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Silvia Bleichmar (1944-2007)

Una teoría de los orígenes.

El Psicoanálisis de niños a la luz de la Metapsicología.

Por Alicia Leone


Psicoanalista.Coordinadora del Área de Infancia de ASAPPIA
alicialeone10@gmail.com

“Si la humanidad se quedara sin psicoanálisis (…) no sólo quedaría despojada


de un conjunto de descubrimientos sobre el ser humano de los siglos XIX y XX
sino del campo de conocimiento y del método más importante que se ha
generado para la apreciación de las determinaciones de la creación y
producción humanas en el sentido más amplio del término” [1]

A partir de los movimientos teóricos del psicoanálisis rioplatense en la década del 70 se


genera un impasse en el campo del psicoanálisis de niños; la existencia de diversas
posiciones teóricas que suponen paradigmas diferentes respecto al inconsciente y al sujeto
mismo, el ingreso del estructuralismo barriendo con la noción de historia tensa en especial
el campo de la clínica con niños en el que se juega de manera central la conceptualización
de inconsciente (estructurado al modo de un lenguaje/ existente real; origen endógeno o
exógeno de la pulsión; etc.) al momento de definir los modos de intervención. El método
debe adecuarse al objeto y éste debe ser definido en su especificidad: ¿se trata de un
síntoma, formación de compromiso entre instancias que nos pone en el terreno del
conflicto…o de modos de estructuración diversos que requieren otras formas de
intervención, ya no la interpretación? Varios analistas emprenden la tarea de revisar los
principios fundamentales de la técnica y por lo tanto, de la teoría.
En este trabajo sobre paradigmas destaca de manera relevante la obra de Silvia
Bleichmar [2] que relanza el psicoanálisis de niños al ponerlo a prueba en su correlación con
la Metapsicología, tomaré algunos ejes de su obra, a modo de puntos de partida para quien
quiera adentrarse en su producción, corporizada en libros, artículos, ponencias y una página
web generosa de su pensamiento.

En uno de sus artículos [3], Silvia Bleichmar expresa el temor de que el psicoanálisis
implosione a partir de sus contradicciones internas y propone “abandonar los elementos
obsoletos y realizar un ejercicio de recomposición de la dosis de verdad interna que posee”.
A esta tarea se aboca desde una triple perspectiva de la obra freudiana: problemática,
histórica y crítica, a partir de considerar que “Las contradicciones no pueden ser eludidas
porque es el modo que asume en lo real el objeto mismo: objeto (el inconsciente) que se
sustrae en la medida en que se lo conoce.” Hacer trabajar el psicoanálisis es la propuesta
central, desatrapándolo del eclecticismo y el dogmatismo , en una lectura en problemática
de la obra freudiana.

Trabajo del Psicoanálisis se llamó la revista que funda en México y luego ese nombre dará
marco al seminario que dicta desde 1996 hasta el 2007, lugar no sólo de transmisión sino
espacio simbolizante en el que desarrolla su pensamiento, siempre en el horizonte del
diálogo con otros [4]. La noción de trabajo es solidaria al método freudiano, desde el cual
la clínica es el lugar de comprobación, de “falsación popperiana” de la teoría, no el lugar de
producción teórica.

A partir de un trabajo teorético riguroso en relación a la conceptualización del


inconsciente [5] considera que “…es un existente cuya materialidad debe ser separada de
su conocimiento: existió antes de que este conocimiento fuera posible, y el descubrimiento
freudiano implica su conceptualización, no su invención.” [6]
Fundación del inconciente y represión originaria

Retomar la hipótesis freudiana por la cual la represión funda la diferencia entre el sistema
Inc y el Precc-Cc supone que el inconsciente tiene tiempos de fundación y esto lleva a poner
en el eje de la investigación emprendida a la represión primaria, considerada por Freud en
su sesgo de requisito lógico para explicar la represión secundaria, mecanismo princeps en
la producción de síntomas.

Desde la propuesta de “…redefinición de la neurosis en la infancia partiendo de la


concepción de un sujeto en estructuración” [7]que supone tiempos reales, cercables, de
dicha estructuración, postula la represión originaria, por cuanto su característica central es
fundar la tópica; antes de su establecimiento serán otros destinos pulsionales los que se
hacen cargo de la defensa. La represión originaria tiene dos aspectos, uno es que produce
la separación entre consciente e inconsciente, otro es que sepulta aquellos representantes
de la sexualidad que no tienen transcripción y forman los elementos nucleares del
inconsciente.
Sus tesis principales acerca del inconsciente son [8]:

- Realismo del inconsciente y signos de percepción. La alucinación primitiva reinviste la


huella de una vivencia, la cual implica una articulación de signos de percepción (productores
de simbolización al crear una materialidad nueva). “…esta realidad psíquica es efecto de un
objeto exterior, que proviene de un tipo de realidad que es del orden de la sexualidad
humana, pero que en su implantación pierde toda referencia a este exterior (…) Tomando la
huella como residuo de esa experiencia, es investida en la alucinación primitiva y constituye
el embrión de toda simbolización posible (…) pero no es simbólica de nada, porque no remite
más que a sí misma”. [9]

- Heterogeneidad representacional, en un sistema de transcripciones. “… el aparato


psíquico no se limita a dos modos básicos de representaciones (representación-cosa y
representación-palabra), sino que coexisten fundamentalmente en el inconsciente distintos
modos de simbolización que implican, siguiendo a Freud por supuesto, desde
representaciones-palabra reprimidas hasta representaciones que se sostienen al modo de
lo arcaico, vale decir, que no pueden tener transcripción lenguajera o que no pueden
alcanzar significación”. [10]

- Represión originaria como operatoria fundante de la tópica, con tiempos lógicos,


desfallecimientos, dificultades en su instalación respecto a una o varias corrientes
pulsionales, desmantelamientos por traumatismos severos,…etc.

- Pensamiento sin sujeto , el pensamiento antecede al sujeto “…la realidad psíquica es del
orden de un pensamiento sin sujeto (…) Esto quiere decir que en los orígenes del aparato
psíquico esta realidad es del orden de lo presubjetivo, y después de la constitución del
inconsciente, del orden de lo parasubjetivo.(…) “…estas representaciones, siendo el efecto
de inscripciones que se producen en el tiempo, no son históricas porque no están
atravesadas por la categoría del tiempo”. La representación es el átomo de la vida psíquica.

-Origen exógeno de la pulsión, por decaláge de lo biológico: subversión de lo


autoconservativo.

Esta conceptualización del inconsciente como no existente desde los orígenes, conteniendo
inscripciones que pueden transcribirse (o no encontrar modos de retranscripción) y no son
simbólicas aún cuando están en el origen de la simbolización, estructura abierta a lo real,
remite a otros conceptos como: traumatismo, paradigma indiciario, historia significante,
intervenciones simbolizantes, simbolizaciones de transición… O sea, tiene profundas
consecuencias en el modo de pensar la clínica y, por lo tanto, los modos de decidir las
intervenciones del analista. [11]

La consideración metapsicológica de lo originario y esta pesquisa y conceptualización de los


tiempos fundacionales del sujeto psíquico vertebrará toda su obra. Para el psicoanalista, la
infancia “Es el tiempo de instauración de la sexualidad humana y de la constitución de los
grandes movimientos que organizan sus destinos en el interior de un aparato psíquico
destinado al aprés-coup, abierto a nuevas resignificaciones y en vías de transformación
hacia nuevos niveles de complejización posibles.”

El diagnóstico se relaciona entonces con : “Cercar los momentos de la represión originaria,


pero también sus avatares, sus insuficiencias , sus desigualdades o sus fracasos, es entonces
jalonar los tiempos constitutivos del inconsciente y de sus contenidos fantasmáticos,
jalonamiento que en el niño es de importancia decisiva para la práctica (a diferencia de lo
que ocurre en la cura del adulto ) porque en la elección del dispositivo terapéutico es
determinante saber si uno se sitúa antes o después de la constitución del inconsciente
“ [12] y la intervención analítica en tiempos de constitución psíquica, y/o en momentos de
desestructuración, se transforma en intervención simbolizante, posibilitadora de producir
algo nuevo. La idea de neogénesis es solidaria a un aparato abierto a lo real y sometido al
traumatismo [13], y al concepto de metábola (J.Laplanche), dando cuenta de que entre
aquello que ingresa y la producción psíquica hay un proceso de descualificación y
cualificación que hace que cada producción sea singular, no homotécica a lo ingresado al
psiquismo.

El otro humano y los orígenes del psiquismo

El encuentro entre el “cachorro humano” y el adulto es radicalmente asimétrico, por cuanto


el bebé cuenta sólo con montantes biológicos adaptativos y el adulto es un sujeto con
inconsciente, que opera sobre la cría desde la intersección de dos sistemas presentes en los
modos de ejercicio de la función materna:

- uno que opera bajo los modos del proceso primario, en el que se despliega la sexualidad
infantil reprimida originariamente, desde el cual inscribe una excitación que desconoce
(pulsación primaria). Esta excitación devendrá fuente pulsional, efraccionando el cuerpo
biológico por líneas libidinales.

- y otro sistema regido por el narcisismo, constelaciones representacionales organizadas al


modo del proceso secundario, tanto preconscientes como reprimidas secundariamente.

La madre parasita sexual y representacionalmente a la cría, generando la subversión de lo


autoconservativo e inscribiendo, en el proceso de los cuidados, excitaciones inevacuables
que son exigencias de trabajo psíquico y condición necesaria para la complejización del
aparato psíquico (necesaria pero no suficiente). La sexualidad humana no nace en
continuidad con lo biológico sino en decaláge de lo traumático de la excitación imposible
de evacuar, la pulsión.

Desde los sistemas narcisistas, la madre propicia las ligazones de la excitación, posibilitando
investimientos colaterales, sosteniendo una propuesta identificatoria que posibilitará la
unificación narcisista; el narcisismo trasvasante inviste al niño amorosamente ofreciendo
un proyecto que sostendrá la posibilidad materna de rehusamiento, en un segundo tiempo,
del ejercicio autoerótico que ella misma ha instaurado.

La conjunción de ambos aspectos de la función materna, equilibrando sus efectos, permite


que la excitación de las zonas erógenas precipite en el cuerpo erógeno, fantasmatizado y
regulado por el principio del placer, constituyendo un primer tiempo de la sexualidad: el
autoerotismo. Cuando esto falla, la excitación no ligada desorganiza al modo de un más
allá…, excitaciones que no logran regularse, ritmarse, propiciando trastornos funcionales.

A partir de estos desarrollos, se plantean tiempos de fundación de lo inconsciente, de


constitución del aparato psíquico. Resulta clarificador diferenciar dos ejes: constitución del
aparato psíquico /producción de subjetividad; o sea diferenciar las condiciones
deproducción psíquica, referidas a los orígenes de la representación humana, sus formas de
transcripción y la necesariedad de encontrar destinos en la tópica; de las condiciones
de producción de subjetividad, las cuales se relacionan con los enunciados sociales, con lo
que hace a la producción epocal del yo

En forma muy sintética y dejando en suspenso las diferenciaciones que podemos hacer
dentro de cada uno de ellos, podemos caracterizar los tiempos de constitución psíquica de
esta forma:

- Un primer tiempo de la vida caracterizado por montantes biológicos, atravesado por la


necesidad.

- Un primer tiempo de la sexualidad, en el que la parasitación libidinal de la madre trastoca


lo biológico, lo subvierte y da origen a la representación humana, introduce un plus
traumático que exige complejización psíquica. Implantación de la pulsión, se constituye el
autoerotismo.

- Un segundo tiempo de la vida psíquica y primer tiempo del sujeto ; caracterizado por la
operancia de la represión originaria y la instauración del yo-representación narcisista
”nuevo acto psíquico” que sepulta la sexualidad autoerótica y da las bases a las
identificaciones. El yo se sostiene en un conjunto de enunciados que posibilitan cierta
estabilidad del sujeto y están regidos por modalidades lógicas propias del proceso
secundario. Silvia Bleichmar diferencia el preconsciente-conciente como modo de
operancia de la lógica y el yo como lugar de investimientos narcisistas y sede del sujeto. A
partir de estos desarrollos se abren otros muy fecundos acerca de inteligencia y
simbolización [14]. El entramado representacional que constituye al yo incluye la identidad
de género.

- Un tercer tiempo de la vida psíquica, constituido por la fundación de las instancias ideales
y la conciencia moral.
Sólo una vez constituida la tópica podemos considerar posible el síntoma en cuanto
formación de compromiso ante el conflicto entre instancias, en tiempos previos o en sus
desfallecimientos estamos ante la presencia de trastornos, que requieren intervenciones
simbolizantes que posibiliten que las representaciones encuentren su lugar en la tópica.

“El psiquismo infantil se estructura en un movimiento complejo de excitaciones y ligazones


provenientes del semejante y destinados a una metabolización que desemboca en
posibilidades productivas y resimbolizantes. Los procesos secundarios no se instalan
automáticamente, sino como efecto de movimientos identificatorios y ligadores que tienen
su origen en las representaciones amoroso-narcisistas capaces de paliar la violencia
implicada en la sexualización primaria”. [15]

Tomar en consideración las características del inconsciente, sus tiempos de fundación, el


modelo del traumatismo... la lleva a varias líneas de trabajo:

- Reformulación metapsicológica de la psicopatología, en un movimiento reordenador que


se constituye en el tema de su último seminario y reconoce antecedentes en toda su
producción teorética.

- Propuestas esclarecedoras acerca de la constitución de la sexualidad masculina. [16]

- El Complejo de Edipo desatrapado de lo familiológico y centrado en el rehusamiento del


cuerpo del hijo como lugar de goce como tema a ser trabajado

- Paradigmas que sustentan el trabajo clínico: lo indiciario, el método abductivo.

Psicoanálisis y sociedad

“¿qué tiene hoy para ofrecer el psicoanálisis?, ¿qué puede aportar al sufrimiento humano
del siglo XXI? Vale decir, ¿hasta qué punto nuestro pensamiento, nuestras teorías, nuestras
maneras de encarar el sufrimiento, nos permite enfrentar los problemas que aborda la
subjetividad del siglo XXI?” [17] Responde a esto constituyéndose en activo actor social,
considerando al psicoanálisis una potente herramienta transformadora tanto para pensar
la subjetividad como para ofrecer modos metabolizadores de los traumatismos que
permitan simbolizaciones y disminuyan el sufrimiento. Fiel a esto, cada situación que
atraviesa genera intervenciones sustentadas en el análisis de las mismas desde el marco
conceptual que sostiene, en un verdadero psicoanálisis extramuros; proponiendo
analizadores: Traumatismo y simbolización, Sujeto disciplinado/ Sujeto ético; Límites o
construcción de legalidades, riesgo país /dolor país…con una mirada que siempre va más
allá de de lo manifiesto y encuentra una posibilidad superadora. [18] Además de su
participación en Programas de UNICEF en relación a víctimas infantiles del terremoto de
México, en 1985 [19], y de Asistencia al Afectado, en el atentado a la AMIA (Asociación
Mutual Israelita Argentina) en Buenos Aires en 1994, y múltiples intervenciones en distintos
planos de la organización ciudadana, a partir del 2001 su intervención pública es mayor,
preocupada por el desmantelamiento subjetivo generado por los modos socio-económicos
imperantes.

