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La reflexividad y el torrente irrefrenable de la acción social.

Constitución remite a propiedades de “un algo” consolidado en procesos constantes de


reorganización y reproducción. Propiedades, que independientemente a sus aleatorias re-
configuraciones, siguen manteniéndose bajo un “parámetro constitutivo” que fluye a la par de
sus propios cambios, bajo una suerte de animación irrefrenable, suspendida en la oscuridad, el
desorden y la incertidumbre. Lo interesante aquí, es que dicho “parámetro constitutivo” (o
constitución), ha sido cíclicamente relatado, archivado, re organizada, sistematizada y
nuevamente vivificada.

La acción humana sujetada a los confines de “lo social” no a “lo físico” ni a “lo biológico” en
strictus senso-, convertida en una fuente especifica de información que a diferencia de esas
otras disciplinas, en vez de procesar energía o procedimientos orgánicos-, procesa sentido
(reconocimiento colectivo entre un significante y un significado, que orienta mis acciones con
las de los demás) desmembrándolo y re-tejiéndolo en redes sintéticas, moldeadas a su imagen
original, de más y más sentido, enmarcado y esquematizado detrás nuevos ciframientos de
interpretación, que tarde o temprano escaparan nuevamente al mundo social reinsertándose
nuevamente en aquel ciclo de procesamiento simbólico.

Un mundo social que por demás turbio, complejo y contingente se ha depurado de toda
descripción animista o encantada, incluso en sus trances mas desgarrantes y alucinantes,
gracias a una precipitada tendencia por archivar data y computarla. La reflexividad se ha
postrado como el método por excelencia para realizar aquello, siempre revisando y dudando
toda certeza. Ahí donde aparecen respuestas, aparecer signos de interrogación.

Viendo estos dos ámbitos, el de la acción como fluido conductor incontenible, suspendido y
ofertado en sus miles de rutas contingentes a cada momento y, el de la reflexividad de la
persona a través de razones que suponen una racionalización de parte del agente, capas de
enfrentarse a ese contexto, es el fundamento reflexivo del conocimiento a sí mismo y del mundo
que lo rodea, una regularización intrínseca que responde al acto bajo una conexión lógica. Por
otro lado la racionalización también supone un gobierno que no tienen acceso a ese tipo de
conciencia clara y especificada, denominando a los motivos como la parte inconciente que
opera en el acto mismo –como las pasiones; celos, envidia, miedo…-. Por lo tanto, el propósito
específico de este escrito es destruir y reconstruir hondando explicativamente los sitios y las
articulaciones que todo esto indica, a inspiración del constructo teórico de A. Giddens.
Lo primero que hace el autor ingles es precisar que las dos grandes tradiciones en teoría social;
la estructural funcionalista y la hermenéutica comprensiva tienen diferencias no solo a nivel
epistemológico como se había tratado a grosso modo por la misma disciplina sociológica sino
que sus diferencias incluso se oponían de manera radical en terrenos últimos u ontológicos, lo
cual les impedía sobre entender sus propios conocimientos y esclarecer sus objetivos. Lo que
quiere decir es que; dado que las argumentaciones parten de la arbitrariedad de sus propias
definiciones para creer y poder desarrollarse en posteriores disposiciones epistemológicas de
rutas específicas a la construcción lineal del acuerdo(s) sobre la producción de conocimiento, no
es posible salirse de esa hipnosis y por consiguiente lo que se obtiene como “análisis” no es mas
que un metarelato (desde el vientre de su propia hipnosis). Es decir, no se pregunta cómo es que
se genera el saber y el conocimiento en la sociedad, sino que se pregunta qué es la sociedad,
qué la constituye, para no asirse en arbitrariedades que envicien o seduzcan de ilusión a quienes
sin saberlo restituyen reflexivamente, el conocimiento producido desde ejes “especializados”,
en pervertidas y embriagadas nociones del mundo que solo confunden y obscurecen, muchas
veces en sentidos muy nutritivos he de decir pero, que en general desprestigian la labor
disciplinaria y desentenden los límites de la doxa. Por lo tanto se dispone partir desde una
perspectiva última, remota, ontológica que se despida desde los presupuestos mas generales: el
tiempo y el espacio.

