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Reflexiones en torno a la naturaleza jurídica de la renuncia de derechos

Por Ramón Daniel Pizarro

I. Concepto de renuncia [arriba] -

La renuncia puede ser entendida con un sentido amplio o restringido[1].

En un sentido amplio, constituye el acto por el cual una persona, en forma libre y
espontánea, abdica de un derecho disponible, cualquiera sea su naturaleza[2].
Importa, de tal modo, el abandono de un derecho reconocido a su titular en su
exclusivo interés particular.

En sentido restringido, en cambio, la renuncia es el acto de abdicación voluntario y


espontáneo del derecho de crédito. Esa figura se denomina, entre nosotros,
remisión de la deuda[3].

II. Método del Código Civil y Comercial [arriba] -

Inspirado en el Código Civil anterior, el nuevo cuerpo normativo regula la renuncia


de los derechos, junto con la remisión de la deuda en la sección 5ª, del Capítulo 5º
, del Título I del Libro Tercero (arts. 944 a 954), dentro de los modos extintivos de
las obligaciones. Sin perjuicio de ello, hace también referencia a la figura que nos
ocupa en el art. 13, emplazado dentro del título preliminar, que determina que
está prohibida la renuncia general de las leyes y que los efectos de la ley pueden
ser renunciados en el caso particular, excepto que el ordenamiento jurídico lo
prohíba. Esta disposición reproduce, en lo sustancial, la solución contenida en el
art. 19 del Código de Vélez Sarsfield.

Existe, además, un importante número de disposiciones específicas que contienen


aplicaciones de la renuncia de derechos.

La metodología y la técnica legislativa seguida por el Código Civil y Comercial son


pasibles de crítica.

a) La renuncia de derechos debería haber sido legislada dentro de la Parte General


pues se trata de un modo extintivo que tiene aplicación concreta en relaciones y
situaciones jurídicas de distinta naturaleza, patrimoniales y extrapatrimoniales[4].

b) De tal modo, en materia obligacional sólo habría que haber normado la remisión
o condonación de deuda, a la luz de las características peculiares que ella tiene y
que difieren en muchos aspectos de otras tipologías de renuncia[5].

c) El nuevo Código mantiene y potencia en lo sustancial el régimen normativo de


los artículos 868 a 887, que era sumamente deficitario y dio lugar a múltiples
polémicas interpretativas que no desaparecen en aquél[6].

III. Renuncia y remisión de la deuda [arriba] -

Las diferencias que existen entre renuncia y remisión de la deuda no constituyen


una cuestión pacífica en nuestra doctrina.

a) Conforme la doctrina dominante, que compartimos, la renuncia constituye el


género, que abarca los actos de abdicación de todo tipo de derecho susceptible de
abandono. Una de esas especies es remisión de la deuda, que es la renuncia a un
derecho de crédito[7]. Hay, de tal modo, entre ellas, una clara relación de género
a especie.

Una variante dentro de esta posición, en el régimen del Código Civil anterior, era
la sostenida por Lafaille para quien la remisión eras una renuncia referida a
derechos creditorios que sólo operaba mediante la entrega del respectivo
instrumento (art. 877 Cód. Civil y art. 950 Cód. Civ. Com.)[8].

b) Un criterio distinto sostiene renuncia y remisión de la deuda son dos modos


distintos de extinción de obligaciones. Las diferencias transitarían por su carácter
unilateral, que sería nota distintiva de la renuncia o bilateral, que distinguiría a la
remisión de la deuda[9].

c) Alterini, Ameal y López Cabana coinciden con la tesis anterior, en cuanto


considera que la renuncia y a la remisión de la deuda son dos modos extintivos
distintos[10].

La renuncia es, para ellos, la declaración del acreedor de que no cobrará su


crédito (“renuncia de los derechos del acreedor”). La remisión, en cambio,
consiste en el hecho de darse ficticiamente por pagado (“remisión de la deuda”),
lo cual supone una condonación o perdón de ella.

