Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
DIEGO G. PARDOW L.
Universidad de Chile
Sumario
567
DIEGO G. PARDOW L.
§1. INTRODUCCIÓN
Cuando a una persona se le otorga una potestad para utilizarla en beneficio de otra,
como sucede en el mandato, las guardas o la administración de una sociedad anónima1, el
titular de la potestad se encuentra sujeto a ciertos deberes que impone la naturaleza de su
relación con el dueño del patrimonio que administra, y que es al mismo tiempo,
beneficiario de la potestad. Además de comportarse de manera prudente y de rendir
cuenta de su gestión, el titular de la potestad tiene el deber de ejecutar su cargo con la
finalidad de satisfacer el interés del dueño o beneficiario. Conforme a un lenguaje que se
ha hecho tradicional en nuestro derecho de sociedades, esto es lo que se conoce como
deber de lealtad en el ámbito de las relaciones fiduciarias 2.
La doctrina de las relaciones fiduciarias es una antigua categoría dogmática del
common law, que como suele suceder en derecho privado, tiene su origen en el derecho
romano y su equivalente comparado en la doctrina de los derechos subjetivos
desarrollada por los sistemas legales continentales3. Lo esencial de estas doctrinas está en
reconocer que instituciones como el mandato, las guardas o la administración de
personas jurídicas comparten una misma naturaleza funcional: cuando a una persona se
le encarga la gestión de un patrimonio ajeno actúa como depositario del interés que tiene
el dueño al delegar la administración de sus bienes, y en consecuencia, la finalidad con
que el administrador utilice sus potestades definirá materialmente el ámbito legítimo de
su ejercicio4.
Atendido que el titular de la potestad debe administrar el patrimonio con la
finalidad de satisfacer los intereses del dueño, el elemento característico de las
infracciones a deberes de lealtad consiste en la presencia de una desviación de fines5. A
1 El esquema propuesto utiliza como referencia las reglas de las guardas, el mandato y las
sociedades anónimas. Esta opción obedece a que las tres figuras son ampliamente utilizadas y sus reglas
pueden extenderse de manera dispositiva a las restantes hipótesis de administración de patrimonios ajenos.
Un razonamiento similar en LIRA, Pedro, El Código Civil y el nuevo derecho (Santiago, Nascimiento, 1944), pp.
118 y ss.
2 Ver por ejemplo, BARROS, Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual (Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 2006), pp. 813 ss.; CAREY, Guillermo, De la sociedad anónima y la responsabilidad civil de los
directores (2a Edición, Santiago, Editorial Universitaria, 1993), pp. 137 ss.; ALCALDE, Enrique, La sociedad
anónima. Autonomía privada, interés social y conflicto de intereses (Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2007), pp.
47 s. y 75 s.; y, DÍAZ, Regina, Deber de los administradores de no competir con la sociedad anónima que administran, en
Revista de Derecho (U. Valdivia), 2007, Vol. 20, No. 1, pp. 85-106.
3 Para una descripción de la relación entre estas doctrinas, ver mi Potestades de administración y deberes
568
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
«Ningún administrador puede servir a dos señores, porque aborrecerá al uno y amará al
otro; o bien se dedicará a uno y desdeñará al otro» (San Lucas 6-13).
6 Sobre la naturaleza altruista de las relaciones fiduciarias, DABIN, Jean, El Derecho Subjetivo
consigo mismo, en Revista de Derecho y Jurisprudencia, 1931, No. 28, pp. 5-107; el más reciente de LYON,
569
DIEGO G. PARDOW L.
Alberto, Conflicto de Intereses en las Sociedades, en Revista Chilena de Derecho (U. Católica), 2002, Vol. 29, No. 1,
pp. 47-39; y en general, la extensa obra de la profesora María Sara Rodríguez citada en esta ponencia.
