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En un sentido amplio, constituye el acto por el cual una persona, en forma libre y
espontánea, abdica de un derecho disponible, cualquiera sea su naturaleza[2].
Importa, de tal modo, el abandono de un derecho reconocido a su titular en su
exclusivo interés particular.
b) De tal modo, en materia obligacional sólo habría que haber normado la remisión
o condonación de deuda, a la luz de las características peculiares que ella tiene y
que difieren en muchos aspectos de otras tipologías de renuncia[5].
Una variante dentro de esta posición, en el régimen del Código Civil anterior, era
la sostenida por Lafaille para quien la remisión eras una renuncia referida a
derechos creditorios que sólo operaba mediante la entrega del respectivo
instrumento (art. 877 Cód. Civil y art. 950 Cód. Civ. Com.)[8].
Para estos autores la remisión sólo es concebible por acto entre vivos y a título
gratuito.
Empero, las diferencias entre ambas figuras se diluyen bastante si se considera que
tienen en común dos notas salientes: su carácter unilateral (en esto se diferencian
de la tesis de Galli) y su efecto abdicativo. De allí que su tratamiento diferenciado
obedezca, tan solo, al hecho de haber seguido Vélez Sársfield primero (y el nuevo
Código Civil y Comercial, después), en esta materia, el criterio excesivamente
teórico de Freitas.
Las diferencias transitarían, de tal modo, por la materia de aquello que se abdica:
ciertas facultades que emergen del derecho de crédito, en la renuncia; el propio
crédito, en la remisión.
La renuncia puede ser realizada por acto entre vivos o por disposición de última
voluntad. En este último caso, se trata de una renuncia impropia, pues constituye
un legado de liberación, por cuyas disposiciones se rige (arts. 2494, 2505 y
concordantes)[12].
En nuestro sistema, la renuncia por acto entre vivos puede ser onerosa o gratuita
(art. 945).
1) Renuncia onerosa.
Nosotros creemos que la renuncia onerosa sólo tiene de tal su nombre, “pues si
media un precio o contraprestación pierde su tipicidad, que es la de ser un acto
jurídico unilateral”[16].
2) Renuncia gratuita.
Nada impide, sin embargo, que una renuncia gratuita no tenga por causa final
beneficiar al deudor, y que persiga otras finalidades, como por ejemplo, lograr el
cobro aunque más no sea en parte del crédito.
c) Total o parcial.
La renuncia a un derecho puede tener mayor o menor amplitud, ser total o parcial.
“La abdicación – dice Azar – puede referirse a los derechos y obligaciones
emergentes de una relación o situación jurídica, integralmente considerada
(renuncia total), o acotarse a determinadas potestades, facultades, acciones o
calidades de los derechos abandonados (renuncia parcial)”[19].
Existen supuestos de excepción, en donde la renuncia para ser válida debe ser
realizada de manera total, sin posibilidad de que se formulen reservas o
restricciones. Tal lo que sucede con la renuncia a la herencia la cual es indivisible
(art. 2287).
1) Que el artículo 868 del Código Civil anterior en su última parte expresa: “Hecha
y aceptada la renuncia, la obligación queda extinguida”, lo cual importa elevar la
aceptación de la renuncia por el deudor a la categoría de elemento constitutivo. A
contrario sensu, cabe inferir que si el deudor rechaza la renuncia, ésta no provoca
efecto alguno, lo cual es demostrativo de su carácter bilateral.
Dicho argumento encuentra hoy sustento en el art. 946 del nuevo Código Civil y
Comercial que prescribe: “La aceptación de la renuncia por el beneficiario causa la
extinción del derecho”, con lo cual se reproduciría la solución normativa del art.
868 del Código anterior[21].
Este prestigioso autor, que ha hecho aportes muy significativos sobre el tema[23],
considera, de lege lata, que el nuevo Código ha producido una modificación
trascendente, “consagrando la bilateralidad de la renuncia cuando ella tiene un
beneficiario, cuestión que era sumamente discutida en el Cód.Civ., en donde la
doctrina se pronunciaba mayoritariamente por la unilateralidad. En el art. 946 del
CCyC se dispone: “La aceptación de la renuncia por el beneficiario causa la
extinción del derecho”.
No vemos una gran diferencia entre el texto del art. 946 (“La aceptación de la
renuncia por el beneficiario causa la extinción del derecho”), con lo que decía el
art. 868 del Código anterior en su última parte (“Hecha y aceptada la renuncia, la
obligación queda extinguida”). Lo dicho asume mayor relieve si se tiene en cuenta
que la solución normativa del art. 875 del Código Civil anterior, que constituía el
principal basamento de la tesis de la unilateralidad de la renuncia para dar una
explicación sensata al art. 868 del Código anterior (si es que tenía alguna), subsiste
hoy en el art. 947 y tiene la misma virtualidad para intentar también darle similar
explicación sensata al art. 946 (que, en verdad, no la tiene. Es, sin duda alguna,
una de las peores normas del Código Civil y Comercial).
