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¿Hasta qué medida el arte tiene un influjo en la vida humana?

Por lo general se entiende que


no toda actividad humana es artística: el sujeto se manifiesta desde amplias dimensiones, ya
sea políticas, morales, científicas o religiosas, por mencionar algunas de las más abarcables.
Pero lejos de lo anterior, en lo que se sigue se sostiene que todo fenómeno de la vida tiene la
posibilidad de presentar una forma estética. Nuestro propósito es, por tales razones,
fundamentar que el arte no solamente es la idea que se ha establecido por aquellos
académicos, expertos, y críticos del arte contemporáneos, refiriéndose por lo regular a un arte
con un estrecho vínculo con la cultura dominante1. Desde un ejercicio filosófico, no se cree
necesario que para desarrollar una reflexión sobre estética se necesite tener conocimientos
cabales de Teoría del arte o Historia del arte en el sentido antes mencionado. Lo cual no
significa que no partamos de un presupuesto. El sostén filosófico por el cual opta nuestra
empresa es la visión artística de Friedrich Nietzsche, estando de acuerdo sobre todo con
aquella sentencia la cual expresa que «[…] sólo como fenómeno estético están la existencia
y el mundo eternamente justificados» (Nietzsche, 2004: 52). En ese sentido, si el mundo se
fundamenta artísticamente, por consecuencia todos los recintos de este lo pueden hacer.
Así pues, como modelo concreto de justificación artística es tomado el Mercado
Libertad, de Guadalajara, Jalisco, conocido popularmente como San Juan de Dios 2. Este
mercado fue diseñado por el arquitecto Alejandro Zohn en 1958. Y pese a que tiene por sí
mismo una importancia relevante, como por el hecho de ser reconocido como el mercado
techado más grande de Latinoamérica y haber sido además declarado Patrimonio Artístico
de la Nación por el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 2004, el motivo principal es debido
a que se anticipa en él una pre-visualización artística más apegada a la existencia; teniendo
en cuenta, ciertamente, que sus objetivos principales son turístico-comerciales. En realidad,
por el mismo entendimiento de que el MSJD posiblemente tiene como último fin ser un lugar
artístico (como seguramente las personas comerciantes lo pueden constatar), nos parece
preciso advertir antes —objetivamente— que bajo un punto de vista moral y sanitario puede
parecer un lugar donde los productos sean generalmente de baja calidad a un precio bastante
elevado, o donde haya falsificación de marcas, como calzados y vestimenta, o de películas y

1
Entendiéndose por cultura lo desarrollada por la clase medio alta y alta. Véase Eco,
Humberto.
2
En adelante nos referimos al Mercado Libertad por su nombre más reconocido, San Juan
de Dios. Para ello se hará mención con las siglas: MSJD
videojuegos; incluso, hay quien pueda objetar que el MSJD tiene tal grado de inmoralidad
que se puede encontrar una zona donde se vende pornografía en el mismo espacio público
donde centenares de familias van cada día, y a colación, cerca del área de videojuegos, donde
los niños y jóvenes abundan. En cuanto a la salubridad, el MSJD es una construcción con 60
años de antigüedad, el cual desde su fundación recibe cada día a cientos de personas, tanto
tapatías como turistas. El espacio tiene un aspecto, pues, descuidado. Hay en el lugar
desperdicios, manchas en los suelos, suciedad en las paredes y techos, poco higiene en las
zonas de alimentos y, en una palabra, impureza.
Nótese, así, que las ópticas y los sentidos de ver al MSJD son variados. Pero en lo que
se sigue no nos interesa más que una perspectiva, la estética. ¿Pero acaso no parece
improbable un análisis estético del MSJD? Ya Friedrich Nietzsche (2007) reclamaba en el
Ensayo de autocrítica (1886):

Pero quizá se escandalicen de que se conceda tan seria atención a un problema


estético los que son verdaderamente incapaces de tener del arte otra concepción que
la de un pasatiempo agradable, un ruido cascabelero, sin el cual se podría pasar muy
bien la seriedad de la vida; como si nadie supiera que se debe entender en esta
comparación por una seriedad de la vida de esta especie (46).