Para estos autores la remisión sólo es concebible por acto entre vivos y a título
gratuito.

Empero, las diferencias entre ambas figuras se diluyen bastante si se considera que
tienen en común dos notas salientes: su carácter unilateral (en esto se diferencian
de la tesis de Galli) y su efecto abdicativo. De allí que su tratamiento diferenciado
obedezca, tan solo, al hecho de haber seguido Vélez Sársfield primero (y el nuevo
Código Civil y Comercial, después), en esta materia, el criterio excesivamente
teórico de Freitas.

d) Para Llambías, en cambio, la renuncia debe ser entendida en un doble sentido,


uno amplio y otro restringido. Conforme al primero, comprendería el acto de
abdicación voluntario y espontáneo de un derecho propio, cualquiera sea su índole
(personal, real, intelectual). Pero en su sentido estricto, sólo haría referencia al
abandono de una facultad relativa a un derecho de crédito, pero manteniendo el
acreedor su calidad de tal (así, por ejemplo, la renuncia a los efectos de la mora o
a una prescripción ya ganada, etc.). La remisión de la deuda, en cambio,
importaría lisa y llanamente el abandono del derecho de crédito, total o
parcialmente[11].

Las diferencias transitarían, de tal modo, por la materia de aquello que se abdica:
ciertas facultades que emergen del derecho de crédito, en la renuncia; el propio
crédito, en la remisión.

En suma: según nuestra opinión, la renuncia, entendida en sentido amplio, es el


acto de abdicación de cualquier derecho que sea disponible, personal, real o
intelectual. La remisión de la deuda es una especie dentro del género más amplio
de la renuncia y opera cuando lo abdicado es un derecho de crédito.

IV. Clases [arriba] -


Dentro del régimen normativo del nuevo Código Civil y Comercial la renuncia
puede ser de distinta especie:

a) Por acto entre vivos o por disposición de última voluntad.

La renuncia puede ser realizada por acto entre vivos o por disposición de última
voluntad. En este último caso, se trata de una renuncia impropia, pues constituye
un legado de liberación, por cuyas disposiciones se rige (arts. 2494, 2505 y
concordantes)[12].

b) Renuncia gratuita u onerosa.

En nuestro sistema, la renuncia por acto entre vivos puede ser onerosa o gratuita
(art. 945).

1) Renuncia onerosa.

Se configura cuando la renuncia se hace por un precio, a cambio de una ventaja


cualquiera que ofrece o da el otro contratante[13]. Según lo dispone el art. 945
“es regida por los principios de los contratos onerosos”.

La redacción de la norma es muy pobre pues resulta evidente que no sólo se


aplican los principios de los contratos onerosos, sino también, específicamente, las
normas jurídicas que los rigen. Era mucho más precisa la fórmula que utilizaba el
art. 871 del Código de Vélez, cuando establecía que la renuncia onerosa se regía
por “las reglas relativas a los contratos a título oneroso”. De tal modo, según sea
el objeto de la contraprestación, se aplicarán en lo pertinente las reglas de la
compraventa o de la permuta. Si la renuncia onerosa se refiere a derechos
litigiosos o dudosos, se aplican las normas y principios de la transacción[14]. Como
bien señala Ossola “la adopción del concepto de renuncia onerosa es perturbadora
de los conceptos, ya que en muchos asos se acerca, o a veces incluso se superpone
con otros actos en parte similares, pero también sustancialmente diferentes”[15].

Nosotros creemos que la renuncia onerosa sólo tiene de tal su nombre, “pues si
media un precio o contraprestación pierde su tipicidad, que es la de ser un acto
jurídico unilateral”[16].

2) Renuncia gratuita.

La renuncia es gratuita cuando es realizada sin contraprestación alguna por parte


del beneficiado por aquella. El acreedor “manifiesta su voluntad de extinguir en
todo o en parte su derecho de crédito, sin recibir nada en pago, ni a cambio”[17].

