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1- Según Zenobi (2014:127):

Las apelaciones a la noción de familia para referirse a lo que en otras


circunstancias es denominado como el movimiento no surgen naturalmente del
hecho de que se trata de relaciones entre padres y chicos. En cambio, esa forma
de referirse a Cromañón se hace presente en circunstancias específicas que
remiten a intentos de afirmar la unidad en situaciones de disenso. Cabe entonces
destacar la ubicuidad de la metáfora familiar en tanto mecanismo al que se
recurre para producir el sentido de unidad, enfatizando la solidaridad, los
objetivos comunes y los lazos afectivos, incluyendo, al mismo tiempo, los
conflictos entre padres y chicos y la construcción de posiciones de autoridad y
jerarquía. Así se iguala a padres y chicos al mismo tiempo que se fundan
diferencias entre ellos.
(a) Explique la afirmación del autor. Relacione su análisis con los enfoques
desarrollados (b) por Collier, Rosaldo y Yanagisako (1997) y (c) por Bourdieu (1997)
acerca de la familia en las sociedades modernas.

a) A lo que se refiere Zenobi con la frase mencionada es que en ciertos momentos se


utiliza el concepto de familia como una metáfora de consenso, unidad y empatía para
hacer referencia al movimiento y a Cromañón: por un lado, las relaciones afectivas y
de sangre que explican el compromiso y la moral existente respecto al acompañamiento
en la lucha, la adhesión a la causa, no solamente visto como una obligación, si no
también como una conducta deseable, y por el otro, la unidad que surge entre los
familiares y los sobrevivientes, padres y chicos, compartiendo el mismo sufrimiento,
con el objetivo de reclamar justicia por lo ocurrido. Ambos actores se presentan como
víctimas mediante un proceso de construcción pública, narrando su sufrimiento y a
través de la organización y la movilización, donde se ve como las víctimas se
consideran a sí mismas y a sus experiencias de sufrimiento construidas sobre vínculos
de diferente tipo con el incendio. Así se evidencia como el dolor va fundando diversas
relaciones: desde el lado de los padres, quienes perdieron a sus hijos, y del otro los
sobrevivientes quienes lo expresan a través de marcas en el cuerpo o padecimientos
psicológicos, muestras de que vivieron en carne viva el horror de la masacre.
Esta forma de construcción pública de los agentes como víctimas puede verse en las
reuniones de articulación, lugar donde se habla sobre los temas que resultan relevantes
para los protagonistas del movimiento (sobre todo las marchas de los 30 de cada mes,
evento en el cual se muestra la unidad mencionada anteriormente entre familiares de
las víctimas y sobrevivientes) y se trabaja para coordinar las actividades en conjunto,
aunque algunas son decididas en común dentro de ese espacio, otras son llevadas a
cabo por cada grupo en particular.
Antes de las marchas, los familiares y amigos de las víctimas fatales realizan acciones
con un alto nivel de carga emotiva: lloran al ver las fotos colgadas de su cuello, otros
se abrazan para expresar su angustia, y a partir de ese momento, se conforman como
víctimas con dolor en demanda de justicia. Hay dos puntos de encuentro: uno en
Bartolomé Mitre y Ecuador en las cercanías a Cromañón, construido con los recursos
que estaban a mano, y de forma muy improvisada, y el otro es La Plaza de la Memoria,
construida unos meses después del incendio, diseñada por arquitectos, y financiada por
el Estado. En los dos se expresan las acciones y emociones de quienes se reúnen para
movilizarse: pero, aunque ambos estén en la misma esquina, y tengan un punto de
contacto, también contrastan fuertemente, no solo por lo mencionado anteriormente
(respecto de la construcción de los mismos), sino también en sus usos, no todos los
familiares circulan por ambos espacios, ni lo hacen de las mismas maneras.
Ya en lo que respecta a la marcha, se dejan un poco de lado estas manifestaciones
emocionales, y cobran más fuerza las consignas de protesta, reclamos de justicia: donde
para mantener la unidad del movimiento no tiene que haber pancartas que acusen a los
integrantes de la banda como culpables. Además, los familiares aparecen mezclados
cosa que se puede observar ya que quienes están dentro del mismo grupo no marchan
todos juntos, sino que lo hacen de acuerdo a la afinidad afectiva que haya entre ellos
mismos. Y, por último, la marcha culminó en Plaza de Mayo, debido a que los
familiares consideran a las autoridades políticas como responsables del incendio, con
la lectura de un documento que expresa la voz colectiva unificada siendo responsable
ésta de minimizar un poco las diferencias entre los propios familiares y entre los
familiares y los sobrevivientes del incendio.
Pero no todo es consenso y unidad, también pueden darse conflictos y disputas
relacionados a las relaciones de autoridad y jerarquía, donde debido a las diferencias
generacionales y de edad (de aquí la importancia de los sentidos de adultez y juventud),
los padres construyen una posición de autoridad desempeñando su rol de experiencia
sobre los sobrevivientes, que al ser más jóvenes y de otra generación les recuerdan a
sus hijos fallecidos, y lo hacen apelando a que ellos sufren un dolor del que no hay
vuelta atrás, siendo el fallecimiento una situación inmodificable (estas mismas disputas
sobre la autoridad, y las jerarquías también se generan entre los miembros de una
familia). Pero es importante destacar, que estos conflictos, respecto a cómo actuar en
determinadas situaciones, o diferentes posturas sobre algún tema en particular, son
superados a través de la acentuación de la importancia de los lazos afectivos, la
solidaridad, y el ir todos hacia el mismo lado (por tener los mismos objetivos)
demostrándose, así como un colectivo unificado, residiendo ahí la fuerza del
movimiento.