8 ALESSANDRI, Arturo, cit. (n. 7), p.5.
9 FLUME, Werner, El negocio jurídico (traducción castellana de J. M. Miquel y E. Gómez, Madrid,
Comercio.
12 Artículos 275 del Código de Comercio, 33 de la Ley de Sociedades Anónimas y 33 del
570
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
de la potestad se apropia de los bienes que administra y cuando autocontrata un comodato. Por ello,
resulta más sencillo suponer el préstamo por el sólo hecho del traspaso, siguiendo la misma lógica del
inciso segundo del artículo 2195 del Código Civil respecto del comodato precario.
14 Artículo 42 Nº5 de la Ley de Sociedades Anónimas.
15 Artículos 2081 del Código Civil y 404 del Código de Comercio. Una regla similar puede
construirse a fortiori en las asociaciones sin fines de lucro, a partir de los Artículos 549 del Código Civil y
259 del Código del Trabajo, que establecen que los bienes de la asociación no pertenecen en todo ni en
parte a sus miembros.
16 RODRÍGUEZ, María Sara, Los Principios de Derecho Europeo de Contratos y el conflicto de interés en la
571
DIEGO G. PARDOW L.
De esta manera, las distintas reglas sobre autocontrato establecidas para las
guardas, el mandato o la sociedad anónima, revelan un intensa preocupación por el
riesgo de un conflicto intereses que se encuentra implícito en esta forma negocial. En
este sentido, la tendencia en derecho comparado conduce a una mayor cercanía
conceptual entre las nociones de conflicto de intereses y autocontrato. Así por ejemplo,
los Principios de Derecho Europeo de Contratos presumen iuris tantum que existe
conflicto de intereses tanto en las hipótesis de contrato consigo mismo, como en la
hipótesis de contrato con doble representación. Como señala RODRÍGUEZ19, la intención
detrás de suponer la existencia de un conflicto de interés en todo autocontrato, consiste
en radicar en el titular de la potestad la carga de probar que sus intereses estaban
alineados con los del dueño del patrimonio, o bien, que la precisión en cuanto al
contenido del contrato excluía la posibilidad de conflictos.
En definitiva, la disciplina del autocontrato permite vincular distintas disposiciones
dispersas sobre administración de patrimonios ajenos mediante la noción de conflicto de
intereses. Ello demuestra que la parábola del administrador infiel puede encontrarse en
distintos rincones de nuestra legislación. También demuestra que en todos estos casos
los administradores o representantes se encuentran sujetos a un deber de lealtad similar
cuya observancia peligra, cuando al otro lado de una transferencia de los bienes que se le
han encomendado administrar, se encuentran ellos mismos o terceros relacionados.
incompatible cuando intervienen en la operación el mismo director o sus parientes; empresas en que el
director o sus parientes sean dueños, directores o gerentes; personas respecto de las cuales el director actúe
como representante; y, personas a las que el director preste asesoría para celebrar el contrato.
19 RODRÍGUEZ, María Sara, Los Principios…, p. 1759.
20 En verdad, detrás de estas objeciones se encuentra problema ético. En la tradición del
racionalismo, los objetos se aprecian según su valor y los sujetos según su dignidad. Atendido que los
sujetos se aprecian según su dignidad precisamente porque tienen voluntad, es la posibilidad de actuar
voluntariamente lo que permite diferenciar a una persona de una cosa. Desde esta perspectiva, el
autocontrato constituye una figura ilícita porque implica privar de su dignidad al representado y tratarlo
como si fuera una cosa. Una extensa exposición de este argumento en HATTENHAUER, Hans, Conceptos
fundamentales del Derecho Civil (Madrid, Ariel, 1987), p. 48 ss.
21 HUPKA, Josef, La representación voluntaria en los negocios jurídicos (Madrid, Revista Derecho Privado,
1930), p. 251.
572
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
alma en dos mitades y hacer que traten y contraten la una con la otra.