La intención de beneficiar a un sujeto no hace a la esencia de esta figura. Ella


puede o no estar presente. De allí que la renuncia gratuita puede o no ser una
liberalidad. Esto última sucede, por ejemplo, ando es hecha en una situación de
dificultad del deudor, para facilitar la realización del crédito[18].

Lo será cuando el renunciante la realice con la finalidad de beneficiar a su deudor,


algo que es propio de las liberalidades.

Nada impide, sin embargo, que una renuncia gratuita no tenga por causa final
beneficiar al deudor, y que persiga otras finalidades, como por ejemplo, lograr el
cobro aunque más no sea en parte del crédito.
c) Total o parcial.

La renuncia a un derecho puede tener mayor o menor amplitud, ser total o parcial.
“La abdicación – dice Azar – puede referirse a los derechos y obligaciones
emergentes de una relación o situación jurídica, integralmente considerada
(renuncia total), o acotarse a determinadas potestades, facultades, acciones o
calidades de los derechos abandonados (renuncia parcial)”[19].

Quien abdica tiene, en principio, amplias facultades para asignar a la renuncia la


extensión cualitativa y cuantitativa que considere conveniente.

Existen supuestos de excepción, en donde la renuncia para ser válida debe ser
realizada de manera total, sin posibilidad de que se formulen reservas o
restricciones. Tal lo que sucede con la renuncia a la herencia la cual es indivisible
(art. 2287).

V. Naturaleza jurídica [arriba] -

Se admite pacíficamente que la renuncia es un acto o negocio jurídico en los


términos del art. 259, o sea un acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la
extinción de un derecho.

Cuando la renuncia es onerosa, tiene naturaleza contractual y se perfecciona


cuando la oferta es aceptada por la otra parte.

Es, en cambio, cuestión ardorosamente controvertida si la renuncia gratuita tiene


carácter bilateral o unilateral. La controversia se originó en el Código Civil anterior
y, en nuestra opinión, subsiste en el nuevo Código Civil y comercial, que en líneas
generales sigue los grandes lineamientos de aquél, realizado un tratamiento
francamente deficitario y objetable de esta figura.

a) La renuncia gratuita es un acto jurídico bilateral.

Conforme a esta posición, que goza de sólido predicamento en el derecho francés,


español y alemán, y también entre nosotros, también la renuncia gratuita es un
acto jurídico bilateral, que requiere de la concurrencia de las voluntades
coincidentes de acreedor y deudor para su perfeccionamiento[20].

En apoyo de esas ideas se aduce:

1) Que el artículo 868 del Código Civil anterior en su última parte expresa: “Hecha
y aceptada la renuncia, la obligación queda extinguida”, lo cual importa elevar la
aceptación de la renuncia por el deudor a la categoría de elemento constitutivo. A
contrario sensu, cabe inferir que si el deudor rechaza la renuncia, ésta no provoca
efecto alguno, lo cual es demostrativo de su carácter bilateral.

Dicho argumento encuentra hoy sustento en el art. 946 del nuevo Código Civil y
Comercial que prescribe: “La aceptación de la renuncia por el beneficiario causa la
extinción del derecho”, con lo cual se reproduciría la solución normativa del art.
868 del Código anterior[21].

De tal modo, cuando la renuncia tiene un beneficiario directo, sea la misma


gratuita u onerosa, sería siempre necesaria su aceptación para que el derecho se
extinga. “Siendo que esto último es el efecto propio de la renuncia – dice Ossola -
no cabe dudar de su bilateralidad”[22].

Este prestigioso autor, que ha hecho aportes muy significativos sobre el tema[23],
considera, de lege lata, que el nuevo Código ha producido una modificación
trascendente, “consagrando la bilateralidad de la renuncia cuando ella tiene un
beneficiario, cuestión que era sumamente discutida en el Cód.Civ., en donde la
doctrina se pronunciaba mayoritariamente por la unilateralidad. En el art. 946 del
CCyC se dispone: “La aceptación de la renuncia por el beneficiario causa la
extinción del derecho”.