Sostiene una extensa producción “en diálogo” : libros, seminarios, notas periodísticas,
reportajes…son espacios de trabajo, nunca de mera exposición En todos los órdenes de la
vida encontramos una propuesta de transformación del acontecimiento en experiencia, de
procesos metabolizadores que permitan el no arrasamiento de la subjetividad, la no
alienación del pensamiento. Silvia Bleichmar sostuvo este accionar tanto en su obra, su
clínica como en su vida y, podemos decir, en su modo de encarar una muerte prematura.

Seminarios
CLINICA PSICOANALÍTICA Y NEOGÉNESIS: FUNDAMENTOS DE LA TRNASFORMACIÓN EN
LA PRÁCTICA CON NIÑOS.

Clase N° 1 dictada el lunes 15 de abril de 1996


Quisiera comenzar por darles la bienvenida a este Seminario y puntuar algunos aspectos
que hagan más fluido nuestro trabajo. Sé que quienes me escuchan por primera vez, y en
particular los jóvenes, se verán obligados a recibir una gran cantidad de información que
tendrán que metabolizar, y ello no sólo en razón de que el programa que intentamos
desarrollar va abriendo distintos ejes que a su vez se van articulando entre sí.
Lamentablemente, no es posible trabajar desde una didáctica del aprendizaje de carácter
progresivo, como tampoco es posible una didáctica de la función simbólica de carácter
progresivo. No se aprende a hablar letra por letra ni palabra por palabra; cuando la red
simbólica cae sobre el sujeto, el único modo de apropiación posible consiste en metabolizar
aquellos elementos que posibilitan ordenar conocimientos a partir de los cuales se pueden
establece órdenes de significación del mundo.
El psicoanálisis se aprende del mismo modo. Se lanzan conjuntos de articulaciones
conceptuales y los elementos que caen van siendo apresados por las mallas de
conocimientos previos que cada uno tiene, allí se engarzan o se rechazan, desde allí se
incorporan y son cuestionados. El objeto que abordamos es un objeto complejo , y la
exposición tiene que ser lo mas clara posible, pero no puede devenir simplificante (no creo
que haya mucha distancia entre lo simplificante y lo superficial: en la dimensión simplificada
siempre se pierde la densidad).

Vayamos ahora, en primer lugar, al título del seminario, que ha producido mucha
curiosidad, comenzando por marcar los beneficios que acarrrea:
a) La curiosidad es producida por el enigma.
b) El enigma implica un nivel de ruptura con las certezas previas.
c) El enigma deviene traumatismo, generando un proceso de desarticulaciones y
rearticulaciones que da lugar a procesos de recomposición terórica.
d) La curiosidad pone entonces en marcha la pulsión epistemofílica (a partir del enigma,
excitante y traumático)
La palabra que hace obstáculo para una comprensión inmediata parecería ser neogénesis.
Por supuesto, ella no puede ser definida de modo breve, al menos de comienzo: constituye
el eje central alrededor del cual se articulan una serie de cuestiones que iremos
desarrollando.
Vamos a trabajar habitualmente a partir de un modelo con las siguiente cacacterísticas: yo
expongo una cantidad de tiempo y luego ustedes no sólo formulan
preguntas sino también sientan posiciones, dan sus propias perspectivas. Uds. saben que
no existe un intercambio basado en alguien que sabe y un auditorio que pregunta. La
formulación de una pregunta implica ya una toma de posición, en muchos casos un
cuestionamiento -desde un saber previo a la exposición misma. De modo que definamos
este espacio como un lugar de intercambio e interpelación.

Volviendo al título: ¿Por qué clínica psicoanalítica? ¿Qué valor tiene todavía seguir
sosteniendo la idea de una clínica psicoanalítica? Sabemos que uno de los grandes
problemas que arrastra el psicoanálisis desde hace muchos años lo constituye
la disociación entre la teoría y la práctica. Disociación que se manifiesta en un uso recitativo
de la Metapsicología: Se trata de la repetición de enunciados conocidos,
como emblemas de fe y pertenencia, los cuales van por un lado, mientras por otro lado van
nuestra práctica, nuestras intervenciones o los modos con los cuales accedemos a formas
de cercar la clínica.
Clínica psicoanalítica entonces, con la clara intención de someter nuestra práctica a los
enunciados metapsicológicos y de repensar nuestros enunciados metapsicológicos en la
práctica. La clínica, desde la perspectiva que estamos enunciando, no es el lugar donde se
produce la teoría; es el espacio desde el cual se plantean los enigmas que ponen en tela de
juicio las teorías cuya convicción sostenemos.
Tomemos como modelo el caso Hans -que supongo todos conocen-, para detenernos en el
instante en el cual Hans comienza a deplegar ante Freud sus asociaciones en una dirección
totalmente inesperada. Freud va hacia Hans para comprobar la teoría del Edipo, en el
sentido clásico, y Hans se descuelga en la mitad del tratamiento con la teoría cloacal. Se
trata de ese momento en el cual el niño irrumpe con una serie de fantasías respecto al
plomero, a las cañerías, a la castración, encarado desde un ángulo no pensado hasta allí por
Freud.. Momento en el cual se produce una efracción en el interior del cuerpo teórico, que
obliga a repensar la teoría misma con la cual hasta entonces se había abordado la
conducción de la cura. El método (libre asociación - atención flotante) demuestra su
eficacia, a un punto tal que permite hacer entrar en crisis la teoría “oficial” otorgando una
preeminencia a una zona erógena no contemplada hasta ese momento. El método, que
afirma la validez de la teoría general, marca al mismo tiempo sus límites, y obliga a una
revisión.
Vemos ahí cómo la realidad es incapaz, por sí misma, de segregar ni las preguntas ni las
respuestas, porque la realidad, en sí misma, no es el lugar donde se elaboran las hipótesis;
pero se hace claro, por otra parte, cómo la observación-escucha atenta de la realidad del
objeto, fractura las certezas, abre posibilidades de “falsación” de la teoría vigente. Pero así
como la realidad en sí misma no enseña nada, y sólo marca nuestros puntos de ignorancia
cuando queremos o podemos verlos, la teoría aislada de la practica, la teoría que no
encuentra sus preguntas en la practica, toma la forma del delirio. Se convierte, como diría
Freud, en pura representación-palabra aislada de la representación-cosa; con lo cual tiene
la característica de palabras que operan como cosas. Esto es lo que observamos a veces en
el placer que se genera en ciertos círculos psicoanalíticos cuando se habla, y se habla, y se
habla... Se trata de un placer obtenido de la repetición, y de un intercambio establecido
bajo modalidades narcisísticas en las cuales cada uno sabe que el otro lo reconoce como
parte del grupo no por lo que produce sino porque se atiene a cierto código. Bueno,
nuestros intercambios no pueden tener este carácter, nuestros intercambios tiene que
estar constituídos por representaciones-palabra que se anuden a representaciones-cosa
para producir algún tipo de captación del objeto real externo. Objeto que no está dado, sino
que es producido en base a una articulación conceptual sobre la materialidad que lo
compone.
Estas cuestiones de carácter tan aparentemente alejadas de la clínica son, sin embargo,
centrales para las cuestiones que nos preocupan. El primer problema que se plantea a la
clínica de niños consiste en redefinir su objeto: ¿Es el objeto de la clínica de niños “el niño”?
Así como, se podría decir, pero sonaría un tanto más burdo: ¿son las personas, en general,
el objeto de la clínica de adultos?
Si el objeto del psicoanálisis es el inconciente y el psicoanálisis es un método del
conocimiento del inconciente, la primera cuestión que se nos plantea es la siguiente: la
clínica psicoanalítica de niños implica pensar niños con inconciente. Y esta formulación,
aparentemente sencilla, nos remite de inicio a los ejes más problemáticos que atraviesan
todo el pensamiento psicoanalítico.
Comencemos por puntuarlo del siguiente modo: hay dos grandes líneas que se han abierto
en la historia del psicoanálisis, después de Freud, respecto a la cuestión del origen del
inconciente. Por un lado encontramos la escuela kleiniana y por otro el estructuralismo
francés, con Lacan a la cabeza. Esto no quiere decir que no haya otros autores que han
realizado sus aportes, pero estamos puntuando grandes posiciones de base con coherencia
entre sus propuestas metapsicológias y nuevos modos de encarar el objeto (lo cual no se
reduce a meras aportaciones técnicas, sino a reformulaciones de base de la práctica a partir
de un modo diferente de concebir el funcionamiento psíquico)...
Del lado del kleinismo -que por supuesto está en contigüidad con una serie de
preocupaciones de Freud mismo y despliega una alternativa posible de su obra- conocemos
el peso otorgado a la idea de que las pulsiones y el inconciente son correlativos y se
encuentran en el ser humano desde el momento mismo del nacimiento.Y sabemos que para
algunos autores postkleinianos -entre los cuales nuestros compatriotas han hecho punta-
esto ocurre desde antes inclusive del nacimiento. Melanie Klein nunca llegó a tal extremo;
partió, por su parte, de la idea de que cierta ruptura del equilibrio homeostático producido
en el acto del nacimiento es causal del modo mediante el cual se activa la voracidad a partir
de una tensión abierta, de un intervalo -en el sentido matemático del término- entre el
deseo inconmensurable de pecho y el pecho real capaz de ofrecer la leche.
Este concepto de voracidad en Klein tiene sus bemoles, y ha quedado reducido y aplanado
junto al plegamiento sufrido por el pecho como objeto de deseo respecto al pecho como
fuente alimenticia -contigüidad de la reducción operada en psicoanálisis entre el objeto
alimenticio y el objeto sexual a partir del concepto mismo de apuntalamiento. Pero si lo
miramos más cuidadosamente, se trata de un concepto que tiene que mucho que ver con
un algoritmo - y lamento mucho que los colegas lacanianos que están acá, se enteren que
hay algoritmos que no son sólo del significante lenguajero, en el sentido más popular del
término, sino en aquel que pienso, apelando a una semiótica general, opera como rasgo
diferencial.
Y bien, el concepto de voracidad de Klein implica un algoritmo, es una ecuación, es una
relación. Si bien Klein, por supuesto, pensaba en otros términos y yo me estoy abusando
por su ausencia, ya que ella nunca hubiera hablado de estas cosas así. Pero acerca de lo que
no hay duda, y eso está formulado con todas las letras, es que el inconciente que Klein
propone, el inconciente que da surgimiento a la clínica de niños, es un inconciente existente
desde los orígenes de la vida. Veremos más adelante algunas líneas que esbozan desde la
obra de Freud mismo, las teorías que dan cuenta de que este inconciente propuesto por
Klein tiene en qué brazos sostenerse..
Del otro lado, e inscripto como propuesta teórica con mucha fuerza entre todos nosotros
(fundamentalmente a partir de fines de los años 60 en la Argentina), la idea totalmente
revolucionaria de Lacan respecto a que el inconciente no es algo del orden de lo biológico,
no es algo con lo que se nace: es un efecto de cultura producido a partir de la inclusión del
sujeto en relaciones estructurantes, en el marco de una organización privilegiada, universal,
que es la estructura del Edipo.
Dos grandes líneas entonces. Una en la cual el inconciente es existente desde los orígenes,
y una segunda posición que implica que el inconciente es algo fundado que se va a
estructurar en algún momento de la vida. Es desde esta posición en la cual, -salvados sus
aspectos que conducen a un estructuralismo ahistoricistas-, se produce una apertura hacia
la contingencia, y allí se inscriben los desarrollos que estamos proponiendo respecto a la
fundación del inconciente.

