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Tema 15 EL TEATRO HASTA LA GUERRA CIVIL

1. Introducción.
En este momento hay un predominio de los locales privados, con lo que el empresario busca el gusto
principalmente de un público burgués, que es el que acude a las funciones. Esto tuvo dos consecuencias:
 el teatro que critica la ideología y el modo de vida burgués tuvo pocas posibilidades.
 Se produjo una gran resistencia a la innovación escénica, a las nuevas tendencias.
Ante esta situación, los autores innovadores hubieron de hacer un teatro de corte burgués, o bien
resignarse a que sus obras fueran leídas por una minoría. El teatro español de esta época, por tanto, se
orienta:
 a un teatro triunfante, continuador del de finales del s. XIX – Echegaray, la “alta comedia”, el
costumbrismo,… -. A este teatro triunfante pertenece la comedia burguesa de Benavente, el Teatro
en verso y el Teatro cómico.
 A un teatro innovador, con nuevas técnicas y diferentes enfoques ideológicos. A esta
innovación de la escena aspiran algunos del Noventa y ocho, como Valle – Inclán, los movimientos
de vanguardia, el Grupo del 27, sobre todo Lorca, y el Teatro cómico de Jardiel Poncela.
2. La Comedia benaventina.
El teatro de Jacinto Benavente no es grandilocuente, sino una fina representación de ambientes
cotidianos; en su teatro destacan su habilidad escénica, su ingenio y la fluidez de sus diálogos, pero cae, a
veces, en el sentimentalismo.
Tuvo un comienzo innovador, con El nido ajeno (1894), cuyo tema es la situación opresiva de la mujer
casada en la sociedad burguesa; esta ‘opera prima’ fracasó y fue retirada del cartel ante la indignación del
público, por la carga crítica del tema.
Entonces tomó el camino del teatro triunfante. Sigue retratando la hipocresía y el conservadurismo de
las clases altas, aunque moderadamente. Son obras en la línea de la “comedia de salón”, como Rosas de
otoño (1905). La excepción en el camino dramático de Benavente lo constituye Los intereses creados (1907),
que es su obra maestra; es una farsa de ambiente y personajes de la ‘Commedia dell’ arte’, en la que aporta
una visión cínica de los ideales burgueses. La malquerida (1913) es un intento de drama rural, cuyo tema es el
de la pasión incestuosa.
3. El Teatro en verso.
Este teatro constituye una mezcla de posromanticismo con rasgos modernistas, como el verso sonoro,
el color,..., con una ideología tradicionalista de exaltación de valores nobiliarios y de grandes acciones del
pasado.
Francisco Villaespesa es un modernista de verso fácil y superficial. Sus principales obras son El
alcázar de las perlas (1911), Doña María de Padilla (1913) y La leona de Castilla (1916), en las que se narran
hechos del pasado. Eduardo Marquina escribe dramas históricos como Las hijas del Cid (1908), En Flandes
se ha puesto el sol (1911) – que es su principal obra -, y Teresa de Jesús (1933); son ‘estampas’ con
fragmentos líricos parecidos a las ‘arias’ de las óperas. Los hermanos Machado escriben obras de personajes
históricos o de tema moderno, que son una pervivencia del teatro modernista; sus dos obras principales son
Juan de Mañara (1927) y La Lola se va a los puertos (1929).
4. El Teatro cómico.
Dentro de la tendencia de la comedia costumbrista y el sainete. Los hermanos Álvarez Quintero
presentan una Andalucía tópica con problemas sentimentales únicamente, donde todo el mundo es bueno y
gracioso; los diálogos son intrascendentes, espejo de un realismo naturalista ingenuo. Tienen una extensa
producción de sainetes y comedias, como El genio alegre (1906), Las de Caín (1908) y La reina mora (1897).
Carlos Arniches presenta un mayor interés. Escribió sainetes de ambiente madrileño, como El santo
de la Isidra (1898) o Los milagros del jornal (1927); están caracterizados por el habla ‘castiza’ de los personajes
y presentan ambientes y tipos convencionales. También produjo tragedia grotesca, en la que la peripecia
cómica envuelve a seres desgraciados, con una actitud crítica ante las injusticias; en este sentido están La
señorita de Trevélez (1916) y Los caciques (1920), con una visión social más aguda.
Pedro Muñoz Seca crea el astracán, subgénero de escasa calidad literaria, en el que abundan los
chistes, los juegos de palabras con nombres o apellidos y las dislocaciones del idioma para mantener un
diálogo. Su obra principal es La venganza de don Mendo (1918).
5. Los intentos renovadores.
Los intentos de renovación de la escena española fracasan debido al motivo mencionado al comienzo
de esta exposición, cual es el predominio de locales privados, para los que el empresario buscaba obras del
gusto de la burguesía. Estos intentos renovadores fueron protagonizados por los autores de las dos primeras
generaciones del siglo.
Unamuno presentaba mediante el teatro los conflictos humanos; este autor despreciaba los hábitos
escénicos vigentes. Escribió Fedra (1910), Soledad (1921) y Raquel encadenada (1922).
Azorín tiene una preocupación y un interés constantes; él cree en la necesidad de renovar y abrir
nuevos cauces expresivos al teatro español y quiere romper con el inmovilismo de la escena española. Obras
suyas son Old Spain (1926), Brandy, mucho brandy (1927), Lo invisible (1928).
Jacinto Grau posee una clara voluntad de superar la escena naturalista con la restauración de la
tragedia; su producción es de todos modos poco extensa. Se inspira en temas literarios o en grandes mitos.
Obras suyas son El hijo pródigo (1918) y El Conde Alarcos (1930).
Ramón Gómez de la Serna es el padre del vanguardismo español. Realiza un intento de un modo
nuevo de ver la escena, aunque este intento no trasciende los límites de la letra impresa, por lo que muchas
obras no se representaron. Obras suyas son La utopía (1909), El laberinto (1910) y Los medios seres (1929).