Admitiendo la seriedad de los argumentos de Ossola, nosotros creemos que, en


verdad, es muy poco lo que ha cambiado el nuevo Código del régimen anterior y
que las mutaciones producidas no tienen la entidad que este prestigioso autor le
atribuye.

No vemos una gran diferencia entre el texto del art. 946 (“La aceptación de la
renuncia por el beneficiario causa la extinción del derecho”), con lo que decía el
art. 868 del Código anterior en su última parte (“Hecha y aceptada la renuncia, la
obligación queda extinguida”). Lo dicho asume mayor relieve si se tiene en cuenta
que la solución normativa del art. 875 del Código Civil anterior, que constituía el
principal basamento de la tesis de la unilateralidad de la renuncia para dar una
explicación sensata al art. 868 del Código anterior (si es que tenía alguna), subsiste
hoy en el art. 947 y tiene la misma virtualidad para intentar también darle similar
explicación sensata al art. 946 (que, en verdad, no la tiene. Es, sin duda alguna,
una de las peores normas del Código Civil y Comercial).

2) El art. 947 Cód. Civ. Com. –en consonancia con lo que establecía el art. 875 del
Código Civil anterior– dispone que “La renuncia puede ser retractada mientras no
haya sido aceptada, quedando a salvo los derechos adquiridos por terceros”. Esto
último no tendría explicación si ya se hubiese perfeccionado el efecto extintivo por
la sola voluntad del acreedor, pues "la resurrección de la deuda requeriría, en esa
hipótesis, la aquiescencia del deudor que vendría a quedar nuevamente obligado
pese a haber estado liberado un momento antes”[24].

3) La renuncia importa un acto de liberalidad, por lo que no se puede prescindir


del consentimiento del beneficiado, ya que nadie debe estar obligado a recibir los
favores que no quiere. Una solución contraria importaría avasallar su dignidad[25].

4) El deudor tiene derecho de pagar y, en su caso de consignar, cuando el acreedor


rechaza el pago. Ello conduciría necesariamente a requerir su voluntad para que
opere el negocio remisivo.

b) La renuncia es un acto jurídico unilateral.

Conforme a otra opinión, que compartimos, tanto en el Código anterior como en el


nuevo Código Civil y Comercial, la renuncia gratuita es un acto jurídico unilateral,
que sólo requiere para lograr su eficacia de la voluntad del acreedor[26].

En apoyo de estas ideas se afirma:

1) La aceptación señalada en el art. 868 del Código Civil anterior y en el art. 946
del nuevo Código Civil y Comercial no hace a la existencia misma de la renuncia,
que opera por la sola voluntad del acreedor, sino a su irrevocabilidad. Ella sólo
tiene virtualidad para impedir la retractación, dejando fijados de manera
irreversible los efectos del acto abdicativo. Dicho de otra manera: la renuncia
produce efectos por la sola voluntad del acreedor, mientras no sea retractada[27].

En otras palabras, el efecto extintivo de la obligación opera unilateralmente, por


la sola voluntad del acreedor. Sin embargo, ella sólo adquiere eficacia plena
cuando el deudor la acepta. Esto explica que pueda ser retractada por el acreedor
mientras no haya sido aceptada, sin perjuicio de los derechos de terceros de buena
fe[28].

2) El acreedor puede abstenerse, por su sola voluntad, de reclamar el pago de la


deuda, posibilitando de tal modo que la deuda prescriba, lo cual constituiría una
forma tácita de renuncia.

3) El art. 946 dispone que “La renuncia puede ser retractada mientras no haya sido
aceptada, quedando a salvo los derechos adquiridos por terceros”. Se sigue la
solución normativa del art. 875 del Código Civil anterior que disponía lo mismo,
pero con un agregado que el nuevo Código no recepta: “La renuncia puede ser
retractada mientras que no hubiese sido aceptada por la persona a cuyo favor se
hace, salvo los derechos adquiridos por terceros, a consecuencia de la renuncia,
desde el momento en que ella ha tenido lugar hasta el de su retractación”.

