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Gustavo Villar
I. E. BERTOLT BRECHT
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All content following this page was uploaded by Gustavo Villar on 13 September 2014.
“No se trata de partir de grandes teorías para, por un efecto de deducción, llegar a la
explicación de lo particular o concreto; tampoco consiste, por el contrario, en partir con la
mente en blanco de lo particular e ir descubriendo, poco a poco, la totalidad, sino en partir de
lo concreto inicial, es cierto, pero con una teoría provisional que lo explique, para luego ir
descubriendo las determinaciones socioculturales que han conformado históricamente el
objeto”. (Mendo: “Concepción de currículo”)
En el proceso de sistematización de nuestra práctica, el enfoque pedagógico que asumamos en
nuestra institución es un aspecto fundamental. Sistematizar nuestra práctica educativa implica
partir de lo concreto inicial. En ese sentido, consideramos que el enfoque histórico-cultural es
aquella teoría que nos debe ayudar a explicarla. Dicho enfoque enriquecerá nuestra mirada en
relación al sentido y carácter que le otorguemos a la práctica educativa, a sus propósitos, a la
concepción de estudiante, al rol docente, entre otros aspectos. Una reflexión crítica de nuestra
práctica debe considerar el análisis de estos elementos fundamentales y debe evitar incurrir en
concepciones aplicacionistas, de recurrir a un enfoque para, sin mayores intermediaciones,
prescribir cambios en nuestras prácticas de enseñanza (Baquero, 2001).
Consideramos que existen razones fundamentales para alimentar nuestra reflexión y práctica
pedagógica a partir del enfoque vigotskiano. Y creemos que, con frecuencia, se ha recurrido a
Vigotsky sólo en términos instrumentalistas, extrayendo y descontextualizando de su enfoque
los elementos técnico- pedagógicos, centrados, básicamente, en una mediación entendida
como mediación didáctica, y orientada únicamente a lograr aprendizajes cognitivos.
RAZONES FILOSÓFICAS,VIGOTSKYYLACONCEPCIÓNDEHOMBRE
Concepción de hombre y práctica docente
¿Qué relación guardan las ideas acerca del hombre, acerca de la "naturaleza humana", con
nuestra práctica docente? ¿En qué medida y de qué forma afectan nuestros prejuicios
ideológicos sobre la naturaleza del hombre la labor que desempeñamos en las aulas?
Las concepciones de hombre que pueden hallarse en los docentes pueden ser muchas veces
implícitas y afectar nuestras actitudes, desempeños o decisiones de forma indirecta. Ciertas
teorías científicas o concepciones ideológicas predominantes en el medio social o académico, y
con las cuales hemos tenido cierta cercanía o proximidad, contienen concepciones de hombre
en su base que vale la pena explorar, explicitar y develar de qué forma se infiltran sutilmente
en nuestras concepciones pedagógicas y prácticas docentes, para poder abordarlas y
transformarlas críticamente. Veamos algunos ejemplos concretos que podrían presentarse en
nuestras planas.
¿Qué explicaciones son las más difundidas acerca de la creación literaria? Es frecuente
encontrar explicaciones que nos hablen no solo de cierta influencia sino del predominio, casi
monopolizador, de la elaboración inconsciente en la creación artística1. Este
sobredimensionamiento, en la explicación, del momento inconsciente de la creación, asociado
incluso a la necesidad de provocarse estados alterados de conciencia para alcanzarla, expresa
que en la relación entre lo consciente y lo inconsciente, para explicar el acto creador, la
irracionalidad del segundo ha terminado imponiéndose. Una concepción irracionalista de la
creación y del creador está presente en estas teorías.