Sin embargo, esta manera de enfrentarse al autocontrato se encontraba en pugna
con una extendida práctica comercial. Al decir de DEMOGUE22, era la construcción
técnica la que debía plegarse a la utilidad práctica y no al revés. Consecuentemente, el
autocontrato comenzó a analizarse como una manera lícita de hacer negocios y las
prohibiciones legales como reglas de procedimiento que imponen el cumplimiento de
una serie de requisitos: el titular de la potestad debe informar la existencia del conflicto
de intereses, obtener la autorización del dueño del patrimonio para autocontratar, y
además en ciertos casos, adecuar el contenido de la operación a condiciones de equidad.
En primer lugar, la obligación de informar sobre la existencia del conflicto de
intereses constituye el punto de partida de los deberes de lealtad del titular de la potestad.
De acuerdo con DIEZ-PICAZO23, lo que se prohíbe en el autocontrato no es celebrarlo,
sino hacerlo a espaldas del mandante o representado. Una de las consecuencias evidentes
de esta proposición, es que quien administra un patrimonio ajeno debe informar al
dueño acerca de su interés particular en el contrato que pretende celebrar. Si bien esta
obligación no se encuentra expresamente establecida en ley, su existencia se desprende
de deber general de buena fe que obliga al titular a ejercer sus potestades en beneficio del
dueño del patrimonio24.
En derecho comparado, este deber de informar comprende todos los aspectos
relevantes de la operación, incluyendo la naturaleza del interés incompatible y cualquier
riesgo que en su opinión merezca la selección de la contraparte en un contrato25. Así por
ejemplo, si el implicado conoce el mal estado de los negocios de la contraparte o la
existencia de una mejor alternativa en el mercado, debe revelar estas circunstancias al
momento de divulgar su conflicto de interés. En el fondo, la buena fe exige que el titular
de la potestad realice un ejercicio de honestidad que permita al dueño del patrimonio dar
su consentimiento informado respecto del autocontrato26.
Enseguida, la autorización del dueño del patrimonio es el requisito formal que
permite al titular de la potestad levantar la prohibición legal y celebrar el autocontrato.
22 DEMOGUE, René, Traité des Obligations en Générale (Paris, Rosseau, 1933) I, p. 11. Resulta
ilustrativo el cambio de posición que realiza ALESSANDRI, quién en una etapa temprana de su obra opuso
serias objeciones al autocontrato, para luego abogar en su defensa sobre la base de su utilidad para el
tráfico jurídico (ALESSANDRI, Arturo, cit. (n. 7), p. 7). Para una excelente descripción del desarrollo de la
doctrina europea sobre el autocontrato, RODRÍGUEZ, María Sara, Autocontratación y conflictos de intereses en el
derecho privado español (Madrid, Colegio de Registradores, 2005), pp. 47 ss.
23 DÍEZ-PICAZO, Luis, La representación en el Derecho Privado (Madrid, Tecnos, 1979), p. 206.
24 RODRÍGUEZ, María Sara, Los principios…, p. 1756, con referencia al artículo 3:205 de los
Principios de Derecho Europeo de Contratos, que recoge expresamente el deber de divulgar el conflicto
de intereses.
25 MARKESINIS, Basil y MUNDLEY, Roderic, An outline of the law of agency (Londres, Butterworths,
573
DIEGO G. PARDOW L.
Código Civil y 44 de la Ley de Sociedades Anónimas) o una regla legal que exija autorización expresa
(artículos 271 del Código de Comercio y 2144 del Código Civil).
32 Para una revisión de algunos criterios para determinar la equidad de la operación, LYON, Alberto,
conjuntamente como una simple representación de intereses, que está sujeta a reglas más estrictas porque en
574
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
directa de la voluntad del dueño, la ley pone un límite sustantivo a la autorización del
autocontrato y se asegura de que este recibirá al menos, un beneficio normal según el
tipo de operación.
