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Cultura política, nuevos valores públicos y alternativas electorales:

hacia una expresión mas plena de la libertad política


Por Eduardo Olivero y Yanina Fernández[1]
Introducción.

a) Variables electorales y calidad de la política: incidencia de los valores públicos que


emergen del esquema de legalidad supranacional y constitucional vigente.

Uno de los aspectos centrales del sistema político actual, consiste en la fijación de un método
idóneo por el cual se asegure la representación adecuada del territorio y la población. A nuestro
entender, no está suficientemente analizada por la doctrina, la incidencia que la óptica de los
valores públicos propios del “Estado Constitucional” y del “Bloque de constitucionalidad” vigente
conllevan, con más el vínculo de éstos valores (o la derivación de consecuencias a partir de los
mismos) hacia una opción preferencial por ciertas variables electorales que determinen –con
mayor grado de probabilidad- un incremento sustancial y cualitativo de la calidad de la política y
sus procesos.
En dicho contexto, en función de los desafíos, problemáticas y discusiones conceptuales que
abordaremos en el texto, nos inclinamos por el hecho de que la mayor calidad en la
representatividad que buscamos resguardar –para nuestro medio- debe partir del análisis de un
Tipo Electoral mixto: con el agregado de los debidos correctivos y complementos necesarios –
que luego precisaremos-.
Desde tal enfoque, integraremos en este trabajo las siguientes dos variables electorales,
conformando el siguiente “Tipo Mixto Electoral” (en adelante: TME):
-El sistema electoral de sufragio directo o escrutinio uninominal mayoritario, el queconsiste
en “un sistema de votaciones en que el votante solo puede votar por un solo candidato, y el
ganador de la elección es el candidato que representa la pluralidad de los votantes, es decir, el
candidato que haya recibido el número más grande de votos”[2]; y
- La representación proporcional o escrutinio proporcional plurinominal: “es un sistema
electoral en el que el porcentaje de votos que reciben los partidos políticos determina el número
de escaños que les son asignados en las asambleas legislativas o parlamento. Este sistema de
representación se distingue del sistema de representación directa porque casi todos los partidos
políticos son representados en el cuerpo legislativo, sin importar que no obtengan mayoría
relativa en ningún distrito electoral. Por lo tanto, también se llama sistema de representación
plena. Existen diversas formas de representación proporcional, como la representación
proporcional con listas de candidatos, en que los votantes votan por partidos políticos; los
partidos presentan una lista de candidatos a los cuales se les asignan escaños de acuerdo al
porcentaje de votos que obtengan”[3].
Estas dos variables electorales difieren fundamentalmente en la magnitud o número de
representantes que se eligen por la porción geográfica en juego y en la técnica o formula
electoral implementada[4].
Los sistemas electorales (SE en adelante), además de pretender reflejar la voluntad ciudadana –
traduciendo sus preferencias en votos y estos en cargos (aunque en ello cabe advertir que no
existe ningún sistema que logre tal resultado en toda su perfección)- claramente cumplen una
paralela función de proyección y hasta de conformación de dicha voluntad, lo que pocas veces
resulta correctamente advertido[5].
Con esta advertencia en mente, nos concentraremos en ponderar la existencia de posibles
influjos y efectos -positivos y constructivos- (desde el plexo axiológico de los valores del nuevo
esquema de legalidad supranacional y constitucional que luego desarrollaremos), observando si
éstos aportan razones “fuertes” en pos de un mayor énfasis hacia la implementación mixta de las
modalidades electorales antes definidas, siempre con miras al objetivo de mejorar la calidad y
representatividad de los procesos y actores políticos en nuestra región latinoamericana y por
ende en nuestro medio local, coadyuvando a una mas óptima proyección de la voluntad
ciudadana antedicha. A tal efecto, si bien debemos partir de la consideración de las propiedades
regresivas que ostenta el contexto latinoamericano en éstas áreas de análisis[6], advertimos,
empero, la creciente incidencia pública y valorativa en estas materias que adquieren el “derecho
humano a la democracia” y el “derecho humano al desarrollo” -junto a los demás valores y
derechos emergentes de la legalidad supranacional con jerarquía constitucional en nuestro país,
art. 75 inc. 22 CN-, ya de modo insoslayable en cuanto a la elaboración, implementación y
ejecución de políticas públicas –y entre ellas, sobre las propias decisiones que hacen al área
electoral-, cual “Law in Public Action” (o también desde el denominado, “Derecho de Interés
Público”). Desde tales aspectos introductorios y conforme éste cuestionamiento teórico en su
ámbito de problematización, surgen los interrogantes siguientes: ¿Se torna también insoslayable,
para la “cuestión del régimen electoral”, la creciente incidencia de los valores públicos que
emergen del nuevo esquema de legalidad imperante?; y ¿Puede ello determinar la existencia de
“razones fuertes” que guíen al intérprete a optar preferentemente o no por ciertas variables
electorales (como el caso del TME antes expuesto), cual modelo general que con mayor
probabilidad que otros ha de propender a una mayor calidad de la política y sus procesos? (y ello
sin dejar de lado, desde luego, la necesidad de efectuar los correctivos y ajustes acordes a cada
situación particular); y también: ¿Cuáles serían, concretamente, estos nuevos valores y
principios raigales del derecho que cobrarían tal incidencia ante la “cuestión del régimen
electoral”?. Desde estas premisas generales, se abren una serie de desafíos, siempre bajo el
entendimiento de que lo relativo a los derechos políticos, al régimen de partidos y al sistema
electoral son aspectos constitutivos de la democracia, definida hoy en torno a los derechos
humanos[7] y siendo que “los derechos fundamentales constituyen(...)un vehículo y una reserva
de alternativas e innovaciones, sobre todo ahí donde hacen posible la ‘democracia pluralista’
”[8] .
Ya ingresando, con mayor detenimiento en los basamentos de la tesis concreta que, en tal
contexto de análisis e interrogantes se propone abordar este ensayo (ver pto. b), resulta que, por
un lado, un primer desafío de gran relevancia actual radica en la probable revitalización y
adecuada proyección de los ideales democráticos y participativos –ciudadanía activa- que ciertas
modalidades electorales puedan facilitar por sobre otras, desde un rol diferenciador a raíz de la
incidencia de los valores públicos que hoy hacen a una renovada cultura política. Y por el otro,
este planteo se posiciona en interdependencia con otro desafío paralelo y también de índole
central en cuanto a estos tiempos –tanto a nivel supraestatal como en cuanto al Estado local y
los niveles provinciales-, que gira en torno a la calidad democrática de la institución política
parlamento. Lo que se encuentra en discusión es la efectiva capacidad, vocación y compromiso
de sus integrantes ante la imperativa necesidad de vincular la práctica de la democracia, con la
promoción del desarrollo económico, social y cultural, junto a un mayor respeto y garantía de los
derechos humanos. Al respecto, entonces, dirigimos el enfoque de este estudio, principalmente
en torno a aspectos vinculados con los cuerpos deliberativos, de conformidad a la creciente
incidencia del modelo de la democracia deliberativa y ciudadana.
Dentro de este esquema, entonces, primero veremos el marco teórico propio del esquema de
legalidad supranacional y constitucional vigente, ponderando los concretos paradigmas
normativos (valores, principios, etc...) que han de reputarse definitivos para este estudio,
conforme los lineamientos antedichos.
En segundo lugar, en interrelación con las consecuencias normativas de tales valores y
principios que hacen a una renovada cultura política, pasaremos a analizar los aportes del TME
elegido (sistema electoral mixto que combina lo uninominal/mayoritario con la representación
proporcional/lista), merituando lo relativo a sus concretas ventajas en esta materia, sin dejar de
ubicar los correctivos y ajustes adecuados también a una perspectiva realista e integral en la
materia[9]. A resultas del análisis, tratamos de efectuar un aporte novedoso desde la interrelación
de los SE con las matrices y epistemologías legales actualizadas, que reflejan la incidencia
valorativa y formativa para nuestra cultura política del nuevo esquema de legalidad
supranacional y constitucional emergente. Desde aquí, se clarifican los objetivos culturales hacia
los cuales deben si o si tender los procesos y los actores políticos. Y en su mérito, se concluye
en que son viables y fructíferas, para superar los desafíos e interrogantes antes advertidos, las
propuestas de reformas electorales que promuevan la mayor vigencia de los elementos propios y
de las ventajas del TME propuesto. Por último, exponemos algunas propuestas comparadas que
nos pueden aconsejar la preferencia por ciertas alternativas y formulas electorales de mayor
interés en orden a los desafíos aquí propuestos.

b) Sintetizando lo dicho, en una reconstrucción conceptual adecuada, exponemos la siguiente


tesis, para pasar luego a su inmediato desarrollo y explicación.

Tesis: “El derecho humano a la democracia y el derecho humano al desarrollo, implican para el
ámbito problemático propio del contexto latinoamericano, una serie de consecuencias valorativas
que inciden y determinan una mayor preferencia por un tipo electoral mixto –en cuanto a la
“política electoral”-, de modo tal que se optimicen los probables efectos recíprocos y beneficiosos
en orden a limitar progresivamente los factores de desigualdad poblacional y territorial, como a la
proyección también de una cultura política adecuada y una mayor calidad de la política y sus
procesos, en un todo conforme al modelo de la democracia deliberativa y ciudadana”.

II.- Marco teórico general.

¿Por qué paradigmas normativos actuales transita la razón de ser de la renovación en


cuanto a la calidad de la política, sus procesos e instituciones y entre ellas también lo
relativo a los SE?.

La relevancia del análisis de las correlaciones advertidas en la Introducción, radica en que los
procesos y los actores políticos, a los fines de abandonar la “tensión y la “brecha” que
actualmente los distancia de la ciudadanía, deben necesariamente readecuar su operatividad
habitual, no solo en el contexto local, sino también de conformidad al emergente marco
estratégico -regional- que promueve la cooperación mutua y el sostenimiento de un consenso
mínimo fundamental entre las Naciones, en torno al desarrollo, la democracia y los derechos
humanos. Este relevante panorama conlleva los adecuados reflejos en torno a los cauces y los
comportamientos institucionales que deben implementarse, integrando una obra colectiva que
hace al logro de una adecuada y progresiva armonización constructiva en la materia política –
desde un enfoque realista, interdisciplinario e integral-. Esta necesaria búsqueda de equilibrio en
lo político –y por ende en lo electoral- tiende a posibilitar que, aún dentro de un Estado “débil”,
emerjan y convivan institutos y prácticas por donde colectivamente se pueda aprender a
construir y a dirimir –con progresividad y creciente eficacia- de modo fluido y democráticamente,
las innumerables tareas pendientes y los aspectos conflictivos vigentes en nuestra sociedad.
Uno de los factores movilizadores, en este sentido, esta dada por la recuperación de un grado
de suficiente representatividad, que promueva el constructivismo cívico y deliberativo, y que
acerque a los candidatos y a los gobernantes con las necesidades ciudadanas (con “desapego”
hacia los intereses político-partidarios y los intereses dirigenciales, etc...).
En este plano de análisis, sirve tratar la incidencia de las modalidades electorales que antes
comentáramos. A resultas de un mayor énfasis en la implementación de ciertos cambios
electorales –sin que esto obre como un valor absoluto en la materia y sin descartar la existencia
de otros espacios correlativos propios de la democracia participativa-, se advierte la importancia
de lograr un camino de representatividad mas firme y seguro, a los fines de que obligadamente
deban proponerse y seleccionarse genuinos representantes políticos, especialmente aquellos
cuya conducta y vocación –por un lado- y cuya trayectoria política –por el otro- se encuentren
efectivamente ligadas al interés, a la incidencia y al control efectivo de parte de la
ciudadanía/sociedad civil. Ponderando el grave contexto socio-económico desigualitario del
ámbito latinoamericano -lo que hace a un foco expansivo de grandes problemáticas- resulta que
solo desde tal óptica, surge que el representante político deberá visualizar su trayectoria y su
trabajo desde una obligada promoción de los consensos, las estrategias y las herramientas
necesarias para concretar las grandes acciones colectivas pendientes, las que hacen a las
exigencias de la “cláusula de desarrollo progresivo”, y a su relación con el “pleno goce y ejercicio
de los derechos” y con la “igualdad real de oportunidades”, la “remoción de los obstáculos”, el
respeto del “contenido mínimo esencial” de los derechos fundamentales, etc.... Así, se advierte
que la creciente incidencia pública de los compromisos supranacionales que constitucionalmente
han sido asumidos por nuestro país, conlleva necesariamente una reformulación de la idea y de
la práctica misma de la representatividad política. Es determinante, en tal sentido, la necesidad
de un creciente trabajo político e institucional que sea verdaderamente genuino y renovador, en
cuanto al deber de tener que “adoptar medidas internas” necesarias, que hacen a la obligación
supranacional del respeto y garantía de los derechos fundamentales (CADH, arts. 1º y 2º y cctes.
PIDCP, PIDESC, etc...), incluso como reaseguro mismo de la subsistencia de la democracia en
nuestra región. Se trata de que la calidad de la política y sus procesos sean adecuadamente
reformados en todos sus planos, de modo de servir y de responder a las exigencias de una
democracia sustancial –y no meramente formal- y a los objetivos de elevar, con eficacia y
progresividad, la calidad de vida de nuestra población.
Al respecto, sintetizamos los siguientes aspectos normativos, políticos y culturales relevantes,
que definen una nueva incidencia pública en la materia, en orden a los desafíos que aquí
estudiamos:

1.- La democracia como estilo de vida: diagnóstico del contexto latinoamericano.