Repárese que el art. 946 –al igual que el art. 875 del Código anterior– hacen
referencia a una “renuncia” ya consumada. Tan ello es así que puede ser
retractada mientras no medie aceptación. No se trata de una mera oferta de
renunciar, sino de un acto pleno, completo en cuanto tal.

La ley regula el periodo que transcurre entre el momento en que la renuncia tiene
lugar hasta que media su retractación. Como la retractación sólo puede operar
mientras no haya sido aceptada por la persona a cuyo favor se hizo (art. 947 Cód.
Civ. Com. y art. 875 Cód. Civil) “el Código viene a admitir que la renuncia “ha
tenido lugar” sin necesidad del concurso de la voluntad de otra persona que no sea
el acreedor”[29].

Más aún: la ley deja a salvo los derechos adquiridos por terceros (fiadores,
avalistas, etc.) a raíz de la renuncia cuando ella sea revocada antes de su
aceptación. Ello pone en evidencia la naturaleza unilateral de la renuncia, pues si
fuese bilateral no podría concebirse ese efecto respecto de los derechos de
terceros.

Quienes proclaman la bilateralidad de la renuncia en el nuevo Código tienen los


mismos problemas para explicar el sentido del art. 947 Cód. Civ. Com. que tenían
los partidarios de esta tesis en el Código anterior para justificar lo que expresaba
el art. 875.

Para hacerlo, leen la letra de la ley en estos términos: allí donde el art. 947 dice
“La renuncia puede ser retractada mientras no haya sido aceptada, quedando a
salvo los derechos adquiridos por terceros”, ellos leen: “la oferta contractual de
renuncia puede ser retractada mientras no haya sido aceptada, quedando a salvo
los derechos adquiridos por terceros”.

El problema para ellos es que la ley no habla de oferta contractual de renuncia


(que sería retractable antes de que haya sido aceptada por la otra parte), sino de
“renuncia”. A secas. Lo que pone en evidencia que esta opera por la sola voluntad
de quien la realiza y sin necesidad alguna de conformidad de la otra parte para
producir sus efectos[30].

Lo dicho asume mayor relieve si se tiene en cuenta lo siguiente: la ley habla -igual
que lo hacía el Código anterior– de los derechos adquiridos por terceros,
lógicamente a raíz de la renuncia, que quedan a salvo en caso de retractación
operada eficazmente.

Pues bien, este efecto es insostenible si no hubiese una renuncia configurada en


toda su plenitud y sólo estuviéremos ante una oferta de renuncia susceptible de
ser revocada en tanto no sea aceptada por la otra parte.

¿Una mera oferta contractual de renuncia todavía no aceptada podría


razonablemente generar derechos a terceros en caso de ser revocada? ¿Por qué
motivo? ¿Qué derechos podrían alegar esos terceros si falta –conforme a la tesis de
la bilateralidad– el acto que haría a la esencia misma de la figura que es la
conformidad del beneficiado?

4) La tesis de la bilateralidad de la renuncia desconoce la posibilidad de que el


acreedor –que tiene un derecho de propiedad de reigambre constitucional,
conforme la pacífica jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación–
abdique de algo que le es propio, lo cual significa condenarlo a mantener el
crédito contra su voluntad, sin que nada lo justifique[31].

Conduce al absurdo jurídico de que en sede judicial, un desistimiento del derecho


que ponga fin al litigio de manera definitiva e impida su renovación en juicio
ulterior, deba requerir la conformidad del beneficiado[32].

5) El carácter unilateral de la renuncia gratuita explica mejor sus efectos cuando


ella se realiza contra un deudor indeterminado. De aceptarse la tesis de la
bilateralidad, el acreedor debería estar obligado a esperar hasta que el deudor
apareciese para concretar recién la misma.