Tratándose del mandato, las reglas para el mutuo también hacen referencia al
contenido del autocontrato pero con un objetivo diferente. En efecto, la ley permite al
mandatario prestar dinero al mandante al interés corriente, aún si no existe autorización
para ello. De este modo, el recurso a un justo precio sustituye la regla de procedimiento
porque al regular el valor del dinero se elimina el único riesgo asociado a este tipo de
autocontratos, y en esas condiciones, la selección del prestamista pasa a ser irrelevante.
Al decir de ALESSANDRI35, el sentido de esta regla se confirma porque no permite realizar
la misma operación en sentido contrario: el mandatario no debe tomar en préstamo
dinero del mandante, precisamente, porque en este caso la solvencia del deudor sí resulta
relevante para elegir a la contraparte en un contrato.
Sin perjuicio de lo anterior, debe tenerse en cuenta que las disposiciones legales
que regulan el contenido del autocontrato son excepcionales. Como lo expone ATIYAH36,
el derecho privado no suele preocuparse de los problemas de contenido en los contratos,
porque prefiere recurrir a procedimientos que aseguren que el precio y otras condiciones
sean consecuencia de una negociación entre partes independientes. Siguiendo está lógica,
la mayor parte de las reglas sobre autocontrato suplen la ausencia de negociación entre
las partes directas exigiendo solamente la autorización del dueño y sin tomar en cuenta el
resultado de la operación. En otros términos, lo relevante normalmente es que el dueño
del patrimonio autorice el autocontrato y no que su resultado le beneficie.
De acuerdo con FLUME37, el autocontrato genera dos tipos de problemas con los
que debe lidiar el derecho privado. Por una parte, los problemas formales se relacionan con
la manera de hacer patente el negocio, ya que la voluntad interna del titular de la potestad
no puede ser suficiente. Por otra, los problemas materiales consisten en el peligro de
actuación desleal que existe cada vez que el titular de la potestad se encuentra, de alguna
ambos casos los dueños no pueden sostener una voluntad autónoma e independiente . Sobre esta
distinción, RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean, Tratado de Derecho Civil (Buenos Aires, La Ley, 1965), V
[2a parte], p. 160.
35 ALESSANDRI, Arturo, cit. (n. 7), p. 50.
36 ATIYAH, Patrick, An introduction to the law of contract (Oxford, Clarendon Press, 1989), pp. 300 ss.,
quien distingue entre: (i) justicia de procedimiento, que evalúa el procedimiento de negociación y
celebración de un contrato; y, (ii) justicia de contenido, que evalúa el resultado de la negociación y el precio
del contrato. De este modo, lo usual es que las reglas sobre derecho de contratos se preocupen de la
justicia de procedimiento antes que de la justicia de contenido.
37 FLUME, Werner, cit. (n. 9), pp. 941 ss.
575
DIEGO G. PARDOW L.
Cuadernos de Extensión Jurídica (U. Andes), 2004, no. 8, pp. 120 y 125.
39 GARRIGUES, Joaquín, cit. (n. 5), p. 24.
40 ALESSANDRI, Arturo, cit. (n. 7), pp. 13 y 32 y ss.
41 LIRA, Pedro, cit. (n. 1), p. 118.
576
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
para pedir la nulidad relativa del acto. Por ello, en las guardas la sanción a la falta de
autorización para autocontratar no obedece una característica particular de este tipo de
operación, sino al hecho de que el dueño del patrimonio es un sujeto protegido por el
orden público.
No sucede lo mismo en el mandato, donde la sanción al procedimiento de
autorización constituye un caso especial en que la extralimitación en los poderes
conferidos se sanciona con la nulidad relativa del acto. En general, celebrar un acto sin
facultades suficientes solo hace que sea inoponible al mandante, pero ello no afecta la
validez del acto, e incluso bajo ciertas circunstancias, deja a salvo la relación entre el
mandatario y el tercero42. En efecto, aunque los casos de autocontrato no son los únicos
donde se exige un poder especial, la escasa jurisprudencia que entiende la autorización
del mandante para transigir o hipotecar como una formalidad habilitante ha sido
duramente criticada43. Por ello, lo que se encuentra detrás de la sanción de nulidad a la
falta de autorización del autocontrato en el mandato, es la idea de que no existe
realmente un tercero cuyos intereses deban ser protegidos.
