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Teorías del proceso

Podemos definir el proceso como el conjunto de actos mediante los cuales se


constituye, desarrolla y termina la relación jurídica que se establece entre el
juzgador, las partes y las demás personas que en ella intervienen; y que tiene
como finalidad dar solución al litigio planteado por las partes, a través de una
decisión del juzgador basada en los hechos afirmados y probados y en el
derecho aplicable.

De acuerdo a la anterior, podemos decir que la finalidad del proceso es dar


solución al litigio planteado por las partes, a través de la sentencia que debe
dictar el juzgador.

El objeto del proceso es el litigio planteado por las dos partes. En consecuencia,
dicho objeto está constituido tanto por la reclamación formulada por la parte
actora o acusadora como por la defensa o excepción hecha valer por la parte
demandada o inculpada; en ambos casos, con sus respectivos fundamentos de
hecho y de derecho.

Sobre las teorías que tratan la naturaleza jurídica del proceso, se pueden incluir
dentro de dos grandes corrientes:

Las teorías privatistas: Han tratado de explicar la naturaleza del proceso


ubicándolo dentro de figuras conocidas del derecho privado, como el contrato o
el cuasicontrato.

Las teorías publicistas: Han considerado que el proceso constituye por sí solo
una categoría especial dentro del derecho público, ya sea que se trate de
una relación jurídica o bien de una serie de situaciones jurídicas.

a) El proceso como contrato


Esta doctrina del proceso tuvo su base histórica en el fenómeno conocido como
la litis contestatio, tal como se manifestó en el proceso per formulas o formulario
del derecho romano; la litis contestatio consistía en el acuerdo que las partes
expresaban respecto de la fórmula, sin el cual no se podía pasar a la segunda
etapa (in iudicio) del proceso.

Esta teoría sostiene que en el proceso existe un verdadero contrato en el que se


fijan las cuestiones litigiosas; de ahí que ni el actor pueda variar después su
demanda, ni el demandado sus defensas, y el juez debe resolver únicamente las
cuestiones propuestas por las partes. Por medio este contrato, ambos litigantes
se comprometen a aceptar la decisión del juez para resolver la contienda.

Sin embargo, es evidente que nada resulta más contrario a la naturaleza del
proceso que la figura del contrato, toda vez que el proceso jurisdiccional no
requiere un acuerdo previo entre las partes, para que pueda iniciarse y
desarrollarse ante el juzgador. La obligación de las partes de sujetarse al proceso
y a la sentencia que dicte el juzgador deriva del imperio de la ley.

b) El proceso como cuasicontrato

Según esta teoría, la litis contestatio, y por lo tanto el proceso, no puede ser un
contrato, puesto que el consentimiento de las partes a someterse a la decisión
del juez no es enteramente libre; sobre todo, el del demandado. En
consecuencia, si el consentimiento de éste no es espontáneo, y sin embargo el
proceso crea obligaciones, hay que buscar en las otras fuentes de éstas la
explicación de su naturaleza.

En virtud de que la litis contestatio no es un delito ni un cuasidelito, ya que la


contestación del demandado no implica una conducta antijurídica, sino el
ejercicio de un derecho, por exclusión se llegó a estimar que sólo quedaba una
fuente de las obligaciones: el cuasicontrato, y que el proceso es un acto bilateral
que tiene caracteres de éste. Es por ello que la cosa juzgada sólo tiene efectos
entre los que intervienen en él.
c) El proceso como relación jurídica

Esta teoría surge con la célebre obra de Oskar von Bülow, quien sostiene que el
proceso es “una relación de derechos y obligaciones, es decir, una relación
jurídica pública”.

Esta relación jurídica procesal tiene un momento inicial, que es el de


su constitución. En los procesos no penales, la relación jurídica se constituye
con la demanda de la parte actora, la resolución del juzgador que la admite y el
emplazamiento o llamamiento del demandado a juicio. En el proceso penal, la
relación jurídica se constituye con el inicio del ejercicio de la acción penal por
parte del Ministerio Público (denominado consignación) y la resolución que dicte
el juzgador para sujetar al inculpado a proceso (auto de formal prisión o de
sujeción a proceso).

