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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA

MAESTRÍA EN HISTORIA MODALIDAD INVESTIGACIÓN


COHORTE XI

seminario Historiografía I. Historiografìa nacional

Reseña
Eduardo Posada Carbó. La nación soñada. Violencia, liberalismo y democracia en Colombia.

Por:
Katherin Cecilia Sánchez Sierra
2018
Eduardo Posada Carbó. La nación soñada. Violencia, liberalismo y democracia en
Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006. 383 páginas.

Eduardo Posada Carbó, historiador colombiano, Doctor de historia moderna en la


universidad de Oxford donde actualmente se desempeña como conferenciante de
política latinoamericana en el centro latinoamericano de la universidad de Oxford,
autor de obras como; La nación soñada. Violencia, liberalismo y democracia en
Colombia donde hace una crítica a la idea preconcebida que tenemos de nación
basada en la miseria, intolerancia, violencia, entre otros e invita a reformular ese
imaginario para poder llegar a esa nación soñada. Este autor ha contribuido de manera
importante en la historiografía moderna de Colombia con el fin de hacer revisionismo
de la historia oficial con un afán incansable de renovar el discurso de una nación
carente de valores.

En esta obra específicamente y como anteriormente se mencionaba, el autor hace


referencia a los imaginarios tradicionales que se tienen sobre Colombia, estos
imaginarios ubican al país en un lugar lleno de antivalores, donde prima la violencia y
carece de democracia, donde no se tiene en cuenta a la sociedad civil, sin embargo
Posada se centra directamente en otras caras de la historia política del país las cuales
se puede decir que se ha prescindido de ellas por parte de los creadores de opinión,
revelando así una idea de que dicha nación soñada depende de lo que produzcan las
élites intelectuales las cuales están condicionadas por el “discurso erudito” que
condiciona a la sociedad colombiana a reconocerse como violenta de manera
masificada y no justifica los actos de violencia basados en individualidades, es decir
el colombiano es violento por que su naturaleza así lo determinó, se define como una
sociedad enferma.
Dentro del texto se plantean a grandes rasgos dos elementos importantes los cuales
están basados en polemizar ese imaginario con el que se suele identificar a Colombia,
es decir la idea de país que tienen los extranjeros, la cual ha permeado a la sociedad
colombiana al punto de que los propios habitantes tienen este concepto de sí mismos
como sociedad, una sociedad de cultura violenta. El segundo está relacionado con el
tema de las tradiciones liberales y democráticas de Colombia en el que se hace
necesario reclamar por traer nuevamente dichos ideales liberales que luchaban en
contra de las oligarquías y demandaban inagotablemente una nación democrática
donde se muestran los valores de la nación, distintos a los creados por el estereotipo
de sociedad violenta y enferma, puesto que aún se mantiene viva la tradición desde la
independencia y gracias a esto podemos contar con la libertad de elegir a nuestros
gobernantes.En el texto el autor deja claro que no busca vanagloriar el pasado
nacional, desconocer los errores cometidos o caer en la búsqueda de condescendencia
sino que busca cuestionar esa visión de nacionalidad que nos retrata como un país
asesino (pág 13).

El libro se estructura en seis capítulos los cuales inicialmente comienza retratando la