Como recién lo dijéramos, el cúmulo de desafíos advertido en la introducción –y que, en una


sana metodología, se extiende a lo relativo a los sistemas electorales (SE)- consiste en una obra
colectiva que intenta dar vitalidad efectiva a los valores básicos de la democracia.
La democracia hace a la optimización de la calidad de vida, desde un enfoque integral, y para
ello los gobiernos deben ser receptivos a las legítimas aspiraciones de sus ciudadanos y deben
trabajar para ofrecerles las herramientas y oportunidades para mejorar sus vidas. Esto ha sido
considerado así en la “Declaración de Florida”[10], fuente que puede obrar de suficiente
diagnóstico colectivo acerca del grave contexto latinoamericano actual. Allí, se propicia tanto la
observancia de la “Carta Democrática Interamericana” (como el criterio que instrumenta la
vigencia y defensa de los valores y principios democráticos, en el marco de los principios de la
carta de la OEA), como de las diversas opciones internas y multilaterales que los Estados deben
implementar ante tal grave contexto y en aras de la efectividad de la democracia[11].
En este contexto, se impone la participación pública en la adopción de decisiones, la
transparencia y la gestión responsable de los asuntos públicos, la rendición de cuentas y las
diversas formas de accountability y también el respeto intransigente de los derechos humanos,
amén de las demás precondiciones de la vida democrática. Desde un plano muy elemental,
podemos afirmar que en las últimas décadas el régimen democrático se ha implementado con
cierto éxito desde una perspectiva electoral. Ahora bien, como lo reconocen las fuentes citadas,
lo cierto es que en la mayor parte de las naciones objeto de tal recambio político, no se ha
logrado aún una mejora rescatable del bienestar económico y social de la población: en
concreto, ni se ha mejorado sustancialmente la calidad de vida de los latinoamericanos, ni se
advierte disminuida en grado suficiente la desigualdad económica imperante. Tampoco se
advierte un incremento sustancial en cuanto al respeto a los patrones de legalidad, de idoneidad,
de responsabilidad y de promoción de los derechos humanos en torno al comportamiento
institucional habitual (solo han dejado de existir los atentados gravísimos que se cometieron
desde el Estado en épocas autoritarias, pero los vicios políticos propios de las viejas dirigencias
no parecen cesar, ni menos la indiferencia, “madre” de la corrupción). Como lo advierte la
doctrina en la materia[12], quizás sirva tener presente que la democracia hace a un estilo de
vida, y no a un esquema meramente formal. Algunas fuentes representativas de esta corriente
sustancial son ilustradas con la invocación de La “Declaración Universal sobre la Democracia”
(aprobada en la 161 sesión del “Consejo Interparlamentario” de la “Unión Interparlamentaria”,
celebrada en El Cairo, Egipto, en septiembre de 1997) la que establece en su punto tercero: “3.-
Como ideal, la democracia trata fundamentalmente de mantener y promover la dignidad y los
derechos fundamentales del individuo, garantizar la justicia social, facilitar el desarrollo
económico y social de la colectividad, reforzar la cohesión de la sociedad, impulsar la
tranquilidad nacional y crear un clima propicio para la paz internacional. Como forma de
gobierno, la democracia es el mejor modo de conseguir esos objetivos; es también el único
sistema político capaz de corregirse a sí mismo.; y enel mismo tenor, se señala allí a la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, vigente desde 1917, la que en su
Artículo 3º expresa la visión de la democracia “no solamente como una estructura jurídica y un
régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento
económico, social y cultural del pueblo”. Este reflorecimiento de la democracia como estilo de
vida, particularmente debe adquirir una vigencia efectiva en nuestra región, máxime en atención
a las necesidades insatisfechas de los grupos sociales más débiles, lo que –a su turno y de no
variar sustancialmente- puede significar hasta la erosión progresiva de la confianza en la
democracia misma. No otro, entonces, viene a ser el eje de la paradoja latinoamericana.
Así, la ampliación de los derechos políticos y civiles no ha traído la ampliación efectiva de los
derechos económicos, sociales y culturales (interdependientes e indivisibles), y en el imaginario
colectivo se centra peligrosamente la idea de la ineficacia de la democracia para erradicar la
pobreza y la inequidad. Desde tales problemáticas, se acrecienta el escepticismo en torno a las
posibilidades de ésta como sistema de gobierno: de allí que si no se logran avances respecto de
los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos políticos, tan difícilmente
alcanzados en muchos países latinoamericanos, tienden a perder sentido para la sociedad[13].

2.- El derecho humano a la democracia.-

Hay que tener presente aquí, sin embargo, que con la finalización de la guerra fría, la caída del
muro, la disolución de la Unión Soviética y la desaparición de los regímenes autoritarios de
Europa Oriental, se vienen creando nuevas condiciones para la universalización de los derechos
humanos y lo cierto es que desde ese momento, se advierte la emergencia de un cambio social
en el sistema político mundial. Este cambio, “está signado por la irrupción de corrientes
democratizadoras en todo el mundo. Los pueblos se movilizan por sus libertades. Por su
derecho a la participación en los asuntos públicos. Por acceder a la democracia como sistema
político, pero también como forma de vida. Como recuerda Antonio Cancado Trindade ‘...hace
cuatro décadas y media se establecían las bases de la internacionalización de la protección de
los derechos humanos. Hoy día, es posible que estemos delante de la etapa inicial de formación
de otro fenómeno igualmente alentador y de grandes dimensiones e implicaciones: el de la
promoción internacional de la propia democracia y el estado de derecho’ (…) la democracia, en
el mundo de la globalización ha llegado a convertirse en un valor universal. Una aspiración de
individuos y pueblos. Y un sistema político en permanente evolución. Pero, sobre todo, en un
derecho humano”[14]
A resultas de ello, en el contexto actualizado del consenso global de posguerra, el primer
derecho humano resulta ser el derecho al acceso a la vida pública, pues de él derivan y se
tornan vigentes todos los demás. Este interés se ha revitalizado en las últimas décadas[15]. Así,
el derecho al gobierno y a la vida democrática debe conceptuarse en calidad de un vehículo de
fortalecimiento institucional y ciudadano – motivación por la identidad colectiva, el interés público,
el bien común-, compuesto de medios y también de fines destinados a la defensa de la
realización eficaz y progresiva de los derechos humanos y el desarrollo sustentable: es que allí
donde se garantiza la inserción en la vida pública, se refuerza la libertad de pensamiento, de
expresión, de conciencia y los demás derechos fundamentales, se refuerzan los controles y la
asignación de responsabilidades públicas, se construye la seguridad jurídica, la gobernabilidad,
la legitimidad, la prosperidad y el desarrollo humano y social. Esto resulta importante – al menos-
en calidad de paradigma universal y regional del derecho internacional, pues como es sabido
también lo ha interpretado así la Corte Interamericana de Derechos Humanos: "... Las justas
exigencias de la democracia deben, por consiguiente, orientar la interpretación de la Convención
y, en particular, de aquellas disposiciones que están críticamente relacionadas con la
preservación y el funcionamiento de las instituciones democráticas”[16]
Así, es innegable que el derecho humano a la democracia actúa cual factor de incidencia y
aproximación entre las exigencias normativas y la realidad económica, social y política. Tal
derecho se expresa como un motor impulsor del respeto genuino a los derechos humanos –tras
la larga lucha por su ampliación hacia los derechos económicos, sociales y culturales-,
ofreciendo mayores opciones hacia un rediseño normativo e institucional acorde y también hacia
la prosperidad y el desarrollo social en un contexto de crecimiento económico sostenible.
Coherentemente, la “Declaración del Milenio de las Naciones Unidas” destaca a la libertad, a la
democracia y al gobierno participativo basado en la voluntad popular, como valores
fundamentales para las relaciones internacionales en el Siglo XXI.
Para el desarrollo y garantía de estos principios y exigencias se exige cual presupuesto
insoslayable el derecho de que todos, hombres y mujeres, puedan efectivamente contar con la
posibilidad de insertarse en la vida pública y participar en la sociedad en condiciones de
igualdad; y para ello se requiere "el establecimiento de sistemas transparentes, responsables y
efectivos de instituciones y leyes"[17]. La institucionalización de la democracia, refuerza
entonces no solo aquellos valores originarios del Estado de Derecho y del Estado Constitucional,
resguardando la democracia representativa, sino que incorpora a la par exigencias propias de la
democracia participativa y activa la interdependencia y la indivisibilidad entre los derechos
fundamentales, a la par que concreta el derecho a contar con instituciones de gobierno
transparentes, públicas y eficaces y resguarda la cultura de idoneidad (por ejemplo, mediante el
ejercicio continuado de acceso en condiciones de igualdad a la función pública). De allí que,
actualmente, incluso los aspectos originarios de la ingeniería institucional propia del
constitucionalismo clásico -Estado Representativo-, vienen a cobrar nueva expresión, sentido y
redefinición protectoria en el marco de valiosos paradigmas normativos que surgen del consenso
global manifiesto en las fuentes internacionales relevantes: tales como el “Derecho Humano a la
Democracia”, en conjunción con el “Derecho al Desarrollo”. No obstante ello, en principio no
podemos dejar de advertir que en la “Carta Democrática Interamericana” se mantiene
plenamente la vigencia del sistema representativo, pero se exhorta a su adecuado resguardo,
reconociendo a la democracia como derecho de los pueblos. Asimismo, de modo coherente con
las fuentes que venimos analizando, allí se reconoce que la pobreza y los bajos niveles de
desarrollo humano afectan la consolidación de la democracia en Latinoamérica: por esta razón,
se asume el compromiso común frente al desafío del desarrollo, al destacar "la importancia de
mantener los equilibrios macroeconómicos y el imperativo de fortalecer la cohesión social y la
democracia" (art. 12). En el caso de la OEA, la propia Carta constitutiva exige también el
cumplimiento efectivo de la democracia representativa, contemplándose ésta en una doble
vertiente: de un lado, como supuesto o condición (para el logro de valores superiores como la
paz, la estabilidad y el desarrollo; los derechos humanos, la justicia social, etc.) y por otro, como
propósito esencial de la propia Organización.
Por último, nos parece que mas allá de su propia filosofía, como del plexo de valores
constitucionales y aún de la cláusula del art. 33 CN (y otras normas concordantes: art. 37, etc...),
existen dos normas bien claras que determinan y compelen al Estado Argentino a garantizar la
participación “en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de
representantes libremente elegidos”, a resguardar “elecciones periódicas auténticas” y a
garantizarla “libre expresión de la voluntad de los electores”: se trata del art. 23 del Pacto de San
José de Costa Rica y el art. 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos –los que
cabe tener presentes-.

3.- El derecho humano al desarrollo.-

Como bien se advierte en las fuentes internacionales relevantes:“los derechos económicos,


sociales y culturales son auténticos derechos humanos fundamentales(…)Como los
derechos humanos y libertades fundamentales son indivisibles, la realización de los derechos
civiles y políticos sin el goce de los derechos económicos, sociales y culturales resulta
imposible”[18].
Esto, como lo vimos, hace a un claro planteo internacional y regional cuya recepción en los
procesos políticos locales no se advierte aún en el grado deseado. También hay que valorar
positivamente, a su vez, la convocatoria hacia la clase política de “reflexionar sobre los
principios, normas y mecanismos que poseen las organizaciones regionales y multilaterales para
el fortalecimiento de las instituciones democráticas”, siendo que: “Para que los derechos
humanos se respeten y sean en la practica exigibles, es necesario que existan contrapesos de
poder. Con verdaderos poderes individuales y colectivos en manos de la sociedad. Y ello sólo
garantiza la realización del derecho a la democracia”[19] .
En una línea coherente con tal esquema de análisis, encontramos una fuente relevante en la
materia, ya en la propia “Declaración sobre el derecho al desarrollo”, adoptada por la Asamblea
General en su resolución 41/128, de 4 de diciembre de 1986.
Este instrumento estipula que “el desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y
político”, que tiende al mejoramiento constante del bienestar de toda la población y de todos los
individuos sobre la base de su participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la
distribución justa de los beneficios que de él se derivan, contemplando el desarrollo integral del
ser humano y el derecho al progreso y desarrollo económicos y sociales de todos los pueblos.
En su Artículo 1.1., se establece: “El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en
virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un
desarrollo económico, social, cultural y político en el que puedan realizarse plenamente todos los
derechos humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar del él” .
El Art. 1.2., regula que: “El derecho humano al desarrollo implica también la plena realización del
derecho de los pueblos a la libre determinación, que incluye, con sujeción a las disposiciones
pertinentes de ambos Pactos internacionales de derechos humanos, el ejercicio de su derecho
inalienable a la plena soberanía sobre todas sus riquezas y recursos naturales”. -Artículo 2. 1 “La
persona humana es el sujeto central del desarrollo y debe ser el participante activo y el
beneficiario del derecho al desarrollo”. -Art.2.2. “Todos los seres humanos tienen, individual y
colectivamente, la responsabilidad del desarrollo, teniendo en cuenta la necesidad del pleno
respeto de sus derechos humanos y libertades fundamentales, así como sus deberes para con
la comunidad, único ámbito en que se puede asegurar la libre y plena realización del ser
humano, y, por consiguiente, deben promover y proteger un orden político, social y económico
apropiado para el desarrollo”; por su parte el Art.2.3, dice: “Los Estados tienen el derecho y el
deber de formular políticas de desarrollo nacional adecuadas con el fin de mejorar
constantemente el bienestar de la población entera y de todos los individuos sobre la base de su
participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la equitativa distribución de los
beneficios resultantes de éste” y el art. 8.2: “Los Estados deben alentar la participación popular
en todas las esferas como factor importante para el desarrollo y para la plena realización de
todos los derechos humanos”

4.- Síntesis: nuevos paradigmas relevantes.