Pero antes de responder su pregunta, como muchos autores contemporáneos, intenta ver de que
manera puede diseñar a partir de estas dos grandes tradiciones ese nuevo sistema operativo que
lea información exclusiva de “lo social” y para ello hace primero un rastreo histórico de las
condiciones prevalecientes en lo que respecta a esta larga tradición y joven disciplina. Lo que
en algún punto, de la primera mitad del siglo XX, se denomino por “consenso ortodoxo” fue en
gran medida el hecho de pensar que existía, de manera superficial, una serie de acuerdos
posibles en teoría social sobre cómo se pensaría la sociedad y que elementos eran necesarios
para desarrollos analíticos posteriores, en orden de concatenar la producción de conocimiento
sobre “su objeto y, caprichosamente, generar modelos bajo una vanidosa lógica matemática y/o
exacta, desde una perspectiva muy primitiva en lo que respecta esto último. Acuerdo logrado
gracias a la tradición del naturalismo y el positivismo lógico, en un monismo metodológico de
funcionalismo estructural, donde el todo social se erige sobre la partes -sujetos humanos
sujetados a las estructuras sociales-. Pero como es menester en las llamadas disciplinas del
espíritu, al ser altamente generalizado este consenso se vio víctima de su antítesis, conocida
como la tradición fenomenológica que concluyo con el llamado “giro lingüístico” o
interpretativo de la segunda mitad del siglo pasado, que se oponía radicalmente a situar de
manera analógica el campo de las ciencias naturales con el de las ciencias sociales. La
subjetividad como el centro preconcebido de la vivencia cultural e historia. Opacando el mundo
físico y natural puesto que solo puede aprenderse desde fuera a diferencia de la acción humana
cual es comprendida desde dentro. Una especie de imperialismo del sujeto -sobre el todo social-
versus el imperialismo del objeto social -del todo sobre las partes-. A todo ello, Giddens
propone la teoría de la estructuración como la unión de los presupuestos de acción y sentido (ó
subjetividad) más estructura y constreñimiento (en procesos y mecanismos), donde las practicas
sociales se encuentran situadas en un tiempo y un espacio, siendo los agente competentes los
que reproducen las condiciones que hacen posibles sus actividades1. Un punto de partida
hermenéutico donde se expresan las estructuras y los grandes procesos sociales.

Deteniéndome, ahora si, a responder la pregunta hecha anteriormente, para no perderme en


nudos de trance argumentativo, se concibe a la sociedad como la suma de el ser como un
hiperfenómeno y el hacer y el obrar como reproducción de sus actividades en recursividades
instituidas, ya expropiadas de aquel ser. Lo cual solo puede ser posible en tanto que el ser, como
agente competente, tenga la capacidad de registrar reflexivamente su acción y la de los demás en
pos de insertarse operativamente en un mundo intersubjetivo. He aquí el problema del agente o
la agencia de los individuos, dado que aquellos tienen la capacidad de ser intencionales puesto
que sus actividades obedecen razones, que si se le pregunta debe ser capaz de abundar
discursivamente sobre todas ellas, incluso en sus actividades más mentosas. A este “registro
reflexivo” Giddens lo denomina, a diferencia de algunos filósofos de la acción, como un
proceso dinámico, no un estado, pues se sitúa en una temporalidad móvil bajo la supuesta
ontología del tiempo-espacio que propone. Así mismo diferencia su concepto de acción, no
como un a combinación de actos o el simple movimiento del cuerpo, sino como procesos
inmanentes que fundan la reflexividad en este continuo fluir irrefrenable donde compiten los
agentes.

Saberes son haceres.

Ahora bien, como agentes somos capaces de irritar –incluso sobre las irritaciones ejercidas por
otros-, diariamente y en repetitivas ocasiones, gracias a un espectro de poderes causales. Si no
es posible esto la persona deja de ser un agente competente. Poder significa transformar y es
anterior al registro reflexivo de la conducta pues es un producto del que registra y reflexiona,
incluso en secuencias largas donde el cómputo de acción procesa el poder de los individuos que
se ve maximizado o reducido por un espectro de circunstancias especificables. Este punto es un
eslabón principal en la teoría de estructuración, pues el poder tiene un aspecto dual, una
dualidad donde recursos (enfocados a través de significación y legitimación) por un lado son
1
Giddens, A. La constitución de la sociedad. Amorrutu., 2006. Pp. 40.
propiedades estructurales de sistemas sociales y por otro son entendidos, utilizados y
reproducidos por los agentes en el curso de una interacción. Es muy importante este aspecto ya
que introduce sutilmente la gran aportación que Giddens le hace a la teoría social y sociológica
contemporánea.

Entonces, si el registro reflexivo es una constante de la acción cotidiana en una suerte de


referencia y competencia; por consiguiente se producen rutinas o formas de hacer y obrar como
aspectos, ya no subjetivos o hermenéuticos sino, sociales y físicos de los contextos que los
mueven2. Y precisamente, a lo que se refiere por capacidad reflexiva es a la conciencia, que en
una exhaustiva vigilancia a lo que llama “los reduccionismos como las tesis del inconciente”
termina por denominar la división entre “conciencia discursiva” –ó la capacidad de hondar
discursivamente sobre las razones- y la “conciencia práctica” –en un arreglo mas inconciente,
pero capas de tener en mente los motivos-.

