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Freudiana 6/11/18 19'55

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Revista Freudiana

! Poli-Edipos
(catalogo.php) Bassols, Miquel

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Miquel Bassols

POLI-EDIPOS1

La experiencia analítica constata que en el campo del goce, el antídoto suele hacer más consistente
aquello que quiere prevenir. No hay, en realidad, antídoto posible frente al goce. El antídoto que el
propio sujeto ha construido en su vida, y que Freud descubrió en la figura del superyó, termina
siendo su peor aliado al imponerle un goce imposible de soportar. El superyó como anti-goce es así
el mejor testimonio de cómo el antídoto impone aquello que quiere prevenir.

¿Podríamos decir lo mismo de ese antídoto que en los años setenta se propuso firmar con el nombre
de Anti-Edipo el derribo definitivo de ese «largo error», como lo llamaron sus autores, el de las
formas familiares interpretadas como una prisión del deseo? Hacía falta, en primer lugar, distinguir
la estructura del Edipo de las nuevas formas de la familia en nuestras sociedades. Pero sobre todo
hacía falta captar el viraje que Lacan pudo detectar con la pluralización de los Nombres del Padre y
su «más allá del Edipo». En esta perspectiva, no costaría mucho leer en el Anti-Edipo un llamado a
un padre más consistente y más verdadero, pero no es ese el sesgo que queremos tomar. De hecho,
(revistas.php?idrevista=38) no hacía falta ningún «Anti-Edipo» para quien hubiera leído correctamente el diagnóstico que
Jacques Lacan había hecho ya en 1960, en ese hoy conocido párrafo de su texto «Subversión del
sujeto...» donde leemos: «El Edipo sin embargo no podría conservar indefinidamente el estrellato
en unas formas de sociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia».2

¿Para qué un antídoto, si la epidemia misma revelaba ya las razones de su debilidad, la fractura de
su apariencia monolítica? De hecho, el Anti-Edipo como objeción a un standard, al standard del
Edipo como estructura normalizad ora en la orientación del deseo del sujeto, hacía patente que la
falla del padre y del Edipo no era decirlo todo, no era decir lo más importante de ese estrellato
perdido. Anunciaba algo que era más difícil de conceptualizar y que era la multiplicación de las
funciones de los Nombres del Padre en los nuevos fenómenos clínicos.

He preferido indicar entonces este hecho de estructura con el término de «Poli-Edipos» para
responder a la pregunta que nos convoca en esta mesa. Vemos hoy que no se trata de oponer un
«anti» al mono-Edipo freudiano. La constelación de los «Poli-Edipos» parece, sin duda, más acorde
con lo que las nuevas formas de familia ponen hoy de relieve, las formas llamadas
«monoparenrales» y que agrupan una gran diversidad de configuraciones. Lejos de terminar con el
Edipo, estas formas suelen multiplicarlo. Digamos más bien que cuanto más monoparentales son
las familias en su descripción, más poliedípicas se revelan en su estructura. Y el hecho de que el
sujeto tenga que situarse cada vez más en relación a diversas familias de las llamadas
monoparentales no hace más que mostrar la prevalencia de esta constelación. Así, un niño de siete
años le decía al analista que tenía tres casas: la casa del padre y su pareja, la casa de la madre y su

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pareja y la casa de su padre y su madre. Esta última, la más enigmática, es la casa ya vacía pero que
coexiste en la misma temporalidad con las otras dos. El sujeto puede localizarse entonces en un
poliedipismo con la condición de mantener una casilla vacía.

Un conocido humorista español daba cuenta, hace unas semanas, de otra vertiente de este hecho de
estructura, en una viñeta en la que jugaba con el equívoco de «los padres» de un modo ejemplar.
Dos muchachos van por la calle cargados con sus mochilas rumbo a la escuela. Uno le pregunta:
«Tus padres ¿se llevan bien?». El otro le responde: «Casi todos, sí.3

Subrayemos el «casi todos» que marca en el equívoco de «los padres» lo que los pluraliza sin
totalizarlos. No es que falte uno para completar la serie, es que por mucho que se multiplique esa
serie siempre será no-toda.

Lo mejor que podemos decir entonces del momento del Anti-Edipo, es que se reveló no tanto como
un antídoto sino como un «anti-todo», un Índice de lo que Lacan estaba ya conceptualizando con la
pluralización de los Nombresdel-Padre siguiendo el viraje que va de la estructura del todo a la
estructura del no-todo.

El «no-todo», que está en el fundamento de la pluralización de los Nombres del Padre no es, como
ha indicado Jacques-Alain Miller, «un todo que comporte una falta sino por el contrario una serie
en desarrollo sin límite y sin totalización; es por ello -seguía diciendo Miller- que el término de
globalización es para nosotros un término vacilante porque se trata precisamente de que ya no hay
todo y que en el proceso actual lo que hace todo y lo que hace límite está amenazado, vacila». En
efecto, del mismo modo que el Anti-Edipo se proponía como antídoto de un Edipo global, la anti-
globalización se propone hoy como antídoto de un supuesto mundo global que se revela más bien
como una red deslocalizada de multiglobalidades, de Unos múltiples que coexisten en la
precariedad de la definición de sus elementos.

Esta precariedad es lo que detecta el diagnóstico dado a gran escala de «patología de


desorientación»4 del sujeto contemporáneo, el sujeto que el mundo Psi ofrece tratar con sus
diversas técnicas de orientación.