i) La tríada “Democracia, Desarrollo, Derechos Humanos”, entonces, son los pilares y


paradigmas valorativos por donde se asienta la razón de ser de la reforma de la política y sus
procesos políticos, como también de los SE. Creemos que no estamos habituados aún –a nivel
de la clase política y en los procesos políticos y electorales- al cambio de posturas y
comportamientos que deviene inherente y acorde a las bases culturales reflejadas en las fuentes
y paradigmas normativos que venimos analizando.
Especialmente, hay que advertir que de conformidad a las propiedades del contexto
latinoamericano que venimos viendo, se necesitan políticos que sean electos y que continúen su
trayectoria en la política en base a su predisposición a actuar la obligación de adoptar medidas
internas en esta materia (democracia, desarrollo, derechos humanos), con todos los estándares
y herramientas tendientes al pleno reconocimiento y garantía de los derechos fundamentales. Y
como lo veremos a continuación, el SE y las variables electorales juegan en este punto un rol
fundamental, aunque sea en calidad de la puerta de entrada y de alimentación del sistema
político[20].
Es que un punto de quiebre en el derecho internacional de los derechos humanos que incide
enormemente en cuanto a la responsabilidad de los Estados Nacionales, consiste en la
advertencia que, de conformidad con el principio de indivisibilidad e interdependencia de los
derechos fundamentales, resulta hoy imperativo el principio de la presunción de operatividad (la
CIDH, en su opinión consultiva Nº 7, había dicho que el sistema normativo de la Convención
Americana “está dirigido a reconocer derechos y libertades a las personas y no a facultar a los
Estado para hacerlo”. Este precedente fue reconocido por la CSJN en el leading case
“Ekmedjian c. Sofovich” -1992-.).Así, lo cierto es que existe un vínculo directo entre una suerte
de “relajación” de las prácticas políticas, con las opciones discrecionales que se asocian a la
vieja idea de “programaticidad”. Hoy, esto viene siendo correctamente discutido por la doctrina
en función de la relevancia otorgada a la “cláusula de desarrollo progresivo”. Así, esta última
noción viene siendo definida como una verdadera garantía operativa de derechos, fijando un
estándar obligatorio y no discrecional para el Estado en cuanto al reconocimiento efectivo de los
derechos implicados y su puesta en ejecución (en comunión con el principio de progresividad y
con la propia “cláusula de respeto y garantía de todos los derechos fundamentales ”, que
también surgen de la CADH, arts. 1º y 2º). Solo se tolera a su respecto, cierta razonable
“ejecutividad diferida”[21] – en un juicio de razonabilidad temporal-. Pero, al menos, ya no puede
soslayarse hoy el hecho de que un análisis sistemático y armónico entre los arts. 1º y 2º del
PIDCP y los arts. 1º, 2º, 26, 28, 29, 30 y 32 de la Convención Americana de Derechos Humanos
(CADH), junto con el art. 75 incs. 2,8,18, 19, 22 y 23 de la Constitución Nacional (CN), determina
como obligación jurídicamente exigible por los ciudadanos y las personas -respecto del sujeto
pasivo Estado-, el diseño de reglas institucionales que tornen verdaderamente efectivos el
acceso al “pleno goce y ejercicio” y la “igualdad real de oportunidades” en cuanto al
reconocimiento de los derechos, en un contexto de obligado desarrollo progresivo donde aquel
sujeto pasivo debe si o si “adoptar medidas internas legislativas o de otro carácter”. Es que tales
medidas, reglas y normas institucionales son objeto de una cláusula de desarrollo progresivo que
no deja de ser operativa en sí misma y que a su vez resulta complementaria de los derechos[22]
(de otro modo, la proclamación de espacios “discrecionales y políticos” en torno a tales medidas
internas, de modo de no estar sujetos al adecuado control, es también una forma de negar la
jerarquía constitucional de los propios tratados dada por el art. 75 inc. 22 CN, dejando librada su
vigencia a la sanción “discrecional y política” de una ley u otra norma inferior). La doctrina citada,
viene postulando correctamente, que ya se puede contar con indicadores objetivos que permiten
cuantificar con suficiencia el trabajo efectivo de la política y de los políticos en esta temática. Y el
diagnóstico, sigue siendo negativo.
En función de este plexo axiológico y normativo imperante, con sus ineludibles
responsabilidades, parece claro que el verdadero desafío de la política, de los políticos y de los
procesos políticos en nuestro tiempo, radica en efectuar en cada estamento de gobierno donde
participen los representantes, las acciones estratégicas individuales y colectivas que canalizen
los reclamos de la ciudadanía y que impacten en la agenda pública (nuevas prácticas y
comportamientos institucionales) – ello sintetiza los diversos significados y las variadas
dimensiones de la idea de representatividad: la que entonces debe abrazar estos ideales,
sueños y derechos ciudadanos, en función de sus grandes pesares y carencias, etc.-. Es que
aquí hay que advertir ya la emergencia y el cambio de paradigmas relevantes en la materia,
desde el nuevo “foco de crecimiento cultural imperante”: “la dignidad humana de los ciudadanos
es una premisa antropológico-cultural de la democracia”[23]. Y como bien lo sostiene dicho autor:
“los procesos de interpretación jurídica son dependientes, material y personalmente, de lo
cultural(...)Por ello es tan importante el derecho constitucional de la cultura como cultivo de lo
creativo. El concepto de ‘republica’se entiende ahora en el sentido de ‘libertad’, ‘democracia’ y
‘responsabilidad’”[24]. Así, una de las cuestiones óptimas en cuanto al proceso de recepción
cultural de tales basamentos del “Estado Constitucional”, en la política real de hoy día, entonces,
pasa por su vinculación con los fines de promover y obtener un desarrollo equilibrado, sea a nivel
intraregional, a nivel federal y también en el espacio inter e intraprovincial: concretamente con
ello se refuerza el multilateralismo regional, también el federalismo -existencia de un país con
provincias objeto de un crecimiento armónico y productivo, plenamente integradas al proceso de
desarrollo local y regional- y asimismo se articula idéntico derecho respecto de los pueblos y
localidades sumidas constantemente en un nada idílico atraso, conforme surge de la realidad de
nuestras diversas provincias. En última instancia, claro está, se promueve el genuino desarrollo
de todos los habitantes. Lo importante entonces de todo este contexto –en cuanto al tema que
encaramos en este trabajo- radica en la exigencia del logro de una mayor representatividad
política, con sus canales de participación extensiva a todos aquellos sectores, territorios,
etc...cuya situación socio-económica sea relevante para este dilema latinoamericano: siempre
bajo el entendimiento de que el desarrollo equilibrado y la igualdad real de oportunidades son
pilares fundamentales que hacen al sustento efectivo de la vida en democracia.

ii) Ponderando el tipo de diagnóstico sobre la política en general, ya observado y


posicionándonos desde la óptica de creciente incidencia cultural de tales valores públicos hoy
relevantes, entendemos que la metodología de mayor conveniencia en la materia electoral radica
en buscar, resaltar, combinar, etc... -de entre las diversas alternativas electorales-, enfoques y
variables que nos permitan trabajar nuestras posibilidades, realidades y necesidades[25], de
modo tal de arribar a propuestas que maximicen las chances de la democracia y el desarrollo en
la región y en nuestro país, por supuesto. A nuestro entender, si leemos atentamente lo expuesto
en este punto II, resulta que debemos concentrarnos en que el TME que se proponga se acerque
a las siguientes propiedades (cual “tipo ideal” electoral), las que surgen cual derivaciones
racionales -consecuencias- de tal plexo axiológico y normativo iusfundamental: a) fomentar una
mayor cercanía –quebrar la brecha- entre el elector/ciudadanía y los candidatos y los
funcionarios, tanto para la competencia, como para la selección y la designación en los cargos
públicos, como también en orden a un adecuado control de la trayectoria política y en miras de la
posibilidad de una efectiva rendición de cuentas a su respecto –con mas la “condena o veredicto”
social al tiempo de los comicios-; b) equilibrar la justeza electoral -proporcionalidad- con la
problemática de la gobernabilidad, resguardando el pluralismo;
c) promover la efectiva participación política –combatir el ausentismo y los fenómenos
delegativos-, junto al forjamiento de una cultura cívica activa y adecuada y de la capacidad cívica
y responsable del cuerpo electoral. Garantizar la participación en la dirección de los asuntos
públicos, la existencia de elecciones periódicas auténticas y la efectiva libre expresión de la
voluntad de los electores;
d) instar la observancia de suficiente idoneidad técnica y ética y de efectivo compromiso con la
gente de parte de los representantes, definidos estos aspectos sin injerencia preponderante de
las dirigencias y aparatos partidarios y limitando a los partidos a ejercer adecuadamente su rol
intermedio;
e) permitir la efectiva incidencia y control ciudadano sobre la legitimidad de origen –intervención
significativa del electorado: crítica a la lista cerrada, apertura hacia otras opciones electorales,
alteración, sustitución de listas, etc...- lo que tiene efectos sobre la legitimidad de ejercicio de sus
representantes; f) equilibrar adecuadamente la incidencia electoral de los partidos con la de los
votantes (sistemas mixtos, listas abiertas, etc...).
h) Que el TME propenda a que los actores deban estimular los equilibrios macroeconómicos –
cuestión imperativa para fortalecer la cohesión social y la democracia-; como también se vean
ante la necesidad de discutir y formular políticas de desarrollo nacional adecuadas con el fin de
mejorar constantemente el bienestar de la población entera y de todos los individuos, sobre la
base de su participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la equitativa distribución
de los beneficios resultantes de éste.
Veremos a continuación, apenas de modo introductorio por cierto, si podemos postular la
conveniencia del TME expuesto en la Introducción, de modo tal que nos permita la mayor
aproximación posible frente a tales ideales.
Guardamos en mente, así, que en base a este tipo de pautas electorales mixtas, se promueve
genuinamente una mayor vigencia del equilibrio territorial y se articula una certera optimización
de la calidad de la representatividad política, con todo lo que ello significa para la calidad de vida

III.- Lo relativo a la búsqueda de variables y propiedades electorales adecuadas a tales


paradigmas.

1.- En la búsqueda de un método adecuado de representatividad.

De conformidad con todo lo hasta aquí visto, debemos integrar al análisis una serie de temáticas
correlacionadas, merituando la importancia del sistema electoral como fundamento de la
organización política misma[26]. Es mas, como se puede observar hasta aquí, la cuestión en
examen apunta a un plano cultural verdaderamente profundo –especialmente en el contexto
latinoamericano-, siendo que también en esta temática resulta que “los derechos fundamentales
son una pieza de la base de la legitimación democrática para la interpretación constitucional, que
es abierta no sólo por sus resultados sino también por el círculo de sus participantes”[27]: no es
una cuestión meramente mecanicista la que está en juego, entonces, ya que se involucran
aspectos operativos y que hacen al sustento de la vida democrática misma, como al respeto y
garantía de los derechos fundamentales. Como lo hemos adelantado, en la discusión sobre este
método adecuado y de conformidad a los objetivos que nos hemos propuesto, entendemos que
–siempre dentro del contexto Latinoamericano y local- no conviene posicionarse en tener que
elegir entre extremos electorales. Resulta de mayor utilidad, el enfoque que pretende buscar,
combinar y resaltar propiedades que hagan a la integración de un Tipo o Sistema de índole mixto
(que se aproxime con mayor eficacia a los ideales en la materia: que a nuestro entender pasar
por el TME que nos propusimos abordar), para luego agregar los correctivos prácticos
necesarios que puedan tornar idóneo y efectivo a dicho Tipo Mixto Electoral, en función de cada
contexto social particular en análisis. Con ello, no desconocemos que muchos autores relevantes
advierten sustanciales contraposiciones en esta materia: “En la democracias de la Europa
occidental se haya difundido un tipo de voto sustancialmente distinto del que se realiza, por
ejemplo, en Gran Bretaña o en Estados Unidos, que se basa en la idea de la representación
local. En gran Bretaña cada colegio electoral manda al Parlamento a un sólo representante:
aquel que ha recibido el mayor número de votos. El partido al que pertenezca, o el hecho de que
pertenezca a un partido, es una cuestión oficialmente ignorada. Su deber es el de representar
según la ciencia y el conocimiento de los intereses de aquellos que viven en la zona de su
colegio electoral, tanto si pertenecen a un partido como si no. Pero cuando el representante de
un colegio electoral considera que para defender los intereses de su colegio (o tal vez de todo el
pueblo) debe votar en contra del partido al que pertenece, o incluso romper con él, lo tiene que
hacer(...)En la Europa continental, la situación es totalmente distinta. En el sistema proporcional
cada partido manda al Parlamento un número de representantes tales que refleje lo más
fielmente posible los votos recibidos”[28].
El siguiente cuadro[29] es ilustrativo de algunos datos globales relevantes en la materia de
análisis, donde ubicamos al caso Argentino:

Sistema Nº de Países % de Países Ejemplos

Mayoría relativa 70 33,2 EEUU, Gran Bretaña

Representación 67 31,8 Argentina, Brasil, España, Austria


proporcional por
listas

Doble ronda 31 14,7 Francia

Paralelo 20 9,5 Japón, Rusia

Voto en bloque 10 4,7 Filipinas

Representación 7 3,3 Alemania, Nueva Zelanda


proporcional
personalizada

Voto único2 0,95 Irlanda


transferible

Voto único no2 0,95 Taiwán, Jordania


transferible

Voto alternativo 2 0,95 Australia

TOTAL 211 100,0 --


a) El bicameralismo: variantes que aminoran la incidencia de factores desigualitarios.