6. El teatro en el Grupo del 27.
Los componentes de la nómina del 27, además de poetas, destacan también como dramaturgos. Su
teatro presenta como características la depuración del “Teatro poético”, la incorporación de las formas de
vanguardia y el intento de acercamiento del teatro al pueblo.
Pedro Salinas sobresale por sus valores poéticos. Las obras principales son La fuente del arcángel y
La cabeza de Medusa (1952). Rafael Alberti se inicia como autor de vanguardia con El hombre deshabitado
(1930), donde presenta a un hombre perdido frente a un dios absurdo. Después cultiva un teatro político,
comprometido, como en Noche de guerra en el Museo del Prado (1956). También compuso una farsa
esperpéntica, El adefesio (1934).
Miguel Hernández comienza su producción con el auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y
sombra de lo que eras (1934), para cambiar a una temática social, en la línea del teatro lopesco con Los hijos
de la piedra (1935). Durante la Guerra Civil hace teatro de combate, Teatro de guerra (1937).
A los componentes del Grupo del 27, tenemos que añadir a A. Casona, Max Aub, Jardiel Poncela o
Miguel Mihura. Alejandro Casona mezcla magistralmente la realidad y la fantasía en un alarde de perfección;
obras suyas son La sirena varada (1934), Premio Lope de Vega, La dama del alba (1944) y Tres diamantes y
una mujer (1961). Max Aub presenta una temática que gira en torno a la incapacidad del hombre para
comprenderse a sí mismo, para comunicarse y para entrar en contacto con la realidad. Sus obras principales
son Crimen (1923), Narciso (1927) y Espejo de la avaricia (1927). Jardiel Poncela representa antes de la
guerra varias obras, como Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Angelina o el honor de un brigadier (1934);
después de la contienda civil representa Un marido de ida y vuelta (1939) o Los ladrones somos gente honrada
(1941). En su teatro aspira a lo inverosímil, queriendo desterrar la tradición figurativa concreta y lógica.
7. Valle – Inclán.
Su esfuerzo por renovar e innovar la escena española es constante. Comienza con Cenizas y cierra su
producción teatral con La hija del capitán. Para Ruiz Ramón, Valle representa varias tendencias paralelas e
intentos renovadores agrupables en los ciclos siguientes:
 Del mito.
 De la farsa.
 Del esperpento.
Al ciclo del mito pertenecen Comedias bárbaras y Divinas palabras. Representan ambas un espacio
gallego primitivo e intemporal. En la primera obra aparecen extraños personajes, violentos o tarados, tiránicos,
… Resulta difícil de representar por su gran longitud, sus cambios rapidísimos de escenario y sus extensas
acotaciones escénicas. En Comedias bárbaras se produce una mitificación de las pasiones humanas y las
fuerzas irracionales.
Al ciclo de la farsa pertenecen La marquesa Rosalinda y Farsa y licencia de la reina castiza. En ambas
aparece un espacio más estilizado y ridículo: jardines, rosas, cisnes, arlequines,…, propios del s. XVIII.
El ciclo del esperpento es una desmitificación del presente vivo del escritor. Pertenecen a este ciclo la
trilogía Martes de Carnaval, compuesta por Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del
capitán, y Luces de Bohemia, su obra más aplaudida. La tragedia, para Valle, es un género demasiado noble
para recoger aquel ambiente; ‘el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada’, que es el esperpento. Luces de Bohemia relata el último viaje de Max Estrella,
héroe trágico, por un mundo indigno, injusto y vacío, con Don Latino de Híspalis, quien propone el suicidio, la
muerte. Refleja la realidad mediante una estética deformante a través de la satirización, la comicidad, la
muñequización y las reducciones al absurdo.
8. Federico García Lorca.
En Granada se impregna del ritmo de la poesía tradicional, canciones y romances, las leyendas y
sucesos populares. Lorca aúna en su obra todas las expresiones orales del pueblo. Su actividad es inmensa. Y
su obra supone un intento constante de depuración, de vuelta al origen, de búsqueda del restablecimiento de la
pureza original de la palabra evocadora, connotativa.
El ideal lorquiano respecto al teatro parte de tres principios:
 Depurar el Teatro poético.
 Incorporar las tendencias vanguardistas.
 Acercar el teatro al pueblo.
Y la mujer, marcada por un destino trágico, es la protagonista principal. Representa el ansia de libertad en una
sociedad patriarcal y machista.
Fundó la compañía teatral La Barraca en su anhelo de acercar el teatro al pueblo.
8.1. Características del teatro lorquiano.
El teatro de Lorca es siempre poético y experimental, pues no tiene ni precursores ni escuela. Tuvo
influencias del esperpento de Valle – Inclán, de Marquina, de La Malquerida de Benavente, algo de Unamuno y
del Surrealismo. Lorca capta, mezcla y hace suyos estilos, influencias, escuelas, movimientos, teatro clásico,
par producir el estilo que él buscaba.
La materia temática presenta unidad, ya que un tema, una situación dramática básica estructura el
núcleo de la dramaturgia lorquiana y es desarrollada, profundizada y enriquecida hasta La casa de Bernarda
Alba. Se produce un enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad. El amor es el
que genera el conflicto; pero el triunfo del principio de autoridad causa la imposibilidad de concretar el amor y la
muerte de los amantes. Se produce, entonces, la frustración, ya sea por el amor imposible, ya por el conflicto
entre el deseo y la realidad, ya por el enfrentamiento de libertad y autoridad. De este modo, Bodas de Sangre
representa el amor frustrado, Yerma la maternidad frustrada y La casa de Bernarda Alba el amor y la libertad
frustrados.
8.2. Clasificación de la producción lorquiana.