Y, en efecto, es conocida la importancia que están cobrando hoy en distintos ámbitos los sistemas de
orientación, especialmente con la tecnología del GPS, (Global Positioning System), los sistemas de
posicionamento global vía satélite que sirven tanto para que el taxista nos lleve adonde le pedimos
en nuestras ciudades como para encontrar el camino en cualquier topografía -montaña, selva u
océano -, pero también, por ejemplo, para localizar a los sujetos que pueden ser objeto de secuestro
o de maltrato. Esta tecnología, surgida en los años setenta en el Departamento de Defensa del
ejército americano, tuvo ya su equivalente soviético y ha visto nacer estos últimos meses a su
homólogo europeo en el sistema llamado Galileo. A falta de un Nombre-del-padre unívoco, la
ciencia ha puesto, por decirlo así, a los poli-edipos en órbita, en una red de satélites que siguen
diferentes trayectorias de modo que la posición de un sujeto puede precisarse en cada momento con
un error no mayor a los tres metros. Sin recurrir al magnetismo que orientaba a la vieja brújula
hacia el norte, más o menos evanescente, en ese «horizonte deshabitado del ser», según la bella
expresión de Lacan en los años cincuenta, la pluralización de los Nombres-del-Padre da cuenta del
nuevo momento para el sujeto en su patología de desorientación y de la constelación de
significantes que se proponen para orientarlo en lo que el propio Lacan designó en la década
siguiente como la aletosfera, el espacio donde el sujeto debe localizar sus objetos de goce.

La aletosfera ve hoy proliferar buen número de sistemas de posicionamiento psíquico. En realidad,


el mundo psi de las psicoterapias se propone hoy como el GPS del sujeto moderno enfermo de
desorientación, es un sistema de psicoterapia global que propone al sujeto nuevos significantes, ya
sean edípicos o antiedípicos, para orientarlo en el campo de un Otro que existe cada vez menos. El
efecto producido por el uso sistemático del GPS psíquico lleva en realidad a una nueva patología, la
del sujeto absolutamente localizado, evaluado e identificado por el significante amo, ese sujeto que

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el humor de los Marx ponía en escena en el diálogo de Chico: «they’ve found us; we are lost» —«nos
han encontrado, estamos perdidos»—, y de Groucho señalando la paradoja: «¿cómo vamos a estar
perdidos si nos han encontrado?»

Y, en efecto, cuanto más identificado, cuanto más localizado por los significantes está el sujeto,
cuanto menos «dupe», cuanto menos equivocado está en los «nombres del padre», más yerra, más
perdido se encuentra en el campo de su goce. Es así como podemos entender el equívoco que Lacan
introduce con la pluralización de los nombres-del-padre, «Ies-non-dupes-errent», donde el sujeto
yerra más en la medida en que es encontrado por sus significantes. Los poli-edipos no bastan
entonces para orientar al sujeto en su goce, un sujeto que tiene una respuesta privilegiada en la
clínica actual: la respuesta de la angustia. En el mar de los poli-edipos, la única señal certera es la de
la angustia y es la contrapartida necesaria al no-todo en la proliferación de los poli-edipos.

¿Pero hay realmente un GPS posible para orientar la posición del sujeto en la aletosfera lacaniana?
Solemos situar esa orientación en el «más allá del Edipo freudiano» o también con la conocida frase
de Lacan: «pasar del padre a condición de servirse de él». Es nuestro modo de responder a la
estructura de los poliedipos de otra manera que con la lógica del «anti-» que sigue el principio de su
proliferación politeísta.

Es aquí donde cobra para nosotros especial importancia el momento subrayado recientemente por
Jacques-Alain Miller en la enseñanza de Lacan, ese momento final del Seminario sobre la Angustia,
diez años antes de cualquier Anti-Edipo, en el capítulo que ha titulado «Del ‘a’ a los Nombres-del-
Padre». En el

mar de los Nombres-del-padre, y gracias sin duda a haber intuido ya su pluralización en la


estructura del no-todo, aparece allí, con su brillo particular, ese objeto que no tiene nombre, cuya
estructura se muestra irreductible a la constelación significante y que Lacan escribe con el objeto
«a», objeto producido por una pura y simple separación de goce.

Señalemos de inmediato que la estructura de ese objeto lo descubre precisamente como «no
orientable» en el campo visual. Todo el encanto de la topología de esa banda de Moebius que Lacan
construye para dar cuenta de la estructura del objeto es que no tiene norte ni sur, ni este ni oeste,
que define un espacio sin anverso ni reverso distinguibles, sin un horizonte, o mejor dicho, con un
único horizonte que es el propio camino que el sujeto hace por su anverso y reverso.

El objeto «a» como aquello que hace presente para cada sujeto «su existencia más radical»5 es, en
efecto, un objeto no orientable por ningún sistema GPS. Sin embargo, es lo mejor que tenemos para
la orientación en la experiencia analítica, definido por Lacan, en esas últimas páginas, como el
modo de situar ese objeto como tal en el campo del Otro a través de la transferencia. Y es su
estructura y su función lo que tal vez pueda permitirnos hacer el único uso no religioso del Nombre-
del-Padre en el sujeto.

m.bassols@ilimit.es (mailto:bassols@ilimit.es)

Notas

1 Trabajo presentado en IVº Congreso de la AMP realizado en agosto de 2004, en


Comandatuba, Brasil, dedicado a «La práctica lacaniana del psicoanálisis: sin estándar pero
no sin principios».

2 Jacques Lacan, Escritos,Siglo XXI, Buenos Aires, 1987, p. 792.

3 Forges, en «El País» del 4 de Junio de 2004.

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4 Robert Reich, en The Futre of Succes, citado por Jacques-Alain Miller en su Curso del
22/05/2002.

5 Jacques Lacan, Séminaire X, L’angoisse, du Seuil, Pris 2004, p. 389.

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