…“si razones denotan los fundamentos de la acción, motivos denotan


los deseos que las mueven”…
Pp. 43.

Ahora bien, es indispensable saber que estos dos tipos de conciencia no se encuentran divididas
o separadas; existen sólo las diferencias entre lo que se puede decir y lo que en general
simplemente se hace3. Representan operaciones de fuerzas sociales autómatas, que son
únicamente registradas en estos abstractos mentales. Que como se citó razones, motivos y
motivación –esta última como potencial de acción sin tener nada que ver con los modos en que
se lleva acabo- no son lo mismo. Los últimos dos quiebran con la rutina, representan la
contingencia que no necesariamente pueda explicar sus motivos. Siendo posible esto, queda
dicho entre líneas que un espectro de la acción es representado por consecuencias no deseadas o
incluso, en un nivel sitematizado, en condiciones inadvertidas de actos ulteriores. Y bajo la
condición que obrar remite únicamente a las intenciones, PERO la mayoría de los actos no
presentan dicha característica. Se estaría hablando de una implosión de plexos
inimaginablemente posibles, en una sola porción de acción congelada (ojo, focalización de la
acción, no acto), en torno al sentido en que el individuo pudo, en cada fase de una secuencia de
conducta haber actuado diferente4. Y de igual manera, en un momento posterior, se simplifica
esa enormidad de posibilidades en el hecho de que “ser denota un hacer/obrar” como sucesos
que no habrían ocurrido si el actor no se hubiera conducido de esa manera específica.

La acción se despliega activamente en una red artificial derivada de la actividad de los

2
Ibíd. Pp. 43.
3
Ibíd. Pp. 45
4
Ibíd. Pp. 46.
individuos y reproducida en rutinas generalizadas. Por un lado en imbricaciones delineadas
sobre incalculables y microscópicas rutas (ó actividades en movimiento) que producen una
diferencia -en un nuevo estado de cosas o un nuevo curso de sucesos preexistentes- que
paralelamente son ocupadas por agentes en respectivos contextos de tiempo y espacio. Y por
otro donde, exponencialmente, se expande un universo hacia la unidad misma de conducta, en
aleatoriedades (ó contingencias) no ocupadas por las rutas ya mencionadas, “lo que pudo haber
sido pero no fue”. Acción que no solo se remite al absurdo de escoger derecha izquierda, arriba
o abajo –escribiendo la derecha que se escogió y tomando en cuenta como parte de la implosión
de plexos; izquierda, arriba y abajo- sino que también esta contenida en niveles de sentido y
lenguaje, donde la complejísima operatividad –no por indeterminable o infinita, sino por una
condensación inconmensamente alta de información- es procesada, por la suma de percepciones
en los millones de receptores más el acceso aleatorio de la relevante, para el momento, memoria
archivada por la experiencia y los marcos de sentido interiorizados en el individuo, que en
milésimas de segundos nos arrastra juntos por el torrente irrefrenable de la acción social. He
aquí el verdadero hint del asunto, el despliegue que parte de las intenciones inmediatas pero se
extiende y reproduce la enormidad de “lo social” en una suerte ulterior, o no deseada, de
posibles rutas descritas a corto plazo e instituidas a largo plazo -gracias a la exploración y
sofisticación de los actos, la acción y la rutina-, dentro de los esquemas reflexivos de
interpretación institucionalizados en recursividades:

…“¿cómo sucede que ciclos de consecuencias no buscadas se realimentan


para promover una reproducción social por los largos plazos? De una
manera general no es difícil analizar esto. Actividades repetitivas,
analizadas en un tiempo y un espacio, tienen consecuencias regularizadas,
no buscadas por quienes emprenden esas actividades, en contexto de un
espacio-tiempo mas o menos lejano». Después, lo que ocurre en esta
segunda serie de contextos influye, de manera directa o indirecta, sobre las
posteriores condiciones de una acción en el contexto original. Para
entender lo que sucede nos hacen falta mas variables explicaticativas que
aquellas que explican por qué los individuos se ven motivados a empeñarse
en prácticas sociales regularizadas en un tiempo y un espacio, y las
consecuencias que de ello sigue. Las consecuencias no deseadas se
distribuyen regularmente como subproductos de una conducta regularizada
que como tal recibe sustentación reflexiva de quienes participan en ella”...
Pp. 51.