¿Cómo se explica evolutivamente la diferencia entre el hombre y el animal? En la actualidad,
es común tanto antropomorfizar al animal, como animalizar al hombre. Mientras al primero se
le atribuyen cualidades como tener conciencia, vivir en sociedad y hacer uso de un lenguaje, al
segundo se le atribuyen toda clase de instintos y emociones controladas por el "cerebro
reptiliano". Así, un evolucionismo lineal no verá saltos y diferencias cualitativas entre el
hombre y el animal, y verá al primero como mera prolongación y resultado de las leyes
biológicas de la evolución, sin considerar que otro tipo de leyes (sociales) son en este caso
determinantes principales de su origen y desarrollo. Este es uno de los aspectos más "duros"
de combatir a nivel ideológico por la enorme difusión que ha tenido la idea del hombre como
ser sujeto a instintos. El terreno de "lo biológico" y "lo social", lo innato y lo aprendido en el
hombre es quizá uno de los más controvertidos y complejos. Una concepción naturalista del
hombre está presente en muchas teorías científicas contemporáneas, remozadas con
novísimas investigaciones genéticas que "descubren" nuevos genes para explicar viejos
problemas sociales. ¿Cómo explicamos la determinación de lo social en el individuo? Ciertas
teorías psicológicas suelen explicar las conductas humanas por la influencia del ambiente
social. No obstante, una concepción ambientalista acerca de lo social concibe a este ambiente
sólo como medio externo, entorno, sistema de estímulos o conjunto de agentes frente a los
cuales el hombre debe adaptarse. Es casi el mismo esquema cuando se analiza la relación del
individuo animal con su entorno o medio natural. Lo social está naturalizado y el hombre,
biologizado. Estas explicaciones olvidan además que el hombre se relaciona con su entorno
activamente, no es un sujeto pasivo que responda meramente a estímulos ni un animal
operante gobernado por el imperio de los refuerzos y castigos. Es, por el contrario, una
personalidad en formación, que desarrolla una conciencia que autorregula cada vez más su
actividad a través de la reflexión, sus concepciones, intereses, ideales y aspiraciones. Estas
concepciones ambientalistas no resuelven dialécticamente las relaciones entre lo individual y lo
social.
No son pocas las consecuencias de tener una cierta idea acerca de cómo es el hombre en la
práctica pedagógica. Por ejemplo, en la película francesa Los coristas, la consigna impuesta por
el director era aplicar a los alumnos el principio de acción-reacción. Si alguien golpea hay que
golpearlo, si alguien agrede hay que agredirlo, hacerle saber quién es la autoridad y enseñarle a
temerla. Hay aquí, de fondo, una visión animalizada del hombre. Educar es aquí casi lo mismo
o peor que domesticar o entrenar animales.
Sin llegar a esos extremos, en el aula ciertas prácticas tradicionales, escolásticas, trasmisivas o
bancarias (como señala Freire) suponen un sujeto receptivo, un receptor pasivo de
información. Esa vieja imagen publicitaria de una academia preuniversitaria, del docente
echando "extracto de conocimiento" en la cabeza del estudiante, supone, además de una
concepción distorsionada sobre el conocimiento y el aprendizaje, una idea de estudiante
reducido a objeto: receptivo, acrítico y sin voz.
La base filosófica de este planteamiento se refleja de forma bastante clara en la sexta tesis de
Marx sobre Feuerbach, según la cual "la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada
individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales" (Marx, 1974). Esta tesis
fundamental del materialismo histórico sitúa el problema de la esencia de la humanidad en un
plano material, concreto e histórico. Quiere decir que lo que define a la humanidad no es
alguna cualidad espiritual, psicológica o natural del individuo aislado (creer en dioses, tener
moral, usar lenguaje, razonar, tener un cerebro superior, etc.), sino el conjunto de sus
relaciones sociales. En La Ideología Alemana, Marx dirá en forma sintética: el ser de los hombres
es su proceso de vida real.
La esencia social, por tanto, "no se encuentra del lado de los individuos aislados sino del lado
de las relaciones sociales. Pero justamente por excluir de entrada toda psicologización de la so-
ciedad, esta concepción implica la socialización fundamental de los individuos: en cuanto seres
sociales, estos, lejos de desempeñar la función de elementos primordiales, son productos
históricos" (Sève, 1975).