La relación jurídica procesal se desarrolla a través de las diversas etapas que


integran el proceso. Dicha relación tiene un momento final, que consiste en
su terminación, la cual se da normalmente por medio de la sentencia, o bien a
través de algún otro medio anormal o extraordinario (desistimiento, allanamiento,
transacción, caducidad, sobreseimiento, etc.)

Para que se pueda constituir válidamente la relación jurídica procesal es


necesario que se satisfagan determinados requisitos de admisibilidad y
condiciones previas, denominadas presupuestos procesales. Éstos consisten en
las condiciones que deben cumplir los sujetos procesales (la competencia e
imparcialidad del juzgador, la capacidad procesal de las partes y la legitimación
de sus representantes), así como el objeto del proceso (ausencia de
litispendencia y cosa juzgada), la demanda y su notificación al demandado.

La teoría de Bülow ofrece una explicación precisa y fundada de la naturaleza


jurídica del proceso. Por ello, es la más aceptada y difundida, y una de las bases
principales del procesalismo moderno; además hizo muy importantes
contribuciones para el mejoramiento del proceso en la práctica.
Por un lado, esta teoría distinguió entre la relación jurídica procesal que se
establece entre el juzgador, las partes y los terceros que participan en la misma,
y la relación jurídica sustantiva que se controvierte en el proceso.

Por otro lado, el señalamiento de los presupuestos procesales tuvo por objeto no
sólo esclarecer las condiciones previas que se deben satisfacer para que se
pueda constituir válidamente la relación jurídica procesal, sino también advertir
que dichas condiciones deben ser analizadas y resueltas de oficio por el
juzgador, aun sin que la parte demandada las objete por vía de excepción
procesal.

d) El proceso como situación jurídica

Según james Goldschmidt, el proceso no está constituido por una relación


jurídica entre las partes y el juzgador, porque una vez que aquéllas acuden al
proceso, no puede hablarse de que existan verdaderos derechos y obligaciones,
sino meras situaciones jurídicas. Para éste autor una situación jurídica es el
“estado de una persona desde el punto de vista de la sentencia judicial que se
espera con arreglo a las normas jurídicas”

Estas situaciones jurídicas pueden ser:

-Expectativas de una sentencia favorable: Dependen regularmente de un acto


procesal anterior de la parte interesada, que se ve coronada por el éxito.

-Perspectivas de una sentencia desfavorable: Dependen siempre de la omisión


de tal acto procesal de la parte interesada.

La crítica fundamental que se puede hacer a la teoría de Goldschmidt es que


contempla el proceso como un mero hecho y no como un fenómeno jurídico.

Si bien es cierto que una vez que las partes acuden al proceso, los derechos
materiales controvertidos quedan en estado de incertidumbre y sujetos a las
contingencias del proceso, también lo es que este estado de incertidumbre no
afecta los derechos y obligaciones, así como los deberes, que corresponden a
las partes y al juzgador dentro del proceso; es decir, no afecta los derechos,
obligaciones y deberes de carácter procesal.

Es preciso reconocer que la teoría de Goldschmidt puso de manifiesto que, en


relación con ciertos actos del proceso, las partes, más que obligaciones, tienen
verdaderas cargas procesales. Para este autor, la carga procesal consiste en la
necesidad de prevenir un perjuicio procesal y, en último término, una sentencia
desfavorable, mediante la realización de acto procesal.

Actualmente se suele entender la carga procesal como la situación jurídica en


que se colocan las partes cuando, por una disposición jurídica o por una
resolución judicial, tienen que llevar a cabo una determinada actividad procesal,
cuya realización las ubica en una expectativa de sentencia favorable y cuya
omisión, por el contrario, las deja en una perspectiva de sentencia desfavorable.
La carga procesal es un imperativo del propio interés, porque la realización de la
actividad procesal favorece a la parte a la que se atribuye la carga, y no a un
tercero.

Si la parte no lleva a cabo la actividad procesal y, por tanto, no se libera de la


carga procesal, sólo se colocará en una situación de perspectiva; pero a dicha
parte no se podrá exigir la realización forzada de la actividad omitida ni se le
podrá imponer una sanción, como ocurriría si se tratara de una obligación
incumplida.

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