Ergo, la complejidad como Edgar Morin descifraba su raíz etimológica del latín «com/plexus» o
«tejido común»5, da pauta para asirse de la más escrupulosa expresividad de “lo social”, pero
para entender lo que sucede lo que hace falta no es encaramarse en una ingeniería social donde
se escriban todas y cada una de las rutas del tejido social en movimiento en una eterna y
minuciosa red de sitios, vínculos e intersecciones de la acción social, delineando la ruta aplacer
del objeto por conocer. Lo que hace falta es enfocar las prácticas regularizadas y las
consecuencias que de ellas siguen.

Dualidad

Al hablar de estructuración o procesos autómatas de producción y reproducción de la sociedad,


son tres los elementos centrales de la discusión. Primero se encuentra la estructura, modelada
en reglas y recursos de aspectos rutinarios que han sido instituidos, el rasgo mas duradero
dentro de “lo social”. Después se encuentra el sistema(s), entendido como las relaciones ya
reproducidas dentro de la estructura que son organizadas por actores y colectividades como
prácticas sociales regulares. Y por último se explica el ligamiento estructurante entre espacio y
tiempo en segmentos variables de las condiciones que gobiernan la continuidad o trasmutación
de, por un lado, estructuras, y por otro en consecuencia directa, la reproducción de sistemas
sociales.

Así pues, la estructura, lejos de ser un diseño de relaciones sociales fenoménicas ó un modelo
abstracto en que se descompone funcionalmente la acción –como teóricos de la altura de Tallcot
Parsons defendió-, es la intersección en modos de articulación en recursivas reproducciones de
presencias y ausencias en tiempo y espacio. Los “principios estructurales”, se presentan como
los aspectos mas duraderos de los sistemas sociales a través de las instituciones, lo que indica
una diferencia entre estructura y sistema, donde el primero es el campo de relaciones en la
modalidad de propiedades estructurales que vuelven posibles las practicas sociales en
segmentos variables de tiempo/espacio. Y como se vio, en el entendido de los “procedimientos
de hacer/obrar” se proporciona la aptitud generalizada para responder a un espectro
indeterminado de circunstancias sociales y de influir sobre aquel. En consecuencia se necesitan
reglas para ecualizar la vida social, como técnicas o procedimientos generalizables que se
apliquen a las actualizadas escenificaciones y reproducciones de las prácticas sociales. La
estructura constriñe pero habilita dentro de este esquema. La constitución de la sociedad se
entiende gracias el teorema de la dualidad de la estructura, que no solo es externa y constriñe
sino que es interiorizada y habilita la relación entre agentes y estructura, pues la estructura
5
"L'intelligence de la complexité" de Edgar Morin, editado por L'Harmattan, París, 1999. Traducción de
José Luís Solana Ruiz
coexiste junto con el saber que los agentes poseen sobre lo que hacen en su actividad cotidiana.
Las propiedades estructurales de los sistemas sociales son tanto un medio como un resultado de
las prácticas que ellas organizan de manera recursiva.

Los sistemas sociales se fundamentan en actividades de mutua inteligibilidad que aplican reglas
y recursos en la diversidad de contextos de acción, donde son producidos y reproducidos.
Practicas reproducidas en escenarios de interacción que bajo una reproducción sistémica
homeostática engendra la integración -autonomía y dependencia-, tanto sistémica como social;
donde la primera comprende la ausencia de agentes en la interacción y la segunda una
sistemicidad cara a cara, en dinámicas de reciprocidad entre actores y colectividades por un
extenso tiempo/espacio.

Ahora bien, esta dual estructuración se presenta en modalidades operativas que los actores
utilizan en la reproducción de sistemas de interacción, y en el mismo acto reconstruyen las
propiedades estructurales de estos6. Aptitudes de entendimiento entre los sujetos a nivel
estructural. Los agentes integran rasgos temporales y espaciales de encuentros en procesos de
construcción de sentido, esquemas de comprensión y ordenes simbólicos como modos
prefigurados que sostienen y garantizan institucionalidad de formas. Estructuras de
significación, dominación y legitimación llegan hasta la inmediatez interactual. Los ordenes
simbólicos y modos de discurso son lugares institucionales para la ideología en tanto que los
símbolos coagulen los excedentes de significado implícitos en el carácter polivalente de su
signo y que las intersecciones de los códigos generalizados sean ricos en diversas formas de
asociación y significado.

Nowere/Now here.

