Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
1. Introducción.
En este momento hay un predominio de los locales privados, con lo que el empresario busca el gusto
principalmente de un público burgués, que es el que acude a las funciones. Esto tuvo dos consecuencias:
el teatro que critica la ideología y el modo de vida burgués tuvo pocas posibilidades.
Se produjo una gran resistencia a la innovación escénica, a las nuevas tendencias.
Ante esta situación, los autores innovadores hubieron de hacer un teatro de corte burgués, o bien
resignarse a que sus obras fueran leídas por una minoría. El teatro español de esta época, por tanto, se
orienta:
a un teatro triunfante, continuador del de finales del s. XIX – Echegaray, la “alta comedia”, el
costumbrismo,… -. A este teatro triunfante pertenece la comedia burguesa de Benavente, el Teatro
en verso y el Teatro cómico.
A un teatro innovador, con nuevas técnicas y diferentes enfoques ideológicos. A esta
innovación de la escena aspiran algunos del Noventa y ocho, como Valle – Inclán, los movimientos
de vanguardia, el Grupo del 27, sobre todo Lorca, y el Teatro cómico de Jardiel Poncela.
2. La Comedia benaventina.
El teatro de Jacinto Benavente no es grandilocuente, sino una fina representación de ambientes
cotidianos; en su teatro destacan su habilidad escénica, su ingenio y la fluidez de sus diálogos, pero cae, a
veces, en el sentimentalismo.
Tuvo un comienzo innovador, con El nido ajeno (1894), cuyo tema es la situación opresiva de la mujer
casada en la sociedad burguesa; esta ‘opera prima’ fracasó y fue retirada del cartel ante la indignación del
público, por la carga crítica del tema.
Entonces tomó el camino del teatro triunfante. Sigue retratando la hipocresía y el conservadurismo de
las clases altas, aunque moderadamente. Son obras en la línea de la “comedia de salón”, como Rosas de
otoño (1905). La excepción en el camino dramático de Benavente lo constituye Los intereses creados (1907),
que es su obra maestra; es una farsa de ambiente y personajes de la ‘Commedia dell’ arte’, en la que aporta
una visión cínica de los ideales burgueses. La malquerida (1913) es un intento de drama rural, cuyo tema es el
de la pasión incestuosa.
3. El Teatro en verso.
Este teatro constituye una mezcla de posromanticismo con rasgos modernistas, como el verso sonoro,
el color,..., con una ideología tradicionalista de exaltación de valores nobiliarios y de grandes acciones del
pasado.
Francisco Villaespesa es un modernista de verso fácil y superficial. Sus principales obras son El
alcázar de las perlas (1911), Doña María de Padilla (1913) y La leona de Castilla (1916), en las que se narran
hechos del pasado. Eduardo Marquina escribe dramas históricos como Las hijas del Cid (1908), En Flandes
se ha puesto el sol (1911) – que es su principal obra -, y Teresa de Jesús (1933); son ‘estampas’ con
fragmentos líricos parecidos a las ‘arias’ de las óperas. Los hermanos Machado escriben obras de personajes
históricos o de tema moderno, que son una pervivencia del teatro modernista; sus dos obras principales son
Juan de Mañara (1927) y La Lola se va a los puertos (1929).
4. El Teatro cómico.
Dentro de la tendencia de la comedia costumbrista y el sainete. Los hermanos Álvarez Quintero
presentan una Andalucía tópica con problemas sentimentales únicamente, donde todo el mundo es bueno y
gracioso; los diálogos son intrascendentes, espejo de un realismo naturalista ingenuo. Tienen una extensa
producción de sainetes y comedias, como El genio alegre (1906), Las de Caín (1908) y La reina mora (1897).
Carlos Arniches presenta un mayor interés. Escribió sainetes de ambiente madrileño, como El santo
de la Isidra (1898) o Los milagros del jornal (1927); están caracterizados por el habla ‘castiza’ de los personajes
y presentan ambientes y tipos convencionales. También produjo tragedia grotesca, en la que la peripecia
cómica envuelve a seres desgraciados, con una actitud crítica ante las injusticias; en este sentido están La
señorita de Trevélez (1916) y Los caciques (1920), con una visión social más aguda.
Pedro Muñoz Seca crea el astracán, subgénero de escasa calidad literaria, en el que abundan los
chistes, los juegos de palabras con nombres o apellidos y las dislocaciones del idioma para mantener un
diálogo. Su obra principal es La venganza de don Mendo (1918).
5. Los intentos renovadores.
Los intentos de renovación de la escena española fracasan debido al motivo mencionado al comienzo
de esta exposición, cual es el predominio de locales privados, para los que el empresario buscaba obras del
gusto de la burguesía. Estos intentos renovadores fueron protagonizados por los autores de las dos primeras
generaciones del siglo.
Unamuno presentaba mediante el teatro los conflictos humanos; este autor despreciaba los hábitos
escénicos vigentes. Escribió Fedra (1910), Soledad (1921) y Raquel encadenada (1922).