Tanto a nivel de la integración regional supraestatal, como en cuanto a las necesidades del
desarrollo integral de los Estados partes, con sus reflejos a nivel federal y a nivel provincial, no
podemos negar que los específicos caracteres y propiedades que reviste el contexto
latinoamericano permiten advertir la influencia y gravitación de un proceso histórico fuertemente
des-igualitario a nivel socio-económico: entre los pueblos, los territorios, las regiones, etc.... Esto
adquiere especial consideración en el marco de incidencia pública de los nuevos paradigmas
normativos[30] antes vistos (a nivel de la Legalidad Supranacional –con jerarquía constitucional,
art. 75 inc. 22 CN[31]). Como ya lo abordamos, éstos hacen a la consolidación por múltiples
estrategias del hoy denominado paradigma del “tirángulo-vital”: democracia, desarrollo y
derechos humanos”. La construcción de la institucionalidad latinoamericana en un grado de
máxima aproximación hacia la vigencia efectiva de este último paradigma, es hoy definitoria del
futuro de la democracia constitucional (en tal contexto regional y, por ende, también a nivel de
nuestro propio país). Y para ello, es necesario reformar la calidad de la política.
Nuestra propia historia es suficientemente representativa de este tipo de aspectos, objetivos y
preocupaciones, los que se ven reflejados en cláusulas de nuestra propia Constitución Nacional.
Así –además del artículo citado- por ejemplo cabe tener presente lo normado por los siguientes
artículos, en sus partes pertinentes: -el art. 75 inc. 2º: “la distribución entre la Nación, las
provincias y la Ciudad de Buenos Aires y entre estas, se efectuará en relación directa a las
competencias, servicios y funciones de cada una de ellas, contemplando criterios objetivos de
reparto; será equitativa, solidaria y dará prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo,
calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional”; - el art. 75 inc. 18:
“Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las
provincias”; - el art. 75 inc. 19: “promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el
desigual desarrollo relativo de provincias y regiones”;- el art. 75 inc. 24, en tanto fija como
condiciones obligatorias para la aprobación de los tratados de integración las siguientes:
“reciprocidad, igualdad y que respeten el orden democrático y los derechos humanos”; el art.
124: en tanto se establece la posibilidad para las provincias de “crear regiones para el desarrollo
económico y social” con mas “el dominio originario de los recursos naturales existentes en su
territorio”, entre otros.
En el marco de tan grave contexto desigualitario y desde tales renovados paradigmas
constitucionales y supranacionales, la doctrina se interroga: ¿Qué relevancia adquiere la noción
del equilibrio territorial en el sistema electoral a los fines de instrumentar los compromisos
constitucionales de lucha contra el desarrollo desigual que pueda existir a nivel socio-económico
entre los pueblos y grupos involucrados? Y en similar orden de ideas y con mayores efectos a
nivel de los órganos legislativos provinciales: ¿Es óptimo un sistema bicameral, donde los
Diputados sean elegidos en relación directa a la población (lo que no asegura proporcionalidad
en cuanto a las distribuciones territoriales) y donde la elección de los integrantes de la Cámara
Alta importe la designación de un miembro por cada uno de los Departamentos provinciales -o su
similar-de modo de facilitar un adecuado equilibrio territorial?. Con ello, entramos de lleno en la
búsqueda de variantes electorales que coadyuven efectivamente a la integración de cuerpos
legislativos con mayores notas de representatividad, vocación, idoneidad y compromiso en torno
a tales notas de solidaridad y frente a la necesidad del logro de un grado equivalente de
desarrollo de los territorios y poblaciones involucradas, en un todo de conformidad con la
creciente incidencia pública inherente al paradigma supranacional y constitucional antes
comentado y, por ende, tras la búsqueda de asignación de legitimidad desde los criterios de la
democracia participativa[32].
En esta temática, el análisis principia por la discusión sobre el bicameralismo, cuestión que a los
fines de este trabajo no podemos dejar de mencionar, especialmente en torno a los debates a
nivel provincial a que este tópico nos conduce.
Como nos recuerda Giuliano, ponderando nuestros antecedentes constitucionales, en los EEUU
-a diferencia del sistema Británico- el bicameralismo fue implantado no como una división
aristocrática-plutocrática-popular, sino más bien como una exigencia del sistema federal[33]. En
concreto se trata de: “la manera de dar satisfacción institucional a la necesidad de respetar el
origen de la nación, equiparando la representación de los estados pequeños y los estados
grandes en materia de población y territorio. En el nivel nacional, el Senado se erige entonces en
el garante de los intereses de las provincias, asegurando una representación igualitaria de las
mismas; y la Cámara de Diputados expresa la representación popular según la densidad
poblacional propiamente dicha”. Al respecto, dicho autor – dentro de las dimensiones de la
representación- destaca como relevante para el análisis la dimensión vinculada a la composición
del Parlamento, donde particularmente interesa saber cómo se refleja la distribución de los votos,
aduciendo que: “si bien la "representación" está ligada a la proporcionalidad en el número de
habitantes y respecto de las fracciones políticas que alcanzan un lugar en el Parlamento; un
concepto moderno de representatividad no puede separarse de la "otra proporcionalidad",
aquella relacionada a la necesidad de reflejar las opiniones del electorado con una distribución
aproximada a la que tienen en el territorio”[34]. Aquí se encuentra el problema fundamental a
dirimir, consistente en la tipología de reparto de la población en relación al territorio, que impera
en general en nuestro país, a resultas de la cual se ha producido un fenómeno altamente
desequilibrado, atendiendo a “Cuestiones atinentes a la concentración de riqueza, la proximidad
a los puertos y grandes cursos navegables, las comunicaciones, el clima, la fecundidad de la
tierra, la tradición cultural, las corrientes migratorias internas y externas, la expansión industrial,
el éxodo rural, los nuevos fenómenos de centralización urbana y otros tantos motivos, han dado
forma a un reparto de la población en relación al territorio(...)Casi como un castigo o una
irreverencia del "destino comunitario", se repite en cada territorio la enfermedad macrocefálica
que aqueja a nuestro país en la tumultuosa relación -Ciudad de Buenos Aires y el resto de la
Argentina-“[35].
Al respecto, compartimos el enrolamiento de dicho autor, respecto de la corriente que desarrolla
como una de las opciones viables ante este desequilibrio, a la concepción del bicameralismo en
los estados provinciales: así, se entiende que la Cámara Alta –o su equivalente- puede reflejar
con suficiencia, de modo acorde con una especialización adecuada y con un rol de consolidación
del desarrollo interno, propio de una representación territorial genuina, la dimensión
geográfica/territorial involucrada en el plano electoral. Esto es relevante para la integración de los
intereses de cada localidad que hacen a su prosperidad y desarrollo.
Claro que estos aspectos debemos verlos en relación con otras temáticas concordantes, las que
pasamos a analizar a continuación.

b).- Los aportes desde un sistema electoral mixto: circunscripciones uninominales con mas
listas/candidatos plurinominales con representación proporcional.

Cualesquiera que sean los tópicos abordados en esta materia, la doctrina en general viene
haciendo hincapié en el hecho crucial de que para “mejorar el sistema se esta tendiendo a la
forma de votación uninominal y proporcional, para que cada uno de los ciudadanos conozcamos
a quien votamos, a quien podemos reclamar y a quien podemos controlar su función
especifica”[36]. Nos parece propicio, entonces, partir de esta piedra basal para el estudio. Y a tal
efecto, bien cabe advertir el dinamismo de las nuevas tendencias e ideas. La relación entre los
SE y la organización política es siempre dinámica y hoy se postula con mayor vigor que las
técnicas electorales deben hacer efectiva la participación del pueblo y la soberanía popular[37].
Asimismo, hay principios ya indiscutibles que no pueden dejar de ser sostenidos fuertemente por
las sociedades actuales -contra todos los aspectos de dominación fáctica subsistentes-: de entre
tales principios, se destaca que “se ha universalizado el principio de la legitimidad ‘democrática’
a favor del origen electivo(...)las valoraciones colectivas acusan esa inclinación a exigir la
legitimidad en el título”[38]. Asimismo, como ya lo vimos, hay que ponderar a la democracia
como “una consecuencia organizativa de la dignidad humana(...)el núcleo del ser humano como
ciudadano se ve afectado si no tiene la posibilidad de ejercer en la práctica su derecho al
voto(...)”[39].Tal como lo hemos adelantado, de conformidad con la creciente incidencia de la
democracia y los derechos humanos ya vistos –en fin: de la democracia constitucional en vigor-,
y en torno al pensamiento de las posibilidades y las necesidades, bien cabe repensar y auscultar
lo relativo a las alternativas electorales, siendo éstas totalmente necesarias para forjar y
consolidar de modo creciente nuestra aún debilitada cultura política. El modelo mas usual al cual
suele acudirse en el análisis de la combinación electoral en estudio (TME), es el del “ Sistema
Alemán” (algunas de estas variantes están también presentes en Inglaterra y Estados Unidos,
entre otros). El mismo se inserta en un sistema parlamentario, mas propiamente en una
democracia parlamentaria: “el Bundestag es su Cámara de Diputados -directamente elegida por
sus ciudadanos cada cuatro años-, la que, a su vez, elige entre sus miembros al canciller federal
(jefe de gobierno)(...) El Bundestag aprueba las leyes en conjunción con el Bundesrat (Cámara
de Senadores), una cámara de representación territorial de las Länder (Estados federales)(...) La
particularidad del sistema electoral alemán es su sistema de doble voto, lo que significó que
cada ciudadano tiene dos votos, el primero va al candidato de su distrito electoral, es decir es un
voto personalizado y uninominal, y el segundo va a la lista de los diputados correspondientes por
la lista partidaria del Estado federal”[40]. Es decir que, “(...)cada partido político obtiene un
número de escaños proporcional, que serán ocupados, en primer lugar, por los candidatos del
partido que obtuvieron mayoría relativa de votos en la elección individual y, en segundo lugar,
por el orden de las candidaturas que figuran en las listas”[41], “la mitad de los diputados son
elegidos en CU (circunscripciones uninominales) por pluralidad y la otra mitad en CPluri
(circunscripciones plurinominales)(...)el cálculototal de bancas que le corresponde a cada partido
se hace sumando –a nivel nacional- todos los segundos votos obtenidos por cada partido en
cada lista partidaria en cada Cpluri y usando una variante del cociente Hare(...)De las bancas de
cada partido así logradas, se restan las ganadas en las CU(...) y el saldo se adjudica a cada lista
partidaria (cerrada), a nivel de cada Cpluri, usando el mismo cociente”[42]. Este sistema, así,
combina inteligentemente la variable electoral de circunscripciones uninominales (voto
personalizado por distrito) con la de listas plurinominales con representación proporcional en la
elección de los Diputados. Puede también ser denominado como de representación proporcional
personalizada parcialmente[43]. Existe allí, para los partidos, un umbral mínimo del 5% de los
votos emitidos –cláusula limitativa-, con una cláusula que permite igualmente acceder a la
representación parlamentaria si se obtienen al menos resultados favorables en tres
circunscripciones. Se ha dicho a su respecto que resulta “el mejor para combinar los buenos
efectos de cada uno de los dos: el proporcional, porque permite la representación de los
caudales electorales respectivos; el de circunscripción porque personaliza el voto y ofrece base
geográfica”[44].De entre los numerosos proyectos parlamentarios de reforma del sistema
electoral nacional que han sido presentados, cabe citar aquí al introducido en su momento por la
ex Diputada Graciela Ocaña, justamente intentando reformar nuestro sistema adaptándolo al
caso del sistema mixto Alemán, aduciendo en sus fundamentos que éste: “presenta una solución
al dilema de personalizar el voto y mantener la proporcionalidad entre la distribución de bancas,
ya que combina la adjudicación de las bancas en circunscripciones uninominales con el principio
de representación proporcional. Este sistema ha sido utilizado originariamente en Alemania
(personalisierte Verhältniswahl) y en países como Nueva Zelanda, Bolivia, Italia, Venezuela y
Hungría(...)al mismo tiempo que mantiene los beneficios de la proporcionalidad, asegura que los
votantes tengan representación geográfica. También tiene la ventaja de conferir dos votos, uno
para la lista de partido y otro para el representante partidario de una demarcación específica.
Los efectos mecánicos y psicológicos del sistema electoral alemán se pueden resumir en tres:
alta proporcionalidad entre votos y escaños; considerable efecto de concentración sobre el
sistema de partidos y un cierto grado de satisfacción del elector por poder elegir entre
candidatos”[45].

i.- Ventajas y desventajas de este Tipo Electoral Mixto.

