
minoría selecta que dirigía al ejército en el combate: el daimyo, que lidera un cuerpo de
guerreros altamente especializado, y los samurai, que nada tienen que ver con la tropa
Podemos pensar que para esta elite el arte era algo restringido a las clases
elevadas, asociado con la aristocracia, y por tanto su posesión era algo a emular, y algo
relacionado con el prestigio. Los textos confucianos recogían el ideal chino del dirigente,
que debía combinar las artes militares (bu) y las artes civiles (bun) con el fin de
Hayashi Razan (1583-1657), el tutor confuciano del sogún desde 1608. En él se definió
aprendices de las artes. Según C. Guth, el discernimiento estético era uno de los medios
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por los que los Tokugawa y sus señores feudales podían demostrar el cultivo personal
siglo XVII por Tokugawa Ieyasu, quien adoptó la etiqueta del suki no cha, desarrollado
durante la segunda mitad del siglo XVI, y los valores culturales y la etiqueta de
hospitalidad samurai del bakufu Ashikaga del siglo XV. Cuando éste se estableció con
aristocracia. Así, el código de etiqueta desarrollado por los Ashikaga ante la llegada de
de recepción de las residencias, y dado que los sogunes empezaron a visitar a los
inclinaran por la pintura china, y el arte del país del centro en general, no era por una
concontraron en el arte cultivado por sus consejeros zen el vehículo ideal para
la escuela Kanô y Tosa, y la vida de las ciudades y los distintos temas de género, así
1 CHRISTINE GUTH. “The Tokugawa as Patrons and Collectors of Paintings”. The Japan of the
Shoguns. The Tokugawa Collection. Montreal: Montreal Museum of Fine Arts, 1989, p. 39.
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NIMA HILLARD. “El coleccionismo de arte en el período Tokugawa: Arte chino en Japón”. Japón.
Arte, cultura y agua. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, The Japan Foundation, Asociación
Española de Estudios Japoneses, 2004, pp. 59-63.
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residencias requerían para su decoración un gran número de pinturas sobre biombos,
sobre fusuma, trabajos en metal, mobiliario, lacas y cerámicas entre otros. La caligrafía
y la pintura zen, si bien seguían siendo valoradas, perdieron popularidad ante un mundo
samurai con el arte, y en su ejercicio, un algo más, distinto de los mencionados deseos.
término como simplemente bonito, placentero. De hecho, las artes generadas en torno al
mundo del guerrero son menos amables, menos decorativas que las de la corte. Por el
contrario, son mucho más expresivas, concentran un mayor vigor y energía, y hay
algunos términos estéticos específicos para definir esta belleza, masuraobi, o gôken-no-
bi. Pero frecuencia la belleza del guerrero se une a la belleza del monje, yûgen-no-bi, y
junto a valores como estos aparecen otros, mucho más conocidos en Occidente a raíz de
la difusión del zen, como wabi y sabi. Se añade así aquello que manifiesta el profundo y
sincero ser de las cosas y comunica su verdad. Porque wabi, significa soledad, esa
soledad en la que aun estando rodeados de gente y amigos sentimos que “yo” con mis
virtudes y limitaciones tengo que resolver o responder a algo que no admite apoyos ni
porque ayuda a la plasmación de la verdad. Por ello wabi, sin los brillos del oro,
Sabi es más que un concepto, una experiencia muy ligada a la anterior. Añade la
apreciación positiva del paso del tiempo: el deterioro por el transcurrir del tiempo, y la
soledad que ello conlleva. Moralmente implica serenidad ante este fluir continuo.
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Tranquilo deleite ante la caducidad de las cosas. Belleza de la pátina del tiempo.
entrelazadas. Casi no se puede entender la una sin la otra en el mundo japonés, de hecho
no hay que olvidar la existencia de monjes guerreros, y de guerreros que acaban sus días
siendo monjes.
Para comprender las razones que unen al samurai con el arte quizás nos ayude
mirar el caso del pintor francés, Yves Klein 1928-1962, que desarrolla su obra tras la II
Guerra Mundial, y que pese a su muerte prematura cuando tenía 34 años, fue
Su contacto con el budismo zen le llegó a través del judo, y encontró en este
entre el reino del espíritu y el reino físico del cuerpo. Esta era una de las veintitantas
artes marciales basadas en los principios del zen practicadas por los guerreros desde el
medievo en Japón.
en los que expresarse a sí mismo. Habilidades y recursos que hicieron mejorar los
batalla frente al enemigo, reglas de oro frente a la creación. Considero que estas
exigencias de cualquiera de las artes marciales, en las que era obligada la formación del
guerrero, son las mismas que las que como espectadores o creadores, resultan
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imprescindibles para la apreciación y la valoración artística. Y la cercana experiencia de
más allá, a los dominios del arte. Según Klein “Judo es, en efecto, el descubrimiento a
práctica y apreciación, no en la obra de arte en sí. Dice Klein: “Me di cuenta de que las
pinturas eran como las cenizas de mi arte. La auténtica cualidad de la pintura, estaba en
pictórica…”4
Esta idea y la imagen de las cenizas de Klein procede de una historia del maestro
zen Tan-hsia que Alan Watts recogía en su libro The Spirit of Zen. La historia cuenta
como el guardián del templo regañó al maestro Tan-hsia por haber utilizado una
escultura de madera de buda como leña para calentarse durante una fría noche: “Tan-
hsia escarvó entre las cenizas explicando, “Estoy buscando las reliquias sagradas de
entre las cenizas”. “¿Cómo?” preguntó el guardián, “¿pueden sacarse reliquias del buda
cometo ningún sacrilegio. Podría darme los dos budas que quedan para mi fuego?”5.