“la infinitud del surgimiento del ser desde la nada”


cita de A. Giddens a Heideger, Pp. 70

A inspiración de uno de los filósofos mas renombrados del siglo pasado, Martín Heidegger,
Guiddens procura esclarecer sus enredos sobre las la constitución de “lo normal” -por así llamar
a la estructura y sus diferentes formas constituyentes, hereditarias y de integración
funcionalmente diferenciada en instituciones-, a través de del tiempo y la historia de vida. El
tiempo, aquello que constituye la experiencia –tanto como la dualidad de la estructura a la
sociedad-, se caracteriza por la falta de congruencia entre; nuestro despreocupado desempeño en
6
Ibíd. Pp. 64.
la continuidad de una conducta a través de este y el espacio y, su carácter inefable cuando se
aborda de manera trascendental o filosófica. La esencia misma del problema del orden como
naturaleza desconcertante. Por un lado se encuentra el tiempo del cuerpo como frontera de
presencia a la degradación irreversible del organismo que como resultado da la vida cotidiana.
Y por otro, esta la reversible duración “supra individual” de la existencia a largo plazo de las
instituciones que como resultado dan las practicas organizadas. Si bien el poder era la forma
sutil de introducir su noción, esta unión es el la consecuencia directa, de la dualidad estructural.

El cuerpo humano es la mediación de las propiedades físicas y sensoriales que los sistemas
sociales requisan para sus expresión rutinaria de la vida social. Por todo ello el tacto, como se
describe minuciosamente en el segundo capitulo, es el sentido mas importante pues es parte, no
solo del cuerpo sino que se convierte en una terminar sensorial misma de los sistemas sociales,
donde ya no es el sistema nervioso sino el sistema social su unidad central de procesamiento.

Lo que, creo yo, intenta decir el teórico inglés es que es cierto que el actor, gracias a su
capacidad reflexiva, decide su historia de vida (en tanto los órganos le sigan funcionando)
ofertada por la estructura. Si es astronauta, bombero, delincuente… Pero sin importar el
nombre, el rostro y la personalidad del delincuente, la delincuencia prevalecerá después de sus
muerte; no como sistema nervioso de “El Glendon” (el ratero de mas alcurnia de la agrícola
oriental) sino como sistemidad social de la delincuencia.

Acceso aleatorio de la memoria relevante, mutua inteligibilidad reflexiva y Modernidad.

…”El medio por el cual el pasado influye sobre el futuro”…


cita de A. Giddens a U. Neiiser, Pp. 81.

Si bien en un principio se hablaba del registro reflexivo de la acción, es preciso ubicar


diferencialmente sus propiedades y funciones en orden de situar y esclarecer su pertenencia
analítica. Primero, la conciencia como continuidad puede expresar sus registros ó simplemente
abstraerlos en su actividad. Por una parte la conciencia discursiva puede hondar
explicativamente sus descripciones en relatos coherentes de las propias actividades y las razones
que las animaron y, la conciencia práctica, de arreglo un poco mas inconciente, es capaz de
entender la conducta de otros sin necesariamente tener que explicarla. La primera fundamenta el
lenguaje como la capacidad de poner cosas en palabras y la segunda, a mi parecer, fundamenta
la comunicación tal como la biología la entiende; como coordinación de acciones.
A diferencia de Freud, G. H. Mead arregla la acepción del “yo” con la capacidad ulterior de
obrar, esto quiere decir que el “Self” se encuentra tan perdido en la oscuridad de su génesis
como, a mi gusto analógico, la misma comunicación, en otras palabras nadie puede determinar
cuando y cómo nos convertimos en agentes competentes con capacidades reflexivas y por lo
tanto se diferencia un obrar como la forma sofisticada de un hacer ó cuando una simple
coordinación (comunicación) se sofistica en esquemas magníficos de sentido.

Desentrañar el brote de hacer ulteriorizado en obrar es tan fractalizado como desentrañar el


brote de comunicación ulteriorizado en lenguaje. Me explico; el ser , el hacer y posteriormente
el obrar son objetos de su ambiente, el ser debió de alguna manera haber sido perturbado por el
ambiente y por lo tanto tuvo que reactivar mecanismos de hacer –como un recién nacido que
sale del vientre de su madre y dado que ya no es provisto de oxigeno por medio del cordón
umbilical debe activar mecanismos para poder por si mismo respirar-. De la misma manera la
comunicación al querer coordinar se ve víctima del exterior y necesita hacerse de rutas o
complejos de sentido –al primer brote de una afirmación perturbada por el ambiente en una
negación se obtiene una nueva unidad (alfa) que al ser nuevamente perturbada por una nueva
afirmación u otra negación genera otra nueva unidad (beta) y así sucesivamente-. Entonces,
ulteriormente -ya no en términos del yo o bit de información sino de ser-con (self) o unidad
condensada de sentido- el ser humano se vio en la necesidad de sistematizar sus haceres, frente
ambientes que exponencializaron su dificultad en razón de la conflagración social implícita de
la competencia, en formas y protocolos de obrar y de igual manera las unidades comunicativas
cada vez mas complejas se sistematizaron y catalogaron en diferentes esquemas de comprensión
lingüísticos