visión que se tiene de Colombia en el extranjero donde únicamente se puede
evidenciar la desesperanza, a partir de las representaciones artísticas como posada lo
relata, la nación se muestra como un lugar corroído por el dolor, cubierto de sangre y
la cultura de muerte que se proyectaba en Gran Bretaña sobre Colombia, tal y como
cuenta el autor sobre los òleos primitivistas que observaba en Londres en una de las
exposiciones de arte y de esta manera hace una observación a varias de las
representaciones en pintura sobre la “realidad colombiana” la cual tiene la misma
temática basada en el dolor muerte y violencia, así mismo también hace alusión a otro
tipo de expresiones culturales como el cine , la literatura y la fotografía que buscar
mostrar dicha realidad y su gravedad e implicación en la historia nacional. Es
considerable también comprender la razón por la cual este tema de la violencia es más
factible de utilizar que otro tipo de representaciones de la nación que sean ajenos a
este estereotipo, en el caso de la cultura, el tema permite dar ese valor estético al
sufrimiento como el autor lo menciona con el fin de contar con memorias de lo
sucedido para evitar la repetición de los acontecimientos, o eso es lo que se suele
pensar, sin embargo estas representaciones no deben catalogarse como una identidad
nacional.
Como anteriormente se mencionó el autor continúa mostrando cómo diferentes
actores de diferentes campos de la sociedad se refieren al país como una sociedad
criminal, moralmente enferma, o un desastre sin remedio y trae a colación el concepto
de Myriam Jimeno Santoyo al referirse a este tipo de expresiones que tratan de
mostrar una identidad nacional como “discurso erudito” y de esta manera colectivizar
los actos que si bien no son justificados en ningún momento por el autor, estos no
deben ser atribuidos a una generalidad únicamente por tratarse de Colombianos. Y a
partir de estas representaciones culturales y estos juicios lanzados por los generadores
de opinión, es como se crea un estereotipo de nación violenta y a la vez sumisa, con
baja autoestima y con un problema de criminalidad colectivizado y estos imaginarios
permiten también que se catalogue a Colombia como una no nación despojada de
cualquier espíritu de solidaridad, de patria tal y como lo expresa Alfonso Llano
Escobar (pág 31).

Es importante dejar claro que el autor en la obra expresa que si bien no se siente
identificado con el concepto de “país asesino”, es inevitable reconocer que hubo
penosos acontecimientos que impregnaron la nación de dolor y de los cuales no se
debe estar orgulloso, sin embargo Posada no reconoce a la sociedad colombiana
dentro de estos hechos o al menos no a la mayoría y ve necesario para su tesis
principal, identificar las nociones que atan a la violencia a nuestra nacionalidad y es
así como da pie a visualizar el concepto de violencia como el resultado de guerras
inconclusas y la intolerancia como parte del problema.(pág 48), con la finalidad de
derribar tres estereotipos, el primero está basado a grandes rasgos en el de estar
permeados por la historia exclusiva de violencia tal cual y como lo dice Posada y de
esta manera realiza una tarea de revisionismo histórico donde se puede evidenciar que
las guerras civiles en el siglo XIX no eran un hecho común en la nueva Granada sino
en América Latina y hasta Europa, dejando así al descubierto que fueron muchos más
los años de paz que los de guerra.
El segundo estereotipo que Posada plantea a replantear es el de la intolerancia como
factor desencadenante de violencia que brinda un valor negativo, donde se trae a
colación de nuevo varios discursos eruditos con el fin de comprender mejor la
necesidad del autor de mostrar que desde su perspectiva, la intolerancia no conlleva
directamente a la violencia ya que dicha condición carece de evidencia empírica y
solo se repite una y otra vez como un axioma sin que se encuentre claramente un
debate con bases objetivas que logren reforzar este paradigma.
Finalmente el autor se centra en destruir esa distorsión histórica que se tiene de ver el
pasado con un legado de violencia (pág 85) y es así como el autor discute el
estereotipo que considera que la violencia es una conducta generalizada de la nación y
muestra la necesidad inicial de identificar los entes promotores de violencia antes de
generalizar como lo hacen las estadísticas y determina que los Colombianos no son
todos responsables de las tasas de homicidio que subyugan la nación.

Una vez el autor hace análisis de estos tres estereotipos los cuales explica con datos
históricos y cifras, pasa a revisar la tradición liberal y democrática que ha
caracterizado la nación colombiana donde deja claro que el liberalismo y la
democracia no han seguido históricamente los mismos caminos, pero esto no los aleja
de ser compatibles entre sí ya que los ideales liberales responden a las dimensiones de
igualdad para la libertad lo que ha permitido la consolidación de lo que ahora se
conoce como democracia liberal (pág 101). Es así como Posada destaca los logros de
esta unión y explica cómo el poder se fragmenta en diferentes ramas con el fin de
lograr una descentralización y mayor libertad de la sociedad civil para reclamar sus
derechos, así como el derecho al sufragio. También reconoce el aporte de las regiones
con su estructura económica a la historiografía colombiana las cuales sobreviven con
dinamismo como lo indica el autor. En este punto se puede considerar que el autor
busca con este reconocimiento de la tradición liberal y democrática, mostrar el
desarrollo del país y la construcción de una sociedad que si bien está lleno de
imperfecciones, y que sin embargo considera a la división del poder como un arma de
doble filo que puede desembocar en despotismo.