b) En cuanto a las autoras Collier, Rosaldo y Yanagisako comprenden a la familia no


como una institución universal concreta sino como una unidad ideológica con
implicancias morales, es decir, que no corresponde a los hechos en sí, sino que es un
constructo ideológico que trae aparejado implicancias en la vida social. En las
sociedades capitalistas, la familia (como producto ideológico creado y fomentado por
el Estado) se presenta en contraposición al ámbito público. Es decir, se asocia a la
misma como el lugar doméstico entendido como un ámbito privado, sacralizado, donde
prima el afecto, el amor y la intimidad, cuya función principal es la de la crianza de los
niños y se contrapone al mundo público, del mercado, los negocios, la competencia y
al Estado. Con respecto a este último, la familia se “resguarda” del mismo ya que
“constantemente amenaza el sentido de la privacidad y la autodeterminación de las
personas.” Debido a que el capitalismo trae aparejada una visión del mundo
individualista, es esperable que las personas deseen y busquen en la familia la
gratificación que el mundo moderno no les da.
Las antropólogas opinan que es indispensable conocer las categorías de los actores
nativos y cómo éstos comprenden dichos conceptos. En este sentido cabe destacar la
relación con el texto de Zenobi, éste hace una distinción acerca de cómo los actores
comprenden sus categorías y las diferencia con las categorías propias de los
antropólogos, es decir, con las categorías analíticas. De esta manera se puede
comprender como los familiares y víctimas comprenden la política como una acusación
y también como algo en cuya práctica se puede catalogar por su “buen uso” o “mal
uso”. En tanto que esta sea utilizada para conseguir justicia la denominaron como
“buena política”, en cambio si se utiliza para conseguir un beneficio, es decir, si priman
intereses individuales será catalogada de manera negativa. Un ejemplo visible se da
con el personaje de Molinos quien es estigmatizado por los familiares por no
considerarlo una verdadera víctima y como un oportunista que aprovechó la situación
de Cromañón para obtener subsidios y otros beneficios económicos. Este es
categorizado como un inescrupuloso e inmoral. De esta manera, se lo ve como una
amenaza hacia al movimiento, el mismo es interpretado como una gran familia, como
criterio central de legitimidad, donde se fomenta lo moral y afectivo, donde el dolor se
transforma en pedido de justicia y se espera que los familiares actúen en consecuencia
por el hecho de ser familiares, es decir, la participación de manifestaciones y reuniones
son actos de carácter “obligatorio” en tanto términos morales. Molinos de esta manera,
encarna los valores individualistas del capitalismo y del mercado, y se lo repele por el
hecho de ser considerado como una persona que rompe con los valores familiares.

c) La experiencia de los familiares de los fallecidos, así como la de los sobrevivientes


se han visto enlazadas, mezcladas y compartidas desde el momento del incendio,
durante el rescate, en el proceso de recuperación y principal y más prolongadamente
durante el juicio político en el que se busca justicia.

Estas relaciones al conformar un heterogéneo movimiento por la causa Cromañón, y


luego de conformarse además grupos con distintas afinidades, u objetivos diferentes,
van estableciendo para dentro de aquellos grupos un sentido de conjunto, de afinidad
más general con la “tragedia” como vínculo espacio-temporal entre los afectados.
Dentro del “movimiento”, una metáfora que destaca de todas es la que se entiende este
como una “familia”, al coincidir, por las características del incendio, que muchos de los
sobrevivientes son jóvenes que en su momento fueron asistentes a un concierto de rock,
y que por consiguiente los familiares son también principalmente padres y madres de
jóvenes fallecidos durante el incendio. A esta coincidencia se le suma el origen de la pre
existente legitimidad de los padres de hijos fallecidos, que no deben certificar más que
su relación con las víctimas, cuando a los sobrevivientes se les solicita certificar su grado
de “sufrimiento” ocasionado por el incendio. En esta mayor legitimidad social de estas
relaciones familiares se sostiene no solo la empatía de la sociedad respecto a los
querellantes, sino también el funcionamiento interno de los distintos grupos dentro del
movimiento.

