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CAPÍTULO 1

"Viejo es cualquiera que tenga


diez años más que yo.
BERNARD BARUCH

1.- ¿Quién viene? La vejez


Los países occidentales, se encuentran en un momento cultural, político y econó-
mico considerado por diferentes sectores como mucho más que preocupante. Hasta
la Segunda Asamblea Mundial sobre el envejecimiento, realizada en Abril de 2002 en
Madrid se hizo, obviamente, eco de tal preocupación. Pero más preocupante es que
la atención principal se sitúa en el estudio de las consecuencias económicas y políti-
cas que va a suponer el envejecimiento de la población de los países del tercer y
cuarto mundo: mayor empobrecimiento de estos países, olas migratorias hacia los
países del primer y segundo mundo, generación de nuevos brotes xenófobos, graves
problemas de convivencia de diferentes culturas, etc. Es relativamente poca la aten-
ción que se presta a las condiciones cotidianas de los ancianos desde estamentos
como la ONU o incluso los propios gobiernos en concreto.

Tal vez una de las causas de esta laguna atencional radique en primer lugar en la
existencia de una serie de sesgos a la hora de entender a la población anciana, el
proceso de envejecimiento y la vejez, compartidos por diferentes grupos dentro de
una misma cultura.

El objetivo principal es tener una visión amplia de la complejidad y falta de homo-


geneidad de la población envejecida/vieja. A partir de la lectura de una parte de
(porque no se puede tener acceso a toda) la bibliografía en el campo del envejeci-
miento y de algunas reflexiones de la autora, se propone que existe implícita y explí-
citamente una serie de confusiones y mitos sobre la vejez y los "ancianos" que deben
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aclararse, o al menos, comentarse. Quienes trabajan con esta población deberían


tenerlas en consideración, y si no aceptarlas a pie juntillas, si al menos tomarlas
como tema de reflexión, crítica y propuesta de alternativas de acción.

Las confusiones y/ mitos a las que se debería prestar atención son:


• Los ancianos conforman un grupo homogéneo.
• Los ancianos son los depositarios del conocimiento y la sabiduría.
• Los ancianos generalmente están solos o aislados, están enfermos, son
frágiles, dependen de los otros y tienen graves deterioros cognitivos.
• Los ancianos están deprimidos y con la edad llegan a ser más difíciles y
rígidos.
• Los ancianos apenas afrontan los deterioros inevitables que están aso
ciados al envejecimiento.

Cornachione, Larrinaga, María Adelaida. Psicología evolutiva de la vejez, Editorial Brujas, 2016. ProQuest Ebook Central,
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María A. Cornachione Larrínaga

1.1.- ¿Cómo se envejece según los grandes pensadores?


Envejecer es definirse, reducirse. Existe un debate contra las etiquetas, pero no
se ha podido evitar que los años se sumen a lo largo de la vida. El ser humano, en
muchos casos, vive tendido sobre el porvenir y ahora, cuando llega el momento de
recapitular en el pasado, dirá ese hombre o esa mujer que el presente le ha sido
escamoteado.
Al recordar historias humanas se encuentra siempre, más acá o más allá, que
algo nunca se ha cumplido. De todas formas la mayoría de los hombres y mujeres
tienen la oportunidad de escapar de la petrificación; en los momentos en que deciden
vivir. Con cada nuevo acontecimiento se estrenan, por ejemplo la creación es juven-
tud y libertad. Pero en cuanto abandonan esta aventura, el tiempo se congrega de-
trás de ellos y bruscamente se precipitan en su edad. Así este hombre o esta mujer
estan ultra maduras es mi contemporánea; reconozco este rostro de muchacha de-
morados en una vieja. Los setenta y tantos aniversarios están tan próximos, y para
convencerse no tienen más que ponerse ante un espejo. Un día, haya atraz, a los
cuarenta años quiza pensaron: que en el fondo del espejo les esta espiando la vejez,
y reflexionaron, es fatal, me atrapará. Con frecuencia los hombre y las mujeres se
detienen asombrados, ante algo increible que les sirve de rostro, una imagen que
les sirve de fachada y o de máscara y que registra el paso del tiempo.
Beauvoir, en su obra: 11 La fuerza de las cosas", escribe sobre la vejez, la mirada
del rector la retorna a la escena de la vida; en el filo de un espejo: el escrito; quien la
recupera en cierto juego placentero con el otro, bordeando con la creación un senti-
miento común de la vejez: el desamparo.
Freud afirma que el deseo de vivir procura imponerse a los deseos de muerte, la
enfermedad produce sentimientos de peligro, situados por él, del lado de un desam-
paro impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal, pierde certeza;
imponiéndose como ilusión para el sujeto. ¿Qué grado de bondad hay que alcanzar
pare soportar el horror de la vejez? se pregunta Freud en una carta a Lou Andrea-
Salomé. Una posible respuesta la esgrime en 1915 cuando observa: «nuestro incons-
. ciente es inaccesible a la representación de nuestra propia muerte, para soportar la
vida hay que estar dispuesto a soportar la muerte recomendando, buscar algún re-
curso en la ficción y el teatro; ya que allí nos encontramos con las pluralidades de
vidas que necesitamos. Morimos con el héroe, sobrevivimos a él y estamos listos
pare morir con otro héroe de nuevo».
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Chataubriand escribía su ficción: «La vejez es un naufragio. Yo, espectador, senta-


do en una sala vacía, con palcos desiertos, luces apagadas, soy el único que queda
de mi tiempo ante el telón bajo. Sigo trabajando en «Mis Memorias»: he hipotecado
mi tumba».
La intrusa enfermedad, el resquebrajamiento del cuerpo, los signos precursores
de las pérdidas, conducen al sujeto en este nuevo tiempo a revivir éxitos y fracasos
de su vida y termina, irremediablemente herido en el duelo de una imagen brillante de
sí mismo, un imaginario regresivo busca consuelo en la memoria.
Borges dice de su vejez: «Me he resignado a la vejez y a la ceguera, del mismo
modo que uno se resigna a la vida. A los 24 años se trata de ser Hamlet, de ser
Byron, de ser Baudelaire. Uno cultiva la desdicha. A los 80 años se advierte que la
desdicha no es necesario cultivarla». ·
Freud desliza su desdicha ante una existencia bajo amenaza de despido, confiesa
que una caparazón de insensibilidad lo va envolviendo lentamente, «es una manera

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de comenzar a volverme inorgánico, esta serenidad de la edad es una suerte de


depresión senil, centrada en un irracional deseo de vivir y una resignación de sentido
común».
El énfasis freudiano recae sobre la lucha que debe librar el hombre, pare conquis-
tar la vida: muerte, guerra, enfermedades acicatean el genio, del sujeto parlante. Sin
embargo ante las pérdidas irreparables, Freud respondía con la creación, los suce-
sos acaecidos en la Alemania hitlerianas, culmina en un proceso a Reik por
charlatanismo. Freud reacciona escribiendo «Análisis Profano». Sin embargo a pesar
de su respuesta se encuentra cercado, la amenaza nazi sobre Austria, avanza del
brazo de su enfermedad; gesta el «Moisés», «Análisis terminable e interminable»,
«Construcciones en Psicoanálisis».
En 1936 en una carta a Arnold Zweig, Freud sitúa sus interrogantes sobre la vida
y la muerte, «No puedo habituarme a las miserias del desamparo de la vejez, avizoro
con una suerte de nostalgia el tránsito a la nada».
Si se envejece como se vive, las pérdidas de referentes tradicionales, simbólicos,
imaginarios y reales; interpelan al sujeto en los lazos mantenidos por aquél, durante
su vida; con lo real.
La renegación de sucesivos duelos en distintos tiempos conduce en la vejez a
impugnar lo real como bien propio o derecho de existencia. Morir (señala Lacan en
Lovaina) es algo que los sostiene. La muerte es cuestión de fe ¿si no creen en ella,
podrían soportar la vida? En la certeza de que algo se termina, es donde el hombre,
puede aceptar el drama humano que lo habita «El drama de la vejez, dice Osear
Wilde, no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven».
Lo que mantiene en pie a Maud Mannoni, el año en que Octave murió, fue poder
consagrarse a los cuadernos que él había dejado con vistas a su publicación.
Philipe Arié en su texto «El hombre ante la muerte», plantea que «la muerte en el
siglo XVII pudo ser domada, despojada de la violencia ciega de las fuerzas naturales,
el sufrimiento, el pecado, y la muerte se asociaban al Maligno; el cristianismo lo
explica de un golpe y todo junto: por el pecado original. El siglo XVIII comienza a roer
el poder del Maligno, con el infierno desaparecen los pecados del viejo hombre; el
progreso general de la ciencia conduce suavemente a la felicidad. En pleno siglo XXI
todavía quedaba el obstáculo del mal físico y la muerte; los románticos conservaron
la inmemorial coexistencia con la enfermedad, la vejez, el sufrimiento y la agonía.
Viejos y muertos despertaban la piedad. A partir del siglo XX, retorna el horror a la
muerte y a su forma repugnante como la vejez; comienza la intolerancia a su vista,
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sus estertores, sus olores.