6) El argumento del derecho de pagar y de consignar del deudor debe ser calibrado
en su justa medida, pues tal como lo plantea la tesis de la bilateralidad es
francamente desacertado. Es cierto que el deudor tiene derecho de pagar y de
consignar si el acreedor no le acepta el pago. Pero esto es así, en tanto y en
cuanto subsista la obligación. Si ella se ha extinguido por remisión practicada por
el acreedor, es evidente que ya no hay derecho del deudor de pagar, ni deber de
hacerlo, ni facultad alguna para consignar.

Quien condona una deuda no obstaculiza el pago del deudor, sino que lisa y
llanamente extingue el débito. De allí que esa decisión pueda ser unilateral y
recepticia.

7) Menos relevante aún parece el argumento que invoca la máxima invito


beneficium non datur, según la cual no se puede imponer a una persona
liberalidades sin que el destinatario de las mismas no manifieste su voluntad de
recibirlas.

Tal construcción no tiene en cuenta que en materia de renuncia de derechos, y


específicamente de remisión de deuda, no se trata de atribuir al deudor ningún
derecho, sino de extinguir una obligación. La máxima referida sólo actúa cuando se
trata de adquisiciones, no de extinciones.
De aceptar la posición que rechazamos, estaríamos dando primacía a la posición
jurídica pasiva sobre la activa, lo cual no condice con la realidad y choca,
inclusive, contra el propio concepto de obligación del art. 724. Quien ostenta la
situación de preeminencia en la obligación, derivada de su titularidad del derecho,
es el acreedor y no el deudor. Ella deriva de la titularidad del derecho de crédito,
estando sometido el deudor al poder de aquél y no a la inversa.

Por lo demás, no todas las renuncias gratuitas tienen ánimo de liberalidad. A veces
se realizan con otras finalidades (favorecer ciertas negociaciones, permitir que
cobren acreedores intolerantes, posibilitar el logro de mayorías en un acuerdo
preventivo, etc.).

8) Cabe observar que quienes participan de estas ideas, sólo proclaman el carácter
bilateral de la renuncia cuando lo abdicado es un crédito[33]. En cambio,
tratándose de un derecho real, la renuncia tendría carácter unilateral y produciría
efectos por la sola voluntad de su titular, sin requerirse aceptación de persona
alguna “por lo mismo que el derecho real tiene un sujeto pasivo universal
constituido por toda la sociedad. Sin embargo, si la renuncia del derecho real se
hiciera a favor de una persona determinada, tal acto sería bilateral y sólo quedaría
completado con la aceptación del beneficiario, hasta cuyo momento el primitivo
titular podría retractarse sin la pérdida de su derecho”[34]. Tal lo que sucedería
cuando se abandona una cosa a favor de una persona determinada (art. 2529).

9) En resumidas cuentas, poco ha cambiado el panorama con la sanción del nuevo


Código Civil y Comercial, que lamentablemente mantiene todo lo malo que tenía el
Código Civil anterior en esta regulación y lo potencia. Se ha perdido una buena
oportunidad de darle una regulación sensata a la figura que nos ocupa.