Para aproximarnos a este tema, me veo obligada a introducir acá un concepto que será
central en todos los desarrollos de este seminario, el concepto de interpelación. Concepto
proveniente de la ciencias sociales, fundamentalmente de Max Weber, que podemos más
o menos resumir en los siguientes términos: cuando yo me aproximo a la realidad, interpelo
a la realidad respecto a un orden de fenómenos que quiero conocer dejando de lado, o
poniendo entre paréntesis, aquello que no es relevante al respecto. Es decir, yo no interpelo
a toda la realidad, sino a una realidad que ya ha sido relevada respecto al universo de
objetos que me propongo investigar. Mis interrogantes ya orientan el relevamiento que
guía mi interpelación de la realidad
Supongamos que soy un médico clínico en el momento de la consulta: el hecho de que una
paciente tenga o no el cabello teñido, no es relevante para mi recolección de datos, salvo
que esté a la búsqueda de las determinaciones de algún tipo de reacción en el cual éste está
involucrado. El color y calidad de su tintura no me interesa, salvo por su composición y
pigmentos, en caso de que otros síntomas llevaran a tomarlo en cuenta. Podría ocurrir
también que la consulta fuera hecha por una astenia prolongada, con dificultades para
conservar el ritmo de trabajo, acompañada de insomnio, y que el carácter descuidado del
pelo, su decoloración y desarreglo diera cuenta, junto a otros indicios, de una depresión
severa. El color del pelo, su arreglo, tomaría un carácter totalmente diferente en una u otra
paciente. Estamos en este caso ante un orden de interpelación de la realidad que hace al
cercamiento de un objeto.
La preocupación por la definición de un objeto se plantea hoy no solo en ciencias sociales,
sino también en el conjunto de las ciencias llamadas duras. Jorge Wagensberg dice, en el
prólogo de un libro que tuvo cierta difusión hace algún tiempo,
que el problema del científico es la determinación del objeto, definir sobre qué objeto va a
trabajar.
Si ustedes toman los textos de Melanie Klein, van a ver que la cuestión radica, en su caso,
en la aproximación al inconciente. No hay allí otro interés que el de saber, al aproximarse a
una sesión de análisis, de qué manera está operando la realidad pulsional. Y como desde su
perspectiva el inconciente existe desde siempre, no se pone en duda su existencia en el
sujeto al cual ella se confronta. Luego voy a ir aclarando, ya que se trata de una cuestión
nuclear de mi teoría y mi práctica, a qué me refiero cuando digo que, por el contrario, mi
primera tarea es ver si hay o no inconciente, definir la existencia del objeto en cada situación
clínica concreta, lo cual equivale a dejar abierta la posibilidad de que éste pueda no estar
constituido -tema sobre el cual, si bien he escrito y hablado de múltiples maneras, sigue
constituyendo tal vez el principal obstáculo que se plantea para que algunos puedan
aproximarse a mis desarrollos.
En la propuesta de Klein, el objeto, el inconciente, no sólo está dado de inicio sino que
parecería existir en sí mismo. Parecería no haber otra cosa que inconciente, y el analista
interpreta directamente como si no hubiera formaciones secundarias, a tal punto que las
certezas del yo del paciente son consideradas como encubrimientos de la verdad, verdad
que está siempre en el inconciente. El preconciente no ocupa ninguna función -estamos
ante un modelo distinto del aparato anímico- , y dado que la única realidad psíquica es la
realidad de la phantasy, es comprensible que toda afirmación del yo tome un carácter de
formación defensiva engañosa, algo cercano a la mala fe sartreana: “Usted cree que lo ama,
pero en realidad lo odia”-, como si la “verdad” del inconciente se contrapusiera al “engaño”
del preconciente, del yo. Veremos más adelante que este modo generalizado y abusivo de
interpretar no es sólo patrimonio kleiniano, sino dificultad de los analistas por abandonar
la idea de un “sujeto del inconciente”, el recentramiento en el inconciente del sujeto
deseante.
Vayamos ahora a ciertas cuestiones del lado del lacanismo, y en particular aquellas que han
constituído obstáculos centrales para el psicoanálisis de niños. Para hacer un poco de
historia, con esta dos posiciones respecto a los orígenes del inconciente me encuentro yo
cuando empiezo a ejercer mi práctica psicoanalítica en los años 70. Y por supuesto, a
comienzos de los 70 existe un gran entusiasmo por la posición de Lacan y por el
estructuralismo. En aquellos años el libro de Maud Mannoni, La primera entrevista con el
psicoanalista, vino a plantearnos y a reposicionarnos en el psicoanálisis de niños, y muchos
de Uds. conocen aquellas objeciones que, pasado un primer momento de exultación, se
podían realizar a ese texto -objeciones que yo misma realicé hace ya años, respecto a las
consecuencias que acarrean para la desaparición del campo específico del psicoanálisis de
niños.
Pero más allá de Maud Mannoni, la cuestión central, y que no podemos obviar, está en el
corazón mismo de la propuesta estructuralista, en la cual encuentran valor paradigmático
las formulaciones de Lacan, por ejemplo, en la famosa carta a Jenny Aubry, en la cual se
propone definir qué es el niño. No me detendré ahora en esta carta en la cual Lacan define
qué es el niño, sino para señalar simplemente que en el psicoanálisis lacaniano, el niño
devino objeto y no sujeto. El niño se convierte en el objeto del deseo del otro, constituye
su deseo respecto al deseo del otro, lo cual, al mismo tiempo que puede ser reconocido
como el aporte fenomenal del lacanismo - al plantear por primera vez en la historia del
psicoanálisis, con todas las letras, que el deseo no es algo biológico, innato, sino que se
constituye en el marco de relaciones primordiales que articulan al ser humano al otro
humano, y que lo determinan- deviene la razón principal de su parálisis clínica en el campo
de la práctica con niños, ya que el inconciente infantil, como objeto de conocimiento, se
pierde, “emigra hacia la estructura del Edipo, o hacia el inconciente parental”.
En la conceptualización lacaniana clásica, el niño deja de ser sujeto atravesado por su propio
inconciente, por su propio deseo inconciente, para devenir objeto, en razón de que está en
posición de significante que viene a obturar la falta de la madre. Se produce allí una
inversión fenomenal, ya que la pregunta da un giro de ciento ochenta grados: ella radica
ahora en indagar a qué deseo materno responde el niño, “qué quiere la mujer”, y un
borramiento fundamental del interrogante psicoanalítico se produce, ya que no hay
indagatoria acerca del deseo inconciente del niño como posición del mismo en tanto sujeto
clivado. Pensado el niño desde la castración del otro, queda despojado de toda dimensión
estructural singular.
El avance que permite repensar la condición del inconciente como implantación exógena,
deviene, simplemente, análisis de las condiciones exógenas de su implantación, e
imposibilidad de aproximación al objeto inconciente en la infancia. Dilusión, así, de las
posibilidades de ejercicio de la práctica clínica con niños en una propuesta intersubjetivista
que no se diferencia, en muchos casos, del interaccionalismo -como método, no como
contenido.
Tal vez querrían Uds. intervenir. Sé que estoy desarrollando temas densos, importantes,
que ponen en juego muchos conocimientos previos, y por ahí estoy
avanzando un poco rápido.
Intervención: Podría aclarar un poco más los aspectos que hacen a la concepción del niño
como objeto y como sujeto.

Si bien lo iré desarrollando a medida que avancemos, quisiera marcar, solamente, que el
interés de introducirlo en este punto es para reafirmar la idea central, de que para que haya
psicoanálisis debe haber sujeto de inconciente, atravesado por el inconciente, no del
inconciente, vale decir no en el inconciente.
Para que haya psicoanálisis, implementación del método analítico, tienen que darse ciertas
condiciones:

1 - El conflicto debe ser intersistémico, vale decir intrasujetivo. Siendo el padecimiento


psíquico no simple efecto de un displacer producido por el mundo exterior, sino del
desequilibrio libidinal que se establece entre los sistemas en el interior de la tópica psíquica
y de la angustia o de los reordenamientos sintomales a los cuales en virtud de ello se ve
obligado.
2.- Tiene que haber alguien que pueda hacer el trabajo de producir conciencia donde no la
hay, vale decir, de hacer conciente aquello que no es conciente. Y este alguien debe ser una
instancia psíquica, parte de la tópica, diferenciada del inconciente.. Tiene que haber un
sujeto que teniendo inconciente, tenga preconciente. Vale decir, tenga estructurada las
relaciones lógicas que posibilitan que todas las incongruencias del inconciente devengan
síntomas.
3.- Debe estar constituida y en funcionamiento la represión, como condición del clivaje
tópico entre los sistemas psíquicos y de la diferencia entre el preconciente (con su lógica
del proceso secundario) y el inconciente (operando la lógica del proceso primario).
Representaciones palabra, en sentido estricto, en el doble eje de la lengua, son correlativas
a la constitución lógica que posiciona al inconciente como reprimido.

De modo breve: Para que haya psicoanálisis tiene que haber: 1) inconciente constituido, a
partir de eso, conflicto intrasubjetivo, vale decir conflicto intersistémico; 2) sujeto capaz de
posicionarse ante el inconciente; 3) represión o defensa
Uds. podrán ver cómo estos desarrollos tienden a ordenar la gran dificultad con la cual me
encontré en los 70’, cuando comencé a trabajar -y sobre todo en mis épocas de mayor
entusiasmo estructuralista- que consistía en saber en qué momento tenía frente a mí un
sujeto con inconciente, un niño que tuviera inconciente constituido, con represión, con
defensas, con conflicto intrasubjetivo, intersistémico. Problema prioritario que se
planteaba para poder definir si un niño era analizable o no era analizable -Lo cual no quiere
decir que, en ciertos casos, cuando estas condiciones no están dadas, no se deba
implementar otra estrategia de la cura. Cuestión que encararemos más ampliamente luego.
Hoy estoy hablando de Manhatan para después hablar del Bronx. Vamos a tratar de ubicar
qué es estrictamente psicoanálisis para después ordenar la periferia.
Con intención de que aproximarnos desde otro ángulo al problema de la analizabilidad y a
la importancia de un ordenamiento metapsicológico: Ustedes saben que para Melanie Klein
el juego es un equivalente de la libre asociación, y ello desde una perspectiva muy
interesante, que consiste en el intento de transformar el juego en una categoría semiótica
que posibilite trabajar bajo articulaciones significantes. Esto no atañe sólo a la cuestión
técnica, y sólo me voy a detener ahorapara señalar que la inamovilidad de los objetos de la
canasta de juegos remite a esta intención de constituir una batería significante mínima; por
eso no se pueden modificar demasiado los objetos que la constituyen, la canasta tiene que
tener cierta estructura para que los objetos puedan articularse y componer significaciones
que van en la dirección de un develamiento del inconciente.
Pero la equivalencia establecida entre juego y lenguaje no es tan simple, si se considera al
juego desde una perspectiva semiótica, y no como un simple modo de expresión del
inconciente. Lo mismo ocurre con el lenguaje, cuyo estatuto está claramente definido en el
freudismo como perteneciente al preconciente-conciente, y no como siendo patrimonio del
inconciente.
¿Es posible el acceso a las representaciones inconcientes “tal cual”? Sabemos que no, desde
una perspectiva que mantenga la diferenciación de sistemas tal como es propuesto en la
Metapsicología. Pero Freud mismo da pie, mediante el concepto de fantasma originario y
su estatuto de materialidad princeps del ello, a une leit motiv del kleinismo: el análisis de la
phantasy desde los comienzos mismos de la vida, y su posibilidad de acceso “en vivo”. Es
desde muchos flancos que puede ser puesto en tela de juicio el estatuto de fantasmas
originarios existentes desde los comienzos de la vida, o incluso que formen parte del
inconciente originario. En primer lugar: el inconciente se caracteriza por tener
representaciones-cosa y por no tener articulaciones lógicas (no hay temporalidad, no hay
negación, no hay tercero excluido), es difícil sostener el estatuto de inconciente originario
de ciertos fantasmas que implican una escena y un guión. Entre otros, el estatuto
inconciente, originario, del fantasma de castración, en cuyo estatuto lógico subyace un
reconocimiento parte-todo. Para que haya castración tiene que haber un todo al que le falte
un pedazo, y en el el inconciente no hay representación de la ausencia. Si el inconciente no
tiene representación de la ausencia, porque el inconciente se mueve en una pura
positividad ¿cuál sería el estatuto de la castración en el inconciente? Es Melanie Klein,
posiblemente, en la historia del psicoanálisis quien intenta una resolución intuitiva,
verdaderamente genial, a nivel del modo fantasmático de inscripción de la ausencia, cuando
plantea que toda ausencia, a partir de esa ausencia paradigmática constituida por la
ausencia del pecho, deviene presencia atacante - el pecho ausente es “pecho malo” -,
estableciendo una mitología que torna aprehensible, representacional, el carácter del
inconciente como una positividad radical, es decir como algo del orden de lo real donde no
hay posibilidad de representación de la nada.
Estos elementos, determinación del objeto -y hago aquí una primera aproximación aunque
luego vamos a ir trabajando cada aspecto-, inconciente existente desde los orígenes (o
inconciente constituido) y posicionamiento del sujeto respecto al inconciente, desembocan
en lo siguiente: el psicoanálisis es impensable sin el conflicto; conflicto que se define, en el
marco metapsicológico, en términos intersistémicos, vale decir, intrasubjetivos.
Veamos el interés práctico de estas cuestiones: ¿De qué carácter sería una consulta por un
niño que se rehusa a comer, consulta cuya interrogación se clausura con demasiada
facilidad al proponer como respuesta demasiado frecuente que se rehusa a comer para
oponerse a la madre? Este niño que se rehusa a comer para oponerse a la madre podría ser
pensado, al menos, desde dos posibilidades: se rehusa a comer porque, como “la bella
carnicera” del sueño del salmón ahumado, es un niño histérico que logra a través del deseo
insatisfecho la realización de algún tipo de deseo; o se rehusa a comer porque es la única
manera de plantarse como sujeto por oposición a la madre, negándose al deseo de ella para
tener un deseo propio, digamos, como una histerización primordial de la negación.
La cuestión puede ser planteada en los siguientes términos: Constituye este momento de
la vida psíquica del niño un proceso neurótico, de carácter sintomal, o es un momento
estructurante que da cuenta de un trastorno en el proceso intersubjetivo de producción
psíquica? Dicho de otro modo: estamos ante un trastorno o un síntoma? ¿Implica que hay
análisis posible o no hay análisis posible? ¿Es interpretable o no es interpretable? ¿Es
deconstructible o no es deconstructible?. Y como cuestión fundamental: ¿qué lugar ocupa
en la economía psíquica del niño? ¿Está al servicio del progreso psíquico o está al servicio
de algo que se puede enquistar en forma patológica
Esto no se puede seguir decidiendo intuitivamente -“a mí me parece que lo que le pasa a la
madre es tal cosa”-. La primera cuestión radica en determinar el objeto en el niño, encontrar
con qué funcionamiento psíquico estamos para saber si tenemos que seguir avanzando o
no. Para mí, esto va a ser el eje del trabajo en común de este año, dar una cierta coherencia
a nuestras intervenciones clínicas a partir de determinadas relaciones entre lo que
Laplanche llama descriptivo -es decir, el modelo de aparato con el que trabajamos- y la
prescripción que indicamos. Por qué hacemos o no hacemos esto. Más todavía, podemos
no saberlo a priori, a veces podemos tener intuiciones, pero en algún momento tenemos
que repensar por qué hicimos las cosas que hicimos o por qué avanzamos en cierta
dirección.
Planteaba hace un momento la existencia de dos líneas posibles de ordenamiento del
campo clínico a partir de premisas teóricas de partida diferentes: . Una de ellas la que
sostiene un inconciente existente desde los orígenes, con lo cual siempre habría
psicoanálisis. Ustedes saben que Arminda Aberastury llegó a interpretarle a niños de seis y
ocho meses. Esto que hoy nos suena absurdo, era coherente con la idea -llevada hasta las
ultimas consecuencias- de que el niño entiende porque su inconciente esta constituído. Más
raro e incoherente resulta esto en Dolto, siendo lacaniana. Dolto le interpreta y le habla al
niño de meses, pero lo hace por otra razón, una razón que podemos sospechar de origen
no psicoanalítico: Dolto era una mujer extremadamente religiosa, con lo cual habría que ver
si lo que pensaba que tenía el niño cuando nacía era inconciente o alma, dos cosas que,
Uds. saben, son muy diferentes -aún cuando arrastren en común la cuestión de proponer
un sujeto provisto de representaciones desde los comienzos de la vida misma, y habitado
por algún tipo de espíritu...
Esto es todo un tema para pensar respecto a la presencia de la ideología en el campo
terapéutico. Porque el problema de la existencia o no del inconciente desde los comienzos
de la vida tiene que ver con si uno piensa que los seres humanos nacen con o sin
representaciones; que no es lo mismo que reconocer que puedan nacer con montantes
adaptativos de uno u otro orden, e inclusive, tal como plantean Chomsky o René Thom, con
esquemas sobre los cuales se instala la experiencia. La discusión es si tiene contenidos o no
tiene contenidos el aparato en los comienzos de la vida.
Entonces por un lado, esta idea de que el inconciente existe desde siempre. Por otra parte,
la idea de que el inconciente es fundado. Ahora, como el psicoanálisis lacaniano -al menos
en la época que yo me formé y creo que esto no ha cambiado centralmente- arrastraba un
problema coherente con el corpus central del estructuralismo, que implica un ahistoricismo
radical, los tiempos fundacionales eran tiempos míticos. Con lo cual, cuándo estaba fundada
o no la represión originaria -tema que a mi me preocupa particularmente-, cuándo estaba
o no estaba fundado el inconciente, se determinaba a partir de modelos que tenían que ver
con tiempos míticos imposibles de ser cercados en su realidad histórica.
¿Por qué? Porque había un elemento teórico de base que obstaculizaba el acercamiento de
la historia, que era la idea de una estructura que se va realizando bajo modalidades
combinatorias, no determinada por la vicisitudes de lo vivencial. Y así como para Klein, la
historia del niño era la historia de la pulsión, y lo vivido se reducía a veces algún
acontecimiento ligado al amamantamiento, al control de esfínteres, pero con carácter
causal absolutamente irrelevante. -La función del acontecimiento es algo que vamos a
trabajar mucho, que ocupa un lugar muy importante en la ruptura de un determinismo a
ultranza.
Por otra parte, en los casos en los que uno pensaba desde el punto de vista de Lacan, sobre
todo siguiendo a Mannoni o a Dolto, había como una extrapolación directa -en donde uno
nunca encontraba las mediaciones- de la estructura del Edipo a la organización psíquica del
niño. Lo cual llevaba a preguntarse: ¿qué analizo? ¿Desde dónde analizo? Ya que en la
estructura de inserción del niño se producía la “causalidad suficiente” que daba cuenta de
la patología actual, del fantasma presente, y entonces su raíz estaba en el otro, había que
remontarse hasta los abuelos, o bisabuelos, no para articular una génesis del sujeto por
apres coup, sino para organizar una causalidad transubjetiva.

