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Lemuria
»Ahora lo sé todo.
Eso es París.
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Por segunda vez la misma contrariedad.
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He comenzado a engordar.
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Él asiente.
De repente se me ocurre algo.
—¡No… no!
***
Margot ha estado aquí.
***
Iván ha hablado.
—¿Quién?
***
***
Ha ocurrido.
Me he liberado.
Espero pacientemente.
Amanece.
Me he liberado…
BUSI-BUSI
***
—¿Quiere decir…?
***
Un crimen espantoso causó un gran desasosiego en toda
la ciudad el 17 de julio de 19… Cuando en la casa del
ingeniero Hans Anders, la criada, tras llamar varias veces en
vano a la puerta del dormitorio de sus señores, por fin a eso
de las diez de la mañana intentó abrir la puerta y encontró
que esta estaba abierta y entró en la habitación. Una mujer
joven estaba en la cama en medio de una mancha de sangre.
De los señores no había ni rastro. La criada huyó gritando,
sufrió un calambre en la pierna y cuando por fin lograron
sacarle algo con esfuerzo sobre lo que había visto, el joven
estudiante del tercer piso, el más juicioso entre los inquilinos
excitados y horrorizados, llamó enseguida a la policía y a un
médico. La policía llegó y confirmó que se había cometido un
crimen. La mujer joven llevaba ya varias horas muerta; la
cabeza había sido separada del tronco por un corte ejecutado
con una fuerza monstruosa. Por lo demás, todo en la
habitación y en la vivienda estaba en orden, salvo por un
cuadro del dormitorio que se había descolgado de la pared y
se había destrozado por completo. El marco estaba en
pedazos, el lienzo rasgado. Ninguna pista indicaba que el
asesino hubiese penetrado desde el exterior, la criada
confirmó que los señores la noche anterior se habían acostado
como de costumbre. Cuando se le preguntó si tal vez en los
últimos tiempos había presenciado desavenencias entre
Anders y su esposa, reflexionó un instante y declaró que no le
había llamado nada la atención, a no ser el creciente silencio
entre ambos y a veces un temblor nervioso de la mujer. Pese a
esta declaración, no quedó otro remedio que suponer que la
señora Anders por motivos inexplicables hasta ese momento
había sido asesinada por su marido, y que este se había dado
a la fuga. Las observaciones de los demás inquilinos
coincidieron con las de la criada, pero de todas esas
indicaciones no resultaba ninguna pista conclusiva de que
hubiese una seria discordia entre ellos, de la cual hubiese
podido resultar una acción tan terrible. El médico forense
declaró, sin embargo, que no hay que dejarse engañar por la
aparente ausencia de signos externos de una discordia y
suponer una completa armonía del matrimonio, pues
precisamente entre personas de una cultura elevada, como lo
eran Hans Albers y su esposa, esas catástrofes se producían
sin ruido y en privado; y estas palabras fortalecieron la
opinión del comisario, quien ordenó de inmediato la
búsqueda y captura del esposo de la asesinada.
Anders sonrió:
»—¿Qué cuadro?
»—¿Por qué?
»—No lo sé.
—Y la contraprestación…
—Y mi contraprestación…
***
—Vamos, vamos.
—¡Saint-Simon! ¡Saint-Simon!
***
—Se lo agradezco.
—Ahora podremos mostrar nuestros números ante un
público que sabrá apreciarlos. Solo quien conoce bien las
condiciones de un arte, apreciará correctamente la maestría en
su ejecución.
—Lo he notado.
—¡Eso es absurdo!
—¡Absurdo! ¡Absurdo!
—¡Hildemann, de Praga!
—¿Señor Hildemann?
—¿Señor Prinz?
—¡Voy enseguida!
—¡Señor Prinz!
—¡Voy!
—¡Le conozco!
—¿La conozco?
—¡Sí!
¿Qué hacer?
—Un barco.
»Y expiró.
No hacía falta ser muy listo para adivinar que los rusos
habían hundido allí una de sus piezas de artillería más
grandes o, incluso, varias de ellas, para esconderlas de
nosotros. Karl Sammt se quitó el abrigo y la parte superior del
uniforme, se puso boca abajo e introdujo el brazo desnudo en
el agua negra, que ya se había cubierto con una delgada piel
congelada. Estaba seguro de que allí los rusos habían ocultado
ese cañón famoso al que habían atribuido tantas victorias.
Esperamos.
Pero ahora dijo Sofía con casi más vehemencia que antes:
—Nada, nada.
—Está muerta.
—¡Con permiso!
Quieren emborracharse.
Llénate el estómago
Lilelale riquerraque,
dudeldudeldudeldum.
dudeldudeldudeldum.
dudeldudeldudeldum…
—¡Jijiji… jijiji!
Lancé un grito.
—¿Y?
—¿El qué?
—¡Comprar niñas!
—Dígamelo.
—Nuestras energías…
—¡El tren rápido viene! ¡Hagan sitio! —la voz del jefe de
estación se impuso al ruido de nuestro círculo. Tras lanzar ese
grito, el jefe de estación saltó hacia el profesor, lo agarró de la
chaqueta y lo apartó de las vías. Todos nos retiramos hacia un
lado.
LA SIRENA
¿Qué ocurre?
Pero no la encontrarán…
No le verán.
II
EN LA ENCRUCIJADA
EL JUEZ DE BRUJAS
—¿Y bien?
—Conejos… automáticos.
—¡Pare, pare!
[1]
Las anotaciones de Hans Anders se han puesto al
principio de este informe. (N. del A.) <<
[2]
Figura femenina, representada en algunas fachadas
alemanas, con la falda remangada y enseñando el trasero al
demonio, mientras hace mantequilla. Antaño la fabricación de
mantequilla era un trabajo arduo y a menudo no coronado
por el éxito. En el pueblo corría la superstición de que esa
actividad tenía que ver con fuerzas mágicas, brujas o con el
mismo demonio, quienes, a cambio de una firma con sangre,
garantizaban el resultado. Según la explicación más
extendida, Hanne, una mujer dedicada a estos menesteres, no
se sometió a esos tratos impíos y, sin embargo, tuvo éxito en
su labor. Su gesto se interpreta como una burla al demonio. La
Butterhanne más famosa se encuentra en la ciudad de Goslar.
(N. del T.) <<
Lemuria.............................................................................................2
PRÓLOGO........................................................................................3
LA CABEZA...................................................................................15
EL MAUSOLEO EN PÈRE LACHAISE.....................................29
BUSI-BUSI.......................................................................................76
LA MONJA MALA.......................................................................90
EL HOMBRECILLO DE LA SANGRÍA...................................139
MI AVENTURA CON JONAS BARG.......................................169
LAERTES......................................................................................202
GESTOS MALDITOS..................................................................221
EL CASO DEL TENIENTE INFANGER..................................250
EL MANUSCRITO DE JUAN SERRANO...............................268
EL BOSQUE DE AUGUSTOVO................................................304
EL ARTISTA DE SOMBRAS......................................................333
EL SEXTO COMPAÑERO..........................................................375
TAKE MARINESCU...................................................................396
LA LÁPIDA DE LOS BOGOMILOS.........................................437
TRES CUADROS AL ESTILO DE JERÓNIMO BOSCO........445
EL TRIUNFO DE LA MECÁNICA...........................................471
LA REPULSIÓN DE LA VOLUNTAD.....................................492
Notas.............................................................................................510