Mas allá del caso Alemán en particular, nos parece que hay que insistir en la búsqueda de una
adecuada implementación de este tipo específico de combinaciones electorales –según cada
contexto particular en juego-. Ello, ya que claramente mediante su visión de conjunto, se
promueve el equilibrio entre tres pilares centrales en la cuestión electoral (que de otro modo
quedarían sujetas a tensiones: uninominal vs. representación proporcional, etc...): nos referimos
a la justicia en la balanza electoral (el porcentaje y caudal de votos obtenidos equivale al
porcentaje de cargos asignados, para todos), la reducción de la tensión que inhibe la
gobernabilidad (reducción de números de partidos, asegurar un plus a la mayoría electoral,
gobierno posible y coherente), con mas la búsqueda de una mayor transparencia, participación, y
calidad de la representatividad (tanto en cuanto al funcionamiento de los partidos como en orden
a la incidencia, la libre expresión de las preferencias electorales y el efectivo control de la
ciudadanía, respecto de sus candidatos o partidos elegidos, ejerciendo con mayor plenitud su
libertad política). En concreto, entonces, nos parece que este tipo específico de combinación
electoral transita por la búsqueda de una justa vía de equilibrio, y sus amplias posibilidades y
adaptaciones (con los debidos correctivos) en función de las características de cada localidad o
país específico de que se trate, pueden evitar la consolidación de situaciones estructurales que
dañan el sustrato de una vida democrática genuina, toda vez que por lo contrario se opte por uno
u otro sistema. Así, se advierte que “es malo que el sistema electoral (sea uninominal o
binominal) deje sin representación parlamentaria a una fuerza que tenga un respaldo electoral
significativo. Ello daña la democracia y crea partidos que por tener cerradas las oportunidades
de canalizar ese poder a través de las instituciones (especialmente el Parlamento) son
estimulados a ejercer su poder por vías extrainstitucionales”, y a su turno, también debe
resguardarse el sistema de “un “multipartidismo extremo”(...)amenazante para la estabilidad
política”[46]. En fin, lo cierto es que “En el Estado constitucional democrático se encuentra en
primer lugar el Parlamento(...)incluso en una democracia presidencial le corresponde una
especial legitimación, ya que ‘representa’ la diversidad de un pueblo dividido
pluralistamente(...)merecen preferencia los sistemas electorales mixtos, con elementos de
elección por mayoría y de representación proporcional(...)debido a su amplia
representatividad”[47].
En general, se indica que el sistema Alemán no solo permite una mayor representatividad
parlamentaria y promueve una adecuada educación política, sino que también ofrece en la
elección del ciudadano la posibilidad de votar tanto al partido preferido, como al político con
quien mas se identifique: es decir que se amplía la posibilidad de plasmar genuinamente la
preferencia del elector. Se advierte, empero, que tal sistema funciona únicamente con “partidos
absolutamente ordenados y de intensa convivencia democrática”, contando Alemania -además-
con un “alto nivel de compromiso ciudadano”[48]. Mas allá del concreto modelo Alemán y su
propio funcionamiento y ejemplaridad, pensamos que una adecuada visión crítica de conjunto y
respecto de cada variable electoral que integra este TME, nos permite ver claramente todo el
abanico de aspectos positivos en juego –y en ello debemos concentrarnos entonces-, como
asimismo observar las dificultades que hay que superar.
También, desde esta visión de conjunto podemos precisar qué tipo de complementos son
adecuados para maximizar las probables ventajas de esta combinación electoral, siempre en
función de las características de nuestro propio contexto (país o provincia) y en atención a los
desafíos advertidos en la Introducción.
Así, por un lado, de entre las “ventajas” (sin generalizar), podemos señalar: 1.- del sistema de
“Listas/candidatos plurinominales representativo y proporcional”: no contiene los riesgos para la
justicia electoral del sistema de mayoría de lista completa y cerrada, ni el de "lista incompleta"
-que solo se extiende a los dos partidos mas votados-; bien aplicado, tampoco cae bajo las
críticas del sistema puramente proporcional (atomización del electorado y de los partidos), ni
bajos las criticas a los sistemas minoritarios (por ej: el voto limitado); en fin, se pretende
equilibrar los derechos de la mayoría con integración equitativa de las minorías y se mejora la
diversidad de tendencias políticas, la representatividad y el funcionamiento de los partidos –
sobre todo en un contexto multipartidista-, siempre por fuera de los sistemas meramente
mayoritarios –simples o absolutos: y entre éstos se evitan los conocidos problemas del ballotage
e incluso resulta superior en este sentido al caso del voto alternativo-; también se reducen los
riesgos del personalismo político, del ausentismo electoral y se promueve la estabilidad
gubernativa, amén de que se pueden producir gobiernos basados en amplias coaliciones, que
den lugar a políticas económicas estables y consensuadas –positivo para el desarrollo a largo
plazo-;
2.- por otro lado, respecto de las “circunscripciones uninominales”, en general cabe decir que la
doctrina es coincidente en destacar que: se alega que este sistema establece una relación más
estrecha entre representantes y representados – se eleva la calidad de la representatividad-; que
impide la proliferación de partidos; que promueve una fuerte autocrítica de los partidos cuando
sufren una derrota electoral; que sirve para eliminar la “partidocracia”; que cuando se aplica a
Departamentos provinciales, la territorialidad y el equilibrio de las regiones en lo intraprovincial
adquiere eficacia parlamentaria; que los partidos deben extremar la selección de candidatos
idóneos y de prestigio; agregándose también que la representación adquiere base geográfica y
localización psicológica[49].
En orden a las “desventajas” (también sin generalizar), cabe decir: A) respecto del primer
sistema: es dable mencionar tanto la tendencia a formarse coaliciones partidarias electoralistas y
otras prácticas similares entre líderes o dirigencias que importan un serio contraste con la razón
de ser del sistema proporcional[50], como también el desinterés y la tendencia “delegativa” de
los ciudadanos por la política electoral, ambas cuestiones presentes toda vez que se mantenga
el monopolio que ejercen los partidos políticos en la selección de los candidatos, con mas la
carencia de alternativas del votante en torno al orden y a la conformación de las listas; también
es dable subrayar las dificultades de arribar a un efectivo “veredicto” de condena de la
ciudadanía sobre sus gobernantes al tiempo de los comicios; se torna difícil encontrar la formula
matemática adecuada a cada caso concreto que refleje la proporcionalidad pretendida[51], y
también hay que resaltar las dificultades para evitar tanto la proliferación como la división
partidaria, lo que lleva a la búsqueda de correctivos: la disminución por distrito del número de
parlamentarios a elegir, la exigencia de un umbral mínimo de la votación electoral nacional, el
impedimento de formar bloques unipersonales luego de ser electo bajo un partido al que
inmediatamente se renuncia, etc...B) Y respecto del segundo sistema antes analizado, en
general se aclara que se autodefine por el hecho de que “el ganador se lleva todo” ( winner take
all); que puede favorecer la corrupción –por la imperiosa necesidad de ganar o ganar-, que no
refleja el pluralismo y el multiculturalismo, que genera demasiados “votos desperdiciados” –que
no generan representación-, con el agregado de que los partidos pequeños y minoritarios no
suelen ocupar un número de bancas acorde con los votos obtenidos y donde muchos con tal de
“no perder su voto” terminan eligiendo al “mal menor”, como también se expone que no se suele
resguardar la equidad de género con este sistema, amén de que el partido o el candidato que
gana las elecciones accede a la banca sin importar la cantidad de votos que obtuvo ni la
diferencia con los otros, lo que provoca la sobreprestación y la desproporcionalidad de los
resultados electores[52]; también se indica que para ser efectivo se asocia al bipartidismo (caso
contrario se dispersa el electorado) por lo cual o muchos electores no identificados con éstos se
abstienen de votar; que puede significar que se alternen gobiernos de tendencias opuestas que
al aplicar políticas contradictorias, resientan el desarrollo económico; que no siempre es
razonable que se limite la opción del votante a un único voto por un solo candidato y con
independencia del total de los cargos a cubrir en el distrito, etc....
Como vemos, surgen con claridad suficiente dos complejos de propiedades que resultan
sumamente útiles para mejorar nuestra realidad política: por un lado, se favorece principalmente
el pluralismo y la justicia/balanza electoral participativa y proporcional y por el otro, se puede
favorecer el quiebre de la “partidocracia”, alcanzar un mayor equilibrio territorial y promover la
efectiva incidencia y el control de la ciudadanía en torno a sus representantes. Propiciamos la
necesidad de integrar ambos aspectos en un TME, ya que ambas cuestiones devienen centrales
para los procesos de recepción y evolución cultural que son deseables para América Latina. De
allí que mas que perdernos en el cruzamiento de las ventajas o desventajas señaladas o de
tener que optar por la defensa de uno u otro modelo, resulta mucho más útil maximizar sus
ventajas conjuntas, aunque ponderando los correctivos y aspectos complementarios que
devienen necesarios para dicha tarea.
ii.- Aspectos complementarios: en función del TME que –cual marco electoral general- se
propone, tras la búsqueda de equilibrar la justicia electoral (proporcionalidad y adecuada
representación parlamentaria de las diversas tendencias y opiniones políticas de una sociedad –
desde el componente de representación proporcional-), con la gobernabilidad y la tríada
“transparencia”, “participación” y “control político y ciudadano” -desde el componente
uninominal-, resulta propicio advertir qué tipo de correctivos son necesarios, atendiendo a los
datos de la realidad política misma, a los fines de maximizar las ventajas compartidas por tal
TME (y con ello, bajar el riesgo de las desventajas). Al respecto, no podemos negar la incidencia
de los partidos políticos en un sistema democrático, pero ciertamente es necesario fortalecer la
incidencia y el control de la ciudadanía –tanto en la legitimidad de origen como en la de ejercicio
y respecto de los representantes políticos- por sobre la influencia decisiva que hoy tienen los
líderes, dirigencias o elites partidarias (en efecto: ¿gobierna cierto tipo de “linaje” de políticos o
gobierna el pueblo?)[53].
Ajustando estos aspectos a nuestro medio e idiosincrasia electoral y política, entendemos que lo
que debe ubicarse como verdaderamente relevante en esta análisis -a los fines de combatir las
desventajas de tal TME y en orden a maximizar sus ventajas-, es la garantía complementaria de
la instrumentación efectiva de los siguientes correctivos (con especial énfasis en el contexto
latinoamericano). a) En primer lugar, instrumentar lo necesario para que se produzca cierta
perdida de poder real de parte de las dirigencias partidarias (que hoy tienen un innegable poder
desmesurado), ya que de otro modo los efectos deseables de este sistema mixto resultan
seriamente aminorados e incluso anulados de hecho. Por un lado, esto se puede lograr con el
refuerzo del porcentaje de cargos cubiertos por la vía uninominal dentro de tal TME lo que
dificulta que cada representante sea electo desde la preponderancia de la visión del partido, y lo
que entonces puede dejar “libre” el deber del representante de votar eventualmente contra el
partido de que se trate –en caso de nos ser un candidato independiente- y en resguardo de los
intereses del colegio electoral que lo eligió: al menos la mayor cercanía con el electorado
asegura mayor control e incidencia de parte de éste en estas cuestiones. Y por el otro –siempre
bajo la premisa de que son necesarios los partidos políticos, art. 37 CN-, resulta que tiene que
haber un equilibrio entre el rol de los partidos y el de los ciudadanos votantes, siendo indudable
que el orden constitucional le asigna a ambos la posibilidad de tener una debida incidencia en la
conformación de la voluntad política y, con ello, sobre las listas (no siendo razonable el sistema
de listas cerradas y bloqueadas). Quizás sirva evaluar, entonces, sobre todo en cuanto a las
conformación definitiva de las listas, la implementación de modalidades y alternativas electorales
-y del orden de la forma de votación- que resguarden con mayor celo el derecho humano a
participar “en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes
libremente elegidos”, a resguardar “elecciones periódicas auténticas” y a garantizarla “libre
expresión de la voluntad de los electores” (art. 23 CADH, resaltado propio). Hay que advertir que
para que dicha autenticidad y libertad no sea de hecho desvirtuada por el poder de los aparatos
partidarios, contamos además con claras alternativas en el modo de plasmar el voto individual, a
los fines de que el ciudadano pueda desbloquear, sustituir, alterar, etc... el orden de las listas
partidarias (tachas[54], preferencias, panachage,- o incluso se puede acudir al voto único
transferible, etc...-), todo lo cual, sujeto a una reglamentación razonable (por ej: un porcentaje
mínimo de tachas para tener incidencia y evitar con ello ciertas prácticas viciosas como llevar las
internas partidarias a la elección general, etc...), no contiene óbice constitucional alguno[55].
Otra opción posible, a su vez, es la implementación de las primarias abiertas y/o otras
modificaciones al sistema de selección de candidatos y a la subsistencia del monopolio
partidario[56] (nótese que sólo el art. 54 de la CN otorga esta incidencia partidaria y lo hace
respecto de la elección de senadores ).
b) Por otra parte, es importante resaltar la existencia de un doble voto (personalización con mas
proporcionalidad) para la integración de los cuerpos deliberativos, ya que esto hace a un sistema
democrático y pluralista y además garantiza que el votante adquiera un mejor y pleno ejercicio
de su libertad política: es que si resulta obligado a votar a un solo candidato por circunscripción,
sin otros sistemas complementarios, se prescinde de la incidencia del votante en cuanto al total
de cargos a cubrir en el distrito (y mas allá de los derechos del votante, sin estas modalidades
mixtas se resienten, como lo vimos, la participación política, el pluralismo, la proporcionalidad y
el derecho de las minorías). En fin, tal como lo regula el modelo Alemán ya visto y como se ha
discutido incluso en Italia, como dato interesante claramente resulta que en pro de una reforma
“antipartidocrática y democrática” cabe analizar la “adopción del sistema electoral uninominal a
secas, de un turno, con una cuota mínima de sistema proporcional”[57]. En tal línea de análisis,
debemos notar que desde ciertos sectores populares, en Latinoamérica, se hace hincapié en que
las elecciones uninominales –por ej: para diputados- demuestran que el pueblo quiere
democratización de las instituciones, mientras que la clase política sólo delibera las formas como
alcanzar el poder o retenerlo[58].
Resulta ilustrativo de la tendencia de mixtura de variables electorales para integrar cuerpos
deliberativos, el sistema electoral de Venezuela: “la Constitución reconoce dos sistemas
electorales, por una parte el denominado “sistema nominal o mayoritario”, esto es, “...aquél en
que se elige al candidato que obtiene la mayoría (absoluta o relativa)...”[59], aplicado para la
elección de cargos ejecutivos, como lo son el Presidente de la República, los Gobernadores y
los Alcaldes (artículos 228, 160 y 174 respectivamente, de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela); y otro, el llamado “sistema mixto”, previsto para la escogencia de los
organismo deliberantes, esto es, Asamblea Nacional (artículo 186 constitucional), Concejos
Legislativos Estadales (artículo 162 ejusdem) y Concejos Municipales (artículo 175 ejusdem), y
que consiste en que el elector vota para uno o varios escaños nominalmente, y para otros por
una lista presentada por la organización con fines políticos o agrupación política de su
preferencia, resultando, en este último caso, electos los candidatos dependiendo del porcentaje
de votos que obtengan y su orden en la lista(...)se garantiza por una parte la personalización del
sufragio y por otra la representación proporcional, siendo esto último necesario para que se
refleje en dichos órganos la voluntad popular, lo que resulta indispensable a fin de que las
normas que se produzcan sean verdaderamente expresión de ella, y conlleve al correcto
desenvolvimiento de un Estado democrático, participativo y pluralista.”[60].
c) En realidad, la verdadera discusión radica en torno a cuanta cuota le cabe en este TME a una
y otra variable electoral y a las formas y relaciones entre las mismas, lo que ha de definirse en
función de cada contexto particular bajo análisis[61].
d) Para que la incidencia dada al sistema uninominal sea efectiva, deben extremarse los
recaudos para que la idoneidad de los candidatos locales y por circunscripción sea mínimamente
comprobada y sujeta a un escrutinio público pertinente (amplios debates, rol de los medios,
audiencias públicas, formas de participación ciudadana, etc...). Asimismo, en la delimitación de
las circunscripciones se debe garantizar la homogeneidad poblacional económica, social y
cultural de cada circunscripción, evitando prácticas viciadas (por ej: el conocido
“gerrymandering”).
e) Debe proveerse lo relativo al control de la normalidad funcional de los partidos políticos,
compeliéndolos a cumplir el rol constitucionalmente asignado y evitando el abuso de poder al
respecto. Por ejemplo, se ha dicho que: “La defensa jurisdiccional del régimen representativo
exige que los partidos políticos no excedan su normalidad funcional. Es decir, se limiten a
proveer la dirección política(...)formular los planes para la realización de la política nacional;
seleccionar lo mejor de su dirigencia para su nominación como candidatos para cargos públicos
electivos (art. 2, ley 23.298); canalizar la voluntad popular y la opinión mediante una constante
labor de información política al pueblo. A estas tareas se le suman como implícitas las de
preparar al ciudadano para el buen uso de la herramienta de trabajo cívico que es el voto,
respetar los marcos del sistema político y cumplir su función de órganos intermedios entre el
cuerpo electoral y el elegido, entre el gobierno y los gobernados”[62].