Los kleinianos en aquella época -en aquella época, digo yo, y sigue ocurriendo: Hay textos
actuales de Patricia Daniels con Hanna Segal que hemos traducido para trabajar en otros
espacios y el modelo de análisis es actualmente el mismo: el analista es una máquina
interpretante, capturante de todas las estructuras del otro. Circula una historia
malintencionada pero no ausente de toda veracidad que cuenta que el paciente de un
analista kleiniano va corriendo a sesión y responde al paso a alguien que lo interroga sobre
su prisa: “lo que pasa es que estoy llegando tarde y ya me perdí la primera interpretación”.
Historia que hace pendant con esta otra: el paciente de un analista lacaniano va caminando
muy lentamente y siendo interpelado dice: “voy despacito, llegando tarde, así tengo la
ilusión de que tuve media hora de sesión”.
Estas son bromas que no tienen que ver con la teoría sino con los juegos que hacemos los
analistas respecto a las deformaciones y absurdos de ciertas técnicas. Pero de hecho,
diríamos que los absurdos se plantean en los límites de lo que la teoría arrastra en el centro.
No se llega a ningún tipo de deformación que no esté plasmada de algún modo en el corazón
mismo de una teoría. Lo cual no quiere decir que no haya kleinianos y lacanianos más
inteligentes que otros, ni que uno no pueda encontrarlos cuando trabajamos y pensamos
sobre materiales maravillosos de colegas que son kleinianos o lacanianos... pero estamos
bromeando sobre los límites de la teorización misma, y también sobre la sutil variación que
se produce de ortodoxia a dogmatismo.
Volviendo ahora al modelo que se plantea desde una y otra perspectiva para el psicoanálisis
con niños: tenemos por un lado -desde el kleinismo- un sistema organizado de sentidos,
basado en una lectura desde un modelo pulsional, sistema que va a ser aplicado al niño en
una lectura traductiva del juego o del lenguaje y, por el otro -desde el lacanismo-, un
esquema respecto al modo en que una estructura va a determinar las formas de
organización deseantes del niño. En nuestra opinión -digo en nuestra porque somos muchos
los que pensamos así-, tanto en uno como en otro extremo faltan los modos singulares
históricos de constitución del sujeto. Falta precisamente lo que hace al eje central del
psicoanálisis, y lo que está obviado es el método: en ambos casos se transcribe a la situación
singular un modelo general que se “aplica” al caso, como una ley al margen de toda
causalidad singular.
Castoriadis ha afirmado algo más o menos del siguiente orden: “la singularidad no es un
accidente del ser humano, es su esencia misma. Así como yo puedo encontrar dentro de la
clasificación de las plantas, que cada planta es un ejemplar de la planta como categoría, la
singularidad de lo humano hace a la dimensión humana. Cuando se pierde la singularidad,
se pierden las categorías básicas de lo humano.” Esta es una idea muy importante, porque
hace justamente a las funciones particulares de la historización de las tensiones subjetivas
del ser.

Reubico simplemente ahora tres o cuatro cuestiones. Vamos a trabajar en los próximos
tiempos sobre la práctica psicoanalítica en su articulación teórico-clínica, e iremos
pensando todos estos problemas respecto a la historia del psicoanálisis de niños. No voy a
desarrollar un seguimiento cronológico sino a trabajar, más bien, en el sentido opuesto,
viendo, a partir de los problemas actuales que tenemos, cómo se ha intentado su
resolución. Procedemos del mismo modo que aquel con el cual se lee la historia en
psicoanálisis: uno no le pide al paciente que le cuente todo desde el momento en que nació,
sino que desde la repetición busca la historia. Lo mismo vamos a hacer con los esquemas
teórico-clínicos, desde la repetición, desde lo que insiste sin resolución, vamos a buscar la
historia.
Lo segundo que vamos a trabajar son los modelos del funcionamiento psíquico. Y ahí es
donde va a aparecer el tema de neogénesis. Para plantear un anticipo marcaríamos los
siguiente: en 1914, en la Metapsicología, hay dos conceptos que desaparecen en la obra de
Freud. Uno es el concepto de huella mnémica, que ustedes van encontrar reemplazado por
el concepto de representante pulsional o representante representativo -representante
pulsional incluyendo el representante afectivo y el ideativo, representante representativo
en razón de que representa a la pulsión, de origen somático, en lo psíquico. El otro concepto
que no desaparece totalmente pero que se eclipsa es el de traumatismo. Este viraje
comienza a producirse antes. Tres ensayos, ya es un texto de viraje.
Podríamos decir que 1904, 1905, es el momento de viraje de una teoría exógena de la
constitución del funcionamiento psíquico -determinado externamente por inscripciones y
por representaciones-, a una dominancia endógena caracterizada por algo que es una
derivación de lo somático en lo psíquico. Allí es donde se disocian hacer conciente lo
inconciente y llenar las laguna mnémicas. Si uno piensa que el inconciente es un inconciente
producido por delegación, puede hacer conciente lo inconciente sin llenar las lagunas
mnémicas. No sé si se dan cuenta por qué.... Porque hacer conciente lo inconciente es darle
una significación a lo que está en lo manifiesto de orden pulsional pero no necesariamente
rastrear históricamente la forma en que se constituyó esto que encuentro.
De todos modos, sabemos que todo lo que se disocia en Freud, se va reencontrando a lo
largo de la obra. Pero hablamos de líneas dominantes, y en este caso el endogenismo pasa
a tener un lugar muy importante. Tan importante que deviene una causalidad tautológica
de fácil recurso, y cuya parodia encontramos desplegada a través de enunciados del orden
de: “Fulano es agresivo porque nació con mucho instinto de muerte”, o, de modo menos
burdo, y en este caso en Freud mismo: “Confluía en el deseo de Hans por el padre una
corriente homosexual efecto de la bisexualidad constitutiva...”
De todos modos la descaptura del endogenismo no es tan sencilla, y en particular desde el
punto de vista práctico. Sabemos que una de las paradojas del funcionamiento psíquico es
la siguiente: gran parte de lo que el sujeto considera como interior, producto de sí mismo,
tiene una proveniencia exterior (como ocurre con el yo y su materialidad identificatoria,
residual), y por otra parte, gran parte de lo interior es vivido como ajeno, externo (ajenidad
radical del inconciente). Es necesario, más allá de que yo pueda sostener un exogenismo
radical respecto al origen de las representaciones, a las condiciones de partida de la
constitución subjetiva, marcar que entre lo que está en el exterior y lo que el sujeto
encuentra hay un procesamiento que es absolutamente singular, “interior”. Diferenciar
entre “interior” y “endógeno” es condición de conservación no sólo del espacio psíquico,
sino también del espacio analítico, ya que, entre otras cosas, decirle a un sujeto que lo que
le ocrre no es suyo, es, por decirlo así, “de su madre”, no sólo es falso en términos absolutos
sino que lo único que puede producir son modos de centrifugación masiva, un incremento
de la disociación y de los niveles de proyección. Si ustedes quieren leer una forma magistral
de producir esto tienen el texto de La primera entrevista con el psicoanalista, de Maud
Mannoni, cuando ella le dice al niño: “Si tu mamá hubiera tenido un papá que tal cosa, no
te hubiera pasado tal otra”… De modo tal que, en el límite, podríamos decir que en lugar de
buscar en el interior del niño, en los espacios ocultos del inconciente, de qué manera se
produce aquello que padece, propone una interpretación que bien puede bordear el límite
de una justificación proyectiva: “Yo no puedo hacer esto por culpa de mi mamá”.
Volvamos a la fórmula que aúna hacer conciente lo inconciente con rellenar las lagunas
mnésicas, lo cual implica acceder a un inconciente estructurado históricamente a partir de
experiencias que lo determinan. Este inconciente estructurado a partir de experiencias que
lo determinan, es un inconciente no tan fácil de buscar en el niño, porque el niño no puede
asociar sobre la historia. El niño puede poner en acto, mostrar, y en algunos casos armar
alguna articulación significante que de las pistas para construir los recorridos junto a él y no
ejercer un exceso de violencia simbólica, pero no deja por ello de planterse un problema
central en el psicoanálisis de niños.
¿Qué quiere decir tomar la historia como elemento determinante en la constitución
subjetiva, y abrir a partir de ello la posibilidad de una neogénesis? Quiere decir que, en
razón de que no todo está dado desde antes y para siempre, la intervención del analista no
se reduce a encontrar lo que ya estaba, sino a producir elementos nuevos de recomposición
y de articulación que den un producto diferente al preexistente.
Cuando se interviene en momentos estructurantes -lo que yo llamo intervenciones
analíticas en momentos estructurantes del funcionamiento psíquico-, para producir, por
ejemplo, un pasaje de la relación binaria a una relación terciaria en un análisis de niños, se
está produciendo un proceso de neogénesis. Algo que no estaba preformado y que no va a
llegar a instalarse por sí mismo es producido por la intervención analítica. Si Uds. releen
desde esta perspectiva altunos textos se encontrarán con lo emocionante que es, por
ejemplo, redescubrir algunos aspectos no pensados. Tomen el trabajo de Winnicott sobre
pseudo self, donde él dice lo siguiente: “después de cuatro de años de pseudo self apareció
el verdadero self”, y rastreen el método de trabajo. Yo pienso que en realidad la
intervención de Winnicott, el modo de trabajo de Winnicott, ligó y articuló un nuevo self.
No es que debajo del pseudo apareció el verdadero, sino que se produjo algo que no existía
previamente: sobre las representaciones desarticuladas, fracturadas y fallidas, un nuevo
entrelazado psíquico permitió una composición menos patológica.
Lo mismo ocurre con el modo de intervención de Bion, que ubica al analista estableciendo
la posibilidad de metabolizar elementos b y transformarlos en elementos a. Les pido
disculpas a los que no saben nada de Bion, pero pueden leer algunos textos tan
estimulantes como Aprendiendo de la experiencia y Volviendo a pensar. Son dos textos
complejos, pero que tienen la enorme virtud de tener como referencia en el horizonte
teórico muchas de las cuestiones planteadas por Freud en el Proyecto. No me atrevería a
decir que Bion lo sabia, pero diría que quien ha leído el Proyecto, puede sentir mucho placer
de leer a Bion. Y quien ha leído a Bion sin leer el Proyecto, tal vez encuentre placer de leer
el Proyecto a posteriori.
Uds. saben que Bion, debido a su insertarse básicamente en el tronco de ideas kleinianas,
trabaja con la idea de que el sujeto evacúa, expulsa, proyecta o deflexiona elementos
determinados por el instinto de muerte, pero el otro no es sólo una pantalla de proyección,
sino que opera un verdadero proceso metabólico. Estos elementos, que son metabolizados
por la madre mediante la función de revèrie, se transforman en elementos capaces de ser
metabolizados, que producen crecimiento simbólico. Cuando esta función a fracasa, o los
elementos b son excesivos, el sujeto queda librado a procesos de desestructuración que el
análisis debe recomponer. De modo que la tarea del analista está atravesada por la función
de reverie, metabolizante y posibilitadora de transformación de elementos a en elementos
b. Hay una tendencia, en ese afán de superponer conceptos de diferentes escuelas, a
confundir el holding de Winnicott con la función de reverie de Bion. Corresponden a
órdenes conceptuales distintos, si bien se pueden articular respetando su campo de
pertenencia específico. El holding es un modo de posicionarse del analista respecto a crear
las condiciones de sostén “suficientemente buenas” para favorecer la emergencia -
constitución, decíamos- del self verdadero. La función de reverie del analista hace más a la
posibilidad de metabolización simbólica de las representacones. En algún momento lo
retomaremos.
El aspecto que yo sometería a discusión desde los basamentos teóricos en que me sostengo,
y que puede servir para compartir con Uds. un ejercicio de modelización acerca del “trabajo
de teoría”, tiene más bien que ver con lo siguiente. Bion tiene un concepto que creo es muy
evocativo, es el de “indigestión psíquica”. Esta indigestión
es efecto de la violencia y omnipotencia que en el caso de la intrusividad del esquizofrénico
opera produciendo imposibilidad de pensar. Uds. se dan cuenta que la dificultad básica se
plantea del lado del sujeto, la “proyección” es primaria, ella estructura la relación con el
objeto. El descubrimiento interesante es en mi opinión la idea de una dificultad metabólica,
cuya causalidad podríamos invertir: ella no es efecto de que el sujeto -como efecto de la
envidia constitucional- proyecta locura que la madre no metaboliza, sino que desde el otro
se ejercitan intromisiones no metabólicas que dejan al sujeto librado a la locura.
Para el tema que estamos trabajando, lo que me interesa marcar es simplemente lo
siguiente: cuando Bion ejerce esta función de reverie en el interior del espacio analítico,
está fundando algo que no estaba previamente, está estableciendo proceso de neogénesis,
esta abriendo la posibilidad de que se organice algo que no había existido antes. No es que
estaba potencialmente, nunca estuvo. Y no por un déficil constitucional del sujeto, sino del
otro psíquico que tuvo a su cargo las funciones de humanización.
Uds. saben que Klein parte de la idea de que en los comienzos existe una unidad -mítica,
biológica?- que luego es clivada como efecto de la necesidad de segregar (deflección,
proyección)por la pulsión de muerte. Por el contrario, siguiendo cierta perspectiva
freudiana, nosotros vamos a trabajar a partir de la idea de que en los orígenes no hay
ninguna unidad, y que luego se constituye, y esto es motor de la diferenciación tópica por
represión, esa unidad. privilegiada es el yo. De modo que cuando hay una falla en el
funcionamiento psíquico, no se trata de recomponer un yo que en sus orígenes fue clivado
por la angustia de muerte, sino que hay que producir una estructuración en la tópica. Lo
cual lleva a una discusión importante en psicoanálisis acerca de las funciones de las distintas
instancias en la tópica psíquica.:
En este recorrido que estoy esbozando vemos que uno de los aspectos centrales en la idea
de neogénesis remite a un aparato abierto; aparato que si tiene cerradas las vías de salida,
siempre tiene libre las vías de acceso. Es un aparato que siempre va a recibir elementos de
lo real, y una de las cuestiones fundamentales consiste en preguntarse qué tipo de
elementos recibe de lo real, ya que no necesariamente -incluso sólo excepcionalmente- va
a recibir elementos de lo real cualificados y compuestos.
Quería hacer un esquema, no me va a dar el tiempo. Me disculpo, creo que ya me excedí
en el tiempo. A veces me olvido que tenemos un año entero para trabajar y produzco
indigestión. Me comprometo a remetabolizar, me comprometo a retrabajar elemento por
elemento. Jamás voy a pensar que la indigestión de ustedes es efecto de la identificación
proyectiva de ustedes paralizando mi mente (risas). Simplemente quise puntuar una serie
de cuestiones. Si quieren preguntar algo, todavía nos quedan unos minutos.
Seminarios

INTELIGENCIA Y SIMBOLIZACIÓN: UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA.