 Una obra de juventud: El maleficio de la mariposa.

 Dos piezas para títeres: Tragicomedia de don Cristóbal, Retablillo de don Cristóbal.

 Dos farsas: La zapatera prodigiosa, Don Perlimplín.

 Dos comedias irrepresentables: El público, Así pasen cinco años.

 Dos piezas granadinas: Mariana Pineda, Doña Rosita la soltera.

 Dos tragedias andaluzas: Bodas de Sangre, Yerma.

 Un drama andaluz: La casa de Bernarda Alba.

José Carlos Carrillo Martínez

A principios del siglo XX seguían triunfando las tendencias teatrales de


finales del XIX. El teatro neorromántico de Echegaray y el teatro realista
deGaldós tenían un gran apoyo popular y triunfaban por encima de las
tendencias renovadoras de otros autores. El denominado
teatro comercial contaba con la burguesía como público fiel y su
finalidad era distraer sin más, es decir, los autores de este tipo de teatro
no planteaban grandes conflictos morales en sus obras, sino argumentos
más o menos amables dirigidos a la elegante clase media de principios
de siglo. El público mostraba preferencia por el costumbrismo,
representado por la alta comedia o por el sainete (madrileño o andaluz).
Además, en esta época se desarrolla un teatro poético de tendencias
evasivas cuyo argumento estaba completamente alejado de los
problemas contemporáneos.
Frente a las tendencias mayoritarias en lo que concierne al gusto de los
espectadores, surgió un tipo de teatro renovador y, por consiguiente,
minoritario. Su objetivo era evitar la vulgaridad del teatro comercial.
Autores como Azorín, Unamuno o Valle-Inclán se esforzaron por cambiar
el panorama teatral español a través de argumentos simbólicos o
conceptuales, cargados de elementos metafóricos. La influencia que
estas nuevas tendencias ejercieron sobre el teatro fue casi inapreciable,
ya que el público seguía prefiriendo el teatro de masas. Además de esto,
los empresarios teatrales buscaban la rentabilidad económica inmediata
gracias a las obras que seleccionaban, y es evidente que el teatro
renovador de principios del siglo XX no atraía mucho público a las salas.
Los espectadores estaban acostumbrados a los dramas de Echegaray y
adolecían de la formación necesaria para entender las nuevas
perspectivas teatrales.
El teatro neorromántico de Echegaray
José Echegaray y Eizaguirre (1832-1916) representa el Romanticismo
teatral tardío. Alcanzó un gran éxito durante su vida y el público adoraba
la espectacularidad de sus temas y el patetismo de sus argumentos.
Tanto fue así que le fue concedido el premio Nobel de Literatura en
1904. Un año más tarde, en 1905, la prensa organizó un homenaje a
Echegaray, a raíz de lo cual un grupo de autores, entre los que se
encontraban Unamuno, Rubén Darío, Azorín, Baroja, Valle-Inclán, los
hermanos Machado, Maeztu y Jacinto Grau, presentó un manifiesto de
protesta. Entre las obras de Echegaray, destaca fundamentalmente El
gran galeoto (1881; 1908). Hoy en día la obra de este autor merece
poca atención. Si por algo es recordado, es por haber sido el primer
autor español galardonado con el premio Nobel de Literatura.
El teatro realista
El éxito y la calidad de la novela realista del XIX fueron arrolladores,
aunque no tuvo su reflejo en el teatro. Autores como Galdós o Dicenta
se esforzaron por desarrollar un teatro preocupado y comprometido por
los problemas contemporáneos y, en gran parte, lo consiguieron, pero
no alcanzó en ningún caso la categoría de la novela realista. Esta
tendencia teatral penetró en el siglo XX con fuerza y contó con el apoyo
del público.
Joaquín Dicenta (1863-1917),