Así, en aquellos grupos en los que los padres de sobrevivientes son mayoría, en contraste
con los otros grupos donde los acompañantes tienen también posibilidad de opinión y/o
decisión respecto a las acciones a tomar en la lucha articulada, se hace patente que el
equilibrio de fuerzas de los padres se sostiene en su situación familiar con las víctimas
y su irreparable sufrimiento respecto a un lazo que no puede ser reparado. Esta
valoración de la emocionalidad, sin embargo, entra en conflicto directo con la
valoración de la “racionalidad” necesaria para tomar “mejores decisiones” respecto al
caso judicial que se lleva a cabo.
Por otro lado, es importante recalcar que para dentro de los grupos, este factor familiar
también afecta directamente en la autoridad que los padres asumen tener por sobre los
sobrevivientes al entenderlos “como si” fueran hijos propios, en la gran familia del
movimiento.

En esta descripción es posible rastrear ciertas categorías usadas por Bourdieu al


describir el espíritu de la familia, pero de manera velada, puesto que los investigados no
se entienden, ni describen su actuación en parámetros tan limitantes.
Para Bourdieu la institución familiar es una prescripción estatal para la reproducción
social, que perpetúa relaciones sociales hacia afuera de sí como el estatus o el capital
económico. Es además una categoría social objetiva y subjetiva a la vez, puesto que su
existencia, como se puede ver en el caso de la acreditación como padre, es precedente a
toda circunstancia particular, en este caso el incendio; y por la cual además los
individuos, incluso en ausencia de relaciones de sangre, toman posiciones sociales
“como si” fuesen hijos, subjetivando y validando una vez más esta estructura.

Es importante destacar que, si bien esta metáfora no es siempre tomada en las relaciones
entre padres y sobrevivientes, funciona en momentos de disenso para dos cosas, una
porque permite jerarquizar las opiniones y desplegar una estructura de autoridad en la
toma de decisiones y a su vez permite unificar el grupo al aparecer el peligro de la
desunión. Bourdieu describe ya esta tarea como una de las funciones principales de la
familia, al permitir la integración en una unidad o cuerpo social que excede a los
individuos y que por tanto debe ser protegida y reproducida.

2- Según Balbi y Boivin (2008: 10): ...al hacer de las perspectivas nativas el centro de la
indagación respecto del mundo social del cual forman parte, la etnografía contribuye de
una manera decisiva a incrementar nuestra capacidad para entender el lugar que cabe en
el curso mismo de la vida social a conceptos tales como los de „política‟, „Estado‟ y
„gobierno‟, así como a las instituciones, las formas de acción social y los tipos de
relaciones sociales a que hacen referencia.
(a) Explique la afirmación de los autores. Ilustre el procedimiento que proponen haciendo
referencia a (b) el análisis de Palmeira (2003) sobre la categoría nativa ‘tiempo de la
política’ y (c) el análisis dedicado por Zenobi (2014) a las relaciones entre ‘política’ y
‘politización’ desde el punto de vista de los familiares y víctimas de la masacre de
Cromañón.

a) La frase de los autores se refiere a que, al momento de indagar una comunidad, es


decir, al momento de elaborar los análisis etnográficos para el estudio antropológico de
las mismas, existe la necesidad de enfocarse en las perspectivas de los agentes, en la
producción de diálogos entre las concepciones de los nativos y la de los propios
investigadores, destacando que las concepciones de los primeros son parte de aquello que
investigan, y que de esa forma pueden llegar a comprender su organización social,
cultural, política, la forma en la que viven, sus creencias, comportamientos, costumbres,
los entramados complejos de relaciones personales.

Según lo que señala Guber, las etnografías muestran la cantidad de diferencias empíricas
que existen entre los distintos grupos humanos, hacen de las mismas construcciones
teóricas y las convierten en su objeto de trabajo. También, en las mismas se reconoce que
las perspectivas de los actores son fundamentales para acceder al conocimiento social
porque son parte del mismo y porque estos elaboran algún tipo de visión del mundo en el
que los propios actores se sitúan.

