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La canción de los andes

Tras la expansión de la cultura popular estadounidense, el fox trot arribó a los territorios
ecuatorianos, convirtiéndose de a poco en un favorito. El recientemente llegado ritmo
fue asimilado y fusionado con el sanjuanito de procedencia local[1]. El fox incaico,
entonces, se formó como un género mestizo ecuatoriano y, posteriormente, peruano[1].
El músico Julio Bueno Arévalo define al fox incaico como un "género musical canción.
Su nombre proviene del fox trot, que significa “trote del zorro” y que es una especie de
ragtime norteamericano, que data de la primera década de este siglo. Producto del
influjo de las músicas extranjeras que se conjugaron con elementos musicales
ecuatorianos desde la segunda década de este siglo"[2]. Entre los fox incaicos más
destacados se encuentran Cuando el indio llora [*], Lamento del Misti[*], Manco Cápac[*],
Collar de lágrimas, La canción de los andes, y La bocina. En esta ocasión, comparto con
ustedes el fox incaico La canción de los andes musicalizada por Constantino Mendoza.

En las alturas de las montañas


existe un pobre rancho.
Una viejita todas las tardes
llora y suspira ahí:
triste es la vida así;
quiero mejor morir.

Suenan las notas del fiel rondador


en los labios del indio
que brinda su amor
a la dueña de su corazón.

Hijo de mi alma, de mi alma, hijo mío


donde existes, no te veo,
no te oigo, donde estás,
contesta a tu viejita
que te llama, y no respondes
al cariño de tu madre
ni a la voz del corazón.

Te marchaste una mañana


presuroso y agitado,
que volvías me dijiste,
que volvías al partir,
y no vuelves a tu casa,
ni a tu casa ni a tu madre
que te llama, que te extraña,
que sin ti se muere ya.

Vuelve pronto mi adorado


mi consuelo, mi esperanza,
que te espera mi angustiado corazón.
Todas las tardes junto a la puerta
suspira y llora así:
hijo de mi alma, de donde existas
vuelve prontito a mí.
Mas una noche, tras lento paso,
vino la aurora así,
pálida y fría. Junto a la puerta,
estaba muerta ahí.

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