Preocupado por los enfrentamientos de clase de las últimas décadas del


XIX, publica en 1895 su gran obra, Juan José. Frente a los elegantes
decorados burgueses del teatro comercial, Dicenta sitúa su obra en una
taberna frecuentada por albañiles. Además, plantea una disputa de
celos y honor entreverada con la denuncia de la situación del
proletariado de la época. La obra de Dicenta es el primer ejemplo de
teatro social o comprometido de nuestra literatura, que se prolonga en
sus siguientes obras: Daniel (1906), Lorenza (1907) y El crimen de
ayer (1907).
Benito Pérez Galdós (1943-1920)

No alcanzó con su teatro la calidad de su novela, aunque desarrolló un


teatro apreciable que continuaba las tendencias realistas del último
tercio del XIX. Dedicó al teatro las tres últimas décadas de su vida, ya
que, como él mismo afirmó, “el arte escénico propiamente dicho ha
venido a encerrarse, en nuestra época (por extravíos o cansancios del
público, y aún por razones sociales y económicas, que darían materia
para un largo estudio) dentro de un módulo tan estrecho y pobre, que
las obras capitales de los grandes dramáticos nos parecen novelas
habladas”. Galdós estrenó veintiuna obras durante su vida. Comienza su
producción con tres obras que desarrollan los mismos argumentos que
algunas de sus novelas: Realidad (1892), La loca de la casa(1893)
y Gerona (1893). El 30 de enero de 1901 estrena una de sus obras
principales, Electra, en la que la protagonista se debate entre el amor de
Máximo y el fanatismo de Pantoja, que quiere recluirla en un convento.
La lucha entre lo liberal y lo conservador se encuentra frecuentemente
en la obra de Galdós. El abuelo (1904) es la mejor de sus
transposiciones de una novela a una obra teatral. En 1914 estrena su
tragicomedia Alceste y en 1915 Sor Simona, un drama sobre una
religiosa. Póstumamente, en 1921, se estrenó Antón Caballero, comedia
rehecha por los hermanos Álvarez Quintero. Galdós crea un nuevo teatro
a través de la renovación de la estructura dramática, lo cual supone una
novedad frente al teatro de masas de principios del siglo XX.
El teatro modernista
Frente al teatro realista de Dicenta o Galdós, se desarrolla un tipo de
teatro con tendencias evasivas que huye de la realidad. Las
características de los autores que forman este grupo no son
homogéneas, aunque en todos hallamos la misma finalidad: el intento
de renovación del teatro, así como su dignificación y elevación
intelectual.
Miguel de Unamuno (1864-1936)

Líder de la Generación del 98, intenta crear un teatro intelectual basado


en el desarrollo de ideas abstractas a través del diálogo, en el cual la
acción es prácticamente inexistente. En realidad, algunas de sus obras
teatrales no son más que versiones dialogadas de sus novelas y
ensayos. Los decorados son sencillos, casi simplistas, y la acción se
esquematiza a través de un lenguaje directo y claro. Además, en sus
obras aparecen muy pocos personajes. Entre los títulos de Unamuno,
cabe recordar Fedra (escrita en 1910, estrenada en 1918), El
otro (escrita en 1926, estrenada en 1932), El hermano Juan (1929)
yMedea (1933).
José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)

En el mismo sentido que Unamuno, Azorín emprende su renovación


teatral a través de la experimentación e innovación en cuanto a la
forma, aunque ideológicamente se mantiene en posturas conservadoras.
Azorín rompe con la realidad y apuesta decididamente por el
surrealismo. Entre sus obras destacan Old Spain (1926), Brandy, mucho
brandy (1927), la trilogía Lo invisible (1928) –formada por La arañita en
el espejo, El segador y Doctor Death de tres a cinco– y su obra
maestra Angelita (1930). Los temas principales de Azorín son el paso del
tiempo, la muerte y la felicidad. Tanto Azorín como Unamuno obtuvieron
un éxito bastante discreto con su teatro, posiblemente porque no fueron
bien entendidos.
Ramón del Valle-Inclán (1866-1936)

Entre los autores encuadrados en el 98, además de los ya vistos,


destaca especialmente el teatro de uno de los mejores dramaturgos –si
no el mejor– de la literatura española del siglo XX: Valle-Inclán. La
originalidad del teatro de Valle no tiene parangón en nuestra literatura y
sus intentos de renovación dan como fruto el descubrimiento de nuevos
caminos expresivos. El expresionismo de sus argumentos lo lleva al
desarrollo del esperpento, profusamente representado por algunas de
sus mejores obras. No es fácil la clasificación del teatro de Valle a causa
de su variedad y complejidad. El crítico ÁNGEL BERENGUEL (1980, 239), a
partir de la clasificación realizada por EMILIO GONZÁLEZ LÓPEZ (1967, 154-
155), nos presenta los siguientes cinco grupos de la producción de Valle:
1. Farsa expresionista: Farsa y licencia de la reina castiza (1920).