Además, permiten darles sentido a aquellas conceptualizaciones ambiguas, poco precisas,


tales como: “política”, “Estado”, “gobierno”. Pero no estatizándolas, ni convirtiéndolas
en entidades reificadas, si no dándole aquellos múltiples sentidos que provienen de los
usos que le otorgan los mismos actores, quienes están socialmente situados, de acuerdo a
las investigaciones realizadas. Y así, de esta manera, nos permite conocer el lugar que
tienen en tales discursos los conceptos mencionados anteriormente, las instituciones, los
tipos de relaciones personales y las formas de acción social. Siguiendo en la misma línea,
nos ayuda a desnaturalizar estos conceptos que son herramientas teóricas de los trabajos
antropológicos y al mismo tiempo categorías nativas las sociedades.

En el texto se dan varios ejemplos de lo anterior, sobre trabajos elaborados por diversos
investigadores quienes realizaron exámenes profundos sobre los conceptos de “Estado”,
“gobierno”, “política” que nos permiten desnaturalizarse y obtener una visión más clara
y objetiva sobre los mismos, siempre marcando las diferencias entre los conceptos
teóricos centrales y nuestras categorías nativas, implantadas en el sentido común.

b) Cabe destacar el rol que juega la etnografía de Palmeira para demostrar cómo la
categoría nativa “política” entendida por individuos dentro de una sociedad determinada
explicita la forma en que adquiere sentido un concepto que en nuestra sociedad sería
imposible concebir bajo esa misma categorización.
Dicho análisis se enfoca en las comunidades locales de Brasil, donde la política para sus
habitantes se da en determinado tiempo que es el tiempo de las elecciones, y a éste se lo
denomina como el “tiempo de la política”. Por esta razón, al estar delimitado
temporalmente se presenta como una actividad no permanente. Cabe aclarar que esto no
quiere decir que los actores crean que no existe la política a lo largo del año, sino que ésta
la ejercen los políticos y algunos de sus seguidores, pero para el común de la población
solo se da en este periodo.

Por lo tanto, en estas sociedades durante el año se destacan dos periodos diferenciados:
el tiempo donde se gobierna, y el tiempo de las elecciones. Este último es crucial para los
candidatos ya que se proponen incorporar el mayor número de votantes que adhieran a su
facción. Las facciones se destacan por ser cuasi grupos, son unidades en conflicto que se
manifiestan abiertamente en el tiempo de la política y que pujan constantemente por la
obtención del poder en el municipio a través del intento de conseguir mayor cantidad de
votantes y adherentes. Se hacen visibles, las diferentes posiciones ideológicas, no solo a
través de los candidatos sino a través de sus votantes que deben mostrar públicamente a
qué facción adhieren, éstos lo hacen mostrando a su candidato en carteles en la puerta de
sus casas, cantando el voto, yendo a negocios con quienes comparten la posición política,
etc.

Esta adhesión se caracteriza, a diferencia de la simple elección del voto individual, como
un proceso de comprometerse a lo largo del tiempo con una determinada facción.
Compromiso que involucra a individuos, a familias en conjunto o a grupos significativos.
Por esta razón, la adhesión y su manifestación pública es crucial ya que conlleva una
coerción moral que puede influir en el voto de los ciudadanos.
Las relaciones de parentesco, en estas comunidades, están marcadas por las obligaciones
sociales que hacen que una persona tenga prioridad a las relaciones familiares en tanto a
lo afectivo, pero también, según el caso, a lo político. Por lo tanto, para un candidato el
poseer una gran familia es un capital político que le podría jugar a favor. Sin embargo, la
lealtad política trasciende los lazos familiares, de vecindad y amistad ya que está asociada
al compromiso de “devolver un favor o favores”, en general, favores que son
característicos por no poder ser saldados en la cotidianidad ya que representan un monto
muy grande para el beneficiario de éste, y es a través de la adhesión y, por consiguiente,
del voto, que son saldados. Los favores, por lo tanto, son entendidos como formas de
reciprocidad que comprenden relaciones donde se entabla un pedido y una promesa, y el
compromiso asumido por ambas partes conlleva un sentimiento de lealtad entre ellas. En
las elecciones, el candidato pronuncia ciertas promesas hacia los habitantes si estos votan
por él, lo que conlleva a establecer relaciones de reciprocidad entre ambos actores.
Igualmente, cabe destacar, que la recepción de un bien hace del beneficiario un votante
seguro o por lo menos comprometido con una determinada facción. De esta manera, se
manifiesta el proceso de compraventa de votos en la localidad como algo natural pero que
aun así tiene sus limitaciones; no es condenable el hecho en sí sino las modalidades que
se emplean para conseguir votos como, por ejemplo, el uso excesivo de dinero de un
candidato en la campaña electoral en comparación con otros candidatos.