2) Breve visión de nuestro ordenamiento constitucional, nacional y algunos ejemplos


provinciales.
a)En lo que nos interesa resaltar aquí las bases de nuestro sistema electoral están delineadas en
los arts. 45, 54, 94, 96, 97 y 98 de nuestra CN (con mas el Código Electoral Nacional y sus
modif..arts. 148 y ss y leyes complementarias), ante lo cual debemos considerar que para la
elección de Diputados prima la elección directa de los mismos por simple pluralidad –a nivel legal
bajo el sistema de representación proporcional D’Hondt- y siendo los distritos los de las
provincias y la ciudad de Buenos Aires (Cada elector vota solamente por una lista de candidatos
oficializada cuyo número será igual al de los cargos a cubrir con más los suplentes. Existe un
umbral del 3% del padrón electoral del distrito para los partidos). Y para el caso de los
Senadores: se fija la elección directa, ante idénticos distritos, correspondiendo dos bancas al
partido político mayoritario y una al que le siga en número de votos (Cada elector vota por una
lista oficializada con dos candidatos titulares y dos suplentes. Se trata del sistema de Lista
Incompleta con mayoría relativa).
El ejecutivo y el vicepresidente son elegidos en forma directa, en primera vuelta si obtienen mas
del 45% de los votos válidos (o obteniendo el 40% de ellos y con una diferencia mayor del 10%
respecto de la formula que le siga) y bajo un sistema de doble vuelta en caso contrario (y solo
entre las dos formulas mas votadas), conformando el territorio nacional un único distrito.En
cuanto a nuestros antecedentes nacionales[63], podemos destacar, en torno a la cobertura de
tales cargos – y en su momento de los electores del ejecutivo y de los senadores-: la ley 140 de
la Confederación Argentina – de 1857: sistema de mayoría simple, plurinominal, lista abierta,
escrutinio por candidatos. Rigió entre 1857/1902 y de 1905/1912, ley 75 y modif., y no permitió la
integración de minorías por funcionar en los hechos como de lista cerrada-; la ley 4161 (1903):
circunscripciones y voto uninominal, de simple mayoría. Rigió entre 1903 y 1905 y permitió una
mayor representatividad e integración de minorías y una relación mas personal entre el elector y
el candidato; La ley 4578 –que restableció el sistema de mayoría relativa-; La ley Sáenz Peña
(nro. 8871-1912-, derogado en 1951 y reestablecido para las elecciones de 1958): voto limitado,
posibilidad de alterar o sustituir el orden de las listas, escrutinio por personas y a simple mayoría.
En la práctica funcionó como de lista incompleta; La ley 14.032 (1951): circunscripciones
uninominales con ciertas variantes; la ley 19862 (1972): elección directa del Ejecutivo, mayoría
absoluta y doble vuelta, con mas directa de los senadores; entre otros.
Las discusiones mas interesantes hacen a la integración de los cuerpos deliberativos y entre
estos, a la integración de la Cámara de Diputados.
Ocasionalmente la jurisprudencia nacional se ha adentrado en precisiones en la materia de
análisis, ubicando al caso Argentino en las diversas clasificaciones electorales. Así, por ejemplo,
se ha dicho que: “Resulta incuestionable la incidencia que tienen los sistemas electorales
-entendidos como el mecanismo utilizado para convertir votos en bancas- en la composición de
la representación política. Aquellos se dividen, en general, en mayoritarios y proporcionales,
aunque también existen los "mixtos" como resultante de la combinación de elementos de los dos
anteriores. En los de mayoría, el triunfador se queda con todos los cargos a cubrir, y
generalmente se proponen candidatos individuales. Los proporcionales, en cambio, procuran
que la adjudicación de las bancas reflejen lo más fielmente posible los resultados de la elección,
razón por la que encuentran cabida las diferentes minorías, presentándose sus candidatos, en
líneas generales, a través de listas. Este último, a su vez admite dos modalidades que son el
procedimiento del divisor y el del cociente electoral. Es precisamente el método del divisor
común, más conocido como método D'Hondt, el adoptado por nuestra legislación a efectos de
convertir en bancas los votos obtenidos en las elecciones para diputados nacionales.”[64].
Y también se ha expuesto que: “Para el caso de diputados nacionales la ley estableció un
sistema en el que las listas de candidatos prevalecen sobre las agrupaciones políticas. Ello es
así, toda vez que el Código Electoral Nacional adoptó el sistema denominado D'Hont, dando
exclusiva prevalencia a las listas de candidatos oficializadas, sin mencionar para nada a los
partidos y por ello el escrutinio se practica por lista. Para los senadores nacionales, en cambio el
artículo 54 de la Constitución Nacional y su reglamentario (art. 157 Código Electoral Nacional)
establecen que resultarán electos los dos titulares correspondientes a la lista del partido o
alianza electoral que obtuviere la mayoría de los votos emitidos y el primero de la lista siguiente
en cantidad de votos, se trata pues, de un sistema de lista incompleta por partido.”[65] También
son interesantes algunas precisiones jurisprudenciales en cuanto a ciertas tensiones que pueda
advertirse en la materia y en cuanto a un análisis de constitucionalidad: “Con respecto al análisis
de constitucionalidad de los artículos 160 y 161 del Código Electoral Nacional - que supeditan la
asignación de cargos de diputados nacionales a la obtención de un mínimo del 3% de votos del
padrón electoral - cabe decir que, el umbral de representación, piso o barrera legal, consiste en
una condición adicional que algunos ordenamientos jurídicos al adoptar un sistema electoral de
representación proporcional imponen a los fines de adjudicar las bancas, y que se traduce en la
obtención de un mínimo de votos como "conditio sine qua non" para poder participar en dicho
reparto. Tal restricción tiene como fundamento razonable el de preservar un adecuado
funcionamiento del poder legislativo -en nuestro caso de la Cámara de Diputados- evitando que
un excesivo fraccionamiento conlleve a una atomización ilimitada de la representación y del
debate que repercuta de manera negativa en la formación de la voluntad general. Se impone,
así, conjugar el pluralismo -y su expresión, en el caso, en el criterio de proporcionalidad- con la
pretensión de alcanzar la efectividad en la organización y actuación de los poderes
públicos”[66]Daremos somera cuenta aquí, de algunos otros debates interesantes en la materia.
i) La elección de los Diputados, ¿ha de ser Plurinominal exclusivamente?: El Consejo para la
Consolidación de la Democracia, había propuesto oportunamente en su dictamen preliminar –
previo a la reforma de la CN- no solo la elección presidencial por sufragio directo y pos sistema
de doble vuelta, sino también que los diputados sean electos por el sistema mixto de
circunscripción uninominal y representación proporcional. Asimismo se puntualizaba que el
senado tendría la función de defensa del sistema federal[67]. Uno de los debates aquí presentes,
estaba dado por la constitucionalidad o no de la implementación de tal sistema electoral para la
elección de Diputados. Al respecto, compartimos la síntesis correctamente expuesta en la
siguiente opinión y que indica por donde transita la viabilidad constitucional de las opciones en
juego: “En el derecho comparado, el Sistema de las Circunscripciones funciona ya como
mayoría simple (Gran Bretaña), ya como mayoría absoluta alcanzada en una segunda vuelta
(Francia). No existe óbice constitucional para adoptar la primera alternativa, pero sí se presenta
claramente en la segunda. Ello es así porque los términos "a simple pluralidad de sufragio",
contenidos en el art. 37 (45 CN actual) deben entenderse como sinónimos de "mayoría simple",
utilizados allí por oposición a "mayoría absoluta", concepto utilizado(...) al reglar la elección del
Presidente y Vicepresidente. En consecuencia, no es constitucionalmente admisible un
procedimiento que requiera mayoría absoluta para elegir Diputados de la Nación”[68].
ii) Por otra parte, se critica en general la reducción de la calidad de la representación y la
legitimidad que ostenta nuestro sistema legal vigente, en cuanto al específico sistema de pisos y
diferencias previsto para la elección presidencial (incluso con la posibilidad de abandono en
segunda vuelta); como asimismo en cuanto en la elección de diputados el sistema legal vigente
subrepresenta a grandes distritos y sobrerrepresenta a los pequeños. Asimismo, se critica que la
proporcionalidad se ve aminorada en nuestro sistema por las bajas magnitudes de los distritos, la
aplicación de la formula D’Hondt y por el umbral del 3% existente[69]; y por último, respecto de
los senadores: se critica que la lista incompleta se prevea sin mayoría absoluta[70]. En fin, se
indican generalmente fuertes distorsiones respecto de los ideales apuntados: lista sabana;
control partidario de candidaturas; grandes distritos electorales, etc... Nos parece, además, que
la clara representación partidaria que importa la designación de los senadores (art. 54 CN),
puede opacar una adecuada representatividad de la provincia de que se trate.

b) Por otra parte, en mérito a la brevedad, respecto del orden del constitucionalismo provincial,
nos limitaremos a destacar como relevante al siguiente ejemplo –cual modelo que nos parece
acertado en torno al TME aquí abordado-:
i) Provincia de Santa Fe:
-Diputados: El artículo 32º de su Constitución sostiene que la Cámara de Diputados "se compone
de cincuenta miembros elegidos directamente por el pueblo, formando al efecto la Provincia un
sólo distrito, correspondiendo veintiocho diputados al partido que obtenga mayor número de
votos y veintidós a los demás partidos, en proporción de los sufragios que hubieren logrado".
A nuestro entender, se regula aquí lo propio del sistema de lista plurinominal cerrada con
representación proporcional.
- Senadores: el Artículo 36º de la Constitución Provincial indica que la Cámara de Senadores "se
compone de un Senador por cada Departamento de la Provincia, elegido directamente por el
pueblo, a simple pluralidad de sufragios". Claramente se trata del sistema de circunscripción
uninominal: el territorio se divide en tantas circunscripciones como bancas hay que cubrir. Los
votantes eligen un solo candidato.

3) El constitucionalismo del MERCOSUR.

Aunque ya se hiciera referencia al SE venezolano, en lo que respecta a la elección de los


miembros del Poder Legislativo, cabe puntualizar que según el art. 186 de la Constitución de
aquel país, el Poder Legislativo se compone de la Asamblea Nacional, “integrada por diputados y
diputadas elegidos o elegidas en cada entidad federal por votación universal, directa,
personalizada y secreta con representación proporcional, según una base poblacional del uno
coma uno por ciento de la población total del país”.
Por otro lado, para el caso de Uruguay, el Poder Legislativo es ejercido por una Asamblea
General que se compone de dos Cámaras; una de Representantes y otra de Senadores,
eligiéndose los integrantes de la primera “directamente por el pueblo, con arreglo a un sistema
de representación proporcional en el que se tomen en cuenta los votos emitidos a favor de cada
lema en todo el país. No podrá efectuarse acumulación por sublemas, ni por identidad de listas
de candidatos. Corresponderá a cada Departamento, dos Representantes, por lo menos”. En el
caso de los Senadores serán elegidos “directamente por el pueblo, en una sola circunscripción
electoral (...)por el sistema de representación proporcional integral”. Además, “La distribución de
los cargos de Senadores obtenidos por diferentes sub-lemas dentro del mismo lema partidario,
se hará también proporcionalmente al número de votos emitidos a favor de las respectivas
listas”. La constitución de Brasil en su art. 44 prescribe que “El Poder Legislativo es ejercido por
el Congreso Nacional, que se compone de la Cámara de Diputados y del Senado Federal”. Los
primeros son elegidos, “por el sistema proporcional, en cada Estado, en cada Territorio y en el
Distrito Federal”. En cambio, “El Senado Federal se compone de representantes de los Estados
y del Distrito Federal, elegidos según el sistema mayoritario”.Por último, el caso del Paraguay: el
“Poder Legislativo será ejercido por el Congreso, compuesto de una Cámara de senadores y
otra de diputados”, siendo elegidos estos últimos directamente por el pueblo en colegios
electorales departamentales. La ciudad de la Asunción “constituirá un Colegio Electoral con
representación en dicha Cámara”. Los miembros de la cámara de senadores serán “elegidos
directamente por el pueblo en una sola circunscripción nacional. La ley podrá acrecentar la
cantidad de senadores, conforme con el aumento de los electores”.

IV.- Conclusiones.

Un diagnóstico elemental formado a partir de las propiedades del contexto latinoamericano en


cuanto a la materia política en su conjunto, nos ha compelido a sustentar una vertiente
argumentativa que brega por una profunda y exhaustiva Reforma Política, tendiente a la
implementación racional del gasto político, a la moderación del monopolio político-partidario de
las candidaturas y a la promoción de modalidades de mayor incidencia, control y protagonismo
de la ciudadanía (sistema de preferencias, tachas, etc...). En idéntica línea de análisis y espíritu
reformista, hemos discutido lo relativo a la implementación de los cauces electorales adecuados
que coadyuven a superar la crisis de representatividad imperante por estos tiempos[71]:
ponderando sus ventajas y desventajas, para hacer confluir la optimización de las primeras en un
Tipo Mixto Electoral –cual marco general sujeto a correctivos particulares, tales como los ya
vistos-
A nuestro entender, podemos afirmar que (al menos en sus presupuestos elementales) se
comprueba la tesis sustentada en este ensayo. Es decir que resulta certero observar que el
“derecho humano a la democracia” y el “derecho humano al desarrollo”, implican para el ámbito
problemático propio del contexto latinoamericano, una serie de consecuencias valorativas que
inciden y determinan al intérprete hacia una mayor preferencia por un tipo electoral mixto –en
cuanto a la “política electoral”-: valorando a tales fines las consecuencias lógicas de tal plexo
axiológico iusfundamental propuestas a modo de un tipo ideal electoral (tal como fueran
sintetizadas en el pto. II, 4, en lenguaje Weberiano). Y ello, nos llevó a precisar (en el pto. III),
toda otra serie de consecuencias derivadas de las primeras, de modo tal de arribar a una síntesis
complementaria por donde intentamos mostrar de qué modo se optimizan los probables efectos
recíprocos y beneficiosos de tal TME (con mas los correctivos que en cada caso particular deben
también ponderarse), todo en orden a contar con ciertos enfoques relevantes respecto de la
tarea destinada a limitar progresivamente los factores de desigualdad poblacional y territorial,
como a fortalecer la proyección también de una cultura política adecuada y de una mayor calidad
de la política y sus procesos, en un todo conforme al modelo de la democracia deliberativa y
ciudadana.
En función de todo ello, el TME abordado puede cumplir la función de marco general de
“recambio electoral”, ajustado a las impostergables necesidades de la reforma política en todos
sus aspectos integrales y correlacionados, respecto de nuestro medio político. Esto, guarda
relación también con la obligada reconstrucción del plano institucional, donde la postulación del
respeto por la dialéctica abierta y permanente entre la gobernabilidad y el control –especialmente
en tal contexto latinoamericano- importa en principio una búsqueda permanente hacia la vigencia
de nuevas prácticas y exigencias que desemboquen gradualmente en una sólida renovación en
cuanto a la calidad de la política, sus procesos e instituciones. Así, se ha dicho que “la función
gubernamental consiste en la definición de la dirección política que se imprimirá y en la adopción
de las decisiones fundamentales destinadas a realizarla. La función de control tiende a asegurar
el carácter limitado del poder estatal, de modo que el accionar gubernamental se desarrolle
dentro de los amplios, pero no ilimitados, marcos constitucionales(...)(el) principal problema de
las democracias latinoamericanas –y de la Argentina en particular-: el proceso político adquirió
una dinámica por la cual la gobernabilidad se planteó a expensas de las instituciones, y no a
partir de las instituciones(...)la función de control(...)se declaró en quiebra(...)el mismo ejercicio
del gobierno no es otra cosa que administrar las crisis(...)toda crisis habilita a instrumentos de
excepción(...)queda habilitada la lógica de las medidas excepcionales constantes, que
abandonan la excepcionalidad para transformarse en la normalidad, y se da lugar al
debilitamiento de las instituciones”[72].
Desde tal diagnóstico elemental – y en general negativo- sobre la calidad de la política y los
actores políticos en el contexto latinoamericano, entendemos que resulta fructífero retomar el
interés de analizar los desafíos e interrogantes iniciales -comentados en la Introducción-: y con
ello, la actitud de ponderar la incidencia de nuevos valores públicos sobre ciertas modalidades
de los SE y sus posibles aportes en torno a la revitalización de la democracia y hacia la calidad
de los procesos políticos en nuestra región y en nuestro país, deviene en un todo de conformidad
a los objetivos propios de los compromisos constitucionales asumidos y los nuevos paradigmas
normativos que hacen a una renovada cultura política: desde nuevos matrices y epistemologías
en derecho.
Y esto es también parte de un ejercicio realista y prudente del derecho, en su función de
resolución de problemas prácticos. Como suele señalarse, en nuestras sociedades la libertad
política nada asegura por sí misma, ni menos bajo las condiciones en las que se nos ofrece, las
que terminan conformando una visión formalista y meramente procedimental de lo democrático,
destinada a servir a la lucha entre las elites por el acceso a los puestos de decisiones públicas,
previo el acto eleccionario (que parecería ser así el único momento de acción e incidencia
ciudadana posible sobre el poder). Como una genuina democracia para nada se limita a tal
visión en el plexo normativo supremo hoy vigente, debemos, pues, repensar los presupuestos de
esta renovada y proclamada “vida política genuina en democracia” (asentada
constitucionalmente desde los mecanismos de democracia semidirecta y desde los instrumentos
de la democracia participativa y deliberativa y filosóficamente en el pensamiento de H.
Arendt[73]). Y para ello contamos con una nueva dimensión del derecho –con su renovado
lenguaje, discurso y cánones interpretativos-, tal como aquella que está basada en la obligación
y la responsabilidad de promover el respeto y garantizar la dignidad social, económica y cultural
de todos los seres humanos. Esto, a su turno, necesariamente resignifica la vida pública, junto a
la vida democrática, a la par de dar nuevo contenido a la idea de representatividad (que ha de
definirse por “abrazar” estos sueños, ideales y necesidades).
Desde ésta óptica, esperamos que el presente trabajo haya cumplido mínimamente con las
expectativas que concita el deber de plantear estos debates políticos desde nuevas matrices y
epistemologías jurídicas, las que conmueven la emergencia de una nueva cultura política,
extensiva también a las modalidades y alternativas electorales, de modo de hacerlas receptivas
de las tendencias que pretenden una expresión mas plena de la libertad política.