Azorín tiene una preocupación y un interés constantes; él cree en la necesidad de renovar y abrir
nuevos cauces expresivos al teatro español y quiere romper con el inmovilismo de la escena española. Obras
suyas son Old Spain (1926), Brandy, mucho brandy (1927), Lo invisible (1928).
Jacinto Grau posee una clara voluntad de superar la escena naturalista con la restauración de la
tragedia; su producción es de todos modos poco extensa. Se inspira en temas literarios o en grandes mitos.
Obras suyas son El hijo pródigo (1918) y El Conde Alarcos (1930).
Ramón Gómez de la Serna es el padre del vanguardismo español. Realiza un intento de un modo
nuevo de ver la escena, aunque este intento no trasciende los límites de la letra impresa, por lo que muchas
obras no se representaron. Obras suyas son La utopía (1909), El laberinto (1910) y Los medios seres (1929).
6. El teatro en el Grupo del 27.
Los componentes de la nómina del 27, además de poetas, destacan también como dramaturgos. Su
teatro presenta como características la depuración del “Teatro poético”, la incorporación de las formas de
vanguardia y el intento de acercamiento del teatro al pueblo.
Pedro Salinas sobresale por sus valores poéticos. Las obras principales son La fuente del arcángel y
La cabeza de Medusa (1952). Rafael Alberti se inicia como autor de vanguardia con El hombre deshabitado
(1930), donde presenta a un hombre perdido frente a un dios absurdo. Después cultiva un teatro político,
comprometido, como en Noche de guerra en el Museo del Prado (1956). También compuso una farsa
esperpéntica, El adefesio (1934).
Miguel Hernández comienza su producción con el auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y
sombra de lo que eras (1934), para cambiar a una temática social, en la línea del teatro lopesco con Los hijos
de la piedra (1935). Durante la Guerra Civil hace teatro de combate, Teatro de guerra (1937).
A los componentes del Grupo del 27, tenemos que añadir a A. Casona, Max Aub, Jardiel Poncela o
Miguel Mihura. Alejandro Casona mezcla magistralmente la realidad y la fantasía en un alarde de perfección;
obras suyas son La sirena varada (1934), Premio Lope de Vega, La dama del alba (1944) y Tres diamantes y
una mujer (1961). Max Aub presenta una temática que gira en torno a la incapacidad del hombre para
comprenderse a sí mismo, para comunicarse y para entrar en contacto con la realidad. Sus obras principales
son Crimen (1923), Narciso (1927) y Espejo de la avaricia (1927). Jardiel Poncela representa antes de la
guerra varias obras, como Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Angelina o el honor de un brigadier (1934);
después de la contienda civil representa Un marido de ida y vuelta (1939) o Los ladrones somos gente honrada
(1941). En su teatro aspira a lo inverosímil, queriendo desterrar la tradición figurativa concreta y lógica.
7. Valle – Inclán.
Su esfuerzo por renovar e innovar la escena española es constante. Comienza con Cenizas y cierra su
producción teatral con La hija del capitán. Para Ruiz Ramón, Valle representa varias tendencias paralelas e
intentos renovadores agrupables en los ciclos siguientes:
Del mito.
De la farsa.
Del esperpento.
Al ciclo del mito pertenecen Comedias bárbaras y Divinas palabras. Representan ambas un espacio
gallego primitivo e intemporal. En la primera obra aparecen extraños personajes, violentos o tarados, tiránicos,
… Resulta difícil de representar por su gran longitud, sus cambios rapidísimos de escenario y sus extensas
acotaciones escénicas. En Comedias bárbaras se produce una mitificación de las pasiones humanas y las
fuerzas irracionales.
Al ciclo de la farsa pertenecen La marquesa Rosalinda y Farsa y licencia de la reina castiza. En ambas
aparece un espacio más estilizado y ridículo: jardines, rosas, cisnes, arlequines,…, propios del s. XVIII.
El ciclo del esperpento es una desmitificación del presente vivo del escritor. Pertenecen a este ciclo la
trilogía Martes de Carnaval, compuesta por Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del
capitán, y Luces de Bohemia, su obra más aplaudida. La tragedia, para Valle, es un género demasiado noble
para recoger aquel ambiente; ‘el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada’, que es el esperpento. Luces de Bohemia relata el último viaje de Max Estrella,
héroe trágico, por un mundo indigno, injusto y vacío, con Don Latino de Híspalis, quien propone el suicidio, la
muerte. Refleja la realidad mediante una estética deformante a través de la satirización, la comicidad, la
muñequización y las reducciones al absurdo.
8. Federico García Lorca.
En Granada se impregna del ritmo de la poesía tradicional, canciones y romances, las leyendas y
sucesos populares. Lorca aúna en su obra todas las expresiones orales del pueblo. Su actividad es inmensa. Y
su obra supone un intento constante de depuración, de vuelta al origen, de búsqueda del restablecimiento de la
pureza original de la palabra evocadora, connotativa.