La preparación del samurai le hace estar más allá de las apariencias, y buscar
siempre una formación íntegra de su espíritu, ya sea a través de la espada, del pincel
Hay otro ejemplo clarísimo que demuestra esta afinidad de preparación espiritual
entre el artista y el guerrero, y que por tanto nos conduce a pensar que no debería
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sorprendernos tanto el hecho de que el guerrero practique las artes del pincel y las artes
“A primeras horas de la tarde, me limitaba a mirar lo que había dibujado. Durante todo el resto
paredes: todos los movimientos del pincel, de la muñeca, la respiración de la mano, también
intervenían. Dar la última mano al fondo me ponía en situación de continuar el resto. Ha sido un
combate agotador. Después no he vuelto a pintar nada. Esas telas son la culminación de todos
mis intentos anteriores […]. Fue algo así como la celebración de un rito religioso, sí, como entrar
en religión. ¿Conoce la manera en que se preparan los arqueros japoneses para las competiciones?
Comienzan por colocarse en cierto estado -espiración, aspiración, espiración- y eso es lo que yo
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hacía. Sabía que tenía todas las de perder. Una debilidad, un error y todo colapsaría”
mente, Joan Miró siente la iluminación y comprende todo lo que podría resultar
supérfluo en su obra. Es entonces cuando consigue ejecutar estas tres magníficas telas
que titula Azul. Son el fruto de unos intensos ejercicios espirituales, o del zazen7.
Daidoju Yuran (1639-1730), se decía que la fuerza sola, no bastaba, que era necesario
que éste supiera ciencia, conociera la poesía y practicara la ceremonia del té. Y se
práctica del té que la práctica del judo. Los movimientos que requieren un autocontrol,
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Joán Miró, entrevista concedida a Rosamond Bernier, publicada por primera vez en L´Oeil, París, julio-
agosto, 1961. Tomado de Joan Miró. Campo de Estrellas, Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofía, 1993, p.37 y 39.
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Meditación en la postura sentada de loto practicada por el budismo zen como medio de alcanzar la
iluminación.
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colocación y distribución de las piezas en dicho espacio… El hecho de que muchas de
las artes marciales evolucionaran con los siglos hacia disciplinas espirituales basadas en
Es cierto que también había en estas directrices confucianas dictadas con los
Tokugawa un interés por parte del gobierno en alejar a los guerreros de sus armas, de
pacificar su corazón a través de las artes. Pero es igualmente cierto que no se hubieran
implicado tan de lleno en ellas si no hubieran hallado en dichas artes una consonancia
ejemplificadas las nobles acciones de los grandes héroes, sino porque en ella queda
“de la caña y de las ramas”, pues olvidarse supondría no llegar jamás a comprender lo
que es la virtud.
intenta regresar siempre por encima de todo. Los ciclos de las estaciones, son modelo
para la vida del hombre, de ahí que en cada estación se intente vivir consciente y acorde
con ella a través del alimento, del vestido, de la decoración de los hogares.
diminuta gota de rocío, la delicada flor del cerezo, el pequeño escarabajo que orada la
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Cuando una flor se abre
La caida de las hojas, el marchitarse de las flores, los nuevos brotes del bambú,
poseen siempre una lectura que nos habla de que lo único eterno es el propio cambio,
que todo es efímero, que la vida consiste en emular a la naturaleza, tener la flexibilidad
de la caña de bambú, que cuando el viento sopla se inclina, y cuando cesa, recupera su
posición erguida. Es decir vivir el momento presente con toda su consciencia y plenitud.
“El verdadero coraje es vivir cuando es justo vivir y morir cuando es justo morir”. Esta
es otra de las máximas de las Lecturas elementales sobre el Bushido de Daidoju Yuran
(1639-1730).
todas las artes japonesas, y que se pide que conozca y practique el guerrero.
estético. Sin embargo, vemos como es precisamente ese deleite estético, el que provoca
Fue sobre todo cuando el clamor de la batalla cesó, cuando el samurai se orientó,
no solo hacia las artes marciales, sino también hacia una amplia formación y el
Por otro lado, las artes que por excelencia gozaron del patronazgo de los daimyo
fueron la cerámica del té y el teatro nô. Una que ayuda a intuir la profundidad y
segundo, que desde lo misterioso se ocupa los lugares oscuros del espíritu. Fue el tercer
sogún Ashikaga, Yoshimitsu, retirado desde 1395 quien tomó bajo su protección a un
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miembro de una compañía de sarugaku8, conocido como Ka´n-ami (1333-1384) y a su
hijo, el célebre Zeami (1364-1443), quienes dieron la forma definitiva y más depurada
al teatro nô. Esta manifestación escénica surgió tras la asimilación de la doctrina budista,
pero hunde sus raíces en la esencia étnica sintoísta y en los ritos agrarios populares. Su
de las leyendas históricas de Japón, un espíritu errante, o alguien que procede del más
allá. Fantasmas que son espíritus de los ya muertos que vagan por este mundo,
insatisfechos y llenos de rencor por los agravios sufridos en la vida y que buscan
venganza. Se crea durante la representación un respetuoso silencio que nos hace flotar
en un ambiente irreal.
cumplimiento honesto de su deber los librará de vagar como espíritus errantes en busca
de la paz.
de las armas estuvieron muy próximas y hoy desde nuestra perspectiva parecen
Entender que más allá del punzante dolor de la espada había una naturaleza en
armonía fue algo destilado por la poesía; que el control del pincel ayudaba al equilibrio
sensibilidad y la apertura a todo tipo de percepciones nos construyen como personas fue
8 Teatro popular que hoy tendría su equivalente en el circo, pues reunía números acrobáticos, pantomimas,
actuaciones con monos, etc. Pero con el tiempo los diálogos fueron cobrando mayor importancia, y las
danzas adquirieron mayor protagonismo.