La medicina disminuyó los sufrimientos, el mal sólo operaba de manera marginal
en guerras, crímenes y en la no conformidad; pero aún quedaba por resolver qué
traer con la vejez y con la muerte. Se fuerza el silencio despiadado de ancianos y
muertos, esta actitud ha dejado volver sinuosos salvajismos bajo la máscara de la
técnica médica. La muerte en el hospital, hospicios de ancianos son instrumentos
que se proponen para «evacuar» lo insoportable en vez de humanizarlo.
Manoni en su texto «Lo nombrado y lo innombrable», plantea que la última palabra
de la vida ha sido despojada del habla, no puede ser sino la maldición última expresa-
da por Edipo en Colona. «Cuando se es viejo, escribe Sófocles, la razón se apaga, la
acción resulta inútil y se tiene vanas preocupaciones». Sin embargo mostró de mane-
ra magnífica la grandeza que puede ir unida a esta desventura, a los 89 años, pinta
a Edipo en la tragedia con una vida vagabunda, miserable y ciego Tened piedad del
pobre fantasma de Edipo pues ese viejo cuerpo ya no es él. Mi cuerpo ya no tiene

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fuerzas para caminar solo sin que alguien lo guie. Edipo ha conservado pasión, cóle-
ra, odio contra sus hijos y una cálida ternura a sus hijas a las cuales les dice «aunque
esté moribundo no seré demasiado desdichado si estáis a mi lado». Se pregunta
¿ahora que no soy nada, resulta que soy un hombre? Lacan sugiere que el «no soy
nada» no es necesariamente la muerte ya que lo que puede suplantar a un humanis-
mo, no debe pasar entre «no soy nada y la muerte». Entre lo que uno no sabe todavía
y el fin: queda una vida por llenar.
Ray Bradbury en su novela «Canto. El cuerpo eléctrico» relata la historia de tres
niños que necesitan quien los cuide y juegue con ellos, son muy pequeños, no tienen
niñera, ni tías, ni abuelos; pero hay unos seres maravillosos que por encargo harán
las veces de todos ellos. El padre los lleva a elegir el modelo, barajan colores de
pelo, estaturas, texturas de piel. Finalmente la decepción, no pueden llevarse su
niñera robot con ellos; como transacción atesoran alrededor de su cuello la llave que
a su tiempo pondrá en movimiento ese codiciado objeto.
Un día, un paracaídas deposita con suavidad sobre el césped del jardín un sarcó-
fago egipcio, adentro un cuerpo vendado; finalmente es descubierto de a pedacitos
por los niños. Uno; cualquiera con mano temblorosa introduce la llave en el lugar
secreto. Pasan los años, los niños han crecido, nuestra niñera robot los despide de la
casa paterna con el canto del cuerpo electrónico:
«Cuando sean más viejos, como niños otra vez, cuando recuperen las maneras
infantiles y sus ansias y estén necesitados de alimentos y me extrañen, mándenme a
buscar. Volveremos de nuevo al cuarto de cuando eran niños».
En la vejez, solos de nuevo los tres hermanos se reúnen y se dicen: «Ahora la
edad, el tiempo, nos han sorprendido, somos viejos, necesitamos».
Manoní dice: «El lugar que nuestra sociedad concede a marginales y ancianos
despierta en cada uno de nosotros algo memorable en nuestra historia, a nivel de una
experiencia de destrucción. Esta voluntad de destrucción es un fantasma de volver a
empezar todo, a partir de nada».
S i el camino de la satisfacción del sujeto puede situarse para Lacan, entre dos
murallas de lo imposible, el último balance de la vida de Lorenzo puede reescribirse
en la brecha de un análisis que surca; las murallas del debe y del haber.
A los 84 años, Lorenzo, contador experto en balances, rector inagotable de una
vasta biblioteca atesorada por su padre, experimenta la imposibilidad de una figura
retórica tantas veces encontradas en leves textos, que ya puede citar de memoria
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«Un rayo de luz lo deja ciego». Acude al análisis porque, según dice, está en «Un
pozo», y alrededor del pozo de sombras de su ceguera se va dibujando otro espacio
donde el faltante se combine en pérdidas más antiguas o más nuevas. La operación
a la que se somete, no logra devolverle la vista, así no puede concluir su último
balance, o lo que será la última letra de su vida. Este balance lo espera en la bibliote-
ca, junto a los libros que pertenecieron a su padre, un escritor español de la resisten-
cia quien solía recuperar y restaurar incunables y que fundara una librería que se
convirtió en el lugar de encuentro de los artistas de su época. Cuando Lorenzo era un
niño, la familia, reunida frente a un atril, leían todos juntos, por indicación paterna,
cada noche después de la cena. Desesperanzado me dice que su ceguera le impide
leer estos libros, me propone traerlos a su sesión y me invita a encontrarnos en un
lugar de citas «de los textos». También de su padre conserva la correspondencia
mantenida con intelectuales europeos, quienes lo reconocían como un acérrimo de-
fensor de la libertad de la letra. Sin embargo otra versión de la paradoja paterna
asoma desde una escena de su infancia: el acérrimo defensor de la libertad y la vida

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era también un cazador sanguinario, cuyo tiro certero a un ave en vuelo hacía caer la
presa muerta a sus pies. El pequeño Lorenzo miraba hacia donde apuntaba su padre
quedando por un instante enceguecido por el sol, contemplando con profunda com-
pasión y pena, la pieza muerta.
Lorenzo está casado con una mujer que él describe como «esplendorosa» en sus
años de juventud. Su esposa se llama Elena, digna sucesora de aquella que ganó la
manzana de oro destinada a la más hermosa, preludio de la guerra de Troya. Pero
ahora, Elena sufre del mal de Parkinson, Lorenzo siente que la va perdiendo; el padre
en su lecho de muerte le recomienda, «no te la pierdas». Esas últimas palabras empu-
jan a nuestro héroe a intentar salvarla de su decadencia, su fracaso lo vencía como
éxito de su impotencia. Murmura «como el Rey Lear Señor, soy ya muy viejo pare
aprender». Los amigos también se van muriendo, él silencia en su hogar toda marca
de una pérdida. Un tiempo después de la operación llega a distinguir los matices de
la luz, Lorenzo decide terminar su balance dentro de la experiencia de su análisis. Un
suceso profundamente callado y finalmente olvidado se vuelve a conformar en el
recuerdo: su madre también había quedado ciega, el profundo pesar de Lorenzo era
que ella no había podido conocer a su Elena. Si su madre la hubiera visto, quizás
podría haberse resistido a las tinieblas. Lorenzo explica que el balance es un arte,
que él domina, donde hay dos lugares posibles pare él, el del debe y el haber; en la
columna del debe tenía asignaturas pendientes. En cierta ocasión, casi asesina a su
suegra ahorcándola hasta dejarla exánime, su esposa lo expulsa de su casa y elige
convivir con la madre y la hija de ambos. En la misma columna anota su actitud, ante
una crisis económica del padre, a raíz de la cual, éste, lo convoca como socio. El
terror lo conduce a decirle que no; una negativa sostenida en un pudoroso empeque-
ñecimiento de su estatura de hombre. El padre quiebra, malvende libros valiosos
quedando un resto que es destinado para la cultura de los niños del pueblo.
Lorenzo no comenzó a trabajar las cuestiones del haber, hasta que tuvo un sueño en
el que caminaba por la cornisa de una obra en construcción, advierte que todos los
pasajes posibles eran al borde de un vacío. Mirándolo, piensa que puede dar el gran
salto, pero se dice que está demasiado viejo pare hacerlo. En ese momento descu-
bre, sobre un pilar, los libros de su balance inconcluso, se le ocurre que ya es tiempo
de terminar el último balance de su vida. Asocia con una cita de «Las siete edades del
hombre» de W. Shakespeare, «La última escena es otra infancia y mero olvido, sin
dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada». Me dice que él se encuentra en la séptima
edad. Le recuerdo que el último balance de su vida lo escribimos en una «obra en
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construcción», a partir de este tiempo el haber se recorta en su paternidad, al sentir-