Clase N° 1 dictada el 6 de abril de 1998

Es con mucho placer que retomo este seminario, este encuentro con ustedes, que se ha
ido convirtiendo a través del trabajo compartido en una fuente mayor de estímulo
intelectual. Y en aras de evitar que la estimulación devenga traumatismo inmetabolizable -
teniendo en cuenta que muchos se aproximan tal vez por primera vez a las ideas que
venimos trabajando, quisiera comenzar por revisar algunas cuestiones ya conocidas pero
que nos permiten situar nuestro tema de este año. En primer lugar, y haciendo una rápida
recorrida por el programa, que la cuestión de simbolización, pensamiento, inteligencia, se
irá planteando de distintas maneras, y por supuesto si bien nuestro eje lo constituye la
perspectiva psicoanalítica, y es desde su horizonte teórico desde donde pensamos
nuestras cuestiones, no dejaremos de tener en cuenta en el proceso de interlocución,
ideas, desarrollos y problemáticas que circundan el campo del pensamiento desde otros
campos de conocimiento, entre ellos a la psicología genética, a la semiótica, a la psicología
cognitiva, a la filosofía. Dios nos aparte de todo eclecticismo al respecto, ya que las
preguntas no resueltas desde el interior desde nuestro propio campo epistémico no
podrán emparcharse recurriendo a zurcidos que luego tornan al psicoanálisis un
patchwork armado de retazos de materiales diferentes que no se sabe bien para qué
sirve. En razón de ello, quiero aclarar de entrada que no haremos una homologación
intercambiable de todas las teorizaciones relativas al tema, ya que el objeto que define
nuestra práctica nos obliga a una aproximación particular, y marca los límites en los cuales
otros modelos vienen a articular su posibilidad de ampliación de conocimiento. “Región
científica”quiere decir eso: demarcación de un territorio y posicionamiento de los campos
vecinos, en la coexistencia espacial y temporal, pero sin abandonar, inevitablemente, un
modo de aproximación que nos leva a ler, tasar, confrontar, desde la perspectiva del
objeto que orienta nuestra búsqueda.
A muchos de los presentes los conozco hace tiempo, antes incluso de que este seminario
pudiera ser pensado, y les agradezco muy especialmente que hayan venido a escucharme;
con otros ya nos hemos ido conociendo a lo largo de estos tres años, y hemos compartido
no sólo el espacio sino intercambios que espero hayan sido tan importantes para ustedes
como para mí. Para algunos este constituye un primer encuentro, y les doy la bienvenida.
A todos les quiero recordar que el clima de este espacio es de carácter muy fluido, más
allá del número de personas que somos, y que podría constituir a veces un obstáculo, lo
cual no ha ocurrido. Yo parto de la idea de que no hay ideas banales, parto de la idea de
que no hay preguntas secundarias, y parto de la idea de que no hay preguntas tontas,
porque cada pregunta aparentemente tonta, secundaria, banal, reitera algo de la génesis
del sujeto en la medida en que pone al otro en confrontación con lo obvio no
conceptualizado. Sabemos que lo obvio, no conceptualizado, tiende a perder toda
capacidad explicativa y deviene una especie de ideologización circulante que funciona
como ocultamiento de la ignorancia; es en razón de ello que considero absolutamente
pertinente todo tipo de preguntas en este seminario y todo tipo de intervenciones.
Partiendo también de la idea de que en cada pregunta hay implícita una posición, que no
se pregunta sino desde un lugar, con lo cual ninguna pregunta es ingenua, sin que ello
quiera decir que toda pregunta sea producto de la mala fe; no es lícita la equiparación que
se establece a veces entre ingenuidad y mala fe: quien pregunta sin saber desde dónde
formula su pregunta ejerce su interpelación desde una posición que desconoce en su
determinación; por otra parte, tampoco hay mala fe en aquel que sabiendo desde dónde
pregunta intenta una confrontación con las ideas preexistentes. En ese sentido entonces
pueden preguntar todo, si bien a lo lo largo de mi exposición preferiría que preguntaran
cuando hay algo para aclarar, y al terminar mi exposición - que siempre deja un rato para
intercambiar - pueden intervenir o preguntar desde donde quieran.
¿Por qué simbolización, pensamiento e inteligencia? Podríamos someter a caución el
derecho del psicoanálisis de pretender decir algo sobre la problemática de la inteligencia
en razón de que esta no es básicamente una cuestión que remita al inconciente. Ustedes
saben que es inevitable mantener la relación existente entre el concepto de inteligencia y
el concepto de operatividad en lo real, vale decir entre el concepto de inteligencia y la
posibilidad de producir transformaciones en el mundo circundante o establecer tipos de
relaciones con el mundo circundante, de las cuales el conocimiento es un aspecto central.
A partir de esto sería impensable que el inconciente fuera el lugar de estos intercambios
en razón de que, como ya lo hemos expuesto a lo largo de todo nuestro trabajo de estos
años, el inconciente debe ser pensado en el marco de una a-intencionalidad radical, como
un espacio psíquico sin sujeto y en virtud de ello que se sostiene al margen de toda
adaptación. La adaptación es una cuestión del sujeto, en el sentido estricto, como aquel
que es conciente de su propia existencia, y el inconciente, por su parte, se encuentra al
margen de todo tipo de razonamiento con arreglo a metas, se rige por la repetición, y en
virtud de ello es el lugar desde el cual se pone en riesgo - e incluso se somete a fracvaso -
la posibilidad misma de la adaptación.
Nuestra primera proposición - llamémoslo así - consiste en afiramr que la inteligencia,
entendida como proceso de adaptación, de planificación y coordinación de conductas con
arrreglo a metas, no puede ser definida del lado del inconciente. Sin embargo, y no
pudiendo ser definida la inteligencia del lado del inconciente, debemos agregar que
tampoco es simple establecer la relación entre el yo y la inteligencia. La idea de una
contigüidad adaptativa del yo con la biología entra en crisis cuando nos plantamos desde
una perspectiva que no considera al yo como organismo práctico al servicio de la vida
biológica sino como representación que tomendo a cargo el deseo de existencia, el deseo
de vivir, no está sin embargo en contigüidad con la vida biológica. Sé que aunque nos
sostenemos sobre conceptos que venimos trabajando hace tiempo, voy a detenerme un
momento ya que es sobre esto que se basa gran parte de lo que vamos a ir desarrollando.
Veamoslo desde otro ángulo: Qué tipo de relación, igualdad o desigualdad, podemos
establecer no sólo la inteligencia humana y la inteligencia animal, sino también entre
inteligencia humana específicamente considerada y la inteligencia potencial de la cría
humana. Para ello tendremos que diferenciar no entre lo humano y lo animal, sino entre
lo humano en tanto producto de la humanización y la cría humana en tanto potencialidad
humanizante que debe ser incluida en el interior de la cultura para adquirir las
características de la inteligencia humana.
¿Cómo llega la cría humana a adquirir una inteligencia humana? Abandonada el modo
clásico de diferenciación entre un mundo animal y un mundo humano habitado por almas
- tema al cual Darwin realizó una contribución esencial - no deja sin embargo de retornar
bajo modos más sutiles, o al menos más pretenciosos. Es difícil escuchar hoy en día a
alguien preguntarse si los animales tienen o no tienen alma, en razón de la pseudo
laicización de lenguaje que ha reemplazado el concepto de alma por el de psiquismo
(relegado el primero al plano religioso), y forma parte de nuestro discurso cotidiano la
atribución de sistemas representacionales al conjunto del universo. Y si la Santa
Inquisición pudo llegar a quemar un chancho por hereje, hoy Babe hace ganar una carrera
a su dueño y todos temblamos de pensar que alguien pueda intenter comerlo;
afortunadamente ha cambiado el signo, al menos por ahora, pero no se le atribuye a los
animales sino aquello que estamos habituados a atribuirnos a nosotros mismos - y de esto
el psicoanálisis ha dicho ya lo suficiente.
Los modelos de contigüidad y discontigüidad, de identidad y diferencia, coexisten con
dominancias a lo largo del tiempo. Hoy nadie duda de que las mujeres tengan alma, pero
salvo formulaciones de corte ideológico, la teoría del superyó femenino, o de su ausencia,
tal como fuera formulada por Freud a principios de siglo sigue intocada; tal vez porque
revisarla no llevaría sólo a una reformulación puntual de carácter ideológico - ya intentada
pero de corto alcance conceptual más allá de sus resultados políticos - sino a replantearse
toda la cuestión relativa a la relación existente entre angustia de castración y superyó, e
incluso al reposicionamiento del Edipo más allá de los modos históricos que asume en el
interior de las organizaciones sociales.
Para volver a nuestro tema desde el sesgo que marcan estas reflexiones, la vieja cuestión
del alma como aliento divino retorna en sus modos más tradicionales cuando se da por
supuesto a un organismo biológico humano capaz de representarse su existencia, su
supervivencia, sus angustias y temores, sus modelos operatorios acerca del mundo e
incluso la posibilidad de mutación representacional de estos modelos, desde los orígenes
de la vida. Porque es aquí donde se define la pregunta que venimos formulando: qué tipo
de contigüidad hay entre estos dos tipos de inteligencia, entre la inteligencia animal y la
inteligencia humana - habida cuenta de que la inteligencia natural de la cría humana,
antes de la intervención sexualizante que ejerce el semejante, es inteligencia animal,
tanto en sus logros como en lo que se ha dado en denominar “sus desfallecencias”, en la
debilidad instintual que sostiene la fetalización.
Es en razón de esto que no debemos descartar el concepto de inteligencia animal,
biológica, pero ubicando sus coordenadas: plantearlo no sólo como el efecto de una serie
de montajes adaptativos innatos sino también como la posibilidad de un aprendizaje
definido por fines prácticos, lo que se conoce como “adiestramiento” (que ciertas
corrientes de la psicología actual proponen como una terapéutica de modificación
conductual ante patologías graves de la infancia, desconociendo que está allí el meollo
mismo des despojamiento de toda subjetividad posible). La búsqueda de la especificidad
de lo que el el psicoanálisis puede aportar al cercamiento de la producción de aquello que
denominamos inteligencia humana, y de qué manera esta inteligencia, con sus
características tan singulares, reencuentra o no reencuentra los caminos de la adaptación
al establecer sus relaciones con el otro en tanto hombre, animal o cosa, es un aspecto
central de nuestra preocupación.
Definamoslo en los siguientes términos: si la inteligencia humana es el efecto de una
humanización de la cría, esto no anula el hecho de que haya montajes adaptativos
biológicos desde el nacimiento, montantes que madurarían en una dirección diferente y
que tomarían un carril particular de no intervenir los modos de la crianza humana. Quiero
decir con esto que la inteligencia del cachorro humano podría encontrar mediante el
crecimiento, de no mediar un tipo de intervención particular ejercida por el semejante,
formas de adaptación animalizadas, autoconservativas más directas a partir de un proceso
de maduración de la fetalización originaria, sin que necesariamente llegara a obtener las
características de aquello que llamamos inteligencia humana en los términos que
onocemos. Estamos ante cuestiones no sólo complejas, sino que se han ido enredando a
lo largo del tiempo y que tenemos que desenredar con cuidado.
El gran descubrimiento del psicoanálisis no es sólo la existencia del inconciente, la
posibilidad de que los seres humanos tengan un espacio de su psiquismo que no está
definido por la conciencia. El gran descubrimiento del psicoanálisis es haber planteado por
primera vez en la historia del pensamiento que es posible que exista un pensamiento sin
sujeto, y que ese pensamiento sin sujeto no esté en el otro trascendental - también sujeto
-, ni en ningún lugar particularmente habitado por conciencia o por intencionalidad. Es
haber descubierto que existe un pensamiento que antecede al sujeto y que el sujeto debe
apropiarse a lo largo de toda su vida de ese pensamiento. Y es este aspecto nodal y
absolutamente revolucionario en la historia del pensamiento, lo que ha sido más difícil de
comprender tanto por los psicoanalistas como la cultura en general. La resubjetivización
del inconciente, la intencionalización del inconciente, el recentramiento de un sujeto en el
inconciente que actuaría como más allá de mí pero que sería otro, es justamente la
imposibilidad de entender esta cuestión tan radical planteada por Freud respecto al
inconciente como res extensa, como cosa del mundo, como conjunto de representaciones
en las cuales no hay un sujeto que esté definiendo bajo los modos de la conciencia la
forma de articulación representacional. Yo les pido disculpas a los que vienen por primera
vez por verme obligada a planter cuestiones tan complejas, y puedo detenerme de
acuerdo a como ustedes vayan viviendo el proceso de desarrollo de ideas, pero no quiero
dejar de formular las cuestiones centrales que me gustaría que queden claras para todos
nosotros, como punto de partida.

Intervención: ¿Por qué decía que no hay sujeto del inconciente?