El ideal lorquiano respecto al teatro parte de tres principios:
Depurar el Teatro poético.
Incorporar las tendencias vanguardistas.
Acercar el teatro al pueblo.
Y la mujer, marcada por un destino trágico, es la protagonista principal. Representa el ansia de libertad en una
sociedad patriarcal y machista.
Fundó la compañía teatral La Barraca en su anhelo de acercar el teatro al pueblo.
8.1. Características del teatro lorquiano.
El teatro de Lorca es siempre poético y experimental, pues no tiene ni precursores ni escuela. Tuvo
influencias del esperpento de Valle – Inclán, de Marquina, de La Malquerida de Benavente, algo de Unamuno y
del Surrealismo. Lorca capta, mezcla y hace suyos estilos, influencias, escuelas, movimientos, teatro clásico,
par producir el estilo que él buscaba.
La materia temática presenta unidad, ya que un tema, una situación dramática básica estructura el
núcleo de la dramaturgia lorquiana y es desarrollada, profundizada y enriquecida hasta La casa de Bernarda
Alba. Se produce un enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad. El amor es el
que genera el conflicto; pero el triunfo del principio de autoridad causa la imposibilidad de concretar el amor y la
muerte de los amantes. Se produce, entonces, la frustración, ya sea por el amor imposible, ya por el conflicto
entre el deseo y la realidad, ya por el enfrentamiento de libertad y autoridad. De este modo, Bodas de Sangre
representa el amor frustrado, Yerma la maternidad frustrada y La casa de Bernarda Alba el amor y la libertad
frustrados.
8.2. Clasificación de la producción lorquiana.
Dos piezas para títeres: Tragicomedia de don Cristóbal, Retablillo de don Cristóbal.
Es autor de Las hijas del Cid (1908), obra en la que se basa en el gran
héroe castellano. Los temas del teatro poético de Marquina suelen ser
históricos y heroicos, como en Doña María la Brava (1909), En Flandes
se ha puesto el sol (1910) y El Gran Capitán (1916).
Pedro Muñoz Seca (1891-1936)
El autor que mejor representa esta tendencia es, sin duda alguna,
Jacinto Benavente. Desde que en 1894 publica El nido ajeno, va
ganándose a un tipo de público fiel a sus argumentos conservadores
abiertos a la renovación. El sello de Benavente se convierte en
inconfundible y su teatro es apreciado y valorado por encima de
cualquier otro a causa de su finura y su habilidad técnica. Suele
introducir una cierta crítica o ironía con el fin de denunciar, de una
manera muy cordial, los vicios o aspectos negativos de su sociedad.
Precisamente esa crítica se dirige a las clases sociales que lo siguen: la
aristocracia y la alta burguesía, aunque el tono suele ser superficial y
raramente moralizador. Con esto, Benavente consigue ser el principal
dramaturgo de su época a la vez que critica al público que le sigue,
aunque sin ofenderlo. La producción de Benavente es muy amplia –
comprende 162 obras–, por lo que es necesario destacar sólo aquellas
más destacadas: con La noche del sábado (1903) extiende su crítica a
toda la aristocracia europea para concluir que la hipocresía de las clases
privilegiadas no es algo propio sólo de España. En 1907 publica su obra
más conocida, Los intereses creados. El argumento no está situado ni
temporal ni espacialmente y recuerda al teatro clásico español. Dentro
de una ambientación rural se sitúan dos de las obras principales de
Benavente: Señora ama (1908) y La malquerida (1913), en las que
continúa con la crítica social enmarcada, en este caso, en un pueblo. Por
último, destacaremos La ciudad alegre y confiada (1916), continuación
de Los intereses creados, aunque más agresiva y polémica. La actitud
conservadora que se trasluce en todas las obras de Benavente se aclara
con ocasión de la Primera Guerra Mundial, ya que nuestro autor se une
al bando germanófilo, con lo que se aparta de la ideología de los
intelectuales más importantes de su época. Posteriormente, tras la
Guerra Civil Española, Benavente se declara partidario de las tropas del
general Franco, como demuestra su oportunista visión de la guerra
en Aves y pájaros (1940). El teatro de Benavente ha sido tildado
de acomodaticio, puesto que ofrece al público lo que éste solicita,
además de que se aparta de la realidad social española de su momento
para convertirse en trivial y algo frío.
Los hermanos Machado
Autor cercano a los del 27, posee una obra dramática bastante
apreciable, aunque bastante breve. Compone tres obras en verso con
influencias de los autos sacramentales de Calderón: Quien te ha visto y
quien te ve y sombra de lo que eras (1933), El labrador de más
aire (1937) y Pastor de la muerte (1937). Además, hemos de destacar la
serie de obras cortas en prosa denominadas Teatro de guerra (1937),
que consta de La cola, El hombrecito, El refugiado y Los sentados. Estas
obras están escritas con una clara finalidad política y son en sí mismas
portadoras de la ideología republicana del autor