se satisfecho con las letras donadas a su hija, también algo del don de la música;
heredado de la madre en su alegre canto de zarzuelas. Su talento pare hacer balan-
ces también le habían otorgado la ganancia de un nombre propio, incluye la fidelidad
que hasta entonces nunca se había permitido interrogar. Se pregunta ¿por qué estan-
do un año solo luego del episodio maldito, no había podido desear a otra mujer?
Ese día anuncia que es su última sesión, deduce que ha concluido su balance y
que ya no se encontraba en un pozo de ceguera, también me afirma que va a prose-
guir su lucha pare rescatar a su amada Elena de las siniestras manos de la vejez, en
el momento de nuestra despedida me aclara que es un día en el cual se ha ~entido
deslumbrado, por un impúdico exceso de luz que entraba por la ventana, del consul-
torio, me advierte que su padre se había preguntado ¿qué tendrá esta Elena para
conquistar el corazón de un hombre tan difícil? Llevándose de mi atril un amado libro
de Bertrand Russell; me dedica la última cita «La existencia humana debería ser

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como un río, pequeño en su nacimiento, corriendo por su cauce estrecho, precipitán-


dose luego con pasión sobre las rocas. Gradualmente el río se ensancha, las márge-
nes se borran, las aguas fluyen mansamente y al final, sin ninguna fractura visible, se
unen al mar, despojados de su sufrimiento».

1.2.- Envejecimiento y sociedad


La sociedad de hoy enfrenta un acontecimiento de dimensiones altamente signifi-
cativas como es el envejecimiento de su población. Hoy, la cantidad de las personas
viejas es de tal magnitud, que ha pasado a ser un tema de gran interés para los
distintos países y sus respectivos gobiernos.
El aumento de las personas de más de 65 años en las distintas comunidades no
sólo interesa porque da lugar al envejecimiento de la población, objeto de estudio de
la demografía, sino que incide en la economía, en la sanidad, en la cultura, en la
política, en la sociología, en síntesis, incide en todos los aspectos que se relacionen
de una o de otra manera con la vida humana.
Esta presencia de la población vieja en la sociedad no tiene antecedentes históri-
cos, sino que pertenece a los finales del siglo XX y caracterizará el curso del siglo
XXI, donde las necesidad y problemas de estos sujetos ya no les son exclusivamente
inherentes a ellos, sino que han pasado a repercutir en todas las personas, ya que el
porcentaje de personas viejas se presenta con un aumento ascendente de manera
significativa. Este sector de personas viejas cuenta con número de ellas que vive en
una situación muy precaria, demandando asistencia económica, sanitaria y social.
Otro sector vive en situación de aislamiento, pobreza, enfermedad o abandono fami-
liar y por ello es acuciante la necesidad de claras y definidas políticas sociales.
Este aumento de la población de personas viejas, más las particulares caracterís-
ticas sociales y personales que con gran frecuencia se asocia a estos sujetos: de-
pendencia, deficits, etc., enfrenta al sistema económico para que se haga cargo de
la situación, o sea, que provea satisfacción a sus necesidades de sanidad, jubilación
digna, habitat, ocio, tiempo de recreación, solución de jubilación para quienes no
reunen los requisitos.
Por todo ello, el tema de la vejez debe ocupar el centro de un debate entre la
política, las ciencias, los medios de comunicación y los propios grupos de personas
viejas.
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En la mayoría de las circunstancias el concepto de envejecimiento ha resultado de


gran simplificación según su tratamiento resulte fruto de un abordaje científico,
antrológico, político (sin tener en cuenta que con su voto terminan decidiendo una
elección de gobiernos} y/o del ejercicio profesional.
El término vejez puede ser relacionado con distintos fenómenos multiformes de
una realidad harto compleja en la que la mayoría de las personas sólo tienen una
percepción muy abstracta, lejana o perteneciente a otros. Lo que ha resultado cam-
biante a los largo de la historia, es el abordaje social de las personas que se han
relacionado con el tema o que se han ocupado en forma directa de la atención de
personas viejas, ya sea en la familia o en distintos grupos sociales. En la actualidad,
la población de personas viejas no sólo necesita de la familia, sino de la satisfacción
de sus demandas a través:
• de políticas de estado implementadas por el propio estado;
• secundado por emprendimientos privados;
• y acciones del voluntariado.

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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 117
Ninguno de estos abordajes es excluyente, sino por el contrario, deben armonizar
esfuerzos para ofrecer a la población vieja un estado de bienestar que parecería
haberse perdido en el mundo y no sólo en este país.
Los viejos, ya sea en forma individual o grupal, deberían ser depositarios de los
frutos de los estudios sobre el envejecimiento, que conducen al análisis de aspectos
muy distintos de las perspectivas biológicas, sociales, culturales, psicológicas, edu-
cativas, económicas, políticas, etc., pero todo esto queda más en el plano declamativo
que en el operacional. Se verá en los próximos años los resultados de la premisa
proclamada por la "Segunda Asamblea Mundial Sobre el Envejecimiento", realizada
en Madrid - España 2002: "UNA SOCIEDAD PARA TODOS".

1.2.1.- Envejecimiento y espacios socioculturales


El envejecimiento desde una perspectiva cultural hace referencia a un conjunto de
acontecimientos transitorios en las siguientes áreas:

./ somática;
./ social;
./ y psicológica.

Estos acontecimientos guardan relación con las diferencias entre los distintos
grupos generacionales y su comienzo es más de tipo social que biológico, ya que las
personas terminan resultando obligadas a transitar determinadas circunstancias, ta-
les como:
./ jubilación;
./ estereotipos sociales:
./ ofrecimientos sociales;
./ consideraciones y actitudes que la sociedad ostenta con respecto al viejo:
• su figura,
• y su status;
./ reducción del grupo familiar;
./ pérdida de amistades:
./ desvalorización de la vida social;
./ ser considerado improductivo.

En la actualidad, estas circunstancias inciden de manera muy significativa en las


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personas viejas por el franco contraste que se presenta en relación a las personas
jóvenes.
Los modelos de formaciones socioculturales admitidos por la antropología son
tres y ellos permiten realizar una comparación etnológica del espacio social que
ocupan los viejos y el papel que le corresponde a cada uno de los modelos.

1.2.2.- Modelo de las sociedades nómades


Es un sistema de subsistencia que tiene como base la caza y la recolección. En
este modelo esquemático de sociedad tradicional, las personas viejas se mantienen
integradas a la colectividad en la medida que no hacen peligrar la subsistencia del
grupo.
Los saberes que han acumulado a través de la tradición oral y el prestigio que
significa llegar a edades avanzadas resultan suficientes para contrarrestar el princi-
pio vital de supervivencia del grupo.