2) El art. 947 Cód. Civ. Com. –en consonancia con lo que establecía el art. 875 del
Código Civil anterior– dispone que “La renuncia puede ser retractada mientras no
haya sido aceptada, quedando a salvo los derechos adquiridos por terceros”. Esto
último no tendría explicación si ya se hubiese perfeccionado el efecto extintivo por
la sola voluntad del acreedor, pues "la resurrección de la deuda requeriría, en esa
hipótesis, la aquiescencia del deudor que vendría a quedar nuevamente obligado
pese a haber estado liberado un momento antes”[24].
1) La aceptación señalada en el art. 868 del Código Civil anterior y en el art. 946
del nuevo Código Civil y Comercial no hace a la existencia misma de la renuncia,
que opera por la sola voluntad del acreedor, sino a su irrevocabilidad. Ella sólo
tiene virtualidad para impedir la retractación, dejando fijados de manera
irreversible los efectos del acto abdicativo. Dicho de otra manera: la renuncia
produce efectos por la sola voluntad del acreedor, mientras no sea retractada[27].
3) El art. 946 dispone que “La renuncia puede ser retractada mientras no haya sido
aceptada, quedando a salvo los derechos adquiridos por terceros”. Se sigue la
solución normativa del art. 875 del Código Civil anterior que disponía lo mismo,
pero con un agregado que el nuevo Código no recepta: “La renuncia puede ser
retractada mientras que no hubiese sido aceptada por la persona a cuyo favor se
hace, salvo los derechos adquiridos por terceros, a consecuencia de la renuncia,
desde el momento en que ella ha tenido lugar hasta el de su retractación”.
Repárese que el art. 946 –al igual que el art. 875 del Código anterior– hacen
referencia a una “renuncia” ya consumada. Tan ello es así que puede ser
retractada mientras no medie aceptación. No se trata de una mera oferta de
renunciar, sino de un acto pleno, completo en cuanto tal.
La ley regula el periodo que transcurre entre el momento en que la renuncia tiene
lugar hasta que media su retractación. Como la retractación sólo puede operar
mientras no haya sido aceptada por la persona a cuyo favor se hizo (art. 947 Cód.
Civ. Com. y art. 875 Cód. Civil) “el Código viene a admitir que la renuncia “ha
tenido lugar” sin necesidad del concurso de la voluntad de otra persona que no sea
el acreedor”[29].
Más aún: la ley deja a salvo los derechos adquiridos por terceros (fiadores,
avalistas, etc.) a raíz de la renuncia cuando ella sea revocada antes de su
aceptación. Ello pone en evidencia la naturaleza unilateral de la renuncia, pues si
fuese bilateral no podría concebirse ese efecto respecto de los derechos de
terceros.
Para hacerlo, leen la letra de la ley en estos términos: allí donde el art. 947 dice
“La renuncia puede ser retractada mientras no haya sido aceptada, quedando a
salvo los derechos adquiridos por terceros”, ellos leen: “la oferta contractual de
renuncia puede ser retractada mientras no haya sido aceptada, quedando a salvo
los derechos adquiridos por terceros”.
Lo dicho asume mayor relieve si se tiene en cuenta lo siguiente: la ley habla -igual
que lo hacía el Código anterior– de los derechos adquiridos por terceros,
lógicamente a raíz de la renuncia, que quedan a salvo en caso de retractación
operada eficazmente.
6) El argumento del derecho de pagar y de consignar del deudor debe ser calibrado
en su justa medida, pues tal como lo plantea la tesis de la bilateralidad es
francamente desacertado. Es cierto que el deudor tiene derecho de pagar y de
consignar si el acreedor no le acepta el pago. Pero esto es así, en tanto y en
cuanto subsista la obligación. Si ella se ha extinguido por remisión practicada por
el acreedor, es evidente que ya no hay derecho del deudor de pagar, ni deber de
hacerlo, ni facultad alguna para consignar.
Quien condona una deuda no obstaculiza el pago del deudor, sino que lisa y
llanamente extingue el débito. De allí que esa decisión pueda ser unilateral y
recepticia.
Por lo demás, no todas las renuncias gratuitas tienen ánimo de liberalidad. A veces
se realizan con otras finalidades (favorecer ciertas negociaciones, permitir que
cobren acreedores intolerantes, posibilitar el logro de mayorías en un acuerdo
preventivo, etc.).
8) Cabe observar que quienes participan de estas ideas, sólo proclaman el carácter
bilateral de la renuncia cuando lo abdicado es un crédito[33]. En cambio,
tratándose de un derecho real, la renuncia tendría carácter unilateral y produciría
efectos por la sola voluntad de su titular, sin requerirse aceptación de persona
alguna “por lo mismo que el derecho real tiene un sujeto pasivo universal
constituido por toda la sociedad. Sin embargo, si la renuncia del derecho real se
hiciera a favor de una persona determinada, tal acto sería bilateral y sólo quedaría
completado con la aceptación del beneficiario, hasta cuyo momento el primitivo
titular podría retractarse sin la pérdida de su derecho”[34]. Tal lo que sucedería
cuando se abandona una cosa a favor de una persona determinada (art. 2529).
Notas [arriba] -