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[1] Abogados (UBA). El Dr.Olivero es Secretario Legal y Técnico de la Provincia de Tierra del
Fuego, y la Dra. Fernández es Subsecretaria de Derechos Humanos de la misma Provincia.
[2] Por su sentido coloquial –dejando para mas adelante las precisiones de mayor rigor lógico-,
tomamos esta definición de la siguiente fuente: “También conocido por su nombre inglés, “first-
past-the-post”(...) Este concepto también se conoce como concepto de mayoría relativa o de
pluralidad. En las elecciones parlamentarias o legislativas, la nación se divide en distritos
electorales geográficamente definidos dentro los cuales se presentan diversos candidatos y el
votante elige el candidato para representar este distrito. El candidato que reciba el mayor
número de votos, es designado el representante (o diputado) del distrito electoral, y el
parlamento se conforma por la asamblea de todos los candidatos ganadores por sufragio directo.
El sistema uninominal mayoritario se utiliza en la mayoría de los sistemas presidencialistas, así
como la mayoría de los estados angloparlantes con sistemas parlamentarios, como el Reino
Unido y Canadá” (en http://es.wikipedia.org/wiki/).
[3] Bajo la misma aclaración de la nota anterior: “(...)En algunos países a este sistema de
elección se le ha denominado como Sistema de Cocientes y Subcocientes y es muy utilizado
para la elección de miembros de cámaras legislativas en muchos países. Otro sistema es el
sistema de Hare o voto único transferible, el cual no depende de la existencia de partidos
políticos. Algunos estados, como los Países Bajos, combinan los dos aspectos. La mayoría de
los países con democracias parlamentarias utilizan sistemas de representación proporcional,
aunque la mayoría de los países angloparlantes utilicen sistemas de representación directa
(salvo Sudáfrica, Nueva Zelanda, Irlanda, Escocia, Gales, Sierra Leona, Guyana y Sri Lanka). La
mayoría de los sistemas presidencialistas utilizan la representación directa, aunque algunos
países latinoamericanos, como Argentina y México, han implementado una combinación de los
dos sistemas” (en http://es.wikipedia.org/wiki/).
[4] Molinelli, Guillermo, Sistemas Electorales, en Pinto Julio –Comp.-, Introducción a la ciencia
política, Ed. Eudeba, Bs. As., 2005, cap. VIII.-
[5]Molinelli, Guillermo, op. loc. cit.
[6] Como lo documentan hoy fuentes relevantes, de accesibilidad directa por Internet: por ej. bajo
las voces “Latinobarometro”; o “La Democracia en América Latina” (sitio web del PNUD) y
también “Transparency International”, entre otras, donde se explicitan y cuantifican datos
estadísticos y comparados de suma importancia para el desarrollo de la investigación social en
nuestra región.
[7]Bidart Campos, Germán, Manual de la Constitución Reformada, T. II, Ed. Ediar, Bs. As., 1998,
pág. 250.
[8] Häberle, Peter, El Estado Constitucional, Ed. Astrea, Bs. As. 2007, pág. 144.
[9]Badeni, Gregorio, Instituciones de Derecho Constitucional, T. I, Ed. Ad-Hoc, Bs. As., 1997,
pág. 548.

[10]OEA, 2005 –ver índice bibliográfico-.


[11]En efecto, en sus considerandos se destaca: “comprometidos con el avance de la
prosperidad, los valores democráticos, las instituciones democráticas y la seguridad de nuestro
hemisferio; determinados a adoptar e implementar las acciones requeridas para generar empleo
productivo, reducir la pobreza y, en especial, erradicar la pobreza extrema, teniendo en cuenta
las diferentes realidades y condiciones económicas de los países del hemisferio y que la
eliminación de la extrema pobreza es esencial para la promoción y la consolidación de la
democracia y constituye una responsabilidad común y compartida de los estados americanos;
reconociendo que las metas señaladas requieren la generación de empleo decente y productivo,
y que un comercio liberalizado y sin efectos distorsionantes, y un efectivo sistema financiero
multilateral contribuirán a estas metas, reforzando así la estabilidad democrática en la región;
reconociendo las legítimas aspiraciones de todos los pueblos de las Américas de vivir en
democracia y gozar de los derechos y beneficios enumerados en la carta de la OEA y en la carta
democrática interamericana; que la democracia y el desarrollo económico y social son
interdependientes y se refuerzan mutuamente; que nuestros ciudadanos ejercen la democracia
como la forma de gobierno que debe ofrecer una mejor calidad de vida; que cada uno de los
sectores de la sociedad puede contribuir a alcanzar los beneficios de la democracia a través de
un crecimiento económico equitativo que propicie la inclusión social y la movilidad social, el
desarrollo integral y la distribución de ingresos(...)para que la democracia se desarrolle, los
gobiernos deben ser receptivos a las legítimas aspiraciones de sus ciudadanos y deben trabajar
para ofrecerles las herramientas y oportunidades para mejorar sus vidas; para que las políticas
nacionales de desarrollo logren estos objetivos tanto los países desarrollados como en
desarrollo deben cumplir con sus compromisos internacionales; que el multilateralismo y la
cooperación entre estados soberanos juegan un papel fundamental en el apoyo a los esfuerzos
nacionales para consolidar la democracia, promover el desarrollo social y luchar contra la
corrupción(...)”.
[12]ONU, Oficina del Alto Comisionado Para los Derechos Humanos, “Seminario de expertos en
democracia y estado de derecho”, documento de trabajo: titulo: apoyo a los parlamentos.
Vinculación entre democracia y derechos humanos: una valoración a partir de la experiencia
latinoamericana reciente”,Ginebra, 28 Febrero – 2 Marzo, 2005.
[13]Coincidimos con las conclusiones del “Seminario de Expertos” (ONU: 2005), donde en base
al interrogante de si las reformas democráticas han servido para mejorar la calidad de vida de la
población, tras considerar los casos de: desvío de fondos públicos (Fernando Collor de Melo en
Brasil, Carlos Andrés Pérez en Venezuela y Fabián Alarcón en Ecuador); enriquecimiento ilícito
(Alan García en Perú, Carlos Saúl Menem en Argentina, Luis González Machi en Paraguay,
Arnoldo Alemán en Nicaragua); financiamiento de campañas por el narcotráfico (Ernesto Samper
en Colombia); sobornos para ganar apoyo parlamentario (Alberto Fujimori en Perú y Fernando
De la Rúa en Argentina); destituciones por abusos de poder (Gonzalo Sánchez de Lozada en
Bolivia); el enjuiciamiento del ex presidente de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez, que debió
renunciar a su cargo como Secretario General de la OEA por un escándalo de corrupción, se
preguntan: ¿Cómo convencer a la sociedad latinoamericana que la política en los estados
latinoamericanos democráticos es asumida con vocación de servicio público?; y tras evaluar que
el 80% de los latinoamericanos piensan que el poder político y económico en sus países
descansa en grupos económicos empresariales y financieros; que la primera generación de
latinoamericanos y latinoamericanas que ha alcanzado la mayoría de edad en las democracias
restauradas a partir del inicio de los años 90’s prácticamente no ha experimentado un
crecimiento económico personal, que el promedio regional de renta per cápita media de los
latinoamericanos no ha variado de forma significativa en los últimos 20 años, siendo que todos
los países de la región poseen mayores niveles de desigualdad económica que el promedio
mundial y 16 de los 18 países analizados son considerados como profundamente desiguales y
también considerando que América Latina es el continente más desigual del planeta (El PIB per
cápita del 20% más rico es 18 veces más alto que el PIB per cápita del 20% más pobre, cuando
la media mundial es de 7%); a resultas de todo ello se concluye que: la democracia no está
satisfaciendo las necesidades de desarrollo de nuestras sociedades. El descontento se expresa
en tres áreas principales: 1.-Agotamiento de la democracia actual de la manera en que está
formulada; 2.- Crisis de credibilidad en instituciones públicas, entre las cuales se encuentra la
pérdida de calidad en la práctica política; 3.- Percepción de que las dinámicas de mercado están
sobre la política y que por lo tanto las instituciones del Estado tienen escaso poder sobre éstas.
[14]Rodríguez Cuadros, Mamuel, “El Derecho Humano a la Democracia – Comisión Andina de
Juristas” –edición digital/Internet/OEA-, con cita de Celso Lafer, en “La reconstrucción de los
derechos humanos, un diálogo con el pensamiento de Hannah Arendt”, Ed. FCE, pág. 176.
[15]ONU, “Conferencia Mundial de los Derechos Humanos”, (Viena, 1993).
[16] CIDH, Opinión Consultiva OC – 6/86, del 9 de mayo de 1986 (sitio web de la CIDH).
[17]CIDH, “Tercer Informe sobre la situación de los derechos humanos en Paraguay”, 9 de Marzo
de 2.001 (sitio web CIDH).
[18] CIDH, informe anual 1986, OEA/Ser.L/III.15, doc. 23, 29 de agosto de 1986.
[19] Sayán, Diego García, El papel del multilateralismo en la defensa y promoción de la
democracia, Exposición del Ministro de Justicia del Perú, OEA, “Comunidad de Democracias”, en
la “Conferencia sobre el papel de las organizaciones regionales y multilaterales en la defensa y
protección de la democracia”, edición digital –sitio web OEA-.
[20] Quiroga Lavié, El sistema electoral como factor de alimentación del sistema
político (sus relaciones con el comportamiento electoral), LA LEY, 9 de Junio de 1992.
[21] Vega Juan Carlos -Director-, Derechos Humanos, Ed. Mediterránea, Córdoba, 2006, pág.
53.
[22] Por ello es correcta la afirmación de que en principio el Poder Legislativo debe adoptar las
medidas que completen o complementen la plena operatividad de los derechos y para ello
cuenta con las contribuciones del art. 75 inc. 2º CN (en condiciones de igualdad y
proporcionalidad), debiendo atender a valores colectivos (art. 75 incs. 2º, 8º, 18 y 19 CN:
equidad, solidaridad, grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de
oportunidades, prosperidad del país, adelanto y bienestar de las provincias, desarrollo humano,
progreso económico con justicia social, crecimiento armónico de la Nación, etc...) y a ciertos
propósitos e instrumentos correlativos (progreso de la ilustración, planes de instrucción,
productividad de la economía, industria, generación de empleo, formación profesional, defensa
del valor de la moneda, investigación y desarrollo científico y tecnológico, democracia, identidad
y pluralidad cultural, etc...). Si no hay regla alguna, no cabe otra opción que presumir la
operatividad y por ende se entiende que debe el PL fijar los procedimientos de compatibilización
pertinentes (en caso de derechos competitivos) o indicar como se van a remover los obstáculos
al goce de los derechos (en su caso) o establecer el modo en que se va a garantizar la igualdad
real de oportunidades y el pleno goce y ejercicio de los derechos, como su contenido mínimo.
Análogo esquema cabe aplicar al caso de la administración, dentro del marco de sus
competencias, atendiendo en ambos casos a la cláusula de desarrollo progresivo (ver la obra de
Lorenzetti, citada en la bibliografía –2006-).
[23]Haberle, Peter, El estado constitucional, Ed. Astrea, Bs. As., 2007, pág. 132.
[24] Haberle, op. cit., pág.125.
[25] Idem, pág. 139 y ss.
[26] Badeni, Gregorio, Instituciones de Derecho Constitucional, T. I, Ed. Ad-Hoc, Bs. As., 1997,
pág. 549.
[27] Haberle, op. cit, pág. 328.
[28]Popper, Karl, Uninominal: gobierno para la democracia, en Noticias Radicales, n° 200 del 31
de agosto de 1987, diario "La Stampa" del 7 de agosto de 1987,
http://www.radicalparty.org/party/popper_spa.htm.
[29]Ver http://www.cambiocultural.com.ar/investigacion/reforma3.htm, cit. por Navarro, 2003.
[30]Como lo hemos desarrollado, siguiendo el lenguaje propuesto por Lorenzetti, Ricardo, Teoría
de la decisión judicial. Fundamentos de Derecho, Ed. Rubinzal Culzoni, 2006, Santa Fe.
[31]Vega Juan Carlos -Director-, Derechos Humanos, Ed. Mediterránea, Córdoba, 2006.