Tratándose de las sociedades anónimas, su primera regulación también recogía el
modelo germanista, al recurrir a la nulidad relativa para sancionar la falta de autorización
del directorio en los contratos que sus miembros celebraran con la sociedad 44. El
fundamento de esta regla se encontraba en la así denominada doctrina del mandato,
según la cual, los directores son mandatarios de la sociedad, y en consecuencia, están
sujetos al mismo esquema de formalidad habilitante y nulidad relativa respecto de la
celebración de autocontratos45. Sin embargo, esta situación cambió con la entrada en
vigor de la actual legislación, que adoptando la doctrina del órgano, concibió un
directorio que no requiere probar la suficiencia de sus poderes frente a terceros.
Una de las consecuencias de adoptar la doctrina del órgano es que la función de los
directores se reduce a participar en la instancia colectiva del directorio, disminuyendo así
su capacidad para alterar la organización de intereses en un contrato46. En la actual
legislación los directores carecen de poder para representar individualmente a la
42 Artículo 2154 del Código Civil.
43 Por ejemplo, STITCHKIN, David, El mandato civil (2a edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
1950), pp. 418 y ss.
44 El artículo 3º del Reglamento sobre Sociedades Anónimas de 1920, exigía que la autorización
para autocontratar fuera aprobada por las tres cuartas partes del directorio, sin contar a los implicados.
Este procedimiento debía incorporarse como mención obligatoria en los estatutos y su omisión hacía que
la solicitud de constitución tuviera que rechazarse por no ofrecer suficientes garantías de buena
administración. Una explicación detallada de estas reglas en ALESSANDRI, Arturo, cit. (n. 7), p. 62).
45 De acuerdo con el antiguo artículo 457 del Código de Comercio, la sociedad anónima era
administrada por mandatarios temporales y revocables. Para una referencia a esta doctrina, PUELMA,
Álvaro, Sociedades (3a edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1995), II, p. 186.
46 KRAAKMAN, Reiner, DAVIES, Paul, HANSMANN, Henry, HERTIG, Gerard, HOPT, Klaus, KANDA
Hideki y ROCK, Edward, Anatomy of corporate law (Nueva York, Oxford University Press, 2004), p. 13.
577
DIEGO G. PARDOW L.
En general, el derecho privado puede ser visto como un sistema normativo donde
interactúan consideraciones de justicia distributiva y de justicia correctiva. Como lo explica
GORDLEY51, mientras las primeras intentan asegurar que cada uno tenga los recursos que
necesite para desarrollar su vida, las segundas permiten que cada uno los obtenga sin
interferir ilícitamente en las posibilidades que tengan otros de hacer lo mismo. En otros
47 RIPERT, Georges, Aspectos jurídicos del capitalismo moderno (traducción castellana de J. Quero,
sociedad anónima fomentando la confianza de los acreedores, al poner sus intereses como terceros a salvo
de una eventual sanción de nulidad. Para una revisión de este argumento, KRAAKMAN, Reiner y otros, cit.
(n. 46) p. 28..
51 GORDLEY, James, Foundations of private law (Nueva York, Oxford University Press, 2006), pp. 433
ss.
578
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
términos, las reglas de justicia distributiva configuran las características del dominio y
determinan los modos de adquirirlo, en tanto que las reglas de justicia correctiva
conservan esa distribución, protegiendo al dueño cuando se le priva de sus bienes sin su
consentimiento.
