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Entendiéndose por cultura lo desarrollada por la clase medio alta y alta. Véase Eco,
Humberto.
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En adelante nos referimos al Mercado Libertad por su nombre más reconocido, San Juan
de Dios. Para ello se hará mención con las siglas: MSJD
videojuegos; incluso, hay quien pueda objetar que el MSJD tiene tal grado de inmoralidad
que se puede encontrar una zona donde se vende pornografía en el mismo espacio público
donde centenares de familias van cada día, y a colación, cerca del área de videojuegos, donde
los niños y jóvenes abundan. En cuanto a la salubridad, el MSJD es una construcción con 60
años de antigüedad, el cual desde su fundación recibe cada día a cientos de personas, tanto
tapatías como turistas. El espacio tiene un aspecto, pues, descuidado. Hay en el lugar
desperdicios, manchas en los suelos, suciedad en las paredes y techos, poco higiene en las
zonas de alimentos y, en una palabra, impureza.
Nótese, así, que las ópticas y los sentidos de ver al MSJD son variados. Pero en lo que
se sigue no nos interesa más que una perspectiva, la estética. ¿Pero acaso no parece
improbable un análisis estético del MSJD? Ya Friedrich Nietzsche (2007) reclamaba en el
Ensayo de autocrítica (1886):
Partiendo entonces no como crítico de arte sino como una persona que ve en la vida una
intrínseca manifestación artística, en el MSJD se puede vislumbrar imágenes estéticas. Para
logar verlas, empero, el espectador necesita transfigurarse en una figura que se extasíe de
hasta lo más banal, por desconocido, lejos de cualquier pretensión epistemológica, porque
«La belleza comienza en todas las artes sólo cuando la pura lógica es superada» (Nietzsche,
2004: 81). Esta figura bien puede entenderse como el extranjero o forastero, como lo es
asimismo el autor de estas palabras respecto a la ciudad de Guadalajara. Este personaje, el
extranjero, al llegar a un lugar se maravilla, le haya sentido y belleza a todo, pese a que
posiblemente en el lugar o la cosa tenga como último fin ser bello. La mirada del extranjero
es limpia —mas no ingenua—, lo que le permite alejarse de prejuicios que discriminan el
lugar como algo irrelevante y feo.
Al arribar a Guadalajara el extranjero tiene como uno de los principales puntos de interés
el MSJD. Y es que entre los forasteros este nombre tiene una particular relevancia al
momento de pedir referencias para conocer los más bellos lugares de la ciudad.
Desde el momento en que el forastero se sitúa fuera del mercado por la parte frontal que
mira hacia la Calzada Independencia, observa una construcción destacada sobretodo por su
gran proporción hecho de concreto; mas fuera de que el concreto es el material predominante
en la obra, se resalta con un papel protagónico ya que su volumetría rebasa los espacios de
margen, dándole un excéntrico aspecto. Su densidad es tal que las escaleras de ingreso a pisos
superiores del mercado fungen a la vez como puentes en los cuales por debajo pasa la pequeña
Calle Alfareros, donde se encuentran carrozas haladas por caballos ofreciendo paseos por la
ciudad. Lo mismo sucede a sus costados, sobre todo el que topa con la Avenida Francisco
Javier Mina. A lo anterior se le agrega, por si fuera poco, que el MSJD se encuentra bajo el
bello cielo de Guadalajara, el cual se halla en la mayor parte del tiempo con una nebulosidad
que a su vez figura de gran dimensión y volumen. Parado desde fuera, pues, nuestro personaje
extranjero se percata que este aparatoso mercado seguramente algo alberga, al ver entrar y
salir a un considerable número de personas.
[“es tomado”, no hacer pasivo, sino activo: “se toma”.]
[personas turísticas… quitar.]
[los puentes, por debajo de los cuales… y quitar “el mercado”].
[adevertir…]
[quitar lo de moralidad]
[tomar una actitud soberana, como Nietzsche]
Cuando el forastero entra al MSJD se encuentra ante una visión repleta de los más
variados artículos. La disposición de estos está mezclada entre los distintos quioscos
[puestos], desordenados, sin arreglo alguno. En suma, hay un vaivén de personas, chocando
y obstaculizando el paso. La analogía de tal desacomodo de los objetos y el alboroto recuerda
en efecto al desorden primordial que Nietzsche ve en la originalidad de la vida, donde no hay
una aparente armonía natural. Hay en cambio un constante devenir que crea y destruye sin
detenimiento alguno, que se mueve con una extravagante energía que el filósofo alemán
entiende como voluntad de poder. Mas para el extranjero este caos no es en ningún momento
un motivo para retirarse; al contrario, su pretensión es adentrarse más, viendo con
detenimiento la singularidad del MSJD. Y ciertamente este espectador no es ingenuo. No
tarda en percatarse de la impureza y fealdad que hay de trasfondo. No obstante, hasta esas
particularidades «feas» del MSJD las vuelve parte de todo el fenómeno estético. Al respecto
Nietzsche ve en lo feo la victoriosa energía subyacente de todo el fenómeno estético
(Nietzsche, 2004: 106), por lo que no hay una contraposición entre lo feo y lo bello, sino que
la primera está arraigada substancialmente en las cosas, y no queda más que reconocerla en
nuestra imagen artística. Al final, «El mundo es ambas cosas al mismo tiempo; como núcleo
la voluntad única y terrible, como representación el mundo derramado de la representación,
del éxtasis» (Nietzsche, 2004: 56). Cabe señalar con respecto a lo anterior que Nietzsche verá
en los dioses griegos Apolo y Dionisos la representación de este estilo de perspectiva
artístico:
Apolo y Dionisos serán, con todo, dos dimensiones que se complementan: Apolo es quien
transforma la fea y dolorosa vida a una forma artística; Dionisos es quien incita a vivir el arte
como una dimensión existencial, quien suscita a vivir la vida como representación artística.
En realidad, si la realidad de la vida no tiene en ninguna medida un sentido artístico, es ahí
la necesidad de una mirada estética que lo idealice, que la transfigure armoniosamente para
que invite a seguir viviendo (De Santiago, 2000: 254).
Por ello, para el extranjero cada elemento del MSJD es atractivo, sea un artículo folclórico o
una pared purulenta.