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Cuando la comida es escasa se resuelve eliminando a las personas viejas, aunque


en la mayoría de estas sociedades, son los propios viejos cuando deciden morir, ya
que resultan conscientes de que la senectud los ha convertido en inútiles para conti-
nuar en la comunidad.
En estas sociedades los viejos no resultan desatendidos por sus familias, excepto
cuando se da la situación límite que pone en peligro la supervivencia colectiva, enton-
ces si se los abandona directamente para morir.
Aquí los viejos no ocupan ningún rol que ponga de manifiesto actividades de domi-
nio social. Cuando no esta en peligro la subsistencia, los viejos resultan bien integra-
dos, ya que con frecuencia, es a partir de ellos, que se define el clan o el grupo de
edad de los hermanos y hermanas e hijos del viejo.

1.2.3.- Modelo de las sociedades agrícolas


Las sociedades agrícolas, hortícolas, y ganaderas, semisedentarias o sedenta-
rias, disfrutan de una mayor capacidad para acumular bienes y alimentos. En ellas
los viejos suelen disfrutar del dominio económico, político y religioso. Se trata, así,
de sociedades gerontocráticas.
En estas sociedades se encuentra con frecuencia al viejo cuidando el rebaño, el
huerto, confeccionando utencillos domésticos, cocinando, asesorando medicamente,
pero siempre, en relación a sus posibilidades físicas.
A través del prestigio personal consiguen reconocimiento político, simbólico y
religioso, circunstancia que determina que los viejos ocupen, en estas sociedades
gerontogámicas, un estatus francamente dominante en los ámbitos sociales, cultura-
les y familiares.

1.2.4. Modelo de las sociedades industriales y postindustriales


Las personas viejas en las sociedades industriales y postindustriales, general-
mente están ubicados lejos de su grupo primario, aunque hay oportunidades en que
son ayudados económicamente por sus descendientes directos e inmediatos en tan-
to ello, no resulte peligroso para sus propios estados de bienestar.
En la sociedad industrial y de la información los viejos están, en su mayoría,
aislados de los restantes grupos de edades, en cierta forma y en un sentido lato, se
observan ciertos paralelismos con las sociedades cazadoras-recolectoras. En esta
sociedad de hoy, la mayoría de los viejos viven en sus propios hogares, se cuidan a
sí mismos y resultan independientes del grupo primario siempre que puedan subsistir
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por si mismos.
Los grandes viejos (más de 80 años) si van entrando en un estado progresivo de
dependencia, pueden pasar al hogar de sus hijos por una temporada. Pero no obstan-
te, cada vez es más frecuente que el viejo, por decisión propia o de sus familiares,
termine internado en una institución geriátrica, espacio, que en la mayoría de los
casos, pasa a ser la muerte social.
En las sociedades industrializadas suele darse un significativo grado de abandono
de las personas viejas a su propia suerte.
En la sociedad de hoy, los viejos prácticamente, se han quedado sin rol familiar
significativo, a no ser que tengan muy buen pasar económico y el resto de la familia
dependa de ellos. No son tampoco, los iniciadores de los jóvenes a la vida adulta.
En las sociedades industrializadas, y fundamentalmente en las grandes urbes, el
factor socio-cultural, integrador por excelencia, es la ocupación laboral de las perso-
nas. En ellas el sujeto que no trabaja sufre marginación que conlleva a la pérdida

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PSICOLOGiA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ l 19

parcial de la identidad y el prestigio, salvo el caso de reducidas minorías muy acauda-


ladas. La ocupación laboral indica como debe vestirse una persona. Si se tienen en
cuenta estas circunstancias los sujetos jubilados carecen de estas referencias, por
una parte y por la otra, quedan como un colectivo de segundo grado formado, funda-
mentalmente por desocupados, enfermos crónicos, etc.

1.3.- Población: su envejecimiento


En términos demográficos, una población envejece cuando aumenta el peso rela-
tivo del conjunto de individuos viejos o sea mayores de 65 años de edad. Desde una
perspectiva económica el tema se relaciona entre el cambio de conexión entre la
población económicamente activa y la población dependiente. Para la demografía
este proceso de envejecimiento poblacional se debe a dos factores, a saber:
./ el primer factor el la disminución de la tasa de natalidad. Aquí la cantidad de
personas viejas aumenta porque va disminuyendo la proporción de las gene-
raciones de niños que se van incorporando. Esto es lo que en demografía se
llama envejecimiento por la base .
./ y el segundo factor es la disminución de la tasa de mortalidad. Este factor se
refiere a que son más las personas que llegan a viejas., y por ello resulta
mayor la expectativa de vida. En términos demográficos esto se denomina
envejecimiento por la cúspide.

Los movimientos poblacionales o sea la entrada de habitantes por una parte y la


salida de ellos por la otra, su distribución por edades y sexo, dan lugar a una clasifi-
cación de ellos y tradicionalmente han sido conocidos como:
./ movimientos naturales: natalidad y mortalidad. La tasa de natalidad es la
cantidad de individuos nacidos vivos por cada mil habitantes a lo largo de los
doce meses del año y mortalidad es la cantidad de individuos fallecidos por
cada mil habitantes en los doce meses de un año;
./ movimientos migratorios: inmigración y emigración. Estos movimientos tie-
nen efectos distintos según sus características en cada cado y su incidencia,
la que puede presentarse muy localizad~ en espacio y tiempo, ya que ello
supone el envejecimiento poblacional en zonas de emigración.
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De esta forma, una población resultará más envejecida en relación a la dismi-


nución de su tasa de natalidad y mortalidad. A lo largo de la historia estos des-
censos de las tasas de natalidad y mortalidad han estado relacionados con los
incrementos de niveles económicos y culturales. Por ello, puede afirmarse con
claridad, que el envejecimiento poblacional resulta algo característico de los paí-
ses más desarrollados.

1.4.- Pirámides poblacionales de la República Argentina


La evolución de la población argentina a través de las pirámides de población
obtenidas de los distintos censos de población.
En 1869 el país tenía una población joven: el 41 % de los habitantes tenían entre O
y 14 años.
Por eso, la pirámide muestra una base ancha y una disminución rápida del tamaño
de los grupos de edades a medida que nos aproximamos a la cúspide.
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María A. Cornachione Larrínaga

Gráfico Nº1
Distribución de la población de Argentina según Censo
de 1869

80-84

70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
8,0 6,0 4,0 2,0 0,0 2,0 4,0 6,0 8,0

Gráfico Nº2
Distribución de la población de Argentina según Censo
de 1895

80-84

70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
8,0 6,0 4,0 2,0 0,0 2,0 4,0 6,0 8,0

Gráfico Nº3
Distribución de la población de Argentina según
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Censo de 1914

80-84

70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4 8,0 6,0 4,0 2,0 0,0 2,0 4,0 6,0 8,0

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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ l 21

En 1895 y 1914 la población total conserva su estructura joven. Sin embargo,


podemos ver en las pirámides que la relación entre los sexos cambia: cada vez pre-
domina mas la cantidad de varones en las edades de entre 20 y 35 años. Este cam-
bio refleja el proceso inmigratorio que afectó a nuestro país en esos años.

Gráfico Nº4
Distribución de la población de Argentina según
Censo de 1947

80-84

70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
8,0 6,0 4,0 2,0 o,o 2,0 4,0 6,0 8,0

Gráfico Nº5
Distribución de la población de Argentina según Censo
de 1960

80-84

70-74
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60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
8,0 6,0 4,0 2,0 0,0 2,0 4,0 6,0 8,0

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María A. Cornachione Larrínaga

Muy distinta es la estructura de la población en 1947. Aquí, la forma de la pirámide


ha cambiado. Su
base se ha vuelto más estrecha, lo que refleja un descenso en la
natalidad. También son menores las diferencias entre los grupos de edades a medida
que nos aproximamos a la cúspide. La estructura corresponde a lo que se denomina
una población en transición.
En las pirámides poblacionales correspondientes a los años 1960 y 1970 no se
observan cambios significativos. No obstante ello, es factible observar el aumento
progresivo de población en los grupos de edades cercanos a la cúspide.
El progresivo aumento de la poblaión en los grupos cercanos a la cúspide, refleja
un incremento en la esperanza de vida de la población, es decir, la población alcanza
a vivir más años como consecuencia del mejramiento de las condiciones de vida.