Queda claro, a partir de esta afirmación, que los hombres, individualmente considerados,
adquieren su condición humana, a partir y en el seno de un conjunto históricamente
determinado de relaciones sociales: "las características esenciales que hacen de él un ser
humano, son de carácter social... al nacer, no es portador de ideas innatas ni de condiciones
económicas y sociales hereditarias. Sus ideas, su concepción del mundo, sus condiciones de
vida, sus hábitos y costumbres, sus normas de comportamiento, se forman a base de las
condiciones económicas, sociales, y culturales ya existentes, en las que tiene que vivir
necesariamente”. (Guardia Mayorga, 1970)
Nuestras concepciones acerca del hombre y la sociedad condicionan nuestro accionar político,
es decir, las decisiones que tomamos. El ámbito educativo no es ajeno a esta verdad. Por ello,
debemos evitar el punto de vista positivista, ahistórico y despolitizado que asume que los
procesos de enseñanza-aprendizaje son neutrales y ajenos al poder, la política o el contexto
(McLaren, 2005).
RAZONES PEDAGÓGICAS
Considerando los postulados más importantes del enfoque histórico-cultural, cabría analizar
de qué forma los principios pedagógicos basados en dicho enfoque nos pueden ayudar a
mejorar nuestra práctica educativa. Recogemos en este punto los aportes de Pérez de Prado y
López Morejón (2000), aunque mencionando sólo algunos de los principios desarrollados por
los autores.
A manera de conclusión
Como se dijo al principio, una mirada a los fundamentos del enfoque histórico cultural debe
contribuir a evitar una aproximación meramente aplicacionista al aporte vigotskiano. Se trata
de un enfoque pedagógico y no de una técnica de enseñanza.
Vemos también que sus fundamentos se alimentan de la misma concepción del mundo que
inspira nuestra labor institucional, y por eso nos debe interesar conocerla cada vez mejor para
adecuarla creativamente a nuestras propias necesidades. Estamos seguros de que la reflexión
que podamos hacer en tomo a los fundamentos filosóficos, políticos, pedagógicos y otras
dimensiones presentes en el enfoque sociocultural, vinculándola permanentemente a nuestra
propia práctica, enriquecerá el proceso de sistematización emprendido y ayudará a mejorar lo
ya logrado.
Bibliografía
Arizaga, R. "Lineamientos prácticos de la pedagogía crítica". En: Seminario Internacional
Modelos Pedagógicos: Pedagogía Critica, Lima, agosto 2009.
Baquero, R. (1996). Vigotsky y el aprendizaje escolar. Buenos Aires. Aique.
Baquero, R. (2001). La educabilidad bajo sospecha. Cuadernos de Pedagogía Rosario, 9.
Guardia Mayorga, C. (1970). Filosofía, ciencia y religión. Lima: Ediciones Los Andes.
McLaren, P. (2005). La vida en las escuelas: una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de
la educación. Siglo XXI.
Marx, Karl; Engels, Friedrich (1974). Obras escogidas. Moscú: Editorial Progreso.
Mendo, J."Concepción de currículo" En: Revista Investigando, 2008.
Ortiz, P. (2004). El problema del sujeto de la educación.
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/educacion/n1_2004/a04.pdf,
fecha de consulta: 21 de setiembre de 2009
Pérez de Prado, A. y López, V. El enfoque histórico cultural una alternativa cosmovisiva en el
proceso de enseñanza aprendizaje. Educación Universitaria, 2000. En:
http://www.umcc.cu/pe/Educacion%20Universitaria%202000/EL%20ENFOQUE%20HIS
TORICO%20 CULTURAL%20UNA%20ALTER.pdf, fecha de consulta: 12 de setiembre de
2009.
Sève, L. (1975). Marxismo y teoría de la personalidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Vigotsky, L. (1995). "Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores". Obras
escogidas. Tomo III. Madrid: Visor-MEC.
Nota
1. “La creación se reduce, como dice André Bretón al definir al surrealismo, a un automatismo
psíquico puro por el cual se propone expresar sea verbalmente, sea por escrito, o de cualquier
otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Pero la conciencia no deja su lugar tan
fácilmente, la actitud tendiente a derrotarla por completo, a excluirla, es una posición
absolutamente consciente. Y la forma más radical de inconsciencia artística para los
surrealistas, o sea, la escritura automática, no podría producirse por una paralización de la
conciencia, sino por una activa participación de ella”.
(Adolfo Sánchez Vásquez Filosofía de la Praxis, p. 351).