Es importante acentuar que durante el periodo de la política es posible y no es condenable


el cambio de bando de personas por diferentes facciones, siempre y cuando este traspaso
se manifieste públicamente. También, aclarar el rol que juega el “elector de voto múltiple”
para las facciones y cómo estas se disputan por conseguir su adherencia. Este primer actor
se caracteriza por tener en su poder la definición de su propio voto, pero también el de
personas que se encuentran vinculadas a él por algún tipo de lealtad. Otro de los actores
disputados por las facciones es el de “aquel elector que no tiene vínculos” que
generalmente son mujeres abandonadas por sus maridos-padres, que solo mediante su
condición de “abandonadas” se vuelven importantes para las facciones.

c) Balvi y Boivin indagan en el análisis etnográfico de estudios antropológicos del Estado


y la política, poniendo en contraste el mal uso de categorías exógenas al mundo social
que se investiga, es decir, que no observa la vida de los miembros de una sociedad desde
su propia perspectiva. Una prioridad es la atención a la diversidad, en tanto existen modos
distintos de sociedad en sociedad y la otra prioridad es que la visión del actor estudiado
es irremplazable, esta es la perspectiva de la antropología de la política que permite la
desnaturalización de conceptos nativos y los propios del investigador que son llevados al
campo.

El conflicto dentro de la etnografía de Zenobi sobre el caso de Cromañón, es


principalmente la disputa entre los familiares y el Estado, a través de juicios formales y
la lucha en las calles, sin embargo también observa los conflictos dentro del movimiento
respecto a lo que es o no correcto hacer en función de alcanzar justicia; no solo esto sino
que además están inmersos en una disputa en términos aparentemente opuestos de lo
privado y lo público sin problematizar sus propias asignaciones de identidad por parte del
Estado. Estas consideraciones, sin embargo, no son siempre útiles al momento de analizar
el desarrollo del conflicto si no es indagando en los conceptos detrás de los significantes
que usan los actores nativos.

Los familiares, por ejemplo, no toman inicialmente una identidad de ciudadanos, sino una
más potente emotivamente y aparente menos política, la de padres o madres de los chicos
fallecidos; en esto su situación es similar a la experiencia de las madres de mayo, que
pasan de una condena privada a una condena pública, y un posterior entendimiento más
amplio de la relación filial con génesis en un hecho político como la dictadura. La
experiencia de PASO respecto a la politización es una crítica, pero que no niega un uso
específico de la política, un uso correcto contrario a un uso partidario de la misma, la
evaluación de la política entonces es moral.

Lo mismo pasa con términos como “hacer quilombo, violentos, irracionales, politizados,
pasivos, frontales”, están determinados en cómo se desarrollen moralmente en el campo
de la disputa entre familiares y el Estado. Estas obedecen a cierta crisis moral en las que
incluso la manera correcta de la política, implica una valoración a la vez positiva y
negativa de la política, como en el caso de Pablo Asturias, que usa las palabras “rosquear,
o hacer operetas” como acciones cuestionables dentro de la política, pero necesarias para
la lucha que lleva a cabo. CofraCom se termina rompiendo por la desafiliación de familias
que consideran que su lucha es “justa y pura” y que no debe mezclarse con lo partidario
y los militantes que los acompañan. Miri, de APHAC, a su vez, va cambiando su visión
negativa de la política al momento que se repone emocionalmente de lo ocurrido y va
percibiendo la relación entre la corrupción estatal y la muerte de los chicos.

Una caracterización clara de la escisión de lo público y lo privado se da dentro de los


mecanismos de la asamblea de familiares, donde termina enarbolando la consigna
“Articulación propone, Asamblea decide” con la intención de evitar la utilización política
o partidaria del movimiento cromañón.

Estas categorías y consignas nativas se entienden en contexto, pues tienden a contener


“abstracciones polisémicas o ambiguas”, y no puede escencializarse en su definición
puesto que la política, por ejemplo, al ser una herramienta, implica una ejecución moral
de las acciones que se dan dentro de un contexto u otro o dentro de un contexto y no en
otro. La politización es también una acusación de impureza en los ojos de los familiares
pues si bien se puede pensar como un tránsito de lo privado a lo privado, como es el caso
de Meri, el lenguaje nativo no lo entiende así en este contexto. La impureza solo toma
sentido cuando se observa el sema de “política” como utilización partidaria o interesada
y no de otro modo, cuando es aceptada.

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