Gráfico Nº6
Distribución de la población de Argentina según Censo
de 1980

80-84

70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
8,0 6,0 4,0 2,0 0,0 2,0 4,0 6,0 8,0

Gráfico Nº7
Distribución de la población de Argentina según Censo
de 1991

80-84
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70-74

60-64

50-54

40-44

30-34

20-24

10-14

0-4
6,0 4,0 2,0 o,o 2,0 4,0 6,0

En 1980 hay un ligero aumento de la población joven, que se refleja en el ensancha-


miento de la base de la pirámide. Además, en tanto en 1980 como en 1991 se obser-
va que se profundiza la tendencia de aumento de la proporción de los mayores de 65
años, por eso las cúspides de las pirámides son cada vez más anchas.
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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 1 23

1.4.1. Censo de 2001 y envejecimiento en Argentina


El Censo de 2001 muestra que en Argentina todos los días hay cada vez más
viejos, este dato que quizá no aparezca como algo original, ubica al país, en relación
al envejecimiento, en la misma línea en que resultan estar ubicadas la mayoría de las
sociedades del mundo en especial las centrales.
Esta afirmación cuenta sólo para ciertos aspectos, ya que si bien se presenta una
clara similitud en ciertos aspectos, tales como la caída sostenida de la fecundidad y
el descenso de la mortalidad, aunque ambas no presentan las características de los
países desarrollados, ponen en evidencia un significativo cambio de la constitución
de la sociedad de Argentina. A ello es necesario sumar la referencia de que hace casi
un siglo se detuvo la inmigración compuesta por jóvenes.
Como la mayoría de las sociedades del planeta, Argentina, como ya se afirmó,
envejece progresivamente. El Censo 2001, por primera vez, muestra que los niños
de a 4 años son menos que los de 5 a 9 años. Esta circunstancia enfrenta a temas
múltiples, tales como:
./ ¿Quién va a trabajar para sostener a las próximas generaciones de personas
de más de 65 años?
./ ¿Cómo lograr que en un país relativamente pobre como Argentina pueda vivirse
una vejez digna?

El INDEC le ha puesto cifras a este envejecimiento en Argentina a partir del Censo


de 2001, por ejemplo:
./ el 9% de la población de Argentina en el 2001 ya tenía más de 65 años, o
sea que uno de cada diez habitantes estaba en el sector correspondiente a la
vejez .
./ En 1980 sólo el 8,2% de la población estaba en el sector de la vejez, o sea
uno de cada doce habitantes .
./ En 1960 solamente el 5,6% de la población tenía 65 o más años .
./ En 1914 el 2,3% de la población de cada cien habitantes formaba parte del
sector de la vejez.

El INDEC explica todas estas circunstancias a partir de los siguientes señalamientos:


./ Las mujeres tienen cada vez menos hijos. En el período 1995 a 2000, los
estudios de la Universidad Católica Argentina estimó la tasa de fecundidad en
la Argentina en 2,6 hijos por mujer, mientras que en el período que va entre
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1970 y 1975 esta tasa era de 3,2 hijos por mujer.


./ La expectativa de vida al nacer es cada vez mayor también en la Argentina .
./ La fuerte caída de la inmigración .
./ La distribución de la población de personas de más de 65 años en Argentina
cambia por zonas, en la Capital Federal el 17,2% tiene más de 65años, pero
al respecto señalar que en esta zona los viejos son un porcentaje mayor que
los menores de 14 años. Misiones es la provincia Argentina más joven, ya
que sólo el 5,4% de la población tiene más de 65 años. En un lugar interme-
dio se ubica la población vieja de la provincia de Córdoba, pero por encima
de la media nacional. En esta provincia once de cada cien habitantes tienen
más de 65 años, o sea el 10,6% y el total del país corresponde al 9,9%, y en
relación a los menores de 14 años el 26, 7% tiene esta edad en cambio en el
total del país esta edad corresponde al 28,3%. Este dato no debe sorprender
por cuanto Córdoba es una de las provincias más desarrolladas de la Argen-
tina y la tasa bruta de natalidad cayo en forma sostenida según los datos del
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María A. Cornachione Larrínaga

Ministerio de Salud de dicha Provincia: en 1991 la tasa de natalidad era de


20,4 nacimientos vivos cada mil habitantes, en cambio en el 2000 fue de
17,1 por mil.
./ Las proyecciones poblacionales para Argentina son, que al ritmo actual y
para los próximos cincuenta años la población de sujetos de más de 80 años
alcanzará a la curta parte de la población general del país y en treinta años
uno de cada tres argentinos tendrá más de 60 años.

Gráfico Nº8
Evolución del porcentaje de la población de Argentina
según el Censo 1980-1991-2001.
01980 ~1991
Edad Porcentaje de la población
6% 5% 4% 3% 2% 1% 1% 2% 3% 4% 5% 6%
85 y
más
80-84
~-l----l--f--t----l--,1!!!1!!!!9-~+----l--1--l---J

75-79

50-54

45-49

º-
4 44
LLLJJii¡¡fililillllllLLJ_J__
35-39

30-34

25-29 LLL;;¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
20-24

15-19

10-14
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5-9

0-4
6% 5% 4% 3% 2% 1% 1% 2% 3% 4% 5% 6%

1.4.1.1. Más mujeres


Como las mujeres viven más que los hombres, el envejecimiento general de la
población mundial y de la de Argentina pone de manifiesto otro costado, el que mues-
tra que cada vez hay más mujeres en relación a los hombres. El INDEC en 2001
informa que por cada 105 mujeres hay 100 hombres. Al avanzar en la escala de
edad, esta proporción crece en los siguientes términos: por cada 146 mujeres mayo-
res de 65 años hay en la Argentina 100 hombres mayores de 65 años. Esta circuns-
tancia presenta grandes desafíos presentes y futuros y corrobora, una vez más la
afirmación de Albuerne López (2001) en relación a que la vejez tiene cara de mujer.
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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 125
1.4.1.2. Envejecimiento en la población de la provincia de Córdoba
La población de esta provincia ya evidencia claros síntomas de envejecimiento y
en niveles muy similares a los que presentan las provincias de Buenos Aires y de
Santa Fe. Lo preocupante es que gran parte de esta población de personas viejas
corresponde al segmento de más de 85 años, específicamente en la provincia de
Córdoba y según el Censo de 2001, el 1%de la población provincial tiene más de 85
años y esta población ya muestra signos de dependencia, hecho que indica la nece-
sidad de prever formas de abordaje especial.
Según los datos del Censo 2001 en la provincia están viviendo:
/ 119 personas de más de cien años. De estas 119 personas, 97 son muje-
res, hecho que indica una abrumadora mayoría y 22 hombres.
/ 1.380 personas son mayores de 95 años y correspondiendo el total de mu-
jeres a 1.059.
/ 6.426 personas son mayores de 90 años y la distribución es la siguiente:
4. 717 mujeres y l. 709 hombres.

1.4.2. América del Sur y su población envejecida


En la República Oriental del Uruguay, según datos de 1998, el 12, 7% de la pobla-
ción ya era mayor de 65 años, en cambio, Chile que es un país con un alto grado de
desarrollo en relación a la región tiene sólo 7% de la población con más de 65 años.

