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B ULLICIOSAS, cosmopolitas, re-
bosantes de actividad y de
alegría de vivir; así son las ciu-
dades del Mediodía francés en ese si-
glo xii que, en palabras de Joseph Bé-
dier vio nacer la primera vidriera, el pri-
mer cantar de gesta y la elegante ojiva
del gótico. Ya no es la tierra la que mar-
ca el destino de los Hombres, sino el
comercio, esa vía insospechada siglos
atrás que ahora abre las puertas a las
nuevas ideas, al progreso y a los mil re-
finamientos que, de la mano de los
Mercaderes, llegan desde Oriente pa-
ra penetrar en esa Europa que ha lo-
grado sacudirse la inquietud de las in-
vasiones y el aislamiento forzoso a que
la obligaba el cierre de su amado mar,
el Mediterráneo.
El aire de la ciudad da libertad —dice
el proverbio—, y a ella acuden en masa
pañeros, artesanos, buhoneros y sier-
vos, huídos de la gleba para construir
con su trabajo y sus inicitivas esos bur-
gas pujantes que crecen sin cesar y
que, orgullosos, plantan cara a los se-
ñores y compran a precio de oro sus li-
bertades. Un nuevo orden se impone,
E catarismo nace en el sur de Francia, en el
seno de una sociedad que puede llegar a admitir la
el mundo evoluciona y se transforma,
hacen su aparición los primeros ban-
queros y un capitalismo incipiente, au-
disidencia religiosa y que puja por abrirse paso con
mentan las fortunas surgidas del co- los nuevos ideales mercantiles de las urbes
mercio y también las abiertas críticas a
una Iglesia que, aferrada a las viejas exaltados, inestables e inconstantes, dad..., pero también desasosiego e in-
estructuras, pone más empeño en la sentimentales y de buenas maneras, tranquilidad : ¿qué será de las almas en
defensa de sus intereses terrenales esa «orgullosa estirpe de los provenza- ese mundo que se transforma?, ¿có-
que en el cuidado y conducción de sus les» a la que intentarán abatir cuando la mo obtener la certeza de alcanzar la
rebaños. ocasión se les presente. Tampoco el salvación? Y de manos de quién... ¿De
Sí, el Midi es rico y pujante, con ciu- norte se distingue por su tolerancia, ni esa Iglesia donde muchos de sus
dades prósperas y tierras pródigas por su capacidad de admitir la disiden- miembros son a un tiempo poderosos
donde mieses y viñedos se doran al cia religiosa, sea del signo que sea: cle- señores feudales, enzarzados en con-
sol. Pero hay algo más que lo define y ro, nobleza y pueblo llano aúnan sus flictos permanentes, de moral dudosa
caracteriza: el espíritu de tolerancia de . fuerzas en un frente común para luchar cuando no corrupta, que ya no predi-
las gentes que lo habitan. ¿Cómo no contra la herejía y en más de una opor- can a su grey, ni residen en sus dióce-
serio cuando en sus puertos, villas y fe- tunidad es la propia multitud enfureci- sis ni celebran misa? No, tiene que
rias se mueven hombres que por razo- da la que mata con sus manos a esos existir otra vía más acorde con lo que
nes de trabajo y para realizar sus tran- predicadores itinerantes que niegan a Cristo enseñó en los Evangelios, otros
sacciones alternan sin distinción con los santos y reniegan del bautismo. hombres que se consagren en cuerpo
flamencos, árabes o italianos? ¿Cómo Porque los herejes abundan, a qué ne- y alma a su misión, que lleven una vida
no comprender que se puede vivir y garlo. austera y digan «no» a las posesiones
creer de un modo diferente cuando se terrenales y que con su ejemplo dignifi-
admite sin reparos la presencia de quen el espíritu y lo hagan prevalecer
judíos y musulmanes en esa región ¿POR QUE SURGE LA HEREJIA? sobre la materia, hombres en los que
que es el paso obligado para el inter- se pueda confiar y cuyas huellas sea
cambio entre los paños del norte y las Desde el año mil, Europa entera vive posible seguir.