Notas [arriba] -

[1] Sobre la renuncia, en general, remitimos a lo expuesto en Pizarro, Ramón


Daniel – Vallespinos, Carlos Gustavo, Tratado de obligaciones, Rubinzal – Culzoni,
Santa Fe, 2017 t.III, cap. XXI, § 666 y ss, p. 511 y ss,
[2] Trigo Represas, en Cazeaux, Néstor P. - Trigo Represas, Félix A., Derecho de las
obligaciones, 4ª ed., La Ley, Bs.AS., 2010, t. III n. 1743, p. 438/439; Borda,
Guillermo A., Tratado de derecho civil. Obligaciones, 3ª ed., Perrot, Bs.As., 1971,
t. I, n. 965, p. 642; Llambías, Jorge J., Tratado de derecho civil. Obligaciones, 3ª
ed., Perrot, Bs.As., 1980, t. III, n. 1852, p. 122y ss.
[3] Borda, Obligaciones, t.I, n. 979, p. 651; Trigo Represas, en Cazeaux- Trigo
Represas, Derecho de las obligaciones, t. III n. 1743, n. 1758, p. 450.
[4] Azar, Aldo M., Renuncia y remisión como modos extintivos de las obligaciones.
Interpretación sistemática y teleológica del proyecto de Código Civil y Comercial
de la Nación, SIL, AP/DOC/1165/2014, n. III; Ossola, Federico, Tratado de la
renuncia de los derechos y de las obligaciones, La Ley, Bs.As., 2012, t. I, p. 133.
[5] Conf: Ossola, Federico, Obligaciones, La Ley, Bs.As, 2016; n. 615, p. 1030;
Azar, Renuncia y remisión como modos extintivos de las obligaciones.
Interpretación sistemática y teleológica del proyecto de Código Civil y Comercial
de la Nación, SIL, AP/DOC/1165/2014, n. III.
[6] Particularmente en torno al carácter unilateral o bilateral de la renuncia en
materia obligacional.
[7] Borda, Obligaciones, t.I, n. 979, p. 651; Trigo Represas, en Cazeaux- Trigo
Represas, Derecho de las obligaciones, t. III n. 1743, n. 1758, p. 450; Boffi
Boggero, Luis M., Tratado, Astrea, Bs.As, 1975, t. 4, n 1666, p.497 y ss.
[8] Lafaille, en Lafaille, Héctor – Bueres, Alberto J. – Mayo, Jorge, Tratado de las
obligaciones, 2ª ed., La Ley, Bs.As., 2009, T. I., n. 499, p. 793.
[9] Galli, en Salvat, Raymundo -Galli, Enrique, Tratado de derecho civil argentino.
Obligaciones en general, 6ª ed., Tea, Bs.As. 1956, t. III, n. 1968, k), m), p. 345 y n.
1995, a), p. 322/324. Boffi Boggero, Tratado, t. 4, n. 1691, p. 529.
[10] Alterini, Atilio A. – Ameal, Oscar – López Cabana, Roberto M., Derecho de
obligaciones, 4ª ed., Abeledo- Perrot, Bs.As., 2008, n. 1527, p. 693.
[11] Llambías, Obligaciones, t.III, n 1852, p. 122/ 124 y n. 1854, c), p. 125.
[12] Llambías, Obligaciones, t. III, n. 1860, p. 132.
[13] Borda, Obligaciones, t. I, n. 967, p. 643.
[14] Llambías, Obligaciones, t. III, n. 1859, p. 131/132.
[15] Ossola, Obligaciones, n. 619, a), p. 1036.
[16] Trigo Represas, en Cazeaux- Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t.
III, n. 1749, p. 442. Conf: Lafaille, Tratado, t. I, n. 499, p. 793.
[17] Díez Picazo, Luis Fundamentos del derecho civil patrimonial, 4ª ed., Civitas,
Madrid, 1993, t. II, p. 561.
[18] Díez Picazo, Fundamentos, t. II, p. 561.
[19] Azar, Renuncia y remisión como modos extintivos de las obligaciones.
Interpretación sistemática y teleológica del Proyecto de Código Civil y Comercial
de la Nación de 2012, en SIL, AP/DOC/ 1165/2014
[20] Llambías, Obligaciones, t. III , n. 1858, p. 128 y ss; Salvat, en Salvat-Galli, t.
III, n. 1990, p. 339 (circunscribiendo esa afirmación a la materia obligacional, pues
tratándose de derechos reales la considera un acto unilateral); Bibiloni,
Anteproyecto, t. II, nota al art. 1240, p. 123; Moisset de Espanés, Luis, Curso de
obligaciones Zavalía, Bs.As., 2004, t.3, p. 150/151; Azar, Renuncia y remisión
como modos extintivos de las obligaciones. Interpretación sistemática y teleológica
del Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación de 2012, en SIL, AP/DOC/
1165/2014; Larenz, Karl, Derecho de obligaciones, trad. J. Santos Briz, Revista de
Derecho Privado, Madrid, 1958, t.I, n.28, p. 439; Mazeaud, Henri, León y Jean –
Chabas, François, Leçons de droit civil. Obligations. Théorie générale, 7ª ed.,
Montchestien, París, 1985, t. II, vol.I, n.n. 1194-2, p. 1232 y n. 1198, p. 1234.
[21] Ossola, Obligaciones, n. 620, p. 1037; López Mesa, Derecho de las
obligaciones, B. de F., Buenos Aires, 2015, t.II, p.919
[22] Ossola, Obligaciones, n.620, b), p. 1038. El autor remarca que está en
desacuerdo con la solución normativa del Código y se inclina decididamente, de
lege ferenda, por la tesis de la unilateralidad de la renuncia que defendiera en la
obra que citamos en la nota siguiente.
[23] Su estupenda tesis doctoral Tratado de la renuncia de los derechos y las
obligaciones, ed. La Ley, Bs.As. 2012 es, en nuestra opinión, la mejor obra de
habla hispana que se ha escrito.
[24] Llambías, Obligaciones, t. III, n 1857, c), p. 127.
[25] Llambías, Obligaciones, t. III, n 1857, d), p.128; Larenz, Derecho de
obligaciones, t.I, n. 28, p. 439/440.
[26] Borda, Obligaciones, t.I, n. 968, a), p. 643/644; Trigo Represas, en Cazeaux-
Trigo Represas, Derecho de las obligaciones, t. III n. 1744, p. 439/440; Galli, en
Salvat-Galli,Obligaciones, t. III, n. 1968-f) y h), p. 320/321; Alterini-Ameal- López
Cabana, Derecho de obligaciones, n. 1529, p. 693; Lafaille, Héctor, Derecho civil.
Tratado de las obligaciones, Ediar, Bs.As., 1947, , t.I, n. 502, p. 800; Colmo,
Alfredo, De las obligaciones en general, n. 859, p. 589/590 y n. 865, p.594; Boffi
Boggero, Tratado, t. 4, n. 1673, p.505 y ss; Hinestrosa, Fernando, Tratado de las
oblgiaciones, 3ª ed., Universidad Exterado de Colombia, Bogotá, 2007, t.I, n.615,
p. 759; Miccio, Renato, Delle obbligazoni in generale, 3ª ed., en Commentario del
Cód. Civile, UTET, Torino, 1982, p. 417;Pizarro, Ramón Daniel-Vallespinos, Carlos
G., Instituciones de derecho privado. Obligaciones, 2ª reimpresión, Bs.As., 2013, t.
3, p. 570.
[27] Conforme: Alterini, Jorge y Alterini Ignacio, en Alterini, Jorge (Dir), Código
Civil y Comercial Comentado. Tratado exegético, ed. La Ley, Bs.As., 2015, t. IV, p.
609.
[28] Era la solución que con buen criterio propnían los arts. 885 y 885 del Proyecto
de 1998.
[29] Alterini- Ameal – López Cabana, Derecho de obligaciones, n. 1529, p.693.
[30] El Proyecto de 1998 en su art 884 disponía en su primera parte que “La
obligación se extingue si el acreedor renuncia al crédito”, con lo cual le daba claro
emplazamiento como acto jurídico unilateral extintivo. En su art. 885 disponía que
“La renuncia al crédito sólo es eficaz cuando la acepta el deudor. Puede ser
retractada por el acreedor mientras no sea aceptada, sin perjuicio de los derechos
de terceros de buena fe”. Era una regulación correcta y apropiada que debería
haber sido seguida por el nuevo Código.
[31] Boffi Boggero, Tratado, t. 4, n. 673, p. 505, nota 30.
[32] Este inconveniente se potencia en los casos en los cuales el demandado no ha
comparecido en la causa y se encuentra declarado en rebeldía.
[33] Moisset de Espanés, Curso, t. 3, p. 149/150 Azar, Renuncia y remisión como
modos extintivos de las obligaciones. Interpretación sistemática y teleológica del
Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación de 2012, en SIL, AP/DOC/
1165/2014
[34] Llambías, Obligaciones, n. 1858, p. 129/130.

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