2. Tragicomedia: Divinas palabras (1920).

3. Melodramas (Marionetas, para Valle-Inclán): La rosa de


papel (1924) y La cabeza de Bautista (1924).
4. Autos para siluetas: Ligazón (1926) y Sacrilegio (1927).

5. Esperpentos: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don


Friolera (1921), Las galas del difunto (1926), La hija del
capitán (1927).
El primer grupo de farsas supone la aparición de lo grotesco en la obra
de Valle, que olvida todo lo bello del mundo para introducirse en un
ambiente degradado y viciado. Esta tendencia se agudiza con la
tragicomedia Divinas palabras. El protagonista es Laureaniño el idiota,
un enano hidrocéfalo explotado hasta la muerte por su madre y tíos. En
esta obra lo feo, deforme y desagradable toma carta de naturaleza en la
producción de Valle. La trilogía Comedias bárbaras (formada por Cara de
plata, Romance de lobos y Águila de blasón) es equiparable al ambiente
rural gallego que aparece en Divinas palabras. El tercer grupo está
formado por los melodramas, dirigidos a la representación por medio de
marionetas. El lenguaje es muy crudo y los argumentos se basan en
sentimientos como la codicia, la lujuria y los celos. Los autos para
siluetas son el paso previo a la gran creación de Valle: elesperpento. El
propio autor nos da varias definiciones de esta técnica literaria:
El esperpento lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del
Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento... Las imágenes
más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
(Luces de bohemia, escena XII.)
Las risas y las lágrimas nacen de la contemplación de las cosas parejas a nosotros mismos... Mi
estética es la superación del dolor y la risa.
(Los cuernos de don Friolera, prólogo.)
Comenzaré por decirle a usted que creo que hay tres modos de ver el mundo artística o
estéticamente: de rodillas, en pie o levantado en el aire... [Esta última] es mirar el mundo desde
un plano superior y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un
punto de vista de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Ésta es una manera
muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que
sus muñecos. Quevedo tiene esa manera. Cervantes también... También es la manera de Goya. Y
esta consideración es la que me ha movido a dar un cambio en mi literatura y a escribir los
esperpentos, el género literario que yo bautizo con el nombre de esperpento.
(ABC, 7 de diciembre de 1928)
Por tanto, la técnica del esperpento consiste en deformar
intencionadamente la realidad para mostrar de una manera más clara
los aspectos más rechazables. El lenguaje se convierte en una mezcla
de registros vulgares y de audaces metáforas. Luces de bohemia,
dividida en quince escenas, supone la consolidación del esperpento.
Narra la historia de Max Estrella, un poeta ciego que deambula durante
veinticuatro horas por un Madrid injusto y mísero, cruel y violento.
Acaba con la muerte del protagonista. Antes de morir, Max hace un
recorrido a través de la vulgaridad y del dolor de las personas que le
rodean, en un mundo antisocial caracterizado por la muerte.
Jacinto Grau (1877-1958)

Muy distinto al teatro de Valle es el que desarrolla Jacinto Grau. Triunfa


en 1921 con su mejor obra, El señor de Pigmalión, denominada por el
autor comofarsa tragicómica. Obtuvo más éxito en el extranjero que en
España. El teatro poético de Grau es de gran calidad.
Francisco Villaespesa (1877-1936)

En la misma línea encontramos a Villaespesa, cuyo teatro folklórico y


lírico triunfa fundamentalmente con El alcázar de las perlas (1911), obra
estrenada por la actriz María Guerrero. Otras obras de Villaespesa son el
drama histórico Doña María de Padilla (1913) y Bolívar (1920).
Si Grau y Villaespesa suponen el inicio del teatro poético del siglo XX, los
autores que llevaron más lejos esta tendencia teatral fueron los
siguientes:
Eduardo Marquina (1879-1946),

Es autor de Las hijas del Cid (1908), obra en la que se basa en el gran
héroe castellano. Los temas del teatro poético de Marquina suelen ser
históricos y heroicos, como en Doña María la Brava (1909), En Flandes
se ha puesto el sol (1910) y El Gran Capitán (1916).
Pedro Muñoz Seca (1891-1936)

Muñoz Seca es recordado fundamentalmente por su obra La venganza


de don Mendo, estrenada el 20 de diciembre de 1918 en el teatro de la
Comedia de Madrid. En esta obra la temática histórico-poética está
repleta de elementos cómicos y humorísticos. Se trata de un teatro a
caballo entre la evasión histórica del teatro poético modernista y el
teatro cómico y costumbrista de, por ejemplo, los hermanos Álvarez
Quintero.
José María Pemán (1898-1981)