[32] Bidart Campos, op. cit. pág. 250.


[33] Ver en general sobre los desafíos del federalismo la obra de Carnota Walter -Director-,
Derecho Federal, Ed. Grun, Bs. As., 2005.
[34] Giuliano, Diego, Sobre el desarrollo equilibrado y la composición de las legislaturas
provinciales, Revista Juridica de la UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales), Nº 7, 2003.
[35] Idem.
[36]Maraniello, Patricio, Elecciones por vía internet en alemania, Articulo publicado en el diario
“compromiso”, el día 02/09/01.
[37]Badeni, Gregorio, Instituciones de Derecho Constitucional, T. I, Ed. Ad-Hoc, Bs. As., 1997,
pág. 551/552.
[38]Bidart Campos, Germán- Walter Carnota, Derecho Constitucional Comparado, T. II, Ed. Ediar,
Bs. As., 2000, pág. 129.
[39] Haberle, op. cit., pág. 318.
[40] Ensinck, Oscar Luis, El sistema político Alemán, en http://www.cadal.org/articulos/nota.,
2004.
[41] Badeni, op. cit., pág. 585.
[42] Molinelli, op. cit., pág. 377. En otros términos: “En la elección de representantes para el
parlamento alemán(...)un ciudadano emite dos votos. Uno para un candidato local elegido por
mayoría relativa en un distrito uninominal. Otro, a nivel de estado federal (equivalente a nuestras
provincias), para un partido político, que presenta una lista cerrada. Los candidatos en distritos
uninominales pueden integrar, a su vez, las listas partidarias. Los postulantes que ganan en su
distrito uninominal obtienen directamente su lugar en el Bundestag. Pero su partido puede tener
aún más representantes: dentro de un estado federal, es posible que el número de bancas que
le corresponde a un partido por la distribución proporcional de los segundos votos sea mayor
que el número de sus candidatos que han sido elegidos en distritos uninominales. Esas bancas
adicionales son asignadas a la lista cerrada del partido. Por el contrario, si los candidatos
elegidos directamente superan en número a la representación proporcional que resulta de los
segundos votos, el partido no pierde representantes, sino que por un tiempo aumenta el número
de escaños en el Bundestag (Navarro, 2003). El sistema Alemán, entonces, vincula y relaciona
un sistema con el otro.
[43] Badeni, op. cit., pág. 585.
[44] Frias Pedro, Cuestiones Electorales, LL 1990-E-974.
[45]ver www.mininterior.gov.ar/reformapolitica/modificacion.doc.
[46]Herrera, Genaro Arraigada, Autopsia del Sistema Binominal, en el sitio
www.asuntospublicos.org, Informe N. 463, “Política Nacional”, 25/04/2005.
[47] Haberle, op. cit., pág. 339.
[48] Ensinck, op. cit.
[49] Frias, op. cit.
[50] Popper, op. cit.
[51] Badeni, op. cit., pág. 583.
[52]Navarro, Carlos Alberto, Sobre la reforma de la ley electoral Argentina, en
http://webs.sinectis.com.ar/canavarro/, 6 de julio de 2003 con fuente en www.aceproject.org.

[53]Ver en sentido similar: Nun, José, Democracia: ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los
políticos?, FCE, Bs. As., 2000.
[54] Un reciente ejemplo de ello ha sido dado en la justicia electoral fueguina. Con el patrocinio
del Dr. Olivero, en la causa “Carlos Domingo Bassanetti y Mario José Carzo s/ Acción de
Inconstitucionalidad”, (Exp. Nº 341/06, Juzgado Electoral -Ushuaia-), se obtuvo un fallo de
primera instancia que declara la inconstitucionalidad de la ley provincial Nro. 406 (que establece
un piso para la efectividad de las tachas del orden del 50% mas uno), ordenando a la Legislatura
Provincial a que proceda al dictado de una nueva norma que en forma razonable y
proporcionada establezca el piso mínimo para el ejercicio del derecho constitucional a tachar
candidatos, entendiendo el Juez que el elevado porcentaje antedicho importa en los hechos una
derogación del derecho a tachar candidatos de las listas. La acción busca proteger la efectividad
de una mayor incidencia ciudadana en el plano electoral –conforme la relevancia que el orden
constitucional local le otorga a cada elector en su art. 201, inc. 5: “ el elector podrá tachar
candidatos en las listas que utilice para sufragar”-, junto con la aminoración del poder de hecho
que ostentan las dirigencias partidarias (el caso aún continúa su trámite y se encuentra apelado
por la Fiscalía de Estado). La constitución fueguina también regula en su art. 201 la exigencia de
“garantizar la representación efectivamente proporcional en los cuerpos colegiados” y lo relativo
a las preferencias: “Por ley se establecerá el modo y el tiempo en que se podrá, además, incluir
en las boletas que se utilicen para votar a candidatos que figuren en otras listas oficializadas”.
Otra particularidad interesante es la regulación de la revocatoria de mandatos (art. 209) y la
posibilidad de que la Legislatura provincial con el voto de los dos tercios de sus miembros,
requiera al Senado la exclusión de los senadores que representen a la provincia y que dejen de
cumplir con las instrucciones impartidas (art. 210). Asimismo, hay que destacar que a nivel del
municipio de la ciudad de Ushuaia se ha implementado el voto electrónico.
[55] recordamos que ya hemos visto que lo relativo a los derechos políticos hace hoy a la
democracia y a los derechos humanos, con progresividad y eficacia y teniendo el Estado el
deber operativo y exigible de “adoptar medidas internas” que hacen a la obligación de respeto y
garantía de los derechos fundamentales (dejamos, aquí, simplemente, una inquietud al lector:
¿podría demandarse la modificación de algún sistema electoral concreto por resultar de algún
modo lesivo de los derechos humanos y la calidad de vida democrática?, o ¿podría irse a la
justicia si el sistema electoral se prueba como conformado por una regresividad tal –hacia las
garantías de identidad del Estado Constitucional, hacia el pluralismo y los consensos
fundamentales, etc...-, que se repute como un claro incumplimiento de la aludida obligación de
adoptar medidas internas por el Estado?; ¿Cuánto de todo ello se conecta con la conocida
problemática de las relaciones y los límites del Estado Constitucional y la Democracia? -Haberle,
op. cit., pag. 325-. La cuestión involucra una discusión compleja, por cierto).
[56] Molinelli, op. cit., pág. 356.
[57]Panella, Marcos, Sistema uninominal. Puro y simple, en “Il Manifesto”, 7 de septiembre de
1991, http://coranet.radicalparty.org/anglosaxon_democracy/uninominale_sp.htm.
[58] Así, por ejemplo, en nicaragua:http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2001/abril/11-
abril2001/nacional.
[59](Diccionario Electoral, Serie Elecciones y Democracia, Centro Interamericano de Asesoría y
Promoción Electoral (CAPEL)/Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Costa Rica 1989,
Pág. 638
[60]Fallo del Tribunal Superior, Sala Electoral, en
http://www.tsj.gov.ve/decisiones/selec/Julio/132-180702 000072.htm, resaltado propio.
[61]Por ejemplo, en el proyecto de Ocaña antedicho, se estipula: “Artículo 1º.- La presente ley
regula el artículo 45 C.N. en lo atinente al modo de elección de los Diputados Nacionales.
Artículo 2º.- Los Diputados Nacionales se elegirán en forma directa por el pueblo de cada
provincia y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que se considerarán a este fin como
distritos electorales. En aquellos distritos en que se elijan menos de nueve (9) cargos legislativos
por vez, cada elector votará solamente por una lista de candidatos oficializada, cuyo número
será igual al de los cargos a cubrir con más los suplentes previstos en el artículo 163 de la Ley
Nº 19.945. Para aquellos distritos en que se elija un número mayor de cargos legislativos, cada
elector tendrá voto simultáneo, a cuyos efectos deberá votar dos listas: una plurinominal, que
contendrá tantos candidatos como cargos ha cubrir haya, más sus respectivos suplentes; y otra
uninominal, a los fines de cuya conformación cada distrito será dividido en un número de
circunscripciones igual al cincuenta por ciento (50%) de los cargos a elegir en el mismo. Articulo
3º.- Los electores domiciliados en cada una de las circunscripciones uninominales que se
establezcan según lo dispuesto en el artículo 2º elegirán por dicho sistema, además de a los
candidatos incluidos en la lista plurinominal, a un Diputado Nacional y a un suplente por simple
mayoría de sufragios. En caso de empate entre dos candidatos, se repetirá la elección, en el
término de treinta días de efectuada la primera votación, solamente entre las dos listas que
hayan empatado. Resultará electo el candidato que obtenga la mayor cantidad de votos,
excluyendo los votos en blanco o nulos”. Artículo 8º.- Las bancas correspondientes a cada
partido o alianza se asignarán por sistema proporcional D’Hont, con exclusión de los votos en
blanco y los nulos. Artículo 9º.- En el total de bancas que corresponda a cada partido o alianza,
deberán asignarse en primer lugar las que dicho partido o alianza haya obtenido por el sistema
de circunscripción uninominal. En segundo término, en caso de que restaran bancas para
asignar, se lo hará según el orden establecido en la lista de distrito único. En caso de que un
candidato resulte electo por circunscripción uninominal y su partido o alianza no obtenga
ninguna representación a través de la lista plurinominal, conservará la banca, quedando excluido
el candidato del partido o alianza que se encuentre ultimo en el reparto por cálculo de cocientes
según el sistema D’Hont. Igual criterio deberá seguirse en el caso de que un partido o alianza
obtenga más cargos uninominales por circunscripción uninominal que plurinominales por distrito
único. Artículo 11º.- Los candidatos tendrán derecho a postularse en ambas listas al mismo
tiempo. En caso de que a un candidato le correspondiese una banca tanto según el resultado
obtenido en la lista plurinominal como en la uninominal, ocupará sólo el cargo correspondiente a
esta ultima, siendo reemplazado en la lista de distrito único por el primer candidato titular
subsiguiente según el orden establecido en la misma”.
[62] Cámara de Apelaciones en lo Civil Comercial y Mineria , San Juan, San Juan, Sala 01:
“Escobar, Jorge Alberto s/ Acción meramente declarativa-Sumarísimo”, 11 de Noviembre de
1998.
[63] Ver: Badeni, op. cit., pág. 573 y ss.
[64] Cám. Nac. Elect., “Mozzi Germán Diego s/ acción declarativa de inconstitucionalidad -arts.
158 y 159 del CEN, 17/12/2002.
[65]Cám. Nac. Electoral, "Incidente de Caducidad del Partido Demócrata Cristiano -art. 50, inc.
"c" de la ley 23.298" s/ INCIDENTE, 16/05/2002.
[66]Cám. Nac. Elect., “Recurso de Apelación en autos Méndez, Héctor O. Apoderado del Partido
Humanista -Cap. Fed.- s/ interpone Acción de Amparo”, 25/06/2002, resaltado propio
[67]García Lema, Alberto, Contenidos de la futura reforma constitucional - Comentario al
dictamen del Consejo para la Consolidacion de la Democracia., El Derecho, 1992, Universitas
S.R.L.
[68]Padilla, Miguel, “El sistema uninominal a doble vuelta”, La prensa, 6 / 06 / 1992.
[69]Abal Medina Juan (h), Julieta Suarez Cao y Facundo Nejamkis, Las instituciones políticas en
Brasil y Argentina: diseños similares, comportamientos distintos, en “Revista Argentina de
Ciencia Política”, Nº 5/6, Eudeba, Bs. As., 2001/2002, pag. 113 y ss.
[70]Alvarez, Juan José, Crisis de gobernabilidad y control en Argentina, Ciudad Argentina, Bs.
As., 2007.

[71] Un análisis exhaustivo sobre esta cuestión excede el alcance de esta obra. Por ende,
tomamos en cuenta el contenido de ciertas fuentes relevantes y ejemplificativas. En el
documento ONU (2005) que citamos en la bibliografía, se tienen en cuenta datos ilustrativos
como los siguientes: “según datos del PNUD, en los últimos 20 años, el PIB per cápita promedio
de la región ha aumentado sólo en unos 300 dólares. Y si bien en Latinoamérica los niveles de
pobreza han disminuido ligeramente en términos relativos, en valores absolutos aumentó el
número de personas que vive por debajo del umbral de la pobreza, pasando de 190 millones en
1990 a 225 millones en 2003, de un total de aproximadamente 500 millones de habitantes. Esto
hace que las personas tengan como prioridad la mejora de la situación en la que viven, antes de
pensar en los regímenes de gobierno. Peor aún, esto también permite inferir, que -quizá
peligrosamente- los latinoamericanos han comenzado a reconocer de nuevo un vínculo efectivo
entre las ideas de autoritarismo y progreso(…)El 64.6% de los encuestados opina que los
gobernantes no cumplen sus promesas y que mienten para ganar las elecciones. Hay un
rechazo casi consolidado a la política y a los políticos en la mayoría de los países
latinoamericanos, el cual es plenamente explicable si se considera que además de la poca
mejoría económica personal experimentada en los últimos años, nuestras sociedades se enteran
casi todos los días de irregularidades cometidas desde el poder”.
[72] Alvarez, Juan José, Crisis de gobernabilidad y control en Argentina, Ed. Ciudad Argentina,
Bs. As. 2007. Frente a todo ello, es certero afirmar que la necesidad de preservar la
gobernabilidad debe encontrar los cauces necesarios para eliminar las tensiones y la “brecha”
existente en general entre los representantes y los representados. Esto, fundamentalmente en
tanto se observa la gravitación de "la tensión que existe entre gobernantes y gobernados
poniendo en cuestión el sistema de gobierno, como producto de decisiones políticas y
encargado de su ejecución, y su capacidad para estar a la altura de los problemas por resolver",
Nohlen, citado en: Giuliano, Diego, Sobre el desarrollo equilibrado y la composicion de las
legislaturas provinciales, Revista Juridica de la UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y
Sociales. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales), Nº 7. 2003.
[73] En su obra La condición Humana, Paidos, Bs. As., 2005.

Citar: elDial DCE50


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