Engels ha dado una definición clásica de la vida: “Vida es la modalidad de existencia de
los cuerpos albuminoides y esta modalidad de existencia consiste, substancialmente, en el proceso de autorrenovación constante de los elementos químicos integrantes de esos cuerpos” (Engels, Anti-Dühring, p. 102, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1948). El proceso vital es la formación y la desagregación ininterrumpida, simultánea de la materia viva, la asimilación y la desasimilación. “Dondequiera que nos encontremos con una manifestación de vida, ésta va unida a un cuerpo albuminoide, y viceversa, dondequiera que nos encontremos con un cuerpo albuminoide que no atraviese por un proceso de descomposición, unida a él irá siempre y necesariamente una manifestación de vida... Pero, ¿en qué consisten realmente estos fenómenos vitales que se dan por igual en todo ser vivo? Consisten, ante todo, en que el cuerpo albuminoide absorbe y se asimila otras materias adecuadas de su medio, mientras que otras partes más viejas del cuerpo se descomponen y eliminan. Otros cuerpos no vivientes se transforman, descomponen o combinan en el transcurso de los procesos naturales; pero, al hacerlo, dejan de ser lo que eran. Una roca desmoronada por el aire, no es ya tal roca; un metal oxidado se convierte en herrumbre. Pero lo que en los cuerpos muertos es causa de extinción, es en la albúmina la condición fundamental de existencia. A partir del momento en que esta transformación ininterrumpida de los elementos integrantes del cuerpo albuminoide, este intercambio permanente de asimilación y desasimilación cesa, desde este preciso momento el cuerpo albuminoide se extingue, se descompone, es decir, muere. La vida, la modalidad de existencia del cuerpo albuminoide consiste, pues, ante todo, en ser al mismo tiempo el que es y otro; pero no por obra de un proceso al que se le someta desde fuera, como puede también ocurrir con los cuerpos muertos. Por el contrario, la vida, el intercambio de materias que se desarrolla por asimilación y desasimilación, es un proceso automático, inherente, innato a su portador, a la albúmina, y sin el que la vida no podría existir” (Ibid., pp. 102 y 103).
Engels indica en seguida que las propiedades fundamentales características del
organismo vivo –excitabilidad, crecimiento, reproducción, &c.– derivan necesariamente del intercambio de materias que se efectúa en la albúmina. Los descubrimientos recientes de la bioquímica, de la fisiología y otras ciencias, confirman enteramente los pensamientos de Engels. Desde hace mucho tiempo, en el problema de la vida se enfrentan dos líneas fundamentalmente opuestas, dos grandes partidos filosóficos, el idealismo y el materialismo. El idealismo, en este problema, asume la forma de vitalismo (Ver), de weismanismo-morganismo (Ver). Los materialistas premarxistas, aunque combatiendo activamente al vitalismo, intentaban justificar, en la cuestión de la vida, el punto de vista del materialismo mecanicista (Ver) que desecha toda distinción cualitativa entre la materia viva y la materia inerte, y se esfuerza por reducir las manifestaciones de la vida a procesos físico-químicos, y basta a simples procesos mecánicos. Descartes (Ver), ciertos materialistas franceses del siglo XVIII y otros, querían demostrar, por analogía, la similitud de los organismos vivos y las máquinas.
El materialismo dialéctico ha criticado la concepción estrecha acerca de la vida
característica de los mecanicistas, así como las ficciones idealistas de los vitalistas. El materialismo dialéctico, considerando la vida como una de las formas del movimiento de la materia, ha mostrado el carácter específico de la vida, nacida de la materia inerte. Refuta las tentativas absurdas de crear directamente organismos vivos altamente organizados, así como la idea de la eternidad de la vida o la explicación de su origen por un acto creador. El materialismo dialéctico ha formulado la concepción histórica del nacimiento de la vida a partir de la naturaleza inorgánica a consecuencia de una prolongada evolución de la materia inerte que se extiende a través de millones de años. La vida apareció gracias a la formación de un substrato primario, la materia viva, cuyo componente principal es la albúmina. La gran diversidad de las formas organizadas y de sus funciones, resulta de la evolución de la materia viva en las condiciones incesantemente cambiantes del medio exterior. Esta multiplicidad de formas del mundo orgánico se traduce hoy en la enorme cantidad de seres vivos, desde los protistas al hombre. El proceso histórico de la evolución de la vida sobre la tierra, las leyes del origen de las diferentes especies de organismos han sido dilucidados por el darwinismo, que asestó un golpe decisivo a las ideas religiosas e idealistas sobre el origen divino de las especies. La doctrina michurinista, al desarrollar el darwinismo de una manera creadora, proporciona una base científica a las leyes de la vida orgánica. La doctrina michurinista aseguró la derrota de la teoría idealista del weismanismo-morganismo, que considera a los organismos independientemente de la influencia determinante del mundo exterior y niega que las modificaciones en la asimilación y en la desasimilación sean la causa principal de los cambios que sobrevienen en los organismos.