Pemán aúna obra e ideología, es decir, utiliza su propia obra como


elemento propagandístico de su ideología reaccionaria y
antidemocrática. En El divino impaciente (1933) augura un futuro poco
prometedor a la República, tema que continúa en Cuando las Cortes de
Cádiz (1934) y Cisneros (1934).
El teatro poético poco a poco va desapareciendo a causa del cansancio
que sentía el público ante tal cantidad de obras en verso, lo cual
dificultaba su comprensión. Además, la tendencia evasiva de este tipo
de obras se ve superada por la realidad del final del primer tercio del
siglo XX y los terribles acontecimientos que se avecinaban.
El teatro de masas
Junto a las tendencias teatrales anteriores, en la primera mitad del siglo
XX se desarrolla un tipo de teatro que atrae al público en masa a las
salas de representación. Este tipo de teatro está dirigido principalmente
a las clases sociales acomodadas, es decir, la alta burguesía, y se
convierte en la principal actividad de ocio de este período.
Jacinto Benavente (1866-1954)

El autor que mejor representa esta tendencia es, sin duda alguna,
Jacinto Benavente. Desde que en 1894 publica El nido ajeno, va
ganándose a un tipo de público fiel a sus argumentos conservadores
abiertos a la renovación. El sello de Benavente se convierte en
inconfundible y su teatro es apreciado y valorado por encima de
cualquier otro a causa de su finura y su habilidad técnica. Suele
introducir una cierta crítica o ironía con el fin de denunciar, de una
manera muy cordial, los vicios o aspectos negativos de su sociedad.
Precisamente esa crítica se dirige a las clases sociales que lo siguen: la
aristocracia y la alta burguesía, aunque el tono suele ser superficial y
raramente moralizador. Con esto, Benavente consigue ser el principal
dramaturgo de su época a la vez que critica al público que le sigue,
aunque sin ofenderlo. La producción de Benavente es muy amplia –
comprende 162 obras–, por lo que es necesario destacar sólo aquellas
más destacadas: con La noche del sábado (1903) extiende su crítica a
toda la aristocracia europea para concluir que la hipocresía de las clases
privilegiadas no es algo propio sólo de España. En 1907 publica su obra
más conocida, Los intereses creados. El argumento no está situado ni
temporal ni espacialmente y recuerda al teatro clásico español. Dentro
de una ambientación rural se sitúan dos de las obras principales de
Benavente: Señora ama (1908) y La malquerida (1913), en las que
continúa con la crítica social enmarcada, en este caso, en un pueblo. Por
último, destacaremos La ciudad alegre y confiada (1916), continuación
de Los intereses creados, aunque más agresiva y polémica. La actitud
conservadora que se trasluce en todas las obras de Benavente se aclara
con ocasión de la Primera Guerra Mundial, ya que nuestro autor se une
al bando germanófilo, con lo que se aparta de la ideología de los
intelectuales más importantes de su época. Posteriormente, tras la
Guerra Civil Española, Benavente se declara partidario de las tropas del
general Franco, como demuestra su oportunista visión de la guerra
en Aves y pájaros (1940). El teatro de Benavente ha sido tildado
de acomodaticio, puesto que ofrece al público lo que éste solicita,
además de que se aparta de la realidad social española de su momento
para convertirse en trivial y algo frío.
Los hermanos Machado

Escribieron siete obras en colaboración entre 1926 y 1932. De ellas,


cinco en verso: Desdichas de la fortuna (1926), Juan de
Mañara (1927), Las adelfas(1929), La Lola se va a los puertos (1929)
y La prima Fernanda (1931); una en prosa y verso: La duquesa de
Benamejí (1932); y una en prosa: El hombre que murió en la
guerra (estrenada en 1941). Se trata de un teatro popular muy del gusto
de la época, aunque hoy en día ha perdido gran parte de su valor y
podemos afirmar que no contribuyó a la renovación del teatro español ni
al prestigio de sus autores. La acción es escasa, y frecuentemente se ve
sustituida por la narración que hacen los personajes de lo que ocurre.
Alejandro Casona (1903-1965)
Pone en escena un teatro más renovador que los autores anteriores. Aun
sin arriesgar demasiado, la técnica teatral de Casona, más audaz y
menos simplista que la de otros autores, se vio respaldada por el éxito
que obtuvo. En 1933 gana el premio Lope de Vega con La sirena
varada (estrenada en 1934), una de sus obras más destacadas. Otra vez
el diablo (1935) fue un éxito rotundo y consagró a su autor en la escena
española. En 1936, con Nuestra Natacha, denuncia los abusos que se
producían en los reformatorios de la época. La Guerra Civil comienza ese
mismo año y Casona, republicano, se ve obligado a exiliarse a
Argentina, donde sigue escribiendo con gran éxito: Prohibido suicidarse
en primavera (1937), La dama de alba (1944), La barca sin
pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949).
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)