Partiendo entonces no como crítico de arte sino como una persona que ve en la vida una
intrínseca manifestación artística, en el MSJD se puede vislumbrar imágenes estéticas. Para
logar verlas, empero, el espectador necesita transfigurarse en una figura que se extasíe de
hasta lo más banal, por desconocido, lejos de cualquier pretensión epistemológica, porque
«La belleza comienza en todas las artes sólo cuando la pura lógica es superada» (Nietzsche,
2004: 81). Esta figura bien puede entenderse como el extranjero o forastero, como lo es
asimismo el autor de estas palabras respecto a la ciudad de Guadalajara. Este personaje, el
extranjero, al llegar a un lugar se maravilla, le haya sentido y belleza a todo, pese a que
posiblemente en el lugar o la cosa tenga como último fin ser bello. La mirada del extranjero
es limpia —mas no ingenua—, lo que le permite alejarse de prejuicios que discriminan el
lugar como algo irrelevante y feo.
Al arribar a Guadalajara el extranjero tiene como uno de los principales puntos de interés
el MSJD. Y es que entre los forasteros este nombre tiene una particular relevancia al
momento de pedir referencias para conocer los más bellos lugares de la ciudad.
Desde el momento en que el forastero se sitúa fuera del mercado por la parte frontal que
mira hacia la Calzada Independencia, observa una construcción destacada sobretodo por su
gran proporción hecho de concreto; mas fuera de que el concreto es el material predominante
en la obra, se resalta con un papel protagónico ya que su volumetría rebasa los espacios de
margen, dándole un excéntrico aspecto. Su densidad es tal que las escaleras de ingreso a pisos
superiores del mercado fungen a la vez como puentes en los cuales por debajo pasa la pequeña
Calle Alfareros, donde se encuentran carrozas haladas por caballos ofreciendo paseos por la
ciudad. Lo mismo sucede a sus costados, sobre todo el que topa con la Avenida Francisco
Javier Mina. A lo anterior se le agrega, por si fuera poco, que el MSJD se encuentra bajo el
bello cielo de Guadalajara, el cual se halla en la mayor parte del tiempo con una nebulosidad
que a su vez figura de gran dimensión y volumen. Parado desde fuera, pues, nuestro personaje
extranjero se percata que este aparatoso mercado seguramente algo alberga, al ver entrar y
salir a un considerable número de personas.
[“es tomado”, no hacer pasivo, sino activo: “se toma”.]
[personas turísticas… quitar.]
[los puentes, por debajo de los cuales… y quitar “el mercado”].
[adevertir…]
[quitar lo de moralidad]
[tomar una actitud soberana, como Nietzsche]

Cuando el forastero entra al MSJD se encuentra ante una visión repleta de los más
variados artículos. La disposición de estos está mezclada entre los distintos quioscos
[puestos], desordenados, sin arreglo alguno. En suma, hay un vaivén de personas, chocando
y obstaculizando el paso. La analogía de tal desacomodo de los objetos y el alboroto recuerda
en efecto al desorden primordial que Nietzsche ve en la originalidad de la vida, donde no hay
una aparente armonía natural. Hay en cambio un constante devenir que crea y destruye sin
detenimiento alguno, que se mueve con una extravagante energía que el filósofo alemán
entiende como voluntad de poder. Mas para el extranjero este caos no es en ningún momento
un motivo para retirarse; al contrario, su pretensión es adentrarse más, viendo con
detenimiento la singularidad del MSJD. Y ciertamente este espectador no es ingenuo. No
tarda en percatarse de la impureza y fealdad que hay de trasfondo. No obstante, hasta esas
particularidades «feas» del MSJD las vuelve parte de todo el fenómeno estético. Al respecto
Nietzsche ve en lo feo la victoriosa energía subyacente de todo el fenómeno estético
(Nietzsche, 2004: 106), por lo que no hay una contraposición entre lo feo y lo bello, sino que
la primera está arraigada substancialmente en las cosas, y no queda más que reconocerla en
nuestra imagen artística. Al final, «El mundo es ambas cosas al mismo tiempo; como núcleo
la voluntad única y terrible, como representación el mundo derramado de la representación,
del éxtasis» (Nietzsche, 2004: 56). Cabe señalar con respecto a lo anterior que Nietzsche verá
en los dioses griegos Apolo y Dionisos la representación de este estilo de perspectiva
artístico:

con el nombre “apolíneo” se designa el quedarse extasiado ante un mundo inventado y


soñado, ante el mundo de la bella apariencia, en tanto que liberación del devenir; con el
nombre de Dioniso es bautizado, por otra parte, el devenir concebido de un modo activo,
sentido subjetivamente, como voluptuosidad furibunda del creador que al mismo tiempo
conoce la ira del destructor […] (Nietzsche, 2004: 71-72).

Apolo y Dionisos serán, con todo, dos dimensiones que se complementan: Apolo es quien
transforma la fea y dolorosa vida a una forma artística; Dionisos es quien incita a vivir el arte
como una dimensión existencial, quien suscita a vivir la vida como representación artística.
En realidad, si la realidad de la vida no tiene en ninguna medida un sentido artístico, es ahí
la necesidad de una mirada estética que lo idealice, que la transfigure armoniosamente para
que invite a seguir viviendo (De Santiago, 2000: 254).
Por ello, para el extranjero cada elemento del MSJD es atractivo, sea un artículo folclórico o
una pared purulenta.

[“cuya disposición” en vez de “la disposición de estos”…]


[no solo intriga por el caos, sino también por la repulsión]
[el extranjero sí llega con el prejuicio de que MSJD sí es bello… y se contradice]
[imponerle belleza al horror]

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