Bueno, esa es una pregunta clave, ya que la frase "sujeto del inconciente" ha estado
circulando de una manera que permite el reingreso de la idea de un sujeto en el
inconciente. La idea de sujeto del inconciente, proveniente de Lacan, - no lo voy a
desarrollar hoy, lo voy a retomar -, intenta precisamente un proceso de desconstrucción
del sujeto. Bajo ninguna circunstancia Lacan hubiera aceptado la banalización en que ha
caído esta frase, hasta tomar un sentido contrario a aquel propuesto por él, de que el
sujeto no está en el yo porque está en el inconciente; por el contrario, su
conceptualización tendía a plantear que en la medida en que el sujeto está en el
enunciado, es un efecto de enunciado, definido en la relación que representa un
significante para otro significante, estamos ante una desconstrucción radical del concepto
de sujeto. Pero la frase “sujeto del inconciente”, si se desplaza a la tópica freudiana,
genera un malentendido, ya que arrastra la impronta de llevar a pensar un sujeto “en”el
inconcidente. Es por eso que yo he preferido conservar la expresión “sujeto de
inconciente”, vale decir afectado por el inconciente, pero con cierta existencia, aún
cuando más no fuera virtual, imaginaria - por qué lo imaginario no sería real? - para seguir
a Freud en una de sus ideas más fecundas, aquella relativa a la existencia de un
inconciente en su materialidad, en su “realismo, y que el yo no es sólo el efecto de un
punto de cierre en la cadena significante en la cual se está jugando la posición de sujeto,
sino que está afectado de una cierta permanencia - al menos cuando la tópica está
constituída, y esto es central para una clínica diferencial de las patologías graves -. La
permanencia del yo como matriz simbólica, relacionada con identificaciones y con
investimientos, se manifiesta en la estructura discursiva pero que está más allá de la
estructura discursiva. Entonces el problema es éste, o se conserva al yo como lugar del
sujeto o se erradica al yo como lugar del sujeto pero se lo recentra en el inconciente, y
esta sería la gran trampa que aparece como problemática en el psicoanálisis desde
siempre.
En Lacan aparece esa formulación bajo un modo que podemos considerar entonces un
tanto provocativa, de ruptura, y sólo una comprensión de su discurso bajo los viejos
moldes podría llevar a pensar un “sujeto del inconciente”, pero en el kleinismo no es así, y
con la pulsión de muerte se ha llegado a niveles de antropomorfización realmente
impactantes. Para dar un ejemplo, si yo soy un gordo colesteroloso que como cantidades
terribles de papas fritas, huevos fritos y churrasco y dos veces por semana como asado y
de postre panqueque con dulce de leche, mi analista no me puede decir: "Usted se quiere
suicidar." Porque no es cierto, yo no me quiero suicidar, yo quiero comer así eternamente,
y no hay nadie en mi inconciente que se quiera suicidar - no descarto la posibilidad de que
alguien ejerza su deseo como modo de suicidio, y hay un bellísimo film llamado “El octavo
día de la semana” en el cual el protagonista decide suicidarse luego de comerse una
enorme caja de bombones, pero la decisión del suicidio debe ser siempre considerada
como algo del orden del yo, y aún cuando pudieran estar en los aspectos preconcientes
reprimidos del yo, su legalidad estaría siempre afectada por el proceso secundario, en
razón de que el suicido es inseparable del par vida-muerte, que implica una contradicción.
Volvamos ahora al señor del colesterol, con el cual me identifico momentáneamente, para
quejarme del analista que me interpreta como si tuviera otro sujeto en el inconciente que
quiere suicidarse y no doy cuenta que llevo otro a mi espalda - como en los dibujos
animados- que me lleva con él a la muerte. Las cosas no son tan lineales: podría ocurrir
que mi yo no toma conciencia de que esa boca que atiborro tiene una contigüidad
metonímica con mi cuerpo, porque esa boca está desprendida del conjunto del cuerpo, y
entonces a esa boca hay que reubicarla en el interior del cuerpo, y el señor que come de
más no es entonces alguien que se quiere matar sino alguien que no puede tomar a su
cargo la defensa del cuerpo como lugar de la vida. Esta es una idea que hace años vengo
trabajando y exponiendo, y que muestra las consecuencias prácticas del debate con una
perspectiva que se desliza hacia la resubjetivización del inconciente. Problemática básica
teórica y clínica del psicoanálisis, ya que es por allí por donde penetra, constantemente,
una re-intencionalización del inconciente que lo despoja de sus aspectos más radicales, y
lo hace regresionar hacia una psicología de la “segunda conciencia”. Ya que el
descubrimiento psicoanalítico no consiste en haber reemplazado la intencionalidad de la
conciencia por la intencionalidad del inconciente, ya que la única que puede ser
intencional es la conciencia, conciencia intencional, conciencia reflexiva, todo lo que
conocemos... Y precisamente ha sido un mérito enorme de Lacan el poner de relieve que
el psicoanálisis no tiene nada que ver con la introspección porque lo que el sujeto está
buscando está totalmente fuera del campo subjetivo, en tanto el inconciente es algo que
está por fuera del lugar del sujeto y que va a sus espaldas en el juego del significante, pero
no como una cosa adherida a él. Ven ustedes cómo la idea de la intencionalidad del
inconciente confluye con aquella de la resubjetivización del inconciente, y tanto nuestra
teoría como nuestra práctica se ven absolutamente empantanadas.
Vayamos entonces a esta idea central que les estoy proponiendo: cómo puede ser que un
pensamiento no sea pensado por alguien, que exista más allá del sujeto pensante?
Tomemos como punto de partida el momento en el cual Freud descubre que las histéricas
sufren de reminiscencias, es decir que les aparecen representaciones que están
recortadas del recuerdo, que no son recuerdos porque el recuerdo tiene una cualidad
diferente, sino que son pensamientos que las habitan, cuyo origen desconocen, cuya
presencia les es extraña, pensamientos que más que pensados se posisionan en el sujeto y
circulan bajo modos fijados. Este descubrimiento ha constituído, ustedes saben, uno de
los problemas más importantes de la traducción de la obra de Freud; en la primera
traducción de Freud, la de López Ballesteros, con todos los aciertos que pueda tener, el
sueño de la inyección de Irma devino hace ya años el modelo paradigmático que tomamos
para discutir el problema de la traducción. Si consultan la edición de López Ballesteros
verán la expresión, relativa al sueño: "abrió su boca.", mientras que una traducción “a la
letra”, atravesada por el psicoanálisis francés apres Lacan, y por toda la epistemología de
mediados de siglo, se plantea: "su boca se abrió." No estamos simplemente ante un
problema retórico, ya que nadie la abrió (a la boca), en el sueño ella se abrió, y es esta la
cuestión central cuando uno se aproxima al inconciente: no es el sujeto quien abre la boca
sino la boca la que se abre (como al señor del colesterol que come compulsivamente), no
soy yo la que piensa en tal o cual cosa, sino que un pensamiento aparece en mi cabeza.
Esta es también la perspectiva que nos permite aproximarnos al pensamiento obsesivo
compulsivo: no se trata de que yo piense en esto o lo otro, sino que no dejar de pensar en
eso. Quisiera transmitir lo más claramente estas cuestiones para que puedan ustedes
darse cuenta de la diferencia fenomenal, de este carácter extraordinario del inconciente.
Hace años, ya lo he dicho en otras ocasiones, me impresionó haber leído en Bion la - por
supuesto no de esta manera que yo estoy planteando sino desde otra perspectiva, pero
eso no importa en estas circunstancias - pregunta que se formula acerca de “cómo se
piensan los pensamientos”. Porque precisamente la locura es la imposibilidad de ser
dueño de los propios pensamientos, con lo cual la gran problemática planteada por el
psicoanálisis es cómo el sujeto se apropia a través de un tipo de método particular de los
pensamientos que son ajenos en su propia cabeza.
Ustedes entienden por qué yo empiezo haciendo esta diferencia entre inteligencia y
pensamiento. Justamente, hace muchos años cuando trabajé estas cuestiones por primera
vez, en mi libro En los orígenes del sujeto psíquico, introduje ya esta idea de que la
inteligencia, en tanto proceso de relación con el mundo atravesada por la lógica,
corresponde al proceso secundario, no corresponde al inconciente ni al proceso primario.
Es imposible la adaptación sin la estructuración de la lógica identitaria - como diría
Castoriadis -, lógica clasificatoria que requiere de organizadores que, en el ser humano, se
definen bajo las reglas que conocemos: tercero excluido, negación, contradicción. De
manera que la relación que vamos a plantear entre inteligencia y pensamiento, es una
relación no solamente no correlativa, que corresponde en muchos casos a instancias
diferentes que además están en contraposición y que en algunos casos entran en colisión;
reconociendo al mismo tiempo, y este va a ser el gran tema de trabajo entre nosotros,
que la inteligencia humana es impensable sin este atravesamiento por un estallido que
opera de inicio y a partir del cual debe encontrar nuevos carriles de recomposición - bajo
los modos que, una vez más apelemos a Castoriadis, él ha llamado la imaginación radical.
He ofrecido ya un ejemplo que sigue siendo adecuado: para que el perro de Pavlov
segregara saliva cada vez que sonaba la campana, tenía que haber un humano loco al que
se le ocurrió que el perro iba a salivar cuando tocara la campana, y que se olvida de comer
él mismo para tocar la campana mediante la cual lograba que el perro segregue saliva. De
lo que da cuenta la experiencia de Pavlov no es solamente del condicionamiento sino de la
imaginación creativa del ser humano en la producción de hipótesis respecto al campo de
lo real.

Intervención: Silvia, ¿podría diferenciar un poquito imaginación y pensamiento?

Vamos a trabajar largamente el concepto de imaginación radical. El año pasado tomamos


muchas de estas cuestiones justamente para marcar cómo se está jugando alrededor de la
problemática del autismo la gran discusión actual sobre los orígenes del pensamiento: una
de las grandes cuestiones que hacen que el autismo se haya convertido en un campos de
batalla privilegiado entre opciones teóricas y regiones de conocimiento diversas, es que
en el autismo, en virtud de su complejidad y dificultad de abordaje, es donde se van
definiendo las relaciones entre lo innato - si ustedes quieren - y lo adquirido. Pero no sólo
entre lo innato y lo adquirido, sino entre lo innato como algo proveniente del campo de la
biología y lo adquirido como algo proviniente de un campo específico representacional.
Ustedes se dan cuenta que esta discusión desde el punto de vista del mercado laboral es
ridícula, porque la indidencia epidemiológica del autismo es mínima.

Intervención: Cuatro cada diez mil...

Cuatro cada diez mil, perfecto. ¿Por qué todo el mundo discute alrededor del autismo?
Bueno, porque allí se está jugando el problema de la determinación de la enfermedad, y
más aún, del campo de lo psíquico: su psicogénesis o su predeterminación biológica. Por
eso los laboratorios invierten esa cantidad de dinero en esta cuestión de la discusión
respecto al autismo, ya que se está jugando algo mucho más importante que el
tratamiento de los autistas.
Voy a retomar esta cuestión de la imaginación radical pero para ir marcando sobre qué
líneas vamos pensando. Tomemos el concepto de pensamiento desde la perspectiva
psicoanalítica para proponer un leve giro: su carácter representacinal. Esto quiere decir
que el pensamiento puede ser tanto un enunciado como un elemento aislado, y que está
ligado siempre a algo que es del orden de la simbolización. Ustedes saben que el concepto
de representante o de representación tiene que ser diferenciado. Freud no se preocupa
por definir el concepto de representación: lo toma directamente de la cultura de su
tiempo, y luego lo procesa en el interior de su teoría - como hace cada uno en el tiempo
que le toca vivir con los elementos que se ofrecen. Y si en los trabajos sobre la histeria la
representación es residual al traumatismo, en la Metapsicología, cuando llega al concepto
de pulsión y se embarca en una vertiente más endogenista, va a proponer a la
representación como algo que proviniendo de la biología encuentra su expresión en lo
psíquico. Recuerden la diferencia entre representación y afecto, que componen al
representante representativo pulsional, ese delegado de lo somático en lo psíquico, de
modo tal que su fuente está en lo biológico - si no fuera por la contingencia del objeto,
que siempre nos viene a salvar, totalmente volcado del lado de lo biológico.
Y bien, de modo general, representación es la forma con la cual se hace activo en el
campo del psiquismo algún tipo de elemento ideativo. Tan general es la definición que
acabo de ofrecerles, que no nos apartamos mucho de una perspectiva filosófica al
definirlo así, por eso tenemos que determinar sus características y especificades para
introducir la cuestión en nuestro campo esepecífico. En primer lugar, someter a caución la
fórmula que propone que la representación es efecto de la delegación de lo somático en
lo psíquico - no sostenida tal cual hoy por la mayoría de los psicoanalistas, pero prersente
en ciertas perspectivas innatistas acerca de la pulsión, en particular de la pulsión de
muerte que la degrada en instinto.
Vayamos, para posibilitar confrontación intrateórica en el interior de la evolución del
pensamiento de Freud mismo, a los primeros tiempos de su obra, a los textos de 1895,
1897, 1900. En ellos encontramos una perspectiva que nos ha permitido desarrollar
muchas de las ideas que venimos trabajando respecto a los orígenes del psiquismo, y que
se sostiene básicamente sobre la formulación de que la representación es el efecto de una
huella mnémica, algo del orden exterior que se inscribe. Estamos acá en plena teoría de la
inscripción como algo de proveniencia exógena, algo que viene del expterior a partir de
una relación con el objeto. Y nuestra pregunta será entonces la siguiente ¿qué tipo de
relación guarda eso que se ha inscripto con el objeto de proveniencia, lo representa o no
lo representa? Aquello que se encuentra depositado a partir de la experiencia - y que
luego aparece al modo de lo que conocemos como “alucinación primitiva” es el reflejo del
objeto real, representa al objeto real, o es la producción de algo totalmente nuevo, de
algo inédito, de algo -como diría Laplanche - metabólico. Es también acá donde se torna
fecunda la conceptualización de Castoriadis acerca de la “imaginación radical”, es decir
que lo que caracteriza al pensamiento humano es la producción de objetos no existentes a
partir de objetos existentes, no la instrumentación del mundo ni su transformación sino la
verdadera creación productiva de un mundo específicamente humano.
La historia del psicoanálisis ha girado alrededor de este problema. Y muchas discusiones
han tomado poco en cuenta la riqueza contenida en ciertas formulaciones con las cuales
podemos tener una diferencia absoluta, y que sin embargo “puestas sobre sus pies”
pueden tornarse muy interesantes. Entre otras, los modos mediante los cuales a partir de
Klein se considera el movimiento de producción psíquico atravesado por el eje de la
proyección, idea sobre la que vamos a volver porque sigue teniendo algo interesante, ya
que va a plantear que es imposible la relación del sujeto con el objeto sin algún tipo de
mediación o de producción subjetiva. Sin embargo, Melanie Klein nunca pudo percibir los
alcances fenomenales que tenía su propuesta de considerar a la proyección como algo del
orden constitutivo, ya que consideraba al mismo tiempo este mecanismo, esta defensa,
como del orden de lo universal y de lo patológico: una suerte de orígenes patológicos del
sujeto, que progresaba hacia la “salud” mediante la disminución de esta proyección, y en
razón de ello el análisis debía obtener una disminución de las defensas proyectivas,
conservando en el límite la ilusión de que el sujeto pudiera encontrar la realidad tal cual
Intervención: Es inevitable el encuentro con el criterio de realidad que usamos en
psicoanálisis, entonces...