Gráfico Nº9
Distribución de la población de la provincia de
Córdoba por edad en el Censo 2001.
Edad
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Total: 3.066.801

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1.5.- la visión social de la vejez debe cambiar para mejorar la


situación de los mayores
En los últimos veranos de ambos hemisferios murieron ancianos con la ola de
calor, a razón de una cifra más que significativa. Estos datos revelan con claridad
que, a pesar de los avances en las últimas décadas en salud y atención a los mayo-
res, todavía existen importantes carencias entre la población de personas viejas.
Las personas mayores forman parte de una generación que tuvo que vivir las
condiciones de la guerra y de postguerra, que han llegado a la vejez y que, a pesar
de que no cuentan con unos servicios públicos óptimos, no tienen la fuerza y el
espíritu para reclamar, porque estaban acostumbrados a situaciones peores.
Esta característica generacional unida a que las condiciones públicas que se ofre-
cen a los mayores aún no son las más adecuadas, hace que la situación de este
colectivo sea difícil. Las condiciones van mejorado, pero aún falta mucho por hacer.
Distintos estudios indican que los servicios públicos no cuentan con suficientes
profesionales especializados en la atención de mayores. Así como la salud pública
cuenta con pediatras a tiempo completo para los niños, los mayore,s deberían poder
acceder a la consulta de un geriatra siempre.
La soledad es el peor mal de la vejez en los distintos países, y por ello los viejos
tienen necesidad de tener a alguien que los escuche, tener a alguien al lado, cerca.
En términos generales la soledad afecta al 20% de las personas superan los 65
años, y se debe no sólo a la ausencia de los hijos que deben trabajar, sino también a
la pobre red social de muchas personas mayores y al desinterés que los vecinos y la
sociedad general muestra hacia la vejez.
Se tiende a dejarlos un poco a un lado. Ahora se está dando, entre los recién
jubilados, un rol de cuidador de los nietos pero cuando pasa el tiempo se les deja de
nuevo en el olvido. Se van equiparado las familias europeas con norteamericanas,
con pocos hijos y pocos nietos.
A pesar de que en un primer momento en todo el mundo se emitía una opinión
positiva sobre la vejez, a la hora de la verdad la vejez no es vistosa, no vende, da
miedo. Se prefiere pensar que están siempre bien, cuando no lo están.

1.5.1.- Informe sobre negligencia y abusos


Esa discriminación y subvaloración social también afecta a los profesionales que
trabajan con las personas mayores. La falta de consideración hacia las personas
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mayores y la escasez de recursos especializados para su atención propician que se


puedan dar casos de maltratos, los que en realidad parecen escasos, pero son cada
vez más frecuentes. Esta situación que es común, resulta ser la consecuencia de la
visión social de la vejez y es también por la negligencia de los poderes públicos a la
hora de proporcionar la atención adecuada. Resultando así, la negligencia y el trato
inadecuado a los mayores, la discriminación más significativa.

1.5.2.- Voluntariado para paliar la soledad


Frente a esta problemática, los programas de voluntarios que dirigen varias orga-
nizaciones sociales son una ayuda valiosa. En algunos países llevan varios años po-
niendo en marcha dos programas específicos:
.1 vivienda compartida;
.1 y atención a domicilio.

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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 127
En el primero, vivienda compartida, ofrecen su casa a un estudiante de bajos
recursos, que a cambio proporciona compañía y la atención que esté dentro de sus
posibilidades. En el segundo, los ancianos reciben la visita de voluntarios que pasan
un tiempo con ellos compartiendo actividades lúdicas o prestando un servicio básico
como puede ser acompañarlos y/o a hacerles las compras.

1.6.- 1Cómo envejecen las mujeres que son mayoría ?


En casi todo el mundo las mujeres viven más que los hombres, tienen más proba-
bilidades de ser pobres en la vejez, corren un riesgo más alto de padecer enfermeda-
des crónicas y/o discapacidades y ser objeto de marginación y discriminación.
Las mujeres también se ocupan más de cuidar a los demás, y a menudo deben
hacer frente a una triple responsabilidad: cuidar de los hijos, cuidar de los padres y,
por supuesto, atender a su propio bienestar. Pero con frecuencia se pasa por alto su
contribución a la familia, la comunidad y la economía.
Esta apreciación describe con claridad una realidad, la del envejecimiento que
afecta de forma diferente a los hombres y a las mujeres. Son mujeres las personas
que viven más años; mujeres las que cuidan de las personas ancianas de las familias
y en su mayoría son también mujeres las trabajadoras de la salud que dedican su
tiempo al cuidado de la tercera edad.
A lo largo de la vida, las mujeres se ven enfrentadas a situaciones que están en la
base de su mayor vulnerabilidad cuando llegan a viejas. La mayoría de ellas han
dedicado su vida a la familia, a ser esposas, madres, hijas, sostenedoras de la fami-
lia y de la pareja y responsables de la armonía en el hogar. El peso de la cultura y los
condicionamientos sociales hacen que muchas veces ellas se pongan en el último
lugar y se sientan culpables de dedicar tiempo para sí mismas y a su trabajo remune-
rado, lo que les limita el desarrollo laboral y la protección para la vejez. Pero, al
mismo tiempo, algunas cuentan con recursos personales desarrollados durante su
vida que pueden usar con ventaja para vivir más satisfactoriamente las relaciones
con los demás en la última etapa de su vida.
Argumentos para el cambio quiere promover la reflexión sobre los/as adultos ma-
yores, en especial sobre las madres, hermanas y abuelas. Si bien es cierto que una
parte importante de la responsabilidad sobre el bienestar de esta etapa de la vida le
corresponde a las instituciones.
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1.7.- El cuatro por dento de los mayores de 65 años sufre abuso


psicológico
Guerras, fragilidad, soledad. Podría pensarse que la violencia contra las personas
mayores reside principalmente en estos pilares. Sin embargo, la forma más usual de
esa violencia es el abuso. De todas sus versiones, el psicológico es el que menos se
palpa y a veces el que más duele. Según datos de la lnternational Network for the
Prevention of Elder Abuse {lnpea), el 4% de los mayores de 65 años sufre abuso
psicológico.
Expertos locales indican que en Argentina estos índices son similares. Si se ob-
serva que el 13% de la población argentina supera los 65 años, más de un millón y
medio de personas estaría sometido, en mayor o menor medida, a este tipo de abu-
so. La Organización Mundial de la Salud lanzará este año el «Elder Abuse Study.
Global Response Against Elder Abuse {Graea)», en conjunto con la lnpea, que preten-
de crear estrategias para prevenirlo.
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28 1 María A. Cornachione Larrínaga

17.1.- Víctimas y victimarios


¿Es posible que el maltrato sea ejercido por aquellos que cuidan? Aunque parezca
descabellado, es esto lo que lo define. La lnpea, un organismo con representaciones
en todos los continentes, afirma que es una acción única y repetida o la falta de una
respuesta adecuada que ocurre dentro de cualquier relación en la que exista una
expectativa de confianza, y la cual produzca daño o angustia a una persona anciana.
El abuso psicológico o emocional se define como «la acción de infligir pena, dolor o
angustia por medio de acciones expresas verbales o no verbales».
De hecho, para que exista maltrato tiene que haber una relación de confianza, un
vínculo, una relación en la que una persona mayor deposite su confianza. Esto impli-
ca que el abusador puede ser desde un cuidador, un familiar, un médico o el cajero
de un banco», explica la doctora Lía Daichman, vicepresidenta de la lnpea, coordina-
dora del posgrado del curso de médico especialista en Gerontología y Geriatría de la
UBA y socia fundadora de la Asociación Gerontológica de Buenos Aires.
Ya en los años 80, el Select Committee of Ageing de los Estados Unidos estimó
que el 10% de la población anciana era víctima de las distintas clases de maltrato.
«Los tipos más comunes son el físico, el sexual, el financiero, el psicológico y la
negligencia. Las víctimas principales son las mujeres que viven con sus familiares. El
National Center of Elder Abuse de los Estados Unidos registró en 1994 que el 62% de
todas las denuncias de ancianos maltratados correspondía al sexo femenino.»
A pesar de ello, se considera que el subregistro es alto debido al temor y la
vergüenza que genera la posibilidad de hablar de este sufrimiento. Se estima que
sólo 1 de cada 14 incidentes domésticos de maltrato en la vejez llegan hasta las
autoridades.
Por otra parte, el abuso psicológico es difícil de medir: «Los estudios más serios
trabajan con las percepciones de las víctimas, con lo que ellas perciben como maltra-
to. En Argentina se realizaron diversos trabajos y se observó que el índice de maltra-
to psicológico coincide con estadísticas internacionales en el 4%», sostuvo Daichman.