Antes de explicar el porqué esta analogía es preciso especificar lo siguiente. Luego de aludir a
la relación entre las destrezas lingüísticas y el gobierno ramificado del cuerpo que sitúan y
permiten al agente moverse autónomamente y modificar el mundo (a ser-con) en la pluralidad
de contextos de la vida social7, en fin a ser conciente, Giddens habla sobre la percepción, la
memoria y lo inconciente. Algo que a mi en lo personal me movió mucho. Para él la memoria y
la percepción se encuentran en íntima relación, donde la percepción es un fluir de actividad
integrada con el movimiento del cuerpo en un espacio-tiempo, organizada en esquemas de
anticipación concatenados milésimamente por el individuo que anticipa información nueva que
llega mientras simultáneamente hace digestión mental de la antigua. Una especie de acceso
aleatorio de la memoria que en medio del abrumante flujo irrefrenable de la acción selecciona
perceptivamente gracias a los millones de terminales nerviosas diseminadas en cada mili

7
Íbid. Pp. 79.
centímetro del cuerpo8 y luego hace relevante para enfrentarse al mundo. Eso quiere decir que
se necesita de esas unidades de memoria en el “ahora” atrayéndolas aleatoria y relevantemente
al display (o despliegue de la acción) a la par de su línea perceptiva. Hago énfasis en el acceso
aleatorio de la memoria pues hace evidente la forma en que es posible la reflexividad puesto que
muchas veces damos por dado cosas que no se problematizan y el hecho de problematizarlas
ayuda en la implementación de estos mecanismos y formas operativas a un sin fin de
aplicaciones. En fin, “presentificar” (o “hace presente” en el argot hedeggeriano) el mundo, a
través de este mecanismo, permite el mutuo entendimiento entre agentes y construye
progresivamente sentimientos como la llamada seguridad ontológica y fiabilidad de la
modernidad9.

Por su parte el inconciente es una “barrera” negativa que impide, concientemente, aquel acceso
a la memoria e inhibe la integración inmediata al registro reflexivo y por consiguiente a la
conciencia discursiva, lo cual no quiere decir que no haya entrado información, solo que esta no
fue relevante o considerada en la práctica por el agente.

Ahora bien, a mi forma de entender todo esto, lejos de ser únicamente una crítica a los
presupuestos freudianos donde el ser-con, cuerpo y memoria se encuentran íntimamente
relacionados -no separados como el alemán creía-, es una tentativa de relato desmembrado
sobre cuestiones tan obscuras e indeterminadas como el origen de la comunicación y el yo
competente, aparentemente absurdas pero contrariamente riquísimas en su contenido ya
desmenuzado. El problema de lo ulterior en el obrar del individuo que en última instancia
termina por rutinizarse en practicas generalizadas de los sistemas sociales y requerimientos de
acción en las instituciones, encuentra una traducción (o abstracción de sus procesos mismos
vistos desde el seno de su continuo desenvolvimiento) al considerar el acceso aleatorio de la
memoria relevante, la percepción y el sentido del tacto como variables en que gravitan la
conducta en tanto su registros y su comunicabilidad que se disparan en incalculables redes que
explican las propiedades estructurales, su puesta en acción de los sistemas sociales… la misma
estructuración de la sociedad moderna.

Lo que se intenta decir es que, si bien la primerísima unión entre una afirmación y una negación
son la idea más afín para comprender la comunicación tan compleja que hoy en día se encuentra
cargada en cualquier cosa o idea en que pensemos. Algo que me hace comprehender esto es
voltear a ver un edificio en la calle y ponerme a pensar en toda la comunicación implicada en

8
Aludiendo nuevamente al tacto como el sentido reinante a razón de las ciencias sociales.
9
Cuestiones que serán profundamente analizadas, pero por disposición propia dejare suspendidas para
no perder el hilo argumentativo que me he planteado.
ese objeto, todas las rutas escritas inmaterialmente en el proceso histórico y espacial para que un
grupo de humanos lograsen hacer un edificio tal. Todo el inmenso complejo de variables
inmiscuidas en la mínima posibilidad de comunicarse y del tener no solo los artefactos y las
máquinas sino también la teoría que impida que el edificio se desplome, con toda la
problemática que ello implica cuál sería imposible detallar en un rastreo fiel a la ruta ocupada y
algunas ramificaciones dignas de mencionar que no hayan sido ocupadas deliberadamente. Y
después de pensar en eso, ver otro edificio y luego un coche y las calles, luego una computadora
y el Internet y luego… lo mismo se puede hacer con una idea o un símbolo así como con
creencias y tradiciones.