¿De qué manera?

Intervención: Si una representación representa o no al mundo real externo o si en el otro


extremo es una mera proyección de una producción interior sin basamento fuera de la
subjetividad.

Sigue vigente la cuestión acerca de si el psicoanálisis ha planteado algo de otro orden, a


partir del hecho de que el inconciente no es un mero accidente patológico sino una
presencia constituyente del mundo. Ustedes deben recordar esa época en la cual se
obligaba a un niño - qué horror! - a mirar con un espejito cuando el dentista le e ponía una
inyección, pensando que lo que lo enloquecía era la fantasía, y que si él veía cómo le
penetraba la inyección no iba a tener miedo ya que el miedo era efecto de su propia
fantasía inconciente, y que la realidad despejaba la fantasía. Yo nunca estuve de acuerdo y
soy de la gente que cuando le sacan sangre prefiere no ver y se siente muy bien sin mirar,
nunca propuse que mis pacientes hicieran esa locura porque nunca he pensado que la
realidad disipe al fantasma, y sabemos que en muchos casos el fantasma es mejor que la
realidad. Esto hace a no convertir la defensa en mala y lo real en bueno sino a tener en
cuenta este juego complejo. Por un lado esto, pero por otra parte está la idea kleiniana de
la phantasy como materialidad psíquica de base... pero al mismo tiempo el problema de si
detrás de la phantasy se vislumbra o no se vislumbra el mundo real.

Intervención: También ha ocurrido que se considerara necesario decirle a un enfermo de


cáncer que estaba enfermo para que levante sus defensas, para que pueda defenderse de
la enfermedad.

Son varias las cuestiones que nos está treyendo este intento de reposicionar las relaciones
entre “la cosa” y el fantasma - si dijera entre “la realidad” y el fantasma, debería definir a
qué orden de realidad aludo: a aquella que constituye el sustrato material del objeto, a la
realidad nocional compartida, ideológicamente articulada por consenso, a la que está en
el límite mismo del umbral de lo visible, innominable?… Respecto al cuerpo vemos
aparecer constantemente en juego estas cuestiones: Por un lado una suerte de
espiritualismo generalizado, que se sostiene en la idea de que la materia está siempre
subordinada al espíritu - en este caso el espíritu es el inconciente. Del lado opuesto, la
idea de que hay una representación siempre directa de la naturaleza en la mente, que la
representación, o la fantasía, es el efecto de una delegación de lo biológico en lo psíquico.
En Freud la dominancia es del orden de la delegación - tal como aparece claramente
conceptualizado a partir del concepto de pulsión, aún cuando retorne por el lado de la
contingencia del objeto la impronta de la experiencia poniendo coto a un endogenismo a
ultranza; por el contrario, es en Groddeck - con quien Freud polemiza al respecto
intentando conservar “las bellas diferencias entre el alma y la naturaleza” - quien lleva
hasta sus últimas consecuencias esta anulación de la especificidad de lo real externo y su
captura en el interior del fantasma, al considerar al síntoma somático como expresión
transpuesta de lo psíquico.
Hemos heredado un psicoanálisis atravesado por ambas corrientes, e incluso por su
coexistencia, y desde cualquiera de ellas se puede proponer que un enfermo de cáncer
tiene, más allá del saber médico, un conocimiento inconciente de la enfermedad en la
medida en que su cuerpo “se representa”, de modo directo, en el psiquismo, o que lo que
le ocurre a nivel somático es efecto de una transposición de lo psíquico en “lenguaje del
cuerpo”. En ambas concepciones se hace presente una concepción de la representación
de la realidad como innata y al margen de toda formación de cultura - de modo tal que lo
desconocido, lo que no ve, es por efecto de la “negación”, concomitante a la represión.
Idea que constituye un absurdo epistemológico total, más allá que pueda ser interesante
en ciertos momentos de la clínica, en tanto teoría espontánea del sujeto acerca de su
propio mal. Muchas veces bromeo recordando esa época en que la gente iba a dar
examen y alguien decía que no podía responder una pregunta porque estaba bloqueado,
como si supusiera que levantando el bloqueo, o la represión, iba a encontrar el
conocimiento en el fondo de sí mismo. Pero aunque levantemos toda la represión posible
nadie puede saber la teoría de la relatividad si no se la enseñan. Es una imaginería
epistémica extraordinaria: Hay un inconciente atravesado desde tiempos inmemoriales
por la represión, y los seres humanos, a medida que lo vamos develando, vamos
descubriendo la rotación de la tierra, la relatividad, la genética... tal vez dentro de mil años
nos reunamos con Dios sabiendo todo porque ya tenemos todo el saber en el inconciente.
Llevo hasta el absurdo esta idea, hasta sus propios límites, para que se den cuenta del
monto de pensamiento mágico, de hasta qué punto la teoría refleja el imaginario del
sujeto.
El saber inconciente - si hay algo que se puede llamar estrictamente así - no es sino el
efecto de lo secundariamente reprimido; sólo se puede saber lo que alguna vez se supo y
se reprimió, no lo que nunca se supo, sostener lo contrario es deificar al inconciente como
si formara parte de un magma universal fragmentado por el aliento divino. Por supuesto
que un paciente, o un ser humano cualquiera, puede saber que le pasa algo porque tiene
los elementos para registrar ciertas representaciones, y las defensas pueden hacerle jugar
un juego de conocimiento-desconocimiento. Si uno tiene un conocimiento mínimo de
ciertas cuestiones y adelgaza sin hacer dieta, y se siente mal, y tiene astenia, y además le
aparecen dolores, y un día empieza a defecar con sangre, y no hace una consulta, es
indudable que algo del orden del temor ha levantado defensas que se rehusan al
reconocimiento de los índices cuya capacidad de lectura posee. Pero los índices que
permiten la construcción de hipótesis no anteceden al conocimiento, sino que son efecto
de un modo de organización del pensamiento sobre una realidad ya articulada. Ustedes
saben que hubo una extensión abusiva tanto del concepto de representante pulsional
freudiano como de la idea de Klein de que la niña tenía noción innata de vagina. Nunca
Freud propuso que hubiera delegación de la naturaleza en la representación, que hubiera
“representante representativo del corazón, o del hígado, ni tampoco Klein propuso que
hubiera noción innata de la hipófisis. Esto se extendió después bajo un modo abusivo,
como efecto de una especie de imperialismo teórico del psicoanálisis unido a cierta
ignorancia epistemológica y teórica de nuestros colegas. Pero no hay que darse tampoco
con la toalla mojada, porque todo el mundo lo hace en momentos de inflación yoica,
cuando un campo explicativo avanza y cree poder dar cuenta de lo irresoluble hasta su
momento de aparición.
Volvamos ahora a nuestro tema, el de la simbolización, para abordar la siguiente
pregunta: cómo haría el sujeto para conocer la realidad exterior, si los orígenes del
pensamiento son residuales del exterior pero están de espaldas a éste. Si el psiquismo se
constituye a partir de constelaciones fantasmáticas, - alucinaciones primitivas - ¿cómo
hace para entrar en contacto con el mundo exterior real? Al introducir la idea de que lo
real ingresa metabólicamente, nos apartamos también de otra vertiente que ha ocupado
cierto lugar: aquella que propone que las representaciones son el efecto de las marcas
exteriores; idea lineal del traumatismo y que recupera la vieja teoría del reflejo, en el
sentido de algo del exterior que queda como marcado en la mente, reflejando la realidad
exterior. Esta postura subtiende también la idea que ha expresado cierta teoría un tanto
mecánica y empobrecida de la inscripción del semejante en el psiquismo, al punto de
pensar que en el psiquismo de un niño se puede ver la realidad de la figura oculta de los
padres dando cuenta, “denunciando” esa realidad que estaba oculta. Nuevamente el
inconciente “sabe”algo que el sujeto no sabe, que el otro no sabe, porque a modo de un
Superman sólo afectado por la kriptonita de la defensa, el inconciente deviene un sujeto,
un supersujeto, un Übermensch… Y ya que hemos recibido la herida narcisista de ser
despojados de nuestro lugar de amos de la conciencia, al menos tenemos una parte
nuestra tan poderosa, tan extraordinaria, que puede conocer la realidad del mundo y del
otro más allá de todo. Ustedes se dan cuenta de las peripecias que realizamos los seres
humanos para salir airosos de los escollos a la omnipotencia, hasta transformar ese
colgajo residual de lo vivencial que constituye el inconciente en algo extraordinario,
poderoso, divino, ya que no podemos ser dominados por algo que no asuma un carácter
espléndido…
Lo que quisiera subrayar hoy de todo este movimiento que estamos realizando es lo
siguiente: en primer lugar mediante la fórmula "estallido de la adecuación a la naturaleza"
quiero marcar que la inteligencia humana no está en contigüidad directa con la naturaleza
sino que sigue un camino que hay que desconstr uir, como hizo Freud con la sexualidad.
También la sexualidad humana podría seguir un cauce biológicamente prefijado si no
estallara de inicio, si no fuera subvertida por los modos de inscripción de la sexualidad
pulsional, desconstruida y luego recompuesta bajo modos específicos en el momento de
acceso a la genitalidad - modos específicos que no encontramos en el resto del mundo
natural, no sujeto a ciclos sino regido por motivaciones deseantes que la capturan.
Y bien: la inteligencia, genéticamente predeterminada, estalla a partir de la presencia que
implanta desde el otro humano, por su parasitación simbólica y sexual, un elemento que
cortocircuita la adaptación: la representación pulsional - alucinación primitiva, en
términos de Freud - a partir de la cual el pensamiento se constituye a contrapelo de la
autoconservación. Y si el camino de la adaptación debe ser reencontrado del lado del yo,
es indudable que esta nunca reencuentra las vías de la biología, sino las de la
representación que el yo tiene respecto a su propia autosubsistencia representacional,
bajo los modos históricamente constituidos - y en los cuales la ideología encuentra
también un espacio privilegiado.

Intervención: ¿Podría ampliarlo más?