Contribuye a elevar la calidad del teatro cómico desde finales de los


años veinte. Títulos como Una noche de primavera sin
sueño (1927), Margarita, Armando y su padre (1932), Usted tiene ojos
de mujer fatal (1932) y Cuatro corazones con freno y marcha
atrás (1936) lo convierten posiblemente en el principal autor teatral de
la época, junto a Benavente, de manera que consigue representar de
manera regular y atraer a las salas teatrales a todo tipo de público. Su
teatro gira en torno a la comedia burguesa poética, con elementos
costumbristas y experimentales. Persigue la diversión y, en sus obras,
todo está dirigido a esta finalidad. La comedia más recordada de Jardiel
es Eloísa está debajo de un almendro (1940), donde el autor combina el
diálogo realista con la acción disparatada. Jardiel Poncela hace largas
acotaciones para describir los escenarios de cada acción, lo cual
demuestra el interés técnico del autor.
Jardiel Poncela continúa triunfando en los escenarios tras la Guerra Civil.
En esta primera mitad del siglo XX se desarrolla un nuevo género teatral
heredero de las tramas musicales de la zarzuela o género chico: el
sainete, originalmente en un solo acto de carácter jocoso. Poco a poco,
en el último tercio del siglo XIX, las obras de zarzuela fueron perdiendo
la parte musical y, en ellas, la acción de los personajes fue ganando
importancia. Autores como los hermanos Álvarez Quintero o Carlos
Arniches contribuyeron a esta modificación y al éxito de un teatro
cómico, popular y desenfadado.
Serafín (1871-1938) y Joaquín Álvarez Quintero (1873-1944)

Los hermanos Álvarez Quintero, sevillanos, son los principales


representantes del costumbrismo teatral andaluz. Sus obras están llenas
de tópicos: el andaluz es alegre y gracioso, no tiene problemas y va
superando mejor que peor los problemas que se le ponen por delante.
Los ambientes suelen ser amables, desenfadados, y los argumentos
sencillos y basados principalmente en el enredo. El teatro de los
hermanos Álvarez Quintero ha recibido numerosas críticas por olvidarse
de la trágica realidad andaluza de los primeros años del siglo XX: atraso
cultural y económico, pobreza, marginación... y por presentar una
sociedad andaluza idealizada, perfecta. Otro factor polémico es el
lenguaje de los personajes. Éstos aúnan todos los rasgos típicos de las
diferentes hablas andaluzas y es difícil reconocer a qué variedad
concreta pertenece su habla. Este hecho ha contribuido a la mofa que,
aún hoy, se produce cuando un andaluz habla en público, puesto que los
espectadores que asistían a las representaciones de las obras de los
Álvarez Quintero encontraban muy cómica la manera de hablar de los
personajes, lo cual era una de las finalidades de los propios autores. De
las más de 200 obras que escribieron, citaremos sólo las más
destacadas: El patio (1901), Las flores (1901), Amores y
amoríos (1912), Malvaloca (1912).
Carlos Arniches (1866-1943)

Comienza escribiendo libretos para zarzuelas y sainetes musicales,


como El Santo de la Isidra (1898), aunque poco a poco deriva hacia la
creación de sainetes cómicos costumbristas al estilo de los hermanos
Álvarez Quintero. Alicantino de nacimiento, se centra en el Madrid de
principios de siglo y en sus tipos: el albañil, el sereno, el chulo, la moza
o la vecina criticona. Además de imitar en sus obras el habla típica
madrileña, crea expresiones que, más tarde, han pasado al pueblo.
Aparte de los sainetes, Arniches cultiva la tragedia grotesca, fusión de lo
dramático y lo caricaturesco. Estas obras siguen siendo cómicas, aunque
ahora con un trasfondo serio o grave. Entre los sainetes destacan El
amigo Melquíades y La cara de Dios. La principal de sus tragicomedias
grotescas y una de sus obras más importantes es La señorita de
Trevélez (1916), además de Es mi hombre (1921). Por último, Arniches
también cultiva el costumbrismo levantino en Doloretes (1901) y el
andaluz en Gazpacho andaluz (1902).
El teatro de los autores del 27
La poesía es el género más cultivado por los autores de la llamada
Generación del 27, aunque no el único. Algunos de ellos se dedican
también al teatro.
Federico García Lorca (1898-1936)

Lorca es, sin duda, el mejor representante de la tendencia teatral de


esta Generación, además de uno de los principales autores teatrales de
la historia de nuestra literatura. De hecho, si hubiera que destacar a un
autor de la primera mitad del siglo XX, éste sería Lorca. Sus obras se
siguen representando hoy en día con el mismo éxito que en los años
treinta y los estudios sobre las obras teatrales lorquianas proliferan por
todo el mundo. En sus obras, Lorca presta una especial atención al
mundo femenino, así como a la frustración amorosa o el amor imposible.
Las primeras obras de nuestro autor están escritas bajo la influencia de
autores modernistas como Villaespesa o Marquina, de los cuales toma
los siguientes elementos:
Distribuye el argumento en estampas, es decir, escenas consecutivas que
muestran la evolución de los personajes.
Lorca detiene el desarrollo argumental para introducir elementos líricos y
pequeños poemas.
El carácter popular de su obra se basa en la ambientación rural que comparten
la mayoría de sus piezas teatrales.
La influencia del teatro clásico español es evidente en su obra. De él toma la
fusión de la música, la representación, la danza, el arte, etc. Los autores que
más influencia ejercen sobre Lorca son Tirso de Molina, Calderón de la Barca y
Lope de Vega. Federico García Lorca funda la compañía teatral “La Barraca” en
1931. Formada por estudiantes universitarios, se propone dar a conocer el
teatro clásico español en ciudades y pueblos que, habitualmente, no tienen
acceso a este tipo de espectáculo. El propio Lorca actúa en algunas de las obras
que representan. Esta actividad le hace asimilar e interiorizar las técnicas
teatrales de los grandes autores clásicos.