El autor expone entonces para dar continuidad a la argumentación de su tesis, la larga


trayectoria del liberalismo con una tradición democrática de la nación y da cuenta que
el rasgo característico de dicha tradición se encuentra en las regularidades electorales
y en las incursiones de los sectores populares desde 1853 y aunque la mujer aún no
podía votar, la competitividad de las elecciones fue temprana y de alto nivel y de esta
manera se fue consolidando esta tradición democrática. Se puede inferir que en este
sentido el autor busca revalorar la democracia en Colombia a partir de hechos
históricos para mostrar la cultura electoral de larga trayectoria.
Es así pues que el autor retoma su tesis principal la cual está centrada en derribar el
estereotipo el cual ha sido culpable de la pérdida de credibilidad en la democracia del
país, gracias a ciertas figuras intelectuales que cayeron en el romanticismo de las
ideologías Marxistas de tipo dogmático con falta de contextualización en la sociedad
y refuerza la importancia de la defensa de la tradición liberal y los valores que se han
concebido en torno a la nación.

Finalmente Posada hace una invitación a los líderes de opinión, académicos, políticos
e intelectuales, regresen a la defensa de esa tradición liberal la cual ha sido quien
defiende históricamente esa cultura nacional de la cual se tiende a carecer a causa de
los imaginarios creados por los estereotipos de país violento e invita a eliminar ese
discurso erudito que está permeado de juicios de valor que nutren esa desesperanza y
miseria las cuale se vuelven un obstáculo del progreso. El autor recalca la importancia
de no perder la esperanza con respecto a continuar soñando en esta nación la cual
tiene posibilidades de brindar mejores opciones a pesar de las dificultades e invita
nuevamente a evidenciar y apreciar esos valores que han creado nuestra cultura
nacional la cual ha sido sesgada por el concepto de violencia.

En capítulo sexto de manera optimista insiste en la necesidad de seguir soñando en el


país que tenemos, de creer que a pesar de los obstáculos y problemas internos que aún
nos interpelan, tenemos el derecho a algo mejor. Que la violencia es un sofisma que
no ha permitido apreciar los valores de nuestra cultura nacional. Es en definitiva una
invitación para que los intelectuales, líderes de opinión, políticos y académicos
vuelvan a la defensa de la tradición liberal que históricamente ha defendido nuestra
cultura nacional. Una invitación para que los investigadores abandonen el lenguaje
“maximalista llenos de juicios absolutos que alimentan el derrotismo y la
desesperanza, al tiempo de tener efectos retardatarios en cualquier intento de
reforma”. Es una invitación para poder recuperar nuestro orgullo nacional.

Una vez se conoce el texto a manera personal considero que inmediatamente nos
identificamos con esos estereotipos con los que hemos crecido los cuales se han
venido reproduciendo de manera automática generación tras generación y que invita
cada vez más a crear nuevas formas de expresarlo.
Se puede relacionar entonces directamente la tesis de Posada con los estereotipos
latinoamericanos del historiador mexicano Allan Knight donde explica que
latinoamérica siempre ha estado permeada de estereotipos que llevan a sus países a la
minusvalía y que generan paradigmas difíciles de romper con el tiempo , en este caso
Colombia, ha sido blanco de este estereotipo de país violento que ha traspasado las
fronteras y ha impregnado a la misma sociedad a apropiarse de dicho concepto al
punto de sentirse impedido a recordar los valores de la cultura nacional que nos ha
dejado la historia.

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