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¿Cuál es la función del Espíritu Santo?

¿Qué es lo que el Espíritu Santo hace por nosotros? Todo lo que tenga un valor eterno en esta vida y en la
eternidad viene a través de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Si queremos seguir a Jesús, y vemos
que necesitamos ayuda para hacerlo, Dios envía Su Espíritu Santo. Solamente tenemos que pedir y ser
obedientes para poder recibirlo. (Lucas 11:9-13; Hechos 5:32) Cuando llegamos a ser discípulos y recibimos
el Espíritu Santo, este comienza a trabajar en nosotros, para transformarnos a la imagen de Cristo (Romanos
8:29). Los discípulos tienen su mente en las cosas del Espíritu, y serán guiados a vida y paz.

El Espíritu Santo nos da poder

“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:8.

¿Para qué es el poder del Espíritu Santo? Pablo testificó que era su “anhelo y esperanza” que por la vida o
muerte Jesús sería magnificado en su cuerpo. (Filipenses 1:20) La función más grande que cumple el
Espíritu Santo es fortalecer a Sus discípulos para ser transformados a la imagen de Jesús; Su vida se
manifiesta en nosotros, siempre y cuando mantengamos la muerte del Señor Jesús en nuestros cuerpos (2
Corintios 4: 10-11). Así damos testimonio de Jesucristo. No es posible para nosotros hacer esto con nuestra
propia fuerza, sólo es posible a través del poder que el Espíritu Santo nos da.

Jesús abrió un camino nuevo y vivo a través de Su carne por el Espíritu eterno, y se ofreció a sí mismo sin
mancha ante Dios, por eso también es posible para nosotros servir al Dios viviente en las obras que ha
preparado de antemano para nosotros. (Hebreos 9:14; Hebreos 10:20) El Espíritu Santo nos guiará y nos
enseñará la obediencia a la Palabra de Dios en nuestros padecimientos y seremos perfeccionados, tal como
Jesús lo fue. (Hebreos 5:7-9)

Jesús dice que su Padre es glorificado cuando Sus discípulos llevan fruto. Aquellos que lleven frutos serán
limpiados para que lleven aún más frutos (Juan 15:2,8). Este es el proceso de la santificación a través del
Espíritu Santo, el cual nos lleva a tomar parte de la gloria de Jesús (Sus virtudes) (2 Tesalonicenses 2:14).
¡El poder del Espíritu Santo fortalece nuestra propia voluntad para no desanimarnos, y para poder
permanecer firmes sin desmayar hasta el final!

El Espíritu Santo es nuestro Consolador

Jesús llamó al Espíritu Santo el Consolador. (Juan 15:26) Este nos guiará a toda la verdad, mostrándonos y
haciéndonos reconocer nuestro pecado, la justicia y el juicio. (Juan 16: 8-15) Nos podremos ver a nosotros
mismos, lo que mora en nuestra carne, a través del Espíritu en la luz de la Palabra de Dios.

El Espíritu Santo nos da poder para vencer sobre el pecado consciente. Está escrito que si andamos en el
Espíritu no satisfagamos los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Si andamos en el Espíritu y vivimos en el
Espíritu, no nos volveremos vanagloriosos, irritándonos y envidiándonos unos a otros (Gálatas 5: 25-26).
¡Piensa en la comunión que surge de esta obra del Espíritu, mientras los frutos del Espíritu crecen en
nosotros cada vez más!

El Espíritu Santo es nuestro intercesor

Otra tarea del Espíritu Santo es que es nuestro intercesor. (Romanos 8:26) Él tomará lo que es de Jesús y nos
lo hará saber (Juan 16: 13-15). Nosotros no oramos como deberíamos, pero el Espíritu sabe como debemos
orar. Por el Espíritu somos llevados a diferentes situaciones en la vida diaria que hacen que nuestra carne
reaccione. Estas situaciones nos dan luz sobre el pecado que mora en en nosotros (en nuestra carne). Todos
reaccionamos de diferentes maneras, ya sea por palabra o por acción. Sí pensamos en lo que hemos dicho o
hecho, veremos que el pecado estuvo presente. No fueron las virtudes las que se manifestaron, pero sí
nuestra naturaleza humana. Nos damos cuenta que hicimos los que odiamos, tal como Pablo escribe en
Romanos 7:18-25.

Estas acciones involuntarias que provienen de la carne y son puestas a la luz, se les conocen como “obras del
cuerpo” y pueden presentarse como pensamientos, palabras e incluso acciones. No hay condenación por
estas obras, porque no estamos de acuerdo en pecar conscientemente. Sin embargo, a través del Espíritu,
podemos vencer estas acciones involuntarias después de que han salido de nuestros cuerpos; primero
amando y reconociendo la verdad sobre lo que pasó, y luego estando en desacuerdo y odiarlas. “Porque si
vivís según la carne, morirás; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” Romanos
8:13. Cuando el Espíritu es mi guía y mi fortaleza, continuo andando en la luz y puedo vencer estas
obras antes de que sucedan de nuevo.

El Espíritu Santo da dones

Jesus les repartió variedad de dones a Sus discípulos; dones de sanidad, de profecía, de hablar en lenguas e
interpretación, de la palabra del conocimiento, de la palabra de sabiduría, de hacer milagros, de discernir a
los espíritus, etcétera. El Espíritu Santo dió tales dones para provecho de cada uno. Son utilizados por sus
discípulos para construir y edificar el cuerpo terrenal de Cristo. “… hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo.” Efesios 4: 12-13.

Pablo exhortó a procurar pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente. Luego
describe las cualidades del amor, y dice que sin ellas, no somos nada. “El amor es sufrido es benigno; el
amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo; no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza en la verdad. Todo lo sufre,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.” 1 Corintios 13: 4-8. Dejémonos
medir por estas cualidades divinas, y dejemos que el Espíritu Santo trabaje con nosotros, para que podamos
llegar a ellas en verdad.

“…para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior
por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que arraigados y
cimentados en amor, seas plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura,
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” Efesios 3: 16-19.

Una vocación asombrosa, una gloria magnifica, a través del trabajo del Espíritu Santo. Humillémonos
profundamente bajo la poderosa mano de Dios, a través de la guía de su Espíritu, para que la gracia venga
sobre nosotros, y lleguemos a esa plenitud. De modo que hagamos lo que Pablo exhortó a Timoteo, ocúpate
en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. (1 Timoteo 4:15).

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