Comienza su obra teatral con El maleficio de la mariposa (1920), obra


que supuso un gran fracaso: una mariposa cae en un nido de
cucarachas, donde uncucaracho se enamora de ella. Cuando se repone,
la mariposa huye y el cucaracho queda triste y solo.
Lorca escribe varias farsas dirigidas a la representación con marionetas
o guiñoles: Los títeres de Cachiporra (Tragicomedia de Don Cristóbal y la
Señá Rosita)(escrita en 1923, estrenada en 1937) supone la unión del
teatro popular y del teatro poético. Retablillo de Don Cristóbal (1931) se
estrenó en 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que Lorca gozaba de gran
fama, fundamentalmente por su teatro. En 1929 escribió El amor de Don
Perlimplín con Belisa en su jardín, obra en la que narra el amor
imposible entre un viejo y una joven. El mismo tema constituye el
argumento de la mejor de las farsas de Lorca: La zapatera
prodigiosa (1930).
Por otra parte, Lorca escribió dos obras denominadas difíciles, a causa
de la técnica surrealista que el autor utiliza en su desarrollo estructural y
argumental: Así que pasen cinco años (1931) y El público (1933). El
autor huye de la realidad a través del subconsciente.
Dos obras teatrales han sido calificadas como piezas granadinas, ya que
se desarrollan en la tierra natal del autor. Mariana Pineda (1923,
estrenada en 1927) representa el drama de la heroína granadina que
murió ajusticiada un siglo antes por bordar una bandera liberal. Esta
obra tiene elementos propios del Modernismo e, incluso, del teatro
romántico del XIX. Doña Rosita la soltera (1935) es la tragedia de la
frustración por el paso del tiempo. Doña Rosita se consume esperando el
amor, que nunca llega. La obra se estructura en torno a momentos
distintos, enmarcados en cada uno de los tres actos: el decorado
cambia, las circunstancias históricas también, pero Doña Rosita continúa
inalterablemente llevando la misma vida.
Las grandes obras de Lorca son sus tres tragedias rurales, centradas en
el mundo femenino. Como dijimos más arriba, la frustración es el hilo
conductor de cada una de ellas. Se centran en un mundo rural apegado
a las supersticiones, las costumbres ancestrales, las faenas de la tierra y
la preocupación porel qué dirán. Bodas de sangre (1933) narra el amor
imposible por causas sociales. Yerma (1934) se centra en la frustración
por la maternidad insatisfecha de la protagonista. En 1936, muy poco
antes de morir asesinado, Lorca publica su gran obra maestra: La casa
de Bernarda Alba. Inspirada en un suceso real (al igual que Bodas de
sangre), retoma el conflicto entre la autoridad –representada por la
madre: Bernarda Alba– y el ansia de libertad –representada por sus cinco
hijas–. Toda la obra se desarrolla en un espacio cerrado y único: la casa
familiar, que, simbólicamente, es la cárcel en la que viven las hijas de
Bernarda. El código moral impuesto por la madre es la ley por la que se
rige toda la familia. Ese código se basa en lo que está bien y en lo que
está mal, por encima de la piedad o el amor. El conflicto se desencadena
por el amor a Pepe el Romano, un personaje que no aparece físicamente
en ningún momento en escena, aunque está presente durante todo el
tiempo a causa de las continuas alusiones que hacen las hijas a él: se
trata de una obra de mujeres, en la que el elemento masculino siempre
está in absentia. Ante esta situación de insatisfacción, Adela, la hija
menor, no encuentra otra solución que el suicidio.
Rafael Alberti (1902-1999)

Alberti también dedica una parte de su obra al teatro. Su obra más


importante es El adefesio (1944), con elementos esperpénticos al estilo
de Valle-Inclán. Surrealista es su obra El hombre deshabitado (1930),
tragedia de la creación, vida y tentación del hombre condenado a
muerte. Ya en la segunda mitad del XX, Alberti escribe Noche de guerra
en el Museo del Prado (1956), obra de tema político escrita con ocasión
de la Guerra Civil Española (1936-1939).
Miguel Hernández (1910-1942)

Autor cercano a los del 27, posee una obra dramática bastante
apreciable, aunque bastante breve. Compone tres obras en verso con
influencias de los autos sacramentales de Calderón: Quien te ha visto y
quien te ve y sombra de lo que eras (1933), El labrador de más
aire (1937) y Pastor de la muerte (1937). Además, hemos de destacar la
serie de obras cortas en prosa denominadas Teatro de guerra (1937),
que consta de La cola, El hombrecito, El refugiado y Los sentados. Estas
obras están escritas con una clara finalidad política y son en sí mismas
portadoras de la ideología republicana del autor

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