Desde una perspectiva de justicia distributiva, el hecho de entregar la administración
de un patrimonio a un tercero no altera los principios generales para distribuir los riesgos
asociados a un negocio. Así, el pupilo, el mandante o la sociedad anónima se aprovechan
de las utilidades que genere el negocio por extensión de su derecho de dominio (res
fructificat domino), pero deben también soportar las pérdidas que genere como
consecuencia de que las cosas perecen para su dueño (res pereat domino)52. Las sanciones a
la falta de autorización en el autocontrato reproducen estas premisas: la nulidad debe ser
declarada judicialmente para invalidar los efectos de una transferencia, y en el ámbito de
la responsabilidad civil, en principio los daños los sufre la víctima.
Desde una perspectiva de justicia correctiva, la confianza depositada por el dueño del
patrimonio para que el titular de la potestad administre sus bienes, debe entenderse
limitada por el deber de lealtad que impone la naturaleza de su relación. De este modo,
mientras la conducta de guardadores, mandatarios y directores se mantenga dentro del
parámetro de lealtad que les obliga a seguir un procedimiento de autorización para
autocontratar, consideraciones de justicia distributiva exigen que los riesgos derivados de
una decisión de negocios sean soportados por el dueño. Al contrario, cuando ellos
infringen el procedimiento de autorización, consideraciones de justicia correctiva exigen
que se proteja el patrimonio del dueño, sancionando la nulidad del autocontrato o la
responsabilidad civil del titular.
Según una antigua distinción, las sanciones que se inspiran en consideraciones de
justicia correctiva derivan del simple hecho de tener un bien ajeno (ipsa res accepta), o bien,
de la manera en que ese bien ajeno fue adquirido, como por ejemplo, cuando se adquirió
de manera ilícita (acceptio rei)53. La sanción de nulidad pertenece al primer grupo porque
ataca la validez del autocontrato como título traslaticio, y mediante la consecuente acción
reivindicatoria, restituye al dueño los bienes que salieron de su patrimonio sin su
autorización. Al contrario, la responsabilidad civil obliga al titular de la potestad a
compensar los daños derivados del autocontrato, entendiendo que el procedimiento de
autorización constituye un estándar de culpa y que su infracción provoca un ilícito civil.
Tanto nulidad como responsabilidad civil cumplen una misma función de justicia
52 Una de las consecuencias naturales de los principios de justicia distributiva que inspiran nuestro
sistema de propiedad individual, es que ninguna persona está obligada a compartir los beneficios derivados
de sus éxitos, pero tampoco puede obligar a otros compartir las pérdidas derivadas de sus fracasos. De este
modo, las cosas producen para su dueño por la misma razón por la que perecen para su dueño. Una extensa
exposición de este argumento en GORDLEY, James, cit. (n. 51), pp. 10-11.
53 AQUINO, Tomás, Suma Teológica (Salamanca, Biblioteca de Autores Cristianos, 1955) II-II, q. 62,
r. 6.
579
DIEGO G. PARDOW L.
correctiva, reafirmando la voluntad del dueño al suprimir los efectos que haya causado en
su patrimonio el autocontrato celebrado sin autorización. Sin embargo, mientras la
nulidad persigue los bienes del dueño del patrimonio a través de acciones reales, la
responsabilidad civil persigue su valor mediante acciones personales. Esta diferencia provoca
que en el tránsito de una acción a otra, el dueño del patrimonio vea disminuido su
ámbito de protección. Así sucede en las sociedades anónimas, donde solo procede una
sanción de responsabilidad civil y el titular de la potestad adquiere igualmente los bienes
objeto del autocontrato ilícito, pudiendo aprovecharse del eventual mayor valor que
lleguen a tener.