1.7.2.- Problema mundial


El maltrato puede ocurrir en la casa del propio anciano, en la del cuidador, en los
centros de atención diurna, en las instituciones geriátricas y en los hospitales. En el
hogar, algunas de sus causas podrían ser una mala relación de larga data, la incapa-
cidad del cuidador o problemas físicos o mentales de la víctima o del victimario,
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afirmó la doctora Daichman. Los expertos suponen que el problema crecerá junto
con el aumento de la expectativa de vida. Actualmente, viven en el mundo 580 millones
de mayores de 60 y en 2020 la cifra llegará a 1000 millones. El Elder Abuse Study que
propone la OMS pretende generar planes de acción para detener el abuso.
En su oficina de la OMS, en Ginebra, Silvia Perel Levin, del área Ageing and Life
Course, explicó a La Nación que «este año, la idea es trabajar en focus groups sobre
el tema del abuso en personas mayores. Esto es parte de un programa más amplio
para el estudio de la problemática».
Los países elegidos para esta primera etapa de trabajo son la Argentina, Bra-
sil, Kenya, India y Líbano. En ~érminos generales, el abuso no distingue credos, cla-
ses, razas ni lugares. Con respecto a los pacientes institucionalizados, afirmó la
doctora Daichman que «una investigación americana sobre 55 7 enfermeras, publica-
da en The gerontologist, indicó que el abuso psicológico estaba presente en el 81 %
de los casos, seguido por el físico (36%).
En la Argentina el índice de institucionalización es bajo (ronda el 1,5%), pero si se

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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 129
considera que sólo en Buenos Aires habría 500 residencias no habilitadas, no se
sabe si el maltrato ocurre en porcentajes similares. ¿Y los mayores que viven solos?
«Vivir solo no es un factor de riesgo -dijo la especialista-. El problema es vivir aislado,
con o sin compañía.»

1.7.3.- Mayores en riesgo


Víctimas: la mayoría de las personas que sufren abuso psicológico (y de otros
tipos) son las mujeres.
Algunos de los indicadores de maltrato son:
./ pérdida de peso,
./ desnutrición,
./ palidez,
./ higiene pobre de la piel,
./ pasividad, retraimiento,
./ tristeza y aumento de la depresión son algunos de los indicadores de que
una persona mayor es maltratada.
Los victimarios resultan ser:
./ los hijos adultos son los victimarios más frecuentes .
./ el segundo lugar lo ocupan los cónyuges.
Las Soluciones estarían dadas por:
./ reconocer los derechos a la autonomía de las personas,
./ asegurar que los ancianos tengan a donde recurrir para tratar su problema,
./ capacitar a las personas que cuidan de los mayores,
./ asegurar que los servicios de salud ofrezcan respuestas operativas.

1.8.- A modo de decálogo para los adultos mayores


El Grupo Júbilo Comunicación, plantea las siguientes reflexiones previas:
1. El envejecimiento de la población en este país es, sin duda, como en los demás
países desarrollados, uno de los fenómenos claves que van a condicionar el futuro de
las sociedades y del Estado de Bienestar. No se esta ante un hecho coyuntural
vinculado a un ciclo demográfico que puede cambiar a corto plazo. Las sociedades
desarrolladas han conseguido el gran logro de que sus ciudadanos vivan más años y
en mejores condiciones. Este hecho unido a las bajas tasas de natalidad da como
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resultado que, las personas mayores tengan cada vez una mayor relevancia en las
sociedades.
2. Una sociedad que proclama los valores relacionados con la juventud e identifi-
ca la vejez con la decadencia y la marginación se siente amenazada por el hecho de
que las personas mayores sean cada vez más y tengan un mayor peso en todos los
ámbitos. Se agitan toda clase de alarmas y discursos pesimistas: ¿quién va pagar
los costos que generan los mayores?, ¿quién va a cuidar de ellos?, ¿cómo se van a
promover proyectos innovadores, creativos y estimulantes en una sociedad donde
los mayores van a ser un sector decisivo?
3. No hay ninguna duda que existe esta alarma y que se plantean grandes
interrogantes. Para empezar, no se ha sido capaz de asimilar los profundos cambios
que se han producido en poco tiempo y que van a acelerarse en el futuro inmediato.
Por una parte, de una sociedad en la que el peso de las personas mayores era
marginal; la esperanza de vida, en el mejor de los casos, prácticamente coincidía con

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María A. Cornachione Larrínaga

la edad de jubilación y, a excepción de algunos casos privilegiados, la vejez era


sinónimo de pobreza y penalidades, hemos pasado a una sociedad en la que las
personas mayores van siendo el segmento mayoritario de la población, tienen toda-
vía por delante, muchos de ellos, un tercio de su vida una vez jubilados y, desde
luego, cada vez tienen menos que ver con el estereotipo de la vejez que lo identifica-
ba con la pobreza, la marginación y el desinterés por el mundo.
4. Este cambio tan profundo que se está produciendo implica un cuestionamiento
de principios y mentalidades profundamente arraigados en la cultura y en la práctica
social y económica. En la cultura occidental, el desarrollo de la vida de las personas
está en contradicción con algunos de los valores que se proclaman. Si se ensalza la
juventud como un estado ideal de vida forzosamente la vejez se vive como una limita-
ción, como una pérdida a la que caminamos de forma irreversible. De ahí la paradoja
de que vida de las personas en lugar de ser una acumulación de experiencias, de
aprendizaje continuo, de una búsqueda constante, de intereses por descubrir parece
que a partir de cierto momento en el que ya no se es «joven» ya no se tiene futuro.
Esta constatación no solo afecta a la visión que tiene la sociedad de las personas
«mayores», sino que se interioriza en los individuos afectando a su autoestima, a sus
proyectos y a sus propias capacidades para enfrentarse a la vida.
5. Una consecuencia de esta visión negativa de la vejez, es el pesimismo con el
que se afronta el futuro de una sociedad como la actual, en la que las personas
mayores cada vez serán más numerosas. Aquí actúan todos los estereotipos: no se
podrá cubrir el incremento galopante del gasto que significa mantener y atender a un
colectivo de estas características; el consumo va a disminuir porque las personas
mayores no gastan casi nada de su propio bolsillo. Aterroriza ver que la pirámide de
la población cada vez se agranda más por arriba y se achica por debajo.
6. Una segunda consecuencia es que esta perspectiva ha encendido todas las
alarmas sobre el futuro del Estado de Bienestar. ¿Podrá el Estado en las condiciones
actuales asumir los costos de las futuras jubilaciones y pensiones, de la asistencia
sanitaria, y de todas aquellas prestaciones y servicios que hoy se financian a través
de los presupuestos de las administraciones y organismos públicos?. Para algunos
hay que mantener a toda costa las cosas como están sin más y cualquier reforma les
parece un atentado a las esencias de los intereses de los sectores populares. Otros,
defienden prácticamente la liquidación de la función social del Estado para que quede
libre el terreno para la oferta privada y que cada uno se arregle como pueda. Lo
cierto es que se constata una gran desorientación y una falta de debate riguroso que
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intente comprender los nuevos escenarios en los que se va a encontrar y perfile


proyectos a largo plazo para afrontarlos.
7. La perspectiva pesimista de la vejez tiene, sin duda, su lógica interna y está
muy asentada en la mentalidad de una gran parte de la población. Cualquier
cuestionamiento de sus planteamientos requiere un notable esfuerzo para abrirse
camino. Y para ello es imprescindible que surjan iniciativas que, sin estar condicio-
nadas por la coyuntura política de corto plazo, promuevan el debate e influyan en la
opinión pública y en aquellas personas e instituciones públicas y privadas que están
más directamente implicadas en la toma de decisiones.
8. La actual concepción pesimista de la vejez, además de llevar a un callejón sin
salida, parte de unas premisas erróneas y de un análisis de una realidad ya periclitada.
9. Las iniciativas relacionadas con las personas mayores deben partir de un obje-
tivo central: el bienestar de las Personas Mayores. Debe sentirse responsabilidad del
presente y del futuro de las personas mayores y, por ello, debe preocuparse, espe-
cialmente, su calidad de vida y que como ciudadanos puedan ejercer con plenitud los
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P 5 1C O LO G Í A D EL D E 5 A R R O L LO 1 V EJ E Z 1 31