Así mismo se puede pensar la sociedad hoy en día si se piensa en su constitución misma, en sus
insignificantes percepciones archivadas que al mismo tiempo son pegadas en procesamientos
reflexivos, gracias al acceso aleatorio de memoria guardada, animados y ruteados en un
despliegue multitudinario de conductas entre agentes, presentes o ausentes, en medio de un
torrente irrefrenable de acción dentro del espacio y el tiempo.

Me viene a la mente el concepto de desanclaje de la modernidad10, donde las relaciones sociales


despegan de sus contextos locales de interacción reestructurándose en indefinidos intervalos
espacio-temporales, en orden de comprender la gran coordinación atemporal y e ilocalizable.
Así mismo, no encuentro arreglo mas explícito que los “sistemas expertos” para hacerme
entender sobre la analogía que he propuesto; cómo es que se da esa condensación de
información y coordinación en unidades de entendimiento y obrar para poder construir un
edificio y, no solo eso, tambien el hecho de que la gente que se encuentre cerca o dentro de este
edificio tenga la fiabilidad de que este se encuentra bien construido y es segro esta ahí sin que
se desplome. Lo mismo se podría empatar con lo de las ideas, los símbolos, las tradiciones, el
dinero… en lo que Giddens denomina como symbolic tokens.

En fin, todo este inquieto y revoltoso juego entre argumentos, citas, analogías, ejemplos, etc.
esconde nuevamente, a mi parecer, el sentido ulterior de la constitución póstuma, no solo de la
sociedad y la modernidad sino incluso de sus individuos. El lego depositario y animador o
vivificador de estructuras, que como incasablemente se ha dicho, pone en práctica
reproduciendo sistemas de interacción en prácticas recursivas, que se han alzado junto con la
sociedad moderna dotados de reflexividad, a veces histérica y delirantemente creativa, con la
cual se apropian del saber producido desde sitios de conocimiento –en una suerte de servidor y
usuario- y después de digerirlo lo vuelven a restituir en el mundo –en otra suerte de puertos y
diseminadores-, proveyendo de nuevos objetos de interpretación a la luz del conocimiento
10
Anthony Giddens. Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza, 1993, 28-33, 37.
social. Un retorno epistemológico de los productos reflexivos que no solo explica la doble
hermenéutica sino que, intencional o in-intencionalmente, reescriben sobre la programación
social nuevas funciones que ayuden a resolver el mundo en impensables posibilidades, nuevos
ciframientos y sus respectivas traducciones, nuevas configuraciones y coordinaciones a usos y
lenguajes ya establecidos… trayendo a su cotidianidad nuevas disposiciones a placer de sus
interacciones.

Borracho de ansias por escribir y ensalzar mi posición de seudo sociólogo seguiré divagando sin rumbo.

Si bien el agente interioriza las reglas y las utiliza en aquella suerte recursiva, en la medida que
estas recursividades se resquebrajen, la cotidianidad entra en crisis en una confusión abrumante
e incontenible. Como se mencionó en clase; es más desgarrante para el individuo una crisis de
“lo cotidiano” que una guerra en el mundo; es imaginar despertarse y no saber quien se es ni
cómo se debe responder a las perturbaciones del mundo; es la perdida de agencia bajo los
términos que se han mencionado; la locura como excepcionales esquemas de la realidad rota.
La “seguridad ontológica” es a mí parecer uno de los conceptos más seductores y emotivos de la
teoría social, fuente de inspiración para enfrentarse lírica y oníricamente al mundo
aproblemático y estático que nos cría para llegar a ser comfortably numbs11.

Por otra parte:

…“El humor”…“La rebelión superior del espíritu”…“L´humor noir12”…


enemigo perpetuo del sentimentalismo con aire acorralado –el eterno
sentimentalismo sobre fondo azul- y de una fantasía de corto vuelo, que se
toma demasiado a menudo por poesía, persiste vanamente querer someter el
espíritu a sus caducos artificios, y que no dispone ya de mucho tiempo para
alzar sobre el sol, entre las demás semillas de adormidera, su cabeza gruya
coronada”…13

Andre Breton realiza una sublime apología de lo que considera como el humor negro, bajo la
acepción de temperamento, que ha contravenido históricamente con las mas rígidas formas de
interactuar. Bajo el telón de la modernidad resucita espíritus más que personajes al mitificar