Para resolver este vacío, el legislador recurrió al antiguo mecanismo romano de
suplir la pérdida de la acción reivindicatoria otorgando al afectado una condictio54. En
efecto, junto con la acción para indemnizar perjuicios, se permite también a la sociedad
anónima reclamar el reembolso de las ganancias que le reporte al director implicado el
autocontrato. La idea de entender al directorio como un órgano, presentaba el desafío de
adaptar los principios del autocontrato ofreciendo al dueño del patrimonio un nivel de
protección similar55. Por ello, se siguió la tendencia del derecho comparado,
configurando la infracción al procedimiento de autorización como un ilícito especial que
concede, al mimo tiempo, una acción compensatoria para los daños y una acción restitutoria
para los beneficios56.
No obstante, la justificación de este esquema debe enfrentar la limitación de que
las razones de justicia correctiva son relacionales, por cuanto se imponen a quien tiene
un bien ajeno o causa un daño, solamente respecto del dueño de los bienes o de la
victima del daño. Según lo señala COLEMAN57, cuando una persona priva a otra de su
propiedad solo ella tiene el deber de devolverlo, y si de algún modo la destruye, solo ella
debe compensar al dueño por los daños. El problema está en que el ámbito de
protección en las sociedades anónimas incluye activos sobre los cuales no existe
propiedad en sentido técnico, como sucede con la información comercial o las
oportunidades de negocios58. Por ello, si se obliga al director a devolver las ganancias por
54 V. SAVIGNY, Friedrich, Sistema de derecho romano actual (traducción castellana de J. Mesía, Granada,
comisión de un ilícito civil puede dar lugar a una acción para restituir ganancias, es una tradición arraigada
en los sistemas legales del common law y cuyo origen parece encontrarse en el antiguo caso Moses v. Macferlan,
resuelto por el célebre Lord Mansfeld (1760, 2 Burr. 1005, 97 ER 676).
57 COLEMAN, Jules, La concepción mixta de la justicia correctiva, en ROSENKRATZ, Carlos (comp.), La
580
LA PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL
elevados. Sobre este razonamiento, EASTERBROOK, Frank y FISCHEL, Daniel, The Economic Structure of
Corporate Law (Cambridge, Harvard University Press, 1996), pp. 276-300.
59 Este problema puede apreciarse con mayor claridad en la Ley de Mercado de Valores, cuyo
artículo 172 también otorga una acción restitutoria para perseguir las ganancias derivadas de un ilícito, pero
con la diferencia de que su destinatario no solamente puede ser la sociedad, sino derechamente el Fisco.
60 En este sentido, Restatement of Restitution, American Law Institute, St. Paul, 1937, sec. 3.
61 Sobre esta distinción y sus distintas revisions críticas, LUCY, William, Philosophy of private law
determinados, en contraste, la justicia distributiva regula el reparto común de beneficios y pérdidas entre
un grupo de individuos. Para una perspectiva general sobre este tópico, WEINRIB, Ernest, The Idea of Private
Law (Cambridge, Harvard University Press, 1995), pp. 56 y ss.
63 PORTALIS, Jean, Discurso preliminar al Código Civil francés (traducción castellana de M. Rivacoba,
581
DIEGO G. PARDOW L.
desafíos64. Esta ponencia intenta ofrecer una manera de enfocar el problema general del
conflicto de intereses en la administración de un patrimonio ajeno, desde la doctrina del
autocontrato. En el fondo, apunta a entender las distintas reglas sobre autocontrato en el
mandato, las guardas y las sociedades anónimas como mecanismos de justicia correctiva,
cuyo aspecto determinante es que los conflictos de intereses entrañan un riesgo de
actuación desleal que debe ser expresamente asumido por el dueño del patrimonio
mediante su autorización.
64 Para una revisión del pensamiento de Andrés Bello en este sentido, GUZMÁN, Alejandro, Andrés
Bello Codificador (Santiago, Editorial Universitaria, 1982); y más recientemente, JAKSIC, Ivan, Andres bello. La
pasión por el orden (Santiago, Editorial Universitaria, 2001).
582