especias, las sedas y los artículos de bajo el influjo de un auténtica marea Para muchos, la respuesta a esta in-
lujo que aporta el Oriente? herética que discute la religión estable- quietud vendrá dada por la presencia y
iQue diferencia con el norte, que aún cida y propone, equivocadamente o el mensaje de los cátaros.
conserva las huellas de las costum- no, una nueva visión del cristianismo; Y entonces saldrán a la luz una vez
bres germánicas! Allí es el feudalismo de forma solapada, o abiertamente, la más las diferencias irreconciliables
quien marca las pautas de una socie- herejía se ha ido extendiendo en cam- que separan al norte del sur: lo que
dad rígidamente organizada, se des- piñas y conventos, en ciudades y cáte- aquéllos combaten, éstos lo toleran, y
conocen el boato y esplendor de las dras de teología. Y así, cuando irrum- para mayor escándalo no es sólo el
cortes del Midi, se habla lengua de oil pan las fuerzas que harán brotar del pueblo quien admite a los «hombres
y no de oc, surge la novela en lugar de suelo la Alta Edad Media y lleguen de buenos», sino los grandes señores en
la lírica, y ni siquiera la capital del reino, Oriente nuevas concepciones que ha- quienes la Iglesia ha depositado la mi-
París, puede parangonarse con Tou- gan tambalear los cimientos de las sión de salvaguardar la ortodoxia reli-
louse, latercera ciudad de Europa des- creencias tradicionales, el terreno es- giosa. Esto no significa, como podría
pués de Venecia y Roma. Y con qué tará ya perfectamente preparado. suponerse, que el Midi se adhiera en
desprecio hablan los guerreros del Hay más tierras para cultivar, más masa al catarismo —aun en los mo-
norte de esos señores del sur, indivi- bocas que alimentar, cambio y efer- mentos de mayor apogeo, el número
dualistas natos, gozadores y refinados, vescencia, crecimiento y prosperi- de católicos siguió siendo muy eleva-
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do—, sino que a los hombres del Lan- ba años más tarde cuando, avasallado
Sobre estas líneas, ruinas de guedoc les parece natural que cada por la Cruzada de Inocencio III, el Midi
Montsegur, el último de los uno profese la religión de su elección. entero se levante en armas para evitar
reductos cátaros. Arriba, izquierda, Como tan bien lo ha definido Robert la pérdida de sus libertades y de una
monte en cuya cima se hallan los Lafont, al actuar con esta indepen- forma de vivir que era su orgullo.
restos del castillo. Abajo, zona del dencia de criterio, defienden mucho
Languedoc con algunos enclaves
más el derecho a la herejía que la he- LAS VIDENCIAS DE ALBI
cátaros.
rejía en sí misma, y de ello darán prue-
Mi primer contacto personal con los
cátaros data de hace ya algunos años,
Muret cuando en ocasión de un viaje que me
LANGUEDOC
• llevó hasta Toulouse, Albi y Carcas-
s,
-
• Béziers sonne para dictar conferencias, tuve
• Minerve con ellos mi primer encuentro, extraño
o Carcassonne y singular, precisamente en la catedral
e •-■ NariLine . de Albi. Acabada mi visita al espléndi-
do museo de Toulouse-Lautrec, me
Pamiers Fanjeaux
eb
,t 1 encaminé hacia la catedral, sin sospe-
char siquiera lo que allí habría de ocu-
Foix b rrirme: sin poder explicarme el motivo,
T mis pasos me llevaban una y otra vez a
•Montségur • Puyvert k' contemplar uno de sus frescos, el de
Los Elegidos, una pintura dolorosa y
ROSELLÓN
angustiante que describe con vívidos
contrastes el destino de las almas en el
Juicio Final. Concentré toda mi aten-
ción en aquellas figuras que me pa-
Andorra 4) recían tan reales, plasmadas por un
autor desconocido y, de pronto, unas
visiones recompensaron mi intuición:
de un modo vago comprendí que el
mensaje iba dirigido a mí y ése fue el
punto de partida de mi ansioso pene-
grinar por la región en búsqueda de las