derechos y deberes que les corresponden. La edad no puede ser nunca una discrimi-
nación ni una limitación al ejercicio real de estos derechos.
1O. Dignificar la vejez, significa cuestionar algunos de los valores a los que ant~s
se hacia referencia. Se nace con la voluntad de promover una crítica a todos aquellos
presupuestos que penalizan y devalúan la vida cuando se llega a ciertas edades,
como si el proceso vital perdiera valor a medida que va madurando. En el momento
que se entienda la vejez no como una limitación sino como un periodo más de la vida
en la que se puede vivir con la misma intensidad que en cualquier otra edad, habre-
mos conseguido algo decisivo.
11. Es necesario estar convencidos que hoy es más necesaria que nunca la Soli-
daridad lntergeneracional. Los grandes retos planteados no se resuelven mediante
el corporativismo o la defensa de los intereses inmediatos de un colectivo. Posible-
mente se pueden conseguir mejoras a corto plazo para uno u otro colectivo pero
siempre a costa del interés general, además de que no dejan de ser mejoras que
hipotecan el futuro también para estos propios colectivos. El presente y futuro de las
personas mayores va a depender, en gran parte, de la inserción social de los más
jóvenes. Las líneas de convergencia entre las generaciones en las que puede expre-
sarse esta solidaridad son casi infinitas.
12. Las personas mayores no son solo un colectivo costoso para el Estado -como
lo son, otros sectores como los estudiantes, los agricultores o los funcionarios- sino
que son también un mercado en el que demandan productos y servicios para el con-
sumo. Un mercado expansivo y, sin duda, uno de los que tiene más posibilidades de
crecimiento en estos próximos años. Esta constatación es decisiva para darle la
vuelta a los planteamientos pesimistas. Se esta ante .un segmento de la población
dotado de una demanda potencial de extraordinaria importancia y cuyo mercado
puede compensar la disminución de otros sectores, como consecuencia del bajo
índice de natalidad. Este es, además, un sector que puede generar muchos puestos
de trabajo de nueva creación o reciclando otros ya existentes.
13. El desarrollo de este mercado depende, en gran parte, de la capacidad por
parte de la iniciativa privada de ofertar los productos, bienes y servicios adecuados.
El campo de actuación cubre casi todos los áreas productivas. Las empresas deben
hacerse la idea que sólo podrán crecer desde este segmento de la población y que,
nadie, produzca lo que produzca, podrá salir adelante de espaldas a las personas
mayores. Lamentablemente, todavía muchas empresas sólo operan a corto p.lazo
sin una estrategia que vaya en consonancia con los tiempos y que pueda adaptarse
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sin sobresaltos a las nuevas demandas que ya van apareciendo.


14. Apostar por el desarrollo de este mercado y por dinamizar todo aquello que
permita convertirlo en uno de los más expansivos eliminando los obstáculos que
dificultan su avance. Para algunos hablar de «mercado de las personas mayores» es
un tabú como si se quisiera «mercantilizar» a los pobres e indefensos ancianos. La
defensa de este mercado es decisiva para combatir tanto la percepción pesimista
como la asistencia en referencia a este sector. Si realmente fuera cierto que no
existe mercado o que éste está muy limitado a una pequeña minoría de privilegiados,
el envejecimiento de la población realmente llevaría al colapso porque sería incapaz
de producir ningún tipo de excedente y por tanto, sólo generaría coste para su entor-
no -la familia Y· la comunidad más próxima- y para el Estado.
15. Para que las personas mayores sean un factor económico de crecimiento y
desarrollo o sea, que se constituyan como mercado, es imprescindible un replantea-
miento de la definición y funciones del Estado de Bienestar. Este ha sido uno de los
grandes logros de las sociedades modernas y la pieza angular del pacto social de las
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sociedades democráticas avanzadas. El Estado de Bienestar parte de dos principios


centrales: la igualdad de oportunidades y la cobertura de las necesidades básicas de
sus ciudadanos. Para conseguir estos objetivos se parte del principio de que todos
debemos aportar nuestra contribución en función de la capacidad económica de cada
uno.
16. Pero de la misma forma que se defienden con contundencia estos principios
básicos, se apuesta por una profunda reforma de la Administración Pública, de su
gestión y de sus objetivos. Es necesario que los Poderes Públicos estimulen todas
las energías que existen en la sociedad y que no sustituyan su iniciativa. No sólo se
trata de racionalizar el gasto o de que los recursos sean limitados. Si sólo fuera eso,
la consecuencia es que cada vez se iban a dedicar menos recursos a una mayor
demanda Se trata de ir más allá y plantearse cuáles son las funciones del Estado en
relación a las personas mayores y, por extensión, al conjunto de los ciudadanos.
17. Pero, a la vez, es necesario que se perfilen unas reglas de juego claras,
consensuadas y a largo plazo entre las Administraciones Públicas y la iniciativa priva-
da. No es posible abordar con garantías los grandes retos que plantea el progresivo
envejecimiento de la población sin que lo público y lo privado caminen en la misma
dirección y sabiendo hacia donde se va. Es preciso llamar a la responsabilidad de
los dirigentes políticos para que antepongan los intereses generales -la atención a las
personas mayores y el desarrollo del mercado en este sector- a los legítimos intere-
ses electorales. El tiempo va en contra de las decisiones acertadas y previsoras. Sin
una estrategia a largo plazo no va a ser posible hacer frente a los gastos ni desarro-
llar el mercado de este sector.
18. Entendemos que es imprescindible una profunda renovación de los objetivos,
las estrategias y el funcionamiento de las asociaciones y entidades que agrupan a
las personas mayores. La oferta de servicios, la modernización de la gestión y la
capacidad de intervención en la vida pública deben ser los motores que faciliten una
participación real y efectiva de este colectivo integrado plenamente en la sociedad
en la que vive.
19. Procurar el bienestar de las personas mayores; replantear los valores de
nuestra sociedad respecto al envejecimiento; investigar y propagar los cambios que
se están produciendo en este sector; dinamizar el mercado de las personas mayo-
res, incitando y favoreciendo la intervención de la iniciativa privada; defender y re-
plantear los objetivos, las funciones y la gestión de las administraciones públicas;
estimular una nueva relación entre lo público y lo privado e impulsar la participación
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social de este colectivo deben ser los principios en los que se basen las iniciativas
· relacionadas con los mayores.

1.9.1.- Decálogo
1.- Los mayores tienen derecho a la libertad de expresión y a la información y su
voz debe ser oída por las Instituciones en pie de igualdad con el resto de los ciudada-
nos.
2.- Los medios de comunicación en general y los medios publicitarios en particu-
lar deben velar por la mejor imagen del mayor evitando lenguajes degradantes,
vejatorios o de discriminación.
3.- La comunicación intergeneracional debe favorecerse desde las Instituciones
con el fin de recuperar un diálogo social beneficioso para todos.
4.- En los ámbitos empresariales debe evitarse la discriminación por la edad que
se desarrolla a través de los planes de prejubilación, favoreciéndose una nueva cultu-
ra que ligue el derecho de ser mayor a la experiencia necesaria, cuando no a la
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PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO 1 VEJEZ 133
sabiduría.
5.- Los mayores desean recuperar su protagonismo social y su papel de referente
ético en una sociedad cambiante, argumento que debe difundirse desde los medios
de comunicación social.
6.- La participación de los mayores en la vida política debe ser un hecho normal,
por lo que los partidos han de realizar los esfuerzos necesarios para promover su
integración en las listas electorales.
7.- Las Asociaciones de Mayores representativas deben trabajar unidas en aras
de proteger con eficacia los derechos de los mayores a una vida digna, con calidad
y a unas pensiones justas.
8.- Los mayores deben registrar un mayor grado de actividad a través de sus
asociaciones para consolidar y hacer reales sus derechos consagrados en la Consti-
tución de la República.
9.- Las Instituciones deben favorecer el desarrollo de los medios de comunicación
especializados en cuestiones de interés y servicio público para los mayores y que
sus reivindicaciones encuentren en ellos el cauce más adecuado.
10.- Procurar el bienestar de las personas mayores a partir de replantear los
valores de la sociedad respecto al envejecimiento.
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