En los años 70', fines de los 60', entró en discusión en el psicoanálisis argentino el
concepto de adaptación; por un lado a partir de la fuerza del pensamiento de Lacan y de
su enfrentamiento con las posiciones adaptacionistas, pero por otro, como efecto de un
movimiento político-ideológico que obligó a a una parte importante de los psicoanalistas a
repensar su inserción en el stablishement. No fueron sólo razones teórica ni tampoco
ideológicas la que llevaron a un estallido del concepto de adaptación, se combinaron
ambas y generaron un movimiento muy importante de rescate de las ideas del
psicoanálisis francés, fundamentalmente en respuesta al psicoanálisis oficial, que en
nuestro país no era estrictamente la Ego Psychology, sino una suerte de Melanie Klein
atravesada por las alianzas políticas de las internacionales psicoanalíticas, en las cuales su
radicalidad quedaba edulcorada por los modos con los cuales se iban definiendo las
alianzas de las pequeñas alianzas políticas del estamento psicoanalítico. En fin, lo que
importa de todo esto es que hubo una puesta en circulación de la discusión acerca de los
modos de la adaptación y su estallido consensual.
Este movimiento de descontrucción del yo, de puesta bajo caución de la adaptación, nos
dejó algunas enseñanzas importantes: en primer lugar la enseñanza de que la adaptación
humana tiene muy poco que ver con lo que se llama en términos directos la adaptación
animal, y que no hay equiparación ni contigüidad entre lo que es el hombre en su medio
respecto con relación al animal bajo el ángulo de la autoconservación y la búsqueda de
resolución de tensiones autoconservativas. Un hombre se suicida porque ha perdido la
imagen que sostenía el yo, un hombre deja de comer, deja su propia autoconservación de
lado por cuidar a alguien que ama... Las formas con las cuales se relaciona el yo con lo
autoconservativo son complejas: los seres humanos - y saben que insisto mucho en esto
mucho - prefieren defender su representación de sí mismos antes que su existencia
biológica, y muchas veces eligen morir para seguir siendo quienes son, ante la opción de
seguir vivos biológicamente a costa de dejar de serlo...
Las discusiones de aquellos años eran fuertes, porque las opciones también lo eran. Hoy,
más allá de los acuerdos o desacuerdos políticos, no hay ningún chiflado que tenga el tupé
de salir a decir que la carpa docente es efecto de la pulsión de muerte de los maestros;
cosas que en otra época fueron dichas, no sobre la carpa docente que no existía pero sí
sobre quienes se oponían al sistema, e incluso, como coletazo, no faltó quien dijera que
las Madres de Plaza de Mayo eran suicidas, en razón de ejercer acciones que las ponían en
riesgo.
No vamos a ahondar en esto, sino señalar someramente que la supervivencia
representacional y la autoconservación biológica no se recubren sino parcialmente. Los
caminos entonces de la adaptación se producen bajo formas que nos son las de la
supervivencia biológica, y que están en muchos casos en contradicción con la adaptación
biológica, y esta es la razón por la cual la persistencia del yo no sigue los caminos de la
biología, ya que este es una suerte de analogon del organismo biológico, establecido bajo
modos que se definen por sistemas representacionales.
Esta es la razón por la cual la inteligencia humana, aún como inteligencia de adaptación,
no sigue los carriles marcado por la biología ni por la autoconservación, y que la gran
cuestión que se plantea siempre es de qué manera entra en contacto o en oposición con
las representaciones deseantes que son siempre representaciones - las primarias - del
orden de lo desadaptado. ¿Por qué digo de lo desadaptado? Pensemos en el siguiente
modelo: un bebé que ha mamado del pecho y siente placer por el pecho retoma con
placer el pecho del cual mama, con lo cual se preserva su organismo y al mismo tiempo se
realiza algo del deseo oral. En realidad la preservación del organismo y el deseo oral
toman dos caminos diferentes porque si la mamá de ese bebé tiene un accidente y
ustedes le quieren dar de comer de todas maneras con algo que no sea el pecho ese bebé
no va a preservar lo autoconservativo porque lo que él está buscando son los indicios de
placer en el objeto - esto es lo que ocurre en los casos de marasmo infantil que pueden
llevar al niño a la muerte, ya que el muere porque los indicios que busca no son los de la
autoconservación, y no puede tolerar que no esté el objeto investido libidinalmente en el
momento del amamantamiento, de la alimentación. Entonces, coinciden en el objeto lo
autoconservativo y lo representacional, sexual, imaginación radical o como lo quieran
llamar -ustedes que yo tiendo a llamar sexual a todo plus de placer que no se reduce a lo
autoconservativo, en ese sentido lo sexual freudiano tiene mucho que ver con lo sagrado
de Mircea Eliade, nada más que en lugar de provenir del alma proviene de la sexualidad-,
de manera que una vez producido este movimiento los caminos de la adaptación tienen
que ser reencontrados.
Uno de los elementos que vamos a retomar y que hemos trabajado en otro momento
pero que requiere una vuelta de tuerca es precisamente esta oscilación fenomenal que se
viene planteando en la obra freudiana y que reaparace permanentemente en
psicoanálisis, respecto a si el sujeto es una tabula rasa -teoría de la afasia, Proyecto, Cap.
VII - en el cual se van produciendo inscripciones que se complejizan - modelo de la Carta
52, del Manuscrito M-, o el sujeto es alguien que nace con fantasmas originarios,
representaciones articuladas.
Respecto a la primera opción, a la de un aprendizaje por la experiencia, e Freud mismo
señala en una nota al pie de sus “Tres ensayos”, la imposibilidad de sostener una teoría
del abandono de la alucinación primitiva por ensayo y error; dice que sería imposible que
un sujeto que tuviera que probar por ensayo y error la vida y la muerte sobreviva: al
primer error se muere, y esto, evidentemente, todos lo sabemos. Sin embargo la
alucinación primitiva es un concepto en el cual Freud plantea que la alucinación primitiva
cede porque sino el sujeto moriría por hambre. Esto es un contrasentido absoluto sobre el
cual vamos a volver porque hay casos en los cuales no cede la alucinación primitiva; con lo
cual vamos a trabajar el concepto de la alucinación primitiva como eje a través del cual
vamos a trabajar la imaginación radical como fue propuesta por Castoriadis -con acuerdos
y desacuerdos con él, no importa-. Los que nunca leyeron El inconciente y la ciencia,
léanlo.
Vamos a trabajar en este primer módulo, concepto de simbolización y modelo del
funcionamiento psíquico. Luego el carácter realista del inconciente, modo de
funcionamiento no referencial. ¿Ustedes tienen los programas?
Una observación nada más respecto a la cuestión de los orígenes del pensamiento y la
relación representación-objeto, para que piensen cómo voy a trabajar yo ciertos
ensamblajes. Los primeros modos representacionales en Freud están relacionados con
procesos en movimiento, digamos, la diferencia entre el concepto clásico de
representación y la forma en que aparece en Freud es que acción y pensamiento se
combinan y el pensamiento es una acción realizada. El carácter alucinatorio tiene que ver
con eso, con la imposibilidad de diferenciar entre el pensamiento y el acto, con lo cual
todo pensamiento es de origen un acto. Uno podría decir que esto es muy interesante
porque en Piaget las primeras acciones son esquemas motores, vale decir, los orígenes del
pensamiento están en la acción motora.
Dos cuestiones: en primer lugar que lo que caracteriza al pensamiento de la alucinación
primitiva es que no está destinada a resolver nada, no tiene ningún tipo de acción eficaz
aunque Freud lo llame acción eficaz, ya lo vamos a ver. Ese pensamiento no tiende a
realizar una acción en el mundo sino que tiende simplemente a un reequilibramiento de la
economía psíquica, en ese sentido es como que este aparato está condenado a pensar, no
puede parar de procesar ciertos movimientos, y estas primeras representaciones son
acciones, el niño no piensa: "Ay, ¡cómo me gustaría tomarme el pecho!" No, en el
momento que aparece la representación está mamando, esta es la idea de Freud, después
la podemos someter a discusión pero me parece que es central pensar que son modos
representacionales que tienen que ver con esquemas motores que se caracterizan porque
no producen acciones eficientes. Esto es lo que le da el carácter de alucinación, no el
hecho de que el objeto esté o no esté presente, sino que la acción está realizada y no es
una acción pensada ni intencional ni virtual sino con carácter de real. El objeto con el cual
se realiza la acción es un objeto real, en la medida en que no es real ni virtual, que la
diferencia entre real y virtual es una diferencia posterior.

Intervención: Cuando la escuchaba hablar pensaba en las actuaciones que tienen los
pacientes...

Hay dos cosas que podrían ser señaladas al respecto. En primer lugar, la la posibilidad de
que haya un pasaje a la motricidad sin que haya representación del lado del preconciente.
Sin embargo la mayoría de los pasajes al acto, los que los analistas llamamos pasajes al
acto, son conductas con arreglo a fines. Quiero decir, para acostarse con el cuñado, hay
que tener un pasaje a la motricidad medianamente elaborado. No estamos acá ante el
hecho de que se trate de una representación que pasa a lo motriz, como el acto que
puede ejercer un psicótico que agarra algo y lo tira, sino un conjunto de acciones cuya
determinación no puede ser sofrenada del lado del yo, y cuya motivación el sujeto
desconoce, lo cual produce un pasaje a la motricidad sobre el cual, en muchos casos, se
ejerce a posteriori una racionalización o una intelectualización que es un recubrimiento
racional del acto. En ese sentido es necesario determinar qué implica hablar de pasaje al
acto.
Les voy a dar un ejemplo que me parece que es importante porque ha sido motivo de
trabajo con mucha gente con la que hemos hablado del tema en estos últimos tiempos.
Supongamos que un paciente dice que se siente compulsado a hacer algo que no entiende
por qué, pero que sabe que es algo muy terrible. El va a llevar a cabo una acción y ante
este impulso se ve arrastrado, no puede entender por qué no puede evitar hacerlo,
sintiendo al mismo tiempo que lo perjudica, lo daña gravemente o daña a terceros. La
pregunta que se hace un analista es la siguiente: si le dice que no la haga, se está
poniendo del lado de la represión, pero si lo deja que la haga, lo deja librado a la
compulsión. Acá es donde cobra un carácter importante la noción de abstinencia del
paciente durante el tratamiento analítico, en los términos que fue planteada por Freud,
pero de manera puntual y acotada. El análisis tiene que tender a ayudar al sujeto a
apropiarse de sus propios actos y pensamientos hasta donde sea posible, con lo cual si
alguien dice que va a hacer algo que no entiende por qué pero que no puede dejar de
hacerlo hay que proponerle que entre en abstinencia y darle toda la contención necesaria
hasta que entienda si quiere o no quiere hacerlo y por qué; porque en el momento que el
sujeto habla de la compulsión no es un sujeto deseante, es un sujeto de compulsión
atravesado por algo que lo lleva a operar en el mundo bajo un modo del cual él no es
dueño. Es un error terrible pensar que está agitado por el deseo, está sí atravesado por la
pulsión de muerte porque no es un sujeto que desee sino que es arrasado por algo cuyo
origen desconoce y cuya intencionalidad no comprende.

Intervención: ¿Y si el paciente dice que tiene ganas de tirarse a la vía del tren?

Eso no es un acting, eso es un suicidio. Bueno, si el paciente cree que tiene ganas de
tirarse a la vía del tren, pero lo está contando, está tal vez pidiendo que alguien se haga
cargo de su deseo de vivir. Lo cual no quiere decir sólo que esto haya que interpretarlo,
sino que tal vez hay que escucharlo y medicarlo, o buscar algún modo de protección
temporario más eficaz.

Intervención: Pero uno puede detectar la posibilidad de pasajes al acto a través del
discurso, que no están en lo manifiesto.

Sí, y ello implica no sólo ponerlo de manifiesto, develarlo, sino también generar las
condiciones para acompañar al paciente en su protección ante esa parte de sí mismo que
no puede controlar.Recuerdo una paciente muy New Age, de fines de los 70', que se
bañaba con su hija bebita en brazos en la ducha, y que un día dijo que le daba miedo que
se le resbalara - miedo en el cual latía un deseo mortífero intenso -; le propuse entonces
que hasta que no entendiéramos eso que le ocurría no se bañara por unos días con la
niña. Yo no le estaba diciendo: "Usted no se debe bañar con su hija" - más allá de que
pensara que el ritual el ritual que había establecido para el baño era el efecto de que
intentaba hacer con el cuerpo el encuentro que no lograba a nivel representacional,
cuestión que luego pude trabajar con ella - sino: "Esperemos unos días hasta que
entendamos qué le está pasando." Se trata de diferenciarnos de un analista que queda
emplazado del lado de la ley, la moral y el stablishement, para ocupar el lugar que permite
proteger al paciente diciéndole que espere hasta que entienda qué quiere y por qué. Es
más, se le puede decir al paciente que uno va a estar si lo quiere llamar, o que le va a dar
una sesión más, en aras de ampliar el espacio que garantice que no quedará a merced de
sus actos compulsivos.

Intervención: ¿Y si no acepta?

Depende de la gravedad de aquello que esté en juego... La prescripción no puede dejar de


evaluar eso. Si lo que quiere una paciente es acostarse con el primo y no acepta tomarse
un tiempo para pensarlo... bueno, qué va hacer, que se acueste. Yo siempre mido lo
reversible y lo irreversible en una actuación. Quiero decir, si el paciente se quiere tirar por
la ventana abrazado al primo le puedo decir: "Mire, si usted no me permite ayudarlo a
tomar ciertos recaudos no lo puedo seguir atendiéndolo, porque usted me pide que yo
sea cómplice pasivo de una destrucción." Ahora, si quiere cometer un acting que consiste
en comerse treinta y seis chinchulines y acostarse con el sodero ¡¿quién soy soy para decir
que eso es irreversible?! Dejemos de lado la pacatería psicoanalítica para entendernos
cuando hablamos de pasajes al acto de verdadero riesgo, en sentido estricto.
Abandonemos también la fantasía omnipotente de que va a haber un análisis sin acting
out ¡es ridículo! ... En una época había un enunciado lacaniano circulante que consistía en
afirmar: el acting está en el lugar de una interpretación faltante. Y yo me preguntaba
¿quién es el analista que no deja cosas sin enunciar?... quiero decir, un analista perfecto
de un paciente perfecto en un modelo ideal.
Por supuesto, debemos realizar una revisión del concepto de acting out ya que se ha
confundido, en muchos casos, y desde una perspectiva ideológica, el derecho a la libertad
de elección de los pacientes, con el pasaje al acto. De modo que debemos reubicar
claramente, en términos metapsicológicos, por la posición que ocupa el sujeto deseante
respecto a su propia acción. El pasaje al acto debe ser definido entonces como una
compulsión a actuar ante la cual el sujeto no puede dar cuenta de por qué se produjo,
sintiendo al mismo tiempo que puede ser dañado, o que fue dañado por algo que realizó.
Cuando trabajemos el modelo del aparato psíquico vamos a ver cómo hay
representaciones con tendencia permanente a pasar a la motricidad en la medida que no
tienen simbolizaciones que las capturen, el problema consiste en saber qué tipo de
representaciones son y qué tipo de consecuencias tienen para la vida del sujeto. Esto
tiene que ver con la heterogeneidad de la simbolización psíquica.
Estamos pensando sobre dos ejes al mismo tiempo: por un lado sobre todo lo que tiene
que ver con el funcionamiento del pensamiento y la simbolización en sus consecuencias
para la práctica psicoanalítica; por otra parte estamos viendo todo lo que tiene que ver
con la construcción del pensamiento y la simbolización y sus consecuencias en los destinos
del psiquismo, es decir lo que llaman trastornos de la inteligencia. Yo no trabajo en
psicoanálisis con el concepto de trastorno de aprendizaje, creo que el aprendizaje debe
ser pensado en multifactorialidad, vale decir, no puede ser pensado por el psicoanálisis,
hay factores de los que tiene que ocuparse la gente que se dedica a educación, a la
psicopedagogía. Yo no puedo resolver por ejemplo problemas que tienen que ver con la
lógica combinatoria en psicoanálisis, pero sí trabajo con lo que llamo trastornos de la
inteligencia, vale decir, modos de no ordenamiento del campo representacional que
imposibilitan el acceso a la inteligencia... y creo que en eso es un campo en el cual
pensamos desde el psicoanálisis pero no es un campo específico de la práctica
psicoanalítica, sino que estamos abriendo desde el psicoanálisis la posibilidad de pensar
los procesos de constitución psíquica en relación a la inteligencia. ¿Alguna otra pregunta?
Cuando digo lo de problema de aprendizaje sería lo siguiente, un llamado problema de
aprendizaje puede estar determinado por una falla en la constitución del superyó del
chico, en la medida en que no está instalada con él la posibilidad de una transferencia que
abra el enigma en relación a la maestra que se constituya como sujeto supuesto saber
ante el cual él se ve transferenciado a aceptar sus consignas y sus valoraciones. O más
grave todavía, porque de acuerdo a una estructuración patológica muy grave no se ha
producido un desplazamiento del yo ideal al ideal del yo con lo cual el aprender no forma
parte de las metas valorizadas en las cuales puede quedar emplazado. Ese es un trastorno
de aprendizaje y sin embargo puede competer al psicoanálisis. Están también los
problemas de aprendizaje que son el efecto de algo que se relaciona con la forma con que
ciertas estructuras han operado durante determinado tiempo y eso ha impedido que se
produzcan ciertos procesos específicos del aprendizaje que hoy tienen que ser resueltos
en un campo específico de práctica con la saturación estructural, supónganse, eso no le
corresponde al psicoanálisis. Están los problemas de aprendizaje que son efecto de una
perturbación escolar efecto de una situación parcial en relación a una cantidad de
esfuerzo psíquico por alguna razón, en fin... Lo que quiero decir es que el problema de
aprendizaje tiene que estar determinado... hay fracasos escolares compartidos porque la
maestra es un horror, pero ahí está la omnipotencia de la madre de pensar que con
treinta que fracasen el de ella no, con lo cual estamos frente a un problema de doble
articulación.
Lo que vamos a trabajar nosotros básicamente es aquello que tiene que ver con el
pensamiento y la inteligencia como factores determinantes de la posibilidad del
aprendizaje y del pensamiento, y no del aprendizaje en el sentido más básico de
aprendizaje de hábitos sino del aprendizaje en tanto proceso de apropiación productiva y
de ciertas modalidades de producción científica, es decir prerrequisitos de la posibilidad
de teorización en la infancia como modo dominante de construcción de la imaginación
radical y su diferenciación con los procesos lógicos que dan cuenta del objeto real. Sobre
estas cuestiones volveremos en la próxima reunión.

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