11
Confortados y adormecidos.
12
El Humor negro
13
Breton Andre. Antología del humor negro. Editorial Anagrama. Barcelona 1971. Pp. 10 y 13.
figuras de ruptura que atropellaron la prudencia, enfermaron la seriedad y pervirtieron la
inocencia con genialidades sombrías, turbias e incluso aterradoras. Figuras que seguramente
como cualquiera de nosotros se criaron estructurando el mundo social en sus mas necias
costumbres de integración sistémica, me atrevo a decir, pero que por alguna fortuna incierta
fracturaron esa fuente y deformaron el flujo, manifestando agraciada y complejamente aquel
retorno reflexivo bajo los arreglos tan especiales del ámbito de las pasiones negras e incómodas
de la cotidianidad. Desde el Marqués de Sade y Charles Furier, pasando por muchos otros
como Allan Poe, Carroll, Baudelaire, Nietzsche hasta Kafka y Salvador Dalí (por mencionar
únicamente referentes que sean populares), el surrealista francés rinde homenaje no solo a las
personalidades sino por demás encima a la virtud de enfrentarse alterna e inconvencionalmente
al mundo, explorando sus limites arbitrariamente establecidos y rompiéndolos en sus mas
hipócritas y sesgantes ataduras. Des-estigmatizando el delirio, la demencia, la melancolía y la
locura, en cual fuere de sus como partes fundamentales y edificadoras de la conciencia humana.

…Entonces la locura ha entrado a un nuevo ciclo. Se ha despegado ahora


de la sinrazón, que durante largo tiempo va a permanecer, como escrita
experiencia poética o filosófica repetida de Sade a Hölderlin, a Nerval y a
Nietzsche, el puro hundimiento del lenguaje que suprime la historiay que
hace cintillar, en la superficie mas precaria de lo sensible, la inminencia de
una verdad inmemorial…14

En general, de lo que se está hablando aquí es sobre los laberintos de la rutnización como
organización societaria fundada en la conciencia práctica. Cómo es que la rutinización se da en
lapsos prolongados y cómo es que se resquebraja y vuelve a constituir. El sentimiento de
confianza en la cotidianidad del mundo de objetos así como en la actividad social, tienen su
origen en ciertas conexiones específicables entre el agente individual y los contextos a través de
los cuales se desenvuelve en el curso de su vida cotidiana. Si bien los valores normativos son
aquellos que edifican la referencia a una crisis o a al sentimiento de seguridad, su misma
referencia y capacidad reflexiva son quienes los rompen y liberan. Es por medio de esto que las
instituciones, no se crean pero, se fijan sólidamente a la vida cotidiana. La sistemidad de las
circunstancias de copresencia (Goffman) ó integración sistémica (Giddens) son variables
fundamentales de la duración institucional pero la agencia del individuo es quien la determina y
la encausa a diferentes cursos, por delirantes u obscenos que estos fuesen. El des-anclaje y re-
anclaje del tiempo y el espacio, característica primordial de la modernidad, nos ayudan a
entender cómo es que un agente competente de identidad reflexiva no solo es constreñido por

14
Foucault, M. Historia de la locura en la edad clásica. FCE. México 1998. Pp. 60.
las formas institucionales de integración sino que es el mimo quien las habilita y les da razón de
existencia. Al concebir la acción como un flujo, irrefrenable, de prácticas recursivas-
estructurantes basadas en relaciones micro de copresencia -donde la postura se erige en
referencia a las sanciones normativas- que producen orden, el individuo bajo su identidad
contingente y auto determinable nada efectivamente en una suerte de doble reflexividad que le
permite asirse y navegarse parcialmente. Una reflexividad vigilante, en algunos casos dopada
por un sentimiento de seguridad o ya de plano por Prozac®, que hecha andar la acción a través
del tiempo sin errores aparentes y, otra reflexividad operativa de un orden secundario en tanto
que se mueve en terrenos de conocimientos, especializado ó desgarrador de las formas
preestablecidas, que piensan por encima de la doxa. Por un lado dejamos de pensar siendo
individuos adormecidos y por otro como espíritu de la humanidad revolucionamos abrupta y
vertiginosamente lo que des-pensamos y re-pensamos.

Bibliografía:
A. Giddens. Las reglas del nuevo método sociológico. Amorrortu. Buenos Aires. 1993.

A. Giddens. La constitución de la sociedad. Amorrurtu, Buenos Aires –Madrid. Tercera


reimpresión en español en el 2006.

A. Giddens. . Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza, 1993.

E. Morin. L'intelligence de la complexité , editado por L'Harmattan, París, 1999. Traducción


de José Luís Solana Ruiz.
Trabajo final para Teoría Sociológica
Contemporánea.

Prof. Fernando Castañeda

Adrián R. Martínez Levy


No. Cuenta: 30158967-1
Sociología No. 311
FCPyS, UNAM

Ciudad Universitaria a 4 de junio de 2006

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