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NOMBRE: JORGE IMBAQUINGO FECHA: 13-11-2018

CURSO: 6TO GRUPO 2

MATERIA: ÉTICA

INVESTIGACIÓN SOBRE LA ÉTICA MORAL DE ADELA CORTINA

1. EL ÁMBITO MORAL

1.1. ¿«FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA» O «FUNDAMENTACIÓN DE LA


MORAL»?

La diferenciación entre moral y ética no viene exigida por razones etimológicas, ni por el
uso de ambos términos, sino por imperativos lógicos, es decir, porque configuran dos
niveles distintos de pensamiento y lenguaje.

No cabe duda de que los términos «moral» y «ética» no aluden a dos realidades distintas
desde el punto de vista etimológico, si es que concedemos a la etimología el valor que J. L.

Aranguren le confiere, aceptando las sugerencias de Heidegger, Ortega y Zubiri45. Como


también es evidente que el uso social de tales vocablos no nos invita a deslindarlos, puesto
que en el lenguaje ordinario, incluso en la aplicación del lenguaje ordinario a la reflexión
filosófica, se utilizan indistintamente ambos términos de manera habitual.

Sin embargo, desde el nacimiento de la filosofía se ha ido bosquejando paulatinamente una


distinción entre dos niveles lógicos: el de la moral y el de la filosofía moral, que, en
repetidas ocasiones, ha recibido el nombre de «ética». Al primero de ambos niveles
corresponden aquellos códigos y juicios que pretenden regular las acciones concretas de los
hombres, ofreciendo normas de actuación con contenido a la pregunta «¿qué debo, como
hombre, hacer?». Sería ocioso cuestionar si la respuesta debe estar formulada en lenguaje
descriptivo o prescriptivo porque, evidentemente, la pregunta reclama una prescripción.

Este tipo de reflexión ligada al obrar humano concreto y expresada en juicios prescriptivos
ha recibido usualmente el nombre de «moral» y es tan antiguo como la humanidad. Sin
embargo, el nacimiento de la filosofía trajo consigo la conformación progresiva de un
segundo nivel reflexivo acerca de los ya existentes juicios, códigos y acciones morales que
ha recibido como denominaciones más comunes las de «filosofía moral» y «ética». Este
tipo de discurso no se ocupa de modo inmediato de lo que debe hacerse —no se ocupa del
contenido de las prescripciones morales—, sino que, en tanto que discurso filosófico,
intenta dar razón de dichas prescripciones, intenta responder a la pregunta ¿es razonable
que existan juicios expresados pragmáticamente en la forma que denominamos «moral»?
Esta cuestión precisamente cabe considerar, a mi juicio, como pregunta por el fundamento
de la moralidad.

2. LA CUESTIÓN DEL FUNDAMENTO

2.1. EL RECHAZO CIENTIFICISTA DE LA FUNDAMENTACIÓN DE LA


MORAL

2.1.1. Es indudable que el progreso científico-técnico comporta en la actualidad una


amenaza para la supervivencia de la especie humana, pero también es necesario reconocer
que tal riesgo no pertenece intrínsecamente al saber científico-técnico. Si la ciencia
constituye un instrumento para el dominio de la naturaleza desde el renacimiento, no es ella
misma quien constituye un peligro, sino el uso que de ella se haga.

De ahí que quien amenace realmente la supervivencia de nuestra especie sea aquel tipo de
reflexión filosófica que posibilita utilizar los avances científicos para la destrucción
cósmica, porque identifica racionalidad y cientificidad técnica, declarando irracional toda
propuesta de moralidad. A este tipo de reflexión filosófica es al que denominamos
«cientificismo».

El cientificismo contemporáneo hunde sus raíces en el positivismo de Comte y Mach y


recibe el más amplio desarrollo en el neopositivismo lógico occidental. Consiste, según
Habermas, en la «actitud (Stellung) de que una filosofía científica debe proceder como las
ciencias mismas intentione recta, es decir, tener el objeto ante sí (y no puede asegurarse de
sí misma reflexivamente)»54. Frente a la tradición europea de la filosofía de la reflexión,
iniciada por Kant, que pretende desentrañar las condiciones que hacen posible el
conocimiento teórico y el saber práctico y, por tanto, la unión y fundamentación de ambos,
el cientificismo renuncia a denominar «saber» a la reflexión práctica y reduce a
«objetivismo» la objetividad del conocimiento.

Ello comportará la escisión teoría-praxis, conocimiento-decisión, reservando para la teoría


y el conocimiento (científicos) toda posible objetividad y racionalidad, mientras que las
decisiones morales quedan relegadas al ámbito subjetivo de los sentimientos y las
preferencias irracionales.

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